Jorge IV, el rey glotón, mujeriego y manirroto que avergonzó a Inglaterra

Jorge IV, el rey glotón, mujeriego y manirroto que avergonzó a Inglaterra

Monarquías

Hijo del monarca que perdió las colonias americanas, Jorge IV llevó una vida desmesurada, impropia de su condición y de un tiempo crítico que requería templanza y cabeza fría

Retrato de Jorge IV en su coronación.

Retrato de Jorge IV en su coronación.

Dominio público

Nacido el 12 de agosto de 1762, el futuro rey Jorge IV creció dando muestras de una personalidad amable y dotada de abundantes talentos. Sin embargo, como disfrutaba de un bolsillo muy bien cubierto, se mostraba excesivo en sus apetitos. A la vez, carecía de independencia de acción, ya que el rey le prohibía ocuparse de política. Con semejantes cortapisas, el príncipe debería haber buscado un papel complementario que no presentara rivalidad con el de su padre.

Quizá la más dura de las restricciones impuestas al futuro monarca fuera la Ley de Matrimonios Reales (1772), que impedía al príncipe casarse sin permiso real hasta los 25 años, y aun después solo con el consentimiento del Parlamento y nunca con una mujer católica, unión en todo caso ya prohibida por la Ley de Instauración de 1701.

Retrato en miniatura del príncipe Jorge, futuro Jorge IV de Inglaterra, por Richard Cosway, c. 1780-82

Retrato en miniatura del príncipe Jorge, futuro Jorge IV de Inglaterra, por Richard Cosway, c. 1780-82

Dominio público

Los años de juventud del príncipe se caracterizaron por una vida sin comedimiento. Despilfarrador, pasaba sus noches de jarana alrededor de la mesa de juego, emborrachándose con nobles y acompañado por mujeres de costumbres liberales.

Tal comportamiento era normal en la alta sociedad inglesa de la época, muy diferente del que, en el siguiente siglo, impondría la severa corte de la reina Victoria. Los beneficiarios de la expansión comercial del Imperio británico gastaban abundantemente. El príncipe se movía en un mundo de gente derrochadora y en una sociedad de gran ligereza de costumbres, y su vida alegre no tardó en ser la comidilla de la prensa y los caricaturistas.

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El futuro rey se enamoró locamente de una viuda, Mary Fitzherbert, católica, por lo que casarse con ella era claramente ilegal. Sin embargo, el 15 de diciembre de 1785 contrajeron matrimonio. Lo hicieron ante un cura a quien el príncipe había regalado unas quinientas libras para que se le liberara de la cárcel, donde se encontraba por no satisfacer sus deudas. Además, Jorge le prometió un obispado cuando accediera al trono.

Sin hacer caso a las advertencias de sus amigos, Jorge se mostraba irrazonable e inconsciente sobre las consecuencias de su boda. Pero, desde el punto de vista religioso –no desde el político–, eran, sin ningún género de duda, marido y mujer.

Los horrores de la digestión

Por lo demás, el príncipe seguía dándole preocupaciones a su padre por sus dispendios sin fin. Sus deudas llegaron a las 630.000 libras. Gastaba inmensas cantidades en su palacio londinense, Carlton House, así como en las fiestas, bailes y cenas que ofrecía.

También, desde 1786, en la casa que compró en Brighthelmstone, entonces un pueblo de playa y actualmente la ciudad de Brighton, cuyo desarrollo se debió a la teoría médica de que bañarse en el agua del mar era saludable. Aquella residencia fue el palacio, o “pabellón”, al estilo de un templo hindú, que hoy puede visitarse a una hora de tren desde Londres.

Retrato de Jorge IV, por Thomas Lawrence.

Retrato de Jorge IV, por Thomas Lawrence.

Dominio público

La impopularidad del príncipe en las altas esferas se refleja en el diario The Times, que tronó contra él porque “siempre prefería una muchacha y una botella a la política o un sermón”. Se emborrachaba en el club más aristocrático de Londres, y, por su mala conducta, se le expulsó de los jardines de Ranelagh, famoso lugar de ocio de la capital. Asimismo, se reprochaban sus vínculos con gente disoluta, sobre todo, en las carreras de caballos de Newmarket.

En 1792, se empezó a vender el célebre grabado de James Gillray titulado Un voluptuoso sufre los horrores de la digestión, donde se retrata al príncipe despatarrado, con el estómago hinchado después de comer desmesuradamente, el chaleco desabrochado, mientras se monda los dientes con un tenedor. Facturas sin pagar, una escupidera y botellas vacías desparramadas por el suelo completan esa caricatura de un futuro monarca totalmente indigno de reinar.

El célebre grabado 'Un voluptuoso sufre los horrores de la digestión'.

El célebre grabado 'Un voluptuoso sufre los horrores de la digestión', de James Gillray.

Dominio público

Aburrido de Mary Fitzherbert, Jorge fijó sus atenciones en la condesa de Jersey, de quien se decía que poseía un gran poder de seducción. Fue la influencia de esa mujer madura, madre de nueve hijos, la que posiblemente persuadió al príncipe de abandonar a la Fitzherbert y declarar a su padre, en 1795, que deseaba casarse con su prima, la princesa alemana Carolina de Brunswick.

La princesa alemana

A los 33 años, a Jorge lo preocupaban el principio de una grave enfermedad de su padre y la oposición parlamentaria a que él fuera nombrado regente. Desde 1789, cuando empezó la Revolución francesa, y probablemente más desde 1793, cuando se guillotinó a Luis XVI, la sucesión y su propia vida estaban también en juego.

Según las memorias de un diplomático enviado para pedir la mano de la princesa alemana, la impulsiva Carolina no era apropiada para ser reina. Le faltaba decoro, e incluso se permitía cierta tendencia a la indecencia en sus conversaciones.

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Al llegar a Inglaterra el 5 de abril de 1795, fue recibida por lady Jersey, la amante del momento de Jorge, como bien sabía la princesa alemana. Cuando este vio a su prometida, los testigos dicen que el desagradable aspecto físico de la princesa le hizo tal efecto que se puso blanco y se tomó varias copas de coñac, mientras ella se quejaba ante sus doncellas de que el príncipe era más gordo y menos hermoso de lo que indicaba el retrato que ella había recibido.

La crisis llegó cuando Jorge y Carolina se casaron el 8 de abril. Él estaba tan borracho que tuvo que recibir ayuda para entrar en la capilla real del castillo de Windsor. Según los rumores, pasó su noche de bodas en un estado de embriaguez que le impidió siquiera acostarse en el lecho matrimonial.

La reina Carolina de Brunswick.

Carolina de Brunswick.

Dominio público

De acuerdo con Jorge, la higiene íntima de la princesa dejaba mucho que desear. No obstante, logró cumplir con sus deberes conyugales, y Carolina se quedó embarazada. En adelante, las relaciones entre marido y mujer fueron de mal en peor.

El 9 de enero de 1796, Carolina dio a luz a una niña. Los príncipes de Gales no volvieron a acostarse juntos. Algo después, ella se separó del príncipe y Jorge reanudó su contacto con Mary Fitzherbert e intimó con diversas mujeres, con las que tuvo varios hijos. Pasaba mucho tiempo fuera de Londres, en su palacio de Brighton.

La Regencia

Entretanto, volvió a manifestarse la enfermedad de Jorge III, que hoy se identifica con la porfiria. Con más de setenta años a cuestas, el rey sufría de dolores de estómago, decoloración urinaria, turbaciones mentales, verborrea incontrolable, alucinaciones y depresión. El 5 de febrero de 1811 se nombró regente al príncipe.

La década siguiente –el período de la Regencia para la historia de la moda (ropa femenina muy ligera y con gran escote) y la literatura (encarnada por las novelas de Jane Austen)– asistió a la guerra casi permanente de Inglaterra con Francia, que concluyó con la derrota de Napoleón en 1815, la imponente expansión del Imperio británico y el rápido desarrollo industrial.

En cuanto a la política, el ambiente después de 1815 fue contrarrevolucionario. Su suceso más recordado fue la masacre de Peterloo, la carga a mano armada contra un mitin de protesta en Manchester, una de las grandes ciudades industriales del país.

La masacre de Peterloo.

La masacre de Peterloo.

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El regente apenas participaba en los asuntos políticos, aunque dio su apoyo a las administraciones que representaban los intereses de la aristocracia, los grandes terratenientes y las clases altas, y por tanto opuestas a las reformas sociales. Jorge siguió con sus costumbres de despilfarro y libertinaje, celebrando grandes fiestas y regalando pensiones a sus favoritos.

Entre sus intereses se contó el desarrollo arquitectónico de Londres. Donde antes se erguía la Carlton House se tiende hoy la imponente Regent Street, que, pasando por Oxford Circus, llega a Regent’s Park. Se trata de una avenida magnífica, diseñada por John Nash con la aprobación del regente, quien se interesó asimismo por la literatura (Jane Austen le dedicó su novela Emma) y regaló la colección real de libros al Museo Británico.

Más vicios que virtudes

Muerto Jorge III el 29 de enero de 1820, el príncipe accedió al trono. Carolina, instalada fuera de Inglaterra, se presentó enseguida, esperando recibir la Corona. Pero el nuevo soberano emprendió acciones legales contra ella por infidelidad y se negó a que ostentase el título de reina. El día de la coronación, el 19 de julio de 1821, a Carolina se le vetó la entrada a la abadía de Westminster. Falleció tres semanas después.

La coronación de Jorge IV.

La coronación de Jorge IV.

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Jorge IV reinó casi nueve años más, con la salud quebrada por los excesos con la comida y la bebida. Egoísta, mujeriego y manirroto, fue tratado cruelmente por los historiadores de la época victoriana, para quienes sus virtudes –la amabilidad, la generosidad y el apoyo a las artes– no compensaban sus vicios.

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