Biografía

Biografía

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Lope de Vega es uno de los escritores más importantes de la historia de la literatura española. De vida polémica, muchas veces alejado de las normas y la moralidad del momento, fue un amante padre y un devoto sacerdote, inquisidor y poeta. Aplaudido y admirado ya en su época –en que se le llamaba popularmente ‘Fénix de los Ingenios’–, escribió más de mil obras, vivió 73 años y protagonizó una memorable pelea con Miguel de Cervantes, responsable, sin embargo, de uno de los sobrenombres por los que el mundo entero le conoce hoy, ‘Monstruo de la Naturaleza’.

Hijo de Francisca Fernández Flórez y de Félix de Vega Carpio, una pareja de montañeses cántabros, Lope Félix de Vega Carpio nació en Madrid el 25 de noviembre (algunos creen que fue el 2 de diciembre) de 1562. Vino al mundo poco después de que lo hicieran Cervantes, Góngora, Mateo Alemán y Vicente Espinel. Y con ellos brotó una de las más grandes cosechas literarias de todos los tiempos. Hermano de Francisco, Juliana, Luisa y Juan (según el Archivo de San Sebastián tuvo dos hermanas más: Catalina e Isabel), pasó parte de su infancia con su tío Don Miguel de Carpio, inquisidor de Sevilla, pero comenzó sus estudios en Madrid, en el Colegio Imperial, cuando cumplió diez años. Ya era entonces bastante precoz, un niño prodigio que leía castellano y latín, traducía de éste segundo y escribía comedias. A  esa época corresponde La pastoral de Jacinto.

Con quince años abandonó el colegio e ingresó en la Universidad de Alcalá de Henares para cursar el bachillerato. Y un año más tarde, a la muerte de su padre, mostró uno de los primeros síntomas de su faceta de bribón y aventurero al huir de casa con su amigo Hernando Muñoz. Al parecer, tras finalizar sus estudios en Alcalá, viajó a Salamanca para seguir su formación, aunque nadie aún ha podido documentar este dato.

Tiempo después, en su afán por aprender siempre, amplió sus conocimientos estudiando Matemáticas y Astrología con Juan Bautista Labaña, cosmógrafo mayor de Felipe II, y Artes liberales con Juan de Córdoba. Lo cierto es que Lope no solo fue un buen estudiante, sino que, además, no abandonó jamás la curiosidad por el saber y hasta el día de su muerte siguió leyendo e investigando en campos de muy diferentes materias.

Amante desterrado

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Fue casi tan precoz y tan prolífico con sus amantes como con sus estudios y sus comedias. El primer amor que se le conoce es el de María de Aragón (‘Marfisa’), hija de un panadero flamenco. Se enamoró de ella en 1580 y se convirtió en padre por primera vez en 1581. La niña nacida, Manuela, no llegó, desgraciadamente, a cumplir los cinco años.

En 1582 Lope se alistó en la expedición del marqués de Santa Cruz a la Isla Terceira, en las Azores. De vuelta de esta misión, conoció al segundo gran amor de su vida, Elena Osorio (la ‘Filis’, ‘Zaida’ y ‘Dorotea’ de sus textos), que ya estaba casada con el actor Cristóbal Calderón. Hija del empresario teatral Jerónimo Velázquez, Lope mantuvo una apasionada relación con ella mientras escribía comedias para el padre. Para disgusto del poeta, cuando Elena Osorio enviudó no se lanzó a sus brazos, sino que prefirió los de un rico hombre de negocios. Y Lope, resentido, zanjó su acuerdo con Jerónimo Velázquez y escribió algunos libelos y versos contra ella y su familia.

A punto de terminarse el año 1587, en medio de una representación, le hicieron preso en el Corral de la Cruz. Encarcelado a causa de los escritos contra Elena Osorio, en prisión siguió redactando otros nuevos, lo que le valió una sentencia de destierro de la Corte durante cuatro años y del reino de Castilla durante dos. Pero antes de salir de Madrid, tenaz conquistador, Lope raptó, con su consentimiento, a Isabel de Urbina (su ‘Belisa’), con la que se casó por poderes el 10 de mayo de 1588. Hay quienes dicen que el poeta estaba en la misma iglesia escondido presenciando el oficio.

 

Joven y famoso

Aunque aún joven, tenía solo 25 años, ya era un autor muy famoso y, probablemente, el mejor poeta dramático de España. Cervantes le elogió en La Galatea, donde le calificó como uno de los ingenios españoles más notables. Toda esa gloria la disfrutó Lope con Isabel de Urbina, con quien  cumplió parte de su destierro en Valencia, donde nació su hija Antonia. Pero allí, de nuevo le tentó la aventura y marchó a Lisboa para embarcar como voluntario en la Armada Invencible. De vuelta a Valencia siguió creando comedias, muy solicitadas en aquella ciudad y en Madrid, y escribió algunos romances que se difundieron por toda España. Conoció e hizo amistad con Francisco Tárrega y con Guillén de Castro y participó muy activamente en la vida literaria valenciana, puente de unión con la comedia italiana.

Con el fin de aquella década y el comienzo de la siguiente, comenzaron a producirse algunos cambios en la vida del poeta. En 1589 murió su madre, que jamás apareció en sus obras. Un año más tarde, Lope se fue a Toledo a trabajar como secretario de don Francisco de Rivera Barroso. En 1591 entró al servicio del duque de Alba. Escribió varias comedias, novelas (Arcadia) y poesía. Lo que parecía un periodo tranquilo de su vida mutó en tormenta con las muertes de su hija Antonia y, poco después, de su esposa Isabel de Urbina, al dar a luz a Teodora.  En 1595, levantada la pena de destierro, regresó a Madrid, donde un año después murió la niña.

Solo, en la capital de la Corte, Lope volvió a las andadas. Fue procesado por amancebamiento con doña Antonia Trillo de Armenta, una viuda que regentaba una casa de juegos. Ese año conoció a la actriz Micaela de Luján (que sería ‘Lucinda’ o ‘Camila Lucinda’ en sus textos) y conquistó un poco más de fama con el poema El Isidro y la Dragontea, donde narraba las correrías de Francis Drake ‘el Dragón’. En abril de 1598 se casó en la Iglesia de Santa Cruz de Madrid con Juana de Guardo, hija de un rico abastecedor de carne y pescado. Parece que este fue un matrimonio de conveniencia, del que Lope se beneficiaría de una sabrosa dote de 22.382 reales con la que llegaba la novia, pero que, por lo visto, nunca llegó. Chismes de todo tipo sobre la boda del autor de éxito recorrieron la ciudad, donde a Quevedo, más descarado, se le atribuyeron unos versos que decían: “Casó con carne y pescado”.

 

El fin de una época

Felipe II, al borde de la muerte, decretó en 1598 el cierre de los teatros invocando razones de moralidad. Lope  buscó entonces sustento como secretario primero del marqués de Malpica y luego del de Sarriá (protector de Cervantes). Un año más tarde, cuando por fin se levantó la prohibición sobre los teatros, Lope compuso e hizo representar Bodas entre el Alma y el Amor Divino. En ese tiempo también publicó El Isidro y la Dragontea. Entre 1599 y 1608 vivió con la actriz Micaela de Luján en Sevilla, Granada, Toledo y Madrid, mientras pasaba otras temporadas con su mujer Juana de Guardo. La primera estaba casada con Diego Díaz, que había viajado a Perú, donde murió. De los nueve hijos que la comedianta tuvo, cuatro eran de Lope: Juan,  Félix, Marcela y Lope Félix. Y de su relación con Juana de Guardo nació su hija Jacinta.

Recién inaugurado el siglo XVII, en 1602, en Sevilla aparecieron La hermosura de Angélica, El caballero de Illescas y El peregrino en su patria. También terminó El arenal de Sevilla. Por entonces, Lope siempre que podía alardeaba de su copiosa producción y aquel año declaró que había escrito 230 comedias, de las que citó 219 títulos. En 1604 nació en Sevilla (de Micaela de Luján) su hijo Félix y, en Toledo, nació muerta (de Juana de Guardo) su hija Juana. A comienzos de 1605 apareció la primera parte de Don Quijote, en cuyo prólogo Cervantes incluyó algunos versos contra Lope, con los que contestaba a un ataque anterior del poeta. En ese año terminó Jerusalén conquistada y Peribáñez y el comendador de Ocaña, y celebró el nacimiento de Carlos Félix, hijo suyo y de Juana de Guardo y uno de sus vástagos más queridos. Dos años después nació Lope Félix, de su relación con Micaela de Luján.

 

Secretario y sacerdote

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Una época febril y cargada de acontecimientos que dio paso a otra cuando, en 1607, Lope, ya con 45 años, entró a trabajar al servicio de don Luis Fernández de Córdoba (‘Lucilo’), sexto duque de Sessa, descendiente del Gran Capitán. Secretario del noble, Lope se convirtió en auténtico amigo suyo y, a todos los efectos, en su protegido. Lope de Vega alquiló entonces una casa en la calle de Júcar, en Madrid, para vivir allí con Micaela de Luján, mientras su mujer permanecía en Toledo. La Segunda parte de las comedias y El Arte nuevo de hacer comedias se publicaron en 1609. En el segundo se vanagloriaba de haber escrito 483 obras.

Un año más tarde, en enero ingresó en la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento y en septiembre compró la casa de la calle de Francos (hoy calle Cervantes), donde vivió hasta su muerte. Unos días después, ingresó en la Orden Tercera de San Francisco, con motivo de lo cual escribió sus Cuatro soliloquios. Es de la época también Pastores de Belén, dedicado a su hijo Carlos Félix, que murió unos meses después, en junio de 1612, dejándole muy afectado.

La pena no pudo, sin embargo, con su agitado ritmo creador, y en 1613 terminó La dama boba, que había creado para la actriz Jerónima de Burgos, amiga y amante a lo largo de los años, y escribió también El perro del hortelano. Juana de Guardo murió ese año al dar a luz a su hija Feliciana.

A medio siglo de ardientes amores, algunas aventuras temerarias y cientos de comedias y romances le siguió una segunda parte en la vida del poeta un poco menos inquieta, aunque no perfectamente sosegada y, eso sí, artísticamente más notable, si cabe. En 1614 se ordenó sacerdote y el 29 de mayo de ese año ofició su primera misa, en la Iglesia de San Hermenegildo en Madrid. También apareció la Cuarta parte de las comedias, que dedicó al duque de Sessa, padrino en el bautizo de su hija Feliciana.

 

El último gran amor

Acosado, seguramente, por una mujer, Lope huyó de Madrid. Siguieron unos meses de pequeños viajes y de muchos textos, tantos que de nuevo Cervantes, a pesar de la enemistad entre ellos, alabó el talento y lo fecundo de la pluma del poeta. Por entonces, Lope volvió a enamorarse, esta vez de Marta de Nevares (la ‘Marcia Leonarda’ de sus novelas, la ‘Amarilis’ de sus poesías y cartas), aunque mantuvo relaciones con la actriz Lucía Salcedo, apodada ‘la Loca’. De vuelta de Valencia, a donde había ido a buscar a la comedianta, regresó con un hijo, fruto probablemente de un escarceo en la época del destierro.

En 1616 inició su relación con Marta de Nevares, que estaba casada con un comerciante. Fue el último gran amor de su vida. Y en medio del torbellino de la pasión romántica, el poeta vivió otra clase de exaltación, la de la indignación y la ira. Emociones que surgieron con la aparición de la Spongia, un libelo contra él y sus amigos. Lope, contrariado y enojado, contestó con dos agresivas sátiras. En esos días nació, de Marta de Nevares, Antonia Clara (‘Clarilis’), lo que animó definitivamente a su madre a meterse en pleitos con su marido para conseguir la anulación del matrimonio.

Ese fue un tiempo pletórico para Lope, que lo vivió rodeado de éxito. Por entonces, ya habían aparecido las siguientes partes de las comedias, hasta doce. El marido de su enamorada había muerto dejándoles, por tanto, el campo libre. Escribió entonces El verdadero amante. Y, según sus cuentas, había firmado ya “novecientas comedias, doce libros de diversos sujetos, prosa y verso, y tantos papeles sueltos de varios sujetos, que no llegaría jamás lo impreso a lo que está por imprimir; y he adquirido enemigos, censores, asechanzas, envidias, notas, reprensiones y cuidados...”

La racha continuó y en 1620 aparecieron Lo fingido verdadero y El caballero de Olmedo. Otras grandes obras suyas surgieron en esos años. Además de las siguientes partes de las comedias, Lope escribió entonces La Filomena, donde incluyó dos novelas (Las fortunas de Diana y La Andrómeda);  dos obras dedicadas a San Isidro por encargo del Ayuntamiento de Madrid; El mejor alcalde, el rey,  y se representó ante la reina El vencido, vencedor.

 

Afligido y atormentado

Marta de Nevares, que ya vivía con Lope, quedó ciega, lo que supuso un duro golpe para el poeta. Su hija Marcela le concedió cierta alegría al anunciarle su ingreso, en 1623, en las Trinitarias Descalzas. En esos días, Lope presidió la cofradía de familiares y comisarios del Santo Oficio, y escribió su Romancero espiritual.

No tan próxima a lo religioso, apareció La Circe, que contenía tres novelas cortas (El desdichado por la honra, La prudente venganza y Guzmán el Bravo) y la Parte veinte de las comedias, última que se publicó en vida de Lope. También es de entonces, de 1627, su Corona trágica. Vida y muerte de la Serenísima Reina de Escocia María Estuardo.

Nombrado capellán mayor de la Congregación del Caballero de Gracia en 1628, Lope vivió enfermo la ceguera total de Marta de Nevares, que comenzó a padecer ataques de locura. Afligido y atormentado, sufrió además el fracaso de dos de sus comedias, lo que seguramente le empujó a anunciar al duque de Sessa su intención de abandonar el teatro. Nada de ello pudo, sin embargo, con su vanidad y en la Égloga a Claudio que escribió entonces declaró un número increíble de comedias. “Mil y quinientas fábulas admira, / que la mayor el número parece, / verdad que desmerece, / por parecer mentira, / pues más de ciento en horas veinticuatro / pasaron de las Musas al teatro”.

Si fueron tantas o no, no se sabe hoy con certeza, lo que sí se conoce es la rapidez con que escribía Lope, que, justo entonces, en 1631, vio la representación de su obra La noche de San Juan, escrita tan solo en tres días. También terminó poco después El castigo sin venganza.

En 1632 murió en la casa de la hoy calle Cervantes Marta de Nevares, el último gran amor en la vida de Lope de Vega. “No quedó sin llorar pájaro en nido, / pez en el agua ni en el monte fiera, /... y es la locura de mi amor tan fuerte, / que pienso que lloró también la muerte”.

Y es entonces, en ese año de 1632, cuando apareció la que muchos consideran su obra maestra, La Dorotea, donde cuenta sus amores juveniles con Elena Osorio para establecer el vínculo con la última pasión de su vida, su amor con ‘Amarillis’. Dos años después escribió la que es seguramente su comedia final, Las bizarrías de Belisa (“Senado ilustre: El poeta, / que ya las musas dejaba, / con deseo de serviros / volvió otra vez a llamarlas / para que no le olvidéis, / y aquí la comedia acaba”).

 

Los últimos versos del poeta

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Torturado por la ausencia de Marta de Nevares, aún recibió otras malas noticias, como la muerte de su hijo Lope Félix en Venezuela y la huida de su querida hija Antonia Clara, quien abandonó a su padre y su casa seducida por don Cristóbal Tenorio. Poco a poco se recuperó y siguió escribiendo. En diciembre aparecieron sus Rimas humanas y divinas, donde está incluida La Gatomaquia. Es el último libro impreso en vida del poeta, aunque éste entregó a imprenta antes de morir las Partes XXI y XXII de las comedias.

El 24 de agosto de 1635 Lope se levantó muy temprano, dijo misa, cuidó de su jardín como hacía cada día y se encerró en su estudio a trabajar. Por la tarde, salió de casa para asistir a unas conclusiones de Medicina y Filosofía, y durante la ceremonia sufrió un desmayo. Un médico amigo le atendió y se ocupó de que le llevaran a su casa, donde se le practicó una sangría. Al día siguiente, en que todavía pudo escribir un poema y un soneto, recibió la visita del médico de cámara de Su Majestad, quien recomendó que le dieran el Santísimo Sacramento.

El domingo, 26 de agosto, hizo testamento (ver documento) nombrando heredera a su hija Feliciana. Se despidió de sus amigos y recibió la extremaunción. Y al día siguiente, a las cinco y cuarto de la tarde, murió.

Las honras fúnebres celebradas en su honor, que duraron ni más ni menos que nueve días, se convirtieron en las exequias más notables de aquellos días. Por petición de sor Marcela, el cortejo pasó frente al Convento de las Trinitarias Descalzas, para depositar finalmente sus restos en la Iglesia de San Sebastián, en la calle de Atocha. Unos años después, los restos pasaron a una fosa común por falta de pago del duque de Sessa.

Su producción literaria fue hasta tal punto sobresaliente que, aún años después de su muerte, se siguieron publicando sus textos. El más destacado apareció en 1637, La Vega del Parnaso, donde se recogen los dos últimos poemas que escribió el ‘Fénix de los Ingenios’, ‘Monstruo de la Naturaleza’.