Todos los Santos, Nov 1



Solemnidad
de Todos los Santos
, 1 Nov
y Conmemoraci�n de los Difuntos, 2 Nov

Padre Jordi Rivero

Ver tambi�n aclaraci�n sobre Halloween


Para comprender el significado de la solemnidad de los santos y la conmemoraci�n de los difuntos hay que saber que existen tres estados en la Iglesia:

1- La iglesia peregrina en la tierra. En ella estamos nosotros hasta el d�a de nuestra muerte.
2- La iglesia purgante (en el purgatorio), la componen los difuntos que necesitan aun purificaci�n antes de entrar en el cielo. Por ellos oramos el d�a de los difuntos, el 2 de Noviembre, para que pronto vayan al cielo. (no rezamos por los que est�n en el infierno porque su condena es irreversible)
3- la iglesia triunfante, ya glorificada en el cielo. A ellos los santos honramos el 1 de Noviembre.

Solemnidad de Todos los Santos
Los santos
Lecturas de la misa de hoy y comentarios

Del Oficio Divino de hoy: Apresur�monos hacia los hermanos que nos esperan, San Bernardo, abad
Homil�a de JPII sobre en esta fiesta, 97

Durante todo el a�o celebramos la fiesta de muchos santos famosos. Pero la Iglesia ha querido recordar que en el cielo hay innumerables santos que no cabr�an en el calendario. Por eso nos regala esta solemne fiesta de Todos los Santos que abarca a todos nuestros hermanos que ya est�n en el cielo. Multitudes de santos desconocidos por nosotros pero amad�simos de Dios. Entre ellos pueden haber familiares nuestros, amigos, vecinos...

Universal vocaci�n a la santidad en la Iglesia
La fiesta de Todos los Santos no es solo para recordar sino tambi�n una llamada a que vivamos todos nuestra vocaci�n a la santidad
, cada uno seg�n su propio estado de vida (como solteros, casados, viudos, consagrados, etc.). El cap�tulo V de la Constituci�n Dogm�tica "Lumen Gentium" (Concilio Vaticano II), lleva por t�tulo "Universal vocaci�n a la santidad en la Iglesia". Dios nos cre� para que seamos santos.
Seg�n Benedicto XVI, "El santo es aquel que est� tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que �stas lo ir�n progresivamente transformando. Por esta belleza y verdad est� dispuesto a renunciar a todo, tambi�n a s� mismo. Le es suficiente el amor de Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y desinteresado del pr�jimo".

Historia
Desde la Iglesia primitiva, los cristianos siempre hemos venerado a los m�rtires por su virtud heroica. Al guardar en nuestros corazones sus memorias y su ejemplo, nos animan a vivir tambi�n nosotros la radicalidad del Evangelio. Es por ello que se guardan sus reliquias. Estas pueden ser partes de sus cuerpos o de sus ropas u otros art�culos asociados con ellos. En la Biblia leemos que los cristianos guardaban hasta las ropas y pa�uelos que San Pablo hubiese tocado (Hechos 19,12).

Durante la persecuci�n de Diocleciano (284-305) hubieron tantos m�rtires que no se pod�an conmemorar todos. As� surgi� la necesidad de una fiesta en com�n la cual se comenz� a celebrar, aunque en diferentes fechas, a partir del siglo IV.  

La Roma pagana observaba el fin del a�o el 21 de febrero con una fiesta llamada Feralia, para darle descanso y paz a los difuntos. Se rezaba y hac�an sacrificios por ellos. Con la cristianizaci�n del imperio, los papas pudieron remplazar las pr�cticas paganas. El 13 de Mayo de 609 o 610, el Papa Bonifacio IV consagr� el Pante�n Romano (donde antes se  honraba a dioses paganos) para ser templo de la Sant�sima Virgen y de todos los M�rtires. Fue as� que se comenz� la fiesta para todos los santos. Gregorio III (731-741) la transfiri� al 1ro de Noviembre. Gregorio IV (827-844) extendi� esta fiesta a toda la Iglesia.

Los Ortodoxos griegos celebran a todos los santos el primer domingo despu�s de Pentecost�s

Hoy es necesario renovar la Solemnidad de Todos los Santos. Si no la vivimos, fiestas paganas, como Halloween, tomar�n su lugar.  
 


S.S. Benedicto XVI sobre el d�a de todos los santos, 2007

El cristiano, �ya es santo, pues el Bautismo le une a Jes�s y a su misterio pascual, pero al mismo tiempo tiene que llegar a ser santo, conform�ndose con �l cada vez m�s �ntimamente�.

Advirti� ante el peligro de caer en un equ�voco: �A veces se piensa que la santidad es un privilegio reservado a unos pocos elegidos. En realidad, �llegar a ser santo es la tarea de cada cristiano, es m�s, podr�amos decir, de cada hombre!�.

�Todos los seres humanos est�n llamados a la santidad que, en �ltima instancia, consiste en vivir como hijos de Dios, en esa �semejanza� a �l, seg�n la cual, han sido creados�

todos los seres humanos son hijos de Dios, y todos tienen que llegar a ser lo que son, a trav�s del camino exigente de la libertad�.

�Dios les invita a todos a formar parte de su pueblo santo. El �Camino� es Cristo, el Hijo, el Santo de Dios: nadie puede llegar al Padre si no por �l�, aclar�.

S.S. Benedicto XVI sobre el d�a de todos los santos, 2006

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos hoy la solemnidad de todos los santos y ma�ana conmemoraremos a los fieles difuntos. Estas dos celebraciones lit�rgicas, muy queridas, nos ofrecen una oportunidad singular para meditar en la vida eterna. El hombre moderno, �sigue esperando esta vida eterna o considera que pertenece a una mitolog�a ya superada?

En nuestro tiempo, m�s que en el pasado, vivimos tan absorbidos por las cosas terrenales, que en ocasiones es dif�cil pensar en Dios como protagonista de la historia y de nuestra misma vida.

La existencia humana, sin embargo, por su naturaleza, est� orientada hacia algo m�s grande, que le trasciende; en el ser humano no se puede suprimir el anhelo por la justicia, la verdad, la felicidad plena.

Ante el enigma de la muerte, muchos sienten el deseo y la esperanza de volver a encontrar en el m�s all� a sus seres queridos. Y es fuerte tambi�n la convicci�n de un juicio final que restablezca la justicia, la espera de un esclarecimiento definitivo en el que a cada quien se le d� lo que le corresponde.

Ahora bien, para nosotros, los cristianos, �vida eterna� no s�lo indica una vida que dura para siempre, sino tambi�n una nueva calidad de la existencia, sumergida plenamente en el amor de Dios, que libera del mal y de la muerte y nos pone en comuni�n sin fin con todos los hermanos y hermanas que participan en el mismo Amor. La eternidad, por tanto, puede estar ya presente en el centro de la vida terrena y temporal, cuando el alma, mediante la gracia, se une a Dios, su fundamento �ltimo. Todo pasa, s�lo Dios no cambia. Un Salmo dice: �Mi carne y mi coraz�n se consumen: �Roca de mi coraz�n, mi porci�n, Dios por siempre!� (Salmo 72/73,26). Todos los cristianos, llamados a la santidad, son hombres y mujeres que viven firmemente aferrados a esta �Roca�, tienen los pies en la tierra, pero el coraz�n ya est� en el Cielo, morada definitiva de los amigos de Dios.

Queridos hermanos y hermanas: Meditemos en estas realidades con el esp�ritu dirigido a nuestro destino �ltimo y definitivo, que da sentido a las situaciones diarias. Renovemos el gozoso sentimiento de la comuni�n de los santos y dej�monos atraer por ellos hacia la meta de nuestra existencia: el encuentro, cara a cara, con Dios. Recemos para que �sta sea la herencia de todos los fieles difuntos, no s�lo de nuestros seres queridos, sino tambi�n de todas las almas, especialmente de las m�s olvidadas y necesitadas de la misericordia divina.

Que la Virgen Mar�a, Reina de todos los santos, nos gu�e para escoger en todo momento la vida eterna, la �la vida del mundo futuro�, como decimos en el �Credo�; un mundo que ya ha sido inaugurado por la resurrecci�n de Cristo y cuya llegada podemos apresurar con nuestra conversi�n sincera y con las obras de caridad.


 



William Bouguerau, 1825-1905

Requiem aeternam dona ei (eis),
Domine, et lux perpetua luceat ei (eis). Requiescat (-ant) in pace Amen.

CONMEMORACI�N DE TODOS LOS DIFUNTOS
2 de noviembre

Lectionario y homil�as para la solemnidad
Difuntos
No "reencarnaci�n", sino "resurrecci�n" profesa la fe cristiana -Comentario del padre Cantalamessa a la conmemoraci�n de todos los fieles difuntos, 2007
Muramos con Cristo, y viviremos con �l -San Ambrosio sobre la muerte de su hermano. Del Oficio Divino.


En este d�a rezamos por los difuntos que est�n en el purgatorio. Los que han ido al cielo son santos y no necesitan oraci�n. Los que est�n en el infierno no pueden beneficiarse de la oraci�n ni la desean. Solo rezamos por las difuntas almas del purgatorio. Pero como no sabemos con seguridad si un difunto est� en el purgatorio (a no ser que la Iglesia lo haya declarado santo en cuyo caso est� en el cielo), es bueno rezar por todos los difuntos. 

Intercedemos por todos los difuntos, en especial nuestros familiares y conocidos, para que pronto se encuentren con el Se�or en el cielo.  

Es antigua costumbre cristiana visitar los cementerios el d�a de los difuntos y llevar flores como signo de amor y honra. Recordamos nuestros ancestros sobre todo en la Santa Misa ofrecida por ellos.

Santo Tom�s: rezar por los difuntos es la mayor obra de misericordia, a�n m�s que rezar por los vivos, ya que �stos pueden valerse por s� mismos.


Indulgencia Plenaria por la octava de la Solemnidad de Todos los Santos
A favor de las almas del purgatorio:
Podemos pedir por alguien en especial pero Dios es quien decide a qui�n se aplica pensando en el mayor bien de la Iglesia y el nuestro. Se pueden ganar un m�ximo de una indulgencia plenaria por comuni�n (una por d�a).

Condiciones:
1-Visitar un cementerio y devotamente rezar, aunque sea mentalmente, por los difuntos
desde el 1 al 8 de Noviembre (otros d�as del a�o la indulgencia es parcial)
2-Visitar una Iglesia el d�a de los fieles difuntos (
desde la tarde del 1 de Noviembre hasta el 2 de Nov. inclusive) Al visitar la Iglesia rezar el Padre Nuestro y el Credo.

Se deben adem�s satisfacer las siguientes condiciones:
-Confesi�n sacramental, ocho d�as antes o despu�s.
-Comuni�n
-Rezar por las intenciones del Santo Padre (un Padre Nuestro y Ave Mar�a).

Las tres condiciones se pueden satisfacer varios d�as antes o despu�s hacer de la visita. Sin embargo es apropiado que la comuni�n se reciba y la oraci�n por la intenci�n del Santo Padre se rece en el d�a de la visita.


La abad�a de Cluny, origen de la fiesta lit�rgica de los difuntos

Aunque la costumbre de orar por los difuntos y celebrar misa por ellos es tan antigua como la Iglesia, la fiesta lit�rgica por los difuntos se remonta al 2 de noviembre de 998 cuando fue instituida por San Odil�n, monje benedictino y quinto abad de Cluny en el sur de Francia.

En el siglo XIV, Roma adopt� esta pr�ctica. La fiesta fue gradualmente expandi�ndose por toda la Iglesia.

El Papa Juan Pablo II, en un mensaje que envi� al obispo Raymond S�guy, abad titular de Cluny el 12 de octubre del 1998, se�ala que en ese a�o se celebra tambi�n el centenario de la fundaci�n de la Archiconfraternidad de Nuestra Se�ora de Cluny, encargada de rezar por las almas del purgatorio, y el XL aniversario de la publicaci�n del bolet�n �Lumi�re et vie� (Luz y Vida), que promueve la oraci�n por los difuntos.

Juan Pablo II record� que �San Odil�n dese� exhortar a sus monjes a rezar de modo especial por los difuntos. A partir del Abad de Cluny comenz� a extenderse la costumbre de interceder solemnemente por los difuntos, y lleg� a convertirse en lo que San Odil�n llam� la Fiesta de los Muertos, pr�ctica todav�a hoy en vigor en la Iglesia universal�.

Explicaci�n de la comuni�n de los santos


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