Isabel II y la historia reciente de Reino Unido, del Imperio al Brexit

Isabel II y la historia reciente de Reino Unido, del Imperio al Brexit

El extenso reinado de Isabel II se enmarca en una etapa de profundas transformaciones y acontecimientos históricos que han determinado la realidad actual del país y que van desde el desmoronamiento del Imperio colonial hasta el más reciente Brexit

Isabel II y la historia reciente de Reino Unido, del Imperio al Brexit (José Luis Hernández Garvi)

Creado:

Actualizado:

El Gobierno británico de posguerra fue incapaz de responder a los graves problemas sociales y económicos surgidos de la Gran Guerra. Los soldados que retornaban del frente no encontraban empleo en medio de la depresión económica. Los cambios imparables del comercio internacional convirtieron en obsoletas muchas de las industrias británicas tradicionales, como la minería del carbón o la textil del algodón, incapaces de competir ante la producción de países emergentes. Las huelgas y el descontento recorrieron las principales ciudades de la metrópoli de un Imperio que la Gran Depresión del 29 empezó a agrietar.

Isabel II y la historia reciente de Reino Unido, del imperio al Brexit

La reina Isabel II firma su Mensaje anual del Día de la Commonwealth en el Salón de San Jorge del Castillo de Windsor. Foto: Getty.

En este contexto de inestabilidad, el 21 de abril de 1926 nació Isabel, la hija mayor del que acabaría reinando con el nombre de Jorge VI. La joven se convirtió así en la heredera indirecta de un Imperio cuya hegemonía como primera potencia mundial empezaba a estar amenazada por la irrupción de jóvenes naciones como los Estados Unidos. Mientras ella crecía en un entorno protector, Gran Bretaña intentaba resolver sus graves problemas sociales y económicos, mientras en el plano internacional se enfrentaba a la aparición y crecimiento del fascismo en el continente europeo y a los deseos de mayor independencia de sus dominios en ultramar.

El Estatuto de Westminster de 1931 reconoció oficialmente que el Parlamento británico legislaría para Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica solo en caso de que estos países lo solicitaran. A la India, descrita muchas veces como la joya de la Corona, se le concedió cierta autonomía por una ley de 1935. En Irlanda, a finales de 1921 se había establecido el Estado Libre de Irlanda con la categoría de dominio, mientras el Úlster quedaba excluido del acuerdo para permanecer bajo soberanía británica. A pesar de este compromiso, los territorios de Irlanda y el Úlster mantuvieron una relación de abierta hostilidad influida por formas de pensar más propias del siglo XVII y que se han mantenido hasta prácticamente nuestros días.

Ante la política de hechos consumados desplegada por los nazis en Europa y la Italia de Mussolini en Abisinia, y condicionada por la premisa de evitar una nueva guerra en el continente, a la en otro tiempo todopoderosa Gran Bretaña no le quedó más remedio que contemporizar con la política de apaciguamiento defendida por el primer ministro Neville Chamberlain. En esos años, el Imperio estaba tan debilitado que no podía enfrentarse en solitario a las amenazas que se cernían sobre él.

Posesiones Imperio británico en 1902

Mapa mundi donde se muestran las posesiones del Imperio Británico (en rojo), 1902. Foto: Getty.

Políticas sociales

Para sorpresa de muchos, Winston Churchill, el estadista que había liderado a la nación en los peores momentos de la Segunda Guerra Mundial, perdió las elecciones del 5 de julio de 1945 y el Partido Laborista accedió al poder. Con Clement Attle como primer ministro, el nuevo Gobierno llevó a cabo una serie de reformas sociales para evitar los mismos problemas que vivió el país al final de la Gran Guerra. Entre las medidas cabe destacar el establecimiento de un sistema de seguridad social nacional, cambios educativos y la nacionalización de industrias básicas como la producción de hulla, de electricidad o los ferrocarriles.

En el plano internacional, se concedió la independencia a la India, Pakistán y un buen número de colonias africanas y asiáticas. Ante la disminución de sus compromisos estratégicos y necesidades defensivas, el Gobierno laborista desmovilizó a un gran número de tropas, lo que permitió aumentar los gastos en partidas sociales.

Mientras en el Reino Unido se producían estos acontecimientos, la joven Isabel vivió los cambios más importantes de su vida. A su matrimonio con el duque de Edimburgo le siguió el fallecimiento de su padre y su coronación en 1953. En su vestido de novia fueron bordados los símbolos que identificaban a los territorios del Imperio, gesto con el que la nueva soberana quiso reforzar la vinculación directa de la Corona con ellos.

Coronación Isabel II

Isabel II el día de su coronación, el 2 de junio de 1953. Foto: Getty.

Los primeros años de su reinado estuvieron marcados por la continuidad de los programas sociales iniciados tras la Segunda Guerra Mundial, con independencia de que conservadores o laboristas detentasen el poder, mientras la joven reina representaba la unión de un Imperio ya extinto.

La intervención militar en el canal de Suez en noviembre de 1956 fue el último intento por reafirmar el poderío británico en la zona de Oriente Medio y reverdecer glorias pasadas. Sin embargo, la operación fracasó tras la falta de apoyo por parte de los Estados Unidos. Ante la pérdida de peso del Reino Unido en el panorama internacional, muchos políticos británicos admitieron a regañadientes que el futuro económico y político del país pasaba por Europa. En octubre de 1971, los laboristas decidieron rechazar las condiciones de ingreso impuestas por el Mercado Común, actitud que fue revertida con el apoyo obtenido en el Parlamento de Westminster por la mayoría conservadora.

La evolución de la Mancomunidad de Naciones

En las décadas de los 50 y los 60, Gran Bretaña quedó eclipsada por el auge hegemónico de Estados Unidos y la Unión Soviética. En la estrategia dictada por la Guerra Fría, los sucesivos Gobiernos de Su Majestad estrecharon sus lazos con los norteamericanos en su lucha común contra el comunismo.

La rápida descolonización del Imperio se intentó compensar con la creación de la Commonwealth of Nations, término que podría traducirse como «Mancomunidad de Naciones», con la que se procuró integrar a las antiguas colonias británicas en una organización supranacional liderada por la antigua metrópoli. Los principios que debían regir esta institución eran los de la amistad y solidaridad entre Estados, sin olvidar los intereses económicos comunes.

Bajo la dirección de las clases dirigentes blancas, muchas de las colonias alcanzaron la autonomía con la concesión del estatuto de dominio, como fue el caso de Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Sudáfrica. Eso significaba que podían elegir sus propios primeros ministros y Gobiernos pero reconocían al monarca británico como jefe de Estado. La representación de la Corona en cada uno de ellos estaba ejercida por un gobernador general. De este modo, con la llegada del proceso descolonizador la mayoría de las colonias británicas adquirieron su independencia, proceso que Isabel II vivió de primera mano. Para evitar que se produjera una desafección que llevase a una ruptura definitiva de los vínculos con la antigua metrópoli la reina emprendió giras agotadoras de varios meses con las que quiso mostrar el compromiso político y cultural del Reino Unido con los países bajo su influencia.

Isabel II en Benarés a lomos de un elefante (1961)

Isabel II a lomos de un elefante en Benarés, durante su gira por la India, el 25 de enero de 1961. Foto: Getty.

Desde su fundación, la Commonwealth ha atravesado crisis que han puesto en duda el papel ejercido por Isabel II. A principios de los 70, el polémico Pierre Trudeau, primer ministro de Canadá, manifestó su republicanismo francófilo al afirmar que la figura de la Corona carecía de sentido, palabras que fueron acompañadas de gestos como la retirada de símbolos reales de organismos públicos. La monarca británica se sintió defraudada ante esta actitud, al mismo tiempo que mostró su preocupación por una posible reforma constitucional que suprimiese su posición como jefe de Estado de Canadá, circunstancia que finalmente no llegó a producirse.

En esa misma época se planteó en Australia una crisis constitucional que tuvo como consecuencia directa la destitución del primer ministro australiano, Gough Whitlam, por parte del gobernador general, sir John Kerr. La decisión causó un lógico malestar entre los representantes políticos australianos ante lo que consideraron una intromisión británica en los asuntos del país. El amparo solicitado a Isabel II para que ejerciese de mediadora tuvo un efecto contrario cuando la reina afirmó que no revocaría las decisiones tomadas por el gobernador general.

A finales de 1999, se celebró un referéndum en Australia para dar respuesta a las aspiraciones de los sectores que defendían una nueva constitución sin la reina como garante. El resultado fue la victoria de los monárquicos por una amplia mayoría. Con la llegada del nuevo siglo se han celebrado consultas similares en otros países de la Commonwealth con resultados parecidos.

Isabel II en la reunión de jefes de Gobierno de la Commonwealth

Isabel II en la apertura de la reunión de jefes de Gobierno de la Commonwealth, el 19 de abril de 2018. Foto: Getty.

Tensiones políticas

En sus 70 años de reinado, Isabel II trató asuntos de Estado con nada menos que dieciséis primeros ministros diferentes. En todo ese tiempo actuó dentro de los márgenes fijados por el parlamentarismo británico y siempre mantuvo buenas relaciones con sus jefes de Gobierno, lo que no significa que en ocasiones se produjeran roces por tensiones políticas. Por ejemplo: ante las críticas internacionales provocadas por la intervención militar en la crisis del canal de Suez, lord Mountbatten, destacado miembro de la familia real y mentor del príncipe Carlos, declaró públicamente que la reina se oponía a la invasión. El primer ministro Anthony Eden tuvo que salir a la palestra para desmentir esas afirmaciones y tranquilizar los ánimos de aquellos que opinaban que se había producido una intromisión de la Corona en los asuntos políticos.

Las mismas acusaciones se repitieron pocos años después, cuando tras la dimisión del primer ministro Harold McMillan se designó a Alec Douglas-Home para ocupar su puesto. La elección la había realizado la reina después de consultar a un reducido número de consejeros personales. En 1974, se vivió una situación parecida con ocasión de las elecciones de ese año. El candidato conservador, Edward Heath, no obtuvo una mayoría suficiente para gobernar y acabó renunciando a ocupar el cargo de primer ministro cuando las negociaciones para recabar el apoyo de otras formaciones fracasaron y la reina habló con el líder laborista Harold Wilson para que formase Gobierno.

En medio de un creciente interés mediático por la vida privada de la familia real, en su edición del 20 de julio de 1986 el periódico The Sunday Times publicó que la reina estaba preocupada por la división social provocada por las políticas económicas de la primera ministra Margaret Thatcher. Según señalaban algunas fuentes los altos índices de paro, la intransigencia mostrada por la conservadora ante la larga huelga de mineros de 1984 y su negativa a aplicar sanciones contra Sudáfrica por el apartheid no eran del agrado de Isabel II. El desencuentro entre la jefa del Estado y la primera ministra llegó a tal punto que Margaret Thatcher afirmó que si la reina pudiera votar lo haría al Partido Social Demócrata. El encontronazo entre ambas se saldó con un reconocimiento expreso de admiración mutua.

En los 90, se produjo un aumento del republicanismo en el Reino Unido. Los escándalos en el seno de la familia real sirvieron para empeorar una situación que la reina no parecía controlar. Ante el aumento de las críticas y en un intento por mejorar su imagen, el primer ministro John Major anunció una reducción de los gastos de la Casa Real y el cobro a la reina del impuesto sobre la renta a partir de 1993.

El paso del tiempo no mermó la energía de la soberana, que siguió lanzando andanadas desde el palacio de Buckingham. En mayo de 2007, el diario The Daily Telegraph se hizo eco de la frustración de la reina ante las políticas desplegadas por el primer ministro británico Tony Blair, sobre todo aquellas que en materia de política exterior tenían que ver con la intervención del Reino Unido en Irak y Afganistán.

Últimos tiempos

Los últimos años de Isabel II en el trono no fueron precisamente tranquilos. La reina no tuvo ocasión de disfrutar de una tranquila jubilación, aunque tampoco ella la quería. A pesar de su edad, se negó a renunciar a su actividad pública y privada, si bien tuvo que reducir su presencia en actos oficiales debido a sus problemas de salud. En esos casos fue su hijo Carlos quien la representaba.

Isabel II y el príncipe Carlos

La reina Isabel II y el príncipe Carlos, Príncipe de Gales, en 2009. Foto: Getty.WPA Pool

Consciente de las pocas simpatías que despertaba el príncipe, la reina nunca quiso oír hablar de una abdicación. Su sentido del deber, y también de su lugar en la historia, llevado al extremo, la convenció de que una precipitada decisión podía poner en peligro la monarquía, siempre en el punto de mira del republicanismo. Fiel a ese principio, decidió que para garantizar la supervivencia de la Corona ella debía permanecer en el trono todo el tiempo posible, mientras atesoraba el cariño del pueblo por la institución que ella representaba con liderazgo indiscutible.

En el plano político, los agónicos coletazos del Brexit y las consecuencias económicas y sociales derivadas de la salida definitiva de la Unión Europea han marcado la pauta. El Reino Unido nunca fue un socio fiable en Europa, a pesar de ser uno de los países fundadores de la institución con el respaldo de la Corona. En realidad, todos sus primeros ministros, sin excepción, jugaron a un doble juego con la Unión.

 Los problemas estructurales y de inmigración que sufría el país, unidos a los efectos de la crisis financiera del 2008, encontraron en Europa el chivo expiatorio que los políticos británicos necesitaban. David Cameron, el primer ministro que abandonó canturreando Downing Street después de anunciar su dimisión ante las cámaras, ganó las elecciones de mayo de 2015 con la promesa de organizar un referéndum para decidir sobre la permanencia en la Unión Europea. Después de abrir la caja de Pandora y asistir a la victoria del «sí», tuvo la decencia de marcharse.

Isabel II y Liz Truss en Balmoral (2022)

Isabel II y la primera ministra de Gran Bretaña, Liz Truss, se reúnen en el castillo de Balmoral, el 6 de septiembre de 2022. Foto: Getty.

Fue la primera ministra Theresa May la que tuvo que lidiar con la Unión Europea para negociar los términos del Brexit. La llegada de Boris Johnson, partidario de mantener una posición de dureza frente a Europa, no facilitó el entendimiento. Las tensiones en Irlanda del Norte y en Escocia, derivadas de la abrupta salida del Reino Unido de las instituciones europeas, han complicado las cosas al alentar los sentimientos nacionalistas y republicanos entre sus descontentos ciudadanos. A todos estos retos tuvo que enfrentarse Liz Truss, la nueva primera ministra británica, a la que Isabel II conoció en el castillo de Balmoral. Las fotografías del encuentro son el testimonio gráfico del último acto oficial de la soberana.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

tracking

No te pierdas...

Recomendamos en...

En la reserva de Cozumel habita una gran variedad de especies tanto de flora como fauna

Un gran acuario natural: Parque nacional, arrecifes de Cozumel

Entre las 26 Áreas Naturales Protegidas pertenecientes a la región península de Yucatán y el Caribe mexicano, destaca el Parque Nacional Arrecifes de Cozumel que, localizado al sur de la isla quintanarroense, es una importante reserva de la biosfera y un destino turístico internacional.

Recomendamos en...

Recomendamos en...

Recomendamos en...

Recomendamos en...