CORSARIOS VASCOS
Notas previas
Gipuzkoa ha vivido siempre de espaldas a la larga epopeya que muchos de sus mayores vivieron en las costas y los mares, epopeya excepcionalmente escrita por los pocos descendientes de aquella legi�n de navegantes, pescadores, constructores navales y corsarios que dejaron desde entonces de ser actores principales de la poderosa acci�n que los moviliz�.Ha sido luego suficiente dejar pasar los tres �ltimos siglos de historia en silencio para borrar casi en absoluto la identidad vasca de sus se�as de vida mar�tima. En lo que a los corsarios vascos se refiere, este silencio es comprensible, en parte, debido a la oscuridad que ha rodeado a muchos de ellos. La raz�n estar�a (seg�n Michel Iriart) en la costumbre que ten�an muchos armadores de quemar todos los documentos relativos a aquellos que los enriquecieron muy a menudo. Por otra parte muchos corsarios se distinguieron �nicamente en un viaje o crucero y con este dato sobresaliente no se ha podido indagar m�s sobre sus or�genes, vida y campa�as anteriores y posteriores al hecho �nico que les dio renombre
35. Marinero vasco. � Joseba Urretabizkaia
36. Mapamundi de Antonio Lafredi (1580).
� Joseba Urretabizkaia
� Joseba Urretabizkaia
37. Bombarda.
� Joseba Urretabizkaia
Es necesario dejar claro que los corsarios no nacieron con vocaci�n de robo, sino de mar, pues la pesca fue, en un principio, la actividad fundamental que les ocup�. Nacidos entre los montes y el mar, �sta les pillaba demasiado pr�xima y muchos se dedicaron a ella, pescando y comerciando. M�s tarde se armaron para defenderse de los peligros que los piratas extranjeros les supon�an y s�lo despu�s de armarse, se dedicaron a piratear por su cuenta.
As�, los corsarios, adem�s de pescar y comerciar, se dedicaban al robo. En ello tuvieron mucho que ver las "patentes de corso", es decir, el permiso que un rey daba a sus s�bditos marineros para perseguir a los enemigos de la Corona hasta apropiarse de lo que �stos portaran. A un corsario un rey daba permiso para robar y otro le colgaba por lo mismo.
En la concesi�n de este permiso se diferenciaba un corsario de un pirata. El corsario, pues, recib�a la patente de corso de la autoridad real o de un gobierno, para hacer la guerra a otra naci�n o para interrumpir su tr�fico comercial. El pirata, era un ladr�n que robaba tambi�n en el mar, pero sin permiso alguno.
As�, los corsarios, adem�s de pescar y comerciar, se dedicaban al robo. En ello tuvieron mucho que ver las "patentes de corso", es decir, el permiso que un rey daba a sus s�bditos marineros para perseguir a los enemigos de la Corona hasta apropiarse de lo que �stos portaran. A un corsario un rey daba permiso para robar y otro le colgaba por lo mismo.
En la concesi�n de este permiso se diferenciaba un corsario de un pirata. El corsario, pues, recib�a la patente de corso de la autoridad real o de un gobierno, para hacer la guerra a otra naci�n o para interrumpir su tr�fico comercial. El pirata, era un ladr�n que robaba tambi�n en el mar, pero sin permiso alguno.
Las patentes de corso
Francia y luego Inglaterra inauguraron en el primer cuarto del siglo XVI la pirater�a en corso al enemigo (con permiso del rey) contra el tr�fico espa�ol de Indias, salt�ndose las bulas papales y la prohibiciones del Concejo de Indias y de la Casa de la Contrataci�n y luchando contra el monopolio ejercido por Espa�a sobre unas colonias ricas en plata.El inter�s de los reyes espa�oles por impedir los robos y dificultar el comercio de sus enemigos encontr� el medio �til, al dar patente al asalto y robo de las naves hostiles, en las figuras de los aguerridos y experimentados lobos de mar que poblaban las villas de la costa vasca. La Corona les amparaba con la condici�n de molestar a sus enemigos en sus barcos, por lo que comenzaron los vascos a dedicarse a tan lucrativo empleo, sobre todo sino era �poca de ballenas.
Las primeras patentes de corso a los vascofranceses no se dieron hasta 1528, aunque hay que decir que los labortanos, fueron de todo: corsarios, piratas, filibusteros y bucaneros. Para nuestras provincias tenemos testimonios de fines del siglo XV, como las c�dulas expedidas en 1497 y 1498 por Fernando el Cat�lico, que permiten el corso sin restricci�n alguna a los guipuzcoanos y vizcainos.
38. Ducat�n de Navarra y Francia, 1733. Ocho Reales de Carlos III, 1796, 1800 y 1807. Ocho Reales de Fernando VII, 1822. Moneda de Enrique II de Navarra, 1587. Un Real de Fernando I de Navarra, 1513?. Dos Reales de Felipe V, 1721.
� Joseba Urretabizkaia
� Joseba Urretabizkaia
39. "El guipuzcoano instrudo". San Sebasti�n, 1780.
� Joseba Urretabizkaia
Veamos una patente de corso. Valga para tal ejemplo la que ten�a la fragata "Nuestra Se�ora del Rosario", construida en el siglo XVII en San Sebasti�n.
"En virtud de la presente, permito al dicho capit�n, Pedro de Ez�bal, que en conformidad de las Ordenanzas del Corso, de 29 de diciembre de 1621 y 12 de septiembre de 1624, puede salir a corso con la referida fragata gente de guerra, armas y municiones necesarias, y recorrer las costas de Espa�a, Berber�a y las de Francia, pelear y apresar los bajeles que de la naci�n francesa encontrare, por la guerra declarada con aquella Corona; y a los dem�s corsarios turcos y moros que pudiere; y a otras embarcaciones que fueren de enemigos de mi Real Corona, con calidad y declaraci�n que no pueda ir ni pasar con su fragata a las costas del Brasil, islas de las Terceras, Madera y Canarias, ni a las costas de las Indias con ning�n pretexto...
Dada en Madrid, a 28 de agosto de 1690. Yo, el Rey".
"En virtud de la presente, permito al dicho capit�n, Pedro de Ez�bal, que en conformidad de las Ordenanzas del Corso, de 29 de diciembre de 1621 y 12 de septiembre de 1624, puede salir a corso con la referida fragata gente de guerra, armas y municiones necesarias, y recorrer las costas de Espa�a, Berber�a y las de Francia, pelear y apresar los bajeles que de la naci�n francesa encontrare, por la guerra declarada con aquella Corona; y a los dem�s corsarios turcos y moros que pudiere; y a otras embarcaciones que fueren de enemigos de mi Real Corona, con calidad y declaraci�n que no pueda ir ni pasar con su fragata a las costas del Brasil, islas de las Terceras, Madera y Canarias, ni a las costas de las Indias con ning�n pretexto...
Dada en Madrid, a 28 de agosto de 1690. Yo, el Rey".
40. Reparto del bot�n de una nave corsaria.
� Joseba Urretabizkaia
� Joseba Urretabizkaia
41. El edificio que actualmente ocupa el Untzi Museoa en Donostia, fue lonja y c�rcel del Consulado de San Sebasti�n.
� Joseba Urretabizkaia
� Joseba Urretabizkaia
Las mercader�as arrebatadas eran entregadas por los corsarios a las autoridades, Justicia Real o gobernadores de la provincia.
Lo que ocurri� es que algunos corsarios siguieron practicando el robo, unas veces sin esperar la bula real, otras veces con la patente caducada, y otras tantas en temporadas de paz entre Espa�a y sus enemigos. Todos estos �ltimos sol�an estar mal vistos por los convencionalismos y se les denomin� "piratas".
En Gipuzkoa, concretamente, las patentes de corso las tramit� en un primer momento la propia alcald�a de San Sebasti�n, hasta que el Consulado, a�os m�s tarde, se ocup� igualmente de ello, y ambos sentenciaron sobre la legitimidad de cada aprensi�n que entraba en el puerto. Luego las Reales Ordenanzas del Corso se�alaban el reparto del bot�n. Seg�n �stas la artiller�a y los prisioneros correspond�an a la Justicia Real, mientras que el barco y su mercader�a se quedaban para la familia corsaria, reparti�ndoselo proporcionalmente entre los armadores, el capit�n y toda la mariner�a, seg�n la antig�edad de cada uno en la nave.
Lo que ocurri� es que algunos corsarios siguieron practicando el robo, unas veces sin esperar la bula real, otras veces con la patente caducada, y otras tantas en temporadas de paz entre Espa�a y sus enemigos. Todos estos �ltimos sol�an estar mal vistos por los convencionalismos y se les denomin� "piratas".
En Gipuzkoa, concretamente, las patentes de corso las tramit� en un primer momento la propia alcald�a de San Sebasti�n, hasta que el Consulado, a�os m�s tarde, se ocup� igualmente de ello, y ambos sentenciaron sobre la legitimidad de cada aprensi�n que entraba en el puerto. Luego las Reales Ordenanzas del Corso se�alaban el reparto del bot�n. Seg�n �stas la artiller�a y los prisioneros correspond�an a la Justicia Real, mientras que el barco y su mercader�a se quedaban para la familia corsaria, reparti�ndoselo proporcionalmente entre los armadores, el capit�n y toda la mariner�a, seg�n la antig�edad de cada uno en la nave.
C�mo y d�nde actuaban
La habilidad de los hombres, la decisi�n de los capitanes y la codicia de la mariner�a, incluyendo la de los armadores, eran condiciones de las que abundantemente dispon�an aquellos nav�os para el corso y la pirater�a.Una vez instituidos como tales, el n�mero de corsarios vascos fue creciendo r�pidamente, situ�ndose a lo largo de toda la costa vasca, y el campo de sus actividades se extendi� en proporci�n.
Las bases principales de los corsarios guipuzcoanos, estaban en Donostia, Pasaia y Hondarribia, y su campo de acci�n se extend�a en un primer momento hasta el Canal de la Mancha en Inglaterra. M�s adelante este campo se ampli� hacia el norte de Europa, las costas americanas y las costas de la Berber�a, en el norte de Africa.
Las naves de los corsarios eran de propiedad particular y estaban fletadas por su propietario. Normalmente eran elegidas por su velocidad y su poco calado.
El m�todo principal de combate era el abordaje, combinado con el uso de la artiller�a. De todas formas no iban excesivamente armados, si no que al confiar sus victorias a los abordajes, permit�an que as� el barco apresado sufriera menos da�os, pues luego ten�an que venderlo. Normalmente prefer�an el merodeo al acecho, es decir, navegar en busca de presas en vez de esperarlas en un punto fijo, aunque se combinaran las dos t�cticas.
42. Pasaia junto a Donostia y Hondarribia fue una de las bases principales de los corsarios guipuzcoanos.
� Joseba Urretabizkaia
43."El guipuzcoano instruido". San Sebasti�n, 1780. � Joseba Urretabizkaia
Otras veces se esperaba en el puerto a que llegase informaci�n sobre los mercantes enemigos. Los corsarios navegaban sobre todo en solitario, a veces en parejas y pocas veces, cuando el enemigo era fuerte, en grupos mayores, peque�as flotillas, donde el reparto justo de las presas se hac�a dif�cil y era menor.
En cuanto a las presas, unas veces simulando adentrarse a la caza de ballenas, pod�an hacer presa en nav�os pesqueros ingleses y franceses; y otras veces, aprehend�an las bodegas de los mercantes, cargados de vino, pa�os, sedas, brea y resina. Los nav�os atacados, por consiguiente, formaban para defenderse convoyes y obligaban a los corsarios a organizar multitud de planes para apoderarse de ellos. Tambi�n existi� el rescate como forma de bot�n, es decir, el canje de los prisioneros hechos por los corsarios por dinero o, en ocasiones, el canje de estos prisioneros por ciertas personas.
En cuanto a las presas, unas veces simulando adentrarse a la caza de ballenas, pod�an hacer presa en nav�os pesqueros ingleses y franceses; y otras veces, aprehend�an las bodegas de los mercantes, cargados de vino, pa�os, sedas, brea y resina. Los nav�os atacados, por consiguiente, formaban para defenderse convoyes y obligaban a los corsarios a organizar multitud de planes para apoderarse de ellos. Tambi�n existi� el rescate como forma de bot�n, es decir, el canje de los prisioneros hechos por los corsarios por dinero o, en ocasiones, el canje de estos prisioneros por ciertas personas.
44. Pistola inglesa de chispa del siglo XVIII.
� Joseba Urretabizkaia
� Joseba Urretabizkaia
45. Mont�n herrado. � Joseba Urretabizkaia
Por �ltimo nos queda rese�ar la importancia del corso, sobre todo en lo que a nuestras costas se refiere, si lo deducimos del n�mero de corsarios que hubo.
Parece que las tripulaciones de las embarcaciones del corso fueron muy numerosas. En el Golfo de Bizkaia y durante el siglo XVII, siglo de oro del corso vasco, las tripulaciones de las embarcaciones corsarias eran proporcionalmetne m�s numerosas que las que inclu�an las embarcaciones de la Armada Real.
En las expediciones lejanas este n�mero se reduc�a por la necesidad de mayor cantidad de bastimentos.
El corso, pues, exig�a un gran n�mero de tripulantes y la poblaci�n vasca no era tan numerosa, por lo que se recurr�a a levas. Las embarcaciones corsarias en activo, aunque muy numerosas, eran limitadas y solo sal�an cuando volv�an las tripulaciones de otras que hab�an estado en el mar.
Parece que las tripulaciones de las embarcaciones del corso fueron muy numerosas. En el Golfo de Bizkaia y durante el siglo XVII, siglo de oro del corso vasco, las tripulaciones de las embarcaciones corsarias eran proporcionalmetne m�s numerosas que las que inclu�an las embarcaciones de la Armada Real.
En las expediciones lejanas este n�mero se reduc�a por la necesidad de mayor cantidad de bastimentos.
El corso, pues, exig�a un gran n�mero de tripulantes y la poblaci�n vasca no era tan numerosa, por lo que se recurr�a a levas. Las embarcaciones corsarias en activo, aunque muy numerosas, eran limitadas y solo sal�an cuando volv�an las tripulaciones de otras que hab�an estado en el mar.
46. �Al abordaje! Dibujo de Tillac.
� Joseba Urretabizkaia
� Joseba Urretabizkaia
47. Hachas. Siglos XVI-XVII.
� Joseba Urretabizkaia
� Joseba Urretabizkaia