ANIVERSARIO COMPLICADO

El día que terminó la gran ‘pesadilla’ de la Reina Isabel

Reina Isabel
La Reina Isabel en una imagen de archivo. / Gtres
  • Andrea Mori
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La Reina Isabel está a punto de celebrar su Jubileo de Platino. Setenta años ostentando la jefatura del Estado que han dado como resultado uno de los reinados más importantes y longevos de la Corona británica. A sus noventa y seis años, la Reina Isabel se ha convertido en una de las monarcas más queridas y admiradas, por su compromiso con la institución y sentido del deber.

Reina Isabel

La Reina Isabel en su coronación. / Gtres

La actual soberana llegó al trono de manera prematura en febrero del año 1952, tras la repentina muerte de su padre. El Rey Jorge VI falleció a los cincuenta y seis años, a consecuencia de un cáncer de pulmón muy avanzado. A diferencia de su hija mayor, el soberano apenas pudo reinar durante tres lustros, debido a que tuvo que hacer frente a uno de los cismas más destacados de la historia de la monarquía británica.

La realidad es que Jorge VI no estaba destinado al trono. El segundo hijo de los Reyes Jorge V y Mary de Teck, duque de York, era el siguiente en la línea de sucesión, tras su hermano mayor, el príncipe de Gales, que renunció a la Corona por el amor de una mujer a la que muchos no veían como apropiada. Llegó al trono tras la muerte de su padre en enero de 1936, pero nunca llegó a ser coronado.

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Jorge VI con su familia. / Gtres

En ese año 1936 tuvo lugar lo que se conoce como ‘crisis por la abdicación’. Una serie de conflictos de diversa índole que sucedieron a raíz de la decisión del Rey Eduardo VIII de casarse con la socialité divorciada y estadounidense Wallis Simpson -casada en dos ocasiones anteriormente-. Una relación que costó al monarca la Corona, ante la férrea oposición tanto del Gobierno británico como de los miembros de la Commonwealth. “Conocen todas las razones que me han motivado a renunciar al trono. Pero quiero que comprendan que, al tomar mi decisión no olvidé al país ni al imperio, a los que, como príncipe de Gales y recientemente como rey, he intentado servir durante veinticinco años”, dijo en su discurso de abdicación, poniendo de manifiesto que siempre había estado comprometido con el servicio a la institución.

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La Reina Isabel en la coronación de su padre. / Gtres

Fueron muchos los motivos que se plantearon para rechazar esta unión, tanto morales como políticos y religiosos. No hay que olvidar que el jefe del Estado en Reino Unido es también cabeza de la Iglesia desde el cisma de Enrique VIII con la Santa Sede por no autorizar su divorcio de Catalina de Aragón. La Iglesia de Inglaterra no permitía que las personas divorciadas se volvieran a casar mientras el cónyuge anterior estuviera vivo, por lo que el Rey no podía casarse con Wallis Simpson y, al mismo tiempo, permanecer en el trono y ser cabeza de la Iglesia.

A esto hay que añadir que la opinión pública era contraria a la norteamericana, porque la consideraban una mala influencia, interesada solo en la posición del Rey. Eduardo VIII, a diferencia de lo que ha ocurrido en muchas ocasiones con la Reina Isabel, cuyo sentido de Estado y compromiso con la institución han quedado sobradamente demostrados, puso el corazón por delante del deber y aseguró que se casaría con Wallis Simpson en cualquier circunstancia. Ante esta situación, el monarca abdicaba en el mes de diciembre de 1936 y se convertía en el primer rey inglés que renunciaba al trono voluntariamente.

Los duques de Windsor juntos. / Gtres

Un momento que marcó decisivamente la vida de la entonces princesa Isabel, que pasaba a ser heredera al trono, ante la coronación de su padre. Aunque fue en aquel año cuando la hoy monarca dio un paso hacia adelante, la sombra del anterior soberano estuvo presente durante mucho tiempo. No solo por sus críticas a la institución por no aceptar a su mujer -y no darle siquiera el tratamiento de Alteza Real a pesar de ser duquesa de Windsor-, sino también por sus ‘coqueteos’ con los nazis en plena Segunda Guerra Mundial, hasta el punto de que se llegó a hablar de una conspiración auspiciada por Hitler para recuperar el trono -bajo el claro influjo de los nazis, por supuesto-.

El duque de Windsor en una imagen de archivo. / Gtres

Wallis Simpson y Eduardo estuvieron casados desde el año 1937 hasta el 28 de mayo de 1972. La pareja se trasladó a vivir a Francia la mayor parte de su vida -con algún período en Bahamas- y disfrutó de un subsidio por parte de la Corona. A esto hay que sumar que el anterior príncipe de Gales también obtuvo beneficios económicos de la venta del Castillo de Balmoral y la finca de Sandringham a su hermano, ya que ambas propiedades formaban parte de la herencia privada que recibió de su padre y no entran en el patrimonio de la Corona.

Fue la muerte del duque de Windsor lo que, como era de esperar, supuso un antes y un después en la vida de la Reina Isabel, que ya llevaba como monarca casi un cuarto de siglo. El final de una ‘pesadilla’ en la que miedos, conspiraciones y demás eran una constante. No hay que olvidar que el duque de Windsor era el legítimo heredero al trono y que tomó la decisión de renunciar presionado por una etapa histórica en la que no era factible contradecir los usos sociales, mucho menos, en el ámbito de la realeza y la aristocracia.

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