Ajuste de sanciones contra Venezuela está condicionado a lo humanitario, señala Elsa Cardozo
Algo puede sonar paradójico en estos primeros 100 días de Joe Biden en la Casa Blanca: el presidente de mayor edad en asumir el cargo impulsa una vorágine de cambios sorprendentes para este país. Credit: Getty Images (Foto principal)

El pasado 14 de abril, un grupo de académicos, intelectuales y empresarios publicaba una carta para el presidente de EE UU, Joe Biden, señalando la necesidad de laxar las sanciones comerciales y financiares en aras de solicitar eventuales licencias de la OFAC. El grupo encabezado por Ricardo Cusanno, Michael Penfold y Luis Vicente León, destacaba que debía restablecerse un proceso de negociaciones productivas con el gobierno venezolano.

En la carta, señalaba Francisco Rodríguez, otro de los firmantes, que lo requerido es un levantamiento progresivo de las sanciones que vaya a la par de un cambio en la conducta económica y política del gobierno nacional: “Seamos realistas: la política de máxima presión y sanciones económicas contra Venezuela no lograron sus objetivos”.

Asimismo, organizaciones políticas de oposición como Alianza Lápiz, Centrados y el MAS, respaldaron dicha misiva.

En la misma línea, algunas firmas petroleras estadounidenses cuyas operaciones en Venezuela fueron congeladas por la OFAC, apelan a Washington para obtener autorizaciones y reiniciar la explotación petrolera en nuestro país, según han comunicado varias fuentes: “Si se les permite reanudar el trabajo, Venezuela podría aumentar rápidamente la capacidad de producción sobre el millón de barriles por día”, citó Reuters.

Schlumberger, Halliburton, Baker Hughes, Weatherford International y Chevron, tienen expresamente prohibido desde el 2019, cooperar con la estatal venezolana PDVSA y sus filiales en la producción petrolera. Cualquier flexibilización por parte del Departamento de Estado de la licencia, podría permitirles reanudar sus operaciones.

La contra carta

Por otra parte, «luceros opositores» también enviaron su carta a la Casa Blanca. María Corina Machado, Antonio Ledezma, Diego Arria y otros, exigieron de manera contundente el fortalecimiento de las sanciones contra Venezuela con 65 firmantes. Claramente no sufren la cotidianidad económica del «venezolano de a pie». Del mismo modo se han manifestado notables y diferentes asociaciones de la diáspora venezolana, que se niegan a que los gringos cedan a la tentación de «aflojarle la horca» a Venezuela. Carta va y carta viene. ¿Cuál es la mejor salida para Venezuela?

Ricardo Cusanno, ex presidente de Fedecámaras reconocía que días antes de la redacción y publicación de la carta a Biden, un grupo del movimiento Foro Cívico, visitó Miraflores, precisamente en la búsqueda de tender puentes que den cabida a una solución pacífica al conflicto que enfrentan al gobierno y la oposición. Destacó que el presidente Maduro y los hermanos Rodríguez, los recibieron con gran cortesía. No obstante, son claros los puntos de desencuentro entre el gobierno y los representantes de la sociedad civil y empresariado que pisaron el palacio presidencial.

Es importante también poner sobre la mesa, que mucho antes de las polémicas misivas, el gobierno nacional ya tenía unos meses en conversaciones con Washington para negociar el levantamiento de las sanciones a cambio de acuerdos políticos y económicos. A diferencia de la oposición, el oficialismo sabe «jugar posición adelantada» buscando dinamizar una economía que difícilmente se activará con las nuevas prácticas liberales del gobierno y los esfuerzos titánicos del sector privado. No por casualidad, los «misteriosos gringos» aterrizaron en Venezuela tras el inicio del conflicto ruso-ucraniano, y así de fácil, se dio una «peladura de dientes» mutua, Maduro-gringos, gringos-Maduro. Sin duda, ya de antes «venian de pipí agarrao».

Las preguntas obligadas

¿El gobierno se aprovechará de las licencias y confianza del Departamento de Estado para regresar al dogmatismo controlador, expropiador, centralizador, «mata-mercados», que, junto con otras calamidades, destruyeron nuestra economía? ¿El consentimiento de los gringos al gobierno prolongará el status quo de un régimen político des-institucionalizado que parece no ver fin?

Imagino que estas preguntas dan vueltas en la cabeza de muchos de nosotros, así como no imagino, sino puedo asegurar que, a la mayoría de los venezolanos, estas inquietudes «le importan un bledo», ya que están pendientes de sobrevivir, no de quién nos gobierna y cómo lo hace. Son las élites buchonas, de un lado y del otro, las que están preocupadas por asuntos de control y poder.

Sin ningún tipo de atributo adivinatorio e incluso muy pobre capacidad predictiva, creemos que las respuestas a las preguntas planteadas están puestas sobre la mesa, más sólo el paso del tiempo tiene las verdades al respecto.

Las respuestas

«Amor con hambre no dura», y el gobierno lo sabe de sobra. Después de casi 2 décadas intentando implantar un anacrónico modelo económico socialista con un Estado que trataba de controlar —muy mal, por cierto— todos los quehaceres del mercado nacional, nos encontramos desde el 2017 con una Venezuela quebrada.

Controles de precios, expropiaciones, centralización del aparato productivo y la economía, falta de planificación y de inversión sobre los activos productivos, populismo por doquier y una corrupción sin límites, a las que se sumaron las sanciones y el bloqueo comercial gringo, fueron las causas de una de las crisis más largas de hiperinflación que haya vivido la humanidad. Hiperinflación que contrajo la economía nacional a un 20% de la dimensión que tuviera apenas 7 años atrás.

Gente pasando hambre, sí hambre, con nombre y apellido, rebuscando en la basura o recogiendo mangos para llevarse algo a la boca. Gente «flaquiiiiiiiiita», esquelética, emaciada como nunca habíamos visto en el país y «pa’ remate de vainas», la pandemia. La popularidad del presidente y del oficialismo en general se fue pal’ suelo.

Además, la oposición venía «jugando a Rosalinda» desde las fallidas y dolorosas protestas del 2017 y logró que el Departamento de Estado impusiera unas sanciones financieras que derivaron en un bloqueo comercial, un presidente autoproclamado con gobierno paralelo respaldado por 60 países del mundo, un «falsete» de golpe de Estado liderado por el nefasto Leopoldo ,que pudo haber sido realmente peligroso, y otras tantas historietas que no vale la pena mencionar.

Las señales estaban dadas para un viraje del hacer económico del gobierno, y como diría un querido amigo, «Dios es chavista» y se dio la epifanía divina que estábamos esperando desde hacía rato. Maduro dejó de mirar a Cuba, y por fin vio en China y Vietnam un modelo a seguir. De la noche a la mañana, «zazzzzz», primó el pragmatismo y Maduro abrazaba a Friedman, elogiando las bondades de la economía de mercado: Ley antibloqueo para atraer inversiones extranjeras, proyecto de ley de Zonas Económicas Especiales, dolarización informal de la economía, restricción de liquidez, estabilización de la tasa de cambio, disciplina fiscal, recaudación impositiva salvaje, eliminación de los subsidios, nuevo CNE un más equilibrado, reactivación de la depauperada industria petrolera en un momento donde los precios del crudo se dispararon, y pare usted de contar.

Todo lo mencionado trajo consigo una modesta recuperación macroeconómica y nuevos incentivos para que el sector privado que quedó destrozado después del tsunami inflacionario, se pusiera las pilas y derramara un poco de bienestar sobre la gente.

Como era de esperarse en las elecciones regionales del 21, ante una oposición gastada y dividida, el oficialismo arrasó y Maduro recuperó popularidad entre la gente llana, que vio como su condición económica «mejoró un pelo». ¿Por qué entonces el gobierno debería regresar a un modelo socialista caduco? Este nuevo «melange socio-capitalista» puede mantener el poder.

El status quo político será mantenido por el gobierno en la medida que este sea sostenible, como ocurre con todos los gobiernos. Sin oposición real a la vista, con los gringos más cerca que nunca, con gigantes petroleras tocando las puertas de la OFAC para que les permitan reingresar al país; por qué el gobierno debería dar un giro de 180 grados, si con 15 o 20 grados le basta y le sobra.

Nosotros, usted y yo, nos hemos preguntado si es menester del gobierno cambiar o debe responder a su responsabilidad y la mía como ciudadanos de diferente pensar. Quizás, poniendo a un lado la agenda golpista, y dedicándonos a hacer una nueva oposición sesuda y calmada, de largo aliento, en virtud de la cual propongamos de manera pacífica maneras diferentes de construir el país, donde todos seamos incluidos; ricos, pobres, negros y blancos, chavistas, antichavistas y ninis; algo podríamos lograr.

Eso es lo que está proponiendo mi querido Cusanno y el grupo que lo acompaña, entre los que me cuento, quienes además suscribimos la voluntad del 75% del pueblo venezolano que está en contra de las sanciones.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: ¿La sanciones para qué sirven?

 

</div>