Bélgica se queda con Valtònyc, por Joaquín Luna

Bélgica se queda con Valtònyc

El Reino de Bélgica se queda con Josep Miquel Arenas, Valtònyc –ellos sabrán lo que hacen–, lo cual sentará muy mal a la justicia patria, pero supone, ya tocaba, una alegría para todos los catalanes, unos porque gritan “¡victoria!” y otros porque cuanto más lejos ande el brau de ses illes , más tranquilos nos sentimos por las calles.

Aunque el artista –¡y tan artista!– está condenado a tres años de prisión en España por su afición a ciscarse en la familia real, incitar al asesinato de policías y políticos y cositas por el estilo –de sus letras machistas ya se retractó una noche en el FAQS de TV3–, nada mejor que otra temporada en Bélgica para convertirse en un hombre de provecho.

Por fin, un motivo de celebración para todos los catalanes: ¡Valtònyc no vuelve!

¿Qué hacía Valtònyc en España? El ganso, hablando en plata. En Bélgica, en cambio, aprende flamenco, se está formando en nuevas tecnologías –cobra por diseñar páginas web para CatGlobal, ¿una embajada de la Generalitat next ?–, contribuye al bienestar de los Bekaert abogados, padre e hijo, y se corre incluso sus juergas, como la del martes para celebrar que Bélgica se lo queda.

Valtònyc

                                                                                                                                      

LV

¡Y menudas juergas! En horas, Valtònyc tuvo tiempo de abroncar a Òmnium Cultural en la radio porque dice que le han dejado tirado y todo lo que hacen es de boquilla, en otra despertó las risotadas del personal –ya se nota que muy en serio no se lo toma nadie–, después se dirigió a la embajada de España en Bruselas para inmortalizar una peineta y, finalmente, colgó una foto antigua en Navarra para ver si colaba y, de paso, dar por el saco a los medios de comunicación, obligados a verificar si se trataba de una inocentada u otra muestra de que está como un cencerro.

Me alegro de que Valtònyc no esté preso en España y viva libremente en Bélgica, cuna del rey Leopoldo, el que tenía el Congo por cortijo y donde en pleno siglo XIX cortaban las manos a todos los habitantes de aquellas aldeas que se negaban a currar para el señorito, el señorito Leopoldo.

¡Un campeón! Del que pronto se hartarán –¿qué fue del eminente profesor Cotarelo?– quienes hoy tanto le ríen las gracias...

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