El
18 brumario de Luis Bonaparte relata la convulsionada
historia de Francia desde la caída del Rey Luis Felipe hasta el golpe de Estado
orquestado por Luis Bonaparte. Esta es una historia en la que intervienen
múltiples actores: el proletariado, los campesinos, la burguesía, el
lumpenproletariado y el imperialismo recatado encarnado en la figura de Luis
Bonaparte. Todos ellos se alían o se declaran su enemistad movidos por unas
circunstancias siempre cambiantes. Sin embargo en el curso de esta historia
siempre hay una solo perdedora: la clase de los proletarios que no pudo
reivindicar sus derechos, ni mucho menos pudo derrocar a la burguesía en
procura de hacerse al poder y constituir un nuevo Estado donde se rompiera el
antagonismo entre los que poseen los medios de producción y aquellos que
careciendo de ellos se ven obligados a vender su fuerza de trabajo.
La historia comienza así: tras
la caída del régimen de Luis Felipe y la reunión, el 4 de mayo de 1848, de una
Asamblea Constituyente, se estableció un gobierno provisional en el que
tuvieron parte la oposición dinástica, la burguesía republicana, la pequeña
burguesía democrática republicana y los obreros socialdemócratas. En esta
coyuntura el proletariado declaró la República Social. La respuesta de la
burguesía fue proscribir de la escena pública a Blanqui, el jefe de los
proletarios. Éstos, por su parte, contestaron con una revuelta popular, la
Insurrección de Junio, que fue sangrientamente reprimida por la coalición de la
aristocracia financiera, la burguesía industrial, la clase media, los pequeños
burgueses, el ejército y el lumpenproletariado. El saldo de esta represión fue
de 3000 insurrectos asesinados. Al final todas las clases se unieron en el
llamado Partido del Orden que bajo la consigna de propiedad, familia, religión
y orden se opusieron a la clase obrera.
Ésta fue la primera gran
derrota que sufrió el proletariado y que marcaría el papel por él desempeñado
en lo sucesivo. Así quedaría demostrado que los ideales burgueses de libertad,
igualdad y fraternidad quedarían circunscritos al papel, porque en la realidad
seguiría reinando la dominación de un grupo –la burguesía- sobre el
proletariado, una dominación que, como hemos visto en clase, es enmascarada por
la legalidad de un contrato que contempla la “igualdad” entre el poseedor de
los medios de producción y aquel que vende su fuerza de trabajo, no porque lo
desee, sino porque las circunstancias lo obligan.
Tras el fracaso de la
Insurrección de Junio llegó al poder el republicanismo burgués. Su dominación
duró desde el 24 de junio hasta el 10 diciembre de 1848 y en ese tiempo
promulgó una nueva constitución que defendía la libertad de prensa, palabra,
asociación y enseñanza como derechos absolutos sólo limitados por los derechos
de los otros y la seguridad pública. Para Marx esa seguridad no era otra que la
de la burguesía, es decir que la propia Carta Magna coartaba la posibilidad de
que los obreros se deshicieran de las cadenas de su dominación. Cualquier acto
que acometieran contra sus subyugadores sería interpretado como un acto en
contra de la seguridad de la Nación.
El 10 de diciembre de 1848
fue nombrado como presidente Luis Bonaparte. Paralelamente en el seno de la
Asamblea Nacional la Burguesía realista, conformada por los grandes
terratenientes legitimistas y los grandes industriales y aristócratas
orleanistas y aglutinada en el Partido del Orden, se dio a la tarea de sacar
del ruedo político a los republicanos burgueses. Cumplidas las elecciones
generales este grupo, el Partido del Orden dominado por legitimistas y orleanistas,
logró la mayoría de diputados en la Asamblea Nacional. Por su parte, Bonaparte
formó un ministerio del Partido del Orden en cabeza de Odilon Barrot. Así este
movimiento acumuló en sus manos el poder del gobierno, el Ejército y el cuerpo legislativo.
Durante estas circunstancias
en las que la burguesía realista ejercía su dominación de clase, se gestó otro
tímido intento de la clase obrera conducente a obtener una reivindicación
política. Ese intento estuvo representado por un gran partido de oposición: La
Montaña. Este movimiento socialdemócrata alcanzó 200 de los 750 votos de la
Asamblea Nacional tras granjearse la simpatía de los campesinos y los diputados
de parís, entre otros. Incluso el jefe de La Montaña fue elevado al rango de
noble parlamentario.
La montaña aglutinaba a los
pequeños burgueses y a los obreros, pero éstos últimos ya no buscaban la
abolición de la contradicción entre el capital y el trabajo asalariado –es
decir, la abolición de su propio estado de dominación-, sino que se contentaban
con exigir instituciones democráticas que atenuaran esa contradicción y
armonizaran la convivencia entre dominadores y dominados. Es decir que en La
Montaña la clase obrera había dejado de ser el actor revolucionario y
subversivo de la Insurrección de junio para convertirse en un grupo que se
limitaba a perseguir reformas en el seno de la sociedad burguesa.
Con la aparición de La
Montaña la burguesía realista sentía que había que acabar con los pequeños
burgueses de la misma manera en que antes lo había hecho con el proletariado.
Fue así como urdió un plan para apartarla del camino que consistió en desechar
un acta de acusación contra Bonaparte y sus Ministros por el bombardeo de las
tropas francesas a Roma. Como protesta La Montaña abandonó el parlamento y así
se disolvió su poder.
Sin embargo
después de liquidado ese enemigo la situación se tornó difícil para los
burgueses realistas. El 1 de noviembre de 1849
Bonaparte destituyó el Ministerio Barrot acortando el poder y la
influencia del Partido del Orden. Se inició así una etapa de confrontación
entre el poder ejecutivo y el legislativo. Simultáneamente al interior del
Parlamento se había alcanzado un estado de cosas en que las libertades civiles
y los organismos de progreso –que la burguesía había enarbolado en su lucha
contra el feudalismo- ahora se constituían en amenazas socialistas contra la
dominación de la misma clase burguesa. Se llegó al extremo de pretender vetar
la discusión en un régimen parlamentario. A fin de cuentas a esa burguesía no le
interesaba compartir el poder o entrar en confrontación con las clases
sojuzgadas.
No era para
menos. Después de las elecciones parciales del 10 de marzo de 1850 París eligió
candidatos socialdemócratas. Bonaparte al verse frente a una revolución decidió
postrarse de nuevo a los pies del Partido del Orden ofreciéndole un Ministerio.
Entre
tanto la mayoría en el Parlamento elaboró una nueve ley electoral con el
propósito de despojar de cualquier vestigio de poder y participación a la clase
obrera. Esta ley abolió el sufragio universal e impuso como condición que el
elector llevase tres años domiciliado en el punto electoral; a los obreros se
les condicionó además la prueba de este domicilio al testimonio de su patrono. Asimismo
una nueva Ley de prensa suprimió toda la prensa revolucionaria. Estas medidas
legislativas aislaron al proletariado del campo de la lucha. En pocas palabras la
propia burguesía iba en contravía de uno de los principales postulados del
liberalismo político creado por ella: el derecho al voto, quedando una vez más
en evidencia la falsedad y la hipocresía de todos los ideales de igualdad y
libertad que este grupo proclamó la durante la revolución francesa.
Sin
embargo no sólo los burgueses y proletarios fueron partícipes de estos acontecimientos;
un grupo que agrupaba a aquellos que estaban al margen del aparato productivo,
el lumpenproletariado, también se convirtió en un actor determinante de esta
comedia política. Este grupo representaba un enorme conglomerado que incluía
vagabundos, licenciados de tropa y de presidio, huidos de galeras, timadores,
saltimbaquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, dueños de burdeles,
entre muchos otros. Ellos podían considerarse como un grupo situado por debajo
del proletariado que en muchos casos para subsistir se dedicaba a actividades
al margen de la ley. Bonaparte se convirtió en su jefe al conformar la Sociedad
del 10 de Diciembre. Este “lumpen” representaba el entusiasmo popular y atacaba
a los republicanos.
Bonaparte
decidió disolver dicha Sociedad después de que los decembristas fueron
denunciados ante la Comisión Permanente por supuestamente orquestar un plan
para asesinar al presidente de la Asamblea Nacional. Pero esa fue una
disolución que se cumplió sólo en el papel porque la Sociedad del 10 de
diciembre pasó a ser un ejército privado de Bonaparte.
Recapitulando,
la historia del proletariado en este periodo de tiempo se resume así: luego de
caer el régimen de Luis Felipe los obreros proclaman la república social y se
alzan en la Insurrección de Junio siendo duramente reprimidos. Tras esta
primera derrota se asocian con la pequeña burguesía y participan de un partido
político, La Montaña, que no busca eliminar la contradicción entre capitalistas
y asalariados, sino que sólo busca atenuarlo mediante reformas democráticas. La
Montaña también resulta derrotada. Por último, el Partido del Orden, temeroso
del poder obrero, elimina el sufragio universal para limitar aún más su
posibilidad de participación y acción política.
Por otra parte en Francia se
había pasado de la era de la Asamblea nacional legislativa- constituyente- marcada
por la lucha entre republicanos y realistas, a una época signada por la
confrontación entre orleanistas y legitimistas que simbolizaba a su vez el
antagonismo entre la ciudad y el campo. Cada bando buscaba restaurar la
supremacía y despreciaba el gobierno republicano porque los enfrentaba con las
clases sojuzgadas.
La
situación del Partido del Orden en lo sucesivo también se tornaría difícil. Bonaparte
se hizo al poder militar y los burgueses realistas perdieron la mayoría en el
parlamento. Y en ese contexto se hicieron nuevamente latentes las diferencias
de las dos facciones rivales del Partido del Orden: los Orleans y los Borbon. Incluso
la aristocracia financiera, uno de los componentes de ese partido, se pasó al
bando de los bonapartistas. Finalmente se llegó a un estado de cosas en que una
parte de la burguesía deseaba que Bonaparte dimitiese, mientras que la otra esperaba
que éste continuara sentada en el sillón presidencial. El 2 de diciembre
Bonaparte a través de un golpe de Estado Golpe
de estado se hizo al poder, disolvió el parlamento e instauró una dictadura.
En
conclusión, Marx, en El 18 brumario de
Luis Bonaparte, retrata a un proletariado inoperante, reprimido, que se ve
obligado a tranzar con la pequeña burguesía en procura de alcanzar algunas
reformas que apenas aliviarían su situación de sometimiento, despojada del
poder político y de decisión. Y a una burguesía dividida, incapaz de ser fiel a
los postuladas liberales por ella misma defendida en el pasado, enemiga del
republicanismo que es la representación más tangible de ese liberalismo, y
dispuesta a aliarse con Bonaparte para poder mantener ciertos privilegios y una
situación ventajosa para ella como clase.
No hay comentarios:
Publicar un comentario