La vida en Grecia y Roma

El teatro: un gran protagonista en el mundo antiguo

Los antiguos griegos y romanos compartían su afición por el teatro. Un arte que sigue siendo muy importante en la actualidad, como demuestra el hecho de que sigamos celebrando el Día Mundial del Teatro.

Menandro con máscaras de teatro

Menandro con máscaras de teatro

Foto: Princeton University Art Museum

A pesar de la dureza de la vida en la Antigüedad, o tal vez precisamente a causa de ella, a griegos y romanos les gustaba disfrutar de pequeños ratos libres en el teatro. Esta actividad era muy popular en las dos principales civilizaciones que formaron las bases de lo que hoy llamamos cultura europea, pero los dos pueblos la entendían de forma muy distinta: para los griegos, el teatro era un arte educativo, elevado y digno de respeto; mientras que para los romanos era un entretenimiento propio del pueblo y que las clases altas miraban en general con desprecio.

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El teatro griego: un ejemplo para el pueblo

En Grecia el teatro propiamente dicho comenzó a desarrollarse a partir del siglo VI a.C., paralelamente al florecimiento de las polis y, en especial, de Atenas. El teatro griego fue esencialmente un proceso de transformación de la tradición poética anterior, dotando las historias cantadas por los artistas ambulantes de un escenario, unos actores y un coro que se ocupaba de la música.

Por ese motivo no es de extrañar que el núcleo del teatro griego sean las grandes historias del pasado, ya fueran reales o legendarias: los héroes, las guerras y la desigual lucha de los mortales contra el destino y los dioses. Esquilo, Sófocles y Eurípides conforman la gran tríada de la tragedia griega, de cuyas obras proceden gran parte de las leyendas del mundo micénico como Heracles, el ciclo tebano y los destinos trágicos de los protagonistas de la guerra de Troya y sus familiares.

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A partir del siglo V a.C. se hizo también popular la comedia, realizada a menudo en forma de sátira para criticar las costumbres y actitudes de la sociedad. Puesto que la educación era privilegio de unos pocos, los autores eran hombres instruidos, expertos en la dialéctica y la retórica, y a menudo trataban temas históricos, políticos y filosóficos, especialmente la guerra; Aristófanes, uno de los más famosos autores de comedia clásica, ridiculiza algo tan solemne para los griegos en su obra Lisístrata: en esta las mujeres se valen de la huelga sexual para forzar a los hombres a detener la guerra, algo que en la realidad seguramente no se habría resuelto de forma tan cómica.

Los personajes suelen ser arquetipos, es decir, modelos con una serie de características definidas -el sabio, el avaro, el criado, etc- que se comportan de forma similar en todas las obras. Esta característica se debe a que los autores griegos consideraban el teatro como una manera de educar y no importaban tanto los personajes como aquello que representaban: una obra era una puesta en escena de valores representados mediante los personajes, por lo que estos últimos debían resultar fácilmente comprensibles. Existía otra razón para esto y es que el teatro se representaba con máscaras, lo que dificultaba la identificación de los actores, que a menudo representaban más de un papel simplemente cambiando de máscara y modulando la voz de diferente manera.

Máscaras de la tragedia y la comedia

Máscaras de la tragedia y la comedia

Las máscaras, más que el actor, eran el alma de los personajes. Por ello debían ser fácilmente distinguibles, muy expresivas y representar fielmente un estado de ánimo.

Foto: Museos Capitolinos

En el mundo griego nace el edificio que comparte nombre con el arte: el teatro. Este tenía generalmente forma semicircular y estaba integrado en su entorno, con las gradas labradas en pendientes naturales y con buenas vistas que hicieran de telón de fondo: theatron, de hecho, significa “lugar para ver” y se refería solamente a la parte destinada a los espectadores. Había una razón práctica para esta arquitectura en forma de medio cono, ya que aprovechaba la acústica natural y creaba una zona de resonancia.

El teatro era uno de los entretenimientos favoritos de los griegos, accesible a todos sin distinción de clase o ciudadanía, e integrado en las ceremonias públicas y religiosas de la ciudad. Por ese motivo, frecuentemente se usó como elemento propagandístico para exaltar las gestas de la polis como las victorias militares, así como sus virtudes morales: Atenas, una de las más poderosas, se sentía superior a las demás debido a su sistema democrático, en comparación con los reyes o tiranos de otras ciudades.

Teatro de Delfos

Teatro de Delfos

Situado en la cuna de uno de los oráculos más importantes de Grecia, ofrece un impresionante telón de fondo. Los teatros no solo eran lugares de entretenimiento, sino que servían también de espacio para cerimonias solemnes.

Foto: Leonidtsvetkov

El teatro romano: entretenimiento para las masas

En cambio, en el mundo romano el teatro tenía una función y una consideración completamente opuestas a las que tenía en Grecia. Para los romanos era un simple entretenimiento, propio de las masas; y aunque los poderosos lo usaban convenientemente para ganar votos e influencia, veían con desprecio a aquellos que lo disfrutaban y especialmente a quienes lo realizaban.

Al contrario que los griegos, los romanos nunca dieron al teatro un valor moral; por ese motivo, desarrollaron mucho más la comedia. Su humor era, además, más burdo y burlesco que el griego, en busca de la risa fácil y la exageración. Las historias solían tratar situaciones que en un caso real no harían ni pizca de gracia a un romano, como un esclavo que huye con el dinero de su amo o un marido infiel al que su esposa intenta sabotear sus aventuras.

Marionetas griegas del siglo V o IV a.C., Museo Arqueológico Nacional de Atenas

Marionetas griegas del siglo V o IV a.C., Museo Arqueológico Nacional de Atenas

Los espectáculos ambulantes a menudo se valían de marionetas en vez de actores, fabricadas en madera o terracota. 

Foto: Giovanni dall'Orto (CC)

Igual que en el caso de los griegos estos personajes suelen ser arquetipos, pero con sus propias particularidades: en el teatro romano, manifiestan las actitudes privadas que un romano considerado decente debía disimular, como la promiscuidad de los maridos, los celos de las esposas y la avaricia de los militares y magistrados. Y tal vez fuera por esto por lo que las clases altas miraban el teatro con desprecio y desconfianza: porque mostraba una cara de la sociedad completamente opuesta a los valores que en Roma se consideraban ejemplares.

Una consecuencia de esto era que los actores estaban considerados entre las profesiones indignas (infames), al mismo nivel que los gladiadores, los músicos, las bailarinas y las prostitutas.

Los romanos consideraban que convertirse en el entretenimiento de otros representaba una infamia, es decir, una grave pérdida de honor y, con ello, de estatus social. Es por ese motivo que emperadores como Nerón, que cantaba para los senadores y el pueblo, o Cómodo, que se exhibía como gladiador disfrazado de Hércules, fueron tan despreciados. Los actores solían ser extranjeros, especialmente griegos y etruscos, puesto que un romano por muy humilde que fuese evitaría a toda costa la deshonra de ser actor, que lo convertiría en el hazmerreír de sus conciudadanos.

Nerón, el emperador que quería ser artista

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En el año 68, el gobernador de la Galia se rebeló contra Nerón: de todas las acusaciones que vertía contra él, lo que más molestó al emperador fue que el gobernador osó decir que tocaba mal la lira.

Imagen: Bridgeman / ACI

También por ese motivo los romanos no dieron casi ninguna importancia a la construcción de teatros durante la mayoría de su historia: estos consistían generalmente de estructuras de madera montadas para cada ocasión. El primer teatro permanente, patrocinado por Pompeyo el Grande y hoy sepultado bajo edificios posteriores, no fue construido hasta mediados del siglo I a.C. De nuevo, los romanos más conservadores y moralistas veían con horror una actividad en el que las mujeres compartían espacio con los hombres y por ello el recinto estaba segregado por sexos, asignándoles a ellas los espacios posteriores para evitar posibles contactos “indecentes”.

El contacto con la cultura griega suavizó un poco este desprecio por el teatro, en parte gracias a la introducción de nuevos temas más heroicos. Esto contribuyó a despertar el interés de un público más variado e incluso animar a figuras como el filósofo Séneca a escribir obras. A partir de la época imperial se construyeron numerosos teatros -copiados casi completamente del modelo griego-, especialmente en las provincias de cultura helénica. Les gustara o no, los emperadores y altos magistrados entendieron que era un método para ganarse el aprecio del pueblo y, además, eran considerablemente más baratos de organizar que los juegos romanos como carreras de carros y luchas de gladiadores.

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A pesar de su gusto por la guerra, los romanos no compartían el estilo de los helenos y solían modificar bastante las obras para hacerlas más ligeras para el público latino: por ejemplo, era habitual que las historias griegas se organizaran en ciclos, que narraban una historia continua a lo largo de varias obras; los romanos tendían a condensarlas para contar una historia completa en una sola obra. Esto implicaba deshacerse de las florituras del lenguaje, eliminar elementos como el coro y rebajar el dramatismo fatal propio de la épica griega; a pesar de algunos autores romanos como Terencio, que consideraban que esto destruía la esencia del teatro.

Educación moral, propaganda o simple diversión, el teatro desarrolló en la Antigüedad la mayoría de sus características que han perdurado hasta hoy, sumadas a las innovaciones realizadas a lo largo de los siglos. Ya sea para recordar las leyendas de hace milenios, para dar rienda suelta a la risa o para poner en escena las bondades y flaquezas del ser humano, es una parte esencial de nuestra cultura. ¿Hacemos teatro porque somos humanos o somos humanos porque hacemos teatro?