Caso Colosio

Colosio, el PRI y las horas de la tragedia, por un testigo de primera fila

Federico Berrueto Pruneda, quien fuera uno de sus colaboradores de Colosio, narra la manera en que se recibió la noticia del asesinato el 23 de marzo de 1994.
sábado, 23 de marzo de 2024 · 19:11

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- La fase en que se integró el equipo de Luis Donaldo Colosio Murrieta, sus formas políticas y personales, el momento del país y de la campaña, así como la manera en que se recibió la noticia del asesinato el 23 de marzo de 1994, son narradas a 30 años de distancia por quien fuera uno de sus colaboradores: Federico Berrueto Pruneda.

Foto: Facebook / Federico Berrueto Pruneda

Abogado por la UNAM, doctorado en gobierno y política por la Universidad de Essex, Federico Berrueto era el coordinador de Análisis de la campaña presidencial de Luis Donaldo Colosio, dependía directamente de Guillermo Hopkins, quizás el hombre de más confianza para el finado candidato.

Considerado parte de una generación de intelectuales priistas que se apartaron finalmente de la militancia, Berrueto Pruneda acepta la entrevista con Proceso, como parte de una serie de entrevistas realizada sobre el impacto al sistema político mexicano que reviste el asesinato de Colosio.

Así, en entrevista y a través de un documento en el que hace memoria sobre los sucesos de marzo de 1994 --compartido al reportero--, narra aspectos fundamentales de la historia de Colosio y el país, a 30 años de distancia, entre estos, las horas posteriores al crimen en el comité de campaña.

“Estaba en el edificio de Copilco, el de la campaña. Estaba con Memo Hopkins y Ernesto Zedillo en sus oficinas. En un momento de la tarde recibo llamada urgente de Juan Carlos Castañeda que era una persona a mi responsabilidad. Con voz entrecortada y mucho ruido en la línea, eran teléfonos móviles muy primitivos, me dijo que el candidato había sido herido en la cabeza”.

En ese momento, cuenta, no se sabía que había sido baleado y, como en otras versiones, se rumoraba que le habían arrojado una piedra y que se veía muy mal.

“Pasé de inmediato a informar a Memo (Hopkins), quien revisaba el programa de Magdalena, él también era de Magdalena, se me queda viendo y en ese momento recibe llamada de Ernesto Zedillo informándole que había recibido llamada de Mario Luis Fuentes, quien estaba acompañándolo en la que le decía del atentado”.

Mario Luis Fuentes, otra figura clave del equipo de Colosio, lo había acompañado en el templete y esta cerca de él al momento del atentado. La memoria sigue:

“De inmediato Memo, Acosta y Zedillo se trasladaron a Tijuana. Me dejaron a cargo de la oficina de Logística. Las noticias circularon rápidamente y lo que era un espacio de trabajo y en cierta medida de fiesta se transformó en un doloroso silencio.

“En cuestión de minutos por medio de la televisión nos enteramos del mensaje de Liébano Sáenz de que nuestro amigo, jefe y líder había fallecido. Nos abrazamos, lloramos y esperamos”.

La zozobra en la casa de campaña anticipaba la sensación de dolor, según el entrevistado.

“Lo primero, que dejaba una viuda con salud precaria y dos hijos muy menores, un sentido de pérdida que trascendía lo convencional. En lo político, que estaríamos transitando en un terreno incierto de mucho dolor, indignación, de desconfianza y sospecha”.

En el análisis del momento Berrueto Pruneda sostiene que “la indignación se trasladó a Manuel Camacho. Se pensaba que el ambiente que él propició fue caldo de cultivo para la tragedia. También había enojo discreto hacia el presidente Salinas por no haber apoyado a Colosio con mayor claridad”.

Luego se refiere a Guillermo Hopkins quien afrontaba la situación con entereza: “Perdía más que un amigo, era tanto como un hermano. Siempre estuvo ecuánime. Con dolor en el alma sepultamos a Colosio en Magdalena. Pasamos de la esperanza al sentimiento de pérdida irreparable. Cada quien a su modo procesó el vacío que nos dejaba”.

Colosio, el surgimiento

En su trayectoria, Federico Berrueto fue funcionario público, catedrático de distintas universidades y desde hace casi 20 años, director de la consultora Gabinete de Comunicación Estratégica, con participación frecuente como analista en diferentes medios de comunicación. Pero en 1985, era asesor del presidente de la Cámara de Diputados, Eliseo Mendoza Berrueto.

Fue ahí cuando conoció a Luis Donaldo Colosio, de 35 años, “un economista más bien sencillo, sin desplantes, y un tanto arisco, aunque de sonrisa fácil y de trato agradable”.

Foto: Archivo Proceso

Berrueto narra:

“El favorito en la Cámara, del secretario de Programación y Presupuesto Carlos Salinas era Sócrates Rizzo, no Luis Donaldo. La impugnación de su elección en Álvaro Obregón por Jesús González Schmal, coordinador de los diputados panistas lo afectaron y Salinas tuvo que recurrir a Colosio como presidente de la Comisión de Programación y Presupuesto. De allí se volvió un operador político (para Salinas)”.

Colosio, dice el entrevistado, no tenía una tarea parlamentaria protagónica en la tribuna, ni en la generación de iniciativas. “Era un eficaz conductor de las necesidades del presidente y de su secretario Salinas en la Cámara”.

Sigue: “Hay un rasgo en la personalidad que estimo fue lo que Carlos Salinas descubrió en él. La facilidad para hacer relaciones personales auténticas hacia muchos lados, particularmente con la oposición del ala izquierda y más si eran sus pares generacionales. Colosio era muy bohemio, bueno para declamar y cantar. Era muy querido y apreciado”.

Aquella, que fue la 53 Legislatura fue singular por muchas razones dice Berrueto. Fue semillero de muchos gobernadores y también estuvieron grandes figuras de la oposición de la izquierda como Heberto Castillo, Eduardo Valle, Rosario Ibarra de Piedra, Jorge Alcocer, Demetrio Vallejo --quien falleció tempranamente en la legislatura y lo reemplazó Alejandro Encinas.

En la misma legislatura estaban Beatriz Paredes, José Ángel Pescador, Eduardo Robledo, Sergio Vals, Santiago Oñate, César Augusto Santiago, Federico Granja, Fernando Ortiz Arana, Miguel Ángel Barberena, Fernando Baeza, Guillermo Fonseca, Demetrio Ruiz Malerva, Dante Delgado. En la oficialía mayor de la cámara estaba Fidel Herrera y en la gran comisión José Antonio González Fernández.

Foto: Archivo Proceso

Colosio y 1988

En el contexto de esa legislatura, estaba latente la fractura del PRI, pues en 1986 surgió la Corriente Democrática encabezada por Porfirio Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas e Ifigenia Martínez. Pese a las tensiones, según Berrueto, Colosio habla con todos.

Además, estaba en puerta la sucesión presidencial. El presidente Miguel de la Madrid elegiría candidato en 1987 y en el PRI, dice el entrevistado, había una división, más profunda de lo que se advertía.

“Era un choque irreconciliable entre los tecnócratas y los políticos; el presidente dirigía a los primeros y los políticos eran quizás mayoría y tenían que ver con algunas premisas del nacionalismo revolucionario del gobierno paternalista, del Estatismo en lo económico, nacionalismo y una suerte de negación a lo que ocurría en el mundo que era la globalización en temas financieros, comerciales y hasta políticos.

“El candidato de la tecnocracia era Carlos Salinas, el de la corriente democrática Cuauhtémoc Cárdenas. En la Cámara se sentía el conflicto y la competencia, pero llegaba de manera discreta y se imponía la disciplina, el control. Colosio se manejaba con mucha sutileza y siempre privilegiaba la buena relación, sin ceder en lo fundamental”.

Como se sabe, la tensión resultó en la ruptura. Salinas de Gortari fue designado candidato a la Presidencia y Cárdenas asumió la postulación del Frente Democrático Nacional que reunía a los partidos PPS, PARM, PFCRN y PMS, este último que se sumó cuando Heberto Castillo declinó participar y sumarse a Cárdenas.

“El PRI se organiza en la campaña. Salinas era extraño en el PRI, Colosio no tanto porque su condición de diputado le daba cercanía a través de muchos de sus compañeros diputados, algunos de ello ya gobernadores como Baeza y Beatriz Paredes; por esa consideración tuvo un papel relevante en la campaña como Oficial Mayor. No estuvo solo, participaban Patricio Chirinos, Manuel Camacho, coordinador de la campaña y Jorge de la Vega, dirigente nacional”.

La elección, como se sabe, estuvo sujeta a cuestionamientos de fraudulencia electoral y, el entrevistado, abunda en cifras y lugares para exponer los datos con que cuenta sobre el proceso de 1988 para luego continuar:

“El hecho es que Salinas inicia su gobierno en condiciones muy complicadas. Camacho fue el hombre fuerte desde el Departamento del Distrito Federal, entonces era designación presidencial. A Colosio el presidente Salinas le encomienda transformar al PRI, darle competitividad y en el tiempo derivó en un esquema de territorializar la fuerza se los sectores y las organizaciones; su aportación al padrón sería la medida para incorporarlos en los órganos de gobierno y en la asignación de candidaturas”.

Foto: Archivo Proceso

El PRI de Colosio

Según Federico Berrueto, Colosio le encomendó la tarea a Roberto Madrazo secretario de organización y a César Augusto Santiago la validación en territorio. “La simulación se impuso y la crisis mayor llegó cuando el PRI por primera vez pierde una gubernatura en Baja California”, con una candidata compañera exdiputada de Colosio, Margarita Ortega.

“Fue un momento histórico que Colosio haya reconocido la derrota y no faltó quien pretendiera responsabilizarle de los malos resultados; así sucede con todo partido poco avenido a la democracia: el rechazo a la alternancia”.

La alternancia había iniciado y en Mérida, el PRI perdió la capital; en Chihuahua se recuperó en 1989 y, con lo ocurrido ahí, “el PRI, al menos en el área electoral se chihuahuanizó, lo que significó un acento y método en el proceso de territorialización”.

Ese proceso fue clave en la construcción de su candidatura.

 “Colosio construyó su base de apoyo en los estados, con mucha disciplina y trabajando intensamente. Recorrió el país, se reunió con gente relevante en los estados, Iglesia, militares, dirigentes sociales, empresarios y desde luego políticos. Construye un tejido muy sólido de alianzas”.

El resultado de la elección intermedia, en 1991, cuando gana todo el país con nuevas reglas consensuadas con la oposición, la creación del IFE y de la credencial de elector, dice Berrueto y añade que, a su parecer, “Salinas vio en Colosio un líder eficaz, disciplinado y con habilidad para hacer frente al incierto futuro electoral del PRI”.

En la idea de transformar al PRI, cuenta Berrueto, se formó un grupo de trabajo en el que participaba, entre otros, Carlos Rojas, quien llevaba el programa de Solidaridad, Genero Borrego, Beatriz Paredes, Fernando Ortiz Arana, Javier Guerrero, todos coordinados por Colosio.

Asunto prácticamente olvidado, en aquel tiempo se hablaba de que Salinas y dicho equipo, pretendían conformar un nuevo partido, el Partido del Liberalismo Social, que era el concepto discursivo de Salinas. Con la estructura del Pronasol, se decía, desplazarían a los Sectores Obrero, Campesino y Popular, haciendo prevalecer un tejido territorial. Los comités de solidaridad serían integrados a los comités seccionales del PRI y con ello darle competitividad y representatividad. La cuarta fundación del que originalmente fue, el Partido Nacional Revolucionario.

Empero, “el tiempo ganó o quizás no hubo consenso. Además, Colosio fue llamado al gabinete en abril de 1992 con la clara intención de perfilarlo a la candidatura presidencial. Todo quedó en la creación del Movimiento Territorial como una suerte de cuarto sector, sin implicar una transformación importante”, dice.

Con lo anterior, Berueto Pruneda considera que el balance de Colosio en el PRI es importante: ganar competitividad mediante la territorialización y aceptando reglas del juego al margen de la trampa y manipulación electoral, con capacidad para competir y ganar.

El destape de noviembre de 1993

A su paso por el PRI y luego por la Sedesol, Luis Donaldo Colosio construyó un liderazgo nacional sin precedente reciente. Si, formaba parte del régimen pero había logrado una estructura propia alterna a la institucional, sostiene Berrueto Pruneda.

Además, recuerda, fue el primer candidato, desde Gustavo Díaz Ordaz en haber tenido un cargo de elección, diputado y senador, además de haber sido dirigente nacional del PRI. En oposición interna, Manuel Camacho gozaba de la relación con el presidente Salinas.

“La fuerza de Camacho era la de Carlos Salinas y sí tenía un fuerte ascendiente sobre él. Creo que a Camacho y a los suyos les cayó por sorpresa la designación de Colosio, primero, porque había una suerte de soberbia que lo hacían ver como un político menor. Segundo, porque algo sucedió que Salinas vio más confiable a Colosio que a Camacho, quizás razones electorales, miedo a los desplantes de Camacho, sólo Salinas sabe, lo cierto es tenía reservas hacia Camacho y el tiempo le dio la razón”.

Camacho se reveló, pero fue cuidadoso con Colosio, dice Berrueto.

“Su inconformidad era hacia Salinas y él le ofreció la Secretaría de Relaciones Exteriores para calmarlo. En el PRI había fiesta. Por primera vez uno de los suyos (con carrera de partido) sería candidato presidencial. Colosio tenía apoyo auténtico y sí representaba una forma de reivindicación no solo al PRI, sino a las regiones, a los estados y a los municipios”.

Con el alzamiento zapatista del 1 de enero de 1994, la designación de Manuel Camacho como comisionado para la paz, no cayó bien en el ánimo del candidato presidencial.

“(Colosio) La tomó mal, muy mal. Y con sobrada razón, me explico. Yo fui invitado por Colosio para incorporarme con Memo Hopkins al equipo de campaña en los primeros días del destape. Éramos unos cuantos y en semanas ya había un ejército. Eran días de mucha emoción y con la idea de hacer una campaña diferente. Muy de tierra, sin excesos. Los sonorenses con Hopkins y Daniel Acosta me adoptaron y me hicieron sentir uno de los suyos”.

Ese equipo decidió iniciar la campaña en un lugar emblemático que sería el municipio más pobre del país con la idea de definir compromiso con los marginados y excluidos. Ir con los más pobres de los pobres.

“Esto se planeó los últimos días de 1993. 1994 amanece con la noticia de un levantamiento indígena en los Altos de Chiapas, justo el día que iniciaba el Tratado Comercial con EU y Canadá. La respuesta inicial fue de corte militar. El presidente fue persuadido, dicen que por Camacho, para transitar a la negociación y declarar un cese unilateral a las hostilidades. También Camacho se propuso ser el negociador y para ello se hace ostensible que no cobraría ingreso alguno, con lo que quedaba habilitado para ser candidato presidencial, en lugar de Colosio, desde luego. Así fue interpretado”.

Berrueto Pruneda considera que fue un error de Salinas, pero considera también que, por la circunstancia y por el ascendiente de Camacho, era explicable. Las nuevas condiciones le llevaban a realizar concesiones impensables a quien se había revelado por la candidatura de Colosio.

“Quizás Salinas, Camacho o los dos consideraban que al estar habilitado como sustituto potencial de Colosio tendría mayor poder de negociación con el EZLN”.

El caso es que el inicio de campaña se cambió de los Altos de Chiapas a Huejutla Hidalgo. Salinas, dice, no quería que nada interfiriera con su estrategia en Chiapas. La pulsión del comité era notable:

“Recuerdo que cuando esperábamos al candidato para que tomara el avión en el vuelo de Mexicana a Poza Rica o Tampico, Colosio reflejaba enojo y un malestar notorio. Horas después, ya de regreso en la oficina de campaña en Coplico nos enteramos de la designación de Camacho como negociador en condiciones de poder reemplazar a Colosio.Un error de Salinas que a todos nos saldría muy caro. Iniciaba la contracampaña”.

Lo que Berrueto Pruneda identifica como una contracampaña implicaba la conetración del interés mediático en Chiapas. Era un movimiento emblemático con Marcos, un representante hábil del EZLN, para seducir a los medios. Además, la conferencia de prensa de Camacho tenían una cobertura inédita dentro y fuera del país.

“Camacho no se manejaba con el cuidado que requería la situación. Hablar en tercera persona era un juego que era tomado como parte de un proceso engañoso. Salinas anhelaba la paz y si para ello era necesario reemplazar a Colosio daría el paso, al menos así sentíamos muchos”.

Eso die, dice, “una campaña contra la campaña” y aquella aclaración “no se hagan bolas”, pronunciada por Salinas y hoy tan invocada surgió en ese escenario, pero el efecto fue el contrario.

“Fue un periodo muy ingrato y no faltaba quien pensara que lo mejor era que el mismo Colosio declinara la candidatura, decisión inaceptable, desde luego. Como quiera que sea, en medio del ruido sonoro por el conflicto en Chiapas y el manejo que le daba el gobierno se recorrió al país y la campaña cobraba vuelo con una prensa mayoritariamente indiferente y en algunos casos hostil”.

Luego, Federico Berrueto añade:

“Un efecto del enrarecimiento del ambiente fue el descuido de la seguridad. Desde el primer evento se hizo llegar la evaluación de que el candidato estaba muy expuesto. La preocupación de Colosio estaba en otra parte, la seguridad no era su prioridad a pesar de contar con un equipo de excelencia a cargo del Estado Mayor Presidencial y del general Domiro García Reyes”.

Los últimos días

Fecha clave en el proceso sucesorio, el 1 de marzo de 1994 Colosio se registraría ante el IFE. Una vez registrado el reemplazo del candidato ya no sería discrecional de presidente del PRI, Fernando Ortiz Arana, sino que requería de la votación del Consejo Político Nacional.

“Quienes éramos consejeros a pesar de la tradicional disciplina priísta éramos colosistas, no salinistas. No hubiera transitado la línea en el Consejo, de eso estoy cierto. Camacho no era bien visto por el rechazo a la candidatura de Colosio y por la manera como se desempeñó como comisionado”.

El 4 de marzo, el PRI cumpliría 65 años. El discurso pronunciado en el Monumento a la Revolución, fue recogido en cuadernillos partidistas y se llamaba “Cambio con Rumbo y Responsabilidad”. Para muchos analistas de la época y hasta ahora, fue un anticipo de ruptura con el presidente en funciones pero saliente, un acto de rebeldía. Pero Federico Berrueto, conocedor de los entretelones, tiene otra opinión y revela hasta los nombres de quienes participaron en su redacción:

“No, no fue así. Lo que sí fue una determinación, a partir de la certeza de la candidatura, de que no sería fácil al presidente cambiar de candidato, de que habría que relanzar la campaña y había que hacerlo con un mensaje claro, firme y, sobre todo, de diferenciación, que le diera identidad propia al candidato y a lo que sería su gobierno.

“El discurso tuvo diseño. No fue una ocurrencia. Participaron varias plumas, no todas ellas de la política, por ejemplo, Enrique Krauze. Su coordinador fue Ernesto Zedillo. El mensaje logró su objetivo, pero dejó la impresión en algunos de ruptura, no sólo de distanciamiento”.

Y aun más:

“Tengo entendido que Colosio le envió a Salinas el día previo el texto de su mensaje y que Salinas no tuvo observación alguna. Salinas debió haber entendido el desgaste de su relación con su potencial sucesor por su descuido”.

Después del discurso del 4 de marzo, para Federico Berrueto hubo un nuevo impulso a la campara y también, se dio el encuentro entre Colosio y Manuel Camacho, en el que éste le reconoció como el candidato.

“Había mucho ánimo en la campaña. Colosio fue a Michoacán con un gran entusiasmo y la certeza de que todo iría muy bien y que el evento culminante de este relanzamiento sería en Magdalena de Quino, el lugar de origen de Colosio. Antes iría a Baja California Sur y a Baja California, a Tijuana y de allí a Magdalena de Quino Ya no ocurrirá, sería asesinado en Lomas Taurinas, en un evento popular”.

 

Comentarios