[Fróken Julie]. Drama sin división en actos de August Strindberg (1849-1912), compuesto en 1888. Es quizás el más feliz del escritor sueco, extraordinariamente sencillo, con sólo tres personajes y una acción que dura el breve tiempo del espectáculo escénico. Y de los tres personajes uno, la cocinera Cristina, es secundario; de modo que el drama se concentra en la condesita Julia y en el criado Jean.
En la noche de San Juan, mientras el conde está ausente y el pueblo se .entrega a una alegría loca, la señorita Julia, excitada, invita al criado a bailar con ella. Se siente provocativa; algo seductora y algo seducida, acaba entregándose. Aquí termina la primera parte. La segunda, más larga, nos muestra a Jean en su naturaleza servil: piensa aprovecharse de su joven dueña, convertida en su amante, para realizar su sueño de convertirse en propietario de un hotel de lujo e impulsa a Julia a robar la caja fuerte de su padre y a huir. Julia lo aborrece y por otra parte está unida a él; entre la vergüenza y el odio, ha perdido la voluntad. Deciden escapar juntos; pero he aquí que Julia quiere llevar la jaula de su pájaro y Jean lo mata. Julia grita entonces: «¡Mátame también a mí! ¡Mátame! ¡Tú que eres capaz de matar a un animal inocente sin que te tiemble la mano! ¡Ah, te odio y te desprecio!» Éste es el preludio de la tragedia inminente. El conde ha vuelto; Jean vuelve a su actitud de criado y Julia, sin voluntad ya, obedece a una sugerencia de Jean, le quita la navaja de sus manos y sale, ciertamente para no volver.
El asunto, pues, es gris y vulgar; uno de aquellos espectáculos, como dice el mismo autor en el prólogo, «rudos, cínicos, sin corazón, como ofrece la vida» y en los que Strindberg basó sus libros. Sentía sobre todo las luchas feroces provocadas por los instintos más elementales, sin ninguna luz de ideal. Como Strindberg fue siempre un aficionado a la ciencia y tenía un ingenio carente de crítica y confusionista, siempre se complace en teorías, de modo que a sus ojos el caso de la señorita Julia, excepcional en virtud de su grandeza, había de servir de confirmación a la tesis de Darwin sobre la supervivencia del más fuerte. El drama consiste, pues, en el encuentro y la lucha de instintos elementales. De ahí la importancia que, con fortuna, da el diálogo a lo inconsciente y lo impulsivo. El mismo autor dice que intentó construir a sus personajes «carentes de carácter», «oscilantes, incoherentes, mezcla de viejo y de nuevo». Entre la condesita Julia y Jean no podía nacer el amor en su sentido «superior». La señorita Julia, descendiente de la nobleza guerrera, cae y, una vez caída, no puede sobrevivir, pues lleva innato el sentido del honor; es trágica pero sin grandeza. El criado Jean se eleva en cuanto seductor de su joven dueña, pero ni como criado tiene remordimientos. El único impulso que lo empuja es el de ascender socialmente; los medios y la ocasión no importan. Es innoble pero, precisamente por ser tal, es el más fuerte. Lo que Strindberg representa no es, pues, un contraste de caracteres, ni tampoco de ideales, sino un encuentro y un choque de instintos. De ahí el tono gris de éste, como de tantos otros dramas y relatos del escritor sueco. [Trad. de Julio Palencia y Tubau (Barcelona, 1903)].
V. Santoli