Cuando Elizabeth Alexandra Mary tenía 10 años su vida cambió, tomando el rumbo que el destino tenía guardado para ella. Siendo la tercera en la línea de sucesión al trono, Elizabeth fue educada para asumir eventualmente la responsabilidad de servir al pueblo británico y realizar funciones públicas para fortalecer la unidad y la identidad nacional. Un año después de la muerte de su padre, el rey Jorge VI, en junio de 1953 Isabel fue coronada como Reina del Reino Unido y de los Reinos de la Mancomunidad de las Naciones, y es también gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra.

A lo largo de los años, la figura de la Reina ha sido admirada y controvertida, igualmente aclamada y criticada, pero detrás de la figura pública hay una mujer valiente, consistente y devota nacionalista que ha antepuesto el interés de su pueblo al propio. 

Además de ser la monarca más longeva y con más años de reinado (superando a la Reina Victoria quien reinó por 64 años), Isabel II ha sido un ícono histórico de suma relevancia. Con las enseñanzas de Winston Churchill, aprendió a llevar un liderazgo social en comparsa con el liderazgo político del país y a ser una gran negociadora, a sobresalir en los hitos de la historia y a superar los desafíos de una sociedad convulsa y cambiante. 

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La Reina ha acompañado a muchas generaciones en el desarrollo de una visión de Estado desde las crisis y los momentos difíciles hasta el liderazgo regional, ha sabido mantener a la Casa Real a pesar de los movimientos antimonárquicos y las disrupciones políticas y sociales en el Reino Unido.

A pesar de los escándalos, las especulaciones y los problemas propios de la vida personal, familiar y social, Isabel II ha prevalecido como un símbolo de Estado que difícilmente tendrá un equivalente en la posteridad. Son muchos los capítulos de la historia contemporánea en los que Isabel II ha hecho mancuerna extraordinaria con los órdenes de gobierno británico, logrando la reconstrucción de un país devastado por la Segunda Guerra Mundial, convirtiéndolo en un referente europeo de desarrollo y crecimiento.

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Hay mucho que aprender de su liderazgo, sobre todo de las habilidades que ha mostrado para fortalecer la visión de futuro, la política exterior y acompañar el rumbo de su país en momentos álgidos. Hay incontables anécdotas en la historia mundial en la que Isabel II ha dejado huella y a través de las cuáles ha dejado huella en la agenda global. Desde su servicio militar en el ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial, sus transmisiones por radio y televisión con mensajes hacia sus connacionales en momentos clave, el binomio con Winston Churchill, Margaret Thatcher, Tony Blair, David Cameron y Theresa May para dar rumbo y certeza, pero también para respaldar las políticas públicas y la agenda interna y la política exterior.

En el balance general del reinado más sólido de la historia mundial, Isabel II hoy le hace honor al platino, con un legado de valor superior al oro. Probablemente los ojos de las próximas generaciones no logren ver un liderazgo similar o una monarquía como la que ella encabeza, pero por ahora el mundo es espectador de una celebración que con un gran simbolismo da esperanza en tiempos difíciles y muestra la resiliencia del ser humano y la gran capacidad que tenemos las mujeres.

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