Entre la espada y la pared
En el caso de la marcha convocada para el 14 de febrero, los que saldrán a las calles a apoyar, extrañamente, no saben lo que están apoyando y, realmente, no entiendo cómo es posible una construcción colectiva, en la mitad de la calle.
Con el anuncio de Gustavo Petro de sacar a la calle a sus simpatizantes para apoyar reformas, el Congreso quedó entre la espada y la pared. Es muy extraña esta posición, pues cuando pensamos en manifestaciones sociales, generalmente, provienen de ejercicios de oposición que nacen de la inconformidad ciudadana, sobre todo en un país como Colombia, donde el poder presidencial tiene la capacidad de avasallarlo todo. Por ende, esta decisión deja una sensación de amenaza: de no aprobar las reformas como el poder las plantea, será un grupo de ciudadanos quienes presionarán para que esto ocurra.
Una marcha de cien, doscientas o trescientas mil personas a nivel nacional siempre representará una minoría, pero multiplicado por la capacidad comunicativa de las redes y de los medios tradicionales, puede hacer que se sienta como un fervor nacional. En el caso de la marcha convocada para el 14 de febrero, los que saldrán a las calles a apoyar, extrañamente, no saben lo que están apoyando y, realmente, no entiendo cómo es posible una construcción colectiva, en la mitad de la calle.
Entonces, me pregunto a qué responderá esa necesidad de convocar estas marchas. ¿Será que el ejecutivo siente que está perdiendo poder en el Congreso?
¿Será que no le gusta deliberar realmente y esta es su manera de ‘pupitrear’?
Nadie está en contra de que más adultos mayores reciban una pensión, cuando hay cinco millones de ellos que no cuentan con apoyo financiero alguno al final de sus vidas. Nadie está en contra de que los servicios de salud mejoren; para nadie es un secreto el sufrimiento de los ciudadanos para lograr citas oportunas.
Nadie está en contra de que con las ganancias de una economía los trabajadores tengan mejor y oportuna remuneración, cuando un 58 % de los colombianos se encuentra en la informalidad. Lo que no puede pasar es que, en el afán por aprobar reformas, se termine afectando exactamente aquello que se está tratando de lograr.
¿Qué futuro nos espera en medio de este forcejeo? Un pueblo movilizado forzando decisiones en temas que a veces ni siquiera logramos comprender. Y en ese escenario, si se enfrentan la calle y un Congreso con una desfavorabilidad del 62 %, que en su afán burocrático de seguir funcionando, termina sucumbiendo, creo que pudiéramos estar presenciando el comienzo del fin del Congreso de Colombia.el cual en su afán burocrático de seguir funcionando terminaría sucumbiendo a las presiones, pudiéramos estar presenciando el comienzo del fin del Congreso de Colombia.
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