La caída de Tebas y el sometimiento de Esparta

La conquista de Grecia por Alejandro Magno

iStock

iStock

Como adalid de la democracia en Grecia, Atenas fue la ciudad que se enfrentó con más vehemencia a la hegemonía macedonia sobre la Hélade. Arriba, vista de la Acrópolis.

iStock

Mucho se perdió para los griegos el 2 de agosto del año 338 a.C. Las fuerzas coaligadas de Atenas y Tebas, en un último esfuerzo por evitarla creciente amenaza de Macedonia y de su rey, Filipo II, sufrieron una terrible derrota en la llanura de Queronea. Años después, en un funesto discurso, Licurgo el ateniense recordaba el horror de sus conciudadanos al conocer el resultado de la batalla, que dejaba a Atenas a merced de la voluntad del rey macedonio, y sentenciaba las consecuencias con una sólida máxima: «La libertad de los griegos yace en Queronea». Los atenienses se prepararon para lo peor. Pero el rey de Macedonia no actuó con la violencia que se temía, sino que «la alegría de esta victoria fue sabiamente disimulada. 

En consecuencia, Filipo no hizo aquel día los acostumbrados sacrificios, no rió en el banquete, no se montaron juegos en medio del festín, no se coronó ni se perfumó, y en lo que de él dependió llevó la victoria de tal manera que nadie lo veía como al vencedor» (Justino, IX, 4.1). Así, en un bello gesto de conciliación, decidió enviar a Atenas los cadáveres de los ciudadanos caídos en la lucha para que pudiesen recibir la merecida sepultura en su tierra patria, una acción diplomática que no tenía precedentes. 

A la cabeza de la embajada fúnebre iba el jovencísimo príncipe Alejandro, hijo de Filipo, quien ya se había distinguido por su gran valor en el transcurso de la batalla. Alejandro contaba tan sólo 18 años, pero no era un desconocido para los atenienses. Pocos años antes, el orador Esquines, embajador en Macedonia, describía al príncipe como un muchacho de aspecto agraciado y de buenas maneras, aficionado a la poesía y a la cítara. Poco debían de relacionar los atenienses esta imagen del joven con la del implacable guerrero que conocieron posteriormente. 

Artículo recomendado

Cordon

Los orígenes del conflicto palestino-israelí

Leer artículo

El gesto de amistad de Filipo para con Atenas fue tan sólo una primera maniobra política del rey macedonio para atraerse a los derrotados. A continuación, el soberano de Macedonia hizo un llamamiento a todos los griegos para que se unieran a él en una gran confederación helénica que sirviese para mantener la paz y la concordia. Evidentemente, las armas macedonias servirían de garantes de una paz hecha a la medida de los deseos de Filipo, pero, con todo, la mayor parte de los griegos respondieron favorablemente al llamamiento. La única ausencia destacada fue la de los espartanos, que no habían nacido para obedecer, sino para mandar ellos mismos sobre los demás. 

El final del sueño de Filipo 

Como resultado de estas alianzas se constituyó la Liga de Corinto, que tenía como objetivos principales asegurar la estabilidad entre las ciudades- estado griegas y aunar esfuerzos en la lucha contra el tradicional enemigo de la Hélade, el Gran Rey de Persia. Las fabulosas riquezas de Asia ofrecían la posibilidad de hacerse con un copioso botín en la lucha contra los persas, lo que debió constituir un poderoso acicate para los griegos. 

+ 1977 wurden die Ko¨nigsgra¨ber in Vergina entdeckt  13

+ 1977 wurden die Ko¨nigsgra¨ber in Vergina entdeckt 13

El asesinato de Filipo de Macedonia trunco´ sus planes de conquista de Persia, que llevo´ a cabo su hijo Alejandro. Sobre estas líneas, urna de oro hallada en la tumba de Filipo en Vergina.

Wikimedia Commons

Dos años después de Queronea, Filipo ofreció a los miembros de la Liga una gran celebración para festejar el inminente inicio de la campaña asiática. Pero la jornada festiva se tornó en desgracia. Antes de que Filipo pudiese pronunciar su discurso, uno de sus guardaespaldas, llamado Pausanias, se aproximó a él y, ante la sorpresa general, lo ensartó con su espada, arrebatándole la vida y sus sueños de hegemonía. 

En las ciudades de Grecia, la noticia del regicidio de Pausanias fue recibida por muchos con verdadero júbilo. Un buen ejemplo es la reacción de Demóstenes. Pese a que se encontraba velando el cadáver de su propia hija, tan pronto supo del fin de Filipo abandonó el luto obligado por las circunstancias, se engalanó y comenzó a celebrar sacrificios de gratitud a los dioses. Asimismo, algunos atenienses decidieron proponer en la asamblea que Pausanias, el asesino, recibiese honores póstumos por haber liberado a Grecia del tirano macedonio. Tebas, por su parte, lideró abiertamente la oposición al recién elegido Alejandro. Las revueltas se extendieron por toda Grecia. 

Una demostración de fuerza 

Muchos griegos pensaron entonces que todos los proyectos de Filipo morirían con él. No cambió esta impresión el hecho de que, ante el cadáver de su padre asesinado, el príncipe Alejandro fuera reconocido como sucesor de Filipo y nuevo rey de Macedonia. Demóstenes cometió el error de subestimar al nuevo monarca, a quien consideraba tan sólo un mozalbete atolondrado. Tampoco el resto de los griegos pensaron que el joven Alejandro supusiese una verdadera amenaza. 

iStock 1310954771

iStock 1310954771

Tras dominar Grecia, Alejandro pudo dedicarse a su gran proyecto: la conquista del Imperio Persa. En la imagen, relieves de la Apadana, en Perse´polis, la capital de los persas.

iStock

Alejandro heredaba un reino inmerso en una gravísima crisis interna y externa. Los belicosos tracios e ilirios aprovecharon la muerte de Filipo para invadir parte de Macedonia. Mientras tanto, el sur del reino se hallaba amenazado por los tesalios, los mejores aliados de Filipo, quienes, ante su desaparición, buscaban nuevamente la independencia. Y a todo ello debía sumarse la incendiaria oposición que –orquestada desde Tebas– se había extendido en Grecia contra el soberano macedonio. A todos estos frentes se sumaban múltiples intrigas en la corte macedonia, donde otros rivales apetecían la corona. Alejandro tuvo que actuar con diligencia: demostró su carácter enérgico y prudente a un tiempo, y, sobre todo, manifestó su fortaleza de ánimo ante la adversidad. 

En primer lugar, Alejandro se ganó a los tesalios recordándoles el parentesco mítico y las glorias que compartían con su padre, Filipo. Seguidamente, puso rumbo a Grecia. Diodoro Sículo escribe: «Para atemorizar a los que no se convencían, él mismo se puso al frente del ejército macedonio, dispuesto en un impresionante orden de batalla. Y marchando en duras jornadas se presentó en Beocia y acampó su ejército cerca de la puerta Cadmea, infundiendo el pánico en la ciudad de Tebas. En este momento, los atenienses desistieron de tomarse al rey en broma, como habían hecho hasta ahora». 

Marble portrait of Alexander the Great, Hellenistic Greek, 2nd 1st century BC, said to be from Alexandria, Egypt, British Museum

Marble portrait of Alexander the Great, Hellenistic Greek, 2nd 1st century BC, said to be from Alexandria, Egypt, British Museum

Los griegos cometieron el error de subestimar al nuevo rey macedonio por considerarlo tan so´lo un joven apuesto y trivial. Busto de Alejandro. Museo Británico, Londres.

Wikimedia Commons

Ante el veloz avance del joven rey, la sorpresa y la inquietud prendieron entre los tebanos, quienes revivieron las pesadillas de la durísima derrota sufrida recientemente en Queronea. La resistencia era una opción difícil, y sólo la rendición incondicional parecía viable. De este modo, Alejandro pudo imponerse por medio de la estrategia, sin necesidad de emplear la fuerza. 

En el resto de Grecia, la pavorosa amenaza que suponía la presencia de Alejandro y su ejército motivó la disolución de los conatos de resistencia. Así sucedió en Atenas, en cuyas inmediaciones se personó el soberano macedonio tras abandonar Tebas, para reclamar a los atenienses la cabeza de sus más destacados líderes. Demóstenes instó a sus compatriotas a resistir con las armas. «Con esta ocasión –escribe Plutarco– refirió Demóstenes la fábula de las ovejas que entregaron los perros a los lobos, atribuyéndose a sí mismo y a los otros demagogos ser los perros que defendían al pueblo, y viniendo a llamar lobo a Alejandro de Macedonia». 

Marble bust of Demosthenes  Roman copy (1st century CE) of an original (c  280 BCE)  Altes Museum, Berlin, Germany

Marble bust of Demosthenes Roman copy (1st century CE) of an original (c 280 BCE) Altes Museum, Berlin, Germany

El famoso orador (arriba), contrario al poder macedonio, se suicido´ para no caer en manos de Anti´patro, el general de Alejandro que goberno´ Grecia tras la muerte del rey.

Wikimedia Commons

Sin embargo, el político Demades decidió entrevistarse con el joven rey y obtuvo una amnistía. Así pues, la dureza mostrada con Tebas tuvo su contrapunto en el gesto comprensivo de no agresión mostrado hacia Atenas. En todo caso, la crisis de las ciudades griegas quedaba resuelta. 

Conciliación y nuevas revueltas 

A continuación, Alejandro, como había hecho su padre, invitó a todos los griegos a unirse a él en la renovación de los pactos de alianza contra Persia y defensa de la paz común entre los griegos. El maravilloso alarde estratégico demostrado con la sutil resolución de la revuelta griega debió de convencer a los griegos de la conveniencia de colaborar con el nuevo rey de Macedonia. Igual de persuasiva debió de resultar la temible presencia del ejército macedonio en el corazón del territorio griego. Así, Alejandro asumió como herencia propia la Liga de Corinto y los proyectos de Filipo, y reactivó la campaña contra Persia bajo el eslogan de la liberación de las ciudades griegas de Asia sometidas al persa. 

Sin embargo, antes de pensar en la gloria que la lucha contra los persas pudiese reportar, Alejandro debía poner orden en las fronteras de Macedonia, que tracios, tríbalos e ilirios seguían saqueando a placer. Esta campaña no resultó demasiado dura para los macedonios, pero tuvo consecuencias inesperadas entre los griegos. En algún momento comenzó a extenderse el rumor de que Alejandro estaba malherido y se hallaba moribundo en su lecho de muerte. No sabemos hasta qué punto el rumor pudo ser una maniobra política de Demóstenes, quien decía contar con el testimonio de un soldado macedonio que había presenciado la escena y juraba que Alejandro estaba a las puertas de la muerte. Sea como fuere, la falsa noticia corrió como la pólvora entre los griegos, motivando una nueva reacción hostil, aunque mucho más virulenta esta vez, contra el dominio macedonio

Daric coin of the Achaemenid Empire (Darius III)

Daric coin of the Achaemenid Empire (Darius III)

Cuando, en 334 a.C., Alejandro emprendió su conquista, el Imperio persa estaba en decadencia; su rey, Darío III (arriba), usó su oro para entorpecer la política macedonia.

Wikimedia Commons

Los exiliados tebanos se unieron para volver a su ciudad y expulsar a la guarnición macedonia, encargada de garantizar la sumisión de Tebas. Esta vez la revuelta fue incontenible: se abolió el gobierno impuesto por los macedonios en la ciudad y algunos soldados macedonios fueron asesinados durante la refriega, mientras que el resto se atrincheró en la ciudadela. Entonces, los insurgentes hicieron un llamamiento a todos los griegos a unirse a ellos en la lucha por la libertad y contra la autoridad macedonia. Muchas ciudades respondieron preparando a sus ejércitos para el enfrentamiento con Macedonia. 

Desde el norte, Alejandro tuvo noticia de la difícil situación y decidió ponerse en movimiento inmediatamente. En una nueva demostración de poder, su ejército llevó a cabo una espectacular marcha de más de 400 kilómetros por territorios de montaña y altitudes superiores a los 1.500 metros, llegando a las inmediaciones de Tebas en poco más de una semana. El viaje fue cuidadosamente planificado y se realizó por territorios remotos, de modo que los rebeldes no supieron del avance macedonio hasta que Alejandro se encontraba sólo a tres horas de la ciudad. Nuevamente, la sorpresa hizo cundir el pánico. 

Alejandro arrasa Tebas 

Pero ya era demasiado tarde para la ciudad de Tebas, que decidió mantener el pulso con el rey hasta el final. Por su parte, muchos ejércitos del resto de Grecia, que no tuvieron tiempo de llegar al lugar de la batalla, esperaban atentos el resultado de la lucha, sin participar en ella por miedo a sus consecuencias. Como explica Diodoro Sículo: «Si los tebanos hubiesen cedido ante esta situación y hubieran enviado unos mensajeros a los macedonios en solicitud de paz y de hacer un pacto, el rey habría acogido de buen grado esas propuestas y hubiese tenido a bien acceder a todas las solicitudes, pues ansiaba verse libre de estos alborotos en Grecia para mantenerse en guerra sin cuartel contra los persas. Sin embargo, sintiéndose subestimado por los tebanos, decidió arrasar por completo la ciudad y hacer desaparecer con este acto de terror los intentos de quienes osaran hacer defección». 

iStock

iStock

Artemisa –dice Plutarco– no pudo impedir el incendio de su templo de Éfeso en 356 a.C. porque estaba ocupada en el parto de Alejandro. Izquierda, Biblioteca de Celso, en Éfeso. 110 d.C.

iStock

La lucha fue desigual desde un principio, y los expertos soldados de Alejandro, veteranos de las muchas batallas libradas con Filipo, impusieron muy pronto su fuerza a los voluntariosos tebanos. Tras la toma de la ciudad, Alejandro –con el apoyo nominal de los miembros de la Liga de Corinto más favorables a Macedonia– decidió arrasar Tebas, matar a todos los hombres y vender a mujeres, niños y ancianos como esclavos. Únicamente se respetaron la casa del venerado poeta Píndaro y los lugares sagrados. 

Mediante el lenguaje de la destrucción y la violencia, los griegos habían recibido una durísima advertencia: nadie estaba a salvo. Alejandro había empleado toda su potencia militar para demostrar que no admitiría disensiones. Por su parte, los atenienses y el resto de los griegos, temerosos de represalias, se avinieron a procurarse nuevos tratados de alianza y el perdón de Alejandro. La situación en Grecia quedaba absolutamente controlada, y el mensaje de horror promulgado por Alejandro le permitía encarar su misión contra Persia sin temor a que estallaran nuevas sediciones a su espalda. Los griegos quedaban plenamente sometidos al joven rey. El resto de su historia es parte de la leyenda.