Luisa Mountbatten, la británica que devolvió la sonrisa al rey viudo de Suecia – Monarquías.com

Luisa Mountbatten, la británica que devolvió la sonrisa al rey viudo de Suecia


En el momento en que se casó con el príncipe heredero de Suecia, se convirtió en princesa heredera y madrastra de sus cinco hijos. Asumir ese rol no fue fácil, pero de forma lenta pero segura, Luisa se ganó el corazón de todos.Ver entrada para suscribirse al boletín del sitio.

Luisa Mountbatten, la británica que devolvió la sonrisa al rey viudo de Suecia

En el momento en que se casó con el príncipe heredero de Suecia, se convirtió en princesa heredera y madrastra de sus cinco hijos. Asumir ese rol no fue fácil, pero de forma lenta pero segura, Luisa se ganó el corazón de todos.

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Desde la muerte de la impopular reina Victoria en 1930, durante dos décadas Suecia no tuvo una reina al lado del rey. Hasta que el viudo rey Gustavo V falleció a su turno, en 1950, los suecos no vieron ninguna mujer al lado del monarca, pero esa suerte se rompió cuando Gustavo VI Adolfo, un anciano de 78 años, subió al trono acompañado por su segunda esposa, la reina Luisa. Los suecos supieron con el tiempo que las británicas suelen ser las mejores reinas.

Nacida en 1889 como la princesa Luisa de Battenberg, era bisnieta de la reina Victoria de Gran Bretaña y emparentaba directamente no solo con los reyes británicos, sino también con las casas reales de Prusia, Grecia, Rusia y Rumania, entre otras. Su hermano, Luis, sería con el tiempo el último virrey británico de la India y se convertiría en una figura central en la casa real británica durante los reinados de Jorge V, Eduardo VIII, Jorge VI e Isabel II. Su otra hermana, seria la popular princesa Alicia de Grecia, internacionalmente honrada por haber ayudado a una familia griega judía a escapar del horror del nazismo.

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Su padre, el príncipe Luis de Battenberg, sirvió a Inglaterra en su Armada Real, pero su nombre y apellido eran alemanes, había nacido en la enemiga Alemania, hablaba con acento alemán, empleaba sirvientes alemanes y tenía vastas propiedades en el imperio alemán, por lo cual, con el paso del tiempo, se convirtió en una persona no grata en suelo británico. En 1917, el rey Jorge V de Inglaterra convirtió a los padres de Luisa, Luis de Battenberg y Victoria de Hesse, en Lord y Lady Mountbatten, marqueses de Milford Haven. La princesa Luisa y sus hermanos los príncipes Jorge y de Battenberg, adoptaron el apellido Mountbatten y se integraron a la familia real británica.

Entre tanto, en Suecia, el príncipe Gustavo Adolfo había enviudado de la princesa Margarita de Connaught, prima de Luisa. El matrimonio se había amado mucho, tenían varios hijos y Margarita se hizo enormemente popular en Suecia, por lo que a su muerte fue llorada por muchos. Sus funerales, en 1920, reunieron a una gran cantidad de dolientes en las calles de Estocolmo. Tres años más tarde, Gustavo Adolfo conoció a Luisa Mountbatten, con quien se casó en 1923. Luisa no era una princesa muy atractiva, y los enfrentamientos entre las potencias europeas redujeron las chances de que la casa real concretara un matrimonio adecuado para ella.

Siete años mayor que Luisa, Gustavo Adolfo recibió una educación que lo preparó para futuros deberes reales en los campos de las ciencias políticas y economía. Pero fueron sus estudios de arqueología e historia los más cercanos a su corazón. Sus descubrimientos fueron mencionados por las publicaciones arqueológicas más prestigiosas del mundo. En 1905 fue enviado a El Cairo para participar en las excavaciones y allí conoció a Margarita de Connaught. Se ha dicho que se había organizado la reunión entre la hermana menor de Margarita, Patricia, y el príncipe mientras toda la familia real británica se ilusionaba con la idea era que se convertiría en reina de Suecia.

Fue amor a primera vista. En junio de ese año Gustavo Adolfo y Margarita se casaron en el Castillo de Windsor y, como regalo de bodas, recibieron el Castillo Sofiero de manos del anciano rey abuelo Oscar II. Allí la pareja crió a sus cinco hijos, el primero de los cuales fue bautizado Gustavo Adolfo y sería el padre del actual rey sueco, Carlos Gustavo. En 1920, la princesa heredera Margarita murió repentinamente de una intoxicación aguda de la sangre.

Una reina en la calle

A pesar de que Luisa, de 34 años, había manifestado que jamás se casaría con un rey, lo hizo con el viudo y futuro rey Gustavo Adolfo en el palacio de St. James. No tuvieron hijos, pero ella fue muy cariñosa con los hijos de su esposo, que eran muy pequeños cuando murió Margarita. Aunque no le fue fácil adoptarse a su nueva patria, Luisa llegó a ser muy popular entre los suecos por su carácter simple y su sentido del humor. Y gran parte de ese cariño público se debió a que, como esposa, supo volver a hacer feliz a Gustavo Adolfo después de la tragedia de la princesa Margarita.

Lo que a Luisa más le gustó de Suecia es que podía salir a la calle sin llamar demasiado la atención. Pero como era muy nerviosa, y atravesaba las calles con mucho descuido, una vez estuvo apunto de ser atropellada por un autobús. Ella misma decía que guardaba en su bolso de mano una tarjeta con la leyenda “Soy la reina de Suecia”, para que en el caso de tener un accidente supieran quién era. Cuando su hermano lord Mountbatten le preguntó por qué tenía aquella tarjeta en su bolso, ella dijo: “Bueno, si yo soy atropellada en una calle, nadie sabría quien soy, así que si buscan en mi bolso, la encontrarán”.

Al igual que su marido, Luisa paseaba por las calles de Estocolmo con total normalidad y realizaba compras repentinas en el barrio antiguo de la ciudad, tratando de cerca con los ciudadanos. Ella y el rey salían del Palacio Real a recorrer las calles, sin la presencia de ningún guardaespaldas o alguna persona de la guardia real. La reina tenía ciertas costumbres excéntricas, como llevar a sus muchos perros (a quienes nombró, por ejemplo, “Conde de Gripsholm” o “Señor Olsson”) escondidos en su ropa cuando viajaba al extranjero, lo que provocaba tediosos problemas en las aduanas.

Luisa murió en el Hospital Sankt Göran en 1965, ocho años antes que su esposo, y fue la última reina de sangre real que tuvo Suecia.

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