El banquete de los mercaderes - Grupo Milenio
Cultura

El banquete de los mercaderes

  • Taller Sie7e
  • El banquete de los mercaderes
  • María Luisa Herrera Casasús

La Gran Tenochtitlan se veía muy animada. Todos los pochtecas o mercaderes habían ya regresado después de comerciar en el país. Se reunían en la plaza mayor y tuvieron una asamblea sobre la festividad anual de los mercaderes, la Panquetzalitzi, que se efectuaría en cuarenta días.

Una vez de acuerdo, compraron a un esclavo en el mercado de Azcapotzalco, robusto de cuerpo. Lo lavaron dos veces con agua de los dioses para purificarlo de la servidumbre y lo vistieron lujosamente para representar a Quetzalcóatl. Le colocaron una mitra, una máscara con pico de pájaro, joyeles y zarcillos de oro, sin faltar el ceñidor, sandalias y báculo propios de los dioses.

Luego empezaron a agasajarlo, y lo reverenciaban como si fuese el mismo dios. El esclavo iba cantando y bailando por las calles de la ciudad. Tenía la mejor comida, y se le ponían rosas y collares de flores.

Pero llegó la noche del primer día, y la sorpresa del “dios” fue grande cuando lo metieron en una jaula para que no huyese; pero al día siguiente continuaron los agasajos, hasta que faltaron solo nueve para la fiesta.

Esa mañana fueron los sacerdotes a notificarle la fecha de su muerte. Para que no se entristeciera, le dieron a tomar chocolate batido con las navajas del sacrificio, pues con esa bebida se embrujaba y le tornaría la alegría.

El día de la fiesta lo pasó en convites y a la media noche se le trajo al templo del dios Quetzalcóatl. Ahí se le honró, se le quemó copal y se le tocó la música de ese día. Entonces subieron al esclavo a lo alto del teocalli, lo colocaron con su espalda arqueada sobre una piedra en forma de pilón, y con un cuchillo de ónix le sacaron el corazón, ofreciéndoselo al dios-luna Tezcatlipoca, como recuerdo de la lucha astronómica con Quetzalcóatl. Enseguida lanzaron el cuerpo muerto por las gradas, de donde bajó rodando hasta el patio del teocalli. (Cfr. Códice Mendocino)

Un grito de júbilo se escuchó de entre los mercaderes; lo levantaron y lo entregaron al cocinero para que lo guisara y poder comerlo en el banquete de los mercaderes.

Mientras amanecía y se guisaba al sacrificado, danzaban los pochtecas alrededor de la gran fogata que se había encendido en el templo, felices y satisfechos del éxito de su fiesta anual. _

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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