Al sur de Baviera, muy cerca de la frontera con Austria, el castillo de Neuschwanstein es uno de los monumentos más famosos y visitados de Alemania. Con aspecto de cuento de hadas, fue una de las construcciones que comisionó Luis II de Baviera, uno de sus sueños.

Baviera es una de las regiones más visitadas de Alemania. Paraíso terrenal de la cerveza con una ciudad tan bella como Múnich y un entorno natural con los Alpes bávaros como telón de fondo. Está salpicada por construcciones de la casa de Wittelsbach, que gobernó aquí durante siglos, una familia que supo, en general, administrar sus recursos mejor que sus vecinos.

También con una importante parte de pasado sombrío durante el siglo XX, y es que fue en Múnich donde Adolf Hitler realizó parte de su recorrido nacionalsocialista. En una región con tanto que ofrecer al viajero, es Neuschwanstein uno de sus destinos más conocidos y hermosos. Te contamos por qué.

Neuschwanstein, castillo en las nubes

Luis II de Baviera, muy a menudo referido como "el rey loco", creció en una familia con pasión por las artes y la búsqueda de la belleza. De hecho nació en el precioso Nymphenburg, algo que tiene que marcar. En una tradición en la que, además, los diferentes miembros supieron administrar muy bien los recursos de Baviera, se pudieron permitir grandes obras como la Residenz (residencia) de Múnich.

A Luis le tocó vivir una época, no obstante, difícil para Baviera. Prusia ganaba protagonismo en el escenario alemán y llegó a formar el Imperio Alemán. Él quería ser un monarca absoluto pero tenía poderes limitados. Debía engendrar descendientes pero todo parece indicar que era homosexual.

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Asumir que estaba loco es mucho asumir, ya que fue su familia junto al gobierno, probablemente para apartarlo del poder, la que lo declaró loco. Es lógico pensar que, a lo largo de su vida, sufriera una fuerte depresión por sentirse apresado en la situación que le tocó vivir. Debido a esto buscó, en cuanto subió al trono, la manera de evadirse y huir a sus refugios. Así nacieron Linderhof y Herrenchiemsee, y así nació Neuschwanstein.

La Piedra del Cisne

El nuevo castillo de Luis II de Baviera se alzaba sobre las ruinas de Vorderhohenschwangau (frente "vorder" a Hohenschwangau), un lugar que conocía bien. Siendo niño pasó mucho tiempo en el castillo de Hohenschwangau, que su padre había remodelado sobre otra construcción fortificada llamada Schwanstein (piedra "Stein" del cisne "Schawn").

Después de algunos viajes, en los que conoció el castillo de Pierrefonds y el de Warburg, Luis II de Baviera proyectó una de sus más ambiciosas obras. El rey también buscaba retratar la identidad de los castillos medievales alemanes, y estuvo influenciado por las óperas "Lohengrin" y "Tannhäuser" de Wagner. Un ideal mucho más romántico que histórico, pero que dio lugar a Neuschwanstein, la "Nueva Piedra del Cisne".

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La entrada a Neuschwanstein con Hohenschwangau al fondo.

La construcción del castillo dio comienzo en 1869 y debía terminar, originalmente, en 1872. Sin embargo, hubo estancias que nunca se terminaron. Esto se debe, en buena medida, a que durante la obra Luis II hizo cambios que alteraron sobremanera el plan original. Si Neuschwanstein de por sí iba a ser muy caro, esto llevó al rey a agotar los recursos de la familia e incluso pedir préstamos.

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Luis II de Baviera

Mientras las obras parecían prolongarse eternamente, el sueño de Luis II de Baviera se tornaba imposible. Residió el mínimo posible en Múnich (ser el rey le obligaba a pasar unos días al año en la capital) y realizó, en cambio, numerosos viajes y estancias por los Alpes bávaros. Vivió en Linderhof en ocasiones y apenas pudo hacerlo en Neuschwanstein debido a esta situación.

Tras casi dos décadas de retrasos, remodelaciones de salas y un estado financiero casi ruinoso, parte del gobierno bávaro, se dice que con el beneplácito de su familia, consiguió declarar loco a Luis II de Baviera en 1886. Por aquel entonces, el rey vivía en el castillo mientras supervisaba las obras. El 11 de junio, por la noche, Luis, depuesto como rey, fue obligado a abandonar su amado castillo en las nubes, y nunca más volvió.

Neuschwanstein después de Luis II de Baviera

Luis II murió poco después, el 13 del mismo mes, en circunstancias "sospechosas". Por entonces Neuschwanstein seguía sin estar terminado. No obstante, seis semanas después de su muerte, su familia abrió las puertas del castillo al público, siendo de este modo un reclamo turístico desde el principio. Fue así como los Wittelsbach, en 1889, ya habían saldado la deuda de siete millones de marcos que Luis II había contraído en la construcción de sus residencias, comúnmente conocidas como "los castillos del rey loco".

Fue Neuschwanstein, Herrenchiemsee y Linderhof los que casi llevan a la ruina a la familia y los que, paradójicamente, salvaron sus finanzas. Desde el momento de su construcción fueron grandes reclamos turísticos de Baviera, aunque todo no quedó ahí.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Neuschwanstein fue utilizado por los nazis para almacenar obras de arte robadas en Francia, aunque luego fueron trasladadas. También, hacia el final de la contienda, se usó para guardar reservas de oro. Ante el avance del ejército de Estados Unidos, se había dado la orden de demolerlo para que las obras de arte alemanas que había en el interior no cayeran en manos estadounidenses. Por suerte, el oficial al mando de las tropas obvió esa orden y todavía podemos disfrutar del castillo.

Una vez recobrada la normalidad, Neuschwanstein volvió a ser lo que Luis II de Baviera nunca quiso: una atracción turística. Y a día de hoy lo sigue siendo. Como comentábamos al principio del artículo, es uno de los monumentos más visitados de toda Alemania, y por muy buenas razones.

Qué ver en Neuschwanstein

Una de las cosas que más se disfrutan de Neuschwanstein son sus exteriores. Da igual desde donde mires o a qué altura estés, la vista siempre es embaucadora. El castillo se encuentra en el desfiladero de Pöllat, a los pies de los Alpes bávaros y, prácticamente, entre dos lagos. El paisaje es espectacular y, al estar en un promontorio rocoso en el desfiladero, domina por completo los alrededores. La gran presencia de piedra caliza hace que el edificio se mimetice a la perfección con su entorno natural.

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El Marienbrücke, desde donde se toman la mayoría de fotografías de Neuschwanstein.

A Neuschwanstein se accede a través de una barbacana (fortificación avanzada para defender las puertas) que hace de puerta de acceso. Con dos torreones grises es imponente pero cálida al mismo tiempo, ya que la mayor parte del edificio viste ladrillo rojo, lo que rompe la sintonía del resto del castillo, y lo hace con acierto.

Tras la barbacana se abre un patio de armas rodeado de altos muros con una enorme torre cuadrada en el lado derecho. Esta torre, de 45 metros de altura, no sirve a ningún propósito real. Y así es Neuschwanstein, un castillo residencial que rescata formas defensivas pero no sirve a ningún propósito defensivo. De hecho, hacía ya siglos que los castillos no eran defensivos, y se construían fortificaciones en zonas específicas con tropas acantonadas.

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Patio de armas.

A pesar de esta búsqueda formal de construir un castillo defensivo, es decir, un verdadero castillo medieval (con el tiempo se transformaron en palacios), Luis II de Baviera lo quiso hacer hermoso. Y casi todos están de acuerdo en que lo consiguió. Su situación casi inaccesible en un risco conjugada con sus torres esbeltas y puntiagudas hacen de Neuschwanstein "un castillo de cuento de hadas", que casa con el ideal caballeresco romántico, más relacionado con las leyendas de Camelot que con la Historia. De hecho, inspiró, en buena medida, a Walt Disney.

Tras la primera parte del patio de armas, dividido en dos niveles, se accede por unas escaleras al siguiente nivel. Es una de las zonas más espectaculares de Neuschwanstein, y una de las estampas más típicas. Esta zona del patio está dominada por el palacio, el edificio más grande e importante del castillo. Es aquí dentro donde ocurre la magia.

Wagner, leyendas germánicas y Bizancio

Hay quien dice que los interiores de Neuschwanstein no son tan impresionantes como el exterior. Lo cierto es que, como todo, es cosa de gustos, pero hay ciertos datos a considerar que nos ayudan a entender mejor esta situación: no todas las habitaciones y salas quedaron terminadas, sólo se invirtió dinero en algunas zonas del castillo a la muerte de Luis II, lo suficiente para que fuera visitable. No obstante, hay verdaderas joyas del historicismo alemán.

Como hemos comentado con anterioridad, Luis II de Baviera tomó diferentes inspiraciones a la hora de diseñar Neuschwanstein. Entre toda la amalgama, la obra de Wagner fue una constante referencia para el rey, y esto es algo que se puede apreciar con claridad en los interiores del castillo. La visita guiada al interior es para lo que compras la entrada, y sólo se puede hacer en grupos por razones de seguridad

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La Sala de los Cantores en un fotocromo.

La Sala de los Cantores es uno de los grandes atractivos de Neuschwanstein, y hace que merezca la pena entrar. Aquí Luis II se explayó al realizar una sala dedicada a los ideales caballerescos medievales y al amor cortés. Está ampliamente revestida de madera en un encuentro de estilos con muchas referencias a "Lohengrin", de Wagner, y al poema épico medieval "Parzival". Aunque no fue pensada para acoger actos, se produjo una representación en 1933 con motivo del 50º aniversario de la muerte de Wagner.

Por otra parte, la Sala del Trono también es sobrecogedora. Una vez más, una mezcla de estilos e influencias que dejan anonadado al visitante. El espacio ocupa dos plantas del castillo y está fuertemente inspirado en la Iglesia de todos los Santos de la Residenz de Múnich. Tiene un ábside con una clara influencia bizantina, y la lámpara tiene la forma de la corona de Bizancio. Así mismo, también se inspira en la Sala del Grial de Parzival. Un conjunto cuyo mensaje era claro: el rey lo es por derecho divino. No obstante, aunque Luis II de Baviera tuviera estos ideales absolutistas, era un monarca constitucional, y no contaba con tal derecho.

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Dormitorio de Luis II de Baviera.

El resto de estancias de Neuschwanstein no son tan grandes, aunque algunas también presentan un gran interés. A lo largo de estas habitaciones y salas, en lugares como la sala de estar, el dormitorio o el despacho, encontramos nuevamente referencias a "Lohengrin" y, como en Linderhof, a "Tannhäuser", incluso encontramos grutas que conectan estancias. En toda esta mezcla de estilos, el visitante encuentra la constancia de esos temas, lo sagrado y lo caballeresco medieval, todo entre una decoración de madera con magníficos artesonados.

Lo hemos dicho y lo volvemos a decir. Es cierto que los exteriores de Neuschwanstein son espectaculares, especialmente por ese entorno natural privilegiado en el que está, pero el interiores del castillo de Luis II de Baviera también merece toda nuestra atención.

Horarios y precios de Neuschwanstein

Visitar Neuschwanstein puede ser algo confuso si no sabes cómo funciona antes de ir. Las entradas sólo se pueden comprar en Hohenschwangau, el pueblo a los pies del castillo. Dada la alta demanda (especialmente en temporada alta), te recomendamos que vayas con tiempo.

Es aconsejable salir pronto si estás en Múnich, ya que son casi dos horas de viaje en coche. También hay un tren hasta Füssen, que está a tan solo cuatro kilómetros de Neuschwanstein. Y también hay un autobús que roza las dos horas y cuarenta minutos de trayecto.

Si prefieres ahorrarte dolores de cabeza siempre puedes optar por comprar una visita guiada. Esta excursión de Civitatis es una buena opción si estás en Múnich y también te interesa conocer el precioso Palacio de Linderhof.

Los horarios de la taquilla para comprar las entradas son, de abril al 15 de octubre, de 8 de la mañana a 5 de la tarde y, del 16 de octubre a marzo, de 9 de la mañana a 3 de la tarde.

El horario del castillo no es tan importante, ya que cuando saques la entrada tendrás en ella la hora a la que podrás acceder para hacer la visita. De todos modos, abre siempre una hora más tarde que la taquilla y cierra igual, una hora más tarde.

Las visitas duran alrededor de media hora y, como comentábamos antes, tendrás que ir en un grupo. La audioguía es gratuita y está en español.

El castillo está cerrado el 1 de enero y el 24,25 y 31 de diciembre.

El precio de la entrada normal es de 12€ y la reducida es de 11€. Los menores de 18 años entran gratis. Si te interesa visitar también Hohenschwangau y el Museo de los Reyes Bávaros, en la taquilla te pueden informar para pasar de un completo día en la zona. Todo se encuentra en el mismo pueblo.

Aunque es muy habitual visitar Neuschwanstein desde Múnich, quizás te interesa hacer una escapada por los Alpes bávaros. Es algo que te recomendamos si tienes tiempo y quieres hacer turismo natural. Al igual que en Linderhof, la zona se presta a caminatas y disfrutar de la vida tranquila en esta región de Baviera. Aquí tienes una lista con hoteles cerca del castillo.

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