El movimiento que cambió Europa

Consecuencias de la Revolución francesa: su legado y su impacto

La Revolución Francesa fue un movimiento político, social, económico y militar que provocó el derrumbe de la monarquía absolutista de Luis XVI con el objetivo de establecer un Gobierno republicano y democrático. Tradicionalmente, la Revolución Francesa ha sido considerada por muchos historiadores como el final de una época y el punto de partida de la Edad Contemporánea. Con el paso de los años la Revolución, con sus luces y sus sombras, fue un espejo en el que se miraron muchos países con parecidos ideales y que buscaban lograr lo mismo: libertad e igualdad.

La Libertad guiando al pueblo. Cuadro pintado por Eugène Delacroix en 1830 y expuesto en el Museo del Louvre, en París.

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Antes de que ocurriera la Revolución Francesa, a finales del siglo XVIII, en la corte del rey Luis XVI de Francia se vivía en medio del lujo y el derroche. Mientras que la mayoría de la población vivía sumida en la miseria, la monarquía decidió gravar al pueblo con nuevos impuestos, lo que se hizo aún más grave la crisis financiera que atravesaba el país. El malestar entre el pueblo iba en aumento y, finalmente, para tratar de hallar una solución a una situación cada vez más compleja, el rey aceptó, aunque de mala gana, la convocatoria en 1788 de los llamados Estados Generales, compuestos por representantes de los tres estamentos de la sociedad francesa: el clero o Primer Estado, la nobleza o Segundo Estado, y el pueblo llano o Tercer Estado. Este último exigió la convocatoria de una Asamblea Nacional en la que el voto fuera individual y no por estamentos, como era la tradición.

Pero el monarca no creía que todo aquello fuera a tener tan graves consecuencias: de hecho, cuando se produjo el asalto popular a la prisión de la Bastilla el 14 de julio de 1789, el verdadero detonante de la Revolución Francesa, Luis XVI no consideró que aquello fuera lo suficientemente importante como para tenerlo en cuenta. Pero los acontecimientos posteriores pronto le harían darse cuenta de su error.

Los orígenes de la Francia moderna republicana

La Revolución Francesa, que dio comienzo el 5 de mayo de 1789, marcaría un antes y un después en el devenir no solo de Francia, sino también de Europa. En apenas una década, los acontecimientos revolucionarios transformarían la Francia absolutista en una nueva Francia republicana, donde las personas pasarían de ser súbditos a ciudadanos libres. En Francia se instituyó finalmente la Asamblea Nacional, que, dotada de poder constituyente, legisló para que la sociedad dejase de estar gobernada por la aristocracia y la Iglesia, lo que abrió paso al ascenso de una pujante burguesía que tomaría las riendas de lo que parecía que iba a convertirse en una nueva sociedad más igualitaria. De hecho, la transformación que generó la Revolución Francesa fue tan profunda que incluso las nuevas instituciones republicanas tomaron el nombre de las de la antigua Roma, el modelo a seguir: Senado, consulado, tribunado, Prefectura …

La Revolución Francesa, que dio comienzo el 5 de mayo de 1789, marcaría un antes y un después en el devenir de Francia y de Europa.

La toma de la Bastilla. Cuadro pintado por Jean-Pierre Houël y expuesto en la Biblioteca Nacional de Francia, en París.

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A partir de ese momento, todos los aspectos de la vida de las personas, así como del Estado, sufrieron un cambio drástico: la justicia y la economía, el arte y la ciencia, la educación, el ejército e incluso el papel de la Iglesia. Asimismo, de manera inevitable, el nuevo modelo de Estado francés fue visto como un ejemplo en muchos otros países, que también estaban convencidos de la importancia de ideales como la soberanía del pueblo en asuntos comunes, la libertad de pensamiento político y la igualdad ante la ley. Así, aquella nueva Francia se convirtió en la protagonista del escenario político europeo. Todo el mundo miraba, entre fascinado y horrorizado, el renacer de la nueva nación tras una Revolución en la que no faltaron numerosos episodios de extrema violencia (el período comprendido entre 1792 y 1794 ha pasado a la historia como el "reinado del Terror", que vio la ejecución del monarca, aunque también la de muchos de sus impulsores, como por ejemplo Robespierre).

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Retrato de Luis XVI realizado entre los años 1778 y 1779 por el artista Antoine-François Callet (Museo del Prado, Madrid).

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El fin de los privilegios feudales tras la Revolución Francesa

De este modo, con la Revolución Francesa y tras el establecimiento de la Repúbli­ca en 1792, se suprimieron los privilegios de clase que imperaban desde la Edad Media, y con la caída de la monarquía desapareció también el enorme peso político que la nobleza había mantenido sobre el resto de la población. Como consecuencia se abolieron los diezmos (la parte de la cosecha que los campesinos debían destinar como tri­buto a la Iglesia o a la Corona), así como la primacía de los hijos primogénitos para heredar las propiedades de sus padres. Los grandes beneficiarios de todos aquellos cambios fueron, precisamente, quienes los habían provocado: los burgueses. Todo iba encaminado, de este modo, a favorecer a la nueva clase, con la redistribución del poder político y de la propiedad privada. Y es que cualquiera que dispusiera de bienes y fuera económicamente independiente se convertía en un potencial elector y en un posible miembro del Gobierno de la nación: es decir, en un ciudadano.

Tras el establecimiento de la Repúbli­ca en 1792 se suprimieron los privilegios de clase que imperaban desde la Edad Media.

 Grabado que representa la ejecución del rey de Francia Luis XVI en la guillotina.

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Así pues, la an­tigua estructura social tradicional anterior a la Revolución Francesa, empezaba a dar paso a un nuevo esquema en el que, en principio, todo el mundo podía acceder a cargos públicos y a tener propiedades. De esta manera, Francia se convirtió en el país europeo donde las tierras y las riquezas empezaron a estar más repartidas entre los diferentes propietarios. En este contexto surgieron también las primeras asambleas de representantes. Mediante elecciones, los ciudadanos delegaban su representación en la figura de diputados que defendían sus intereses. Al igual que sucedió en los Estados Unidos tras su independencia de Gran Bretaña, estas cámaras acabarían por convertirse en los Parlamentos democráticos actuales.

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La invención de la Guillotina durante la Revolución Francesa

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La profunda reestructuración que provocó la Revolución Francesa

Tras la Revolución Francesa, la fiscalidad en Francia también sufrió modificaciones ya que a partir de entonces el sistema de contribuciones por parte de la ciudadanía debía ser más equitativo, proporcional a sus ingresos. Por otro lado, la Iglesia y el Estado, que hasta aquel momento habían ido de la mano, empezaron a tomar caminos separados. Se produjo una división entre las dos instituciones, y el Estado no dudó en promover la libertad de culto, de conciencia y también de expresión. Gracias a este nuevo enfoque social, inédito hasta entonces, se concedieron derechos civiles a los fieles de otras confesiones, como por ejemplo los protestantes y los judíos, que antes habían estado marginados.

Tras la Revolución Francesa, el sistema de contribuciones por parte de la ciudadanía debía ser más equitativo y proporcional.

La burguesía se convirtió en la clase más beneficiada de la Revolución francesa. Cuadro de Adolfo von Menzel expuesto en los Museos Estatales de Berlín.

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El propio territorio tampoco fue ajeno a los cambios. Ya en 1790 había empezado una nueva reestructuración territorial encaminada a hacer desaparecer la antigua división señorial, y a partir de entonces el Gobierno estaría en manos de un consejo general y un presidente, dos títulos con innegables connotaciones republicanas. Más tarde, en época napoleónica, se sumarían a la organización gubernamental los prefectos, representantes del Estado en una región o en un departamento. Estos prefectos serían los encargados de unir el te­jido burocrático del país con la capital (un sistema que permanece aún vigente en la Francia actual).

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El derecho a la educación tras la Revolución Francesa

La Revolución Francesa trajo consigo, asimismo, una profunda transformación en el campo legislativo. La igualdad de todos los ciudadano ante la ley, la presunción de inocencia, la asistencia al acusado por parte de un letrado o el derecho de hábeas corpus(la protección del reo ante posibles detenciones arbitrarias) fueron un ejemplo palpable de los cambios que empezaba a experimentar el Estado en materia procesal. Tampoco el ejército quedaría fuera de los cambios. A partir de aquel momento podían incorporarse a filas todos los ciu­dadanos, que serían reclutados con una diferencia sustancial respecto al pasado: ahora deberían defender los intereses del país y no los personales de la Corona. Asimismo, la valentía o el ingenio individuales podían convertir a cualquiera en oficial, un privilegio antes reservado tan solo a la aristocracia.

Con el cambio de modelo se produjo asimismo, una profunda transformación en el campo legislativo.

Grabado de Louis-Joseph Masquelier en el que puede verse la sala Manège de las Tullerías, donde se reunió la Convención Nacional.

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Todos estos cambios no podían dejar de lado uno de los pilares básicos de la sociedad: la educación, cuya modernización se emprendió también. Y es que la educación de las nuevas generaciones en los más altos ideales de la Revolución se había convertido en un asunto prioritario para el nuevo Estado surgido tras ella. La Convención (asamblea electa de carácter constituyente que concentró los poderes ejecutivo y legislativo del Estado desde el 19 de septiembre de 1793 al 30 de octubre de 1795) había decretado la escolarización obligatoria y gratuita para todos, algo inaudito hasta entonces. De este modo, los Gobiernos sucesivos pretendieron garantizar el acceso de todos los ciudadanos a una educación antes reservada solo a aquellos que podían permitírselo.

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La marsellesa, el nuevo himno de Francia

Siguiendo con el contexto educativo, también hubo cambios en cuanto a la elección del profesorado, que empezó a ser escogido mediante exámenes y no teniendo en cuenta las influencias familiares o económicas de los candidatos. En ese momento también vieron la luz varias instituciones educativas: la École Normale, el Institut de France o la Universidad de Francia, que se revelarían fundamentales en el aprendizaje de los futuros investigadores y educadores que surgirían de sus aulas. El objetivo prioritario era promover el acceso público a la cultura, y las obras de arte, antes reservadas exclusivamente a los ricos, fueron mostradas a la ciudadanía en espacios destinados únicamente a ese fin.

El objetivo prioritario de las autoridades republicanas era promover el acceso público a la cultura y a las obras de arte, antes reservadas exclusivamente a los ricos.

Rouget de Lisle canta La marsellesa por primera vez. Cuadro pintado por Isidore Pils y expuesto en el Museo Histórico de Estrasburgo.

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Los museos públicos hacían, así, acto de presencia en la vida cotidiana de la población francesa. El más importante de ellos, el Museo del Louvre, ubicado en la que había sido la gran residencia real de París, abrió sus puertas a la ciudadanía para mostrar su valioso patrimonio artístico a cualquiera que estuviera interesado en él. En realidad, el gusto artístico en general también se vio afectado. Con la Revolución triunfó el Neoclasicismo, un estilo artístico que llenó las ciudades francesas de edificios basados en el mundo grecorromano. También la pintura y la escultura se vieron influidas por este nuevo estilo.

De hecho, la República romana, como hemos visto, era el ejemplo a seguir, y se empezó a ensalzar a los héroes franceses imbuidos de los más altos ideales republicanos. Fue entonces cuando se adoptó la actual bandera tricolor añadiendo el rojo y el azul del blasón parisino al blanco de los Borbones y se incorporó La marsellesa como himno nacional de Francia. La burguesía europea tomó buena nota de todo este proceso, y los cambios que estaban teniendo lugar en Francia empezaron poco a poco a extenderse más allá de sus fronteras, sobre todo en aquellos países que consideraban que lo que estaba sucediendo en el país galo era el ejemplo a seguir para lograr acabar con sus propias monarquías absolutistas.

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La Marsellesa, banda sonora de la Revolución francesa

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La Revolución Francesa, una inspiración para otros países

Desde 1795 a 1799, Francia estuvo gobernada por el Directorio, compuesto por cinco miembros (que después se vio reducido a tres), que empezó a dejar atrás el radicalismo que hasta entonces había caracterizado ciertos aspectos de la vida política francesa. Algunos derechos, sin embargo, se vieron reducidos, como el derecho de sufragio. Asimismo, el poder legislativo se repartió en dos cámaras: el Consejo de los Quinientos y el Consejo de los Ancianos. Pero el golpe de Estado de Napoleón el 9 de noviembre de 1799 daría al traste con el Gobierno, y el Directorio desde entonces pasó a estar dirigido por una única persona, el general corso, que pasó a tener todo el poder en sus manos. Francia entraba en una nueva fase histórica.

El poder legislativo se repartió en dos cámaras: el Consejo de los Quinientos y el Consejo de los Ancianos.

Napoleón en su estudio en las Tullerías, cuadro pintado por Jacques-Louis David en 1812 y expuesto en la Galería Nacional de Arte de París.

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Retrato del general Riego expuesto en el Museo Romántico de Valencia.

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Así, a pesar de la nueva etapa imperial que representó la entrada en escena de Napoleón Bonaparte, la influencia de la Revolución Francesa se extendería, como hemos visto, por toda Europa, incluida la península ibérica, donde ciertos acontecimientos empezaron a tener lugar. Tras la guerra de la independencia contra Francia y el regreso a España de Fernando VII, en 1820 tuvo lugar el alzamiento del general Riego. Este militar encabezó el famoso pronunciamiento que lleva su nombre y que pretendía poner fin al Gobierno absolutista de Fernando VII para dar paso a un régimen constitucional, pero fracasó y fue ejecutado. De hecho, no sería hasta años más tarde, concretamente 1848, un año clave en la historia de las revoluciones, cuando la población de numerosos países se levantó en armas en contra de sus mandatarios reclamando los avances democráticos que dieran al traste con la ordenación medieval y obsoleta de muchos Estados.

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La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano

También las colonias españolas de ultramar se vieron afectadas por la onda expansiva de la Revolución Francesa. De hecho, los ecos de la Revolución supusieron un estímulo para las luchas por la independencia emprendidas por algunos de los llamados "libertadores" en Sudamérica, como el venezolano Simón Bolivar o José de San Martín en Argentina, Chile y Perú. Asimismo, los acontecimientos revolucionarios iniciados en Francia en 1789 tendrían su continuidad en el siglo XX con las revoluciones rusas de los años 1905 y 1917 y con la mexicana emprendida por Emiliano Zapata y Pancho Villa.

Los ecos de la Revolución Francesa supusieron un estímulo para las luchas por la independencia emprendidas por algunos de los llamados 'libertadores' en Sudamérica.

Portada de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

Foto: Cordon Press

La historiografía moderna no ha dudado en marcar todo este ciclo revolucionario como una división entre la Edad Moderna y la Contemporánea, entre la época del absolutismo y la de la búsqueda de la igualdad. No en vano la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada en 1948 por Naciones Unidas tuvo un incuestionable precedente en la del Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano promulgada en la Francia revolucionaria de 1789.