A las siete y media de la ma�ana del 6 de febrero de 1952, el valet real llam� a la puerta de la habitaci�n donde dorm�a Jorge VI en Sandringham House (Norfolk), la residencia de invierno de la familia real brit�nica. Su obligaci�n era despertarle a esa hora. Y, tras insistir varias veces sin que el monarca se diera por aludido, decidi� abrir la puerta y penetrar en la alcoba. Se encontr� al soberano brit�nico muerto. Los m�dicos determinar�an enseguida que su coraz�n hab�a dejado de latir poco despu�s de la media noche, mientras dorm�a, al sufrir una trombosis coronaria.
Se han cumplido el pasado domigo 70 a�os del fallecimiento de Jorge VI, cabeza del Reino Unido y de sus dominios que entonces englobaban vastos territorios en todos los continentes en los que viv�an uno de cada cinco habitantes del globo, a pesar de que Londres hab�a perdido pocos a�os antes la joya de la corona, la India, y con ello Jorge VI hab�a dejado de ser emperador.
La fulminante desaparici�n del rey a los 56 a�os cogi� a todos por sorpresa. Incluida, por supuesto, su hija primog�nita, Isabel. La princesa hab�a viajado junto a su marido, Felipe de Edimburgo, hasta Kenia, donde la pareja real ten�a previsto iniciar una larga gira por �frica y Ocean�a. Las complicaciones con las comunicaciones de la �poca y un problema con el sistema de cifrado en clave empleado por la Embajada brit�nica dificultaron que la joven Isabel se enterara de lo ocurrido.
Ese d�a se hab�a levantado como princesa heredera en las formidables instalaciones de un parque de caza keniano y lo terminar�a recibiendo del s�quito que acompa�aba al matrimonio, adem�s del p�same, el tratamiento que tan a su pesar le correspond�a como nueva jefa de Estado. Isabel II, que seg�n los historiadores pasar� a la posteridad como la grande, es la reina que ha pulverizado todos los r�cords. Y este 2022 el Reino Unido y toda la Commonwealth se preparan ya para festejar su jubileo de platino con motivo de sus siete d�cadas de reinado, unos fastos que se antojan apote�sicos y que en Buckingham conf�an en que no se vean empa�ados por ning�n esc�ndalo de la dinast�a, en especial el del juicio al pr�ncipe Andr�s por el espinoso asunto de abusos sexuales.
Bien conocida es la an�cdota que se vivi� cuando Isabel II y su marido aterrizaron en Londres un d�a despu�s de la muerte del rey. La monarca tuvo que esperar unos minutos en el interior del avi�n hasta que lleg� una azafata de palacio con un traje negro para poder cambiarse de ropa y dejarse ver al fin de luto riguroso. Desde entonces, entre el vestuario que ha acompa�ado a la soberana en sus infinitos viajes durante estas d�cadas nunca ha faltado un conjunto azabache.
Jorge VI expir� tras un r�pido deterioro de su salud, poco despu�s de ser sometido a una operaci�n de c�ncer de pulm�n. Para el pueblo brit�nico fue un aut�ntico shock, porque el rey inesperado, el hombre que se hab�a visto obligado a sentarse en el trono sin desearlo, el segund�n que nunca recibi� preparaci�n para asumir la corona, se hab�a desempe�ado como un magn�fico monarca en una etapa tan dif�cil como la Segunda Guerra Mundial.
Parec�a a estas alturas que ya se sab�a todo sobre su biograf�a. Y, sin embargo, en v�speras de este aniversario tan redondo de su muerte, se ha conocido una carta de Eduardo VIII -hermano de nuestro protagonista- que demostrar�a que, en su juventud, Alberto -nombre de quien se convertir�a en Jorge VI- habr�a mantenido una relaci�n amorosa con una mujer casada, la socialite australiana Lady Sheila Loughborough. El pr�ncipe, muy joven entonces, estaba a�n soltero. Y el affaire se habr�a prolongado entre 1918 y 1920, cuando el padre de Alberto, el rey Jorge V, tom� cartas en el asunto y oblig� a su querido segundo hijo a cortar amarras con su poco apropiada amante. Poco despu�s el pr�ncipe recibir�a el t�tulo de duque de York y conocer�a a Isabel Bowes-Lyon, perteneciente a una antigua dinast�a de la aristocracia escocesa, con la que contraer�a matrimonio en 1923.
Qu� importante ser�a Isabel en el reinado de Jorge VI...
EL FRENO DE LA TARTAMUDEZ
Alberto, nacido en 1895, fue el segundo hijo de los futuros reyes Jorge V y Mar�a de Teck. Mal estudiante y con una severa tartamudez que le marcar�a toda su vida, estaba predestinado a un papel segund�n que casaba bien con su car�cter introspectivo. Pero todo cambio con el terremoto para la monarqu�a brit�nica que supuso, en diciembre de 1936 la abdicaci�n de su hermano Eduardo VIII -en el trono desde hac�a menos de un a�o-, obligado a renunciar a la corona por su gran amor, Wallis Simpson.
Pocos daban un duro por Jorge VI como rey. Y, sin embargo, salv� la instituci�n y la consolid� con unos niveles extraordinarios de popularidad, gracias al papel que el matrimonio real desempe�� durante la Segunda Guerra Mundial, con decisiones tan acertadas como la de mantenerse en Londres toda la contienda. La magn�fica pel�cula El discurso del rey retrata los esfuerzos que tuvo que hacer, estimulado por su mujer, para superar sus problemas del habla. El soberano se gan� el respeto de un pueblo que despu�s se lo ha brindado tambi�n a su hija. Pero esa es otra historia.
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