Profecía autocumplida: un Gobierno setentista

Profecía autocumplida: un Gobierno setentista

Profecía autocumplida: un Gobierno setentista

No fue la ideología, sino la realidad. La Argentina se trasladó a los 70 y sin subirse a ninguna cápsula del tiempo, ni al DeLorean de la clásica película “Volver al Futuro”. El actual Gobierno repitió los mismos errores del pasado y nos transportó a lo más profundo de una crisis política, institucional y económica. Ni el Dúo Pimpinela se animó a tanto. Cristina Fernández de Kirchner le sigue marcando la cancha a Alberto Fernández, que cada día que pasa, muestra mayores signos de debilidad. No es el Presidente que prometió ponerse en los hombros una pandemia, ni tampoco el dirigente cuyo destino era gobernar un país junto con todos los gobernadores. Alberto Fernández es el fruto de una profecía autocumplida, la que decía que iba a estar bajo el dominio de una vicepresidenta que, en 2019, lo eligió como cabeza de fórmula y que hoy le marca el ritmo de gestión, criticando a la Casa Rosada y a los empresarios desde las redes sociales. Desde allí muestra su fortaleza, su poder de decisión por sobre la administración del Frente de Todos.

No fue la ideología; fueron los números de los sondeos que, periódicamente, realizan las consultoras privadas los que marcan aquel setentismo. Hay una total falta de interés de la sociedad respecto de la pelea en el Gobierno, advirtió el analista Sergio Berensztein antes de que este fin de semana se filmaran nuevos capítulos de la telenovela oficialista. Según sus mediciones, el 70% de los ciudadanos sondeados en el país sostiene que esa pelea traba la gestión. “La valoración es negativa, pero no es que les importe mucho; la verdad que estos problemas de la política no le importa a nadie, solo a los políticos”, supo decir. Hace poco, el propio Berensztein, junto con Eduardo D´Alessio, elaboraron otro diagnóstico y llegaron a la conclusión de que un 72% de la sociedad argentina está segura de que la economía está peor que el año pasado, que no sólo fue expansivo por las elecciones, sino que determinó el rumbo que hoy tiene el país, sacando debajo de la alfombra reajustes tarifarios que se habían pisado para no ahuyentar votos. Esto, sumando al incesante aumento de los precios de los alimentos, llevaron a que este año la inflación ronde el 70%. No fue casualidad. Es causalidad.

Ese reporte privado se completa con otra afirmación: persiste la evaluación negativa a la gestión del gobierno nacional: 74%, la más alta desde mayo de 2020. Ese diagnóstico es casi similar al que este fin de semana arribó otra consultora privada. Zuban Córdoba y Asociados reveló que un 70% de la población consultada en varios puntos de la Argentina desaprueba totalmente o algo a la gestión nacional. Qué curioso: el 70% sigue acompañando a la administración de la Casa Rosada. Si se toma en cuenta la imagen del jefe de Estado, el número crece a un 71,1% de imagen negativa, un pico dentro de las mediciones de esta consultora cordobesa. Siguiendo en esta línea, un 71,8% de los sondeados ha considerado que la Argentina va en la dirección incorrecta, siendo más profunda la percepción entre los más jóvenes (80%), que no encuentran la oportunidad de insertarse en el mercado laboral y que, por esa razón, están predestinados a ser parte del ejército de desocupados.

El “setentismo” se manifiesta también en la intención de voto. A poco más de un año de las elecciones presidenciales, el bicoalicionismo que integran el Frente de Todos y Juntos por el Cambio no polarizan la compulsa. Más bien un tercio de la población preferiría que el año que viene la Argentina sea gobernada por un partido o frente que no sea ninguno de los que tuvieron la oportunidad de gobernar en los últimos años. “El escenario de tercios existe independientemente de si el nuevo tercio es ocupado por alguien o no. Esa también debería ser una señal de alarma para las dos principales coaliciones”, advierte Zuban Córdoba y Asociados.

Frente a este escenario nacional, las provincias intentan subirse a sus propias balsas para no ser presa de ninguna ola. Juan Manzur está más expuesto que Osvaldo Jaldo. El jefe de Gabinete estaba en Tucumán cuando se desató la crisis que derivó en la renuncia del ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. El jefe de Gabinete deambuló por esta parte del país, con el teléfono en la mano y tratando de calmar los ánimos no sólo del Presidente, sino también del titular de Diputados, Sergio Massa, que, con la designación de Daniel Scioli ha quedado en off side, por la mala relación que tiene con el hasta ahora embajador argentino en Brasil. El Frente de Todos está atado con alambre, pero en la vereda del frente también se sacan chispas. Mauricio Macri hirió el sentimiento radical al tratar de populista nada menos que a Hipólito Yrigoyen. Esas heridas no se cerrarán, por más que haya varios correligionarios del jujeño Gerardo Morales (embistió contra el ex Presidente) que piensen que sólo fue una anécdota más de la interna de siempre.

Manzur surfea entre Alberto y Cristina. En algún momento tendrá que pisar tierra. Entonces deberá elegir.

Jaldo, en tanto, trata de mantener a flote a la provincia en medio de los reclamos multisectoriales por falta de gasoil. Sabe que, como la inflación, poco y nada puede hacer para solucionar ese problema, pero busca apaciguar los ánimos en reuniones con los distintos factores de la economía. Un dato no menor: el tranqueño no fue el lunes al acto en el que se anunció el nuevo impuesto a la Renta Inesperada. Adujo que debía quedarse en Tucumán para calmar los ánimos de los transportistas. El vicegobernador en ejercicio del Ejecutivo tiene aún cierta autonomía de vuelo fiscal para evitar contratiempos socioeconómicos en una provincia con altos índices de pobreza y de desocupación. Desde el plano político le surgen contendientes para una eventual interna peronista. Por las dudas, les pidió a sus colaboradores que minimicen los roces políticos. En los últimos días, captó dirigentes que estaban junto con el intendente capitalino Germán Alfaro. Esas incorporaciones causaron ruidos dentro de la Casa de Gobierno, cuyos moradores vienen observando que el gobernador interino, de a poco, va consolidando un gabinete en las sombras.

Comentarios