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Jorge de Darmstadt

Biografía

Darmstadt, Jorge de. Príncipe de Darmstadt, en el Sacro Imperio Romano Germánico. ¿Darmstadt? (Alemania), 1669 – Barcelona, 14.IX.1705. Mariscal de campo imperial, virrey de Cataluña, landgrave de Hesse-Darmstadt.

Hijo de Luis VI y primo de la reina de España Mariana de Neoburgo, en 1687 participó en la batalla de Mohács, en Hungría, frente a los turcos, a las órdenes del duque Maximiliano Emmanuel de Baviera. Al parecer, allí conoció al coronel de ingenieros del ejército imperial Joan Baptista Basset, que llegó a ser el principal dirigente austrino valenciano. Al año siguiente se enfrentó de nuevo a los turcos en Venecia. Darmstadt también luchó junto a Guillermo III frente a los jacobitas en Irlanda (1690).

El 1692 ascendió a general del ejército imperial durante la guerra de la liga antifrancesa de Augsburgo.

Al cabo de tres años llegó a Barcelona al frente de las tropas aliadas del Imperio compuestas por 2000 soldados para expulsar a los franceses del territorio catalán durante la guerra de los Nueve Años (1689-1697).

Ya entonces Basset ocupó un lugar preeminente en el Estado Mayor de Darmstadt. Dos años más tarde se distinguió en la defensa de Barcelona, asediada por el ejército del duque de Vendôme, ocasión en la que apoyó firmemente la opción de resistir de acuerdo con las instituciones catalanas, frente a la opinión del virrey Francisco Antonio Fernández de Velasco que fue cesado en el cargo dos días antes de la capitulación de la ciudad. A pesar de ello, ejerciendo el príncipe de Darmstadt el cargo de gobernador, el nuevo virrey conde de la Corzana, Diego Hurtado de Mendoza y Sandoval, rindió la ciudad el 10 de agosto de 1697. Firmada la paz de Ryswick, y una vez liberada Barcelona, el 8 de febrero de 1698, el príncipe fue nombrado virrey de Cataluña e investido con la grandeza de España y el Toisón de Oro. Su gestión como virrey y el carácter dialogante del que hizo gala durante el mandato le hicieron merecedor de una notable popularidad. Efectivamente, intervino de forma eficaz para dar solución a las principales inquietudes del principado. Apoyó diversas peticiones realizadas por las instituciones catalanas que pretendían recuperar el control de las insaculaciones para los cargos políticos —frente a la creciente intromisión real a partir de 1652— y arbitró en el espinoso conflicto de los alojamientos de soldados, a la vez que reclamó a la Corte más medios para la defensa del territorio catalán, “el antemural de España”, para atajar las constantes ocupaciones francesas. Pero además dictó medidas para proteger, mediante derechos y aranceles aduaneros, los tejidos de lana y de seda autóctonos frente a los productos galos. En agosto de 1700 asistió a una sesión de la “Academia de los desconfiados”, un núcleo culto en el que abundaban los austríacos.

Por todo ello, no es extraño que los obstáculos legales que las instituciones catalanas opusieron al nombramiento del virrey conde de la Corzana, porque no había jurado el cargo, se esfumaran en el momento en que Darmstadt ocupó su lugar. A la muerte de Carlos II, y al cesar la función delegada del alter nos, las instituciones catalanas dieron por válida, aunque con carácter excepcional, la continuidad de Darmstadt como virrey. Pero a consecuencia de las tensiones surgidas entre el virrey austríaco y el nuevo monarca Borbón, a las puertas de la contienda de la Guerra de Sucesión, Felipe V le destituyó el 2 de febrero de 1701 y nombró en su lugar al conde de Palma. Aún más: en el mes de abril lo expulsó del reino. Darmstadt vendió sus muebles y objetos de valor y partió para Austria. A partir de aquel momento se convirtió en el promotor más activo y cualificado de la causa del Archiduque y en un intermediario eficiente entre los austríacos, los ingleses y los austracistas catalanes. Pronto, el emperador Leopoldo lo envió a Londres para convencer a los ingleses de la conveniencia de establecer una alianza antiborbónica.

Al final, su gestión cuajó mediante la creación de la Alianza de La Haya (7 de septiembre de 1701), formada por Austria, Holanda e Inglaterra. Iniciada la guerra, en el mes de julio de 1702 embarcó hacia Lisboa con el doble objetivo de intentar decantar al rey Pedro II —cuya esposa era prima de Darmstadt— que se había declarado neutral en el conflicto sucesorio y contactar con la nobleza castellana. De allí se incorporó a la escuadra angloholandesa que se dirigió a Cádiz en un intento de tomar El Puerto de Santa María que no sólo resultó fallido, sino que fue contraproducente a causa del pillaje y de los sacrilegios cometidos por las tropas que alejaron a los andaluces de la causa aliada.

Una vez ganado el apoyo portugués para la causa imperial, a primeros de marzo de 1704 se reunieron en Lisboa el archiduque Carlos de Austria, Darmstadt y el almirante de Castilla, Juan Tomás Enríquez de Cabrera, junto con otros nobles castellanos como el conde de la Corzana. El príncipe, nombrado vicario general de la Corona de Aragón, a finales de mayo fracasó en el intento de tomar Barcelona, de acuerdo con un notable grupo de conspiradores austríacos que se hallaban en la ciudad, controlada con mano firme por el impopular Velasco, que de nuevo ejercía de virrey. La flota aliada consiguió dominar Gibraltar el 4 de agosto de 1704, de cuya plaza Darmstadt fue gobernador. En Barcelona, una vez descubierta la conspiración, el virrey desencadenó una represión de tal magnitud que allanó el terreno al partido austríaco cuando la flota aliada, al año siguiente, apareció en la costa barcelonesa en el mes de agosto, a bordo de la cual se hallaban Carlos III, el archiduque y Darmstadt. Antes del desembarco, el príncipe mantuvo discrepancias con el comandante de la flota, milord Peterborough, acerca de las operaciones militares para la toma de Barcelona. Sin duda, su presencia mitigó la impresión de que el archiduque era un simple instrumento de los ingleses y holandeses, a la vez que permitió establecer contactos con el primer núcleo del partido austríaco al objeto de coordinar el alzamiento de las comarcas catalanas a favor del archiduque, gracias a las excelentes relaciones que mantenía con la pequeña nobleza, la burguesía mercantil y el grupo de vigatans (propietarios de la comarca que eran oficiales de los fusileros catalanes, como Bac de Roda o Josep Moragues) que habían luchado codo a codo con él en la guerra contra Francia.

Una vez desembarcadas las tropas en la desembocadura del río Besós, frente a la capital catalana, el príncipe obligó al comandante Peterborough a atacar el castillo de Montjuich el 14 de septiembre, en cuya operación, a causa de una herida de bala, perdió la vida. Su muerte heroica tuvo un gran eco popular como reflejan perfectamente diversas canciones e impresos, hasta el punto de que el representante inglés en Barcelona, Alexander Stanhope lo calificó de “ídolo de los catalanes”. Los militares y políticos contemporáneos reconocieron su gran lealtad al archiduque así como sus virtudes en el campo de batalla.

Recibió sepultura en el convento de los franciscanos de Sarriá, en Barcelona. Al cabo de un mes, el 14 de octubre de 1705, la ciudad dio la obediencia a Carlos III el archiduque. Sus hermanos Enrique y Felipe siguieron luchando en el ejército imperial.

 

Bibl.: A. D. Francis, The First Peninsular War, 1702-1713, London, E. Benn, Ltd., 1975; J. Ragon, “El último virrey de la administración habsburguesa en Cataluña: Jorge de Darmstadt y Landgrave de Hassía (1698-1701)”, en Pedralbes (Universitat de Barcelona), n.º 2 (1982), págs. 263-272; A. Porta, La victòria catalana de 1705, Barcelona, Editorial Pòrtic, 1984; J. Albareda, Els catalans i Felip V. De la conspiració a la revolta (1700- 1705), Barcelona, Vicens Vives, 1993; L. Frey y M. Frey (eds.), The Treaties of the War of the Spanish Succession. An Historical and Critical Dictionnary, Wetsport, Connecticut, Greenwood Press, 1995; J. M. Torras Ribé, La guerra de Successió i els setges de Barcelona (1697-1714), Barcelona, Rafael Dalmau, Editor, 1999.

 

Joaquim Albareda Salvadó