Juan Federico el Magnánimo, elector de Sajonia
1533. Óleo sobre tabla, 20 x 14 cmNo expuesto
Se trata sin duda de una obra realizada según métodos de trabajo propios de algunos talleres alemanes del siglo XVI, como el de Lucas Cranach, que entre 1532 y 1533 realizó ciento veinte retratos análogos de los electores de Sajonia, encargados por el propio Juan Federico tras su ascenso al poder en 1532, y que las diferentes actividades del maestro en ese momento (cancillería de Wittenberg, imprenta y farmacia) le impedían llevar a cabo personalmente. No hay que olvidar que Cranach fue pintor de corte de los electores, sobre todo de Juan Federico, con quien tuvo una especial amistad. Que se trata de uno de estos pequeños retratos conmemorativos, o de «presentación», hechos en serie, se podría deducir por su parecido con los mencionados retratos, pintados en tablitas de formatos y medidas normalizados, utilizando técnicas de reproducción mecánica, así como con las diversas versiones de esta imagen del elector. Así lo indica la repetición del mismo esquema compositivo definido por un dibujo muy básico y el uso de apenas tres colores. Los datos obtenidos del examen técnico apuntan a que las diferentes réplicas del Magnánimo se hicieron a partir de dibujos autógrafos del pintor. En todas las versiones conservadas, el rostro es prácticamente idéntico, aunque varían entre ellas los atributos o la posición de la figura. Es tanta la economía de medios con la que está realizada esta obra, que las sombras de los volúmenes de las carnaciones proceden en gran parte del dibujo subyacente (la nariz ni siquiera está pintada en superficie), y apenas han sido matizadas con una levísima veladura. Hay aspectos de la ejecución que deben ser entendidos como intentos de enmascarar las prácticas de taller, tan sutiles como los minúsculos esgrafiados que acentúan el cabello y la barba. Las dimensiones estándar de la tabla, el tipo de dibujo subyacente –de líneas continuas, de aspecto sintético y limitadas a los perfiles–, traspasado a partir de un dibujo preparatorio y no ejecutado a mano alzada, no hacen sino corroborar que nos encontramos ante el producto de un diestro miembro del taller de Cranach, que en última instancia era el responsable último de su concepción (Este texto se basa en Gónzález Mozo, A.: El Retrato del Renacimiento, Museo del Prado, 2008, pág. 338).