Bertan 5 - Corsarios y piratas - Korsarioak eta piratak - Corsairs and pirates - Corsaires et pirates

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viernes 19 abril 2024




Bertan > Corsarios y piratas > Versión en español: Corsarios vascos

CORSARIOS VASCOS

Notas previas

Gipuzkoa ha vivido siempre de espaldas a la larga epopeya que muchos de sus mayores vivieron en las costas y los mares, epopeya excepcionalmente escrita por los pocos descendientes de aquella legi�n de navegantes, pescadores, constructores navales y corsarios que dejaron desde entonces de ser actores principales de la poderosa acci�n que los moviliz�.

Ha sido luego suficiente dejar pasar los tres �ltimos siglos de historia en silencio para borrar casi en absoluto la identidad vasca de sus se�as de vida mar�tima. En lo que a los corsarios vascos se refiere, este silencio es comprensible, en parte, debido a la oscuridad que ha rodeado a muchos de ellos. La raz�n estar�a (seg�n Michel Iriart) en la costumbre que ten�an muchos armadores de quemar todos los documentos relativos a aquellos que los enriquecieron muy a menudo. Por otra parte muchos corsarios se distinguieron �nicamente en un viaje o crucero y con este dato sobresaliente no se ha podido indagar m�s sobre sus or�genes, vida y campa�as anteriores y posteriores al hecho �nico que les dio renombre
Marinero vasco.
35. Marinero vasco. � Joseba Urretabizkaia
Mapamundi de Antonio Lafredi (1580).
36. Mapamundi de Antonio Lafredi (1580).
� Joseba Urretabizkaia
Bombarda.
37. Bombarda. � Joseba Urretabizkaia
Es necesario dejar claro que los corsarios no nacieron con vocaci�n de robo, sino de mar, pues la pesca fue, en un principio, la actividad fundamental que les ocup�. Nacidos entre los montes y el mar, �sta les pillaba demasiado pr�xima y muchos se dedicaron a ella, pescando y comerciando. M�s tarde se armaron para defenderse de los peligros que los piratas extranjeros les supon�an y s�lo despu�s de armarse, se dedicaron a piratear por su cuenta.

As�, los corsarios, adem�s de pescar y comerciar, se dedicaban al robo. En ello tuvieron mucho que ver las "patentes de corso", es decir, el permiso que un rey daba a sus s�bditos marineros para perseguir a los enemigos de la Corona hasta apropiarse de lo que �stos portaran. A un corsario un rey daba permiso para robar y otro le colgaba por lo mismo.

En la concesi�n de este permiso se diferenciaba un corsario de un pirata. El corsario, pues, recib�a la patente de corso de la autoridad real o de un gobierno, para hacer la guerra a otra naci�n o para interrumpir su tr�fico comercial. El pirata, era un ladr�n que robaba tambi�n en el mar, pero sin permiso alguno.

Las patentes de corso

Francia y luego Inglaterra inauguraron en el primer cuarto del siglo XVI la pirater�a en corso al enemigo (con permiso del rey) contra el tr�fico espa�ol de Indias, salt�ndose las bulas papales y la prohibiciones del Concejo de Indias y de la Casa de la Contrataci�n y luchando contra el monopolio ejercido por Espa�a sobre unas colonias ricas en plata.

El inter�s de los reyes espa�oles por impedir los robos y dificultar el comercio de sus enemigos encontr� el medio �til, al dar patente al asalto y robo de las naves hostiles, en las figuras de los aguerridos y experimentados lobos de mar que poblaban las villas de la costa vasca. La Corona les amparaba con la condici�n de molestar a sus enemigos en sus barcos, por lo que comenzaron los vascos a dedicarse a tan lucrativo empleo, sobre todo sino era �poca de ballenas.

Las primeras patentes de corso a los vascofranceses no se dieron hasta 1528, aunque hay que decir que los labortanos, fueron de todo: corsarios, piratas, filibusteros y bucaneros. Para nuestras provincias tenemos testimonios de fines del siglo XV, como las c�dulas expedidas en 1497 y 1498 por Fernando el Cat�lico, que permiten el corso sin restricci�n alguna a los guipuzcoanos y vizcainos.
Ducatón de Navarra y Francia, 1733. Ocho Reales de Carlos III, 1796, 1800 y 1807. Ocho Reales de Fernando VII, 1822. Moneda de Enrique II de Navarra, 1587. Un Real de Fernando I de Navarra, 1513?. Dos Reales de Felipe V, 1721.
38. Ducat�n de Navarra y Francia, 1733. Ocho Reales de Carlos III, 1796, 1800 y 1807. Ocho Reales de Fernando VII, 1822. Moneda de Enrique II de Navarra, 1587. Un Real de Fernando I de Navarra, 1513?. Dos Reales de Felipe V, 1721.
� Joseba Urretabizkaia
“El guipuzcoano instrudo”. San Sebastián, 1780.
39. "El guipuzcoano instrudo". San Sebasti�n, 1780. � Joseba Urretabizkaia
Veamos una patente de corso. Valga para tal ejemplo la que ten�a la fragata "Nuestra Se�ora del Rosario", construida en el siglo XVII en San Sebasti�n.
"En virtud de la presente, permito al dicho capit�n, Pedro de Ez�bal, que en conformidad de las Ordenanzas del Corso, de 29 de diciembre de 1621 y 12 de septiembre de 1624, puede salir a corso con la referida fragata gente de guerra, armas y municiones necesarias, y recorrer las costas de Espa�a, Berber�a y las de Francia, pelear y apresar los bajeles que de la naci�n francesa encontrare, por la guerra declarada con aquella Corona; y a los dem�s corsarios turcos y moros que pudiere; y a otras embarcaciones que fueren de enemigos de mi Real Corona, con calidad y declaraci�n que no pueda ir ni pasar con su fragata a las costas del Brasil, islas de las Terceras, Madera y Canarias, ni a las costas de las Indias con ning�n pretexto...

Dada en Madrid, a 28 de agosto de 1690. Yo, el Rey".
Reparto del botín de una nave corsaria.
40. Reparto del bot�n de una nave corsaria.
� Joseba Urretabizkaia
El edificio que actualmente ocupa el Untzi Museoa en Donostia.
41. El edificio que actualmente ocupa el Untzi Museoa en Donostia, fue lonja y c�rcel del Consulado de San Sebasti�n.
� Joseba Urretabizkaia
Las mercader�as arrebatadas eran entregadas por los corsarios a las autoridades, Justicia Real o gobernadores de la provincia.

Lo que ocurri� es que algunos corsarios siguieron practicando el robo, unas veces sin esperar la bula real, otras veces con la patente caducada, y otras tantas en temporadas de paz entre Espa�a y sus enemigos. Todos estos �ltimos sol�an estar mal vistos por los convencionalismos y se les denomin� "piratas".

En Gipuzkoa, concretamente, las patentes de corso las tramit� en un primer momento la propia alcald�a de San Sebasti�n, hasta que el Consulado, a�os m�s tarde, se ocup� igualmente de ello, y ambos sentenciaron sobre la legitimidad de cada aprensi�n que entraba en el puerto. Luego las Reales Ordenanzas del Corso se�alaban el reparto del bot�n. Seg�n �stas la artiller�a y los prisioneros correspond�an a la Justicia Real, mientras que el barco y su mercader�a se quedaban para la familia corsaria, reparti�ndoselo proporcionalmente entre los armadores, el capit�n y toda la mariner�a, seg�n la antig�edad de cada uno en la nave.

C�mo y d�nde actuaban

La habilidad de los hombres, la decisi�n de los capitanes y la codicia de la mariner�a, incluyendo la de los armadores, eran condiciones de las que abundantemente dispon�an aquellos nav�os para el corso y la pirater�a.

Una vez instituidos como tales, el n�mero de corsarios vascos fue creciendo r�pidamente, situ�ndose a lo largo de toda la costa vasca, y el campo de sus actividades se extendi� en proporci�n.

Las bases principales de los corsarios guipuzcoanos, estaban en Donostia, Pasaia y Hondarribia, y su campo de acci�n se extend�a en un primer momento hasta el Canal de la Mancha en Inglaterra. M�s adelante este campo se ampli� hacia el norte de Europa, las costas americanas y las costas de la Berber�a, en el norte de Africa.

Las naves de los corsarios eran de propiedad particular y estaban fletadas por su propietario. Normalmente eran elegidas por su velocidad y su poco calado.

El m�todo principal de combate era el abordaje, combinado con el uso de la artiller�a. De todas formas no iban excesivamente armados, si no que al confiar sus victorias a los abordajes, permit�an que as� el barco apresado sufriera menos da�os, pues luego ten�an que venderlo. Normalmente prefer�an el merodeo al acecho, es decir, navegar en busca de presas en vez de esperarlas en un punto fijo, aunque se combinaran las dos t�cticas.
Pasaia junto a Donostia y Hondarribia.
42. Pasaia junto a Donostia y Hondarribia fue una de las bases principales de los corsarios guipuzcoanos. � Joseba Urretabizkaia
"El guipuzcoano instruido". San Sebastián, 1780.
43."El guipuzcoano instruido". San Sebasti�n, 1780. � Joseba Urretabizkaia
Otras veces se esperaba en el puerto a que llegase informaci�n sobre los mercantes enemigos. Los corsarios navegaban sobre todo en solitario, a veces en parejas y pocas veces, cuando el enemigo era fuerte, en grupos mayores, peque�as flotillas, donde el reparto justo de las presas se hac�a dif�cil y era menor.

En cuanto a las presas, unas veces simulando adentrarse a la caza de ballenas, pod�an hacer presa en nav�os pesqueros ingleses y franceses; y otras veces, aprehend�an las bodegas de los mercantes, cargados de vino, pa�os, sedas, brea y resina. Los nav�os atacados, por consiguiente, formaban para defenderse convoyes y obligaban a los corsarios a organizar multitud de planes para apoderarse de ellos. Tambi�n existi� el rescate como forma de bot�n, es decir, el canje de los prisioneros hechos por los corsarios por dinero o, en ocasiones, el canje de estos prisioneros por ciertas personas.
Pistola inglesa de chispa del siglo XVIII.
44. Pistola inglesa de chispa del siglo XVIII.
� Joseba Urretabizkaia
Montón herrado.
45. Mont�n herrado. � Joseba Urretabizkaia
Por �ltimo nos queda rese�ar la importancia del corso, sobre todo en lo que a nuestras costas se refiere, si lo deducimos del n�mero de corsarios que hubo.
Parece que las tripulaciones de las embarcaciones del corso fueron muy numerosas. En el Golfo de Bizkaia y durante el siglo XVII, siglo de oro del corso vasco, las tripulaciones de las embarcaciones corsarias eran proporcionalmetne m�s numerosas que las que inclu�an las embarcaciones de la Armada Real.
En las expediciones lejanas este n�mero se reduc�a por la necesidad de mayor cantidad de bastimentos.
El corso, pues, exig�a un gran n�mero de tripulantes y la poblaci�n vasca no era tan numerosa, por lo que se recurr�a a levas. Las embarcaciones corsarias en activo, aunque muy numerosas, eran limitadas y solo sal�an cuando volv�an las tripulaciones de otras que hab�an estado en el mar.
¡Al abordaje! Dibujo de Tillac.
46. �Al abordaje! Dibujo de Tillac.
� Joseba Urretabizkaia
Hachas. Siglos XVI-XVII.
47. Hachas. Siglos XVI-XVII.
� Joseba Urretabizkaia
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