Frases célebres de Leopoldo Alas Clarín

Frases célebres de Leopoldo Alas Clarín

Verificado Redactado por Bernardo Peña el 9 mayo 2019. Artículo revisado, actualizado y verificado por nuestro equipo de psicólogos el 18 mayo 2023.
Descubre las frases más destacadas de Leopoldo Alas Clarín, un escritor español que merece ser recordado y reivindicado.

Leopoldo Alas Clarín fue un abogado y escritor español que vivió entre los años 1852 y 1901. Fue profesor universitario y crítico literario. Es conocido por su obra «La Regenta«.

No obstante, Leopoldo Alas Clarín, también fue un autor prolijo de novelas, ensayos y cuentos. Un escritor poco conocido en la actualidad, el cual es importante rescatar y reivindicar.

Frases célebres de Leopoldo Alas Clarín

Conozco amores que pueden definirse: un sueño entre dos. Uno duerme y otro sueña.

Sólo la virtud tiene argumentos poderosos contra el pesimismo.

Las lecciones del mundo están escritas en un idioma del que no se puede traducir nada; el de la experiencia. El inexperto las sabe de memoria, pero no las entiende.

Los pensamientos de los hombres valen más que sus acciones, y las buenas novelas más que el género humano. Podrá esto no ser verdad; pero es hermoso y consolador.

El hombre tiene una razón que le dicta los principios y las leyes de la realidad. Pero ignora si la realidad está conforme con la razón. Es como el reloj, que señala la hora, pero no sabe qué hora es.

El orgullo es una pasión de los dioses; pero de los dioses falsos.

Aquí lo malo prospera, sube, florece, ahoga lo bueno, lo acoquina si se le deja. ¡Qué de famas irritantes, de escritores hueros, necios, vulgarísimos no ha habido que combatir como quien apaga un incendio, durante estos 20 años!

Una de las mayores amarguras del crítico es tener que estar muchas veces de auerdo con los envidiosos.

Más que a España, amo yo al mundo, y más que a mi tiempo, a toda la historia de esta pobre, interesante humanidad, que viene de las tinieblas y se esfuerza, incansable, por llegar a la luz.

Fe es creer lo que no vimos. Está bien. Pero muchos añaden: como si lo hubiéramos visto. Este es el error de la fe.

El que tolera la vida, dejó escrito un suicida, es el que administra mal sus intereses y no lleva la cuenta de su debe y haber. El que se mata hace un balance y se declara francamente en quiebra.

Cabe tanto mal en el espíritu humano, que cabe esta contradicción: la envidia y el desprecio.

En las federaciones de la amistad suele haber un pacto tácito: el de la igualdad de ingenio y de fortuna. El que brilla más, el que sube más, está fuera del pacto; se le declara la guerra.

Pero no importaba: ella se moría de hastío. Tenía veintisiete años, la juventud huía; veintisiete años de mujer eran la puerta de la vejez, a que ya estaba llamando.. Y no había gozado una sola vez esas delicias del amor de que hablan todos, que son el asunto de comedias, novelas y hasta de la historia. El amor es lo único que vale la pena vivir, había ella oído y leído muchas veces. Pero ¿qué amor? ¿Dónde estaba ese amor? Ella no lo conocía.

Comenzar a vivir procurando el aplauso de las gentes, no es dar pruebas de necio. La necedad está en insistir.

El afán de distinguirse, que tanto censuran los hombres más vulgares, puede ser el instinto de conservación del buen sentido.

La heroica ciudad dormía la siesta. El viento sur, caliente y perezoso empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles, que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina, revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles…

En la filosofía del amor tiene razón el positivismo: sólo se conocen hechos.

Yo aprendí de ellos (Salmerón y Giner) a respetar convicciones, y el mayor ultraje que me hizo, tal vez sin saberlo, el conde de Toreno, al negarme una cátedra que era mía, fue la implícita sospecha de que fuese yo un libre pensador como el boticario Homais de Flaubert, capaz de apedrear y despedazar con las herejías que a mí se me ocurriesen, el fanal en que guardaran su fe mis discípulos.

Licenciado en Psicología por la Universidad de Jaén (2010). Máster en Análisis Funcional en Contextos Clínicos y de la Salud por la UAL (2011) y Máster en Psicología Jurídica y Forense por el COPAO, Granada (2012). Doctorando en Ciencias Humanas y Sociales por la Universidad Pontificia de Salamanca. Ha publicado 8 artículos científicos y es autor de los siguientes libros: «Psicopatología General», «Neurociencias: etiología del daño cerebral» y «Evaluación Psicológica». Además, es coautor del libro «Modelo ROA: Integración de la Teoría de Relaciones Objetales y la Teoría del Apego».