Los novios – Alessandro Manzoni

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Los novios - Alessandro ManzoniEn el tránsito hacia la novela moderna del siglo XX, Los novios se presenta como una pieza de considerable interés para comprender las transformaciones que sufrió la narrativa desde el Romanticismo temprano del siglo XVIII. Alessandro Manzoni tejió una obra que muestra el carácter eminentemente frágil de la vida humana dentro de un contexto superior; una mirada espiritual nos hablaría del poder de la providencia divina, mientras que una lectura más profunda (aunque es discutible si eso entraba dentro de los propósitos del autor) nos llevaría al enfrentamiento —siempre desigual— entre el hombre y la naturaleza.

La novela (construida a partir del imaginario hallazgo de un manuscrito por parte del narrador de los hechos) narra la frustrante historia de amor entre Renzo y Lucía, unos jóvenes que habitan en una pequeña aldea cerca de Milán. Ambos se aman y pretenden casarse, pero el encaprichamiento de don Rodrigo, un noble local, por la muchacha hace que su boda no pueda celebrarse y obliga a ambos enamorados a huir de su hogar, teniendo que separarse. La fortuna de uno y otro es dispar, y habrán de hacer frente a multitud de penalidades, afrontando incluso la terrible epidemia de peste que asoló el milanesado en 1630. Todos los personajes implicados en su historia verán marcada de forma inolvidable su propia existencia.

Manzoni, como apuntábamos, refleja casi desde el principio las dificultades de la voluntad individual frente a una fuerza superior: puede ser una fuerza terrenal, como es el caso de la lucha entre los jóvenes y don Rodrigo (un enfrentamiento social); o una fuerza natural, como ocurre con la enfermedad que asola la región. En todo momento somos testigos de la incapacidad manifiesta de vencer esas trabas sin una mediación sobrehumana; en otras palabras: solo la justicia divina y la benevolencia de Dios pueden enderezar determinadas situaciones. El hecho de que uno de los protagonistas del libro sea, precisamente, un sacerdote (el padre Cristóforo), no es baladí: se establece como elemento capital la fe, el temor de Dios y la esperanza en la providencia divina. No pocas veces a lo largo de la novela se alude a la intercesión de la divinidad, o de los santos, para hacer frente a cualesquiera peligros que acontezcan.

La ingenuidad de los seres humanos, de los inocentes, es constante a lo largo del periplo novelesco. Renzo y Lucía confían en la justicia, en la bondad, pero solo reciben muestras de traición o egoísmo; su fe (tanto en sí mismos como en la voluntad de Dios) apenas flaquea durante el desarrollo de la trama, pero de alguna forma se ven cambiados en el tramo final; mientras que la confianza inicial es fruto de la inocencia, la fortaleza que ostentan en la última parte de la obra es consecuencia de un aprendizaje marcado por las penalidades y las renuncias. Sigue habiendo fe, pero teñida de un cierto estoicismo.

Es justamente en la parte final de la novela cuando la trama que Manzoni ha manejado con una precisión magistral pasa a un segundo plano frente a los acontecimientos históricos durante los que tiene lugar. El autor es sutil en sus descripciones, y hábil construyendo la personalidad de sus caracteres merced a una acumulación de pequeños detalles; no obstante, su manejo del ritmo narrativo no es en absoluto merecedor de elogio. Los cambios de escenario que tienen lugar (la obra puede dividirse en tres o cuatro grandes partes) son bruscos, aunque en general se mantiene el hilo narrativo entre los distintos protagonistas. Sin embargo, la descripción de los estragos de la peste en la ciudad de Milán inicia una recta final que se distingue por un desapasionamiento singular: tras muchas desventuras, parece como si al autor se le agotase la imaginación y decidiese despachar a sus creaciones echando mano de una crónica historiográfica.

Este es el único demérito (aunque no pequeño, desde luego) que se le puede achacar a Los novios, una novela que aúna el espíritu de los textos de aventuras con las atmósferas del romanticismo, logrando crear unos personajes quizá inocentes, pero de un carácter mucho más complejo de lo que una lectura superficial puede sugerir. La capacidad de Manzoni para las descripciones y la lucha que subyace a esa trama tan dinámica hacen de esta obra un libro singular.

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