Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Madame de Maintenon (1635-1719)

De nombre Françoise, la que se convertiría en la preferida del rey de Francia nació al interior de una cárcel, donde su padre pagaba una condena de presidio. Una vez liberado, el condonado quiso abrirse a nuevos horizontes y aventurarse a la conquista de prometedoras empresas en las Antillas caribeñas, pero al poco tiempo se desencantó de sus negocios regresándose a Europa y dejando abandonada a su familia. En condiciones de penuria, para 1645 la madre consigue regresar a Francia y hallar resguardo donde una tía. Aunque Françoise fue bautizada como católica, durante su crianza estuvo rodeada por un ambiente protestante, por lo que su inclinación religiosa estaría a favor del calvinismo. La niña trabajará como sirvienta durante un tiempo, y luego será enviada por su madre a París, con la esperanza de que su pequeña abandone la fe protestante y adopte de nuevo sus convicciones católicas. No fue difícil convencerla, y así mismo su porvenir ya estaba prefijado entre estas dos únicas opciones: tendrían que desposarla o en caso tal enviarla al claustro de un monasterio. Le dieron a elegir y, no contenta con ninguna opción, descartó tajante la idea de encerrarse a orar en un convento; le parecía más prometedor la vida conyugal a la vida religiosa: “Yo prefiero por mi parte una posición que ofrece actividades y deberes, aun dificultades si queréis, a contemplar el mar desde una roca hasta los 70 años”. Con 17 años, la joven es ofrecida en matrimonio a un hombre veinticinco años mayor que ella, casi paralítico, y que padecía de artritis deforme. La alternativa que le dejaba la vida no era para nada tentadora, y sin embargo Françoise aceptaría convertirse en su esposa, así también como en su enfermera. “Es mejor casarse con él que terminar en un convento”, le aseguró a su madre. El matrimonio se celebró para el año de 1652. El marido era sin embargo un hombre de intelecto, aficionado a la poesía, que instruiría a su mujer en cultura y literatura, y por quien Françoise despertaría un cariño sincero. Desde entonces tomaría el apellido del poeta y pasaría a conocerse como Madame Scarron, reconocida por ser el epicentro de reuniones de intelectuales a las que solía convocar. A sus 25 años la Madame quedaría viuda, y nada heredaría de su difunto marido, y sin embargo su legado sería haber hecho de ella una mujer culta, intrigante y seductora, además de haberla presentado ante una prestante sociedad destacada. A través de sus amistades Françoise fue presentada a Madame de Montespan, quien fuera entonces la segunda amante oficial del rey Luis XIV, y que elegiría a la joven y encantadora Madame Scarron para que sirviera como institutriz de sus dos hijos bastardos. Françoise tenía la oferta de servir como dama de compañía de la reina de Portugal, pero prefirió mantenerse cerca a la corte francesa y aceptar el puesto de mentora de los hijos del rey. Para 1673 Luis XIV legitimó a sus dos hijos y los mudó junto a su madre al palacio de Versalles. Allí mismo tendría que trasladarse la avezada Françoise para impartir sus clases y acompañar las tareas de los niños, y allí mismo sería donde el seductor “Rey Sol” -ese del que se dice que únicamente se bañó dos veces en la vida-, conocería a la atractiva profesora que venía dándole clases a sus hijos. Luis XIV tenía una debilidad indiscutida por los banquetes y celebraciones, pero aún más indiscutida sería su debilidad ferviente por las mujeres, y fue así como de inmediato comenzaría a asediar a Madame Scarron, que al parecer lo había trastornado al punto de llamarla “ninfa” en sus diarios íntimos. La relación entre ambos comenzaría hacia el año de 1675, y ya para ese momento el rey parecía absolutamente enamorado, desplazando poco a poco a su amante Madame de Montespan, y relegando a su esposa la reina María Teresa a un lugar mucho más abajo, para abrirle paso a la que entonces fuera considerada como su preferida. Dulce, cariñosa, astuta, obsecuente, Françoise haría del rey un tipo más devoto a su relación, templado en sus apetitos, e incluso hasta convertirlo en un hombre de fe. Luis XIV quiso colmarla de lujos. Le regaló unos vastos territorios en una localidad llamada Maintenon y la nombró marquesa de dichos dominios. Es así como en adelante dejará el apellido de Scarron y pasará a ser conocida como Madame de Maintenon. En 1683 muere finalmente la olvidada reina María Teresa, pero no será Madame de Montespan quien ocupe el puesto vacante, ya que el rey organizaría un matrimonio morganático y clandestino con su amada marquesa. Este tipo de nupcias consistía en casar a dos personas de distinto estatus y que a pesar del vínculo contraído seguirían conservándolo, siendo los hijos de dicha unión considerados no como ilegítimos, pero tampoco como bastardos. A pesar de querer mantener el secreto, los cortesanos y también el pueblo parecían tener en claro quién andaba metida en el corazón del rey, así también como inmiscuida en los asuntos de gobierno. Madame de Maintenon se había convertido en la confidente y consejera de Luis XIV, y poco a poco empezó a desenmascararse el amorío que a todas luces parecía evidente. La favorita del rey había instaurado un orden riguroso de gobierno a través de las decisiones de su esposo. Muchos creían que la influencia que ejercía en el monarca iba más allá de cualquier decisión política, y que por complacerla fueron muchos los desaciertos en la toma de sus decisiones. Algunos la culpan de ser la causante de la revocación del Edicto de Nantes en 1685, el cual generaría un éxodo de protestantes que migrarían hacia París, ocasionando una debacle económica que derivaría en 1701 en la Guerra de Sucesión Española. En 1715 muere el monarca. Tres días antes de su muerte, la vieja Madame se aloja en la localidad de Saint-Cyr, donde todavía le restarán fuerzas para impulsar una institución religiosa que había fundado tres décadas atrás y que estaba dedicada a la salvación de las almas. Viviría cuatro años más, y dejaría escrito este epitafio que quería y acompañara su tumba, y que el mundo entero se dejara de habladurías: “A lo largo de la experiencia que he acumulado -ya he superado las ochenta primaveras-, he podido comprobar que la verdad existe sólo en Dios, y el resto es sólo una cuestión de puntos de vista”.

MADAME DE MAINTENON

 

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