Karl Radek (1923): Le�n Trotsky, el organizador de la victoria

Le�n Trotsky, el organizador de la victoria

Karl Radek

 


Escrito: En 1923.
Primera vez publicado: En Pravda, n� 58, 14 de marzo de 1923, p. 4..
Versi�n al castellano: Traducci�n al espa�ol publicada en Cuadernos del CEIP "Leon Trotsky", N�2 (Agosto 2001), tomada de la versi�n publicada en Cahiers Leon Trotsky N� 12, p�g. 37, publicado por el Institut Leon Trotsky de Francia..
Versi�n digital: Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones "Leon Trotsky", Buenos Aires - Argentina, 2003.
Esta edici�n: Marxists Internet Archive, agosto 2006.


 

 

La historia ha preparado a nuestro partido para diferentes tareas. Por m�s defectuoso que sea nuestro aparato del estado o nuestra actividad econ�mica, todo el pasado del partido lo ha preparado psicol�gicamente para la creaci�n de un nuevo

orden en la econom�a y para un nuevo aparato del estado. La historia incluso nos ha preparado para la diplomacia. No hay casi necesidad de mencionar que la pol�tica mundial siempre ha interesado a los marxistas. Fueron las negociaciones sin fin con los mencheviques las que perfeccionaron nuestra t�cnica diplom�tica y fue durante estas viejas luchas que el camarada Chicherin2 aprendi� a elaborar notas diplom�ticas. No hemos hecho m�s que comenzar a comprender el milagro de la econom�a. Nuestro aparato del estado cruje y gime. Sin embargo, en un �nico terreno hemos logrado un gran �xito: en nuestro Ej�rcito Rojo. Su creador, su voluntad central, el camarada L. D. Trotsky.

El viejo general Moltke3, el creador del ej�rcito alem�n, hablaba a menudo del peligro que acarreaba que la pluma de los diplom�ticos no confiscara el trabajo de sable del soldado. Los guerreros en el mundo entero -y aunque haya habido autores cl�sicos entre ellos- siempre opusieron la pluma a la espada. La historia de la revoluci�n proletaria muestra c�mo se puede forjar nuevamente una pluma en espada. Trotsky es uno de los mejores escritores del socialismo mundial, pero sus cualidades no le han impedido convertirse en el jefe, el organizador dirigente del primer ej�rcito proletario. La pluma del mejor publicista de la revoluci�n se ha forjado nuevamente en espada.

 

La pobreza de literatura militar

La literatura del socialismo cient�fico casi no ayud� al camarada Trotsky en la resoluci�n de los problemas que el partido afrontaba cuando estaba amenazado por el imperialismo mundial. Si se considera el conjunto de la literatura socialista de pre-guerra, no se encuentran -a excepci�n de algunas obras poco conocidas de Engels4, algunos cap�tulos de su Anti-Duhring, consagrados al desarrollo de la estrategia y algunos cap�tulos del excelente libro de Mehring sobre Lessing, consagrados a la actividad guerrera de Federico el Grande5 - m�s que cuatro obras sobre el tema militar: el folleto de August Bebel sobre la milicia, el libro de Gaston Moch sobre la milicia, los dos vol�menes de la historia de la guerra de Schulz y el libro de Jaur�s dedicado a la propaganda a favor de la idea de las milicias en Francia6. Exceptuando los libros de Schulz y de Jaur�s, que son de un gran valor, todo lo que la literatura socialista ha publicado sobre temas militares desde la muerte de Engels no ha sido m�s que un diletantismo malo. Pero incluso las obras de Schulz y de Jaur�s no aportan ninguna respuesta a las preguntas que se le plantearon a la revoluci�n rusa. El libro de Schulz expon�a el desarrollo de las formas de estrategia y organizaci�n militar desde siglos atr�s. Era un intento de aplicaci�n del m�todo marxista a la investigaci�n hist�rica, que se terminaba en el per�odo napole�nico. El libro de Jaur�s -lleno de un br�o deslumbrante- muestra su gran familiaridad con los problemas de organizaci�n militar pero tiene un defecto fundamental: este talentoso representante del reformismo quer�a hacer del ej�rcito capitalista un instrumento de defensa nacional y eximirlo de su funci�n de defensa de los intereses de la clase burguesa. Por ende, no ha logrado aprehender la tendencia del desarrollo del militarismo y ha llevado hasta el absurdo la idea de la democracia en la cuesti�n de la guerra, en la cuesti�n del ej�rcito.

 

El origen de la concepci�n del Ej�rcito Rojo

Ignoro en qu� medida el camarada Trotsky se hab�a ocupado antes de la guerra de las cuestiones del arte militar. Creo que no es de los libros de donde ha sacado su talentoso conocimiento sobre este tema, sino que recibi� un impulso en esa direcci�n en la �poca en que era corresponsal de la guerra de los Balcanes, ese ensayo general de la gran guerra. Es probable que haya profundizado este conocimiento de la t�cnica de la guerra y del mecanismo del ej�rcito durante su estad�a en Francia (durante la guerra) desde donde enviaba sus brillantes compendios a la Kievskaia Mysl. En este trabajo se puede ver c�mo lleg� a aprehender magn�ficamente el esp�ritu del ej�rcito. El marxista Trotsky no ve�a �nicamente la disciplina exterior del ej�rcito, los ca�ones, la t�cnica. Ve�a los seres vivos que cargan los instrumentos de guerra, ve�a las oleadas de ataque. Trotsky es el autor del primer folleto que da un an�lisis detallado de las causas de la degeneraci�n de la [Segunda] Internacional. A�n en presencia de esta gigantesca degeneraci�n, Trotsky no perdi� su fe en el futuro del socialismo; por el contrario, se convenci� profundamente que todas estas cualidades que la burgues�a se esfuerza en cultivar en el proletariado con uniforme, para asegurarse su propia victoria, se volver�an r�pidamente contra ella y servir�an de base, no s�lo a la revoluci�n, sino tambi�n a los ej�rcitos revolucionarios. Uno de los documentos m�s notables de su comprensi�n de la estructura de clase del ej�rcito y del esp�ritu del ej�rcito, es el discurso que pronunci�, creo, ante el primer Congreso de los Soviets y en el Consejo de Obreros y Soldados de Petrogrado, respecto de la ofensiva de Kerensky en julio. En este discurso, Trotsky predijo la ca�da de la ofensiva no solamente sobre la base de la t�cnica militar, sino a partir de un an�lisis pol�tico de la situaci�n en el ej�rcito.

�Ustedes (y se dirig�a a los mencheviques y a los socialistas revolucionarios) exigen del gobierno una revisi�n de los objetivos de guerra. Haciendo esto, ustedes le dicen al ej�rcito que las antiguas metas de guerra, en nombre de las cuales el zarismo y la burgues�a han exigido sacrificios inusitados, no correspond�an a los intereses del campesinado y del proletariado rusos. Ustedes no llegaron a la revisi�n de los objetivos de guerra. No tienen nada para reemplazar al zar y a la patria y, sin embargo, le piden al ej�rcito derramar su sangre por esta nada. No se puede combatir por nada y vuestra aventura terminar� en un desastre�.

 

El secreto de la grandeza de Trotsky como organizador del Ej�rcito Rojo reside en su actitud respecto a estas cuestiones.

Todos los grandes escritores militares subrayan el significado enorme y decisivo del factor moral en la guerra. La mitad del gran libro de Clausewitz est� dedicada a esta cuesti�n y toda nuestra victoria en la guerra civil se debi� al hecho que Trotsky sab�a aplicar su conocimiento del significado del factor moral en la guerra a nuestra realidad. Cuando el viejo ej�rcito zarista se descompuso, el ministro de guerra del gobierno de Kerensky, Verkhovsky7, propuso la desmovilizaci�n de las clases de mayor edad, la reducci�n parcial de las autoridades militares en la retaguardia y la reorganizaci�n del ej�rcito por medio de la introducci�n de nuevos elementos j�venes. Cuando tomamos el poder y las trincheras se vaciaron, muchos de ellos nos hicieron la misma proposici�n. Pero esta idea era pura utop�a. Era imposible reemplazar el ej�rcito zarista en huida por fuerzas frescas. Estas dos olas se cruzar�an y se dividir�an unas con otras. Hab�a que disolver completamente al antiguo ej�rcito; no se pod�a construir un nuevo ej�rcito m�s que sobre el grito de alarma lanzado por la Rusia sovi�tica a los obreros y a los campesinos, para defender las conquistas de la revoluci�n.

Cuando en abril de 1918, los mejores oficiales zaristas que quedaban en el ej�rcito luego de nuestra victoria se reunieron para elaborar, con nuestros camaradas y algunos representantes militares de los Aliados, el plan de organizaci�n del ej�rcito, Trotsky escuch� sus planes durante varios d�as �recuerdo perfectamente esa escena� en silencio. Eran planes de gente que no comprend�a la sublevaci�n que estaba por producirse frente a ellos. Cada uno de ellos respond�a a la pregunta de c�mo organizar un ej�rcito sobre el antiguo modelo. No hab�an comprendido la metamorfosis del material humano sobre el que el ej�rcito est� fundado. �C�mo se han re�do los expertos militares de las primeras tropas de voluntarios organizadas por el camarada Trotsky en calidad de Comisario de Guerra! El viejo Borissov8, uno de los mejores escritores militares rusos, no dejaba de repetir a los comunistas con los que estaba obligado a mantenerse en contacto, que nada saldr�a de esta iniciativa, que el ej�rcito s�lo pod�a construirse sobre la base de la conscripci�n general y mantenerse por una disciplina de hierro. No alcanzaba a aprehender que las tropas de voluntarios eran los pilares de fundaci�n sobre los que deb�a erigirse la estructura de conjunto, y que las masas campesinas y obreras no podr�an ser ganadas nuevamente para la guerra a menos que estuvieran confrontadas a un peligro mortal. Sin creer ni por un instante que el ej�rcito voluntario pod�a salvar a Rusia, Trotsky lo organiz� como el aparato que necesitaba para crear el nuevo ej�rcito.

 

La utilizaci�n de especialistas burgueses

Pero el genio de organizaci�n de Trotsky y la audacia de su pensamiento se expresan m�s claramente a�n en su valiente decisi�n de utilizar a los especialistas militares para crear el ej�rcito. Todo buen marxista sabe muy bien que necesitamos la ayuda de la vieja organizaci�n capitalista para construir un buen aparato econ�mico. Lenin defend�a esta proposici�n con gran determinaci�n en sus discursos de abril sobre las tareas del poder sovi�tico. Y esta idea no ha sido puesta en duda en los c�rculos experimentados del partido. Pero, por el contrario, la idea que podr�amos crear un instrumento para la defensa de la rep�blica, un ej�rcito, con la ayuda de los oficiales zaristas se chocaba contra una obstinada resistencia. �Qui�n pod�a pensar en rearmar a estos oficiales blancos que acababan de ser desarmados? Muchos camaradas planteaban de este modo la pregunta. Me acuerdo de una discusi�n en la redacci�n del Kommunist, el �rgano de los que llam�bamos �comunistas de izquierda�, para quienes la cuesti�n de la utilizaci�n de oficiales de carrera los conduc�a al borde de la escisi�n. Y los redactores de ese peri�dico estaban entre los te�ricos y los pr�cticos mejor formados del partido. Basta con citar los nombres de Bujarin, Ossinsky, Lomov, Iakovleva9. Hab�a mucha hostilidad a�n en el amplio ambiente de nuestros camaradas militares, reclutados durante la guerra para nuestra organizaci�n militar. La desconfianza de nuestros responsables militares no pudo disiparse, su consentimiento adicto a la utilizaci�n del saber de los antiguos oficiales, m�s que gracias a la ardiente convicci�n de Trotsky, a su fe en nuestra fuerza social; su creencia que pod�amos sacar beneficio de la ciencia de los expertos militares sin permitirles, por ello, que nos impongan su pol�tica, la certeza, finalmente, que la vigilancia revolucionaria de los obreros avanzados le permitir�a poner fin a todo intento contrarrevolucionario que emanara de los oficiales de carrera.

 

La energ�a magn�tica de Trotsky

Para poder vencer, era necesario que el ej�rcito fuera dirigido por un hombre con voluntad de hierro, y que este hombre no solamente tenga la confianza plena del partido, sino tambi�n la capacidad de subyugar al enemigo que est� obligado a servirnos por medio de esta voluntad de hierro. Pero el camarada Trotsky no s�lo logr� subordinar bajo su energ�a a los oficiales superiores del grado m�s elevado. Hizo m�s: logr� ganar la confianza de los mejores elementos entre los expertos militares y convertirlos, de enemigos de la revoluci�n sovi�tica en partidarios profundamente convencidos. Fui testigo de semejante victoria de Trotsky en la �poca de las negociaciones de Brest-Litovsk. Los oficiales que nos hab�an acompa�ado a Brest-Litovsk guardaban una actitud m�s que reservada con respecto a nosotros. Desempe�aban su papel de expertos con la mayor arrogancia, convencidos de asistir a una comedia que no servir�a m�s que para abrir una transacci�n comercial despu�s de un largo tiempo, arreglada entre los bolcheviques y el gobierno alem�n. Pero la forma en que Trotsky llev� la lucha contra el imperialismo alem�n, en nombre de los principios de la revoluci�n rusa, forz� a todos los humanos presentes en la sala a admitir la victoria espiritual y moral de este eminente representante del proletariado ruso. La desconfianza de los expertos militares con respecto a nosotros se desvaneci� a medida en que se desarrollaba el gran drama de Brest-Litovsk.

Recuerdo la noche en que el almirante Altvater10 -luego fallecido- uno de los oficiales superiores del antiguo r�gimen, que comenzaba a ayudar a la Rusia sovi�tica, no por razones de miedo, sino de conciencia, entr� en mi habitaci�n y me dijo: �Vine aqu� porque ustedes me obligaron. No les he cre�do. Pero ahora voy a ayudarlos y har� mi trabajo como nunca antes porque tengo la profunda convicci�n de servir a mi patria�. Es una de las mayores victorias de Trotsky, quien fue capaz de hacer compartir a otros su convicci�n de que el gobierno sovi�tico lucha realmente por el bienestar del pueblo ruso, incluso por quienes han venido de campos hostiles y por la fuerza. Dem�s est� decir que esta gran victoria en el frente interno, esta victoria moral sobre el enemigo, no es s�lo el resultado de la energ�a de hierro de Trotsky que le ha valido el respeto universal; no s�lo es el resultado de la profunda fuerza moral, del alto grado de autoridad, a�n entre los medios militares, que este escritor socialista y tribuno del pueblo, ubicado por la voluntad de la revoluci�n a la cabeza del ej�rcito, ha sido capaz de conquistar. Exig�a tambi�n la abnegaci�n de decenas de miles de nuestros camaradas en el ej�rcito, una disciplina de hierro en nuestras propias filas, un esfuerzo y una tensi�n permanentes para alcanzar nuestros objetivos; tambi�n exig�a ese milagro que esta masa de seres humanos que, apenas ayer, hu�an de los campos de batalla, retomara hoy las armas, en condiciones m�s que dif�ciles, para la defensa de su pa�s. Es un hecho innegable que estos factores pol�ticos y psicol�gicos de masas juegan un rol importante. Pero la expresi�n m�s vigorosa, la m�s concentrada y la m�s impresionante de esta influencia se encuentra en la personalidad de Trotsky. Aqu�, la revoluci�n rusa ha actuado por intermedio del cerebro, del sistema nervioso y del coraz�n del mayor de sus representantes. Cuando comenz� nuestra primera prueba militar, con Checoslovaquia, el partido, y con �l su dirigente, Trotsky, demostr� c�mo el principio de la campa�a pol�tica -como ya lo hab�a ense�ado Lassalle- pod�a ser aplicado a la guerra, al combate con �argumentos de acero�. Hemos concentrado sobre la guerra todas nuestras fuerzas morales y materiales. Todo el partido hab�a comprendido que era necesario. Pero tambi�n esta necesidad encontr� su expresi�n m�s elevada en la personalidad de acero de Trotsky. Despu�s de nuestra victoria sobre Denikin en marzo de 1920, Trotsky dijo a la conferencia del partido: �Hemos destruido toda Rusia para vencer a los Blancos�. Encontramos nuevamente en estas palabras la concentraci�n sin igual de la voluntad necesaria para la victoria. Nos hac�a falta un hombre que fuera la encarnaci�n del grito de guerra, un hombre que se convierta en el toque de alarma, la voluntad que exige a cada uno y a todos la subordinaci�n total a la gran necesidad sangrienta.

 

L. D. personifica la revoluci�n

Unicamente un hombre trabajando como Trotsky, cuid�ndose tan poco como Trotsky, que puede hablar a los soldados como s�lo Trotsky puede hacerlo, solamente un hombre as� pod�a ser el abanderado del pueblo trabajador en armas. Ha sido todo esto, en una sola persona. Ha reflexionado sobre los consejos estrat�gicos dados por los expertos militares y los ha combinado con una evaluaci�n correcta de la relaci�n entre las fuerzas sociales; ha sabido unir en un movimiento �nico los avances de catorce frentes, de diez mil comunistas que informaban el cuartel general sobre lo que era en realidad el ej�rcito y sobre la forma en que uno pod�a aprovecharse de �l; comprend�a c�mo hab�a que combinar todo esto en un �nico plan estrat�gico y un plan de organizaci�n �nica. Y, en el curso de este espectacular trabajo, comprend�a mejor que nadie como ten�a que aplicar su conocimiento de la significaci�n del factor moral en la guerra.

Esta combinaci�n entre el organizador, estratega militar y hombre pol�tico es lo mejor caracterizado por el hecho que, durante todo el tiempo de su duro trabajo, Trotsky apreci� la importancia de Demian Bedny o del artista Moor11 para la guerra. Nuestro ej�rcito era un ej�rcito de campesinos, y la dictadura del proletariado, en lo que concierne al ej�rcito, es decir, la direcci�n de este ej�rcito de campesinos por los obreros y los representantes de la clase obrera, se realizaba en la personalidad de Trotsky, y de los camaradas que cooperaban con �l. Trotsky fue capaz con la ayuda de todo el aparato del partido, de transmitir a este ej�rcito de campesinos agotados por la guerra, la profunda convicci�n de combatir por sus propios intereses.

 

Inseparablemente ligados en la historia

Trotsky trabaj� con todo el partido en la obra de formaci�n del Ej�rcito Rojo. No hubiera podido realizar esta tarea sin el partido. Pero sin �l, la creaci�n del Ej�rcito Rojo y sus victorias hubieran exigido mayores sacrificios a�n. Nuestro partido pasar� a la historia como el primer partido proletario que ha logrado crear un gran ej�rcito y esta p�gina brillante de la revoluci�n rusa permanecer� ligada siempre al nombre de Le�n Davidovich Trotsky, el nombre de un hombre cuya obra y su realizaci�n reclamar�n no solamente amor sino el estudio cient�fico de parte de la joven generaci�n de trabajadores que se preparan para la conquista del mundo entero.

 

NOTAS

1 Traducci�n al espa�ol para esta edici�n de �Cuadernos�, tomada de la versi�n publicada en Cahiers Leon Trotsky N� 12, p�g. 37, publicado por el Institut Leon Trotsky de Francia. Apareci� en Pravda, n� 58, 14 de marzo de 1923, p. 4. Radek, Karl B.(1885-1939), influyente revolucionario antes de 1917 en los partidos socialdem�cratas polaco y alem�n. Ingresa al Partido Bolchevique en 1918. Miembro del CC entre 1919-24. En 1923 uno de los principales dirigentes de la Internacional Comunista y miembro de la Oposici�n Unificada. Fue expulsado del partido en 1927. Capitul� en 1929. Trotsky polemiz� con �l en La revoluci�n permanente. Muri� en prisi�n. (N de E)

2 Chicherin, Georgi V. (1874-1936) hab�a sido Comisario del Pueblo de Asuntos Extranjeros a partir de 1918.

3 von Moltke, Helmuth (1800-1895), hab�a reorganizado el ej�rcito alem�n bajo la autoridad de Bismarck. 

4 Engels, Friedrich (1820-1895), compa�ero de ideas, colaborador y amigo de Marx, no solamente ten�a conocimientos militares, sino una experiencia combatiente adquirida en el transcurso de la revoluci�n de 1848 en Alemania. 

5 Historiador y cr�tico de gran reputaci�n, Franz Mehring (1846-1919), devenido socialdem�crata, fue uno de los primeros comunistas alemanes. Radek menciona aqu� al rey de Prusia, Federico el Grande (1712-1786) y al escritor Gotthold Lessing (1729-1781). 

6 No nos es posible precisar a qu� �folleto sobre la milicia� hace alusi�n Radek aqu�. Karl Konig, director de la Karl Marx Haus de Tr�ves, a quien consultamos, nos ha se�alado que existen, efectivamente, tres folletos de Bebel sobre esta cuesti�n: Stehendes Heer oder Volkswehr (1896, 26 p�ginas), Nicht stehendes Heer, sondern Volkswehr (1898, 80 p�ginas) y Fur Volkswehr gegen Militarismus (1898, 154 p�ginas), as� como tambi�n varios art�culos. En lo concerniente a los �dos vol�menes de Schulz sobre la historia de la guerra�, siempre de acuerdo con las informaciones suministradas amablemente por el Sr. Konig, puede tratarse de la obra Blut und Eisen, Krieg und Kriegertum in alter und neuen Zeit. (2 vol�menes, 786 p�ginas). Gaston Moch es el autor de �El Ej�rcito de una Democracia�. 

7 Verkhovsky, Aleksandr (1886-1941), era en 1914 coronel en el ej�rcito zarista y se ali� al Ej�rcito Rojo en 1918. 

8 El apellido Borissov es muy difundido: se trata evidentemente de un antiguo oficial de profesi�n del ej�rcito zarista ganado para el Ej�rcito Rojo, pero no hemos podido identificarlo con precisi�n. 

9 Bujarin, Nikolai (1888-1938) era miembro del bur� pol�tico en 1923; Obolensky, Valererian llamado Ossinsky (1887-1938), un economista, era miembro del partido desde 1907; Lomov-Oppokov, Georgi (1888-1938), miembro del partido desde 1903, era miembro del comit� central; Iakovleva, Varvara (1885-1944) era miembro del partido desde 1904 y hab�a sido miembro de la escuela de la Cheka y secretaria del partido en Mosc�. 

10 Altvater, Vassili (1883-1919), contralmirante de la flota del zar; ganado por el gobierno bolchevique, hab�a formado parte de la delegaci�n rusa en Brest-Litovsk, luego fue comandante en jefe de la flota. 

11 Pridvorov, Efim llamado Demian Bedny (1883-1945) hab�a sido el poeta popular de la guerra civil. Karl Moor (1853-1932), nacido en Suiza, hab�a sido su dibujante.