Un golpe de estado en la Florencia del Renacimiento

La conspiración de los Pazzi, el complot contra Lorenzo de Médici

En 1478, los enemigos de la poderosa familia dirigente de Florencia, con la ayuda del papa trataron de asesinar a su máximo representante durante una misa.

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La Conjura de los Pazzi, óleo de Stefano Ussi (1822-1901) que representa el apuñalamiento de Juliano de Médicis, hermano de Lorenzo el Magnífico el 26 de abril de 1478. Colección privada.

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El domingo 26 de abril de 1478 se celebraba la misa de Pascua en la catedral de Santa Maria del Fiore, en Florencia. En la atestada basílica estaban presentes todos los patricios de la ciudad, nobles y cardenales, dirigentes de los gremios, damas ataviadas para la ocasión... Algunos de los presentes, sin embargo, traían un propósito oculto: asesinar a Lorenzo el Magnífico y a su hermano pequeño Juliano de Médicis, los representantes de la familia que desde hacía medio siglo dominaba la Señoría, la república florentina. 

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Según un cronista de la época, en el momento en que el sacerdote elevaba la hostia consagrada (otros afirmaron que fue cuando repartía la comunión entre los feligreses), «uno de los miembros más audaces del grupo de conspiradores, un hombre llamado Bernardo Bandini Baroncelli, levantó un arma y atravesó el pecho de Juliano, el cual, después de pocos pasos cayó al suelo». Muerto. 

Instantes después, el propio Bandini atacó a Francesco Nori, íntimo amigo de los Médicis, que moriría desangrado; precisamente por ese ataque Bandini llegó tarde al encuentro con Lorenzo, que ya por entonces se había refugiado, herido en el cuello, en la sacristía de la catedral. 

Los odiados Médicis 

Florencia quedó en estado de alarma, sumida en una enorme inquietud generada en parte por los gritos y el pánico que se vivieron en la catedral y en la plaza de gobierno, y por el penetrante sonido de la vacca, la campana que sonaba a rebato desde la sede de gobierno. Messer Jacopo Pazzi, el principal instigador del atentado, se puso al frente de varias decenas de partidarios y se dirigió, al grito de «pueblo y libertad», contra el palacio de Gobierno de la ciudad. Confiaba también en que pronto llegarían a Florencia tropas de apoyo. Pero su ataque fue rechazado. 

Lorenzo de' Medici ritratto

Lorenzo de' Medici ritratto

Lorenzo el Magnífico Brillante político y mecenas de las artes, Lorenzo de Médicis fue también poeta, diplomático y filósofo. Retrato por Girolamo Macchietti. Siglo XVI. Museo Mediceo, Florencia.

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En medio de la incertidumbre, y a medida que las noticias apuntaban a que Lorenzo no había muerto y que se había capturado a algunos de los conspiradores, entre ellos el arzobispo Salviati y el humanista Bracciolini, la ciudadanía, aterrada ante la posibilidad de que grupos de mercenarios entraran en la ciudad, comenzó a tomar partido por los Médicis, pidiendo justicia al grito de «Palle!, palle!», es decir, «¡Bolas!, ¡bolas!», en referencia al escudo de armas de la familia de Lorenzo, en el que aparecían unos besantes en forma de pelota (el besante era una moneda bizantina que Florencia había adoptado en el siglo XIII).

En esos momentos, Lorenzo de Médicis decidió enviar una carta al duque de Milán pidiéndole ayuda: «Ilustrísimo Señor: mi hermano Juliano ha sido asesinado, mi gobierno corre el mayor de los peligros. Ahora es el momento de acudir en ayuda de vuestro siervo Lorenzo. Enviad todas las tropas posibles con la mayor celeridad, para que actúen como escudo y bastión de mi Estado». Pero el socorro fue innecesario: la rebelión había fracasado

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Catedral de Florencia. Cosme de Médicis, abuelo de Lorenzo, encargó al gran Brunelleschi, en 1436, la finalización de la cúpula de Santa Maria del Fiore (en la imagen).

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En las investigaciones que siguieron al atentado se señaló a la familia de los Pazzi como responsable del alzamiento. La Conspiración de los Pazzi, o de Abril, nombre con el que el episodio pasaría a la historia, supuso una línea divisoria en la historia de Florencia: quedaba atrás la vieja república florentina, dominada por unas pocas familias de la alta burguesía, con importantes enlaces con la aristocracia del territorio, y se entró plenamente en el principado o «tiranía», la forma política que se impuso en Italia en el último tercio del siglo XV.

La conspiración fue también un ejemplo de esa preocupante actividad humana que consiste en asesinar al adversario político en nombre de la patria; sobre todo cuando a la víctima se la acusa de adoptar actitudes dictatoriales o «cesaristas».

De hecho, el recuerdo del famoso magnicidio de Cayo Julio César en los idus de marzo del año 44 a.C. pasó por la mente de muchos florentinos del momento, empapados de cultura clásica. 

Una antigua enemistad 

En el siglo XV, Florencia era la ciudad más próspera y dinámica de Italia, y probablemente de Europa. Allí se había desarrollado un nuevo estilo artístico, el Renacimiento, que marcó todos los órdenes de la vida cultural, desde el urbanismo hasta las bellas artes. La coincidencia de importantes familias de mercaderes y banqueros con una generación de refinados humanistas (entre los cuales destacó Leonardo Bruni) hizo de Florencia un foco de irradiación cultural, a la vez que económica, en la Toscana y en toda Italia. 

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Triunfo de la fama. Bandeja conmemorativa del nacimiento de Lorenzo de Médicis. Pintura al óleo de Giovanni el Scheggia, 1449.

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De todo ello, los grandes beneficiados fueron los Médicis, una rica familia florentina que desde finales del siglo XIV se había enriquecido enormemente gracias a su negocio bancario y había adquirido una creciente influencia política en la ciudad.

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En el otoño de 1434, Cosme de Médicis, el abuelo de Lorenzo, confirmó la primacía de su linaje cuando, al regresar a Florencia tras un breve exilio, reorganizó el poder de la ciudad en torno a su figura.

Se convirtió entonces en el epicentro de la adulación de numerosos poetas y novelistas que vieron en sus nuevos proyectos políticos una ocasión de promoción, y le otorgaron el título de «padre de la patria». La corte de los Médicis llegó a ser el crisol donde se fraguaron el arte y las ideas florentinas durante décadas. Pero bajo este esplendor cultural y la aparente hegemonía de los Médicis latía una intensa conflictividad política y social. A medida que Cosme iba haciéndose con el poder supremo, la animadversión de las grandes familias tradicionales florentinas fue en aumento. Una de ellas fue la de los Pazzi. 

Bertoldo di Giovanni, The Murder of Giuliano I de' Medici (The Pazzi Conspiracy Medal) (reverse), 1478, NGA 44784 copia

Bertoldo di Giovanni, The Murder of Giuliano I de' Medici (The Pazzi Conspiracy Medal) (reverse), 1478, NGA 44784 copia

Medallón conmemorativo del asesinato de Giuliano. 1478. Museo Bargello, Florencia.

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Durante siglos, los Pazzi habían construido un sólido linaje de carácter feudal, cuyas explotaciones agrícolas se habían beneficiado del desarrollo del mercado urbano. En un momento dado irrumpieron en el difícil negocio de la banca, con lo que entraron en conflicto directo con los Médicis, que buscaban ser los principales banqueros de la ciudad y, probablemente, de Italia. La rivalidad tuvo también manifestaciones culturales, por ejemplo en el debate que mantuvieron ambas familias sobre sus orígenes nobles. Así, a los Pazzi les complacía presentarse como descendientes de un tal Pazzo Pazzi que en su leyenda, y quizás en su historia, fue el primero en escalar las murallas de Jerusalén durante la Primera Cruzada o incluso antes. 

Ambiciones enfrentadas 

El verdadero motivo de discordia era el control del gobierno de la ciudad. Ya durante el período de dominio de Cosme de Médicis, los Pazzi realizaron un intento de hacerse con el poder, aunque sin éxito. Luego creyeron que su oportunidad les llegaría cuando muriera Pedro de Médicis (el padre de Lorenzo y Juliano), largo tiempo enfermo de gota. Pero cuando esto sucedió, en 1469, setecientos ciudadanos partidarios de los Médicis se congregaron en una iglesia para apoyar la candidatura de su hijo Lorenzo. 

En 1470, poco después de hacerse con las riendas del poder, Lorenzo, que intuía que los Pazzi podían convertirse en una seria amenaza a sus ambiciones, decidió actuar en la sombra para impedirles el acceso a los cargos públicos. Para desprestigiarlos no dudó en recurrir a la injuria y la burla, y los tildaba de desagradecidos; en 1475 escribió al duque de Milán que los Pazzi debían su prestigio en Florencia a «nuestra casa». No obstante, decidió actuar con cautela puesto que entre los Médicis y los Pazzi existían vínculos de parentesco: la hermana de Lorenzo, Bianca, se había casado en 1459 con Guglielmo de Pazzi. 

Pero lo que complicó definitivamente la situación fue, de nuevo, el dinero. En 1473, los Pazzi desafiaron abiertamente a los Médicis en su propio terreno al conceder un importante préstamo al papa Sixto IV para adquirir una ciudad en la Romaña, en contra de los deseos de Lorenzo. A finales del año siguiente, Sixto IV, que ya había prescindido de los Médicis como sus banqueros principales, les retiró el monopolio papal del alumbre, el fijador del color para la industria textil, tan importante en la economía de la ciudad, y lo transfirió a los Pazzi. Esa decisión afectó también a las numerosas franquicias que ambas familias tenían fuera de la ciudad, e incluso fuera de Italia, como por ejemplo en Brujas o en Barcelona. 

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El papa Sixto IV, enemigo de los Médicis. Fresco. 1477. Museos Vaticanos.

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El otro motivo desencadenante del malestar de los Médicis fue el nombramiento, en octubre de aquel año, de Francesco Salviati, hombre próximo a los Pazzi, como arzobispo de la vecina ciudad de Pisa, el paso previo para la obtención de la mitra cardenalicia de Florencia. Lorenzo y la propia ciudad de Florencia se opusieron a la designación, algo que irritó terriblemente a Sixto IV que, encolerizado, profirió amenazas de excomunión contra Lorenzo y sus colaboradores. 

Tiempo de represalias 

La Conspiración de Abril mostró las tensiones entre las principales familias políticas de la ciudad. No fue la primera crisis de estas características en la historia de Florencia, aunque sí la más grave. Se trataba de saber si una sola familia florentina iba a asumir en exclusiva las riendas de la ciudad, instaurando un principado o tiranía.

Después del 26 de abril de 1478, a nadie le quedaron dudas al respecto. No sólo porque la conspiración había fracasado, sino por la feroz represión que los Médicis desencadenaron contra los Pazzi y todos aquellos que les habían apoyado en el complot, una terrible operación de castigo que buscaba aniquilar totalmente al bando de los insurgentes.

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El atentado contra los Médicis, en un dramático grabado popular del siglo XIX.

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En efecto, al cabo de pocas horas del atentado en la catedral fueron detenidos y ejecutados decenas de conspiradores, incluidos el conde de Montesecco –el condottiere que había introducido un nutrido contingente de soldados en la ciudad– y el odiado arzobispo Salviati. Maquiavelo escribiría más tarde que «en los días siguientes al atentado se sucedieron tantas muertes que las calles se llenaron de cuerpos humanos». También Leonardo da Vinci se hizo eco del acontecimiento en un dibujo que mostraba el cuerpo ahorcado de Bernardo Bandini Baroncelli, el asesino de Juliano.

Leonardo da Vinci   Hanging of Bernardo Baroncelli 1479

Leonardo da Vinci Hanging of Bernardo Baroncelli 1479

Dibujo de Da Vinci sobre el ahorcamiento de Bernardo Baroncelli hecho en 1479.

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Los que no fueron ejecutados se vieron condenados al exilio o sufrieron largas condenas en prisión. Lorenzo se encargó personalmente de promover una campaña contra los Pazzi y los hombres de su entorno, a través de una condena moral y política. No sólo se incautó de todas las propiedades y activos líquidos de la familia, sino que eliminó su presencia en los documentos públicos y en los monumentos, borrando cualquier rastro de su memoria.

Lorenzo también se esforzó en averiguar las ramificaciones exteriores de la conspiración. No tardó en descubrir que los Estados Pontificios y el reino de Nápoles –o lo que es lo mismo, el papa Sixto IV y el rey Ferrante de Nápoles– habían manejado los hilos en la sombra, haciendo que la república de Siena y el duque de Urbino interviniesen en favor de los conjurados. 

El triunfo de Lorenzo 

Para Lorenzo el Magnífico, la Conspiración de Abril fue un acontecimiento crucial. No sólo salvó su vida y el poder de su familia, sino que aprovechó la alarma que había provocado el atentado para reforzar su dominio personal, elevándose por encima de la propia oligarquía que le sostenía. Esta opinión la emitió ya en su tiempo el historiador Guicciardini: «Este tumulto a punto estuvo de costarle a Lorenzo el poder y la vida, pero en cambio le dio tanta reputación y beneficio que puede decirse que aquel día fue para él felicísmo», puesto que «se adueñó de tal modo del poder que en lo sucesivo quedó libre y enteramente árbitro y casi señor de la ciudad, y aquel poderío que hasta aquel día había sido en él grande pero sospechoso se volvió grandísimo y seguro». 

Borrani, Il cadavere di Jacopo de' Pazzi

Borrani, Il cadavere di Jacopo de' Pazzi

El cuerpo de Jacopo de Pazzi es desenterrado por la plebe. Óleo por Odoardo Borrani, 1864. Museo de Arte Moderno, Florencia.

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Lorenzo había sido educado desde la infancia para entrar a formar parte de la vida pública, y eso es exactamente lo que hizo. Y la vida pública en la Florencia del siglo XV consistía en conseguir un perfecto equilibrio entre la violencia política, el control de los territorios y la economía, y un acercamiento sensible a las artes. Lorenzo lo reunía todo; era un hombre ambicioso y orgulloso, un brillante político y también un poeta. 

Lorenzo compitió con los personajes más relevantes de su época: Alejandro VI, el papa Borgia; Ludovico Sforza el Moro, duque de Milán; el rey Fernando el Católico; Carlos VIII de Francia o el emperador Maximiliano de Habsburgo. Sostuvo con puño de hierro el poder político en Florencia al tiempo que organizaba una compleja y amplia red de relaciones internacionales para la que utilizó una abundante e interesante correspondencia, uno de los signos distintivos de su personalidad. Sin embargo, nunca consiguió gozar de la seguridad política que tanto anheló. La república se negaba a desaparecer y la posibilidad de una nueva conspiración se hallaba en el orden del día. 

Cuando Lorenzo, convertido en el príncipe sin corona de Florencia, murió en abril de 1492, la aristocracia de la república apenas esperó un año para comenzar a intrigar contra su hijo Pedro, que no había heredado las cualidades políticas de su padre. En 1494, él y sus hermanos terminaron por huir de Florencia, adonde nunca volvieron. Quienes paradójicamente sí retornaron fueron los descendientes de los Pazzi, a los que un nuevo juicio restituyó en parte sus antiguas posesiones y su prestigio. Mientras, el nuevo gobierno aprobó un proyecto de ley en el que se alegaba que Francesco y Jacopo de Pazzi –los conspiradores– habían actuado movidos «por celo a la libertad de su pueblo y la libertad de Florencia».