Reino Unido de Gran Bretaña: una piedra en el zapato - Repliegue

Reino Unido de Gran Bretaña: una piedra en el zapato

«Hoy todo es política internacional,

que juega dentro o fuera de los países,

influenciando la vida de las naciones

 y de los pueblos en forma decisiva

Juan Domingo Perón, 1970


Escribe Juan Martín Romero

Portada de Amparo Cozzuol

La Argentina adolescente

A partir de los procesos revolucionarios que acontecieron durante el siglo XVIII –ejecutados en el siglo XIX–, nuestro país sufrió fragmentaciones, quebraduras: en otras palabras, balcanizaciones[1]. Domingo Faustino Sarmiento diría en Facundo, o, Civilización y barbarie: “el mal que aqueja a la República Argentina es la extensión”. En fin…

Los diversos desmembramientos territoriales no fueron por arte de magia, ni por locuras del destino; pues, el proceso de construcción y consolidación del Estado nacional argentino estuvo ligado al funcionamiento y al aparato de la estructura económica contemporánea de la Europa capitalista e imperial. Es decir, atado a las relaciones internacionales de determinadas naciones con intereses en nuestro continente[2]. Las reiteradas secesiones que hubo a lo largo de la historia sudamericana están amarradas a deseos externos cumplidos por decisiones propias.

Ese Estado en construcción transcurrió en una patria en la que no hay un modelo de país hegemónico perdurable, desde la infancia de nuestra adolescente nación existen dos grandes proyectos de Argentina, dos visiones, dos hegemonías, que en definitiva no es más que “el país que queremos los argentinos[3]. El horizonte debe ser el triunfo de uno de los dos modelos, y no una síntesis que desaparezca nuestra nación como la conocemos (como por ejemplo la dolarización, siendo hoy el único relato de futuro).

Por ello, es preciso recalcar la frase de Juan Bautista Alberdi para no agarrar la sortija y quedarnos en la calesita Argentina[4] eternamente: “entre el pasado y el presente hay una relación tan estrecha que juzgar el pasado no es otra cosa que ocuparse del presente”.

La disyuntiva no es izquierda/derecha, sino que está entre la unificación o la balcanización, entre el nacionalismo[5] o el globalismo. Y que no suene como conceptos absolutos, hay grises obviamente, hay terceras posiciones, pero siempre terminan aferrados en una de las dos líneas existentes en nuestro país: la nacional o la liberal. En el radicalismo es reconocible la diferencia entre el yrigoyenismo -anclado en la línea nacional- y el alvearismo -obstinado en la línea liberal. Por su parte, el justicialismo que surge entre 1943-1945, también son diferenciables los gobiernos de Juan Domingo Perón -volcados a la línea nacional- y los gobiernos de Carlos Saúl Menem -sumergidos en la línea liberal-.

Y no es casualidad que durante toda nuestra historia se haya identificado a la democracia con la línea liberal, provocando impases y confusiones ideológicas en pos del mantenimiento de intereses imperialistas[6]. Está claro que esos embrollos no son más que la realidad, porque si atendemos los fundamentos filosóficos de cada línea, notamos cierto desagrado -al menos por la línea liberal- por la cultura de nuestra nación. Siempre miraron con ojos centelleantes a los postulados de la filosofía del liberalismo y del utilitarismo. Estos dogmas serían los que darían inicio a la sociedad industrial capitalista moderna (a menester de naciones proveedoras de materias primas, claro está. “Haz lo que yo digo y no lo que yo hago”).

En cambio, la línea nacional se modeló alrededor de la vertiente hispano-criolla, a través de los valores medievales y renacentistas, con fuerte valor en torno a la Patria y a la concepción de la sociedad. Esta línea, siempre se basó en nuestros propios patrones culturales, aquellos patrones que fueron baluartes y escudos ante las invasiones y los intentos de colonización. Pero dichas defensas no fueron suficientes teniendo enfrente al propio adversario de la Argentina… En la Argentina.

Que no resulte exagerado, no está mal asumir lo que uno es. Aunque, tampoco es preciso volcarnos a la lógica amigo/enemigo, tan mal usada por propios y ajenos. Si queremos una nación perdurable debemos ser honestos con nuestras ideas. Argentina sufre desde su infancia la tan vanagloriada alternancia. Nuestra nación precisa de un modelo de país, una hegemonía que supere a la otra, y de lo posible, que sea auténtica, inherente, y no extraña y configurada por impropios.

¿Suena muy antidemocrático? Veamos un ejemplo de una nación de nuestro continente americano: Estados Unidos. Los norteamericanos también tuvieron una contienda similar a la nuestra, dos visiones de Estados Unidos, dos modelos de país, dos líneas filosóficas. Finalmente triunfó el norte industrial y los vencidos (el sur feudal) debieron aceptar e integrarse al modelo hegemónico impuesto por la Unión.

Volviendo al sur del continente, ¿realmente creemos que se han saldado las cicatrices, los enfrentamientos, las balcanizaciones que sucedieron a lo largo del siglo XIX? Las nuevas generaciones del siglo XX y XXI, ¿no toman como propias esas disputas? En conclusión: ¿la discusión no termina siendo la misma que la de hace más de 200 años?


Reino Unido de Gran Bretaña: una piedra en el zapato

La conciencia nacional e independiente surge a partir de la defensa de las dos primeras invasiones inglesas de 1806 y 1807, el enfrentamiento al hegemón mundial de aquel siglo no solo generó aires liberadores, sino también, dignos. Luego de semejante protagonismo, se generaría una revuelta popular logrando deponer a Rafael de Sobremonte y Núñez, ocupando su lugar Santiago de Liniers.

Pero bien se sabe que lo que los ingleses no logran con sus tropas y sus flotas, lo realizan con maniobras diplomáticas y comerciales. Dice Raúl Scalabrini Ortiz en Política Británica en el Río de la Plata: “donde hay un pequeño interés presente o futuro, la diplomacia inglesa tiende sus redes invisibles de conocimiento, de sondeo, de preparación o de incautación”.

Ahora bien, no seamos tan ingenuos de creer que el reinado de Jorge III encontró solo adversarios en nuestras tierras… Posteriormente a las fallidas invasiones militares, comenzaron a galantear a la activa burguesía comercial porteña y a sectores políticos ansiados de permutar la dominación española por el colonialismo inglés.

Para ponernos en fecha, estamos hablando de los años 1808-1809, España había sido invadida por Francia (un poder en ascenso que empezaba a combatir la hegemonía mundial de Reino Unido de Gran Bretaña), por lo que tuvo que formar una alianza con los británicos y portugueses. Consecuencia de ello, se firma el 14 de enero de 1809 el tratado Apodaca-Canning entre España y el Reino Unido de Gran Bretaña, siendo ampliamente beneficiado éste último. La cortesía giraba en torno a significados provechos comerciales en el continente americano, más precisamente, en el Virreinato del Río de la Plata.

El Tratado formalizará la tercera invasión inglesa, esta vez de manera pacífica, y logrando ser exitosa. En esta nueva aventura no solo llegarían navíos ingleses cargados de mercadería para comerciar, sino también, el nuevo virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y de la Torre. Era el inicio de la colonización inglesa, y también, del surgimiento de la conciencia liberal y dependiente.

Podríamos extendernos un tanto más respecto a la relación que tenemos con el Reino Unido de Gran Bretaña, sin embargo, es distinguible que el surgimiento de ambas líneas hegemónicas de nuestro país (nacional y liberal) surgen a partir de las invasiones de esa monarquía que es una piedra en el zapato.

¿Por qué “piedra en el zapato”? Por dar algunos ejemplos de la colonización pedagógica[7] en la línea liberal: exigencia del librecambismo; reducción a los impuestos de importación y exportación; creación del Banco de Descuentos (hoy Banco de la Provincia de Buenos Aires); ley de Enfiteusis;  empréstito de la Baring Brothers; Tratado de Amistad, Comercio y Navegación (firmado en 1825, luego en 1833 Reino Unido ocuparía las Islas Malvinas); separamiento de la Banda Oriental (creación del estado-tapón de Uruguay); intervención por la “prioritaria” libre navegación de los ríos; imposición del modelo agro exportador conforme a la división internacional del trabajo; Guerra de la Triple Alianza; creación del Ferrocarril del Sur (cabe resaltar que el primer ferrocarril fue argentino -Ferrocarril Oeste- siendo reemplazado por FdS); subordinación al carbón inglés ante el desinterés de la explotación en los yacimientos de San Juan, Mendoza y Misiones; inmigración europea de mano de obra barata; suplantación cultural a través de la llegada de maestros y docentes anglosajones; Tratado General de Arbitraje de 1902; pacto Roca-Runciman; golpe de Estado de 1930 (intereses petroleros y restauración oligárquica); ley orgánica de YPF (implicó poner en “igualdad de condiciones” a YPF con las empresas privadas extranjeras); creación del Banco Central (por tener mayoría de bancos privados en el directorio, significó la entrega del poder económico nacional a una sociedad particular con predominio extranjero -especialmente británico-); Corporación de Transportes (el objetivo fue evitar la quiebra de las empresas privadas británicas de tranvías); abastecimiento de municiones, bombas, espoletas y combustible para el bombardeo del 16 de junio de 1955; Plan de restablecimiento económico de 1956; Acuerdos de Madrid I y II; Convenio suscripto con el Reino Unido de Gran Bretaña para la Promoción y la Protección de Inversiones (ley 24.184); Acuerdo de Nueva York; disolución de la Secretaria de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas; Acuerdo Foradori-Duncan; y podríamos citar los recientes acercamientos del actual Gobierno tanto de manera diplomática como también, en materia de leyes.


La proyección de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur

Antes de comenzar a narrar la centralidad de la Provincia, resulta necesario destacar tres definiciones claves que se relacionan entre sí: geopolítica, poder y soberanía.

A la geopolítica la podríamos definir desde su nombre y su característica dual entre geografía y política, es decir, el territorio y la ciencia y el arte de gobernar[8]. Sería aquel fragmento de plataforma territorial que los Estados analizan para luego garantizar determinado valor político.

El poder será definido bajo dos concepciones de suma importancia: la influencia y la autonomía[9]. La primera dimensión gira en torno al ‘poder sobre’, mientras que la segunda alude al ‘poder para’. Está claro que para contentar a la primera expresión de poder, deberíamos tener -de cierta forma- emprendida la discusión alrededor de la autonomía.

La tercera definición es la de soberanía. Consideramos que la misma no se define, sino que, se defiende. Y en lo que narraremos en este apartado, resulta imprescindible destacar el valor de la diplomacia, el conocimiento científico y militar, la educación, y la industria.

En síntesis, la soberanía no es un significante estático, sino que está en constante discusión y expansión. Argentina ha logrado a lo largo de toda su historia ampliar y desarrollar su territorio, posibilitando de esta manera, expandir su población y divulgar soberanía.

Ahora hablaremos de la proyección al continente antártico y de la ley 19.640 (régimen de promoción industrial de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur).

La proyección al continente más austral del mundo se encuentra en estrecha relación con el conflicto del Atlántico Sur, un espacio de suma importancia geopolítica y económica. Por ello, no resulta azarosa la ocupación ilegal por parte del Reino Unido de Gran Bretaña en el centro de nuestra nación ¿Por qué el centro de nuestra nación? ¿No es la provincia de Córdoba?

La República Argentina es un país bicontinental y marítimo, nuestro límite norte es la ciudad de La Quiaca, y nuestro límite sur se encuentra en la Antártida (paralelo de 60º sur, y los 90º sur), por lo tanto, la isla de Tierra del Fuego y el archipiélago de Malvinas son el centro geográfico de nuestra Nación. Y es más, si somos más exactos y tomamos los límites Oeste (Cordillera de Los Andes) y Este (Sándwich del Sur), el centro de nuestro país se encuentra en el medio del mar argentino[10].

Está claro que a cierta potencia marítima la ocupación estratégica en 1833[11] en las Islas Malvinas le garantizó no solo el pasaje bioceánico hacia el Pacífico Sur, sino también la conexión con sus colonias de África, América y Oceanía. Además, le posibilitó estar cerca del llamativo continente antártico.

El interés por el polo sur data del siglo XIX, podemos nombrar los reconocidos viajes de Fitz Roy y Darwin. Argentina, por lo pronto, decidió aproximarse a la península antártica el 12 de octubre de 1884[12] con la fundación de la ciudad de Ushuaia gracias al coronel de marina Augusto Lasserre. Aquel día, se arrió la bandera británica y se izó la celeste y blanca. Meses después, el Instituto Geográfico Argentino (creado en 1879) incluyó a las Islas Malvinas en nuestro mapa. La cartografía molestó y se retomaron las discusiones por la soberanía de las Islas que habían cesado luego de la Batalla de Caseros.

Ya entrado en el siglo XX, el continente tomó mayor valor geopolítico, por su potencial científico, económico y militar. Las primeras expediciones fueron la sueca en 1902 (con gran protagonismo de José María Sobral que viajó en la expedición, y el posterior rescate gracias al ARA Uruguay), y la escocesa en 1903 y 1904. En el segundo viaje de la Scotia, estuvo presente el estafeta Hugo Acuña, quien el 22 de febrero de 1904  izó de forma definitiva la bandera argentina. Desde ese lunes, nuestro país es el que tiene mayor presencia permanente e ininterrumpida en la Pampa Blanca[13].

La influencia que empezó a tener Argentina en el sexto continente se refleja en la autonomía sobre el mismo. Durante el decenio 45-55, además de instalar siete bases permanentes[14], se crea el Instituto Antártico Argentino[15], organismo gubernamental que centraliza la planificación, coordinación y control de las actividades científicas que nuestra nación lleva a cabo en la Antártida. Esto es, planificación estratégica ¿Por qué? Porque perduró en el tiempo y no se gestionó en pos de beneficiar a un gobierno. Claro está que hubo gobiernos militares y democráticos que no comprendieron dicha proyección estratégica, que no solo brinda poder de influencia sobre el sexto continente, sino también poder de autonomía, esto es, decisión. Soberanía a través del conocimiento, de la diplomacia y de la expansión de la población.

Adelantemos un poquito en el tiempo y volvamos al continente americano (obviaremos algunos hechos históricos para no ser demasiados extensos). Es el año 1972, y el  Ejecutivo Nacional está a cargo del presidente de facto Alejandro Lanusse; analizando la poca población en el entonces territorio nacional de la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur (en aquellos años vivían cerca de 13.000 personas) se decide avanzar con la promulgación de la ley 19.640, creando el Área Aduanera Especial en dicho territorio. La decisión tuvo una gran facultad geopolítica: cercanía con las Islas Malvinas, puerta de entrada a la Antártida, y los tres pasos biocéanicos entre el océano Atlántico y el Pacífico (el estrecho de Magallanes, el canal de Beagle y el Pasaje de Drake).

La Ley -que en mayo cumplirá 52 años- estableció un régimen especial fiscal y aduanero con el fin de fomentar la actividad económica industrial y asegurar de ese modo el establecimiento permanente de población argentina en la región (hoy viven cerca de 200.000 personas, con esto podemos afirmar que no es una ley en beneficio de la Provincia, sino, de la Nación, porque el traslado de familias en busca de trabajo y aprendizaje nos beneficia a todos, esto significa: soberanía).

Ahora bien, a lo largo de los años, y con gran entusiasmo en estos últimos, afloraron retractores con discursos foráneos y sin observación soberana y geopolítica de la cuestión. ¿Es necesario recalcar que las Islas Malvinas -en donde el Reino Unido de Gran Bretaña cuenta con una base militar- están a menos de 350 kilómetros de la Isla de los Estados? ¿También hay que aclarar que el Reino Unido de Gran Bretaña ocupa ilegalmente 200 millas náuticas en concepto de “zona económica exclusiva” alrededor de Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur[16]? ¿Hay que recordar que el Tratado Antártico está objeto a revisión a partir de 2048?

“No se trata de cambiar de collar sino de dejar de ser perro” diría Arturo Jauretche. Debemos reconocer que nuestro mar es devorado por banderas extranjeras: principalmente China, Corea del Sur, y España (paradójicamente, son países que apoyan a la Argentina en la Cuestión de las Islas Malvinas). Entonces, con todo esto, resulta imprescindible comprender que la ley 19.640 no es una ley de un gobierno, es una ley Argentina con una visión estratégica de nación, entendiendo que se encuentran grandes recursos en la zona, y el rol fundamental geopolítico que posee.

Para finalizar, permitámonos en ahondar en algunos desafíos que se relacionan con la ley impuesta en la provincia más austral de nuestro querido país: precisamos un mejoramiento y la creación de puertos, fortalecimiento de los polos industriales, optimización y transformación de vías férreas, robustecimiento de la industria naval, pesquera, satelital y minera, reactivación de bases aeronavales, control de las hidrovías, diversificación industrial, expansión de universidades, impulsar sectores estratégicos como la energía nuclear y la infraestructura digital, entre otros.

Poblar la nación es defender la soberanía, porque la migración dentro de nuestro propio país puede brindar estabilidad laboral, crecimiento económico, y futuro. Por ello resultaría interesante plantear leyes similares a la 19.640 para fortalecer el establecimiento poblacional y el capital humano para sumadas provincias con grandes valores y recursos naturales estratégicos, como por ejemplo: Jujuy, Salta, Catamarca, San Juan, Neuquén, Chubut, Santa Cruz. La diversidad de recursos naturales estratégicos que tiene nuestro país da lugar al conocimiento científico, al aprendizaje y a la integración laboral, porque en definitiva el mal que nos aqueja a los argentinos no es la extensión, es exactamente lo contrario. Esa extensión nos abre el abanico de posibilidades de despoblar las urbes -desiguales y con agotado espacio laboral- (que se centran alrededor del Puerto de Buenos Aires) e imaginar una nación con mayor equidad y futuro concretable.

Sencillamente, poblar nuestra nación es ganar poder de autonomía y poder de influencia sobre nuestro territorio. Es brindar futuro, proporcionar posibilidades a miles de familias que se encuentran con recursos agotados y con viviendas indignas. Poblar nuestra nación es generar valor agregado a través del capital humano. Es educar haciendo hincapié en el fortalecimiento de la noción de territorialidad. Poblar nuestra nación es defender y hacer soberanía.


[1] Por ejemplo, el separamiento de la Banda Oriental y la posterior creación del Estado de Uruguay.

[2] Mario Rapoport, 2017.

[3] Víctor M. Sonego, 1985.

[4] Nicolás Tereschuk, 2018.

[5] Otro concepto -por encima del nacionalismo- es el de “supranacionalismo”, una idea que resulta difícil de perdurar en el continente americano sur por factores externos.

[6] Juan Domingo Perón, 1974.

[7] Arturo Jauretche, 1982.

[8] Fraga (1994) como se citó en Mariana Altieri (2022); Ciudad de la Soberanía: Río Grande, Malvinas y la construcción de la Argentina Bicontinental.

[9] Esteban Actis y Nicolás Creus (2022).

[10] Juan Augusto Rattenbach (2022) en Ciudad de la Soberanía: Río Grande, Malvinas y la construcción de la Argentina Bicontinental.

[11] Argentina izó por primera vez la bandera celeste y blanca en las Islas Malvinas el 6 de noviembre de 1820, gracias al Coronel de Marina David Jewett, Comandante de la fragata “Heroína”. Mientras que, el 10 de junio de 1829 se ejerció la soberanía a través de la creación de la Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas y las adyacentes al Cabo de Hornos en el Mar Atlántico.

[12] Cuatro días después, se promulga la Ley 1532 de «Organización de los territorios nacionales», por la cual el extenso territorio patagónico fue subdividido en las gobernaciones de Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.

[13] Argentina tiene tres Pampas: la Verde, la Azul y la Blanca.

[14] Argentina administra trece bases en la Antártida, de las cuales siete son permanentes y el resto, temporarias.

[15] Cabe destacar que la creación y la trayectoria del Instituto Antártico Argentino preceden a la creación del Tratado Antártico (1959).

[16] El Conflicto del Atlántico Sur supuso un retroceso en las negociaciones diplomáticas por la soberanía de Malvinas que se tradujo en la ocupación colonial británica de los espacios marítimos alrededor de las Islas, cambiando así de forma significativa, la economía del Atlántico Sur en detrimento de los intereses soberanos argentinos.

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