Luis XIV
1701. Óleo sobre lienzo, 238 x 149 cmSala 019
El lienzo lo protagoniza con carácter absoluto el Rey Sol, que gobernó Francia desde la muerte de su padre, Luis XIII, en 1643, cuando el hijo contaba con cinco años, hasta 1715; bien es cierto que la primera fase de su reinado, durante su minoría de edad, estuvo bajo la regencia de su madre, la reina Ana de Austria (1601-1666), hermana de Felipe IV de España, y del cardenal Mazarino (1602-1661). La imagen resulta por completo militar y posee una clara intencionalidad político-dinástica. El monarca se presenta en un escenario paisajístico, en cuyos fondos se aprecia una batalla debida a los pinceles de Joseph Parrocel (1646-1704) que levantan acta del asedio de Namur, la última vez que el rey se puso al frente de sus ejércitos. Se reviste de armadura francesa de caballería, sembrada de flores de lis, siguiendo la tipología normal del siglo XVII, con el casco sobre una piedra, encima del cual también apoya el bastón de mando flordelisado. Ostenta fajín de general a la cintura y cruza su pecho la banda de la Orden del Saint-Esprit, cuya placa pende a su costado izquierdo. Tan elaborada apariencia guerrera no le impide lucir la alta peluca oscura según la moda del momento y el aire de prestancia en que se envuelve combina una disciplente seguridad en sí mismo con un aura de mayestático distanciamiento, reforzada por la actitud de autoridad que emana de los gestos: sujeción firme del bastón de mando con la mano derecha y la siniestra apoyada en la cadera. Forma parte de una serie de retratos de los varones de la familia real de Francia -el Gran Delfín Luis, el duque de borgoña y el duque de Berri, de los que existen diversas réplicas en diferentes colecciones- todos ellos armados, los primeros, obra de Rigaud, y el último, de Nicolas de Largillièrre (1656-1746), pensados sin duda para resaltar el papel del abuelo, el padre y los hermanos del duque de Anjou, futuro Felipe V, como defensores de sus derechos al trono de España en la sangrienta Guerra de Sucesión (1701-1713). El origen del encargo de la presente pintura es relativamente complejo. El soberano francés pidió a Rigaud un retrato en majestad, con todos los símbolos de la consagración monárquica, para enviárselo a su nieto Felipe V. Quedó éste tan satisfecho de la pomposa composición que solicitó una réplica para sí, a fin de conservarla en Versalles. Con el tiempo, tal efigie (hoy en París, Musée du Louvre) se ha convertido en la imagen más popular de Luis XIV. No obstante, es posible que recapacitase y al final pensase que tan rey era Felipe V como él mismo, y un lienzo grandilocuente de espíritu regio en razón de su simbología no era el adecuado para la corte madrileña, por lo que no envió ninguna de las dos, por su carácter de prepotencia francesa; en consecuencia, ordenó esta obra, partiendo de aquella, pero de contenido claramente belicista. De hecho, el cuadro es el resultado de los pinceles de Rigaud y de la amplia colaboración de su taller, puesto que a él se atribuye el rostro -lo que se aprecia fácilmente con un rápido estudio de luz rasante- y a los ayudantes el resto: armadura, vegetación, paisaje, telas. etc., sin excluir toques finales del maestro para conferir especiales calidades a algunos pormenores. Ciertos investigadores creen, sin base documental, que este lienzo fue pintado anteriormente y que la firma podría ser de fecha varios años posterior (Texto extractado de Luna, J. J. en: El arte del poder. La Real Armería y el retrato de corte, Museo Nacional del Prado, 2010, p. 252).