Mers el-Kebir, el incomprensible ataque de Churchill a la flota francesa

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Segunda Guerra Mundial

Temiendo que cayera en manos de los alemanes, un impulsivo primer ministro británico ordenó a la Royal Navy atacar en 1940 a la flota francesa anclada en el puerto argelino

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El acorazado francés Bretagne, tocado en la batalla de Mers el-Kebir, Argelia, 1940.

El acorazado francés Bretagne, tocado en la batalla de Mers el-Kebir, Argelia, 1940.

Bettmann / Getty Images

En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, el poderío de la Marina Nacional francesa (conocida como La Royale) resultaba formidable. Con sus 740.000 toneladas, era la cuarta del mundo, solo por detrás de la británica, la estadounidense y la japonesa, y, por tanto, la segunda de Europa. Aunque carecía de radar y sus medidas antiaéreas se manifestaban algo escasas, la mayor parte de sus buques eran modernos, destacando los acorazados de clase Richelieu y los cruceros de batalla de la clase Dunkerque.

Al estallar la contienda, las marinas de guerra británica y francesa procuraron acordar sus respectivos papeles para optimizar esfuerzos. Así, el bajito y apocado almirante François Darlan, jefe de la Armada gala, propuso a su homólogo británico, sir Dudley Pound, un reparto de funciones para que la Marina francesa se hiciera cargo de las operaciones en el Mediterráneo, otorgando a los británicos el control del Atlántico, a lo que el inglés se negó.

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Para este veterano de la batalla de Jutlandia, el escenario principal de la guerra en el mar sería el Atlántico, en especial, las vías de navegación entre América y Gran Bretaña, por las que llegaban los imprescindibles suministros. No iba errado el primer lord del Mar. Pero para los franceses, la conexión entre la metrópoli y las colonias del norte de África también resultaba fundamental.

Allí, sus enemigos no eran los alemanes, sino los italianos, por lo que trasladaron importantes fuerzas al Mare Nostrum, ante la queja de los británicos por su escasa colaboración frente al peligro submarino alemán. Con tiras y aflojas, Darlan acabaría saliéndose con la suya. Sin embargo, la rapidez del avance alemán en suelo francés, entre mayo y junio de 1940, dio al traste con estos planteamientos.

François Darlan.

François Darlan.

Dominio público

Aunque París y Londres habían llegado al acuerdo de no entablar negociaciones por separado, en el último comité de guerra conjunto, celebrado en París el 25 de mayo, el primer ministro galo, Paul Reynaud, planteó la posibilidad de buscar un alto el fuego. Con el paso de los días, y al menguar las posibilidades militares, la negociación se convirtió en la única salida.

Consciente de lo acordado con Londres, Reynaud pidió permiso a Churchill para tantear un armisticio con los alemanes, a lo que este accedió, a cambio de que, en caso de acuerdo, los buques de guerra franceses se dirigieran a puertos británicos. La sustitución de Reynaud por el laureado mariscal Philippe Pétain allanó el camino hacia el armisticio. No obstante, Darlan, ahora ministro de Marina, aseguró a Dudley Pound que “si en las condiciones del armisticio está la entrega de la flota, este será rechazado”.

¿Un armisticio sin letra pequeña?

El 23 de junio de 1940 se firmó el armisticio con los alemanes en Compiègne, y dos días después, en Roma, con los italianos. En su artículo 8 (12 en el de Italia), se acordaba que, salvo los buques necesarios para defender el Imperio, la flota sería reunida y desarmada en puertos señalados, pero de ninguna forma entregada a los vencedores: “El gobierno alemán declara solemnemente al gobierno francés que no tiene intención de utilizar durante la guerra, para sus propios fines, a la flota de guerra francesa estacionada en los puertos bajo inspección alemana, salvo las unidades necesarias para la vigilancia de costas y el dragado de minas”.

En realidad, al ver perdida la guerra, la mayoría de los buques principales se habían trasladado a puertos del norte de África, aunque dos importantes grupos lo habían hecho en Alejandría y el Reino Unido, y otros menores en Martinica y Dakar. En puridad, dichos buques debían dirigirse a sus puntos habituales de amarre, pero Berlín nunca presionó en demasía. Con las calderas apagadas y la tripulación reducida, no resultaban un peligro inmediato.

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El primer ministro británico Winston Churchill.

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Pero, a pesar de las promesas francesas y de que Darlan había dado la orden de sabotear los barcos ante cualquier maniobra alemana, Churchill no estaba tranquilo. No solo no creía en el contenido del armisticio, sino que Darlan no le era simpático ni le transmitía confianza. Sabía que, con aquellos buques en poder alemán, la posición de la Royal Navy se vería amenazada. Ante todo, necesitaba una acción espectacular que confirmara su voluntad de lucha.

Operación Catapult

Así, el 27 de junio de 1940 puso en marcha la Operación Catapult, para la que creó la Fuerza H, que se reunió en Gibraltar al mando del vicealmirante James Somerville. Esta fuerza contaba con el impresionante crucero de batalla Hood, los acorazados Valiant y Resolution, el portaaviones Ark Royal, tres cruceros, once destructores y dos submarinos.

Su objetivo era la flota atlántica francesa que se había refugiado en la rada de Mers el-Kebir (Mazalquivir), un magnífico puerto al noroeste del golfo de Orán. Allí, al mando del almirante Marcel-Bruno Gensoul, estaban los modernos cruceros de batalla Dunkerque y Strasbourg, los acorazados Bretagne y Provence, más antiguos, así como seis destructores, cuatro submarinos, un portahidroaviones y otros buques menores.

El vicealmirante James Somerville.

El vicealmirante James Somerville.

Dominio público

El 2 de julio, la Fuerza H abandonaba Gibraltar con una lacónica orden: si el día siguiente los buques franceses no aceptaban ir a puertos británicos, debían ser hundidos. Casi al mismo tiempo, varias operaciones de comando simultáneas se hicieron con los buques franceses surtos en puertos británicos, y sus tripulaciones fueron internadas.

La cuenta atrás del ultimátum

Sobre las 7 de la mañana del 3 de julio, la flota del vicealmirante Somerville se hallaba a la altura de Mers el-Kebir. No había sido detectada por los franceses, sin capacidad de observación de largo alcance. El destructor Foxhound, que transportaba al capitán de navío Cedric S. Holland, antiguo agregado naval en París que conocía a numerosos oficiales franceses, se había adelantado con el ultimátum británico.

En un principio, Gensoul se negó a recibirlo, alegando su baja graduación. Es casi seguro que se trataba de una estratagema para ganar tiempo y contactar con sus superiores. Sea como sea, al final el documento le llegó por persona interpuesta, con cuatro alternativas.

La primera, unirse a la escuadra británica para continuar la lucha. La segunda, dirigirse a puertos ingleses con tripulaciones reducidas. La tercera, acompañar a los ingleses a puertos antillanos o norteamericanos, donde serían desarmados. Y la cuarta, hundir sus buques antes de seis horas. La no aceptación implicaría un ataque inmediato.

La primera opción del anglófilo Gensoul era la de unirse a Somerville, pero se debía a su gobierno y no quería contravenir motu proprio las cláusulas del armisticio, por lo que intentó contactar con Darlan, al tiempo que ordenaba encender calderas y alistar las baterías costeras.

El almirante francés Marcel-Bruno Gensoul

El almirante francés Marcel-Bruno Gensoul

Dominio público

No pudo hablar con el ministro, pero sí con el jefe de Estado Mayor de la Marina Nacional, el almirante Maurice Le Luc. Las comunicaciones eran malas, el tiempo se agotaba y el nerviosismo iba en aumento. Al parecer, Gensoul apenas le pudo explicar que le pedían que hundiera sus barcos, y Le Luc no solo le conminó a rechazar el ultimátum, sino que le anunció que las flotas de Tolón (Francia) y Argel saldrían en su ayuda. Información que también le llegó a Somerville.

El ataque

En su fuero interno, el almirante británico sabía que Gensoul no podía aceptar el requerimiento inglés, pero le dolía atacar a quien la víspera había sido su compañero de armas. Como medida preventiva, ordenó minar la boca del puerto, y alargó el plazo de negociación mientras anunciaba a Londres que no había peligro alguno de acción alemana.

Sobre las 13:30, Gensoul aceptó recibir al emisario británico, a quien mostró un documento firmado por Darlan en el sentido de que se le ordenaba hundir su flota ante cualquier intento germano de apresarla.

El crucero de batalla Strasbourg camino de mar abierto entre los impactos de la artillería británica.

Crucero de batalla Strasbourg camino de mar abierto entre los impactos de la artillería británica.

Terceros

Ávido de noticias, a las 16:26, Churchill envió el siguiente mensaje a Somerville: “Se le confía a usted una de las más ingratas y difíciles tareas que jamás se haya visto enfrentado a asumir un almirante británico, pero tenemos entera confianza en usted y esperamos que la lleve a término sin dilación”.

De vuelta a su buque, a las 17:25, el emisario británico comunicó la negativa francesa, y Somerville anunció a Gensoul que se vería obligado a abrir fuego. Así fue. A las 17:56, a una distancia de 12.000 metros, los cañones de la Royal Navy abrieron fuego, dirigido por los aviones del Ark Royal, mientras sus buques se escondían tras una densa cortina de humo.

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El acorazado Bretagne fue el primero en ser horquillado y hundido, pereciendo 967 tripulantes. Después le tocó el turno al destructor Mogador, que salió mal parado, al acorazado Provence y al crucero de batalla Dunkerque.

Aunque faltos de municiones y sin poder ver bien al enemigo, tanto las baterías costeras como los buques franceses intentaron responder. Su aviación también participó, con escaso éxito. Mientras, en una audaz maniobra, el Strasbourg y varios destructores lograron salir del puerto rumbo a Tolón. Somerville intentó detenerlos, pero la velocidad del crucero francés le permitió alcanzar mar abierto. También escaparon cuatro submarinos.

1.297 bajas en un cuarto de hora

Desesperado, Gensoul apeló al inglés para detener la carnicería, pero ya era demasiado tarde. El combate había durado solo dieciséis minutos, y el balance resultaba trágico. Con el acorazado Bretagne hundido, el destructor Mogador hecho trizas y el acorazado Provence y el crucero de batalla Dunkerque averiados, 1.297 marinos franceses habían perdido la vida, y unos 350 estaban heridos.

Bombarderos Fairey Swordfish del HMS Ark Royal. Estos bombarderos atacaron en vano al Strasbourg.

Bombarderos Fairey Swordfish del HMS Ark Royal. Estos bombarderos atacaron en vano al Strasbourg.

Dominio público

Al día siguiente, el gobierno de Vichy rompía relaciones diplomáticas con Londres, mientras en toda Francia se agitaban voces pidiendo la declaración de guerra. Darlan diría: “He sido traicionado por mis hermanos de armas: no han creído en la palabra que les he dado”. El día 5, un raid aéreo francés atacó Gibraltar, y en la siguiente jornada, tres oleadas de aviones torpederos británicos intentaron rematar al Dunkerque.

Curiosamente, el almirante sir Andrew Cunningham llegó a un acuerdo con su homólogo francés, René-Émile Godfroy, para neutralizar al acorazado y a los cuatro cruceros galos refugiados en Alejandría y así evitar un nuevo enfrentamiento. Aún hoy, el combate de Mers el-Kebir sigue levantando ampollas, y los británicos suelen sentirse poco orgullosos del mismo.

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