Los Windsor | Opinión | José Luis Mateos

Los Windsor

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Mira que es tema recurrente la Monarquía británica! Ahora la bomba ha sido la publicación del libro-entrevista del príncipe Harry, 'En la sombra'. Aquí se cuentan, desde su punto de vista, claro, las entretelas más domésticas de una Casa Real en la que el príncipe no se encontraba a gusto. 

Pero las dificultades de un miembro de una casa real es algo tan frecuente como lógico en nuestros tiempos. Pues las monarquías son ahora tan anacrónicas como necesarias en algunos casos como el que tratamos… ¡o España! Normal que el príncipe rechace los oropeles de naftalina, y guste más de la vida de hoy.

Difícil encaje tienen ambas cosas. Pero las dificultades de las monarquías no son sólo de hoy, sino de siempre. De ahí la endogamia propia de las casas reales. Aparte de contribuir a alianzas que beneficiaban a todos, los personaje casamenteros no tenían que cambiar mucho, pues los usos y costumbres eran parecidos. La Monarquía británica siempre tuvo buen cuidado con los matrimonios. Por ésto, y porque mantuvo siempre la pompa y el esplendor, se ha mantenido en pie. Hasta ahora. De hecho, la dinastía británica ha sido siempre la misma (aunque cambie el nombre)...como la española.

Por no remontarnos demasiado, los monarcas que inauguraron la dinastía de Hannover como Jorge I y Jorge II en el XVIII se sintieron más alemanes que ingleses. La inestabilidad que hubo a la muerte de Jorge III hizo tambalearse a la corona con Jorge IV. Tuvo que llegar al trono la jovencita reina Victoria, (nieta de Jorge III) para que se iniciase la época más gloriosa y estable de la Gran Bretaña (1837-1901). Al casarse con Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, su hijo, Eduardo VIII adoptó el apellido paterno, también alemán. Apellido que Jorge V (1910-1936) tuvo que cambiar por el más inglés de Windsor, ante la Gran Guerra contra su primo el kaiser Guillermo II de Alemania. Su hijo Eduardo VIII reinó y abdicó en 1936, al casarse con la estadounidense y divorciada Wallis Simpson. En todos tiempos cuecen habas.

Así, el tartamudo y valiente Jorge VI murió en 1952 para dar paso a Isabel II la reina más perdurable, que en su lograda mezcla de dignidad y simpatía siguió dando signos de la necesidad de la monarquía, representación de todo un pueblo. La misma necesidad que tiene España de la suya, pues representa a todos, incluso a aquellos que no queriendo ser españoles, pueden sentirse acogidos por la Corona. Como en el Reino Unido.

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