Los supervivientes (2022), de Guillaume Renusson

Frontera montañosa entre Italia y Francia. Esa zona de los Alpes es conflictiva, pues es el paso de muchos inmigrantes ilegales llegados desde Oriente Medio. Hasta la parte italiana se desplaza Samuel, quien ha perdido recientemente a su mujer en un accidente, por lo que pasa por momentos muy difíciles. Tras dejar a su hijita al cuidado de un familiar, decide apartarse de la ciudad unos días y recluirse en su pequeña cabaña rodeada de nieve. Durante una noche alguien se cuela en su refugio. Resultará ser Chehreh, una mujer afgana que desea llegar a Francia para encontrar a su marido. El riesgo a ser detenida es alto y debido a su desorientación y al peligro que encierra su viaje, Samuel decide ayudarla. Pero no cuentan con que una banda de jóvenes criminales actúa por la zona cazando inmigrantes.

El galo Guillaume Renusson debuta con solidez en el largometraje con esta película que incide en la dramática situación que atraviesan los inmigrantes que huyen de sus países para buscar mejores lugares donde vivir. Presenta el guión de Renusson, escrito en colaboración con Clément Peny, a dos seres que han llegado a un punto crítico en sus vidas y que necesitan ambos una mano amiga que sea capaz de sacarlos adelante. Porque aquí los dos viajeros tendrán que salvarse mutuamente. Tiene fuerza el periplo montañoso que se ven obligados a emprender sin apenas medios, sin comida, ni ropa adecuada, aunque la cosa sería más llevadera sin la sorprendente inclusión de esa especie de caza del hombre llevada a cabo por los perseguidores, gentes malvada y sin escrúpulos que parece salida de un áspero western de otra época.

Pesa quizá en Los supervivientes que es una película tan fría como los parajes gélidos que vemos en pantalla. Quizá sea verosímil, pero la relación entre Samuel y Chehreh es demasiado minimalista, distante en gestos y palabras, aunque eso no signifique que no se dejen la piel por el otro, que arriesguen el futuro y aun la propia vida. Esa es la potente idea que ofrece el film, la de que la solidaridad y la compasón del ser humano por sus semejantes puede ser el comienzo para restañar las propias heridas. Y reconforta pensar que en medio de la barbarie también hay muchas personas de corazón grande. El reparto es prácticamente cosa de dos, donde Denis Ménochet (As bestas) vuelve a meterse en la piel de un tipo lacónico que parece no enterarse cuando le hablan, introvertido y un tanto imprevisible en sus acciones; le compaña con sensibilidad la actriz iraní Zar Amir Ebrahimi, vista anterormente en Holy Spider (Araña sagrada).