La encrucijada de un funeral español / Fernando Aguirre | Excélsior

La encrucijada de un funeral español

Columnista Invitado Nacional

Columnista Invitado Nacional

Por Fernando Aguirre

 

A raíz del funeral de Estado de la reina Isabel II de Reino Unido, en España se avivó recientemente la discusión entre pro y antimonárquicos de la política y sociedad española sobre qué tipo de funeral está previsto a ofrecerse al rey emérito Juan Carlos I, y si el contexto actual permite ejecutarlo o sufrirá una posible modificación luego de los señalamientos de corrupción y otros escándalos en los que se ha visto envuelto después de abdicar.

Recordemos que don Juan Carlos tiene casi 85 años y que sus múltiples padecimientos lo han llevado al quirófano en diversas ocasiones para tratarlo por un nódulo en el pulmón, un carcinoma, intervenciones en la rodilla y padecimientos del corazón.

Sin olvidar que, en abril de 2012, sufrió de una rotura de la cadera derecha tras su caída en un safari en Botsuana, donde se encontraba cazando elefantes, y que lo ha mantenido desde entonces con serias afectaciones de movilidad. Para nadie es un secreto que en la última década su salud se ha visto bastante deteriorada.

Al dimitir, el gobierno de Mariano Rajoy le concedió a Juan Carlos de Borbón el título de rey emérito con honores equivalentes a los establecidos para el heredero de la corona, príncipe o princesa de Asturias. Por lo que sus peores detractores no podrán impedir lo que está previsto en el Real Decreto 684/2010, en el que se inscriben cómo será la rendición de honores militares en sus honras fúnebres.

Será la Presidencia del Gobierno o el Ministerio de Defensa el responsable de la organización y concreción de los funerales que se celebren, por supuesto, con la participación de la Casa de Su Majestad el Rey, cuando así proceda.

De no haber ningún cambio y con aprobación absoluta del rey Felipe VI, según la ley, corresponderá a don Juan Carlos que sus exequias comiencen, al conocerse la noticia de su deceso, que en las unidades de las Fuerzas Armadas se disponga que las banderas y estandartes sean izadas a media asta y con corbata negra; se ordenará que por una batería de cada plaza en que exista artillería y por uno de los buques de la Armada fondeados en cada puerto nacional se efectúe una salva de cuatro cañonazos.

En tanto el cadáver esté de cuerpo presente, las baterías en tierra y a flote harán cada día una salva de cuatro cañonazos a las ocho horas y otra al ocaso. Las fuerzas pertenecientes a la Guardia Real, con bandera, escuadra de gastadores, banda y música, constituirán la guardia de honor y serán las encargadas de rendir honores militares a los restos mortales. De estas fuerzas, ocho guardias reales se colocarán a ambos lados del féretro.

Los restos mortales serán conducidos en un armón de artillería. Formarán a la cabeza del cortejo las fuerzas que lo acompañan; la guardia de honor lo hará en la retaguardia.

En el momento de la inhumación se hará una salva de diecinueve cañonazos por una batería de la plaza donde se verifique el entierro y por un buque de guerra cuando se trate de plaza marítima, y una descarga de fusilería por la guardia de honor.

¿Se le otorgarán a don Juan Carlos honores de rey en su despedida? Llegado el momento se sabrá qué concesión dará el rey Felipe VI a su padre. La decisión difícil la tiene el gobierno español, pues ofrecer o no un funeral de Estado al hombre que reinó 39 años y que logró llevar a su país a una transición tersa hacia la democracia, por supuesto que levanta pasiones hoy en día.

No se puede negar el gran impulso que el rey emérito dio al desarrollo económico, político, social, cultural y proyección internacional de la España posfranquista. Entonces, ¿vale la pena regatearle un merecido homenaje? Por mucho menos de  lo que hizo Juan Carlos de Borbón, más de un rey español ha recibido honores militares y funerales de Estado y, por supuesto, descansa eternamente en El Escorial.

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