OTROS DIÁLOGOS | Pearl S. Buck y su novela <em>La buena tierra</em>

Pearl S. Buck y su novela La buena tierra

Desde el amplio conocimiento que sus estudios académicos le han aportado sobre China, Flora Botton habla de la escritora Pearl Buck: de su vida, de su obra y de su novela más conocida, un retrato realista sobre la condición de los campesinos y de las mujeres en la China tradicional en los años previos a la Revolución de 1949.

 

FLORA BOTTON BEJA*

 


 

La obra literaria de la escritora norteamericana Pearl S. Buck está en su totalidad dedicada a China, a describir la vida de los chinos durante la primera mitad del siglo xx. Si bien su perspectiva es la del “otro”, se trata de un “otro” que conoce a fondo ese país y que habla de él con una empatía que la hace merecer ser considerada como una escritora china. Su obra no es una descripción de lo exótico: es, más bien, una presentación realista de una gran variedad de aspectos de la sociedad china, que ella conocía a fondo. Son particularmente interesantes sus personajes femeninos que reflejan la condición de las mujeres en la China tradicional.

Pearl Buck fue una escritora prolífica y muy popular. Sus más de setenta obras fueron traducidas a innumerables idiomas, entre ellos el español. Su misma popularidad le ha valido críticas que la señalan como escritora para “señoras” y que encuentran fallas en su manera de escribir (no puede escribirse tanto y que todo sea perfecto), señalamientos que no cesaron, a pesar de todos los premios literarios de los que se hizo acreedora. Si por un lado recibió críticas en Occidente, también en China se denunció su descripción realista y despiadada de aspectos de la vida de los campesinos pobres y del desamparo de las mujeres. Buck se defendió contra los intelectuales chinos que la denostaban al señalar que ellos, bajo el cobijo de su estatus, ignoraban los problemas de los más desamparados y que ella, por haber vivido cerca de los pobres y los campesinos, estaba más consciente de lo que en realidad acontecía. Quienes hemos estudiado la sociedad china tradicional reconocemos que no exagera y que lo que nos presenta es la realidad, que conoce de primera mano.

Pearl Comfort Sydenstricker (1892-1973) nació en Hillsboro, West Virginia. A los tres meses de su nacimiento, sus padres Absalom y Caroline, quienes eran misioneros presbiterianos, la llevaron a China. Pearl era la cuarta de siete hijos, de los cuales sólo tres sobrevivirían. Los Sydenstricker vivían en Zhenjiang, una pequeña ciudad en la provincia de Jiangsu en el este de China. Pearl vivió más de 40 años en ese país.

En 1936, Buck publicó dos libros en los que esboza una biografía de sus padres, The Exile y Fighting Angel. En The Exile habla de su madre, Caroline Stulting (Carrie), quien creció en West Virginia y que en su juventud fue una mujer vivaz y apasionada, cuya búsqueda de dios la hizo elegir por esposo a Absalom Sidenstricker, joven misionero cuyo propósito era el de convertir a los chinos al cristianismo. La muerte de muchos de sus hijos debido a las condiciones insalubres del lugar en donde vivían y la ausencia frecuente de su esposo en búsqueda de conversos, la desilusionaron de tal manera que fue perdiendo la fe en el dios patriarcal de su familia y de su esposo. En Fighting Angel, Pearl habla de su padre en términos críticos y nos presenta a un hombre a menudo ausente del hogar, obsesionado con una sola cosa y cuya dedicación a la “tarea” de misionero que considera ser su destino le hace descuidar a su esposa y a su familia, le impide conocer bien China y reconocer, como dice su hija, “el asombroso imperialismo occidental”.

A partir de los seis años, Pearl fue educada por su madre, durante el día, y por un tutor chino, en la tarde. Viajó a Estados Unidos en 1910 y estudió filosofía en una universidad en Virginia. Se graduó en 1914, pero tuvo que regresar a China porque su madre estaba enferma.

En 1915, conoció a John Lossing Buck, un joven economista agrícola especializado en China. Se casaron en 1917 y se mudaron a una zona rural de la provincia de Anhui, una zona muy pobre que le daría a Pearl un conocimiento cercano de la vida de los campesinos más necesitados. De 1920 a 1933, Pearl y su marido vivieron en Nanjing, en donde ambos enseñaban en la universidad. En marzo de 1927, en el incidente de Nanking, tuvieron que huir a Japón, en donde vivieron durante un año, tras el que regresaron a Nanjing. Tuvieron una hija en 1921, quien adolecía de una muy severa incapacidad tanto física como mental.

En 1930 publicó su primera novela, Viento de este, viento de oeste, que describe la difícil transición de China desde un pasado tradicional hacia una vida en el mundo moderno. En 1932 publicó lo que sería su novela más conocida, La buena tierra, en la que se enfoca en la vida de los campesinos pobres cuya realidad había conocido tanto en su infancia en Zhenjiang, como más adelante en Anhui. Este libro le mereció varios premios, el más importante, el Pulitzer. En 1938 fue la primera mujer estadounidense en recibir el premio Nobel de literatura. En 1934, Pearl y John se divorciaron, y ella se casó con Richard Walsh (1935), su editor. A partir de ese momento, Pearl continuó escribiendo, siempre teniendo a China como tema central, y produjo más de setenta obras, la mayoría novelas —algunas de las cuales se hicieron películas, como La buena tierra (1937), China Sky (1941), Semilla de dragón (1942) y Pabellón de mujeres (2001)—, pero también escribió libros para niños, ensayos, poesía y hasta un libro de cocina.

En 1934 se mudó a Pensilvania, donde compró una vieja granja, Green Hills; allí vivió con Walsh, con quien adoptó seis niños a lo largo de su matrimonio. Desde que regresó a Estados Unidos, Pearl estuvo muy activa en el movimiento de derechos civiles y abogó por los derechos de la minoría negra en Estados Unidos; también se involucró en movimientos de mujeres. Fue, además, una incansable promotora de las relaciones entre Asia y Occidente.

Pearl y Richard fundaron la asociación “East West” (1942), cuyo fin era fomentar intercambios culturales entre Asia y Occidente. En 1949, tras reconocer la dificultad que tenían los servicios de adopción de ese momento para conseguir hogares para niños birraciales, establecieron la “Welcome House”, la primera agencia de adopción interracial. Con el mismo espíritu, se constituyó la fundación “Pearl S. Buck” en 1964, “a fin de responder a los problemas de pobreza y discriminación a los que se enfrentan los niños en algunos países asiáticos”. Murió en marzo de 1973, de cáncer de pulmón. Pearl Buck luchó toda su vida en contra de los prejuicios y la discriminación, e insistió siempre en que todos los pueblos y todos los seres humanos son valiosos.

La novela más famosa de Pearl Buck es, sin duda, La buena tierra, que constituye prácticamente un libro de texto sobre la condición de los campesinos y, sobre todo, de las mujeres en la China tradicional, en los años que antecedieron a la Revolución de 1949.

Es la historia de un campesino pobre, tal vez de Anhui, a principios del siglo xx. Por algunos indicios, sabemos que se desarrolla después de la revolución de 1911, aunque nunca se mencionan aspectos políticos o reflexiones sobre China en general. En realidad, se trata de un mundo limitado, rural, en donde se atesora la posesión de la tierra y la vida transcurre siguiendo valores, reglas y tradiciones milenarias. Las personas están atrapadas en los ciclos a veces impredecibles de la naturaleza y los normales de la vida humana: nacer, envejecer, morir, los conflictos entre las parejas y las generaciones, los deberes hacia los padres ancianos…

El campesino, Wang Lung, quien vive con su padre (su madre ha muerto y es el único sobreviviente de los hijos que nacieron en su familia), llega a la edad casadera y su padre le consigue una esposa, O-lan, una mujer de 20 años quien es esclava en la casa de los ricos de la región, los Huang. Como dice el padre: “Las bodas cuestan caras en estos tiempos, y las mujeres exigen anillos de oro y vestidos de seda. Lo único que queda para los pobres son las esclavas” (p. 15). A pesar de que O-lan no es guapa, Wang Long se siente satisfecho de tener una esposa muy trabajadora y que trata bien a su padre. Juntos cultivan la tierra y pronto tienen su primer hijo varón. Mientras Wang Lung goza de algunas buenas cosechas, los ricos y poderosos Huang, para quienes trabajó O-lan y cuyo patriarca está obsesionado con coleccionar concubinas —su esposa es opiómana y sus hijos son unos buenos para nada—, necesitan vender algunas de sus tierras y Wang Lung compra unas parcelas. O-lan da a luz a otro niño y luego a una niña y así se lo anuncia al esposo: “Ahora ha sido una esclava. No vale la pena mencionarla” y él piensa “en la nueva boca que acaba de nacer que era una niña, y las niñas no pertenecen a sus padres, sino que son dedicadas a otras familias” (pp. 78-79).

Se desata una terrible hambruna por la falta de lluvia y la familia de Wang Lung sufre las consecuencias:

Ahora ninguno de ellos se levantaba apenas del lecho. No tenían para qué, un sueño soporífero sustituía, de momento al menos, al alimento que les faltaba. Las mazorcas de maíz las pusieron a secar y ya se las habían comido, y la corteza de los árboles la raspaban y se la comían. En toda la comarca, la gente arrancaba cuanta hierba podía encontrar en las peladas colinas, y de aquellas hierbas se alimentaban. No se veía un solo animal en parte alguna. Quien quisiera, podía andar durante un puñado de días sin encontrar un buey ni un asno ni ninguna clase de bestia o ave (p. 92).

O-lan da a luz a una niña que, según anuncia, nació muerta, pero Wang Lung sospecha que su muerte no fue natural. Los esposos, ya desesperados, huyen hacia el sur, tal vez a Jiangsu, en donde sobreviven, O-lan y los niños mendigando, y Wang Lung ganando unas monedas como tirador de rikshaw. En algún momento, O-lan propone vender a la niña como había sido vendida ella por sus padres y, cuando se opone Wang Lung, dice: “Si no se tratase más que de mí, antes preferiría matarla que venderla… ¡La esclava de esclavas fui yo! Pero la muerte de una niña no produce nada. Sí, la vendería para que tú pudieses regresar a la tierra” (p. 136).

Pasa el tiempo y, cuando no parece haber solución para regresar a su tierra, los esposos se unen a una turba de gente desesperada que saquea la casa de unos ricos. Wang Lung consigue una gran cantidad de piezas de oro, mientras que O-lan encuentra una bolsa llena de joyas valiosas. La familia regresa a su casa y a sus tierras, y O-lan da a luz a unos gemelos, niño y niña. Después de varios buenos años, se vuelven ricos.

La segunda parte del libro refleja, tal vez, algo de los valores morales que Pearl Buck conservaba debido a su educación cristiana. El dinero no produce felicidad a Wang Lung ni a su familia; cuando llega una época de malas cosechas, no se ocupa de sus tierras y se siente insatisfecho. Gasta su dinero, trata mal a O-lan, le reprocha su fealdad y, finalmente, se obsesiona con una joven prostituta, Loto, a quien toma como concubina. Muere O-lan y él siente remordimientos por la manera en que la trató. Presionado por los hijos, Wang Lung renta la vieja casa de los Huang, quienes lo han perdido todo, y se muda con su familia y su concubina.

Finalmente, los hijos de Wang Lung comienzan a tener conflictos con él y entre ellos. El mayor se vuelve un nuevo rico pedante, el segundo se dedica a los negocios y es bastante mezquino y el más pequeño, al que Wang Lung quería encomendar el cultivo de sus tierras, quiere irse de la casa por conflictos con el padre. Así, Wang Lung envejece rodeado de nietos, pero también de conflictos, el mayor de los cuales es la decisión de sus hijos de vender las tierras y repartirse el dinero, a pesar de su oposición.

Todo el relato se desarrolla a través de los ojos y del pensamiento de Wang Lung. La escritora no interviene, no explica, y vemos el mundo de Wang Lung como él lo percibe y lo siente. Es un hombre simple con ciertos valores fundamentales, como son la piedad filial, el amor a la tierra, el orgullo de tener descendencia de hijos varones, la responsabilidad hacia su familia. El dinero lo corrompe en cierta manera y se vuelve un ser humano más egoísta y a veces cruel, pero su amor hacia su hija con discapacidad mental y su arrepentimiento por el trato que le dio a O-lan lo redimen en cierta manera.

A O-lan la conocemos más por lo que hace que por lo que dice, pues habla poco y muy raramente se nos revela lo que piensa o siente. La vemos actuar: trabajar incansablemente, ocuparse de todas las tareas de la casa, participar en el trabajo de campo, dar a luz sola, tomar decisiones terribles, morirse discretamente. Somos conscientes de sus celos hacia la concubina joven, que no se manifiestan en agresiones verbales, sino en sus actitudes de retraimiento y ensimismamiento. Unas pocas veces vislumbramos el bagaje de aflicción que carga de su vida en el pasado como esclava. Al preguntarle Wang Lung: “Dime, ¿y te pegaban en aquella casa grande?”, O-lan contestó sombríamente: “Todos los días me pegaban”. Y él gritó de nuevo: “¿Pero con cinturón de tela o con un bambú o una cuerda?”. Y ella contestó con la misma voz muerta: “Era con una correa de cuero que había servido de cabestro a una de las mulas. Estaba siempre colgada en la pared de la cocina” (p. 156).  Su única fuente de satisfacción y de orgullo es su maternidad al dar a luz hijos varones, y es así como, en un momento de elocuencia insólita, describe cómo irá a presentar a su primer hijo varón a su antigua ama: “Cuando yo vuelva a esa casa, será con mi hijo en los brazos. Y mi hijo llevará una túnica roja y pantalones rojos floreados, un sombrero con un pequeño Buda dorado cosido al frente, y en los pies, unos zapatos atigrados. Y yo llevaré zapatos nuevos y una túnica nueva de satén negro. Y entraré en la cocina donde pasé mi vida y en el salón donde está sentada la Anciana con su opio, y mostraré mi hijo a los ojos de todos” (p. 44).

Hay una variedad de otros personajes: el padre, longevo para su época, que lentamente se vuelve senil; el tío, una mala persona que aprovecha y explota a Wang Lung apelando a su deber hacia la familia; la tía chismosa e intrigante; el sobrino, un parásito bueno para nada; los hijos de Wang Lung; Qing, su colaborador y amigo fiel; Loto, la concubina caprichosa y mimosa, y su sirvienta Cuckoo.

En esta novela, Pearl Buck nos revela aspectos de la realidad de la China prerrevolucionaria con mayor elocuencia que varios libros de texto.◊

 


 

Referencias

Buck, Pearl S., La buena tierra, traducción de Elizabeth Mulder, Madrid, Alianza Editorial, 2018.

 


 

* Es profesora e investigadora en el área de China del Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México, centro que dirigió de 1991 a 1997. Es maestra en Filosofía por el Mexico City College y en Estudios Orientales por El Colegio de México; realizó estudios de posgrado en la School of Oriental and African Studies de la Universidad de Londres y en la Universidad de Michigan. De 1978 a 1980 fue agregada cultural en la Embajada de México en China. Es autora de China: su historia y cultura hasta 1800, coautora de Bajo un mismo techo: la familia tradicional en China y sus crisis y de La dinastía Han, y coordinadora de Historia mínima de China, de la cual escribió varios capítulos. Es, además, autora de muchos artículos y capítulos de libros sobre historia, filosofía, religión, educación, familia, sociedad y mujeres en China, que han sido publicados en México, Estados Unidos, España, Argentina y China.