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CORTE MARCIAL DEL
TENIENTE GENERAL JOHN
WHITELOCKE
Con Introducción y Conclusiones del traductor
DICIEMBRE DE 2020
Por Rua Ezequiel en base a las notas tomadas por un testigo
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Prologo
Me considero una persona práctica y por demás ejemplificadora, creo que es la única
forma en que se hacer las cosas. En palabras del propio Napoleón a su valet “vísteme
despacio que estoy apurado”. Voy a relatar los sucesos importantes hasta 1807 para
poner un contexto general de la situación política y militar. Ejemplificare armas,
mecanismos y un sinfín de detalles que fui encontrando en mi investigación y que son
tan necesarias para comprender en un plano más general; que, por qué y para qué. Si
no estuviera tan apurado este relato sería más corto.
Tengo que empezar por algún lado, no es simplemente salir de la nada con datos al
aire. Creo que por el bien del lector y por el bien de quien relata, es que la línea, la voy
a marcar en la guerra de independencia de las 13 colonias británicas en la costa
atlántica de norte américa.
Entre los años 1775 y 1783 se libró esta guerra de independencia americana contra
una potencia europea. Lo interesante de esto es que Europa desde la edad media fue
un polvorín con varios actores enfrentándose todo el tiempo por tierras, enmascarado
claro, con la excusa religiosa, de poder y de sangre real. De entre estos países las
principales rivalidades se habían marcado entre Inglaterra y Francia – Inglaterra y
España – España y Portugal (que tienen y tuvieron desde siempre una relación
compleja por decir algo amable), Rusia, Austria, el imperio turco, Prusia, y demás.
Todos estos jugadores muy importantes en la contienda por el poder.
Cuando las colonias americanas quisieron independizarse para no aportar impuestos
sin representación parlamentaria en Londres, poder manejar los precios del algodón y
del tabaco a su gusto sin pasar por Londres y por sobre todo desentenderse de la
guerra de los 7 años. Que fue peleada en casi todo el mundo y con los mismos de
siempre como protagonistas y donde los británicos salieron victoriosos (pero habían
quedado al borde de la quiebra). Son estos costos los que los “americanos” no
quisieron pagar. Para el fin independista, las colonias enviaron negociadores a Francia
y España (sus vecinos en el norte y oeste – sur respectivamente). Ambos aceptaron
encantados en cortar las riquezas del rey británico.
Francia aporto muchísimo material bélico, una marina de guerra muy numerosa por
esos permisos de comercio con el sueño de la futura nación. 11.000 soldados
españoles, 12.000 soldados franceses, 63.000 franco-españoles en Gibraltar y 146
barcos de línea. Esto represento un gasto desorbitante para el estado Francés que al
igual que Inglaterra había salido muy perjudicado económicamente después de la
guerra de los 7 años, y había perdido la guerra…
Por esto es que el rey Luis XVI de Francia decidió aplicar una serie de medidas que no
hizo más que terminar de estrangular al tercer estado o al campesinado y pequeños
propietarios. Para colmo de males fueron los veranos más cortos y los inviernos más
duros sin posibilidad de cultivar… De este malestar nace la marcha del pan, la toma de
la bastilla y demás sucesos que terminaran con el rey y la reina sin cabeza. Hablamos
propiamente de la revolución francesa de 1789 en cuyo contexto distintas potencias le
declaran la guerra a la asamblea nacional (órgano que ocupo la cabeza de estado).
Los estados monárquicos totalitarios se conformaron en la primera coalición (17921797) comprendida por: Austria, Prusia, Reino de Nápoles, Reino de Cerdeña (en
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guerra con Francia desde 1792), Reino Unido, Provincias Unidas de los Países Bajos
y España. Increíblemente el estado francés pudo contener a sus atacantes.
Es por esto que se conforma la segunda coalición (1798-1800) comprendida por: el
Imperio austríaco, el reino unido (ya en guerra con Francia desde 1793), el Imperio
ruso, Imperio otomano, Reino de Portugal, Reino de Nápoles y los Estados Papales.
Nuevamente el estado Francés perdura y surge en este contexto un militar que en
base a triunfos, alianzas y un golpe de estado, el golpe del 18 de brumario (11 de
noviembre de 1799) se autoproclama primer cónsul o cónsul vitalicio y luego se auto
coronara emperador el 18 de mayo de 1804, no hablamos de nadie más que de
Napoleón Bonaparte.
Napoleón no solo gana la guerra de la segunda coalición si no que se corona Rey de
Italia el 18 de marzo de 1805 y crea una alianza con España.
Las “potencias” vieron con mala cara a este personaje que se comparaba de igual a
igual con reyes y emperadores “designados por dios” es por esto que emprenden la
tercer coalición en 1805 por el Reino Unido, Austria, Rusia, Nápoles y Suecia.
Bajo esta nueva guerra, Napoleón reestructura el mando militar y la composición del
ejército. Crea las fuerzas de Corps, o cuerpos, que para fines prácticos son mini
ejércitos independientes de otros corps. Cada uno comprendía caballería, artillería,
infantería, ingenieros, etc. Lo notable de este modelo es que cada cuerpo comandado
por un mariscal de campo podía vivir de los pueblos por los que pasaba, ser más
flexible y rápido y por ello tomar varias vías hacia un solo destino. Este modelo fue
virtualmente copiado por todas las naciones del periodo.
En 1805 gana quizás su más brillante victoria en Austerlitz y pierde el mar en la batalla
de Trafalgar famosa por la muerte del comandante Ingles Nelson y la destrucción de la
flota combinada franco-española. El dominio de los mares era británico, el dominio de
la tierra era Francés. El primer ministro del reino unido era William Pitt quien se dice
que dijo que descolgaran el mapa de Europa porque no lo necesitarían por los
próximos 10 años al conocer las victorias francesas en Europa. Pitt muere en 1806, lo
sucedió William Wyndham Grenville.
En 1806 se declara la guerra de la cuarta coalición (1806-1807) contra la Francia
imperial por: el reino unido, Prusia, Rusia, Sajonia y Suecia.
Inglaterra estaba en el bum de su revolución industrial (1760-1840) y necesitaba
desesperadamente colocar productos y hacerse de materias primas para solventar la
cantidad de manufactura que ahora industrializaba. Europa fue cerrada por Napoleón
mediante el decreto de Berlín el 21 de noviembre de 1806, que resultó ser un fiasco,
Como toda prohibición lo único que hizo fue incrementar el tráfico ilegal de productos
y lastimar el comercio tanto propio como ajeno.
Su graciosa majestad Jorge III envía un convoy a cabo verde en la actual Sudáfrica, que
era un puesto Holandés (en realidad Francés), con la idea de lastimar toda fuerza
francesa lejos de Europa. Este puesto cae sin muchos inconvenientes. Es en estos
lugares y en esta parte de la misión, donde los comandantes de la expedición son
informados que el virreinato del rio de la plata estaba por despachar un tesoro en
metálico a España, y que la población estaba muy disconforme con las regulaciones
comerciales de Madrid que marcaba que solo las colonias podían comerciar con la
metrópoli. Recordemos que España estaba en guerra con Inglaterra desde 1804 y bajo
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el sistema continental desde 1805. El 6 de Junio de 1806 un cuerpo expedicionario (sin
ordenes) al mando del Brigadier General William Carr Beresford y el Comodoro Home
Riggs Popham con 1.600 Soldados de infantería en su gran mayoría del 71° regimiento
de highlander escoces y marinería cruzan el atlántico. Al ver que podían ser recibidos
como salvadores y muy bien informados por algunos comerciantes locales, intentan
desembarcar en ensenada pero son repelidos en el fuerte de Barragán, por lo que
desembarcan en Quilmes, pierden parte de su artillería en el humedal de la costa
quilmeña, pero la infantería sube a la altura sin mayor complicación y emprenden el
derrotero para capturar al virrey Rafael de Sobremonte y Núñez que tenía el caudal
publico consigo a estas alturas a la altura de Lujan (intentaba llegar a córdoba para
presentar batalla con el ejército de las provincias). Los británicos se hacen con este
dinero y es rápidamente enviado a Londres. Beresford se nombra gobernador de la
ciudad y dependencias viendo un buen lugar para comerciar y abrir mercado a esta
vasta zona. Por esto, decreta la apertura del puerto imponiendo un libre mercado que
si bien fue bien visto por la oligarquía local, la mayoría de estos había hecho sus
fortunas por el contrabando y con la legalización se terminaba el negocio. Es por esto
que una parte de estos señores, se alza en armas en contra del ejército invasor
logrando su rendición el 12 de agosto del mismo año.
Se dice que la idea general de los pobladores era crear una nación similar a la de norte
américa para poder imponer precios de sus productos sin pasar por el control
burocrático y de algún modo tiránico de Madrid. Todo esto con el protectorado de
Inglaterra, claro que las ideas de la corona serían un tanto distintas.
Por el mismo momento Napoleón aplastaba a Prusia en la doble batalla de JenaAuerstadt en octubre de 1806.
Popham quien había sido visto como un tirano por la opinión pública, medios y corona
y que casi se lo somete a un juicio militar por atacar sin órdenes, de repente es
recibido con honores por ingresar tremendo botín a las arcas reales. Se entiende que
una fuerza de 1600 hombres no puede sostener la ciudad y deciden enviar una fuerza
de varios cuerpos para imponer seguridad en esta nueva colonia. Antes de zarpar a
principios de 1807 se enteran que las fuerzas se han rendido en Buenos Aires y
deciden retomarla aunque entienden que las fuerzas que comprendían, serían
insuficientes.
En 1807 Napoleón “empata” y se queda con el campo de batalla en Eylau contra un
ejército ruso-prusiano al mando de Bennigsen. Luego toma la ciudad de Danzig, en
junio gana la brillante batalla de Friedland contra el mismo ejército de Bennigsen y
toma la ciudad de Konigsberg. La paz vendría por pedido de la corte rusa al emperador
Alexander II, la misma se firmaría en Tilsit el 25 de junio así terminando la guerra de la
cuarta coalición ampliando aún más el control europeo contra Inglaterra. El único país
que no acata esta orden imperial es el reino de Portugal.
Es por esto que un ejército combinado franco-español al mando del general Junot
ingresa en Portugal para imponer la sanción por la fuerza. Los reyes huyen con toda su
corte a Brasil en barcos ingleses sin presentar batalla.
Es aquí, en este contexto donde arranca el relato y el juicio tan lleno de datos que se
encuentra a continuación.
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Juicio del teniente general John Whitelocke,
Comandante en jefe de la expedición contra Buenos Aires
Por corte marcial, realizado el Jueves 28 enero de 1808
Y días posteriores.
Notas tomadas textualmente por un estudiante de Middle Temple
“Este no es el caso de un oficial en su juicio por consejo de guerra por cualquier hecho
particular que se alega en su contra, este es el primer juicio por consejo de guerra,
instituido para investigar la conducta de un oficial general, que tiene el mando de una
expedición en contra una provincia extranjera”
- Fiscal.
Traducción realizada por Ezequiel Rua, argentino, residente en Reino Unido.
Este documento traducido no busca ningún beneficio monetario, solo el de tener
conocimiento sobre la materia en cuestión y que esté al alcance de cualquier persona
hispanoparlante a quien le interese.
Distintas notas fueron hechas y marcadas entre paréntesis para clarificar términos,
contextos y personajes.
A su vez esclarece que no posee ningún permiso para su reproducción, traducción o
distribución.
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Primer (1) Día
A las diez en punto, varios generales y tenientes generales, convocados para formar la
corte, se reunieron en el gran salón, poco después ocuparon sus puestos en el estrado
según su rango, en el siguiente orden:
Presidente, general sir William Meadows, K. B. (Knight of the Bath - caballero de la
orden del baño)
Generales, Honorable J. C. Norton,
Vizconde Gerard Lake,
Samuel Hulse,
James Oglevie,
Cornelius Cuyler
Teniente general, Honorable Henry Edward Fox,
Sir James Duff
George Harris,
Lord Cathcart
Francis Dunda
Alexander Ross
Henry Pigot
Sir George Nugent, Bart
William Loftus,
Richard R. Wildford,
Thomas Garth,
Vaughan Lloyd
Miles Stavely,
Y el teniente general Sir John Moore K.B. ((Knight of the Bath - caballero de la orden
del baño)
El juez fiscal (por falta de nombre más preciso comprendemos que es un fiscal), el
honorable Richard Ryder, se sentó a la cabecera de la mesa, a la derecha del
presidente. El teniente general Whitelocke estaba un poco atrás, a la izquierda del
presidente, en una mesa, donde se sentaban su abogado, el ayudante de campo del
rey y otros asistentes del general.
A la derecha del presidente, se dispuso otra mesa, donde se sentaron a los pies, el
ayudante y los generales adjuntos, que asistieron por parte de la fiscalía, y los
escritores abreviados y los auxiliares administrativos a cada lado.
El asunto de la corte fue iniciado por el fiscal leyendo la orden para convocar a la corte
marcial y llamando los nombres de los miembros.
Luego, el tribunal ordenó al fiscal que leyera los diversos cargos de la siguiente
manera.
Primer cargo_ Que dicho teniente general Whitelocke, habiendo recibido
instrucciones del principal secretario de estado de su majestad, de proceder a la
redención de la provincia de Buenos Aires, emprendió medidas mal calculadas para
facilitar esa conquista; que cuando el comandante español había mostrado síntomas
de disposición a tratar una rendición tal como para expresar un deseo de comunicarse
con el general de división Gower, el segundo al mando, sobre el asunto de los
términos, dicho teniente general whitelocke devolvió un mensaje, en el cual exigió,
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entre otros artículos, la entrega de personas que ocupen cargos civiles en el gobierno
de Buenos Aires, como prisioneros de guerra. Que dicho teniente general Whitelocke
al hacer una demanda tan ofensiva e insólita, tendiente a exasperar a los habitantes
de Buenos Aires, a producir y alentar un espíritu de resistencia a las armas de su
majestad, a excluir la esperanza de un acomodo amistoso, y a aumentar las
dificultades del servicio que le fue encomendado, actuó de manera impropia de su
deber como oficial, perjudicial para la disciplina militar y contraria a los artículos de
guerra.
Segundo cargo_ que dicho teniente general Whitelocke, luego del desembarco de las
tropas en ensinada (Ensenada), y durante la marcha de allí a la ciudad de Buenos Aires,
no hizo los arreglos militares mejor calculados para asegurar el éxito de sus
operaciones contra la ciudad; y que habiendo sabido, antes de su ataque a la ciudad
de Buenos Aires, el 5 de julio de 1807, como se desprende de su despacho del 10 de
julio, que el enemigo pretendía ocupar los techos planos de las casas, no obstante hizo
caso omiso, en dicho ataque, dividió sus fuerzas en varias brigadas, y ordenó que se
descargara el conjunto y que no se permitiera disparar bajo ningún concepto; y bajo
esta orden marchar por las principales calles del pueblo, desprovisto de medios
adecuados y suficientes para forzar las barricadas, por lo que las tropas quedaron
innecesariamente expuestas a la destrucción, sin posibilidad de hacer oposición
efectiva; tal conducta muestra una gran incapacidad profesional por parte del dicho
teniente general Whitelocke, tendiente a disminuir la contingencia de las tropas en la
conducción de sus oficiales, siendo despectivo al honor de las armas de su majestad,
contrario a su deber como oficial, perjudicial al buen orden y disciplina militar, y
contrario a los artículos de guerra.
Tercer cargo_ que dicho teniente general Whitelocke no hizo, aunque estuvo en su
poder, ningún intento eficaz, por sus propios esfuerzos personales o de otra manera,
de cooperar o apoyar a las diferentes divisiones del ejército bajo su mando, cuando se
enfrentó al enemigo en las calles de Buenos Aires, el 5 de julio de 1807, por lo que
esas tropas, después de haber encontrado y superado un fuego constante y bien
erigido, habiendo efectuado sus órdenes, quedaron sin apoyo de nuevas órdenes, y
destacables destacamentos al mando del teniente coronel Duff, y el general de
brigada Craufurd, se vieron obligados a rendirse; tal conducta por parte del teniente
general Whitelocke tendiente a la derrota y deshonra de las armas de Su Majestad, a
disminuir la confianza de las tropas en la habilidad y valentía de sus oficiales, siendo
impropio y vergonzoso para su carácter de oficial, perjudicial para el buen orden y
disciplina militar, y contrario a los artículos de guerra.
Cuarto cargo_ Que dicho teniente general Whitelocke, posteriormente al ataque a
Buenos Aires, y en un momento en que las tropas bajo su mando estaban en posesión
de puestos en cada flanco de la ciudad y del arsenal principal, con comunicación
abierta a la flota y con una fuerza efectiva de unos cinco mil hombres, entró y
finalmente concluyó un tratado con el enemigo, por el cual reconoce en el despacho
público del 10 de julio de 1807, que "resolvió renunciar a las ventajas que la brabería
de sus tropas había obtenido, y cuyas ventajas le habían costado alrededor de dos mil
quinientos hombres en muertos, heridos y prisioneros; y que por tal tratado renunció
innecesaria y vergonzosamente a tales ventajas, evacuó totalmente la ciudad de
Buenos Aires y consintió en entregar al enemigo la fuerte fortaleza de Monte Video
(Montevideo), que había sido entregada a su cargo, y que en el período del tratado y
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abandono, fue bien y suficientemente guarnecido y provisto contra el ataque, y que
no estaba, en tal período, en un estado de bloqueo o sitio; tal conducta por parte del
teniente general Whitelocke tendiente a deshonrar a las armas de Majestad, y siendo
contrario a su deber como oficial, perjudicial al buen orden y disciplina militar, y
contrario a los artículos de guerra.
El juez presidente dijo — "teniente general Whitelocke, ¿es usted culpable de estos
varios cargos o no es culpable?"
General Whitelocke — "No culpable"
Juez presidente — "¡Se desea que se retiren todas las personas que sean convocadas
a declarar en esta Corte Marcial!
Los contraalmirantes Murray, los generales Gower, Craufurd y otros oficiales que
fueron testigos se retiraron.
Abogado — Por parte del general Whitelocke, debo presentar a la Corte que solicite
que se permita que el ayudante y los capitanes generales pertenecientes a la
expedición acudir al Juzgado, concibiendo que le pueden ser de utilidad en su defensa.
No es necesario que yo afirme que la evidencia de estos testigos será material para la
acusación, y que para cumplir con la solicitud del general Whitelocke será necesario
desviarse de la regla general de las Cortes Marciales, de excluir a todos los testigos en
ambos lados de estar presentes. Este es un punto que debe decidir la Corte, si creen
conveniente acceder a la solicitud.
A continuación, se despejó el tribunal, y después de un tiempo se volvieron a abrir las
puertas, el general Whitelocke, habiendo reasumido su puesto, fue informado de que
su solicitud no podía ser atendida. El fiscal se levantó y se dirigió a la Corte casi de la
siguiente manera.
— Presidente y oficiales generales de la Corte Marcial,
"Aunque se reunieron en la ocasión más importante que la historia militar de este país
ha brindado, o alguna vez ha pedido una investigación, no los detendré por mucho
tiempo al abrir estos cargos. El tema es demasiado doloroso para una prolijidad
innecesaria, y los acontecimientos son demasiado recientes y están demasiado
grabados en la memoria y los sentimientos de todos los hombres, como para requerir
una declaración que tomará mucho tiempo en esta primera parte del proceso. Ya
saben que la expedición confiada al mando del general Whitelocke , que fue, a juicio
de quienes lo planearon, como una fuerza más que adecuada para cumplir su objeto,
(la reducción de Buenos Aires) ha fracasado totalmente, fracasó con la lamentable
pérdida de una gran parte del valiente ejército comprometido y fracasó no sólo en el
objeto de su intención, sino que terminó en la entrega absoluta de aquellas valiosas
ventajas que el valor de las tropas británicas, bajo otro comandante, había adquirido
previamente en la importante posesión de monte video (Montevideo)”.
"Con este desafortunado suceso se han vencido las esperanzas que se habían
albergado de manera tan sobresaliente y universal —de descubrir nuevos mercados
para nuestros fabricantes— de dar un campo más amplio al espíritu y apreciación de
nuestros comerciantes, de abrir nuevas fuentes de tesoros y nuevas oportunidades
para esfuerzo, para suplir las necesidades groseras de las naciones que emergen de la
barbarie, o las demandas artificiales de lujo y refinamiento en esas regiones remotas
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del globo. Por importantes que estos objetos puedan ser considerados en todo
momento por este país, el estado universal de Europa y los intentos diarios que se
hacen para excluirnos de nuestras relaciones habituales con el continente, han
aumentado la importancia de estos objetos y se han sumado a la decepción de esas
esperanzas. Esta decepción también ha sido dolorosamente amargada por la desgracia
que un fracaso en tales circunstancias se han fijado en las armas británicas. Una
disminución de la fama militar debe ser considerada por nosotros como una calamidad
nacional, y en ningún período tan grave como este, cuando nuestro carácter militar se
vuelve más esencial que nunca, no solo para nuestro honor y nuestra fama, sino para
la independencia, las libertades y a la existencia de Gran Bretaña”.
“Sin duda, es un gran consuelo que, sea cual sea la desgracia que haya sufrido nuestra
fama militar, la conducta de las tropas no tuvo parte en el oprobio. Creo que
encontraremos que cuanto más se examinen los procedimientos del 5 de julio, más
será evidente que ninguna tropa ha mostrado nunca más coraje y, con la excepción de
lo que pueda estar relacionado con el tema de estos cargos, [aunque debo esperar
que el resultado de esta injuria pueda demostrar que esta excepción es inmerecida]
que Ningún oficial mostró jamás más frialdad, conducta, determinación y devoción por
su causa, ni siquiera en el curso del triunfo más victorioso, que la que mostraron los
oficiales británicos durante todo este destructivo enfrentamiento. Bajo la presión de
este severa y pública desgracia que ha sido agravada por el peso acumulado de todas
las consideraciones a las que he aludido, la conveniencia y la necesidad de esta
investigación”.
“Debe ser suficientemente obvio e indispensable, que el país tiene derecho a ser
informado de la verdadera causa a la que debe atribuirse este desastre sin
precedentes e inesperado. Pero es el derecho del público a iniciar esta investigación,
no es menos importante para el propio general Whitelocke. Los informes sobre su
prejuicio, que inevitablemente han entrado en circulación y que han sobrevivido
incluso a las impresiones de dolor por las fatales transacciones de Sudamérica, tal vez
sean aumentados por las propensiones naturales de la mente humana a culpar a algún
objeto; pero estos informes, aún tan frecuentes, han hecho que sea el deber de los
ministros de su majestad iniciar esta investigación. Debo suplicar, sin embargo, que se
entienda que, advirtiéndome sobre estos informes, deseo simplemente demostrar que
esta corte marcial no es más esencial para la satisfacción del público, de lo que es
necesario para el propio General Whitelocke. Tan lejos de desear traer estos informes
en ayuda de la acusación, que si no temiera herir sus honorables sentimientos con la
apariencia de una duda que no puedo albergar, le rogaría encarecidamente que
borrara de su memoria cada reflexión que haya escuchado sobre estos desafortunados
acontecimientos, cada sospecha, cada prejuicio que hasta ahora puede haber
permitido a sus mentes entretener, y venir a esta investigación, como bien sé que lo
hace, libre de toda opinión preconcebida, y preparado para juzgar los méritos de este
caso, de acuerdo con la cara de las transacciones en sí, junto con la evidencia que le
confiará el poder de una investigación completa. Estoy tan lejos de querer poner tales
informes al servicio de esta acusación, que si no supiera que es innecesario, haría
cumplir con la mayor seriedad el justo reclamo del general Whitelocke, para la
protección de sus conciencias y de nuestros juramentos, contra los efectos que
pudieran producir”.
“Pero, caballeros, no hay informes de que estos cargos individuales estén
fundamentados. Se basan en pruebas más contundentes que las charlas ociosas y los
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rumores vagos, o se toman de las órdenes y los despachos del propio general
Whitelocke. Alegado en su contra; que no se deriva de su propia declaración de hecho.
El carácter de estos hechos ciertamente implica imputaciones de la naturaleza más
grave, pero los hechos en sí se toman de su propia cuenta, de su propia conducta,
tanto es así, que podría considerarme justificado para cumplir con mi deber para con
el público, al presentarles las órdenes y los despachos del general Whitelocke como
declaraciones de sí mismos, y sin ninguna otra evidencia, podrían ser suficientes para
llamar al general Whitelocke para su defensa. Él es su propio acusador; ha
proporcionado un fuerte testimonio contra sí mismo, y si ese testimonio será refutado
o confirmado; si el carácter de estos cargos se verá reforzado o refutado por la
evidencia que presentaré, no he tenido los medios para cerciorarme. Si un fiscal
privado se hubiera presentado, como ha sucedido con más frecuencia, podría haber
podido, por su propio conocimiento local y sus comunicaciones anteriores, haberle
dicho qué hechos tenía el testigo en su poder para probar, y cómo estos hechos están
relacionados con esos cargos. Pero no tengo esa información. Sin embargo, los
propósitos de la justicia se verán igualmente favorecidos por el modo actual de
proceder, aunque me temo que con el gasto de una parte mucho mayor de su tiempo
y trabajo, de lo que hubiera sido necesario en el otro caso. Por su cuenta, debo, por
tanto, lamentar la ausencia de esas ventajas, aunque desde un punto de vista es
totalmente inmaterial; porque incluso si supiera que cada uno de los testigos que he
convocado para asistirle, estuviera en posesión de hechos tendientes sólo a la
justificación del general Whitelocke, lo consideraría igualmente mi deber, como
sostener la situación en la que ahora tengo el honor de dirigirme a ustedes, para
presentar a esos testigos para su interrogatorio, como si supiera que su testimonio
confirmaría todas las censuras y faltas que se le imputan".
"Por lo tanto, el único objeto de esta acusación es, como debe ser, que el asunto que
tiene ante ustedes sea investigado hasta el fondo y que luego se haga justicia. Con
esta visión he convocado a todos los que están esencialmente relacionados con la
expedición, todos los oficiales generales y su estado mayor, y todos los oficiales, ya sea
originalmente al mando de divisiones o que sucedieron en el mando; el general del
estado mayor, el ayudante general, el comisario general, el almirante, los capitanes
designados para supervisar las operaciones navales, los tenientes de las cañoneras, en
una palabra, todo oficial cuyo rango en el ejército, o cuyo puesto, que por la peculiar
naturaleza de sus funciones, o que por cualquier otra circunstancia pueda
posiblemente arrojar alguna luz sobre este tema. Y si en el curso de esta investigación
se constata que hay otros que no han sido convocados pero para cuya evidencia se
pueda desear, no hay miembro de este tribunal que pueda desear más ansiosamente
que su sentencia sea suspendida hasta que se obtenga ese testimonio adicional que yo
mismo. Es con esta intención, y en esta disposición, seguiré el ejemplo de mis
predecesores en ocasiones similares, reprimiendo en esta etapa del proceso cualquier
observación a los cargos. Una vez que se hayan cerrado las pruebas, si puedo,
aprovechare la oportunidad para dirigirme nuevamente a ustedes, pero mientras
tanto los cargos no requieren, ni ofreceré un comentario o una explicación, los cargos
son suficientemente precisos y expresados; hablan por sí mismos; Sólo tengo que
expresar mis deseos de que pueda estar en el poder del general Whitelocke,
explicarlos o refutarlos por completo”.
El Presidente ordenó entonces que no se hiciera ninguna publicación de las
actuaciones de la Corte, hasta que se cerrara el pleno, de lo contrario dicha
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publicación debería ser considerada como un desacato a la Corte y tratada en
consecuencia.
Se leyó entonces la comisión militar que designaba al teniente general Whitelocke
para comandar la expedición, fechada el 24 de febrero de 1807.
A continuación se leyó el nombramiento del teniente general Whitelocke como
gobernador civil de la provincia española de Buenos Aires, en América del Sur, al
rendirse a las armas británicas.
Se leyeron las instrucciones militares al teniente general Whitelocke, firmadas por su
alteza real el comandante en jefe y fechadas en Horse Guards, el 7 de febrero de 1807.
— Véase Apéndice (N° I).
A continuación se leyeron las instrucciones adicionales, fechadas por Horse Guards, 24
de febrero de 1807 — véase Apéndice (N° II)
Instrucciones para el teniente general Whitelocke, firmadas Howick, en ausencia del
Sr. Windham, y fechadas el 5 de marzo de 1807, leídas — véase Apéndice (N° III)
Fiscal - "Debo declarar aquí al Tribunal, que la evidencia escrita que ha sido producida
y leída, y cualquier otra evidencia escrita que de aquí en adelante se presente, se leerá
de copias certificadas; a lo que el General Whitelocke ha insinuado que no tiene
ninguna objeción a que se consideren como pruebas.
Se leyó entonces la carta pública del Teniente General Whitelocke al Secretario de
Estado, Sr. Windham, fechada en Buenos Aires, el 10 de julio de 1807, y que apareció
en la Gaceta. Véase Apéndice (N° IV)
Fiscal - el despacho privado enviado al Sr. Windham de la misma fecha es la siguiente
prueba que ofreceré. Lo llamo privado, como lo expresa la copia certificada que he
recibido; pero el general Whitelocke me informa que lo he denominado
incorrectamente, ya que estaba destinado tanto al público como al otro.
General Whitelocke - el gobierno tenía la libertad de publicar cualquiera de los dos, y
esto podría haber satisfecho mejor al público.
Luego se leyó el despacho. Ver Apéndice (No. V)
Fiscal - Habiendo presentado ahora todas las pruebas escritas que creo que pueden
presentarse sin testimonio oral, se convierte en un asunto muy importante para la
Corte considerar qué modo de procedimiento adoptará. Se presentan dos cursos de
procedimiento; el primero, proceder al interrogatorio de los testigos cargo por cargo.
La otra de tomar las pruebas en el orden en que naturalmente se presenta la
consideración del tiempo consumido en la expedición. En el primer curso del
procedimiento, el tribunal observará que habrá una necesidad de llamar al mismo
testigo quizás cuatro veces diferentes, y algunas dificultades pueden encontrarse en
separar las pruebas aplicables a cada cargo en particular, ya que naturalmente se
ejecutará desde un cargo a otro. En este último curso, si se procede, hay dos puntos
en los que se puede dividir ampliamente. El primero en comprender todas las
circunstancias que transcurrieron antes del desembarco, y durante la marcha, hasta
fines del 4 de julio. El otro para incluir el ataque en sí, del día 5 y todo lo que sucedió
en consecuencia. La conveniencia de tomar la investigación en el último punto me ha
impresionado con mucha fuerza, ya que de ese modo la Corte obtendrá una visión
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clara de cuál era el estado del ejército al cierre del 4 de julio, su fuerza efectiva, en
municiones, provisiones, artillería, —la información obtenida de la fuerza y posición
del enemigo— sus medios y disposición para resistir, y cualquier otro punto que la
Corte considere necesario investigar, hasta el momento en que se dieron las órdenes
para el ataque. Estando la Corte en posesión de todos estos hechos, estará en mejores
condiciones para pronunciarse, tanto sobre el plan mismo como sobre la ejecución del
mismo. No tengo preferencia por ninguno de los dos planes y no puedo tener otro
deseo que el de que la cuestión se presenté ante el Tribunal de la manera más clara.
Creo que el general Whitelocke no tiene ninguna objeción a llevar el caso por orden de
tiempo; Sentí que era mi deber presentar el asunto a la Corte, les corresponde a
vosotros considerar y decidir qué plan considerarán adecuado adoptar.
General Whitelocke - tal vez ahorraría tiempo en tomarlo por completo.
Fiscal - En mi opinión, el plan sugerido por el general Whitelocke sería atendido con
considerable dificultad, ya que la Corte tendría que llamar a varios testigos, antes de
que la Corte pudiera aplicar sus mentes a la consideración de las respuestas que el
primer testigo haya dado, o hasta qué punto esas respuestas influyen en el caso. De
acuerdo con ese modo de proceder, sería necesario llamar a los mismos testigos una y
otra vez. Quizás sería mejor ahora leer el tratado, que es una prueba material;
entonces habremos completado la evidencia escrita.
Debo manifestar a la Corte, que todos los documentos a los que se alude en las
instrucciones del señor Windham se encuentran ante la Corte, pero, por ser
voluminosos, no los he leído, por considerar que no tenían puntos materiales que se
aplicaran a esta acusación. Están en posesión del general Whitelocke, y si cree que hay
puntos en ellos que pueden serle útiles, puede ahora, o en cualquier momento en el
futuro, tener la ayuda que puede esperar recibir de ellos.
Luego se leyó el tratado definitivo entre el general Whitelocke, el contraalmirante
Murray y el general Liniers — Ver Apéndice (N° VI)
La corte pidió el despeje de la sala.
Cuando se abrió de nuevo, el presidente informó al general Whitelocke, que la Corte
había decidido dividir el caso en dos partes, una que abarcaba el período hasta el
cierre del 4 de julio y la otra, desde ese momento hasta la firma del tratado definitivo.
Fiscal — Pensé que hace muy poco tiempo habíamos llegado al final de la prueba
escrita. Concebí por analogía, y en alusión a los procedimientos de los otros tribunales,
a los que estoy más acostumbrado, que el resto de las pruebas escritas, que deberían
formar parte del acta de la Corte, pero que no se referían inmediatamente a
cualquiera de los cargos, pueden ingresarse como leídas. Sin embargo, me informan
quienes están más familiarizados con los procedimientos de la corte marcial, que las
pruebas deben ser leídas para permitir que aparezcan en las actas, y por lo tanto me
temo que tendré la necesidad de preocupar a la Corte con la lectura de esos otros
documentos, uno de los cuales son las instrucciones al general de brigada Craufurd,
quien abandonó el país antes de la designación del general Whitelocke; estas respetan
la conducta que el general Craufurd debía seguir hacia los habitantes del país en caso
de una adhesión al territorio, y éstos se mencionan en las instrucciones del señor
Windham al general Whitelocke, como aquellas por las que su conducta debía guiarse
de manera similar. Como la expedición, desafortunadamente, fracasó y no se ganó
- 16 -
ninguna accesión territorial, no me pareció que esas instrucciones pudieran formar
parte de la evidencia; pero, como es habitual, será necesario leerlas.
Se leyeron las instrucciones del señor Windham al general de brigada Craufurd,
fechadas el 30 de octubre de 1806.
Carta del Sr. Windham al General Craufurd, de la misma fecha.
Órdenes del consejo, fechadas el 1 de octubre de I806. — Ver Apéndice (N° VII)
Órdenes del Consejo, fechadas 17 de septiembre de I8O6. — Ver Apéndice (N° VIII)
Fiscal — El general Whitelocke me ha pedido que declare a la Corte, aunque no es
parte de mi situación oficial, que él entendió que, a pesar de la decisión de la Corte, no
se debe permitir que el ayudante y el capitán de estado mayor permanezcan en el
tribunal durante el interrogatorio de otros testigos, pero, para que tenga la libertad de
llamarlos con la frecuencia que sea conveniente. Ahora desea llamar la corte al capitán
de estado mayor.
General Whitelocke - sólo me refiero a mientras se realiza el examen (interrogatorio)
respecto a la marcha, en la que estaba muy preocupado.
Fiscal - al llamar al general Gower, mi objetivo es examinarlo respetando todo lo que
pasó antes del desembarco. El general Whitelocke solicita la presencia del general
durante el examen del general Gower sobre estos puntos.
Corte— Ese punto se considera ya decidido.
General Whitelocke - no debería haber molestado a la Corte, si hubiera entendido que
fue rechazado hasta ese punto.
El general John Leveson Gower, juramentado y examinado por el fiscal.
(P – Pregunta por parte del fiscal, juez o defensoría; R – respuesta)
P. ¿Fue usted el segundo al mando de la expedición contra la Provincia de Buenos
Aires?
R. Lo fui. Yo era el único general de división en esa expedición.
P. ¿Navegó desde Inglaterra con el teniente general Whitelocke?
R. Navegué desde Inglaterra con él, en la fragata Thisbe (HMS Thisbe).
P. Indique a la Corte, ¿con qué fuerzas navegó desde Inglaterra?
R. No tengo un retorno específico de la fuerza, consistía generalmente en el 89°
regimiento, una tropa de artillería a caballo y reclutas de varios cuerpos; su número
exacto no lo sé.
P. ¿Esa fuerza estaba destinada a Montevideo?
R. No tenía información específica sobre ese tema, pero eso entendí.
P. ¿No habían llegado cuando zarpó para Buenos Aires desde Montevideo?
R. Ni siquiera se había oído hablar de ellos.
- 17 -
P. ¿Estaba usted a la expectativa diaria de su llegada cuando zarpó de Montevideo?
R. Ciertamente. El período que había transcurrido me dio todas las razones para
suponer que llegarían pronto o se habían perdido el pasaje por completo.
P. Explique, ¿qué pasó durante la travesía de Montevideo a Buenos Aires?
R. No recuerdo nada de lo que pasó de naturaleza militar, a bordo habían sólo
cuarenta soldados de artillería, no había ningún deber específico para los oficiales en
su paso. Todo lo que pasó fue ese tipo de trato general que suele ocurrir entre los
pasajeros.
P. ¿Fue a Colonia en el viaje entre Montevideo y Buenos Aires?
R. Lo hice.
P. ¿Con qué propósito procedió a Colonia?
R. Cuando la flota hubo recorrido una cierta distancia, el teniente general Whitelocke
se complació en ordenar que yo subiera a bordo del bergantín rolla (HMS Rolla),
comandado por el contralmirante Murray, a Colonia y con el propósito de supervisar el
embarque de la guarnición, que había estado estacionada al mando del teniente
coronel Pack.
P. ¿llevo a toda la guarnición estacionada allí?
R. Lo hice.
P. ¿De qué fuerza estaba compuesta esa guarnición?
R. Consistía en las compañías ligeras de ese ejército, tres compañías del 95° regimiento
y el 40° regimiento; su número exacto no tenía forma de averiguarlo. También hubo
algo de artillería; pero no tengo los números exactos.
P. ¿Fueron sus órdenes las de llevarse toda la artillería movida por caballos?
R. Las órdenes que recibí fueron discrecionales hasta cierto punto. Debía embarcar la
fuerza lo más rápidamente posible. Si no, la flota se vería en una situación expuesta en
el río, y esta no debía recibir algún daño, porque hubiera retrasado la unión de ese
destacamento; y el teniente general Whitelocke me dejó a discreción dejar una
pequeña fuerza en tierra, si descubría por los informes que recogí a mi llegada allí, que
podrían haber sido dejados en un grado tolerable de seguridad, descubriendo por los
informes que recolecte, que cualquier disminución considerable del número de tropas
en Colonia correría el riesgo de perder cualquier destacamento que pudiera quedar,
embarqué todo; En Colonia no se me informó que tuvieran transportes aptos para
recibir caballos.
P. De hecho, ¿hubo alguno? y si hubo, ¿cuántos caballos dejo en Colonia?
R. No lo sé exactamente. El teniente coronel Pack, que estaba al mando allí, podrá dar
esa información.
P. ¿Qué día se unió a la flota después de salir de Colonia?
R. El 26 de junio.
P. ¿Qué día desembarco?
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R. El 28.
P. ¿Todo el ejército desembarco ese día?
R. No lo sé, recibí órdenes de avanzar con una división a las alturas por sobre el
pantano, con los regimientos 95°, 38° y 87° bajo mi mando.
P. Indique qué órdenes recibió del teniente general Whitelocke durante la marcha.
R. El 1 de julio recibí una orden para tomar posición en las alturas más allá de la aldea
de reducción, lo que hice en consecuencia. El día 2 recibí otra orden que me ordenaba
avanzar y esforzarme por descubrir un paso a través del río Chuelo (riachuelo), y si no
lo encontraba, vadearlo y alojarme en el otro lado; y, si es posible, abrir una
comunicación con la marina. Ese día nos encontramos con algo de la caballería
enemiga. El general de brigada Craufurd, que iba adelantado, me informó que había
visto un cuerpo considerable de infantería enemiga, con algo de artillería, y solicitó
permiso para atacarlos. En consecuencia, hice una orden con ese propósito y él
avanzó.
P. ¿Las órdenes que recibió del teniente general Whitelocke fueron verbales o escritas,
o ambas?
R. Las órdenes no fueron escritas, excepto la que recibí de proceder a Colonia; la
misma estaba en posesión de mi ayudante de campo, que luego fue hecho prisionero,
y destruyó los documentos para evitar que cayeran en manos del enemigo.
El juez presidente aplaza hasta el otro día a las tres.
Segundo (2) Día
Viernes, 29 de enero
El Tribunal se reunió de conformidad luego del aplazamiento.
El general de división J. Leveson Gower fue nuevamente llamado
Fiscal - ¿cómo se llamaba su ayudante de campo a quien dio la orden mencionada en
su prueba anterior?
R. Capitán Maxwell del 63° regimiento de infantería.
P. ¿Quién le trajo esa orden del teniente general Whitelocke?
R. Teniente coronel Bourke, jefe de estado mayor general de las fuerzas.
El general de división Gower solicitó que se agreguen los dos párrafos siguientes a su
evidencia anterior, a saber.
El 87° regimiento debía unirse a mí en la marcha, y se me ordenó, si me alojaba en los
suburbios de la ciudad, agruparme; y si el enemigo exigía saber qué condiciones
proponía el general Whitelocke, debía enviarles las condiciones que acompañaban a
esa orden.
P. ¿Debe entender el tribunal que los términos se especificaron en la orden?
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R. Ciertamente. Tan pronto como vi a la brigada del general Lumley lista para moverse,
di órdenes para hacerlo; y me adelanté para unirme al Brigadier-general Craufurd.
Continuando mi marcha con las doce compañías bajo su mando, llegué al cruce de dos
caminos que subían de allí al Coral de Miserere (corrales de miserere).
Habiendo detenido la columna antes de que yo ocupara ese lugar, descubrimos la
infantería y la caballería enemigas apostadas detrás de los gruesos recintos que
estaban a ese lado de nosotros. Al descubrir que la línea que ocupaba en ese
momento era un poco diagonal a la que había tomado el enemigo, pensé que perdería
menos hombres con un ataque inmediato que esperando el cruce de la brigada del
general Lumley. Ordené al general de brigada Craufurd que cargara las líneas con
bayoneta, lo que resultó tan perfecto, que en muy pocos momentos la infantería
enemiga quedó completamente derrotada y diez cañones estaban en nuestro poder.
Para cuando se volvió a formar la infantería ligera y se colocó una reserva sobre los
cañones capturados. La brigada del general Lumley había llegado y había ocupado una
excelente posición a la derecha de la brigada del general de brigada Craufurd, y yo
había decidido permanecer en esa posición hasta que se uniera al resto del ejército al
mando del comandante de las fuerzas. Poco después del amanecer, a la mañana, envié
una citación al comandante español, y él respondió que deseaba saber qué
condiciones específicas se otorgarían. En consecuencia envié al Capitán Roche, Mayor
de Brigada del General Lumley, con los términos establecidos en la primera parte de
mi evidencia.
Se presentó y se leyó una copia de la citación.
P. ¿Los términos establecidos en la carta fueron simplemente leídos, los términos que
se especificaron están en el orden que recibió del General Whitelocke el día anterior?
R. Exactamente, es así como yo lo recuerdo.
P. ¿Tiene alguna duda de que la rendición de los oficiales civiles se incluyó como uno
de los términos que se le exigía al comandante español en la orden del general
Whitelocke?
R. No tengo ninguna duda sobre el tema. Ciertamente se especificó como se dijo; y
cuando entregué la copia de la correspondencia al general Whitelocke, él no encontró
fallas en ninguna parte de ella.
Aquí se presentó un papel que supuso ser la respuesta del Comandante español y se
puso en manos del testigo.
P. ¿Fue esa la respuesta que recibió?
R. El documento que ahora se me muestra, fue entregado como respuesta del general
español. Estaba en español y no hice la traducción de inmediato, con la intención de
retrasarla hasta la llegada del general Whitelocke.
Fiscal — "El documento es una copia certificada del enviado al general Whitelocke".
General Whitelocke— "Estoy dispuesto a admitir la autenticidad de este artículo,
sujeto a la corrección del general Gower".
General Gower — "No conozco lo suficiente el idioma español para hablar de manera
positiva, pero creo que es una copia correcta".
- 20 -
El general Gower procedió luego en su narración de la siguiente manera.
R. El enemigo atacó mis puestos poco después del amanecer del día 3, y continuaron
en acción hasta la llegada de la división principal del ejército al mando del general
Whitelocke, alrededor de las dos de la tarde, cuando cesó mi mando.
P. Proceda a declarar las operaciones del ejército desde el momento de la unión del
cuerpo principal, hasta la noche del 4 de julio, tan particularmente como su recuerdo
le permita.
R. Al no tener yo mismo el mando de ese ejército, me es imposible dar un relato
exacto de las operaciones generales, o más de las órdenes que recibí del General
Whitelocke, quien tenía el mando.
A la llegada de la columna del general Whitelocke ordenó que el conjunto se formara
mediante la prolongación de la línea anteriormente ocupada por la brigada del general
de brigada Lumley y el general de brigada Craufurd. Como la presión del enemigo fue
muy grande sobre nuestros puestos poco después de ese momento, ordenó a la línea
que se retirara detrás de las alturas cerca del Coral de miserere (corrales de miserere),
que los puestos retrocedieran y se esforzaran por atraer a un cuerpo considerable del
enemigo hacia el campo abierto, que no tuvo éxito, ya que no abandonaron los
edificios, y nos vimos obligados a volver a ocupar nuestra línea original; el general
deseaba poner a los hombres a cubierto de las inclemencias del tiempo. El fuego del
enemigo continuó sobre los puestos todo el día, pero no con la misma fuerza, igual
sufrimos pérdidas considerables.
P. ¿Hubo alguna más, y qué otras órdenes fueron emitidas por el general Whitelocke
después de la unión del ejército?
R. Las ya descritas, y también los descritos en los despachos públicos del General
Whitelocke previos a la acción del 3 de julio. También hubo una orden, en la que el
General se complació en aprobar la conducta de mi división en la acción del 2 de julio.
P. ¿Conoce alguna citación enviada a la ciudad por el general Whitelocke el 4 de julio?
R. Me informó esa mañana que tenía la intención de convocar al pueblo y que debía
remitirlos a las mismas propuestas que había enviado el día 3.
P. Antes de dejar Montevideo, ¿sabe si el general Whitelocke recibió información
sobre el estado de la estación, si era favorable o desfavorable para una expedición
contra Buenos Aires?
R. No, no lo creo.
P. ¿Tenía el general Whitelocke la costumbre de consultar con el segundo al mando
sobre los planes y operaciones del ejército?
R. En muy pocos casos. En algunos puede haber pedido mi opinión; pero no en todos.
P. ¿No tuvo comunicación con el general Whitelocke en cuanto a la conveniencia de
emprender la expedición contra Buenos Aires antes de partir de Montevideo?
El teniente general Whitelocke se opuso aquí a la pregunta alegando que era
demasiado extensa y no se refería a ningún acto específico. Afirmó que se trataba de
- 21 -
una cuestión general, que llevaba a conclusiones generales y, si se admitía, debía
conducir a una investigación interminable.
Fiscal — "Corresponde a la Corte decidir si la objeción del Honorable General está bien
fundada. La naturaleza de la pregunta es determinar si la expedición se llevó a cabo en
ese período del año y si el mismo ofrecía buenas perspectivas de éxito, y si el
Comandante en Jefe de esa expedición había tomado las medidas adecuadas para
asegurar el éxito. Debo presentar a la Corte que en estos cargos se alegan estos
hechos, y que siguió medidas mal calculadas para este propósito. Es necesario que
toda su conducta en esa expedición se presente ante la Corte para su investigación".
A continuación, se absolvió a la Corte. Sobre la readmisión de extraños, el juez insinuó
que el tribunal había invalidado la objeción del general Whitelocke, y la pregunta se
volvió a plantear al testigo.
R. El Teniente General Whitelocke me informó, tiempo después de su llegada a
Montevideo, que cuando el General de Brigada Craufurd llegara al Río de la Plata no
perdería ni un momento en el ataque a Buenos Aires y manifestó, al mismo tiempo,
que una de las razones que lo indujo a esa pronta medida, fue la imposibilidad de
alimentar a un cuerpo tan numeroso de hombres en la margen izquierda del Plata
durante la temporada invernal.
P. Por margen izquierda, ¿se refiere al lado de Montevideo o Buenos Aires?
R. Al describir una situación como oficial, me refiero a que estoy mirando hacia un río
o una calle. Por margen izquierda, me refiero al lado de Montevideo.
P. ¿Fue eso lo que le dijo el general Whitelocke? ¿Fue la única comunicación que tuvo
con él sobre ese tema? O, si no es el caso, indíquelo.
R. No recuerdo ninguna otra comunicación positiva. Podría haber habido alguna
conversación general en momentos en que se mencionó el tema; pero no recuerdo
ninguno en particular.
P. ¿Tenía usted hábitos de comunicarse de modo confidencial con el teniente general
Whitelocke?
R. No puedo afirmar qué grado de confianza pudo haber depositado en mí el general
Whitelocke. Me empleó en muchos de los detalles previos al embarque de las tropas
en Montevideo; pero todos los arreglos principales los hizo él mismo.
P. Con las palabras comunicación confidencial se entendía el grado de confianza que
su situación, como segundo al mando en una expedición de tanta importancia, podría
darle derecho a esperar. ¿Tiene esta explicación alguna diferencia en su respuesta a la
pregunta anterior?
R. Concibiendo que un segundo al mando está tan bajo las órdenes del Comandante
en jefe como el oficial subalterno más joven del ejército, ejecuté todas las órdenes
confiadas a mi cargo lo mejor que pude, y sin concebir que descansara ningún poder
conmigo, mientras estaba presente el oficial que poseía un mandato como
comandante de las fuerzas, me sentí plenamente satisfecho de ser empleado en los
servicios que su excelencia podría elegir.
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P. ¿Se le informó en cuanto al plan general de operaciones por parte del teniente
general Whitelocke?
R. No había oído que se hubiera elaborado ningún plan. No conocí ninguno.
P. ¿Debe entender el Tribunal por su respuesta que los planes de operación del
general Whitelocke no le fueron comunicados antes de que fueran ejecutados?
R. Mi respuesta se relaciona con un plan general. Ya he dicho que no conocía la
existencia de ningún plan. Cualquier comunicación que se me hiciera se hizo en forma
de órdenes.
P. ¿Estas preguntas se relacionan con el período antes de salir de Montevideo?
R. No tengo ninguna dificultad para declarar, fue durante todo el período del servicio.
P. En su respuesta de ayer usted indicó que no había ningún transporte listo en
Colonia. Entonces, ¿de quién era el deber de proporcionar transportes durante la
expedición?
R. Nunca habiendo tenido el mando principal de tropas en una expedición extranjera,
no sé cuáles son las órdenes del gobierno sobre ese tema.
P. ¿No sabe de quién era el deber de proporcionar transportes en esa expedición?
R. No conozco ningún medio de transporte proporcionado, con la excepción de un
pequeño balandro bajo los colores estadounidenses, que fuera contratado
regularmente por la junta de transporte de Londres y que se hubiera empleado en el
transporte de tropas y provisiones desde varios puntos de donde se había reunido ese
ejército.
P. Como en Colonia no había transportes para trasladar los caballos que allí se habían
recogido, ¿cómo iban a ser transportados al lugar de la acción al otro lado del río?
R. Nunca supe que se hubiera recolectado alguno para ese propósito.
P. ¿Con qué proporción de artillería ocupó su primera posición el día 28?
R. Con ninguno.
P. ¿Cuándo recibió su porción de artillería y cómo fue transportada?
R. Se ordenó a 2 cañones de seis y 2 de tres libras que se me unieran el 1 de julio por la
mañana. Había caballos para ellos, pero de una descripción tan miserable que confié
mucho más en los esfuerzos de los artilleros, los soldados y un destacamento de
marineros para su transporte que en los caballos.
P. ¿Sabe qué artillería trajo el general Whitelocke con el cuerpo principal cuando se
unió el día 2?
R. Cuando las tropas llegaron a mi posición no había artillería con ellas. Entendí que
estaba en el pantano debajo de las aguas; y escuché que dos batallones bajaron para
sacarlos. La cantidad de artillería no la conozco.
P. ¿Sabe si los hubo y qué medidas se tomaron para recoger los caballos, después del
desembarco, para transportar la artillería?
- 23 -
R. No lo hago; No lo creo, pero estoy seguro, ninguna medida serviría de nada, porque
todos los caballos de ese país son tan salvajes que no serían aptos para el arnés.
P. ¿Sabe si los caballos que quedaron en Colonia habían sido entrenados o no, para la
artillería?
R. Se informó que algunos eran de esa descripción; pero parecían muy malos y no
estaban calculados para trabajos forzados.
P. Describa la naturaleza del terreno entre Ensenada y las alturas donde tomó su
puesto el día 28
R. Era un pantano, cubierto con una superficie de agua que variaba en profundidad
desde dos pies (60 cms.) hacia arriba. No puedo decir cuán profundo pudo haber sido
en algunos lugares, no habiendo tenido tiempo de sondearlo, pero intentando
descubrí un pasaje mejor para la marcha de las tropas que el que se nos señaló como
el camino habitual. Me metí en muchas situaciones de las que con dificultad me liberé
del caballo en el que montaba.
P. En la medida en que esté capacitado para formarse un juicio, ¿fue la profundidad
del pantano tal que lo hizo impracticable para el transporte de artillería debidamente
provista de caballos?
R. No puedo decir en qué estado estaba el camino antes, pero el día 29 el suelo estaba
tan blando cuando lo pasé, que la parte trasera de mi pequeña columna tenía mucha
más dificultades que la parte delantera. Al subir hacia arriba del barranco hubo pasos
tan profundos que mi propio caballo cayó tres veces, incapaz de liberarse del barro.
P. ¿Sabe si el General Whitelocke había obtenido, y qué información, de las
dificultades que describe antes de desembarcar en la Ensenada?
R. Recuerdo haber estado presente cuando el general Whitelocke examinó a un
hombre, antes del embarque en Montevideo, quien declaró que el camino estaba en
mal estado en todo momento y remarco su dificultad. En particular, le preguntó sobre
la posibilidad de pasar con un carro de ruedas por el pantano; y respondió que la
Ensenada era el lugar de embarque común para las personas que iban al Río de la
Plata, y que nunca en ningún momento era impracticable pasar por allí en carruaje.
P. ¿Sabe por qué no se realizó el desembarco en alguna otra parte del río?
R. No estaba empleado en reconocer el río. El teniente coronel Bourke estaba
comprometido en ese servicio.
P. ¿Puede explicar la razón que indujo al general Whitelocke a desembarcar en la
Ensenada con preferencia a cualquier otro lugar?
R. Es imposible para mí decir qué motivos pudieron haber inducido al general
Whitelocke a preferir lo primero.
P. ¿Sabe qué parte de las provisiones de los comisarios para avituallar al ejército se
desembarcó en el momento del desembarco?
R. Habiendo sido destacado antes del desembarco de todas las tropas, no tengo
conocimiento alguno sobre el tema.
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P. ¿Sabe si era factible comunicarse con la marina desde el pueblo de la Reducción?
R. Los despachos públicos señalan que hubo comunicación en ese lugar entre el
ejército y la marina. No tengo conocimiento del hecho porque estaba en la
vanguardia.
P. Cuando inició su marcha el 2 de julio, a consecuencia de la orden del general
Whitelocke, ¿qué fuerza tenía bajo su mando en tropas y artillería?
R. No puedo decirlo exactamente. Creo que la división del general Craufurd tenía
menos de novecientos hombres, de los regimientos 36° y 88°. Como muchos hombres
fueron incapaces de avanzar por el cansancio, los efectivos que se fueron con nosotros
cuando cruzamos el riachuelo, el batallón estaba muy reducido. Y cuando llegué a la
Reducción, me vi obligado a dejar ciento cincuenta allí. A la mañana siguiente, cuando
di la orden de marchar, el general de brigada Lumley me informó que había muchos
más totalmente incapaces de avanzar. Ordené que todos esos hombres fueran
enviados a la división principal del ejército en la Reducción. Quedaba tan poca luz del
día para ejecutar el pedido que había recibido, que no quise someterme al retraso que
habría causado el cobro de las devoluciones regulares. La maldad de los caballos y la
dificultad del paso eran tales, que con el mayor celo y esfuerzo por parte del capitán
Fraser, no pudimos llevarlos hasta el Corral de miserere hasta mucho después de que
la acción hubiera cesado esa noche.
P. Indique, lo más cerca que pueda, el número de tropas que tenía bajo su mando en
ese momento.
R. Creo que la cantidad de estos dos batallones no eran más de mil hombres aptos
para marchar.
P. Habiendo dicho que el general Whitelocke le había informado que otro regimiento
debería unirse a usted en la marcha, ¿ese regimiento se unió a usted?
R. Nunca se unió a mí hasta que el cuerpo principal apareció el día 3.
P. Habiendo recibido instrucciones de llevar a cabo operaciones tan importantes con la
fuerza que ha descrito, ¿qué informes se le indicó que le hiciera al general Whitelocke
durante la separación de la vanguardia del cuerpo principal?
R. No recuerdo que existiera una orden específica sobre ese tema. Cuando marché el
día 2, el teniente coronel Bourke me informó que la intención del general Whitelocke
era apoyarme con todo el ejército. Esperé hasta las diez de la mañana del día siguiente
y, al no saber nada de la división principal, envié a un oficial, con la 87° compañía
ligera, para que tratara de encontrarlos. Lo consiguió y regresó con la división
principal.
P. ¿Sabe a qué distancia marchó el general Whitelocke el día 2, con el cuerpo principal
del ejército, cuando encontró la línea de operación de la vanguardia?
R. Sin saber dónde estaba apostada la división principal la noche del 2, no puedo
decirlo.
P. ¿Recibió instrucciones del general Whitelocke para mantener comunicación con el
cuerpo principal del ejército, durante la separación, a través de patrullas o de
cualquier otra manera?
- 25 -
R. Ninguna en absoluto. Consideré perentoria mi orden de hacer bien mi hospedaje en
los suburbios de Buenos Aires y debía hacerlo bajo cualquier circunstancia, sin pedir
ayuda al cuerpo principal del ejército.
P. Habiendo dicho que el cuerpo bajo su mando, después de haber repelido un
considerable cuerpo de caballería a través del Chuelo (riachuelo), y haber oído hablar
de un formidable cuerpo de infantería y artillería en la tarde del día 2, no podría haber
obtenido apoyo alguno del cuerpo principal bajo el mando del general Whitelocke,
¿las circunstancias de la acción habían puesto a su cuerpo en peligro inminente en ese
período?
R. Ciertamente no. No hubo ayuda que pudiera derivar de un cuerpo de la derecha
gracias al Chuelo (riachuelo), que podría haberme servido en absoluto esa noche.
P. Indique qué apariencia de hostilidad por parte del enemigo observo, o del que haya
oído hablar, entre su desembarco y su puesto en el Coral (corral de miserere).
R. Entre el 28 y la mañana del 2, no vi más que grupos de campesinos del país, todos
montados, y mantuvieron un fuego intermitente sobre la columna, excepto cuando
me acerqué a la aldea de reducción, donde vi un número tan considerable de estos
hombres en un solo cuerpo, que formé la división del general Craufurd en una línea.
Un rápido avance los llevó a una gran distancia, y tomé mi posición para pasar la
noche, sin más dificultad que la que surgió de sus intentos de aislar centinelas y
rezagados. Cuando ascendíamos por la margen derecha del Chuelo (riachuelo), en la
mañana del día 2, me cruce con una considerable cantidad de caballería, quizás
seiscientos, muchos de los cuales iban vestidos de uniforme y tenían apariencia de
soldados regulares. Observé la margen izquierda del Chuelo (riachuelo)
aparentemente alineada con cuerpos de infantería, que marcharon por su derecha
frente a mí durante algún tiempo, aparentemente con un intento de defender el
terreno alto sobre el paso Chico sobre el Chuelo (riachuelo), Los adelanté tan
considerablemente que fueron frustrados en ese intento.
P. ¿Fue el paso Chico, por el paso donde la vanguardia bajo su mando cruzó el Chuelo
(riachuelo)?
R. Eso creo.
P. ¿Cuál era el ancho y la profundidad del río en ese paso?
R. La anchura de unas treinta yardas (27.4 metros) y la profundidad tan considerable
que me vi obligado a descargar la artillería y llevar la munición sobre la cabeza de los
hombres, y a obligar a la infantería a llevar sus cartuchos al hombro para evitar que se
mojen.
P. ¿Recibió alguna información sobre los planes y movimientos del enemigo entre el
período del cruce y la toma de posición en el Coral (corrales de miserere)?
R. Ninguna en absoluto. Con la excepción de una, todas las casas estaban desiertas y
todos los hombres estaban activamente en armas contra nosotros.
P. Si hubiera recibido órdenes del general Whitelocke de informarle del
descubrimiento del vado, y lo hubiera hecho, ¿cuántas horas de marcha tardaría el
cuerpo principal en llegar al vado?
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R. Desde la posición de Reducción concibo que la distancia al vado es muy poco
mayor, si se toma en línea recta, desde el punto en que avancé. Tardé unas cuatro
horas en llegar al vado, cuando llegué, vi la división del general Whitelocke a una
distancia muy considerable en las alturas, aparentemente en movimiento. No puedo
adivinar a qué distancia estaba entonces, pero era tan grande que no pudimos
determinar positivamente, con los mejores cristales, si se había movido o en qué
dirección.
Se aplaza hasta el lunes, siendo el sábado el aniversario del martirio del rey Carlos.
Tercer (3) día
Lunes, 01 de febrero
Habiéndose reunido el Tribunal de conformidad con el aplazamiento, se presentó una
petición del Teniente General sir J. Dull, en la que pedía que se le perdonara su
asistencia adicional como uno de los miembros del Tribunal, como consecuencia de la
indisposición de un pariente cercano. En consecuencia, fue excusado de asistir al resto
del juicio.
El general de división John Leveson Gower volvió a ser llamado y cuestionado.
P. ¿Cuándo se le informó que el 87° regimiento no se uniría a usted?
R. No recibí ninguna información sobre ese tema, posterior a la entrega de esa orden
por parte del teniente coronel Bourke.
P. Habiendo dicho que cuando marchó el día 2, el teniente coronel Bourke le informó
que era la intención del teniente general Whitelocke apoyarlo con todo el ejército,
¿cuándo usted noto por primera vez que el general Whitelocke no estaba siguiendo su
línea de marcha, y que usted no recibiría el apoyo que le prometieron?
R. No recibí ninguna información de que el teniente general Whitelocke no estuviera
siguiendo mi línea de marcha, pero cuando crucé el Chuelo (riachuelo) con mi división,
pude entonces, con mi catalejo, descubrir la división principal del ejército en las
alturas. A una distancia muy considerable, tan grande, que estaba convencido de que
no quedaba suficiente luz del día para permitirles unirse a mi división.
P. ¿Tenía información sobre si había o no una reserva formada por el cuerpo principal
del ejército, independiente de la división bajo el mando del general Whitelocke?
R. No tenía ningún conocimiento sobre ese tema.
P. ¿Cuál fue el rostro general del país por el que marchó? ¿Estaba abierto o cerrado,
boscoso, montañoso o llano?
R. Desde la posición que había tomado la noche del primero, estaba perfectamente
abierta, sin siquiera una altura de ninguna especie. El terreno se elevó con una
elevación muy suave desde la ribera del Chuelo (riachuelo) hacia las alturas sobre las
que se asienta el pueblo de la Reducción, y que parecía extenderse en una dirección
casi paralela al curso del riachuelo, durante esa parte de la marcha tuve que atravesar
un número muy considerable de lugares pantanosos que hicieron el paso tedioso y
difícil. Cruzado el riachuelo, los primeros dos kilómetros de marcha transcurrieron por
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largos prados, cuya superficie estaba húmeda, pero transitable. Luego ascendimos
algunas alturas, y desde allí hasta el corral de miserere, donde el país se cerró
fuertemente con bancos gruesos y zanjas profundas.
P. ¿Cuál es la distancia desde el riachuelo al poblado del corral de Miserere?
R. No sé por medida, pero me ocupó tres horas de marcha.
P. ¿Puede decir cuántas millas sin una medición?
R. Deberían ser entre seis y siete millas (9 a 12kms aproximadamente).
P. ¿Puede decirnos cuál es la distancia desde el puente sobre el riachuelo hasta el paso
Chico?
R. No puedo.
P. ¿Puede decirnos cuántos días de víveres recibió su división cuando marchó desde la
Ensenada?
R. Tres días de carne y pan, y un día de alcohol, no cuando marchamos, sino cuando
desembarcamos; las provisiones de un día se habían consumido durante la marcha.
P. ¿Recibió alguna provisión de víveres del cuerpo principal del ejército o de la flota
durante su marcha desde la Ensenada hasta los suburbios de Buenos Aires?
R. Ninguno. Excepto una pequeña cantidad de bebidas espirituosas que no vale la
pena mencionar, ya que no fue suficiente para el consumo de un tercio del ejército
durante un día, y esto fue traído por un oficial subalterno del 36°. De lo contrario, no
teníamos nada.
P. ¿Obtuvo provisiones del país durante su marcha?
R. El segundo día no; los días 29 y 30 dos piones (peones, recolectores de ganado) que
estaban al servicio del general de brigada Lumley, capturaron algunos bueyes. El 1 de
julio mis hombres no tenían nada hasta que llegamos a una posición por la noche;
habiendo capturado algunas ovejas, las repartieron entre ellos. Al conducir al enemigo
a través del pueblo de Reducción, obtuve una cantidad muy pequeña de pan, pero tan
pequeña que apenas valía la pena dividirla. El día 2 no tuve provisiones; el resultado
de mi éxito en esa noche fue la captura de algunos bueyes, y tanto pan como servir a
ambas divisiones del ejército durante dos días, según me informaron; pero como
llegamos tarde a nuestra posición, no se pudo servir a nadie hasta la mañana del tres.
P. ¿Tenía alguna y qué información sobre la posición del cuerpo principal del ejército
español en la mañana del día 2?
R. Ya dije que vi un gran cuerpo de infantería en la margen izquierda del riachuelo. Si
eso componía el cuerpo principal del ejército o no, no lo sé. No tenía ninguna otra
información sobre el tema.
P. Cuando al general Whitelocke arribo con el cuerpo principal el día 3, ¿recibió alguna
información de él con respecto a una reserva?
R. Me ordenó que formara el ejército en línea, y luego descubrí que el 40° regimiento,
y parte del 17° de dragones ligeros desmontados, estaban ausentes con la brigada del
teniente coronel Mahón.
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P. ¿Le informó el general Whitelocke dónde estaban estos regimientos?
R. Posteriormente, en su propio cuartel, me informó que los había dejado en el pueblo
de Reducción, pero nunca entendí claramente con qué propósito.
P. ¿De qué regimientos estaba compuesta la brigada del Coronel Mahón, excluidos los
dragones ligeros del 17° y el 40°?
R. No estoy seguro de si el 40° a pie no estaba unido a esa brigada. Había cuatro tropas
desmontadas de carabineros. Tal fue el arreglo cuando tuve la última comunicación
con la división principal. Podría haber sido alterado después.
P. ¿Se abrió alguna comunicación con la reserva al mando del coronel Mahón, o con la
armada antes de la unión del cuerpo principal con la vanguardia el día 3?
R. Ninguno que yo haya escuchado.
P. ¿Qué información con respecto a la fuerza enemiga u otros arreglos se obtuvo de
los prisioneros tomados el día 2?
R. Yo mismo obtuve muy poco; Estuve presente en muy pocos de los interrogatorios;
la información que sí obtuve fue que hasta el mediodía del día 2 toda la atención del
enemigo estaba dirigida a la línea marítima de Buenos Aires, es decir, a la línea del
Plata y a las riberas del riachuelo que hasta esa vez se informó que tenían la intención
de quitar sus armas, y reunir la mayor parte de su fuerza hacia el centro del pueblo, y
defender sus calles con columnas móviles.
P. ¿Quién interrogo a los prisioneros y dónde?
R. Fueron examinados en las dependencias del general Whitelocke, creo que
generalmente él solo.
P. ¿Hubo algún interrogatorio de los prisioneros antes de la llegada del general
Whitelocke el día 3?
R. Hablé con varios de ellos, pero su información me pareció tan poco satisfactoria y,
por su declaración, que el enemigo estaba en el acto de adoptar nuevas medidas
cuando marcharon, me di muy pocas molestias al respecto.
P. ¿Hubo alguna, y qué medidas se tomaron en el ínterin después de la llegada del
cuerpo principal el día 3, a la noche del 4, para asegurar el éxito de las operaciones
contra la ciudad el día 5?
R. La pregunta es tan general que me es imposible responderla. No puedo decir qué se
les ordenó hacer a otros oficiales.
P. ¿Qué medidas tomó el general Whitelocke que usted sepa?
R. El general Whitelocke ordenó que todos los oficiales que comandaban brigadas y
regimientos debían asistir a sus habitaciones en la mañana del 4. Una vez allí, les
fueron entregadas las órdenes que debían ser ejecutadas a la mañana siguiente; y se
les ordenó que dieran toda la información que pudieran sobre la partición particular
de la ciudad que les fue asignada en primera instancia. Se ordenó la búsqueda de
todas las herramientas que se pudieron recoger, que eran aplicables para forzar
puertas y ventanas. Un detalle del ataque se publicó en la carta del general
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Whitelocke, pero no puedo recordar lo suficiente como para aventurarme a detallarlo
de memoria.
P. ¿El general Whitelocke le había comunicado el plan de ataque a alguien, que usted
supiera, antes de la reunión de la mañana del día 4?
R. Ciertamente. Me lo comunico a mí y tengo motivos para creer que a varios otros.
P. ¿Qué día anterior al 4?
R. En la tarde del 3 para mí y en la mañana del 4 para los demás.
P. ¿No le habría pasado el mando del ejército si algo le hubiera sucedido al general
Whitelocke?
R. Ciertamente, como el oficial superior de mayor grado presente, de acuerdo con la
costumbre del servicio, pero no como consecuencia de ninguna comisión o disposición
activa para ese propósito.
P. ¿Tuvo alguna comunicación confidencial con el general Whitelocke sobre la
intención del gobierno al enviar la expedición? y ¿se le comunicaron los planes de
operaciones del general whitelocke para que pudiera ayudar a llevarlo a cabo?
R. El general Whitelocke se complació en mostrarme las instrucciones bajo las cuales
actuó en un período temprano del viaje. Eran voluminosos, y tengo un recuerdo muy
confuso de la materia contenida en ellos. Ya he dicho que nunca escuché nada
parecido a un plan de operaciones en el río de la Plata.
P. Estuvo alguna vez dando órdenes como segundo al mando o ¿recibió una carta de
notificación que lo designara como tal?
R. No tenía otra carta de notificación que la del general de división en el estado mayor.
A la llegada del general Whitelocke a Montevideo, sin mencionar a las tropas su propio
nombramiento como comandante en jefe, me describió como un general de división
segundo al mando. En la última parte del servicio comandaba una brigada.
P. ¿Puede indicar a la Corte por qué no se realizó el ataque contra Buenos Aires el día
4?
R. No correctamente.
P. ¿Recibió usted alguna información y qué información del General Whitelocke sobre
ese punto?
R. El día 4, cuando se dieron las órdenes, parecía ser el deseo general de los oficiales
que iban a comandar las divisiones que tuvieran el resto del día para reconocer sus
puestos; y luego creo, que el general Whitelocke había fijado definitivamente la
mañana siguiente para el ataque. Ya he dicho que me informó que tenía la intención
de convocar al pueblo por segunda vez y que lo haría antes de realizar el ataque. Lo
hizo en la mañana del día 4.
P. Habiendo dicho que el general Whitelocke se unió a la vanguardia alrededor de las
dos de la mañana del 3 con el cuerpo principal, ¿puede decirnos por qué no se
convocó a la ciudad esa misma noche?
R. No puedo.
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P. ¿En algún momento le informó el general Whitelocke por qué no se realizó el
ataque el día 4?
R. Ya he dicho todo lo que sabía sobre ese tema.
En esta parte, uno de los miembros de la Corte propuso una pregunta, cuyo significado
no se hizo público, y la Corte fue absuelta. Después de unos cuarenta minutos de
deliberación, se retiró la pregunta y se reanudaron los procedimientos.
Interrogado por el teniente general Whitelocke.
P. ¿La información que recibió, o el conocimiento que tenía de la disposición de los
habitantes, le indujo a pensar que sería seguro dejar un pequeño cuerpo de tropas en
Colonia?
R. Colonia estaba casi desierta por sus habitantes, por lo que no tuvo importancia. La
información que tenía fue el avistamiento de cuerpos considerables con hombres
armados que habían aparecido en el pueblo.
P. ¿Cuál fue la disposición de los habitantes del país y qué información estuvieron, más
o menos, inclinados a darnos?
R. No creía en una hostilidad tan implacable hasta que la vi; salvo un contrabandista,
que creo que era portugués de nacimiento, no creo que hubiera un solo hombre
apegado a la causa británica en toda la América española, hasta donde llegaba mi
observación.
P. ¿No fueron consideradas las autoridades civiles, según la mejor información
disponible, las personas que provocaron la insurrección contra el general Beresford? y
¿no se les consideraba completamente hostiles con nosotros?
R. Ciertamente. Lo consideré así. Entendí que la corte de audiencia (los cabildantes)
usurpó casi todo el poder y la autoridad del país.
P. ¿No consideró que el tribunal de Audiencia no forma parte de las autoridades civiles
a las que se alude en la citación?
R. Lo hice.
General Whitelocke. - Como haré uso del general Gower en el curso de mi defensa, no
lo molestaré con más preguntas por el momento.
Examinado por el Tribunal.
P. ¿Le informó el general Whitelocke cómo proporcionaría suministros a los hombres
después de que se consumieran las provisiones con las que desembarcaron?
R. No tenía órdenes sobre ese tema.
P. Después de la llegada del general Whitelocke a Montevideo, ¿de qué manera se
empleó el intervalo y qué medidas se adoptaron para que el ejército pudiera proceder
en el ataque a Buenos Aires? ¿Qué información se obtuvo con respecto al país por el
que iba a pasar? ¿Qué medidas se tomaron para conseguir caballos para la caballería,
para la artillería y para el transporte de provisiones?
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R. El general Whitelocke llegó al río de la Plata el 9 de mayo, ese día tomó el mando de
las tropas. La fuerza se dividió luego en dos divisiones; el estacionado en Colonia al
mando del teniente coronel Pack del regimiento 71°, consistía en un destacamento de
artillería de un oficial subalterno, algunos dragones desmontados, tres compañías del
95°, las compañías ligeras del 38°, 40°, 47° y 87°, con cuatro o cinco compañías del
batallón 40°. La otra división del ejército ocupó Montevideo con sus suburbios y
algunos puestos separados. El 20 de mayo, el general Whitelocke me ordenó que le
comunicara al contraalmirante Stirling, entonces oficial superior de la marina en el río
de la Plata, que deseaba que se hiciera un arreglo de transportes para la recepción de
10.000 hombres, en su travesía a Buenos Aires. Para el tonelaje de dieciocho piezas de
artillería ligera con su proporción de municiones, carros, etc. para dos baterías de
artillería pesada y, creo, provisiones para veintiún días para 10.000 hombres. Las
estimaciones de peso muerto y estiba de los oficiales a la cabeza de cada rama del
servicio se recopilaron y entregaron al contralmirante Stirling.
Se consiguieron todos los caballos que se pudieron conseguir en la margen izquierda
del Plata entre Colonia y Montevideo; pero el enemigo había impulsado ese país con
tanto éxito, que quedaban muy pocos de una descripción tolerable e incluso éstos,
nunca habiendo estado acostumbrados a comer forraje seco o maíz, eran casi inútiles.
Se autorizaron ocho transportes para la recepción de los caballos que se adquirieron, y
el general Whitelocke pidió a todos los súbditos británicos que estaban allí, ya fueran
oficiales o civiles, que entregaran todos los caballos que se pudieran obtener para el
servicio público. No sé qué número se adquirieron ni para qué descripción del servicio.
El 24 de mayo se informó de que un cuerpo enemigo muy considerable, estimado en
cuatro mil hombres, había cruzado desde Buenos Aires y se dijo que los comerciantes
habían perdido todo poder para transportar las mercancías al país, por ser saqueados
constantemente por estas personas.
El 12 de junio, el teniente coronel Backhouse, que comandaba un puesto de avanzada
en Calalines (canelones), se retiró a Montevideo, debido al número de enemigos que
aparecieron en esa vecindad. Durante todo ese período, la guarnición de Montevideo
se empleó en embarcar sus diversos pertrechos y en dotar a los grupos de trabajo de
materiales para la defensa del lugar. Estuve presente en los cuarteles del general
Whitelocke en varios períodos de ese tiempo, cuando examinó a tres o cuatro
hombres que profesaban conocer el país entre la Ensenada y Buenos Aires, las
cercanías de Chiles y todos los puntos donde era posible desembarcar. A la llegada del
balandro de guerra Fly, el teniente coronel Bourke fue enviado río arriba para
reconocer las orillas, informó a su regreso que la Ensinada de Barragón (ensenada de
Barragán) parecía el lugar más ventajoso para el desembarco y el enemigo en ese
momento no apareció estar celoso de él.
P. ¿Se tomó algún medio para conseguir provisiones en la marcha, más allá de los tres
días, como ya se mencionó?
R. No que yo sepa.
P. ¿Se le comunicó en órdenes, o de cualquier otra forma, el movimiento del resto del
ejército, cuando se le ordenó avanzar los días 29 y 30?
R. El día 29 se me ordenó que no me moviera hasta que llegara la división principal del
ejército. El día 30, lo mismo. El general Whitelocke me preguntó si podía llegar al
pueblo de Reducción esa noche. Le dije que me era imposible decirlo, pero lo
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intentaría. Entonces me informó que permanecería en el punto desde el que iba a
marchar, hasta la mañana. Cuando hube marchado unas cuatro millas (6.5 kilómetros),
encontré a los batallones de la brigada del general Lumley tan exhaustos que, si
hubiera avanzado más, habría dejado atrás a la mayor parte de ellos. Les ordené que
permanecieran allí hasta la mañana siguiente. Informé de la circunstancia al general
Whitelocke y él aprobó lo que había hecho. El general Whitelocke se reunió conmigo
entre las nueve y las diez de la mañana del primero de julio con su división, y las dos
divisiones marcharon juntas durante una corta distancia. Era evidente que la columna
llegaría muy tarde antes de poder llegar a la Reducción, suponiendo que ese lugar
estuviera a la distancia descrita por los guías. Los hombres, particularmente los de la
brigada del general Lumley estaban muy agotados y el general Whitelocke, para darles
una oportunidad de avanzar con mayor rapidez, ordenó que se tiraran todas las
mantas del ejército, y que con el ejército así aligerado debería intentar llegar hacia el
Chuelo (riachuelo), más allá de Reducción.
Aplazado hasta mañana.
Cuarto (4) día
Martes, 2 de febrero
Al reunirse el tribunal, de conformidad con el aplazamiento
El general de división Gower fue nuevamente llamado y examinado por el tribunal.
P. ¿Los caminos, desde la Ensenada hasta Buenos Aires, eran tan poco frecuentados,
que en Montevideo no se pudo haber obtenido un conocimiento perfecto de los
mismos, así como se encontraron hombres que podrían haber sido obligados a guiar al
ejército?
R. Me imagino que el camino de la Ensenada a Buenos Aires, por ser el primero el
lugar en el que se detenían todos los grandes barcos empleados en el comercio del
segundo, era bien conocido. No estaba en absoluto empleado en relación con la
obtención de información sobre ese punto. Para mi propia información privada, traté
de recopilar lo que pude, pero no pude encontrar ninguna persona que pudiera hablar
con mucha precisión sobre el tema en Montevideo.
Una vez repetida la pregunta, el teniente general sir John Moore dijo - “Todos
sabemos que se pueden encontrar mil personas que conocen perfectamente la
carretera de Londres a Windsor y, sin embargo, no se sentirían inclinados a señalarla a
un enemigo; pero podrían obligarlos a hacerlo poniéndoles un cabestro alrededor del
cuello y amenazándolos con colgarlos. Lo que quiero decir con la pregunta es, ¿no
había nadie a quien pudiera obligar a guiar al ejército?”
R. Hubo un solo hombre que alguna vez profesó conocer el camino; y fue llevado con
el ejército. Todos los demás con los que insistí en el tema, afirmaron que siempre
habían ido en pequeñas embarcaciones a Buenos Aires y nunca desembarcaron en la
Ensenada de Barragán.
P. ¿Hubo mucha relación entre Montevideo y Buenos Aires antes de que el primero
cayera en manos de los ingleses?
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R. Creo, por supuesto, que debe haber habido una comunicación, ya que Buenos Aires
era la sede del gobierno y Montevideo dependía de él. Por supuesto, debe haber
habido una relación entre el principal y su gobierno dependiente. El modo habitual de
comunicación era por agua. No creo que la gente vaya de buena gana a Ensenada para
viajar desde allí por tierra a Buenos Aires.
P. La marcha del ejército los días 29, 30 de junio y 1 de julio parece haber sido en dos
divisiones en la misma ruta. ¿Lo concibió así en el 2 de julio?
R. Lo hice; con la excepción de una pequeña variación que debió haber ocurrido, tanto
de la división principal como de la mía, comenzando su marcha por el flanco izquierdo,
desde un punto a unas tres millas en la retaguardia desde donde yo había marchado.
Tenía un deber específico que cumplir y no consideraba que tuviera ningún poder
discrecional, y ciertamente esperaba que el ejército me siguiera.
P. Con el cuerpo que compone la vanguardia, ¿tenía usted un destacamento del 17° de
dragones ligeros o carabineros montados? Si no fue así, indique dónde estaban estos
cuerpos y a qué columna estaban adscritos.
R. Vi, el día 29, unos treinta caballos, en posesión de los dragones ligeros del 17°, que
podrían considerarse aptos para el servicio. No sé qué fue del resto. De éstos tenía
doce, y en dos días no había seis de estos caballos aptos para el servicio. Los únicos
carabineros montados que tenía eran tres ayudantes en mis propios caballos. Los
caballos de ese país que nunca comieron maíz seco, pronto se enferman.
P. ¿Los caminos admitían la marcha del ejército en varias columnas paralelas y se
podría haber acortado así el tiempo de marcha?
R. Desde la ensenada hasta las alturas nunca pude encontrar más de un camino,
aunque lo intenté en todas direcciones. De Ensenada al riachuelo cada tramo del
camino era suficientemente bueno para la marcha de las tropas, desde las alturas del
riachuelo parecía igualmente en forma en todas partes. No parecía haber más
impedimento en un lugar que en el otro. Del riachuelo hasta Buenos Aires parecía
igualmente factible en todas las direcciones y encontramos que había dos caminos
hacia los suburbios.
P. ¿Puede indicar la razón por la que se intentó el paso del río en el puente?
R. No lo sé exactamente. Se describió que el puente era de madera, y en la dirección
en la que se suponía que debía estar, había una marca muy grande, que los oficiales,
que habían estado antes en Buenos Aires, y el guía que estaba conmigo, creían que era
el puente en llamas.
P. ¿Sabe si el puente fue reconocido o no?
R. Ciertamente no por mí. No llegué hasta casi anochecer la noche anterior, y recibí
órdenes de marchar a las nueve de la mañana del día siguiente. El puente desde mi
puesto estaba, creo, a una distancia de cinco o seis millas (8-9.5 kilómetros), no sé si lo
habían reconocido o no.
P. ¿No fue posible determinar si el puente estaba o no en llamas?
R. Ciertamente. Haciendo marchar a una considerable cantidad de hombres hacia él,
podríamos haberlo averiguado; pero el enemigo tenía tales cuerpos de caballería
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entre nosotros y él, que nada más que una fuerza considerable podría haberse
acercado a él.
P. ¿Si la marcha del ejército hubiera sido en varias columnas, no hubieran llegado
todos al riachuelo el día 2 y lo hubieran pasado con la vanguardia?
R. No conozco ninguna razón por la que no hubieran podido hacerlo. El regimiento
menos capaz de marchar era el 88°, que estaba conmigo; tenían entre ellos un gran
número de hombres muy jóvenes, muchos de ellos llevaban casi un año a bordo de
transportes. El 36°, siendo un cuerpo de hombres más robusto, no falló tanto, pero
estaba muy fatigado. Los viejos regimientos que estaban con nosotros, que habían
sido acostumbrados a trabajos forzados en ese país, evidentemente estaban mucho
más a la altura de la fatiga que los hombres recién desembarcados.
P. ¿Cree que podría haber obtenido alguna ventaja material el hecho de que todo el
ejército pasara el río y atacara al enemigo el día 2?
El general Whitelocke se opuso a esta pregunta, como meramente una cuestión de
opinión y no de efecto. El juez se resistió a la objeción, alegando que se refería
materialmente a un acto en particular.
Por tanto, se repitió la pregunta.
R. Creo que se habría conquistado Buenos Aires. Si hubiera habido una fuerza para
haber apoyado la impresión causada por el batallón ligero, estoy convencido de que
deberíamos haber tomado el lugar.
P. ¿Informó al comandante de las fuerzas el 1 de julio de la falta de provisiones y de
qué manera proponía abastecer a su cuerpo?
R. El 1 de julio, el teniente general Whitelocke vio personalmente a mi cuerpo y
observó el estado de agotamiento del 88° regimiento. Me dijo que esperaba que
capturara una cantidad suficiente de bueyes con la vanguardia, no solo para
abastecerme a mí sino también a su columna.
P. ¿No podrían haberse transportado provisiones para el ejército en barcos y haberse
abierto una comunicación con ellos?
R. El único punto, creo, entre la Ensenada y el riachuelo, donde se podían desembarcar
provisiones, estaba debajo de la aldea de Reducción, según la descripción que he
tenido del río, creo, los mismos avituallamientos podrían haberse acercado. No sé qué
dificultad podría presentar el paso del pantano, desde el pueblo hasta la orilla.
P. En las órdenes entregadas a los oficiales generales el 4 de julio, para el ataque a
Buenos Aires, ¿qué puesto le fue asignado?
R. El general Whitelocke me ordenó que estuviera en los Corrales de miserere antes de
la hora en que comenzarían los cañonazos, y que esperara allí hasta que llegara, y
luego recibiría sus órdenes.
P. ¿Se dieron las órdenes o instrucciones a los oficiales generales esa mañana de
forma verbal o escrita?
R. Las órdenes que me dieron fueron verbales. Cada oficial general y cada oficial de
campo copiaron la orden.
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P. ¿Se comunicó entonces, o en cualquier otro momento, a los oficiales generales y
oficiales que comandaban en el ataque, la estación del comandante de las fuerzas, en
caso de que tuvieran que informarle?
R. No recuerdo. Podría haber sido sin mi conocimiento. No fue comunicado en el
momento de la entrega de las órdenes, por lo que recuerdo.
P. ¿Expresó usted mismo, la mañana del 4, el deseo de posponer el ataque hasta el 5,
para poder reconocer su puesto?
R. No lo hice.
P. ¿Recibió alguna y qué órdenes de recolectar caballos para la artillería en Colonia?
R. Ciertamente no. La orden que recibí fue verbal. No lo recuerdo literalmente, pero la
impresión que causó en mi mente, y que todavía tengo, fue que el gran objetivo al ser
enviado a Colonia debía ser de acelerar la unión de esa división de tropas en el menor
tiempo posible, para que no llegara el mal tiempo y los transportes resultaran dañados
en su entonces expuesta situación.
Pregunta del juez presidente - Como segundo al mando, ¿se le consultó sobre el
modo de ataque a la ciudad de Buenos Aires?
R. Si, se me consulto. En la noche del 3, el general Whitelocke envió una orden para
que yo fuera a sus aposentos. Luego me preguntó si tenía alguna idea de cómo atacar
la ciudad. Dije que habiendo marchado con ese propósito el día anterior, había
pensado en el tema. Me preguntó si había puesto mis ideas en papel; Le dije que sí, y
él deseaba verlos. No tenía el papel conmigo; pero me indicó que lo trajera, lo cual
hice, y se lo entregué.
P. ¿Hubo alguna variación considerable en su plan y en el adoptado por el general
Whitelocke?
R. Sí. Habiendo sido el mío en la marcha, antes de saber que los dragones a pie del 17°
y el 40° ligero no estarían allí, yo los había incluido.
P. ¿Hubo alguna otra diferencia en el plan?
R. Mi primera idea fue un ataque en columnas desde un punto central. Habría habido
un despliegue consecuente previo al ataque; pero como el ataque se hizo en línea, no
hubo despliegue. La base de mi plan era muy similar a la del general Whitelocke, y no
puedo decir que la diferencia sea muy grande.
P. ¿Cuál era la distancia entre el pueblo de Reducción y su división la noche del 1 de
julio?
R. Entre tres y cuatro millas.
P. ¿La naturaleza del país era tal que la ruta tomada por su cuerpo podría haber sido
vista en el pueblo de Reducción en la mañana del día 2?
R. Creo que sí. Vi a la columna principal durante la mayor parte del día, y
aparentemente después de que abandonaron el pueblo de reducción. Supongo, por
supuesto, que podrían habernos visto.
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P. ¿Hubo una comunicación libre entre el cuerpo principal del ejército y las tropas bajo
su mando en la noche del día 1?
R. No hubo comunicación esa noche. Durante todo el período de la marcha fue
imposible comunicarse con una seguridad tolerable.
P. ¿Tenía algún guía con usted la mañana del día 2 para mostrarle el camino al paso
Chico?
R. Tenía un hombre conmigo que profesaba conocer el camino. El general de brigada
Craufurd también capturó a un indio la noche anterior, y ambos parecían seguros de
su existencia, pero no de su posición exacta.
P. ¿Escuchó alguna vez de qué lado se había posicionado el general Liniers para
defender el paso del puente?
R. Sus baterías ciertamente estaban todas en el lado occidental. He oído decir que
avanzó sobre el puente con algo de infantería, pero no creo que con un número
considerable.
P. Habiendo dicho que Buenos Aires habría sido tomada si el general Whitelocke
hubiera seguido su línea de marcha y hubiera pasado el Vado Chico el 2 cuando usted
lo hizo; exponga los fundamentos de dicha opinión.
R. Esta opinión se basa en la información que luego obtuve de las personas, como dije
antes, de que toda la atención del enemigo y los medios de defensa, en un período tan
tardío como las doce en punto de ese día, había sido dirigido hacia la línea del
riachuelo y el Río de la Plata y consecuentemente la entrada de un cuerpo de tropas al
pueblo por el lado occidental, fue, por ellos, totalmente inesperada y desprotegida.
P. ¿El plan de ataque ordenado el día 4 fue objetado por alguno de los principales
oficiales del ejército?
R. Ciertamente que no. Creo que todos confiaban en el éxito.
P. Cuando el general Whitelocke se unió a usted el 3, ¿le dio alguna causa, sobre por
qué no le dio ese apoyo que se le había inducido a esperar a partir del mensaje que le
entregó el teniente coronel Bourke?
R. Comprendí por él, que la causa de que no llegara antes al Corral de miserere fue
que el guía se había perdido.
P. ¿Fueron animados los oficiales, por cualquier cosa que cayera del comandante de
las fuerzas, a desacreditar o dar cualquier objeción al plan de ataque, si es que tenían
alguna?
R. Ciertamente; y no escuché la menor desaprobación.
P. ¿Expresaron su aprobación por ello?
R. Estaba tan particularmente situado con el comandante de las fuerzas, que tenía
muy poca comunicación personal con ninguno de ellos. Con los pocos que tenía,
expresaron su aprobación.
P. ¿Cuál fue la peculiar situación a la que alega?
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R. no tengo ninguna dificultad para responder la pregunta. El general Whitelocke
estaba extremadamente celoso de la interferencia de cualquiera de los oficiales
inferiores; y me hicieron notar ese día, que se lo había expresado al comandante de
ingenieros, prohibiéndole que me hablara, porque, dijo, me habían prestado más
atención que a él. Por lo tanto, estaba excluido de cualquier comunicación con ellos y
no me atrevería a actuar de ninguna manera sin una orden específica.
P. ¿Podría indicar si recuerda alguna conversación que haya tenido lugar entre los
oficiales generales, respetando las órdenes del 4 de julio, o alguna reserva hecha por
el general de brigada Lumley, en presencia y audiencia del general Whitelocke?
R. No hubo nada relativo a estas órdenes aprobadas, pero en presencia y audiencia del
general Whitelocke. Hubo una discusión muy general sobre la hora, ya que el grado de
luz, y la hora del ataque se consideró de gran importancia. Que yo recuerde, hubo una
pregunta formulada por el general Lumley, si las columnas respectivas debían
perseverar en llegar y mantener los puntos respectivos a los que estaban dirigidos,
bajo cualquier circunstancia imprevista de pérdida o dificultad. Y fue respondido por el
propio general Whitelocke, que no debían arriesgarse a perder hombres; y, si era
necesario, se desviaran o se alejaran del punto. Tenían que tener cuidado de no cruzar
la línea de la artillería que sería lanzada a las calles. Creo que hubo una conversación
más general, pero no estoy del todo en lo cierto de quién o con qué efecto.
P. ¿Se dieron órdenes para el punto de retirada, si la retirada fuera necesaria?
R. Ninguna orden general que yo sepa. Comprendí que la Residencia, que se
consideraba una posición fuerte y defendible, era el lugar al que podía recurrir la
derecha en caso de algún accidente; y la Plaza de los Toros, si es que le ocurría al
flanco izquierdo.
P. ¿Explique a qué se refiere cuando dice que se entendió que los lugares que
menciona debían ser los lugares para que cada división del ejército se retire, según su
situación?
R. Consideré que se suponía que era deseable que el ejército, para el cual no
quedaban más provisiones, en todo caso, si era posible, se metiera en tal situación,
para que tuvieran una posibilidad de comunicarse con la marina, en puntos como la
Residencia y la Plaza de los Toros. El plan era dirigir la retirada de las columnas fuera
de la ciudad hacia el oeste. Creo que esta fue la razón por la que era más deseable, si
era posible, que cada ala cediera el paso a su flanco exterior, si es que cedía, que salir
directamente del pueblo hacia los Corrales.
P. Entonces, ¿su comprensión surgió de su propia convicción de que estos puntos eran
los más apropiados para que se reunieran las divisiones, o fue de alguna conversación
declarada por el general Whitelocke en la reunión de oficiales?
R. De ambos. Yo mismo comprendí que eran puntos tan buenos, que si una vez
conseguidos nuestras tropas no podrían ser expulsadas de ellos, y el suceso lo
demostró; fueron el principal objeto de ataque; Los entendí como puntos de apoyo
para cada una de las alas, a las que debían retirarse por sus flancos exteriores.
P. ¿Hubo algún lugar señalado, en caso de fracaso del ataque, para que el ejército se
retirara dado en las órdenes generales, o de otra manera?
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R. Ninguno que yo sepa.
P. ¿Qué fuerza se designó para quedar en el lado occidental de la ciudad cuando se iba
a realizar el ataque general?
R. Cuatro tropas de carabineros desmontados; ocho tropas del noveno de dragones
desmontados; una o dos compañías del 88°; y un número muy pequeño de cada
cuerpo, para cuidar de sus respectivos emplazamientos.
Se da lugar al Teniente coronel Richard Bourke juramentado y cuestionado.
P. ¿Era usted oficial en jefe en el estado mayor general, empleado en la expedición a
Buenos Aires, al mando del teniente general Whitelocke?
R. si.
P. Relacione las medidas anteriores adoptadas por el General Whitelocke, y la
información recibida por él desde su llegada a Montevideo, como comandante de las
fuerzas, hasta la noche del 4 de julio y hasta donde tenga conocimiento, que, sin atarle
al tiempo ni al método, puede describirse de acuerdo con el memorando que ahora
tiene en la mano.
El fiscal, puso un papel escrito en manos del testigo, para guiarlo en el punto principal
de su interrogatorio, e insinuó a la Corte, que como el teniente coronel Bourke había
sido herido en la cara en el asalto a Montevideo y como consecuencia de lo cual le dio
un impedimento en el habla, esperaba la indulgencia de la corte. El teniente coronel
Bourke procedió luego en su narrativa de la siguiente manera.
R. La noche en que el general Whitelocke desembarcó en Montevideo, me lo presentó
el general de brigada Sir Samuel Auchmuty, quien anteriormente estaba al mando de
ese lugar. Al día siguiente asistí a la casa del gobernador y tuve una conversación con
el general Whitelocke. Me dijo que había oído hablar del excelente estado de las cosas
en la guarnición del general Auchmuty, pero que estaba muy decepcionado de que la
caballería no estuviera tan bien provista de caballos, lo que era contrario a sus
expectativas. Luego me presentó al general Gower, como segundo al mando, con
quien, dijo, debería discutir los puntos de los que ya le había hablado a su excelencia.
Posteriormente mantuve muchas conversaciones con el general Gower sobre la
dificultad de acuartelar las tropas y del número que venía de Inglaterra. Me dijo que se
esperaba al capitán Thompson, de la balandra Fly, desde el Cabo de Buena Esperanza,
con el general de brigada Craufurd, que debía haber abandonado el Cabo en un día
determinado de abril, y que se los esperaba en breve en el río de la Plata. Creo que al
día siguiente de la llegada del capitán Thompson, el comandante de las fuerzas envió a
buscarme, y dijo que como se esperaba tan pronto al general Craufurd, estaba ansioso
de que yo remontara el río y examinara el lado por el cual Buenos Aires estaba
situado, y que busque un lugar conveniente para el desembarco de las fuerzas que
pretendía llevar consigo para el ataque contra esa ciudad. También se me instruyó que
fuera a Colonia, a fin de determinar si ese sería un lugar conveniente de encuentro
para los barcos, y para consultar con el coronel Pack, que comandaba allí, sobre la
posibilidad de desembarcar pequeños cuerpos de tropas más hacia el oeste de
Colonia, para cortar un cuerpo del enemigo que se encontraba entonces en la margen
izquierda del río. El mismo día que recibí estas instrucciones del general, consulté con
el contraalmirante Stirling, y recibí de él toda la información que pudo dar, respetando
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la posibilidad de desembarcar en el lado opuesto del río, y consultar, en el mismo
lugar con un americano, y con el coronel Dion del 38°, que había estado en Buenos
Aires con el general Beresford. Yo había dicho antes, que por todo lo que había
escuchado sobre el tema, la Ensenada de Barragán era el único lugar donde las tropas
podían desembarcar al amparo de los barcos de guerra, sin descender, al menos, a
cien millas (160 kilómetros) al este de Buenos Aires. En consecuencia, el general dirigió
particularmente sus indagatorias a la situación de la Ensenada, y al estado de las
carreteras entre Buenos Aires y ese lugar. Se dijo que la Ensenada era el lugar donde
se desembarcaba con frecuencia las mercancías y de allí se transportaba a Buenos
Aires en carruajes de ruedas, esa noche subí a bordo del balandro Fly y al día siguiente
seguí río arriba con el capitán Thompson. Examinamos, al día siguiente, una extensión
considerable de la costa, desde por lo menos sesenta millas (96.5 kilómetros) al este
de la Ensenada, hasta seis o siete millas (9.5-11 kilómetros) al oeste de Buenos Aires.
El resultado de este examen fue que creíamos que no había lugar donde desembarcar
las tropas, al amparo del más pequeño de los barcos de guerra, excepto la Ensenada
de Barragán. Estábamos particularmente ansiosos por averiguar si se podía efectuar
un desembarco hacia el oeste de la ciudad; pero el capitán Thompson opinaba
decididamente que la navegación era demasiado intrincada como para que fuera
seguro conducir una flota de transportes hasta ese punto. Después de haber ido a
Colonia, y haber comprobado que en ese puerto podía reunirse una gran flota.
Regresé a Montevideo el 27 o 28 de mayo. Había consultado con el coronel Pack las
demás instrucciones que me había dado el general. A mi regreso descubrí que el
general Gower había arreglado varios asuntos con el almirante Stirling en relación con
el embarque de las tropas de Montevideo, se resolvió que los transportes se
abastecerían de víveres durante tres semanas con suministros para 10,000 hombres,
debían ser embarcados por el comisario general, que se iban a tomar dieciocho
cañones ligeros con algunas piezas pesadas y dos morteros. Todo el arreglo de la
artillería se dejó en manos del comandante de artillería. Descubrí que el general había
renunciado a toda idea de subir a toda la caballada.
La Corte es aplazada hasta mañana.
Quinto (5) Día
Miércoles 3 de febrero
Habiéndose reunido el tribunal por aplazamiento,
Se volvió a llamar al Teniente Coronel Bourke.
El fiscal sugirió la conveniencia de leer los dos primeros cargos a cada uno de los
testigos, según debían jurar, a fin de llamar su atención particular sobre la materia
específica contenida en ellos. Luego se leyeron los cargos y el fiscal procedió a
interrogar al testigo.
P. ¿Sabe si se hizo alguna carta o levantamiento (mapeado) del río de la Plata, entre
Montevideo y Buenos Aires?
R. Uno de los oficiales de la marina hizo un reconocimiento del río, pero no del
terreno.
El teniente coronel Bourke luego reanudó su narración de la siguiente manera.
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R. No puedo precisar qué medidas se habían tomado para conseguir caballos. Sin
embargo, al apropiarse de los transportes de otros servicios del ejército, se encontró
que solo quedaban cinco embarcaciones para ser utilizadas para caballos. Al
preguntarle al capitán Thompson de la Armada, el comandante de las fuerzas pareció
dispuesto a pensar que la Ensenada de Barragán era el lugar más adecuado para
desembarcar las tropas contra Buenos Aires. Toda la información que se recibió
respecto a ese lugar, y los caminos desde allí a Buenos Aires, nos inclinó a pensar que
la distancia de Ensenada a Reducción era de unas 20 millas (32kms), y de allí a Buenos
Aires nueve millas (14.5kms). Que había tres caminos diferentes, el de la arena (por
playa), el de la marisma (por la selva) y el de las alturas; se decía que el último era el
mejor. Que para llegar a las alturas hay que atravesar algún terreno pantanoso, y por
el que suelen transitar los carros y carretas del país. Una vez ganadas las alturas, la
calzada era firme y buena, y había muy pocas granjas en los caminos; las tropas
tampoco podían esperar encontrar refugio fuera de los suburbios de Buenos Aires.
Que desde Reducción el camino superior pasaba por el puente; pero que al hacer un
considerable desvío a la izquierda, podríamos encontrar un lugar para rodear y cruzar
el río Chuelo (riachuelo). Toda esta información fue presentada al general Whitelocke,
la mayor parte de la cual estaba contenida en una memoria escrita por una persona
que acompañó a la expedición. Con respecto a los proyectos del enemigo, se entendió
que tenía la intención de oponerse a nuestro desembarco en el puerto de Chelmir (se
cree Retiro), o en St. Segro (se cree San Isidro), al oeste de la ciudad; y que también
pretendía disputar el paso del riachuelo. Con respecto a su fuerza, los informes fueron
tan variados y contradictorios que creo que no se atribuyó ningún crédito a ninguno
de ellos. La fuerza que desembarcó en la Ensenada de Barragán el 26 de junio,
constaba de 8522 hombres, incluidos 150 dragones montados. Estaba provisto de
dieciocho piezas de artillería, 206 caballos y mulas para su transporte; también había
una gran cantidad de pertrechos embarcados, y una reserva de artillería de algunas
piezas pesadas, morteros y obuses, había herramientas de atrincheramiento para mil
hombres; seis pontones y carromatos para diez mil hombres; pero no se habían
embarcado caballos para su transporte. El embarque de las tropas y los medios para
transportarlas a tierra no estaba en mi departamento; pero entendí que había
provisiones para diez mil hombres por lo menos durante dos meses; y el comisario
general me había solicitado un barco para transportar mulas y carros para su
transporte. Debo observar, que en los 8522 se incluyeron 1580 hombres, que habían
sido traídos desde Colonia los días 25 y 26 de junio.
Procederé ahora a describir la marcha del ejército desde el lugar de desembarco hasta
su posición el 3 de julio.
La primera de las tropas desembarcó alrededor de las nueve y media de la mañana del
día 28, formando el batallón ligero del general Craufurd, formado por ocho compañías
del 95°, nueve compañías de infantería ligera y con algunas piezas de artillería. Yo
marche con la brigada ligera, bajo el mando del general de división Gower, a unas
cuatro millas (6 kilómetros) del lugar de desembarco, hacia las alturas. Antes de la
puesta del sol esa noche, desembarcó toda la infantería; varios cañones de campaña,
con sus municiones, carruajes, etc. y algunos caballos de personal. Todas las fuerzas,
excepto el cuerpo del general Gower, estaban estacionadas en la aldea de Barragán.
Esa noche, el general manifestó que tenía la intención de marchar a la mañana
siguiente a las nueve en punto hacia las alturas con el grueso del ejército, y me pidió
que me quedara atrás, para acelerar lo más posible el desembarco de los caballos y
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tiendas que aún permanecían a bordo. Dijo también que deseaba que se enviaran a las
alturas una considerable provisión de pan y licores; y nos autorizaba, si el comisario
general no estaba suficientemente provisto de los medios para transportarlo, hacer
que se colocaran sillas de montar sobre parte de la caballería y que las provisiones
sean transportadas por ese medio. Como consecuencia de esto, creo que unos
cuarenta caballos fueron entregados al comisario general. Al ponerse el sol en la tarde
del 29, se desembarcó todo lo que se podía transportar. Temprano en la mañana del
día 30, la artillería y las provisiones de la comisaría se dirigieron a las alturas. En la
marcha, el oficial que comandaba esa parte de la artillería me dio una orden del
capitán Fraser, la cual decía que debía destruir los cañones españoles, si encontraba
alguna dificultad para hacerlos pasar por el pantano. Procedí a reunirme con el general
en las alturas, y descubrí que el general de división Gower había marchado hacia la
Reducción, teniendo bajo su mando cuatro compañías del 95° y el batallón ligero al
mando del general de brigada Craufurd; los regimientos 36° y 88°, bajo el mando del
general de brigada Lumley; 4 cañones de seis y 2 de tres libras, con algo de caballería
montada. Encontré al general a punto de moverse con el cuerpo principal del ejército,
al terreno que, según supe, había sido ocupado la noche anterior por el general
Gower. Ordenó a la parte desmontada del 17° de dragones ligeros y al 40° de pie que
permanecieran en las alturas, al mando del teniente coronel Mahón, para escoltar la
artillería cuando esta subiera, luego avanzó con el cuerpo principal unas cinco millas (8
kilómetros), cuando el ejército estaba estacionado en tres granjas, a unas dos millas (3
kilómetros) una de la otra. El 38° en la retaguardia, el 5° y el 87° en el centro, y la
brigada del coronel Mahón en el frente, la parte de la brigada del coronel Mahón que
estaba con el cuerpo principal del ejército, estaba formada por la 6° guardia de
dragones desmontados; 9° de dragones ligeros desmontados; y el 45° de a pie.
Recibimos información de que toda la artillería había alcanzado las alturas, pero que
los marineros y los caballos estaban demasiado fatigados para llevarla adelante ese
día. Llegó un expreso del general Gower, que decía que se había detenido, creo, a unas
siete millas (11 kilómetros) en nuestro frente. Dijo que había marchado demasiado
tarde para llegar a Reducción esa misma noche; que estaba ansioso por llevar su
cuerpo a ese lugar, porque había visto a algunos oficiales españoles haciendo un
reconocimiento; y concibió que el pueblo podría estar ocupado por el enemigo.
Indicando además, que si no tenía noticias del General, debía proceder por la mañana
a la Reducción. En respuesta a esto, el general le ordenó que se detuviera dónde
estaba hasta que él mismo llegara con el cuerpo principal, que esperaba llegar
temprano al día siguiente. Esa noche se envió una orden al coronel Mahón, pidiéndole
que avanzara lo más lejos que pudiera al día siguiente por el camino hacia la
Reducción. El 1 de julio, el cuerpo principal avanzó antes del amanecer y se unió al
general Gower alrededor de las 11 en punto. Después de una conversación privada
entre el general Whitelocke y el general Gower, este último avanzó con su cuerpo y el
cuerpo principal se detuvo durante una hora completa. No pude determinar el
derrotero exacto que debía tomar el general Gower, pero alrededor de la una el
cuerpo principal del ejército avanzó hacia la Reducción. Una pequeña vanguardia fue
apostada para nuestra columna compuesta por cuatro compañías del cuerpo de
fusileros. Marchando por la Reducción, fui hacia adelante con el cuerpo de avance;
Encontré algunos de nuestros dragones en la aldea, y luego escuché que el general
Gower había pasado por allí con su división. Poco después de que el general llegara a
la aldea, recibimos un despacho del general Gower, en el que decía que, habiendo
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pasado por Reducción con poca oposición, debería esforzarse por avanzar hasta el
Riachuelo esa noche y, si era posible, enviar un pequeño cuerpo al otro lado del río.
Un poco antes de la puesta del sol, el cuerpo principal del ejército llegó a la aldea, y se
apostaron frente a ella, poco después de la puesta del sol, llegó otro despacho del
general Gower, indicando que el terreno en su frente parecía muy pantanoso y que no
había pasado sobre el Riachuelo; que creía que el puente estaba a unas cinco millas (8
kilómetros) de él. Poco después de llegar al pueblo de Reducción, llegó un oficial de la
flota, a quien el general Whitelocke le dio algunas instrucciones sobre desembarcar
pan y licores para el ejército al día siguiente. Dijo que su intención era detenerse al día
siguiente, con el fin de permitir que el coronel Mahón y la artillería se le unieran, y que
todo el ejército pudiera recibir pan y licores. También se acordó que el general
Whitelocke debía proceder por la mañana con el cuerpo de avanzada, de donde debía
ir con una escolta de la brigada del general Craufurd para reconocer la posición, que
entendíamos estaba ocupada por el enemigo en el riachuelo. También se resolvió que
se examinaran los vados sobre el río; y se imaginaba que a partir de esa partida de
reconocimiento se formaría con seguridad algún proyecto de ataque. Se envió una
orden por la noche para que el coronel Mahón se apresurara a avanzar al día
siguiente. El 2 de julio, alrededor de las dos de la mañana, el general me llamó y a su
secretario, y dijo que había cambiado de opinión y que ordenaría al general Gower
que avanzara, ya que estaba ansioso por que las tropas entraran en acantonamientos,
que él entendía que se podían obtener en los suburbios de Buenos Aires. Dirigió una
carta al general Gower, de cuyo contenido no puedo hablar positivamente, pero a mi
leal saber y entender, se ordenó al general Gower que procediera con el cuerpo bajo
su mando y pasara el riachuelo en el primer vado sobre el puente que pudiera
encontrar. Debía tomar posición en las alturas al oeste del pueblo, y entrar en
comunicación con el Comandante español, sobre el tema de la rendición del pueblo, y
creo que expresó los términos que ya habían discutido. Después de una nueva
conversación con el general, en la que me manifestó nuestra extrema ignorancia del
país, le insistí en la necesidad de reconocer el río, y luego se me ordenó llevar la carta
al general Gower al amanecer del día siguiente. Lo hice y en consecuencia cuando el
general Gower se quejó conmigo de que el 88° regimiento, entonces bajo su mando,
estaba extremadamente inestable y muy fatigado, y parecía totalmente insatisfecho
con la orden que había recibido, le dije que la distancia entre los dos cuerpos era muy
corta, y podría ser extremadamente ventajoso comunicarse con el General sobre el
tema. Me dijo que había recibido una orden perentoria de marchar y que debía
obedecerla. Luego envió por el general de brigada Craufurd y un estadounidense que
conocía el país, y consultó con ellos sobre la marcha propuesta. En particular,
cuestionó al guía sobre el Paso-Chico, que se dijo que era el primer paso sobre el
puente. Se describió como un paso muy malo y se encontraba a unas cinco o seis
millas (8-9.6 kilómetros) de la división del general. Por lo que puedo recordar, el
resultado de esta conferencia fue que el general no cruzaría el paso Chico, sino que se
movería a lo largo de las alturas y se esforzaría por encontrar un vado más factible. El
general Gower volvió a expresar su gran malestar por la marcha que se le ordenó
emprender; En consecuencia, le dije que debía presentar el asunto ante el general y
pensé que probablemente tendría todo el ejército para apoyarlo. Sobre este tema no
puedo hablar con certeza, ya que el general no me había comunicado si tenía
intención de marchar ese día o no. El general Gower estaba a punto de responder a la
orden del general Whitelocke y me dio un papel para escribir las condiciones que iba a
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ofrecer al comandante español. Antes de dejar el General esa mañana, me había
comunicado cuáles eran esos términos y, en consecuencia, los anoté. No puedo
decirlos con exactitud, excepto ese en particular para la restauración inmediata del
71° regimiento y los prisioneros tomados bajo el mando del general Beresford.
Regresé con el general Whitelocke y lo encontré a mitad de camino entre las dos
divisiones, preguntó si el general Gower parecía complacido con la orden recibida.
Presenté la denuncia respetando el estado de las fuerzas y presenté al General la
conveniencia de apoyar a la brigada de avanzada. El general propuso primero enviar
un solo regimiento, pero poco tiempo después ordenó la marcha de todo el ejército;
Luego me pidió que escribiera una carta al Almirante, declarando que todo el ejército
estaba en movimiento y avanzando hacia el oeste de la ciudad, deseando que se
tomaran los medios para desembarcar provisiones allí, y que los barcos que
transportaban la artillería pesada deberían ser enviados también. Luego me pidió que
dirigiera a uno de los guías (el mismo hombre que había escrito las memorias en los
caminos, y que parecía ser el más inteligible) a la cabeza de la columna, para dirigirnos
por la ruta más corta a un paso practicable sobre el riachuelo. Afirmó que a unas dos
millas (3 kms) de distancia, en dirección suroeste, deberíamos llegar a un lugar donde
el riachuelo era bastante transitable. Nos aseguró que conocía perfectamente el país y
que nos conduciría. El general Whitelocke, después de alguna conversación con este
hombre, me pidió que dirigiera la columna bajo su dirección. Marchamos alrededor de
las diez y media en punto y avanzamos unas tres millas (5 kms) en dirección suroeste.
Poco antes de las doce en punto, vi la columna al mando del general Gower a unas
tres millas (5 kms) de distancia, avanzando casi en ángulo recto con nuestra línea de
marcha. Le dije esto al guía, quien me dijo que en cuanto cruzáramos un arroyo
llamado Río de Macial (arroyo maciel), debíamos movernos en la misma dirección; en
consecuencia, cruzamos este arroyo y avanzamos casi en la dirección que había
indicado el guía. Luego me mostró un árbol alto en una colina, desde el cual dijo que
deberíamos, a una corta distancia, encontrar el camino. Aproximadamente a las dos y
media de la tarde, cuando pasábamos por los caseríos, el general propuso hacer un
alto por el día. Le expuse la información que me había dado el guía sobre la distancia
del paso. También le dije que por la comunicación que tuve esa mañana con el general
Gower, estaba convencido de que, a menos que se le ordenara detenerse, cruzaría el
río y seguiría hasta las colinas al oeste de la ciudad. El general no había decidido
entonces si se detendría o no, cuando llegó Sir Samuel Auchmuty y le planteó la
pregunta, Sir Samuel decidió de inmediato detenerse, declarando que había grandes
cantidades de ovejas cerca de estas casas, y que había leña en abundancia para
cocinar la carne. En consecuencia, el ejército fue detenido y formado en dos líneas,
con la brigada de sir Samuel Auchmuty al frente y el coronel Mahón en la retaguardia,
un oficial, con algunos dragones, fue enviado de regreso a Reducción para ordenar al
coronel Mahón que se detuviera allí hasta que se dieran nuevas órdenes. Un poco
antes de la puesta del sol esa noche, oímos un cañoneo aparentemente cerca de
Buenos Aires, cuyos campanarios estaban a la vista desde que salimos de Reducción.
El 3 de julio, el ejército marchó un poco antes del amanecer y cruzó el vado señalado
por el guía. Seguimos hacia otro vado, que nos dijo que era el Paso de Zamora,
avanzamos media milla (1.5 kms) por delante de la línea, para buscar un paso. El agua
era tan profunda que se vio obligado a nadar con su caballo. Avanzamos
aproximadamente una milla río abajo y encontramos un paso seguro, que el ejército
cruzó entre las nueve y las diez de la noche. Este paso era extremadamente estrecho,
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y el agua estaba casi por debajo de las axilas de los hombres; el ejército terminó el
cruce cerca de la una. Aproximadamente a una milla y media (2.5 kms) del paso, nos
encontramos con un oficial enviado por el general Gower, quien nos dijo que se había
comprometido la noche anterior y nos condujo a la división del general Gower, que
estaba aproximadamente a una milla y media (2.5 kms) al frente. Descubrimos que los
puestos de avanzada habían estado ocupados toda la mañana, y comprendí que justo
antes les había ordenado retirarse para inducir al enemigo a intentar un ataque en la
línea. Conduje al general Whitelocke a las habitaciones del general Gower, que tenía
un mapa de Buenos Aires en su mesa. El general Whitelocke nos pidió que indicáramos
la mejor posición para las tropas y luego, observando que, habiendo estado más
tiempo en la zona, el general Gower conocía mejor la situación. El general Gower
propuso que la brigada del general de brigada Auchmuty se estacionara a la izquierda
y se extendiera hasta la encubierta de la Recoleta, a orillas del río de la Plata, pero
como la distancia era tan grande, sólo se le ordenó colocar su brigada en esa dirección.
La brigada del coronel Mahón (el testigo se confundió, en realidad habla de Craufurd,
Mahon seguía e Reducción) en orden a la derecha. Como el enemigo no avanzó de la
forma que el general Gower parecía esperar, se ordenó que se reanudaran los puestos
de avanzada del ejército; Me dirigí a la derecha de la brigada del coronel Craufurd,
para ver cómo estaban colocados los hombres; y retirándome de allí a eso de las cinco,
pasé por las habitaciones del general Gower y me mostró un plan de ataque a la
ciudad, que parecía haber terminado, y que estaba completamente detallado en todas
sus partes, era el mismo que se repartió al día siguiente en las ordenes, con algunas
modificaciones muy insignificantes. Procedí a inspeccionar los puestos de avanzada en
el centro y dejé que el general Gower se dirigiera, según entendí, a los jefes con el
plan.
Llegué al cuartel general después del anochecer, y en el transcurso de la noche, el
general Whitelocke me preguntó mi opinión sobre el plan de ataque, que iba a tener
lugar al día siguiente a las doce en punto, expuse mis objeciones a una cláusula, en la
que se ordenó que no se hicieran prisioneros, como concebí en una acción de ese tipo,
en una ciudad abierta, sería imposible evitar una gran matanza. Le dije que pensaba
que el plan saldría bien, pero me pareció que era un caso completamente nuevo, ya
que no recordaba haber oído antes de una orden de ataque similar, dijo el general,
dejaría fuera la orden de no hacer prisioneros, y convocaría a la ciudad a la mañana
siguiente antes de atacarla. Admitió que el plan era nuevo, pero dijo que las
circunstancias lo obligaron a adoptarlo. Entendí que se envió una orden a Reducción,
ordenando al coronel Mahón marchar a la mañana siguiente hacia el puente sobre el
riachuelo, y allí esperar órdenes. En la mañana del 4, los generales de brigada y
algunos oficiales al mando de los regimientos asistieron al cuartel general, el general
Gower les explicó el orden de ataque y les mostró el plan de la ciudad, poco después
de eso, el ayudante general y yo fuimos enviados fuera de la habitación, y supuse que
los Brigadieres iban a participar en el plan de ataque. Esta conferencia pronto se
disolvió y se ordenó que el ataque tuviera lugar a las seis y media de la mañana
siguiente. No recibí órdenes del teniente general Whitelocke ni del general de división
Gower sobre el tema del ataque, pero fui a caballo con el propósito de tratar de
reconocer los puestos por los que debían avanzar las columnas. Entonces descubrí que
los puestos de avanzada estaban ocupados y que se adoptó el mismo plan para sacar
al enemigo de la ciudad que se había practicado sin éxito el día anterior. No fue hasta
las tres de la tarde que se reanudaron los puestos de avanzada, y tuve el tiempo justo
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antes del anochecer para mostrar a los generales de brigada el camino por el cual las
alas de la brigada debían marchar hacia la ciudad en este lugar. Fui asistido por uno de
los guías, que me mostró la calle que conducía al pasaje noreste, en el punto de
Partida, y encontré una variación considerable entre el plano y el terreno. Le informé
al general Gower, que creía que las columnas podrían no ser colocadas de la manera
que deseaba; Pensé también que era mi deber decirle que si la columna procedía de la
manera que él había ordenado, probablemente muchos se retirarían a las calles que
corrían en ángulos rectos, y luego cerrándose sobre sus columnas, posiblemente
cortaría toda comunicación entre los que están dentro y los que están fuera de la
ciudad. El general Gower restó importancia a esta objeción. En el transcurso del día, el
comandante de ingenieros me trajo una devolución de todas las herramientas e
instrumentos que había reunido para romper puertas y ventanas, y le pedí que
entregara las que parecieran más efectivas al batallón ligero y al cuerpo de artillería,
que entendí que debían entrar en las dos principales iglesias del pueblo. A última hora
de la noche me encontré con el general Gower que regresaba del cuartel general. Me
preguntó dónde pensaba que debía ubicarse el teniente general por la mañana. Dije
que pensaba que era mejor que se dirigiera a la izquierda con el 38° regimiento, ya
que había dos brigadas para atacar la ciudad de ese lado, y que él (el general Gower)
tal vez podría estar estacionado a la derecha, ya que el centro estaba destinado al
punto de falso ataque. Me informó que el general Whitelocke le había ordenado que
se quedara con él y que había nombrado al centro como la estación adecuada. No
recuerdo nada más de importancia que haya ocurrido este día. Creo que hubo una o
dos órdenes enviadas al coronel Mahón, pero no puedo decir con qué efecto.
P. Cuando fue a Colonia, ¿se le indicó que preguntara qué medidas se habían tomado
para proporcionar caballos?
R. No. Creo que en ese momento los caballos de Colonia estaban en muy mal estado
de todos modos.
P. ¿Qué cantidad de caballos encontró allí para el uso de la expedición?
R. No creo que se haya proporcionado ningún caballo para el uso de la expedición,
había habido un escuadrón de dragones estacionados allí durante algún tiempo antes.
P. ¿Sabe cuántos caballos había en ese momento?
R. No puedo afirmar con exactitud, no tuve devoluciones; pero creo que hubo
alrededor de 150.
P. ¿Sabe si algún caballo había sido debidamente adiestrado para el ejército?
R. No puedo decirlo.
P. ¿Cuántos transportes se proporcionaron para el transporte de los caballos?
R. Creo que había cuatro para artillería, guardias y centinelas; tres para dragones; y
dos para el personal, todos asignados por el comisario general.
P. ¿Antes de salir de Montevideo, se tomaron algunas y qué medidas para recolectar
pequeñas embarcaciones en el río de la Plata?
R. Creo que no había embarcaciones pequeñas en el río, excepto en el puerto de
Montevideo y en Buenos Aires.
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P. En el estudio que ha descrito que se ha realizado en las orillas del río, con el fin de
determinar el lugar más adecuado para el desembarco, ¿parecía haber alguna otra
objeción al punto Quilmes, además de la que ha indicado? es decir, que las tropas no
podían desembarcar allí, al amparo de los barcos de guerra.
R. Fui tan cerca del punto en el cañonero Encounter como el agua me lo permitió. Creo
que estaba entonces a una milla y media (2 kilómetros) de la costa, y me dijeron que
se había erigido una batería en el pueblo de la Reducción, para oponerse al paso a
través del pantano, en el que el general Beresford casi había perdido toda su artillería
(en 1806).
P. ¿Hubo alguna, y qué otra objeción a desembarcar más arriba del río, que esas
dificultades agrícolas que declaró el Capitán naval?
R. Supuse que la objeción era concluyente.
P. ¿Hubo alguno, y cuántos botes de fondo plano acompañando al ejército, para
desembarcar en lugares donde la poca profundidad del agua no admitiría los
transportes, si el comandante de las fuerzas hubiera adoptado tal procedimiento?
R. Antes de salir de Montevideo, había recibido una devolución del transportista de los
botes de fondo plano; y por lo que puedo recordar, sólo había siete u ocho en el río,
que fueron asignados a los comandantes de artillería.
P. Si hubiera habido una cantidad suficiente de botes de fondo plano, ¿el desembarco
sobre la ciudad habría sido adecuado en su opinión?
R. Hasta donde yo entiendo el uso de botes de fondo plano, se usan con el propósito
de transportar tropas desde los transportes a la orilla, siendo la dificultad para subir
los transportes.
P. ¿A qué altura del río parecía que podían avanzar los transportes?
R. No puedo decirlo con exactitud, pero creo que no podrían avanzar con seguridad, ni
siquiera tan alto como la ciudad, a menos que yo conociera el fondeadero de los
barcos, en los lugares en los que iban a desembarcar.
P. ¿Cuál es la distancia de Colonia al lado opuesto del río?
R. Creo que entre siete y ocho leguas (34 y 38.5 kilómetros).
P. Usted dijo que había órdenes de clavar los cañones (inutilizarlos con clavos en el
orifico de ceba) españoles. ¿Qué número de cañones españoles tenía?
R. Cinco o seis de 4 libras.
P. ¿Fueron inutilizados?
R. Lo fueron.
P. ¿Cuál fue la pérdida de provisiones al pasar por el pantano?
R. No puedo afirmar con certeza; pero creo sólo unas pocas bolsas de galletas que
tiraron los caballos.
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P. ¿Sabe si todas las provisiones que se desembarcaron, fueron llevadas desde las
orillas del río hasta el puesto en las alturas?
R. No puedo decirlo exactamente.
P. ¿Cuántos guías se llevaron con el ejército desde Montevideo? ¿Y cómo se
distribuyeron?
R. Había dos, especialmente designados con el propósito de servir como guías, y
fueron de gran utilidad en la marcha. Se adjuntó uno a cada división.
P. ¿Hubo personas del país que actuaron como guías, desde la Ensenada hasta la
Reducción?
R. Creo que estas fueron las únicas personas.
Sexto (6) día
Jueves 5 de febrero
Habiéndose reunido el Tribunal, de conformidad con el aplazamiento.
Se volvió a llamar al teniente coronel Bourke y se le examinó de nuevo.
P. ¿Todos los caballos embarcados en Montevideo desembarcaron en Ensenada?
R. Creo que sí.
P. ¿Qué proporción de dragones ligeros se adjuntó al cuerpo principal del ejército?
R. Creo que unos cuarenta.
P. ¿Cómo se dispusieron los cuarenta caballos que ha mencionado durante los
posteriores movimientos del ejército?
R. Creo que la mayor parte marchó con el cuerpo principal.
P. ¿En qué servicio estaban empleados?
R. Creo que cuando se consumieron las provisiones que llevaban, se emplearon
principalmente para llevar a los enfermos que no podían caminar.
P. Durante la marcha de Ensenada a Reducción, ¿se entregaron provisiones a los
hombres y en qué período?
R. Las provisiones se entregaron el 30 de junio.
P. ¿Qué disposiciones y de qué descripción?
R. Pan y carne fresca. No puedo decir en qué cantidad.
P. ¿Por carne fresca se refiere a la que se requiso en el país o que desembarcaron en la
Ensenada?
R. Me refiero a la provista en el país; pero no puedo decir en qué cantidad.
P. ¿Recibió el cuerpo de avanzada las mismas provisiones que el resto del ejército?
R. No puedo decirlo.
- 48 -
P. Como general del estado mayor, se hizo algún cálculo previo para abastecer a las
tropas sobre el movimiento de la artillería, o cualquier modo adoptado en cuanto a la
forma más rápida de hacer ese abastecimiento.
R. Nunca escuché de ningún cálculo o arreglo sobre este tema. Desconocía totalmente
el plan de operaciones que pretendía seguir el General.
P. ¿Hubo algún impedimento local al ejército durante su marcha desde las alturas
sobre la Ensenada hasta la Reducción?
R. Solo puedo hablar con certeza del terreno que recorrí yo mismo. Creo que no hubo
impedimentos locales en cuanto a Reducción.
P. ¿Había habitantes en las casas por las que pasó el ejército el día 30?
R. No creo.
P. ¿Se recibió alguna información de inteligencia el día 30? y si lo hay, ¿Cuál, en cuanto
al estado del puente sobre el riachuelo, y los preparativos hechos por el enemigo para
defender el paso sobre ese río?
R. Creo que no se recibió inteligencia ese día.
P. ¿Encontró a su llegada a Reducción algún número de hombres del cuerpo de
avanzada que habían retrocedido, incapaces de avanzar por fatiga?
R. Creo que alrededor de 150 estaban en la aldea; pero todos ellos no eran hombres
fatigados. Algunos fueron abandonados por el general Gower para mantener la
posesión de la aldea.
P. ¿Alguno de los cuerpos avanzados, y en qué número, se había desprendido del
cuerpo principal por fatiga, durante la marcha del 29, 30 de junio y el 1 de julio?
R. No puedo decirlo. Si los hubo, debieron ser muy pocos; la marcha fue corta.
P. ¿Los términos que el general Gower envió a la ciudad de Buenos Aires, le fueron
especificados por el general Whitelocke, por escrito o en conversación?
R. El general Whitelocke me las comunicó verbalmente, un poco antes de que yo
partiera con una carta para el general Gower.
P. Habiendo declarado que el General Gower le pidió que escribiera los términos, y
que usted los escribió, ¿está seguro de que estos fueron los mismos que le dictó el
General Whitelocke?
R. Como había transcurrido tan poco tiempo entre que los recibí del general
Whitelocke y los transcribí para el general Gower, supongo que así fue, según mi leal
saber y entender.
P. Habiendo declarado que en una conversación con el general Whitelocke se había
opuesto al plan propuesto y había expresado su extrema ignorancia del país y la
necesidad de reconocer el río, ¿qué respuesta dio el general Whitelocke a esta
observación?
- 49 -
R. Por lo que recuerdo, expresó gran ansiedad por llevar a los hombres a
acantonamientos, ya que temía que su salud se resintiera al estar expuestos a la
intemperie durante un período de tiempo mayor.
P. Usted ha dicho que el 1 de julio el general Whitelocke debía proceder con una
escolta de la brigada del general Craufurd, y que el día 2 llamó a su secretario y a usted
mismo, dijo que había cambiado de opinión y le dictó una carta al general Gower. En
esta conversación, ¿el general Whitelocke dio alguna razón para alterar sus
intenciones?
R. No recuerdo que haya asignado ninguna razón para apartarse de nuestro modo de
operación y adoptar otro.
P. ¿Tenía usted entonces, o en cualquier otro momento, alguna, y qué, razón para
pensar que el general Whitelocke había alterado su plan de reconocimiento del
riachuelo, a partir de cualquier información que hubiera recibido, o era simplemente
su ansiedad por tener a las tropas a cubierto?
R. Solo puedo hablar por las razones que me dio el general.
P. En la carta antes mencionada, ¿no se dijo nada sobre el envío del 87° regimiento en
ayuda del general Gower?
R. No recuerdo nada sobre el tema en ese momento. Cuando volví del general Gower,
creo que el general Whitelocke habló de enviarle el 87° regimiento.
P. En su entrevista con el general Gower, ¿le dio alguna razón para esperar que le
enviaran algún regimiento en particular?
R. No recuerdo que lo hice.
P. Dijo que se le ordenó ir al amanecer al General Gower ¿A qué hora amanece en esa
parte del año en ese país?
R. Creo que alrededor de las seis en punto.
P. ¿Cuál era el estado del tiempo en ese momento?
R. El 2 de julio fue un día sumamente hermoso. La noche del día 3 llovió mucho.
P. Ha dicho que se reunió con el General Whitelocke entre los dos cuerpos a su
regreso del General Gower. ¿Sabes con qué propósito avanzó el general?
R. No lo sé.
P. ¿Continuó después de su encuentro o regresó?
R. Regresó a la Reducción.
P. ¿Sabe si regresó como consecuencia de alguna comunicación que había recibido de
usted o por qué otro motivo?
R. No puedo decirlo.
P. Cuando se reunió con el general Whitelocke, ¿le informó que el general Gower se
había quejado con usted sobre el 88° regimiento?
- 50 -
R. Ya dije que sí.
P. ¿Qué declaración le hizo al general Whitelocke, cuando se juntaron entre el cuartel
general del general Gower y el suyo? ¿Qué conversación se produjo entre él y usted?
R. No puedo recordar toda la conversación. Dije que el general Gower parecía
descontento con la orden.
- El general Whitelocke pareció decir algo para apoyarlo, pero no pude dar con toda la
conversación en detalle.
P. ¿Le dijo al general Whitelocke que el general Gower le había dicho que consideraba
perentoria la orden que había recibido y que no debía perder tiempo en obedecerla?
R. no recuerdo que lo hiciera en ese momento.
R. ¿Le informó al general Whitelocke que le había dado al general Gower razones para
creer que sería apoyado por el cuerpo principal del ejército?
R. No recuerdo haberle dado al general Gower ninguna razón para creerlo,
estrictamente hablando.
P. ¿Le informó al general Whitelocke de la conversación que tuvo con el general
Gower sobre el tema del comandante de las fuerzas que dirigía a todo el ejército en su
apoyo?
R. Creo que lo hice.
P. ¿El general Whitelocke dio alguna respuesta a esa comunicación?
R. No lo recuerdo.
P. ¿Su observación de los caminos, en la dirección en la que marchaba el cuerpo de
avanzada, cuando los vio, le llevó a concluir que debían haber pasado el riachuelo y,
en consecuencia, habían encontrado un paso?
R. No tengo forma de llegar a ninguna conclusión sobre ese tema.
P. ¿Ha aparecido alguna dificultad en la marcha del cuerpo principal, apuntando hacia
la dirección donde se percibía el cuerpo de avanzada, de modo que se hubiera
impedido un cruce con ese cuerpo?
R. He dicho antes, que el guía me informó que cuando hubiéramos cruzado el vado,
que estaba entonces frente a nosotros, debíamos movernos en la misma dirección que
la vanguardia. Después de haber pasado ese arroyo, no vi ningún impedimento local.
P. ¿El general Whitelocke hizo algún intento de comunicarse con el general Gower por
patrullas o de cualquier otra manera?
R. No lo creo. Nunca escuché de ninguno.
P. ¿Hubo alguna razón por la que no se enviaron patrullas de caballería en el momento
en que indicó que el cuerpo de avanzada estaba a la vista?
R. No había ninguna razón por la que no se hubiera enviado una patrulla; pero no
puedo aceptar que diga que habrían llegado al puesto del general Gower.
- 51 -
P. Indique qué dificultades se le presentaron a su observación en el camino, para
evitar que un cuerpo de caballería se comunicara con el cuerpo avanzado en ese
momento.
R. Entendí por el guía que estábamos en diferentes lados del río; y me vi atravesando
un pantano considerable.
P. ¿Había alguna persona del país que conoció en la marcha que pudiera indicarle el
camino?
R. No creo que hubiera un solo habitante en el pueblo de Reducción cuando llegamos
a ese lugar, el hombre que nos conducía había venido con nosotros desde Colonia.
P. ¿Hubo alguna inteligencia o información recibida por el General Whitelocke ese día,
sobre el estado del puente sobre el riachuelo, o sobre los preparativos hechos por el
enemigo para defender el paso sobre ese río, hasta el período del 2 de julio?
R. No se me informó que el general Whitelocke haya recibido información de
inteligencia alguna, sino lo que le había comunicado el general Gower con respecto al
puente.
P. Cuando el general Whitelocke ordenó al ejército que se detuviera alrededor de las
tres y media, ¿cuánto había avanzado ese día?
R. Creo que unas siete millas (11 kms).
P. ¿La condición del ejército hizo que la parada fuera inevitable?
R. No puedo hablar con certeza sobre ese punto, yo estaba a la cabeza de la columna.
P. ¿Cuál fue la duración de la marcha el día 30?
R. Aproximadamente cinco millas (8 kms), y el 29 alrededor de cuatro millas (6.5 kms).
P. ¿Qué respuesta recibió del general Whitelocke a la representación de lo que había
dicho el guía sobre la distancia a la que el general Gower cruzaría el río?
R. Creo que dijo que las tropas estaban fatigadas y que la llanura en la que estábamos
entonces producía una cantidad de leña para el fuego, y que había un gran número de
ovejas cerca de nosotros.
P. ¿Cuántas horas de luz del día quedaban cuando el ejército se detuvo?
R. Quedaron unas dos horas y media.
P. ¿Los cañonazos que escuchó en el lado de Buenos Aires dieron ocasión a algún
movimiento, u orden de movimiento, para dar pronto apoyo a los cuerpos avanzados?
R. No recuerdo ninguna propuesta para marchar esa tarde.
P. ¿El general Whitelocke le hizo alguna observación sobre el tema de ese cañoneo?
R. Es muy probable que lo hiciera, pero no recuerdo qué. No creo que estuviera con el
general Whitelocke en el momento en que escuché los cañonazos.
P. ¿A qué hora de la noche se escuchó el cañoneo?
R. Un poco antes de la puesta de sol.
- 52 -
P. ¿Se tomaron medidas en consecuencia?
R. Creo que no se tomaron medidas en consecuencia.
P. ¿A qué hora fue?
R. Creo que alrededor de las cinco, pero no puedo decirlo exactamente.
P. ¿A qué hora se ordenó al grueso del ejército que marchara la mañana del día 3?
R. Alrededor de las seis en punto; justo al amanecer.
P. ¿Le propuso el General Whitelocke algún otro plan de ataque que el ya
mencionado, sobre el cual pretendía actuar en el ataque a la ciudad de Buenos Aires?
R. Nunca me dijo ningún plan preciso sobre el que pretendía actuar; pero deduje de
varias conversaciones, que tenía la intención de colocar su cuerpo principal en la
Recoleta, y extenderse desde allí hasta el embarque, y tomar las medidas contra el
pueblo que las circunstancias requirieran, otros lo oyeron decir además que sería muy
cauteloso de cómo las tropas entrarían en la ciudad, ya que supimos por él que
pretendía emplear artillería pesada contra ella. Nunca vi ningún plan preciso, ni nada
detallado.
P. Usted declaró que informó de sus observaciones locales sobre las probables
consecuencias del plan de ataque al General Gower. ¿Se entendió el día 4 que el
general Gower tenía los detalles inmediatos del ataque?
R. El general Gower dio las órdenes sobre el tema que he oído.
P. ¿Sabe si el general Gower recibió del general Whitelocke las órdenes que dio sobre
el plan de ataque posterior?
R. Las órdenes a las que he aludido antes se dieron en el cuartel general, en la
habitación privada del general Whitelocke, y en su presencia me parecieron las
mismas que me mostró el general Gower la noche anterior.
P. ¿Tenía conocimiento de alguna comunicación confidencial entre el general
Whitelocke y el general Gower?
R. No.
P. Habiendo dicho ayer que el general Whitelocke le dijo que había adoptado un plan
que era novedoso, pero que las circunstancias lo obligaron a adoptarlo, ¿le dijo cuáles
eran esas circunstancias?
R. Creo que dijo que le preocupaba que el ejército necesitara provisiones; y también
que no había encontrado al general Gower en la situación que esperaba; pero las
razones dieron muy poca impresión en mi mente en ese momento.
P. ¿Dijo el general Whitelocke cuál era la situación en la que esperaba encontrar la
columna del general Gower?
R. No sé si alguna vez dijo cuál era esa situación.
P. Habiendo dicho ayer que se escribió una orden al coronel Mahón y que se envió la
noche del día 3, ¿puede decir por qué medio o por qué vía se transmitió esa orden?
- 53 -
R. La orden fue enviada por uno de los nativos.
P. ¿Asistió al mensajero alguna, y qué, escolta?
R. No fue atendido por ninguna escolta, creo.
P. ¿Dónde estaba el coronel Mahón cuando se envió esa orden?
R. En el pueblo de la Reducción.
P. ¿Cuál fue el significado de esa orden?
R. He declarado lo que creí que era el significado de la misma. Debía trasladarse al día
siguiente hacia el puente, sobre el riachuelo.
P. ¿Sabe qué ruta se deseaba que tomara el mensajero?
R. No lo sé.
P. ¿Sabe si este hombre vino con el ejército desde Montevideo o si se incorporó al
ejército después de su desembarco?
R. Creo que vino con el ejército desde Montevideo.
P. Indique el contenido de la información recibida con respecto a la fuerza del
enemigo; sus medios, y su posición para resistir, entre el momento de la unión del
cuerpo principal del ejército con el cuerpo avanzado el día 3 y hasta la mañana del día
4.
R. Creo que examinaron a algunos prisioneros. No estuve presente, ni sé qué
inteligencia dieron.
P. ¿Hubo algún intento, y cuál, durante el último período mencionado, por parte del
general Whitelocke, de reconocer el estado del puente sobre el riachuelo y la posición
del enemigo fuera del pueblo?
R. Nunca escuché que diera órdenes sobre ese tema.
P. ¿Reconoció personalmente el general Whitelocke los accesos a la ciudad el 3 o 4 de
julio, después de su llegada al Miserere?
R. no lo vi reconocer en ningún momento.
P. ¿Tenía alguno, y qué medio de saber si lo hacía o no?
R. He dicho que no lo había visto, ni había oído nunca que lo hiciera.
P. ¿Tiene algún recuerdo que indique más información sobre estos cargos dentro del
período que finaliza el 4 de julio?
R. Creo que he declarado todo dentro de mi conocimiento.
Interrogado por el general Whitelocke.
P. ¿No se hicieron todos los esfuerzos posibles para obtener inteligencia en el país, y
fue imposible obtener otra información que la que teníamos?
R. Creo que se hicieron todos los esfuerzos posibles.
- 54 -
P. ¿Se emplearon todos los transportes que se pudieron adquirir? Y ¿no se utilizaron
todos los medios para recolectar caballos para el ejército?
R. Todos los transportes de Montevideo fueron preparados para el servicio del
ejército. Después de la llegada del general Craufurd hubo algunos que no fueron
empleados.
P. ¿Cuánto tiempo después de la llegada del general Craufurd zarpó la expedición?
R. Creo que el general Craufurd llegó alrededor del 14 de junio. La mayor parte de las
fuerzas se ordenó subir a Colonia el día 16, y el día 21 embarcó el propio General,
estuvo todo listo unos días antes, pero el viento no era favorable.
P. ¿No se usan más las mulas que los caballos para tirar de carruajes en ese país? y
¿pudimos adquirir alguna cantidad de ellos?
R. Se utilizan con más frecuencia. Conseguimos algunas, y no puedo decir que
pudiéramos haber conseguido más; pero debería suponer que podríamos.
P. ¿Recuerda que ordené la compra de un barco cargado de mulas con destino al Cabo
de Buena Esperanza?
R. Lo hago.
P. ¿No se volvieron pronto incapaces de trabajar los caballos que adquirimos? ¿Y no se
volvieron inútiles algunos de ellos incluso el primer día?
R. Creo que eran totalmente incapaces de soportar mucha fatiga. No puedo hablar con
certeza del estado en el que se encontraban después de que alcanzamos las alturas.
P. ¿Fue factible transportar nuestro equipaje y provisiones del campamento, sin
mucha dificultad, a través del pantano?
R. Creo que no fue posible.
P. ¿No buscamos en la marina para conseguirlos, especialmente cuando llegamos a los
suburbios de la ciudad?
R. Siempre entendí que el objetivo de marchar hacia el oeste del pueblo era abrir una
comunicación con la marina.
P. ¿Qué suministro adicional de provisiones se esperaba en la marcha, y de qué
descripción y cómo se obtuvieron?
R. Conseguimos algunas ovejas y bueyes durante la marcha, pero no puedo decir qué
suministro pudo haber esperado el general.
P. ¿No se sabía que se iban a encontrar bueyes y ovejas al cruzar el país, y no
encontramos un suministro suficiente de ambos?
R. Se esperaba que lo hiciéramos, y lo hicimos en consecuencia.
P. ¿Se entendió que cuando el general Beresford desembarco en Quilmes hubo una
continuación del tiempo seco, e incluso entonces perdió sus armas en el pantano? y,
por tanto, ¿no se suponía que a partir de la temporada en que desembarcamos se
incrementaría la dificultad?
- 55 -
R. Había oído que el general Beresford perdió parte de su artillería, pero nunca supe
cuál era el estado del tiempo en ese momento.
P. ¿Su observación de Quilmes no le inclinó a pensar que era aconsejable no
desembarcar allí?
R. Esa y otras razones me indujeron a preferir la Ensenada.
P. ¿No estábamos en la marcha cruzando continuamente pantanos y arroyos? ¿Y no
fueron surcados con gran cansancio y mucha demora?
R. Así fue.
P. ¿Pudimos procurar información, o cualquier inteligencia correcta, en Montevideo,
de manera que nos permitiera elaborar algún plan regular detallado, o cualquier otro
que no sea el de establecernos en las alturas, comunicarnos con la flota y actuar de
cualquier manera que pudiéramos, según las circunstancias?
R. He indicado toda la información que recibí hasta donde yo sé. Con respecto a los
suministros en la marcha, podría haber sido posible hacer algunos arreglos con los
nativos.
P. ¿Se podría haber elaborado un plan detallado para el ataque a Buenos Aires a partir
de cualquier información o inteligencia recibida en Montevideo, en la que se pudiera
confiar?
R. Ciertamente que no. Las medidas que se pretendía seguir me parecieron las únicas
que podrían haberse adoptado.
P. ¿Podría usted en Montevideo, o después de que lo dejó, en la marcha, procurar
información tan correcta del país que le permitiera, como capitán general, haber
arreglado cualquier plan para proporcionar suministros, de detención, o cualquier otra
operación necesaria?
R. Nada más se podría haber hecho que hacer de la Reducción el segundo punto de
partida, de donde se hubieran dispuesto medidas para cruzar el paso Chico y marchar
a los suburbios de Buenos Aires y reconocer el río, pero no desde cualquier
inteligencia que pudiéramos haber obtenido de la gente del país.
P. ¿Cuántas personas del país recibimos durante toda la marcha, hasta que nos unimos
al general Gower? ¿Qué medios tomamos para hacerlos guías, o qué otro uso hicimos
de ellos?
R. Creo que durante toda la marcha no recibimos ninguna información de la menor
importancia. Tomamos dos prisioneros en Ensenada, que marcharon con el ejército
hasta la reducción, y de allí a Buenos Aires.
P. ¿Pudo el ejército haber encontrado lugares para detenerse para conseguir
combustible y para otros fines, en cualquier lugar además de en las granjas? Y ¿no
estaban reguladas las pausas de marcha por la situación de estas granjas?
R. Creo que solo se pudo encontrar combustible en las granjas; y que de su situación
dependían particularmente los movimientos del ejército.
- 56 -
P. ¿No expresó el general Whitelocke, en el momento en que alteró su determinación
de seguir marchando, sus temores de que se avecinara la lluvia y su ansiedad de que el
tiempo empeorara antes de que pudiera poner a los hombres a cubierto en las
cercanías de los suburbios de la ciudad y abrir una comunicación con la flota?
R. Lo dijo entonces, y con frecuencia antes.
P. ¿No había llovido mucho, y no estaba lloviendo, cuando el general Whitelocke envió
a buscarlo la noche del 3 de julio?
R. Llovió muy fuerte en ese momento.
P. ¿No me había informado el mayor de los habitantes de la Ensenada que en 24 horas
llovería y que, el río se volvería intransitable?
R. Recuerdo haberle oído decir eso.
P. ¿No ordenó el general Whitelocke, a su regreso el día 2, al ejército que marchara
inmediatamente? ¿Y no mostró ansiedad por marchar y acelerar el despiece de
ganado que se preparaba para la brigada de sir Samuel Auchmuty?
R. Lo hizo.
P. ¿No había una lámina de agua, además de terreno pantanoso, entre las dos
divisiones del ejército, en la mañana del día 2?
R. Creo recordar haber visto algo por el estilo en los campos.
P. ¿No se esforzó el guía en llevarlo a la derecha, como consecuencia de que usted
observó que la brigada del general Gower se alejó de usted? ¿Y no fuimos conducidos
a un terreno pantanoso y obligados a mantenernos a la izquierda?
R. Recuerdo que nos llevó a través del pantano a la derecha, y luego nos movimos a la
izquierda.
P. ¿No encabezó las columnas con los guías ese día?
R. Lo hice.
P. ¿No dominaba nuestra tierra, en la tarde del 2, una vista amplia, particularmente
hacia el riachuelo y Buenos Aires?
R. Tenía una vista muy amplia, pero no puedo decir que pudiéramos ver el riachuelo
desde allí.
P. ¿No se habría cerrado la noche cuando pudiéramos llegar al vado?
R. Creo que lo haría.
P. ¿Cuánto tiempo tardó el ejército en cruzar el vado el día 3?
R. Entre tres y cuatro horas.
P. ¿No tuvo alguna dificultad para encontrar un lugar para pasar el río el día 3 por
desconocimiento del guía?
R. Hubo alguna dificultad para encontrar un lugar para pasar, debido al estado de
crecida del río, pero no por la ignorancia del guía.
- 57 -
P. ¿No era el guía, a quien habíamos hecho prisionero esa misma mañana, el mismo
hombre que nos había sacado de Reducción?
R. Lo era.
Examinado por el juez.
P. ¿En qué momento de la marcha hubo una falta total de pan para el ejército?
R. Creo que lo último del pan se entregó la tarde del 30 de junio. Antes he dicho que la
entrega de provisiones no estaba en mi departamento.
P. ¿Hubo algún impedimento en la forma de desembarcar una cantidad de pan y
provisiones de la flota en Reducción para abastecer al ejército?
R. No puedo afirmar la naturaleza del terreno entre la flota y la Reducción sin haber
pasado nunca de una a otra.
P. ¿No sabía que se abrió una comunicación con la flota en Reducción?
R. Lo supe.
P. ¿No sabía que se desembarcaron algunas provisiones de la flota en Reducción y
Quilmes?
R. No de mi propio conocimiento, pero he escuchado del coronel Mahón, que estaba
en Reducción, que había recibido provisiones de la flota.
P. ¿No se podría haber elaborado un plan de operaciones para las distintas columnas
con tolerable precisión, después de que las tropas llegaron a las alturas, el 29 de julio?
R. Creo que podríamos haber marchado en una sola columna, desde las alturas de
Reducción.
P. ¿Se tomaron algunas, y qué, medidas mientras el ejército estaba en Barragán y
Reducción, para hacer que sus movimientos fueran independientes de las granjas,
proporcionando provisiones a los hombres y mediante otros arreglos necesarios?
R. No recuerdo ninguna orden sobre el tema. El ejército desembarco con provisiones
para tres días.
P. Habiendo declarado, en respuesta al General Whitelocke, la información sobre las
lluvias que hicieron intransitable el río, ¿tuvo esa información antes de que él le dijera
que procedería a la mañana siguiente a reconocer el río?
R. Fue después de que nos detuvimos cuando se dio la información.
Aplazado hasta mañana.
Séptimo (7) día
Viernes 5 de febrero
El teniente coronel Bourke es nuevamente interrogado por la corte
- 58 -
P. ¿Por qué, entonces, luego de la opinión del guía respecto al clima, el cuerpo
principal se detuvo el 2 de julio, antes de hacer el paso del riachuelo, habiendo al
momento de detenerse sólo marchado siete millas (11 kms) ese día?
R. Ya he dicho todo lo que sé sobre ese tema.
P. En respuesta a una pregunta formulada ayer por el general Whitelocke, relativa a
que el guía lo condujo más bien a la derecha, y habiendo fallado en el intento de
obtener un cruce, lo obligó a mantenerse en la izquierda, ¿sabe qué consideración
indujo al general Whitelocke, en la mañana del día 2, de la línea de marcha o del
cuerpo de avanzada del día anterior, y de la línea en que el general Gower realmente
marchaba el día 2 hacia el riachuelo?
R. Ya he dicho todo lo que sé sobre ese tema.
P. Habiendo declarado, en respuesta al General Whitelocke, que el paso del riachuelo
fue realizado por la división al mando del General Gower en tres horas, ¿si el General
Whitelocke hubiera recibido información, cuando se detuvo, podría haberlo llevado a
concluir que requeriría el tiempo mencionado para cruzar el vado?
R. No lo sé.
P. Usted declaró, en respuesta al General Whitelocke, que su terreno el día 2 tenía una
vista extensa, ¿hubo alguna medida tomada esa noche para asegurar el paso del río al
día siguiente?
R. No lo creo.
Examinado por el Tribunal.
¿Hubo informes hechos por los oficiales de la retaguardia de la división, en la que el
general Whitelocke estaba a la cabeza, que hizo necesario detenerse el 2 de julio?
R. Nunca escuché ninguno, excepto la conversación con sir Samuel Auchmuty, que ya
he dicho.
P. ¿Le mencionó el general Whitelocke, en algún momento antes o después, o durante
la marcha, las razones por las que alteró su línea de marcha de la del general Gower, el
día 2?
R. Ya expuse el contenido de la información recibida del guía, antes de que el cuerpo
principal marchara desde la reducción; y, supongo, sobre esa información actuó el
general Whitelocke.
P. ¿El ejército, después de su desembarco y en su marcha, se encontró con dificultades
que, según la información que tenía en Montevideo, podrían haberse previsto y
obviado, para que permitiéramos al ejército cruzar el río el segundo día después de su
llegada a Ensenada?
R. No puedo decir exactamente qué expectativa se había formado; pero no me pareció
que hubiera dificultades locales en la marcha que hubieran impedido que el ejército
llegara al río ese día. Podría haber marchado cuatro o cinco millas más allá de
Reducción.
Se consideró apropiado retirar esta pregunta y respuesta.
- 59 -
P. ¿Podrías haber llegado hasta el riachuelo el segundo día?
R. No puedo concebir ningún impedimento que haya impedido que el ejército llegara a
unas pocas millas del riachuelo el segundo día, después de abandonar las alturas de
Ensenada.
P. ¿Ha dicho que el comandante de las fuerzas lo llamó a las dos de la mañana del 2 de
julio y le dijo que había cambiado de opinión?
R. Entonces estaba lloviendo y expresó su ansiedad por tener a las tropas a cubierto.
P. ¿Sabe usted, como general del estado mayor, por qué la misma ansiedad no inclinó
al comandante de las fuerzas a marchar él mismo con el cuerpo principal del ejército al
amanecer y seguir en la misma línea de marcha con el cuerpo avanzado? ¿O puede
decirnos por qué se retrasó la marcha hasta las diez? ¿Y por qué entonces procedieron
en una dirección diferente?
R. En respuesta a las dos primeras preguntas, no puedo exponer sus razones; y con
respecto al tercero, antes dije que creo que actuó sobre la base de la información
recibida del guía.
P. ¿A consecuencia de esa información, detuvo o alteró la marcha del cuerpo de
avanzada?
R. La información que recibió fue posterior a la orden dada para la marcha del cuerpo
avanzado. Después de que marchamos desde Reducción, creo que no hubo
comunicación alguna entre los dos cuerpos.
P. ¿Le representó al general Whitelocke que marchar en la dirección que el guía había
señalado evitaría que le brindara asistencia al cuerpo de avanzada al mando del
general Gower, si esa ayuda fuera necesaria?
R. No hice ninguna representación de este tipo porque no pensé que hubiera sido el
caso.
P. Usted ha dicho que no se obtuvo información de ninguno de los habitantes, que
desconocía la faz del país, la posición del enemigo o la existencia del puente. ¿Se tomó
algún medio para reconocer el río, o se hizo algún intento de averiguar estos puntos?
R. No creo.
P. ¿Fue su información tal que lo llevó a suponer el paso del río y el alojamiento en los
suburbios de Buenos Aires fueron operaciones de tan poca dificultad como para ser
obtenido por el cuerpo de avanzada, sin la ayuda del cuerpo principal del ejército?
R. No creo que la información pueda justificar tal conclusión
P. ¿Recuerda ahora en qué período se descubrió que el puente todavía existía y si se
enviaron órdenes al coronel Mahón para que siguiera esa ruta?
R. No recuerdo que la existencia del puente se haya comprobado antes de la orden
enviada por el coronel Mahón.
P. Si el enemigo hubiera opuesto una vigorosa resistencia en el paso Chico, o hubiera
atacado con una gran fuerza el cuerpo de avanzada al mando del general Gower,
- 60 -
¿podría el general Whitelocke con el cuerpo principal del ejército haber dado alguna
respuesta inmediata, necesaria o inmediato en apoyo a ese cuerpo?
R. No creo que pudiera.
P. ¿Algún oficial del estado mayor enviado por el general Whitelocke al general Gower,
o algún miembro del estado mayor del ejército, excepto usted, fue a reconocer los
accesos de la ciudad en la noche del 4, antes del ataque a el 5?
R. No escuché de nadie más que de mí; y antes dije que no me lo ordenaron.
P. Si el puente no se hubiera quemado, como se suponía, y el general Whitelocke
podría haber cruzado el riachuelo en ese paso, ¿ese lugar era el mejor calculado para
que el ejército pasara sobre el río?
R. Creo que lo era.
P. ¿No había seis pontones y sus carruajes embarcados con el ejército, y fueron
desembarcados?
R. Fueron embarcados, pero no desembarcados; pero no puedo decir por qué. Creo
que no estaban destinados a ser utilizados entre Ensenada y Reducción.
P. Entonces, ¿con qué propósito se embarcaron?
R. Creo con el propósito de hacer un puente sobre el riachuelo.
P. ¿A qué distancia estaba el puente de los suburbios de Buenos Aires?
R. Aproximadamente dos millas y media (4 kilómetros).
P. ¿Por qué no se utilizaron los pontones para cruzar el riachuelo, para lo cual fueron
embarcados?
R. Supongo que el general Whitelocke tenía la intención de pasar el río por el vado.
P. Cuando el ejército llegó al lugar donde se detuvieron el 2, ¿vio a los regimientos
llegar al lugar?
R. Lo hice.
P. ¿Tenía una retaguardia con problemas?
R. No lo hubo. Las tropas parecían frescas.
P. ¿Sabe qué precauciones se tomaron para la seguridad del ejército y qué
exploradores se enviaron?
R. No puedo indicar exactamente el número de hombres en los puestos avanzados. Al
dar la vuelta a la izquierda, pensé que las cabezas de las columnas no estaban
cubiertas de la forma en que debían estar; a consecuencia de lo cual envié un refuerzo
a la izquierda, y los puestos avanzados me parecieron entonces los que la situación
requería.
P. ¿Se instruyó a los exploradores para atender alguna confrontación? ¿Y esa
circunstancia, o alguna otra extraordinaria, fue denunciada por los exploradores?
- 61 -
R. No recuerdo que se hayan dado tales instrucciones; tampoco se informó de nada
extraordinario esa noche.
P. A su regreso del cuartel general del cuerpo de avanzada, ¿informó al general
Whitelocke que el general Gower le había pedido que escribiera los términos de los
cuales el general Gower le había ordenado que le informara y que debía ofrecerle al
general español?
R. No lo recuerdo.
P. ¿Cuál fue la distancia de la marcha del cuerpo principal sobre el día 3?
R. Aproximadamente a nueve millas de la ciudad (14.5 kilómetros).
P. Cuando se escuchó el disparo en el día 2, ¿hubo alguna medida tomada por el
general Whitelocke para informarse dónde estaba, o para determinar la situación del
cuerpo de avanzada?
R. No, ni he oído hablar de tales medidas.
P. Si el cuerpo principal hubiera marchado temprano en la mañana del día 2, ¿no
habría llegado a las afueras de Buenos Aires el mismo día?
R. La distancia era de sólo dieciséis millas (25.8 kilómetros) en total, y no habría habido
dificultad en marchar desde Reducción por la ruta que seguimos y llegar a los
suburbios de Buenos Aires esa noche.
P. ¿Fueron los guías que dirigieron las diferentes divisiones del ejército confrontados
en algún momento y cuándo? para saber si coincidían en sus cuentas del país, desde
las alturas de Ensenada hasta Buenos Aires, y los distintos pasos del río, para que las
dos divisiones no se desvíen de la línea de marcha.
R. No se hizo tal cosa. En el momento en que el cuerpo del general Gower marchó, no
se sabía que el cuerpo principal iba a marchar ese día.
El general de brigada Craufurd es juramentado y cuestionado.
P. ¿Qué rol tuvo en la expedición contra Buenos Aires bajo al mando del teniente
general Whitelocke?
R. Yo comandaba la brigada ligera que formaba la vanguardia del ejército.
P. Relate todo lo ocurrido desde su desembarco en Montevideo hasta la noche del 4
de julio anterior al ataque a la ciudad de Buenos Aires.
El fiscal entregó un papel que puso en manos del testigo, que contenía los
encabezamientos de los varios puntos sobre los que iba a hablar.
R. A mi llegada a Montevideo, el teniente general Whitelocke propuso un paseo por
las obras; y a nuestro regreso por el pueblo deseaba que me fijara en la peculiar
construcción de las casas, sus tejados en forma de sombrero rodeados por parapetos,
y otras circunstancias que, según observó, las hacían especialmente favorables para la
defensa; y que ciertamente no expondría sus tropas a una contienda tan desigual
como aquella en la que debían participar, si se las lleva a una ciudad tan grande como
Buenos Aires; todos los habitantes de los cuales estaban preparados para su defensa, y
cuyas casas fueron construidas a semejanza de las de Montevideo, en la obvia
- 62 -
propiedad de las intenciones del General concordaba de todo corazón. La brigada que
el teniente general Whitelocke puso bajo mi mando consistía, según el arreglo original,
en ocho compañías de infantería ligera, un destacamento de reclutas (alrededor de
70) del 71° y ocho compañías del 95° cuerpo de fusileros. Pero desde el día de nuestro
desembarco en Ensenada, hasta la unión de las dos divisiones del ejército con Buenos
Aires, cuatro compañías fueron retiradas de mi brigada y adscritas a la división del
ejército al mando del Comandante en Jefe en persona. Con respecto al equipo de la
brigada bajo mi mando, ciertamente fue deficiente en algunos artículos materiales. En
primer lugar, no teníamos hombres-lazo (gauchos); Me refiero a personas que tienen
la costumbre de atrapar ganado en ese país, cuya consecuencia fue que, aunque
rodeados de abundancia de ganado, no teníamos medios para atraparlo. Otra
deficiencia material, y por la cual no pude descubrir una razón suficiente, fue que los
hervidores del campamento se quedaron atrás; a consecuencia de lo cual, aunque
encontramos abundancia de trigo en los cortijos, que hervido hubiera sido un
excelente sustituto del pan, no teníamos medios para utilizarlo. Otra circunstancia
también muy importante, pero que tuvo lugar más por el arreglo posterior, que por el
equipo original, fue que aunque en el desembarco de las tropas, solo tenían pan para
tres días, es decir para el 28, 29 y 30 de junio no hubo más salida de pan hasta el día 3
de julio, cuando afortunadamente encontramos una cantidad considerable en una de
las casas detrás del puesto que tomamos el día 2. Esto podría haberse evitado, y las
tropas se hubieran salvado del sufrimiento y de la miseria, deteniéndose en
Reducción, desde donde fácilmente podríamos habernos comunicado con la flota en la
punta de Quilmes. También me pareció que para un destacamento que había estado
tantos meses en el mar como el que estaba bajo mi mando, al menos en el primer
período de operación en tierra, los hombres deberían haber recibido la ración de
bebidas espirituosas a las cuales estaban acostumbrados. Estas tropas de las que
hablo, zarparon bajo mi mando desde Inglaterra en marzo, y consistían en dos
escuadrones del 6° dragones, los regimientos de infantería 5°, 36°, 45° y 88° además
de cinco compañías de la 95° y dos compañías de artillería. Desembarcamos en
Ensenada sin ver ninguna aparición de enemigo en la mañana del 28 de junio, que fue,
creo, la mejor situación elegida para que las tropas hicieran un desembarco. Después
de cruzar el pantano, que es de considerable extensión a lo largo de las orillas del río,
mi brigada tomó posición en las alturas y otro regimiento, creo que el 38°, se formó a
nuestra izquierda. El día 29 marchamos por nuestra derecha por el camino que
conduce a Buenos Aires por la ruta de Reducción, frente a la cual, aproximadamente a
un kilómetro y medio de distancia, tomamos nuestra posición la tarde del día 1 Julio,
El día 3, mi brigada, con la excepción de las cuatro compañías que he mencionado,
siempre estuve a una distancia de cuatro o cinco millas (6.5-8 kms)de la brigada del
general de brigada Lumley, formada por los regimientos 36° y 88°, bajo el mando
inmediato del general de división Gower, que siempre estaba en la retaguardia; con el
propósito, según entendí por el general de división Gower, de conseguir leña, un
artículo extremadamente escaso y que sólo se encuentra en las proximidades de
algunas granjas. Durante toda nuestra marcha fuimos observados por pequeños
grupos de caballería irregular (sin uniforme) armados con largos mosquetes, que
intercambiaban disparos ocasionales con los fusileros; pero hasta nuestra llegada a
Reducción, no ocurrió nada de oposición del enemigo, o de dificultad de cualquier
tipo. El país estaba completamente abierto; y aunque la ruta se cruzaba con frecuencia
con algunos arroyos y ciénagas, ninguno provocó ningún impedimento considerable
- 63 -
hasta después de haber pasado la Reducción. La única molestia que experimenté al
dirigir la vanguardia procedía de la falta de un buen guía, los habitantes, excepto dos
(un señor Duval y un criado indio perteneciente a la casa que ocupe la noche del 1, y a
quien me llevé conmigo), todos habían abandonado sus hogares. A medida que nos
acercábamos a Reducción, vimos cuerpos de jinetes mucho más considerables, que
parecían sólo decididos a reconocer nuestra marcha. En la tarde del día 1, mi brigada
tomó una posición en el extremo del terreno elevado, aproximadamente una milla y
media (2.5 kilómetros) más cerca de Buenos Aires que del pueblo de Reducción, y
justo en la falda de la planicie baja y pantanosa, a través del cual corría los ríos manseil
(maciel) y riachuelo. También observamos, que el incendio que me informó el teniente
coronel Pack en su opinión fue en dirección al puente. En la noche del 2, recibí una
orden del general de división Gower [que había pasado la noche con la brigada del
general de brigada Lumley, que ocupaba una posición a unos tres cuartos de milla (1
kilometro) en mi retaguardia] para estar listo para marchar a las nueve en punto.
Antes de las nueve, vino a verme el general, y después de una buena conversación
sobre la dirección de nuestra marcha, supe por él que, según las cuentas que había
recibido, el enemigo había construido considerables baterías para la defensa de su
posición en el Bajo riachuelo en el barrio del puente. Por lo tanto, estaba decidido a
cambiar su posición pasando el río más arriba; pero creo que es importante afirmar
que el general de división Gower en este momento ciertamente no había acordado
con el comandante en jefe, ni siquiera en su propia mente, dónde íbamos a intentar el
paso, si en el vado llamado Paso-Chico, lo cual hicimos, o si cruzar más arriba; o uno
que se decía que estaba situado a una legua (4.8 kilómetros) más arriba. Vimos al
enemigo del lado opuesto del río, y después de haber marchado unas dos o tres horas.
El general Gower y yo vimos claramente la división del general Whitelocke en la
marcha, y por cada consideración, tanto del razonamiento general como de las
circunstancias particulares, durante todo el día me quedé impresionado con la
creencia de que nos estaban siguiendo. Algún tiempo después. El general Gower me
mostró una carta del comandante de las fuerzas, por la que estaba plenamente
autorizado para cruzar el río y establecerse en los suburbios de Buenos Aires o en sus
inmediaciones.
Una ventaja que estaba clara para mí, no podía tomar posesión sin una acción. Un
tiempo después supe por el general Gower su intención de pasar por el paso chico, y
tampoco pregunté, ya que la dirección en la que habíamos estado marchando hasta
entonces habría sido, supusimos, igualmente ventajosa. Después de haber pasado el
río, vimos aproximadamente a la distancia de un disparo de cañón (entre 1 y 3
kilómetros) en nuestro frente, un cuerpo de unos 500 caballos. No intentaron nada, y
por la dirección en la que se movieron después, conjeturé que cruzaron el río. Por fin
llegamos a una pista que se cruzaba oblicuamente a nuestra derecha y que, según el
guía, conducía al Paso Chico. El general Gower decidió tomar esa dirección y me
ordenó que procediera con mi brigada lo más rápido que pudiera y que forzara el paso
o que me estableciera en las orillas del río. Cuando llegamos, no se veía ningún
enemigo; y cuando mi brigada había pasado, el general Gower llegó a la cabeza de la
brigada del general Lumley.
No puedo decir con certeza si fue simplemente para dar tiempo a que llegara la
brigada del general de brigada Lumley o para tomar una posición para la noche; pero
como el día estaba tan avanzado y el estado de las operaciones era tan crítico, me
tomé la libertad de decirle al general Gower que era muy deseable continuar, lo cual
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hice mientras tanto. Poco tiempo antes de que llegáramos a la casa del señor White, el
general de división llegó a la cabeza de mi brigada, entonces el camino había dado un
giro a la izquierda, y cuando llegamos a la casa del Sr. White, íbamos marchando casi
en paralelo a la posición en la que más adelante descubrimos al enemigo, que estaba
en nuestro flanco derecho; El terreno era tan extremadamente intrincado y estaba
cubierto de profundas trincheras y vallas altas, que aunque el enemigo en ese
momento estaba muy cerca de nosotros, no los habíamos descubierto. El primer
indicio que tuvimos de su presencia fue una rueda tirada de un arma colocada en el
Corral de miserere justo cuando el general Gower y yo, con algunos de los oficiales del
estado mayor, aparecimos en la gran carretera que nos dirigía hacia el lugar donde
estaba entonces la columna principal del cuerpo, y qué dicho camino conducía a la
ciudad por el Corral de Miserere (patio de la ruina) donde luego se colocaron los
cañones del enemigo. Tan pronto como esta arma cesó, el general Gower me dijo algo,
creo que fue, "Debemos girar los flancos derecho e izquierdo". Entendí esto como una
orden para atacar al enemigo e inmediatamente obedecí. Allí me pareció que el
enemigo provenía de un cuerpo de infantería muy considerable, pero las compañías
ligeras y la 93° avanzaban tan rápidamente, que el enemigo muy pronto cedió,
dejando tras de sí doce piezas de artillería. Los perseguí como a tres cuartos de milla (1
km) más allá de la posición desde la que los había conducido, casi hasta el límite de la
ciudad. Mientras formaba la brigada, que por la naturaleza del terreno y lo repentino
de la acción, se había dispersado, oscureció mientras yo estaba así empleado, recibí
una orden del General Gower por parte del Capitán Quires de los ingenieros, para
volver al Corral, donde estaba entonces. Ciertamente, en ese momento me pareció
aconsejable seguir al enemigo hasta la ciudad, y le pedí al oficial que me trajo la orden
que retrocediera, pidiéndole al general que me permitiera hacerlo. Confío en que la
Corte me permitirá decir aquí que, por todo lo que escuché desde entonces, estoy
convencido de que si la división principal al mando del general Whitelocke hubiera
estado tan cerca como pensé que podría estarlo, ciertamente deberíamos haber
tomado la ciudad con facilidad, tenía serias dudas sobre si no podríamos haberlo
aceptado con el cuerpo del general Gower. En respuesta al mensaje que me había
enviado el capitán Quires, recibí una segunda y perentoria orden de replegarme al
Corral, declarando el General al mismo tiempo que nuestros heridos (que no
superaban los seis oficiales y treinta hombres) podían ser cortados por las rezagadas
partidas del enemigo que se cernía sobre nosotros. Justo en el momento en que
comencé a retirarme, descubrí que la brigada del general Lumley había llegado
inmediatamente a mi derecha. Dejamos en posición la compañía de granaderos del
36° y tres compañías de la brigada ligera. Durante la mayor parte del 3 de julio, hubo
algunos disparos entre nuestros exploradores y el enemigo; y creo que eran alrededor
de las tres de la tarde cuando el general Whitelocke presentó esa parte del ejército
que dirigía en persona. Temprano en la mañana del día 3, el general Gower envió a la
ciudad al mayor de brigada Roche con una bandera de tregua, con una citación verbal,
como me informó el general de división; y el mayor de brigada regresó como
consecuencia, según entendí, de un deseo expresado por el general Liniers de que
todo lo que el general de división tuviera que proponer se hiciera por escrito.
En consecuencia, el brigadier mayor Roche fue devuelto con una carta que contenía
una propuesta de ciertos términos, que el general de división me mostró antes de
enviarla. No me pidió mi opinión sobre su contenido, ni sabía que estaba escrito a
partir de instrucciones particulares del general Whitelocke; pero entendí que había
- 65 -
recibido instrucciones para convocar a la ciudad. La única observación que me tomé la
libertad de hacer en la carta fue que, dado que el general Liniers fue acusado de
romper el tratado con el general Beresford, al hacerle tales propuestas me pareció
prudente, al hacerle alguna propuesta, decir algo que pudiera eliminar cualquier
aprensión que pudiera albergar con respecto a la manera en que podría ser tratado
por nosotros si cayera en nuestras manos. Cuando el mayor Roche se retiró, el general
Gower me informó que la respuesta del general Linier expresaba su determinación de
defender la ciudad. Todo esto ocurrió al mediodía antes de que llegara el general
Whitelocke. Temprano en la mañana del 4, obedeciendo a las órdenes que había
recibido, me dirigí al cuartel del general Whitelocke, con el propósito de recibir sus
instrucciones con respecto al ataque a la ciudad, que él había decidido entonces hacer
al mediodía de ese día. Después de haber leído la disposición, el general Whitelocke
me llevó aparte y me dijo que sentía tanta renuencia a adoptar una medida que debía
acompañarse con tanta efusión de sangre. Que había decidido enviar otra citación al
general español. Me mostró una carta y ciertamente en esa ocasión me pidió mi
opinión sobre la conveniencia de enviarla. Le dije que, en mi opinión, sería mejor que
no lo enviara; que la determinación expresada en la respuesta a la primera
convocatoria, y toda la conducta del enemigo desde entonces, me indujo a creer que
la carta no produciría ningún efecto bueno, y que preferirían considerarla como una
traición o una falta de competencia en nuestra parte. Ésta fue la esencia exacta de
nuestra conversación, que terminó cuando el general expresó su determinación de
enviar al capitán Whittingham; con la misiva. Posteriormente, la disposición fue leída y
explicada sobre el plan a los oficiales de brigada que estaban en camino. No había
nadie en la habitación salvo el teniente general, el general de división, los brigadieres y
el coronel Pack, que estaba muy familiarizado con el pueblo. La orden, como dije
antes, era que se hiciera un ataque a las 12 de ese día, y la hora en que se desarrolló la
conversación que voy a relatar fue, Creo que alrededor de las diez y media. No entendí
por nada de lo que pasó, que ni yo ni los otros brigadieres fuimos llamados allí para
dar nuestra opinión sobre la conveniencia de la disposición, sino con el propósito de
conocer los detalles de la misma. Sir Samuel Auchmuty y el coronel Pack sugirieron
que un poco antes del amanecer de la mañana siguiente sería un momento mejor que
el mediodía de ese día para avanzar hacia la ciudad; y luego de algunas consultas, el
Comandante en Jefe decidió aplazar el ataque para la mañana del día 5. Mientras
estábamos en esta sala, un señor llamado White, que había residido un tiempo
considerado en Buenos Aires, nos dio alguna información, que luego encontramos
perfectamente correcta, respecto a las disposiciones y arreglos defensivos que el
enemigo había hecho en el pueblo desde la tarde del 2. Una parte del orden de ataque
fue que las columnas debían estar provistas de herramientas e implementos para
romper puertas y ventanas; pero realmente creo que fue imposible que se obedeciera
esta orden en alguna medida, porque las herramientas no se pudieron adquirir en
cantidad suficiente. Los disparos a los puestos adelantados (utiliza el termino pickets)
continuaron durante la mayor parte del día; y durante una parte del día se hizo una
disposición, bajo la idea de que al retirar a estos puestos, o permitirles retirarse ante el
enemigo, él podría verse tentado a seguirlo lo suficientemente lejos como para darnos
la oportunidad de enfrentarlo fuera del pueblo. Pero esto no tuvo éxito. Coloqué un
pequeño grupo de infantería al frente de mi brigada para el avance del día siguiente.
La primera información que recibí, en cuanto a los medios y la posición del enemigo, la
encontré falsa, porque se dijo que estaban atrincherados en el río.
- 66 -
Aplazado hasta mañana.
Octavo (8) día
Sábado 6 de febrero
Habiéndose reunido el Tribunal de conformidad con el aplazamiento.
Se volvió a llamar al general de brigada Craufurd y procedió en su narración.
Ayer manifesté que todas las casas, menos una, estaban desiertas, quiero decir,
después de salir de la aldea de Barragán, en la que, cuando desembarcamos, había
varios habitantes que no parecían en absoluto tímidos ante nosotros.
P. ¿Qué información recibió durante la marcha?
R. Recibí información, creo, del Sr. Duval, a quien encontré en su casa cerca de
Barragán, y a quien traje conmigo como guía. Afirmó que cuando salió de la ciudad de
Buenos Aires, unos días antes, el enemigo tenía un cuerpo y algunas baterías en las
alturas de Reducción, pero que no se había hecho nada, excepto construir una batería
con el propósito de comandar la carretera por la que el general Beresford había
pasado el pantano el año anterior.
De la conversación que tuve con el general Whitelocke el día 4 de Julio, se creía, que el
enemigo había construido considerables baterías para la defensa del río en las
cercanías del puente en las alturas de Barragán; pero si el paso Chico estaba defendido
de manera similar, no lo pudimos saber hasta que nos acercamos. Con respecto a los
grupos de reconocimiento, no supe de ninguno, excepto la vanguardia y los grupos de
flanqueo de mi propia brigada, en respuesta a la pregunta de por qué no se intentó el
paso del puente, solo puedo expresar mi propia opinión y la de los demás oficiales con
los que conversé sobre el tema.
No puedo decir cuál podría haber sido la opinión del comandante de las fuerzas, pero
ciertamente nuestra opinión fue, que el paso del río, en el que toda la inteligencia
estaba de acuerdo en que el enemigo tenía una posición fuerte, no habría sido
juicioso, cuando con una marcha fácil parecía posible girar su flanco pasando el río
más arriba. En respuesta a la pregunta de cuál era el estado del cuerpo de avanzada
antes y después de la acción, con referencia al probable evento de la derrota del
cuerpo, solo puedo hablar de rumores. No sé cuál puede ser la opinión del general
Whitelocke, pero si la división se detuviera durante la tarde en la estación que me
describió el teniente coronel Bourke, es bastante claro que esa noche no se pudo
haber cooperado; y no podríamos haber obtenido ningún apoyo de él. Con respecto a
las medidas que se tomaron para asegurar el éxito del ataque el día 3, ya sea con la
artillería y el reconocimiento de los accesos a la ciudad, escuché que se había enviado
una orden al teniente coronel Mahón, en la Reducción y con una parte considerable
de la artillería retenida, para avanzar hacia el puente, al tiempo que el resto del
ejército debía atacar la ciudad. Con respecto y hacer un reconocimiento de los accesos
al pueblo, creo que todo fue hecho por los oficiales de estado mayor, esto en cuanto al
ala derecha, en cuanto a la izquierda no puedo hablar.
P. ¿El general Whitelocke dio alguna orden de realizar un reconocimiento de la
ciudad?
R. Que yo recuerde, en el momento en que se entregó el plan a los oficiales, se nos
ordenó que nos familiarizáramos con los puntos de ataque. En cuanto a qué
- 67 -
conocimiento se obtuvo de los prisioneros sobre los designios del enemigo y su plan
para la defensa de la ciudad, no lo recuerdo. No recibimos información de los
prisioneros el día 2. Tampoco creo que nos hubieran podido dar, ya que la posición del
enemigo, a causa de las operaciones del 2, fue completamente cambiada; pero el 4 de
julio, el Sr. White me dijo, y a varios otros oficiales en la habitación del general
Whitelocke, que fue informado por personas que habían abandonado recientemente
la ciudad, que el enemigo se había atrincherado fuertemente y colocado cañones
pesados en todas las calles que conducían a la gran plaza, donde había concentrado la
mayor parte de su fuerza. La posición que encontramos después había sido
correctamente descrita, la disposición del enemigo, y la posición que había tomado,
después de que fui hecho prisionero, resultó ser exactamente como la describió el Sr.
White el día 4. Ayer dije, y ahora estoy convencido, que si el principal cuerpo del
ejército había estado en una situación para apoyar al cuerpo de avanzada el día 2, la
ciudad se habría obtenido con facilidad. Eso pensé en ese momento, porque durante
la mayor parte de la marcha del día 2, habíamos visto en el campo lo que imaginé que
sería el grueso de las fuerzas enemigas en movimiento. Por nuestro movimiento, y lo
que observamos de ellos, era evidente que habíamos cambiado su posición original, y
que estaban empeñados en intentar cambiar su frente y tomar una nueva posición en
esa dirección del pueblo; y, por lo tanto, ciertamente había razones para creer que
habíamos derrotado a una división considerable de su ejército, durante este
movimiento no estaban preparados para la defensa del interior de la ciudad de ese
lado, me informó después un oficial español, que deberíamos haber estado en la
ciudad antes que la mayor parte de su ejército. En respuesta a la pregunta, si las
tropas del cuerpo de avanzada fueron seleccionadas para este propósito entre las
mejores tropas, con excepción de los regimientos 36° y 88°, quienes, aunque
excelentes cuerpos, llevaban ocho o nueve meses embarcados; el destacamento de la
71° infantería ligera y el cuerpo de fusileros eran de esa descripción mejor calculados
para ese servicio. Los antiguos regimientos ciertamente no parecían tan aptos para
formar parte del cuerpo avanzado, como el 38°, 40° y 87°, que habían estado mucho
tiempo en el país. Ayer, en mi testimonio, afirmé positivamente que ni yo ni ninguno
de los brigadieres fuimos consultados sobre el plan de ataque, nunca di mi opinión,
nunca expresé mi opinión; nunca me pidieron mi opinión, y debí haber considerado
presuntuoso de mi parte ofrecerla.
P. ¿Hubo, y qué, impedimentos locales en la marcha desde las alturas sobre Barragán
hasta el riachuelo para haber impedido que el ejército llegara a corta distancia de ese
río al segundo día de su salida de las alturas?
R. Si el ejército no hubiera abandonado las alturas de Barragán antes de que la
artillería hubiera atravesado el gran pantano, y si las tropas hubieran tenido la
costumbre de marchar, creo que el ejército podría haber llegado sin dificultad a la
posición frente a la reducción en la segunda marcha, pero considerando todas las
circunstancias que existían en ese momento, no pensé que el ejército podría haberse
establecido convenientemente en la posición de Reducción antes de la tarde del día 1.
De hecho, no tengo motivos para creer que el teniente coronel Mahón, con su cuerpo
de artillería, pudiera haber llegado antes del 2.
P. ¿Ha declarado en su evidencia que tuvo una conversación con el General
Whitelocke el día 1, indique lo que recuerde de esa conversación, en la medida en que
se aplique al tema de estos cargos?
- 68 -
R. Mientras las tropas se detenían, el general Whitelocke me llevó aparte, y el fondo
de lo que me dijo fue que había pensado en mover una parte del ejército para hacer
un desvío considerable hacia la parte alta del riachuelo, para cambiar la posición en la
que entendía que el enemigo se había atrincherado en ese río, mientras el resto del
ejército debía avanzar contra esa posición, y que el general Gower acordó con él que
era una operación aconsejable.
El comandante de las fuerzas me pidió mi opinión y yo le dije que, teniendo en cuenta
la pequeñez del ejército que comandaba, no me parecía aconsejable realizar ninguna
división del cuerpo a una distancia tan considerable entre sí. Creo que terminó la
conversación diciendo, "Bueno, creo que tienes razón".
P. ¿Se sabía en ese momento que había más pasos que el puente, sobre el riachuelo?
R. La información que había recibido en ese momento era muy vaga. Había oído que el
curso del río era tan corto que podríamos cruzarlo por completo. El día 2, esto fue
contradicho por un sirviente indio del propietario de la casa en la que pasé la noche
del primero, y a quien llevé conmigo como guía en el segundo.
P. Usted declaró que durante la marcha, el general de división Gower le mostró una
carta del general Whitelocke, en la que marcaba su deseo de que cruzara el río y se
estableciera cerca de la ciudad. ¿La carta contenía o no una orden de marchar, o era
simplemente una autoridad para que el general Gower actuara de acuerdo con su
propia discreción?
R. Por lo que recuerdo del contenido de esa carta, así como de todo lo que pasó entre
el general Gower y yo ese día, creo que la carta estaba redactada de tal manera que le
dejó al Mayor General actuar de acuerdo con su propio juicio; al mismo tiempo debo
repetir, que no recuerdo los términos precisos de la carta. Esto, sin embargo, puedo
afirmar positivamente, que su conducta fue la de un oficial que no había recibido una
orden de negligencia.
P. ¿Debe entender la Corte que el General Craufurd no comprende los términos de la
carta, que recuerda los aspectos más destacados de la misma y que todos los puntos
destacados son lo que ha declarado en su prueba?
R. No estoy seguro de si la carta contenía alguna autoridad para convocar a la ciudad;
Desde entonces escuché que lo hizo, solo la vi una vez, y en un momento en que mi
mente estaba completamente ocupada por las operaciones en curso. Podría haber
otras partes de la carta que no recuerdo; las palabras de la carta autorizaban al
general Gower a establecerse en las proximidades de los suburbios de la ciudad.
El general Whitelocke se negó a hacer preguntas al testigo por el momento.
Cuestionado por la corte
P. Habiendo dicho que no hubo ollas de campamento con la expedición, ¿se
proporcionaron medios o hubo alguna posibilidad de proporcionarlos, ya sea por
caballos o mulas, o de otra manera, para transportarlos?
R. Cuando desembarcamos en Barragán, vi una cantidad considerable de caballos;
pero si eran suficientes para transportar las ollas, o qué proporción de ellos se asignó
para transportar los paquetes, no tuve oportunidad de averiguarlo. El general
- 69 -
Whitelocke pareció pensar que todo debería estar subordinado a la orden de ganar
tiempo, temiendo las fuertes lluvias que se avecinaban.
P. ¿Conoce la parte del ejército que el general Whitelocke asignó para su puesto de
comandancia durante el ataque a la ciudad el 5 de julio?
R. Tuve una conversación con el general Gower sobre el tema a fines de la noche del 4,
a partir de la cual entendí que estaba resuelto, que debería recomendar al
Comandante en Jefe que tomara su puesto, al comienzo de la acción de la mañana un
poco en el frente del terreno, en el que entonces estaba estacionada la derecha de mi
brigada.
P. ¿El general Whitelocke había asignado alguna estación o lugar para el encuentro de
las tropas, en caso de que el ataque no tuviera éxito?
R. Nunca escuché de ninguno.
P. ¿Alguna vez se le comunicó dónde se encontrarían el general Whitelocke y el
general Gower el día del ataque en caso de necesidad?
R. El General Gower me informó que debería recomendarlo al Comandante en Jefe
para tomar su batallón como ya lo he descrito. Él también, en respuesta a una
pregunta que le hice con respecto a su propia posición, dijo que el general Whitelocke;
le había ordenado que estuviera con él; pero no recuerdo que alguna vez se me diera a
conocer la estación.
P. En la distribución para el ataque del día 5, ¿se asignó algún puesto para el
Comandante de las fuerzas y el segundo al mando?
R. Que yo recuerde, en la disposición escrita de la orden no había ninguna, no se dio
tal en las órdenes generales, como consecuencia de la conversación que tuve con el
general Gower, dijo, había informado al comandante de las fuerzas para estar en la
casa de White, dije que pensaba que era una estación impropia.
P. ¿Se dio alguna orden general en algún momento en público sobre dónde se
encontraba el General ese día?
R. No recuerdo que hubiera.
P. ¿Qué proporción tenía ese cuerpo del ejército español al que derroto el 2 de julio
con el cuerpo principal?
R. Vi tan poco del ejército español, no puedo decirlo con exactitud. Supongo que
podría haber dos mil hombres comprometidos.
P. ¿Se había atrincherado el enemigo como se había informado, y que el general
Gower lo había atacado con eficacia en la mañana del día 2 en la parte trasera de sus
trincheras? ¿Podría haber abierto un paso para los hombres que llevaban la artillería?
R. Ya dije, que al cruzar el paso Chico, observé, que me parecía haber visto una parte
considerable del ejército enemigo, moviéndose de su anterior posición en las
cercanías del puente con la intención de tomar un nuevo lugar en las alturas más
arriba del río. La operación que se llevó a cabo después me pareció la única que, en
estas circunstancias, podíamos hacer con propiedad.
- 70 -
P. ¿Expresó el general Gower algún disgusto por la carta que recibió del general
Whitelocke la mañana del día 2?
R. Todo lo contrario.
Aplazado hasta mañana.
Noveno (9) día
Lunes 8 de febrero
Habiéndose reunido el Tribunal, de conformidad con el aplazamiento
El brigadier General Craufurd fue llamado nuevamente y examinado más a fondo.
P. ¿Cuál fue el estado del tiempo durante marzo y hacia finales de julio?
R. En la noche del 1, parecía como si la lluvia estuviera a punto de caer y, según mi
mejor recuerdo, el coronel Pack mencionó que, por la apariencia del tiempo, así como
por su recuerdo, sirvió en cuanto a lo que había pasado aproximadamente en la misma
época del año anterior, lo más probable era que hubiera comenzado la temporada de
lluvias. La tarde del día 2 llovió muy fuerte, pero no recuerdo el estado del tiempo
después.
Brigadier General, el Honorable William Lumley juramentado y cuestionado a
continuación.
P. ¿Fue usted el oficial superior de caballería empleado en la expedición contra Buenos
Aires?
R. Lo era.
[Aquí se puso en las manos del testigo un papel para dirigirlo a los principales puntos a
los que iba a continuar su testimonio]
El general Lumley, antes de dar su testimonio, insinuó a la Corte que, en el curso de su
prueba, debería estar bajo la necesidad de usar más frecuentemente el nombre del
general de división Gower, que el de teniente general Whitelocke, ya que había
recibido más de sus órdenes del primero, también pidió permiso para declarar ante el
tribunal, que había recibido en el curso del servicio, a través del General de división,
una variedad de órdenes que no se relacionaban inmediatamente con el
departamento de caballería.
Fiscal, No se pueden dar órdenes sobre pruebas, excepto aquellas que el Tribunal está
obligado a considerar como provenientes del Teniente General Whitelocke. Por lo
tanto, es importante que el tribunal considere hasta qué punto las órdenes que
pueden ser reveladas en la evidencia afectan al teniente general Whitelocke. La
cuestión no es qué órdenes recibió del general Gower, sino qué órdenes emitió el
general Whitelocke.
General Lumley, soy lo bastante soldado para saber que todas las órdenes emanan del
comandante en jefe.
P. Proceda a exponer las operaciones del ejército, y las órdenes emitidas por el
teniente general Whitelocke, desde que asumió el mando de las fuerzas empleadas
- 71 -
contra Buenos Aires hasta el final de la noche del 4 de julio anterior al ataque contra
Buenos Aires el 5.
R. El 10 de mayo, el teniente general Whitelocke y el general de división Gower
desembarcaron en Montevideo. Tan pronto como me enteré de su llegada, les
presenté mis respetos. El día 11, se emitió una orden con respecto al nombramiento
del general Gower para los deberes ejecutivos y las localidades de la situación, y a la
mañana siguiente, el general Gower me llamó a un lado en la plaza de la casa de
gobierno y me pidió información sobre los puestos sobre todo el país, y el número de
tropas estacionadas en cada uno. Le di la información que deseaba, diciéndole que
había estado a unas setenta millas (112 kms) del centro del país. Como consecuencia
de una conversación el día 15, el Mayor General quiso que yo fuera al interior del país
a comprar caballos, con la salvedad de que sería una forma más fácil que proceder de
la manera habitual llamando a los cabildos (magistraturas).
Le dije que cuatro dólares era el precio que daba el gobierno español, pero supuse que
el precio podría haber aumentado, y pensé que podría conseguir muy buenos caballos
por seis dólares cada uno. Los caballos en sí son extremadamente inteligentes, y tan
buenos como cualquiera que haya visto, y pensé que la caballería podría estar tan bien
montada allí como en cualquier otro lugar. Pero la falta total de alimento seco los
inutilizó en muy pocos días; la forma habitual de gestionarlos es darles vuelta un cierto
número de horas a campo abierto. Al no haber alimento seco, salvo una especie de
hierba agria cortada, llamada "pasto", también se había cortado todo el maíz indio del
país. Se hicieron todos los esfuerzos posibles para obtener la mayor cantidad de esto
posible, antes de la llegada del teniente general. Habiendo dicho al general de división,
deberíamos hacer todo lo posible para procurar maíz y caballos, me quedé en
Montevideo hasta el 20 y el 18 o 19 el alcalde del general Gower criticó que no
hubiera ido al interior.
Le dije que tenía que hacer arreglos previos con la gente de Montevideo antes de
continuar por el país. El día 20 partí y me dirigí a un pequeño pueblo llamado "Las
Ridras" (especulo que sería las piedras), en el "camelo" (especulo que sería canelones).
Durante los pocos días que estuve en el país, me comuniqué con el teniente coronel
Torrens, el secretario militar, a quien concebí como la persona adecuada para
continuar la correspondencia. A mí llegada “al Camelo” me encontré con los grandes
ríos por los que tenía que pasar muy crecidos, incluso más de lo habitual en esa época.
Las tropas ligeras del país habían retirado previamente una gran cantidad de caballos e
impidieron que la gente entregara a otros. También interceptaron e impidieron que
mis mensajeros completaran mis órdenes, no pude avanzar sin una dificultad
considerable, y un refuerzo para ayudarme a cruzar los ríos grande y pequeño, Santa
Lucía y el San José. Consecuentemente escribí al cuartel general el día 23 y recibí un
refuerzo el día 24, con una advertencia de no encontrarme con ningún riesgo que me
obligara a enfrentar al enemigo. Consecuentemente se me impidió cruzar los ríos que
ahora sólo eran transitables por transbordadores, un medio de transporte muy escaso.
Por tanto, me vi obligado a contentarme con lo que pude conseguir en el barrio de
"Camelo" (canelones). Habiendo recogido más de un centenar de caballos, además de
algunos pocos, me quedaba para reemplazar los que ahora estaban en "Camelo"
(canelones), escribí pidiendo permiso para regresar a Montevideo porque pensé que
no podría ser de más utilidad donde estaba. Regresé como consecuencia de una carta
el día 29 a Montevideo, dejando instrucciones al teniente coronel Lloyd, para
conseguir tantos caballos en ese vecindario como pudiera; y por la noche, presenté
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mis respetos al teniente general, ya la mañana siguiente al general de división, quien
me encontró una gran falta por fijar una tasa tan alta, por la cual había perdido la
oportunidad de conseguir más caballos. Le aseguré que ese no era el caso; porque
mientras yo elevaba mi alabanza, la gente elevaba la suya, lo cual sucedió poco
después para tener la oportunidad de probarle. Entonces le propuse un plan para
solicitar a los cabildos (magistrados) que recogieran caballos en la forma que siempre
habían estado acostumbrados a hacer para el rey de España.
El 1 de junio se dictó una orden a tal efecto, y el 4 o 5 obtuvimos unos quinientos
caballos, de los cuales algunos fueron elegidos inmediatamente para completar la
artillería, en primera instancia, al número que se ordenó embarcar. La caballería
también se completó a 160, y aún quedaban varios más, que fueron entregados al
cuidado del administrador de los terrenos del rey. Algunos otros se encargaron del 9°
de dragones; y al ver después que había espacio para algunos más, se embarcaron en
consecuencia. Durante este período, los dragones montados habían bajado de los
puestos de avanzada al mando del coronel Lloyd y se embarcaron en el 2 y el 3. Con
respecto a la comida, el general Gower me dijo que el comisario general se encargaría
de ella.
Tenía por orden del 18 de mayo, dar instrucciones respecto a la alimentación de la
caballería, dejando previamente indicada la cantidad de maíz que creía necesario. El 3
de junio se emitió una orden general respecto al equipaje del ejército; y creo que,
inmediatamente después del día del cumpleaños del rey, el general Gower visitó las
tiendas de los cuerpos 9° y 17° de dragones ligeros, que estaban bajo los muros de la
ciudad, e insistió en que todas estas tiendas debían ser retiradas. Le señalé que había
una cantidad de nombramientos de caballería supernumerarios, que a esa distancia de
Inglaterra eran sumamente valiosos. Dijo que no le importaba; que las provisiones
debían limpiarse por completo, y no solo eso, sino que cada dragón debía ser
aligerado. Yo, por supuesto, reñí fuertemente con él, pero el perseveró.
Posteriormente tuve una conversación con los Coroneles Lloyd y Mahón, quienes me
dijeron que sería la ruina y destrucción total del regimiento, como si alguno de los
hombres perdiera algo, no habría manera de reemplazarlo, y si el regimiento 5° de
dragones viniera de Inglaterra, vendrían sin sillas de montar o demás neceseres.
Anteriormente le había expresado la misma opinión al general Gower y le había dicho
que muchos de los oficiales eran personalmente responsables ante el regimiento de
estas provisiones que él había ordenado destruir. A la mañana siguiente lo vi y
nuevamente le reproche la orden, ya que pensé que era mi deber hacerlo. Comencé
por plantearle mis objeciones y qué destrucción sería para la caballería, el desgaste
común y el invierno que se avecinaba, el desenfreno de los caballos y la imposibilidad
de conseguir provisiones de Inglaterra en cualquier lugar o en un tiempo razonable,
urgí razones en contra de tal medida. El general de división se mostró sumamente
cordial y dijo, "Entonces tenemos un problema". Le dije que de ninguna manera
teníamos un problema y que yo era un soldado demasiado mayor para desobedecer
una orden imperativa, pero pensé que era mi deber ofrecer una protesta formal. Me
atreví a decir que era contrario a las regulaciones del Rey. El general de división
respondió que no le importaban las regulaciones del rey; no podrían tener ningún
efecto en ese país, y vinimos allí para establecer una nueva era.
En esta parte, el fiscal objetó esta parte de la prueba por ser inadmisible. Sin embargo,
el general de brigada Lumley procedió.
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Los oficiales me exigieron órdenes escritas que yo no tenía. El día 5 Habiendo estado
conversando el general Gower con el general Whitelocke durante algún tiempo, este
último me llamó y, en la fuente de la conversación, confirmó la opinión del general
Gower y ordenó que se pusiera en ejecución la orden; observando que no podía tener
tal cantidad de equipaje siguiendo al ejército por el interior del país; tampoco le fue
posible hacerse cargo de las tiendas. Como consecuencia de esto, encontré que la
orden debía ser obedecida y, en consecuencia, solicité una orden por escrito ya que
los oficiales al mando deseaban tal autoridad. Me remitió a las instrucciones escritas
del 3 y en consecuencia, di órdenes a los comandantes de los dos cuerpos y, a la
mañana siguiente, informé al general Gower que todos los nombramientos de
dragones del 9° se cancelarían a las 11 en punto del día siguiente, y que los del 17°
serían destruidos tan pronto como el coronel Lloyd pudiera desembarcar hombres
suficientes para limpiar los almacenes. El 11 de junio se ordenó montar una junta para
investigar qué equipaje se debía guardar, pero esta junta nunca se reunió y se ordenó
embarcar maíz para tres semanas.
Primero se embarcó a los oficiales de dragones y a la artillería, y se ordenó a los
dragones desmontados que se llevaran todos sus caballos. Tras la llegada del general
Craufurd, se organizaron las brigadas, a partir de las cuales se suspendió la brigada de
caballería. Pedí permiso para enviar al Comandante en Jefe de Colonia, a quien
probablemente se le permitiría embarcar algunos caballos allí; y el teniente coronel
Bourke prometió que se embarcarían allí algunos caballos. El día 18, finalmente se
organizaron las brigadas y no tuve más que ver con los dragones montados. Después
de eso, nunca estuvieron al frente de la división con la que yo marchaba, excepto
alrededor de doce como escolta o para las ordenanzas del general Gower, y uno o dos
con el general Craufurd y para mí.
Recibí la orden de poner el aguardiente en los toneles más pequeños que se pudieran
encontrar, para su mejor transporte en tierra. El 27 de junio, los regimientos estaban
listos para desembarca. El día 28 el desembarco se realizó a un kilómetro y medio del
pueblo de Barragán. Se ordenó a las tropas cocinar y desembarcar con provisiones
para tres días y carne de cerdo preparada. Por la noche, se me indicó que adelantara a
mi brigada hasta el punto más alejado de la aldea y que me instalara en las casas tanto
como el lugar lo permitiera. El terreno era bajo y pantanoso, por lo que teníamos el
menor número posible de puestos de avanzada y scouts. Se nos ordenó marchar a eso
de las nueve, con mi brigada al frente de la columna. Caminamos por terreno
pantanoso, hasta que llegamos a un pantano muy profundo, tapo a los hombres hasta
la cintura, estaba embarrado y era difícil atravesarlo. Después de caminar unas ocho o
nueve millas (12-14 kms), llegamos a las alturas, donde el general Gower estaba
apostado desde la noche anterior. Luego se ordenó al 36° y al 88° que procedieran con
el general de división, que los esperaba en las alturas. Después de una conversación
entre el general Whitelocke y el general Gower, se me ordenó continuar con esa parte
de mi brigada y ponerme bajo las órdenes del general de división.
Poco después de que estuviéramos en marcha, me pareció probable, al estar tan
separados de la marina, que nuestra comunicación de provisiones podría cortarse, y le
propuse al general de división que me permitiera regresar con los dragones del 17° y
traer conmigo a cuatro o cinco piones, (gauchos, peones) que estaban adscritos a ese
regimiento y, como dije, eran experimentados en la provisión de ganado. A esto
consintió el general Gower. El día 3, se ordenó a las tropas que avanzaban al mando
del mayor general Gower que retrocedieran y que los piquetes se retiraran, con la
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esperanza de sacar a las tropas españolas de sus fortalezas y ponerlas en acción si era
posible.
Al recibir la orden del general Auchmuty de ocupar el terreno a mi izquierda, cuando
su columna pasaba por el frente de mi brigada, algunos de los jinetes enemigos le
dispararon. Antes de que terminara la noche, se nos ordenó ocupar una casa a unos
tres cuartos de milla enfrente de su posición, y se nos indicó que solicitáramos galletas
en una casa conocida como la casa del Sr. White. Al final de la tarde cesaron los
disparos, no sucedió nada más y cada brigada sacó sus propios piquetes (exploradores,
cuerpos de avanzada y puestos vigías). En la mañana del 4, las tropas estaban
nuevamente en armas al amanecer, cuando el capitán Maxwell vino a verme por parte
del general, con órdenes de presentarme en el cuartel general, en la casa de White lo
antes posible. También se convocó a los oficiales al mando de cuerpos. Me presente
en consecuencia, y después de esperar un rato a sir Samuel Auchmuty, que no había
llegado, el teniente general comenzó a explicar sus intenciones con respecto al asalto
a la ciudad ese día a las doce. Declarando el mal tiempo, la probabilidad de empeorar,
el estado de las tropas expuestas a una temporada inclemente y con gran escasez de
provisiones, le indujo a pensar en asaltar la ciudad, con preferencia a cualquier otra
modalidad, habiéndose negado el general español escuchar los términos; para más
detalles, nos remitió al general Gower, quien luego procedió a señalar en el mapa su
plan de ataque; y tantos como pudieron se sentaron a copiarlo. Me atreví a preguntar
qué se podía hacer en caso de que encontráramos una oposición mayor de la que
teníamos razones para esperar, o bien si no podríamos oponernos. Me contesto que
las órdenes responderían particularmente a cada cuerpo; teníamos que situarnos con
la mayor antelación posible, cuidando de poseer las casas de nuestra izquierda, con
preferencia a las de nuestra derecha, para no exponernos al fuego de nuestras propias
armas.
Finalmente Sir Samuel Auchmuty llegó y como consecuencia de su retraso, se entabló
una discusión sobre si el ataque era posible hacerse a las doce en punto de ese día.
Pronto se decidió que no debería tener lugar hasta la mañana siguiente. Antes de
dejar el cuartel general, el general Whitelocke me pidió que enviara a buscar a mi
mayor de brigada, para que pudiera volver a la ciudad con una citación, con la
esperanza de salvar una efusión de sangre, que era de esperar cuando se produjera el
asalto. Regresé a mi brigada, que todavía estaba en armas, y me enteré de que el
tiroteo había sido enérgico contra los puestos de avanzada y los piquetes, que poco
después se ordenó retirarse y ocupar el mismo terreno que el día anterior; y el Mayor
Vandeleur, con el 88°, recibió la orden de ir al puesto de avanzada para relevar a las
tropas ligeras, que estaban completamente exhaustas. Después de algunos arreglos
adicionales, no volví a ver al general Whitelocke durante ese día. El teniente coronel
Bradford, el ayudante general adjunto, poco después se acercó y me dijo que mi
brigada debería ser relevada pronto, pero el relevo no llegó hasta las nueve de la
noche, y creo que eran las doce antes de que llegaran. Mis soldados se sintieron
completamente aliviados. Inmediatamente fui a presentar mi informe al general
Gower, que estaba con el general Craufurd en la casa de White; Entonces se ordenó a
la brigada que se retirara a sus antiguos acantonamientos, y yo les conseguí un poco
de vino y galletas.
Aplazado hasta mañana.
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Décimo (10) día
Martes 9 de febrero
Al reunirse el Tribunal de conformidad con el aplazamiento.
El general de brigada, el honorable William Lumley, fue convocado nuevamente.
Tras leer su testimonio del día anterior, el general observó, "En una parte de mi
testimonio he mencionado una conversación con el general de división Gower, en la
que mencione que dijo que no le importaban las regulaciones del rey; ya que se
trataba de una expresión muy fuerte, debo pedir la indulgencia de la Corte para
declarar todo lo que pasó en esa ocasión".
Fiscal - "Ciertamente, si vamos a formar parte de esta conversación, deberíamos tener
la totalidad, pero no veo cómo se puede relacionar de ninguna manera con los cargos
contra el general Whitelocke”
El general de brigada Lumley prosiguió.
"El general Gower dijo que ningún ejército era apto para marchar si llevaba tanto
bagaje. Que los dragones ingleses, siempre iban demasiado cargados, y
particularmente en ese país, donde tenían que actuar contra tal enemigo, y de esta
manera se presenta la expresión antes aludida introducida, creo que por lo tanto es
importante para mi prueba, tener esto en el acta de la Corte. Pensé que era justo para
mí, y sentí que era mi deber dar un detalle de esta transacción con tanta precisión
como podría, sin tener en cuenta a ninguna persona en particular. Si me hubieran
hecho una pregunta directa, habría dado una respuesta breve"
Fiscal - No veo cómo esta conversación pueda afectar en modo alguno al general
Whitelocke, pero no puedo objetar que se reciba, si la Corte lo desea, y el general
Whitelocke no se opone.
Sir John Moore - "Esta es una conversación entre el general Gower y el general
Lumley. No puede tener ningún efecto sobre la sentencia de esta Corte, ni tiene nada
que ver con los cargos contra el general Whitelocke, y en mi opinión es indecente y es
impropio permanecer en las actas de los procedimientos. Hay muchos miembros de la
corte en este lado de la mesa, que, al igual que yo, desearían que se borrara. Todo lo
que el general Gower dijo sobre las regulaciones del Rey, está entre el Rey y el General
Gower; no entre esta Corte y el General Whitelocke"
Fiscal - "No tengo ninguna objeción a que se borre esto del acta, si la corte así lo
desea, y si el general Whitelocke no cree que sea importante para su caso que se
mantenga"
El general Whitelocke expresó su asentimiento y, en consecuencia, se ordenó eliminar
parte de la evidencia.
Fiscal - El general Lumley procederá a declarar las operaciones del ejército en la
marcha, después de recibir la orden de proceder con el general Gower el día 29.
General Lumley — Al recibir la orden, procedí con el general Gower y la brigada ligera,
que ocupaba una altura a unas seis millas (9.5 kms) frente a la primera altura, donde
habíamos dejado al teniente general. La 36° y la 88° ocuparon casas en el lugar, esa
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noche los Piones (gauchos) que traje conmigo, capturaron ganado para la brigada, que
para ese momento había consumido sus provisiones para tres días. Se trajo una
cantidad muy pequeña de aguardiente, ni la mitad de un día de ración para cada
hombre. El día 30, partimos de las alturas, la brigada ligera todavía estaba a dos o tres
millas en nuestro frente. Marchamos como ocho millas (12.8 kms) ese día. Después de
pasar un pequeño río, ocupamos tres posiciones en las granjas que allí había,
aproximadamente media milla (800 mts) entre sí.
Esa noche los Piones (gauchos) volvieron a procurar algunos bueyes para la brigada,
pero no teníamos ni pan ni espirituosas. En la mañana del día 1, envié a los piones
(gauchos) de nuevo por provisiones, pero no tuvimos tiempo de cocinarlos antes de
marchar. Todos estaban sin ánimo ese día. Pasé por Reducción alrededor de las nueve,
cuando apareció a la vista la columna al mando del general de brigada Sir Samuel
Auchmuty. Se me ordenó tomar una posición a unas tres millas (4.8 kms) frente a las
alturas del pueblo de Reducción. El general Gower me dijo ese día que tenía la
intención de pasar el riachuelo por el Paso Chico, pero lo encontró imposible, el
número de caballos del enemigo molestó mucho nuestra marcha, e hirió a un hombre.
Por la noche conseguimos una provisión de ovejas, pero todavía estábamos sin pan ni
alcohol.
Un miembro de la Corte se levantó y se opuso a profundizar en este tipo de pruebas,
por ser irrelevantes para los cargos contra el general Whitelocke.
Fiscal, "Ciertamente debería negarme a entrar en esta minucia de la evidencia, pero
debo pedir permiso para recordarle a la corte, que este no es el caso de un oficial en
su juicio por corte marcial por ningún hecho en particular que se alega en su contra; si
no que es el primer juicio por corte marcial que se ha establecido para investigar la
conducta de un oficial general, que tiene el mando principal de una expedición contra
una provincia extranjera"
General Lumley - En la mañana del día 2, recibí órdenes del general Gower de estar
listo para marchar, y lo hicimos antes de las nueve. Creo que para entonces ya
habíamos consumido todas las provisiones. El general de división entregó en mis
manos la dirección de la marcha y dijo que si le pasaba algo, debería tomar la dirección
de la brigada. El objeto que se obtuvo fue el paso del riachuelo, que se decía que
estaba ocupado por el enemigo con baterías enmascaradas. Se ordenó al 87° que se
uniera a mí en la marcha, y el general Gower solicitó que los oficiales al mando
tuvieran especial cuidado en permitir la menor cantidad de disparos posible. El día
anterior, un número considerable de los cuerpos del 88° y del 33° retrocedieron
extremadamente agotados, y en la mañana del 2, mi brigada también parecía
extremadamente agotada, muy poco después de que comenzara la marcha, seguí la
pista que suponía que era la brigada ligera. Escuché un disparo, y mi mayor de brigada
me dijo que podría perder la mitad de mi brigada, pero pensé que debía seguir
adelante y me dirigí hacia mi izquierda. Estuve en la oscuridad cerca de dos horas,
completamente perdido. Los hombres ese día no tenían nada para comer ni beber,
excepto parte del cordero que algunos de ellos podrían haber conservado de la noche
anterior. Marchamos desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche. Los
hombres yacieron en el suelo toda la noche y sus ropas no se secaron. El día 3 por la
mañana, las tropas volvieron a estar en armas.
P. Ha dicho que se ordenó a la caballería desmontada que se llevara sus pertenencias.
¿Cuáles fueron estas pertenencias?
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R. Sus bridas (riendas), sillas de montar y todo lo que pertenezca a las necesidades de
la caballería.
P. ¿Qué cantidad de provisiones de caballería se eliminaron como consecuencia de la
orden de la que ha hablado?
R. Eran todos los efectos pertenecientes a los hombres que no eran aptos para el
deber, o que probablemente no lo fueran, y algunos de ellos estaban fuera de servicio.
Di la orden y vi que los depósitos estaban despejados. Algunas de estas pertenencias
las vi arrojadas en las calles y otras fueron vendidas a los habitantes.
P. ¿Había alguna razón por la que esa proporción de las pertenencias de caballería,
que no se consideró conveniente embarcar con la expedición, no se hubiera dejado en
los almacenes de Montevideo?
R. No conozco ninguna razón.
P. ¿Los regimientos que componían su brigada, que dijo haber estado confinados a
bordo de transportes durante tantos meses, estaban en tan buenas condiciones para
la marcha como los regimientos que llevaban más tiempo en el país?
R. En mi opinión, ciertamente no, con la excepción del cuerpo de dragones ligeros del
17°.
P. ¿La estación en la que se encontraba el general Whitelocke durante el ataque del 5
de julio fue notificada al general y otros oficiales al mando de las divisiones?
R. No que yo recuerde o que haya oído hablar.
P. ¿El lugar de retiro en caso de retirada fue señaló por el General u algún otro oficial
al mando de las divisiones?
R. Nunca escuché que se designara un lugar así.
P. ¿Conoce la fuerza efectiva de los regimientos 36° y 88°, que componían su brigada,
en la mañana de la marcha hacia la ciudad?
R. Los dos regimientos no podrían haber superado los mil hombres. De los que
entraron en el pueblo, el 36° fue de unos seiscientos y el 88° entre trescientos y
cuatrocientos soldados.
Contrainterrogado por el General Whitelocke.
P. ¿No se hicieron todos los esfuerzos necesarios para aumentar y hacer efectiva la
caballería durante mi estadía en Montevideo?
R. Con respecto a la adquisición de caballos, ciertamente lo fue. Con respecto a la
compra de maíz para ellos, también lo creo.
P. ¿Su brigada tuvo más distancia para marchar que las otras brigadas, exceptuando el
2, y el cuerpo principal del ejército no marchó una distancia mayor el 1?
R. Esa es una pregunta que no puedo responder, porque no sabía dónde estaba la
división principal la noche del 30.
Interrogado por la corte
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P. ¿Vio o conoció el contenido de la carta del teniente general Whitelocke al general
de división Gower, el 2 de julio?
R. Nunca vi una carta de este tipo, ni conozco su contenido, excepto como ya he dicho,
que el día 3 dijo que tenía autorización del Teniente General para proceder.
P. ¿Los hombres de su brigada desembarcaron con mantas y abrigos, y trajeron ambos
artículos con ellos a los suburbios de Buenos Aires?
R. Desembarcaron con ellos, pero desde el día 1 del mes en la marcha hacia
Reducción, antes de que llegáramos a ese lugar, se ordenó a los hombres que tiraran
sus mantas y abrigos, más o menos cuando el general Gower me dijo que tenía la
intención de cruzar el riachuelo esa noche.
P. ¿Los hombres de su brigada retrocedieron o parecieron agotados durante la marcha
del 29 y 30 de junio?
R. Ciertamente no el 29; el 30 fue una marcha corta.
P. ¿Cuál fue la fuerza de los regimientos de caballería que desembarcaron en
Ensenada?
R. Las ocho tropas en total ascendían a aproximadamente 550 soldados. Es imposible
decirlo con exactitud, porque entonces no estaban bajo mi mando.
P. Cuando se le ordenó ir al cuartel general el 4 de julio para recibir instrucciones para
el ataque, ¿se consideró llamado a dar una opinión sobre el plan propuesto y expresó
su aprobación al mismo?
R. Ciertamente, nunca me consideré llamado de ninguna manera para dar una opinión
sobre el plan de ataque, excepto, como dije antes, en cuanto al tiempo; ni tampoco
expresé mi aprobación al respecto.
P. ¿Cuánto tiempo estuvieron los caballos a bordo de los barcos, durante qué período
fueron aprovisionados y en qué condiciones fueron desembarcados?
R. La mayoría de ellos estuvieron a bordo desde el 2 y el 3 de junio hasta el día del
desembarco el 28. Fueron aprovisionados durante tres semanas; pero después el
capitán general me dio a entender que el suministro había sido aumentado. Con
respecto al desembarco no puedo hablar, ya que ya no estaban bajo mi mando.
P. ¿Cuánto tiempo estuvieron a bordo antes de que el cuerpo principal se embarcara
en Montevideo?
R. A esa pregunta no puedo contestarla con certeza, excepto en lo que respecta al
cuerpo 17° de dragones. Embarcamos durante el día 8, parte del cual se empleó en
embarcar tropas y provisiones, el último de los dragones ligeros no se embarcó hasta
el día 9.
P. Usted ha dicho que estaba completamente oscuro cuando se unió al cuerpo del
general Craufurd el día 2, y que sus hombres estaban exhaustos cuando llegaron.
¿Estaba su brigada, en el momento de su unión en condiciones de apoyar un ataque
inmediato a la ciudad, si lo hubiera hecho la brigada del general Craufurd, o hubo
tiempo suficiente para ello?
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R. Es imposible decir qué esfuerzos posteriores les habrían permitido hacer los
espíritus de tales hombres. En ese momento estaban muy agotados. La ayuda que
hubieran podido brindar habría sido ciertamente muy ineficaz, habiendo estado
marchando diez o doce horas sin nada para comer. Si el ataque se habría realizado,
por supuesto, debería haber sido un ataque nocturno.
El teniente coronel Lloyd fue llamado, jurado y examinado.
P. ¿Estuvo al mando del 17° de dragones ligeros en la expedición dirigida por el
teniente general Whitelocke contra Buenos Aires?
R. Nominalmente fui designado para comandar cuatro tropas, compuestas por 40
hombres cada una, montadas, con su proporción de oficiales. En Montevideo
comandaba todo el regimiento.
P. Indique la fuerza efectiva de ese regimiento en hombres y caballos, y los artículos
de los nombramientos de caballería.
R. El 1 de mayo teníamos 224 montados, el resto fueron desmontados, sumando en
total alrededor de 595 soldados, en diferentes acantonamientos en Montevideo y sus
alrededores.
P. Indique la proporción por servicio en cuanto a equipos de caballería.
R. Estaban equipados en la medida que la naturaleza del servicio lo permitía, aquellos
elementos que no estaban en uso se quedaron en tiendas de Montevideo.
P. ¿Se habían reservado elementos de caballería en Montevideo para todo el
regimiento?
R. Si, completo.
P. ¿Se eliminó alguna parte de los artículos del equipo en algún momento?
R. Hubo algunos que se ordenó eliminar.
Aquí el general Whitelocke objetó esta prueba, alegando que los cargos estaban
relacionados con el ataque a Buenos Aires, y no con ninguna transacción anterior, que
esta cuestión era totalmente irrelevante para el tema que se investigaba.
Fiscal— "Este es un punto que la Corte debe decidir, si en su sentencia parece que
estas provisiones fueron despojadas indebidamente, será para que consideren y
averigüen por orden de quién fueron eliminadas. Me parece que en los preparativos
del teniente general Whitelocke en Montevideo para esa expedición, esta transacción
podría haber estado bajo su dirección, esta evidencia sirve para demostrar que estas
provisiones, que se proporcionaron para la expedición, se eliminaron de manera
inadecuada. Ciertamente, esta es una cuestión completamente relevante para el
objeto de estos cargos; y no sé cómo puede servir esta objeción, ya que la Corte ya ha
decidido que todo lo relativo a los preparativos para esa expedición debería ser asunto
de evidencia”.
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La Corte fue absuelta por un breve período de tiempo; y una vez reanudado el asunto,
se le informo al general Whitelocke que la objeción fue rechazada.
Se repitió la pregunta.
R. Hubo algunos artículos de nombramientos de caballería eliminados por orden del
general de brigada Lumley.
P. ¿Puede indicar la cantidad de artículos eliminados?
R. No puedo decir exactamente. Había diez conjuntos completos; botas, etc. para los
que no había hombres eficaces, y eran los que entonces no podíamos disponer,
deseaba que fueran enviados a Inglaterra para el coronel del regimiento; y seleccioné
algunos para ese propósito; pero por la prisa por embarcar no tuve tiempo de
deshacerme de ellos, y un oficial quedó a cargo de algunos de ellos, donde yacían en la
calle. El general Gower, como se me informó, deseaba que el oficial se fuera de allí, o
lo pondría en arresto. Se dejaron una cantidad de mantos, espadas, carabinas, etc., no
pudiendo llevarlos con nosotros. Di la orden de que fueran enviados a Inglaterra o
desechados en Montevideo.
P. ¿No los podrían haber dejado en los depósitos de Montevideo?
R. No conozco ninguna razón por la que no los podrían haber dejado allí. Creo que
fueron devueltos en consecuencia de la orden antes mencionada, ya que entendí que
el general Whitelocke deseaba deshacerse de todo lo que fuera más allá de la fuerza
efectiva del regimiento y que no debería quedar más equipaje en el ejército del que
era suficiente para la fuerza efectiva.
P. Después de salir de Montevideo, el mando de la caballería recayó sobre usted.
Indique la fuerza efectiva de su regimiento en hombres y caballos, sus equipos, etc. en
el desembarco de Barragán el 28 de junio.
R. Se me pidió que enviara un destacamento con el avance del general de división
Gower. El regimiento estaba formado por tres capitanes, nueve subalternos, ocho
sargentos, ciento veintiséis soldados, ochenta y siete caballos, dos caballos murieron
en el pueblo y varios se perdieron al desembarcar. El desmontado constaba de cuatro
tropas, cuatrocientos sesenta y un soldados, con un oficial de campo. Cuarenta
hombres, montados y desmontados, no fueron desembarcados hasta el día siguiente.
De la caballería montada se ordenó desmontar a dos tropas, enviar sus sillas de
montar a los barcos y ponerse bajo la dirección del Comisariado, para llevar
provisiones, o enfermos o heridos, según lo requiriera la ocasión. El resto, unos treinta
montados, se unieron en las alturas de Barragán, y creo que no vi más de ellos.
Cuando llegué a Barragán, el general Whitelocke me ordenó que me quedara allí para
una tarea particular, supervisar la obtención de provisiones para su columna que debía
marchar ese día. Se ordenó que los el 17° de dragones permanecieran con el teniente
coronel Mahón y al 9° continuar con el general, por lo que pasé a formar parte de la
brigada del coronel Mahón. El resto de los dragones avanzó bajo las órdenes de los
generales Whitelocke y Gower, excepto los treinta hombres que deje conmigo. Diez de
ellos fueron enviados posteriormente con un despacho a Reducción, donde llegaron el
2 o 3.
P. ¿Qué día llegó la brigada del teniente coronel Mahón a Reducción?
- 81 -
R. Pienso que el primero, pero no estoy seguro.
Contrainterrogado por el general Whitelocke
P. ¿No fue de los almacenes públicos donde el General Lumley ordenó que se retiraran
las tiendas?
R. Estaban en acantonamientos pertenecientes a la guarnición que sir Samuel
Auchmuty dio a los dragones del 17° con el fin de mantener las pertenencias.
P. ¿Se realizó alguna devolución de esas tiendas en el cuartel general o se presentó
alguna solicitud de indemnización por su pérdida?
R. Sí. Yo mismo di una devolución e hice tal solicitud.
Aplazado hasta mañana.
Décimo primer (11) Día
Miércoles 10 de febrero
Al reunirse el Tribunal de conformidad con el aplazamiento.
Sir Samuel Auchmuty, fue juramentado y examinado.
Lectura de los dos primeros cargos.
Fiscal - Declare ante la Corte, en la forma más particular que pueda, las operaciones
del ejército al mando del teniente general Whitelocke, en la expedición contra Buenos
Aires, desde el período de la llegada del general a Montevideo, hasta el cierre del 4 de
julio, previo al ataque a la ciudad, en la medida en que usted sepa.
R. El general Whitelocke desembarco inesperadamente en Montevideo, la noche del
10 de mayo. A la mañana siguiente me pidió que consultara con el general Gower, en
relación con los asuntos militares de la expedición. Antes de que pudiera
comunicarme con el general Gower, él asumió el mando de las tropas y dio órdenes.
Desde ese día hasta que el ejército se formó en brigadas, que fue unos días antes de
que nos embarcáramos para Buenos Aires, no tuve ningún comando o interferencia
particular con las tropas en el cuartel general, excepto dos veces cuando el ejército
estaba en armas, se me pidió que tomara el mando de la infantería. Dos días después
del desembarco de los generales, se me pidió que acompañara al general Gower para
examinar todos los barcos en el puerto y seleccionar los que parecieran aptos para la
navegación del río. Con estas excepciones, que yo recuerde, no se me consultó ni se
me empleó en ningún cargo, civil o militar, con respecto a los equipos para salir al
campo; pero en asuntos relacionados con los puestos avanzados del ejército,
generalmente se me consultaba. Con frecuencia estaba al tanto de las conversaciones
en el cuartel general, en cuanto a la viabilidad de llevar a cabo la expedición en esa
avanzada estación del año, así como el lugar más aconsejable para el desembarco del
ejército. Era evidente que un rellano sobre el pueblo tendría la menor dificultad, pero
era dudoso que el canal admitiera nuestro acercamiento. Antes de la llegada del
general, se había enviado al asistente general del estado mayor con los oficiales
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navales adecuados para examinar las orillas del río, a su regreso también se envió al
General del estado mayor, Teniente Coronel Bourke; y entendí por su informe que era
casi impracticable desembarcar sobre la ciudad. También estuve presente en el
examen de muchas personas que conocían bien el país y conocían la ciudad; y por lo
que pude recoger era muy difícil, pero no impracticable, pasar el pantano entre el río y
las alturas en cualquier época del año; y el General me aseguró que, sin ninguna
dificultad, podría tender un puente sobre el riachuelo. De esto llegué a la conclusión
de que tenía la intención de desembarcar debajo de la ciudad, pero no conocí su
determinación final. Cuando llegaron las tropas al mando del general Craufurd, le
insinué al general que pensaba que una carta suave, pero firme, al gobierno de Buenos
Aires podría tener buenas consecuencias y me ofrecí a llevarla yo mismo. El general
aprobó la idea y me pidió que hiciera un borrador de una. Posteriormente se opuso a
ello, pero pensó que era aconsejable retrasar cualquier citación hasta que
compareciera ante la ciudad. No estaba al tanto de los pasos que se tomaron para
inducir al enemigo mediante la negociación a entregar la ciudad. El 17 de junio me
embarqué para Colonia con las tropas recién llegadas del Cabo. Iba a tomar el mando
allí hasta que llegara el resto de las tropas, pero no tenía instrucciones particulares con
respecto a ese puesto, como tenía un largo trayecto, el general Gower llegó allí el
mismo día 24 de junio; y cuando lo atendí a la mañana siguiente estaba
desmantelando las obras, con la intención de desalojar el lugar, lo que se efectuó al
día siguiente, y las tropas de allí zarparon para unirse al Almirante, quien fondeó esa
tarde frente a la Ensenada. Se dieron órdenes para que la brigada liviana y mi brigada
desembarcaran a la mañana siguiente; pero muchos de los barcos de mi brigada aún
no se habían incorporado, ni era posible notificarles todas las órdenes que recibí.
Como la noche fue lluviosa, el desembarco no se efectuó hasta la mañana siguiente,
día 28. Las tropas desembarcaron con provisiones para tres días listas. Mi brigada
estaba formada por los regimientos 5°, 38° y 87°, con alrededor de 2000 hombres. Los
dos últimos acostumbrados al clima y al servicio, en orden superior, y con todo el
equipo necesario para el campo, excepto que, como el resto del ejército,
desembarcaron sin transporte ni cocinas de campaña. El 5° acababa de llegar con el
general Craufurd, también en alto nivel y equipamiento. Una fuerte brigada de
artillería debió ser asignada a mí, pero nunca sucedió, inmediatamente después de mi
desembarco, la 38° y la 87° se separaron de mí, y me quedé con la 5° en una batería
cerca del lugar de desembarco. No vimos al enemigo ni se opuso al desembarco.
A la mañana siguiente, marché con el general y el grueso del ejército, a unas cinco
millas (8 kilómetros) de la altura a través de un terreno llano, gran parte del cual
estaba bajo el agua; en algunos lugares, de dos o tres pies (0.60 a 0.90 metros) de
profundidad, y se cruzaban con pantanos muy profundos, por los que pasamos la
mayor parte del día ahí, y las tropas quedaron muy fatigadas. La constancia (quiere
decir estancia) principal, o casa de campo, donde nos detuvimos, no estaba
abandonada, pero desconozco qué información obtuvo allí el general. Algunos de los
cuerpos de caballería del enemigo nos reconocieron en esta posición.
El 38° y el 87° habían quedado en esta posición y se unieron a nosotros. Se ordenó a la
línea que marchara a las nueve de la mañana del día 30; pero como Reducción estaba
a dos largas marchas de nosotros, y los hombres tenían sólo un día de provisiones en
sus mochilas, después de la dureza de la marcha, y estando hasta el medio en el agua,
observé al general que estaba más preocupado por la necesidad de provisiones que
del enemigo; y luego, después de que él expresó alguna decepción con respecto al
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comisario y señaló que debía ser comisario además de general, me tomé la libertad de
decirle que si un general no se ocupaba personalmente de los suministros de sus
tropas, porque a menudo quieren provisiones.
Antes de la marcha de este día, se había descubierto un rebaño de ovejas y se había
traído a nuestro campamento, pero era tan tarde antes de que pudieran asegurarse,
que pocos de los hombres habían consumido más de un día de consumo de carne, y
muchos no tanto. Lo llevaban crudo, con un bizcocho, no llegaban al consumo de un
día. Mi brigada llegó al suelo seco en la casa de Roderigo (Rodrigo o Rodríguez) antes
del atardecer. Me enviaron entre tres y cuatro millas (4.8-6.4 kms) al frente con los
carabineros, el 9° de dragones desmontados y parte del 95°. Llegamos a nuestro
terreno al anochecer. La marcha de este día y el siguiente fue en un terreno elevado
con un césped fino, cruzado cada dos o tres millas (3-4.8 kms) con pantanos y arroyos,
algunos de ellos muy difíciles de pasar, y todos ellos profundos para que las tropas los
atravesaran, que nunca estuvieron secos durante la marcha. Muchos jinetes hicieron
su aparición este día, y por la noche hubo algunos disparos contra mis piquetes
(centinelas). Al día siguiente, el 1 de julio, mi división estaba en armas al amanecer,
esperando a la retaguardia, que llegaba sobre las ocho, debían haberse reunido
conmigo mucho antes, y marchamos de nuevo. Presioné al general para que me dejara
marchar sin esperarlo, pues la marcha era larga, y pensé que ambas divisiones se
moverían con más facilidad y llegarían antes a su terreno separadas que unidas. Esto el
General no lo permitiría, observando que deseaba acostumbrar a las tropas a marchar
con regularidad. La marcha del día anterior se había visto muy obstaculizada por
frecuentes paradas. Llegamos a Reducción al anochecer. La mayoría de las tropas
recibieron carne en el transcurso de la velada. Vimos a muchos de los jinetes del
enemigo en el transcurso del día.
Las pocas casas por las que pasamos ese día y el siguiente, así como el pueblo de
Reducción, estaban abandonados. Se ordenó una avanzada que llegara al punto
Quilmes para traer provisiones, ya que se había restablecido la comunicación con las
embarcaciones, y se envió a los carniceros temprano en la mañana para preparar la
carne para los hombres. Al regresar del reconocimiento a la mañana siguiente, vi al
general y expresé mi esperanza de que al menos ese día descansaría a las tropas; que
estaban casi exhaustos, y que el cuerpo de avanzada, del número que había dejado en
Reducción, parecía aún más. El general respondió que dependería de una carta del
general Gower, y poco después se me ordenó tomar las armas; y dejamos la carne lista
para ser cortada y ser distribuida.
Le volví a insinuar al general que las tropas estaban sin provisiones, y su respuesta fue,
"¿No ve que va a llover?" Como las tropas no marcharon inmediatamente, todavía
esperaba que llevaran algo de la carne en sus mochilas; pero según tengo entendido,
se lo impidieron las órdenes del general. Se nos ordenó marchar desde nuestra
derecha, por el gran camino que conducía al cuerpo de avanzada, pero antes de que
nos moviéramos, me informaron que la ruta había cambiado, y marchamos desde
nuestra izquierda a las diez en punto. La primera parte de la marcha fue buena, pero
luego se transformó en un terreno pantanoso y bajo, que era muy difícil de atravesar,
y los hombres tuvieron que vadear un largo camino a través del agua. Entre las dos y
las tres en punto.
Inmediatamente después de salir del pantano, el general envió a buscarme al frente y
me pidió mi opinión sobre cómo proceder. Observó que el guía lo había engañado;
que el vado del riachuelo estaba todavía, según él, a muchas millas de distancia; que
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no había posibilidad de alcanzarlo antes del anochecer; que había conseguido ganado
para las tropas; y que donde él estaba entonces había suficiente madera de ruedas
para cocinar la carne. A partir de esta declaración, y sabiendo que las tropas estaban
completamente exhaustas, decidí que sería mejor detenernos donde estábamos. Debo
señalar aquí que eran entonces alrededor de las tres y el día cerraba a las cinco. Se
distribuyó a las tropas mucha carne y medio día de pan. Las tropas estaban bastante
descontentas y, a sugerencia mía, el general emitió una orden alentándolos a cumplir
alegremente con su deber.
Por la noche oímos los disparos del cuerpo de avanzada, y el general parecía muy
inquieto por la difícil situación en la que se encontraba. Me preguntó si pensaba que el
general Gower era lo suficientemente fuerte para resistir al enemigo. Le respondí que,
a menos que avanzara hacia la ciudad, estaba convencido de que no había peligro,
fueran cuales fueran los números que se le opusieran. Pareció más satisfecho con este
comentario y dijo que tenía una opinión tan alta del general Gower que pensó que no
intentaría ir a la ciudad sin él. Marchamos de nuevo una hora antes del amanecer, en
la mañana del día 3, el campo por el que pasamos era bajo y a veces pantanoso;
estaba lloviendo, y había estado lloviendo parte de la noche, y si hubiera llovido más,
el camino se habría vuelto intransitable. Hacia el mediodía llegamos a ver un paso en
el riachuelo, pero no lo pasamos.
Pronto llegamos a un segundo paso, con el cual cruzamos; era estrecho, pero
profundo; y en algunos lugares cerca de cinco pies (1.5 mts). Poco después, entre las
dos y las tres, nos comunicamos con el general Gower, y mi brigada recibió la orden de
tomar posición, con mi derecha uniéndose a la izquierda del general Lumley y
extendiéndose hacia el convento de la Recoleta. Al acercarme, descubrí que la brigada
del general Lumley se había retirado y las tropas ligeras del enemigo habían avanzado
hacia ella. Formé mi brigada en la retaguardia de la posición y la reconocí, y cuando las
tropas de mi derecha se prepararon para recuperar su posición, avancé y la ocupé.
Algunos de los disparos del enemigo llegaron a la línea tanto antes como mientras
avanzábamos. Estaba oscuro cuando se formó la brigada y la lluvia caía a torrentes.
Los hombres fueron alojados en casas y recibieron una ración de galletas y licor. Hubo
muchos disparos durante la noche en los puestos de avanzada, que traté de evitar, ya
que, por los informes que me llegaron, tenía razones para creer que eran pocos los
enemigos que se acercaban, si es que había alguno.
A la mañana siguiente, temprano, descubrí que el enemigo había rodeado mi flanco
izquierdo y estaba en un número considerable en mi retaguardia. Moví el 38° de a pie
a mi izquierda y hacia atrás, y después de algunos disparos, el enemigo se retiró. Eran
cerca de las diez y un soldado del cuerpo de dragones me informó que el general me
esperaba en el cuartel general; a mi llegada allí, el general me informó que los
principales oficiales del ejército me habían estado esperando cerca de dos horas; y
tras la investigación pareció que me habían enviado el ayudante de campo del general
Gower al amanecer, pero fue hecho prisionero en su camino. Encontré al general y a
los oficiales en posesión de un plan de ataque, que debía llevarse a cabo a las doce en
punto. Me lo explicó el teniente coronel Bourke, que tenía ante sí un plano de la
ciudad.
Observé que los regimientos de mi brigada desconocían en absoluto el ataque previsto
y comprendí que no habría tiempo para comunicárselo y hacer los arreglos necesarios
para llevarlo a cabo. También observé, habiendo conversado previamente con algunos
de los oficiales principales, que el mediodía era un momento inapropiado para
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marchar por las calles de una ciudad populosa, y concebiría que penetraríamos más,
sin pérdidas graves, si aplazábamos el ataque hasta el amanecer de la mañana
siguiente. El general mencionó esta propuesta al general Gower. Habiendo despejado
la habitación de todos los oficiales, excepto el general y el teniente coronel Pack, el
general Gower accedió a la conveniencia de que se aplazara. Un oficial estaba
copiando la orden general para el ataque, pero el general Gower observó que había
que hacer una alteración en ellos, y él me enviaría una copia correcta en una hora, la
recibí en el transcurso de la tarde. Dejé el cuartel general con el comisario general
adjunto, quien me señalaría las cabeceras de las calles que ocuparía mi brigada; pero
recibimos la información de que el enemigo estaba saliendo de la ciudad con fuerza, y
regresé a mi brigada, poco después se me ordenó que me retirara a la retaguardia, con
la esperanza de incitar al enemigo a avanzar.
Permanecimos en armas la mayor parte del día, y cuando la brigada volvió a ocupar su
terreno, el Subdirector General del Cuartel General me señaló las distintas calles por
donde debían penetrar las columnas. Luego les expliqué a los oficiales de campo las
rutas de sus columnas y les di instrucciones para ubicarlas correctamente a tiempo a la
mañana siguiente; y les pedí que enviaran a buscar las herramientas que se habían
pedido. En ese momento ya estaba oscuro, y con frecuencia durante la noche se me
informó que se había intentado obtener las herramientas sin éxito. Sin embargo,
obtuve algunas de las casas que teníamos ocupadas.
P. ¿Qué información, que usted sepa, recibió el general Whitelocke sobre la fuerza del
enemigo, la naturaleza de sus atrincheramientos y sus medios y disposición para
resistir, a su llegada a Montevideo?
R. En mi comunicación con el general Whitelocke a su llegada, le hice saber que los
habitantes eran tan implacables contra nosotros, que pude obtener poca información
de Buenos Aires, y que no se podía depender de eso porque el general Beresford
disponía de mejores medios de información de los que podíamos obtener, y que me
informaron mal de que el número de tropas regulares que poseía el enemigo era
reducido, y que su general no tenía ni mucho menos un mínimo de capacidad para
tener una gran cuerpo de hombres en armas y un poderoso tren de artillería. No
conocía sus intenciones o planes para la defensa de la ciudad, ni conocía ninguna
información en particular que el general obtuvo posteriormente.
P. Habiendo dicho que a la llegada del general Craufurd le propuso al general
Whitelocke enviar una carta suave pero firme al comandante español, ¿ha guardado
una copia de esa carta?
R. No lo hice, destruí el borrador, pero supongo que el secretario del general tiene una
copia.
P. Usted ha dicho que fue de Montevideo a Colonia, ¿sabe si de allí trajeron todas las
provisiones y los caballos, o qué quedo en esa plaza?
R. No conozco por completo todo lo que se hizo en Colonia, excepto que la artillería
fue destruida y arrojada al río y el lugar evacuado.
P. ¿Por qué se eligió Colonia primero como lugar de encuentro y luego se abandonó?
R. No lo sé.
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P. ¿No habría dado la posesión de Colonia una influencia dominante en la margen
izquierda del Plata, de gran importancia para las operaciones en las que cabría esperar
que participara el ejército después de la rendición de Buenos Aires?
R. Colonia era el único puesto fortificado en la margen izquierda del río arriba de
Montevideo y, en consecuencia, siempre ha de ser importante.
P. Usted declaró que se iba a incorporar a su cuerpo una fuerte brigada de artillería.
¿Puede decir por qué esto no sucedió?
R. No sé si el general tuviera alguna razón especial para dejar esta brigada en la
retaguardia; que no sea por la rapidez de la marcha, en obediencia a las órdenes, era
difícil que pudiera unirse.
P. ¿Qué artillería tenía con su brigada?
R. No tenía ninguna con mi brigada.
P. ¿Puede decirnos cómo sucedió que su brigada y el cuerpo principal del ejército
necesitaran pan y bebidas alcohólicas tan pronto como el 29?
R. La dificultad de llevar espirituosas a través del pantano lo explica suficientemente.
Ya he dicho que las tropas marcharon el día 28, con provisiones para tres días, y que
gran parte de la galleta debe haber sido destruida al vadear el agua los días 28 y 29.
P. ¿Qué pasó con las provisiones desembarcadas en Ensenada para el ejército?
R. No puedo decirlo; pero en la mañana del día 30 he dicho que había galletas.
P. ¿Debe entender el Tribunal que desde la noche del 28 al 30 no se emitieron
disposiciones del Comisariado?
R. Ninguno, salvo que algunos de los regimientos tenían carne local, expedida por el
Comisariado.
P. ¿Puede indicar qué cantidad de licor se entregó al cuerpo principal del ejército
durante la marcha de Ensenada a Reducción?
R. Mi brigada recibió licor el 29 y el 30, pero en ningún otro momento.
P. Si hubiera habido más dragones montados para recorrer el país, ¿no habría
proporcionado el país un amplio suministro de provisiones para el ejército?
R. Ciertamente, con la ayuda de los nativos, que son los únicos que pueden conducir el
ganado.
P. ¿Había alguno y cuántos lasso-men (gauchos o nativos) que acompañaban a la
formación?
R. Tuvimos algunos, pero no sé si acompañaron al cuerpo principal o al de avanzada.
P. ¿Sabe si el General Whitelocke había dado alguna orden, o había tomado alguna
medida, sobre este tema?
R. El día 28 se emitió una orden que prohibía a las tropas, por cualquier motivo, tomar
provisiones sin pagarlas, ya que se habían hecho arreglos con el comisario general
para el suministro de tropas.
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P. Ha dicho que se obtuvieron algunas provisiones de la flota en Point Quilmes.
¿Habría tenido alguna dificultad en conseguir de la flota el suministro que el ejército
necesitaba de la misma manera y por los mismos medios de comunicación?
R. Ciertamente podría haber sido obtenido, pero no sin dificultad, porque debía ser
llevado a través de un pantano de unas dos millas (3 kms).
P. ¿Sabe si se obtuvieron provisiones de la flota en el Point Quilmes para uso del
ejército?
R. Llegué a la conclusión de que sí, ya que se enviaron partidas allí para recibir
provisiones.
P. ¿Sabe si el General Whitelocke recibió algo, y qué información en Reducción, sobre
la posición y la fuerza del enemigo en el riachuelo?
R. No lo sé.
P. Ha dicho que, al regresar de reconocer, el general le dijo que su marcha dependería
de una carta del general Gower, ¿puede indicar más detalles de la conversación que
tuvo con el general Whitelocke antes de su marcha en la mañana del Segundo?
R. No recuerdo más de lo que ya he dicho; pero estoy seguro de que la conversación
terminó con el comentario del general de que iba a llover.
P. ¿Qué hora era?
R. Alrededor de las nueve en punto.
P. ¿Sabía antes de esta conversación que el General Whitelocke había enviado alguna
carta u orden al General Gower?
R. No lo sé. La Corte recordará que hubo dos conversaciones, la primera sobre la carta
del general Gower; luego la orden de tomar las armas, cuando mencioné que las
tropas estaban sin provisiones.
P. ¿El general Whitelocke, en otra conversación que dijo que tuvo con él en esa
mañana, le informó del significado de la carta que le dijo que había enviado al general
Gower?
R. El general nunca me dijo que envió una carta; a la conclusión que llegue fue que
esperaba una.
Esta pregunta y respuesta fueron retiradas.
P. ¿Hizo algo el general Whitelocke, y qué, cuando mencionó el estado de agotamiento
del cuerpo principal del ejército y del cuerpo de avanzada? que juzgó por el número
encontrado en Reducción.
R. No recuerdo ningún comentario en particular que pudiera haber hecho.
P. Usted dijo que deseaba atacar con las armas; ¿Sabe si el general en el intervalo
había recibido alguna carta del general Gower?
R. No lo hago.
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P. Entiendo por su testimonio que cuando el tambor sonó a las armas, usted le
manifestó al General el estado de agotamiento del ejército y la falta de provisiones.
Cuando respondió que iba a llover, ¿dijo o no algo de la información que había
recibido del general Gower?
R. No lo hizo.
P. ¿Qué tipo de clima hacía?
R. La noche del día 1 tuvimos algunas gotas de lluvia; el 2 estuvo muy nublado, con
apariencia de lluvia intensa. Llovió un poco por la tarde y de nuevo alrededor de las
dos de la mañana del día 3.
P. Usted ha dicho que el primer orden de marcha fue por la derecha y luego se cambió
a la izquierda, ¿puede explicar la razón de este cambio?
R. Pregunté al General Adjunto y me informó que el guía había prometido conducir al
General por un camino mejor que el paso Chico, en un vado más arriba de ese paso.
P. ¿En el momento en que el ejército se detuvo el día 2, estaba usted informado de las
operaciones en las que la vanguardia del ejército iba a participar ese día?
R. Entendí que pretendían forzar el cruce del río donde pudieran, por el paso Chico o
por encima de él.
P. ¿De quién recibió esa información?
R. No puedo decirlo, pero en general se entendió.
P. ¿Escuchó al General Adjunto informar al General Whitelocke, en el momento en
que se estaba considerando la cuestión de detenerse, que sabía que el General Gower
consideraba la orden que recibió como perentoria y estaba decidido a obedecerla?
R. No conozco la orden a la que se alude.
P. ¿Escuchó al general del estado mayor, en el momento mencionado en la última
pregunta, decir algo de lo que sabía que era la situación del general Gower?
R. Por lo que yo recuerdo, no.
P. Usted ha manifestado que en su opinión era aconsejable detenerse por el estado de
agotamiento de las tropas y por la facilidad de procurarse provisiones en ese lugar. Si
se hubiera realizado algún servicio importante, ¿habría sido la situación de las tropas
tal que hubiera hecho inevitable una parada?
R. No tengo ninguna duda de que el espíritu de las tropas les ayudaría a superar más
dificultades; pero, a menos que sea para propósitos muy esenciales, no creo que
hubieran avanzado mucho más.
P. ¿Cuál fue la causa del descontento entre las tropas a las que aludió antes?
R. Se originó en que no obtenían leña con la facilidad que deseaban, para cocinar sus
provisiones.
P. Usted ha dicho que fue convocado para asistir al cuartel general el día 4; ¿Fue esa
citación el primer indicio que tuvo del plan de ataque?
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R. El primer indicio que tuve del plan de ataque fue después de que llegué al cuartel
general como consecuencia de esa citación.
P. ¿Puede decirnos si el general Whitelocke tomó alguna medida, y qué medidas, tomó
el 3 y al cierre del 4, para asegurar el éxito del ataque a la ciudad, mediante el envío de
artillería o por cualquier otro medio?
R. He dado como prueba todo lo que sé sobre el tema.
P. ¿La posición de la Recoleta, habiendo asegurado el flanco izquierdo de su brigada,
no facilitaría las operaciones del ejército, y también en la apertura de una
comunicación con la flota?
R. No sé hasta dónde habría sido aconsejable haber destacado un cuerpo a la
Recoleta. Ciertamente, una comunicación no podría haberse mantenido abierta a
menos que parte de la línea marchara más hacia la izquierda.
P. ¿No se habría creído aconsejable un puesto en Recoleta para producir las ventajas
expresadas en la última pregunta?
R. Ciertamente lo sería, si hubiera sido apoyado.
P. ¿La estación en la que se encontraba el Comandante en Jefe durante el ataque del
día 5 fue notificada por órdenes, o de otra manera, a los Generales y oficiales de
campo del ejército?
R. No me fue notificado.
P. ¿Se notificaron los puntos de retirada, si la retirada fuera necesaria, en órdenes o de
otro modo, a los generales y otros oficiales de campo del ejército?
R. Nunca me lo notificaron.
P. ¿Tiene alguna otra información que proporcionar al Tribunal sobre el tema de los
cargos que ha oído leer hasta el período del cierre del 4 de julio?
R. No puedo recordar ninguna otra información.
Interrogado por la defensa del teniente general Whitelocke.
P. ¿No le entregó al General Whitelocke, a su llegada a Montevideo, copias de la carta
que le había escrito al Secretario de Estado, dando cuenta del país y la fuerza
necesaria para conquistarlo y conservarlo?
R. Lo hice.
P. ¿Fue entonces su opinión sobre la disposición de los habitantes y la fuerza necesaria
para conquistar y conservar ese país, alterada por cualquier observación posterior? y
si lo fue, ¿en qué sentido?
R. Mi opinión permaneció inalterada.
P. ¿No se hicieron todos los preparativos y todos los arreglos al enterarse de que el
general Craufurd estaba en el río, a fin de que no se perdiera tiempo tan pronto como
se unió y se embarcaron provisiones y caballos en la medida de lo posible?
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R. Se hicieron los preparativos y se embarcaron los caballos. Ya he mencionado hasta
qué punto se me consultó sobre estos preparativos.
P. ¿Cuánto tiempo estuvo detenido el general Craufurd por vientos contrarios en el
río, antes de llegar a Montevideo?
R. Escuché que el Almirante Murray fue visto en el río el 30 de mayo, llegó a anclar en
Montevideo el 14 de junio.
P. Considerando el estado de las tropas en marcha, mojadas todo el día, en pantanos
que debían atravesar, ¿le pareció necesaria la conveniencia de la leña?
R. Para cocinar absolutamente necesario, para secar los hombres incluso más.
P. ¿Podrían los hombres haber encontrado otros lugares de parada, donde se pudiera
conseguir combustible, excepto en las granjas, y no estaban su marcha y parada, en
alguna medida, reguladas por la situación de estas casas?
R. Sólo se podía encontrar combustible en las granjas, y la marcha y las paradas
estaban regulados por estas consideraciones.
P. ¿Podríamos haber obtenido esta comodidad si el ejército hubiera marchado en
columnas paralelas?
R. Vi pocas o ninguna casa en nuestro flanco izquierdo, siendo la única línea en la que
nuestra columna podría haber marchado. A nuestra derecha había un pantano.
P. ¿Podríamos, considerando todas las circunstancias, la naturaleza del terreno y el
estado de las tropas, haber marchado con mayor rapidez o haber llegado antes, sin
angustiar a los hombres?
R. No creo que hubiéramos podido marchar a Reducción antes sin angustiar a los
hombres, aunque, tal vez, podrían haber llegado antes a su terreno en la marcha de
cada día, sin agotarlos, si no nos hubiéramos detenido con tanta frecuencia en la
marcha de cada día.
P. ¿No había expresado repetidamente mi aprensión por la lluvia y mi ansiedad por
llegar a las cercanías del pueblo y poner a los hombres a cubierto?
R. El general expresó con frecuencia su temor de que empezara a llover, y no tengo
ninguna duda de que también expresó su ansiedad por tener a los hombres a cubierto
en las cercanías de la ciudad, aunque no lo recuerdo particularmente.
P. Si su fuerza les hubiera permitido avanzar y llegar a las cercanías de la ciudad, ¿no
podría el comisariado haber obtenido un suministro abundante para el ejército del
ganado tomado en el país?
R. No hay duda de que podría haber ganado en abundancia, con las debidas
precauciones.
P. Tan pronto como tomáramos Buenos Aires, ¿no podríamos haber ocupado Colonia
inmediatamente?
R. Ciertamente.
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P. ¿Hubiera sido aconsejable haber disminuido la fuerza del ejército dejando un gran
cuerpo de hombres, para mantener Colonia, mientras el ejército avanzaba contra
Buenos Aires, o hubiera sido seguro dejar allí un pequeño destacamento?
R. Colonia, por su situación y defensas, no requirió dejar ningún cuerpo grande en ese
momento.
Reexaminado por el fiscal.
P. En respuesta a una pregunta del general Whitelocke, dijo que el ejército no podría
llegar a Reducción antes. ¿Fueron los regimientos que componían la brigada, que
usted ha dicho que estaban acostumbrados al clima y al servicio, para marchar mejor,
más viejos que el 36° y el 88°, que habían estado confinados durante nueve meses a
bordo de transportes y formaban el cuerpo de avanzada?
R. El 38° y el 87° marcharon mejor que el 5°. Deseo que la Corte entienda que el 38°, el
40° y el 87° no habrían marchado antes a la Reducción; Quiero decir que el 38° y el 87°
habrían marchado mejor que el 36° y el 88°.
P. Si el cuerpo de avanzada, compuesto por el 36° y el 88°, pudo el 2 marchar desde su
posición y avanzar a Reducción, cruzar el riachuelo y tomar posición en el Miserere;
¿No habría marchado la totalidad o una mayor proporción de su brigada tan lejos de
Reducción, si se hubiera seguido la línea de marcha del cuerpo de avanzada y pasaran
todos por el mismo vado?
R. Parte de la brigada, no tengo ninguna duda, podría haber avanzado más; el
conjunto ciertamente podría haber marchado más lejos.
Examinado por la corte.
General Sir John Moore - La pregunta que la Corte desea conocer de un funcionario de
tal servicio y experiencia como Sir Samuel Auchmuty, y cuyo conocimiento de los
recursos del país le permite formarse una opinión, y que hemos tratado de obtener de
otros testigos, pero no hemos todavía satisfactoriamente conocer; resultando por su
testimonio, que en la marcha del ejército hacia Buenos Aires, las tropas estaban todos
los días muy fatigadas, mantenidas en armas durante la mayor parte del día, sin un
suministro regular de provisiones, y sin embargo estuvieron cuatro días en la marcha
de treinta millas (48 kms), acompañada de todos los inconvenientes de una marcha
rápida y forzada sin el objetivo principal de avanzar rápidamente. En su opinión, no se
habría hecho un arreglo previo que hubiera permitido al ejército que desembarcó el
28 de junio, haber avanzado por la mañana a la luz del día desde las alturas de
Barragán y llegar poco después, sin mayores inconvenientes, al puesto de Reducción el
1 de julio?
R. No tengo ninguna duda de que podrían haberse hecho arreglos que hubieran
permitido a las tropas alcanzar las alturas por encima de Barragán el 30 de junio y la
Reducción el 1 de julio; pero dudo mucho que la artillería necesaria pudiera ser rápida
como las tropas. Los cañones subieron el día 2, pero tardaron tanto en atravesar el
pantano entre la Ensenada y las alturas, dudo que hubieran estado listos para marchar
el día 30.
P. En ese caso, ¿no se pudo haber reconocido el río en el curso de ese día y haberse
dispuesto a pasarlo el día 2 y avanzar hacia los suburbios de Buenos Aires?
- 92 -
R. No tengo ninguna duda de que se podrían haber hecho arreglos para las tropas,
pero no para la artillería. El cuerpo de avanzada marchó el día 29; podría haber habido
tiempo suficiente para reconocer el río el 1, y el ejército podría haber estado dispuesto
a marchar desde allí a la Reducción el 2, pero no con la parte principal de la artillería.
P. ¿Qué proporción de artillería llevaba consigo el cuerpo principal en la marcha hacia
las alturas sobre Buenos Aires?
R. Al principio no vi ninguno, luego hubo una o dos piezas con la vanguardia.
P. ¿La mayor parte de la artillería perteneciente al ejército quedó atrás con el coronel
Mahón en Reducción, o acompañó al ejército el día 2?
R. No acompañó al ejército el día 2.
P. ¿Los inconvenientes que ha manifestado en la marcha se debieron a la necesidad o
a la naturaleza de los arreglos?
R. Muchos inconvenientes surgieron de la naturaleza de los campos por los que
pasamos; Otros inconvenientes surgieron de la falta de provisiones regulares y de las
frecuentes paradas, que llevaron a los hombres a llegar tan tarde, y cuya necesidad no
vi.
Aplazado hasta mañana.
Décimo segundo (12) día
Jueves 11 de febrero
El Tribunal se reunió en virtud del aplazamiento.
El general de brigada Sir Samuel Auchmuty fue nuevamente llamado.
P. ¿Hay alguna temporada de lluvias en particular en esa parte de América del Sur
donde ha servido, o llueve durante algún período particular del año en ese clima, o
llueve a intervalos cortos?
R. Llueve a intervalos durante todo el año. En la temporada de invierno, entiendo que
los intervalos son más cortos y la lluvia más larga.
P. ¿Cuál era el estado de la ruta de Montevideo a Colonia? ¿Hubo, y qué, obstáculos
para impedir que un cuerpo de caballería o infantería, o ambos, marchara de
Montevideo a Colonia, y cuál habría sido la distancia de tal marcha?
R. Hay muchos ríos difíciles entre los dos lugares en esa época del año. Pienso que
debería haber unas 130 millas (210 kilómetros) entre ambos puntos. Un destacamento
podría haber tenido tiempo de marchar, pero si hubieran caído fuertes lluvias,
probablemente hubieran quedado encerrados entre los ríos. Tuve un ejemplo de esto
en el general Lumley, porque si se hubiera quedado uno o dos días más, podría haber
estado atrapado durante quince días.
P. ¿Qué proporción de caballería estaba montada y en qué regimientos consistía la
parte montada cuando el general Whitelocke tomó el mando?
R. En Montevideo y sus puestos dependientes parte del regimiento de dragones 17°
(unos 400 hombres) montados, en Colonia alrededor de 100 de los dragones ligeros
- 93 -
del 9° montados. Debo observar al tribunal, que en ese momento no había suficiente
grano y, por supuesto, los caballos estaban obligados a salir a pastar. En total pudo
haber cerca de 1000 caballos, pero muy pocos en estado óptimo para servicio.
P. Si se hubiera hecho un movimiento en vigor desde Montevideo a Colonia en el mes
de mayo o principios de junio, ¿no habría proporcionado los medios para abastecer al
ejército con los mejores caballos?
R. Había pocos buenos caballos en esa parte del país. Cuando el general Liniers cruzó
el río para relevar Montevideo, su marcha se retrasó por falta de caballos, de lo
contrario habría estado en Montevideo antes de que yo pudiera asaltarlo.
P. Habiendo mencionado la frecuencia de las paradas en el transcurso de la marcha,
¿puede explicarlas?
R. No puedo. Mi puesto estaba generalmente en la retaguardia. Rara vez se producían
porque la retaguardia estaba a alguna distancia del cuerpo principal. Debe entenderse
que las paradas eran necesarias para cruzar los tiples (riachuelos y riachos).
P. Cuando el cuerpo principal se detuvo el 2 de julio, ¿habría sido posible en su
situación haber brindado apoyo al cuerpo de avanzada en caso de necesidad?
R. Cuando di mi opinión de que era aconsejable detenerse, estaba completamente
persuadido en mi propia mente de que no podíamos apoyar al cuerpo de avanzada.
P. Cuando se escuchó el disparo del día 2, ¿tomó el general Whitelocke alguna medida
para averiguar de dónde procedía o para determinar la situación del cuerpo de
avanzada al mando del general Gower?
R. No sé si lo hizo.
P. ¿Conoce la razón por la que se ordenó al coronel Mahón que se detuviera en
Reducción?
R. Recuerdo que el general dijo que sería aconsejable detener al coronel Mahón hasta
que averiguáramos dónde estábamos nosotros mismos.
P. ¿No podrían haberse unido la artillería y las tropas del coronel Mahón, que llegaron
a Reducción el 2, al cuerpo principal en la noche del 4?
R. Seguramente podría haber marchado desde Reducción a los suburbios de Buenos
Aires en dos días; pero si las alturas sobre el puente hubieran sido evacuadas, podría
haberse hecho en un día.
P. ¿Se hizo algún intento de reconocer el puente después de la llegada del general
Whitelocke al Miserere?
R. No lo sé.
P. ¿Le preguntaron o dio alguna opinión sobre el plan de ataque a la ciudad?
R. No, ni nada parecido excepto en cuanto a la hora de comenzar el ataque.
P. ¿La situación del enemigo y del cuerpo principal del ejército el 4 de julio hizo que el
ataque a la ciudad al día siguiente por un coup de main (Francés para golpe con la
- 94 -
mano - es un ataque rápido que se basa en la velocidad y la sorpresa para lograr sus
objetivos de un solo golpe) fuera absolutamente necesario?
R. Al no ser consultado sobre el equipo del ejército, no sé cuáles eran los recursos del
comandante en jefe, pero ciertamente si se hubiera hecho un movimiento hacia la
izquierda, se podría haber abierto una comunicación con la marina sobre la ciudad.
P. ¿Estaba el enemigo en tal fuerza fuera del pueblo que hizo necesario atacar el lugar
con un coup de main?
R. No que yo sepa.
P. ¿Sabe si el comandante en jefe reconoció alguna vez la ciudad después de su
llegada al Miserere antes del ataque?
R. No lo sé.
P. ¿Conoce alguna razón por la que el cuerpo principal del ejército no debió haber
procedido por la misma ruta que el 2 había tomado el general Gower, al menos hasta
la ruta que va a Buenos Aires y que el general de división abandonó para cruzar por el
paso Chico sobre el riachuelo?
R. La razón, por lo que escuché, fue que el guía se había comprometido a dirigir al
ejército por una ruta más corta.
P. Habiendo dicho que en su opinión el cuerpo del general Gower no tenía nada que
temer de ningún ataque del enemigo, en marcha a la ciudad de Buenos Aires; ¿Cree
usted que el Mayor General, luego de cruzar el riachuelo por el Paso Chico, hubiera
encontrado alguna dificultad para desalojar al enemigo de haber esperado su llegada,
y no se hubiera abierto un pasaje para el ejército con la derrota del enemigo?
R. No conozco suficientemente del territorio entre el paso Chico y el puente, ni la
extensión de los suburbios de Buenos Aires para responder precisamente a esa
pregunta; pero si el territorio hubiera estado abierto, y el general de división hubiera
podido avanzar hasta el puente, el cuerpo principal podría haber pasado, pero había
un gran riesgo de provocar una acción general entre el cuerpo de avanzada y el
enemigo.
P. Si moviéndose hacia la izquierda se hubiera podido abrir una comunicación con la
flota por encima de la ciudad y, en consecuencia, se hubiera podido obtener un
suministro de provisiones, ¿habría existido en su opinión alguna necesidad de atacar la
ciudad con un coup de main?
R. Ciertamente, no podría haber habido una necesidad inmediata, si se hubiera podido
obtener un suministro de municiones y provisiones.
P. Si el general Whitelocke hubiera continuado por la carretera principal hacia el
puente, ¿no habría podido apoyar a su cuerpo de avanzada en caso de que el general
Gower hubiera iniciado una acción general?
R. No conozco lo suficiente el territorio para responder a la pregunta.
El capitán Fraser es jurado y examinado.
P. ¿Tenía el mando de la artillería empleada en la expedición contra Buenos Aires?
- 95 -
R. Tuve el honor de comandar la artillería en esa expedición.
P. Indique el número y calibre de la artillería embarcada en Montevideo para el uso de
esa expedición.
R. Para ese servicio se embarcaron 28 piezas de cañón, tres eran armas largas de 24
libras fabricadas en Inglaterra, tres cañones de bronce de 12 libras, ocho de 6 libras,
cinco cañones españoles de 4 libras, dos santa helena de 3 libras; dos morteros
españoles de bronce de 12 pulgadas, cinco obuses de bronce ingleses de 5 1/2
pulgadas, haciendo un total de 28 piezas.
P. ¿Qué cantidad de caballos se embarcaron en Montevideo para la artillería y
provisiones, incluidas armas pequeñas y municiones?
R. Había 170 caballos y 36 mulas.
P. ¿La totalidad o en qué proporción de la artillería desembarco en Ensenada?
R. Se desembarcaron dieciséis piezas de campo en Ensenada. Cabe aclarar que, de las
28 piezas que se embarcaron para el servicio en Montevideo para Buenos Aires, se
pretendía desembarcar dieciocho piezas de campaña, para formar tres brigadas de
artillería en campo, teniendo el número restante concebido como artillería de reserva.
De accidentes en el desembarco; caballos y otros obstáculos locales, juzgué que era
por el bien del servicio que dos obuses de cinco pulgadas y media junto con los carros
de municiones para los mismos, no debían ser desembarcados. También había 8
carros para municiones para piezas de campo y 8 carros para armas pequeñas;
también desembarcaron municiones para el ejército en la Ensenada, se embarcaron
200 rondas por cada pieza de artillería de campo; 2.671.000 cartuchos de balas de
mosquete, 20.000 cartuchos de balas de carabina, los materiales para fabricar 400.000
cartuchos de balas de mosquete, 40.000 rondas de munición de balas de rifle que era
un exclusivo de 350 rondas por hombre entonces en posesión de la 95° bajo el mando
del Mayor M'Cleod, y también se embarcaron 900.000 balas de mosquete con el
destacamento de Colonia.
P. ¿Tiene devoluciones precisas de la cantidad desembarcada?
R. El 28 de junio se entregaron a su excelencia el general Whitelocke, y al ayudante
general, devoluciones puntuales de la cantidad desembarcada en la Ensenada.
P. ¿Qué proporción del número total de caballos y mulas embarcados para la
expedición en Montevideo fueron desembarcados en Ensenada?
R. Dadas las circunstancias del desembarco, me es imposible indicar en particular cuál
fue el número de caballos y mulas desembarcados; diría que menos de 200. Puede ser
apropiado afirmar en una explicación adicional, que las armas y los carruajes que
están en la rutina común del servicio son tirados por cuatro caballos, y con hombres
también en ellos, estos estaban destinados a haber sido tirado por seis caballos sin
hombres en ellos y este arreglo se hizo previendo los obstáculos que pudieran
presentarse.
P. Indique los obstáculos que se presentaron en cuanto a la marcha por el pantano
hacia las alturas, de esa parte de la expedición que tuvo el mando.
- 96 -
R. El desembarco del ejército y de las primeras piezas de artillería tuvo lugar poco
después del amanecer el 28 de junio de 1807. Había dos tripulantes asistidos por
marineros, de los cuales 200 fueron provistos de la flota para el servicio general de la
artillería, se esperaban 400 marineros, pero por acuerdo con el almirante Murray uno
o dos días antes del desembarco, sólo 200 fueron provistos. Estas dos piezas de campo
fueron llevadas a través del pantano y avanzaron a las alturas sobre el pantano en el
transcurso del día 29. 4 cañones de seis libras, que formaban el resto de la primera
brigada de artillería, fueron transportados por el pantano en el transcurso del día
siguiente, el resto de las diez piezas no se transportaron hasta el 30. Yo mismo hice
cruzar la tarde del 29 de junio los 2 cañones de seis libras con los que me encontraba,
fuimos asistidos por casi 300 soldados del 38° regimiento, sin cuyos esfuerzos no
hubiéramos podido pasar las piezas de campo.
P. ¿Se perdieron algunas piezas de artillería en la marcha?
R. Cinco cañones españoles de cuatro libras fueron destruidos por mi orden.
P. Indique las razones por las que dio esa orden.
R. Después de haber atravesado el pantano el día 29, que tenía una milla y tres cuartos
(3 kms) de ancho, y tan profundo en muchos lugares que los hombres con gran
dificultad podían pararse, y en el que la ayuda de los caballos era casi inútil,
considerando también que muchos caballos se perdieron, y muchos hombres se
habrían perdido al levantarlos y reflexionando además que era esencialmente un
requisito que los hombres y los caballos que debían levantarlos no estuvieran
agotados por la fatiga, juzgué que era decididamente en beneficio del servicio
sacrificar algunas de las piezas menos eficientes y aplicar la fuerza de hombres y
caballos al resto.
P. ¿Sabe si el resto cruzó el pantano o se perdió alguna pieza más?
R. Todo el resto de la artillería se llevó a través del pantano y no se perdió ninguna
otra pieza de artillería.
P. Dijo que algunos caballos se perdieron al cruzar el pantano. ¿Puede decirnos el
resto que quedó para el uso de la artillería?
R. No sé qué número se perdió, estuve siempre con la primera brigada.
P. ¿Qué oficial de artillería acompañó al resto de la artillería a través del pantano?
R. El capitán Hawker, el siguiente de mayor rango. Las instrucciones que le di fueron
muy precisas y no admitieron ningún ejercicio en su propio juicio.
P. ¿Con qué división del ejército avanzó?
R. Con el cuerpo de avanzada del ejército.
P. ¿Qué proporción de artillería acompañó al cuerpo de avanzada?
R. El 30 de junio, seis piezas de campo que luego fueron reforzadas por un oficial con
cincuenta y cinco hombres de artillería y treinta caballos adicionales. De estas seis
piezas, dos, por orden de su excelencia el general Whitelocke, permanecieron el 1 de
julio con el cuerpo principal.
- 97 -
P. ¿El número de caballos fue suficiente para transportar las seis piezas de artillería y
sus carruajes, o cómo se transportaron?
R. Había un número tan extraordinario e inusual, tanto en hombres como en caballos,
con los carruajes auxiliares y los carruajes para las municiones de armas pequeñas que
eran suficientes, y más que suficientes para superar todos los obstáculos.
P. ¿Puede decirnos el número total de caballos empleados?
R. Más de cien caballos.
P. ¿Qué número de carros para munición pequeña asistieron a los cañones de seis
libras y qué número de munición para armas pequeñas?
R. Había tres; dos para cartuchos de balas de mosquete y uno para el 95° regimiento
(para los rifles Baker). Había alrededor de diez u once mil cartuchos en cada uno, y
cada una de las dos piezas de campo tenía su carro para municiones.
P. ¿Puede decirnos el número de carruajes que dejó para acompañar a las piezas de
artillería restantes cuando marchó desde las alturas de Barragán?
R. El número total de carros de munición de armas desembarcados fue de treinta y
dos; de estos siete fueron destruidos y doce se unieron a la brigada de avanzada.
P. Indique las órdenes que de vez en cuando recibió para la regulación de su conducta
y para la distribución de su cuerpo, del General Whitelocke, durante la marcha de
Ensenada a Buenos Aires y hasta el cierre del 4 de julio.
R. Vi a Su Excelencia inmediatamente después del desembarco en Ensenada. Sus
órdenes habían sido previamente emitidas para el avance inmediato de las dos piezas
de campo con el cuerpo de avanzada. Vi a Su Excelencia después de que oscureciera
bastante la tarde del día 28, en el pueblo de Barragán. Tuve una conversación muy
seria con él acerca de la artillería que se transportaba a través del pantano, y le
aseguré que yo sería responsable de que al día siguiente las piezas de campaña
atravesaran el pantano, a menos que fuera totalmente impracticable. No tuve más
conversación, ni volví a ver al general Whitelocke hasta que casi anocheció la noche
siguiente, cuando había cruzado el pantano con las seis piezas de campo.
El general Whitelocke estaba en la primera granja (estancia) sobre el pantano. Me
ordenó que me dirigiera a la granja avanzada, probablemente a una milla y media (2.5
kms) más adelante, y allí me uní a las tropas en ese momento bajo el mando del
teniente coronel Mahón. A la mañana siguiente vi al general Whitelocke en la granja
avanzada, y me ordenó que avanzara con las cuatro piezas de campo hacia el puesto
donde se encontraba el cuerpo de avanzada; ordenando además, que debería tomar
para la protección de la artillería una compañía del 95°. Avancé en obediencia a esta
orden y me detuve esa noche en la granja donde permanecía el cuerpo de avanzada.
Antes de que se completara la disposición habitual de las armas, era de noche. Vi al
general Whitelocke la mañana del 1 de julio y recibí su permiso para acompañar al
cuerpo de avanzada al mando del general Gower hasta el paso del riachuelo. Después
de la separación del cuerpo principal del cuerpo de avanzada, no tuve conversación ni
vi al general Whitelocke hasta la tarde del día 3, en los Corrales de Miserere. En ese
momento no tenía órdenes precisas de Su Excelencia; pero me ordenaron en la
mañana del día 4 que avanzara con dos piezas de campo hacia la ciudad de Buenos
Aires; avanzar con cautela y palpar mi camino, sin avanzar demasiado; y para informar
- 98 -
yo mismo de cómo estaban las cosas en los puestos de avanzada. No recibí otras
órdenes del general Whitelocke durante el transcurso de ese día; todos los arreglos
que habían tenido lugar en los puestos de avanzada habían sido regularmente
informados por mí en el cumplimiento de dichas órdenes.
P. ¿Cuáles fueron los arreglos hechos con respecto a la artillería bajo su mando
inmediato, antes y como preparación al ataque del 5?
R. Aquellas piezas de artillería que habían sido arrebatadas al enemigo el 2 de julio,
fueron colocadas temprano en la mañana del día 3, de modo que dominaran el
espacio abierto frente a los Corrales de miserere, y dominaran especialmente los
caminos que conducen desde el fuerte a la gran plaza de Buenos Aires. Con respecto a
las piezas de campo, dos con el cuerpo principal, y otras cuatro, en los puestos de
avanzada. Además, en los Corrales había una fuerza disponible de sesenta artilleros.
En el orden general del ataque se prescribió el número particular de piezas de campo y
la situación de cada una; entonces se convirtió en mi único deber asegurar que estas
órdenes se llevaran a cabo.
P. Indique la distribución de las piezas de campo en la mañana del 2 de julio, cuando el
ejército tomó diferentes rutas.
R. Cuatro piezas de campo estaban con el cuerpo de avanzada; dos con el cuerpo
principal, como se dijo antes. El resto, como supe desde entonces, estaba en la
retaguardia.
P. ¿Se embarcaron pontones con el ejército en Montevideo, y cuántos?
R. Seis pontones, con un establecimiento completo en todos los aspectos, fueron
embarcados por orden del general Whitelocke. Fueron construidos y embarcados bajo
mi superintendencia, pero antes de navegar fueron transportados al departamento de
ingenieros.
P. ¿Sabe si alguna vez se desembarcaron los pontones hasta el regreso del ejército a
Montevideo?
R. Vi uno o dos desembarcados en la Ensenada, pero volvieron a embarcarlos.
P. ¿Sabe por qué los volvieron a embarcar?
R. Presumo que fue porque, por la situación local del lugar no habrían sido útiles en
Ensenada.
P. ¿Quiere decir por qué no debieron acompañar la marcha del ejército desde
Ensenada a Buenos Aires?
R. Quiero decir, que es mi opinión, como oficial militar, que la localidad les impidió
estar de servicio en ese lugar. Así lo pensé en ese momento y, por lo tanto, lo presumí.
P. ¿No fue el objeto de construir pontones para ayudar al ejército a cruzar ríos?
R. Ciertamente ese era el objetivo principal.
P. ¿Podrían entonces haber respondido a ese objeto si hubieran desembarcado para
acompañar al ejército en su marcha?
- 99 -
R. Evidentemente no podrían haber respondido a esa intención sin haber sido
desembarcados; pero tenía la idea de que serían desembarcados en algún otro punto
donde serían de un servicio esencial. Puede ser explicativo decir aquí que no se
embarcaron caballos para este servicio específico.
P. ¿Se retrasaron considerablemente o necesariamente las operaciones del ejército en
sus movimientos en algún momento por esperar la llegada de la artillería?
R. Después de que la artillería atravesó el pantano, la brigada líder estaba muy lejos de
necesitar ayuda del ejército, eran totalmente adecuados para superar cualquier
obstáculo con sus propios recursos, y también me lo informó el Capitán Hawker quien
comandaba la retaguardia, esa columna nunca fue impedida en su avance o marcha
por la artillería, incluso los hombres enfermos y heridos fueron traídos por él.
Debo observar, además, que en el paso del riachuelo hubo algún retraso en el
transporte de armas y municiones que fue en cierto grado inevitable. Las dos piezas de
campo siguieron luego la columna, en cuya cabecera, hasta ese momento, habían
estado invariablemente. Los dos restantes también siguieron la columna luego de
proteger dos compañías de infantería, comandadas por el teniente coronel Darroch
del 36°. Estas dos compañías, con las dos piezas de campo, en la oscuridad de la
noche, se extraviaron en los suburbios de Buenos Aires, y luego no estuvieron con el
cuerpo de avanzada.
P. ¿Había alguno, y qué parte de la artillería se enfrentó al enemigo antes de su llegada
al Corral? Y ¿alguna de las operaciones del ejército anteriores a ese período dependía
del apoyo que se derivaría de la artillería?
R. El 1 de julio, se hicieron algunos disparos con munición de campo a un cuerpo de
jinetes regulares cerca del pueblo de Reducción; y el día 2 se dispararon ráfagas de
tres piezas de campo contra un cuerpo irregular de jinetes en la llanura cercana al
riachuelo. Tanto por la naturaleza del país como por el enemigo con el que teníamos
que lidiar, las operaciones del ejército desde la Ensenada hasta el Corral no
dependerían en modo alguno del apoyo que se derive de la artillería.
Interrogado por el teniente general Whitelocke.
P. ¿No se mostró toda la disposición para ayudar a llevar adelante la artillería cuando
la situación lo permitiera?
R. Se prestó toda la atención y se brindó toda la ayuda, en el sentido más amplio de la
palabra.
P. ¿Fueron las dificultades que se encontraron al atravesar el pantano con artillería
como las que ocurren comúnmente, o de una descripción particular e inusual?
R. Eran extremadamente inusuales. Difícilmente es posible concebir un pantano más
difícil de superar que este, con carruajes de ruedas.
P. ¿Alguna inteligencia que hayamos recibido de su conocimiento nos llevó a suponer
que deberíamos haber tenido tales dificultades?
R. Ciertamente entendí por los despachos del general Beresford y por la información
general, que había un pantano que corría paralelo a las orillas del Plata, pero no tenía
idea de su existencia en la medida en que lo encontramos después. Las instrucciones
- 100 -
del general Whitelocke habían hecho preparativos muy considerables para permitir
que la artillería cruzara este pantano, que consistía en puentes de madera portátiles,
que sin embargo fueron de poca utilidad.
Examinado por el Tribunal.
P. Usted ha manifestado que el 4 de julio se le ordenó ir a la ciudad de Buenos Aires
con dos cañones, tantear e informar personalmente la situación ¿se designó alguna
fuerza para su apoyo, o hubo algún puesto ordenado al que recurrir en caso de un
ataque enérgico del enemigo?
R. Entendí en general que, por supuesto, los puestos avanzados deberían haberme
apoyado como de costumbre. Fui apoyado por el 95°. Avanzamos en el curso habitual
de una manera lenta y cautelosa, tanteando nuestro camino y probando la fuerza del
enemigo, no hubo ninguna acción en particular; tuvimos algunos disparos dispersos, y
yo regresé individualmente e informé al general Whitelocke.
P. ¿Cuál era el calibre de los cañones españoles tomados por el general Craufurd el 2
de julio? y ¿hubo alguna y, si hubo, qué cantidad de munición se tomó en ese
momento?
R. Las armas tomadas fueron 1 de doce libras, 2 de ocho, 6 de cuatro y 1 obús de seis
pulgadas y media, dos carros de municiones para piezas de campo y un carro de
municiones para armas pequeñas.
P. ¿Tuvo en algún momento alguna conversación con el general Whitelocke sobre el
tema de mantener la comunicación con el segundo al mando, el general Gower?
R. En la mañana del 1 de julio regresé del cuerpo de avanzada al mando del general
Gower para informar al general Whitelocke, de quien había estado ausente
veinticuatro horas. Al informar dónde había estado, el general Whitelocke no parecía
muy complacido de que me ausentase durante tanto tiempo de él. También expresó
su disgusto por la ausencia del Capitán Squires de los ingenieros. Observé a Su
Excelencia que había avanzado con los cañones por su expresa orden en la mañana del
día anterior; que estaba casi oscuro cuando llegamos a la posición que asumimos esa
noche; pero si hubiéramos podido encontrar nuestro camino, habríamos regresado a
su Excelencia esa noche. Añadí que no debería volver a dejar su persona sin su
permiso expreso. Comprendí que estaba insatisfecho por haber estado con el general
Gower. En la noche del 4 de julio, el general Whitelocke expresó de nuevo su disgusto
por haberme separado de él y por parecerme demasiado apegado a la persona del
general Gower y añadió una orden estricta de que no me apartara de él durante el día
siguiente. Sentí que era mi deber comunicarle al general Gower que había recibido tal
insinuación del general Whitelocke.
El teniente coronel Mahon jurado y examinado.
P. ¿Comandó el regimiento de dragones ligeros 9° en la expedición contra Buenos
Aires?
R. En ese momento yo era teniente coronel en el estado mayor y comandaba el 9°
dragón ligero en Montevideo.
P. ¿Recuerda que se emitió una orden general para reducir el equipaje del ejército?
- 101 -
R. Sí.
P. Como consecuencia de esa orden, ¿qué parte del equipo de caballos perteneciente
a su regimiento se eliminó?
R. En el momento en que yo era teniente coronel de brigada y comandante de ese
regimiento, se emitió una orden a tal efecto, y algunos de los equipos que no eran
aptos para el servicio fueron desechados, la cantidad exacta no puedo decir.
P. Al desembarcar en Ensenada, ¿qué parte del ejército tenía bajo su mando?
R. Cuatro tropas de los carabineros, el 9° de dragones ligeros y los regimientos 40° y
45°, excepto sus compañías ligeras.
P. ¿Comandó con esa brigada toda la marcha de Ensenada a Buenos Aires?
R. No.
P. ¿A qué hora se hizo la alteración en la brigada que comandaba?
R. Habiendo pasado el pantano el día 28 y tomado el terreno en el que la brigada
ligera había estado estacionada la noche anterior, el cuartel general del Comandante
en Jefe estaba a la izquierda, con la brigada de Sir Samuel Auchmuty. En la mañana del
día 29, la brigada de Sir Samuel Auchmuty avanzó, acompañada por el Comandante en
Jefe, quien mencionó su intención de llevar adelante algunas tropas de mi brigada y
dejarme al mando de unos pocos dragones montados y desmontados y unas cuatro
compañías del 40°, esperando al Mayor Campbell, que estaba al mando de la
retaguardia para la protección de los cañones y morteros.
Aplazado hasta mañana.
Décimo tercer (13) día
Viernes 12 de febrero
El Tribunal se reunió en virtud del aplazamiento
El teniente coronel Mahon fue examinado nuevamente.
P. Cuando se movió desde las alturas, ¿qué fuerza te tenía bajo su mando?
R. Además de lo que he mencionado, el Mayor Campbell, con cuatro compañías del
40°, y los Capitanes Rowly y Johnson, con unos 200 marineros, componían el conjunto,
junto con la artillería, cuatro cañones de seis libras y dos obuses, bajo el Capitán
Hawker.
P. ¿Se hizo alguna alteración en la fuerza que comandaba, desde que dejó las alturas
hasta su llegada a Reducción?
R. No.
P. ¿Cuándo alcanzó la Reducción?
R. La tarde del 2 de julio.
P. En el intervalo entre la marcha del general Whitelocke con el cuerpo principal y el
momento de llegar a Reducción, ¿recibió alguna orden y cuáles fueron?
- 102 -
R. Recibí una orden de un oficial del 17° de dragones, con un grupo montado a una
milla (1.6 kms) de distancia y antes de mi llegada a Reducción, y esta fue la orden.
Aquí el testigo presentó la orden de la siguiente manera.
2 de julio, tres y cuarto de la tarde, P.M.
A pesar de las órdenes que se le han comunicado, su excelencia el general
Whitelocke me ha ordenado que desea que permanezca en Reducción hasta
nuevas órdenes, que obtenga provisiones de la flota y que haga una reserva tan
considerable de pan y licor como pueda.
(Firmado) Henry Torrens,
Secretario militar.
Recibí otra orden de una fecha anterior al mismo tiempo, es la siguiente.
2 de julio, diez y media, A. M.
El general Whitelocke acaba de irse en dirección S. W. para cruzar el riachuelo,
y usted lo seguirá mañana y llevara todas las cosas de este lugar. El almirante
Murray le traerá pan y licores para tres días, del bergantín Lucy (HMS Saint
Lucia).
P. ¿Cómo se llamaba el oficial que trajo esta orden?
R. No lo sé. Tenía unos veinte hombres con él.
P. ¿Cuáles fueron las siguientes ordenes que recibió del general Whitelocke?
R. Las Próximas órdenes que recibí fue a las diez y veinte de la mañana del día 5, como
sigue.
Cuartel general, 4 de julio, ocho horas, P.M.
Su excelencia el general Whitelocke me ha indicado que le pida que marche con
el destacamento bajo su mando y tome puesto en el puente sobre el riachuelo,
donde esperará nuevas órdenes.
(Firmado) Henry Torrens.
Esta orden me la trajeron dos hombres, nativos del país.
P. ¿Recibió en algún momento alguna orden del General Whitelocke con fecha
anterior al 5 de julio, además de los ya mencionados?
R. Ninguna.
P. ¿Se abrió la comunicación con la marina en la Reducción y se obtuvieron
suministros y provisiones de esta?
R. Si. Recibí un suministro de provisiones, pero no recibí una cantidad suficiente para
formar un depósito. Había suficiente para las raciones de los hombres bajo mi mando;
no hubo más de un día de consumo, por el mal tiempo, y el oleaje, que impidió enviar
más.
- 103 -
P. ¿Hubo otras dificultades para evitar el desembarco de provisiones en el punto
Quilmes y transportarlas a Reducción, y hacer un depósito, salvo las inclemencias del
tiempo?
R. Había un pantano considerable, por el que debió haber sido difícil transportar las
provisiones; y supe por el capitán Cobb de la Nereida, que las galletas no eran
suficientes.
P. ¿Quiere decir que el pantano era tan profundo, que impedía el transporte de más
provisiones a través de él, si el tiempo no hubiera sido tan malo?
R. No, no lo creo. Me dijeron que el transporte de provisiones era extremadamente
fácil.
P. ¿Bajo la inspección de qué funcionario de la Comisaría se emitieron las
disposiciones en el punto Quilmes y Reducción?
R. De un joven caballero perteneciente al Comisariado, cuyo nombre no recuerdo.
P. ¿Las tropas bajo su mando experimentaron mucho cansancio y dificultad en la
marcha desde las alturas a Reducción, o después en la marcha de allí a Buenos Aires?
R. Nuestras marchas no fueron muy largas, pero sí tediosas, como consecuencia de la
artillería, los marineros que las trajeron y las tropas que se vieron expuestas al clima,
que era extremadamente malo, y del que surgieron muchos inconvenientes, pero, en
general, estuvimos bien, pero el frecuente cruce de ríos con artillería aumentaba
mucho nuestras dificultades y fatigas.
P. ¿Quiere decir entonces que la artillería, excluyendo otras dificultades, fue un
obstáculo considerable para la rapidez de su marcha desde Reducción?
R. Ciertamente.
P. ¿Se vio obligado a detenerse a menudo para permitir que la artillería se acercara?
R. Con frecuencia.
P. ¿Se detuvo como consecuencia de su propio juicio o como consecuencia de
solicitudes de los oficiales de artillería?
R. Como consecuencia de mi propio juicio, viendo la necesidad de traer la artillería con
nosotros.
P. Indique la fuerza efectiva bajo su mando en Reducción, incluidos los que encontró
allí.
R. Los desmontados y algunos montados, del regimiento 17° de dragones ligeros
formando juntos unos 500 hombres. El 40° regimiento, excepto la compañía ligera,
unos 700 hombres; una tropa del regimiento 9° de dragones ligeros, unos 70,
desmontados; un destacamento del 45°, bajo el mando del mayor Gwyn, alrededor de
100; una compañía del 36°, con unos 70 miembros; un destacamento del 88°, unos
100; la artillería al mando de los capitanes Hawker y Dixon, unos 30 hombres; cuatro
piezas de artillería de seis libras y dos obuses; con unos 200 marineros al mando de los
capitanes Rowly y Johnson, de la marina real.
P. ¿Qué fuerza de caballería montada acompañó su marcha desde las alturas?
- 104 -
R. Originalmente unos treinta, bajo el mando del Capitán Bacon, pero disminuyeron a
diario, al trasladar caballos al Comisariado.
P. ¿Para qué se los apropió el Comisariado?
R. No lo sé. Fueron llevados por el Comisariado, para llevar mochilas, no marcharon
con nuestra columna.
P. ¿Dónde marcharon, en la parte delantera o trasera?
R. Delante de mi columna, supongo que con el Comandante en Jefe. Algunos
marcharon con nuestra columna en la retaguardia.
P. Entonces, ¿cuántos marcharon antes de que usted dejara las alturas?
R. Alrededor de los dieciocho. Creo que llegamos a Reducción con dieciocho
montados. Partí de allí con ellos.
P. ¿Cuándo le llegó el refuerzo de 20 soldados de caballería montada?
R. En reducción. Hicieron en total unos treinta y ocho.
P. ¿Puede decirnos por qué se dejó a la caballería montada en la retaguardia del
ejército?
R. Creo que con el propósito de usarlos como exploradores, mirando hacia afuera y
particularmente útil para conseguir ganado y provisiones.
P. ¿Había algún lasso-men (gaucho) en su división?
R. No, ninguno.
P. ¿Puede decirnos qué provisiones fueron provistas para su división por la caballería?
R. No puedo decir la cantidad exacta, obtuvimos grandes cantidades de ganado
vacuno y ovino durante nuestra estadía en Reducción.
P. Durante su parada en Reducción, que parece haber durado desde la tarde del día 2
hasta la mañana del día 3, ¿hubo algún reconocimiento a través del puente sobre el
riachuelo, por orden suya, en algún momento?
R. En la mañana del 4 de julio, ordené al general asistente del estado mayor y al
capitán Hawker de artillería, llevando con ellos veinte dragones y una compañía del
36°, que reconocieran el puente y el país adyacente, y que procuraran inteligencia del
ejército, sin arriesgar ningún enfrentamiento con el enemigo que pudieran encontrar,
no se acercaron al puente, estando demasiado distantes, y regresaron hacia la una, sin
poder abrir una comunicación, ni obtener ninguna información relativa a el puente, o
el paso del río.
P. ¿Tiene alguna razón para creer que no podría haber marchado con su división del
ejército al Miserere, el 3 o el 4, si hubiera recibido órdenes de hacerlo?
R. Por experiencia desde entonces, creo que podría, pero en ese momento no lo creía
practicable.
P. ¿Qué razón tenía entonces para pensar que no era factible?
- 105 -
R. Por una nota que recibí alrededor de las diez y media, se informó que el puente
estaba roto o destruido.
P. Suponiendo que se encontrará un puente, ¿hubo algún otro impedimento en su
camino, que le hubiera impedido marchar de Reducción al miserere en un día, si
hubiera recibido órdenes de hacerlo?
R. Creo que no hubo obstáculo, excepto el retraso ocasionado por la artillería.
P. ¿Cuántas millas desde Reducción hasta el puente y desde ese hasta el Miserere?
R. Aproximadamente siete millas (11 kms) hasta el puente y desde allí hasta los
corrales de miserere unas seis millas (9.6 kms).
P. ¿Cuál era la naturaleza del camino de Reducción al puente y de allí al Miserere?
R. Entre la Reducción y el puente había varios pantanos y riachos, extremadamente
pesados para la artillería y gran parte del camino del puente al Miserere también era
muy pesado.
P. Suponiendo que el objeto hubiera sido ayudar a las tropas en Buenos Aires,
¿cuántas horas se necesitarían para realizar una marcha forzada desde Reducción a
Buenos Aires, sin la artillería?
R. Creo que podríamos haberlo logrado en cuatro horas.
P. Con el mismo objeto en vista, en su experiencia y conocimiento del país, y en el
esfuerzo de los marineros y artilleros, ¿cuánto tiempo cree que habría tardado en
llegar la totalidad o la mayor parte de la artillería de Reducción por una marcha
forzada?
R. No creo que pudiéramos haberlo hecho en menos de doce horas. Cuando
marchamos, los marineros y la artillería hicieron todo lo posible para traer los
cañones.
P. Indique las horas que su destacamento marchó cada día desde las alturas hasta
Reducción, y la hora a la que llegó cada noche, con la distancia de la marcha de cada
día.
R. marchamos desde las alturas como a las seis de la mañana; Nos detuvimos a las
doce en punto durante dos horas para refrescarnos. Llegamos como a las tres y media
a las alturas, donde tomamos terreno, haciendo ocho millas (12.8 kms) la extensión de
la marcha del día. El día 2 marchamos para calcular que llegaríamos a un río, a unas
tres millas (4.8 kms) de distancia, que debíamos pasar, y no llegamos a Reducción
hasta las cinco de la tarde. Nos detuvimos el 3 y 4 en Reducción, y el 5 marchamos de
nueve a once millas (14.5-17.7 kms).
P. ¿Considera, por lo que vio del país entre Barragán y el riachuelo, que se hubieran
obtenido provisiones, si se hubieran adoptado los medios habituales de patrulla de
tropas ligeras, enviadas en avanzada?
R. Creo que deberíamos haber encontrado ganado en cantidades suficientes, pero no
creo que el país ofreciera ninguna otra especie de provisión.
P. ¿No se podía adquirir maíz?
- 106 -
R. Creo que no. Ahí se cultiva en pequeñas cantidades.
P. ¿De qué tipo de maíz se alimentaban los habitantes?
R. Principalmente trigo, las clases inferiores utilizaban una gran cantidad de maíz.
P. ¿Quiere decir que se había quitado todo el maíz?
R. No apareció ninguna proporción del país cultivada con maíz. En su mayoría pasamos
por tierra de pastura.
Contrainterrogado por el General Whitelocke
P. ¿Fueron subiendo las dificultades derivadas de los pantanos en la marcha como
eran habituales, o no superaron ninguna cuenta que teníamos de esto?
R. Creo que las dificultades eran muy inusuales y mucho mayores de lo que teníamos
en descripción.
P. ¿No era el terreno en cada orilla del río pantanoso y difícil de cruzar con artillería, y
no estaban obligados los hombres a vadear el agua en la marcha de cada día?
R. Sí, a ambas partes de la pregunta.
P. ¿Qué profundidad tenían estos arroyos?
R. Hubo algunos muy profundos. Los he visto por encima de la cintura de los hombres.
P. ¿El tiempo del 1 y del 2 surtió de dificultades a las que se oponía la naturaleza de la
caballería, y no podría haber marchado en cualquier otro país con su división en
menos tiempo y con menos fatiga para las tropas?
R. Las dificultades surgieron de que el país era tan pantanoso y de la dificultad de
hacer pasar la artillería. Creo que muy pocos países podrían haber presentado tantos
obstáculos.
P. Dado que la dificultad de establecer un cuerpo de caballería tiene gran parte de la
localidad, indique lo más cerca que pueda la cantidad de caballos entregados al
regimiento 9° de dragones, cuánto tiempo estuvieron en condiciones para el servicio y
sus bajas.
R. El montado solo constaba de un escuadrón. Algunos caballos fueron transferidos a
los dragones ligeros del 17° para que actuaran como montados.
P. ¿No tuvo oportunidad, como oficial de caballería, de saber que las bajas en la
caballería eran extraordinarias y, en consecuencia, disminuyó la fuerza de los dragones
montados en un grado excesivo? ¿Y no facilité yo en Montevideo por todos los medios
a mi alcance el montaje de la caballería?
R. Ciertamente, lo considero así.
Examinado por la corte
P. ¿Los locales que le trajeron la orden la mañana del día 5 le informaron por qué ruta
venían?
- 107 -
R. Me informaron que habían encontrado grandes dificultades para evitar a las tropas
españolas y que con frecuencia se veían obligados a nadar los ríos con sus caballos. No
señalaron la ruta por la que vinieron.
P. ¿Los cañones de su división fueron tirados por caballos desde el momento en que
abandonó las alturas sobre Barragán en su marcha hacia Reducción?
R. Fueron tirados por caballos y mulas, que ciertamente no pudieron por sí mismos
llevarlos a través de los pantanos.
P. ¿Sabe en qué lugar se guardaban sus tiendas en Montevideo?
R. Era una habitación, en la playa cerca del mar, entonces ocupado por nuestro
intendente. Era muy grande.
El teniente coronel Henry Torrens fue llamado juramentado y examinado.
P. ¿Estuvo en el estado mayor del teniente general Whitelocke en la expedición contra
Buenos Aires?
R. Lo estaba.
P. ¿Qué situación tenía en esa campaña?
R. Secretario militar.
P. Indique el contenido de la información recibida por el general Whitelocke antes de
su salida de Montevideo, de los medios y disposición del enemigo para resistir y los
planes del comandante español.
R. La información que recibió el General Whitelocke fue muy deficiente, ya que nunca
tuvimos comunicación directa con Buenos Aires. Oímos, en general, que los militares y
los habitantes de Buenos Aires se habían resuelto a defenderla hasta el final, que
habían levantado baterías en las calles principales, y que la ordenanza montada sobre
ellos podía ser de unos 40 o 50 cañones pesados, Se examinó a todas las personas de
las que se pudo obtener información sobre la mejor situación para el desembarco del
ejército en la zona sur del río. El general del cuartel general y el capitán Thompson de
la armada fueron enviados a realizar un reconocimiento y, a su regreso, se decidió que
la Ensenada era la zona más práctica para el desembarco.
P. ¿Se obtuvo alguna información sobre la fuerza efectiva del ejército bajo el mando
del general español?
R. Oímos, en general, que su ejército estaba formado por ocho mil hombres; pero esta
información era vaga, ya que algunos decían ocho, otros diez y otros doce mil
hombres.
P. ¿Estuvo constantemente con el general Whitelocke, desde su desembarco en
Ensenada hasta la evacuación de Buenos Aires?
R. Generalmente sí, pero no constantemente, a veces con la vanguardia.
P. ¿Durante su marcha desde Ensenada hasta su llegada al pueblo el día 3, se le
encomendó la redacción o entrega de alguna orden?
R. Con frecuencia.
- 108 -
P. Exprese, hasta donde lo admita su memoria, las órdenes que recibió
R. En la noche del 20 de junio, en respuesta a un informe del general Gower, de que
había alcanzado las alturas del valle de Ensenada, se me ordenó que le escribiera, para
desear que estuviera preparado para avanzar, además que el Comandante en jefe se
uniría a él al día siguiente con la columna principal del ejército. En la noche del 30 de
junio, en respuesta a un despacho del general Gower, se me indicó que se deseaba
que se detuviera en el terreno donde se informó, hasta que el comandante de las
fuerzas se uniera a él al día siguiente.
P. ¿Tiene una copia de esta carta?
R. Todas estas órdenes fueron escritas en mi rodilla, y por supuesto no tenía los
medios para hacer copias. Aproximadamente a las dos de la mañana del 2 de julio, se
me indicó que el general de división Gower avanzara esa misma mañana con la
columna bajo su mando, para probar el camino sobre el riachuelo en cualquier lugar
que pudiera encontrar por encima del puente, tomar una posición en los suburbios
occidentales de Buenos Aires, comunicarse con la armada, y aprovechar cualquier
oportunidad favorable para enviar una citación al general español, refiriéndose a
alguna conversación o comunicación anterior que había tenido en el tema de los
términos que se otorgarán, y declarando en general, que era su intención (del
General) apoyarlo.
P. ¿Recuerda si había alguna expresión en la carta relacionada con el avance del
general Gower hacia la ciudad?
R. Que yo recuerde, no había tal expresión en la carta.
P. ¿Su memoria le permite afirmar si tales expresiones estaban en la carta?
R. Puedo afirmar positivamente que no había tales expresiones en él; la orden era
tomar una posición en los suburbios del oeste, y nada más.
P. ¿Puede decir cuáles fueron las expresiones que comunicaron la intención de
apoyarlo?
R. Que yo recuerde, fueron, que "Me propongo apoyarlo con la columna bajo mi
mando de inmediato".
P. ¿La carta pretendía que el general Gower debía marchar ese día, o había alguna
expresión en la carta que dejaba las operaciones del cuerpo de avanzada al juicio o
discreción del mayor general, o era la orden perentoria, como los que entrega un
comandante en jefe a los oficiales bajo su mando?
R. La orden fue perentoria.
P. ¿Se había recibido información de la fuerza y posición del enemigo en algún
momento posterior al desembarco en Ensenada, y antes de la hora a la que usted
habla, la noche del primero?
R. Ninguno en absoluto.
P. ¿Se sabía en ese momento cuántos pasos había sobre el riachuelo además del
puente?
- 109 -
R. No se supo exactamente. Se suponía que el paso Chico, por toda la información que
habíamos recibido, era impracticable, al menos había una gran duda en cuanto a su
practicabilidad. El guía nos dijo que subiendo más arriba encontraríamos el nacimiento
del río; el paso de Zamora nunca se mencionó hasta que llegamos a Reducción, y él
parecía tener sólo una vaga idea de él.
P. ¿Los guías adscritos a las diferentes divisiones del ejército se habían enfrentado
alguna vez, o los relatos que dieron del país, comparados entre sí por el general
Whitelocke o por su orden?
R. Antes de que saliéramos de Montevideo ninguno se enfrentó, porque a uno de los
guías no le gustó tomar parte activa en la causa, al menos eso debería crear celos en
los españoles e indios; por lo tanto, todas las comunicaciones que teníamos con él
eran privadas, y nunca estuvo presente cuando los otros dos, que eran americanos,
fueron examinados; pero sé que estos dos estaban juntos, porque subieron río arriba
con el capitán de estado mayor.
P. ¿A qué división del ejército estaban adscritas estas dos personas?
R. Uno con el general Gower y el otro con el teniente coronel Mahon.
P. ¿Sabe si los guías que estaban adscritos al cuerpo principal, bajo el mando
inmediato del general Whitelocke, y los guías que estaban vinculados al general
Gower, se enfrentaron alguna vez, o se compararon sus relatos, para determinar si las
dos divisiones del ejército marcharon por el mismo camino?
R. Nunca que yo sepa.
P. El teniente general, como usted ha dicho, sin información de la fuerza o la posición
del enemigo fuera de la ciudad, ¿hubo algún y qué, intentos, mediante
reconocimiento o de otra manera, para determinarlo antes de la carta que usted
acaba de describir?
R. No recuerdo que se hayan tomado medidas para el reconocimiento, excepto en la
noche del primero, se ordenaron caballos para ese propósito a la mañana siguiente,
pero el reconocimiento no se llevó a cabo.
P. ¿Sabe qué información recibió el Teniente General el día 1 respecto a la apariencia
del cielo, o del mal tiempo, de parte de los habitantes del país?
R. Comprendí que los nativos que estaban adscritos al departamento del comisario
general expresaron su temor por un cambio de clima, pero yo nunca estuve presente
en este examen.
P. ¿Cuáles fueron las últimas órdenes, en la tarde del 1 de julio, respecto a las
operaciones del ejército o el día siguiente?
R. No se emitieron órdenes tan tarde en cuanto a las operaciones del día siguiente.
P. ¿Le había dicho el general Whitelocke, en el primero, si tenía la intención de
detener al ejército en el segundo o no?
R. El general Whitelocke nunca me dijo que esa era su intención, pero yo lo consideré
así.
- 110 -
P. Indique sus razones para formarse esa opinión.
R. Mis razones para formarme esa opinión fueron que el almirante había enviado a un
oficial de la flota para saber si queríamos bebidas alcohólicas o provisiones, y se
ordenó al oficial que desembarcara una parte de cada uno a las diez de la mañana
siguiente, que, con la intención del general de salir a reconocer, pensé que eso
ocuparía la mayor parte de ese día, y no nos daría tiempo a más operaciones.
P. ¿A qué hora se dio la orden de marchar al día siguiente?
R. A las nueve o a las nueve y media, no puedo decirlo exactamente.
P. ¿Fue esa orden el primer aviso que recibió de la intención del General de marchar
ese día?
R. Fue el primer indicio que recibí de su cambio de intención.
P. ¿Hubo alguna expresión en la orden que se le indicó que enviara al mayor general
Gower, que determinara si era la intención del general Whitelocke marchar sobre el
segundo?
R. No había nada en esa carta que me llevara a sacar una conclusión sobre el período
del avance del general Whitelocke.
P. ¿Pasó algo, en la conversación con el general Whitelocke, en ese momento, que le
permitió llegar a alguna conclusión con respecto a la intención del teniente general en
cuanto a las operaciones del ejército en el segundo?
R. No surgió nada en la conversación que me permitiera sacar alguna conclusión sobre
los movimientos del teniente general ese día.
P. ¿Cuánto tiempo después de esta conversación vio al teniente general antes de que
se diera la orden de marchar?
R. Lo vi inmediatamente después y antes de que se diera la orden de marcha, pero
estaba acalorado cuando se dio. Había ido a ver a sir Samuel Auchmuty, y cuando
regresé, las tropas se estaban armando.
P. Un ex testigo nos ha dicho que el general Whitelocke procedió la mañana antes de
que se diera la orden de marcha. ¿A qué hora de la mañana se encontró con el general
Whitelocke?
R. Alrededor de las siete y media u ocho en punto. Fui un poco al frente de la fila y me
encontré con el coronel Bourke, que regresaba del general Gower, habiendo
entregado la carta que había escrito esa mañana.
P. ¿Le dijo el general Whitelocke si tenía la intención de pasar al cuerpo de avanzada o
de hacer el reconocimiento que se había decidido la noche anterior?
R. El general Whitelocke no me dio a entender su intención. Cuando volví de buscar a
sir Samuel Auchmuty, descubrí que se había ordenado a la columna que siguiera, pero
no sabía la dirección precisa que debía tomar hasta después.
P. ¿Vio al teniente coronel Bourke entregar la respuesta del general Gower al general
Whitelocke?
- 111 -
R. Creo que primero me lo entregó a mí y yo se lo entregué al teniente general.
P. ¿Qué hizo el general Whitelocke después de recibir esa carta? ¿Procedió o regresó,
y qué órdenes dio?
R. Había hablado aparte con el coronel Bourke y le oí decir que enviaría al regimiento
87° para apoyar al general Gower. No le oí decir nada más. Entonces fui a que Sir
Samuel Auchmuty ordenara a ese cuerpo a ponerse en armas, ya que formaba parte
de su brigada, y me encontré unos metros en mi camino cuando el general me llamó
para ordenar que Sir Samuel Auchmuty se hiciera cargo de toda la brigada y la pusiera
en armas. No pude encontrar a Sir Samuel Auchmuty y, a mi regreso, descubrí que se
habían dado las órdenes que ya se habían expresado.
P. ¿Qué otras órdenes se le indicó que escribiera o enviara al coronel Mahon en el
transcurso del segundo, tercero y cuarto de julio?
R. Cuando abandonamos el terreno de Reducción, hubo una orden al coronel Mahon,
simplemente para desear que procediera y se apresurara con la artillería y los
pertrechos, y se me indicó que indicara la dirección en la que nuestra columna llevó al
Mayor Gwyn, quien se quedó a cargo de los enfermos y fatigados. En esta orden al
coronel Mahon se le ordenó conseguir alimentos de la marina, para seguir al teniente
general lo antes posible en dirección Sud oeste al detenerse la columna ese día, el
capitán Whittingham se acercó a mí con un mensaje del general, para desear que
escribiera al coronel Mahon, ordenándole que se detuviera hasta recibir nuevas
órdenes. En la tarde del día tres escribí al coronel Mahón, para pedirle que avanzara
con su destacamento a la mañana siguiente hacia el puente sobre el riachuelo, y que
tomara una posición fuera del alcance del fuego enemigo, para permanecer allí hasta
las cuatro de la tarde, cuando, si no se le comunicaban órdenes, debía regresar de
nuevo a Reducción.
P. ¿Cómo deseaba enviar esa carta?
R. Conseguí un hombre, un nativo, que se comprometió a entregar la carta, pero
nunca fue recibida por el Coronel Mahon.
P. ¿Recibió instrucciones del general Whitelocke en cuanto al modo en que la carta de
la que acaba de hablar debía ser enviada al coronel Mahon?
R. El general Whitelocke me indicó que buscara una persona para que transmitiera la
carta, y contraté a un nativo que tenía algún conocimiento del lugar y de los
habitantes, que me trajo un hombre que se comprometió a realizar este servicio. En la
tarde del día 4 escribí otra orden al coronel Mahon, suponiendo que hubiera recibido
la anterior, ordenaba que se dirigiera hacia el puente temprano en la mañana del día
5 y se mantuviera fuera de tiro hasta que se le ordenara algo más. Esta carta fue
escrita alrededor de las cinco de la tarde, pero estuvo detenida hasta las ocho.
P. ¿Qué instrucciones recibió en cuanto a la transmisión de la orden del cuarto?
R. Me ordenaron que buscara a un hombre para que se lo llevara. Conseguí que un
hombre del departamento del comisario general, prometiéndole una gran
recompensa.
- 112 -
P. No habiendo recibido nunca las órdenes de la tarde del día 3, ¿está usted
perfectamente satisfecho en cuanto a su contenido?
R. Perfectamente seguro y satisfecho.
P. ¿Se supo en algún momento, y cuánto tiempo después de su llegada a Miserere,
que el enemigo había abandonado su posición en el puente sobre el riachuelo?
R. No se supo nada de su evacuación durante el día 4.
P. ¿Se utilizaron patrullas o de que otra manera para obtener información sobre ese
tema, y qué medios?
R. No sé si se tomaron medidas para obtener esa información.
P. ¿Indique el contenido de la información recibida de los prisioneros, y de cualquier
otra forma, de la intención y los medios del enemigo para resistir, luego de la llegada
del cuerpo principal a Miserere?
R. Dos oficiales españoles que fueron hechos prisioneros en la acción del 2,
manifestaron que era intención del enemigo recibirnos por columnas móviles, en caso
de asalto al pueblo, y no ocupar las casas. El capitán Whittingham, que interpretó y
tomó un minuto de su testimonio, puede dar mejor información sobre este tema que
yo.
Aplazado hasta mañana.
Décimo cuarto (14) día
Sábado 13 de febrero
El Tribunal se reunió en virtud del aplazamiento
El teniente coronel Torrens fue examinado nuevamente.
P. ¿Conoce alguna información recibida del Sr. White sobre el tema de la fuerza y las
intenciones del enemigo para resistir? y si lo hace, indique de qué se trató.
R. No recuerdo ninguna información en particular recibida del Sr. White, excepto que
él no concibió la fuerza en Buenos Aires para exceder los seis mil hombres, y creo que
expresó su confiada expectativa de que el enemigo se rendiría si ganábamos una
posición en cada flanco, es decir, la Plaza de los Toros (actual plaza San Martin en
Retiro) y su Residencia (cercano al riachuelo).
P. ¿Escuchó del Sr. White, o de cualquier otro lugar, alguna información sobre las
intenciones del enemigo de ocupar los techos planos de las casas?
R. Escuché, en general, que el enemigo tenía la intención de defender la ciudad de esa
manera, y la primera indicación que recibí de lo contrario fue el interrogatorio de los
dos oficiales españoles. Nunca escuché al Sr. White decir nada sobre el tema.
P. ¿Estuvo presente con el General Whitelocke desde el momento del cruce en el
Miserere hasta el cierre del 4 de julio?
- 113 -
R. Estuve con él en el período del cruce, pero desde ese momento no lo vi hasta las 4
de la tarde.
P. Procederá a indicar las horas durante las cuales estuvo presente con el General
Whitelocke, desde ese período hasta el cierre del 4 de julio, y cómo estuvo empleado.
En relación con la Corte lo que pasó entre el General Whitelocke y usted sobre el tema
del ataque, y los hechos relacionados con el ataque a Buenos Aires, encuentran bajo
su mando las operaciones del ejército.
Esta pregunta fue objetada por el Tribunal.
Fiscal — Se me ha puesto en la mano un documento por el que se objeta preguntar al
testigo, en general, sobre las conversaciones que tuvieron lugar entre él y el general
Whitelocke. Por la situación que sostuvo, algunas de estas conversaciones pueden ser,
de ninguna manera, aptas para ser reveladas; algunas conversaciones podrían haber
tenido lugar con respecto a los oficiales del general Whitelocke, lo que no sería ni
necesario ni apropiado declarar a la Corte. Sin duda, la pregunta que quise formular
debe haber sido mal entendida, ya que sólo me refería a las conversaciones
relacionadas con las operaciones del ejército. Aquellos de naturaleza estrictamente
confidencial, no era de ninguna manera mi deseo o intención de participar. Habiendo
hecho esto como premisa, el coronel Torrens tendrá la amabilidad de responder a la
pregunta sin advertir nada de naturaleza estrictamente confidencial.
Coronel Torrens - Estoy muy agradecido con la Corte por aliviarme de una situación de
lo más desagradable. Ciertamente hay circunstancias que ocurrieron entre el general
Whitelocke y yo de una naturaleza estrictamente confidencial, y que debería haber
considerado sagradas con la interdicción que me ha permitido la Corte, confío en que
podré trazar la línea.
La pregunta se repitió nuevamente.
R. Poco después de mí llegada al cuartel general. El teniente coronel Bourke regresó
de haber visitado los puestos de avanzada la noche del día 3, y el general Whitelocke
nos mencionó a ambos, en particular dirigiéndose al coronel Bourke, que tenía en la
mano un papel que contenía el plan de ataque para el Día siguiente. Dijo que fue
sugerido por el general Gower, y se expresó extremadamente aversivo a él, debido a
su inhumanidad. Dijo que sin duda borraría la orden de no hacer prisioneros y que,
antes de que el plan se llevara a cabo, volvería a enviar una citación al general Liniers.
El coronel Bourke dijo que era un tipo de ataque muy novedoso y también pensó que
iría acompañado del sacrificio de muchas vidas, pero agregó que, en su opinión, pensó
que tendría éxito. Me limité a señalar que, dado que había vuelto a empezar a llover,
era necesario que se adoptaran medidas inmediatas. Esto fue todo lo que pasó en ese
momento. Poco después de que el general Craufurd llegara al cuartel general, y el
general se dirigió a él prácticamente en los mismos términos que al coronel Bourke. El
general Craufurd y yo revisamos el plano de la ciudad, y estábamos aplicándole el plan
de ataque, cuando comenzó una dificultad, a partir de la idea de que se pretendía
penetrar hacia abajo, el centro, en lugar de dejar huella en los flancos. Dijo que iría a
hablar con el general Gower al respecto. Unos momentos después de la partida del
general Craufurd, descubrí, sin embargo, que había cometido un error y que no había
tal intención en el plan. No recuerdo ninguna otra conversación en ese momento.
Estaba ocupado haciendo copias del plan de ataque para entregarlo a las diferentes
- 114 -
columnas, y se entendió que iba a tener lugar al día siguiente a las doce y media de la
mañana. El general Gower se comprometió a llevar a los brigadieres al cuartel general
a las ocho en punto, para recibir sus instrucciones finales. A la mañana siguiente, el
general Whitelocke me pidió que escribiera una carta al general Liniers, carta que,
creo, ha aparecido en los periódicos. El general Whitelocke escribió la carta él mismo;
yo la copié. El general Whitelocke también escribió una carta circular a los brigadieres,
diciendo que estaba obligado a adoptar este plan de ataque, como consecuencia de
los inconvenientes locales bajo los cuales trabajaba el ejército, o algunas palabras al
respecto, pidiéndoles que hicieran todo lo posible en su poder, para prevenir la
efusión de sangre que podría esperarse de él. Poco después, el general Gower y los
brigadieres llegaron al cuartel general y me enviaron fuera de la habitación con el
resto del personal. Entendí cuando se disolvió la conferencia, que el ataque se aplazó
hasta las seis de la mañana siguiente. Poco después, como a las diez de la noche,
acompañé al general Whitelocke a ver el puesto, y creo que regresó en el transcurso
de una hora, habiendo ido al centro, donde mantuvo una conversación con varios de
los oficiales, muy probablemente el general Craufurd era uno, ya que estaba destinado
allí, pero no tengo claro ese tema. No ocurrió nada en particular ese día que yo sepa,
todo estaba arreglado para el ataque a la mañana siguiente, y los oficiales generales
de las columnas recibieron sus órdenes.
P. Desde el momento de la llegada del General Whitelocke al Miserere el día 3, ¿hizo
algún reconocimiento hacia la ciudad, antes del cierre del 4 de julio?
R. No que yo sepa.
P. ¿Qué tan cerca estaban sus habitaciones de las del teniente general?
R. Me alojé en el mismo lugar, en la casa del Sr. White.
P. ¿Cuándo, se hizo tal reconocimiento, no debería usted saberlo?
R. Por la situación que tuve, naturalmente debí haberlo sabido.
P. ¿Qué tan pronto después de su llegada al Miserere, se estableció el cuartel general
en la casa de White?
R. Inmediatamente después de nuestra unión con el general Gower, escuché al
general Whitelocke preguntarle cuál sería la mejor ubicación para el cuartel general, y
el general Gower señaló la casa de White; pero no sé a qué hora se estableció, ya que
no fui yo mismo hasta una hora después.
P. Indique cuánto tiempo estuvieron juntos y en qué período, ¿el general Whitelocke
estuvo ausente en el cuartel, desde el momento en que se estableció la sede en el
Miserere hasta el cierre del 4 de julio?
R. No recuerdo que el general Whitelocke estuviera ausente del cuartel general
durante ese período, excepto durante la hora que ya he mencionado. No tengo muy
claro que haya sido una hora, podría haber sido más.
P. ¿Cuál era la distancia de la casa de White a la entrada del pueblo?
R. Los suburbios son tan extensos que me es imposible decir cuál es la entrada del
pueblo, quizás 250 yardas (230 metros) en la retaguardia de la división del general
Craufurd, que estaba en los Corrales de Miserere.
- 115 -
P. ¿Alguna vez le informó el general Whitelocke si había elaborado algún otro plan
para el ataque a la ciudad además del que figura en su testimonio?
R. Nunca entendí por el general Whitelocke que había elaborado un plan preciso. Tuvo
la idea incluso antes de salir de Montevideo, de avanzar hacia el noroeste de Buenos
Aires, y arrojar su flanco izquierdo al río con el propósito de comunicarse con la
Armada, siempre fue su intención, sin embargo, dejarse guiar por circunstancias
locales.
P. Solo quería saber, ¿tenía usted algún conocimiento de algún plan de ataque
posterior a su llegada al Corral, o un plan de ataque en algún momento?
R. Ninguno después de su llegada.
P. Habiendo declarado que acompañó al general Whitelocke la única vez que
abandonó el cuartel general después de su llegada al Miserere, ¿visitó el puesto de
avanzada del ejército o qué tan lejos avanzó en esa dirección?
R. El general Whitelocke no fue más allá de la izquierda del Corral, donde estaba la
brigada central.
P. ¿La estación del comandante de las fuerzas donde se encontraba el día del ataque
fue notificada alguna vez a los otros oficiales del ejército que usted sepa?
R. No fue notificado que yo sepa, y nunca escuché mencionarlo ese día.
P. ¿Se notificó alguna vez a los oficiales del ejército el lugar de retirada, si la retirada
fuera necesaria?
R. No se hizo ninguna previsión para la retirada; Creo que la idea general era que
nuestras operaciones se coronarían con un éxito total.
P. ¿Tiene alguna otra información que proporcionar al Tribunal sobre el tema de los
cargos que ha oído leer?
R. La pregunta me pone en una situación incómoda, porque me resulta difícil saber
qué puede estar relacionado con la conducta del general de alguna manera, pero creo
que he dado a la Corte toda la información que mi recuerdo me permite en este
momento.
Fiscal — Es con el objetivo general de obtener toda la información que podamos del
testigo que se plantea la cuestión. Cuando dice que ha dicho todo lo que sabe, es
suficiente; pero si desea enmendar o agregar posteriormente, puede hacerlo.
R. En términos generales, creo que he dicho todo lo que sé, pero no me gustaría
asumir la responsabilidad de decir que no hubo otras circunstancias; pero no recuerdo
ninguna otra en este momento.
Contrainterrogado por el general Whitelocke.
P. ¿Aproveché todos los medios y oportunidades para proporcionar guías e
información, y la disposición del país no fue tan hostil con nosotros como para hacer
muy difícil obtener información satisfactoria?
- 116 -
R. La disposición del país fue tan hostil que fue casi imposible conseguir información
de inteligencia que fuera satisfactoria. El general Whitelocke ciertamente se valió de la
ayuda de personas que estaban dispuestas a proporcionar información.
P. ¿No se retrasó mucho el desembarco por el hecho de que nos vimos obligados a ir a
un pequeño riacho, en lugar de desembarcar en la playa como nos llevaron los guías?
R. Ciertamente, si el agua hubiera tenido suficiente calado para permitir que el ejército
desembarcara con un frente extendido, el desembarco habría sido mucho más rápido.
P. ¿Los guías no nos hicieron suponer que los hombres desembarcarían en la Ensenada
desde la playa?, y ¿esto no se intentó?
R. Se nos hizo suponer que sí, y se intentó.
P. ¿La descripción del camino de Ensenada a Buenos Aires, particularmente a través
del pantano que nos dieron los guías, nos había llevado a tener una concepción justa
de las dificultades que luego vivimos?
R. Siempre entendí por los guías que el pantano corría paralelo a las orillas del Plata,
pero su descripción nunca dio una idea adecuada de las dificultades que
encontrábamos.
P. En el curso de sus anteriores servicios en las Indias Orientales y Occidentales, en el
continente europeo y en otros lugares, ¿fue testigo alguna vez de la marcha de un
ejército a través de un pantano como el que hay entre la Ensenada y las alturas de
Barragán?
R. No recuerdo haber marchado en ninguno de estos países por un pantano como el
que va desde la bahía hasta las alturas de Barragán.
Fiscal — En su respuesta a la primera pregunta formulada por el general Whitelocke,
usted declaró que la disposición de los habitantes era tan hostil que hacía imposible
obtener inteligencia. Si era imposible conseguir inteligencia por medios justos, ¿por
qué no se recurrió a los medios habituales después del desembarco en Ensenada,
forzando a personas capaces de dar información, filtrando patrullas fuertes y extensas
de tropas ligeras, o fue la necesidad de eso evitado por partidas de reconocimiento
fuertes y extensas?
R. Era imposible ver a los campesinos que evacuaban el país en la marcha del ejército.
Los únicos dos hombres que quedaban fueron apresados y nunca se formaron
patrullas o grupos de reconocimiento.
Examinado por el Tribunal.
P. ¿Sabe hasta qué punto el Paso de Zamora, donde el grueso del ejército cruzó el
riachuelo, está debajo del nacimiento de ese río?
R. No lo sé.
P. En el curso de su examen, ha dicho que el día 3 tuvo una conversación con el
general Whitelocke y el coronel Bourke. ¿Sabe si el general Whitelocke y el coronel
Bourke habían mantenido alguna conversación sobre el plan, el día 3, antes de lo que
ha indicado?
- 117 -
R. No que yo sepa, y me inclino a pensar que esa fue la primera conversación sobre el
tema, pero no puedo hablar con certeza sobre ese punto.
P. En esa conversación, ¿está seguro, o sabe, quién declaró o propuso borrar por
primera vez esa parte concreta del plan relativo a no hacer prisioneros?
R. Que yo recuerde, fue el general Whitelocke, pero no tengo claro ese punto.
P. ¿Conoce la distancia desde el puente donde se ordenó detener al Coronel Mahon
hasta la parte más cercana del pueblo?
R. Hasta la parte más cercana de la ciudad puede haber dos millas (3 kms) o tres y
media (5.6 kms); No puedo hablar con precisión, los españoles llaman al puente,
cuatro millas (6.4 kms) del centro de la ciudad.
P. ¿Sabes qué tan lejos está el puente de la Residencia?
R. No puedo hablar con certeza, pero debería suponer unas tres millas y media.
P. Habiendo dicho que no se enviaron patrullas, ¿cómo se comprobó que las
constancias en el oeste o en cualquier otra dirección estaban desiertas?
R. Siempre se encontró que eran evacuados a la llegada de la vanguardia de la
columna de avanzada.
P. ¿Sabe cuáles fueron los inconvenientes a los que se aludió en las cartas del General
Whitelocke a los Brigadieres que indujeron al General Whitelocke a adoptar el plan de
ataque?
R. Estos inconvenientes surgieron de las fuertes lluvias que caían entonces y de la
probable falta de provisiones, una necesidad experimentada en ese momento, porque
los hombres habían estado sin alcohol durante varios días.
P. ¿No era posible establecer una comunicación con la marina en ese momento?
R. Si hubiéramos tomado un circuito extendido hacia la izquierda, quizás nos
hubiéramos comunicado con la marina, pero ciertamente no sin una acción. Debíamos
haber movido nuestra posición para comunicarnos con la marina; un movimiento de
fuerza considerable, para haber establecido tal comunicación; pero destinados a ir a la
Plaza de los Toros no pudimos hacerlo. Pudo haber habido una comunicación desde la
Recoleta con el río en la izquierda del ejército.
El capitán Maxwell jurado y examinado.
P. ¿Fue ayudante de campo del general de división Gower en la expedición contra
Buenos Aires?
R. Lo fui.
P. ¿Recibió en algún momento y cuándo una carta del general Gower, informando que
venía del general Whitelocke el 2 de julio?
R. Recibí muchas cartas. Recuerdo una del 2 de julio.
P. ¿Vio el contenido de esa carta?
R. No lo hice.
- 118 -
P. ¿La carta de la que ahora habla y que destruyó el día 4, fue la que destruyó para
evitar que cayera en manos del enemigo?
R. No vi el contenido de la carta, por lo tanto no puedo hablar positivamente.
El capitán Whittingham es juramentado y examinado.
P. ¿Estuvo en el estado mayor del general Whitelocke en la expedición contra Buenos
Aires?
R. Yo era un ayudante de campo adicional del general Whitelocke.
P. ¿Transmitió usted, siguiendo las instrucciones del general Whitelocke, alguna carta
escrita según sus órdenes al coronel Mahon el 2 de julio?
R. No, no lo hice.
P. ¿No fue entonces enviado en ningún momento a la marcha de Ensenada a Buenos
Aires, para transmitir alguna orden al teniente coronel Mahón?
R. No.
P. Después de la llegada del cuerpo principal del ejército al Miserere, ¿lo hizo en
cualquier momento y cuándo? entrar a la ciudad de Buenos Aires con bandera de
tregua, ¿y con qué propósito?
R. En la mañana del día 4 me enviaron a la ciudad de Buenos Aires con una bandera de
tregua y una carta al general Liniers.
P. ¿Vio el contenido de esa carta?
R. No, no lo hice.
Fiscal - Ahora pongo una copia de la carta aludida en manos del testigo, que ha sido
admitida por el general Whitelocke.
La carta fue dirigida por el teniente general Whitelocke al general Liniers. Ver el
Apéndice
P. ¿Trajo una respuesta?
R. Esperé media hora según mis órdenes. La respuesta no me fue entregada y regresé.
P. ¿Qué tan lejos llegó a la ciudad en esa ocasión?
R. Poco más de una milla (1.6 kms) de la comandancia.
P. ¿Le comunicó al general Whitelocke las observaciones que había hecho sobre la
fuerza y la posición del enemigo?
R. No vi nada más que sus puestos de avanzada. En el momento en que estuve allí se
suspendieron todas las hostilidades.
P. ¿Examinó a las personas que fueron llevadas el día 2?
R. Examiné a dos de ellos.
P. Indique el relato que le dieron de la frontera y la disposición a resistir, y la fuerza del
enemigo.
- 119 -
R. Dijeron que antes de salir del pueblo se había preparado la defensa principal en el
lado próximo al río, y que habían escuchado que se informaba que el general Liniers se
proponía ocupar las calles de Buenos Aires con columnas de tropas. Esa fue toda la
información que pude aprender de ellos.
P. ¿Escucho cuando dejaron la ciudad?
R. Por lo que recuerdo, dejaron el pueblo el 1.
P. ¿Supo de ellos, o de cualquier otra información, si el ejército había evacuado la
posición que tenían en el puente?
R. No lo supe.
P. ¿Tenías, por tu conocimiento del idioma español, los medios para obtener
información de alguno de los nativos sobre el tema al que ya me he referido, entre el
período de su llegada al Miserere y el cierre del 4 de julio? y si lo hubiera hecho,
indique las circunstancias.
R. Los dos oficiales examinados me parecieron estar entre los más inteligentes; No
recibí ninguna información excepto de estos dos oficiales.
P. ¿Sabe qué información se recibió del Sr. White?
R. No.
P. ¿La Estación en la que se encontraba el Comandante en Jefe el día del ataque fue
notificada, según su conocimiento, por orden o de otra manera, al General o a otros
oficiales del ejército?
R. No lo sé.
P. ¿Los puntos de retirada, si la retirada fuera necesaria, fueron notificados en órdenes
o de otra manera al General y otros oficiales del ejército?
R. No que yo sepa.
P. ¿Estaba alojado en la casa de White o dónde?
R. Me alojaron en la casa de White con el general Whitelocke.
P. ¿El teniente general hizo algún reconocimiento hacia la ciudad?
R. No estuve presente en ninguna.
P. ¿Sabe que se haya hecho alguno?
R. No.
P. Si se ha hecho alguna, ¿debe haber sabido de ella?
R. Creo que debería.
General Whitelocke - tengo muchas preguntas que hacerle al capitán Whittingham,
pero las reservaré para mi defensa.
Examinado por el Tribunal
- 120 -
P. ¿Vio al general Liniers o alguno de los principales oficiales cuando entró en la ciudad
con una bandera de tregua? ¿O tuvo alguna conversación con alguno de los que vio
allí?
R. No vi al general Liniers; Entregué la carta a un oficial de artillería, que comandaba
esa parte de los puestos de avanzada, no tuve ninguna conversación en particular con
él.
P. ¿Examino a los guías en Ensenada? y ¿se enfrentaron alguna vez los de las columnas
del general Whitelocke y del general Gower?
R. No hubo un examen particular de los guías hasta que llegamos a Reducción. No sé si
alguna vez fueron confrontados.
El fiscal leyó la respuesta del General Liniers a la carta del 4 del General Whitelocke
(ver Apéndice, N° IX)
El contraalmirante Murray fue llamado, jurado y examinado.
P. ¿Quiere decir; si alguno, y qué medios se tomaron para comprobar la conveniencia
de desembarcar en Ensenada, con preferencia a cualquier otro lugar?
R. A mi llegada a Montevideo, encontré que el almirante Stirling había enviado al
capitán Thompson río arriba en el balandro Fly, con el propósito de determinar el
mejor lugar para el desembarco de tropas, y el almirante Stirling me informó que se
pensaba que la Ensenada era el mejor lugar, pero el teniente coronel Bourke y el
capitán Thompson, del Fly, habían sido enviados río arriba por el general Whitelocke,
ya que estaba particularmente ansioso por poner en vigor sus órdenes; que se pensó
que este plan era el mejor adaptado para el desembarco, y para ese momento ya
estaba decidido.
P. ¿Qué medios se tomaron, y con qué éxito, para aprovisionar al ejército en su
desembarco y sus operaciones posteriores?
R. Los transportes que vinieron conmigo desde el Cabo tenían provisiones para casi
tres meses para cinco mil hombres. La mayor parte de estos transportes subieron por
el río con las tropas, además de los cuales había, creo, dos barcos de abastecimiento,
con una cantidad de provisiones también para el ejército.
P. ¿Qué medios se tomaron con miras a la cooperación de las fuerzas marítimas y
terrestres?, más particularmente, ¿cuándo estas últimas obtuvieron una posición al
oeste de la ciudad? y ¿cuál fue la causa por la que tales medidas no entraron en vigor?
R. Al salir de Barragán, le informé al general que siempre que viniera a la orilla del
agua debía comunicarme con él, por supuesto. Al día siguiente de salir de Barragán,
los cargueros fueron enviados río arriba por mi orden, para anclar tan cerca de Buenos
Aires como lo permitiera la poca profundidad del río. Los otros transportes y un barco
de provisiones los mantuve en tierra lo más cerca que pude entre Barragán y Buenos
Aires, con el propósito de desembarcar provisiones para el ejército, en caso de que el
General tuviera ocasión para ellos. El 1 de julio, al percibir al ejército en su marcha
hacia la Reducción, envié a un oficial a tierra para que se comunicara con el general y
le preguntara si necesitaba algo que el escuadrón pudiera suministrar. Este oficial
regresó a bordo de la Nereida a la mañana siguiente y me informó que el general
- 121 -
deseaba mucho que yo desembarcara pan y licores para el ejército. La cantidad
requerida sería dirigida por el oficial al mando de la división que estaba cerca de la
costa. Se desembarcó inmediatamente una cantidad, y el oficial en ese momento
observó que sería muy necesario formar un depósito de provisiones en Reducción. En
consecuencia, se ordenó desembarcar una cantidad, parte de la cual se encontraba en
la playa, cuando se informó al oficial que esa división debía seguir adelante, por
supuesto, no había nadie que se hiciera cargo. Asimismo, se dispuso de provisiones
para desembarcar en caso de necesidad, una vez que las tropas tomaran posesión de
la Plaza de los Toros. Se prepararon tres días de provisiones para las tropas cuando
desembarcaran en Barragán, y se me informó que habían desembarcado pan y licores
para tres días. Creo que el 2 de julio, para la división comandada por el coronel
Mahón, se podrían haber desembarcado más si el coronel Mahon lo hubiera deseado.
Los transportes que llevaban los cañones pesados fueron ordenados hacia el oeste de
la ciudad hacia el 3 de julio, a petición particular del general Whitelocke.
Habiendo recibido una carta del coronel Bourke, creo que el 2 de julio, indicando que
era la orden del general que me informara de su intención de marchar hacia el oeste
de la ciudad y pedirme que ordenara a los buques con artillería pesada a ese lugar,
ordené igualmente los cuatro cañoneros y los buques armados, al mando del capitán
Thompson de la balandra Fly, al oeste de la ciudad, el 4 de julio, con los buques que
tenían a bordo la artillería pesada; estando los cañoneros dispuestos a cooperar con el
ejército siempre que se considere necesario; entendiendo por la carta del coronel
Bourke, así como por una conversación que había tenido lugar entre el general y yo,
que tenía la intención de seguir hacia el oeste de la ciudad.
P. ¿Qué tan cerca podrían acercarse los transportes a la costa en el punto Quilmes?
R. Creo que pudieron acercarse a una milla (1.6 kms) más o menos, ya que hay un
canal al costado de las orillas, pero la profundidad del agua es muy incierta, ya que
está gobernada en gran medida por el viento y cayo repentinamente un viento del
nordeste y del oeste, de siete u ocho nudos (13-14.8 km/h).
P. ¿Cuán pronto fue factible traer embarcaciones hacia el oeste de la ciudad, con miras
a desembarcar artillería y provisiones, y qué facilidades ofrecía la boca del riachuelo
para tal fin? e indique la causa por la cual no se hizo ningún intento de esa naturaleza
allí ni en ningún otro punto.
R. Hacia el oeste de Buenos Aires, y en Buenos Aires, el agua es tan poco profunda que
no se puede permitir que los barcos permanezcan con seguridad a menos de cinco o
seis millas (8-9.6 kms) del lugar de desembarco; porque incluso los bergantines
cañoneros, que desplazan muy poca agua, estaban con frecuencia encallados a dos o
tres millas (3.2-4.8 kms) de la costa. El riachuelo en agua baja tengo entendido que
está casi seco en la costa. No quiero dejar de decir que hubo alguna dificultad para
desembarcar los cañones, ya que los botes que podrían haberlos desembarcado,
estaban listos con los cañones en ellos cuando se hizo la tregua; por supuesto,
mientras la tregua estaba pendiente, todas las operaciones de ese tipo fueron
suspendidas.
P. ¿Quiere decir que las circunstancias expresadas en la respuesta a la última pregunta
presentaban obstáculos insuperables para un ataque en el lado este del pueblo, por
parte de las tropas conjuntamente con la Armada, en el momento en que el pueblo
fue atacado en el oeste por el ejército?
- 122 -
R. No tengo ninguna duda de que los cañoneros podrían haber ayudado en un ataque
en la parte este de la ciudad, pero no tan eficazmente como en el oeste; y como
imaginé que la intención del general Whitelocke era atacar la ciudad desde el oeste,
todas las cañoneras estaban allí para ese propósito.
P. ¿Cuál fue el número de pequeñas embarcaciones y otras embarcaciones armadas
que desplazaban poca agua, empleadas en la expedición contra Buenos Aires?
R. No creo que hubiera más de cinco o seis barcos que tuvieran un calado de agua lo
suficientemente cómodo como para ayudar en el ataque a la ciudad, ya que incluso
uno o dos de los cañoneros que arrastraban poca agua a veces estuvieron encallados
durante el ataque.
P. ¿Qué número de marineros desembarcaron con el ejército los días 28 y 29?
R. Aproximadamente 220 con oficiales fueron desembarcados para marchar con el
ejército.
P. ¿Tuvo alguna comunicación con el general Whitelocke sobre el tema del número de
marineros que podría aportar la flota para ayudar en las operaciones del ejército?
R. El general Whitelocke solicitó que se desembarcaran 440 marineros, cuyo número
se ordenó y envió río arriba con ese propósito; pero al ver que los botes para
desembarcar las tropas requerirían un mayor número de hombres para tripularlos,
informé al general que la mitad del número desembarcaría con la primera división y
marcharía bajo su dirección, y que él debería tener la otra mitad después. Las tropas
de marina serian desembarcadas si lo consideraba necesario. Había dejado los barcos
en Montevideo muy escasos de hombres, habiendo desembarcado, a pedido del
general Whitelocke, los marines de la escuadra en Montevideo. Cuando las tropas
desembarcaron en Ensenada, el capitán Fraser de la artillería me informó que había
desembarcado los caballos y que no debería tener ocasión de que llegaran más de 220
hombres.
P. Después del desembarco de las tropas, ¿el general Whitelocke le presentó alguna
solicitud para el resto de los marineros?
R. No.
P. ¿Tiene la carta del coronel Bourke en su poder?
R. Pensé que la tenía, pero por algún error lo dejé entre mis papeles en Portsmouth,
pero lo enviaré a buscar si el Tribunal lo considera necesario.
P. ¿Tiene algo más que declarar, o alguna información adicional que proporcionar al
Tribunal sobre el tema de los dos primeros cargos, hasta el final de la tarde del 4 de
julio?
R. Todo lo que puedo decir es que el general Whitelocke parecía muy ansioso por
poner en vigor las órdenes que había recibido, para lo cual se hicieron todos los
esfuerzos posibles, que yo sepa. No puedo hablar de lo que ocurrió en la costa, ya que
no volví a ver al general Whitelocke hasta el 7 de julio.
Cuestionado por el general Whitelocke
- 123 -
P. ¿Recuerda la circunstancia de nuestro desembarco y de buscar un lugar adecuado
para ese propósito? ¿No se vieron obligados los hombres a atravesar el agua, y no
hubo una demora considerable en verse obligados a desembarcar en el arroyo?
R. Al principio, el desembarco fue ciertamente asistido con los soldados mojados al
salir de los botes, pero no había muchos en esta situación. Creo que unos cuatro o
cinco botes como máximo. Sin embargo, en aproximadamente una hora se encontró
un lugar adecuado para el desembarco de las tropas, lo cual era perfectamente
conveniente, y durante la mayor parte del día, no sólo las tropas, sino la artillería,
desembarcaron sin ninguna dificultad.
Aplazada hasta mañana.
Décimo quinto (15) día
Lunes 15 de febrero
Habiéndose reunido el Juzgado en virtud de un aplazamiento, el fiscal le indicó al
Juzgado que el Teniente Coronel Torrens estaba esperando, y deseaba explicar y
corregir algunos aspectos de su prueba anterior.
Admitido el coronel Torrens, procedió a explicar que parte de su testimonio se refería
a las órdenes dictadas por el general Whitelocke el 3 de julio.
Coronel Torrens - Aproximadamente un cuarto de hora después del regreso del
general Whitelocke del Corral por primera vez, yo estaba en el centro con el general
Gower. Los scouts estaban comprometidos, y como consecuencia de un informe de un
oficial relativo a algunos movimientos del enemigo, el general Gower ordenó a la
brigada central que se pusiera en armas, y yo procedí apresuradamente al cuartel
general, para informar de las circunstancias al general, y proponer la retirada de los
puestos avanzados, como un incentivo para que el enemigo abandonara su fortaleza
en la ciudad. El general Whitelocke accedió a esta propuesta e inmediatamente montó
en su caballo y se dirigió al centro. En el transcurso de un cuarto de hora, o veinte
minutos, se encontró que el movimiento no fue atendido con el éxito deseado. Por
tanto, el general Whitelocke ordenó que se reanudaran los puestos y yo regresé al
cuartel general. Fue con posterioridad a su regreso cuando tuvo lugar el interrogatorio
de los oficiales españoles, como ya he dicho a la Corte. No recuerdo nada más ese día.
Una parte de mi testimonio que me gustaría mucho explicar es, la carta que fue escrita
al general Gower el 2 de julio y que fue firmada por mí, aunque dictada por el general.
Por lo tanto, la cita que hice de ella, con respecto a la intención del General de apoyar
la columna de avance fue incorrecta, en la medida en que se expresó en la persona del
General. Debí haber dicho, "la intención del Comandante en Jefe es apoyarlo con el
cuerpo bajo su mando".
P. ¿Cuánto tiempo estuvo el General ausente del cuartel general en el momento de
que ha estado hablando y luego hizo algún reconocimiento de la ciudad?
R. Estuvo unos veinte minutos ausente y, que yo sepa, no hizo ningún reconocimiento
de la ciudad.
El capitán John Squires fue llamado, jurado y examinado.
P. ¿Fue usted el comandante de ingenieros, en la expedición contra Buenos Aires?
- 124 -
R. Lo fui.
P. ¿Tenía algún pontón (puente) bajo su mando, para uso del ejército?
R. Había seis pontones, con sus carruajes completos, embarcados en Montevideo.
Entendí que estaban en preparación para el paso del riachuelo. Parte de ellos fueron
desembarcados el 28 de junio y luego reembarcados por el general de estado mayor.
P. ¿Se utilizaron alguna vez durante la expedición con algún propósito? y si no fue así,
¿cuál fue el motivo?
R. Eso pertenece al departamento del general; me dijo que no habría ocasión de
desembarcar nada más que algunas herramientas de atrincheramiento. Quilmes fue el
único lugar en el que luego pudieron desembarcar; No sé por qué no desembarcaron
allí.
P. ¿No habrían sido desembarcados en el punto Quilmes si se hubiera creído
conveniente?
R. No puedo hablar de esto por mi propio conocimiento.
P. Indique la cantidad de herramientas de atrincheramiento que acompañaron al
ejército, cuando se entregaron y en qué proporción.
R. Se desembarcaron muy pocas herramientas de atrincheramiento, lo suficiente para
llenar un pequeño carro de mano. Tras la acción del segundo encontramos dos carros
del enemigo con unos pocos; estos eran todo lo que las tropas tenían consigo hasta el
cierre del 4 de julio.
P. ¿Tenía usted algún plano de la ciudad de Buenos Aires previo al desembarco en
Ensenada? ¿Y antes de su salida de Montevideo, tuvo alguna comunicación con el
general Whitelocke sobre el tema del arreglo más idóneo para el establecimiento de
las tropas en las cercanías de Buenos Aires?
R. Obtuve un plano de la ciudad del teniente coronel Bourke a mi llegada a
Montevideo con el general Craufurd. El Comandante en Jefe nunca me hizo el honor
de consultarme; Nunca me consideré consultado antes del ataque, ni en relación con
ninguna de las operaciones del ejército.
P. A partir de sus observaciones locales sobre los alrededores de la ciudad, la posición
del país y los terrenos en sus alrededores, ¿cree usted que habría permitido que se
establecieran baterías contra el lugar?
R. No creo que se hubieran podido establecer con comodidad en el costado del Corral
de Miserere. No se puede decir que la ciudad esté comandada desde ese lado; pero
creo que el terreno en el lado norte del río hubiera sido muy favorable.
P. ¿Qué relación tenía la Recoleta con el pueblo? y si ese terreno hubiera sido
ocupado, ¿qué efecto habría tenido en las operaciones del ejército en la comunicación
con la marina?
R. La Recoleta estaba aproximadamente a una y media o dos millas (2.4-3.2 kms) de
los suburbios de la ciudad, y a mi mejor juicio, habría sido una posición ventajosa
haberla ocupado, debido a la conexión con la marina.
- 125 -
P. ¿Alguna vez pasó algo entre usted y el general Whitelocke sobre el tema de su
comunicación con el general Gower?
R. El primero de julio, cuando las columnas se separaron, con el consentimiento del
comandante en jefe, acompañé al general Gower, y no vi al general Whitelocke hasta
el tercero, cuando se expresó insatisfecho conmigo y con el capitán Fraser, porque él
dijo que nos apegamos al general Gower. Luego me pidió que permaneciera cerca de
él hasta el día del ataque. Hubo una larga conversación, en la que el general se
expresó con calidez sobre el tema y me indicó que no mantuviera tanta comunicación
en el futuro con el general Gower.
P. ¿Habría sido la Recoleta, de ser ocupada, a su juicio, un punto favorable desde
donde haber realizado operaciones, y haber establecido de antemano baterías contra
el pueblo?
R. Hubiera sido un punto favorable haber ocupado, con miras a las futuras
operaciones del ejército.
El general Whitelocke se negó, por el momento, a hacer preguntas al testigo.
Examinado por la corte.
P. ¿Puede indicar si la conversación que tuvo lugar entre usted y el general
Whitelocke, sobre el tema de que no se comunicara con el general Gower, pasó antes
o después de la 1 en punto del día 4?
R. Las circunstancias que acabo de exponer me recuerdan que la conversación tuvo
lugar alrededor de las 2 de la tarde del día 4.
P. ¿Nunca le ofreció su opinión al general Whitelocke sobre la mejor forma de atacar
la ciudad, aunque no le consultó sobre el tema? y si no lo hizo, ¿cuáles fueron sus
razones para no hacerlo?
R. Nunca ofrecí mi opinión, no debería haberme considerado justificado al hacerlo. No
debería haber presumido de hacerlo a menos que me hubieran consultado.
Capitán Alexander Dixon, juramentado y examinado,
P. ¿Fue capitán de artillería en la expedición contra Buenos Aires?
R. Lo fui.
P. ¿Bajo el mando de quién marchó a las alturas y cuántas piezas de artillería había en
su división del ejército?
R. Bajo el teniente coronel Mahon. Desde las alturas, por encima de Barragán, solo
cinco piezas; y no se nos unió nada más en la marcha de allí a Reducción.
P. ¿Se retrasó la marcha de su división del ejército por la necesidad de detenerse para
que llegara la artillería?
R. Ciertamente, en cursos de agua; pero no en un grado considerable.
El general Whitelocke declinó interrogar a este testigo por el momento.
Examinado por la corte.
- 126 -
P. ¿La artillería fue tirada por el número habitual de caballos?
R. Por caballos y marineros, con la ayuda de artilleros, y ocasionalmente por
destacamentos de infantería.
P. ¿Se embarcó un número adicional de caballos para acelerar los movimientos de la
artillería?
R. Se embarcaron seis caballos para cada arma, con su carruaje acompañante, estos
eran dos más de los que se usan en Inglaterra.
P. ¿Todos los caballos fueron desembarcados en la Ensenada?
R. Al desembarcar los caballos, por la torpeza de las personas empleadas, más de 40
escaparon. Disminuyeron a diario y dar cuenta de ellos está totalmente fuera de mi
alcance.
El mayor de brigada Roache fue llamado, jurado y examinado.
P. ¿Estuvo usted en el estado mayor del general de brigada Lumley en la expedición
contra Buenos Aires?
R. Yo era el mayor de brigada del general.
P. ¿En algún momento del 3 de julio ingresó a la ciudad de Buenos Aires con bandera
de tregua? Indique en qué ocasión fue y qué pasó.
R. Aproximadamente a la medianoche del segundo recibí un mensaje del general
Gower para que fuera a sus habitaciones. Me dijo que debía ir a la ciudad de Buenos
Aires al amanecer de la mañana siguiente, con una bandera de tregua, para convocar a
la ciudad a rendirse al gobierno británico.
Me dio instrucciones escritas para que las llevara conmigo, y procedí a la ciudad, de
acuerdo con las órdenes, con estas instrucciones. Obedeciendo las órdenes del
General, salí a caballo, con un cabo de los dragones ligeros del 17°, portando una
bandera de tregua y un trompetista. Le pedí permiso al General para llevarme un
oficial español, para no perder tiempo en encontrar el camino más corto al pueblo;
pero al pasar por los puestos de avanzada británicos, el oficial de campo al mando me
recomendó que me llevara un grupo del cuerpo de fusileros, y en consecuencia me
llevé un oficial y doce soldados. Continuamos con algunas dificultades, pero penetré
un camino considerable en el pueblo antes de que me detuvieran.
Después de un retraso considerable. El general Elio, el general español, segundo al
mando, vino a verme; y al comunicarle la orden que tuve el honor de transmitir, dijo
que no podía ver al general Liniers por ningún motivo; pero que si tuviera alguna
comunicación que hacer del general inglés, se la comunicaría. Le dije que tenía el
honor de llevar propuestas para la rendición del pueblo. Conversó en español con
mucha animación y dijo que poseían suficiente fuerza y espíritu para defender la
ciudad; pero como me pareció de gran importancia, si era posible, iniciar alguna
negociación, traté de atraerlo a ella; pero lo único que consintió fue que yo regresara a
mi general, a fin de que pudiera hacer la comunicación que él considerara apropiada
por escrito, luego de esto regresé y vi al general Gower, él escribió inmediatamente
una carta, que fue llevada de vuelta. El general Elio nunca me dejó entrar en los
detalles de mis instrucciones, aunque me esforcé por representarle nuestra fuerza,
etc.
- 127 -
Aquí se leyeron las instrucciones escritas del Mayor Roache;
(Para lo cual ver Apéndice, N ° X)
P. Indique qué tan lejos avanzó en la ciudad cuando fue con la carta del general Gower
y qué pasó.
R. Regresé casi al mismo lugar y no ocurrió nada en particular con el oficial español
(que era un francés en el servicio español) a quien entregué la carta. Comprendí que el
general Liniers no estaba en Buenos Aires en ese momento. No vi al General Elio, y la
carta fue entregada a un ayudante de campo. La ciudad parecía estar en un estado de
gran confusión, era una turba armada y todos borrachos. Traje la respuesta a esa
carta, por la que esperé cerca de una hora y media, durante la cual le dieron muy poco
respeto a la bandera de tregua, y de no ser por el cuerpo de fusileros estoy seguro de
que no hubiera podido regresar.
P. ¿Cuánto tiempo estuvo cuando fue a la ciudad por primera vez?
R. Una hora completa, la conversación que tuve con el general Elio podría haber
durado alrededor de media hora. Vi a varios oficiales con él y traté de grabar en su
mente la efusión de sangre que seguiría a las hostilidades posteriores. El ayudante de
campo parecía particularmente deseoso de saber cuál era la pérdida española en la
acción de la noche anterior, que yo me cuidé de no disminuir; pero le dije, con la
verdad, que se tomaron once cañones, y que habían perdido un número considerable
de hombres en muertos y heridos.
P. Dijo que el general Liniers no estaba en la ciudad, ¿puede indicar quién escribió la
respuesta?
R. No puedo saber quién escribió la respuesta.
P. ¿Puede indicar qué tan lejos llegó a la ciudad más allá de los suburbios?
R. A menos de un cuarto de milla (400 mts) del fuerte.
P. ¿Cuál fue la naturaleza de las dificultades con las que dijo que se encontró en su
avance?
R. Disparos considerables, que no cesaban, sabía que existía la dificultad, por haber
sido enviado a Montevideo de la misma manera.
P. ¿Vio alguno y qué preparativos para la defensa del pueblo?
R. Las casas estaban todas atrincheradas y cerradas, y toda la población armada. No vi
cañones. Todas las descripciones de personas, hombres y niños, estaban armadas.
Entregué la respuesta y comuniqué todo lo que había observado.
Contrainterrogado por el general Whitelocke.
P. Usted ha dicho que el general Elio se expresó con considerable animación. ¿Puede
recordar sus expresiones y cómo se aplicaron en particular?
R. La traducción literal de las palabras fue, "Poseemos la fuerza y el valor suficientes
para defender la ciudad". Se llevó la mano al pecho y dijo con gran energía, "Poseemos
espíritu y fuerza".
- 128 -
P. ¿De su trato con los habitantes, y en consecuencia de su conocimiento del idioma
español, puede afirmar quiénes fueron los instigadores y actores principales en el
incumplimiento del tratado celebrado con el general Beresford?
R. Había oído mencionar muchos nombres, se decía que las personas en el poder eran
las instigadoras. Al ser empleado en ese servicio por Sir Samuel Auchmuty, tuve la
oportunidad de saber que las personas en el poder eran, muchas de ellas, las
instigadoras de la rebelión contra el general Beresford.
Examinado por la corte.
P. ¿Recuerda si el general Whitelocke lo examinó alguna vez sobre el tema de lo que
había visto cuando entró en la ciudad de Buenos Aires?
R. Comprendí que todo lo que le había informado al general Gower se había
comunicado al general Whitelocke; y uno o dos días después, él mismo me hizo
algunas preguntas; pero no me envió a llamar especialmente con ese propósito.
P. ¿Ha enviado usted todas sus instrucciones al general español cuando se expresó tan
calurosamente contra la rendición de la ciudad?
R. No; Afirmé, en general, nuestra gran fuerza y la disposición del Comandante en Jefe
para hacer todo lo que la humanidad pudiera sugerir; y que toda propiedad privada
debe ser respetada. No mencioné a los prisioneros de guerra españoles.
P. ¿Se enteró del general Elio o de su ayudante de campo, si el puente fue evacuado y
si toda la fuerza del ejército español estaba en la ciudad?
R. No se discutió nada relativo a la evacuación del puente. Me había esforzado por
convencerlos de que habíamos derrotado a todo el ejército español la noche anterior.
P. ¿Ese artículo sobre la entrega de los funcionarios civiles se mencionó alguna vez al
general Elio, o él se opuso particularmente?
R. Por supuesto que no, me pareció mejor, en la disposición que lo encontré, no hablar
del tema.
Joseph Bullock, Esquire (escudero, don, denota posición social sin ser un caballero
pero por encima de un señor) Comisario general, juramentado y examinado.
P. ¿Estuvo al frente del comisariado empleado en la expedición contra Buenos Aires? y
¿tiene alguna devolución del monto de las provisiones embarcadas para esa
expedición?
R. Lo estaba. Aquí están las devoluciones. [El testigo presentó la devolución de la
cantidad de víveres embarcados en Montevideo y desembarcados en la Ensenada].
P. ¿Qué número de caballos se habían proporcionado para transportar las
provisiones?
R. Ninguno, no se proporcionaron caballos específicamente para ese departamento.
Fueron unos sesenta caballos apropiados que eran de un cuerpo de dragones, que
usamos para tal fin en el desembarcadero de la ensenada.
P. ¿Hubo un número mayor que los sesenta caballos de los que habla, empleados para
transportar las provisiones a través del pantano?
- 129 -
R. Ninguno. Solo había unos veinticinco que realmente tomaron provisiones de
Ensenada. Muchos de los otros se soltaron y perdieron las provisiones que llevaban, y
el resto no quiso llevar ninguna a la espalda.
P. ¿Se hicieron arreglos o se comunicó con el general Whitelocke para adoptar un
modo de asegurar el suministro necesario de provisiones para el ejército en su
marcha?
R. A mi llegada a Montevideo el 15 de junio, esperé al comandante de las fuerzas,
cuando me presentó al teniente coronel Bradford ayudante general adjunto, y al
teniente coronel Bourke contramaestre general, y al teniente coronel Torrens
secretario militar; observando que, como debería tener mucha comunicación con
estos oficiales, ellos tenían la libertad de informarme de todos los detalles.
Suponiendo que aludiera al servicio en general, al día siguiente o al día siguiente llamé
al subcomandante general adjunto y le solicité toda la información necesaria en lo que
a mi departamento se refiere, relativo a la expedición al Plata. Me insinuó que como el
desembarco no estaría a más de cinco o seis millas (8-9.6 kms) del pueblo, sólo sería
necesario que enviara allí a uno de los oficiales de mi departamento lo antes posible
con los paisanos, para apoderarse de todo el ganado, o cualquier otra cosa en la forma
de suministros que pudiera encontrarse en el lugar. Concibiendo, por tanto, que no se
quería nada más de mí, no molesté al comandante de las fuerzas con ninguna
aplicación directa en relación con lo que se pudiera exigir de mí.
Pensé que sólo era necesario sugerir la conveniencia de desembarcar provisiones para
siete días inmediatamente después del desembarco de las tropas, a fin de evitar la
escasez; aunque el teniente coronel Bourke me dio motivos para esperar que las
fuerzas británicas estuvieran en la ciudad de Buenos Aires en el transcurso del
segundo o tercer día después del desembarco. Por lo tanto, no tenía ninguna razón
para esperar que el ejército hubiera tenido que hacer una marcha tan tediosa y, por lo
tanto, no pensé en hacer ningún preparativo para llevar los suministros, pero a fin de
llevar las provisiones para siete días que había recomendado desembarcar en la orilla
del rio, sugerí la conveniencia de llevar seis carros pequeños con mulas para ese
propósito. Aprobado esto, los carros y mulas se embarcaron en consecuencia.
P. ¿Cuál fue el lugar de desembarco que se le insinuó?
R. El lugar del desembarco no me fue insinuado en absoluto. Sólo lo supe por las
circunstancias de la llegada de la flota a Ensenada y la llegada de la gente a tierra.
P. Entonces, ¿no tuvo comunicación directa con el Comandante de las fuerzas en
Montevideo respecto de los suministros para el ejército antes de salir de Montevideo,
en la expedición a Buenos Aires?
R. De una manera general lo hice. El 19 de julio le di al Comandante de las Fuerzas
Armadas una declaración general de todos los insumos que se encontraban en los
polvorines de Montevideo, y en los barcos de carga, distinguiendo las cantidades que
se subirían río arriba para el servicio; y solicité saber su agrado respecto al suministro
que de otro modo se proporcionaría, recibí sus instrucciones de recolectar provisiones
en Montevideo para un número determinado de hombres por un tiempo
determinado, pero no pude haber actuado en esa orden, ni haber prestado el servicio
de otra manera, hasta tener posesión de la ciudad de Buenos Aires.
P. ¿Qué quiere decir con proporcionar lo necesario para el servicio?
- 130 -
R. Estableciendo almacenes, no tuve otra comunicación con el Comandante de las
fuerzas cuando estuve en Montevideo, que la devolución que le di de los
avituallamientos que iban río arriba con las tropas.
P. ¿Tuvo alguna comunicación directa y personal con el general Whitelocke sobre el
lugar de desembarco de las tropas y el aprovisionamiento del ejército durante la
marcha a Buenos Aires?
R. No, no lo había hecho hasta que desembarqué en la Ensenada, cuando se me
ordenó proporcionar tres días de provisión de bizcochos y licores, y lo hicimos el día
29; y al querer saber por el propio General cómo se iban a disponer los pertrechos
desembarcados, pensando, en ese momento, que estaban destinados a uso
inmediato, el General expresó su sorpresa porque yo no supiera que los caballos de la
caballería, con sillas de montar, habían sido apropiados para transportar provisiones
con el ejército; en lo que me dirigí al contramaestre general, en relación con estos
caballos y sillas de montar. A la mañana siguiente se experimentó la mayor dificultad
para hacer que los caballos llevaran las sillas de montar, y mucho menos cualquier
carga adicional; por lo tanto, solo se pudo transportar una pequeña cantidad de
galletas, alrededor de 250 libras (113 kgs).
Se intentó llevar el alcohol en dos de los carros, que había traído conmigo, pero que
debieron dejarse en el suelo, debido a la podredumbre del suelo, y las mulas, en
consecuencia, no podían tirar de los carros. Al ver que todo intento de transportar
provisiones en cualquier cantidad era inútil, el coronel Bourke me pidió que me uniera
al comandante de las fuerzas, que había marchado desde Ensenada. El coronel Bourke
habiendo expresado su opinión de que el ejército se vería obligado a regresar y volver
a embarcar; y sobre mi deseo de destruir el único barril de espirituosas que quedaba
en el suelo, ya que los demás habían sido previamente tajados, me recomendó que lo
dejara en su estado de entonces, con la idea de que alguien volvería pronto.
P. ¿Qué fue de los caballos que no soportaban las sillas de montar?
R. Algunos huyeron; otros vinieron con las sillas de montar, pero sin provisiones.
P. ¿Qué pasó con las provisiones que los caballos no pudieron transportar?
R. Parte fue reembarcada después de la marcha del ejército.
P. ¿Por qué motivo le pareció probable que cualquiera volvería?
R. Como consecuencia de no poder hacerse con víveres, gran parte de los víveres que
se intentaba transportar, siendo destruidos por los caballos que pataleaban y se
hundían en la tierra.
Aplazado hasta mañana.
Décimo sexto (16) día
Martes 16 de febrero
Habiéndose reunido la Corte a la hora habitual, se volvió a llamar al comisario general
Joseph Bullock y se le leyó el testimonio que había dado ayer. A continuación, el Fiscal
continuó su interrogatorio.
P. ¿Se desembarcaron en Ensenada provisiones para tres días en total?
- 131 -
R. Sí.
P. Usted afirmó que por una requisa en la ciudad de Montevideo se obtuvieron
algunos carros para llevar provisiones. ¿No podrían haberse adquirido medios del
mismo tipo en mayor medida, si se hubiera considerado conveniente?
R. No creo que se pudiera.
P. ¿Tenía alguna instrucción sobre la contratación de gauchos para acompañar al
ejército?
R. El comisario general adjunto, que estaba a cargo del departamento en Montevideo
antes de mi llegada, tenía los arreglos para hacer el servicio del departamento que iba
a la expedición; y tenía instrucciones para conseguir algunos de estos hombres lazos
(gauchos), pero no pudo conseguir o inducir a más de cuatro o cinco hombres, o eso
recuerdo, a que procedieran con el ejército.
P. ¿No tenía hombres para hacerse cargo de los caballos que fueron asignados a su
departamento, en el desembarco en Ensenada?
R. Como eran los caballos de los dragones, estos se les unieron para ayudar a traer los
caballos con los suministros.
P. Tuvo alguna comunicación u orden del teniente general Whitelocke, luego de su
arribo a las alturas y durante la marcha de allí a Buenos Aires, en materia de víveres y
forrajes para el ejército, hasta la noche del 4 de julio, y si lo hizo, indique cuál fue.
R. No me uní al teniente general Whitelocke en las alturas hasta el 30 de junio, cuando
el ejército se preparaba para marchar hacia adelante; y no recibí ninguna orden de él
en relación con los suministros de la marcha, excepto la entrega inmediata de una
pequeña cantidad de galleta que se llevó a través del pantano; pero no habiendo
tiempo para su entrega, como consecuencia del brusco movimiento de las tropas, se
ordenó que la mayor parte de esa galleta se llevara después del ejército. Las tropas
recibieron carne suficiente para los dos días previos a la marcha.
P. ¿Cuáles fueron las órdenes que recibió durante toda la marcha?
R. Durante toda la marcha del 4, en Quilmes, o Reducción, el general Whitelocke me
dio motivos para tener la esperanza de que el ejército recibiría suministros de la
marina; pero no recibí órdenes particularmente en esta ocasión. Cuando el ejército
llegó cerca de Buenos Aires el 3 de julio, recibió regularmente provisiones de galletas
en la medida en que los regimientos decidieran enviar ese artículo al cuartel general,
donde se encontraban o se horneaban las galletas. Esto fue solo a la parte principal del
ejército, las columnas al mando del general de división Gower avanzaron a lo largo de
la marcha sin que se me comunicara que debía avanzar. La columna bajo el mando del
coronel Mahon recibió en Reducción un suministro de pan y licores para cuatro o cinco
días, y las tropas en general recibieron carne fresca en diferentes lugares, pero no
siempre en toda la extensión de lo que deberían haber tenido allí. Ha sido una
suficiencia de ganado adquirido. La columna al mando del general Gower también
comenzó a recibir pan cerca de Buenos Aires el 2 de julio.
P. Mi pregunta fue, ¿qué pedidos recibió de General Whitelocke hasta el 4 de julio?
¿Solo ha dado cuenta de los suministros?
- 132 -
R. No tenía órdenes reales.
P. Indique qué suministros recibió el ejército, ha indicado algunos suministros que
recibió el ejército, indique qué suministros tenían hasta el 4 de julio.
R. Está incluido en la declaración que he dado.
P. ¿A la vuelta?
R. Sí.
Fiscal — Quizá sea mejor leer, una orden que me ha entregado el general Whitelocke;
como todo el caso debe ser examinado a fondo, creo que es correcto leerlo. Se dio en
el cuartel general y se ejecuta así.
"El comisario general se encargará de que uno de su departamento sea enviado
adelante con cada cuerpo del ejército, y fijará sus cuarteles lo más cerca posible
del oficial al mando, y se encargará de que se utilicen todos los esfuerzos
posibles para obtener los suministros necesarios para las tropas”.
La fecha es del 30 de junio.
P. ¿De dónde se compró esa galleta? Dice que después de un tiempo encontraron
suficiente galleta el 30 de junio.
R. El jefe de la misma se encontró en dos casas sobre las tropas que llegaban al
Miserere. Hubo panaderías y se contrató a los panaderos para hornear todo lo que
pudieran obtener.
P. ¿Se devolvieron las provisiones en poder de la comisaría al cierre del 4 de julio?
R. No específicamente.
P. Entonces, indique al Tribunal qué disposiciones estaban en su poder, como
comisario general, al cierre del 4 de julio.
R. Habiendo recibido las tropas en gran parte sus provisiones diariamente después del
4 de julio, durante varios días de las mismas provisiones, debo entender que la
cantidad de galleta que quedó la noche del 4 podría haber sido suficiente para el
abastecimiento de todo el ejército durante cuatro o cinco días. También se recibieron
suministros de carne y quedó ganado en la misma proporción que la galleta.
P. ¿Quiere decir entonces que hubo provisiones para el ejército en la noche del 4,
tanto pan como ganado suficiente para cuatro o cinco días?
R. Sí, pero no puedo hablar positivamente.
P. Usted ha dicho que después de la llegada de las tropas a Miserere, hubo un
suministro regular de víveres, tanto de pan como de ganado; ¿Fue eso consecuencia
de algún arreglo previo, o únicamente de capturas?
R. Únicamente de capturas.
P. ¿Tenía algún medio de suministrar provisiones al ejército después de su llegada a
miserere, si no se hubieran encontrado allí?
R. No tenía ninguno.
- 133 -
Contrainterrogado por el general Whitelocke.
P. ¿No fue la cantidad que ha indicado en el desembarco de Ensenada, de la que ha
entregado en una devolución, sin contar las provisiones de tres días que llevaban los
hombres desde los transportes?
R. Entendí que era exclusivo de ellos.
P. Su declaración indica que quedaron 170 libras (77 kgs) de galleta en el suelo en
Ensenada; ¿No fue esa la galleta destruida por las patadas de los caballos, y no fue
parte de ella la que se perdió en el pantano?
R. Se volvió a embarcar una pequeña cantidad y el resto se perdió en el camino
señalado en el pantano.
P. ¿Usted y el coronel Bourke hicieron todo lo posible para llevar el pan y las bebidas
espirituosas desde Ensenada?
R. Indudablemente se hicieron todos los esfuerzos posibles.
P. ¿No se consiguió una cantidad suficiente de ovejas antes del amanecer de la
mañana del día 30 para abastecer a todo el ejército con carne para dos días?
R. Tengo mis dudas de si la cantidad de ovejas abastecería a todo el ejército en esa
medida. La brigada del general Lumley y la brigada del general Craufurd habían
marchado desde antes de mi llegada.
El teniente general Whitelocke interrumpió al testigo y observó.
"Nunca hubo ninguna dificultad para obtener provisiones, reservaré esa parte para mi
defensa".
P. ¿No es posible que algunos marineros le hayan ayudado a transportar provisiones a
través del pantano?
R. No habrían sido de utilidad en la empresa.
P. ¿A qué hora del día 2 de julio se hizo la entrega de galletas al cuerpo avanzado del
general de división Gower?
R. No puedo decirlo, no habiendo estado presente yo mismo.
P. ¿Qué medios tenía entonces, para saber que se les hizo la entrega?
R. Por la persona que entregó los suministros habiéndome entregado diferentes
memorandos de su conocimiento de la entrega.
P. ¿Asistió alguna persona del departamento del comisario general para recibir
órdenes en el cuartel general, o cómo se le transmitieron las órdenes del general?
R. Siempre esperaba al general en persona para recibir las órdenes que pudiera tener
que dar en relación con los suministros.
El testigo se retiró.
El teniente coronel Bradford fue llamado, juramentado y examinado por el fiscal.
P. Señor, ¿fue ayudante general adjunto en la expedición contra Buenos Aires?
- 134 -
R. Lo fui.
P. ¿Expresaría la fuerza efectiva del ejército cuando se embarcó, o quizás sería mejor
indicar la fuerza efectiva del ejército en el desembarco en Ensenada?
R. 7822, excluyendo de este numero 200 marineros.
P. ¿Y la fuerza efectiva de los diferentes cuerpos en los que se dividió el ejército las
mañanas del 2 de julio?
R. El cuerpo principal del ejército inmediatamente bajo el mando del general
Whitelocke, que avanzó hacia la Reducción el 2 de julio, constaba de 3847 soldados. El
cuerpo que avanzó bajo el mando del mayor general Gower el 2 de julio, ascendía a
unos 2150 hombres. Era imposible obtener una devolución correcta en ese momento;
No tenía ningún retorno del general Gower, pero ese era el número que tenía al
mando. La fuerza que quedaba en Reducción bajo el mando del coronel Mahon,
consistía en aproximadamente 1844 soldados.
P. ¿Expresaría la fuerza efectiva del ejército ante Buenos Aires en la noche del 4 de
julio, y la fuerza real bajo el coronel Mahon?
R. Consistía en aproximadamente 6128 efectivos. Bajo el coronel Mahon 1844
incluyendo 200 marineros.
P. ¿Cuál fue la fuerza que quedó en Montevideo al embarcarse el ejército en la
expedición contra Buenos Aires?
R. 1.354.
P. ¿Eso incluye a los marines?
R. Excluyendo a los marinos.
P. ¿Puede decirnos cuál fue el número de marines?
R. Le doy mi palabra que no puedo recordarlo. Algunos que conozco desembarcaron
en Montevideo.
P. ¿Se emitieron órdenes para informar a los oficiales generales y a los oficiales que
comandaban divisiones el 5 de julio de la estación del comandante de las fuerzas
durante el ataque de ese día?
R. No que yo sepa.
P. ¿Se emitieron órdenes para designar los lugares de retirada, en caso de que fuera
necesario, en el ataque a la ciudad el 5 de julio?
R. No hubo órdenes emitidas a través de mí.
P. ¿Cuál fue el monto de las bajas devueltas del desembarco del ejército en Ensenada,
excluidas las ocurridas en el ataque del General de División Gower el día 2?
R. Las devoluciones que recibí incluyen las devoluciones de muertos y heridos ese día,
y en el enfrentamiento de los puestos adelantados al día siguiente; pero no tengo un
retorno claro de las bajas que ocurrieron en ese momento. No teníamos ningún
enfermo que yo sepa. Tengo un retorno general, y eso asciende a 50 soldados; los
oficiales no están incluidos en ese número, sino simplemente la tropa; esto es hasta el
- 135 -
4.
se incluyen en las bajas.
Hay tres desaparecidos, que
P. ¿Estuvo con el cuerpo principal del ejército durante la marcha de Reducción a
Buenos Aires?
R. Lo estaba.
P. Pero aún no ha declarado las bajas de los oficiales.
R. Un capitán, cinco subalternos y cinco sargentos.
P. ¿Sabe qué razones hubo para la detención del cuerpo principal bajo el mando
inmediato del teniente general Whitelocke alrededor de las dos de la tarde del 2 de
julio?
R. No lo sé.
P. ¿Le pareció que las tropas estaban tan exhaustas por la fatiga como para hacer
inevitable la interrupción por ese motivo?
R. No.
El teniente general Whitelocke no hizo preguntas al testigo.
El teniente coronel Davie fue llamado, juramentado y examinado por el fiscal.
P. ¿Era usted oficial al mando del 5° regimiento el 2 de julio?
R. Sí.
P. ¿Ese regimiento formó parte del cuerpo principal al mando del teniente general
Whitelocke, en la marcha de Reducción a Buenos Aires?
R. Sí.
P. ¿Su regimiento estaba tan exhausto por la fatiga el 2 de julio, que hizo necesario un
alto en el momento en que se ordenó al cuerpo principal que se detuviera ese día?
R. Sí. Era tan tarde antes de que ocupáramos el terreno; Salimos del pueblo de
Reducción muy tarde por la mañana.
P. ¿Creo que se detuvo entre las dos y las tres del día?
R. Sí, lo hicimos, en el paso del río.
P. ¿Qué hora fue cuando el ejército tomó su posición esa noche?
R. Puede que sean las tres o las cuatro de la noche.
P. La pregunta que hice fue, ¿estaban tan agotados por la fatiga que no podían
continuar?
R. Sí, podrían haber avanzado más. No pensé que fuera tanto por la fatiga como; la
tardanza del día.
P. ¿Es posible que hayan avanzado más?
R. Creo que podrían.
- 136 -
Examinado por el Tribunal.
P. ¿Se mostró algún descontento entre el regimiento bajo su mando ese día?
R. Ninguno.
P. ¿A qué hora partió el cuerpo principal desde Reducción esa mañana?
R. Aproximadamente a las once.
P. ¿El regimiento bajo su mando había comido algo antes de marchar?
R. Supongo que lo habían hecho; se les dieron instrucciones y se les suministró carne
la noche anterior.
P. Esa no es una respuesta a la pregunta.
R. Tenían algo de comida; les sirvieron carne la noche anterior.
P. ¿Sabía si su regimiento cocinó su carne la mañana del día 2?
R. No teníamos medios para cocinar con regularidad, cocinamos lo mejor que
podíamos.
El testigo se retiró.
El teniente coronel Nugent fue llamado, juramentado y examinado por el fiscal.
P. ¿Comandó el 38° regimiento el 2 de julio pasado?
R. Sí.
P. ¿Ese regimiento formó parte del cuerpo principal del ejército bajo el mando del
general Whitelocke ese día?
R. Sí.
P. ¿Estaba su regimiento tan exhausto por la fatiga que hizo necesario un alto cuando
se ordenó que la división del ejército bajo el mando del general Whitelocke se
detuviera ese día?
R. No, ciertamente no.
Interrogado por el teniente general Whitelocke.
P. ¿Envió, por orden mía, o fue con un grupo de búsqueda de comida antes del
amanecer de la mañana del 30 de junio, y cuántas ovejas trajo para el uso del ejército?
R. Salí con una partida y traje un gran rebaño de ovejas, creo que más de lo que había
visto antes juntos. No sé cuántos, pero creo que eran unas 4000 cabezas. Era una
manada más grande que la que había visto antes.
—El testigo se retiró.
El mayor Nicholls fue llamado, juramentado y fue examinado por el fiscal.
P. ¿Era usted mayor del 45° regimiento el 2 de julio pasado?
R. Lo fui.
- 137 -
P. ¿Ese regimiento formó parte del cuerpo principal del ejército bajo el mando
inmediato del teniente general Whitelocke ese día?
R. Si.
P. ¿Estaba tan exhausto ese regimiento por la fatiga que hizo necesario un alto en el
momento en que se ordenó que esa división del ejército se detuviera ese día?
R. No, de ninguna manera. 100 hombres del 45° regimiento se quedaron atrás en la
reducción esa mañana, entre ellos estaban los hombres más débiles, de modo que
estábamos en situación de haber hecho una marcha muy larga.
P. ¿Puede hablar con precisión de la hora en que se produjo la interrupción? si puede,
dígalo.
R. Creo que entre las tres y las tres y media cuando se detuvieron para pasar la noche.
Examinado por el Tribunal.
P. ¿Se mostraron signos de descontento del 45° durante ese día?
R. No, ni en ninguna otra ocasión durante el servicio.
Fiscal - Las preguntas que he hecho a los comandantes de los regimientos que
componían el cuerpo principal bajo el teniente general Whitelocke, también debería
haberlas hecho a los oficiales del 87° regimiento, que también formaba parte de él;
pero tengo entendido que no están aquí y, por tanto, no podemos tener la
oportunidad de hacerles las mismas preguntas.
El teniente coronel Nugent fue llamado, juramentado y examinado por el Tribunal.
P. ¿El regimiento bajo su mando mostró algún síntoma de descontento el 2 de julio?
R. No, todo lo contrario.
El general de división J. Leveson Gower fue llamado nuevamente y examinado por el
fiscal.
El fiscal - Habiendo escuchado ya los cargos primero y segundo, tenga la bondad de
atender al tercero y cuarto.
Los cargos tercero y cuarto fueron leídos al general de división Gower.
P. El general de división Gower continuará su narrativa del período en que se
interrumpió; es decir, desde el cierre del 4 de julio hasta la firma del tratado.
R. Me reuní con el teniente general Whitelocke, según su orden, poco después de las
seis de la mañana del día 5, en el Corral de Miserere. A la hora señalada, le oí ordenar
al capitán Fraser que comenzara el cañoneo; Permanecí sin que me dieran ninguna
orden en particular hasta que estuvo casi oscuro. Durante ese período, escuché al
teniente general Whitelocke dar órdenes a sus propio estado mayor en relación con
algunas de las divisiones de las tropas; pero no habiendo sido especialmente dirigidas
a mí estas órdenes, no puedo decir exactamente cuáles fueron. Hacia el mediodía, le
oí indicar al capitán Whittingham que se dirigiera a la izquierda y se comunicara con
algunas de las divisiones del ejército.
- 138 -
Después de un lapso de tiempo, el capitán Whittingham regresó, y lo escuché decir,
como parte del informe, que sir Samuel Auchmuty deseaba que se le enviara un
destacamento de artillería. Recibí las instrucciones del general Whitelocke para
proporcionar a ese grupo cuando estuvieran listos, algunos de los cañones que habían
sido capturadas en la acción del 2, y los artilleros sólo tenían sus espadas. Luego
marcharon bajo el mando del sargento Hamilton del 17° regimiento de dragones, que
había acompañado al capitán Whittingham a la plaza de toros, por la noche el teniente
general Whitelocke ordenó que todos los oficiales de estado mayor reunidos en el
lugar donde yo estaba, debían ir con él a sus aposentos, así lo hicimos; y
permanecimos allí hasta el amanecer de la mañana siguiente. Algún tiempo después,
escuché al general Whitelocke ordenar al capitán Whittingham que se dirigiera a la
derecha y tratara de abrir una comunicación tanto con las columnas de ataque de la
derecha como con las tropas que habían quedado sobre el riachuelo. El teniente
general Whitelocke y los oficiales que estaban con él, poco después subieron al Corral
de miserere.
En algún momento de la
mañana, llegó el sargento Hamilton del 17° regimiento con una carta que le vi entregar
al general Whitelocke, se la dio al capitán Squire y le ordenó que la leyera, y en
segundo lugar a mí con la misma orden. Estaba en español y, que yo recuerde, firmado
por el general Liniers, no domino perfectamente el idioma español, pero creo que lo
entiendo lo suficiente como para poder afirmar que contenía en general una
descripción del efecto producido por el ataque del día anterior, y al mismo se agregó
una propuesta para el cese de hostilidades, y para el inicio de un tratado, en el que
proponía entregar todos los prisioneros de guerra en su poder, si las tropas británicas
evacuaban el río de la Plata.
Debo decir que esto es puramente de recuerdo, ya que solo vi la carta una vez en ese
período, y creo que contenía más. Poco después, el general Whitelocke me informó
que tenía la intención de considerar esa carta, diciendo que se comunicaría con el
almirante sobre el tema, y se complació en preguntarme si pensaba que esa era una
respuesta adecuada. Respondí que no, porque me pareció que era un reconocimiento
tácito, que él mismo estaba dispuesto a firmar el tratado si el Almirante lo estaba.
Supuse que no tomaría tal medida hasta que hubiera investigado personalmente los
hechos y, mediante su propia observación, hubiera comprobado plenamente qué
otros medios de ataque quedaban en su poder.
Luego dijo, que al menos sería deseable ganar un poco de tiempo, le respondí, que se
podría obtener mediante una propuesta de cese de hostilidades por una hora o dos,
para recoger a los heridos que fueron dispersados, o para cualquier otro causa de esa
descripción que no podría afectar materialmente las operaciones generales. Me indicó
que hiciera un bosquejo de una carta a tal efecto, lo cual hice de inmediato y se la
entregué. Dijo que, de hecho, las declaraciones no fueron proporcionadas cuando lo
leyó, y lo rechazó por completo, luego ordenó al teniente coronel Bourke, el jefe del
estado mayor, que escribiera una respuesta, cuando eso estuvo hecho, él también lo
desaprobó y volvió a pedir el original, que le entregué, y ordenó al teniente coronel
Torrens que hiciera alguna alteración.
Fue copiado por él, y creo que enviado a la ciudad por el capitán Browne, ayudante de
campo del general Whitelocke. El teniente general Whitelocke ordenó entonces al
coronel Bourke que permaneciera al mando de las tropas que se encontraban en las
inmediaciones del Corral, con algunas órdenes también para las del coronel Mahon,
siempre que llegaran, y se dirigió inmediatamente con todos los demás oficiales a la
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Plaza de Toros. Cuando llegué a la Plaza de Toros, me ordenó que fuera a inspeccionar
la artillería general que había sido capturada, y que me fijara en los lugares que creía
más deseables para las baterías, para su consideración futura. Estuve bastante tiempo
ocupado en ese deber, y volví con él, diciéndole que concebía el mejor lugar para una
batería de cañones, si no superaba las seis piezas, era el edificio circular que había sido
ocupado para las corridas de toros.
La batería de morteros se iba a colocar con su ángulo izquierdo cubierto por el mismo
edificio, me preguntó, si yo pensaba que había muchas probabilidades de éxito en un
segundo ataque. Dije que sólo había dos medios, y no pensé que ninguno de los dos
tuviera éxito, el de asalto se había intentado con sólo un éxito parcial; el segundo por
bombardeo, incluso si los medios a nuestro alcance en toda su extensión, producirían,
en mi opinión; muy poco efecto sobre una ciudad de un tamaño tan inmenso como
Buenos Aires, cuyos edificios eran efectivamente incombustibles. Que había
desembarcado un solo cañón británico de veinticuatro libras y que una gran
proporción de los cañones capturados tenían pinchos (se clava un clavo en el lugar de
la mecha para inutilizarlo) o no eran aptos para el servicio. De los pocos que estaban
en forma, el número de cualquier calibre considerable era muy pequeño; que
habiendo visto el efecto insignificante que producían los cañones de veinticuatro libras
sobre las casas de Montevideo, estaba convencido de que cañones de menor calibre
producirían poco o nada contra casas construidas con material similar, y de manera
similar a las de Montevideo. Por otra parte, lo expresé como mi opinión, a partir de la
estimación aproximada que había podido formar de la pérdida, que el número de
tropas que quedaban, incluso si el general español estuviera dispuesto a entregar
Buenos Aires sin más lucha, de ninguna manera teníamos un número adecuado, o casi,
para controlar tal masa de habitantes armados, y para los puntos que fueran
absolutamente necesarios para el apoyo del ejército británico. Poco después, el
teniente general Whitelocke me informó que había resuelto enviarme a la ciudad para
reunirme con el general Liniers, para comunicarme con él sobre el tema de su carta.
Asistí al teniente general Whitelocke algún tiempo después para recibir sus órdenes, y
él me dio una variedad de órdenes verbales relativas a los puntos que debía discutir
con el general Liniers.
Solicité una orden detallada por escrito sobre el tema, pero no me la dio. Creo que
eran las tres cuando entré con bandera de tregua al pueblo.
P. El general de división Gower declarará lo más fielmente posible las órdenes que
recibió.
R. Creo que en la actualidad aparecerán de manera muy distinta.
Allí conocí al general Liniers y a algunos de sus principales oficiales. Pregunté al
teniente general Whitelocke cuando me entregó las órdenes, si debía acatar
absolutamente los puntos que él había mencionado, o si, sin perderlos de vista, podría
proponer otras tres o cuatro condiciones, que si el enemigo aumentaba en sus
demandas, podría, sin alejarme de sus órdenes originales, tener algo que conceder por
cualquier concesión que pudieran hacer de su parte. Los términos que había
propuesto, y de los que dijo que no retrocedería en un grado considerable, y a los
cuales; Debo prestar especial atención, si la posesión de la ciudad de Montevideo en
soberanía durante el período de cuatro meses, y que un distrito comprendido dentro
de una línea trazada desde San Carlos por el oeste hasta Pando por el este, debe
considerarse como tierra neutral; que los españoles entregaran a todos los prisioneros
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de guerra en su posesión; que no se debe intentar impedir la introducción de
suministros a Montevideo durante ese período de cuatro meses; que las tropas
británicas debían embarcarse en cualquier punto que eligieran dentro de diez días,
con todos sus cañones y provisiones, y los que hubieran tomado del enemigo para
poder llevarlos consigo; que durante el mencionado período de cuatro meses, el
comercio de los comerciantes británicos en el Río de la Plata iba a ser perfectamente
libre en todos sus rincones. La proposición adicional que tenía la intención de hacer y
que presenté al teniente general Whitelocke, y que él aprobó, fue la toma en
soberanía de una parte considerable de la margen izquierda del Río de la Plata, y ese
país y el Río de la Plata deberían ser considerado neutral durante el resto de la guerra.
Conversé con el general Liniers sobre cada uno de estos temas por separado, y en uno
o dos más que propuso, pero de los que se apartó. Descubriendo que no había
ninguna probabilidad de que estuviera de acuerdo con la proposición adicional, me
retiré después de algún tiempo también de eso, y continué por completo en esos
puntos, en relación con los cuales había recibido sus instrucciones especiales. A última
hora de la tarde volví a la Plaza de Toros, habiendo tomado notas sobre cada uno de
los temas en discusión y sobre dos temas adicionales que había propuesto el general
Liniers, y que, como no tenía que militar contra nada en las órdenes anteriores, me
incliné a someterme al teniente general Whitelocke.
Para que pudiera entenderlos claramente, de las notas que tenía, extraje un papel en
forma de artículos que entregué al teniente general Whitelocke. Al día siguiente, entre
las once y las doce, cuando el almirante Murray había llegado a tierra. El teniente
general Whitelocke me informó que su intención era aceptar un tratado basado en las
proposiciones preliminares que le había entregado la noche anterior. Al día siguiente,
el teniente general Whitelocke me ordenó preparar un tratado que luego me entregó,
con las proposiciones que yo había repetido originalmente, así lo hice, y contesté que
en esencia era lo mismo. Creo que a la mañana siguiente, día 9, el general Liniers
comenzó a entregar las porciones de prisioneros que pudieron moverse, y que estaban
en Buenos Aires. Al mismo tiempo recibí las órdenes del general Whitelocke de
comunicarme y cooperar con el capitán Bayntun de la armada, en el re-embarque de
las tropas desde la Plaza de Toros. En ese servicio continué empleando hasta la noche
del 12, cuando se completó.
P. Quizás sería mejor si el general Gower declarara, dentro de su conocimiento, qué
órdenes se dieron para la evacuación de Montevideo.
R. Puedo afirmar que estuve con la última división de tropas que se embarcó desde
Montevideo a las órdenes del general Whitelocke.
P. ¿Estuvo con el General Whitelocke durante todo el día del 5?
R. Con la excepción de un período de aproximadamente media hora, durante el cual el
teniente general Whitelocke estuvo ausente, después de haber ordenado a los
oficiales de estado mayor, en mi presencia, que permanecieran donde estaban.
P. ¿En qué período del día fue eso?
R. No tengo una nota específica sobre el tema. Pasaba del mediodía. Recuerdo el
hecho, pero no tengo una nota específica.
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P. ¿Permaneció con el general Whitelocke durante todo el día, como consecuencia de
las órdenes que recibió de él ese día, o como consecuencia de órdenes anteriores?
R. Como consecuencia de la orden que había recibido la noche anterior de
encontrarme con él esa mañana y recibir sus órdenes; en consecuencia, permanecí
donde estaba hasta que recibí tales órdenes.
P. ¿Tuvo alguna comunicación con el teniente general Whitelocke en el transcurso del
día 5, sobre el tema de él y el suyo?
R. Tuve.
P. Indique por favor.
R. Poco después de llegar, dijo que pensaba que era un buen lugar para quedarse
hasta que recogiera sus informes, y me preguntó si lo creía. Dije que desde su
situación central me parecía en primera instancia tan bueno como cualquier otro.
P. ¿Tuvo alguna otra conversación en el transcurso de ese día sobre el mismo tema?
R. Ninguno que yo recuerde. Tuve muy poca comunicación con el teniente general
Whitelocke el 5 de julio.
P. Describa el lugar en el que permaneció desde el amanecer hasta el anochecer, y su
distancia desde la entrada de la ciudad, y su distancia calculada desde los varios
puntos de ataque.
R. Estaba casi en el lugar desde donde se movió la brigada ligera, cerca de la entrada
de las dos calles principales de la ciudad de Buenos Aires. Su distancia exacta desde los
puntos de ataque, sólo puedo mostrar una referencia en el mapa, nunca la medí.
P. Indique los nombres de los oficiales que permanecieron con el teniente general
Whitelocke durante el 5 de julio.
R. Capitanes Brown, Forster, Whittingham y el ayudantes de campo del general
Whitelocke Douglas; El secretario militar teniente coronel Torrens; El general adjunto
del cuartel general teniente coronel Bourke; El ayudante general adjunto teniente
coronel Bradford; El ayudante general adjunto capitán Blake, capitán Fraser al mando
de la artillería; El capitán Squire al mando de los ingenieros, el teniente Costley
adjunto a mí como mayor de brigada y yo mismo. No recuerdo más.
P. Indique el número y la descripción de las tropas que quedaron como reserva
después del comienzo del ataque.
R. Después del comienzo del ataque, consideré a toda la caballería desmontada y una
compañía del 88° regimiento como reserva.
P. ¿Cuál fue el número y la descripción?
R. No sé el número; No tengo retorno.
P. En la situación en la que usted permaneció, ¿tenía el Teniente General Whitelocke
una habilidad para comunicarse con las diferentes divisiones del ejército involucradas
en el ataque?
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R. En cuanto a la distancia, debo suponer, a partir de su situación central, que estaba
mejor calculado para ese propósito. En cuanto a las instalaciones, todos los lugares
eran iguales, desde la inmensa cantidad de hombres montados y armados que estaban
cerca de las tropas en todas las situaciones de ese país.
Suspendido.
Décimo séptimo (17) Día
Jueves 18 de febrero
Habiéndose reunido el Tribunal conforme al aplazamiento, los extraños fueron
excluidos hasta las diez y media, cuando se abrieron las puertas, y el Teniente General
Whitelocke con sus asistentes, y los oficiales del Tribunal, habiendo ocupado sus
respectivos puestos, entonces el presidente del juzgado, Sir William Meadows, se
dirigió a la Corte de la siguiente manera.
Como consecuencia de la indisposición de uno de nuestros miembros más distinguidos
(el general Lord Lake) y con la esperanza de su pronta recuperación, la Corte se
levanta hasta el próximo lunes a las diez en punto.
Suspendido.
Décimo octavo (18) Día
Lunes 22 de febrero
Habiéndose reunido el Tribunal en virtud de un aplazamiento, como consecuencia de
la muerte del General Lord Lake, se modificó la disposición en la que los miembros se
habían sentado antes.
Joseph Bullock, Esquire (escudero) y comisario general, asistió a su propio deseo,
para explicar y corregir algunas partes de su evidencia anterior. Dijo que habiendo
manifestado antes que sólo había pan y carne, quiso explicar a la Corte que también
había harina y grano, además de una determinada cantidad de pan, suficiente para el
abastecimiento de todo el ejército para cuatro o cinco días, existiendo molinos y
hornos capaces de molerlo y hornearlo para el consumo diario. En otra parte de su
testimonio respecto a las órdenes que había recibido del General sobre la marcha,
quiso decir, las órdenes previas a la marcha, cuando el ejército se detuvo en sus
diferentes lugares de detención; el general le dio órdenes de recolectar ganado y se
condujo una cantidad en consecuencia.
Entonces se llamó al general de división Gower y, una vez que se leyó su testimonio
del día anterior, se le examinó más a fondo.
P. ¿El lugar en el que tomó su puesto el general Whitelocke en la mañana del 5 de julio
fue el terreno ocupado la noche anterior por la brigada ligera? ¿O fue en una línea por
donde pasó esa brigada, antes de iniciar el ataque?
R. Fue inmediatamente en la parte trasera de las casas en las que la brigada ligera
estaba acantonada la noche anterior, y en el terreno abierto más cercano, que estaba
un poco elevado sobre esas casas.
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P. ¿Escuchó todo el informe del capitán Whittingham cuando entregó la solicitud de
Sir Samuel Auchmuty de un refuerzo de artillería?
R. No estoy seguro de si lo hice o actué. A esta distancia de tiempo, y sin haberlo
anotado, no puedo expresarlo en su totalidad.
P. ¿A qué hora recibió el informe el general Whitelocke?
R. Creo que alrededor de las dos.
P. ¿Escuchó lo suficiente del informe como para permitirle afirmar si la solicitud de Sir
Samuel Auchmuty se limitaba a obtener un refuerzo de artilleros o si se extendía a
otros puntos?
R. No lo hice. He dicho todo lo que sé positivamente sobre ese tema.
P. ¿Detallaba el informe las operaciones en las que había estado involucrado Sir
Samuel Auchmuty, e indicaba la situación en la que se encontraba su cuerpo en el
momento en que el capitán Whittingham lo dejó?
R. Creo que no dio ningún detalle, pero describió el estado existente de ese cuerpo en
ese momento.
P. ¿Es lo que ha dicho todo lo que puede recordar del informe del capitán
Whittingham sobre este tema?
R. Si, lo es.
P. ¿El capitán Whittingham especificó el propósito para el que necesitaba este
refuerzo?
R. No sé si lo hizo o no.
P. ¿Con qué escolta procedió el Capitán Whittingham a la Plaza de Toros, y cuáles
fueron las dificultades que experimentó para ir o regresar de allí?
R. Tenía algunos dragones. El número no lo sé; no habiendo estado con él, no puedo
decir qué ocurrió en el cumplimiento de este deber.
P. ¿Tenía el general Whitelocke algo, y qué información de las diferentes columnas del
ejército, antes de que dejara el Corral y regresara a sus cuarteles la noche del día 5?
R. Le escuché dar órdenes relativas a la caballería desmontada que estaba en el frente,
que llevaba su ayudante de campo, por lo tanto supongo que tenía comunicación con
ellos. Excepto ese y el descrito por el Capitán Whittingham, no conozco otro en ese
período.
P. Explique qué regimientos quiere decir cuando habla de la caballería desmontada.
¿Formaban parte de la reserva o de las columnas originales que participaron en el
ataque?
R. Desmontaron cuatro tropas de los carabineros y una parte de los 9 dragones ligeros,
estos fueron los que dije antes al considerarlos parte de la reserva.
P. ¿Debe entender la Corte entonces que el General Whitelocke no había recibido
información respecto a ninguna de estas columnas de su ejército, involucradas en el
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ataque, antes de dejar el Corral y regresar a sus cuarteles la noche del 5, con la
excepción de Sir Samuel Auchmuty y el Capitán Whittingham?
R. No conocía más que lo que he dicho.
P. ¿La caballería desmontada se había enfrentado el día 5?
R. La proporción de ellos que ocuparon el terreno sobre el que relevaron los piquetes
de infantería, lo fueron más o menos durante todo el día.
P. ¿Recuerda el nombre del ayudante de campo que llevaba esta orden que acaba de
mencionar?
R. Capitán Foster.
P. ¿Hubo alguno, y qué intentos hizo el General Whitelocke para obtener información
de las diferentes columnas de su ejército comprometidos en el ataque? y ¿hubo
alguno, y qué intentos hizo para ponerse en comunicación con alguna de estas
columnas?
R. No conozco otro intento que el que he descrito. El general Whitelocke permaneció
casi inmóvil todo el día, excepto ese intervalo de media hora del que he hablado antes
y durante el cual no sé adónde fue.
P. ¿Hubo alguno, y qué intentos hechos por el General Whitelocke personalmente o
de otra manera, para cooperar y apoyar a las diferentes columnas de su ejército,
comprometidos con el enemigo el día 5?
R. Ya he dicho todo lo que sé sobre ese tema.
Fiscal – Solicito al Tribunal a que solicite al General Gower que dé una respuesta
directa a la última pregunta.
R. Solo puedo detallar lo que ya he dicho. No conozco otras órdenes que se hayan
dado sobre ese tema.
Fiscal - para que podamos entender claramente cómo se encuentran las pruebas con
respecto a la conducta del general Whitelocke ese día, me gustaría que la pregunta se
repitiera y se respondiera nuevamente. No estoy seguro de que nada de lo que ha
dicho el general Gower demuestre algún esfuerzo personal por parte del general
Whitelocke; El general Gower no ha dado una respuesta directa a eso. Simplemente le
pregunto qué vio o escuchó sobre el tema.
Luego se repitió la pregunta y se dio la misma respuesta.
P. ¿A qué hora dejó el general Whitelocke las columnas con el propósito de regresar a
sus cuarteles, la noche del día 5?
R. Debería pensar que entre las cinco y las seis en punto. Estuvo oscuro casi
inmediatamente después.
P. ¿Lo hizo o no ignorando lo que les había ocurrido a las diferentes divisiones del
ejército que se habían enfrentado con el enemigo durante ese día, con la excepción de
la que estaba bajo el mando de Sir Samuel Auchmuty?
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R. Creo que no conocía el resultado del ataque de las columnas de la derecha, que
incluyen la brigada del general Craufurd y el 5° regimiento. De todos los demás, tengo
motivos para pensar que recibió información de Sir Samuel Auchmuty.
P. ¿Exprese su razón para pensar que había recibido tal inteligencia?
R. Porque había escuchado el evento de las columnas de la izquierda del Capitán
Whittingham.
P. Indique dónde estaba el cuartel general esa noche, y tan minuciosamente como
pueda, la distancia desde la entrada del pueblo y la distancia calculada de los
diferentes puntos de ataque.
R. La distancia desde la casa que entonces se llamaba “la casa de White” a las primeras
casas en la ciudad, no puedo decir exactamente desde la calle cercana a ella, donde se
colocaron los cañones del enemigo, cuando la brigada ligera cargó el 2, estaba tan
cerca a las primeras casas del pueblo, que el disparo de racimo de los cañones alcanzó
blancos muy cerca de la casa de White. La distancia de los puntos de ataque, siendo
toda la profundidad de la ciudad, no la puedo afirmar.
P. Indique si el enemigo realizó algún ataque durante el día o la noche del día 5, sobre
las tropas estacionadas cerca de la persona del General Whitelocke, y las precauciones
tomadas para la seguridad del cuartel general durante la noche.
R. Pequeños grupos del enemigo se estaban forzando a salir de la ciudad durante todo
el día 5. Los guardias del 6° de dragones y el 9° de dragones ligeros estuvieron
seriamente en acción durante la mayor parte del día, y el cuerpo anterior perdió a su
primer y segundo oficiales superiores. La casa del Sr. White estaba ocupada como
hospital y como cuartel general, una compañía del 88° había estado allí todo el día
para proteger a los heridos, según mi mejor recuerdo. El scout de un subalterno que
quedó, podría haber sido movido hacia abajo para unirse a ellos, No sé si fue así o no.
Escuché al general Whitelocke ordenar que uno de los miembros del personal, un
subalterno presente, durante la noche, caminara constantemente sobre el techo plano
de la casa para avisarle de cualquier suceso extraordinario; No recuerdo ninguna otra
precaución particular.
P. ¿Estaba la reserva compuesta por 272 guardias del 6° regimiento de dragones
ligeros; 43 del 9° de dragones ligeros; 30 montados del 17° de dragones ligeros y 83
desmontados, adscritos al comisario general; una compañía de 60 del 88° regimiento;
con un destacamento de 180 dejado a cargo de las mochilas del regimiento?
R. Sí; eran cuerpos que yo consideraba pertenecientes a la brigada.
P. ¿El objetivo de aquellos grupos, que de vez en cuando se escapaban del pueblo, era
atacar la reserva cercana al general Whitelocke o escapar?
R. Hubo una gran distinción. Había una fuerza considerable en acción, y su caballería
estaba tratando de escapar.
P. ¿Las tropas pertenecientes a la reserva, que usted declara haber estado
comprometidas en la ciudad ese día, estaban comprometidas en resistir cualquier
ataque del enemigo sobre ellas, o como consecuencia de que estas tropas intentaron
abrirse paso en la ciudad?
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R. Ciertamente, en el primer caso, el enemigo atacó a las tropas que entonces estaban
paradas; finalmente oí que el general Whitelocke enviaba una orden a los carabineros
para que cargaran algunos cañones; Creo que la causa de esa orden fue un informe
que le hizo el capitán Foster, su propio ayudante de campo.
P. Indique el período en el que se llevó a cabo ese ataque, y qué fuerza y todas las
circunstancias relacionadas con él que usted sepa.
R. La hora, no recuerdo. Estaba a cierta distancia del general Whitelocke, cuando vi al
capitán Foster venir de los carabineros y le comunicó algo que no escuché, al general
Whitelocke, inmediatamente después, me ordenó que fuera y ordenara a los
carabineros que cargaran a los cañones. No conozco otras circunstancias relacionadas
con él. La fuerza del enemigo estaba tan oculta por edificios y recintos que no puedo
dar una opinión al respecto. Me pareció que estaba formado por todos los habitantes
varones de esa parte de la ciudad, junto con sus esclavos.
P. ¿Vio o escucho de algún otro ataque realizado por el enemigo, excepto lo que dijo
que paso durante el 5?
R. Eran pequeños grupos del enemigo que constantemente se abrían paso fuera de la
ciudad, lo que mantenía a los pequeños destacamentos de cuerpos casi
constantemente disparando más o menos. No conozco a ningún otro.
P. ¿El objeto de estas pequeñas partidas forzando su salida de la ciudad, parecía tener
el propósito de atacar la reserva, o de escapar?
R. Para escapar.
P. ¿Cómo estaba armada la caballería desmontada y qué formaba parte de la reserva?
R. La 6° guardia de dragones y el 9° de dragones ligeros tenían carabinas del modelo
antiguo. El 17° de dragones ligeros tenían algo del nuevo modelo, pero después de
que se embarcaron se cambiaron por armas de infantería, que creo, fueron en su
totalidad o en parte, armas españolas capturadas.
P. Indique qué sucedió esa noche en el cuartel general y qué resoluciones se
decidieron para el día siguiente.
R. Escuché al general Whitelocke expresarse particularmente ansioso por comunicarse
con la columna derecha de ataque y con la fuerza al mando del teniente coronel
Mahon; y que debería, lo más temprano posible por la mañana, emplear al capitán
Whittingham en ese servicio.
P. ¿Cómo se empleó al general Whitelocke durante ese período? ¿Comió, bebió o se
acostó? Está llamado a declarar todo lo que pasó.
R. Poco después del anochecer, todos los oficiales presentes cenaron. A primera hora,
no recuerdo qué, todos, excepto el oficial que fue colocado en el techo de la casa, se
acostaron en varias partes del piso para dormir. Se levantaban a la hora, durante la
noche, para ver si había alegría o cansancio a su lado. Creo que algún tiempo antes de
que amaneciera, todos estaban caminando, listos para recibir las órdenes del general.
P. Por el número total de oficiales, ¿incluye al propio general Whitelocke?
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R. Creo que puedo. Creo que se levantó una o dos veces por la noche; pero como pasó
en la oscuridad, no es fácil para mí y no es un asunto fácil de expresar correctamente.
P. ¿Cómo se dispuso de las tropas de la reserva durante la noche?
R. Que yo recuerde, todos, excepto los carabineros, permanecieron en la misma
posición que habían ocupado durante el día; los carabineros se adelantaron un poco a
lo que ocupaban por la mañana.
P. Indique la hora a la que el general Whitelocke abandonó el cuartel general en la
mañana del día 6.
R. Que yo recuerde, casi inmediatamente después del amanecer.
P. ¿A qué hora ordenó al Capitán Whittingham que intentara abrir una comunicación
con la columna derecha de ataque y con las tropas que dejaron al otro lado del
riachuelo?
R. Creo inmediatamente después del amanecer.
P. Con la excepción de los hombres de artillería enviados como consecuencia del
informe presentado por el capitán Whittingham a Sir Samuel Auchmuty, ¿fue este el
primer intento del general Whitelocke de comunicarse con las otras columnas del
ejército, que, en la mañana del 5 y por sus órdenes había penetrado en el pueblo para
atacar al enemigo?
R. Sí, lo fue.
P. ¿Fue este el primer intento desde el amanecer del día 5 de comunicarse con el
cuerpo al mando del coronel Mahon?
R. Ciertamente.
P. ¿Con qué fuerza, como su escolta, procedió el capitán Whittingham a realizar este
servicio?
R. Algunos dragones montados y una pequeña parte del regimiento 88°.
P. Indique la hora en que el sargento Hamilton, del 17° de dragones ligeros, trajo una
carta del comandante español al general Whitelocke, y por qué medio el sargento
llegó a poseer esa carta.
R. Entre las 11 y las 12 horas. Tenía entendido que la carta había sido enviada con una
bandera de tregua a la Plaza de los toros, y que desde allí fue enviada por Sir Samuel
Auchmuty.
Aquí se produjo y leyó una copia de la carta, como sigue.
Señor,
Con el mismo sentimiento de humanidad que os ha guiado profesamente, os
ruego que os deje decir que, por los sucesos de la última noche, conozco
plenamente vuestra fuerza. He tomado ochenta oficiales, mil hombres, y he
matado a muchos más. Para ahorrar, por tanto, cualquier otra efusión de
sangre, tengo que ofrecer a Vuestra Excelencia, que vuelva a embarcar con el
resto de su ejército, dejando Montevideo en nuestro poder, y devolveremos a
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todos los prisioneros ahora tomados y los que estaban antes detenidos. Si estas
propuestas no son aceptadas, no puedo responder por la seguridad de los
presos, tanto la gente está indignada contra los ingleses. Aprovecho para
mencionar que tres de mis Aid-de-camps han sido heridos, lo envío con un
oficial inglés.
(Firmado) Elio.
Buenos Aires, 5 en punto.
P. ¿Fue esta carta la primera información que recibió el general Whitelocke sobre las
consecuencias del ataque de las columnas el día anterior?
R. Dije que había un informe de Sir Samuel Auchmuty la noche anterior, que creo que
incluía todas las columnas del ala izquierda. Yo mismo no tenía conocimiento, hasta la
llegada de esa carta, de lo que le había sucedido al ala derecha, ni sé que el general
Whitelocke tuviera conocimiento alguno.
P. ¿A qué hora del día 6 fue enviada esta carta del general Whitelocke por su ayudante
de campo, el capitán Browne, proponiendo al general español un cese de
hostilidades?
R. Alrededor de las 12 en punto.
Aquí se introdujo y leyó la carta.
Señor,
Cuartel general, a las 12 horas.
Tengo que acusar recibo de su carta, y usted me hace justicia al creer mis
sentimientos en la causa de la humanidad. Por la magnitud de la acción y el
estado de los heridos, propondría una tregua de veinticuatro horas, las líneas
que permanezcan como están ahora. En cuanto a la rendición, como está ahora
el ejército, está fuera de toda duda, habiendo tomado tantos prisioneros. Debo
lamentar que su ayudante de campo haya sido herido; pero son bajas
inevitables; y tengo que comentarle a cambio, que mi ayudante de campo le
han disparado durante todo el camino.
(Firmado) Whitelocke.
P. Ha dicho que, tras el regreso del Capitán Browne, el General Whitelocke, dejando al
Teniente Coronel Bradford al mando de la columna, se dirigió con usted y los demás
oficiales a la Plaza de los toros, por lo tanto, no fue hasta que el General Whitelocke
había propuesto un cese de hostilidades que busco personalmente unirse a las
- 149 -
operaciones de las tropas bajo su mando, ¿quién había marchado al amanecer de la
mañana anterior para el ataque del enemigo en los bajos de Buenos Aires?
R. No hizo ningún intento personalmente hasta el período en que se envió la carta;
pero las hostilidades no cesaron en absoluto durante un tiempo considerable después.
P. ¿A qué hora llegó el General Whitelocke a la Plaza de los Toros? ¿Con qué escolta
fue? ¿Y se encontró con alguna dificultad en su camino hacia allí?
R. Aproximadamente, o un poco antes, a la una, creo que dos cañones de seis libras,
con su complemento de artillería, fueron enviados para cubrirlos, y una parte del 9°
regimiento de dragones desmontados. Hubo algunos disparos desde atrás de las casas
durante la marcha, pero no fue de consecuencia. No recuerdo ninguna otra dificultad.
P. Habiendo manifestado como argumento contra nuevas hostilidades, que en el caso
de que Buenos Aires se rindiera el día 8, las tropas restantes debían ser incapaces de
controlar tal masa de habitantes y de retener los puntos necesarios para ser ocupados,
indique si en su opinión, las consecuencias naturales e inmediatas de la rendición no
habrían sido el desarme de los habitantes y el establecimiento de una policía militar,
tan eficiente y vigorosa como para haber impedido la insurrección de un pueblo
desarmado; ¿Y si el trato liberal y amable prescrito en las instrucciones de su majestad
habría vinculado todas las órdenes de hombres al gobierno británico?
Teniente general Sir J. Moore: "No creo que esta sea una pregunta adecuada. Es una
cuestión de opinión y no puede afectar el juicio de la Corte de una forma u otra".
Fiscal - "Como el general Gower ya ha dado una opinión sobre este tema, y como en lo
sucesivo puedo tener la oportunidad de hacer comentarios sobre las opiniones de
varios de los testigos, pensé que sería deseable tener las razones del general Gower
para la opinión que ha dado, de la que en la actualidad estoy totalmente en
desacuerdo”.
Luego se repitió la pregunta.
R. Desde la inmensa extensión de Buenos Aires, creo que hubiera sido imposible evitar
el encubrimiento de la mayor parte de las armas que estaban en manos de los
habitantes. Creo que el efecto de una policía militar habría sido trinar, ya que estoy
seguro de que no se podría haber obtenido ninguna información realmente buena que
pudiera haber dado mucho efecto a las medidas de esa policía.
Estoy seguro de que ninguna conducta, por cautelosa, justa o humana que haya sido,
hubiera provocado que los habitantes de ese país renunciaran al poder de atacar a los
soldados británicos. Pareciera que siempre están dispuestos a hacerlo; y me confirma
esto en la opinión unánime que todos los españoles con los que hablé que habían
dado tanto al general Beresford como a sir Samuel Auchmuty en sus respectivos
mandatos; y que es un hecho comprobado que el pueblo de Buenos Aires había
preparado minas bajo el cuartel del 71° regimiento, y que no se había mostrado
ningún apego ni buena voluntad por parte del pueblo del otro lado del río para el
gobierno de Sir Samuel Auchmuty, aunque la gente de ambas estaciones expresó, en
los términos más enérgicos posibles, cuánto estaban en deuda con los generales
Beresford y Auchmuty por su moderación y justicia en sus respectivos mandatos.
- 150 -
P. Habiendo dicho que la estación que ocupó el general Whitelocke en la mañana del
día 5 tenía el propósito de recibir informes, explique a qué se refería en esa
declaración.
R. Los que supuse serían enviados por cada uno de los oficiales al mando de las
distintas columnas.
P. ¿Se refiere a las columnas que participaron en el ataque?
R. Si.
P. Entonces, ¿cómo pudo el general Whitelocke recibir estos informes en el Miserere,
o en cualquier otra estación, cuando no se habían dado órdenes o avisos a los
generales u oficiales que comandaban las brigadas en la estación donde se encontraba
el general Whitelocke durante el día 5?
R. Pensé que era la costumbre general del servicio que todos los oficiales a los que se
les hubiera confiado una rama de servicio particular debían informar el resultado, y
pensé que era probable que lo hicieran.
P. Habiendo dicho eso, en respuesta a que el General Whitelocke le dijo que el lugar
donde estaba era un buen lugar para quedarse hasta que recogiera sus informes, y
preguntándole si pensaba eso; dijo que desde su situación central, en primera
instancia, era tan buena como cualquier otra, ¿qué quieres decir con la expresión, en
primera instancia?
R. Que si estos informes no nos llegaban en un intervalo de tiempo tal como creí
necesario que transcurriera cuando los oficiales pudieran enviarlos, entonces, si me
hubieran ordenado, los oficiales de estado mayor, o personalmente, trataría de abrir
una comunicación con los cuerpos.
P. Por la situación en la que se encontraba el general Whitelocke, ¿pudo percibir cuán
pronto recibieron fuego las diferentes columnas?
R. Ciertamente que no. Las casas los taparon y fue imposible de ver.
P. ¿Qué tan pronto comenzó el fuego del enemigo después de que las tropas
marcharon de sus puestos?
R. Muy pronto. Casi inmediatamente.
P. ¿Fue el disparo de cañón, de mosquetería o de ambos?
R. De ambos.
P. ¿Fue violento el fuego?
R. No al principio; pero lo fue después.
P. ¿Cuánto tiempo continuó?
R. A intervalos hasta el anochecer.
P. ¿Qué tan pronto y cuándo percibió que se cortó toda comunicación entre las
columnas comprometidas en el ataque y la reserva?
- 151 -
R. Durante todo el día se había impedido a las pequeñas partidas comunicarse con
cualquiera de los puntos debido al número de personas en armas en todas las
direcciones, pero no tengo ninguna razón para suponer que una partida adecuada
podría haber abierto una comunicación en cualquier lugar que se hubiera intentado.
P. ¿Hizo el general Whitelocke algún intento de este tipo o le consultó sobre la
conveniencia de hacerlo ese día?
R. Ningún otro intento que el que he descrito que yo sepa. No recuerdo que me haya
hablado sobre el tema hasta poco antes de enviar al capitán Whittingham. Por lo que
puedo recordar, tanto en ese período como cuando los hombres de artillería fueron
enviados por la noche, expresé mi deseo de que me permitieran ir; y agregué que,
incluso si se trataba de una dificultad para comunicarse con las columnas de la
derecha, o con el coronel Mahon por tierra, pensé que posiblemente podría hacerlo
subiéndome a bordo de un barco de guerra; en la Plaza de los toros, y efectuarlo por
agua.
P. ¿Qué respuesta dio el general Whitelocke a esa propuesta?
R. Por lo que puedo recordar, debería enviar al Capitán Whittingham, y luego decidiría
qué hacer.
P. ¿Tuvo alguna otra comunicación con el General Whitelocke en el transcurso de ese
día que la que ha indicado?
R. Es posible que haya hablado con él de vez en cuando, pero sobre temas tan poco
importantes que no puedo enunciar ninguno a esta distancia de tiempo.
P. ¿Debe entender la Corte entonces que el general Whitelocke no lo consultó a usted,
como su segundo al mando, en ninguna ocasión ese día?
R. Ciertamente, no más allá de los puntos que ya he indicado. No sé lo que pueda
significar la aceptación de la palabra consultar, pero en la forma de consulta no se
mencionó nada relacionado con el servicio, ciertamente nada; pero permítanme
decirles que han transcurrido siete meses y no pensé que se investigaría el tema.
El fiscal recapituló las últimas tres o cuatro preguntas y respuestas, y luego procedió a
decir:
P. El general de división Gower declaró que las tropas marcharon al amanecer para
atacar al enemigo en la ciudad; que el fuego del enemigo se inició inmediatamente
después; que se cortó toda comunicación entre el general Whitelocke y las columnas
comprometidas en el ataque; que no se recibió información sobre la derrota o la
victoria de las tropas; ¿Mantuvo, o no, como segundo al mando, alguna comunicación
con el general Whitelocke, o recibió alguna orden de él, aparte de las que ya ha
declarado, habiendo sido expresamente dirigido por el general Whitelocke el día
anterior a esperar sus órdenes?, ¿no se ha recibido ninguna información, excepto el
informe del capitán Whittingham, alrededor de las tres?
R. Ninguno que yo pueda recordar.
Aquí el testigo estaba a punto de relatar la causa por la que las comunicaciones no
eran más frecuentes entre él y el general Whitelocke, cuando el fiscal intervino y dijo
que había sentido que era su deber plantear estas preguntas al general Gower; y
- 152 -
aunque pudiera diferir de opinión con él sobre la base de sus razones por las que no
debían continuar las hostilidades, aprovechó esta oportunidad para afirmar
claramente que con estas preguntas no pretendía hacer ninguna reflexión sobre la
conducta del general Gower. Lo que buscaba simplemente se relacionaba con los
cargos contra el general Whitelocke, ni vio cómo el general Whitelocke estaba
implicado en absoluto.
P. ¿El general Whitelocke le consultó alguna vez sobre el tema de intentar abrir
cualquier comunicación con las diferentes divisiones del ejército involucradas en el
ataque?
R. No.
Pospuesto hasta el próximo día.
Décimo noveno (19) día
Martes 23 de febrero
Habiéndose reunido el Tribunal en virtud del aplazamiento, el fiscal dijo que, al
considerarlo, creía necesario formular una pregunta al general Gower, que en ese
momento no parecía ser material, a saber, las circunstancias que causaron tan poca
comunicación entre el general Whitelocke y el general Gower surgieron de cualquier
cosa que el general Whitelocke hubiera dicho o hecho.
Aquí el general Whitelocke puso un papel en la mano del fiscal, que leyó como sigue
"El general Whitelocke no se opondría a que el fiscal hiciera preguntas sobre temas
relacionados con las operaciones militares del ejército bajo su mando; pero el general
Whitelocke alega a la Corte que, aunque hasta ahora se ha abstenido cuidadosamente
de oponerse a cualquier pregunta relacionada con los acuerdos militares sin embargo,
cuando se busca profundizar en temas de carácter privado, se confía a la sabiduría y
liberalidad de la Corte para determinar si son admisibles.”
Fiscal – “Después de lo que ya he dicho, no es necesario que profundice en la
observación en respuesta a esta objeción, al plantear esta pregunta ahora es más
ventajoso para el general Whitelocke de lo que podría serlo en el futuro; porque
tendrá la oportunidad, en su contrainterrogatorio, de hacer las preguntas o de las
animadversiones que considere oportunas.
La práctica de los consejos de guerra y cualquier otro tribunal de justicia, según mi
experiencia, donde una cuestión importante puede surgir en cualquier etapa del
proceso, es la práctica habitual entregarla al juez, que nunca tendrá la menor
dificultad para ponerlo. Por lo tanto, en la etapa futura del examen, podría hacer que
esta pregunta pase a la Corte, cuando no pueda haber objeciones.
En mi opinión, es una pregunta importante que la Corte debe haber respondido; y si
debería resultar en la respuesta que las circunstancias no están relacionadas con el
General Whitelocke, entonces el Tribunal puede impedir que el testigo profundice en
las circunstancias, pero si está relacionado con algo que el General Whitelocke haya
dicho o hecho en el curso de su servicio militar en esta expedición, considero de suma
importancia que la totalidad de la transacción, o todo lo que se relacione con su
conducta en esa ocasión, debe estar ante la Corte."
- 153 -
Teniente general Sir John Moore - "No me opongo al momento de plantear la
pregunta; mi objeción va a plantear la cuestión en absoluto."
Aquí se ordenó que se despejara el Tribunal, y después de unos veinte minutos de
deliberación. La objeción del general Whitelocke fue descartada y la pregunta se
planteó de la siguiente manera.
P. Habiendo declarado que hubo circunstancias que causaron tan poca comunicación
entre el General Whitelocke y usted durante el 5 de julio, ¿surgieron o no estas
circunstancias de algo que el General Whitelocke dijo o hizo?
R. Surgieron de lo que había dicho el general Whitelocke.
P. Explique entonces cuáles fueron esas cosas que dijo el general Whitelocke que
causaron tan poca comunicación entre él y usted, el segundo al mando.
R. Habiéndome consultado sobre un punto específico, sobre el cual mi opinión difería
de la suya cuando lo exigió, dijo que estaba echando agua fría sobre todo lo que hacía;
pero que me pondría a prueba con una pregunta, que era, ¿si todos sus actos, como
oficial, en ese país no eran buenos? Respondí que la inferioridad de mi situación me
impedía presumir de opinar sobre un teniente general que ostentaba un cargo de
comandante en jefe. Luego dijo que me consideraba su enemigo declarado y que me
reemplazaría de la situación que tenía como oficial de estado mayor en ese ejército.
Después de una reprimenda tan severa, no me creí en libertad para proponer nada, o
actuar de cualquier manera que no fuera en obediencia a los mandatos que debía
recibir.
P. ¿Cuándo tuvo lugar esta conversación?
R. El 4 de julio.
P. ¿Aproximadamente a qué hora?
R. Fue en el período en el que me habló en relación con la convocatoria de la ciudad.
Fue en respuesta a una pregunta sobre ese tema. No recuerdo la hora.
P. ¿Tiene, o no tiene, algo más que agregar en respuesta a esta pregunta?
R. Hubo otra parte de la conversación que consideré privada. Respetaba la opinión de
un ministro de este país como a mí misma, que no creo necesario recordarla.
Contrainterrogado por el general Whitelocke.
P. ¿No recuerda que su mayor de brigada, el teniente Cortly, fue enviado para
esforzarse a unirse al flanco derecho, y no pudo abrirse camino antes de que el
Capitán Whittingham fuera enviado a la izquierda?
R. No lo recuerdo.
P. ¿No se ordenó a los carabineros y a los dragones ligeros del 9° que avanzaran hacia
las nueve y se esforzaran por efectuar una comunicación con la columna central? Y
¿dónde estaban los carabineros y los dragones ligeros del 9° al momento de recibir esa
orden?
R. No sé si se dio tal orden.
- 154 -
P. Aparece en la evidencia un poco de confusión en cuanto a los diferentes puestos de
la reserva. Indique, pues, la estación de los diferentes destacamentos y regimientos
que componían la reserva, en la mañana del día 3; e indique qué alteración de su
posición se produjo en el transcurso del día.
R. A los carabineros se les ordenó, que yo recuerde, que ocuparan el terreno de los
piquetes de la brigada ligera cuando partieran. Las cuatro tropas del 9° de dragones
ligeros desmontados, recibieron la orden de posarse a la derecha de los carabineros.
Las otras cuatro tropas del 9° se colocaron en el terreno ligero cerca del Corral. Una
compañía del 88° regimiento permaneció para cubrir el hospital en el cuartel general;
el destacamento del 17° fue adjunto al comisario general y permaneció allí también,
ya que era el depósito de provisiones. Los pequeños destacamentos de cuerpo que
quedaron para custodiar los parques (munición), permanecieron en los puestos donde
los habían dejado sus comandantes, cerca de sus respectivos puestos. La artillería
permaneció cerca de Corrales. No sabía dónde estaban los dragones montados, su
número era muy pequeño. No conozco otras órdenes, excepto la orden de cargar las
armas, que he descrito antes. La retirada que los carabineros se vieron obligados a
realizar como consecuencia de la presión del fuego enemigo, finalmente les dejó algo
por delante de la posición desde la que se habían movido en obediencia a esa orden.
Aquí se leyó la orden del ataque. (Ver apéndice, No XI)
P. ¿No estuvo una gran parte del 9° de dragones ligeros con los carabineros en el
ataque al que ha aludido?
R. Sí; como estaban de antemano.
P. ¿No había cesado todos los disparos en la ciudad antes de que terminara la noche?
¿Y no fueron vistos los fusileros en lo alto de la iglesia en el centro del pueblo un poco
antes del final del día?
R. Todos los disparos habían cesado en ese momento y escuché un informe hecho al
general Whitelocke de que los fusileros fueron vistos en esa posición.
P. Indique la distancia del cuartel general al suelo en el que estuvo durante el día; y
¿no estaba la comandancia situada de modo que permitieran con facilidad la
comunicación o actuaran según lo requiriera la ocasión?
R. Entre 400 y 500 yardas (365 metros – 457 metros), y no vi ningún grado de
dificultad, durante el día, para comunicarme o actuar desde el cuartel general.
P. ¿Era posible, considerando la naturaleza de los alrededores de la ciudad, intentar
moverse después del anochecer? ¿O era posible enviar a algún oficial para obtener
información, o abrir alguna comunicación durante la noche?
R. Todo el entorno se dividió en cuadrados, cuyas caras eran 140 yardas (128 metros).
La multiplicidad de caminos, habiendo un camino a cada plaza, sin duda habría
convertido en una mera cuestión de accidente que un oficial llegara a cualquier punto
dado al que se le ordenó de noche.
P. ¿No permaneció el cuartel general constantemente en la casa de White desde el 3?
Y ¿no estaba la reserva estacionada en el frente de él, lo que indica que es el cuartel
general?
- 155 -
R. Sí.
P. ¿No había una abertura más considerable en la parte delantera de nuestro cuartel
que en cualquier otra parte de ese vecindario?
R. Inmediatamente enfrente del cuartel, había una plaza que, aunque delimitada, no
estaba cultivada ni vallada. También estaba abierto todo el Corral, hasta la entrada a la
calle. Me tomo la libertad de agregar lo que concibo como los alrededores de la
ciudad, todo Buenos Aires se dispuso en calles en ángulo recto; y por su aumento de
habitantes, se delimitó una porción considerable de terreno para edificar, lo cual fue la
causa del número de plazas que rodeaban en gran medida al pueblo, y que yo
consideraba como sus alrededores.
Interrogado por la corte.
P. Habiendo sido informado el general Whitelocke que el enemigo tenía la intención
de defender la ciudad con barricadas en las calles y ocupando los techos de las casas,
¿sabe qué indujo al general Whitelocke a ordenar a las tropas que marcharan con las
armas descargadas?
R. No lo hago.
P. ¿Sabe cuántas herramientas se asignaron a las tropas para forzar la apertura de las
casas y derribar las barricadas en las calles?
R. No lo hago. Creo que fueron distribuidos por el capitán del estado mayor, teniente
coronel Bourke.
P. En el momento en que el Capitán Whittingham trajo el mensaje de Sir Samuel
Auchmuty, ¿se estaba considerando entre el General Whitelocke y usted si alguno de
ustedes debería ir al puesto de Sir Samuel Auchmuty y juzgar en el lugar si sería
aconsejable brindar más ayuda a ese cuerpo?
R. No que yo pueda recordar.
P. ¿Alguno, y qué herido, fue llevado a la casa de White en la noche, o en la mañana
del 5, durante el tiempo que estuvo allí el general Whitelocke?
R. Varios de los carabineros, y algunos de los del 9° de dragones ligeros, con algunos
artilleros.
Interrogado por Lord Cathcart
P. ¿Hubo alguno, y en qué período del 5 de julio, en el que la posición del general
Whitelocke podría haberse cambiado a una más ventajosa?
R. Creo que podría ser, pasada la mitad del día, porque yendo a la Plaza de los Toros,
aunque hubiera aumentado la distancia de la columna ligera, y del coronel Mahón,
hubiera brindado la posibilidad de comunicarse por agua.
P. ¿Habiendo dado su opinión de que el bombardeo del pueblo no tendría ningún
efecto, exponga sus razones para tal suposición y si surgió de un experimento
realizado con un cañón de 24 libras en las casas de Montevideo?
- 156 -
R. Creo que no dije que no tendría ningún efecto. Creo que dije, ningún efecto
considerable. Al resto de la pregunta, de un experimento hecho en Montevideo, le
digo que sí, en gran medida.
P: ¿Sabía usted, en la mañana del 6 de julio, que el almirante había embarcado la
artillería pesada lista para desembarcar y que los cañoneros estaban listos para cubrir
tal desembarco?
R. Después de mi llegada a la Plaza de los Toros, vi los cañoneros acercándose a la
orilla. No conozco ninguna otra artillería lista para desembarcar, excepto la de 24
libras que vi en la playa. Fue desembarcado al amparo del terreno elevado de la Plaza
de los Toros, por lo que no quiso ayuda ni cobertura de las cañoneras.
P. ¿En qué período del día 4, se comunicó al general Whitelocke que el general
Craufurd y el teniente coronel Duff se habían rendido al enemigo?
R. Creo que se afirmó en la carta del general Liniers. No sentí que el hecho fuera
confirmado hasta que lo escuché del general Auchmuty, y él había obtenido su
información del Capitán Carrol del 88°, quien había salido con una bandera de tregua a
tal efecto.
P. Habiendo sido informado, y encontrando veraz la información, que los techos
planos estaban ocupados, para gran disgusto de las tropas, ¿por qué no se intentó, al
inicio del ataque, prender fuego a las casas, o alguna vez se sugirió?
R. Creo que sería imposible prender fuego a casas construidas como estas.
P. ¿Conocía el general Whitelocke la situación del cuerpo del coronel Mahon en el
momento en que acordó abrir un tratado con el general español?
R. No estoy seguro; Creo que lo estaba.
P. ¿Cuál fue la distancia desde la Plaza de los Toros hasta la orilla del agua, donde
desembarco el cañón de 24 libras? ¿Y no tenías entonces una comunicación desde la
Plaza de los Toros con la costa?
R. Aproximadamente 300 yardas (275 metros). La comunicación allí fue
principalmente abierta.
P. ¿Dónde estaba el grueso del ejército, y cómo se encontraba, en la tarde del día 6, y
a qué distancia de la Plaza de los toros?
R. No tuve oportunidad de observar en ese momento, estando en el fuerte con
bandera de tregua.
P. ¿Sabe si había en el país algún ejército español que pudiera haber acudido en unos
días en ayuda de Buenos Aires?
R. Tengo entendido que toda la población de esa vecindad que no participó en la
defensa de la ciudad se estaba reuniendo para ayudarlos.
P. ¿No podrían haber sido reocupadas por las tropas británicas las carreteras que
conducen desde el interior a Buenos Aires para evitar que se lleven provisiones a la
ciudad?
- 157 -
R. Era imposible, con el número de tropas británicas presentes ante Buenos Aires,
desde la extensión de la ciudad, prevenir o interceptar cualquier suministro que
quisieran hacer.
P. ¿Cuántas carreteras principales hay, que usted sepa, que van del campo a la ciudad?
R. El número es muy considerable. A cierta distancia de los cuadrados antes descritos,
hay cuatro o cinco que yo conozco. Desde un punto en la parte trasera de la casa del
señor White, entre ese y el riachuelo, después de que cesan las plazas, no puedo decir
con tanta precisión cuántos hay en el barrio de la Recoleta.
P. ¿No era la posición del ejército el día 6, con la artillería destinada a ser
desembarcada por el almirante Murray, tal que hubiera podido resistir todos los
esfuerzos de las fuerzas españolas?
R. No sé qué artillería había ordenado desembarcar el almirante Murray. No creo que
el día 6 el enemigo pudiera haber causado alguna impresión de importancia en las
fuerzas británicas.
P. ¿Debe entender la Corte que usted conoció la situación del cuerpo del Coronel
Mahon cuando fue enviado por primera vez a tratar con el enemigo?
R. No recuerdo exactamente si el capitán Whittingham había regresado en ese
momento o no. Creo que sí, y que había informado que el coronel Mahón marchaba
hacia la Plaza de los Toros.
Es llamado el general de brigada Sir Samuel Auchmuty.
Leídos los cargos tercero y cuarto, se le indicó que procediera con su relato, desde la
mañana del 5 de julio hasta el cierre de las transacciones en Buenos Aires.
Sir Samuel Auchmuty - Antes de la hora señalada para el ataque, visité las diferentes
divisiones de mi brigada y las encontré apostadas según las instrucciones de la noche
anterior por parte del general de estado mayor. Luego tomé mi puesto en el ala
derecha del 87°, el regimiento central de mi brigada. Ordenado el destacamento del
38° regimiento, único cuerpo que no se disolvió a la señal del cañoneo desde el centro,
avanzamos sin oposición entre 1 y 2 millas (1600 a 3200 metros).
Había dos calles entre el ala izquierda y el regimiento 87°, y la Plaza de los Toros. En
consecuencia, esperaba dejar ese puesto considerablemente a mi izquierda.
El día no había aclarado lo suficiente para ver ningún objeto a la distancia, ni nos
habían disparado un tiro hasta que de repente fuimos asaltados por una descarga de
racimo (estilo de munición de cañón) de uno o dos cañones, creo que eran dos, en
nuestro frente aunque el fuego era extremadamente destructivo, particularmente
para los granaderos, la columna seguía avanzando y cuando un fuerte fuego de
mosquetería se abrió sobre nosotros desde un edificio, que luego descubrí que era la
plaza de los Toros, y que contenía alrededor de mil hombres, la columna permaneció
durante algún tiempo expuesto a este fuego, todavía deseoso de avanzar.
La retaguardia de la columna comenzó a disparar, lo que hizo más peligrosa la
situación de los que estaban al frente. Finalmente, comenzamos a parar y retroceder.
En ese momento, el teniente coronel Butler, con los demás oficiales, todos los cuales
se comportaron con la mayor galantería, se esforzaron por detener a los hombres e
inducirlos a seguirme en un intento de entrar en un jardín a la derecha de la calle, cosa
que consiguieron, y penetramos en la siguiente calle paralela a la derecha de la que
- 158 -
estábamos. Al avanzar por esta calle nos encontramos con un profundo curso de agua
que atraviesa el centro de la misma, que afortunadamente nos resguardaba del
nutrido fuego de la Plaza de los Toros. Esta calle nos condujo al río, donde ocupamos
una casona, y recogimos los restos de mi columna, así como la columna de la izquierda
de la derecha, que también había sido conducida al frente de la Plaza de los Toros, y
que había sufrido tanto, si no más severamente, que mi derecha, y se había
comportado con igual gallardía, habiéndose visto obligado a seguir el mismo camino y
a unirse a nosotros. Durante este servicio, los regimientos mataron a numerosos
enemigos y tomaron alrededor de un centenar de prisioneros, con tres piezas de
campo. Vi los colores del 5° regimiento plantados en la torre de Santa Catalina (en la
manzana delimitada por las actuales calles San Martín, Viamonte, Reconquista y
la Avenida Córdoba), dejándome seguro a mi derecha, envié destacamentos a mi
retaguardia para despejar las casas en las alturas desde donde disparaba el enemigo, y
que parecían en mi puesto. Durante este servicio escuché disparos a mi izquierda, lo
que me convenció de que se acercaba el 38° regimiento; y poco después, las alturas de
mi retaguardia fueron evacuadas por el enemigo. Ahora era posible una comunicación
con el 38° regimiento. Encontré ese cuerpo galante y altamente disciplinado, al mando
del mayor Nugent, muy avanzado en el ataque sobre la plaza de Toros. Cuando me uní
a ellos, él (Nugent) estaba en posesión de la mayor parte de la artillería del enemigo, y
de todos sus almacenes y edificios, excepto la propio plaza de toros, que aún mantenía
un fuego muy intenso; pero el mayor Nugent había traído un cañón de doce libras, que
estaba protegido por el ángulo de una casa, para acercarse a él. Un destacamento de
la 87° la invirtió en el otro lado. Al ver que el lugar debía rendirse inmediatamente, y
deseoso de que el comandante Nugent tuviera el honor de terminar lo que tan
juiciosamente había comenzado, y ansioso por examinar el puesto que ocupaba el día
5, abandoné la torre inmediatamente después, y hacia las nueve se rindieron, por lo
que volví y ordené al 87° que lo hiciera.
Después de hacer algunos arreglos apresurados, avancé por las calles hasta el
convento de Santa Catalina, y me uní al ala derecha del 6°, El ala izquierda de ese
cuerpo avanzó hacia el 36°. Poco después de mi llegada, un oficial vino a verme de
parte del general de brigada Lumley, informándome de que el enemigo estaba cerca
de él; que el ala izquierda del 88° y él creía que el ala derecha, fueron hechos
prisioneros, y deseaba recibir las órdenes que yo pudiera dar. Le recomendé, si no
tenía órdenes en contrario de su superior, que permaneciera en su puesto todo el
tiempo que pudiera con seguridad; pero, si estaba en apuros, retroceder hasta el 5°, a
quien yo daría órdenes de ponerse bajo su mando. Entonces le informé al comandante
del 5°, que debía regresar a los Toros, para poner ese lugar en estado de defensa, y si
el General Lumley se unía a él con el 36°, para informar al General que deseaba que
los dos regimientos, si el enemigo lo presionaba con fuerza y estaba en peligro de ser
rodeado, que se reuniera conmigo en la Plaza de los toros, retrasando al enemigo el
mayor tiempo posible, para que tuviera tiempo de hacer los arreglos necesarios para
su seguridad. Encontré algunas dificultades para regresar a los Toros, habían grupos de
enemigos dispersos en las calles y disparando desde las casas. A primera hora de la
mañana, el general Lumley se unió a mí con el 5° y el 36°, habiendo encontrado mucha
oposición del enemigo, al retirarse de los puestos que ocupaban y que se
consideraban insostenibles.
Durante
todo este tiempo ignoré el puesto o las intenciones del general, ni pude aventurarme
con seguridad, ya que no tenía caballería, para separar un pequeño grupo para
informarle, si hubiera conocido su puesto. Por fin, alrededor de las cuatro, el capitán
- 159 -
Whittingham vino a verme desde el cuartel general, me informó de que el general en
jefe y el general Gower estaban en el terreno que ocupaban antes; que el General
desconocía la situación de cualquiera de las columnas y lo había enviado a procurar la
información que pudiera. Después de comentarle los sucesos del día hasta donde yo
estaba familiarizado con ellos, le pedí que asegurara al General que no estaba bajo
ningún peligro por la seguridad del puesto; que había abierto una comunicación con la
marina, pero que necesitaba un oficial de artillería y algunos hombres de ese cuerpo.
Le recomendé, si los acontecimientos de la derecha del pueblo lo permitían, que se
uniera a mí y convirtiera mi puesto en su puesto de mando. Temprano en la noche
recibí un segundo mensaje del general, indicándome que defendiera el puesto durante
la noche, asegurándome que se comunicaría conmigo a la mañana siguiente e
informándome que había enviado a dieciséis artilleros para que se unieran a mí, pero
que no había ningún oficial adjunto a estos hombres.
A la mañana siguiente se recibió en los puestos exteriores una carta del general
Liniers, dirigida al comandante de las fuerzas, y un mensaje de ese general,
informándome de que debían abstenerse las hostilidades hasta las doce, esperando la
respuesta del general. Eso siempre que cesaran estas hostilidades en los diferentes
puestos. En respuesta, le informé que debía enviar esta carta con una bandera al
general Whitelocke y me abstendría de disparar contra la ciudad, siempre que no me
molestaran; pero que no tenía autoridad sobre las otras partes del ejército. Hacia el
mediodía el general Whitelocke y el general Gower llegaron a la plaza de los Toros,
cuando el general tuvo el agrado de mostrarme la comunicación del general Liniers, y
de manera confidencial pedio mi opinión sobre la aceptación de los términos
propuestos. Cuando reflexioné sobre la desagradable situación en la que se
encontraba el ejército; que toda la infantería ligera y los fusileros eran prisioneros; que
más de la mitad de las tropas originalmente comprometidas, ahora estaban muertas,
heridas o prisioneras, sin contar los del 45°, que fueron encerrados por el enemigo;
que el resto estaba fatigado, sin confianza y expuesto a la estación más inclemente del
año sin mantas, abrigos, ni mudas que eran de lo más necesario y que en tal época
debían producir grandes enfermedades; cuando reflexioné sobre el estado disperso de
las tropas, y la probabilidad de que el destacamento del coronel Mahon, la única parte
del ejército desapegada o sin fatiga, o las tropas dejadas en el Miserere, por el general,
pudieran ser atacadas enérgicamente por toda la fuerza del enemigo, cuando advertí
sobre la dificultad de conseguir provisiones en la zona o de la flota, ya que ninguno de
los barcos podía acercarse a menos de siete millas (11 kms) de la costa, y el río en esa
temporada era muy tumultuoso y con frecuencia no navegable; cuando consideré la
pérdida que inevitablemente debíamos sufrir si se reanudaban las hostilidades, de un
pueblo eufórico con su brillante éxito; la dificultad de quemar o destruir la ciudad con
nuestra artillería (porque las casas eran todas de ladrillo, con techos en terrazas, no se
empleaba madera en su construcción, y los ladrillos eran tan blandos, que los disparo
penetraban sin sacudirlas absorbiendo el impacto; cuando le advertí de la dificultad de
hacer una retirada y de que debíamos dejar cuatro mil de nuestras mejores tropas en
su poder, y al peligro que debe suceder incluso a la toma del lugar, pues nuestro
número habría sido totalmente incapaz de conservarlo; cuando volví a la situación en
la que quedaba Montevideo, con una guarnición desigual para mantenerla, sin avisar
nada a los habitantes; sin esperanzas de refuerzo [pues se suponía que las tropas que
se esperaban de Inglaterra se hubieran llevado a las Indias Occidentales] cuando
sopesé todas estas circunstancias, y me convencí de que Montevideo sólo podría
- 160 -
mantenerse suponiendo que el ejército hubiera efectuado su retirada; sus provisiones
de los barcos, o del campo, sin duda habrían sido escasas, pero más particularmente
cuando recordé la declaración de los ministros de Su Majestad y sus instrucciones al
general Whitelocke, de que la posesión del país no podía ser un objeto, a menos que
pudiera ser mantenida por una fuerza que sé por experiencia era muy insuficiente. A
tal efecto, no dudé en decir, que si no se lograban mejores condiciones y si se daba un
plazo de seis meses para la evacuación de Montevideo, con facilidad para que los
comerciantes dispusieran de sus mercancías, era mi opinión que debía adherirse. El
general llamó inmediatamente al general Gower y le informó de que yo tenía la misma
opinión con ambos, por lo que el general Gower me observó que se había opuesto a
que se devolviera cualquier respuesta hasta que se examinara la Plaza de los Toros,
pero al ver que su empuje no aseguraba ni facilitaba mucho la captura del lugar, pensó
que sería prudente entablar negociaciones. Luego enviaron al general Gower a la
ciudad y regreso por la noche, dijo que se insistió positivamente en un período de dos
meses para la evacuación de Montevideo, y él creía que no sería rescindido. El general
decidió entonces aceptar los términos y se firmó un tratado, una copia del cual vi por
primera vez a mi regreso a Inglaterra.
Interrogado por el fiscal.
P. ¿Conoce el número de herramientas de atrincheramiento que tenía su columna la
mañana del 3 de julio?
R. No lo sé.
P. ¿Puede indicar qué número de artillería y artilleros estaban adscritos a su columna
la mañana del día 5 y cómo se emplearon los soldados de ese cuerpo?
R. No tenía artillería ni artilleros conmigo, ni sé cómo se empleó el cuerpo más allá de
los cañonazos en las calles como señal para avanzar.
P. Ha dicho que recibió dos mensajes del General Whitelocke en el transcurso del día
5; ¿Quién transmitió estos mensajes?
R. Los mensajes fueron entregados en una nota del secretario general y transmitidos
por un maestre de los dragones, si mal no recuerdo.
P. Como ha dicho que el Capitán Whittingham acudió a usted alrededor de las cuatro,
cuando recibió como respuesta que el General Whitelocke consideró oportuno
cumplir con su recomendación de hacer de la Plaza de los toros su cuartel general, si
así lo hubiera creído conveniente. ¿Habría llegado o no a la plaza de los Toros poco
después de las seis del día 5?
R. Realmente creo que podría.
P. ¿Sabes con qué escolta llegó el maestre del cuerpo de dragones a la plaza de los
Toros?
R. Tenía dieciséis artilleros con él. No sé qué otro escolta, ni si tenía alguno.
P. ¿Cómo podría el cuerpo del Coronel Mahón, con las tropas del Corral, ser atacado
por toda la fuerza del enemigo si las tropas británicas ocupaban la Plaza de los toros y
la Residencia?
- 161 -
R. No escuché los disparos ni el ataque del 88° regimiento, que estaba cerca de mí en
la retaguardia de la brigada del general Craufurd, los cuales estaban más cerca de mí
que las tropas al mando del coronel Mahon. Los regimientos que tenía conmigo en la
plaza de los Toros estaban dispersas y casi destruidas, no reconté más de mil
doscientos esa noche, fuerza insuficiente para destacar una fuerza en la residencia,
que entendí cerrada.
P. ¿De dónde sacó su información sobre el flanco derecho y su ocupación de la
Residencia, o que la Residencia fue cerrada en el transcurso del día 6?
R. No puedo recordar cuándo o cómo me enteré.
Aplazado hasta mañana.
Vigésimo (20) día
Miércoles 24 de febrero
Habiéndose reunido el Tribunal de conformidad con el aplazamiento, se llamó al
general de brigada Sir Samuel Auchmuty y se le examinó de nuevo.
Sir Samuel Auchmuty - "Antes de continuar, pido la indulgencia del tribunal para que
me permita agregar esa parte de mi testimonio de ayer, donde dije que recomendé al
teniente general, que me acompañe en la plaza de los toros, y hacer de ese puesto su
cuartel general, las palabras fueron como a continuación; y no para darse prisa, ya que
mi puesto estaba seguro, sino para esperar y conocer los acontecimientos de la noche
y la situación del ala derecha”.
Fiscal — Añádase esto a las pruebas anteriores de Sir Samuel Auchmuty. Luego se leyó
la orden del ataque (como se anunció ayer).
P. ¿Se cumplieron estas órdenes, en lo que se refiere al cuerpo bajo su mando?
R. Fueron cumplidos, en la medida en que las circunstancias lo permitieran.
P. ¿Las tropas procedieron con las armas descargadas?
R. Fueron descargadas a medida que avanzábamos.
P. Ha dicho que en su informe al general Whitelocke, a través del capitán
Whittingham, deseaba que le enviaran un oficial de artillería y algunos hombres, y que
se enviaron dieciséis hombres, pero ningún oficial. ¿Sabe por qué el general no envió
un oficial con estos hombres?
R. No recuerdo que se haya dado ninguna razón.
P. Usted dijo que entre las razones que lo indujeron a negociar en los términos
propuestos por el general Liniers, una fue que las tropas estaban fatigadas y sin
confianza. Explique lo que quiso decir con el término, sin confianza.
R. La Corte puede concebir más fácilmente de lo que puedo expresar, lo que quise
decir con las palabras falta de confianza. Las tropas ciertamente no tenían ninguna
confianza en el momento de que hablo, muchos de ellos hablaban en términos muy
impropios, pero de los que no podíamos darnos cuenta. Por falta de confianza, me
refiero a la falta de confianza en su general.
- 162 -
P. ¿Tenía conocimiento de esta falta de confianza de las tropas en su general
expresada de la manera que ha descrito, una parte considerable en la decisión de
aprobar el abandono de aquellas ventajas que las tropas habían ganado en Buenos
Aires, y también de la renuncia al fuerte puesto de Montevideo?
R. Ciertamente contribuyó en parte a inducirme a recomendar el abandono de
Montevideo. En cuanto a las ventajas obtenidas en Buenos Aires, habiéndolas
comprado tan caro, no puedo considerarlas como tales.
P. Si, en lugar de esa falta de confianza, el día 6 hubiera encontrado a las tropas llenas
de confianza en su general, y teniendo motivos para pensar que estaban bien
ubicadas, se hubiera considerado justificado recomendar el abandono de Montevideo,
en las circunstancias en las que entonces lo pusieron?
R. Debería haber dudado mucho, pero sigo pensando que debería.
P. Si las instrucciones del teniente general Whitelocke fueran no abandonar
Montevideo salvo en caso de necesidad, ¿cree que ha llegado el caso de necesidad,
desde el punto de vista militar, para justificar el abandono de Montevideo el 6 de
julio?
R. Si las órdenes del general Whitelocke fueran, no abandonar Montevideo, salvo en
caso de necesidad, creo que, desde el punto de vista militar, la necesidad había
llegado, si no se podían obtener mejores condiciones.
P. ¿Cree usted entonces que las fuerzas británicas en Buenos Aires, el día 6, junto con
la guarnición dejada en Montevideo, no fueron, desde un punto de vista militar,
suficientes para retener la posesión de Montevideo?
R. Un número mucho menor de hombres podría haber retenido Montevideo, si
hubieran estado entonces en guarnición allí.
P. ¿Opina usted que la guarnición no pudo haber recibido provisiones, ni del país, ni
por medio de la marina?
R. Soy de la más decidida opinión de que el país se les habría cerrado y, en
consecuencia, deberían haber sido abastecidos por el transporte marítimo, no veo por
qué el transporte marítimo no pudo haber encontrado los medios para suministrar
provisiones a la guarnición.
P. ¿Cómo, entonces, podría haber encontrado la marina los medios para suministrar
provisiones a la guarnición?
R. No sé qué recursos tenía el transporte marítimo y sé, por experiencia, que habría
sido difícil conseguir provisiones de Brasil y probablemente del Cabo. Conseguí algo de
ambos inmediatamente después de tomar Montevideo, pero eso fue porque había
abierto el puerto a todos los neutrales con provisiones, y supongo que podríamos
haber comprado provisiones para 12 meses. También tenía motivos para esperar un
suministro de América del Norte.
P. ¿Tiene alguna razón para creer que habría sido impracticable haber provisto
provisiones a la guarnición a través de nuestros medios de transporte?
- 163 -
R. Tengo razones para creer que podría haber surgido alguna dificultad e
incertidumbre; pero reconozco honesta y sinceramente que creo que la guarnición
podría haber sido abastecida.
P. ¿Entonces, si hubiera tropas más que suficientes para guarnecer Montevideo, y esa
guarnición podría haber sido abastecida de provisiones, explique su significado, que
había llegado la necesidad, desde el punto de vista militar, de abandonar Montevideo?
R. Esa guarnición estaba entonces ante Buenos Aires, y la dificultad, el peligro y la
desgracia de retirarse ante un ejército victorioso y volver a embarcarse es lo que se
entiende por necesidad.
P. ¿Las fuerzas británicas que permanecieron fuera de la ciudad, el 6 de julio, eran
suficientes para combatir y derrotar a cualquier fuerza que el general español pudiera
haber traído contra ellas fuera de la ciudad?
R. Si el encuentro hubiera sido de una manera justa y en campo abierto, ciertamente,
cuando se unieron todos los cuerpos, debieron haber sido suficientes.
P. ¿Fue la fuerza británica, tras el cruce del Coronel Mahón, desde un punto de vista
militar, capaz de mantener la posesión de la Plaza de los Toros?
R. Ciertamente lo fue.
P. ¿No habría sido el encuentro de las tropas españolas y británicas justamente en el
campo, la consecuencia necesaria para evitar cualquier intento del general español de
interrumpir cualquier movimiento que el general Whitelocke pudiera hacer con el
propósito de retirarse?
R. Ciertamente no habría sido la consecuencia necesaria.
P. ¿No habría sido la Reducción un punto de retirada favorable para el ejército,
haciendo del riachuelo la línea de defensa y del punto Quilmes el lugar de reembarco?
R. Si el ejército se hubiera visto obligado a retirarse, supongo que el punto Quilmes,
debajo del pueblo, o las Courchas (Las Conchas es el antiguo nombre del río
Reconquista y del pueblo y puerto situados en su desembocadura en el Río de la Plata,
actualmente conocido como Tigre) arriba del pueblo, habrían sido el lugar adecuado
para el reembarco.
P. ¿No habría sido la consecuencia de la adopción de cualquiera de estos lugares, o
que el ejército podría haber sido embarcado sin pérdidas materiales, o que podría
haber tenido lugar una acción general?
R. Creo que habría habido una pérdida muy importante y no creo que se hubiera
llevado a cabo una acción general.
P. Explique los fundamentos de esa opinión.
R. El enemigo debe haber tenido el poder de hostigar la retirada sin arriesgar una
acción general, solo atacando la retaguardia. Los barcos estaban a siete millas de la
costa (11 kms), y el tribunal me permitirá observar, y ellos conocen bien la diferencia
entre un cuerpo de quinientos hombres, sanos en todos sus puntos, bien alimentados
y bien equipados, llenos de espíritu y de perfecta confianza y una fuerza de
cuatrocientos o quinientos hombres en el estado que antes describí como el nuestro.
- 164 -
P. ¿Qué tan cerca pudieron haber llegado los barcos, particularmente las cañoneras y
los barcos, al punto de Quilmes?
R. No puedo decirlo con precisión. Las cañoneras, creo, podrían haber llegado cerca de
la orilla. Las naves navegaban río abajo a cierta distancia.
P. ¿No podría haberse establecido una retaguardia con las cañoneras?
Lord Cathcart - Esto es cuestión de opinión. El curso habitual de los consejos de guerra
y de todos los demás tribunales de justicia no es entrar en cuestiones de opinión, sino
limitarse a cuestiones de hecho. Tengo la autoridad más respetable para observar que
este tribunal debe examinar los hechos y aplicar esos hechos a su propio juicio.
Fiscal - Al principio de estos procedimientos, el tribunal llegó a un acuerdo unánime de
que admitirían pruebas sobre cuestiones de opinión, así como sobre cuestiones de
hecho. Estoy sumamente ansioso por obtener la opinión de un oficial de tan alto rango
y experiencia como el testigo; y ahora que no voy a examinar estos puntos, la Corte
tendrá que borrar necesariamente de sus actuaciones todas las opiniones de los varios
funcionarios que ya han sido interrogados.
Tras esto, la Corte fue despejada durante aproximadamente media hora. Cuando
fuimos readmitidos y se reanudaron los procedimientos, la cuestión había sido
anulada y el testigo fue nuevamente interrogado.
P. ¿Incluyó, en el dictamen que dio en el tratado, alguna expresión de aprobación
sobre la conducta que había producido el estado de circunstancias existente el 6 de
julio?
Esta pregunta fue objetada por el general Whitelocke.
Fiscal – Por este documento puesto en mi mano, parece que la objeción del general
Whitelocke equivale simplemente a una observación. ¿La pregunta se aplica a una
opinión sobre el plan de ataque, o en general a la conducta del Comandante en Jefe?
Si es lo primero, el general Whitelocke no se opone; pero, de ser éste último, deberá
solicitar permiso a la Corte para hacerlo. Cuando planteé la pregunta, quise aplicarla
en general a la conducta del general durante toda la expedición y, en consecuencia,
incluido el plan de ataque. Enunciaré los motivos particulares por los que planteo esta
pregunta. Es porque tengo razones para entender que la Corte concibe que las
opiniones de los oficiales que se basan en el rango y la experiencia, y en el
conocimiento local, pueden brindar una ayuda esencial para formar su juicio sobre la
totalidad de este caso. Sobre esta base ya he formulado preguntas a los demás
oficiales empleados en esta expedición, y sobre esta base ahora repito la pregunta.
El general Whitelocke presentó un documento, que fue leído por el fiscal. Manifestó
sus objeciones a esta cuestión, basándose no sólo en que es contra la ley y contra la
justicia, sino que sienta un precedente sumamente perjudicial. En los tribunales de
justicia no era costumbre tomar preguntas de opinión, excepto sobre temas de
ciencia, ya que, por ejemplo un hombre herido, un profesional puede ser llamado a
declarar la causa probable de dicha herida, o su opinión sobre su existencia; pero
nunca se habían conocido cuestiones de opinión sobre la conducta general de ningún
hombre, excepto en el caso de Lord George Sackville, donde se admitieron sugerencias
de opinión, en las circunstancias muy peculiares del caso. Un testigo debe declarar
simplemente lo que vio y lo que paso dentro de su propio conocimiento; pero
- 165 -
incumbía a la Corte deducir las inferencias necesarias y formar sus conclusiones.
Confió en que se le permitiría probar que las opiniones, ya dadas, estaban fundadas en
prejuicios, porque había suficientes testigos que basarían su juicio o sus conclusiones
en el éxito o el fracaso de cualquier línea de conducta. Diferentes hombres pueden
razonar de manera diferente incluso sobre los mismos hechos, por lo que las meras
opiniones no deben admitirse como prueba de estos hechos. Por lo tanto, protesto
solemnemente contra este modo de examen y confió en que la Corte conservará su
dignidad y coherencia. Pidió a la Corte que considerara un poco el caso de Lord
Keppel, en el que pidió que se remitiera al interrogatorio de Lord Mulgrave, quien se
negó a responder a la Corte sobre cuestiones de opinión.
Aquí el general Whitelocke presentó al fiscal; un volumen que contenía el juicio de
Lord Keppel, y señaló el examen al que había aludido, y que el fiscal leyó. De esto se
desprende que Lord Mulgrave fue severamente reprendido por el Tribunal por
negarse a responder la pregunta que le habían hecho.
Teniente general Sir John Moore - Me parece que esto se reduce a una declaración
muy simple. En Montevideo, el general Whitelocke le preguntó a Sir Samuel Auchmuty
su opinión y la dio. Ahora queremos saber el hecho en el que se basó esa opinión. Es
un hecho, no una cuestión de opinión.
Fiscal - No estoy alterado en mi juicio por nada de lo que le he estado leyendo al
Tribunal. Quiero decir, más decididamente, con la aprobación del tribunal, para dar
seguimiento a esta cuestión, así como a otras.
General Whitelocke - Como se explicó, ya no me opongo a que se siga la pregunta;
pero me opongo a que el señor fiscal pregunte hipotéticamente los fundamentos
generales de una opinión.
Fiscal - La pregunta en debate no es hipotética.
Se le repitió la pregunta al testigo.
R. Ciertamente que no.
P. ¿Fue, o no fue, su opinión, que la fuerza que salió de Montevideo para emprender la
expedición contra Buenos Aires, si se hubiera llevado a cabo de otra manera, habría
tenido éxito?
Fiscal - No pretendo ocultar ahora que se trata de una cuestión de opinión, sino de
hechos. Estoy dispuesto a responder a cualquier objeción, ya que solicito la opinión de
un oficial que ocupó un alto cargo y que ha estado en el lugar, con el fin de obtener la
información necesaria e importante que pueda ayudar a la Corte en su juicio sobre el
hecho.
General Thomas Garth - ciertamente objeto esta cuestión, y aún sobre la base de que
se trata de una cuestión de opinión, que la Corte no está obligada a abordar.
Aquí se despejó de nuevo el Tribunal y, tras una deliberación de unos veinte minutos,
se volvió a llamar al testigo y se repitió la pregunta.
R. Ciertamente. En mi opinión, la fuerza fue suficiente para la reducción de Buenos
Aires.
- 166 -
Contrainterrogado por el general Whitelocke
P. Teniendo en cuenta todas las circunstancias y la forma del ataque, ¿no era la
estación elegida por mí y el general Gower una apropiada, o dónde, en tal caso, habría
permanecido durante el ataque?
R. El puesto era sin duda, hasta donde puedo juzgar, apropiado al comienzo del
ataque.
P. ¿Debería haber pensado que era prudente, seguro o adecuado permitir que los
hombres avanzaran con las armas cargadas? y ¿se consideró restringido para cargar
las armas cuando llegó a su puesto, si en ese momento fuera necesario cargar las
armas?
R. Ciertamente, con una parte principal de un ejército, preferiría marchar a través de
una ciudad con las armas descargadas (esto es así porque las armas de ese periodo
eran de avancarga) y no me consideré restringido para cargar cuando fuera necesario.
P. ¿Qué número de habitantes había en Montevideo?
R. La población de Montevideo se estimó en 20.000 habitantes; pero ciertamente no
contenía tal número cuando yo goberné. Pienso que la población podría haber sido de
unos 12 o 14000.
P. Si Montevideo hubiera estado en manos de una guarnición que debía ser abastecida
desde el mar con incertidumbre y dificultad, ¿no deberían haber sido expulsados
todos los habitantes originales?
R. Sin duda.
P. ¿Algún punto sostenido por mí, que debió haber exasperado a los habitantes, habría
sido de alguna ventaja, o habría facilitado en lo sucesivo las opiniones de este país
sobre la América española, o no habría tenido una tendencia contraria?
R. No habría sido de ninguna ventaja en el presente, ni habría facilitado las vistas de
este país, a menos que este país hubiera decidido conquistar la América española por
la fuerza.
P. ¿No le hubiera dicho al gobierno, antes de mi llegada a Montevideo, que, en su
opinión, requeriría una fuerza de 15.000 hombres, y su experiencia de la disposición
de los habitantes, o cualquier otra circunstancia, le hubiera llevado a alterar esa
opinión?
R. Le dije al gobierno que para conquistar y mantener ese país se requeriría una fuerza
de 15.000 hombres. Desde entonces no he tenido ningún motivo para modificar esa
opinión.
P. ¿Teníamos algún medio probable de recuperar a los prisioneros que nos quitaron a
nosotros o al 17° regimiento y a otros prisioneros tomados del regimiento del general
Beresford, de acuerdo con los términos de la renuncia al río de la pIata?
R. No conozco ningún otro medio de recuperar a los prisioneros tomados bajo el
mando del general Beresford, y dudo mucho que se pudieran adoptar otras medidas
para recuperar a los que participaron en el ataque.
- 167 -
Re-examinado por el fiscal
P. ¿Cuál fue el número de prisioneros que tomó la brigada bajo su mando?
R. Aproximadamente 700.
P. En respuesta a una pregunta formulada por el general Whitelocke, si la estación
ocupada por él y el general Gower era adecuada durante el ataque, usted afirmó que
la estación era adecuada al comienzo del ataque. ¿Era, en su opinión, una posición
adecuada para que el General Whitelocke, Comandante en Jefe, permaneciera
estacionario, desde el amanecer hasta la puesta del sol, durante ese día y en tales
circunstancias, como las que pasaron dentro de su conocimiento durante el 5?
R. No soy lo suficientemente dueño de la disposición de las fuerzas en ese momento,
de la situación del país, o de los planes e intenciones del comandante de las fuerzas,
como para responder a esa pregunta con decisión.
Interrogado por la corte
P. ¿Qué número de artillería se quitó al enemigo y de qué calibres?
R. Treinta y dos piezas de artillería, la mayoría eran de campo, y los calibres responden
a 6 y 12 libras; muchas de estas eran nuestras propias armas, que le habían quitado al
general Beresford.
P. ¿En qué estado estaban las armas? ¿Fueron clavados? y ¿qué cantidad de
munición?
R. Todas las armas tenían púas; Sin embargo, logré despejar los agujeros de fogón de
algunos de ellos, había abundancia de municiones.
P. ¿Los 700 prisioneros tomados por usted eran de una descripción que habría
inducido a los españoles a intercambiar voluntariamente con un número igual de
prisioneros británicos?
R. Eran de la mejor descripción de sus tropas; pero estoy convencido de que no los
habrían liberado mediante un intercambio de un número igual de nuestros hombres.
P. ¿No habría respondido la posesión de Montevideo, con suficientes embarcaciones
para dominar la entrada del río de la Plata, para facilitar otras visiones de este país que
la conquista de la América del Sur española?
R. Si por otros puntos de vista se entienden puntos de vista de facilitación, creo que
no.
El teniente coronel Nugent jurado y examinado.
P. ¿Tenía el mando del regimiento 38° el 3 de julio?
R. Si.
P. ¿Ese regimiento formaba parte de la brigada al mando de Sir Samuel Auchmuty?
R. Si.
- 168 -
P. Indique las operaciones de ese regimiento desde el período en que marchó por
señal en la mañana del día 5, hasta la toma de la Plaza de los Toros, y formando un
empalme con el cuerpo de Sir Samuel Auchmuty.
R. Salí con el regimiento de sus acantonamientos a las cinco de la mañana del día 5,
hacia el lugar que me designó Sir Samuel Auchmuty, en un camino que conduce a la
iglesia de Recoleta, con la retaguardia libre de la línea para ser ocupado por la
columna izquierda del regimiento 87°. Al comienzo de los cañonazos, a las seis y
media, avanzamos y en unos veinte minutos llegamos a una calle que conduce a la
plaza de los Toros, y en cuya cabecera había una casona, ocupada por un
destacamento del enemigo, que mantuvo un fuerte fuego sobre la columna mientras
se acercaba. La puerta, sin embargo, la abrimos en poco tiempo, y las tropas que
estaban dentro fueron neutralizadas a punta de bayoneta. Teniendo el enemigo una
artillería numerosa fuera de la plaza de los toros, nos esforzamos por apoderarnos de
ella, pero el fuego destructivo en todas direcciones lo hizo impracticable y perdimos a
varios hombres en el intento. Juzgué si era conveniente tomar posesión de otra
casona que miraba al río, y que estaba situada al borde del acantilado, y que en ese
momento estaba ocupada por el enemigo, para silenciar sus cañones, al poder girar su
flanco derecho. En consecuencia, se destacaron dos compañías para tal fin, y
habiéndose adueñado de la casa, salieron por una puerta trasera y cargaron contra el
enemigo en el fuerte y cuartel del Retiro, en cuya asta de bandera enarbolamos
nuestros colores, y de donde se retiró el enemigo, clavando todos sus cañones menos
uno de 12 libras, que de inmediato giramos hacia la Plaza. Los buenos efectos de esto
pronto se observaron, ya que después de unas pocas rondas se vio al enemigo en
desbandada salir corriendo, tratando de escapar hacia la ciudad. Continuamos con el
cañoneo durante algún tiempo, el enemigo mostró un pañuelo blanco en el edificio, y
alrededor de las nueve y media el resto de la tropa entro, alrededor de unos 400
hombres se rindieron a discreción. En el transcurso de media hora después se nos unió
el general Auchmuty, quien, durante el cañoneo, ordenó al 87° desde su posición,
relevar a una compañía del 38°, que yo había puesto a cargo de los prisioneros
entonces en la Plaza y envió a esa compañía a unirse a su regimiento, que fue portado
en diferentes lugares, en el Retiro, y al final de las calles que conducen al pueblo.
Durante el día el General Lumley, con el 5° y el 36°, se unió a nosotros en nuestro
puesto.
El honorable mayor King fue llamado y examinado.
P. ¿Comandó el ala izquierda del 5° regimiento el 5 de julio?
R. sí.
P. Indique las operaciones de esa ala, de la que estuvo al mando, durante el ataque a
la ciudad, hasta que se reunió con Sir Samuel Auchmuty.
R. Habiendo recibido previamente mis órdenes en la tarde del 4 de Sir Samuel
Auchmuty, formé el ala izquierda del 5° regimiento, frente a la avenida señalada por
él, y al comienzo del cañoneo en el centro de las columnas avancé, y al llegar a la
entrada de una calle, ordené a la primera fila de la sección principal que fuera a la
carga (paso redoblado con las bayonetas en punta). Avanzamos a paso rápido por la
calle. El enemigo, en nuestro avance, abandonó cuatro piezas de cañón, con las que
aparentemente se habían retirado por la izquierda. Pronto se supo que habían clavado
- 169 -
las armas y disparado a los caballos antes de su abandono. La columna llegó al río sin
oposición; Luego miré a mí alrededor para observar qué casas era apropiado tomar
posesión de acuerdo con el plan de ataque. Me retiré de la columna unos cincuenta
pasos para ese propósito, pero el fuego comenzó. Entonces pensé que era necesario
cargar, luego irrumpí en una casa, en la parte superior de la cual tomamos posesión, y
mostramos los colores del 5° regimiento. Luego guie a la tropa para tomar posesión de
diferentes casas y de una iglesia cercana.
En ese momento se inició un fuego muy abrasador en la Plaza de los toros, que
dominaba la casa donde yo me había apostado. Entre las nueve y las diez de la noche
cesaron los disparos desde la plaza y en ella se izaron los colores británicos. Habiendo
permanecido hasta cerca de las 12 en punto, algunos de los hombres señalaron los
colores franceses en una casa a la derecha, expresando su deseo de tomarlos, y como
no había recibido órdenes durante ese período, dejé un sargento y doce hombres para
proteger a los prisioneros, muchos de los cuales me fueron traídos por grupos
independientes, así como para proteger a los heridos. Luego avancé hacia la derecha,
pero recibí un fuego tan fuerte que pensé que era necesario romper una puerta a la
izquierda, donde estaba el patio al que había llevado a los heridos. Luego procedí a
intentar llegar a la casa donde se ondeaba la bandera francesa. Al avanzar sufrimos tal
pérdida, que me pareció necesario retirarme a la casa que antes había abierto.
Aplazado hasta mañana.
Vigésimo primer (21) día
Jueves 25 de febrero
Habiéndose reunido el Tribunal, de conformidad con el aplazamiento, se volvió a
llamar al Honorable Mayor King, el fiscal leyó su testimonio del día anterior y reanudó
su narración.
Al regresar al patio de esta casa, envié a un oficial con los heridos al lugar donde había
dejado al cirujano. También envié con él una solicitud de refuerzo del coronel Davie, y
se unieron algunos hombres más. Al mismo tiempo, recibí un mensaje del general de
brigada Lumley, que decía; que cubrí su derecha. Los hombres aun expresando gran
ardor para atacar la casa que ostentaba la bandera francesa, avancé, pero
encontrando los medios ofensivos y defensivos del enemigo tan superiores a los míos,
que, a pesar de mi suposición, por las circunstancias de la bandera, que estaba
ocupado por algún oficial importante para el enemigo, me vi obligado de nuevo a
retirarme al patio del que me había posesionado. El enemigo tenía dos piezas de
cañón en el extremo superior de la calle, que el fuego de nuestra mosquetería les
impedía trabajar.
Los techos de las casas estaban completamente ocupados por el enemigo, y estaba en
su poder destruir a nuestros hombres con muy poco peligro para ellos, ya que solo
ocasionalmente sucedía que podíamos disparar con efecto cuando sus cabezas se
veían sobre los parapetos. Sumado a esto, la dificultad de irrumpir en las casas fue
tremenda. Cualquier intento de entrar en la casa antes mencionada resultó del todo
ineficaz, y como el enemigo podía aislarme con un número superior, permanecí en el
patio hasta que expulsamos a los heridos. Entonces me retiré a una calle donde
encontré un destacamento del 36°, y poco después al Capitán Ridge del 5° que me
- 170 -
informó que un cuerpo del enemigo avanzaba desde el extremo superior de la calle.
Formé a mis hombres con la intención de avanzar para cargar, pero al acercarme
observé a un oficial con un pañuelo blanco en su mano. Por lo tanto, ordené a mis
hombres que se detuvieran, permaneciendo listos en la carga, extendiendo mí frente
al otro lado de la calle. Para entonces el enemigo estaba muy cerca, avancé hacia el
oficial, que también se había detenido, y de quien entendí que se había rendido y a su
grupo como prisioneros de guerra, les pedí que depongan las armas y que hagan
cumplir esta orden. Agarró dos o tres de sus esclusas y las arrojó al suelo, sin dejar de
observar que el enemigo se acumulaba en número y amenazaba a mi grupo con sus
espadas en flor. Justo en ese momento se me presentó uno de ellos, cuando uno de
los del 5° se adelantó e hizo una estocada con la bayoneta al oficial con el que yo
hablaba, quien evadió la herida apartándose a un lado. Viendo ahora que no deponían
las armas, juzgué que era mejor exigir su espada, que me entregó instantáneamente.
Pero el oficial que portaba los colores, en ese momento, me informó que el enemigo
había intentado apoderarse de ellos, di la orden de cargar, y el enemigo dio media
vuelta y se escapó, dejando unos pocos muertos detrás de ellos. Después de esto no
ocurrió nada más de importancia. Procedimos, según mis órdenes, a abrir las casas, y
mientras estaba en este servicio recibí una orden del general Lumley de retirarme a la
Plaza de los Toros, y unirme con el ala derecha del 5°. La orden fue obedecida de
inmediato, y a eso de las tres entré en la plaza de los toros.
P. ¿Qué número de herramientas de trinchera u otros instrumentos adecuados con el
propósito de forzar casas, tenía su tropa?
R. No puedo recordar exactamente, pero teníamos algunos.
P. ¿Qué tipo de herramientas eran?
R. Que yo recuerde, algunos de ellos fueron las herramientas de los clavillos del
regimiento, una palanca y un azadón o dos que encontramos en los suburbios de
Buenos Aires.
El teniente coronel Davie jurado y examinado.
P. ¿Estuvo al mando del 5° regimiento el 5 de julio?
R. Lo hice.
P. Indique las operaciones del ala bajo su mando, desde el período de la marcha hasta
el ataque, y el momento de su cruce con el general de brigada Sir Samuel Auchmuty,
en la plaza de los Toros.
R. La columna de la derecha, bajo mi mando, avanzó a las seis y media de la mañana
del día 5, por la calle que nos había señalado la noche anterior Sir Samuel Auchmuty,
llegamos a las orillas del río a las siete y media sin la menor oposición.
Inmediatamente icé los colores del rey en los techos de las casas de la plaza cercana al
río, o en los diferentes ángulos de las calles que se cruzan, poco después, en conjunto
con dos compañías del ala izquierda, tomé posesión de la iglesia de Santa Catalina,
desde la torre de la misma pude observar, hacia las nueve, izar la bandera blanca en la
Plaza de los Toros. El capitán Brook, asistente del cuartel general, se unió a mí en ese
momento y me informó de la captura del Retiro. Seguí por la playa para recibir
órdenes de Sir Samuel Auchmuty, quien llegó a la iglesia alrededor de las 11 en punto,
y después de hacer sus observaciones sobre la torre, me dio órdenes de retener la
- 171 -
posición que ocupaba entonces o, si era presionado demasiado por el enemigo, debía
retirarme a su posición en el flanco de plaza de los toros. Hacia la una recibí un
mensaje del general Lumley, por parte de un sargento del 36°, para pedirme que
avanzara para apoyarlo por la derecha, inmediatamente procedí con tres compañías, y
al unirme a él encontré que el 36° había recibido órdenes de retirarse. Luego se
unieron dos compañías del ala izquierda, al mando del honorable mayor King, y nos
retiramos por la playa en la parte trasera del 36°, y llegamos a los Toros alrededor de
las dos y media de la tarde.
El general de brigada, el honorable William Lumley, volvió a ser llamado y
examinado.
P. ¿Dirigió usted el ala derecha del 36° regimiento, que formó parte de la brigada bajo
su mando, que estaba compuesta por los regimientos 36° y 88°, el día del ataque a la
ciudad de Buenos Aires?
R. Si.
P. Indique las operaciones del ala derecha, que dirigió, desde el comienzo del ataque,
hasta el período de unión con el cuerpo de Sir Samuel Auchmuty, y lo que tenga
conocimiento de las operaciones de las otras alas de la brigada.
R. Hacia las seis de la mañana del día 5, se formaron los dos regimientos que
componían mi brigada, habiendo dejado sus mochilas y grandes abrigos en sus
acantonamientos, bajo una buena guardia, como indicaban las órdenes anteriores que
habíamos recibido. El 88° estaba en dos columnas, con las cabezas de cada uno hacia
el camino, por el cual debían avanzar, y el 36° estaba en una columna, listo para
moverme en la dirección en la que tenía la intención de llevarlos yo mismo, hasta que
pudiera averiguar los dos caminos paralelos más cercanos a aquellos por los que debía
marchar el 88°, habiendo dado órdenes al coronel Duff y al mayor Vandeleur,
ordenando a las dos columnas del 88° antes mencionadas que avanzaran lentamente,
pero no avanzaran más allá de sus puestos de avanzada hasta que la señal de los
cañonazos no comenzara.
Debíamos avanzar rápidamente y penetrar lo más lejos posible hacia el río, o
apostarse lo más adelantado posible, tomando posesión de cualquier iglesia o casa
grande o casas que luego pudieran ser capaces de fortalecer y mantener acompañado
por el ayudante general adjunto en la expedición del general Craufurd, el teniente
coronel Stewart y el capitán Watson de la artillería, que había servido en la captura de
Montevideo, pero ahora estaba en el establishment del cabo, ambos de los cuales, en
ese momento, desempleados, se habían ofrecido voluntariamente conmigo al
desembarcar, y a cuya asistencia entusiasta y activa, junto con la del mayor de brigada
Roche, me sentí siempre muy agradecido, procedí en dirección oblicua con la 36°.
Hasta que volví a tomar la calle que me pareció que conducía directamente a la
ciudad, poco después separé el ala izquierda de la 36°, bajo el mando del capitán
Cross, aún más a la izquierda, para moverme en dirección paralela a el ala derecha, le
ordene al capitán tome el primer camino que le permitiera hacerlo, y con las mismas
órdenes que yo había dado anteriormente al teniente coronel Duff y al mayor
Vandeleur. Se dispararon los cañones como señal cuando empezaba a amanecer.
Ahora sólo puedo hablar de los movimientos de la derecha al mando del teniente
coronel Bourne, en los que me había colocado la necesidad de averiguar la dirección
de las calles. Entonces procedí tan rápido como nos permitió el estado sumamente
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roto de las calles, y poco después de nuestra entrada a la calle un fuego de
mosquetería comenzó a caer sobre nosotros en varias direcciones. Sin embargo,
logramos presionar nuestro camino hasta el último cruce de calles conectado con el
río. Los picos que habían sido entregados a las columnas resultaron inútiles para
romper las puertas y ventanas, que son por toda esta ciudad sorprendentemente
fuerte y pesadas; pero, gracias a los esfuerzos unidos de los soldados, finalmente
forzamos una entrada a unas pocas casas paralelas y cercanas al río. Una de estas
casas era enorme y alta, y estaba situada entre la última calle y la playa, y en esta
ordené que los colores del 36° se plantaran como señal y aliento a las otras columnas
de la brigada, y también a esas otras partidas del ejército que pudieran observar. La
calle transversal, en la parte trasera de mi posición, estaba ahora enfilada por dos
cañones de esa parte de la plaza inmediatamente debajo del fuerte, como también
por tres cañones en el propio fuerte. El fuego de algunos de estos cañones se dirigía
generalmente con gran precisión y efecto contra la casa grande antes mencionada, y
un fuego constante y pesado de mosquetería se derramaba sobre nosotros, sin que
apenas pudiéramos descubrir las direcciones de dónde provenía, por lo que los
parapetos ocultaron completamente a los asaltantes. Estuvimos así situados durante
algún tiempo, hasta que por fin seis hombres del 88° y algunos granaderos del 36°,
que se habían abierto paso por los tejados de algunas casas y se interpusieron entre
nosotros, en esa posición se vieron obligados a retirarse, volvieron, e informaron que
casi la totalidad del 88° fue hecho prisionero.
Esta inteligencia fue confirmada poco después por el coronel Eglio (habla del coronel
Francisco Javier Elío y Olóndriz), un oficial español, quien vino a mí con una bandera de
tregua, y afirmó que más de 1000 de nuestros hombres ya eran prisioneros, y me
propuso que me rindiera. Esto lo rechacé perentoriamente, y casi inmediatamente
después se me informó que dos cañones avanzaban por la playa, sin duda, con el
propósito de llevarlos al frente. Mi ansiedad era ahora muy grande por averiguar la
situación de sir Samuel Auchmuty, a quien esperaba que estuviera a mi izquierda, y el
capitán Watson se ofreció a esforzarse por encontrarlo y comunicarme su situación.
Para entonces, toda oposición al enemigo había cesado por parte del 88°, y el fuego de
artillería y mosquetería se dirigió contra el 36°. También se intentó llevar dos cañones
a la misma calle por la que había marchado y al final de la cual me encontraba ahora.
Aunque a cierta distancia de mí, esta medida habría enfilado completamente mi
posición en la retaguardia, como se pretendía que hicieran los cañones en la playa al
frente. Aproximadamente en este período ordené subir el ala izquierda del 36°, y casi
al mismo tiempo el Mayor King del 5°, por suerte, apareció con el ala izquierda de su
regimiento en mi retaguardia, en el otro extremo de la calle. Justo en el mismo
momento en que el enemigo se había reunido en gran número y arrastraba los dos
cañones antes mencionados; pero la valiente resistencia que opuso a éstos, le
permitió apoderarse de los cañones por un corto tiempo.
Creo, en efecto, que, incluso, si la necesidad de autodefensa nos hubiera impulsado a
disparar antes de este período, la contienda habría sido muy desigual desde el
principio, no solo por su numerosa artillería, sino por la lluvia de fusilería que caía
desde todas las direcciones. Envié al teniente coronel Davie del 5°, para recomendar el
avance en apoyo del ala izquierda de su regimiento. Dos oficiales españoles habían
vuelto a proponer la rendición, pero como sus modales eran groseros y descorteses,
les recomendé que se retiraran sin demora. El coronel Eglio apareció de nuevo poco
después y avanzó hacia mí, con la autorización del general Liniers, para exigir nuestra
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rendición incondicional en un cuarto de hora, y yo fui nuevamente perentorio en mi
negativa. En el momento de estas discusiones, aparentemente se había producido un
cese total de los disparos en todas las demás partes de la ciudad, de cuya circunstancia
llegué a la conclusión de que las tropas al mando del general Craufurd habían sido
tomadas prisioneras o se habían visto obligadas a retirarse. Numerosos enemigos,
durante esta conferencia con los oficiales españoles, parecían estar ebrios de licor o
de su éxito, o tal vez con ambos, y con frecuencia se apresuraban hacia adelante con el
propósito de hacer prisioneros o de confundir a nuestros hombres, pero su temeridad
a menudo les resultó fatal. Los cañones también habían salido de la playa y fueron
cubiertos por unos 700 enemigos. El valiente teniente coronel Bourne, al ser
informado de esto, me dijo que cualquiera que fuera nuestra línea de operación, estos
cañones debían tener consecuencias muy graves para nosotros. De esto yo mismo
estaba demasiado convencido, y obtuvo mi permiso para salir a la cabeza de algunos
granaderos, con algunos pequeños destacamentos de las compañías de batallón; el
número en total no pasó de cincuenta hombres. Con estos condujo al enemigo que
tenía delante hasta las murallas del fuerte, clavó los cañones y luego buscó refugio, en
una casa baja y un jardín, del furioso fuego del enemigo, que se derramó sobre él
desde el fuerte. Para entonces, había recibido información de que el general
Auchmuty estaba en posesión de la plaza de los Toros y me recomendaba regresar por
la playa para reunirme con él en las alturas del Retiro.
Escribí una respuesta en el reverso de la nota del General con estas palabras:
- "Todavía estoy en posesión de mi puesto, ¿no puede sir Samuel Auchmuty
apoyarme?" Esta nota, sin embargo, nunca le llegó. Para ese momento eran las dos en
punto; habíamos participado en esta competencia desigual durante más de seis horas;
nuestros números se redujeron mucho, los hombres y los oficiales cayeron
rápidamente; excluido, en primera instancia, por nuestras instrucciones de avanzar
contra el fuerte; todas nuestras municiones se gastaron, y yo sabía bien que, durante
no mucho tiempo, iba a estar completamente rodeado y dominado por números
superiores.
En estas
circunstancias, consideré más propicio para el bien del servicio, en lugar de una
resistencia más prolongada, y ciertamente infructuosa, retroceder y reforzar a Sir
Samuel Auchmuty con los restos del 36° y 88°, que estaban conmigo. En consecuencia,
regresé por la playa, aunque todavía expuesto al intenso fuego de racimo y bola
redonda del fuerte (2 tipos de proyectil de cañón de la época), y con alguna pérdida
adicional cumplí mi propósito; entre las dos y las tres en punto me incorporé y me
puse, con los dos regimientos antes mencionados, bajo el mando de sir Samuel
Auchmuty. La conducta de estas tropas, conmigo, fue sobre todo elogio, y creo que es
mi deber para con ellos aquí declarar que, como debe haber sido visible para cada
individuo, al principio de la contienda, no podíamos tener perspectivas de éxito. No se
oía ni un murmullo, ni siquiera la apariencia de un deseo de retirarse. El
comportamiento tanto de los oficiales como de los hombres demostró ese grado de
determinación fría e intrépida, esa perseverancia paciente y constante y la pronta
obediencia a las órdenes que es la verdadera prueba de la verdadera valentía y
disciplina. El resto de este día lo dediqué a hacer todos los esfuerzos posibles para
fortalecer el puesto que entonces ocupamos.
P. Después de estar separado del ala izquierda por la mañana, ¿cuándo volvió a
unirse?
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R. No estoy exactamente seguro, pero creo que alrededor de las 12 en punto.
P. ¿A qué hora del día pareció que no había perspectivas de éxito?
R. Puedo responder decididamente a las diez en punto.
P. Habiendo llegado con sus columnas al río, ¿qué razón tenía para pensar, en ese
momento, que todas las posibilidades de éxito habían terminado?
R. El enemigo fue, desde el principio, visible y enormemente superior a nosotros en
número; estaban protegidos de nuestro fuego y nosotros expuestos al de ellos;
también estaban en posesión de una numerosa artillería, y no teníamos un solo arma
entre nosotros.
Interrogado por la corte
P. ¿Puede indicar, o aproximar, la distancia entre la casa de White y la Recoleta?
R. Es imposible hablar con precisión, ya que nunca estuve en la Recoleta; pero me
pareció, a la vista, unas dos millas de distancia (3.2 kms).
P. ¿Puede decir la distancia entre la casa de White y el riachuelo y la naturaleza del
país? ¿Es arboleado, abierto o cerrado?
R. Desde el punto más cercano del riachuelo no puedo decirlo; desde el paso de Chico,
por donde cruzamos, supongo que son unas cuatro millas (6.4 kms). El país estuvo
muy cerrado desde el primer ascenso a las alturas.
P. ¿No es posible que el radio entre la casa de White y el riachuelo haya estado tan
ocupado por la tropa británica y tan dividida que lo volvió lo suficientemente
intransitable como para impedir el suministro de provisiones por esa vía?
R. Ciertamente debería concebir que ese podría ser el caso.
P. Habiendo dicho que el enemigo era muy superior en número, ¿quiere decir superior
sólo a su propia brigada o al ejército entero?
R. Solo puedo hablar con certeza respecto a mi propia brigada, estábamos muy
separados del resto del ejército. Solo puedo hablar por el número de enemigos que vi
en las calles, en los muros del fuerte y en los techos de las casas.
P. ¿De qué descripción eran las tropas que se oponían a su brigada? ¿Fueron tropas
regulares o la población armada del pueblo?
R. Eran de todo tipo, desde el español original hasta el esclavo negro; algunos iban
vestidos de uniforme, otros no.
P. ¿Se le consultó sobre el tratado?
R. El día ocho del mes fui llamado por el Comandante en Jefe para ser consultado
sobre ciertos puntos relacionados con el tratado. Con respecto al tratado en sí, no me
imaginé consultado.
P. ¿Cuál fue el estado de las tropas tras el fracaso del 5 de julio? ¿Era tal que les
permitiera emprender nuevas operaciones contra Buenos Aires?
- 175 -
R. Las tropas estaban entonces ciertamente mal vestidas y sin sus mantas ni abrigos.
Aunque estaban cubiertos por encima, todavía estaban expuestos al aire nocturno,
que era más severo de lo habitual. Mi brigada, en ese momento, había estado cuatro
días sin carne, y había recibido solo una porción muy pequeña de galleta antes y
durante estos días. Pero, indudablemente, una buena comida o dos, que entonces
teníamos la perspectiva de obtener, las habría igualado a cualquiera en las que no
hubiera probabilidad de una marcha larga o donde no era probable que aumentaran
las dificultades.
P. ¿Concibió usted, o no, que entonces estaban a la altura de cualquier otra operación
contra la ciudad?
R. Para cualquier deber de esa noche, no digo que fueran iguales; pero posteriormente
concebimos que lo eran.
P. ¿Concibe que la fuerza enviada contra Buenos Aires fue suficiente para su reducción
si se hubiera manejado adecuadamente?
R. Ciertamente lo concibo como totalmente suficiente.
El teniente coronel Thomas Bourne jurado y examinado.
P. ¿Comandó el ala derecha del 36° regimiento la mañana del ataque a Buenos Aires?
R. Sí.
P. Indique lo que pasó desde el momento en que fue separado del general de brigada
Lumley hasta que se reunió con él, en la Plaza de los Toros.
R. Ordené a una de las partes que cargara contra esas armas ya mencionadas,
habiendo informado al general Lumley de que debían ser tomadas. Esta partida no
procedió de inmediato, debido a que el capitán y subalterno de los granaderos
resultaron heridos por una descarga de uno de estos cañones. No recuerdo si fue por
órdenes del general Lumley, pero fui a la cabeza de los granaderos, con algunos
hombres de otros destacamentos, y tomé el más grande de los cañones, que yo mismo
clavé. Esto estaba muy cerca de la ciudadela, muy cerca del enemigo. Inmediatamente
después de esto, cuando su propia gente estaba fuera del camino, comenzaron un
fuerte fuego de mosquetería y racimo sobre nosotros. Esto me indujo a llevar a mis
hombres al amparo de la parte trasera de algunas casas, donde el disparo de la
ciudadela no podía alcanzarnos y habiendo permanecido en esa situación algún
tiempo, se me ordenó que retirara mi grupo y siguiera el 36°, lo que pude hacer
procediendo desde la posición que ocupaba entonces a lo largo de la playa. Luego me
reuní con Sir Samuel Auchmuty en la Plaza de los Toros. Esto fue todo lo que pasó.
El general Whitelocke se negó a hacerle preguntas a este testigo.
Interrogado por la corte
P. ¿Se había alimentado el 36° el 4 de julio?
R. El día 4 tuvimos muchas escaramuzas con el enemigo en los suburbios de Buenos
Aires, y no fuimos relevados tan pronto como esperábamos; a consecuencia de lo cual
no llegamos a nuestro destacamento hasta las once o las doce de la noche. La carne
estaba lista para los hombres en sus habitaciones, pero teniendo que encender el
- 176 -
fuego y cocinarla, me informaron que eran cerca de las dos de la mañana antes de que
tuvieran algo de comer; después de lo cual se les sirvió la cantidad habitual de vino.
P. ¿Qué provisiones tenían el día 5?
R. Que yo recuerde, cuando nos reunimos con el General Auchmuty en la Plaza de los
toros, los hombres consiguieron algo.
P. Indique las bajas del 36° el día 5.
R. Por lo que pude saber por primera vez, hubo dos oficiales y veinticuatro soldados
rasos muertos. Después descubrí que había nueve oficiales muertos, tres heridos y
sesenta soldados. Posteriormente se comprobó que había muchos más.
P. ¿Cuál crees que era la fuerza del enemigo que protegía los cañones que cargo y cuál
era la fuerza del destacamento con el que lo tomo?
R. No puedo hablar positivamente, pero podría haber trescientos o cuatrocientos
enemigos; mi grupo ascendía a cincuenta hombres, más o menos, no creo que tuviera
más.
El teniente coronel Alexander Duff jurado y examinado.
P. ¿Comandaba el ala derecha del 88° regimiento la mañana del ataque?
R. Si.
P. Indique las operaciones del ala bajo su mando ese día.
R. Creo que es necesario decirle a la Corte que en la mañana del día 5 me concebí tan
débil que no pensé que pudiera llegar a mi puesto. El regimiento bajo mi mando
podría, en efecto, llamarse un mero destacamento, por lo que envié al cuartel general
para solicitar que dos o tres de las compañías que estaban allí fueran enviadas para
fortalecerme. Fueron enviados en consecuencia, pero, para mi asombro total, justo
cuando me estaba moviendo, descubrí que estas compañías no tenían pedernales
(piedra que se usa para generar chispa lo que le da ignición al arma de chispa de la
época). Al observar esto, interrogué al Mayor Ironmonger, que tenía el mando de
estas compañías, y le ordené que me diera alguna razón para que se presentaran de
esta manera. Me insinuó que el general Gower le había ordenado que sacara los
pedernales. Inmediatamente le ordené que comprara piedras de otras compañías que
pudieran ahorrarlas; pero, lamento decirlo, no pudieron proporcionarse a todos, y el
mayor Vandeleur, que comandaba el ala izquierda del regimiento, me informó que dos
hombres cayeron en las calles en el acto de poner sus pedernales (se envolvían en
cuero y se apretaban con un tornillo).
Avanzamos al ataque; pero puede ser necesario que afirme que tenía una opinión tan
mala al respecto en mi propia mente, que dejé mis colores en el cuartel general para
que no fueran tomados. De acuerdo con el espíritu de la orden de asalto que había
recibido, avancé mi batallón en dos alas, cada una de las cuales constaba de unos
doscientos veinticinco soldados. Le ordené al Mayor Vandeleur que condujera su ala al
lugar donde el General Lumley me ordenó que penetrara, tan cerca del avance
principal del enemigo como fuera posible. Después de darle estas órdenes, conduje mi
propia ala a una iglesia que el general Lumley me había ordenado que tomara
posesión. No encontré oposición ni sostuve ningún fuego hasta que entré por la
- 177 -
puerta de entrada de la iglesia, cuando el enemigo inició un tremendo fuego de
fusilería desde la casa opuesta.
Habiendo perdido casi treinta hombres en esta puerta, y encontrando la
impracticabilidad de romper la puerta de la iglesia con los instrumentos que me
fueron entregados, consideré prudente salir de esta situación y adentrarme más en la
ciudad, con la esperanza de ganar una posición más ventajosa. Al salir de esta puerta,
fuimos asaltados por un fuego continuo; pero avanzamos por la calle hasta que concluí
que estábamos cerca de la ciudadela. Descubrir que había perdido a tantos hombres
en las calles; mis cuatro oficiales granaderos heridos; Muerto el mayor, el ayudante y
el ayudante de cirujano, y habiendo perdido, en muertos y heridos, de ochenta a cien
soldados de mi pequeña columna, apure mi izquierda y tomé posesión de tres casas.
En los techos de dos de estas casas formé a mis hombres conforme al espíritu de las
órdenes que había recibido. Mantuve esta posición unas 4 horas , descubrí que seguía
perdiendo un número considerable de mis hombres, dos oficiales más resultaron
heridos, el enemigo me disparó desde todas las direcciones y no escuché fuego a mi
izquierda, lo que me hizo concluir que la izquierda debió haberse retirado, y yo no
podía tener ninguna posibilidad de recibir su apoyo, reuní a los oficiales y, tomando su
opinión sobre el tema, consideré muy prudente aceptar los términos de rendición del
enemigo con la condición de que deberíamos ser tratados como deberíamos ser. Al ser
llevado prisionero a la ciudadela, me regocijé al descubrir que había adoptado una
medida que salvó la vida de los hombres que me quedaban, ya que luego descubrí que
estaba rodeado por todos lados por al menos tres o cuatro mil habitantes, tropas, y
gente armada.
Al entrar en la ciudadela descubrí que el mayor Vandeleur también se había visto
obligado a rendirse media hora antes que yo, por lo que recuerdo; pero del conjunto
de este pequeño destacamento, porque apenas puedo llamarlo regimiento, perdí
alrededor de 220 soldados y diecisiete oficiales entre muertos y heridos.
P. ¿A qué hora, según recuerde, se rindió?
R. Aproximadamente diez minutos antes de las doce en punto.
P. Desde el período de su marcha hasta el ataque y hasta el momento de la rendición,
¿recibió o no recibió alguna orden del general Whitelocke o se comunicó de alguna
manera con él?
R. No lo hice; y en mi mente habría sido casi imposible que un oficial se hubiera
comunicado conmigo, ya que estaba encerrado en todos los sentidos. Creo que
cualquier oficial debe haber muerto en el intento.
Sir John Moore — A ese ritmo, ningún oficial podría recibir órdenes durante ninguna
acción.
P. Si hubiera tenido los medios para informar de su situación al general Whitelocke
antes de su rendición, ¿debería haber sabido, por las órdenes que había recibido,
dónde lo habían encontrado ese día?
R. No; pero concibo que debería haberle enviado al Miserere, según mi propia idea.
Interrogado por el teniente general Whitelocke.
P. ¿No debería haber informado, como es natural, al cuartel general, si no hubiera
podido informar a su general de brigada?
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R. Ciertamente.
Examinado por el Tribunal.
P. ¿Qué se había hecho con los pedernales que se sacaron en el cuartel general? ¿No
fueron metidos en las bolsas, y no tenían los hombres también pedernal de repuesto?
R. Si hubieran obedecido mis órdenes, deberían haber tenido pedernales de repuesto.
No puedo decir qué se hizo con estos pedernales.
P. Indique cuándo se sacaron los pedernales y sabe si el general Whitelocke tenía
conocimiento de ello.
R. El mayor Ironmonger me dijo que cuando la compañía estaba a punto de marchar
desde el cuartel general. El general Gower le ordenó que sacara los pedernales de las
dos compañías la mañana del asalto; pero no puedo decir que lo haya hecho el general
Whitelocke. Preferiría pensar que no.
P. Usted dijo que habría informado, por supuesto, al cuartel general, si no estuviera
capacitado para informar a su propio general de brigada. ¿Cree entonces que cuando
un ejército entra en acción, el Comandante en Jefe siempre se encuentra en la
retaguardia o en el cuartel general?
R. Mi razón para reportarme al cuartel general debe haber sido porque dejé una
compañía asignada allí; de lo que llegué a la conclusión de que allí se encontraba el
teniente general.
El mayor Richard Vandeleur jurado y examinado.
P. ¿Comandaba el ala izquierda del 88° regimiento el día del ataque?
R. Sí, lo hice,
P. Indique las operaciones de esa ala desde el período de su separación de la derecha
hasta el momento en que se vio obligado a rendirse.
R. eso de las cinco de la mañana del día 5, el teniente coronel Duff me pidió que
trasladara las tres compañías, que luego formaron la mitad del regimiento, a la casa
del general Lumley, que estaba a unos cien metros de distancia del regimiento
informar de mi llegada y que la columna estuviera en armas; orden que ejecuté poco
después, cuando se me unió otra tropa. Aproximadamente media hora después, el
general Lumley me pidió que me adelantara hasta el puesto de avanzada y que
esperara allí hasta que dispararan los cañones de señales. Le pregunté si tenía alguna
orden en particular que darme, me preguntó si había leído el detalle ya dado, que era
que debía penetrar por la calle hasta la orilla del agua, o al menos hasta donde
pudiera, y alojarme allí con la mejor ventaja, pero sobre todo no permitir disparos. Le
pedí que me diera alguna información relativa al modo de defensa del enemigo, o la
oposición que probablemente encontraría. Él respondió que no sabía más que yo,
pero que era particularmente necesario que, si fuera posible, lograra llegar al final de
la calle.
Aplazada hasta mañana.
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Vigésimo segundo (22) día
Viernes 26 de febrero
El Tribunal se reunió de conformidad con el aplazamiento.
El general Cornelius Cuyler, uno de los miembros de la corte, fue excusado de seguir
asistiendo por indisposición.
El fiscal informó a la Corte que el general de brigada Lumley estaba presente y
esperaba su permiso para corregir un error en su declaración del día anterior.
En consecuencia, se admitió al general de brigada Lumley y procedió a declarar lo
siguiente.
En mi testimonio de ayer, cometí un error del que entonces no era consciente; pero
ruego que me permitan observar, de ninguna manera es mi deseo hacer que la
situación de mi brigada parezca más angustiosa de lo que realmente fue. En mi
respuesta a una pregunta de la Corte, manifesté que mi brigada había estado casi
cuatro días sin comer. En lo que se refiere al 88° regimiento, creo que esta afirmación
era perfectamente correcta. También sé que hasta las ocho o las nueve de la noche
del 4, el 36° no comió carne ese día, ni los dos días anteriores, ya que habían estado
detenidos en los puestos de avanzada mucho más allá de la hora prevista. Algún
tiempo después, el 38° había sido enviado desde allí a sus acantonamientos; No sabía
lo que ahora creo que había sido el caso, que el regimiento había cocinado provisiones
durante la noche. A mi llegada al Retiro, ya no comandaba ninguna brigada en
particular, ya que sir Samuel Auchmuty me ordenó especialmente que asumiera la
superintendencia de los puestos de avanzada, asistido por el oficial de turno, deber de
tan grave importancia que requería mi mayor esfuerzo y vigilancia. Después de ese
tiempo, el propio Sir Samuel Auchmuty dio instrucciones para el aprovisionamiento de
las tropas.
El mayor Vandeleur llamado y examinado más a fondo.
Fiscal - Continúe en su narración desde donde dejo ayer.
R. A la llegada de la columna al puesto de avanzada, la dividí en secciones con siete
filas al frente, siendo el máximo espacio que podían ocupar. Ordené al capitán
Cheswell que tomara el mando de la retaguardia y actuara de acuerdo con las
circunstancias. Aproximadamente a las seis y media de la mañana, uno de nuestros
dragones se acercó a mí con órdenes del general Lumley de avanzar por la calle
directamente en nuestro frente. Ordené a la columna que avanzara y, al avanzar un
poco por la calle, vi dos de las vedettes enemigas. Cuando me acerqué, se retiraron
calle abajo, de vez en cuando mirando hacia arriba, como si hablaran con la gente en
las ventanas y techos de las casas; a mi llegada a un tercio de la calle, se abrió fuego
sobre mí desde ambas estaciones. Inmediatamente ordené a la columna que avanzara
el doble de rápido, lo que fue ejecutado perentoriamente, y los hombres respondieron
con vítores. A medida que avanzábamos por las calles, seguíamos siendo asaltados
desde las casas por ambos lados con fusiles, granadas de mano, piedras, mampostería,
ladrillos y todo tipo de combustibles. Cuando llegamos a la plaza mayor, encontramos
un parapeto arrojado directamente al otro lado, compuesto por bolsas de pieles
- 180 -
rellenas de tierra. Subimos por este parapeto y descendimos por el otro lado a una
zanja de unos seis pies de profundidad (1.8 mts) y doce pies de ancho (3.6 mts),
igualmente cortada por completo al otro lado de la calle, de allí saqué a los hombres lo
más rápido posible, ya que las cuatro casas de las esquinas estaban ocupadas por el
enemigo, y estaba flanqueada por cañones en la plaza mayor. Al salir de esta zanja,
encontré que la calle terminaba en un suave descenso hasta el río, y corrí frente a la
cara occidental de la ciudadela, de donde el enemigo instantáneamente inició fuego
sostenido contra mí.
Con la ayuda de
algunos hombres, traté de forzar mi entrada a las casas de la esquina derecha en la
parte inferior, y con el extremo de sus cerrojos lograron con dificultad romper la
puerta, que al abrirse nos dejó en una pequeña plaza. , que constaba de cuatro
pequeñas viviendas de una habitación cada una. También ordené que la casa del lado
opuesto se abriera; y como estaba excesivamente amenazado por el fuego, ordené a
los hombres que se abrigaran lo mejor que pudieran, y les di el ánimo de que pronto
nos apoyarían. Traté de conseguir hombres en el techo de la primera casa a la derecha
de la calle que ocupaba. Había un parapeto construido alrededor de la parte superior,
pero pronto descubrí que era totalmente impracticable ocupar la posición de otro
lado; el parapeto fue poseído por el enemigo, y todo hombre que intentó ganar el
techo fue derribado. Algunos de nuestros hombres se habían apoderado de la casa de
enfrente a la izquierda de la calle, pero al ser más alta que la que ocupaba, quedó
expuesta al fuego de la ciudadela, que pronto los obligó a retirarse. Entonces el
enemigo desplego una pieza de campo desde la gran plaza hasta la zanja, y algunos de
nuestros hombres, que estaban allí escondidos, dispararon contra ellos, abandonaron
inmediatamente el arma, pero regresaron y la dispararon. Nuestros hombres
devolvieron el fuego y se retiraron nuevamente, el capitán Cheswell, que estaba en la
zanja, me informó que habían dejado tres muertos. Para entonces ya había ocupado
algunas casas a la derecha, pero el enemigo invadió completamente dos de ellas y me
vi obligado a reunir a todos los heridos y otros hombres en un solo lugar.
Mantuvimos nuestra posición hasta aproximadamente las once y cuarto, cuando
pensé que era mejor consultar con los oficiales sobre lo que debía hacerse. No hubo
aparición de ninguna de nuestras propias fuerzas; no se oyeron disparos, salvo los que
estaban dirigidos contra nosotros, teníamos pocos hombres y una retirada parecía
totalmente impracticable; se acumulaban los heridos, oficiales y soldados, y pensé
que, rodeado por estas circunstancias, sería una violación contra la humanidad
soportar más tiempo. Por lo tanto, acordamos entablar un parley con el enemigo,
ordené que levantaran un pañuelo blanco. Un oficial español saltó inmediatamente
desde detrás del parapeto del techo de una casa, y el capitán Carrol le interpretó que
estábamos dispuestos a rendirnos en términos. Inmediatamente preguntó qué
términos, a lo que respondí, que solo necesitábamos cuartel para atender a los
heridos. Inmediatamente se puso la mano sobre el pecho y respondió que eran
españoles y que siempre trataban a sus prisioneros con humanidad. Estuvimos de
acuerdo en estos términos y entregué mi espada, sobre la cual un inmenso número de
enemigos apareció en los techos de las casas donde se habían escondido. Estos
recibieron las armas de nuestros hombres, después de lo cual los oficiales fueron
conducidos a la ciudadela y los hombres a prisiones separadas.
El general de brigada Craufurd volvió a ser llamado y examinado.
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P. Continúe su narración desde el período en el que se interrumpió al final del 4 de
julio hasta el momento de su rendición.
R. La disposición escrita que recibí del ataque al pueblo me indicaba que mi brigada
debía entrar por la derecha y moverse hacia el centro en dos columnas. La columna de
la izquierda estaría formada por cinco compañías del batallón ligero y cuatro del 95°,
lo que equivale a unos 600 soldados; la columna de la derecha consistirá en cuatro
compañías de cada una, formando alrededor de 540 soldados, la columna de la
izquierda para recibir órdenes del teniente coronel Pack, la derecha de mí. Se nos
ordenó penetrar, si era posible, hasta el río, y allí ocupar cualquiera de los lugares
altos lo más cerca posible del centro de la ciudad. Formada la brigada a primera hora
de la mañana, en los dos caminos que se habían señalado para que entren las dos
columnas, en el momento en que se disparó el cañón de señal, comencé a avanzar con
la columna bajo mi mando; suponiendo que el enemigo, como se había informado el
día 4, hubiera concentrado sus fuerzas principales en una posición formando un
cuadrado, teniendo en su interior la plaza del mercado, y en el lado oriental el fuerte.
Cuando entramos en la ciudad a nuestra derecha de esta posición, la columna
izquierda de mi brigada, al mando del teniente coronel Pack, era por supuesto la más
cercana a la cara sur del enemigo, y entró en acción primero.
Yo con la columna de la derecha atravesé todo el pueblo y llegué a la playa sin
encontrar ningún obstáculo, ni ver nada más que pequeños grupos rezagados del
enemigo. Cuando llegué a la playa, vi el bastión sureste del fuerte a una distancia de
unos 400 metros; y siendo de opinión, que al quedarme donde estaba entonces, no
debí haber seguido el objeto de la disposición, decidí avanzar sobre el fuerte, pues
sabía que el 45° estaba ordenado por la disposición escrita de entrar al pueblo por las
dos calles directamente a mi derecha. Ese regimiento no fue puesto a mis órdenes; la
disposición no decía que fuera a ir a la residencia, ni me habían informado que el
coronel Guard hubiera recibido órdenes al respecto.
Supuse, por tanto, que el 45°, en el momento en que me había propuesto avanzar por
la playa hacia el fuerte, estaba en ese momento cerca de mi derecha. Envié al mayor
de brigada Campbell, a ordenar al coronel Guard que avanzara en la misma dirección
que el 45° regimiento, por la calle más cercana y paralela a la playa. No había ido muy
lejos cuando vi al teniente coronel Pack, que ya había hecho un intento muy vigoroso
pero infructuoso de penetrar a través de la posición principal del enemigo; y por lo
que había visto el coronel Pack, y por su conocimiento general del pueblo, se sintió
inducido a recomendarme que fuera a la Residencia, que está en el extremo sur del
pueblo. Eran entonces entre las siete y las ocho de la mañana; y aunque tenía la mayor
confianza posible en el coronel Pack como oficial, no pensé que hubiera tenido
justificación para retirarme a esa hora temprana a la residencia, aunque en ese
momento ciertamente podría haberlo hecho sin ninguna dificultad o pérdida. Esta
conversación transcurrió cerca del convento de Santo Domingo, como me aseguró el
coronel Pack; y le observé que era uno de los puestos que estaba destinado a ocupar.
En ese momento se nos unió el teniente coronel Guard con la compañía de granaderos
del 45°, decidí inmediatamente tomar posesión de este puesto y ocuparlo con la
esperanza de que el éxito de algún otro ataque me permitiera avanzar aún más. En
esto me confirmó la opinión de ese valiente pero desafortunado oficial, el Mayor
Trotter; pero poco pensé, cuando actué así según mi mejor criterio y según mis
órdenes, que me habrían abandonado sin hacer ningún esfuerzo por comunicarse
conmigo.
Me
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habían ordenado que tomara ciertos puestos y que esperara más órdenes, y este
puesto era uno de ellos. Inmediatamente después de que tomamos posesión del
edificio, que estaba muy cerca de la posición principal del enemigo, se dirigió un fuego
considerable desde las casas circundantes contra todas aquellas partes desde las
cuales podíamos molestar al enemigo, y el techo no era plano. En consecuencia, era
mucho menos desventajoso que los edificios de la ciudad en general.
Hasta las doce no tenía ninguna razón para suponer que algún desastre considerable
hubiera ocurrido en cualquier parte de nuestro ejército, hasta que poco después un
oficial español con bandera de tregua se acercó al convento, me jacté de que las otras
columnas se habían establecido tan cerca de la posición del enemigo como yo; que el
general Liniers había juzgado conveniente capitular, y que con el propósito de
comunicar tal intención al Comandante en Jefe a través de mí, había enviado a este
oficial. Sin embargo, cuando entró en el patio del convento, me informó que el 88°
regimiento y algunos otros cuerpos que no especificó, habían sido hechos prisioneros;
que todos nuestros ataques habían fracasado y que el general Liniers le encargó que
me mandara a rendirme. Me negué perentoriamente a esto, y el oficial se fue sin
protestar ni seguir conversando. Esta circunstancia, junto con el hecho de haber
estado cuatro horas en este puesto, sin que nadie se acercara a pedir información o
ayuda, me hizo pensar que la situación no era aconsejable para permanecer.
Por tanto, decidí aprovechar el primer momento favorable para librarme de él;
concebí que el mejor momento sería cuando el enemigo se acercara en gran número
en las calles y nosotros, mezclándonos con ellos, pudiéramos hacer menos efectivo el
fuego de las casas circundantes, que ahora estaban completamente ocupadas. Entre
las doce y la una, una columna considerable salió a la calle del lado oeste del
convento, aparentemente con el propósito de apoderarse de un cañón de tres libras,
que la estrechez de la entrada nos había impedido traer. Inmediatamente ordené todo
el cuerpo de rifles de las diferentes estaciones del edificio, y también ordené que se
quitaran los colores del 71°, que habíamos encontrado en nuestra primera entrada al
convento, y que habíamos exhibido en la parte superior del mismo (el regimiento
highlander 71° había sido capturado integro en 1806 durante la denominada primera
invasión inglesa).
Mientras me disponía así a evacuar el puesto, el enemigo estuvo a punto de
apoderarse del cañón, pero fue atacado con tanto vigor y valentía por la compañía de
granaderos del 45°, encabezada por el coronel Guard y un pequeño grupo de
infantería ligera con el Mayor Trotter, que se vieron obligados a ceder. Pero el fuego
de las casas cercanas al convento fue tan feroz, que unos cuarenta hombres del 45°
fueron muertos o heridos en el transcurso de dos o tres minutos, también murió el
Mayor Trotter, y al ver la imposibilidad de hacer nada, ordené a los restantes que se
retiraran al convento, que continuamos defendiendo hasta las tres y media. Después
del intento de evacuación, que acabo de describir, estaba plenamente convencido de
que no podíamos salir con ningún esfuerzo, y poco después cesaron los disparos en
todas partes del pueblo, y como ninguna de nuestras tropas se acercó a nosotros, Por
supuesto, llegué a la conclusión de que el ataque había fracasado en general.
Aproximadamente a las tres y media, reuní a los oficiales de campo: el coronel Pack, el
coronel Guard y el mayor Macleod, que comandaba el destacamento del cuerpo de
artillería. Les dije que, en mi opinión, la retirada era absolutamente imposible; que
estaba completamente en el poder del enemigo aniquilar al resto de la brigada, ya que
estaba entonces en el mismo corazón de la ciudad con sólo seiscientos hombres. Me
- 183 -
pareció claro que todo el resto del ejército se había visto obligado a retirarse, y en
estas circunstancias, después de esperar ocho horas en el puesto que me habían
ordenado ocupar, a la espera de otras órdenes que me habían hecho creer debía
recibir, no pensé que el sacrificio del resto de los hombres, pudiera conducir al honor
de las armas de Su Majestad, o resultar de alguna manera ventajoso.
Agregué que, aunque pudiera considerarme justificado actuar en base a mi propia
opinión únicamente, no debería hacer nada con el fin de poner fin a la acción, a menos
que tuviera el consentimiento y la aprobación total de todos los oficiales de campo
que había nombrado, siendo ellos las únicas personas en el convento actuando como
tales. Después de una deliberación madura, el teniente coronel Pack y el coronel
Guard dieron su opinión positiva e inequívocamente, de acuerdo con la mía, de que la
situación era tal que me justificaba plenamente, y aconsejaron que yo levantara una
bandera de tregua poniendo fin a la acción en los mejores términos que pueda
obtener. No se consultó al teniente coronel Holland, que estaba en el estado mayor
del ejército y estuvo presente en esta conversación; siendo mi cuñado, motivos de
delicadeza me impidieron pedir su opinión.
Cuando le pregunté eso al Mayor Macleod del 95, pareció dudar; y como concluí de
esto, que él pensaba que podíamos escaparnos, le dije:
"Mayor Macleod, ¿cree que podemos salir de este lugar? Aunque no lo creo, en este
momento me ubicaré con usted a la cabeza de la columna, y seremos los primeros en
liderarla". El Mayor no aceptó esta propuesta, pero estuvo de acuerdo con los demás
oficiales y en consecuencia, extendimos una bandera de tregua al enemigo, quien por
su parte, en el transcurso del día, se acercó varias veces con banderas de tregua, pero
simplemente con el propósito de atraernos y luego disparar contra nosotros. Nuestra
gente después de esto, naturalmente, disparo contra sus banderas de tregua, de
modo que pasó un tiempo considerable después de que mostramos la nuestra que se
dieron cuenta de nosotros. Por fin se acercó un oficial, con quien tuve una
conversación en presencia del coronel Pack, y creo que del coronel Guard; y al ver que
no se podían obtener otros términos, pensé que era mejor entregar al resto de mi
brigada como prisioneros de guerra. Creo que el número que se rindió fue de unos
seiscientos soldados. Mi división al entrar en la ciudad estaba formada por quinientos
cuarenta; El coronel Guard trajo consigo unos cien, y el número de la división del
coronel Pack que se me unió fue de unos setenta.
No puedo precisar el número de muertos y heridos, pero de estos últimos dejamos
alrededor de cien en el suelo del convento tan gravemente heridos, que no pudieron
ser sacados. En la tarde del día 6, el general Gower vino a la casa del general Liniers,
donde yo estaba cenando con el general español. Entonces no tuve oportunidad de
decirle una palabra que no fuera escuchada por todos en la mesa, pero luego fui con él
y el general Liniers al departamento de este último, y antes de que entraran en el
asunto, pensé que era mi deber llevar aparte al general de división y decirle que, por
lo que había observado, estaba convencido de que si el ejército volvía a atacar el
pueblo de la misma manera que lo había hecho el día 5, serían completamente
derrotados.
No pasó nada más entre nosotros hasta algunas horas después de que me mandó
llamar a la habitación del general Liniers. El papel que detallaba los artículos de la
convención estaba sobre la mesa y se emplearon personas para copiarlo. El general de
división me dijo que el general Liniers estaba recibiendo frecuentes informes de
grandes crueldades cometidas por nuestros soldados, que mantenían a su pueblo en
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un estado de gran irritación y que podían producir graves consecuencias para los
prisioneros en su poder. A esto respondí que creía, y ahora lo creo, que mientras esa
irritación se mantuviera por tales informes, había motivos para entender que los
prisioneros no estaban a salvo. El general Gower escribió una orden sobre ese tema y
me preguntó si acompañaría al general Elio a la Residencia con el fin de entregar esta
orden al oficial que estaba allí al mando, lo cual hice en consecuencia. La irritación de
la gente fue muy grande, y tan evidente, que un día, mientras caminaba por las calles
con un oficial, uno de ellos me presentó un mosquete aunque el oficial estaba a mi
lado. Sin embargo, estoy convencido de que los oficiales españoles tenían suficiente
poder sobre estas personas para mantenerlas sometidas si se eliminaba la causa de
esa irritación.
P. Dijo que llego a la playa sin ningún obstáculo. ¿Cree que la cooperación de la
Armada en ese momento habría sido de considerable utilidad para asegurar el éxito
del ataque?
R. Si los cañoneros hubieran estado en un número muy considerable y hubieran
podido acercarse lo suficiente para disparar con efecto, su cooperación sin duda
habría sido muy grande.
P. ¿Alguna cañonera se acercó a la ciudad después de que lo hicieran prisionero? y si
lo hicieron, ¿qué efecto tuvo sobre la ciudad?
R. Dos o tres cañoneras dispararon contra la ciudad en la mañana del día 6, algunos de
los disparos alcanzaron la casa del general Liniers donde yo estaba, pero el fuego no
fue lo suficientemente considerable como para producir un efecto material.
P. ¿Se requirió alguna vez la cooperación de la flota, o entró en el plan de ataque?
R. No sé si fue requerido, pero ciertamente no entró en el plan de ataque que me fue
comunicado.
P. ¿Debería haber adoptado la medida que tomó si hubiera sabido que la Residencia
era el objeto específico del ataque de los del 45°?
R. Debería haber pensado que era mi deber ocupar el puesto que ocupaba; pero como
al avanzar por la ciudad estaba claro que la Residencia estaba totalmente fuera de la
posición del enemigo, debí haber asumido la responsabilidad de haber impedido que
el 45° llegara allí.
P. ¿Tenía otras armas (cañones) que no fueran el de tres libras que mencionó como
adjunto a su columna?
R. Adjunto a mi columna no tenía ninguno; con el coronel Pack había un cañón de tres
libras.
P. ¿Las operaciones de las tropas bajo su mando no habrían sido asistidas en gran
medida por la artillería?
R. No creo que las piezas de campo introducidas en la ciudad de la manera en que
avanzamos hubieran ocasionado una gran diferencia en el resultado de nuestro
ataque. Sin embargo, soy de la opinión de que bombardear la ciudad en diferentes
puntos habría supuesto una diferencia material.
- 185 -
P. Por lo que vio de la fuerza y los medios del enemigo el día 5, ¿cree que la necesidad
de rendirse se habría evitado si hubiera recibido el apoyo de la reserva al mando del
general Whitelocke o del coronel Mahon?, del cual, desde su conocimiento de esos
cuerpos, ¿alguno de ellos habría podido darle apoyo?
R. La reserva central constaba, según tengo entendido, de unos cien hombres. Si una
parte de esta reserva hubiera dado la vuelta al pueblo hasta la Residencia, como estoy
convencido de que podría haberlo hecho sin dificultad, y hubiera avanzado desde allí
con el 43°, que parecía no haber estado en acción, no tengo la menor duda habrían
facilitado aún más las operaciones.
P. ¿A qué hora del día le parecieron decisivas las ventajas obtenidas por el enemigo
hasta el punto de evitar la posibilidad de que se le libere de la situación en la que se
encontraba, aunque sea asistido por la cooperación de esa parte de las tropas
británicas que no habían estado en acción?
R. En mi opinión, la fuerza antes mencionada, aunque suficiente para haberme
liberado, podría haber encontrado una dificultad considerable para hacerlo después
de que todas las demás tropas hubieran sido tomadas u obligadas a evacuar la ciudad.
Aproximadamente a las dos y media, en mi opinión, la fuerza podría no haber sido
suficiente por sí sola; pero si además de esto, el cuerpo del coronel Mahón, que según
entendí constaba de unos mil hombres, también hubiera podido ser formado, lo más
probable es que nos hubieran permitido escaparnos del convento.
P. ¿Tenía algún aviso durante el día 5, cuáles eran los puestos de retirada si la retirada
fuera necesaria? ¿O dónde se encontraría el general Whitelocke durante ese día?
R. Nunca se me mencionó ningún punto sobre el cual, en caso de falla, me retirara;
Tampoco recibí ninguna información sobre la situación en la que se encontraría el
Comandante en jefe, más allá de lo que ya he dicho que me fue comunicado en una
conversación por el General Gower en la tarde del día 5, desde la mañana del 5, no vi a
ningún oficial de estado mayor excepto a los de mi propia brigada.
P. ¿Le comunicó el general Gower que el general Whitelocke había decidido
permanecer estacionario en el cuartel general durante todo el día 5?
R. El general Gower me dijo, como ya he dicho, que aconsejaba al comandante en jefe
que tomara su puesto por la mañana en el lugar donde, según entendí, permaneció
todo el día, en el Corral; pero ciertamente no entendí que era su intención
permanecer allí todo el día sin ningún esfuerzo.
El general Whitelocke se negó a hacer preguntas al testigo.
Interrogado por la corte.
P. Cuando llegó a la Residencia en la tarde del día 6, para hacer averiguaciones sobre
los informes mencionados por el general Liniers, ¿encontró algún fundamento para
estos informes?
R. El mayor Nicholls del 45° me aseguró que, en lo que respecta a su regimiento, no
podía haber ningún fundamento para ellos. Sé con certeza que por una división de mi
propia brigada se encontraron algunas mujeres y niños asesinados en una casa, pero
mi firme convicción es que los asesinatos fueron cometidos por un bandido sin ley que
- 186 -
formaba parte de la fuerza enemiga, y le dije el general hispano por lo que en ese
momento me mencionó estos informes. El Tribunal perdonará esta aparente
inconsistencia cuando dije que habíamos dado motivos para irritarlos; pero me refiero
a la consecuencia; de nosotros estando en la ciudad causó estos informes.
P. ¿Debe el Tribunal entender que usted no tenía autoridad sobre ninguna otra
brigada que la suya, que se le ordenó penetrar por la ciudad y tomar posición; que
habiendo hecho eso, se instaló, y buscó más órdenes de algún oficial superior que
estaba encargado de la superintendencia de todo el ataque?
R. Ciertamente; e incluso mi autoridad en mi propia brigada parecía en cierto grado
limitada de manera poco usual, en la medida en que mi propia situación personal
estaba señalada en órdenes generales, que también expresaban que la columna
izquierda de mi brigada debía recibir sus órdenes del Coronel Pack; y habiendo
penetrado por la ciudad, ciertamente me sentí obligado en cierto grado a esperar
órdenes. También me pareció muy extraño que el 45° no recibiera sus órdenes de mí,
siendo yo el único brigadier del ala izquierda del ejército.
P. Según su conocimiento del país y los medios y la fuerza del enemigo, ¿cree que la
fuerza británica enviada contra Buenos Aires fue o no fue suficiente para lograr su
objetivo?
R. Soy de la opinión de que la fuerza era suficiente para tomar la ciudad de Buenos
Aires, y que si después de ese evento se hubiera encontrado factible conciliar a los
habitantes, deberíamos haberla retenido con un grado razonable de seguridad.
P. ¿Se mencionó el 45° en el plan original colocado a la derecha de su brigada?
R. Todo lo que se dijo en la disposición original del 45° fue, "el 45° debe avanzar por el
ala izquierda y dos calles más allá de la brigada ligera".
P. ¿Cuándo entendió que fue enviado a la Residencia por órdenes verbales?
R. Fue después de que el jefe de mi columna llegara a la playa.
P. ¿El plan de ataque que le dio el general Gower fue o no diferente del que se explicó
en el cuartel general el día 4?
R. En la mañana del día 4 recibí dos disposiciones escritas, la última de las cuales fue
puesta en práctica, y en algunos detalles era diferente de la primera. La hora del
ataque no fue la misma, y la orden de penetrar en la ciudad fue más perentoria.
P. ¿Puede decirnos cuál fue el objetivo que obtuvo al penetrar por las calles hasta la
playa, cuando podrían haber llegado sin dificultad a ese punto dando la vuelta al
pueblo?
R. Concluyo que el objetivo debe haber sido entablar contacto con la parte principal
de la fuerza enemiga, con la que al marchar alrededor de la ciudad no deberíamos
haber entrado en contacto. Ruego a la Corte que entienda que solo doy una opinión
sobre la idoneidad de las medidas. Solo puedo adivinar las intenciones o puntos de
vista del Comandante en Jefe.
Aplazada hasta mañana.
Vigésimo tercer (23) día
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Sábado 27 de febrero
Habiéndose reunido el Tribunal de conformidad con el aplazamiento, se volvió a
llamar y examinar al general de brigada Craufurd. Se le repitió una cita día anterior.
P. ¿El plan de ataque que le dio el general Gower, fue o no diferente al explicado en el
cuartel general el día 4?
R. Tengo ambas órdenes en mi mano y las leeré si el Tribunal lo desea. Mientras
estaba en el cuartel general en la mañana del 4, recibí dos disposiciones para el
ataque. No sé cuál de los dos me fue dado por el general Gower, pero lo que recibí en
último lugar, y sobre el que se actuó, difiere en algo del primero, el primero que recibí
fue en una carta oficial del secretario militar coronel Torrens; la segunda la recibí
oficialmente en el cuartel general, y creo que estaba escrita a mano por el general
Gower. La primera orden contenía algunos detalles con respecto a mi brigada que se
omitieron en la última; pero que, sin contradecir el tenor del primero, por supuesto
consideré que debía observar ambas.
P. ¿Las primeras ordenes fueron circulares?
R. La orden la recibí en una carta oficial del general Whitelocke; y la circunstancia de
que yo tuviera esa carta en el bolsillo cuando fui hecho prisionero fue, y tengo razones
para creer, de servicio material; habiendo tomado los oficiales españoles una opinión
antes de que yo la presentara, las órdenes del general Whitelocke habían sido no dar
cuartel. Al mostrar esta carta al general Liniers y al general Balbiani (general César
Balbiani), pareció convencerlos de que el general Whitelocke estaba ansioso por evitar
derrames innecesarios de sangre y, en particular, por prevenir cualquier acto de
violencia contra personas que no portaban armas.
P. Cuando llegó a la playa y habría asaltado el fuerte y la ciudadela, ¿tenía los medios
adecuados para la tarea o tenía alguna duda de que su logro era el principal y último
objeto de ataque?
R. Al no tener órdenes, ciertamente no pensé que se esperaba de mí que entrara en el
fuerte; pero si hubiera visto alguna posibilidad de hacerlo, debería haber pensado que
era mi deber. El objeto de ataque definitivo que concebí sería la toma del conjunto de
la ciudad.
P. ¿Es su opinión que la rendición de la ciudad habría sido la consecuencia natural de
que se tomaran el fuerte y la ciudadela?
R. Eso debe haber dependido de las circunstancias. El fuerte es pequeño y estaba
completamente controlado. Si alguna pequeña columna hubiera atacado con ventajas
y hubiera arrojado al enemigo a un estado de confusión, podría haber sido tomado;
pero de lo contrario, creo que es muy probable que la columna hubiera encontrado la
misma suerte que yo en el convento de santo domingo, quiero decir, si no hubiera
sido apoyado.
P. ¿Cree que se podría haber obtenido alguna ventaja si se ordenaba que las tropas
cargaran las armas al comienzo del ataque?
R. En mi opinión habría sido mejor si estuvieran cargadas.
- 188 -
P. ¿Conoce usted lo suficiente los alrededores de Buenos Aires para formarse una
opinión sobre si la fuerza bajo el mando del general Whitelocke, cuando estaba
completa, podría haber estado dispuesta de tal modo que cortara todos los
suministros de la ciudad?
R. No estoy suficientemente familiarizado con los alrededores de ningún
reconocimiento real que me permita hablar positivamente sobre ese punto; pero me
inclino a pensar que, considerando la incapacidad del enemigo, dada la naturaleza de
sus tropas para enfrentarnos en campo abierto, creo que podríamos haber tomado
con seguridad posiciones tales que hubieran dificultado que la ciudad tuviera las
provisiones necesarias del país; pero si las tropas enemigas hubieran sido de una
descripción diferente, habría sido imposible.
P. A partir de sus observaciones, ¿cree que se pudo haber establecido una
comunicación con la flota, y una situación elegida, a partir de la cual se pudo haber
probado el efecto de las baterías?
R. Si el ejército hubiera tomado una posición en el lado norte de la ciudad abrazando
el lado de los toros, podríamos habernos comunicado con la flota y haber probado con
ventaja los efectos de los cañones y bombardeado la ciudad.
P. ¿El puesto de las tropas españolas en los techos de las casas el día 5 fue lo que les
habría podido proteger de los disparos, proyectiles de racimo y carronadas de carácter
pesado?
R. Ciertamente creo que un cañoneo desde las alturas, con baterías pesadas en los
toros, debe haber tenido un efecto considerable en preparar el camino para un asalto.
Las casas no son capaces de resistir los proyectiles ni los disparos, aunque se utiliza tan
poca madera en su construcción que no es fácil quemarlas. El fuerte en sí no tenía
parapeto, y varias de las casas principales, desde cuyas cimas el enemigo disparaba
con efecto contra nuestras tropas que se acercaban al fuerte, estaban enteramente
abiertas al fuego de los cañoneros y de otros barcos como la profundidad del agua
permitiría acercarse a la ciudad.
P. ¿Es usted consciente o no de alguna presión de las circunstancias que hicieron
inevitablemente necesario proceder a la acción en la mañana del día 5?
R. Soy de la opinión de que era aconsejable cambiar de posición y atacar las alturas de
los Toros; pero ciertamente no conocía ninguna circunstancia que hiciera necesario
asaltar la ciudad ese día.
P. ¿Tenía, o no tenía, algún tipo de insinuación o conocimiento del plan o disposición
que el Comandante en jefe tenía en contemplación de qué hacer cuando las diversas
columnas llegaran a sus respectivos destinos el 5 de julio?
R. No. Esperaba que llegara algún oficial superior para hacer una nueva disposición. Y
aquí deseo hacer alguna alteración en mi testimonio de ayer, cuando comente una
conversación con el mayor Macleod. Deseo corregir esa parte de mi declaración donde
dije que el Mayor Macleod no aceptó la propuesta de liderar conmigo la brigada.
Deseo agregar que, aunque hice la propuesta en repetidas ocasiones, no dio el menor
indicio de que pensaba que debía hacerse el intento. Parecía bastante reacio a asumir
la responsabilidad de dar una opinión, que le agradezco que debería pedirle que repita
oficialmente, pero por todo lo que pasó entre él y yo en presencia del teniente coronel
- 189 -
Pack, el teniente Guard y el teniente coronel Holland, ellos y yo estábamos
convencidos de que su opinión coincidía con la nuestra. Después del intento de
efectuar una retirada del convento, ordené a los fusileros que retomaran sus puestos,
aunque sé que una publicación infame afirma que no les permití retomar sus puestos.
También he dicho en otra parte de mi pruebas que el arma no sirvió de nada; pero
permítanme agregar, al afirmar que no sirvió de nada, que el oficial que estaba al
mando y los artilleros se comportaron con el mayor espíritu y valentía, e hicieron
todos los esfuerzos posibles para hacerlo efectivo.
El teniente coronel Pack fue llamado y examinado.
P. ¿Comandó el ala izquierda de la brigada ligera en el ataque de la mañana del 5 de
julio?
R. Así lo hice.
P. Indique las operaciones de esa ala desde el momento en que se separó del general
Craufurd hasta el momento de su unión con él en Buenos Aires.
R. Me dirigí a la ciudad de Buenos Aires por la carretera señalada en las órdenes. La
primera circunstancia notable que atrajo mi atención fue el extraordinario silencio del
pueblo, solo interrumpido por unos pocos disparos al azar disparados desde la
distancia a la columna cuando pasábamos, algunos hombres inteligentes de la
avanzada oyeron el sonido de voces en varias de las casas mientras pasábamos, y la
prudencia me hubiera dictado la necesidad de que los examináramos por separado a
medida que avanzábamos, pero pensando que tal operación iba en contra de las
órdenes que había recibido, lo juzgué mi deber de seguir adelante. Así lo hice, y sin
oposición, salvo por un disparo de una ventana que conducía a la gran plaza, por cuyo
fondo pasé, hasta que pude ver el Río de la Plata.
Detuve la cabeza de la columna para permitir que se juntara, escuche disparos a mi
izquierda, y no vi nada del enemigo en mi frente, ni ningún puesto que ocupar allí,
consulte con el teniente coronel Cadogan, quien estuvo de acuerdo conmigo sobre la
conveniencia de tomar terrenos a la izquierda y comenzar un ataque, suponiendo que
el enemigo debía estar allí. Las lámparas que acababan de apagarse parecían
dispuestas a ayudar a los sitiados en caso de un ataque nocturno, y todas las
circunstancias parecían unirse para ayudar a preparar la resistencia prevista. La fuerza
de entonces de mi columna, por lo que puedo afirmar, era de unos seiscientos
soldados. Le ordené al teniente coronel Cadogan que liderara la mitad trasera de la
división por adelantado en una calle paralela a mí.
Ciertamente estaba bajo el temor de que no estuviéramos provistos de los medios
para vencer las defensas del lugar, y pronto me convencí de que había entrado en una
competencia, quizás la más desigual que jamás se haya librado, porque me había
acercado diligentemente a la iglesia franciscana cuando perdí, por el fuego casi
invisible del enemigo [y que ciertamente era para nosotros inexpugnable] al oficial, y
casi a la totalidad de los hombres que componían la primera división, y que eran
voluntarios de distintas compañías; el oficial y casi la mitad de los hombres de la
siguiente compañía, y así sucesivamente en proporción a los demás que componían mi
división.
Al ver que era impracticable penetrar hasta los objetivos del ataque, que yo concebí
como la plaza y el fuerte, o ganar una posición ventajosa en ese vecindario, pensé que
era correcto desistir y pregunté por el éxito de la división que había enviado paralelo a
- 190 -
mi izquierda. Con esta intención retiré los restos de mis hombres al cruce de calle por
donde habíamos avanzado, y que en gran medida nos protegía del fuego al que nos
habíamos visto expuestos. Apenas había efectuado este movimiento cuando me
enteré de la falla de la otra columna, porque al salir a la calle encontré a los hombres
retirándose, y poco después vi al propio teniente coronel Cadogan. Estaba
excesivamente agitado y me aseguró enfáticamente que él y todos sus hombres
habían cumplido con su deber, pero que realmente no poseían los medios para
lograrlo.
Todos los hombres y caballos que acompañaban al arma de su columna murieron o
resultaron heridos, y se perdió el arma. Creí en la declaración del teniente coronel
Cadogan, y ordene a sus hombres que formaran en línea con los míos, fui yo mismo a
reconocer el fondo del edificio que forma la plaza en la que se encuentra el colegio de
los jesuitas, pero me resultó imposible conseguir una entrada allí. A mi regreso a la
posición en donde deje al teniente coronel Cadogan, le indiqué mi intención de ir a la
Residencia. Para entonces, algunos de los hombres habían forzado la apertura en dos
casas, pero pensé que no tendría más importancia que dar refugio a los heridos.
El coronel Cadogan, sin embargo, rechazó la idea de ceder el terreno que habíamos
ganado con tantas pérdidas, ya que se esperaba que el general Craufurd se levantara
momentáneamente y, por lo tanto, le permití permanecer en la posición en la que
estaban las tropas y alcanzarme luego para unirnos al General Craufurd. Me encontré
con el coronel Guard con una división del 45°, y por él supe que la Residencia ya
estaba en nuestro poder. Casi inmediatamente después, el jefe de la columna del
general Craufurd apareció en lo alto de una calle estrecha que conduce a la parte
trasera, de la iglesia de Santo Domingo. A menudo le había mencionado al general
Craufurd las ventajas de un puesto por encima de la Residencia. Después de relatarle
las desgracias de ese día, le manifesté la impracticabilidad de llegar alguna vez a las
defensas del enemigo, y le insistí enérgicamente sobre la conveniencia de ocupar la
Residencia. Vaciló y vi una evidente desgana de su parte y del mayor Trotter a
retirarse. Me preguntó si el edificio de la parte de atrás, en el que estábamos, no era la
iglesia de Santo Domingo; Respondí que sí, pero que no me parecía una posición
ventajosa para atacar. Él comentó que estaba estrictamente en conformidad con sus
órdenes para hacerlo, y yo asentí de mala gana. Al entrar en la iglesia, lo cual no
pudimos hacer con el cañón de tres libras que el general Craufurd había traído, se
encontró que algunas partes cubrían las casas más de lo que, confieso, pensé. Los
colores del 71° también se encontraron allí, y me alegré mucho de haber entrado en la
iglesia, satisfecho de que, aunque podría haber actuado en contra del general
Craufurd, como un oficial había actuado correctamente.
En estas circunstancias se le permitió al coronel Cadogan ocupar el cargo que
habíamos conseguido, y el resto de estos hombres cerca del convento fueron traídos.
Era mi intención ir con el coronel Cadogan, pero el general Craufurd insistió en que
fuera a donde estaba el cirujano, como consecuencia fui herido. Todo estaba, en ese
momento, perfectamente tranquilo y descansamos en la confiada esperanza de que
pronto se presentaría una oportunidad favorable para renovar la acción, o para
avanzar a la iglesia franciscana, que estaba un poco más adelante en nuestro frente, y
era un muy deseable objeto a obtener.
Entre las once y las doce, por lo que recuerdo, se informó, con otras circunstancias
favorables, que los colores del fuerte habían sido bajados, y creo que nadie dudó de
que la bandera de tregua que apareció poco después fue una rendición en lugar de
- 191 -
una convocatoria a nuestras tropas. Aprovechando una bandera de tregua, el enemigo
había avanzado sus parapetos hacia nosotros, y después de que el general Craufurd
había despedido la bandera de tregua, se esforzaron por seguir adelante contra
nuestra arma. De esto no me di cuenta, hasta que el bullicio del Coronel Guard
saliendo y volviendo atrajo mi atención, cuando me enteré de la grave pérdida que
habíamos sufrido, el general Craufurd entró inmediatamente después; sus ojos
parecían estar abiertos a la situación en la que nos encontrábamos y a dudar de que
las cosas fueran tan favorables como esperábamos; y yo estaba tan satisfecho
entonces que él hubiera pensado en retirarse, que ordené a un oficial (creo que el
mayor Macleod) que se encargara de que nuestros colores fueran confiados a un
hombre de confianza. Uno de ellos había sido colocado en lo alto del convento, y la
dirección que he mencionado fue la causa de su desmontaje. En ese momento, el
general Craufurd pareció dudar de la conveniencia de retirarse. Me preguntó si podría
acompañarlo, y aun así me dijo que tenía algunas dudas de que se le justificara
evacuar su puesto. La cosa me pareció un punto demasiado delicado para presionarlo;
y la esperanza de recibir órdenes, y el sentido del deber, según me pareció, llevó al
general Craufurd a posponer la retirada hasta ese momento, que, como conjeturo, era
entre las dos y las tres de la tarde.
Entonces se convirtió en una cuestión de consideración comunicarse con el enemigo,
él parecía considerar impracticable una retirada, y ciertamente pensé que debía
acompañarse de una pérdida muy grave. Poco tiempo después reunió a los oficiales de
campo y dio su opinión decididamente al efecto que he mencionado. Al hacerlo
directamente a mí mismo, le dije que en ese caso pensaba que surgía una pregunta
sobre qué efecto podría tener nuestra conducta en las operaciones generales del
ejército; y si no nos pusieron en una situación tan crítica como para hacer necesario el
sacrificio de nosotros mismos.
Ni el general Craufurd ni los demás presentes parecían pensar que existía tal
necesidad; y allí asentí al juicio del general Craufurd, un oficial a quien, aunque
desafortunado, siempre debo respetar y admirar. Y aunque creo que me lo debo a él y
a mí mismo decir claramente que al dar ese asentimiento debe considerarse que ha
sancionado lo que tuvo lugar después; No creo que, por muy convencido que estuviera
de la conveniencia de tal medida, la hubiera adoptado, a menos que concibiera que
tenía la sanción de aquellos con quienes actuaba.
El general Craufurd parecía perfectamente dispuesto a sacrificar su propia vida, pero
pensó que estaba llamado a intervenir para salvar las vidas de sus subordinados.
Cuando tuvo lugar esta discusión, ciertamente pensé, si nos viéramos obligados a
rendirnos, deberíamos haber tenido mejores términos; y cuando finalmente el general
Craufurd salió a recibir al oficial español, yo no estaba presente, ni conocía las
circunstancias que lo llevaron en ese momento a hacer el compromiso que hizo. Al
mismo tiempo que menciono esto, no pretendo insinuar que entonces yo hubiera
retirado o hubiera podido retirar con propiedad la sanción que le había dado.
P. ¿Perteneció a la expedición del general Beresford?
R. Si.
P. Mientras estuvo en Buenos Aires con el general Beresford, ¿tenía los medios para
obtener un conocimiento local de la ciudad y sus alrededores?
R. Lo tenía precisamente del pueblo mismo y, en general, de los alrededores.
- 192 -
P. ¿Era usted el oficial superior con mayor seniority en la expedición al mando del
general Whitelocke, que había estado con la expedición al mando del general
Beresford?
R. Si.
P. Siendo el oficial superior que había pertenecido a la anterior expedición contra
Buenos Aires, ¿estuvo en algún momento, y cuando, fue consultado por el general
Whitelocke sobre el plan de operaciones previsto contra esa ciudad?
R. El general Whitelocke me hablo dos veces sobre el tema, una vez en el cuartel
general la noche del 3 de julio. Las órdenes y los arreglos para el ataque de la mañana
siguiente se habían emitido y al verme, el general Whitelocke me hizo señas y me
preguntó "¿qué piensa de esto?" O algo en ese sentido, a lo que respondí, que toda la
confianza era para ser colocada en las tropas, pero que estaba ansioso por saber los
medios para llevar a cabo el ataque que se decidió. Algo en ese momento atrajo la
atención del general, quien interrumpió abruptamente la conversación. Entonces me
pareció que el general Whitelocke era un hombre que intentaba actuar en contra de lo
que era su propio juicio, y me incliné más a esta opinión, habiendo visto un periódico
que mencionaba que el ataque pretendido no habría sido recurrido en otras
circunstancias. Muy poco después me retiré a mis aposentos, pero con indicaciones
para asistir a la mañana siguiente en el cuartel general a las nueve o diez, con los
demás oficiales para recibir órdenes.
El general Craufurd me había resignado mucho el cuidado de su brigada, y en preparar
la disposición de la misma, y al no tener reloj, la hora pasó inadvertidamente y yo no
estaba presente cuando se reunieron los oficiales al mando. Sin embargo, los oficiales
generales estaban allí cuando llegué, y en el momento en que el general Whitelocke
me vio me llamó. En ese momento no se había proporcionado nada a las brigadas que,
en mi opinión, hubieran enviado el ataque previsto; y yo más decididamente que la
noche; mencione mis temores de que no teníamos los medios para triunfar.
Le comenté que desde las torres de Buenos Aires el enemigo percibiría claramente
cada movimiento que hiciéramos, y le sugerí la conveniencia, si se determinaba tal
ataque, que sería mejor intentarlo antes del amanecer, cuando quizás podría habernos
proporcionado mejores medios. A esto, el general Whitelocke pareció asentir de
inmediato, y me llevó a una habitación donde estaban los otros oficiales generales, y
les mencionó lo correcto de lo que había dicho. Fue aprobado por los oficiales
generales, pero como pensé fue recibido con tanta frialdad por el segundo al mando,
que impidió mucha discusión sobre los méritos de los arreglos, y la conferencia se
interrumpió con órdenes para que el ataque tuviera lugar en la mañana siguiente.
P. ¿Debe entender el tribunal que el general Whitelocke no le consultó en absoluto
sobre el plan de operaciones hasta después de que se formó el plan y se emitieron las
órdenes para su ejecución?
R. Tengo que decirle a la corte que saque sus propias conclusiones, habiendo
expresado los hechos.
P. Habiendo declarado que en su conversación con el general Whitelocke mencionó su
ansiedad por ver los medios para llevar a cabo el ataque que se decidió, y habiendo
sugerido en la conversación posterior la conveniencia de que el ataque debería
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realizarse antes del amanecer, ¿Comunicó o no una clara desaprobación del plan de
ataque decidido?
R. No recuerdo que haya pasado más de lo que he dicho.
P. Habiendo dicho que recomendó que si se iba a realizar un ataque de este tipo, la
conveniencia de intentarlo antes del amanecer, transmitió su opinión de que si el
ataque se realizaba después del amanecer no tendría éxito.
R. Ciertamente, nunca tuve la intención de transmitir la más mínima aprobación del
ataque que se pretendía. Al general Craufurd abrí mi mente y desaproveché el plan, ya
que en mi opinión estaría acompañado de una pérdida tan terrible.
P. En su relato, usted dijo que siempre estaba preocupado por no tener los medios.
¿En qué particular las tropas bajo su mando estaban desprovistas de medios?
R. Concibo en muchos, en artillería, en escaleras y petardos, y mejores instrumentos
para romper casas que los que yo entendía que se proporcionaron.
P. Habiendo manifestado en su relato que la puerta del convento de Santo Domingo
fue quebrada por el cañón de 3 libras que estaba con usted, ¿opina usted que si se
hubiera ordenado más artillería para acompañar las columnas, hubieran tenido una
mejor posibilidad de éxito?
R. Ciertamente, la artillería y las escaleras eran particularmente deseables en un
ataque de este tipo.
P. Por lo que vio de la fuerza y los medios del enemigo el día 5, ¿cree que la necesidad
de su rendición se habría evitado si hubiera recibido el apoyo de la reserva bajo el
mando inmediato del general Whitelocke, o de la fuerza bajo el mando del teniente
coronel Mahón, compuesta por mil seiscientos hombres y doscientos marineros, que,
por su conocimiento de la fuerza de estos cuerpos, cualquiera de ellos podría
proporcionarle?
R. Ciertamente, una simple comunicación de órdenes hubiera evitado la catástrofe, o
si hubiera actuado el 45° regimiento como cuerpo de apoyo para transmitir las
órdenes.
P. ¿Puede afirmar, a partir de su conocimiento local de los alrededores de la ciudad, si
el ejército bajo el mando del general Whitelocke, cuando estaba completo, podría
haberse dispuesto de tal modo que cortara todos los suministros por tierra a la
ciudad?
R. Sí, creo que podría.
P. ¿A partir de su conocimiento local del pueblo, cree que se podría haber establecido
una comunicación con la flota en una situación tan elegida que desde allí podrían
haberse probado los efectos de las baterías?
R. Sí.
P. ¿Exprese su opinión sobre cuál debería haber sido esa situación?
R. La Plaza de los Toros concibo como la mejor posición de mando, y cualquier ataque
que hubiera hecho al pueblo solo habría sido con el fin de llevar a ese lugar, todos los
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demás debieron haber sido simplemente como una distracción, ya que la posesión de
ellos no podía responder a un final.
P. ¿Según su conocimiento de la ciudad, la situación de las tropas españolas el día 5 las
protegió de los cañonazos de racimo u otra munición de carácter pesado dirigidas
contra la ciudad por mar o tierra?
R. No concibo que la Marina pudiera haber entrado en acción hasta que se tomó la
Plaza de los toros. Ese lugar ciertamente impidió que gran parte del fuego de los
barcos surtiera efecto sobre las tropas españolas cuando estaban apostadas, desde el
lado de tierra podrían haberse erigido baterías de gran calibre, aunque el terreno no
es generalmente favorable para ello.
P. Suponiendo que la Plaza de los Toros hubiera estado en nuestra posesión, ¿habría
sido factible, a partir de su conocimiento de la ciudad, haber tenido una cooperación
eficaz de la Armada en el ataque?
R. Ciertamente, no puedo concebir la posibilidad de que la ciudad de Buenos Aires
aguante una hora con las baterías erigidas en la plaza de los toros y un ataque bien
combinado de la Armada.
Contra examinado por el general Whitelocke.
P. ¿No me había valido antes del 3 de julio en varias conversaciones de la información
que me brindo usted y su conocimiento local del país y sus habitantes?
R. En la marcha de Ensenada, el general Whitelocke me preguntó una o dos veces
sobre la derrota, el respeto al Riachuelo y otros puntos relacionados con la marcha,
pero sobre los cuales en general no pude dar ninguna información, no habiendo
estado en esa parte del país antes.
P. ¿Lo vi antes de que se uniera a la expedición desde Colonia?
R. Nunca, creo.
P. ¿Había oído hablar del plan de ataque antes de unirse al cuerpo principal el 3 de
julio?
R. nunca; No supe ni siquiera el punto de desembarque excepto por el informe.
P. ¿En ese momento indicó alguna otra deficiencia de los implementos para forzar
puertas, etc. y no ordené de inmediato que se realizara una búsqueda de dichos
implementos?
R. No recuerdo; pero entendí que los implementos que mencioné estaban a bordo del
barco, y tengo razones para saber que el general Whitelocke ordenó tal registro.
P. ¿Hubo alguna desaprobación del plan, o alguna opinión desfavorable para su éxito,
expresada en la reunión del 4 de julio?
R. No recuerdo que, aunque se hicieron algunas observaciones, creo yo mismo, que
fueron interrumpidas en la forma que he mencionado. Si no abrí mi mente y expresé
mi desaprobación del ataque planeado, fue porque pensé que el Comandante en Jefe
tenía la mejor información posible de Sir Samuel Auchmuty, quien había vivido
durante tres semanas en estrecha intimidad con el General Beresford antes de la
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llegada del general Whitelocke, y estoy impresionado con la convicción de que el
general Whitelocke originalmente tenía la intención de actuar con un plan muy
diferente, pero había sido inducido a adoptar el que he mencionado por motivos de
alguna imperiosa necesidad que no supe cuáles eran.
Aplazado hasta mañana.
Vigésimo cuarto (24) día
Lunes 29 de febrero
La Corte se reunió en conformidad con el aplazamiento, el fiscal dio a entender que
había recibido un mensaje del general de brigada Craufurd relativo a parte de su
prueba en un día anterior, que ahora deseaba enmendar y que, si la Corte y El general
Whitelocke asentían, podría hacer esta declaración, en opinión del fiscal, sin exigir la
asistencia personal del general Craufurd.
El Tribunal y el general Whitelocke aceptaron en consecuencia, y el fiscal declaró que
la enmienda en la prueba del general Craufurd se relacionaba con su respuesta a una
pregunta sobre el uso de artillería en el ataque a la ciudad. Él había respondido
negativamente, pero ahora deseaba haber agregado a esa respuesta que pensaba que
podrían ser útiles para romper puertas. En consecuencia, esta enmienda se incorporó
al acta del tribunal.
El teniente coronel Pack fue llamado y examinado más a fondo.
Sobre la última pregunta del día anterior que se leyó. El coronel Pack hizo la siguiente
observación
"No creo que la respuesta haya sido concluida del todo. Creo que es apropiado para el
general Whitelocke decir que, sea cual sea la parte de culpa que se me pueda atribuir
en esa ocasión, estoy dispuesto a tomar el peso de sus hombros. Lo que sea que haya
dicho Fue dictado por los propios hechos, y me arrojo a la sentencia de la Corte, sin
querer decir una palabra de más o de menos”.
General Whitelocke - La pregunta era muy simple y solo requería una respuesta
sencilla. No quiero que el fiscal ni nadie más expliquen la cuestión.
Coronel Pack —Creí que no tenía oportunidad de manifestar mis objeciones al plan en
cuestión, y al no preguntarme mi opinión, debí haber considerado una presunción por
mi parte haberla ofrecido. Pero, después de doce meses de la más ansiosa reflexión
sobre el tema, y con todas las opiniones del general Beresford al respecto en mi
cabeza, yo mismo no lo habría sentido justificado, si hubiera expresado alguna
aprobación directa del plan de ataque entonces decidido.
P. ¿Cuál habría sido la consecuencia probable para los prisioneros ingleses en una
reanudación del ataque a la ciudad, ya sea por bombardeo o de otra manera?
R. Creo que un bombardeo de la ciudad de Buenos Aires, ciertamente debió haber
puesto en peligro la vida de los prisioneros de manera muy fuerte, pero no pensé,
como dije inmediatamente antes, cuando el general Whitelocke me hizo una pregunta
similar que las vidas de los prisioneros estaba en peligro por parte de los habitantes,
no pensé que los habitantes los matarían.
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P. Mire la carta que se presenta ahora e indique si es una copia de una carta escrita
por usted sobre el tema de los prisioneros.
Se leyó la carta;
Plaza de los Toros, 8 de julio de 1807,
Tengo la firme opinión de que un bombardeo sobre la ciudad se enmendaría
con consecuencias fatales para los prisioneros británicos.
(Firmado) D. PACK, Teniente coronel 71° reg.
Al general Whitelocke.
R. General Whitelocke, la mañana que llegué a la Plaza de los Toros me preguntó mi
opinión sobre el tema de la acción anterior mencionada, y si tenía alguna objeción a
dar esa opinión por escrito. Respondí que no, ciertamente no; pero en el momento de
escribirlo, vi que la declaración de otras opiniones estaría muy amenazada por el
estado exasperado de las acciones de los habitantes, si se produjera alguna
reanudación del ataque. Sin embargo, pensé, que me lo debía personalmente a mí
mismo, para informar al general Whitelocke, que mi opinión aludía únicamente al
bombardeo. Esa carta que escribí para el general Whitelocke; no a él.
P. ¿Esta carta fue escrita por deseo del General Whitelocke, y en qué momento?
R. Ciertamente fue escrito a petición suya. Fue después del canje de prisioneros, al día
siguiente de la firma del tratado.
Examinado por el Tribunal.
P. ¿Hay algo tan particularmente malo en el clima de Buenos Aires en ese período del
año, cuando usted estuvo, que haga muy inconveniente para las tropas quedarse en el
terreno?
R. Expresé la mayor aprensión del estado del tiempo, y ciertamente si hubiera dado mi
opinión antes de que el ejército se embarcara, habría sido esperar hasta una
oportunidad más favorable. No hay nada en el clima de Buenos Aires en ningún
momento tan malo como para impedir que las tropas se queden en el campo, pero
hay períodos particulares en los que cae un diluvio, y ese período se acercaba.
P. ¿Qué tan pronto empezó a llover en Buenos Aires en julio pasado?
R. Creo que llovió muy fuerte en la noche del 2 y en la mañana del 3; pero no se
prolongó tanto como suele ocurrir en ese período del año.
P. Si se hubiera conservado la posesión de Colonia, ¿no se habría obtenido una
cantidad suficiente de ganado para abastecer al ejército durante un tiempo
determinado?
R. Sí.
El fiscal presentó una carta del general Whitelocke al general Liniers, acusando recibo
de esta carta con la propuesta de un cese de hostilidades para tratar en términos e
informándole que envió al general de división Gower para ese propósito, el tratado
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definitivo, producido en prueba del primer día, también se ordenó que se ingresara en
el acta como se lee aquí.
El teniente coronel Cadogan jurado y examinado.
P. ¿Comandaba una división del ala izquierda de la brigada ligera el día del ataque a
Buenos Aires?
R. Sí, lo hice.
P. Describa las operaciones del avance bajo su mando desde el período de separación
del Coronel Pack, durante el resto del día del ataque.
R. Me dirigí hacia el lado oeste del edificio llamado Colegio de los Jesuitas, sin una
pérdida considerable de hombres; cuando al traer el cañón de tres libras de mi
columna, para forzar una entrada por la puerta principal, el enemigo apareció
repentinamente en gran número en todas las ventanas, en los techos de las casas y en
los barracones del lado opuesto de la calle, y también a ese lado de la calle con algún
cañón. De repente, toda la compañía principal de mi columna, y todos los hombres y
caballos, murieron o quedaron heridos, nos resultó del todo imposible salir de esa
situación; fue claramente imposible penetrar más en la calle. Por lo tanto, me vi
obligado necesariamente a retroceder y arrojarme con unos 140 hombres a una casa a
unos 140 metros del Colegio de los Jesuitas. El resto de la columna se dispersó en
varias casas contiguas, y los que no lograron entrar resultaron muertos o heridos.
Después de haber mantenido alguna conferencia con el teniente coronel Pack,
respecto a mi permanencia en tan mal puesto, pensé que era mi deber destacar un
oficial con diez hombres para comunicarse con el general Craufurd, respetando el
puesto que ocupaba y las consecuencias que pudieran derivarse si continuábamos allí
por más tiempo.
Desde entonces supe que todos los hombres de este destacamento murieron o
resultaron heridos al abrir esta comunicación, y que el oficial escapó con gran
dificultad. Defendí este puesto durante casi tres horas con la pérdida de un sargento y
catorce hombres todos ellos muertos, cinco oficiales y 82 hombres heridos. Poco
después apareció un oficial del enemigo con una bandera de tregua, que ciertamente
pensé que no tenía otro objeto que una oferta para que nos rindiéramos a las tropas
que se oponían inmediatamente a nosotros, y al consultar con los oficiales, juzgué
oportuno dar un parley. Se ordenó necesariamente que se suspendieran los disparos
desde lo alto de mi puesto, y el enemigo aprovechándose de esta circunstancia, se
agolpó en número alrededor del puesto, al ver que tan pocos de mis hombres
quedaban con vida y el abrumador número del enemigo. Yo, con el consentimiento de
mis oficiales, me rendí, y con ellos fui conducido al fuerte, y los hombres restantes
fueron llevados a diferentes prisiones.
P. ¿Puede indicar la fuerza original de su división?
R. No puedo decirlo con certeza, pero creo que teníamos 250 hombres.
P. ¿Ese número incluye la artillería?
R. No.
P. ¿Qué número de artillería tenía?
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R. Creo que teníamos un sargento y cuatro hombres, además de tres conductores de
artilleros.
P. Indique con tanta precisión como pueda recordar, el número que permanecía vivo
de su división en el momento de su rendición.
R. Solo puedo responder por el puesto que ocupaba, había unos 40 hombres capaces
de marchar.
P. ¿A qué hora se rindió?
R. Según lo que recuerdo y entiendo, alrededor de las once.
El teniente coronel Guard jurado y examinado.
P. ¿Estuvo al mando del 45° regimiento el 5 de julio?
R. Si.
P. Describa las operaciones de ese cuerpo desde el período en que comenzó su
marcha por la mañana hasta el momento en que entregó el mando del mismo al
mayor Nicholls, e indique las operaciones de esa división desde el momento de su
marcha desde la Residencia, hasta su cruce con el general de brigada Craufurd.
R. Habiendo ocupado previamente las vías por las que íbamos a entrar al pueblo,
avancé al amanecer de la mañana del 5 de julio, con el 45° en dos columnas formadas
cada una por cuatro compañías, teniendo el mando del ala derecha yo mismo y el
resto bajo el mando del mayor Nicholls. Avanzamos unos tres cuartos de milla (1.2
kms), cuando las columnas se juntaron como consecuencia de la unión de dos
caminos, y me vi obligado, de conformidad con mis órdenes, a hacer un considerable
desvío a mi derecha, por lo que no llegué a la Residencia, puesto que me ordenaron
ocupar, hasta tres minutos después de que el ala izquierda al mando del Mayor
Nicholls, a quien encontré en el acto de romper las puertas de ese edificio. Mi pérdida
al llegar a ese puesto fue trepidante, con solo tres hombres muertos.
Percibí algunas casas en las cercanías, y más cerca de las orillas del río y consideré
conveniente poseerme de ellas, por lo que avancé con mi ala, y seleccionando tres de
ellas dejé una compañía en cada una y regresé a la Residencia con los granaderos. Un
disparo considerable a mi izquierda me instó a pedir al mayor Nicholls que hiciera los
arreglos necesarios para la ocupación de la Residencia, y que llevara a la compañía de
granaderos, reconociera la disposición de la brigada del general de brigada Craufurd y
regresara inmediatamente. Pasé entonces por la calle por la que había entrado al
pueblo, y doblando a la derecha me encontré con una que conducía directamente
hacia la gran plaza. Avancé unos treinta o cuarenta metros, cuando llegué a una casa
muy grande que pensé que sería ventajoso tomar posesión y ocuparla con un pequeño
destacamento. Por lo tanto, procedí a romper la puerta, pero encontrando la tarea
muy difícil, envié a mi ayudante con algunos archivos a la Residencia con el fin de
obtener la ayuda de los implementos que sabía estaban allí.
Apenas había regresado cuando se me unió un piquete del regimiento que me había
fallado por la mañana y había entrado en la ciudad con el batallón ligero, y el oficial
que lo mandaba me trajo una orden del general Craufurd para cargar por la calle con
la compañía de granaderos apoyada por el piquete. Lo hice en consecuencia, y no
encontré inmediatamente ninguna oposición, excepto dos descargas de un pesado
cañón que estaba colocada al final de la calle; A medida que avanzábamos hacia el
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centro de la ciudad, encontré los techos de las casas abarrotadas por el enemigo, que
abrió sobre nosotros fuego de fusil al pasar, cuando pase media milla, encontré que
los hombres estaban con el último aliento y con gran dificultad para avanzar,
ocasionada por el aumento del fuego, detuve a mis hombres en una calle a mi
derecha, y al ver al coronel Pack con parte del batallón ligero acercándose hacia la
iglesia de Santo Domingo, crucé la calle para consultarlo, ya que a partir de sus
conocimientos locales debía poder informarme sobre mi situación y la posibilidad de
un mayor avance en la ciudad. Me dijo que ciertamente sería imposible para mí llegar
a la plaza sin la pérdida de la mayor parte de mi destacamento, por lo que regresé y
encontré al general Craufurd con varias compañías de infantería ligera y fusileros junto
con una pieza de campo en la misma calle. Permanecí bajo las órdenes del general
Craufurd durante el resto de ese día.
P. ¿De quién y a qué hora recibió las órdenes para tomar posesión de la residencia?
R. El día 4 del General Gower, tan bien como puedo recordar, de quien recibí mi
instrucción.
P. ¿Se incluyeron estas órdenes en el plan de ataque original, o se comunicaron a los
oficiales que encabezaban la columna a su izquierda, cuyas operaciones,
naturalmente, debieron estar relacionadas con las suyas?
R. No se incluyeron en las instrucciones generales, me las dieron verbalmente. No
tengo conocimiento de ninguna comunicación que se haya hecho a ningún oficial que
comandara las columnas a mi izquierda.
P. ¿A qué hora llego a la Residencia?
R. Alrededor de las siete en punto.
P. Describa la posición y la fuerza de la Residencia.
R. Me pareció un edificio muy fuerte, pero como no entré, no puedo dar una
descripción precisa.
P. ¿Qué tan pronto marchó con los granaderos después de su llegada para formar un
cruce con el general de brigada Craufurd?
R. Inmediatamente a mi regreso de tomar las tres casas antes mencionadas. No tenía
ninguna intención de unirme al general Craufurd hasta que recibiera su orden a tal
efecto.
P. ¿Había recibido alguna orden del general Whitelocke o a través de él sobre las
operaciones futuras del regimiento bajo su mando después de haber tomado posesión
de la Residencia?
R. No recibí ninguna orden. Pensé que íbamos a mantener ese puesto.
Contra interrogado por el general Whitelocke
P. ¿Recuerda que le pedí su opinión, después de su liberación el día 8, sobre la
veracidad de las declaraciones sobre los presos y el peligro al que podrían haber
estado expuestos por la exasperación de las mentes de los habitantes del pueblo si
este hubiera sido bombardeado?
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R. El general Whitelocke pidió mi opinión, y yo la di, que los prisioneros habrían estado
en un estado muy peligroso si la ciudad hubiera sido bombardeada.
P. ¿Es esta una copia de un documento firmado por usted en esa ocasión?
R. Tengo el original en mi bolsillo.
Se mostró y leyó la carta, para lo cual ver Apéndice N° XII.
El teniente coronel Nicholls jurado y examinado.
P. ¿Comandó el ala izquierda del 45° regimiento el día del ataque?
R. Si.
P. Describa el funcionamiento de esa ala desde que se separó de la derecha hasta que
llegó a la Residencia, y todo lo que pasó hasta que evacuo ese puesto.
R. Las alas del regimiento se unieron a la llegada de ambos a la Residencia y
permanecimos en las operaciones hasta la mitad del día siguiente, el 6, mi carta
pública al general Whitelocke dará cuenta. Tengo una copia de esa carta que, sin
embargo, no contiene la conclusión de las operaciones.
Aquí se leyó el informe para el cual ver Apéndice N ° XIII.
P. ¿Este informe fue el que envió el capitán Whittingham, que se comunicó con el
general Whitelocke alrededor de las dos del día 6?
R. Es una copia de ese informe. El capitán Whittingham se ofreció a dejarme los
granaderos del 40°, pero me negué, ya que pensé que era más importante que
regresara a salvo al general Whitelocke con la información que había podido recopilar
sobre la situación en nuestra plaza. Aproximadamente media hora después de su
partida, el enemigo se recuperó y pareció amenazar con un segundo ataque; pero al
descargar su propio cañón sobre ellos, se retiraron. Alrededor de las cuatro de la
tarde, el general Gower envió dos líneas para informarme que las hostilidades se
habían suspendido hasta nuevas órdenes, y alrededor de las siete llegó el general
Craufurd con una notificación similar.
Deseé haber tenido alguna conversación privada con el general Craufurd sobre
nuestra situación, pero el general pensó que el coronel Eglio (Elio), el oficial español,
que lo acompañaba, lo habría considerado impropio. Por lo tanto, permanecí toda la
noche completamente ignorante del desafortunado giro de las cosas. A la mañana
siguiente, al ser privados de los medios que hasta entonces habían poseído los
hombres para subsistir, el mayor Folley y yo pensamos conveniente hacer una
demanda al general Liniers de la cantidad de provisiones que necesitábamos,
asignando como razón de esta demanda en una nota que envié al general Liniers, si
era posible, si enviaba hombres para solicitar provisiones de las casas vecinas, para
que no pudieran producirse disputas entre las tropas, y declarando mi número como
la mitad más de lo que tenía, a saber 6OO en lugar de 400.
Recibí una respuesta de que debían enviarse provisiones; sin embargo, no llegó
ninguno, salvo una ración muy pequeña que se entregó a los enfermos y heridos de
ambos ejércitos, hasta las siete de la tarde, cuando llegó una considerable provisión de
pan al mando del capitán Baker del 9° de dragones ligeros. En el transcurso del día,
alrededor de las tres, recibí una carta del teniente coronel Torrens, en la que me pedía
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que me detuviera en todo el terreno que pudiera ocupar entonces, hasta recibir
nuevas órdenes. También tenía alguna comunicación, dirigiéndome a prevenir las
irregularidades que, según se decía, habían cometido nuestros hombres cerca de la
Residencia, una de ellas contenida en esa carta; uno del teniente coronel Torrens; uno
del general de división Gower y dos del general de brigada Craufurd.
Teniendo solo un par de guardias afuera, pensé que era necesario contradecir las
afirmaciones hechas en estas cartas; de hecho, un oficial español me confesó
voluntariamente esa noche que los informes eran infundados. En día estuvimos
ocupados en completar nuestras bolsas de cartuchos, lo cual tuve los medios para
hacer con los cartuchos que recogí. En la mañana del día 8, recibí un mensaje verbal
del general de brigada Craufurd para evacuar la Residencia y unirme al cuerpo
principal en el Retiro; como esto no concordaba con la orden del día anterior, le envié
una nota solicitando una orden por escrito a tal efecto, así como también preguntando
qué debía hacer con mis prisioneros y cañón. El general Craufurd me devolvió una
respuesta que fue satisfactoria; y como consecuencia de lo cual liberé a los prisioneros
y me uní al ejército con cuatro cañones hacia las doce.
P. Describa la posición y la fuerza de la Residencia.
R. Ocupa un cuadrado o espacio de unas 150 yardas (137 mts) en un sentido y unas
110 (100 mts) en el otro. Esta plaza contenía una o dos iglesias y pasillos muy grandes,
y algunos pabellones muy finos en el hospital, que es una institución de caridad. Un
frente de toda el área era un patio o una plaza abierta; la mitad del frente al oeste
presenta un alto muro a la calle; la otra mitad de sólo diez pies (3 mts) de altura.
Delante y detrás tenía entradas, el techo de la Residencia no está comandado por
ningún edificio contiguo.
P. ¿Era factible a consecuencia de tener posesión de la Residencia abrir una
comunicación con la ribera del Plata?
R. Perfectamente. Limita con el río y no hay edificios intermedios.
P. ¿A qué distancia está la Residencia de la orilla del río a su altura común?
R. Aproximadamente 250 o 300 yardas (228 – 274 metros)
P. ¿Qué número de prisioneros fueron hechos por el 45° en la Residencia y en las casas
colindantes?
R. Teníamos 43 tomados en armas, 150 enfermos y heridos, a quienes encontramos en
el hospital al tomar posesión, sin contar unos 20 cirujanos españoles que los atendían.
P. ¿La artillería, tanto en hombres como en cañones, no habría sido de un servicio
importante para el regimiento bajo su mando, tanto para obtener la posesión de la
Residencia como para mantener ese puesto?
R. Ciertamente habría sido de la mayor ventaja; y podría, en tal caso, haber desalojado
a algunos de los milicianos que presionaron tan fuertemente al general Craufurd.
P. ¿A qué distancia estaba la posición en la que estuvo acuartelado la noche del 4 de la
brigada ligera?
R. Algo más de 300 yardas (274 metros).
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P. ¿Cuánto tiempo estuvo marchando desde ese puesto a la Residencia?
R. Aproximadamente tres cuartos de hora. Los caminos estaban en mal estado y
avancé lentamente. Llegué a eso de las siete.
P. ¿A qué hora llegó el Capitán Whittingham a la Residencia al día siguiente?
R. Aproximadamente a la una.
P. Habiendo llegado a la Residencia a las siete de la mañana del día 5, ¿permaneció o
no permaneció allí sin recibir ninguna orden o comunicación con el Comandante en
Jefe hasta la una del día siguiente?
R. Lo hice.
P. ¿Un refuerzo de la reserva al mando del teniente general Whitelocke, o del cuerpo
bajo las órdenes del coronel Mahon, le habría proporcionado los medios para
cooperar con las diferentes columnas del ejército englobadas en el ataque de la
ciudad?
R. Me habría permitido comunicarme con el general Craufurd, lo cual, en tales
circunstancias de imperiosa necesidad, incluso habría intentado sin ninguna ayuda, si
hubiera visto alguna probabilidad de éxito.
P. ¿Conoce algún obstáculo que la fuerza del enemigo en ese barrio hubiera puesto en
el camino de un refuerzo que llegara a la Residencia, si se hubieran dado órdenes en
ese sentido?
R. No conozco ninguno.
P. Indique con la mayor precisión que pueda recordar, la distancia desde los
acantonamientos de la brigada ligera en la noche del 4, la cual afirma que estuvo a 300
yardas (275 mts) del suyo, de la Residencia.
R. Aproximadamente una milla y tres cuartos (2 kms).
Cuestionado por la Corte.
P. Dice en su carta que la humanidad había inducido a algunos de sus soldados a hacer
prisioneros. ¿Pensó alguna vez en brindar una disculpa por haber hecho prisioneros?
R. De ninguna manera, todo lo contrario.
P. Dijo que llego al Retiro sobre la una. ¿A qué hora salió de la Residencia y por qué
ruta marchó hacia el Retiro?
R. Salí de la Residencia creo que a las diez, y marché, por el pueblo. La demora se
debió a la necesidad de arrastrar la artillería por la ciudad a mano.
P. Si hubiera sabido dónde encontrar al Comandante de las fuerzas, ¿no habría logrado
comunicarse con él, el día 3?
R. No por la mañana; No podría haberme desprendido de una fuerza suficiente para
hacerlo, pero por la noche debería haberlo intentado, si hubiera sabido que el coronel
Mahon estaba tan cerca de mí.
Interrogado por el general Whitelocke.
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P. ¿Sabía dónde se encontraba el Comandante en Jefe el día 6, por las órdenes que
recibió?
R. No estaba especificado en las órdenes, pero debería haber enviado cualquier
informe que tuviera que hacer a la casa del Sr. White, de donde supuse que lo habrían
enviado algunos de los oficiales del personal.
El contraalmirante Murray volvió a ser llamado y examinado más a fondo.
P. ¿Tiene la carta mencionada en la primera parte de su testimonio que recibió del
teniente coronel Bourke, el contramaestre general?
R. Por algún error, la carta original se perdió, pero obtuve una copia del Capitán
Thompson del balandro Fly.
Aquí se produjo y leyó la carta, (para lo cual ver Apéndice N° XIV) Fue como
consecuencia de esta carta que di las órdenes necesarias al Capitán Thompson.
P. ¿Se le propuso o no algún plan para un ataque combinado contra la ciudad?
R. Nunca se me propuso ningún plan regular para un ataque combinado contra la
ciudad por parte del general Whitelocke. Una vez me comentó que tenía la intención
de atacarlo desde el oeste y que necesitaría toda la ayuda que pudiéramos brindarle
allí.
P. ¿Se le consultó alguna vez o tenía conocimiento del plan de ataque que tuvo lugar?
R. No.
P. ¿Cree que un ataque combinado contra la ciudad podría haber sido factible o
conveniente?
R. Creo que sí.
P. Si se hubiera propuesto tal ataque, ¿qué ayuda hubiera estado en su poder para
prestar desde los barcos, los botes de la flota y los cañoneros?
R. Creo que los cañoneros y los barcos armados que tuvieran poco calado habrían sido
de un servicio esencial en el ataque y en la cooperación con el ejército.
P. Indique qué se analizó desde la llegada de la flota a Buenos Aires hasta la firma del
tratado.
R. El 4 de julio, las cañoneras llegaron cerca de la ciudad de Buenos Aires, pero no lo
suficientemente cerca para actuar. Se ordenó a los botes que hicieran sondeos
durante el día y la noche para determinar la profundidad del agua, el capitán
Thompson me informó que él mismo había sondeado y que el canal era muy
intrincado y los sondeos muy irregulares. Pero él había observado cuando estaba a la
altura de la ciudad, y en la situación en que debían colocarse los barcos para actuar
contra ella desde dos a tres metros de agua, y a la eslora de la barca de nuevo a dos
metros. No se pudo depender de los buques de más calado para actuar. El día 5
tuvimos grandes dificultades para conseguir poner las cañoneras y las goletas armadas
en una estación sobre la ciudad.
También me informó que se le había permitido desembarcar espirituosas y provisiones
en esa parte del ejército comandada por sir Samuel Auchmuty, y que también había
- 204 -
desembarcado balas de mosquete. La situación de esa parte del ejército al mando de
Sir Samuel Auchmuty al entrar en la ciudad era tal que le había impedido en ese
momento hacer uso de las cañoneras, para que no disparáramos contra nuestra
propia gente; pero a la mañana siguiente, cuatro de los cañoneros fueron colocados
en una situación que le pareció probable que fuera eficaz, y continuaron disparando
hasta que se hizo una tregua. Los barcos se mantuvieron allí durante el tiempo que se
firmó el tratado y, creo, hasta que se firmaron los preliminares. El día 5 recibí una
carta del teniente general Whitelocke solicitando verme.
Aplazado hasta mañana.
Vigésimo quinto (25) día
Martes 1 de marzo
Habiéndose reunido con el Tribunal de conformidad con el aplazamiento, se volvió a
llamar al almirante Murray y se le examinó de nuevo.
P. Presente la carta del general Whitelocke, que se indica en la última parte de su
testimonio de ayer.
Aquí se presentó y se leyó la carta, para lo cual ver Apéndice N° XIV.
Almirante Murray - Como consecuencia de esta carta, estaba a punto de dejar el
cañonero Staunch, a bordo del cual estaba entonces, con el propósito de ir a tierra,
cuando el capitán Thompson del Fly, vino de la orilla y me informó que se había visto
obligado a tener una guardia del cuartel general para protegerlo hasta su bote, cuya
guardia había regresado, siendo entonces casi de noche, y como se vieron tantos
caballos del enemigo en el lugar de desembarco, no sería seguro para mí bajar a tierra
esa noche, ya que no había ningún guardia en la playa. Por lo tanto, regresé a la
Nereida y a la mañana siguiente fui a ver al General. Lo encontré en la plaza de los
Toros, en lo alto de una de las casas, en compañía del general Gower, Auchmuty y
Lumley.
El
general me informó de la situación del ejército y las desgracias que le habían caído,
que había recibido los preliminares de un tratado del general español Liniers, por el
cual se ganaba el gran punto de recuperar a todos los prisioneros tomados en el sud
américa desde la guerra, que era un objeto importante, y sin el cual, según sus
instrucciones, nada de lo que pudiera hacer estaría completo; que no se podían
conseguir mejores condiciones, pero si el negocio continuaba, él debería esperar toda
mi ayuda. Hasta que le aseguré que debería haberlo hecho. Continuó observando que
no tendría sentido seguir adelante, ya que la América española nunca podría ser
conquistada por los ingleses, no teníamos un amigo en el país, como lo había
demostrado la costumbre de todas las clases.
Le dije al general que antes de que se acordaran estos términos, pensé que sería
mejor que consultara con los oficiales generales al respecto. Me dijo que ya tenía sus
opiniones, que eran similares a la suya, a saber, que los términos debían firmarse, ya
que no se podía responder a ningún propósito al continuar. Me aseguró, desde la
autoridad, que si se reanudaban las hostilidades, todos los prisioneros, es decir, la
brigada del general Craufurd, serían ejecutados. Le dije al general que él debía saber
más de la situación del ejército y de lo que estaba en su poder que yo, pero que no
podía aceptar estos términos sin consultar con el oficial superior que estaba al mando
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de mí mismo, entonces en Buenos Aires. Habiendo sido nombrado el almirante Stirling
al mando de la línea de barcos de guerra en Montevideo, el capitán Bayntun fue el
siguiente oficial superior conmigo en Buenos Aires, y estaba conmigo en la azotea de
la misma casa. En consecuencia, inmediatamente me comuniqué con él sobre el tema,
le conté lo sucedido y le pedí su opinión sobre la necesidad de firmar esos términos.
Me dijo que pensaba que no podía hacer otra cosa que firmarlos, porque el general
debía ser el mejor juez de lo que podía hacer el ejército; que si no los firmaba, por
supuesto, debía asumir toda la responsabilidad sobre las consecuencias que puedan
ocurrir después.
Luego, el general Gower me explicó con más detalle los términos propuestos; estaban
escritas en español, sobre piel de asno. Al preguntarle si no se podían conseguir
mejores condiciones, dijo que se había esforzado por obtener mejores condiciones,
pero los españoles no quisieron saberlo, y que con gran dificultad les había convencido
para que nos dejaran ocupar Montevideo por dos meses en lugar de uno, que se había
propuesto en un principio. En estas circunstancias, y creyendo que por disposición de
los habitantes, no deberíamos poder mantener ese país con la fuerza entonces en él,
firmé el tratado.
P. ¿Puede indicar el número de cañoneras y otros barcos de calado suficiente que
podrían llevar cañones de cualquier descripción para cooperar en el ataque a la
ciudad, si se hubiera considerado aconsejable actuar sobre algún plan para un ataque
combinado?
R. Cuatro cañoneras estaban en Buenos Aires, y se podrían haber empleado dos
goletas que transportaban unos cañones de 24 libras españoles. En Barragán se
pudieron haber subido ocho cañoneras más, y una goleta que portaba dos del mismo
calibre y dos carronadas. No recuerdo cuál era el calibre de los demás, pero creo que
eran de seis u ocho libras.
P. ¿No es posible que los botes y lanchones de guerra estuvieran equipados con
cañones y empleados en el mismo servicio?
R. Ciertamente podrían haber sido útiles cuando hacía buen tiempo, pero los cambios
de esa estación del año fueron tan repentinos, y un mar muy pesado como
consecuencia de los frecuentes vendavales, hizo que su actuación fuera muy precaria.
Incluso las cañoneras, que son mucho más grandes que las lanchas de desembarco,
habrían sido inundadas por el vendaval del día 2, si hubieran estado allí arriba en lugar
de estar bajo el punto Quilmes, donde el agua era mucho más suave; porque nunca,
en ningún río, vi un mar como el que sucedía frecuentemente mientras estuve allí,
cuando el viento soplaba fuerte y subía la marea.
Creo que el general Whitelocke no tenía, sin embargo, la idea más lejana de alguna
ayuda de la Armada en el ataque a Buenos Aires después de desembarcar en
Ensenada, excepto la de ser provisto de provisiones, y si las tropas lo necesitaran,
desembarcar la artillería pesada hacia el oeste de la ciudad; porque sin duda alguna,
creo, no se le ocurrió a nadie que Buenos Aires habría sido tomada por el ejército, sin
dificultad.
Contrainterrogado por el general Whitelocke.
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P. ¿No se dejaron en Montevideo los transportes de demasiado calado de agua para
ser llevados, y no se sacaron las tropas de allí y se duplicaron en los otros transportes
por ese motivo?
R. Quedaron dos o tres en Montevideo y, por supuesto, las tropas fueron retiradas. El
Bellona era uno, aunque era un barco de artillería, y había traído mucha munición y
algunos soldados del Cabo; el Capitán era otro barco dejado por desplazar tanta agua;
otro pequeño transporte también se dejó atrás por tener fugas. Estos son todos los
que recuerdo actualmente.
P. ¿Entendió que mi razón para no arreglar ningún plan específico era que no tenía
cierta información y que, por lo tanto, tenía la intención de tomar una posición hacia
el oeste de la ciudad y comunicarme con usted en futuras operaciones?
R. Ciertamente entendí por el General, que debería ver mejor su camino cuando
llegara al lugar, y que su intención era atacar desde el oeste de la ciudad; pero no
entendí de él que esperaba alguna ayuda de la Armada, más de lo que he dicho antes,
porque el General sabía que los barcos no podían ser levantados y pidió en Barragán,
que enviara a los transportes hacia el pueblo, para hacer parecer al enemigo que
pretendía atacarlo en otro lugar; pero, como dije antes, no entendí que el general
Whitelocke esperaba ayuda de barcos armados en el ataque al lugar, sino
simplemente para cubrir la costa o provisiones terrestres. En cuanto al desembarco de
las tropas, en primera instancia, expresó con frecuencia que solo quería que yo
desembarcara su ejército, y él respondería por el resto.
P. ¿No comprende que por el lado occidental se refería a los Toros?
R. Lo hago.
P. ¿Podrían haberse acercado tanto las goletas como para haber hecho uso de las
carronadas contra el pueblo?
R. Creo que, durante una parte de la marea alta, podrían hacerlo, pero no habrían
podido permanecer allí toda la marea; con el viento de la orilla, no habrían podido
volver.
Examinado por el Tribunal.
P. ¿Cuál fue la naturaleza de las carronadas?
R. No estoy seguro. Unos cañones de 9 libras, en general, creo que los de 12 libras
fueron los más grandes.
P. ¿No podrían haber proporcionado desde los barcos instrumentos que hubieran sido
de utilidad material para forzar las barricadas y las puertas de la ciudad, y se le solicitó
en algún momento, para proporcionar tales instrumentos?
R. Ciertamente que podría. Los barcos podrían haber proporcionado garras de hierro si
hubieran sido necesarios, pero no me habían presentado ninguna solicitud para ese
propósito, ni sabía que los buscaban.
P. ¿A qué distancia estaban los barcos de guerra de Buenos Aires el 4 y la mañana del
5 de julio?
- 207 -
R. Las balandras de guerra nunca estaban a menos de cinco o seis millas (9 - 11.1 kms),
y yacían en agua a dieciséis brazas (29 metros). Los bergantines de armas estaban
sobre la ciudad, y creo que algunos estaban a una milla y media (2.7 kms), otros a dos
millas (3.7 kms) o más de la ciudad; cuando digo pueblo, quiero decir para que me
entiendan, la orilla sobre el pueblo. El día 5 estaban más cerca, y en la noche del día 5
o mañana del día 6 se colocaron cuatro cañoneras muy cerca del pueblo, entre la plaza
de los Toros y la Ciudadela, a quemarropa de la Ciudadela. También dos goletas
estaban cayendo en el momento en que se hizo la tregua, lo que habría sido útil para
dispersar al enemigo de la iglesia.
Fiscal - Creo que debería decirle al tribunal que el almirante Murray, en el curso de su
testimonio, habló de los informes que recibió de los capitanes Thompson y Bayntun de
la marina; Debo, estrictamente, llamar a estos oficiales para confirmar lo que ha dicho
el almirante Murray. En este momento, me parece que los hechos expuestos no
requieren continuación, y creo que todas las evidencias materiales han sido
suficientemente probadas. Sin embargo, no pretendo ni deseo privar al teniente
general Whitelocke de ninguna ventaja que pueda derivar del testimonio de estos
testigos, y si lo desea, por supuesto, los llamaré.
General Whitelocke - Estoy tan satisfecho con lo que ha dicho el almirante Murray,
que no tengo ningún deseo de ocupar el tiempo de la corte visitando a estos
caballeros.
El capitán Davenport jurado y examinado.
P. ¿Es usted el oficial superior superviviente del 6° regimiento guardia de dragones,
empleados en la expedición a Buenos Aires?
R. Lo soy.
P. Indique las órdenes que recibió el 5 de julio y las operaciones de su cuerpo en
cumplimiento de estas órdenes, desde el momento en que abandonó sus
acantonamientos esa mañana hasta el final del día.
R. Solo puedo indicar las operaciones, porque no recibí órdenes. El coronel Kington
recibió las órdenes y nunca las escuché de él. El 5 de julio, los guardias del 6° de
dragones, al mando del teniente coronel Kington, abandonaron sus acantonamientos
alrededor de las 6 de la mañana, cuando el coronel Kington se retrasó en su camino y
no llegamos a la Entrada de la ciudad hasta las 7 en punto, encontramos a dos tropas
del 9° dragón ligero a cargo de dos piezas de campo. El teniente coronel Kington tomó
el mando del conjunto de las tropas montadas y entró en la ciudad. Una de las piezas
de campo avanzó al frente de la columna, la otra se dejó inmóvil en la retaguardia con
30 de los guardias del sexto dragón y un oficial; avanzamos hasta la segunda casilla sin
ningún disparo del enemigo; hasta que llegamos allí, el silencio de la ciudad me golpeó
con la mayor fuerza, pero desde ese punto avanzamos bajo un fuego regularmente
creciente de dos cañones en la ciudadela, que nos disparo todo el tiempo. El teniente
coronel Bradford, el ayudante general dio órdenes al coronel Kington, cuyo significado
no conozco.
Cuando llegamos a la cuarta plaza, el fuego del enemigo se volvió más pesado y
destructivo de lo que había sido hasta entonces, y cuando los guardias del 6° dragón
intentaron avanzar más allá de eso fueron muertos el coronel Kington y el capitán
Burrell. El mayor Pigot del 9° de dragones ligeros se acercó entonces a la cabeza de la
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columna y le resultó imposible avanzar; el cuerpo se retiraba por la derecha,
suponiendo que las calles terminaran en ángulo recto, y la fuerte razón de la retirada
era que el enemigo estaba oculto y no podíamos entrar en las casas. Ordene que el
cañón de delante se llevara a la parte trasera, nos retiramos en filas al amparo de las
casas, más allá de la primera plaza desde la entrada de la calle.
Aquí encontramos el cañón que habíamos dejado en la retaguardia, y nos
encontramos con algunas tropas del 9° Dragón Ligero al mando del Teniente Coronel
Witherington, y que no habíamos visto al entrar al pueblo. En este período, el aid de
camp del general Whitelocke capitán Foster llegó a la columna, a quien le
comunicamos nuestras transacciones, inmediatamente reinició nuestro avance de
nuevo a una plaza que me señaló, y para tomar una posición en las casas; hecho esto,
estando la casa que ocupaba en una situación muy imponente, reconocí desde arriba,
y fue desde allí que vi por primera vez la bandera británica ondeando en la Plaza de los
Toros, en el puesto que supuse que era el de la Residencia, el coronel Bradford llegó a
mi puesto y me dijo que lo consideraba sostenible, y después de reconocer cada parte
del mismo, hizo el siguiente arreglo, Un piquete de 80 hombres en el extremo de la
plaza, y las dos piezas de campo; frente a las dos únicas entradas a la plaza; Por la
noche, el capitán Foster estuvo conmigo; Al observar una iglesia muy grande, a unas
50 yardas (47 metros) de nosotros, dominando por completo nuestra posición, me
pidió que tomara posesión de ella. En consecuencia, envié un oficial y 30 hombres del
noveno dragón ligero con el coronel Witherington para saber si debía ocupar la iglesia.
El coronel Witherington envió de regreso a los hombres y ordenó a un grupo de su
propio regimiento que tomara posesión de él, lo que se hizo en consecuencia,
permanecimos dos días en esta situación y los rezagados del enemigo nos disparaban
constantemente.
P. ¿A qué hora comenzó su retiro?
R. Alrededor de las 10 en punto.
P. ¿Cuánto tiempo después de eso vio al Capitán Foster?
R. Inmediatamente después de nuestra llegada a la segunda plaza, más allá del
extremo de la ciudad.
P. ¿Qué tan pronto tomó posesión de las casas?
R. Con la menor pérdida de tiempo posible, en aproximadamente un cuarto de hora.
P. ¿Cuándo tomó el comandante Pigot el mando de los guardias del sexto dragón, de
los que usted dijo que se puso a la cabeza, cuando cayeron el coronel Kington y el
capitán Burrel?
R. Tan pronto como nos reunimos con las tropas del 9° de dragones bajo el mando del
coronel Witherington.
El general Whitelocke se negó a hacerle preguntas a este testigo.
Examinado por la corte.
P. ¿Cómo estaban armados los carabineros?
- 209 -
R. Tenían carabinas y bayonetas, municiones entre treinta y cuarenta balas por
hombre, en sus bolsas.
El capitán Fraser fue llamado y examinado más a fondo.
P. Indique las órdenes que recibió con respecto a la eliminación de la artillería el 5 de
julio y lo que hizo como consecuencia de estas órdenes; indicando también en su
respuesta el número de armas que tenía bajo su mando y su calibre.
R. La devolución que ya he cedido incluía las armas tomadas el día 2 que se colocaron
en posición. Además de las armas mencionadas en las órdenes, había dos cañones de
6 libras; pero ese día no se recibieron más órdenes respecto a la artillería.
P. ¿Dónde se colocaron estas dos armas y cuál era su posición?
R. Se colocaron cerca de los cañones que fueron tomados el día 2, en el Corral de
Miserere, que es un pequeño espacio abierto. Su posición estaba en la línea opuesta a
la ruta que conducía a la ciudad.
P. ¿Qué tan pronto vio al general Whitelocke en la mañana del día 5?
R. Inmediatamente después de regresar de disparar la señal para avanzar al ataque.
Probablemente alrededor de las 7 en punto, o un poco más tarde.
P. Usted declaró, en una respuesta anterior, que había recibido una orden estricta del
general Whitelocke de no dejar su lado al día siguiente. ¿Cumplió esa orden?
R. No me aparté del bando de Su Excelencia, excepto en dos ocasiones, cuando según
sus órdenes, me enviaron adelante para examinar e informarle sobre los colores
españoles en el fuerte.
P. ¿En qué período del día recibió estas órdenes y cuánto tiempo estuvo ausente para
ejecutarlas?
R. Recibí la primer orden entre las 2 y las 3 de la tarde, y en ese momento no estuve
ausente ni media hora. Recibí la segunda orden probablemente un poco después de
las 3, y estuve ausente media hora.
P. ¿Dónde se reunió por primera vez con el general Whitelocke esa mañana?
R. Me uní al general Whitelocke en el Corral, donde las piezas de artillería ya estaban
colocadas.
P. Habiendo manifestado que permaneció al lado del General Whitelocke por su
mandato expreso, durante todo el día, excepto una hora; Indique lo más
correctamente que pueda dónde estuvo el general Whitelocke durante ese día,
comenzando desde el lugar donde se reunió con él por primera vez.
R. El general Whitelocke estuvo en el Corral durante todo el día, excepto por un breve
intervalo, cuando supe que su excelencia se había retirado a la casa de White. Eran
alrededor de las dos en punto.
P. ¿Qué tamaño tiene el Corral?
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R. Se entiende que hay unas 500 yardas (450 mts) en un sentido y 500 en el otro. El
Corral es un término aplicado a una cuarta parte de Buenos Aires, y es un espacio
abierto incierto.
P. Indique cómo estuvo empleado el General Whitelocke durante todo ese día;
¿estaba montando o caminando?
R. Su Excelencia iba al principio a caballo, luego desmontó y continuó generalmente
desmontado durante el resto del día, y generalmente se encontraba a menos de 30
yardas (27 mts) de la casa que había sido el cuartel general del segundo al mando.
P. ¿Está el Corral en tal eminencia que desde él se puedan ver las calles de Buenos
Aires y la marcha de las columnas?
R. La entrada inmediata de Buenos Aires está a una distancia de unos 350 yardas (320
mts). Al final del Corral hay una loma, por lo que no se puede ver el interior del
pueblo, debido a la intersección de las calles, y parte de los suburbios, por encima de
150 yardas (137 mts). También está atravesado por setos altos y huertos.
P. Entonces, ¿debe entenderse que ni las calles principales ni las columnas pudieron
ser vistas por el general Whitelocke ese día?
R. Ciertamente no se pudieron ver.
P. Entonces, como el general Whitelocke no se movió del Corral en todo el día, y no
pudo ver nada de las operaciones del ejército, y usted estuvo a su lado durante todo el
tiempo, con las excepciones que usted ha indicado; ¿Cómo estaba empleado, a
excepción del breve intervalo que estuvo en la casa de White?
R. En la primera parte del día, Su Excelencia envió al centro a algunos oficiales de su
staff para traer información de lo que estaba sucediendo. Hacia la mitad del día se
abrió comunicación con la brigada de la izquierda; el oficial que abrió esa
comunicación regresó entre la 1 y las 2 de la tarde con un mensaje de Sir Samuel
Auchmuty, solicitando el envío de un pequeño grupo de artilleros a la Plaza de los
Toros.
P. ¿Qué tan pronto, después de que se reuniera con él por la mañana, le dio alguna
orden y cuáles fueron esas órdenes?
R. Creo que muy poco después de que me uní a él, envió a algunos de su staff al
centro, con órdenes, en general, de traerle información de lo que estaba pasando.
P. ¿Se dieron las órdenes a su staff al mismo tiempo o en diferentes momentos?
R. A intervalos repetidos.
P. Además de las órdenes a su personal, diga qué otras órdenes le oyó dar durante la
mañana del día 5.
R. Supongo que la comunicación con la izquierda se abrió mediante las órdenes
emitidas. No tengo ninguna duda de que el oficial obedeció la orden emitida por el
general Whitelocke. En la primera parte del día, a mi regreso para reunirme con él una
parte del 9° de dragones ligeros desmontados se formaron inmediatamente en la
retaguardia de la artillería, colocados en posición; estos dragones fueron
posteriormente movidos a la izquierda. Su excelencia ordenaba ocasionalmente a los
- 211 -
dragones que rondaban su persona, perseguir a unos jinetes fugitivos que escapaban
de Buenos Aires.
P. ¿Cuál fue la causa de ese cambio de posición en los dragones?
R. Estos dragones se formaron a unos 30 pasos en la parte trasera de la artillería, con
miras, según tengo entendido, para protegerla. Se me ocurrió que no estaban
apostados ventajosamente para ese propósito, y al observar esto a Su Excelencia,
recibí sus instrucciones para que el oficial que manejaba a los dragones se pusiera en
línea con las piezas de artillería.
P. ¿Hubo en algún momento, en cualquier parte de ese día, una alarma de ataque a
cualquier parte de la reserva?
R. No recuerdo ninguna alarma en particular en el transcurso de ese día. Pensé que
era probable que la gran población fugitiva del pueblo se echara atrás, siendo el
centro atacado en todos los puntos, pero no recuerdo ninguna alarma particular; nada
más que algunos disparos dispersos, como era de esperar.
P. Habiendo declarado que no escuchó ninguna alarma de ataque, ¿debe el tribunal
entender que no hubo tal alarma como para inducir al general Whitelocke a dar
órdenes sobre el tema?
R. Hablando de la reserva, estacionada en el Corral, ciertamente no hubo ninguna
alarma, excepto como he dicho antes. Las tropas que avanzaban, estrictamente
hablando, no estaban en el ataque, eran simplemente para tomar posición.
P. ¿Hubo o no hubo tal alarma que lo llevó a dar una opinión al general Whitelocke
sobre el tema?
R. No hubo alarma; pero me parecía probable que pudiera haberlas, y frecuentemente
expresaba mi opinión de que la gran masa de los fugitivos se esforzaría por escapar de
Buenos Aires por el centro; que los cañones colocados en posición, en ese caso, serían
inmediatamente puestos en acción, y por lo tanto pedí repetidamente a Su Excelencia
que despejara delante de las baterías, para que el frente de ellas pudiera estar abierto.
P. ¿Es ese el único consejo y opinión que dio sobre el tema?
R. Fue el único consejo u opinión que di sobre ese tema en particular.
P. Indique cualquier otra orden que recuerde que el General Whitelocke haya dado
ese día.
R. Creo que hacia el comienzo de la tarde, el Teniente Coronel Bradford fue enviado
con algunas órdenes al centro, cuyo significado desconozco.
P. Ha dicho que el general Whitelocke permaneció en la misma posición todo el día, le
he preguntado repetidamente. ¿Cómo se empleó durante todo ese día extraordinario?
R. Con la excepción de estas órdenes en particular, he dicho que Su Excelencia
caminaba hacia atrás y hacia adelante, ocasionalmente emitiendo sus órdenes y
esperando ansiosamente el resultado del asalto.
P. ¿A qué hora dejó el Corral y acompañó al general Whitelocke al cuartel general?
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R. Salí del Corral alrededor de las cuatro y media y acompañé al general a la casa de
White.
P. ¿A qué distancia está la casa de White del Corral de Miserere?
R. Desde el lugar inmediato donde habíamos estado parados a unas 600 yardas (550
metros).
P. ¿Está la casa de White colocada de tal manera que tenga una vista más distinguida
de la ciudad que el corral?
R. El suelo sobre el que se encuentra la casa de White, está casi al mismo nivel; se
puede ver en él las cimas de los edificios altos, pero no las calles.
P. En el momento en que dejó el corral con el general Whitelocke, ¿había recibido
alguna información y qué información había recibido, si la brigada ligera al mando del
general Craufurd y el regimiento 45° al mando del teniente Guard habían sido
derrotados, aislados o triunfado en sus respectivos objetivos?
R. No se recibió ni se había recibido información en el transcurso de ese día. La
primera información recibida fue en la mañana del día siguiente.
P. Después de su llegada a la casa de White, ¿permaneció con el general Whitelocke?
R. Me quedé con él, casi sin excepción, hasta su llegada a la plaza de los Toros al día
siguiente a la 1 de la tarde.
Q. Indique qué pasó después de que llegaron a la casa de White, las órdenes que le
escuchó dar, cómo estaba empleado cuando se separó por la noche y todo lo que pasó
durante ese tiempo.
R. A nuestra llegada a la casa de White, se dieron algunas órdenes para la protección y
seguridad de la casa, más de lo habitual.
P. Indique cuáles fueron estas órdenes.
R. Creo que se refería a que algunos miembros del personal deberían, con algunos
hombres, estar apostados en el patio y en el techo durante la noche. No hubo otras
órdenes que pueda recordar. No recuerdo a qué hora me separé de él, pero me acosté
a dormir y dormí en una habitación contigua. Pasó una conversación relacionada con
el flanco derecho abierto, y entendí que a la mañana siguiente debía abrirse una
comunicación.
P. ¿Puede deducir de cualquier comunicación que haya tenido con el general
Whitelocke, por qué no se hizo ningún intento de abrir esa comunicación durante el
día 5?
R. No puedo decir por ninguna conversación que mantuve con el general Whitelocke
ese día, por qué no se abrió una comunicación.
P. ¿Hubo alguna razón asignada en el curso de la conversación, por qué esa
comunicación podría abrirse más fácilmente en la mañana del día 6 que en el día 5?
R. No se dio ninguna razón. No creo que haya una.
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P. Habiendo afirmado que escuchó al general Whitelocke no dar más órdenes que las
relacionadas con la seguridad de la casa, y una conversación sobre la apertura de una
comunicación con el flanco derecho el día 6, esto es todo lo que puede recordar de la
manera en el que el general Whitelocke estuvo empleado durante las 3 o 4 horas que,
según usted, transcurrieron entre su llegada a la casa de White y su separación por la
noche.
R. Podría haber tenido lugar alguna conversación sobre los acontecimientos o el éxito
de la mañana, pero como se habló sobre todo de la comunicación con el flanco
derecho, causó la mayor impresión en mi mente; estas son todas las circunstancias
que recuerdo.
Aplazado hasta mañana.
Vigésimo sexto (26) día
Jueves 3 de marzo
El Tribunal se reunió, de conformidad con el aplazamiento, se volvió a llamar al
capitán Fraser y se le examinó de nuevo.
P. Diga lo que pasó durante la noche y la mañana siguiente, hasta que el teniente
general Whitelocke se dirigió a la plaza de los toros.
R. Creo que una o dos veces durante la noche, el general Whitelocke entró en la
habitación donde yo estaba, pero no recuerdo que haya hablado de nada en particular
hasta el amanecer del día 6 por la mañana. En ese momento me dirigí al parque de
artillería del Corral de Miserere, y estuve allí algún tiempo ocupado en hacer los
arreglos necesarios, creo que su excelencia llegó poco después y desmontó, caminó
hacia adelante y hacia atrás por el mismo punto que había hecho el día anterior.
Entendí que un oficial y una partida habían ido a abrir una comunicación con el flanco
derecho, y que se vería algo de conversación con respecto a los hechos del día
anterior. Creo también que entonces el general Whitelocke insinuó su intención de ir a
la Plaza de los toros. Su Excelencia me pidió que tuviera listo el cañón de seis libras y el
parque de artillería para acompañarlo a la plaza de los toros. Creo, pero no estoy
seguro, que esta conversación tuvo lugar antes de la llegada de un sargento ordenado
de la plaza de los toros, y que era portador de una comunicación del general Liniers,
que según entendí había sido enviada al general Whitelocke en la plaza de los toros, y
desde allí fue reenviado por orden de Sir Samuel Auchmuty. El general Whitelocke, al
abrir esta carta, me la mostró y me pidió que se la tradujera.
Al mirarlo y comprenderlo en parte, le respondí a su excelencia que no estaba
suficientemente familiarizado con el idioma español. El general Whitelocke luego se lo
mostró al capitán Squires de los ingenieros, quien lo leyó y se lo explicó al general. No
había otra persona en el general en ese instante, el general de división Gower estaba a
unos treinta metros de distancia y más cerca que cualquier otro oficial. El general
Whitelocke le mostró la carta al general Gower y yo me retiré a cierta distancia, ya que
no quería aparecer para escuchar la conversación que se produjo entre los dos
generales. Creo que se escribió una respuesta a esta comunicación del general Liniers.
El general Whitelocke volvió a insinuar su intención de ir a la plaza de los toros; y
después de alguna demora la columna, compuesta por los dragones del 9°, algunos
dragones montados del 17°, algunos pocos hombres de infantería, de qué cuerpo no
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recuerdo, marchó desde el corral de Miserere, hacia las 12 en punto, y llegó a la plaza
de los toros, creo, a la una, pero la hora no estoy muy seguro.
P. ¿Examinó las armas en la plaza de los toros? y si lo hizo, indique la cantidad de
armas aptas para el servicio, o que podrían haberse hecho así.
R. Inmediatamente después de mi llegada a la plaza de los toros, fui a reconocer y
examinar qué situaciones se adaptaban al levantamiento de baterías contra la ciudad
de Buenos Aires. Yo mismo no examiné las armas, pero fueron examinadas y me
informaron. Había 11 piezas de artillería de 36 a 38 libras, que estuvieron
inmediatamente en servicio. Aparte de los cañones capturados en el Retiro, había
además en el corral de Miserere tres piezas que estaban inmediatamente en servicio.
Cañones con púas, que podrían haberse puesto en servicio había 10, además de 12
piezas de artillería embarcada desde Montevideo, y que supongo que pudieron haber
sido desembarcadas en unas pocas horas, haciendo un total de 56 piezas de artillería
de 36 a 8 libras, que considero que los calibres más bajo no eran elegibles para los
fines requeridos. Puede ser explicativo señalar que, habiendo examinado el arsenal
español, informé al general Whitelocke de que poseía todos los medios para la
construcción y el servicio de las baterías que pudieran formarse con las anteriores y
que fueran adecuadas para el propósito. Entonces no se tuvo en cuenta exactamente
la munición de artillería; pero luego, por la tarde, se tomó tal cuenta; y yo creía
entonces, y creo ahora, con confianza que había no menos de 600 barriles de pólvora,
que contenían 90 libras (40.8 kilogramos) cada barril.
P. ¿Quién le hizo ese informe?
R. El informe del calibre de las armas con púas y sin púas me lo hizo un cabo.
Posteriormente los examiné yo mismo y encontré que su informe era correcto.
P. ¿Cuál fue su opinión, como oficial de artillería, de las facilidades que la posesión de
la plaza de los toros, brindaba para el establecimiento de baterías y otras operaciones
militares contra el pueblo?
R. Yo concebí y expresé mi opinión de que la posesión de la plaza de los toros ofrecía
todas las facilidades para el establecimiento de baterías contra el pueblo, siendo esto
señalado por el Capitán Squires y yo mismo.
P. ¿Fue usted en algún momento, y cuándo, consultado por el General Whitelocke
sobre ese tema?
R. Inmediatamente después de nuestra llegada a la plaza de los toros, a la una de la
tarde del día 6; y luego de reconocer las riberas del Plata, de donde se veía clara y
distintamente el fuerte; y luego de ir de allí al anfiteatro de la plaza de los toros, desde
cuya cima se me ordenó especialmente que llegara hasta el General Whitelocke, luego
al Retiro. Me preguntó de manera general sobre el poder que teníamos para erigir
baterías contra la ciudadela. Le respondí que yo correría al arsenal, a una distancia de
unas 300 yardas (275 metros), y después de ver los recursos en municiones y
provisiones, le daría a su excelencia una respuesta decidida, así lo hice, y le di a su
excelencia la siguiente respuesta:
“Hay una abundancia de municiones y provisiones, y me comprometo a su excelencia
que entre 20 y 30 piezas de artillería tocarán la ciudad mañana por la mañana”.
Se iniciaron algunas objeciones, que algunos de los cañones más pesados tenían
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clavos; a lo que respondí, que yo sería responsable de que se desclavarían. Se observó
que ellos incendiarían la ciudad, respondí, para que se hiciera el experimento; y que,
en todo caso, el enemigo debía ser desalojado de ese barrio de la ciudad.
P. ¿A qué barrio de la ciudad se refería?
R. Ese barrio que quedaría inmediatamente expuesto al fuego de la plaza de los toros.
P. Indique, con la mayor precisión posible, la distancia entre la plaza de los toros y el
fuerte.
R. En línea recta alrededor de 1650 yardas (1500 metros).
P. ¿Sería o no factible destruir alguna de las travesías entre la línea de fuego de la
plaza de los toros y el fuerte?
R. Con miras a la destrucción del fuerte, podría haber sido factible erigir baterías en el
terreno bajo de la playa del Plata frente al fuerte; pero el fuerte era una obra
despreciable que, de haber sido maltratada en una brecha, debía de haber caído en
unas pocas horas.
El capitán Squires volvió a llamar y examinó más a fondo.
P. ¿Pasó del Corral de miserere a la plaza de los toros con el Teniente General
Whitelocke el día 6?
R. Si.
P. ¿Cuál fue su opinión, como oficial de ingenieros, de las facilidades que la posesión
de la plaza de los toros brindó para el establecimiento de baterías y otras operaciones
militares contra Buenos Aires?
R. Me pareció una posición muy favorable para el establecimiento de baterías; y
poseíamos amplios medios, como consecuencia de la captura del arsenal del enemigo,
para establecer estas baterías.
P. ¿Hubiera sido o no, a su juicio, practicable, con los medios de que disponía,
cañonear y bombardear el pueblo con efecto desde la plaza de los toros?
R. Creo que las baterías hubieran sido eficaces.
El teniente coronel Torrens volvió a ser llamado y se lo examinó más a fondo.
P. ¿Estuvo con el general Whitelocke el 5 de julio?
R. Parte del día estuve ausente repetidamente de él.
P. Indique qué órdenes recibió del general Whitelocke ese día en general, en la medida
en que su memoria pueda servir; no solo en lo que respecta a las órdenes con
respecto a usted, sino también a las órdenes que recibió para comunicar a otros.
R. Habiendo sido informado, alrededor de las nueve de la mañana, que un cuerpo de
la caballería enemiga se había formado en nuestra retaguardia, el capitán
Whittingham y yo fuimos a reconocerlos con 16 dragones montados del 17°, y unos 30
desmontados del 9°. Cuando avancé un poco, descubrí que esta fuerza era más
considerable de lo que había imaginado al principio; y envié al capitán Blake, ayudante
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de cuartel general, a informar que pensaba que era mi deber atacarlos. Estuvimos
ausentes en este deber unas tres horas; y habiendo dispersado este cuerpo, que
constaba de unos 300 caballos, regresamos al Corral. El general Whitelocke, hacia las
tres de la tarde, me pidió que escribiera al teniente coronel Witherington, que estaba
al mando del centro, expresándole su sorpresa de que los hombres saquearan las
casas abandonadas y ordenándole que hiciera todo lo posible para evitar tales
irregularidades.
El general me pidió entonces que escribiera al brigadier sir Samuel Auchmuty.
Ordenándole que mantuviera su posición y permaneciera a la defensiva hasta que él
mismo llegara a la mañana siguiente. El capitán Whittingham y yo, con algunos otros
oficiales del estado mayor, estábamos caminando por el Corral poco después de las
dos, cuando el general Whitelocke se acercó y dijo que no le gustaba dar órdenes a
nadie, pero que se sentiría obligado a hacerlo a cualquier oficial que fuera a la
izquierda y trajera información sobre la situación de Sir Samuel Auchmuty. El capitán
Whittingham ofreció inmediatamente sus servicios y deseaba seleccionar lo que
consideraba una escolta suficiente. Llevó 10 o 12 dragones y unos 30 o 40 de
infantería. No puedo hablar con precisión del número; y, con estos entendí que se
dirigió a la Recoleta, como un punto marcado, y luego tanteó su camino hacia la plaza
de los toros, donde encontró a Sir Samuel Auchmuty, se encontró con varias personas
armadas en su camino, quienes le dispararon repetidamente; pero habiendo limpiado
los setos con su infantería, no encontró dificultad en seguir avanzando. Le pareció tan
imprescindible llevar un informe al comandante de las fuerzas sin pérdidas de tiempo,
que dejó la infantería, en la plaza de los toros, y volvió al galope con los dragones.
Informó del éxito de Sir Samuel Auchmuty al haber tomado 30 piezas de cañón y 600
prisioneros, con el arsenal lleno de provisiones y municiones y haber abierto una
comunicación con el Capitán Thompson de la Armada, quien comandaba los
cañoneros. El general de brigada recomendó que el comandante en jefe trasladara el
cuartel general a la plaza de los toros esa noche. Por lo que yo recuerdo, éste era el
informe completo del capitán Whittingham.
P. ¿Le dijo el Capitán Whittingham al General Whitelocke cuánto tiempo había tardado
en ir y regresar de la plaza de toros, y a qué hora hizo este informe?
R. Hizo su informe aproximadamente un cuarto antes de las cuatro en punto. No
estuve presente ni lo escuché informar de la transacción. Se le ordenó que fuera a eso
de las dos. Debería haber dicho que sir Samuel Auchmuty había expresado una gran
falta de artilleros, y se le envió un destacamento de unos 30 media hora después de
que el capitán Whittingham hiciera su informe. No se dieron otras órdenes que yo
sepa.
P. Cuando el capitán Whittingham hizo su informe, ¿dio el general Whitelocke alguno,
y qué razón para no cumplir con el deseo de sir Samuel Auchmuty de volver a la plaza
de toros esa noche?
R. Comprendí que el general Whitelocke no abandonaría el centro hasta que recibiera
un informe del flanco derecho, en particular del general de brigada Craufurd.
P. Con excepción de esta orden dada al Capitán Whittingham alrededor de las dos en
punto de ese día, ¿sabe de algún otro intento realizado por el General personalmente,
o de otra manera, para cooperar y apoyar a las columnas del ejército?
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R. Cuando regresé de la persecución de la caballería que he relatado, escuché que los
carabineros y los dragones ligeros del 9° habían sido empujados sobre una de las calles
del centro y habían sido rechazados con pérdidas. Aproximadamente a la una y media
en punto, el mayor de brigada Costly fue enviado con algunos dragones a tantear el
camino hacia su derecha, pero regresó a los pocos minutos e informó que era
impracticable. Yo no conozco ningún otro intento de cooperación.
P. ¿Conoce el monto de la fuerza que compuso la reserva ese día? Por reserva me
refiero a la parte del ejército que no formó ninguna de las columnas comprometidas
en el ataque, ni al cuerpo al mando del coronel Mahón.
R. Había alrededor de 1050 u 1100 hombres de las tropas a las que alude; pero incluyo
en esa cifra cerca de 100 hombres adscritos al comisario, y unos 180 dejados por los
diferentes regimientos encargados de las mochilas.
P. ¿Dejó el Corral con el general Whitelocke la noche del día 5?
R. Cuando se hizo casi de noche, dejé el Corral con el general Whitelocke y el resto del
personal.
P. Cuando dijo que no escuchó al General Whitelocke dar otras órdenes, ¿quiso incluir
lo que pasó en la casa del Sr. White?
R. No. Escuché al general Whitelocke, algún tiempo después de nuestra llegada a la
casa del Sr. White, dar órdenes a sus ayudantes de campo, de vigilar en la parte
superior de la casa y relevarse cada hora o cada dos horas. Esa fue la única orden que
le oí dar esa noche. El teniente general podría haber dado muchas órdenes sin mi
conocimiento. Frecuentemente estaba ausente.
P. ¿Conoce, o no conoce, alguna razón que impidió al Teniente General Whitelocke
brindar apoyo o cooperación a las diferentes columnas involucradas de su ejército
personalmente o de otra manera durante el 5?
R. Al no haber tenido ninguna conversación directa o indirecta sobre el tema del
ataque ese día, no estoy familiarizado con ninguno de los motivos por los que pudo
haber sido impulsado. Tenía entendido que el teniente general esperaba los informes
de las diferentes columnas antes de decidirse por cualquier cooperación.
Contrainterrogado por el general Whitelocke.
P. ¿Recuerda que me informaron que tres de nuestros colores flameaban en
diferentes partes de la ciudad? ¿Y que nuestros hombres fueron vistos en lo alto del
edificio, donde flameaban los colores?
R. Recuerdo el informe que hizo el capitán Foster, y recuerdo haber visto los colores
yo mismo desde una situación avanzada.
P. ¿Recuerda que recibí información en el transcurso del día 5, y en qué momento, los
colores del fuerte habían sido bajados?
R. Aproximadamente a la una, alguien informó que los colores españoles en el fuerte
habían desaparecido; pero me adelanté y me di cuenta con mi catalejo de que sólo
estaba colgando del mástil, el viento ese día era notablemente tranquilo.
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P. ¿Tenías alguna razón para suponer, por lo que escucho, o por cualquier cosa que
sucediera el día 5, que alguno de los oficiales generales u oficiales al mando de las
brigadas tenía alguna duda sobre el éxito del ataque, o alguna sospecha de su fracaso?
R. No escuché, ni antes ni durante el ataque, ninguna aprensión expresada en cuanto a
su fracaso, al menos por ninguno de los oficiales que nos rodeaban.
P. ¿Había algún otro oficial de artillería, excepto el capitán Fraser, que usted supiera,
en el Corral cuando los artilleros fueron enviados a Sir Samuel Auchmuty?
R. Ningún otro oficial de artillería se encontraba en el Corral en ese momento.
P. ¿Aproximadamente a qué hora hizo ese informe el capitán Foster?
R. No atendí el informe del capitán Foster, pero vi los colores yo mismo alrededor de la
una y media.
P. ¿No se cortó toda la comunicación entre la reserva y las columnas atacantes antes
de que se hiciera ese informe? Y ¿podría haberse abierto alguna comunicación sin una
fuerza armada de la reserva?
R. Creí que toda comunicación se había cortado antes de que se hiciera ese informe; y
no creo que se hubiera podido mantener sin una fuerza armada.
Re-examinado por el fiscal.
P. Ha dicho que no se abrigaba ninguna aprensión sobre el éxito del plan, ¿se consultó
a los oficiales generales sobre el mismo?
R. Nunca estuve presente en ninguna consulta con los oficiales generales sobre el plan,
con la excepción del general Gower, a quien escuché hablar con el general sobre el
tema del plan.
P. Usted ha dicho que ninguno de los comandantes expresó aprensiones durante el
ataque. ¿No había informado el capitán Whittingham del fracaso total del ataque
realizado por la brigada del general de brigada Lumley?
R. El capitán Whittingham informó que la brigada del general Lumley se había
replegado sobre los toros, con la excepción del 88°, que había sido hecho prisionero.
Examinado por el Tribunal.
P. ¿Escribió o envió alguna orden al Coronel Mahon siguiendo las instrucciones del
General Whitelocke el 5 de julio?
R. Ninguno en absoluto.
P. ¿Se recibió información del Coronel Mahon antes o durante el ataque, en cuanto a
dónde se encontraba con la columna bajo su mando? ¿O se sabía dónde estaba
durante el 5 de julio?
R. No se recibió información del Coronel Mahon durante el día 5; pero se suponía que
estaba destinado al este del puente, de conformidad con las órdenes que había
recibido la noche anterior.
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P. En el transcurso del 5 de julio. ¿Se propuso al General, o el General propuso
ponerse al frente de la reserva para forzar un paso, y penetrar en apoyo de varios
cuerpos, que por sus órdenes había avanzado al ataque del pueblo?
R. En el transcurso de ese día, nunca supe de ninguna propuesta de este tipo que se le
hiciera al general Whitelocke ni el hiciera.
P. ¿El general mismo se adelantó alguna vez a observar, como consecuencia de los
informes que usted afirmó haberle hecho durante el día 5?
R. No siguió adelante para observar como consecuencia de tales informes en ningún
período, mientras yo estuve en el Centro de Mando.
P. ¿Fue la impresión del general y de los oficiales cerca de él, en la noche del día 5,
cuando se retiró a la casa de White, que el ataque del ejército había tenido éxito?
R. El general Whitelocke expresó gran preocupación por la derecha. La impresión de
completo éxito no estaba, creo, en la mente de ninguna de las personas presentes, ya
que habíamos oído hablar de la captura del 88°; pero se abrigaban grandes esperanzas
de haber tomado una posición favorable en el flanco izquierdo del enemigo, por haber
visto ondear nuestros colores.
P. ¿Sabe si se ha intentado averiguar si el coronel Mahon recibió la orden del 4 o si
llegó al lugar donde se le ordenó?
R. No tengo conocimiento de que se haya realizado ningún intento de ese tipo ese día.
El mayor de brigada Costley recibió órdenes en un momento de ese día de proceder a
la derecha, pero no estoy familiarizado con las órdenes precisas que recibió.
P. ¿Sabe, o no sabe, si el puente que cruza el riachuelo estaba en posesión del
enemigo durante el tiempo en que el cuartel general del ejército se encontraba en la
casa de White?
R. No sabía que el puente que cruzaba el riachuelo estaba en posesión del enemigo,
pero supongo que no podría haberse quedado allí, ya que su retirada podría quedar
cortada del pueblo.
P. ¿Se podría determinar si los colores a los que dijo ondeaban, provenían del
convento de Santo Domingo o de la Residencia?
R. Se suponía que los colores que vi estaban en la Residencia, ya que estaban cerca del
río.
El teniente coronel Mahon volvió a ser llamado y examinado más a fondo.
P. ¿Dónde recibió la orden con fecha del 4 de julio?
R. En reducción.
P. Indique lo que hizo como consecuencia de esa orden.
R. Marché lo más rápido que pude, y alcanzando el puente sobre el riachuelo, y
encontrándolo en pie, tomé una posición allí hacia el anochecer del día 5, dejando la
retaguardia en el lado opuesto del río rio de Buenos Aires, y bajo el mando del Mayor
Gwyn, del 45°.
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P. ¿A qué hora marchó desde Reducción?
R. Alrededor de las 11 en punto.
P. ¿Se encontró con algún obstáculo del enemigo en su marcha desde Reducción hasta
el puente?
R. Ninguno en absoluto.
P. Después de esta orden, que recibió 20 minutos después de las 10 de la mañana del
día 5, ¿recibió alguna orden del general Whitelocke en el transcurso de ese día?
R. Ninguno.
P. Esa orden indicaba que debía ocupar el puesto a cierta distancia del puente. ¿Qué
motivo le llevó a seguir adelante?
R. Al llegar, tal como lo había concebido, a una distancia prudencial del río y del
puente, envié al mayor de brigada Stewart hacia adelante; y encontrando el puente de
pie e indefenso, juzgué que era apropiado avanzar con la columna, dejando la
retaguardia al otro lado.
P. ¿Tenía alguna razón, en el transcurso del 5, en su marcha hacia el puente, para
saber que las fuerzas británicas estaban atacando la ciudad de Buenos Aires?
R. Sí. Escuché que el fuego comenzaba alrededor de las seis y media de la mañana.
Podía oír claramente, ya que el viento soplaba bastante desde allí hacia mí.
P. ¿Las tropas bajo su mando, en las que incluye a los marineros, que ascienden a
1.800, estaban en situación de cooperar en el ataque, si habría recibido órdenes de
hacerlo?
R. Lo eran, con la excepción de unos pocos inválidos.
P. ¿En qué situación pasó el cuerpo bajo su mando la noche del día 5?
R. La parte que no estaba de servicio, como piquetes u otros guardias, estaba en
acantonamientos en casas muy grandes y buenas, en el pueblo de Barracca (Barracas),
con excepción de la retaguardia.
P. ¿A qué distancia estaba Barracas del Corral de Miserere?
R. No puedo indicar la distancia correctamente en línea recta. Se nos ordenó
acercarnos a él de manera circular. El pueblo de Barracas está cerca del puente.
P. ¿Qué órdenes recibió del teniente general Whitelocke el día 6 y qué recibió como
consecuencia de estas órdenes?
R. Aproximadamente a las 11 en punto del día 5, el capitán Whittingham llegó con una
compañía del 88° y me trajo órdenes de marchar a una casa que había sido el cuartel
general del Miserere. El capitán Whittingham dejó a un prisionero español para
mostrarme un camino tortuoso a la casa del Sr. White, sin acercarme demasiado a la
ciudad.
P. ¿Cuánto tiempo permaneció allí y cuándo marchó hacia la plaza de los toros?
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R. Marché hacia el Miserere, al que no llegué hasta el atardecer del día 6; Allí me
quedé el día 7, y a la una del día 8 marché a la plaza de los toros según órdenes; No
llegué hasta el atardecer.
P. ¿Las tropas bajo su mando, compuestas por 1600 hombres y 200 marineros con
artillería, alguna vez se enfrentaron al enemigo durante la expedición contra Buenos
Aires?
R. El cuerpo de la columna no, la retaguardia tuvo algunas escaramuzas en el
transcurso de la marcha.
P. ¿A qué distancia estaba su puesto en Barracas de la Residencia?
R. Supongo que alrededor de una milla y media (2400 metros); no más.
P. ¿Si hubiera conocido la situación del regimiento 43°, podría haber cooperado con
ellos la noche del 5?
R. Creo que podría.
El Capitán Foster jurado y examinado.
P. ¿Fue ayudante de campo del teniente general Whitelocke en la expedición contra
Buenos Aires?
R. Si.
P. ¿Estuvo con el general Whitelocke el 5 de julio?
R. Lo estaba, excepto durante el tiempo que estuve ejecutando sus órdenes.
P. Indique qué órdenes recibió del general Whitelocke ese día, qué hizo como
consecuencia de estas órdenes y cuánto tiempo estuvo ausente del general
Whitelocke en cumplimiento de sus órdenes.
R. El primer pedido que recibí del general Whitelocke fue la mañana del día 5. Hubo
algunos disparos a la izquierda, y el general me indicó que viera de qué se trataba. Fui
a la izquierda y descubrí que eran nuestros propios centinelas disparando contra
individuos del enemigo que escapaban de la ciudad. Un suboficial me informó que el
enemigo estaba reuniendo fuerzas más a nuestra izquierda, en nuestra retaguardia.
Procedí a reconocer su posición y encontré que eran alrededor de doscientos jinetes,
pero no formados en ningún orden regular, estaban en este momento a un cuarto de
milla (400 mts) de distancia. Regresé al general Whitelocke e informé de esta
circunstancia. Poco tiempo después, el general Whitelocke me ordenó que fuera a la
ciudad de Buenos Aires y tratara de averiguar las posiciones de las columnas
atacantes. Esto fue antes de las 10 en punto, creo. Fui al centro del pueblo y me dirigí
hacia donde oí disparos. Avancé alrededor de una milla (1.6 kms) cuando me encontré
con un destacamento de los guardias del 6° de dragones y parte del 9° de dragones
ligeros, que se retiraban por una de las calles centrales con cierta confusión, hablé con
algunos oficiales, particularmente con el capitán Davenport de los guardias del 6° de
dragones, y supe por él que ese cuerpo había sido uno de los primeros en atacar y
había fallado.
P. ¿Le informó al General Whitelocke la situación de los guardias del 6° de dragones y
del 9° de dragones ligeros?
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R. Lo hice algún tiempo después. Previamente les señalé a los oficiales un lugar en el
que concebí una situación defendible, en el que inmediatamente colocaron a sus
hombres. Teniendo una plaza al frente por la cual el enemigo debía pasar para
atacarlos. El enemigo estaba en el otro extremo de la misma, disparando
ocasionalmente racimos y bolas sólidas, pero muy ineficazmente. Luego reconocí
desde los techos de aquellas casas que estaban en las situaciones más dominantes, y
observé los colores británicos ondeando a una milla (1.6 kms) de distancia a la
izquierda. También vi los colores del Rey de algún regimiento sobre un gran edificio a
mi derecha, a algo más de una milla de distancia, con una posición intermedia que
tomé por una iglesia, de la cual pude distinguir claramente el cuerpo de fusileros con
dos o tres hombres de infantería ligera.
Hubo algunos disparos de mosquetería muy fuertes entre la posición este y el lugar
desde el que reconocí. No observé tropas en absoluto. Habiendo hecho estas
observaciones, volví con el general Whitelocke y le informé de estas circunstancias.
Eran alrededor de las 11 en punto. Poco después, el general Whitelocke me ordenó
por segunda vez que entrara en la ciudad, para observar si las posiciones habían
cambiado y la posibilidad de comunicarme con ellos. Regresé a la posición en la que
había dejado a los guardias del sexto dragón y al noveno dragón ligero, y los encontré
como se indicó anteriormente.
Entonces traté de penetrar a la derecha, y también a la izquierda, sintiéndome de
cualquier manera con algunos hombres; Encontré impracticable comunicarme con
cualquiera de nuestras tropas en ambos lados, debido a las posiciones intermedias del
enemigo. Por lo tanto, regresé al general Whitelocke e hice mi informe, en
consecuencia me ordenaron varias veces durante el día, y hasta que oscureció por la
noche, informar de cualquier circunstancia que pudiera surgir dentro de mi
observación, pero no ocurrió nada en particular, y me reuní con el general después del
anochecer, en una casa establecida como cuartel general, llamada casa de White,
desde cuya parte superior se me pidió que mirara, lo que hice durante dos o tres
horas.
P. En el informe que presentó al general Whitelocke a las once y media de la mañana,
¿describió la situación de la casa desde la que hizo sus observaciones?
R. Lo hice; y comunique al General que era la posición en la que había dejado los
dragones del 6° y del 9°.
P. Indique con la mayor precisión posible la distancia entre esa casa y el Corral.
R. Por lo que puedo juzgar, dentro de una milla (1.6 kms); Puede que no sea
exactamente correcto.
P. ¿Hizo o no el teniente general Whitelocke algún intento entonces, o en cualquier
otro momento durante el transcurso del día 5, para determinar personalmente la
posición de las columnas atacantes?
R. Durante el tiempo que estuve con el general Whitelocke, ciertamente no lo hizo.
P. ¿Tiene alguna razón para saber por qué el teniente general no hizo tal intento?
R. No.
- 223 -
P. A excepción de las órdenes que recibió, y las órdenes dadas al Capitán Whittingham
alrededor de las 2 de la tarde para dirigirse a la plaza de los toros, ¿conoce algún
intento realizado por el Teniente General Whitelocke durante ese día para
comunicarse con las columnas atacantes?
R. No.
P. ¿Tenía o no tenía alguna razón para pensar, a partir de la observación que hizo, que
se podría haber abierto una comunicación con una u otra de las columnas atacantes si
se hubiera enviado una fuerza adecuada para ese propósito?
R. No tuve oportunidad de conocer con precisión la fuerza que tenía el enemigo en las
calles intermedias y los techos de las casas, pero por el número que constantemente
seguía disparando cada vez que un soldado mostraba su cabeza, hice el intento yo
mismo y lo encontré impracticable.
Aplazada hasta mañana.
Vigésimo séptimo (27) día
Viernes 4 de marzo
Habiéndose reunido el tribunal de conformidad con el aplazamiento, se volvió a llamar
al capitán Foster y se le examinó de nuevo.
P. ¿Qué escolta tenía cuando ingreso al pueblo en cumplimiento de sus órdenes?
R. Cuando intenté ir hacia la derecha o hacia la izquierda, no tenía más de seis
hombres conmigo en ningún momento.
P. ¿Puede juzgar por su fracaso al intentar penetrar con una escolta de seis hombres,
si no hubiera tenido éxito si hubiera tenido quinientos o seiscientos?
R. No pensé que hubiera sido factible sin una gran fuerza, podría haberse hecho en los
alrededores, pero a través de la ciudad debería haberlo supuesto muy difícil.
P. ¿Tiene algún motivo para saber que una escolta adecuada no pudo haber abierto
una comunicación con el flanco derecho o izquierdo en ningún período del 5?
R. En el momento en que hice mi segundo informe, comprendí en el cuartel general
que el Mayor Costley había hecho el intento y había fracasado por completo. No
puedo decir la fuerza que tenía con él.
P. Suponiendo que el Mayor Costley tuviera sólo dos o tres dragones con él, ¿debería
haber considerado que era una escolta adecuada para ese propósito?
R. Debería haber considerado que un dragón, o yo mismo yendo solo, sería suficiente
para obedecer la orden; pero, en mi opinión, debe haber habido dificultades en ambos
casos.
P. Ha dicho que usted mismo ha intentado realizar un reconocimiento con seis
hombres y no ha podido continuar. Si el mayor Costley fuera con dos o tres dragones,
¿habría pensado usted que era escolta adecuada con miras a abrir una comunicación
con cualquiera de las columnas atacantes?
- 224 -
R. Si se considera necesario, lo explicaré. Las situaciones fueron muy diferentes. El
mayor Costley estaba en el cuartel general en los alrededores de la ciudad. Yo estaba
en medio del pueblo, por lo tanto la dificultad era mayor. El enemigo se escondía en
los setos y en todas direcciones, podría haberse comunicado bordeando la ciudad; Me
vi obligado a atravesar la ciudad, pero en cualquier caso debería haber considerado
insuficientes algunos dragones.
Contrainterrogado por el general Whitelocke.
P. ¿Cuánto tiempo ha estado en el servicio?
R. veinticuatro años.
P: ¿No era usted teniente coronel del regimiento 24° cuando estuvo en Egipto?
R. Si.
P. ¿Y no sirvió también en campaña activa en las Indias Occidentales?
R. Serví casi siete años en las Indias Occidentales, tanto durante la guerra como de
otro modo, al mando de una compañía ligera.
P. ¿Cuál fue el objetivo de hacer avanzar a los dragones ligeros del 9° y a los
carabineros a la ciudad?
R. Los dragones ligeros y carabineros se habían colocado como reserva. Supongo que
el objetivo de adelantarlos era tomar una posición central, el general Whitelocke no
me comunicó su idea, ni yo sabía que estaban adelantados hasta que los encontré
regresando por el pueblo.
P. ¿No le había mencionado mi idea desde entonces?
R. Puede ser en alguna conversación desde entonces, pero nunca en ese momento o
antes.
P. Después del fracaso de los dragones ligeros y carabineros, ¿cree que cualquier
fuerza que tuviera en reserva, en referencia al caso de la artillería y los dragones,
podría haber atravesado el centro de la ciudad y unirse al general Craufurd?
R. No requería pasar por el centro del pueblo. La posición del general Craufurd estaba
algo a la derecha; los dragones del 6° y 9° eran perfectamente eficientes en la
situación en la que se encontraban, aunque antes habían sido rechazados. No creo
que hubieran podido penetrar por el pueblo, pero en circunstancias de gran dificultad,
hasta la posición del general Craufurd.
P. ¿Ingreso en la ciudad el 6 o 7 de julio en cumplimiento de mis órdenes?
R. Lo hice, tanto el 6 como el 7.
P. ¿Qué informe me hizo de las observaciones que había hecho sobre el estado y la
disposición de los habitantes y el control que tenía sobre ellos el general Liniers?
R. En la tarde del día 7, un oficial español llegó con una bandera de tregua a la plaza de
los toros alrededor de las dos y media, cuando estaba conversando con el general
Whitelocke, y trajo una carta del general Liniers diciendo que la fuerza británica
dentro de la ciudad hizo fuego y de hecho disparó a dos españoles, y se quejó de esta
- 225 -
conducta como una ruptura de la tregua, que, de persistir, no podría responder por las
vidas de los prisioneros. Se me ordenó regresar con el oficial español, llevando
conmigo una escolta y una bandera de tregua, con la garantía al general Liniers de que
la circunstancia eran desconocidas en el cuartel general y que debió surgir por algún
error. Al llegar a la gran plaza que conduce al fuerte, la encontré ocupada por tres o
cuatro mil de la chusma armada, que de la manera más insultante se negó a reconocer
la bandera de tregua, ni a dejarme pasar.
Al mismo tiempo, insultaron a la escolta y a mí mismo, escupiéndonos y disparando
sobre nuestras cabezas, por así decirlo, para intimidarnos. Así estuvimos detenidos
casi media hora, cuando dos oficiales españoles montados con algunos dragones,
vinieron y me condujeron hasta la barrera del fuerte, que al abrirse la chusma se abrió
paso ante mí aunque con cierta dificultad. Me llevaron a la habitación donde estaba el
general Liniers. Las avenidas estaban llenas por la chusma que llamaba a la signora
Pack, es decir, al coronel Pack. El general Liniers estaba en ese momento hablando con
algunos de la chusma que se habían abierto paso hacia la habitación, donde había
varios oficiales británicos, y en ese momento agarró por el cuello a uno de los más
turbulentos de la chusma y lo amenazo.
Entregué al general Liniers las órdenes que había recibido del general Whitelocke, que
aparentemente explicó a la turba que había irrumpido en la habitación y que parecía
en cierta medida tranquilizada por ella. En ese momento había dos o tres sacerdotes
parados alrededor de la silla del coronel Pack, supuse que con el propósito de
protegerlo, el contingente había estado cenando y la tela aún no se había quitado.
Pedí una escolta española, que ahora se había vuelto absolutamente necesaria con la
mía, y la obtuve. Al reingresar al patio entrando a la gran plaza, encontré que la
violencia de la turba aparentemente había aumentado mucho, nos insultaron de la
misma manera, y estuve detenido más de una hora, durante la cual pensé que
deberíamos haber caído en sacrificio a su rabia, y no sin los mayores esfuerzos de la
escolta española, se nos permitió seguir adelante. Estaba oscuro antes de llegar al
cuartel, cuando hice este informe casi con las mismas palabras que ahora he repetido.
P. ¿Se firmó el tratado en ese momento?
R. El tratado definitivo no llegó al cuartel general hasta pasadas las ocho de la noche y
no había sido firmado a esa hora.
P. ¿Cuánto tiempo pasó desde que regresó de Buenos Aires al cuartel general, antes
de que se firmara el tratado definitivo?
R. No hice mi informe hasta el anochecer, y entonces no se había firmado el tratado
definitivo.
P. ¿Se firmó el tratado definitivo esa noche o no?
R. No puedo hablar con certeza, pero creo que lo fue.
P. Después de su regreso de la ciudad, ¿llegó algún oficial español al cuartel general
esa noche?
R. No lo sé. Había llegado el coronel Pack, pero no recuerdo ningún otro.
- 226 -
P. Usted ha dicho que en la tarde del día 3 se encontró con los carabineros y los
dragones ligeros del 9° que se retiraban. ¿Sabes qué proporción de los dragones se
dedicaban a ese servicio?
R. Creo que un escuadrón. Después de hacer mi primer informe en el cuartel general,
encontré a todo ese regimiento en esa posición.
Examinado por el Tribunal.
P. ¿Observó cuando entró en la ciudad en la tarde del día 5 si los colores británicos
habían sido quitados del Convento de Santo Domingo? y si es así, ¿informó de esa
circunstancia al teniente general Whitelocke?
R. No vi colores en el convento de Santo Domingo. Los únicos colores que vi, fueron
los colores del Rey de un regimiento que estaba en la residencia, y continuaron
flameando todo el tiempo que pude ver esa noche.
P. Su respuesta anterior fue que vio a nuestros hombres en lo alto de los edificios del
centro.
R. Lo hice. Vi fusileros actuando en el campanario.
P. ¿Los vio por la noche?
R. No lo hice. Una densa bruma provenía del río que dificultaba la visión.
P. ¿Sabe si el disparo de los cañones contra los dragones desmontados fue desde el
fuerte?
R. No hubo disparos de cañón contra los dragones cuando estaba con ellos. El enemigo
había sacado una pieza de campo, pero el fuego fue muy ineficaz.
P. ¿Opina o no que el teniente general Whitelocke tenía los medios en su poder para
abrir una comunicación con el general de brigada Craufurd en el transcurso del día 3,
si se hubiera esforzado por ello? No va a aplicar su respuesta a ningún intento que
pueda hacerse a través del pueblo, sino de cualquier otra forma.
R. No estoy seguro que el general Whitelocke conociera la posición del general
Craufurd. Sin toda la fuerza del general Whitelocke habría sido difícil, y aunque creo
que podría haber penetrado en la posición con toda su fuerza, debió haber sido
atendido con gran dificultad y pérdida. Sin embargo, esto es mera cuestión de opinión.
Cuestionado por la defensa del general Whitelocke con permiso del Tribunal.
P. Cuando informó de la casa desde la que tenía una vista de la ciudad, ¿expresó el
teniente general Whitelocke alguna inclinación por ir a ese lugar?
R. Al presentar mi informe al general Whitelocke, él no expresó ninguna inclinación a ir
allí. Mi reconocimiento no se limitó a una sola casa, sino que se refirió a muchas.
P. Por el fiscal - ¿Tenía algún medio de saber si había enemigos en alguna fuerza entre
el cuartel general y la Residencia en las afueras de la ciudad?
R. No tenía forma de saber qué fuerza tenía el enemigo más allá del fuego disperso
que se mantuvo durante toda la mañana.
- 227 -
P. ¿Cómo puede decir entonces que una cooperación con el general de brigada
Craufurd hubiera sido difícil al marchar por las faldas del pueblo hasta la Residencia?
R. Se intentaron en algunas partes de la ciudad y el enemigo estaba preparado en
todos los lugares. Ya he dicho que podría haberse hecho con dificultad; el enemigo
estaba tan bien preparado en todos los puntos en los techos de las casas tanto a
derecha como izquierda.
P. ¿Recibió usted o alguno de los ayudantes de campo del general Whitelocke alguna
orden de penetrar en todos los riesgos de la columna al mando del general de brigada
Craufurd, o alguna de las otras columnas de la derecha?
R. No conozco órdenes a tal efecto.
El capitán Whittingham fue llamado y examinado más a fondo.
El fiscal insinuó a la Corte, que como el testigo no pudo asistir ayer por indisposición,
habría interrogado al Coronel Torrens sobre el fondo del informe que hizo el Capitán
Whittingham en su presencia; pero no había podido enunciar el todo con precisión.
Por lo tanto, pensó que le ahorraría tiempo al tribunal al leer ahora esa parte de las
pruebas del coronel Torrens; y si hubiera alguna omisión. El capitán Whittingham
tendría la oportunidad de enmendarlo y corregirlo.
A continuación se leyeron las actas de las pruebas del coronel Torrens.
Capitán Whittingham, no tengo nada que agregar. Salimos del corral a las dos y
media. Llegué a la Residencia a las cuatro y regresé directamente.
P. ¿Tuvo alguna conversación con el teniente general Whitelocke a su regreso, sobre el
tema de su visita a la plaza de los toros esa noche?
R. Le comuniqué que Sir Samuel Auchmuty deseaba que fuera a la plaza de los toros,
pero no tuve más conversación con el teniente general Whitelocke sobre el tema.
P. ¿Le dio alguna opinión al general Whitelocke en cuanto a que sea factible o seguro?
R. No lo hice. Como había regresado solo con los dragones, pensé que no había duda
al respecto.
P. Indique las órdenes que recibió para abrir una comunicación con el flanco derecho,
y lo que hizo en consecuencia de esas órdenes, la fuerza de la escolta que llevó
consigo, el tiempo que le tomó realizar ese servicio y las dificultades de cualquier tipo
con el que se encontró.
R. En la mañana del día 6, poco después del amanecer, alrededor de las seis y media,
salí de la casa del Sr. White, con 10 dragones y 50 soldados de infantería. Mis órdenes
eran encontrar al coronel Mahon y pedirle que avanzara hasta el Miserere sin pérdida
de tiempo. Entonces debía pasar a la residencia, y luego a cualquier puesto que
ocupara el ejército. Llegué a los puestos de avanzada del coronel Mahon y me llevaron
a su cuartel general cerca del puente, donde le comuniqué las órdenes del general
Whitelocke; y dejando con él a los 30 de infantería que me habían acompañado, recibí
100 del regimiento 40°.
Hacia la una llegué a la Residencia, donde encontré siete compañías del 47°, al mando
de los Mayores Tolly y Nicholls, allí me enteré, que en la mañana del día 5 se había
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visto una bandera inglesa ondeando en dirección norte aproximadamente a la
distancia de 1800 yardas (1640 metros); que el coronel Guard había avanzado en esa
dirección, con los granaderos del 45°, y no había regresado y que la bandera había sido
izada entre las tres y las cuatro de la tarde del mismo día. Mientras estaba en la
Residencia, el enemigo trató de llevar cañones contra el Convento, pero el Mayor
Nicholls cargó contra ellos y tomó dos obuses.
Los Mayores Tolly y Nicholls, habiendo dado su opinión, considerando todas las
circunstancias, que sería en vano que intentara penetrar en busca del general
Craufurd, comencé a las cuatro en punto mi retirada y a las seis y media llegué a el
Miserere, que encontré ocupado por la brigada del coronel Mahon. Le repetí al
coronel Mahon la fuerza de la Residencia, y el hábil señorío en que ese puesto había
sido ocupado por los Mayores Tolly y Nicholls; las provisiones que habían encontrado
en el convento y las casas adyacentes; la facilidad con la que se puede abrir una
comunicación con la marina; los dos cañones y obuses que se habían tomado; la
necesidad que habían expresado de un oficial de artillería; las ventajas que obtendrían
de su ayuda, y también de un refuerzo. El coronel Mahon respondió de inmediato, que
a la mañana siguiente, a la luz del día, enviaría un refuerzo de 300 hombres y un oficial
de artillería.
P. ¿Ofreció o no, a los mayores Tolly y Nicholls en la Residencia, la infantería que
habías llevado consigo, e intento retirarse con los 10 dragones, la única parte restante
de su escolta?
R. Lo hice.
P. ¿En el momento en que hizo este reconocimiento habían cesado todas las
operaciones contra la ciudad de ataque de las columnas?
R. No puedo responder positivamente a esa pregunta. Salí del Miserere a la luz del día
y no me fue posible saberlo.
P. Describa al Tribunal con qué obstáculos del enemigo o de otra manera al realizar
este servicio; y su línea de marcha tanto en la ida como en la vuelta a la Residencia; la
distancia desde la casa del Sr. White hasta el puente; de allí a la Residencia, y de la
Residencia al cuartel general.
R. Generalmente las casas estaban ocupadas por hombres armados, y en el camino
había algunos grupos sueltos de jinetes; pero no se nos opuso ningún obstáculo de
importancia. Empleé a la infantería por los flancos, y los dragones fueron suficientes
para despejar los caminos. Desde la casa del Sr. White hasta el puente había entre
cinco y seis millas (8 - 9.5 kms); del puente a la Residencia algo más de dos millas (3.2
kms), y de la Residencia a la casa del Sr. White, unas cuatro millas (6.4 kms).
P. De las observaciones que hizo en la realización de este servicio, ¿es o no su opinión
de que se pudo haber abierto una comunicación con la Residencia desde el cuartel
general el día 5?
R. Creo que podría haberse abierto; porque en el momento en que fui la fuerza
enemiga era más despreciable que después de la rendición de la brigada ligera.
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P. ¿Hizo el teniente general Whitelocke algún intento, personalmente o de otro modo,
de cooperar y apoyar las diferentes columnas involucradas en el ataque del 5 de julio,
con la excepción de las dos órdenes a las que se han aplicado sus pruebas?
R. Entendí que al Mayor Costley se le había ordenado que marchara a la derecha.
P. ¿Es ese el único intento que conoce?
R. Lo es. El capitán Foster fue enviado al centro; pero, excepto entonces, no sé de
ningún otro intento después de la retirada de los guardias del sexto de dragones y del
noveno de dragones ligeros.
P. Si el Mayor Costley hubiera sido enviado al centro, con solo dos o tres dragones,
¿debería haber pensado que era una escolta adecuada para abrir cualquier
comunicación con las columnas atacantes?
R. Creo que no. Era imposible que los dragones actuaran en ese lugar cerrado, sin
tener alguna infantería que actuara como flanqueadores.
Interrogado por el teniente general Whitelocke.
P. ¿Cuándo recibió la orden de ir a la derecha, la noche del día 5?
R. Recibí mis órdenes la noche del día 5. Entre las doce y la una de la noche, el general
Whitelocke se acercó a mí y me pidió que me hiciera particularmente dueño de las
distancias y rumbos de la ruta que debía tomar a la mañana siguiente. También
deseaba que enviara a buscar a una persona inteligente (se entiende por alguien que
dominaba el idioma inglés) que estaba entonces en la casa y le interrogara
minuciosamente sobre el tema.
P. ¿Qué razón le dio el Mayor Nicholls para no permitirle dejar a sus 100 hombres,
después de haber expresado su deseo de un refuerzo?
R. El mayor Nicholls sentía tanta confianza en su posición que no estaba muy ansioso
por recibir un refuerzo y dijo que sería de mayor importancia asegurar mi regreso al
cuartel con mi informe.
Examinado por el Tribunal.
P. ¿Regresó de la Residencia por una ruta diferente a la que marchó desde el puente?
R. lo hice; se acercaba la noche y mi partida era mucho más fuerte; por tanto, volví por
un camino más corto y cercano a la ciudad.
P. Cuando el General Whitelocke le pidió que se familiarizara con los rumbos y
distancias de la ruta que iba a realizar la mañana del día 6, ¿le comunicó él mismo
alguna información sobre el tema?
R. La persona que llamé fue examinada ante el teniente general Whitelocke y conocía
perfectamente el país.
P. ¿Sabía usted de alguna dificultad mayor para avanzar hacia el flanco derecho que la
que encontró al ir hacia la izquierda el 5?
R. Había más hombres montados a la derecha, pero la oposición que ofrecían no era
digna de mención.
- 230 -
El teniente coronel Bourke llamado y examinado más a fondo.
P. ¿Estuvo con el teniente general Whitelocke durante el 5 de julio?
R. Lo estaba.
P. Declarará ante la Corte cualquier circunstancia militar exhibida con los cargos
relacionados contra el General Whitelocke, que ocurrieron desde la mañana del día 5
hasta la conclusión del tratado, incluyendo en esa declaración, todas las operaciones
del ejército, los medios utilizados, y los esfuerzos personales del comandante en Jefe
para cooperar y apoyar a las diferentes columnas en el ataque a la ciudad, las órdenes
dadas para tal fin, los movimientos y la estación de la reserva u otras divisiones del
ejército, no inmediatamente comprometido en el ataque.
R. Poco después del disparo del cañón de señal de ataque, en la mañana del día 5, le
comuniqué al comandante de las fuerzas que las diferentes columnas se habían
marchado todas y que los carabineros y el 9° de dragones ligeros estaban apostados
en dos calles asignadas a ellos en órdenes generales y dije, que poco después de eso,
percibí los botes cañoneros, como suponía, para cubrir el 38° regimiento. Alrededor de
las diez de la mañana, vi a los carabineros y a los dragones ligeros del 9°, que
regresaban del fallido intento que habían hecho en la calle central; se detuvieron a
unas 500 yardas (457 mts) frente al punto desde el que habían comenzado
originalmente, y creo que el número total estacionado en ese lugar era de unos
seiscientos. Había unos ciento cincuenta más de los dragones ligeros del 9° apostados
en el Corral de Miserere, donde se encontraba el propio comandante de las fuerzas.
Aproximadamente a las dos y media en punto, estando yo presente cuando el
comandante de las fuerzas envió al capitán Whittingham a la izquierda. No recuerdo
ninguna otra circunstancia ocurrida ese día, que podría dar en respuesta a esta
pregunta.
Pienso que a la una o las dos de la mañana del día 6, el general me pidió que escribiera
algunas órdenes, que él dictó y que le fueron entregadas al capitán Whittingham,
quien salió al amanecer de esa mañana. Hacia las diez de la mañana del mismo día, el
General se trasladó a la plaza de los toros, con una pequeña escolta de dragones
desmontados, y creo que con dos cañones de seis libras y unos pocos de caballería
montada. No ocurrió nada en particular en esta marcha. Entendí por una conversación
que tuve con el General antes de la marcha, que su intención era mantenerse a la
izquierda en la plaza de los toros y acercar todas sus fuerzas restantes hacia ese punto.
No recuerdo ningún hecho militar en particular en la plaza de los toros, durante los
cuatro días que estuve allí. Navegué hacia Inglaterra el 10 de julio. Quizás debí haber
observado que en la mañana del día 8 establecí la línea de demarcación de los puestos
de avanzada de los dos ejércitos, con un oficial de estado mayor enviado por los
españoles para tal fin.
P. ¿Conoce algún esfuerzo personal realizado por el General Whitelocke, durante el
día 5, o de cualquier otro intento, además de los que ha descrito, de cooperar y apoyar
a las diferentes columnas de su ejército, quién por sus órdenes habían entrado en la
ciudad ese día?
R. No conozco ningún esfuerzo realizado por el general Whitelocke en su propia
persona. Creo que envió al mayor de brigada del general Gower con un mensaje a la
- 231 -
derecha, y percibí que enviaba con frecuencia al capitán Foster a la ciudad de Buenos
Aires; pero tampoco estuve presente cuando les dio las órdenes.
P. ¿Sabe por qué el teniente general Whitelocke no utilizó esfuerzos o medios
personales distintos de los que ha descrito para los fines indicados en la última
pregunta?
R. No lo hago.
P. Si se hubieran adoptado los medios adecuados para unir el cuerpo al mando del
coronel Mahon con los que estaban en el cuartel general, ¿no habría estado en el
poder del general Whitelocke abrirse paso a la fuerza en la ciudad y unirse a las
fuerzas británicas? ¿O no hubiera estado en su poder abrirse paso con estos cuerpos
hasta la Residencia, la mañana del día 6? ¿Y no habría sido tal esfuerzo de su parte el
mejor medio de ayudar a las columnas atacantes y de haber restaurado la fortuna del
día?
R. Creo que si se hubieran adoptado los medios adecuados, no habría habido gran
dificultad en unir el cuerpo al mando del coronel Mahon, con los del cuartel general el
día 4, o temprano en la mañana del 5. El efecto que podría haber producido un ataque
de ese cuerpo es más de lo que puedo presumir, sin haber visto nunca las defensas del
enemigo. Creo que no habría habido ninguna dificultad en la mañana del día 6, incluso
con una fuerza mucho menor, para comunicarse con la Residencia.
P. ¿No habría brindado mejores posibilidades de éxito al ataque el haber llevado al
cuerpo del Coronel Mahon a una posición en la que pudiera haber cooperado con una
u otra de las columnas atacantes?
R. Ciertamente lo haría.
P. ¿Se le consultó alguna vez sobre el tratado?
R. Me mostraron la primera carta enviada por el general Liniers la mañana del 6 de
julio, el comandante de las fuerzas me preguntó mi opinión al respecto en presencia
del general Gower, y le dije que pensaba que debería rechazar la citación. Le repetí la
situación del resto de la fuerza de la izquierda. El general Gower observó que él tenía
la misma opinión y que una respuesta a ese efecto iba a ser enviada, cuya respuesta,
con algunas modificaciones insignificantes, fue enviada. El general Whitelocke no
volvió a consultarme sobre el tema del tratado.
P. ¿Le dio alguna opinión al general Whitelocke sobre ese tema?
R. Nada más que lo que he manifestado, hasta posteriormente a su regreso a
Montevideo.
Contrainterrogado por el general Whitelocke.
P. ¿No hubo tropas del enemigo montadas en nuestro flanco y retaguardia durante
todo el 5 de julio?
R. Los hubo, en cantidades considerables.
P. ¿Qué fuerza tenía en el Corral con la artillería el día 5, para la protección de los
cañones y de los enfermos y heridos?
- 232 -
R. Excepto de los 600 que he dicho que estaban en las calles del centro, eran unos 320,
en los que incluyo 83 dragones desmontados, adscritos al Comisario general.
P. ¿Cómo estaban armados los hombres adjuntos al comisario general?
R. Creo que solo con carabinas.
P. ¿Escuchó antes o el 5 de julio alguna duda expresada por alguno de los oficiales
sobre el éxito del ataque y cuál fue el destino de la brigada del general Craufurd al
final del ataque?
R. Nunca escuché ninguna duda expresada sobre el éxito del ataque, y recuerdo que
un poco antes de la puesta del sol en la tarde del día 5, el General expresó cierta
ansiedad a sus oficiales generales en cuanto al destino de la brigada del General
Craufurd. Me dijo que dependía mucho de la habilidad del general Craufurd, y que
esperaba saber pronto que estaba bien posicionado.
P. ¿Ha examinado especialmente el terreno que ocupamos en la plaza de los toros?
Indique qué mando tenía sobre la ciudad de Buenos Aires.
R. Examiné ese terreno con mucho cuidado. La plaza de los toros estaba situada al
lado de un barranco y gran parte del pueblo quedaba al otro lado. El lado de la Plaza
era el más empinado de los dos, y desde esa circunstancia dominaba la distancia de
unas quinientas o seiscientas yardas (450-550 mts) hacia el lado opuesto, y una
distancia de ochocientas yardas (730 mts) hacia el otro lado. No poseía ninguna otra
ventaja.
P. Por su conocimiento del terreno en los alrededores de Buenos Aires, ¿podría haber
ocupado el terreno de tal manera, incluso con toda la fuerza, como para cortar el
suministro de la ciudad antes del 5 de julio?
R. Yo concebiría por la gran extensión que sería necesario vigilar, probablemente no
menos de cinco millas; desde allí hay al menos treinta caminos dentro de esa
distancia, que conducen desde el campo a la ciudad; dado que la guarnición de la
ciudad estaba en el menor cálculo, más del doble del número de asaltantes, y de la
circunstancia de que el enemigo tenía un gran cuerpo de caballería regular
constantemente acosando la retaguardia, tal bloqueo difícilmente podría tener éxito.
También es necesario señalar que, en la época del año en que nos presentamos ante
Buenos Aires, todos los pueblos de esa provincia están generalmente llenos de grano;
siendo costumbre traerlo del campo antes de que empiecen las lluvias y se rompan los
caminos. También nos habían informado antes de salir de Montevideo, que el
enemigo estaba estableciendo almacenes de provisiones en el pueblo.
Reexaminado por el Fiscal.
P. ¿Se mencionó a las tropas montadas en la respuesta a la primera pregunta del
general Whitelocke, y a las trescientas que el teniente coronel Torrens y el capitán
Whittingham dispersaron el día 5, todas con la misma descripción?
R. Creo que todos lo fueron.
P. ¿Es o no es su opinión, que hubiera sido posible golpear y bombardear la ciudad con
efecto, mediante un ataque combinado por mar y tierra, el 5 de julio o después?
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R. Creo que hubiera sido factible destruir un número de casas, pero no para incendiar
la ciudad.
Examinado por el Tribunal
P. ¿Estuvo cerca del teniente general Whitelocke el 5 de julio y conoció las órdenes del
ataque a Buenos Aires ese día?
R. Estuve cerca del general Whitelocke todo ese día, pero solo un breve tiempo
conversando con él. Estaba familiarizado con las órdenes.
P. ¿Las órdenes para las columnas eran que penetraran hasta el río y el fuerte, y allí
ocuparan los edificios más cercanos y esperaran nuevas órdenes?
R. Las órdenes no expresaban que debían esperar más órdenes; pero debe haber sido
así entendido.
P. ¿Notó pronto que la comunicación entre el general Whitelocke y esos cuerpos fue
interceptada por grupos del enemigo?
R. en menos de media hora después de la marcha de las tropas.
P. ¿Le pareció importante en algún momento de ese día, que el general Whitelocke se
hubiera puesto a la cabeza del estado mayor y las tropas restantes, y en todo caso
arriesgado a formar una unión con el ejército, para poder determinar el efecto del
ataque, concurrir en sus esfuerzos y compartir su esfuerzo?
R. A las ocho de la mañana, cuando descubrí que el fuego continuaba muy fuerte en la
ciudad, y que no recibíamos información de los brigadieres al mando, pensé que era
necesario comunicarme con ellos, y esa necesidad aumentó a medida que avanzaba el
día; y si se hubiera podido obtener, no fue de otra manera que colocándose el General
al frente de sus tropas, lo que en mi opinión debería haberse intentado.
P. ¿Sabe si tal necesidad golpeó alguna vez al teniente general o si se le señaló?
R. No puedo decir si alguna vez lo golpeó o no, pero no le fue señalado en mi
presencia.
P. Estuvo cerca de la persona del General Whitelocke, ¿puede entonces declarar en su
opinión la causa que lo indujo a permanecer inmóvil en la retaguardia, para forzar su
camino hacia su ejército y compartir su destino?
R. Aunque nunca estuve lejos del General durante ese día durante un tiempo
considerable, tuve tan poca conversación o comunicación con él, que no puedo
intentar asignar ningún fundamento a su conducta.
Cerca de las tres de la tarde, el presidente se levantó y se dirigió a la Corte de la
siguiente manera:
"Son ahora las tres, y la Corte ha terminado; pero como mañana está designado para
el entierro de los restos de nuestro difunto miembro distinguido y lamentado, Lord
Lake, y como una señal de respeto al memorial de ese ilustre y gran carácter, que fue
colaborador de nosotros, y que, como lo expresa el poeta, “unió los modales más
amables con el corazón más valiente", debo proponer, que la Corte sí se reúna en
- 234 -
duelo. Satisfecho de que no habrá Una voz disidente a esta proposición, la Corte se
aplaza hasta mañana a las diez en punto"
Vigésimo octavo (28) día
Sábado 5 de marzo
Reunido el Juzgado por aplazamiento, en duelo militar, según las resoluciones del día
anterior, el secretario leyó una carta del Fiscal, manifestando que se encontraba
confinado en su cama por una indisposición súbita y severa, y lamentando la
necesidad que tenía de solicitar a la Corte que pospusiera el proceso de ese día.
En consecuencia, el Tribunal fue aplazado hasta el lunes por la mañana.
Vigésimo noveno (29) día
Lunes 7 de marzo
El Tribunal se reunió de conformidad con el aplazamiento.
Se llamó de nuevo al teniente coronel Bourke y se le examinó de nuevo.
Fiscal - Tengo entendido por el coronel Bourke, que desea corregir parte de su
evidencia del día anterior.
Coronel Bourke - En esa parte de mi interrogatorio, cuando me preguntaron si se
habían adoptado las medidas adecuadas para unificar la fuerza bajo el mando del
coronel Mahon y si el general había entrado a la fuerza en la ciudad.
¿Habrían sido tales esfuerzos de su parte, el mejor medio de ayudar a las columnas
adjuntas y restaurar las fortunas del día?
He respondido que no podía presumir de decir qué efecto podría haber tenido un
ataque de esos cuerpos, sin haber visto nunca las defensas del enemigo. Le ruego que
me dé permiso para decir que, como luego comprendí la pregunta, era que si el
objetivo del teniente general Whitelocke hubiera sido simplemente abrir una
comunicación.
Ahora deseo agregar que, en mi
opinión, una comunicación podría haberse abierto en cualquier momento el día 3, con
cualquiera de los tropas; y tengo que decir, además, en respuesta, que por medio de
las fuerzas unidas del coronel Mahon y el recibimiento en el Corral, se podría haber
efectuado una comunicación con las tropas británicas en la ciudad, y que una
cooperación de esa fuerza habría proporcionado el mejor medio de éxito.
P. Si el general Whitelocke, cuando estuvo en la casa de White, hubiera concentrado
sus fuerzas, ¿no habría podido ocupar los caminos entre el riachuelo y la Recoleta para
cortar el suministro de provisiones que se llevaban a Buenos Aires en esa dirección?
R. Creo que la distancia entre la parte más cercana del riachuelo y el convento de la
recoleta era de al menos siete millas (11 kilómetros); y no concibo que con toda su
fuerza de 7500 hombres hubiera sido posible haber guardado tan de cerca; tampoco
creo que hubiera sido posible haber dividido las carreteras de manera tan eficaz como
para interceptar suministros.
- 235 -
El teniente coronel Bradford llamado y examinado más a fondo.
P. ¿Estuvo con el teniente general Whitelocke durante el 5 de julio?
R. sí.
P. Declare ante la Corte cualquier circunstancia material relacionada con los cargos
contra el Teniente General Whitelocke, ocurridos desde la mañana del día 5 hasta la
celebración del tratado; incluyendo en dicha declaración todas las operaciones del
ejército, los medios utilizados y los esfuerzos personales del Comandante en Jefe para
cooperar y apoyar a las diferentes columnas involucradas en el ataque a la ciudad; las
órdenes dadas a tal efecto, y el movimiento y la posición de la reserva u otras
divisiones del ejército que no participaron inmediatamente en el ataque.
R. La mañana del día 5 acompañé al general Whitelocke al Corral. Las tropas habían
avanzado de acuerdo con las órdenes, inmediatamente sobre el cañoneo, alrededor
de las seis y media, y al comienzo de las cuales el general Whitelocke me indicó que
fuera a la derecha, para ver si las tropas querían alguna ayuda para dirigirlas en las
calles. Los dos regimientos de la derecha eran los dragones del 6° y el 45°.
El 45° había abandonado el Corral y avanzaba hacia el pueblo; los dragones del 6° se
equivocaron en su camino, les indiqué la dirección que debían tomar, después de lo
cual regresé con el general Whitelocke e hice mi informe. Luego me indicó que
ordenara a los guardias del sexto y noveno de dragones que avanzaran. Le informé
que la calle estaba tan mal que el cañón no podía seguir el ritmo de la columna; Por lo
tanto, deseaba que se dejara el arma con una escolta adecuada y que la columna
avanzara sin ella, por lo que regresé y di estas órdenes, y también ordené que el
teniente coronel Witherington avanzara con su cuerpo y se alojara lo más lejos posible
en el pueblo. En la noche del 5 se envió un destacamento de artillería a la plaza de los
toros. El general Whitelocke fue al cuartel general al atardecer y me ordenó que me
hiciera cargo de los puestos en el centro de la reserva. Cuando el general Whitelocke
abandonó el Corral a las 12 en punto del día 6, me ordenó que mantuviera ese puesto
el tiempo que fuera necesario para esperar un cruce con las fuerzas de la derecha, al
mando del coronel Mahon. Hacia las seis de la tarde llegó al Corral la división del
coronel Mahón; y como consecuencia del informe traído por el capitán Whittingham
desde la Residencia, se ordenó que se mantuviera un refuerzo de 150 hombres y un
oficial de artillería en preparación para marchar a la luz del día por la mañana hacia
ese puesto. Cuando ese destacamento estaba a punto de marchar se recibió una carta
de la plaza de los toros, que contenía una propuesta de cese de hostilidades, y no
hubo más movimiento. Hacia la una me reuní con el general Whitelocke. No recuerdo
ninguna otra circunstancia.
P. ¿Sabe de algún esfuerzo personal realizado por el general Whitelocke el día 5, o de
cualquier otro intento realizado por él de alguna otra manera para colaborar con las
diferentes columnas, que por sus órdenes habían avanzado hasta la ciudad de Buenos
Aires ese día?
R. No.
P. ¿Sabe por qué el general Whitelocke no hizo ningún esfuerzo personal, o cualquier
otro intento que los que ha descrito para los fines mencionados en la última pregunta?
- 236 -
R. No conozco ninguna razón, excepto que podría haber sido su confianza en que las
tropas de antemano pudieran establecerse.
P. ¿No se había entendido clara y generalmente, que cuando la columna marchó el día
5, que después de haber ganado las diferentes posiciones que les indicaban en las
órdenes, debían estar allí para esperar nuevas órdenes?
R. La orden no la di yo, por lo tanto, no lo sé.
P. Si se hubieran adoptado los medios adecuados para unir el cuerpo al mando del
Coronel Mahon con el del cuartel general, ¿no habría estado en el poder del general
Whitelocke forzar su camino hacia la ciudad y unirse a cualquiera de las fuerzas
británicas o lo haría? ¿No había podido forzar su camino con estos cuerpos hasta la
Residencia la mañana del día 6? ¿Y no habrían sido tales esfuerzos de su parte el mejor
medio para ayudar a las columnas atacantes y restaurar la suerte del día?
R. Si.
P. ¿Se le consultó alguna vez sobre el tratado?
R. En ese momento estuve ausente en el Corral.
P. ¿Qué número de presos se hicieron en el Corral?
R. Aproximadamente 200.
P. ¿tiene un recuento de la fuerza efectiva del ejército después del 5?
R. Lo tengo, 5441 de soldados, fue el número efectivo total después del ataque.
P. ¿Puede indicar toda la fuerza efectiva de la reserva en el Corral el día 5,
distinguiéndola por regimientos?
R. La fuerza en el Corral y los puestos de avanzada conectados con el Corral
ascendieron a unos 1050 hombres; antes de las bajas en los carabineros y dragones
ligeros del 9° alrededor de 1100. Esta fuerza se componía de la siguiente manera,
avanzaron hacia la ciudad 600 hombres; en el Corral quedaron 180, incluidos 30
dragones montados con los carabineros; 83 de los dragones ligeros desmontados del
17° armado con pequeñas carabinas. En el hospital 60 del 88° y destacamentos de
diferentes compañías cuidaron los pertrechos, que ascendían a 180.
P. ¿Cuál fue el número total de prisioneros entregados el día 7?
R. El número entregado fue de unos 1000, incluidos los capturados en el Corral; y
como el tratado especificaba que todos los prisioneros debían ser entregados, creo
que este debe haber sido el número total.
P. ¿Cuánto tiempo después de que las diferentes columnas entraron en la ciudad por
orden del general Whitelocke, percibió que todas las comunicaciones entre ellas y el
Comandante en jefe fueron interceptadas por grupos del enemigo?
R. No sé si fue interceptado en absoluto. Partidas del enemigo estaban en todas las
casas, pero no sé si la comunicación estaba cortada en absoluto. Un cuerpo de tropas
suficiente podría haberse comunicado en cualquier momento; pero no creo que
hubiera sido aconsejable hacerlo por las calles centrales, luego del rechazo de los
guardias del sexto y noveno de dragones, quienes fueron expuestos a un fuego muy
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destructivo del enemigo, y sufrieron grandes pérdidas. Tengo entendido que fue
posible comunicarse por la Residencia, y desde ese puesto con las demás tropas del
pueblo y las de la iglesia de Santo Domingo.
P. ¿Le pareció o no le pareció importante y en qué momento del día en que el general
y su estado mayor deberían, a todo riesgo, unirse a su ejército, para que pudiera
conocer el efecto de esos ataque que se había realizado, y han concurrido en sus
esfuerzos posteriores?
R. Creo que dejando hasta las 11 o las 12 en punto para recibir los informes, después
hubiera sido recomendable hacerlo.
P. ¿Sabe, o no, si tal necesidad golpeó alguna vez al general o si se le señaló?
R. No lo sé.
P. Como estuvo cerca de la persona del General Whitelocke durante el día 5, ¿puede
indicar la causa que lo indujo a permanecer inmóvil en la retaguardia, separado de su
ejército, en lugar de forzar su camino para unirse y dirigir sus operaciones, y compartir
en su destino?
R. Es imposible para mí decir por qué motivo fue impulsado. No me he formado
ninguna opinión sobre el tema.
Examinado por el Tribunal.
P. ¿Los dragones del 6° y del 9° actuaron como infantería desde su desembarco en
Ensenada hasta que se firmó el tratado?
R. Lo hicieron.
P. Describa sus armas.
R. Eran las viejas carabinas británicas, creo.
P. ¿El general Whitelocke utilizó algunos, y qué, esfuerzos para suministrarles
mosquetes y munición para mosquetes durante ese período, o anteriormente en
Montevideo?
R. Hasta la llegada del general Craufurd no teníamos armas de repuesto. No conozco
ningún esfuerzo para suplirlos. Ahora recuerdo que el noveno dragón tenía
mosquetes.
P. ¿Sabía usted, como ayudante general, dónde estaba el coronel Mahon con su
cuerpo la mañana del 3 de julio?
R. No envié la orden al coronel Mahon, pero entendí que se había enviado una orden
en la tarde del día 4 para marchar desde Reducción y tomar posición en el puente;
pero no sabía que se había recibido la orden hasta su llegada la mañana del día 6.
P. Cuando el general Whitelocke salió del Corral para dirigirse a la plaza de los toros,
¿apareció el enemigo con alguna fuerza sobre el Corral?
R. No recuerdo haber visto al enemigo en absoluto en el Corral ese día. Algunos
rezagados atacaron los puestos en la retaguardia algún tiempo después de la partida
del general.
- 238 -
P. ¿El enemigo hizo algún otro intento durante el tiempo que estuvo al mando?
R. El único ataque fue por la retaguardia, como dije antes, y fueron rechazados de
inmediato.
Se llamó al capitán Browne, ayudante de campo del general Whitelocke.
Fiscal. Ahora he llamado a todos los oficiales que estaban inmediatamente sobre la
persona del teniente general Whitelocke; y aunque no estoy al tanto de que el Capitán
Browne pueda dar a la Corte más información, he deseado que todos los miembros
del personal del Teniente General Whitelocke estuvieran aquí listos para responder
cualquier pregunta que se considere necesario hacer, por lo que pensé que era
correcto, llame al Capitán Browne para responder a cualquier pregunta que el Tribunal
considere apropiado plantearle, o si el propio General Whitelocke desea examinarlo.
El capitán Browne, al no ser interrogado por ninguna parte, se retiró.
Fiscal - Con respecto al cuarto cargo, el Tribunal debió haber considerado
indispensable la prueba de un testigo; Me refiero al teniente coronel Browne, que
mandaba en Montevideo al momento de la firma del tratado. Pero entendiendo por
parte del general Whitelocke que está dispuesto a admitir cualquier hecho que el
coronel Browne pueda ser llamado a probar, y que ese oficial tiene algún asunto
importante que lo obligó a salir de la ciudad, he creído apropiado prescindir de su
asistencia. El tacto que pretendía haber demostrado al llamar al coronel Browne era
que Montevideo estaba bien y adecuadamente guarnecido y provisto contra ataques,
y que no estaba en estado de bloqueo o asedio en el período de la firma de ese
tratado.
Luego se ordenó ingresar y leer la siguiente minuta:
"El teniente general Whitelocke admite que, en el período del tratado, el fuerte de
Montevideo estaba bien y suficientemente guarnecido y provisto contra ataques, y no
se encontraba en ese período en estado de bloqueo o sitiado".
Fiscal - "Ahora debo informar al Tribunal que aquí concluyo mi prueba, y el Tribunal
decidirá cuándo entrará en su defensa el teniente general Whitelocke".
Después de una breve pausa, el presidente se dirigió a la corte.
"Como el general Whitelocke requiere hasta el lunes próximo para prepararse para su
Defensa, la Corte se levanta hasta ese día a las diez en punto".
Trigésimo (30) día
Lunes 14 de marzo
La defensa
Al reunirse el Tribunal de conformidad con el aplazamiento, y habiendo tomado su
lugar el General Whitelocke, comenzó a leer su Defensa de la siguiente manera.
Sir William Meadows y los oficiales generales de esta Corte, La satisfacción que siento
al haberme permitido finalmente reclamar la atención y la indulgencia de la Corte, es
- 239 -
proporcional a la ansiosa impaciencia con la que he esperado esta oportunidad de
explicar mi conducta en América del Sur y las causas que llevaron al resultado que
constituye el tema de la presente investigación. La decepción de las esperanzas que
había albergado sobre el éxito de una expedición, sobre la que se habían formado
tales expectativas, en todos los puntos de vista, militares, políticos y comerciales, me
había preparado para enfrentar un sentimiento fuerte y general que correspondía con
el mío propio; el asistente natural y casi necesario de la desilusión y la desgracia
pública.
Me había
preparado también para escuchar los clamores de los decepcionados y las críticas
sobre mi conducta de aquellos cuyos deseos e intereses los llevaban a juzgarme
únicamente por los hechos, sin ningún medio adecuado de información; pero
sintiéndome consciente de que me había esforzado celosamente por cumplir con mi
deber, y que en los últimos sacrificios que las circunstancias adversas me habían
inducido a hacer, había desatendido todas las consideraciones interesadas y me había
movido solo por motivos públicos, confieso que fue con sorpresa así como
mortificación, cuando descubrí, a mi regreso, que las opiniones que se habían
propagado con tanta diligencia en cuanto a mi conducta en América del Sur, habían
sido, en cierta medida, acogidas en los sectores más altos; que las calumnias más
perjudiciales para mi carácter habían sido objeto de discusión oficial; y que ningún
individuo se había ofrecido a presentarse como mi acusador, se adoptaron
procedimientos [novedosos en nuestra jurisprudencia militar, por más sancionados
que sean por otros tribunales], con el propósito, como debería parecer, de reunir
pruebas para convertir esas calumnias en cuestiones de cargo. Mientras estuve
ausente, mi conducta y la de los demás habían sido prejuzgadas, y habían sido objeto
de una discusión intemperante y prematura en los periódicos diarios, y yo lo había
hecho sin juicio, ni siquiera investigación; he sido objeto de indignación y desprecio
públicos, por haberme deshonrado a mí mismo, a mi profesión y al carácter militar de
mi país.
Sin embargo, tan pronto como se supo que el gobierno había decidido que se llevara a
cabo una investigación sobre mi conducta, los editores de los periódicos públicos,
movidos por un sentido de propiedad decente y justicia común, se abstuvieron de
hacer más comentarios. Pero un oficial subalterno, que sirvió en la expedición,
consideró conveniente, con pleno conocimiento de que estaba bajo arresto y, por lo
tanto, para todos los propósitos de la ley y la justicia en mi juicio, publicar una
difamación sobre la conducta de mí y de otros, por el propósito expreso de procurarse
un beneficio para sí mismo a expensas de una flagrante violación de todos los
principios de honor o sentimiento, y de las leyes del país, esforzándose por mantener y
excitar los más fuertes prejuicios del público contra mí, y un sostenido oficial de otro
regimiento no se ha avergonzado de patrocinar este libelo y distribuirlo con la mayor
diligencia.
Irritado como estaba necesariamente por estos ataques poco varoniles, y al escuchar
las tergiversaciones en las que se basaban, y ansioso como debía estar por retener la
buena opinión de mi país, sentía que, considerando mi propio carácter y situación, el
respeto debido al ilustre personaje al frente del ejército, y a mi soberano, y en un caso
como este, [donde el público está tan profundamente preocupado], más aún, quizás,
el respeto debido a esta honorable Corte, imperativamente llamado a esperar en
silencio la oportunidad que se me ofrecía de explicar a mi soberano y al país mi
conducta en el mando que me había sido confiado.
- 240 -
Por lo tanto, me abstuve de responder a cualquiera de las calumnias que se han
propagado en mi contra, o de sancionar cualquier publicación o párrafo sobre el tema,
y me retiré hasta el acercamiento de este juicio en el interior del país, negándome a
mí mismo y a pesar de la gratificación de asociarme con muchos valiosos amigos que
han estado ansiosos por mostrarse superiores a los prejuicios suscitados por el clamor
popular y por llamarme su atención desde mi regreso. Menciono esto así
deliberadamente para evitar cualquier sospecha posible de que yo podría sancionar, o
tener conocimiento de una reivindicación que ha sido publicada por alguna persona
completamente desconocida para mí. Estoy más ansioso por hacer esto, ya que la
publicación aludió que contenía restricciones sobre la conducta de otros, y confío, por
lo tanto, en que la Corte me excusará por haber dedicado algunos momentos de su
tiempo a este tema.
El conocimiento de que mis motivos y conducta debían ser sometidos y juzgados por
un tribunal compuesto únicamente por personas competentes, por su rango en el
servicio, sus hábitos, su experiencia y talentos, para formar una estimación justa de
todas las peculiaridades circunstancias que constituyen el tema de la presente
investigación, me apoyaron durante un angustioso período de suspenso y
procrastinación, consideré mi juicio como una apelación al clamor popular, [pues no
puedo sino llamarlo como se me aplicó antes del juicio o la investigación] a mentes
honradas y cándidas, despojadas de todos esos sentimientos y prejuicios que influyen
y dirigen el rumbo de la opinión pública, y confieso que me había halagado a mí mismo
de haber encontrado, en este sentido, un protector incluso en mi fiscal, que,
considerando su anómalo, y [espero poder decir sin ofender] sus deberes casi
incompatibles, él, en el carácter de consejero y asistente de la Corte, se habría
despojado de todos los sentimientos relacionados con prejuicio público, y que,
actuando en calidad de fiscal, hubiera permitido que mi juicio comenzara con el
comentario extraordinario que tanto sorprendió, creo, a todos los que lo escucharon;
sin comentario, que, en la situación que él llena, y considerando la última
característica que debe sostener después de que se completen los procedimientos y
comience su deliberación, de un asesor, sobre los puntos en los que puede requerir su
ayuda, no creo que pueda ser considerada justificable en cualquier período de dicho
juicio, o después de cualquier prueba, por fuerte que sea, que pudiera haberse
presentado.
En efecto, el fiscal manifestó que debía seguir el ejemplo de sus antecesores en
ocasiones similares, absteniéndose en esa etapa del procedimiento de cualquier
observación detallada sobre los cargos. El único caso de importancia, creo, en el que
un juez-abogado (fiscal) se ha encontrado en una situación similar a la actual, fue en el
juicio del difunto Lord Sackville, en cuya ocasión el difunto Sir Charles Morgan,
entonces Sr. Gould, no realizó ningún discurso a la Corte sobre la apertura de la
acusación, y en su respuesta evitó con gran esmero ofrecer una sola observación que
pudiera, de la manera más distante, ser considerada un discurso a las pasiones de la
Corte, aunque las circunstancias que dieron origen a ese juicio había suscitado más
sentimiento popular que cualquier otro que hubiera ocurrido antes, tanto que
posiblemente dejara para siempre un tema de disputa histórica, si la sentencia incluso
de la Corte no fue, en alguna medida, influenciada por esa sensación.
Pongo en la liberalidad y franqueza del honorable fiscal, si no tengo algún pequeño
derecho a quejarme, y a lamentarme, que no haya seguido el ejemplo de su
predecesor y se haya abstenido de hacer declaraciones al público [por tal motivo un
- 241 -
discurso no podía ser destinado a la Corte] que las esperanzas [como le complació
decir] se habían entretenido justa y generalmente, así como en general, de descubrir
nuevos mercados para nuestras manufacturas y de dar un amplio alcance al espíritu
de empresa mercantil y abriendo nuevas fuentes de tesoros; aunque toda la
información sobre el estado de América del Sur y el espíritu hostil e implacable de sus
habitantes hacia nosotros, ha demostrado que esas esperanzas eran completamente
falaces; que se había abstenido de pedir en auxilio de esos cargos los intentos diarios
de excluir nuestro comercio del continente europeo; e incluso la actual crisis del
mundo, o el agravamiento del infortunio público por el peso acumulado de todas estas
consideraciones, o las circunstancias de los informes a mi perjuicio que han
sobrevivido a las primeras impresiones del dolor público, como prueba de que no han
originado en el impulso natural de la mente humana para encontrar un objeto al que
culpar. Bien puedan sobrevivir y continuar, en un tribunal de justicia, estos temas
pudieran ser aplicados con tan estudiada fuerza de expresión, por una persona cuyo
rango, posición en la vida y carácter público en esta Corte, no podría sino estimular el
ya demasiado exasperado estado de la mente pública sobre la transacción ahora en
cuestión.
Estoy convencido de que cuando el Tribunal advierta la manera en que me han
perseguido y, puedo decir, condenado por clamor público, sin juicio ni investigación,
me perdonarán haber hecho este comentario; y me permitirá también exponer un
motivo de denuncia más grave, aunque no más erróneo, que no puedo dejar de
pensar que tengo derecho a formular sobre la forma en que se ha llevado a cabo el
procesamiento en mi contra y la naturaleza de las pruebas que se han producido. Una
desgracia, que naturalmente despierta un fuerte sentimiento público, puede imponer
al gobierno el deber de ordenar que se investiguen las causas de esa desgracia; Tal
investigación es, como ha dicho justamente el fiscal, tan necesaria para mi vindicación
como para la satisfacción pública; si he sido desafortunado, pero no culpable, es el
único medio por el cual podría esperar detener la marea de perjudicar; y si he sido
culpable, es necesario con el fin de determinar el grado de mi delito y de presentar al
público materiales auténticos sobre los cuales pueda formarse un juicio judicial sobre
mi conducta.
Ha fracasado una gran e importante expedición; las razones de su fracaso deben
buscarse en las medidas de la persona responsable ante el público de su éxito, y no
podría haber surgido ninguna dificultad [de hecho surgieron algunas] en la selección
de los eventos particulares y las partes que parecían haber llevado a este fracaso como
motivo de acusación contra mí mismo, y por el que debía rendir cuentas.
No me quejé porque no sentí que tenía derecho a hacerlo en tal caso, si se hicieran
adiciones a los detalles así seleccionados después de mi primera recepción de los
cargos, que con una franca liberalidad me habían sido entregados tan pronto como se
enmarcó, con el fin de permitirme prepararme mejor para mi defensa; pero tenía la
esperanza cuando leí los cargos finalmente resueltos, que contenían tales
especificaciones y con tales epítetos que no podían sino despertar sentimientos de
mortificación, que difícilmente podrían aumentar, incluso con una sentencia de este
Tribunal, haber visto todo lo que estaba acusado contra mí; y poco esperaba o
imaginaba que me llamarían para recordar y defender cada acto, cada orden, cada
expresión y casi cada pensamiento, no sólo de mí mismo, sino de los demás; cada
detalle, por mínimo que sea, y si tenía un derecho, o debería haber sido puesto bajo
mi conocimiento como comandante, o no; en suma, como ha reconocido y expresado
- 242 -
el Fiscal, no sólo la causa que impidió la reducción de la provincia de Buenos Aires,
sino toda mi conducta en la expedición; Una investigación completa, y como
verdaderamente afirmó, por primera vez, y espero por el bien de la justicia, por última
vez, instituida en un tribunal militar. Menos aún podría suponer que la protección de
la Corte hubiera sido necesaria para impedir que un Fiscal, educado en costumbres
jurídicas, me persiga hasta en mis momentos privados, y exija a mi secretario que
declare todas las conversaciones que, en la confianza de nuestra situación relativa,
habían transcurrido entre nosotros; y, sin embargo, es sólo en este punto, y a través
de la intervención de la Corte, que el Fiscal se ha detenido en su investigación. Suplico
a la Corte con calma y franqueza que revise las pruebas y que separe [una tarea nada
fácil] lo que me es aplicable a mí, de lo que se aplica solo a otros, pero más
particularmente que separe las pruebas u opiniones sobre nuestras operaciones,
fundado sobre la experiencia adquirida por la desgracia, y no sobre cualquier cosa que
se me oyera o pudiera ser previamente conocida antes de que tuvieran lugar las
operaciones, y sobre la cual yo solo podría haber actuado, y solo por la cual se me
juzgará; advertir, en definitiva, a toda la prueba en la que se aplique el resultado y el
conocimiento posterior, en lugar de la información previa, como el intermedio por el
que se pretende probar la pertinencia de la medida adoptada.
No se diga que esto surgió de la naturaleza de la acusación, porque si así fue, nada
puede evidenciar con mayor fuerza la injusticia de tal proceder; la Corte pierde el
beneficio de su asistencia letrada, en el tema en que es más útil, y los testigos su
dirección y control; el acusado no tiene protección contra ella; un celo natural de
cualquier interposición que pueda tener la apariencia más distante de excluir cualquier
investigación, por remota que sea su aplicación, impide la posibilidad de su
interferencia.
Espero que no me acusen de haber interpuesto objeciones capciosas o estridentes;
Me he esforzado concienzudamente por evitarlo. La Corte en narrativas elaboradas,
sobre bases tan extensas, que comprenden cada acto y palabra, difícilmente puede
interferir; naturalmente, son obstinados para interrumpir al Fiscal, o interferir con el
curso del procedimiento, o el modo en que se ha preparado [después de una
consideración madura, debe presumirse] para presentar las pruebas, más
particularmente porque él es la persona a quien buscan consejos. El testigo, a menos
que posea conocimientos legales y militares, no puede distinguir entre lo que tiene
justificación para declarar y lo que no constituye prueba en contra del acusado. Es de
suponer que había adoptado este curso tras una consideración completa.
No podía esperar, por una objeción interpuesta apresuradamente y declarada, alterar
una opinión formada tras una larga deliberación, y por lo tanto, de hecho, pierdo el
beneficio de la protección a la que debería haber tenido derecho y que debería haber
tenido, si el abogado no hubiera sido también mi fiscal. La consecuencia necesaria [y
contra la cual no tengo protección] es que cada ocurrencia, cada irregularidad, cada
conversación de otros se adelanta, y contribuye a hacer un agregado sumamente
perjudicial para mí, no meramente en referencia a la prolongación de la investigación,
[en sí mismo no es un mal insignificante] pero también en la impresión producida,
incluso en aquellos más capaces de discriminar lo que es aplicable de lo que no lo es.
Puedo preguntar con confianza a todos los miembros de la Corte, si es posible que
pueda despojarse por completo de las impresiones generales que surgen de tal curso
de pruebas incontroladas, y si la consecuencia necesaria de tal modo de proceder no
es dar un color y tez desfavorable a todos los errores que pueda haber cometido yo
- 243 -
mismo, si no tiene una tendencia inevitable, incluso con las mentes más fuertes, a
cargarme con todos los errores que pueden haber sido cometidos por otros, así como
por mí mismo, desde la primera hora en mi desembarco, hasta mi salida del
continente de América del Sur.
Soy muy consciente de que esa impresión operará en el juicio final del tribunal; sólo
puede producir en mentes elevadas y honorables, una vigilancia celosa para evitar que
tal sentimiento influya en la consideración de los méritos reales de mi caso, pero
aunque no se producirán efectos indebidos en las mentes de la Corte, tal curso de
procedimiento debe Producir una fuerte impresión en el público, ya demasiado
exasperado contra mí. Pero además de esta consideración, les pregunto a aquellos
honorables miembros que han comandado o acompañado en altos puestos en
importantes expediciones y operaciones militares, si cualquier expedición o largo tren
de operaciones militares, por muy exitoso que sea, ¿podría resistir la prueba de tal
investigación así realizada?
Lo expongo a la franqueza y la liberalidad de cada individuo de esta Corte que ha sido
así situado, y pregunto si, al mirar hacia atrás con el beneficio de la experiencia
posterior de localidades y circunstancias, no puede descubrir una variedad de casos en
los que habría seguido un rumbo diferente, con respecto a muchos detalles y
operaciones interiores y accesorios. No se suponga ni por un momento que afirmo
esto como una depreciación del talento de aquellos a quienes hago este llamamiento,
o como comparando el mío con el de ellos, su alta estimación pública y militar,
derivada del mérito reconocido así como del éxito, debe repeler inmediatamente tal
sospecha.
Solo pido el beneficio que me sea aplicable, al mostrar las dificultades y la injusticia en
todos los puntos de vista de tal curso de procedimiento, y estoy satisfecho de que
cuando la Corte en su deliberación final, y el público en períodos futuros, apliquen
estas observaciones sobre la conducta de la acusación, y el modo en que se han
presentado las pruebas, y la naturaleza de una gran proporción de ellas, se verá y se
sentirá, que no me quejo de esto sin causa abundante.
Creo también, que cuando la Corte considera que desde la importancia del tema, por
la peculiaridad del juicio, y más aún por el rango profesional y la experiencia de los
integrantes, este caso será citado en la historia y jurisprudencia militar como
antecedente, ellos se unirán a mí en lamentar que el curso de los procedimientos ha
puesto en sus actas, tanta evidencia de la descripción a la que he aludido. Ruego
encarecidamente la atención de la Corte a estas observaciones generales, y que las
tengan en cuenta como aplicables y auxiliares a muchas de las observaciones que
tendré que hacer sobre las pruebas en detalle, y estoy seguro de que cuando la
peculiar situación en la que me encuentro aquí se considera, creerán la Corte y el
fiscal, que es con extrema desgana y bajo un fuerte sentido de la importancia de esta
parte del caso para mí y para quienes puedan venir después de mí, que me he
permitido hacer un solo comentario sobre este tema.
Pasaré ahora al tema de su consulta:
Están llamados a investigar las causas de la desilusión de las esperanzas públicas, a
determinar si se encuentran en un uso torpe e imprevisto de los medios puestos en
mis manos para lograr el objeto de la vista, o en las falsas expectativas que, por
diversas causas, se había planteado sobre este tema, y en las opiniones falsas
mantenidas y actuadas en relación con él. Que se habían suscitado falsas expectativas
- 244 -
y se habían albergado opiniones falsas, le probaré al Tribunal a partir de las pruebas
que se han presentado, y de lo que presentaré, y mediante un argumento, tan
concluyente como para forzar la no condena.
Información falsa, derivada de diversos motivos de interés, había sido entregada al
gobierno de este país, mi situación me ha brindado amplios medios de conocimiento;
que se ha puesto en práctica, y se deducirá de mis instrucciones. Para una explicación
completa sobre este tema, que es mi deber dar a la Corte, debo solicitar su atención
paciente y seria; o si ejercité una sana discreción en las medidas que adopté. Es en el
grado más alto necesario para mi defensa, pues a menos que la situación en la que me
encontraba realmente con referencia a la posibilidad de obtener alguna ventaja
comercial, a menos que la situación política de ese país, la disposición de los
habitantes hacia nosotros, sus opiniones en relación con nosotros, ya sea en cuanto a
lo que ha pasado o el curso futuro, se entienden completamente, no se puede formar
un juicio correcto sobre la propiedad de mi conducta, o si he ejercido una sana
discreción en las medidas que adopté o no. Entraré en esta explicación antes de
proceder a considerar los cargos o los hechos que los precedieron o dieron lugar a
ellos; y estoy más particularmente ansioso por grabar esta parte del tema en sus
mentes, debido a la falacia y la consiguiente decepción de las esperanzas abrigadas en
relación con nuestro intercambio con América del Sur. Han dado lugar a la mayor
parte del sentimiento inesperado que ha sido excitado por aquellos cuyas esperanzas
han sido así comprobados. Un comercio libre y desenfrenado con América del Sur
había sido buscado y considerado ansiosamente durante mucho tiempo, como la
apertura de uno de los campos más amplios para la especulación mercantil.
Muchas circunstancias se combinaron para producir esta impresión, no sólo en la
mente del público, sino también en la mente de muchos grandes y eminentes
estadistas, cuyas opiniones han merecido justamente el mayor respeto.
Se sabía que nuestros productos eran buscados con avidez, y adquiridos a cualquier
riesgo, a través necesariamente de la restricción impuesta por España, sólo en una
medida limitada, se sabía que esas restricciones eran objeto de denuncia en la mayor
parte de las colonias españolas. También se sabía que el pueblo estaba dividido en
facciones, y que estas diversas causas habían hecho que una gran proporción de los
habitantes estuviera lista para la revuelta; y que un gran número de personas
esperaban ansiosamente separarse de su madre patria como único medio de
aprovechar las ventajas naturales de su situación local. Por tanto, fue naturalmente
concluido que las personas se consideraban oprimidas más que protegidas, excluidas
por las restricciones basadas en una política estrecha y egoísta de muchas ventajas
comerciales, y estas cambiarían gustosamente su gobierno; y que si alguna vez
estuviéramos establecidos en un puesto militar en el país, las causas anteriores
facilitarían la apertura de un amplio intercambio con los habitantes y nuevos canales
de comercio. Se suponía que el carácter de este país por la liberalidad y la buena
conducta hacia los que estaban bajo nuestro dominio, nos aseguraba los buenos
deseos de la mayor parte, y la cooperación de una gran proporción al menos de la
comunidad. Las esperanzas y expectativas del público se elevaron al más alto nivel, y
no existía ninguna sospecha de que fuera posible para la mayor parte de la población
de América del Sur, albergar cualquier otro sentimiento que no fuera un justo
sentimiento de apego a nuestro gobierno, y menos aún que éste. Era posible que
existiera contra nosotros una antipatía tan arraigada que pudiera justificar la
afirmación [cuya verdad ha sido probada para demostrar] que no teníamos, cuando
- 245 -
llegué a Sudamérica, entre los habitantes, un solo amigo en todo el país. Si la opinión
del ilustre estadista, ya no más, que con tanta frecuencia había dirigido sus
pensamientos hacia América del Sur, lo había llevado a contemplar la conveniencia de
establecer puestos militares allí, o cooperar solo con aquellos que gustosamente
hubieran seguido el ejemplo de América del Norte, y se valieron de nuestra ayuda
para establecer su independencia, no tengo forma de saberlo; pero la experiencia ha
demostrado que cualquier otro curso de procedimiento que el mencionado en último
lugar, incluso si el más exitoso, y casi en proporción al éxito, debe haber tenido el
efecto de colocarnos a una distancia mayor que nunca de nuestros objetivos últimos,
los de la amistad, relaciones y comercio con el país.
Sin embargo, un ataque, acompañado de un éxito temporal y una desgracia final, nos
había enseñado a estimar con más precisión la dificultad de obtener un
establecimiento en el país; pero el engaño sobre el tema de los sentimientos de la
gente hacia nosotros, todavía prevalecía. Varios motivos y circunstancias
contribuyeron a promover y mantener este engaño; los intereses mercantiles no se
sintieron dispuestos a renunciar a las esperanzas y expectativas que durante tanto
tiempo abrigaban y que habían sido elevadas al más alto nivel por los intentos que se
habían hecho para afianzarse en América del Sur, aunque evidentemente probadas
por la reconquista de Buenos Aires. De haber sido prematuro, quienes lo habían
dirigido no quisieron creer o admitir, que toda la población del país era originalmente
hostil con nosotros, y menos aún que se habían vuelto hostiles a todo lo ocurrido en la
toma de Buenos Aires, o durante el período de nuestra posesión de la misma. La
primera admisión habría condenado el ataque original como mal juzgado desde el
punto de vista de la política, y la última habría implicado la conducta de quienes
tomaron y por poco tiempo mantuvieron la posesión de Buenos Aires.
Montevideo había estado representada por personas que habían estado en el Plata,
para ser guarnecidas por unos pocos cientos de hombres, dos tercios de los cuales
estaban dispuestos a unirse a nosotros, y personas dedicadas al comercio, más
particularmente los balleneros del Mar del Sur, quienes estaban ansioso por
establecer los medios para tener una salida de los artículos de este país; Diariamente
se rodeaban ministros con representaciones del estado del país, que por la aparente
veracidad y la supuesta autenticidad de las fuentes de donde derivaban, era casi
imposible dudar. El muy hábil oficial que adquirió tanta distinción en la toma de
Montevideo, salió bajo esas impresiones; Navegué bajo las mismas impresiones; mis
instrucciones, a las que debo llamar la atención de la Corte, se basaron en la
información que he detallado. Se supone en mis instrucciones que después de tomar
mi primer objetivo, podría separarme con seguridad de una parte de la fuerza bajo mi
mando y retener sólo unos ocho mil, que se suponía que debía en cualquier caso,
además de las tropas que yo podría reunir en el país, ser suficiente para conquistar y
mantener la posesión del país; pues tales habían sido las tergiversaciones al gobierno
sobre este tema, que se suponía que una fuerza considerable de esta descripción
podría establecerse con seguridad. Se me ordenó, como habrá observado el Tribunal,
que tomara precauciones en cuanto al reclutamiento de esta fuerza local y, en
particular, que me ocupara de que un tercio de cada rango de oficiales fuera británico,
y que seleccionara la descripción y las clases de las cuales iba a ser formado, pero
sujeto a estas precauciones, se concibió y así expresé en mis instrucciones, que se
podría obtener mucha ayuda de esta fuente para asegurar las posesiones de Su
Majestad en ese lugar, y evitar al mismo tiempo la necesidad de una demanda a las
- 246 -
fuerzas regulares de este país, [Utilizo las mismas palabras de las instrucciones] tal
como la Corte habrá visto fue la impresión en este país sobre mi nombramiento al
mando.
- ¿Cuál era la situación real del país a mi llegada?
Naturalmente, recurrí al oficial muy capaz y experimentado que estaba al mando en
Montevideo y que se había dedicado diligentemente a adquirir toda la información
posible sobre este tema. Descubrí que en el curso de sus operaciones contra
Montevideo y después de su captura, tenía todas las razones para creer que la gente,
sin excepción, era enemiga de nosotros; que antes de la rendición de Montevideo no
podía confiar en ninguna información que recibiera, y que luego de su captura, un
silencio hosco invadió todos los rangos. Pero también encontró motivos para creer
que, por muy hostiles que fueran para nosotros, lo eran aún más para el gobierno
actual, pues al llegar a Montevideo los informes, que luego resultaron falsos, de la
abolición del Tribunal de Audienza (Las Audiencias Provinciales son los máximos
órganos judiciales de las provincias de España), la anulación de la autoridad del Rey, y
no enarbolando los colores españoles; los que antes parecían hostiles e inveterados,
ahora lo presionaron para que avanzara un cuerpo a Buenos Aires y le aseguraron que
si reconocía su independencia y les prometía la protección del gobierno inglés, el lugar
se sometería.
La fuga del general Beresford y el coronel Pack demostró que estos informes eran
falsos; pero se comprobó que el virrey había sido hecho prisionero por su propia gente
y que la ciudad era presa del desorden y el tumulto.
La esperanza de que este desorden pudiera ayudar a nuestras opiniones, indujo a sir
Samuel Auchmuty a escribir a quienes poseían la autoridad suprema en Buenos Aires.
Su carta fue contestada por el general Liniers, el Andienza (audiencia, Audiencia y
Cancillería Real de Buenos Aires) y el Cabildo,
- El general Liniers concluye su carta con estas palabras:
“Sólo tengo que señalar, además, que la determinación del pueblo, como ha
sido representada por sus magistrados, es irrevocable; está resuelto a
defenderse hasta el último extremo, y dispuesto a que su defensa sea
memorable.
Sus excelencias, por lo tanto, evitarán hacer más ofertas, porque tengan la
seguridad de que no se devolverá ninguna respuesta y que nada más que la
fuerza puede decidir nuestro destino.”
Contesto la Audienza –
“el ofrecimiento que ahora nos hacen sus excelencias, de nuestras leyes,
religión y propiedad, bajo la protección del gobierno inglés, es conforme a la
conducta del mayor general Beresford; es una ofensa contra el alto honor de
nuestra nación, y lo entendemos como tal; Los españoles solo valoran sus
propiedades y sus vidas para poder emplearlas al servicio de su rey.
El pueblo de Buenos Aires, es el más fiel a su soberano de todos los que
reconocen su dominio, se sienten felices de estar bajo él y están ansiosos por
sacrificarlo todo en prueba de su lealtad.
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Las numerosas tropas que tenemos aquí, están preparadas y dispuestas a hacer
la defensa más enérgica, y las prematuras propuestas con las que vuestras
excelencias se han esforzado por debilitar su amor por su rey, no han producido
otro efecto que el de la indignación, que impresiona a todos con energía para
resistir cualquier intento de destruir su felicidad.”
Contesto el Cabildo,
"Estamos dispuestos a derramar la última gota de nuestra sangre para
demostrar al mundo que somos buenos súbditos y verdaderos españoles, y que
somos mantos de humanidad, incluso hacia aquellos que, frente al Cabo Santa
María (La Batalla del Cabo Santa María del 5 de octubre de 1804), la violó de la
manera que fue presenciada por todo el universo. "
No citaría la respuesta de un general, o de organismos públicos a tal carta como
prueba de sus sentimientos, si todas las relaciones y eventos posteriores no hubieran
demostrado que, en enemistad hacia nosotros, ellos también expresaron
verdaderamente los sentimientos de los escritores, y la disposición del país que fueron
unánimes en sus determinaciones, y lo demostraron en su conducta hacia nosotros.
Sir Samuel Auchmuty descubrió que había dos partidos en la ciudad. El partido en el
poder que eran en su mayoría nativos de España, en las oficinas principales de la
iglesia y el estado, y dedicados al gobierno español, y en consecuencia la corte
observará que el fundamento del rechazo de la Audiencia a las propuestas de Sir
Samuel Auchmuty fue una decidida lealtad, un sentimiento al que apenas se alude en
las cartas del general Liniers o del Cabildo. Su política había sido inflamar las mentes
de la clase inferior contra los ingleses, con toda clase de exageraciones y falsedades, y
llevarlos a actos atroces que pudieran excluir la posibilidad de cualquier comunicación
con nosotros. Desde una conciencia en una situación similar, no respirarían más que
venganza, no esperaban piedad y se desesperaron y decidieron.
El segundo grupo estaba formado por nativos del país, con algunos españoles
asentados en él. La disposición de la madre patria los había hecho más ansiosos por
sacudirse el yugo español, y aunque por su ignorancia, su falta de moral y la barbarie
de su disposición, eran totalmente incapaces de gobernarse a sí mismos, pretendían
seguir los pasos de los norteamericanos, y erigir un estado independiente. Si les
prometiéramos la independencia, se rebelarían insistentemente contra el gobierno y
se unirían a nosotros con la gran masa de habitantes. Pero aunque nada menos que la
independencia los satisfaría perfectamente, preferirían nuestro gobierno o bien a su
actual anarquía, al yugo español, siempre que prometiéramos no entregar el país a
España en paz; pero hasta que se haga tal promesa, debemos esperar encontrarlos
enemigos abiertos o secretos.
Tal fue la información que recibí de Sir Samuel Auchmuty, que he detallado en las
mismas palabras con las que poco antes de mi llegada se la comunicó al Gobierno
aquí, y que utilizo, porque no podía tan francamente, tan a la fuerza, o decirlo tan
concisamente en otro idioma. Cada día producía sucesos que tendían a confirmar la
veracidad y exactitud de este relato. No pudimos obtener inteligencia de la que
pudiéramos depender en lo más mínimo, no pudimos procurar guías ni cuentas
precisas del país para nuestras operaciones futuras. La fuerza nos consiguió todo lo
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que poseíamos; buena voluntad nada; y de no ser por algunas circunstancias
accidentales que pusieron en nuestro camino a dos o tres personas que tenían algún
conocimiento leve del país, hubiéramos estado totalmente desprovistos de cualquier
información.
La evidencia que se ha dado [segundo cargo] ha demostrado cuán escasas eran
nuestras fuentes de información. Me he adentrado bastante en estos puntos
preliminares; pero como sin un conocimiento exacto sobre este tema, no se puede
hacer una estimación justa, ni de las dificultades que tuve que encontrar, ni de las
circunstancias y motivos que finalmente guiaron mi decisión; Me siento satisfecho de
que la Corte perdonará mi violación de su tiempo y atención. Para mí, todo en la vida
está en juego sobre el tema de esta investigación. He sido objeto de ataques
virulentos y observaciones destempladas, y soy muy consciente de que los clamores
que han suscitado y mantenido vivos los interesados y decepcionados pueden haber
producido una considerable improcedencia en las mentes de algunos sobre quienes
los prejuicios y la protesta popular deberían no operar.
Si estos ataques y clamores hubieran continuado sólo para los interesados y
decepcionados, los habría despreciado como hijos de pasiones mezquinas y egoístas;
porque conozco las fuentes de las que provienen muchos de ellos y las causas que los
han producido. Los aventureros necesitados, ya sea especulando por su propia cuenta
o como agentes de otros que habían considerado nuestra relación con América del Sur
como una fuente de riqueza ilimitada, encontraron nuevamente derrotadas sus
esperanzas optimistas.
Muchos de los que habían buscado la situación y los empleos en los territorios recién
adquiridos vieron el fin de todas sus esperanzas y perspectivas. Todas estas
descripciones, y que eran numerosas, consideraban a la persona que había renunciado
a América del Sur como un enemigo personal, como el destructor de todas sus
esperanzas y perspectivas, y pocos tenían la información o los medios necesarios para
saber si surgía su decepción, de la falacia de sus propias esperanzas y especulaciones,
incluso en el caso del éxito de la expedición, o del fracaso mismo; menos aún se
inclinaban a someterse a sacrificios personales por cualquier objeto de interés público.
Deseo excluir de estas observaciones a muchos mercenarios e individuos respetables
que fueron impulsados por sentimientos muy diferentes, y que hacia mí mismo han
seguido una línea de conducta muy diferente que no puedo, y sería indigno de la
situación y el rango que he ocupado en la vida si podría ser indiferente a la opinión
pública. Soy muy consciente de que se ha producido una irritación muy general sobre
este tema, y sé que este sentimiento se ha incrementado, si no se ha efectuado en
gran medida, por una estimación falsa del valor de lo que podría haberse ganado, y de
lo que se ha perdido. Hasta ahora, por motivos de deber, me he abstenido de discutir
este punto general del tema, por mucho que haya tendido a disipar el sentimiento que
se ha excitado; y, por tanto, confío en que la Corte perdonará la ansiedad que he
sentido al entrar en él particularmente ahora.
Ahora procederé a los cargos.
La Corte verá la aplicación de estas observaciones preliminares y, confío, sentirá su
importancia en la consideración futura de este caso.
Estoy sumamente ansioso por no molestar a la Corte con detalles irrelevantes o sin
importancia, más particularmente porque la extensión con la que ya me he visto
obligado a comentar puntos preliminares, y en la que debo observar las partes
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realmente importantes del caso, debe necesariamente inducir el deseo de no ocupar
el tiempo de la Corte en consideraciones inferiores. Al considerar estos detalles, me
siento bajo una dificultad que me impone la manera en que algunos de estos puntos
han sido enunciados, y aparentemente presionados con entusiasmo, cuando objeté y
luego serán olvidados. No obstante, en breve me esforzaré por observar aquellos que
no parecen haber sido completamente abandonados en el orden de tiempo en el que
ocurren, ya que ese curso permitirá a la Corte seguir el tema con un detalle de
conexión y en este sentido. Primero me ocuparé de esa parte del tema que se refiere a
la época del año elegida y los preparativos hechos antes de salir de Montevideo. Si al
advertir a alguno de los sujetos, ocupo el tiempo de la Corte en puntos en los que ya
están satisfechos, confío en que se atribuirá a la trayectoria seguida en la acusación, y
a la imposibilidad de que yo pueda constatar si alguna impresión ha sido hecha por
ellos o no.
Con franqueza diré a la Corte los motivos que llevaron a cada determinación, y los
muchos casos a una elección entre dificultades opuestas, sin sostener que en todos los
casos la elección que hice, incluso desde el punto de vista del tema que se me
presentó en ese momento, fue lo mejor, porque sería el colmo de la presunción en mí
hacerlo, y menos aún que la experiencia, la consideración y los acontecimientos
posteriores no hayan probado, que en muchos casos podría haber adoptado mejores
medidas. Pero confío en que al Tribunal le parecerá, por los detalles que estoy a punto
de dar y las pruebas a las que me referiré en apoyo de mi declaración, que he sido
impulsado por un deseo celoso de cumplir con mi deber, y lejos de perseguir
obstinadamente mis propias opiniones preconcebidas, en todos los casos me he valido
del conocimiento local de otros, infelizmente para mí en algunos casos, como pensaba
que las circunstancias me obligaban a hacerlo, incluso en contra de mi propio juicio.
Esperaba encontrar a mi llegada a una gran proporción de habitantes dispuestos a
apoyar nuestras opiniones; información precisa para la organización de operaciones
futuras que surjan de relaciones amistosas con ellos, y el cuerpo de caballería
formado, o al menos los medios para formarlo. Encontré un país completamente
hostil, en el que no podíamos por conciliación o interés procurar un amigo, ni para
ayudarnos ni para aconsejarnos, ni para darnos la más mínima información; si
caballos, pero sin medios adecuados para alimentarlos; y que, por tanto, aunque bien
adaptados para los habitantes armados que los sacan cuando están cansados y se
llevan a otros, no podían usarse por nosotros hasta que el tiempo y la posesión
hubieran madurado un nuevo sistema, y formar un cuerpo efectivo de caballería.
Ninguna circunstancia estuvo de acuerdo con la información que había recibido, o por
la cual se me ordenó actuar según mis instrucciones. Las mismas causas operaban
tanto para disminuir los recursos que los que me enviaban y se consideraban
disponibles como para aumentar los obstáculos que debían ser superados por los
medios a mi alcance. Inmediatamente comencé a hacer los esfuerzos más activos para
contrarrestar el efecto de estas decepciones; ordené los pasos que debía tomar el
general Lumley para aumentar nuestra caballería; y los esfuerzos más incansables
realizados a un costo inusual por el comisario adjunto, que había residido algún
tiempo en el país, para adquirir grano, particularmente para alimentar y mejorar la
condición efectiva de la caballería; ordené que se construyeran puestos, y cualquier
otra preparación que se me ocurriera o me sugiriera la experiencia de otros; y no se ha
dicho, ni se ha intentado probar, que yo descuidé alguna sugerencia al respecto o que
no di todas las facilidades y aliento a los diferentes departamentos relacionados con
- 250 -
nuestros preparativos. Los oficiales de caballería y artillería en cuanto a sus
departamentos han demostrado lo contrario, y apenas puedo pensar que la prueba
del comisario general, que había estado sólo unos días en el país y no poseía
conocimientos locales para compensar, porque la falta de experiencia previa en
servicios activos resultaría en un fracaso en el celebrado, al cual, sin embargo, me
referiré más particularmente a continuación.
El primer tema de consideración fue la estación del año; en plena consideración decidí
finalmente atacar Buenos Aires, antes de la temporada de lluvias invernales, a la que
fui inducido por muchos motivos. Sabía que, a la llegada del general Craufurd, habría
reunido toda la fuerza que podía esperar y todos los transportes que podía esperar
conseguir para su transporte. Las dificultades a las que he aludido no eran tales que
pudieran obviarse o atenuarse en modo alguno; La demora, por lo tanto, no
aumentaría nuestros medios de ataque, mientras que los esfuerzos del enemigo
aumentarían día a día, y más particularmente cuando supieran del acceso de nuestra
fuerza por estas tropas al mando del general Craufurd.
Por tanto, me pareció a mí y a aquellos a quienes consulté que era muy aconsejable
hacer todos los preparativos necesarios antes de la llegada del general Craufurd, y
comenzar nuestras operaciones tan pronto como él se uniera; para no perder tiempo y
llegar a Buenos Aires antes de que comenzaran las lluvias, caballos, provisiones y
tropas se embarcaron, como ha aparecido en la evidencia, en el momento en que
supimos de su llegada al Río de la Plata, lamentablemente con vientos contrarios. Las
lluvias se temían todos los días, pero aun esperando lograr nuestro objetivo principal,
y al mismo tiempo poner a cubierto a las tropas, lo que solo se podía hacer en Buenos
Aires, porque en Montevideo o bien debimos haber echado a los habitantes, o erigir
cuarteles para tal fin. Antes de salir de Montevideo, debo advertir las circunstancias
que han sido probadas, en cuanto a los equipos de la caballería. Sobre este tema, debo
remitir al Tribunal a las órdenes dictadas para la reducción del equipaje, de fecha 3 y
11 de junio. Cuando la Corte considera nuestros limitados medios de transporte para
los caballos a través del río, y la ineficacia de los que podríamos transportar, la
reducción del equipaje no puede considerarse un asunto de gran importancia. Solicito
a la Corte que compare las pruebas que se han presentado sobre el tema de esos
equipos con las órdenes. Parece que ordené a los oficiales, y al general Lumley en
particular, que se comunicaran con mi segundo al mando sobre los detalles del
ejército, en particular en relación con la caballería. Surgió una disputa en un período
en el que la unanimidad era más esencial entre mi segundo al mando y el general
Lumley, al que se me remitió. No tenía conocimiento de lo que había pasado
anteriormente, ni puede afectarme el lenguaje utilizado con referencia a las
regulaciones del Rey. Ordené que las órdenes anteriores se llevaran a cabo, pero ¿soy
responsable penalmente del modo de llevarlas a cabo? Yo ignoraba por completo
cualquier cosa que se aprobara, excepto en lo que se refería a las órdenes generales
de reducción de equipaje, por lo que ciertamente sentí cierta ansiedad, y estoy
satisfecho de que el Tribunal verá que la receptación o la falta de atención, si existiera
Cualquiera con el que se ejecutó la orden, o cualquier dureza en la manera de hacerlo,
no podría acusarme, incluso si hubiera afectado nuestros preparativos para cruzar el
río, lo cual es una prueba clara de que no lo hizo, porque llevábamos equipos
completos por toda la caballería desmontada del país. De hecho, ni siquiera recuerdo
haber escuchado el detalle que se ha dado en el tribunal sobre este tema. Que no
preste atención a la caballería ha sido completamente refutado por el general Lumley,
- 251 -
quien expresó que ofrecí todas las facilidades y alenté todos los esfuerzos sobre ese
tema, a continuación, y de hecho la parte más importante del tema, en relación con
los detalles preparatorios, es la relativa a la gestión de un suministro de provisiones
sobre las que el Comisario general parece no haberse considerado suficientemente
consultado por mí y, en algunos casos, engañado por el intendente general, que
estaba especialmente dirigido a asesorarlo y ayudarlo, y descubrí que había estado en
el departamento del comisario general en Inglaterra, y no en servicio activo, y con su
llegada tardía con el general Craufurd podría no tener conocimiento local; y los
preparativos en cuanto a la calidad de las provisiones que debían llevar los
avituallamientos y los transportes y los gauchos los había hecho el comisario adjunto,
que residía desde hacía mucho tiempo en el país.
El Comisario ha manifestado que proporcionó y transportó seis carros ligeros y mulas,
que, según se ha demostrado, se utilizan más para tiro en ese país que los caballos,
que fue, como creo que mostraré a la Corte, el único preparativo adicional que, con
referencia a nuestros medios de transporte y los objetos a la vista, podrían ser
necesarios además de los realizados antes de la llegada del señor Bullock, y como
tendré ocasión de llamar al teniente coronel Bourke en mi defensa, debo ciertamente,
hacer una injusticia contra él, hacer algunas preguntas sobre parte de la prueba del
señor Bullock, que ha excitado mi asombro tanto como debió haberlo hecho la Corte,
a saber, la distancia del lugar de nuestro desembarco de Buenos Aires, y la suposición
del reembarque del ejército. Con el fin de aplicar los hechos probados a nuestra
situación y a mi conducta, en breve expondré a la Corte la impresión bajo la cual actué
y el motivo por el cual no se hicieron más arreglos preparatorios, y en breve advertiré
lo que se ha demostrado han tenido lugar en esta parte del caso. Se ha comprobado
que mi intención original era tomar una posición al poniente del pueblo, es decir, en
las alturas de la recoleta, con mi izquierda al Plata, y así comunicarme con la flota, y
desembarcar provisiones y pertrechos, y si nuestra inteligencia en cuanto al lugar de
desembarco, el pantano y el camino a Buenos Aires, hubiera resultado correcto, las
provisiones desembarcadas probablemente hubieran sido suficientes hasta que
hubiéramos llegado a ese punto. Pero también estaba seguro de un punto de
comunicación con la flota en la marcha en Quilmes y Reducción, porque aunque
Quilmes no era un lugar elegible para desembarcar, con el enemigo en posesión de las
alturas con artillería, era obvio que tan pronto como estuviéramos en posesión de
Reducción podríamos comunicarnos con la flota y conseguir provisiones en varios
caminos a lo largo de la marcha, incluso si era imposible para los caballos y la artillería,
lo que, al ser examinado por uno de los oficiales del estado mayor, de hecho resultó
ser.
En consecuencia, no había hecho ningún arreglo especial en cuanto a la marcha, sino
procurando todos los gauchos que pudimos conseguir y tomando los carros ligeros
proporcionados por el comisario. Los arreglos en relación con el abastecimiento del
ejército, independientemente de la flota, no lo pudimos hacer hasta que llegáramos a
ese lado del Plata, pero se sabía que no podíamos tener dificultad en conseguir
abundancia de ganado. De acuerdo con esta idea, la flota debía buscarnos en Quilmes,
y si pasábamos, ir hacia el oeste del pueblo; el almirante Murray desembarcó en
consecuencia un oficial para que se reuniera conmigo en Quilmes el día 1, quien
cumplió las órdenes de suministro de provisiones el día 2; pero además de esto,
ordené como precaución adicional que se llevaran sillas de montar, a fin de que
nuestros medios de transporte para los caballos estuvieran libres, para que yo pudiera
- 252 -
Transferir una parte de los dragones montados al Comisariado, en caso de que fuera
necesario para la marcha sobre nuestro desembarco, en cuanto a la facilidad de la que
también nos habían informado mal. Encontré que el pantano presentaba un obstáculo
tan serio, que convertía en una obra de considerable trabajo, dificultad y tiempo el
reunir el ejército con artillería en las alturas de Barragán. Los hombres también
perdieron gran parte de su galleta, que se estropeó al cruzar el pantano desde su
profundidad, y me vi obligado a desembarcar inmediatamente las provisiones para
tres días, además de los tres días que llevaban los hombres ya cocidos, que había
ordenado estar preparados, en caso de que se quisiera con las monturas, para que los
dragones cargaran a sus caballos para escoltar al comisario hasta que se agotaran las
provisiones y pudieran volver a montar. Antes había ordenado que los diferentes
regimientos proporcionaran pequeños toneles para transportar bebidas espirituosas.
La Corte ha escuchado el pantano descrito por oficiales que han servido en otros
países. Se ha comprobado que cinco de los cañones, a pesar de todos los esfuerzos,
quedaron en él; que no se podían traer los carros de combate del comisario con las
espirituosas por el pantano, y que en el intento todos los toneles menos uno fueron
tajados, y que casi todas las provisiones y muchos de los caballos, se perdieron en el
intento de pasarlo. Cuando la Corte advirtió de la inteligencia que había recibido sobre
el desembarco, y el pantano y el camino a Buenos Aires, las razones que tenía del uso
que se hacía de Ensenada, como puerto de embarque, para suponer que esa
información era correcta, y las pruebas que, tras una larga investigación, se han
entregado en partes separadas; Sobre el tema de estos preparativos, no puedo menos
que reprochar que se me impute culpa alguna sobre estos puntos, en la medida en
que se aplican a los preparativos, y no debo hacer justicia al teniente coronel Bourke,
ni al capitán Fraser de la artillería, o los empleados en superar los obstáculos que se
opusieron a nuestro avance por el pantano, si no digo que la demora en llegar a las
alturas no se les puede imputar, porque puedo, con verdad decir, que más celo o
recurso fue nunca mostrado, o ejecución infatigable utilizada en una ocasión similar.
Es con cierta desgana que entro tanto en el tema, o advierto sobre este obstáculo del
pantano, o los que ocurrieron después sobre la marcha de una descripción similar;
pero no debe suponerse que, ni entonces ni ahora, los consideraba obstáculos de
importancia real en la gran escala de nuestras operaciones. Deseo que se entienda
que no los he visto de esa manera en ese momento, y que no los veo de esa manera
ahora.
Me siento inevitablemente atraído a entrar en estos detalles y a dar la impresión de
otorgar importancia a asuntos de muy insignificante momento comparativo, a
aquellos que usted está llamado a considerar, por la conducta de la acusación, y las
consecuencias que se han dado a arreglos inferiores, por el modo en que ha sido
prensado y el tiempo que han ocupado; Los utilizo sólo con el propósito de probar que
el país, con referencia a algunas de esas localidades, es diferente de todos los demás
en los que nuestros ejércitos han servido antes; y que, por lo tanto, con respecto a
diversas circunstancias relacionadas con nuestros movimientos y detalles inferiores,
no se aplican las reglas aplicables a otros países. Hasta qué punto fue necesario,
apropiado o requerido en un caso de esta descripción, entrar en una historia de todos
esos detalles, no me corresponde a mí juzgar, estoy obligado a enfrentar todas las
acusaciones y rechazar cada imputación que se intenta lanzar sobre mí; y confío en la
franqueza de la Corte por disculparme por haber ocupado su tiempo en esas partes
del caso.
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A pesar de todo el esfuerzo que se pudo hacer, la artillería que avanzó con el cuerpo
principal no alcanzó las alturas hasta el día 29, y todo el ejército y la artillería restante
[que no quedó en los pantanos] no llegaron a las alturas hasta la noche del 30. Como
consecuencia de todas estas pérdidas de provisiones, era muy consciente de que los
hombres tendrían que sufrir muchas privaciones, y sabía muy bien que en todos esos
casos, los que sufren, consideran cada dificultad que deben enfrentar, y todas las
dificultades que soportan, como prueba de la negligencia de los superiores, y eso a la
falta de confianza en el General, a cuyo fracaso en los arreglos se imputan todas estas
privaciones y dificultades [como todo cuerpo, después de tales sucesos, es fértil en
expedientes que los habría obviado) es la consecuencia inevitable. Sólo desde este
punto de vista, podrían tener alguna importancia en este caso. Estoy consciente de
que produjeron un efecto grande y muy perjudicial, y ese efecto se vio incrementado
por el posterior fracaso de nuestro ataque y la operación de estas causas para guiar las
opiniones de otros a la conclusión que condujo al resultado final. Tengo motivos, más
que todos los demás, para deplorar esta lamentable circunstancia. Por lo tanto, en la
medida en que son explicativos sobre este punto, tengo que agradecer al fiscal por
haber presentado el tema, pues confío en que la Corte estará satisfecha de que no se
me pueda imputar ninguna culpa o negligencia por este motivo.
Di órdenes, con respecto al departamento de la comisaría, que se leerán y, en parte,
se descubrió antes de dejar las alturas, que no habría ninguna dificultad en conseguir
un suministro abundante de ganado vacuno y ovino, y la Corte ha tenido noticias de
Coronel Nugent, que como consecuencia de mi solicitud, que enviaría un grupo de
búsqueda de comida, se ofreció voluntariamente a ese deber y trajo unas cuatro mil
ovejas en la mañana del día 30, tras lo cual el comisario expresó deliberadamente sus
dudas en cuanto a si estas fueran un suministro suficiente para un ejército de 8000
durante dos días.
Pero el comisario mismo declara después que había una gran cantidad de ganado y
ovejas adquiridas en las granjas y por grupos de forrajeo. Sabíamos también que la
marcha hasta el punto en que pudiéramos comunicarnos de nuevo con la flota sólo
podía durar dos días, y no teníamos motivos para albergar aprensión alguna en este
punto.
Antes de dejar este tema debo advertir sobre la queja, casi puedo llamarla, de uno de
los oficiales generales sobre el tema de las calderas de los campamentos, los gauchos
y la falta de alcohol. Sobre el primero, solo tengo que recordar a la Corte que la
observación del general de brigada Craufurd habría sido aplicable a las viejas teteras
del campamento, pero era bastante inaplicable a las que ahora están en uso, que no
pueden ser llevadas por los hombres, solo teníamos un pequeño carro ligero con el
ejército, porque los traídos por el comisario, aunque construidos livianos para ese
propósito, no podían atravesar el pantano, y como los hombres llevaban provisiones
preparadas para tres días, y el comisario debía haber tenido tres días más, e íbamos a
comunicarnos con la flota, y esperábamos llegar a Buenos Aires antes de que se
gastaran las provisiones que llevaban los hombres, y sabíamos que podíamos
conseguir abundancia de carne y calderos de campamento, por lo tanto, con nuestros
limitados medios de transporte, habría sido, en mi opinión, una incumbencia
inadecuada. La queja de la falta de gauchos habría sido bastante singular, como
proveniente del cuerpo del ejército, teniendo las cosechas y las compañías de
infantería ligera, si hubiéramos dependido del ganado, que, de hecho, no lo hicimos,
para el cuerpo principal. Como ha escuchado la Corte, no encontró falta de ovejas, y el
- 254 -
Coronel Mahón también afirma que su división no encontró dificultad en conseguir
ganado, en grandes cantidades, "ovejas y bueyes más de los que requerían para el
matadero", son sus expresiones, aunque como apareció en su testimonio, no había
gauchos, y sobre el tema de las bebidas espirituosas, había dado orden de que se les
proporcionaran pequeños toneles para su transporte, y el comisario ha demostrado la
impracticabilidad de traerlos. Que los hombres sufrieron privaciones, y estaban
sujetos a considerables molestias por el clima y por vadear los arroyos, y por la fatiga y
la falta de ánimo, y que, debido a un largo confinamiento a bordo del barco, no
estaban en las mejores condiciones para enfrentar estas circunstancias. Lo sé bien;
pero, cuando todas estas circunstancias son consideradas completamente, no puedo
acusarme de haber estado falto de atención a sus circunstancias, o de cualquier falla
en el esfuerzo para tratar de remediarlas.
Me referiré ahora a la marcha, para explicar la cual debo aprovechar nuevamente el
recuerdo de la Corte en cuanto a la naturaleza del país y los obstáculos que se
presentaron; las facilidades que ofreció para dar a las tropas alojamiento tanto de
provisiones como de combustible, el primero que se hizo necesario por las pérdidas de
provisiones. He estado describiendo esto último tanto para cocinar como para secar a
los hombres que, en la marcha de cada día, debían atravesar aguas profundas, un
objeto de atención para las tropas recién desembarcadas después de un viaje de
nueve meses, y la naturaleza de la resistencia que el enemigo podría oponerse a
nosotros. Estas y otras consideraciones combinadas, que expondré, me indujeron a
adecuar la forma de dividir el ejército de la manera que se ha detallado. Si adopté el
mejor modo de proceder o, en caso contrario, si se me puede atribuir tal grado de
culpabilidad sobre este tema, que haya justificado que sea objeto de pruebas
elaboradas, corresponderá a la Corte. Se producen haciendas o granjas, a intervalos
cortos, desde Barragán hasta Buenos Aires a lo largo del borde de las alturas sobre el
pantano; pero estas granjas no se extienden por el campo hacia el sudoeste, como
para habernos permitido marchar en más de una columna sin perder las ventajas que
antes he detallado, de provisiones y combustible. En estas casas, en general, se
encontraban ovejas, también combustible para secar a los hombres y cocinar los
víveres. El país está abierto y ningún enemigo pareció interrumpir nuestro avance,
porque los jinetes dispersos que nos siguieron y nos rodearon no eran objeto de
atención, por lo tanto, no podía surgir ningún peligro de la división del ejército en tres
cuerpos, y moviéndose sucesivamente, y regulando nuestras marchas y paradas, como
se ha demostrado que era el caso, por la situación de estas granjas, aseguré a los
hombres el uso de combustible y tanta cobertura como el país ofrecía en las paradas
nocturnas. Esto sin impedir en lo más mínimo nuestra marcha o, más bien, llegada y
cruces en Reducción, en cuyo lugar, se ha demostrado, tenía la intención de traer la
división de retaguardia, y renovar nuestra provisión de la flota, y arreglar nuestros
pontones, si fuese necesario, y otras tiendas que queramos.
Brindaba además la ventaja de utilizar las divisiones avanzadas con el propósito de
reconocer el país, mientras se acercaba la división de retaguardia, y sin perder tiempo,
para lo cual gran parte del batallón ligero y cuerpo de fusileros se adelantaba con el
avance y que éste fue uno de los principales objetivos del envío del avance, se verá
más claramente en los informes que me dio el general Gower sobre la marcha de cada
día, que leeré más adelante; de uno de los últimos de los cuales se verá, que si la
distancia y las circunstancias lo hubieran permitido, habría seguido adelante y
ocupado, o pasado el río, según las circunstancias, en la tarde del día 1. Que no podría
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surgir ninguna dificultad para llegar a Reducción desde Barragán en dos días, uno de
los puntos investigados, es obvio, ya que tanto el cuerpo principal bajo mi mando
como la división al mando del coronel Mahón marcharon de Barragán a Reducción en
dos días, mi división el 30 y el primero, el Coronel Mahon los días 1 y 2. Si hubiera sido
posible, por tanto, haber reunido el ejército en las alturas en el transcurso del día 28,
habríamos llegado a Reducción el 30. Se han aportado muchas pruebas en cuanto a la
marcha, el tiempo que ocupa cada día, el estado de agotamiento de las tropas y las
paradas frecuentes, y como un oficial muy capaz y experimentado de alto mando, Sir
Samuel Auchmuty, mencionó esta última circunstancia en respuesta a algunas
preguntas de la Corte, "como una de las causas de demora y fatiga, si no hubiera sido
explicado por otras pruebas, me habría sentido obligado a llamar a testigos sobre
estos puntos”. Pero después del testimonio del coronel Mahon, sobre la que llamo
particularmente la atención de la Corte, no la considero necesaria.
Tenía cuatro cañones de seis libras y un obús, pero para contrarrestar el efecto de la
proporción de artillería con su división más grande que la otra, tenía 200 marineros
para asistirlos; y los oficiales de artillería quedaron tan satisfechos con la asistencia
prestada a los cañones, que informaron al capitán Fraser, que no concuerda con el
detalle dado por el coronel Mahon, que no ocasionaron impedimento a la marcha.
Pero en esto el Teniente Coronel Mahon no se puede equivocar, su testimonio no es el
de la opinión, pues en respuesta a las preguntas del fiscal, detalla el número de horas
y millas de cada día, el 1 marchó ocho millas en cerca de 9 horas y media, incluida una
parada para descansar a los hombres a la mitad del día; el día 2 marchó antes del
amanecer y no llegó a Reducción hasta pasadas las cinco, de nueve a once millas; y el
día que salió de Reducción alrededor de las diez y cuarto u once en punto, no cruzó el
puente hasta que oscureció, cerca de las cinco, la distancia de unas siete millas y
declarando, que habla por experiencia, y que fue la única persona que marchó por esa
ruta, dice, que no pudo haber marchado de Reducción al Corral con la artillería en un
día. En particular, declara la inevitable necesidad de paradas continuas desde los
arroyos y las orillas pantanosas, y el consiguiente retraso de la artillería, aunque
demuestra que todos los esfuerzos fueron hechos por los marineros, y luego a alguna
pregunta formulada por mí, prueba, qué después de que los detalles anteriores eran
casi innecesarios, que estos retrasos fueron ocasionados por la naturaleza del país, y
que concibió que pocos países hubieran presentado tantos obstáculos.
Se recordará que sir Samuel Auchmuty estaba en la retaguardia de mi columna, y que
yo estaba en el frente con los cañones y, por tanto, como el coronel Mahon,
continuamente me veía obligado a detenerme mientras los cañones cruzaban estos
obstáculos. Después de un detalle tan minucioso y particular dado por un oficial al
mando de una división, y por lo tanto no un observador casual, pero prestando
atención a estos puntos, consideraría una pérdida de tiempo si hiciera alguna
observación adicional, o pidiera más pruebas sobre ese tema.
La Corte recordará que se probó que había sido mi intención detener el cuerpo
principal en Reducción para traer la brigada del coronel Mahon. El cuerpo de
avanzada, como se verá en uno de los informes del general Gower, debía haber
seguido adelante para reconocer el río el día 1; y si hubiera resultado factible, haber
ocupado el puente lo más hacia él posible; pero se verá que a la llegada del general
Gower más allá de Reducción, la aldea que dejó para ser ocupada por el cuerpo
principal, encontró el río y el puente a una distancia mayor de lo que se nos había
informado [habiéndose dicho que eran sólo cinco millas (8 kms) de Reducción] y, en
- 256 -
consecuencia, se detuvo allí. Como consecuencia de esto, decidí, como ha aparecido
en la evidencia, ir hacia la mañana del día 2, con parte de la brigada del general
Craufurd, para reconocer el río y el puente, que se informó que había sido quemado;
mientras la armada desembarcaba provisiones para las tropas y también los pontones,
si nuestro reconocimiento demostraba que eran necesarios a tal efecto, se habían
dado órdenes tal como han aparecido en las pruebas. También se ha comprobado que
se acercaba, o más bien llegaba, la época lluviosa del año. No la llamaré la temporada
de lluvias, ya que las lluvias, aunque frecuentes y fuertes, no son tan incesantes como
en los países donde se llaman así. Estaba preocupado por la salud de las tropas que
habían estado expuestos durante demasiado tiempo, y más ansioso por llegar a las
cercanías de Buenos Aires, donde sólo yo podía ponerlos a cubierto. Un habitante
anciano y experimentado, uno de los únicos tres que tomamos en nuestra marcha,
según ha escuchado el tribunal expresó su opinión el día 1 antes de que llegáramos a
Reducción, que venían lluvias que hubieran crecido el río y posiblemente no
tendríamos otra opción que la de un ataque directo en el puente o en las
proximidades del mismo, donde el enemigo habría tenido una ventaja decisiva debido
a la naturaleza del terreno y a la numerosa artillería; y en la imprudencia de que la
Corte ha escuchado que ha probado, todos los oficiales del ejército estuvieron de
acuerdo. Se ha probado que una fuerte lluvia comenzó en la noche. Por lo tanto,
temeroso de las consecuencias de cualquier retraso, incluso de un día, en Reducción,
aunque para objetos importantes, decidí moverme a la izquierda y girar la cabecera al
río o cruzar algún vado por encima del puente; y temprano en la mañana envié al
teniente coronel Bourke con órdenes para el general Gower que han sido detalladas
de memoria por el general Gower, el coronel Bourke y el coronel Torrens, el último de
los cuales, por su muy preciso recuerdo de los mismos términos en que la orden fue
escrita por él mismo, no tengo ninguna duda, se considerará que da el relato más
exacto de ellos, si algo cambia en la forma en que fueron redactados.
Se leyó la respuesta del general Gower, en la que afirmaba que debía marchar a las
nueve a la izquierda, con la intención de ocupar el terreno elevado de ese lado del
riachuelo; y que lo hizo a consecuencia de no haber podido encontrar un paso
practicable por debajo de la cabecera del río.
La Corte verá que toda duda que pueda surgir en cuanto a la naturaleza de las órdenes
llevadas por el coronel Bourke con respecto a nuestra ruta, se elimina con esta
respuesta, que debe tomarse como una impresión de la comprensión que el general
Gower tenía de ellas en ese momento. Afirma que mantendría el terreno elevado de
este lado del riachuelo, hasta que encontrara un vado practicable o volviera la
cabecera del río; y detalla sus razones para preferir esta línea de marcha, y más
decididamente declara que ni siquiera probaría el Paso Chico, y esta determinación
fue adoptada luego de consultar con el guía en presencia, según escuchó la Corte, del
coronel Bourke. Inmediatamente después de recibir la carta, puse en movimiento el
cuerpo principal del ejército; y probaré, que como consecuencia de la carta y la
información comunicada por el coronel Bourke, le dije al guía, que estaba con el
coronel Bourke, que encabezara la columna de marcha, y que no nos llevara al Paso
Chico, pero al siguiente vado practicable que hay encima. Una inspección del mapa y la
evidencia que presentaré probarán completamente que si el general Gower no
hubiera sido inducido por alguna causa a alterar su ruta, como se expresa en su carta,
deberíamos habernos acercado más juntos en el transcurso del día.
- 257 -
También recordará la Corte, que de conformidad con esta carta, el orden de marcha
fue inmediatamente alterado, y en lugar de movernos por la derecha como lo
habíamos hecho antes, cuando seguimos a la vanguardia, lo hicimos por la izquierda.
Llamaré al coronel Bourke, quien encabezó la columna de marcha ese día, para probar
que tan fuerte era su impresión que las columnas se acercarían más y no se separarían
unas de otras; que cuando vio al general Gower marchar en una dirección nuestra, se
lo mencionó al guía, quien le aseguró que debíamos seguir en la misma dirección tan
pronto como cruzáramos el Arrogan de Missiel (arroyo maciel, hoy día entubado); y
tan poco supuso entonces que las dos divisiones se separarían, que se quedó
satisfecho con esta respuesta y ni siquiera me repitió la circunstancia, sino que hizo,
como ha dicho en su prueba anterior, un intento infructuoso de moverse en un rumbo
algo más a la derecha, que se consideró impracticable, y nos vimos obligados a cruzar
el arroyo maciel en el punto al que nos conducía el guía.
Se ha demostrado que el general Gower, en una parte particular de la marcha, giró a la
derecha, y creo que al leer la carta anterior, mirar el mapa y escuchar la evidencia del
coronel Bourke sobre este tema, será imposible imputarme la separación de la división
del ejército. Se ha preguntado si se tomó alguna medida para reconocer el río sobre el
puente o el Paso Chico. Ciertamente no había dado ninguna orden en particular para
informar ese día, ni había dado ningún paso en particular para reconocer el río, ni
podía concebirlo necesario; entiendo que es el deber de un oficial al mando de una
división avanzada en tales circunstancias informar, y en consecuencia, recibí, como he
dicho, informes regulares del general Gower el 28, 29 y 30 de junio, y dos informes el 1
de julio, aunque nos reunimos en algunos períodos de cada uno de esos días, incluso
informó de sucesos particulares en el día, y envió bocetos de su posición. También
había actuado durante toda la marcha como división de reconocimiento del resto del
ejército, y se le dotó de tropas adaptadas a ese fin. El río y los pasos estaban a una
distancia demasiado grande para justificar el envío de cualquier cuerpo pequeño, y la
espera, resultado de tal reconocimiento, habría retrasado nuestra marcha, y el
objetivo principal, el de cruzar el río antes de que la lluvia lo hiciera impracticable.
Habiendo abandonado por los motivos antes expuestos el primer plan de
aproximación al puente, me encontraba en esta marcha del 2, en la misma situación
que los días anteriores, con la única diferencia de que ambas divisiones estaban
haciendo un movimiento de flanco por a nuestra izquierda, pero el efecto fue el
mismo, porque el avance fue como antes, entre el río y yo, aproximadamente a la
misma distancia que los días anteriores, distancia que, como he demostrado, se habría
reducido si el general Gower hubiera seguido la ruta mencionada en su carta, y por lo
tanto todavía actuaba como el cuerpo de reconocimiento del resto.
Y es obvio que si el general Gower hubiera seguido la ruta mencionada en su carta,
una prolongación de la marcha de cada división en la línea por la que partimos por
primera vez, debe habernos traído en el transcurso del día, o al menos antes de la
noche, una comunicación entre nosotros, como lo habíamos estado los días
anteriores, y en realidad no nos habíamos unido. Debería haber estado al alcance de
apoyar a su división, como había manifestado que era mi intención hacer en mi carta
al general Gower, quien, en uno de los días anteriores, se detuvo e informó que los
oficiales españoles estaban reconociendo en su frente como indicativo de la posible
presencia del enemigo, no habría seguido el mismo rumbo cuando nos acercábamos al
pueblo, o al menos si hubiera avanzado según la latitud que le daban sus órdenes, y
aprovechando el pánico del enemigo ante nosotros al acercarnos con tanta fuerza
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hacia el pueblo, después de cruzar el río, había ocupado los arrabales del pueblo sin
resistencia, habría informado de la circunstancia.
Sobre la suposición y la posibilidad del efecto del pánico que surge de nuestro cruce
repentino del río y de llegar inesperadamente a la ciudad, y la aprensión de nuestra
entrada inmediata, induciendo al enemigo el deseo de rendirse, había autorizado a el
general Gower para convocar a la ciudad antes de mi llegada con el cuerpo principal,
pero que tenía la intención de autorizarlo a separarse del cuerpo principal es bastante
imposible, por la naturaleza de la orden, que era sentir su camino a través del río, es
decir. Reconocer como lo había hecho en la marcha de los días anteriores por el
grueso del cuerpo, y de hecho, usando un término, que implica más cautela en lugar
de menos que en días anteriores, el de tantear su camino, y concluir afirmando que yo
lo apoyaría, lo cual es completamente incompatible con la idea de separarse; y el
tribunal encontrará al referirse a la evidencia del general Gower y el coronel Torrens,
que en estos dos detalles, de tantear su camino a través del río y apoyar, ambos están
de acuerdo, incluso en cuanto a los términos y al espíritu de la orden. Si lo he probado,
espero que la Corte no lo condene por estas observaciones, que nunca tuve la
intención de que se llevara a cabo tal separación, y creo que debe quedar igualmente
claro en la carta que me envió el general Gower, que nunca contemplé la posibilidad,
creo que el Tribunal habrá tenido buenas razones para creer que se estaba
produciendo una separación de este tipo y que no me agradó mucho, a partir de las
pruebas que ha proporcionado el propio general Gower.
Permítanme preguntarle a la Corte ¿a quién se le imputará esta separación del
ejército? ¿Se me va a acusar de no tomar precauciones contra esta desviación de
marcha del General Gower? Por el contrario, ¿no era deber del general Gower, si
alguna circunstancia lo inducía a alterar su ruta, informarme y detenerse hasta que
hiciera tal informe y recibiera mis órdenes? o en todo caso, ¿no debía informar de la
alteración de su ruta y sus razones para hacerlo?
También recordará el Tribunal, que la alteración de recorrido que hiciera el General
Gower, no se produjo por desconocimiento por su parte de la situación del cuerpo
principal. Porque aunque no pudimos distinguir el avance del arroyo maciel, el general
Gower y otros prueban que no solo vio el cuerpo principal en la marcha, sino que nos
vio a nosotros cuando llegó al vado del riachuelo. Marché, como supuse, hacia el
mismo vado, no al riachuelo, que estaba expresamente excluido. Que estaba a mi
derecha, mientras nos movíamos hacia el flanco en mi frente como antes. Tan pronto
como llegamos al río, señalamos hacia Buenos Aires, en la misma posición relativa allí,
como en los días anteriores; y es imposible que hubiera perdido el cuerpo principal, ya
que estaba entre el río y yo, a menos que se hubiera desviado de la ruta indicada en su
carta y se hubiera desviado hacia la derecha.
Me resulta sumamente doloroso haberme visto obligado a entrar en este detalle y
hacer estas observaciones. No es mi deseo o inclinación, y ciertamente no ha sido mi
práctica, culpar a otros por el propósito de defenderme; pero se me acusa de una
responsabilidad demasiado pesada, como para permitirme abstenerme de declarar lo
que es necesario para mi defensa, aunque al hacerlo, desafortunadamente puedo
cuestionar la conducta de otros.
Continuaré con el resto de la marcha de ese día. Cruzamos el Arroyo Maciel y subimos
las alturas del otro lado, y fue allí donde descubrimos por primera vez que habíamos
perdido todo rastro del General Gower, aunque nuestra vista desde ese terreno era
muy amplia. Eran las tres y media, según algunos testigos, acercándose en esa época
- 259 -
del año, al final de la tarde. Estábamos todavía a más de seis millas del río (9.6 kms), y
el campo de visión que nos ofrecía el suelo, dentro del cual no vimos rastro del general
Gower, hizo evidente que cualquier intento de averiguar su posición en un país en el
que no podíamos movernos o enviar un grupo después de la velada cerrada porque
debía ser infructuoso. Por lo tanto, sólo quedaba considerar qué era lo mejor que
podía hacerse, volviendo a la división principal, que difícilmente podíamos esperar
llegar, y mucho menos pasar el río esa noche; es dudoso que, con algún esfuerzo,
hubiéramos podido acercarnos siquiera; Esa noche estábamos en la vecindad de
algunas granjas, con leña para secar a los hombres y cocinar sus víveres, y un
suministro de ganado, y en un campo de visión muy extenso, solo una casa a la vista
en nuestra línea de marcha en la distancia de aproximadamente una milla (1.6 kms).
La mayor distancia que pudimos haber recorrido entonces, podría habernos llevado al
terreno pantanoso en las proximidades del río sin poder asegurar ningún alojamiento
a las tropas. Era obvio que cualquiera que pudiera ser la situación del general Gower,
no podía esperar averiguarlo esa noche. Mientras consideraba el curso más adecuado
a seguir, como se ha demostrado a la Corte, se me unió sir Samuel Auchmuty desde la
retaguardia, cuya opinión decidió de inmediato la mía, que me detuviera esa noche.
Había ordenado al coronel Mahón que siguiera el grueso del cuerpo principal, pero los
sucesos del día y la incertidumbre de nuestra ruta al día siguiente, me hicieron pensar
que era más aconsejable ordenarle que se detuviera en Reducción, hasta que hubiera
comprobado la situación del avance y el mejor lugar para cruzar el río. Así, he
expuesto completa y francamente todas las circunstancias relacionadas con la
desafortunada separación del ejército el día 2, que siempre debo considerar como el
origen de todas mis desgracias. Se ha preguntado si no habría llegado todo el ejército
a los suburbios de Buenos Aires el día 2, procedente de Reducción, y algunos oficiales
han dado su opinión de que sí, pero cuando la Corte advirtió las circunstancias de la
marcha de La división del general Gower, que fue completamente forzada, y en la que
quedaron los cañones, la última parte de la marcha, cerca del río que por la forma en
que se había empujado la marcha, el batallón ligero y cuerpo de fusileros estaban
completamente agotados, que la brigada del general Lumley lo estaba aún más; y que
no llegaron a los suburbios hasta que oscureció, y el cuerpo del general Gower se
movió desde un frente tres millas (4.8 kms) antes de Reducción; Confío en que, incluso
ahora, parecerá muy dudoso que se haya podido llevar a todo el ejército el día 2 a los
suburbios de Buenos Aires. De qué manera se logró, de qué manera lo logró un
cuerpo, ha visto la Corte; y he expuesto completamente por qué no lo intentó el
cuerpo principal. Confío en la franqueza de los honorables miembros de la Corte sobre
este tema, satisfecho de que en este, así como en cualquier otro caso, formarán su
juicio sobre la información que poseo, y las impresiones que podría tener justa y
naturalmente en el momento de las circunstancias existentes, y no juzgarme por el
evento o las consecuencias que siguieron. Ahora procederé al plan y preparación del
ataque.
Al reunirme con el general Gower el día 3, lo encontré no en la posición a la que se le
había ordenado que procediera, es decir, los suburbios del oeste, para comunicarse
con el transporte que siempre había sido mi objetivo, sino en el lado opuesto al Plata,
cargo que asumió inmediatamente después de la acción del 2; como lo encontré tan
apostado, y había estado en posesión del terreno el día anterior, era natural que le
preguntara si tenía alguna idea sobre el ataque a la ciudad; y se me presentó el plan
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finalmente adoptado, una circunstancia que no se probó en ninguna pregunta mía,
porque ciertamente no me habría permitido aludir a que el general Gower tuviera tal
participación, pero que surgen de preguntas del tribunal al General Gower, y detalles
de los otros testigos.
Llegué al Corral de Miserere, como a las tres de la tarde, y cuando me propusieron
este plan, pasé el resto de la tarde considerándolo y examinando a algunas personas
supuestamente capaces de darnos información correcta sobre el estado de la ciudad, y
finalmente decidí adoptarlo, con la intención de que se llevara a cabo a la mañana
siguiente. La Corte ha escuchado algunas de las razones del General que operaron en
mi mente para inducirme a adoptarlo en la segunda carta que fue leída al comienzo de
la prueba para la acusación, y a la cual pido permiso para referirme a la Corte y
pedirles su atención, ya que no puedo dejar de pensar que el empalme de él, o al
menos extractos de él con el otro, habría obviado muchas de las observaciones que se
han hecho sobre esta transacción; pero conviene ahora detallar más particularmente
los motivos que me indujeron a adoptar el plan en lugar de perseguir mi intención
original de poner mi izquierda en el Plata, desembarcar la artillería, provisiones,
pertrechos, y atacar la ciudad desde ese lado. Parecía haber tres formas de atacar la
ciudad, cortando sus suministros; bombardeo y asalto.
La primera, a pesar de las opiniones que se habían dado sobre ese tema, no lo
consideré factible en ese momento, ni lo hago ahora, y creo que las razones muy
distintas y poderosas dadas por el coronel Bourke sobre ese tema, deben haber
satisfecho a la Corte sobre ese punto; pero independientemente de las circunstancias
señaladas por el coronel Bourke, es obvio que habría ocupado más tiempo, habría sido
atendido con una mayor exposición de las tropas a la intemperie, creado mayores
dificultades con respecto al suministro de provisiones y comprometido en una
situación tan hostil, se debe notar la superioridad numérica del enemigo, en ese tipo
de fuerza irregular, que aunque no pudo encontrarnos en el campo, hubiera
mantenido a las tropas alejadas de su número y perseverancia, de las que teníamos
abundantes pruebas, constantemente molestándonos, todas las cuales eran
objeciones muy poderosas en esa época del año. Cuando se consideran todas estas
circunstancias, difícilmente se dirá que fui culpable incluso de un error de juicio al
dejar a un lado todos los pensamientos sobre ese modo de ataque.
El siguiente fue ciertamente el curso más natural y obvio a seguir, y fue por lo tanto al
que siempre se han dirigido mis puntos de vista, pero también está abierto a muchas
objeciones; el desembarco de los cañones pesados y los pertrechos, y el montaje de
las baterías, y la dificultad del clima que ha sido descrito por el almirante Murray, la
interrupción ocasional de la comunicación con la flota y la exposición continua de los
hombres en esa época del año, además de lo cual la naturaleza de la ciudad y la
construcción de los edificios, fueron tales que obviaron muchos de los efectos más
poderosos y rápidos de tal modo de ataque. Todos los que han dado pruebas
coinciden en la opinión de que habría sido muy difícil, si no imposible, quemar la
ciudad, al menos ningún gran efecto de ese tipo, que es generalmente la consecuencia
más eficaz de un bombardeo, habría resultado de él; el efecto incluso de nuestros
cañones más pesados [veinticuatro libras], que se habían probado en Montevideo,
sobre las casas, había demostrado que incluso las baterías no tendrían el mismo efecto
que en otras ciudades y, por lo tanto, podrían ser lentas en su funcionamiento y la
vecindad del pueblo no ofrecía una posición de mando, pues la plaza de los toros y la
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Residencia, aunque elegibles como puestos para atacar, no eran posiciones de mando
desde las cuales el centro del cuerpo de la ciudad pudiera ser molestado; y además de
todas estas razones, ese modo de ataque, si tiene éxito, debe ir acompañado de gran
destrucción tanto de la propiedad como de la vida de los habitantes, y por tanto
objetable, ya que tiende a incrementar la hostilidad de los habitantes hacia nosotros,
lo que fue la más importante de todas las consideraciones a las que tuve que atender
con referencia a la letra o al espíritu de mis instrucciones, los objetivos a la vista no
sólo del gobierno de este país, sino del país mismo; ya que era obvio que a menos que
esa hostilidad pudiera atenuarse en algún grado, ninguna fuerza de la que este país
pudiera prescindir para un objeto tan distante, podría procurar, o al menos mantener
una base que pudiera ser valiosa en un punto político o comercial de ver.
A la última modalidad, la del asalto, no apareció entonces, ni he escuchado declarada
o aportada en prueba, objeción alguna que no sea la de la posibilidad de su fracaso,
pues en sus efectos, si tuvo éxito, no parece difícil demostrar que era mucho mejor
que el segundo. Suponiendo que, por el bien del argumento, tuviera éxito, era
obviamente preferible en lo que respecta a las tropas; porque aunque pudiera ser
acompañado de alguna pérdida, en el momento en que tuviera éxito, proporcionaría
los medios de un alojamiento cómodo y evitaría todas las pérdidas y la disminución de
la fuerza efectiva del ejército por enfermedad, fatiga y operaciones prolongadas en
esa temporada del año. Sabía que los habitantes ayudarían en alguna medida a la
defensa, y por la naturaleza de la construcción de las plazas de las casas y sus techos,
sabía que serían ocupadas; pero de toda la información que obtuve de los que estaban
inmediatamente en el ejército y de los prisioneros, dos oficiales españoles
examinados, como ha oído el Tribunal, en la mañana del día 4, me llevó a suponer que
las tropas españolas actuarían en las calles, como había sido determinada por Liniers,
en columnas móviles, y detrás de los cruces y defensas que pudieron erigir en las
proximidades del fuerte y la gran plaza en el centro de la ciudad. Un ataque, por tanto,
que nos pusiera en contacto de inmediato con las tropas españolas sería
necesariamente el menos molesto de todos los demás para los habitantes.
La toma del lugar habría sido en ese caso consecuencia de la derrota y masacre sólo de
los soldados con los que habría sido la contienda. En el otro, habría surgido de las
prolongadas penurias y la destrucción de la propiedad y la vida de los habitantes.
Debe admitirse que en un asalto con cualquier tropa, por muy disciplinada que sea, se
causaría algún daño a los habitantes; pero no puede sostenerse que en un ejército
bien regulado tales heridas podrían tener una proporción, la más distante, de las que
se producirían por el bombardeo. Por lo tanto, con referencia al ejército o al pueblo,
sigo pensando que tenía preferencia por el otro plan, presumiendo, como dije antes,
de su éxito, sobre lo cual haré, por tanto, algunas observaciones, considerándolo,
como lo harán en adelante los honorables miembros de la Corte, con referencia a las
justas probabilidades en el momento en que fue adoptado, y no según el lamentable
resultado.
El primer punto a considerar, en ese punto de vista fue la resistencia probable, y luego
el modo de ataque mejor adaptado para superar esa resistencia. Ya he dicho antes
que se entendía que los techos de las casas serían ocupados, y por la conocida
hostilidad de los habitantes, se suponía que muchos de ellos tomarían parte en la
defensa, y que su puesto estaría en los techos de las casas, mientras que las tropas
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españolas ofrecieron resistencia en las calles y defendieron el fuerte y las defensas
que hubieran preparado en las calles de la ciudad. Por tanto, buscamos una vigorosa
resistencia; pero preguntaré a la Corte y a cada miembro individual de ella, si de
alguna experiencia en los tiempos modernos, de cualquier cosa que nos haya sido
transmitida en la historia militar, desde que el sistema moderno de guerra y el uso de
armas de fuego ha prevalecido, o incluso a partir de cualquier información que
hubiéramos recibido, u observación que hubiéramos hecho, en cuanto a la hostilidad
de los habitantes, si algo más que el resultado real podría habernos llevado a
formarnos una estimación justa de la resistencia realizada. Se podrían mencionar miles
de casos en los que una cierta proporción de una población joven y activa ha
aumentado la fuerza de un ejército defensor; pero la población en general siempre ha
obstaculizado, en lugar de ayudar, los esfuerzos del ejército defensor; no se puede
producir, me atrevería a decir, en lo que no es exagerado decir que todo habitante
masculino, libre o esclavo, luchó con una resolución y perseverancia, que no podía
esperarse, ni siquiera por el entusiasmo de religión y prejuicio nacional, o la hostilidad
más empedernida e implacable.
Estoy dispuesto a confesar, que no había contemplado la posibilidad de tal resistencia
conducida por toda la población, ni creo que fuera supuesta o prevista por otros. No
recurriré a ninguna de las observaciones del lugar común, por más contundente que
sea su aplicación sobre las opiniones formadas después del resultado, pero
cualesquiera que sean los matices de diferencia de opinión que pudiera haber entre
los oficiales generales o los que comandaban en el ataque, o aquellos inmediatamente
sobre mí, y a quién se le dieron los detalles el día anterior en cuanto al plan, en
comparación con otros modos de ataque, creo que puedo asumir, por lo que pasó el
día 4, y la evidencia que se ha dado, que nadie contempló la resistencia que
encontramos, o las consecuencias que siguieron, o de hecho el fracaso del ataque, si
los oficiales generales que asistieron se consideraron consultados o no, y si, bajo las
circunstancias en las que fueron convocados, y mis observaciones en cuanto a
sentirme obligado a adoptarlo, por circunstancias en contra de mi pensamiento. Y la
discusión que tuvo lugar después, en la alteración del ataque, y las preguntas del
general Lumley sobre el tema del plan, y la explicación del general Gower en la mesa,
de los detalles, refiriéndose al mapa, como se describe en la evidencia; No me
corresponde a mí determinar si debían o estaban en libertad de haber manifestado
cualquier sentimiento fuerte que pudieran tener sobre el tema, pero creo que está
claro que cualquier oficial general que hubiera contemplado tal resultado, ya sea en
público o en privado me habría enviado su opinión. No me lo dieron, ni directa ni
indirectamente; porque el Tribunal verá, tras un examen exacto incluso de las pruebas
del coronel Pack, que no pude reunir; incluso por lo dicho entre él y yo, que pensaba
desfavorablemente el plan, pues sus objeciones se limitaban a la falta de algunos
implementos para abrir las casas, por lo que ordené que se hicieran todos los registros
posibles. Habiendo expuesto así plenamente la naturaleza de la expectativa que
probablemente podría tener en el momento de la resistencia esperada, paso ahora al
modo de ataque.
El objetivo era atravesar la ciudad lo más rápidamente posible para entrar en contacto
con los soldados españoles, considerando a los habitantes menos un objeto de
atención.
El plan abarcaba sus defensas centrales, las columnas no debían perseverar a pesar de
todos los obstáculos en su particular línea de ataque, sino divergir hacia los flancos
- 263 -
para ganar posiciones, o más bien las casas contiguas al río, para ocupar dos líneas de
posición de flanco, tan cerca de las principales defensas del enemigo como las tropas
pudieran establecerse, esto es obvio por las órdenes mismas; la distribución de las
tropas, que se dividieron para ocupar todas las calles centrales menos tres, y la
respuesta dada a la pregunta del general Lumley en la reunión de todos los oficiales.
En particular, solicito la atención de la Corte sobre esto, porque se verá que las
consecuencias más fatales, si no la totalidad de la desgracia; El resultado de ese día,
surgió de un descuido de sus órdenes por parte de las columnas, en las que la estricta
atención a ellos era lo más importante.
Los hombres debían entrar con las armas descargadas y proceder lo más rápidamente
posible, y no disparar por ningún motivo, y esto se declara claramente en uno de los
cargos como un delito; Apenas sé si es necesario defenderme en este punto. Es un
punto, como militar general, sobre el cual pueden existir y existen diferencias de
opiniones. La Corte ha visto que los testigos han tenido diferentes opiniones; pero uno
de los testigos, sir Samuel Auchmuty, que dio su opinión a favor de entrar en la ciudad
con las armas descargadas, ha manifestado tacto, no en apoyo de esa opinión, si no en
confirmar la corrección de la misma, a saber, que el peligro del jefe de su columna se
incrementó con el disparo de su propia columna desde la retaguardia. Las razones de
la orden en esta instancia fueron, que el fuego no podía ser de utilidad contra las
personas en los techos de las casas, quienes se encontraban detrás de parapetos y
completamente ocultas, excepto en el momento del disparo, y el objeto principal, por
lo tanto, las tropas debían continuar lo más rápido posible, hasta que, las columnas
tropezaran con el enemigo, y no correr el peligro de que los hombres se demoraran ni
se atrasaran en utilizar su fuego, que es difícil de prevenir, o de cualquier daño que
surja de las columnas que se cruzan antes de que haya luz suficiente para distinguirse
entre sí.
Por lo tanto, no puedo culparme a mí mismo por esta orden, y no debería haberlo
hecho en absoluto si no se hubiera mencionado tan claramente en el cargo. He
expuesto los motivos que me llevaron a adoptar el plan de ataque, al cual, después de
las pruebas que se han dado, ahora se me permite agregar que, en este caso, confío
que fue justo y efectivamente operó en mi mente, lo de ser aprobado por un oficial
cuya opinión no podía dejar de tener peso.
El siguiente punto al que me referiré es el de las órdenes dadas sobre el tema de la
situación en la que me encontraría con el propósito de recibir informes, y si eso fue
comunicado a los generales y oficiales al mando. Y las direcciones, que después de
ocupar la línea de ataque, si ganaban su misión, debían esperar nuevas órdenes. Al
explicar esto, debo observar además, que no se asignó ninguna situación particular en
órdenes mías y del segundo al mando, que el cuartel general no había cambiado y que
la reserva estaba en las órdenes colocadas a unas 500 o 600 yardas (450-540 mts) al
frente del cuartel general sobre un espacio abierto, que debe ser atravesado por
cualquier persona que vaya al cuartel general, y que el punto natural al que se
enviarían todos los informes, ya que no se me indicó en las órdenes de estar con
ninguna de las columnas de ataque. Confío en que no se me considerará capaz de
desempeñar un papel tan indigno como el de exonerarme echando la culpa a los
demás; He actuado sobre un principio muy diferente desde mi regreso.
Independientemente de lo que haya sentido o pensado en cuanto a la ejecución de
cualquier parte del ataque, me he negado firmemente a escuchar cualquier sugerencia
de defenderme involucrando a otros, pero en los casos en los que estoy obligado a
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rendir cuentas de mi conducta, pero no puedo hacerlo sino declarando aquello que
tiende a culpar a los demás. Confío en que no se me acusará de desviarme de la línea
de conducta que he adoptado, al indicar el motivo que me operó para actuar de una
manera particular, o que ocasionó que descuidara algunos detalles que,
estrictamente, podrían ser mi deber haber atendido. Con referencia a estos detalles,
puedo decir con veracidad, que habiendo adoptado el plan de otro, no debí haberlo
considerado justo o apropiado para con él, después de haberlo aprobado con muy
poca alteración, para lo cual no es mi intención aludir, no permitirle tomar parte
principal de lo que él había sugerido y que, al presentarlo con tanto detalle, por
supuesto, había considerado erróneamente. En consecuencia, la Corte ha escuchado
que cuando los oficiales se reunieron, expuse en pocas palabras mis motivos para
adoptar el plan de asalto, y los remití al General Gower para obtener más detalles, y
que los oficiales en consecuencia rodearon su mesa sobre la cual había colocado el
mapa, y hasta mucho después de mi llegada a Inglaterra siempre había entendido que
la razón del general Gower para aconsejarme que me quedara en el centro en lugar de
tomar la izquierda con Sir S. Auchmuty, y darle la derecha, de acuerdo con mi
intención original , [y lo que podría haber probado, si, después de la evidencia de Sir S.
Auchmuty y otros en cuanto a la conveniencia de tomar una posición central, fuera
necesario] fue, que podría recibir los informes de los generales, que siempre he
entendido y concebido con nuestra posición les había sido explicada en el mapa del 4;
sobre este tema parece haber habido un fatal malentendido. Ciertamente esperaba
estos informes, con la plena convicción de que habían sido ordenados y señalado el
lugar al que iban a ser enviados.
Otro punto que me queda por advertir hasta la tarde del día 1, el de no haber
reconocido el pueblo; Sobre esto, sólo puedo afirmar con franqueza y justicia que la
naturaleza del ataque no me pareció que lo hiciera necesario, ya que no se iba a
conseguir ningún objetivo ni se modificaba ni los detalles ni la ejecución del plan, que
podría surgir de cualquier reconocimiento que pudiera haber hecho. El único lugar
abierto desde el que se podía ver algo era el lugar donde yo estaba; el ataque se basó
en un plano de la ciudad y la información de quienes la conocían. Ninguna situación ni
a la derecha ni a la izquierda, ni en ninguna dirección, de hecho, no sólo en cualquier
parte de nuestra línea, sino a cualquier distancia de cualquiera de nuestros flancos,
podía permitirnos ver más lejos que las casas inmediatamente enfrente con los
jardines y huertos. Esto lo pude ver, y hasta donde se percibía alguna extensión de
vista, el Corral era el único lugar en el que la vista no estaba delimitada por las plazas,
ni de casas, ni de fuertes setos, que interceptaban una vista cualquiera. No había
posiciones que reconocer, ningún terreno que examinar con vistas a la disposición de
nuestra propia fuerza, o atacar la del enemigo.
No pude encontrar ningún punto al que pudiera haber ido con alguna fuerza para
haber reconocido cualquier parte de la línea de ataque, o podría haber visto más de lo
que podría haberse averiguado de un ejército estacionado a lo largo de la nueva
carretera alrededor de Londres, para ocupar las calles paralelas al río Támesis, a cuya
descripción familiar me refiero, simplemente porque con esta única diferencia, que el
país de Buenos Aires era más llano, y cruzado por vallas altas y pedregosas, que
interceptaban totalmente la vista, proporcionaría la mejor descripción a nuestra
situación. He expuesto ahora en detalle todos los motivos que me llevaron a adoptar
este plan, y creo que he comentado todos los puntos que debo observar hasta la tarde
del día 4, y procederé en el orden de eventos hasta el día del ataque.
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Al comentar los hechos de este día, que el fiscal tiene en una pregunta a uno de los
testigos, [un período singular e inusual para la introducción de una frase que implica
un comentario tan fuerte] llamado extraordinario, debo solicitar encarecidamente al
Tribunal con precisión examinar las pruebas aplicadas a la situación en la que
realmente me encontraba en ese momento y en la que podría, en todas las
circunstancias, y de hecho supuse que estaban las columnas atacantes; y también lo
que se basa en el desafortunado resultado, y cuál debería haber sido mi conducta si
hubiera sabido o sospechado la situación de algunas de las columnas atacantes.
En la mañana del día 5 me dirigí al centro, al terreno ocupado por la artillería, y los
ataques se iniciaron como escuchó el tribunal antes o sobre el amanecer.
Naturalmente, esperé algún tiempo esperando recibir informes; Antes de las nueve,
ordené a los carabineros y a parte de los dragones ligeros desmontados del 9°, unos
500 hombres, que procedieran con dos cañones desde su posición avanzada en la
ciudad por las calles centrales, esperando que este movimiento produjera una
desviación a favor de las columnas atacantes, y permitirles abrir una comunicación
desde uno u otro de los centros atacados. Antes de su regreso, había enviado al
capitán Forster, uno de mis ayudantes de campo, para que se esforzara por conseguir
inteligencia; mi personal se empleó en varias direcciones, tratando de averiguar cuál
era el resultado de los ataques, y al regreso de los carabineros, alrededor de las diez y
media, después de su rechazo, y de que tomaran una posición en la ciudad antes de la
primera posición que habían ocupado, envié repetidamente al capitán Forster, un
oficial de largo servicio y experiencia, a la ciudad con instrucciones para tratar de
averiguar la situación de los ataques y abrir una comunicación con ambos flancos,
esperando ansiosa y momentáneamente en el entretanto, algunos relatos de algunas
de esas columnas, pero ciertamente nunca abrigaron la menor aprensión de lo que
realmente había ocurrido en dos puntos del ataque, o del peligro que amenazaba a
otro. No es mi intención entrar en comentarios detallados sobre todos los ataques,
pero debo solicitar la atención muy seria y particular de la Corte a algunas
observaciones sobre los más importantes, y también debo recordarles algunas
observaciones generales sobre la naturaleza y el plan del ataque, y las órdenes para el
mismo, con la explicación dada por el General Gower, en respuesta a las preguntas del
General Lumley. Solicito ansiosamente la atención de la Corte a esta parte del caso, no
solo porque es la más importante de hecho, casi la única parte realmente importante
del caso para su consideración desde el punto de vista militar, sino también porque
afecta más profundamente mi carácter de oficial, y de la insinuación implícita y
distante en la acusación, transmitida bajo las palabras y del esfuerzo personal que
tantas veces se ha repetido y a veces con especial énfasis en el curso del juicio, afecta
aún más, si es posible, mi carácter personal y conducta. Solicito también la atención
particular de la Corte al mismo, porque creo que dejaré claro que el cargo me prefirió
por no colaborar o apoyar a las distintas divisiones involucradas, y las consecuencias
señaladas en el cargo de su entrega por La falta de tal ayuda y apoyo, se basa
completamente en una concepción errónea de la naturaleza del caso, y del plan de
ataque, y de las situaciones relativas de mí como comandante en jefe y los oficiales
que dirigieron las diferentes columnas, que el tercer cargo se basa completamente en
una falsa suposición de lo que no tenía existencia, y no es aplicable a la naturaleza, el
fin que se queda corto al no señalar las únicas circunstancias en las que tal acusación,
con referencia a la naturaleza de la agresión a la ciudad, y objeto de ella, podría ser
fundada; esta visión del caso, que me siento satisfecho, mostraré a la Corte como la
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única justa y adecuada, se desprende del curso del examen, nunca se le ha ocurrido al
fiscal; Ciertamente, no se le ocurrió cuando se prefirieron los cargos en mi contra, o se
habrían formulado de manera diferente; y creo que la Corte verá que no se le ha
ocurrido desde entonces; para explicar este modo de considerar el caso, debo llamar
la atención de la Corte sobre la naturaleza y disposición del plan. El plan, como habrá
visto la Corte, era rechazar el centro y, por lo tanto, las instrucciones no eran
perseverar a pesar de los obstáculos, sino perseguir el objetivo principal, el de llegar a
las cercanías del río, con tanta antelación como sea posible; las columnas del ala
izquierda, por lo tanto, en caso de encontrar obstáculos para tomar las siguientes
calles practicables a la izquierda de aquellas en las que se encontraron con obstáculos,
y las columnas del ala derecha, las calles de la derecha, el efecto de lo cual
necesariamente era evitar atacar el centro y las principales defensas, si presentaban
obstáculos formidables para nuestro avance, y establecer una línea de puestos en las
casas o edificios de mando cerca del río en los flancos de las principales defensas del
enemigo, que Las estaciones, si se hubieran cumplido las órdenes, habrían ocupado la
ciudad en cada flanco de las defensas del enemigo, acercándose o estando más lejos
del centro en la medida en que cualquier obstáculo en las calles pudiera hacer
necesario divergir hacia los flancos, y sus ataques debían necesariamente haberse
comunicado y apoyado entre sí.
La Corte observará, refiriéndose a las órdenes, que cuatro regimientos de la izquierda,
bajo el mando de Sir S. Auchmuty y el General Lumley, a saber, el 87°, 5°, 36° y 88° se
dividieron en alas, constituyendo así ocho columnas de ataque diferentes, excluyendo
la 38° que iba a atacar a los Toros por la retaguardia, y la brigada al mando del general
Craufurd, y la 45° al mando del coronel Guard, fueron divididas, como ha oído la Corte,
en cinco columnas de ataque, y si la Corte se referirá al plano del pueblo, encontrarán,
que con excepción de las dos calles a la derecha e izquierda del centro de la plaza de
Buenos Aires, que fueron rechazadas, todas las calles fueron ocupadas por nuestras
columnas. Las órdenes establecen claramente que cada división debe ir, si es posible
[término que se explicó, como se ha dicho en la respuesta a la pregunta del general
Lumley], directamente calle abajo, hasta llegar a la última plaza de casas cerca del río
de la Plata del que iban a poseer, y en cuyas cimas se formaban. El Tribunal recordará
que los lados de las plazas de las casas (manzanas) son de 140 yardas (128 metros),
por lo que es obvio que si los edificios y las casas hubieran sido ocupadas de acuerdo
con las órdenes, las diferentes divisiones no solo habrían estado al alcance de la
comunicación y el apoyo, pero en realidad en contacto entre sí, está perfectamente
claro, por lo tanto, que debían mirar el uno al otro en busca de cooperación y apoyo.
Permítanme ahora considerar la suposición, o más bien la asunción en el tercer cargo,
de que las diferentes divisiones involucradas en el ataque debían mirar hacia el centro
o la reserva en busca de cooperación y apoyo; porque sobre esta suposición, la
acusación y casi todas las pruebas se basan. Si esta suposición no está justificada ni
por las órdenes ni por las circunstancias, el tercer cargo se declara como lo he sugerido
antes en una concepción errónea completa del caso. Para conocer este punto, solicito,
la atención de la Corte a la distribución de la fuerza bajo mi mando, y la fuerza
comparativa y posición relativa de las diferentes divisiones tanto de ataque como en el
centro y en la reserva, existían 14 divisiones de ataque, el 38° regimiento completo,
los otros formados por alas de regimientos que incluían (con la excepción de una
compañía del 88° dejado en el cuartel general para custodiar el hospital y los
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prisioneros) toda la infantería del ejército. En el centro avanzado hacia el pueblo,
estaban los carabineros y parte de los dragones ligeros del 9° formada por unos 600
hombres, 250 carabineros armados con las viejas carabinas conmigo en el Corral,
constituido por la reserva, y con la artillería, 150 de los dragones ligeros desmontados
del 9° y aproximadamente 30 de los dragones ligeros montados del 17°. ¿Era posible
con esta fuerza haber cooperado o apoyado todos los ataques? ¿Podría haberse
dividido para haber apoyado con algún efecto cada ala? ¿Podría, de hecho, si se
dividiera, o incluso si se uniera, haber cooperado eficazmente o apoyado por cualquier
ataque a través de la ciudad, el ataque realizado por los carabineros y los dragones
ligeros del 9° desde el centro? ¿Es posible que alguno de los oficiales al mando de las
divisiones del ataque, haya mirado las órdenes y viendo la distribución de la fuerza,
haber mirado todos al centro o reserva en busca de apoyo? ¿No era obvio que se
movió y actuó durante todo el ataque en comunicación inmediata con otros, y que el
objetivo era formar una línea de estaciones conectadas en las casas y edificios
cercanos al rio de la plata, comunicándose y apoyándose mutuamente?
Pasaré ahora a aplicar las observaciones a las divisiones que se rindieron, y cuya
entrega por falta de ayuda y apoyo se me imputa como delito, con lo que la justicia
deberá determinar en lo sucesivo.
El Tribunal lo encontrará probado por las pruebas del teniente coronel Duff y del
mayor Vandeleur, que ellos con las respectivas alas del 88° se volvieron a la derecha
en lugar de a la izquierda, como se había ordenado particularmente, y por extraño que
parezca, también verán en la evidencia de los tenientes coronel Pack y Cadogan y el
general de brigada Craufurd, que cada una de sus divisiones giró hacia la izquierda en
lugar de hacia la derecha, y no es poco sorprendente que no fue hasta que se
desviaron tanto que encontraron la formidable oposición que se ha descrito, o
sufrieron alguna pérdida grave, y es obvio que en esta desviación de la intención y el
espíritu de las órdenes, como se explicó en presencia de los oficiales, en respuesta a la
pregunta del general Lumley, que el cuerpo del teniente coronel Duff y el mayor
Vandeleur, y también el del coronel Cadogan, perdieron el poder y el apoyo de las
columnas en su flanco y se enredaron en los obstáculos que deseaban evitar,
finalmente se vieron obligados a rendirse. También es necesario que la Corte observe,
que aquellos cuerpos de la izquierda que no hicieron tal desvío, preservaron su
conexión entre sí, y finalmente encontrando los obstáculos tan formidables y la
resistencia mucho mayor de lo previsto, se retiraron al flanco izquierdo y tomó el
puesto en los Toros. Con respecto al 88° parece difícil encontrar alguna razón para
esta desviación, no se declara ningún objeto expreso, pero los Coroneles Pack y
Cadogan afirman que, al no encontrar oposición mientras avanzaban hasta que
llegaron a la vista del río, se volvieron para buscar al enemigo. Esta es la expresión de
uno de ellos, avanzando directamente hacia la gran plaza, a la que nunca se pretendió
que se acercaran; y en este intento sufrieron esta terrible pérdida que se ha dicho;
pero incluso entonces, aunque deben haberse considerado a sí mismos como si
hubieran encontrado un obstáculo contra el cual era imposible esperar poder
perseverar con alguna posibilidad de éxito; en lugar de moverse hacia la derecha,
según la respuesta públicamente dada al general Lumley, perseveraron y cayeron en
sacrificio. Habiendo aplicado estas observaciones en general al coronel Cadogan, así
como al coronel Pack y al general Craufurd, creo que es justo señalar que el coronel
Cadogan, en primera instancia, y el coronel Pack después, deben ser considerados
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como actuando bajo órdenes superiores, y en la resolución perseverante y la valentía
con la que el coronel Cadogan resistió hasta que se vio obligado a rendirse por un
número abrumador, debe evitar para siempre que las desgracias de ese día produzcan
algún recuerdo en lo que a él respecta, pero que debe ser gratificante para un
soldado.
También expresa el general Craufurd, que al llegar a la ribera del Plata y abrir el
baluarte del fuerte, giró a la izquierda en lugar de a la derecha, y cuando lo hizo, en
lugar de ocupar edificios y los techos de las casas a lo largo de la línea del río, que lo
habría conectado con la Residencia y le habría permitido en cualquier momento
comunicarse o retirarse, más particularmente si las divisiones al mando de los
Coroneles, Cadogan y Pack, también habían ocupado edificios en la misma línea, no
arroja sólo su propia división, pero la del coronel Guard y parte de la del coronel Pack
en un edificio, y quedan por esperar apoyo. Permítanme ahora pedirle a la Corte que
examine las pruebas y vea por qué motivo se vio obligado a seguir este camino. ¿Se
originó en la letra o en el espíritu de las órdenes? Por el contrario, ¿no fue una
desviación directa de ambos? Al llegar a la ribera del Plata, se desplaza hacia la
izquierda, une el destacamento de la otra división con la suya, y arroja todo en un solo
edificio, en lugar de mantener las divisiones separadas, y según las órdenes, ocupando
los techos de las casas o edificios cercanos al Plata. También debo solicitar a la Corte
que observe, que este edificio fue ocupado deliberadamente, no bajo el fuego del
enemigo, y como una protección inmediata a las tropas, como fue el caso en uno o dos
otros casos, pero fue tomado como una posesión para mantener. Parte del 45°, según
ha escuchado el Tribunal, fue a la Residencia, aunque el coronel Guard regresó con
una fuerte compañía, por lo que se puede considerar con justicia que traía una
columna para una de las calles, y si se hubiera cumplido la orden, de retirarse de los
obstáculos las divisiones del coronel Pack y Cadogan, al retirarse del centro, se habrían
acercado más hacia la Residencia, empujando también a la del general Craufurd hacia
la derecha, y colocando a los varios cuerpos en posiciones relativas que
necesariamente debieron producir el efecto previsto por el plan y las órdenes de su
comunicación, cooperación y apoyo mutuo, lo que habría asegurado en cualquier
momento un retiro en la Residencia.
En lugar de seguir, a este respecto, el espíritu de las órdenes al pie de la letra, y menos
aún la explicación de las mismas por parte del general Gower, el general de brigada
Craufurd se arroja en un puesto cercano a las defensas del enemigo esperando, como
dice, soporte. ¿En qué parte de las órdenes se encuentra que se iba a dar tal apoyo?
¿De qué parte de ellos se presume que fue prometido, o era de esperar, o podría
darse? Admito que si supiera que estaba en peligro, sobre lo cual observaré más
adelante, que cualquiera que pudiera haber sido el plan original, o si ese peligro se
había originado en un error de órdenes o no, admito plenamente que habría sido mi
deber de haberme movido con todos los hombres que pudiera reunir para su apoyo,
pero la verdadera pregunta es si era mi deber haber sabido que lo había hecho,
contrariamente a las órdenes, o si las circunstancias lo obligaron a actuar y tomar tal
puesto.
Cuando menciono tan brevemente esas desviaciones de las órdenes, ruego que el
Tribunal no suponga que insista en que el general Craufurd no tenía justificación para
desviarse de las órdenes. La resistencia ofrecida en ese flanco puede haber hecho
impracticable llevarlos a la ejecución, y podría ejercer una gran discreción militar al
ocupar un puesto tan cerca del centro de defensa del enemigo con el propósito de
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atraer la atención de una parte de la fuerza del enemigo, pero no debería, cuando
ocupó este lugar, haber averiguado inmediatamente cuáles eran sus medios para
mantenerlo o retirarse de él, y cuando descubrió, como por supuesto debe hacerlo,
que no era sostenible por ningún período de tiempo, y que la entrada era demasiado
estrecha para admitir forzar una retirada, si el enemigo lo recogía y lo rodeaba, como
para haberme informado de esta inevitable desviación de las órdenes y de su peligrosa
situación; O no debería entonces, si no pudo hacer tal comunicación, aunque es obvio
que durante algunas horas después de entrar en ella pudo hacerlo por medio, incluso
del destacamento del coronel Guard, que tan galante y juiciosamente se había movido
después de haber ocupado sus propios puestos para apoyar a la otra división, en ese
flanco, habría abierto una comunicación mucho más fácilmente conmigo que yo con
él; y si hubiera descubierto que tal comunicación no podía abrirse y no tuviera los
medios para informarme de su situación, ¿no debería haber obtenido los medios para
retirarse? Como ha observado el Tribunal, me he abstenido de hacer una sola
observación sobre la viabilidad de mantener el puesto, como afirmó el general
Craufurd, que probablemente será objeto de otra investigación por el mismo motivo.
No he intentado entrar en ningún examen de esa parte del caso, mis observaciones
surgen de las pruebas aportadas por el propio General Craufurd y de la aplicación de
esas pruebas a las órdenes, y ruego encarecidamente a la atención de la Corte estas
observaciones, por constituir el punto real para su deliberación con referencia a los
grandes rasgos del tercer cargo; porque, sin embargo, una falsa confianza en cuanto al
éxito de los ataques, o una expectativa momentánea de recibir informes, puede
haberme llevado a permitir que transcurriera un tiempo muy precioso antes de tomar
medidas para comunicarme con los flancos [porque sin ninguna otra parte podría
haber, como mostraré a continuación, comunicado] al constatar que no llegaron
informes, no se me puede imputar como delito, que yo no apoye personalmente ni de
otra manera a las diferentes divisiones involucradas en el ataque, y por lo tanto les
permití rendirse, a menos que pueda demostrarse que había prometido apoyo y no lo
he brindado; que el plan se basó en él, y descuidé cumplir con cualquier parte del
plan; o que yo sabía que lo quería y omití, ya sea personalmente o de otra manera,
pagarlo; o que necesariamente debí haberlo sabido y no haber realizado el esfuerzo
adecuado para darlo o enviarlo.
Regresaré ahora al centro y le pediré a la Corte que publique el número y la
descripción de la fuerza que tenía conmigo, como prueba completa de que el plan no
se formó, no podría hacerlo ninguna persona que conociera los detalles del ejército, y
la fuerza del cuerpo que lo componía, se suponía que se basaba en cualquier principio
de cooperación o apoyo del centro. El centro estaba ocupado por las tropas menos
efectivas del ejército, y la fuerza que quedaba allí difícilmente podría considerarse más
que igual para garantizar la seguridad de los cañones, el hospital y los prisioneros, y
para oponer resistencia a cualquier intento del enemigo a forzar su salida del centro
de la ciudad, como consecuencia de los ataques de flanco, que, como ha dicho el
capitán Fraser, sería el efecto probable de esos ataques. Considere esto desde otro
punto de vista. Si la flor del ejército, penetrando en líneas paralelas, en calles a sólo
140 yardas (128 mts) una de la otra, y por lo tanto mutuamente al alcance de
apoyarse, no pudiera mantener este terreno, ni causar la impresión que se esperaba
de todo el conjunto de esta fuerza desechable del centro, y con los 150 hombres en el
Corral, y unos 550 o 600 avanzaron en el centro de la ciudad, aunque yo hubiera
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considerado este último como desechable, porque es imposible calcular los varios
destacamentos dispersos que se extendían a lo largo toda la línea a intervalos
distantes, y ni siquiera a la vista, o devuelta al ayudante general ese día como
desechable, entonces, está claro, que las columnas de ataque tendrían menos
dificultades para comunicarse e informarme que yo debería tener en enviarles.
Estos cuerpos eran más fuertes, particularmente el del general Craufurd, que estaba
formado por las mejores tropas del ejército. También habían pasado y conocían el
terreno, y el general Craufurd tenía con él a un oficial experimentado, que conocía
bien toda la ciudad. El general Gower afirma, y ciertamente consideré que todos los
brigadistas sabían dónde estaba destinado y que debían informarme. En todo caso, el
general Craufurd está probado, por sus propias pruebas, que sabía dónde estaba yo, y
tras tan extraordinaria desviación del plan de ataque, y ocupando un puesto que no
era sostenible, lo que impedía una retirada; ¿No debería haberme comunicado
inmediatamente su situación y pedirme apoyo u órdenes? Si luego me negara o
descuidara enviarlo, si no me hubiera puesto instantáneamente a la cabeza de todos
los hombres que pudiera reunir, a expensas de cualquier sacrificio, brindarle apoyo, el
general de brigada habría sido justificado al acusarme deliberadamente de
abandonarlo; pero a menos que haya malinterpretado por completo el plan de ataque,
el objeto y el espíritu, e incluso la letra de las órdenes y nuestras situaciones relativas,
habría sido más decoroso y más prudente en un testigo, en la situación de prestar
testimonio, exculparse a sí mismo, en lo que él y algunos otros han estado, y por lo
tanto abierto a alguna pequeña sospecha de sesgo de opinión, porque no acusaré ni
sospecharé que ningún oficial sea capaz de tergiversar ningún hecho, de haber evitado
dar, en comienzo de su testimonio, prueba tan fuerte del sentimiento personal sobre
el tema y que contiene una acusación tan injuriosa, y, como confío, demostraré a la
Corte tan infundada. Me enorgullece sentir y saber que no me lo he merecido; porque
sea lo que sea que me haya visto obligado ahora por el intento de acusar mi carácter,
a declarar en mi defensa, y lo que sea que haya sentido sobre este tema,
inmediatamente después de la transacción, me he abstenido con la mayor cautela,
sobre principios tanto de honor como de sentimiento, de intentar exculparme a
expensas de otros, aunque soy muy consciente de que, al hacerlo, no habría tenido
ninguna dificultad al menos en desviar gran parte del clamor popular que se ha
dirigido contra mí, un sentimiento que siempre he desdeñado para entretener o
actuar.
Volviendo, sin embargo, de la digresión que espero que la Corte perdone y atribuya a
los sentimientos que no pudieron sino emocionarse con la ocasión.
La Corte ha escuchado que luego de los intentos fallidos de los dragones ligeros del 9°
y los carabineros, y luego del Capitán Foster, ya sea para abrir una comunicación, o
para conocer la situación de las columnas atacantes, se llevó un informe al centro
sobre la una de la mañana. Que los colores del fuerte fueron marcados, y el coronel
Torrens fue enviado para averiguar el hecho, y mientras él estaba ausente, fui a la casa
del Sr. White [la ausencia aludida por el general Gower], con plena convicción, como
pude probar si fuera necesario, que el pueblo se había rendido. Menciono esta
circunstancia y pido permiso para llamar la atención de la Corte sobre la prueba del
General Craufurd y el Coronel Pack sobre ese tema, quienes afirman ambos, que
cuando les llegó la primera bandera de tregua sobre el período en que estaban
satisfechos de que fue una bandera para la rendición del pueblo, con el propósito de
mostrar la impresión general que se tenía en ese momento sobre el éxito del
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atentado, y tanto más contundente para probar los sentimientos abrigados sobre el
tema en ese momento, que todas las pruebas que se ha dado ahora después del
resultado o que ahora se podría dar. Llamo el recuerdo de la Corte a esta declaración,
ya que confirma completamente la evidencia que se ha dado sobre esa cabeza cuando
regresamos al cuartel general, y para probar más allá de toda duda que era el
sentimiento general en ese momento. Si el general Craufurd, que se había sentido
obligado a arrojarse al convento de Santo Domingo, y el coronel Pack, que había
sufrido tan severamente en su acercamiento a las defensas centrales de la ciudad, y no
había podido impresionarlos, entretenía esa idea, y pensaba que la posesión de
puestos tan cerca del centro de la ciudad, y los otros ataques habían producido tal
impresión en el enemigo, ¿no puedo yo, a mayor distancia, sin sospecha de desastre
alguno, y no consciente de la naturaleza desesperada de la resistencia, se permitiría,
con franqueza común, haber albergado la misma impresión, y se puede decir con
nuestro ejército, de cuyos esfuerzos todo podría esperarse, y no contemplando la
posibilidad de tal defensa, fui accionado por una confidencia ciega y enamorada? ¿Es
el primer caso en nuestra historia militar en el que se ha subestimado la resistencia de
un enemigo y se han sobrevalorado los esfuerzos de nuestras tropas?
Solo necesito mencionar el ataque de Lord Nelson de Tenerife, y de los cañoneros
frente a Boulogne, que selecciono como prueba de que incluso el talento
trascendente, la intuición, la previsión y la consumada providencia del mayor
comandante registrado en nuestra historia, no siempre fueron capaz de evitar las
consecuencias de un error de cálculo a este respecto. Solo pido la franca y generosa
concesión de la Corte sobre este tema, y que, al interpretar mi conducta ese día, me
den el beneficio del motivo que podría obrar justamente en mi mente.
Inmediatamente después del regreso del coronel Torrens propuse abrir una
comunicación con los flancos y envié al mayor Crosby a la derecha, e inmediatamente
después al capitán Whittingham a la izquierda. El mayor Crosby se vio obligado a
regresar, y envié al capitán Whittingham con un grupo que se suponía que le
permitiría averiguar la situación de las columnas en ese flanco. Es posible que me
pregunten por qué no envié otro destacamento a la derecha. Expresaré con franqueza
la razón, que fue que no tenía ningún otro oficial a mi alrededor que entendiera el
idioma español, las partidas de la derecha eran más numerosas que las de la izquierda,
y no me gustaba retirar los carabineros y el noveno del centro. Y con la escasa partida
en el Corral temía dejar los cañones no suficientemente protegidos, pero más que
todas estas consideraciones, que sin duda habrían dado paso de inmediato a cualquier
sospecha del peligro de la derecha, me movió una confianza que la derecha estaba a
salvo, y una ansiedad mucho más fuerte por conocer la situación de la izquierda. Creo
que puedo convencer a la Corte de que esas impresiones, en cuanto a la situación
comparativa de la derecha y la izquierda, eran en ese momento tales, que no pude
sino formarme a partir de las circunstancias, rogando a la Corte que tenga en cuenta la
confianza que aún mantenía. En cuanto al éxito del ataque, o, en todo caso, la
ausencia de toda sospecha de que hubiera ocurrido un percance grave, la Corte
recordará que lo habíamos distinguido, y tan tarde como pudiera hacerse cualquier
observación. Como se ha dicho, el tiempo es denso y brumoso; que dos edificios que
fueron cañoneados de la derecha estaban en nuestro poder, y como no pudimos
distinguir las casas intermedias, y sabíamos que la fuerza de ese lado se había dividido
en cinco columnas, naturalmente concluí que el intervalo estaba ocupado por algunas
de las columnas, y que necesariamente estaban en condiciones de comunicarse,
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cooperar y apoyarse entre sí, y consideré, que resultó ser la Iglesia de Santo Domingo,
como la parte más cercana de la línea ocupada por nuestras tropas hacia el centro, y a
partir de eso, como se ha comprobado, vimos disparar a nuestros hombres siempre
que pudimos distinguir objetos en el pueblo de la izquierda, donde también había
edificios altos entre el fuerte y el pueblo, aunque ocho columnas debajo de la 38°
habían avanzado en esa dirección. Por tanto, si hubiera sospechado algún fallo grave,
habría mirado inevitablemente a la izquierda como el lugar donde había ocurrido, y
como era, por ser el punto de comunicación con la nave, el flanco más importante, yo
no dudaría en confesar, y creo que, después de lo que he dicho, la Corte sentirá que
hubiera sido el curso natural a seguir, que si la impaciencia por no escuchar ninguna
inteligencia, o el no poder formar ninguna comunicación, me había inducido a dejar el
puesto antes de que llegaran los informes, o si se me había ocurrido a mí o a otros,
que había que hacer un gran esfuerzo, y la fuerza que teníamos era reunirnos, y yo
debía ponerme en cabeza de él para esforzarme por restaurar las fortunas del día,
debería, inevitablemente, haber tomado las direcciones equivocadas y haber ido a la
izquierda en lugar de a la derecha, con plena convicción, de asegurar las dos banderas,
y sabiendo que el número de las plazas de las casas de ese lado eran menos que en el
otro lado de la ciudad, que el ataque había tenido éxito por la derecha y que habíamos
ocupado la línea en el flanco izquierdo del enemigo, pero habíamos fallado en los
demás. El regreso del Capitán Whittingham demostró que la izquierda estaba bien
posicionada, aunque los ataques habían fracasado, y que Sir S. Auchmuty me
recomendó que fuera a la izquierda, pero no hasta que yo estuviera satisfecho con la
derecha. Aquella noche era demasiado tarde para intentar cualquier comunicación
con la izquierda, por lo que resolví no avanzar hacia la izquierda hasta haber
averiguado la situación de la derecha y haber subido a la columna del coronel Mahón,
y que, como ha sido probado a la Corte , fue el objeto de atención en la mañana, y que
aunque parecía, en respuesta a la pregunta del fiscal, que sí me permití comer y que
nos tumbamos a descansar, aunque no se supondrá que mi sueño fue muy profundo,
también debe recordarse que parecía que estaba ocupado en el medio de esa noche
examinando al guía y estableciendo los rumbos y distancias para el reconocimiento del
capitán Whittingham a la mañana siguiente. No debería aludir a una circunstancia tan
insignificante, sino con el propósito de repeler la insinuación que no podía sino ser
transmitida por la manera directa en que se formuló la pregunta.
También debo solicitar a la Corte que recuerde, que ha sido probado, que al retirarnos
a la casa del Sr. White, aunque naturalmente ansiosos por el desarrollo, ningún oficial
tuvo sospecha alguna sobre de que hubiera ocurrido algún desastre, pero que nos
retiramos con la plena confianza de que si los hechos eran como a la izquierda todo
estaba seguro. Tantos temas importantes de discusión ocurrieron, como hasta el día
de hoy, que debo, antes de dejarlo, recapitular brevemente los argumentos, que con
gran deferencia presento a la Corte sobre este cargo, el de no cooperar o apoyar el
ataque, mientras que algunos de ellos tuvieron éxito. Confío haber satisfecho a la
Corte, el plan no se basó en el apoyo al centro y que el oficial al mando no tenía
justificación para esperarlo; pero que, por la naturaleza de la disposición,
necesariamente cooperarían y se apoyarían mutuamente, y en consecuencia, con la
excepción del 88°, así se entendió y actuó desde la izquierda, si he tenido éxito en
esto, está claro que no me iba a mover del centro. Sé que algún punto quería apoyo,
para al haber estimado el peligro de la brigada del general de brigada Craufurd, debí
haber previsto que él y los que estaban con él se desviarían totalmente del plan de
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ataque, que ocuparía un puesto insostenible y del cual no pudo retirarse; que
sabiendo que no podía retirarse de él, se dejaría rodear para que le cortaran la
retirada, y que habiendo ocupado un solo puesto, y que con su propia división y
destacamentos de otros dos, en lugar de una línea de puestos apoyándose
mutuamente, no enviaría a informarme de su situación, sino que presumiría de mi
cooperación o apoyo, que no era coherente con el plan ni con la disposición de
nuestra fuerza, y finalmente, que una resistencia, de la que los habitantes de una
ciudad abierta no darían ningún ejemplo contra tan formidable cuerpo de tropas
disciplinadas.
Se ha preguntado dónde estaba la brigada del coronel Mahon y por qué no se unió al
resto del ejército, y aunque no se ha preguntado por qué no se realizó el ataque antes,
se han planteado preguntas de similar tendencia en cuanto al efecto que habría sido
producido, si hubiera participado en el ataque. Se ha preguntado así, por qué no se
hizo ningún otro esfuerzo para abrir una comunicación, ni por el centro ni por los
flancos. También se ha preguntado por qué no se enviaron más órdenes a los cuerpos
en la ciudad y, finalmente, por qué no reuní personalmente mi fuerza y me puse a la
cabeza y me comuniqué con los ataques. Responderé con franqueza a todas sus
preguntas y, aunque al hacerlo, no puedo librarme de alguna culpa, creo que la Corte
sentirá que mi defensa, cualquiera que sea, es de una descripción que no puede
decirse que deshonre a nadie. A mí o mi profesión, mi país o las armas de su majestad;
que no justifica la acusación ni el odio que se me ha arrojado. Al igual que otros, que
han estado antes en una situación difícil en circunstancias novedosas, en contra de mi
propio juicio, he adoptado un plan de ataque que ha fracasado. Lamentablemente,
subestimé la resistencia del enemigo y estimé demasiado nuestros medios de ataque.
Una falsa confianza, como ha demostrado el suceso, no sólo regía los preparativos del
ataque, sino que operaba en la producción de todos los hechos de ese día. Cada
preparación, cada ocurrencia de ese día se originó en la suposición del éxito final del
plan. Actuaba bajo esa impresión, y los cargos se basan en el resultado. Estaba
escribiendo para informes de éxito que podría enviar órdenes para aprovecharlo, y mis
acciones, que se basaron en la convicción de que no existía la posibilidad de un
fracaso, son escrutadas como si hubiera sabido del peligro de los demás, y había
fallado en cumplir con mi deber al sacarlos. Admito que, de haber previsto la
desesperada resistencia del enemigo, no habría hecho tal ataque, o al menos, hasta
que llegó el coronel Mahon, me habría valido de todas las fuerzas a mi alcance. Se ha
preguntado por qué no me aproveché de su brigada para sacar el derecho. Las
respuestas son dos; Nunca sospeché que esperaba esa ayuda, y si lo hizo. El coronel
Mahon no cruzó el puente hasta que anocheció. Yo estaba, confiando en el éxito,
esperando informes, mientras los generales, por algún malentendido, afirman que
estaban esperando órdenes. El general Gower, quien les explicó los detalles del mapa
y de quién era el plan, afirma que tenían órdenes de informar y que su recomendación
para que me quedara en el Corral se basaba en la dirección de informarme allí.
Pero independientemente de esto, la Corte considerará, bajo todas las circunstancias.
El general Craufurd, que sin duda sabía dónde estaba yo, no debería haber informado
de su situación, lo que podría haber hecho durante tres horas después de ocuparla.
Respecto a la facilidad de comunicación, creo que se admitirá tras el intento de los
carabineros, que no pudo haber sido encontrado después de la mitad del día, o incluso
antes, por el centro del pueblo. Podría haber abierto una comunicación con el cuerpo
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de flanco y posiblemente con el cuerpo de la Residencia, si hubiera aplicado una parte
considerable de los carabineros y el noveno para ese propósito; y no cabe duda de que
debería haberlo hecho si hubiera sospechado la necesidad. Pero he demostrado que
las circunstancias me llevaron a concluir que la derecha había tenido más éxito que la
izquierda.
Sobre el tema de la confianza que se tiene en el éxito del ataque, creo que el tribunal
se sentirá satisfecho de que, cualesquiera que sean los matices de las diferencias de
opinión en cuanto al plan en ese momento, pues desaprovecho el juicio formado
ahora, que no existían diferencias de opinión en cuanto a su éxito, ni aprensión de su
fracaso. Esto ha sido probado por varios funcionarios del estado mayor, quienes tenían
más probabilidades que todos los demás de haber escuchado tal opinión si hubiera
existido. Se ha demostrado que aunque cualquier segundo al mando estuvo conmigo
todo el día, y una de mis razones para retenerlo fue que el plan había sido considerado
y arreglado por él mismo, y ni él ni ninguna otra persona se sintió el peligro o
sospechaba de la desgracia que sucedió, pero era como yo, esperando a cada
momento saber que nuestras columnas estaban en posesión de la ciudad. Por lo tanto,
no se propuso ni sugirió ninguna medida, y regresamos al cuartel con una confianza
justa en la seguridad de la derecha. ¿No es una prueba de hechos más fuerte que la
evidencia de la impresión que existía entonces?
Para concluir la acusación, es posible que haya cometido un error al adoptar un plan
que ha fracasado, puede que debido a una confianza demasiado grande en él, haya
descuidado todas las precauciones necesarias, y que debería haber tomado si hubiera
previsto la resistencia opuesta para nosotros, bajo esta impresión puedo haber dejado
pasar un tiempo valioso en la noche del día 5, con la expectativa de recibir informes de
nuestras columnas y actuando solo sobre la impresión del momento, y que solo sentí
al igual que otros en cuanto al éxito final del ataque, no tomé medidas ni realicé
esfuerzos, que fueron requeridos por eventos de los que no tenía conocimiento. Por
tanto, confío en que la Corte verá que cualquier delito, cualquiera que sea, consiste
únicamente en no haber previsto estos hechos, en un error de juicio, en subestimar a
mis enemigos, y dos en valorar altamente mis propias fuerzas; y que el cargo no es
aplicable a la naturaleza del caso, las circunstancias o la situación en la que me
encontré.
A la sentencia de la Corte sobre este tema, me someto alegremente; Satisfecho de que
un error de juicio no será, después de las numerosas instancias en que otros han
fallado, quienes hicieron estimaciones falsas de los medios comparativos de
resistencia y ataque, será considerado por la Corte como meritorio de lo que ya he
sufrido en este proceso.
Sobre el tema del cuarto y último cargo, ahora debo traspasar la atención de la Corte.
Debería haberme quedado satisfecho de que la evidencia del Almirante Murray, el
General Gower, Sir Samuel Auchmuty y otros oficiales sobre ese tema, me absolvería
en la sincera opinión de la Corte de haber actuado, en esta medida, en contra de la
política, como así como la necesidad de su ejecución. Gran parte de la calumnia
pública ha sido lanzada contra mí por mi conducta sobre este punto, pero, sin
embargo, puede haber sido justificada, la dejaré a la justicia e imparcialidad de este
honorable Tribunal, cuando les haya expuesto los motivos de que me llevó a este acto
de descortesía, según se ha considerado, para absolverme o condenarme. Llamo el
recuerdo de la Corte al Estado de América del Sur, y la disposición de los habitantes
hacia nosotros, y también podría llamar su atención sobre mis instrucciones, como
- 275 -
Gobernador civil y Comandante de las Fuerzas, y las instrucciones que se me
comunicaron a mi llegada a América del Sur. Pero antes de aplicar estas observaciones
al asunto en cuestión, es necesario advertir sobre la situación de las Fuerzas Británicas
que permanecieron en Buenos Aires en la mañana del día 6. Actué o no con sana
discreción al respecto, es mi deber exponer ante la Corte todas las circunstancias que
me llevaron a la conclusión definitiva de este tratado, cuya base fue la entrega de la
fortaleza de Montevideo; Espero que la Corte me haga justicia al pensar que
desestimé todas las consideraciones personales al seguir la línea de conducta que me
pareció más favorable al interés y al honor de las armas de Su Majestad. La
circunstancia de que no hayamos causado ninguna impresión especial en el enemigo,
en el ataque. Las mejores tropas de todo el ejército, que incluía una gran parte de ese
ejército, fueron tomadas prisioneras. La experiencia nos había demostrado que
teníamos la mayor resistencia a encontrar si intentábamos otro ataque después de
que el primero había fallado; y el éxito había aumentado la determinación del
enemigo de oponerse a nosotros en todas direcciones; y aumentó su confianza,
mientras que por otro lado la defensa había disminuido la nuestra. La siguiente
consideración fue la posibilidad de renovar el ataque, nuestras fuerzas estaban
reducidas, agotadas, desprovistas de los medios de ataque aunque si tenían la
disposición, no será necesario que entre en una descripción del pueblo, la naturaleza
de los edificios y la dificultad de causarles alguna impresión mediante bombardeos; los
experimentos nos enseñaron a llegar a esa conclusión. Si la fuerza que teníamos y
número originales no hubiera tenido éxito en el asalto, seguramente era dudoso que
el ejército restante e invicto conmigo hubiera tenido éxito en una repetición de un
modo de ataque similar. Bajo todas estas consideraciones, me sentí satisfecho de que
la reanudación del ataque sería descortés y no habría respondido a ningún propósito
muy beneficioso; por el contrario, me impulsó un motivo mucho más fuerte de lo que
he dicho. Se me había informado que el estado exasperado de los habitantes, a partir
de una representación de que los soldados británicos habían practicado crueldades en
la ciudad, los llevaría a masacrar a los prisioneros en su poder. La seguridad de esas
valientes tropas que consideraba un objeto de gran importancia y si hubiera
desatendido su situación y los hubiera dejado a su suerte, mediante la reanudación de
un ataque que habría fracasado probablemente, debería haber sido expulsado de la
sociedad como el más sin principios de los hombres. No fue un tema de consideración
por mucho tiempo, el ataque fue rechazado.
La siguiente consideración fue nuestra renuncia a la posición que teníamos en América
del Sur (Uruguay), como único medio de recuperar estas tropas. Sobre este tema se
presentaron muchas consideraciones importantes. Primero, la situación del país y la
naturaleza de nuestras instrucciones. De la información recibida por el Gobierno se
suponía que el país sería conquistado y mantenido en sujeción por 8000 efectivos, que
eran considerados como una gran fuerza. Pero la información recibida por el Gobierno
sobre este tema debe haber sido fundada en la ignorancia del verdadero estado del
país, descubrí, a mi llegada, que la resistencia que deberíamos tener que enfrentar
excedía con creces todos los cálculos; ni un solo amigo teníamos en el país, al
contrario, cada habitante estaba decidido a ejercer su fuerza individual. Sobre este
tema me baso en la experiencia de Sir S. Auchmuty, quien afirmó que se necesitaría el
doble de tropas que he mencionado para conquistar y mantener la posesión del país.
Bajo estas desventajas, desde un punto de vista militar, deberíamos advertir la
inmensa extensión de país que hay que mantener, y el constante suministro de tropas
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de Europa que sería necesario mantener a tal efecto. Los habitantes, cada vez más
exasperados, cualquier intento de mantener un pie en el país iría acompañado de la
destrucción total de toda la fuerza que quedaba en el país. Para intentar conservar
Montevideo debimos haber sacado a catorce mil habitantes; una medida
absolutamente imposible en su ejecución y una desviación del espíritu de mis
instrucciones. La Corte percibirá que las instrucciones que recibí fueron, de la manera
más contundente, para evitar cualquier opresión de los habitantes, que nos expondría
a las consecuencias de su odio. Me sentí, por lo tanto, satisfecho de que se tratara de
consideraciones de suficiente peso, tanto desde el punto de vista militar como
político, para inducirme a abandonar una posición que sólo se mantendría
deshaciéndome de los habitantes de una manera repugnante a la humanidad y el
derecho de gentes. Por otro lado, estaba ansioso por la preservación de la vida de
nuestras valientes tropas en la ciudad, y no tenía otro medio o esperanza de conseguir
su liberación que accediendo a dejar el Plata. Fue por todas estas consideraciones que
fui impulsado; y por las opiniones concurrentes del almirante y de los oficiales
generales del ejército, accedí a ceder estas ventajas y concertar este tratado con el
general español. Que era intención del enemigo destruir a los prisioneros, si se
hubiera intentado reanudar el ataque, las pruebas aportadas por varios oficiales sobre
el tema, permitían concluir con mayor probabilidad que esto sería consecuencia de tal
medida. Y estoy bien seguro de que, a partir de esa información, el Tribunal pensará
que al ejercer tal discreción no fui impulsado por ninguna opinión privada, sino que los
remito a las pruebas de Sir Samuel Auchmuty y el General Gower, quienes opinaron
que, desde el punto de vista militar, había llegado la necesidad de abandonar
Montevideo. Creo necesario señalar también, como motivo de aliciente a esta medida,
que ningún objeto de valor podría haberse obtenido ocupando un puesto militar en
ese país, en circunstancias como estábamos, y las esperanzas de quienes calculaban
sobre especulaciones mercantiles habían probado ser falacias. El fiscal luego sostuvo
que como la fortaleza no estaba confiada a su cargo personal, no podía ser
responsable de la de otro; pero como comandante en jefe del ejército y gobernador
civil, estaba investido de esa discreción, a la que como representante de su soberano
tenía derecho, para administrar y dirigir las medidas que concibiera mejor calculadas
para el bien del servicio en el que estaba empleado. La Corte recordaría que el fiscal
parecía considerar como sujeto de imputación, que la fortaleza no estaba, cuando fue
entregada, en estado de bloqueo. Solo tuvo que decir que no podía hacer referencia al
cuarto cargo como consideración militar.
Por fin he llegado a la conclusión de esta larga defensa, y ahora tengo que disculparme
por traspasar tanto la atención de la Corte. El país mira a su discreción y juicio en la
decisión de la cuestión importante, si he sido justificado en mi conducta como oficial al
escuchar los brazos de Su Majestad. Miré este juicio, y lo he mirado con larga y
dolorosa ansiedad para repeler las calumnias que tan laboriosamente se han lanzado
contra mí para confundir esas publicaciones maliciosas que han circulado
laboriosamente en mi perjuicio, cuyos autores, porque yo he tenido la desgracia de
haber respondido a unos finales privados y siniestros, cargado de sus calumnias. Pero
espero y confío en la justa investigación que mi conducta ha sido objeto de este
Honorable Tribunal, y la Defensa que he vuelto a establecer si los cargos que se me
imputan, disipará los sentimientos públicos de aborrecimiento que han despertado
estos motores y aclarará mi carácter de aquellas imputaciones de mala conducta que
se me han lanzado sin la oportunidad de reivindicar mi reputación de sus inicuos
- 277 -
efectos. Ahora sólo tengo que reclamar la indulgencia de la Corte, pidiendo su
atención a los documentos que tendré ocasión de presentarles en el curso de mi
defensa.
Este detalle fue tan extenso que, durante su lectura, el general Whitelocke fue
relevado alternativamente por el general de brigada Meade, el señor Lewis y el señor
Sewell, quienes, como amigos y parientes del general, estaban autorizados a ayudar
en el recital; El Sr. Harrison, abogado del general Whitelocke, no pudo hacerlo por la
costumbre general de la Corte. Habiendo terminado, el general Whitelocke puso en
manos del Fiscal varios documentos escritos a los que había aludido en la defensa y
que deseaba aportar como prueba.
El Juez Abogado General (fiscal) observó que, si bien estos documentos no eran
estrictamente probatorios y no debían ser recibidos estrictamente, no tenía la menor
objeción, si la Corte agitaba los suyos, a su recepción.
No habiendo pasado objeciones por parte de la Corte, se leyeron, el primero fue un
despacho privado de Sir Samuel Auchmuty al honorable William Windham, fechado en
Montevideo, 17 de febrero de 1807, en el que se dieron las circunstancias que
motivaron la toma del lugar detallado con considerable extensión; describir las
costumbres y modales de los habitantes, su modo de hacer la guerra; y luego de
detallar las grandes pérdidas sufridas por las tropas bajo su mando en el ataque, el
General da su opinión de que las tropas entonces en el país no estaban a la altura de la
tarea de retener, cualquier posición en esa parte del mundo; y que por la disposición
de los habitantes y otras causas, una fuerza de no menos de 15.000 hombres podría
conquistar o mantener ese país por un período de tiempo considerable. El siguiente
documento era también una carta de Sir Samuel Auchmuty al Sr. Windham, fechada el
6 de marzo de 1807, casi sobre el mismo tema, pero con cierta extensión al
representar el estado hostil de los habitantes de Buenos Aires y sus intentos de
averiguar su disposición hacia las fuerzas británicas, la siguiente era una carta fechada
el 26 de febrero de 1807, de Sir S. Auchmuty al comandante español, quejándose de la
violación de un pacto solemne por las fuerzas españolas hacia los británicos, etc. La
siguiente fue una carta de la Audiencia, en la que declinaba, en términos perentorios,
la injerencia del gobierno británico en el de Buenos Aires, y también una carta fechada
en Buenos Aires, el 2 de marzo de 1807, firmada por uno de los principales miembros
del gobierno español, y dirigido a Sir Samuel Auchmuty, sobre el mismo tema que el
de la Audiencia.
Luego de estas cartas se leyeron un gran número de órdenes, emitidas por el
Comandante de las fuerzas al ejército a su llegada a Montevideo, a los comandantes
de las divisiones en el orden de sus operaciones preparatorias de su embarque para
Ensenada. Las fechas eran: 8, 21, 25 de mayo, este último para la recogida de caballos
para la expedición, y la orden del 31 de mayo relativo a la disposición del equipaje
superfluo de la caballería.
A las tres de la tarde, el Tribunal levantó la sesión hasta mañana.
Trigésimo primer (31) día
Martes 15 de marzo
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Habiéndose reunido el Tribunal de conformidad con el aplazamiento, el teniente
general Whitelocke procedió en su defensa. Las órdenes generales emitidas por el
general Whitelocke con respecto al departamento del comisario general, el suministro
de provisiones, etc. y luego se leyó la restricción a las fuerzas de tomar ganado u otras
provisiones de los habitantes por medios indebidos y sin pagar una justa
indemnización.
La siguiente prueba escrita fue la orden del 2 de julio, emitida en la marcha por
sugerencia de Sir Samuel Auchmuty, y a la que se alude particularmente en su
testimonio, alentando a los hombres a cumplir con su deber con alegría y comportarse
como soldados británicos, y apelando a ellos mismos sobre la dificultad de conseguir
bebidas espirituosas en ese momento, y exhortando a los oficiales a animar a sus
hombres a cumplir con esta orden.
El teniente coronel Bourke fue llamado y examinado.
P. ¿Conoce la letra del general Gower?
R. Creo que sí. [Aquí se pusieron en manos del testigo varias cartas y papeles]
P. ¿Son estos escritos suyos?
R. Sí, creo que lo son. [Aquí se leyeron seis informes del mayor general Gower al
teniente general Whitelocke]
P. ¿Estaba usted presente, cuando el general de división Gower examinó a los guías,
antes de la carta del 2? e indique el resultado de ese examen.
R. Yo estuve presente en ese examen y el resultado fue que los guías, habiendo
expresado una gran incertidumbre en cuanto al estado del Paso Chico, el General
parecía decidido a no proceder de esa manera, sino a esforzarse por encontrar algún
punto más practicable, más arriba.
P. ¿La carta se escribió después del examen?
R. Lo fue.
P. ¿Me informó a su regreso del General Gower, el significado del examen de los guías
del General Gower?
R. Lo hice.
P ¿Se habría producido alguna separación del cuerpo de avanzada del cuerpo principal
del ejército, si el general Gower se las hubiera ingeniado para marchar por la ruta
señalada en su carta? y exponga en su opinión, ¿cuál hubiera sido la situación relativa
del avance y las principales divisiones, si hubieran continuado en la misma línea de
marcha ese día?
R. Si el general Gower hubiera continuado en la misma línea de marcha, no creo que
hubiera podido producirse ninguna separación, porque, apenas el cuerpo principal
cruzó el río Maciel, sólo tendría que cruzar estas alturas que no superaran las dos o
tres millas de ancho (3.2-4.8 kms); y si el cuerpo del general Gower se hubiera
- 279 -
mantenido a lo largo de esas alturas, el cuerpo principal lo habría seguido a corta
distancia en su retaguardia.
P. ¿Su respuesta se aplica al terreno elevado mencionado en la carta?
R. Lo hace; se aplica al terreno elevado sobre el riachuelo.
P. ¿No habrían cruzado en ese caso el cuerpo de avance y la división principal del
ejército por el mismo vado?
R. Habrían estado en la misma línea de marcha; y si la ruta de marcha hubiera sido la
misma; deberían haber cruzado por el mismo vado.
P. ¿No me informó la circunstancia de ver al General Gower moverse en una dirección
de nosotros, antes de que yo cruzara el Río Maciel?
R. No lo hice; Creí haber visto al teniente coronel Torrens señalándolo.
P. ¿Incluso entonces suponía que se produciría alguna separación?
R. No lo hice, porque al mencionar la circunstancia al guía, me informó que cuando
hubiéramos cruzado el río Maciel, debíamos movernos también en la misma dirección.
P. Por su conocimiento del país en el que íbamos a actuar y del enemigo al que nos
opusimos, ¿pensó que habría sido conveniente aumentar la caballería a expensas de la
infantería?
R. Teniendo en cuenta el servicio en el que nos iban a emplear y el tipo de caballería
que podríamos haber conseguido, no creo que hubiera sido, de ninguna manera,
conveniente.
P. ¿Le di alguna vez alguna orden para informar al señor Bullock, el comisario general,
que el desembarco se realizaría a cinco o seis millas (8-9.6 kms) de Buenos Aires? ¿Y
alguna vez le informo a ese efecto?
R. Nunca recibí órdenes de informar al Sr. Bullock del lugar de desembarco, ni de hacer
ningún arreglo con él en relación con la expedición contra Buenos Aires, excepto el
transporte de mapas y cartas. Ciertamente, nunca le dije al Sr. Bullock que el
desembarco se realizaría dentro de las cinco o seis millas (8-9.6 kms) de Buenos Aires,
recuerdo haberle dicho al Sr. Bullock que tendría lugar dentro de las cuatro o cinco
millas (6.4-8 kms) de una aldea a la que le recomendé que fuera. Le recomendé que
destaque a algunos gauchos para apoderarse de cualquier ganado que allí pudiera
encontrarse; Aparte de esto, no recuerdo haber tenido ninguna comunicación con el
señor Bullock en relación con la expedición contra Buenos Aires anterior al
desembarco.
P. ¿Le informó alguna vez al Sr. Bullock que las tropas británicas estarían en posesión
de Buenos Aires tres días después de su desembarco?
R. En lo mejor de mi creencia, no lo hice.
P. ¿Alguna vez dijo, en su opinión, que el ejército volvería a embarcar inmediatamente
después del desembarco?
R. Indudablemente que no.
- 280 -
P. Siendo mi intención de desembarcar provisiones para tres días, y tomar provisiones
para tres días más de la marina en el puesto de la Reducción, ¿imaginaba que
cualquier otro arreglo previo, con el comisario general era necesario para el éxito de la
expedición además a los que ya se expidieron en Montevideo, y a la orden posterior
de embarcar mulas y carretas?
R. No pensé que fuera necesario ningún otro arreglo para llevar a cabo esta intención.
P. ¿No hubo gauchos con la división avanzada del ejército, y no tuvieron éxito en
conseguir ganado? e indique sus conocimientos sobre ese tema.
R. En la mañana del 1 de julio, cuando el grueso del ejército se unió al cuerpo de
avanzada, vi una manada de bueyes, que entendí que habían sido apresados por los
gauchos adscritos a esa división.
P. ¿De quién entendió eso?
R. No puedo decir exactamente; pero vi a los bueyes.
P. ¿Alguna vez escuchó que el ejército sufrió algún inconveniente real por falta de
provisiones?
R. No lo hice.
P. El momento en que recibí la carta del General Liniers no parece haber sido tratado
de manera justa. ¿A qué hora de la mañana del día 6 fue enviado por mí al Corral
como consecuencia de recibir una carta del general Liniers?
R. Aproximadamente a las siete y media en punto.
Fiscal - "No tengo ninguna pregunta que hacerle a este testigo, pero hay una que la
Corte desea que tenga respuesta".
P. ¿Entendió por la carta del general Gower, y comprendió en el momento en que se la
entregó al general Whitelocke, que el general Gower no intentaría cruzar el río por el
vado Chico?
R. Comprendí en ese momento, por la conversación que pasó entre el general Gower y
los guías, que no pretendía pasar por el paso Chico; y, a mi leal saber y entender,
informé de esa circunstancia, y casi toda la conversación, al general Whitelocke.
P. ¿Fue a consecuencia de un informe del general Gower que el cuerpo principal del
ejército consideró necesario alterar la dirección de su marcha el 2 de julio?
R. No puedo decir si fue a consecuencia de ese informe que la ruta fue tan alterada.
P. ¿Qué ventaja obtuvo el cuerpo principal al desviarse de la ruta del cuerpo
avanzado?
R. Acortó considerablemente la distancia, moviéndose con miras a pasar el río más
arriba desde el paso Chico; al menos, tal era la expectativa que se formó a partir del
relato del guía.
P. ¿Entiende por la comunicación que tuvo con el general Gower la mañana del 2 de
julio que su intención era no intentar cruzar el río por el paso Chico?
- 281 -
R. Por la comunicación con los guías, ciertamente lo hice; pero no recuerdo haberle
oído decirlo expresamente.
P. ¿Le dijo que esa era su opinión al general Whitelocke?
R. Creo que lo hice.
P. ¿Consideró que no era la intención del general Gower pasar por el paso Chico, en
todo caso, incluso si después se le informara que era factible?
R. De ninguna manera pensé que su razón para no marchar por el paso Chico se
debiera a las aprensiones expresadas por el guía de que pudiera resultar
impracticable.
Fiscal - "El general Whitelocke presenta una carta de Sir Adam Williamson, a la que,
aunque de ninguna manera es prueba legal, no hago objeciones si el tribunal
considera conveniente permitirlo".
Se leyó una carta de Sir Adam Williamson al Sr. Dundas, fechada en la Casa de
Gobierno de Jamaica, el 2 de marzo de 1794, en la que se advertía la correcta
disposición hecha por el general Whitelocke, entonces teniente coronel, de sus tropas
en el ataque a Porte-ou-Prince; su avance a la cabeza de sus hombres, y capturando
dos cañones, y expulsando al enemigo de sus obras. También se produjo otra carta en
el mismo sentido, dando testimonio de la buena conducta y valentía del general
Whitelocke en esa ocasión. Otras dos cartas del mayor general Spencer al general
Whitelocke, en 1794, sobre un tema similar y expresando la aprobación y
agradecimiento de su majestad por la conducta del general.
Fiscal. Debo declarar a la Corte, que estas cartas, estrictamente hablando, no son una
prueba legal; pero por la manera en que he conducido este proceso, no pretendo
objetarlos.
El General White fue llamado, jurado y examinado.
P. ¿Cuánto tiempo hace que conoce al general Whitelocke?
R. Más de 30 años.
P. ¿Cuándo y en qué ocasión comenzó su amistad?
R. El difunto lord Grey me ordenó que bajara con un refuerzo de Martinica, de la cual
yo tenía el mando, a la isla de Santo Domingo, cuando conocí al general Whitelocke.
P. ¿Cuál fue la primera operación militar en la que participé bajo su mando?
R. Contra Porte-ou-Prince.
P. Exprese su opinión sobre mi conducta y carácter como oficial, mientras estaba bajo
su mando.
R. Cuando tuve el mando en Porte-ou-Prince, el general Whitelocke fue empleado
como general de estado mayor del ejército, sin sueldo ni emolumento, en cuya
capacidad actuó condicionalmente, para liderar una de las columnas principales contra
esa fortaleza, lo que hizo con la mayor galantería.
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General Whitelocke. Aquí cierro mi defensa, y me quedo perfectamente satisfecho de
que esta Corte está por encima de los prejuicios que han circulado en mi contra; y sea
cual sea el juicio de esta honorable Corte, sé que estará guiado por la imparcialidad.
Me someteré con alegría y confiaré mi honor y mi carácter en sus manos.
Fiscal - Presidente y Oficiales Generales de esta Corte, A la declaración sin precedentes
del general Whitelocke en su defensa, tengo poca respuesta que dar, no estoy
deseando debilitar ninguna parte de ella. Tampoco me presiona ningún sentimiento
de ansiedad por ninguna de las observaciones que tengo que ofrecer, ni ninguna
dificultad para presentarles el tema. Todavía está fresco en su recuerdo; y
cualesquiera que sean las dificultades que de otro modo pueda experimentar, estos
cargos, sean los que sean, no son tocados por ninguna prueba por parte de la defensa.
Pero antes de llegar a hacer cualquier observación sobre ellos, debo tomar nota de
algunas animadversiones muy incondicionales en la apertura de la defensa del general
Whitelocke, en la que se queja de mi conducta en esta acusación, y por lo que soy
llamado, netamente en mi propia reivindicación, pero por parte de la Corte, quienes
están obligados en el deber, no sólo a hacer valer su propia dignidad, sino por parte
del ejército y de todo oficial que en lo sucesivo pueda ser llamado a responder en
circunstancias similares.
Al abrir estos cargos, expuse los motivos que indujeron a los ministros de su majestad
a iniciar este proceso. La conducción de la acusación recayó sobre mí, que desconozco
por completo las operaciones militares; y en lugar de esforzarme por inflamar
cualquier prejuicio popular contra el general Whitelocke, como se me ha atribuido,
por el contrario, debo pedir permiso para decir que me desvié innecesariamente para
desear que la Corte no se desvíe por cualquier informe, pero mire las pruebas, y sólo
las pruebas, y dejo que el Tribunal juzgue hasta qué punto mi conducta ha justificado
tales animadversiones. El siguiente punto del que se queja es la manera de conducir la
acusación, al llamar la prueba en forma narrativa, por la cual dice que se admitieron
muchas pruebas ilegales, la Corte sentirá lo necesario que fue que todos los testigos
debían ser llamados a declarar, todos conocían las transacciones, a fin de que la Corte
estuviera más capacitada para formarse su juicio. Si se ha infiltrado alguna prueba
ilegal, no fue por falta de la mayor precaución de mi parte; tampoco tengo
conocimiento, salvo en un caso, de que hubo admitidos que, en sentido estricto,
pueden ser llamados ilegales. Me refiero a la conversación entre el teniente coronel
Duff y el mayor Ironmonger; y tenía la intención de llamar al Mayor Ironmonger, pero
como la conversación no se refería a ninguna parte de esos cargos, el Tribunal lo
consideró innecesario. Excepto en este caso, estoy seguro de que no hubo una
cuestión que el Tribunal no haya determinado estrictamente legal.
El general Whitelocke dice entonces que, como consecuencia de mi realización de este
proceso, se le ha privado de mi asistencia. No sé cómo puede entender eso. No
conozco ninguna ayuda que pudiera haberle prestado y que él no tuvo todas las
oportunidades de aprovechar todas las preguntas que me hicieron y me encargué de
plasmarlas en forma legal; y el hábil consejo que ha tenido profesionalmente y, por lo
demás, debe haber prestado cualquier ayuda que yo pudiera ofrecer
innecesariamente. Luego se queja de que los cargos fueron alterados, es bien sabido
que los cargos en estos casos no se hacen públicos hasta que se firma la orden del Rey
para la celebración de la Corte Marcial; y cuando envié originalmente una copia de los
cargos al general Whitelocke, antes de que se emitiera la orden, expresé claramente
que era posible y probable que se hicieran algunas modificaciones.
- 283 -
Llego ahora a un punto que me obliga a aludir a circunstancias a las que no me referí
en el curso de este procedimiento. El general Whitelocke ha declarado que el modo de
examen se adoptó con el fin de recopilar pruebas para formar esta investigación en
asuntos de cargos más graves, de ser así, no merezco más tiempo para sostener esta
situación. Al principio no sabía a qué aludía esto; pero ahora le diré a la Corte cuáles
fueron las circunstancias. Sucedió que cuando entré en este negocio encontré entre
las acusaciones una de mala conducta ante el enemigo; Me refiero a una acusación de
cobardía; Luego declaré, como lo he hecho desde entonces ante el Tribunal, que los
despachos del general Whitelocke fueron abundantemente suficientes para justificar
estos cargos que han sido investigados; pero en ese momento me tomé la libertad de
declarar que no podía pensar en semejante acusación, a menos que hubiera pruebas
que la apoyaran plenamente. Sentí que, por mucho que los otros cargos lo
deshonraran como oficial, no podían hacerlo como hombre, sino como tal y un cargo
como este, que debe degradarlo en la sociedad, ya sea probado o no, nunca se
olvidará y debe dañarlo para siempre, pensé que no debería presentarse sin la certeza
de la convicción. En estas circunstancias lo sometí a la consideración de todos los
miembros del Consejo de Su Majestad; pero como podría parecer incorrecto, si
hubiera motivos justos para tal acusación, no presentarla, decidí a regañadientes ver a
algunos de los oficiales del estado mayor del general Whitelocke, con miras a
averiguar este punto; no, como ha dicho, para reunir pruebas para convertir los
clamores populares en hechos. No necesito informar al Tribunal que el resultado de
estas investigaciones fue que no me pareció un motivo por el cual pudiera haberle
dicho al Tribunal que existía un fundamento para este cargo. Por lo tanto, dejo al
Tribunal que diga cuál fue la causa de la denuncia contra mí sobre este tema. No es un
sentimiento personal hacia mí mismo, sino una consideración por los sentimientos de
los demás, lo que me ha inducido a hacer estas observaciones.
También hay otro punto que es necesario que observe. El general Whitelocke se queja
de la dura conducta que ha recibido de mí y de que incluso lo he perseguido hasta sus
momentos más privados, pidiéndole a su secretario que revele todas las
conversaciones que habían tenido lugar entre ellos. La única respuesta que daré a esta
acusación es la más directa e inequívoca negación del hecho; y ahora leeré del acta lo
que pasó en esa ocasión, y del cual la Corte sacará sus propias conclusiones.
Aquí el Fiscal leyó del acta parte de la prueba del Teniente Coronel Torrens, donde fue
interrogado con respecto a la conversación que había mantenido con el General.
Lamento enormemente que haya sucedido que, como consecuencia de no tener
ningún conocimiento previo de operaciones militares, me vea en la necesidad de
entrar en un detalle tan amplio de las circunstancias y hechos relacionados con estos
cargos; pero tengo la satisfacción de saber que todos ustedes son dueños del caso y
pueden corregir cualquier defecto y suplir cualquier deficiencia mía.
Ahora puedo pasar a la primera parte de la acusación, a saber, la entrega de los
funcionarios civiles como prisioneros de guerra, que no es así; relacionarse con
cualquier operación militar; y sobre esto debo observar, que en todos los tratados que
alguna vez se han hecho, no se encuentra un solo caso, ni el General Whitelocke ha
presentado un solo caso para justificarse en esta medida. Esta acusación imputa al
general Whitelocke, que en lugar de proclamar y mantener unos términos de
capitulación tan preferibles al gobierno español, que podrían inducir entonces a no
- 284 -
oponerse al ejército británico, hizo por el contrario lo que tendía a herir el sentimiento
de todos los habitantes, pidiéndoles que entreguen a sus magistrados a la discreción
del conquistador. Las mismas personas a las que los habitantes miraban como sus
protectores, para ser entregados a la disciplina militar, aunque sus instrucciones eran
conciliarlos y vincularlos al gobierno británico.
En su despacho privado, el general Whitelocke ha expuesto sus razones para
abandonar el bombardeo de la ciudad y arriesgar ese plan desafortunado que formó la
segunda carga contra él, si el bombardeo de la ciudad fue correcto o incorrecto, no es
ahora la cuestión; dice que abandonó el bombardeo porque irritaba a la gente;
seguramente la demanda que hizo para la entrega de los funcionarios civiles, era más
probable que excitara la irritación y la rabia de la gente. Corresponderá a la Corte decir
si creen que fue correcto que Colonia, el único bastión fuerte, fuera abandonada y
desmantelada, aunque pudo haber sido mantenida por una fuerza muy pequeña.
Pero esto no fue de tanta importancia, si lo comparamos con los puntos a los que se
aplican los dos siguientes cargos, no tomaré inútilmente su tiempo, sino que me
ajustaré a las circunstancias de la marcha, que consideraré desde el momento en que
el ejército llegó a la Reducción, hasta su llegada al Corral. Parece que el cuerpo de
avanzada, avanzó el día 2 y derrotó al enemigo, que el cuerpo principal marchó el día 2
y, después de marchar sólo siete millas (11 kms), se detuvo, aunque parecía que las
tropas podían seguir avanzando, que se escuchó un cañoneo, y no se tomaron medios
para averiguar la causa o de dónde procedía, y nunca se volvió a oír, que la retaguardia
al mando del teniente coronel Mahon llegó a Reducción, que allí se abrió una
comunicación con la marina y que no recibió más órdenes hasta el día 6, que se
suministró suficiente artillería, y que no hubo demoras considerables por ese motivo;
que los hombres, que componían el cuerpo principal, eran más capaces de marchar
que el avance, que si hubieran avanzado al pueblo el día 2, por el testimonio positivo
del general Gower y del general Craufurd, habría sido capturado por la manera de la
entrada de las tropas por el poniente de la villa, que por el enemigo fue inesperado y
desprotegido.
Parece que las tropas que componían el avance estaban agotadas y, sin embargo, se
les ordenó marchar hacia el riachuelo. La Corte considerará qué precauciones se
tomaron para apoyar ese cuerpo, en primer lugar, los guías no fueron confrontados. El
coronel Bourke fue enviado al general Gower con una orden de continuar, y a su
regreso se encontró con el general Whitelocke ante el cuerpo principal, y no se dio
ninguna orden para la marcha. El coronel Torrens trajo una orden para que el 87°
avanzara y se uniera al cuerpo de avanzada, y mientras estaba ausente, se dio otra
orden para que todos avanzaran. La Corte recordará que durante este período, los
cuerpos de avanzada estuvieron a tres millas (4.8 kms) al frente de Reducción, y no se
tomaron entonces precauciones para apoyarlos; y considerará si fue apropiado
aprovechar la oportunidad de exponer tal fuerza al enemigo, sin tomar todos los
medios para apoyarla. La Corte percibirá que luego de una marcha de sólo siete millas
(11 kms), el cuerpo principal se detuvo y no se mantuvo comunicación durante el resto
de la marcha; y que el general Gower, por órdenes positivas del general Whitelocke,
envió una citación a la ciudad.
Paso ahora a los otros hechos que se aplican al plan. No me atreveré a ofrecer una
sola observación sobre la idoneidad de ese plan; pero dejará a la Corte decidir sobre
sus méritos y deméritos. Parece que el general Whitelocke recibió información del Sr.
- 285 -
White sobre los medios de defensa del enemigo, información que resultó correcta;
que el plan se resolvió sin que se hubiera realizado ningún reconocimiento; que el
general Whitelocke no había ordenado ni insinuado de ningún otro modo la posición
que iba a ocupar; que no se fijó lugar para retirarse en caso de falla; que no consultó la
naturaleza y situación de la ciudad antes de que se emitieran las órdenes de ataque,
aunque uno de sus oficiales superiores conocía perfectamente la ciudad y sus
alrededores y podría haber sido consultado; que los cañoneros podrían haber ayudado
en el ataque y abrir fuego contra la ciudad; que se efectuó una comunicación con la
Marina desde la Recoleta; que en el Corral había provisiones suficientes para cuatro o
cinco días; pero se envió un único mensajero al coronel Mahon para que esperara en
el puente nuevas órdenes; que nunca se hizo ningún reconocimiento del puente; y que
como consecuencia de esta separación, el ejército perdió la asistencia de 1.800
hombres.
Con respecto a la última parte del tercer cargo, parece que la Plaza de los Toros fue
tomada por Sir Samuel Auchmuty a las nueve, con prisioneros y una cantidad de
municiones; que el general Lumley no tenía ninguna posibilidad de éxito a las diez y, al
no tener comunicación con el general, se vio obligado a retirarse y reunirse con sir
Samuel Auchmuty; que la 88° y la brigada ligera al mando del general Craufurd y el
coronel Pack se vieron obligadas a rendirse por falta de nuevas órdenes; que la 38° y
las otras partes de la brigada ligera también se vieron obligadas a rendirse por la
misma causa. El general Whitelocke en su defensa, imputa las desgracias de estas
brigadas a que no obedecieron sus órdenes, pero debo llamar a la memoria de la Corte
la situación de esas brigadas. La Corte recordará que se les ordenó ocupar las casas de
la izquierda donde no había enemigo con quien enfrentarse; que no se habían tomado
medios para comunicarles nuevas órdenes, de las que, según la propia descripción del
general Whitelocke, dependían todas las operaciones posteriores. Que estos oficiales
se quedaran sin apoyo después de la galantería que habían desplegado, es una
circunstancia que siempre debemos lamentar.
El siguiente punto que ha tomado nota el general Whitelocke en su defensa, es una
acusación contra esa columna que se rindió, pero parece que la posesión de la iglesia
de Santo Domingo, fue el movimiento más juicioso que se pudo haber hecho, con
respecto a la otra columna al mando del teniente coronel Guard, que llegó a la
Residencia hacia las siete de la mañana, parece que se pudo haber abierto una
comunicación con el río, y que no hubo impedimento material para una comunicación
con la reserva, y sin embargo no se intentó ninguna comunicación hasta la una del día
siguiente.
Llego ahora a un punto en el que era fundamentalmente necesario que el general
Whitelocke se justificara. No pretendo afirmar que un comandante en jefe deba
exponer su vida al peligro en todas las ocasiones, porque eso sería una interpretación
absurda de su deber; pero debo sostener que hay ocasiones, y corresponde al Tribunal
juzgar si ésta fue una de ellas en que el esfuerzo personal del Comandante en Jefe no
sólo se requiere, sino que se convierte en parte indispensable de su deber. Eso sería
poco delicado por mi parte aludir a alguno de los miembros de esta Corte, cuyos
esfuerzos personales han sido tan efectivos para el bienestar del país; pero se lo
advertiré a un noble comandante, un miembro tardío de esta Corte, que con esfuerzo
personal venció todos los obstáculos y ha asegurado en su memoria un renombre
- 286 -
eterno. Pero en el presente caso parece que el general Whitelocke, durante todo el día
5, permaneció inmóvil en el Corral, desde las seis de la mañana hasta el anochecer,
con la excepción de media hora cuando se retiró a la casa de White; una situación
desde la que no se veían más que los techos de las casas. Que los cañones y disparos
de mosquete comenzaron poco después de la marcha de las tropas, con más o menos
violencia; que se cortó toda comunicación entre las columnas; que le informaron a las
once, que los fusileros se distinguían en lo alto de una iglesia; que la bandera del rey
ondeaba en otra parte de la ciudad, y en todas estas circunstancias, no se intentó
sostener las diferentes columnas del ejército. Parecía que podría haber cambiado de
puesto con ventaja durante el día, pero el general Whitelocke no parecía haber
intentado ningún esfuerzo personal.
El siguiente punto al que me refiero es sobre el último cargo. El general Whitelocke ha
mencionado que el tratado se firmó en cumplimiento de una instrucción civil y no
militar. Por lo tanto, es una cuestión para la Corte, si no es en conjunto una autoridad
de carácter militar, que le confiere la facultad de actuar como gobernador civil y como
Comandante en Jefe, hasta que se conozca mejor el placer de Su Majestad. El general
Whitelocke sostiene además que no es responsable de la rendición de Montevideo
sobre la base de que no estaba personalmente presente en esa fortaleza cuando fue
entregada. El Tribunal considerará cuáles son las pruebas sobre las que se basa este
cargo; y me siento llamado a contradecir la opinión de un oficial muy valiente y
experimentado sobre ese tema, Sir Samuel Auchmuty.
El fiscal leyó esa parte de la evidencia de Sir Samuel Auchmuty sobre este punto.
La Corte sabe que en este momento el ejército se encontraba dentro del arrabal de
Buenos Aires; y no puedo concebir por qué las tropas deberían estar sin cobertura,
donde podrían ocupar los edificios adyacentes. También se dice que la tropa estaba
fatigada, pero recordará la Corte, que en la Plaza de los toros había gran parte de ella;
que las tropas, que formaban la reserva al mando del general Whitelocke, y las de la
Residencia no habían sido empleadas; que la brigada del coronel Mahón había
marchado sólo una pequeña distancia entre el 2 y el 5, y que las tropas
comprometidas no tenían confianza. El general Whitelocke ha afirmado que la falta de
confianza era atribuible a lo ocurrido el 6 de julio; pero cualquiera que sea la razón
atribuida, corresponde a la Corte decidir sobre el hecho. Se desprende del testimonio
del Capitán Squires y del Capitán Fraser, que en la Plaza de los Toros no sólo se
tomaron treinta piezas de cañón y seiscientos barriles de pólvora; que el capitán
Fraser se comprometió a tener treinta piezas de artillería listas para la mañana
siguiente, para disparar a la ciudad; y también que la artillería pudo haber sido
desembarcada y además encontrará que el general Craufurd estuvo de acuerdo en su
opinión, que no se podría haber elegido un lugar más apropiado para erigir baterías
contra la ciudad; el Tribunal juzgará si el general Whitelocke estaba justificado al
renunciar a todas estas ventajas. El abandono de Montevideo no puede ser defendido,
salvo por motivos de absoluta necesidad, que hubieran podido surgir circunstancias
que obligaran a tal abandono, pero esas circunstancias quedan aún por probarse.
Otra parte de la defensa que ha establecido, y que no puedo pasar por alto sin
observación, es el gran énfasis que ha puesto sobre la seguridad de los prisioneros y la
- 287 -
hostilidad del enemigo hacia ellos. No voy a cuestionar ahora si ese fue el motivo real,
pero estoy dispuesto a admitir que él pensaba que sí; pero esto debe someterse a la
Corte, que debe distinguir si proporciona o no un precedente, más malicioso en su
tendencia a casos futuros, y qué tentación presentaría al enemigo para resistir
perseverantemente. Le doy todo el crédito al general Whitelocke por los motivos de
humanidad; pero si una vez se ha de admitir un abandono de las leyes que hasta ahora
han guiado las operaciones de los ejércitos, los principios de esas leyes se subvierten y
la seguridad de los futuros prisioneros puede verse en peligro o destruida. Si en lugar
de someterse al general Liniers se le hubiera dado a entender, que si se tocaba un
cabello de la cabeza de los prisioneros, el general español, su ejército y los habitantes,
debían responder con sus vidas, y él debía ser tratado, no como un general, sino como
el líder de unos bandidos; Una respuesta como ésta habría asegurado la seguridad de
los prisioneros y evitado la desagradable capitulación. Confío en que haya una sola
opinión sobre este tema, y siento que es mi deber protestar contra esta nueva
doctrina de las leyes de la humanidad. Si el tribunal opina que el general Whitelocke
no tiene la culpa de las operaciones de esta ley, entonces usted deberá considerar que
el valiente ejército, tan merecedor de un mejor destino, se vio obligado a comprar su
seguridad con un sacrificio tan deplorable de su honor.
El general Whitelocke leyó a la Corte un documento explicativo de sus observaciones
sobre la conducta del fiscal; y en el que aseguró a la Corte que no pretendía arrojar
sobre él reflexiones indebidas.
Hacia las dos de la tarde, finalmente clausurada la acusación y la defensa, y excluidos
los extraños, el Juzgado se reunió hasta cerca de las tres, cuando se suspendió la
sesión hasta el día siguiente.
La Corte permaneció sentada durante algunas horas al día siguiente, cuando se
entiende que llegó a su determinación final sobre el informe que se hará a Su
Majestad a través del fiscal.
La decisión final se dará a conocer en la Gaceta.
- 288 -
Apéndice
Índex de los documentos legales presentados a la corte
N° I:
Copia de instrucciones militares al teniente general Whitelocke.
Horse Guards, 7 de febrero. 1807.
Señor.
Su majestad se ha complacido graciosamente en nombrarlo al mando de sus
fuerzas empleadas en la reducción de los asentamientos españoles en Buenos
Aires, debo desear que esté complacido de proceder con la menor demora
posible a su destino, y utilizar sus mejores esfuerzos para llevar a efecto las
instrucciones que le proporcionen los ministros de su majestad.
La fuerza que su majestad se ha complacido en poner bajo su mando
inmediato, consiste en lo siguiente, a saber.
Tropa
El 1° batallón del 89° regimiento se embarcó en Portsmouth y le acompañará a
su destino - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 753
1 batallón – regimiento 38° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 811
1 batallón – regimiento 47° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 685
1 batallón – regimiento 40° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 1000
1 batallón – regimiento 89° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 801
1 destacamento – regimiento 54° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 109
8 compañías – regimiento 95° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 230
Regimiento de dragones ligeros 17° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 628
Regimiento de dragones ligeros 9° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 532
1 Destacamento – regimiento 20° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -191
1 destacamento – regimiento 21° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 140
5974
Se supone que toda la fuerza anterior está en este momento en el río de la
Plata.
El personal que Su Majestad ha tenido el agrado de nombrar para esta fuerza,
está compuesto por los oficiales mencionados a continuación, a saber.
El mayor general L. Gower, que partirá en el mismo convoy que usted.
General de brigada Achland, que partirá en el mismo convoy que usted.
Sir Samuel Auchmuty, ahora con la fuerza en el Rio de la Plata.
General de brigada Lumley, ahora con la fuerza en el Rio de la Plata.
1er ayudante general adjunto - teniente coronel de brigada Bradford.
1er general adjunto de cuartel general - teniente coronel de brigada Bourke.
2do ayudante adjunto general - capitán Blake del 15° de a pie.
2do asistente general de cuartel general - capitán Patrick del 57° de a pie.
1 delegado jefe de sueldos general - Sr. Badcock.
1 delegado jefe de sueldo general, comisario de cuentas - Sr. Bisset.
1 delegado jefe de sueldo general, comisario de provisiones y provisiones - Sr.
Conch.
- 289 -
Personal hospitalario
1 inspector de hospitales - Dr. Gordon.
1 adjunto de hospitales - G. R. Redmond.
1 médico de las fuerzas - Dr. C. Tice.
2 cirujanos para las fuerzas - J. Kidd y T. Bury
1 boticario a las fuerzas - T. C. Price.
1 proveedor adjunto - William James.
4 compañeros de hospital: John Dove, J. Paterson, J. White y J. Luby.
Su personal consta, como de costumbre, de un secretario militar y dos aids-ducamp.
Transmitirá los informes mensuales de las tropas bajo su mando al secretario
de guerra y al ayudante general para mi información. Y se adherirá
estrictamente a las normas de Su Majestad en cuanto a sueldos, vestimenta y
nombramientos de las tropas. Y su especial atención debe dirigirse
necesariamente a su disciplina, y a la economía interior de los diferentes
cuerpos, que es tan esencial no solo para la comodidad del soldado sino para la
preservación de su salud, bajo cada cambio de clima al que se enfrenta puede
estar expuesto. En el rubro de sueldo, tengo que dirigir su atención a las
instrucciones del jefe de sueldo general a su adjunto, respetando los paros
habituales que se deducen del sueldo de los varios oficiales de Estado Mayor, y
a los que está obligado a dar la mayor puntualidad y atención.
En todos los temas relacionados con su mando, le complacerá comunicarse
conmigo; y me comunicará periódicamente todas las transacciones militares en
las que pueda estar involucrado, informándome de todas las vacantes que se
produzcan en las tropas bajo su mando. Y como Su Majestad no ha visto
apropiado conferirle la facultad de nombrar comisiones, le complacerá
recomendarme a los oficiales que le parezcan más merecedores de ascenso,
indicando las razones especiales por las que tales recomendaciones no son
habituales en el canal de antigüedad.
Como todos los regimientos bajo su mando cuentan con segundos batallones
adscritos a ellos y que permanecen en este país, es necesario que le informe que
el primer batallón bajo sus órdenes está compuesto exclusivamente por los
oficiales superiores de sus respectivas filas; las vacantes que puedan producirse
allí, por ascenso o baja, deberán ser suplidas inevitablemente por oficiales de
los segundos batallones, a quienes inmediatamente se les ordenará que se
incorporen a tales vacantes que se me comuniquen.
Se le otorgarán los poderes habituales de los consejos de guerra generales, bajo
las restricciones que se considere oportuno determinar. Sobre este tema, debo
observar que, como han surgido grandes inconvenientes para el servicio por
parte de los oficiales que comandaban en varias estaciones extranjeras,
habiendo permitido que los prisioneros regresaran a Europa antes de que se
presentaran al rey los procedimientos y la opinión de la corte marcial, Tengo
que desear que, en todos los casos en que cualquier persona pueda ser juzgada
por una corte marcial, y donde sus poderes no sean suficientes para permitirle
- 290 -
decidir finalmente sobre los procedimientos, la opinión y la sentencia del
tribunal, No permita que el prisionero regrese a Europa, hasta que las órdenes
de Su Majestad le hayan sido debidamente comunicadas a través del canal
adecuado para tal fin.
Si tiene ocasión de recomendar a algún caballero para un alférez, le complacerá
comunicar su dirección, a fin de que, si su majestad se complace en confirmar la
recomendación, se le indique que se una al cuerpo inmediatamente después de
su nombramiento.
En todos los casos en los que puedan surgir dudas, y cualquier oferta de
oportunidad, por la que desee obtener instrucciones adicionales y más
especiales, siempre me encontrará listo para atender y hacer efectivas sus
representaciones.
Soy, señor, suyo.
Para el teniente general Whitelocke, comandante en jefe.
N° II:
Copia de instrucciones adicionales al teniente general whitelocke.
Horse Guards, 24 de febrero 1807.
Como es probable que, por las instrucciones que le han dado los ministros de su
majestad, le resulte conveniente levantar una fuerza colonial, debo desear que
las mismas se lleven a cabo sobre los mismos principios que se observan en el
establecimiento del cuerpo colonial en la otra de las posesiones de su majestad,
a saber el regimiento consistirá en un establecimiento lo más alto posible, que
no exceda de 1000 hombres; cuanto mayor sea el establecimiento y la eficacia,
más económico para el público.
Los oficiales deben estar compuestos por un tercio de cada rango británico, el
coronel también debe ser británico.
En la nominación de estos oficiales británicos, por supuesto, se regirá por una
atención a los méritos de los que están bajo su mando, observando, sin
embargo, que sus nombramientos sólo pueden ser provisionales, hasta que se
conozca y cumpla su voluntad debidamente comunicado a usted.
Debo observar aquí que, como se han encontrado grandes inconvenientes por
parte de los oficiales generales que se han encargado [sin duda de una opinión
equivocada en beneficio del servicio] de nombrar oficiales para servir en un
rango superior al que tienen con derecho a la comisión de su majestad, y en
particular al grado de general de brigada, debo desear que, en los casos
posibles, sea necesario que usted designe a un oficial con grado de coronel al
mando de una brigada, que a dicho oficial no se le debe permitir bajo ningún
concepto asumir un rango superior al que le confiere la comisión de su
majestad, ni percibir emolumentos superiores a los que dicha comisión le
otorga.
- 291 -
También tengo que desear que, en los casos en los que pueda encontrar
necesario permitir que un oficial regrese a Europa con el fin de obtener el
consentimiento de Su Majestad para la disposición de su comisión, se encargue
de familiarizarlo con él, que no se podrá pagar ningún dinero por la compra de
dicha comisión hasta después de que yo haya obtenido debidamente la
aprobación de Su Majestad, cuando el precio regulado le será pagado por su
sucesor, en la forma señalada por el reglamento de Su Majestad; y tendrá
derecho a recibir su subsistencia hasta el día en que Su Majestad tenga el
agrado de recibir su dimisión.
Además, tengo que comunicarle que en el caso de una unión con usted del
cuerpo bajo el mando del general de brigada Craufurd, cuya fuerza y personal
se menciona en el margen. Por supuesto, el personal dejará de actuar en su
respectiva situación de personal, hasta que ese cuerpo vuelva a ser empleado
en un servicio separado; el bastón nombrado en sus instrucciones, es el que Su
Majestad ha designado especialmente para toda la fuerza bajo su mando.
Sobre el tema de las cortes marciales, tengo que informarle que tantos oficiales
generales por los mejores motivos se han encargado de conmutar las penas de
la pena capital por transporte por un período de años, o de por vida, cuando se
determina, que tal poder no es delegado por Su Majestad, y por lo tanto que
todo el proceso puede resultar nugatorio, por lo tanto, debo llamar su atención
particular sobre los poderes que le otorga la orden de Su Majestad sobre este
tema, para evitar que caiga inadvertidamente en la irregularidad antes
mencionada.
Frederick, comandante en jefe.
N° III:
Instrucciones secretas del Secretario de Estado al Teniente General Whitelocke,
firmado Howick, en ausencia del Sr. Windham.
(Copia)
(Secreto)
Calle Downing, 5 de marzo de 1807.
SeñorHabiéndose considerado aconsejable que un oficial de alto rango, así como con
talentos y juicio aprobados, sea enviado para tomar el mando de las fuerzas de
Su Majestad que están empleadas en este momento, o que probablemente
pronto serán empleadas en la provincia sureña de América del sur, debo
informarle que Su Majestad se ha complacido gentilmente en elegirlo para ese
propósito, y debe repararse inmediatamente en un barco ya provisto para su
transporte al sur del Río de la Plata; para tomar dicho comando.
Las fuerzas que probablemente encontrará a su llegada son las enviadas desde
el Cabo bajo el mando del teniente coronel Backhouse, y las que partieron de
- 292 -
este país bajo el mando del general de brigada Sir Samuel Auchmuty,
compuesto por el cuerpo nombrado en el margen, y asciende a un total de 5338
hombres. Pero a estos probablemente se agregará, ya sea para el momento de
su llegada o poco después, la fuerza bajo el mando del general de brigada
Craufurd, que consiste en el cuerpo nombrado de la misma manera en el
margen y que asciende a 4212 hombres.
Regimiento N° 9 de dragones - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 632
Regimiento N° 17 de dragones - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 628
Regimiento N° 20 de dragones (destacamento) - - - - - - - - - - - - - -191
Regimiento N° 21 de dragones - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 140
Artillería real - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -117
Regimiento N° 38 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 811
Regimiento N° 40 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -1000
Regimiento N° 47 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 685
Regimiento N° 54 de infantería (destacamento) - - - - - - - - - - - - - -108
Regimiento N° 87 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 801
Regimiento N° 95 de infantería (3 compañías) - - - - - - - - - - - - - - - 230
5350
+
Regimiento N° 6 de guardias dragones - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 299
Artillería real - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 248
Regimiento N° 5 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -896
Regimiento N° 36 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -822
Regimiento N° 45 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -850
Regimiento N° 88 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -798
Regimiento N° 95 de infantería (5 compañías) - - - - - - - - - - - - - - - -304
4212
Para que pueda juzgar con mayor certeza la confianza que se debe depositar en
la probable unión de esta última fuerza, así como en la del 9° regimiento de
dragones mencionado anteriormente, y cuyo destino puede haber sido
cambiado por el barco enviado por el Almirante Murray, le incluyo un relato de
toda la información recibida y de todas las órdenes emitidas relacionadas con
este tema; por lo que resultará, que apenas cabe duda ahora de la llegada del
Fly antes de que el general Craufurd haya dejado el Cabo, y que en
consecuencia, junto con el almirante Murray, habrá dirigido su curso hacia el
Plata.
Como es posible que esto no haya sucedido, se deben prever ambos casos, ya
sea de la unión del monto bajo el General Craufurd, o de haber perseguido su
destino original. En el primero de estos casos, como su fuerza se concibe será
más que suficiente para cualquier propósito que pueda tener a la vista, se
desprenderá en el momento más temprano en el que juzgue que es seguro
hacerlo, del 89° y cualquier otro regimiento del que crea que este de sobra,
- 293 -
después de sus primeras operaciones, para avanzar en un convoy adecuado al
Cabo y de allí a la India.
Con la fuerza antes señalada se procederá a ejecutar el servicio que se le
encomienda, por la reducción de la provincia de Buenos Aires, bajo la autoridad
de Su Majestad.
En el otro caso, mucho menos probable, de que el ejército al mando del general
Craufurd haya seguido su curso original, probablemente al final se considerará
apropiado, después de esperar tanto tiempo como al almirante, y usted habrá
parecido aconsejable, destacar un barco alrededor del Cabo de Hornos para
transmitir sus órdenes al general Craufurd, cuyas órdenes pueden indicarle que
lleve adelante su empresa como se ha planeado actualmente, o que renuncie
por completo a dicha empresa; Se deja total discreción a usted y al oficial al
mando naval a ese respecto, con la única excepción de que no debe extender
los límites de su operación más allá del punto al que ahora están confinados, y
que en todos los casos en que la cooperación de cualquier parte de las fuerzas
navales de Su Majestad puede ser necesaria, no se tomará ningún paso ni se
dará orden al general Craufurd, sino de acuerdo con el oficial al mando naval,
tanto en el Plata como con el general Craufurd.
En todo lo que se haga, ya sea con respecto a las instrucciones al general
Craufurd, si hubiera seguido su destino original sin tocar Buenos Aires, o de la
aplicación de la fuerza que encontrará inmediatamente en el lugar, lo
considerará como objeto de su empresa, no la molestia o angustia del enemigo,
sino la ocupación de estaciones particulares de partes del territorio, ya que una
vez fueron sometidas a las armas de Su Majestad no podrían recuperarse
fácilmente y, además, no requerirían para la preservación de un cuerpo de
tropas más considerables de las que se puede concebir que este país estaría
dispuesto a prescindir, y cuyo número ciertamente no debería exceder al ahora
puesto bajo su mando.
Se presume que con una fuerza mucho menor de la que eventualmente se
reunirá, suponiendo que el general de brigada Craufurd se una a usted, y que,
independientemente de la fuerza que ahora lleve consigo, ascendería a más de
9000 hombres, la posesión podría obtenerse sin dificultad de toda la provincia
de Buenos Aires, pero aún queda por considerar qué número sería suficiente
para retenerlo contra los intentos que el enemigo pudiera hacer por
recuperarlo, y las fuerzas que pudiera reunir para tal fin.
En cualquier parte que se establezca la autoridad de Su Majestad, se debe tener
el mayor cuidado y los más fervientes esfuerzos para conciliar la buena
voluntad de los habitantes, absteniéndose de todo lo que pueda chocar sus
opiniones o prejuicios religiosos, respetando sus personas y bienes, eliminando
las restricciones e imposiciones de las que más se quejan, y haciéndoles sentir
en general la influencia benéfica del gobierno de Su Majestad en comparación
con aquel bajo el que antes se encontraban. Con respecto a la reglamentación
comercial, tendrá por regla general, las órdenes dictadas por Su Majestad en
consejo [se adjuntan copias de las cuales] para regular el comercio de Buenos
- 294 -
Aires, y que extenderá hasta donde las circunstancias lo admitan a otras
lugares o territorios que puedan entrar en posesión de Su Majestad.
En el caso de estas normativas, que afecten en cualquier grado al gobierno y
constitución del país, el principio a observar debe ser abstenerse en la medida
de lo posible de todo aquello que pueda vulnerar los derechos y privilegios, e
incluso usos establecidos de cualquier clase de habitantes, y no introducir en el
gobierno ningún otro cambio que el que necesariamente deba surgir de la
sustitución de la autoridad de Su Majestad por la del Rey de España. Puede ser
necesario cambiar de individuos y, al hacerlo, se debe dar preferencia en la
mayor medida posible a los habitantes nativos sobre los nacidos en la Vieja
España.
Todos aquellos que fueron fundamentalmente instrumentales en la promoción
o ejecución de la insurrección contra el general Beresford deben ser removidos
con cuidado y enviados a Europa o colocados en alguna situación en la que sus
maquinaciones ya no sean peligrosas.
El caso del general Beresford y su ejército debe, desde otro punto de vista,
convertirse en el objeto de su atención, y parece ciertamente ser uno que apela
igualmente al honor nacional, a los sentimientos que mueven la mente de Su
Majestad en todo lo que se refiere al bienestar de sus tropas, y de la justicia
debida por el país a todos los que emplea a su servicio.
No puede estar claro en este momento hasta qué punto se ha violado la
capitulación hecha por estas tropas, ni cuál, en consecuencia, es la exigencia
precisa que él mismo hizo en su favor, sino la que les corresponda, ya sea en
virtud de cualquier compromiso especial o de uso general establecido entre las
naciones con respecto a los prisioneros de guerra debe ser aplicado al máximo,
ni debe dejarse sin empleo ningún medio que la fuerza de las armas pueda
poner a su disposición, hasta que se haga justicia completa obtenida en su
nombre. El servicio confiado a su cuidado, por muy exitoso que sea en otros
aspectos, debe ser considerado incompleto, quedando cualquier duda sobre la
restauración de estas tropas en el momento oportuno o sobre su protección
mientras tanto contra toda especie de violencia y malos tratos. Aunque Su
Majestad se ha complacido en ordenar que la fuerza adicional mencionada en
el margen * se envíe inmediatamente, con miras a las operaciones que se
consideren aconsejables, pero sin dicha ayuda, y en el posible caso de que el
general Craufurd no se una a usted, es posible que no pueda emprender; sin
embargo, no es el placer de Su Majestad que toda la fuerza que pueda, incluso
eventualmente, reunirse bajo su mando, permanezca, sino sólo lo que sea
necesario para asegurar esas posiciones o territorios, de los cuales, tras el
resultado final de sus operaciones, habrá podido obtener la posesión.
*
1 tropa de caballos para artillería con arneses y pertrechos - - - - 130
Regimiento N° 89 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 1000
Reclutas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 500
1630
- 295 -
No se supone que el número necesario para este propósito pueda en ningún
caso exceder los 8000 hombres, además de las tropas que pueda reunir en el
país. Más, por lo tanto, que estos, excepto en circunstancias muy especiales,
como se espera que usted explique completa y satisfactoriamente al gobierno
de Su Majestad, no se considerará autorizado a retener.
Si las circunstancias fueran tales que limitaran sus operaciones a la ocupación
de Montevideo o Maldonado, o de algún otro punto de la costa, que por la
facilidad de su defensa y la protección que pueda brindar a los buques
mercantes u otras naves, lo crea conveniente a retener, se presume que una
fuerza mucho menor que la nombrada, es decir, 8000 hombres, será
sobradamente suficiente; y en ese caso, como en todos los demás, enviará el
excedente que quede, con las primeras mercancías y la oportunidad adecuada a
Inglaterra.
Si la reducción de Montevideo, como se mencionó anteriormente, forma parte
de su plan de operaciones, y si tiene éxito en el intento, no se considerará
obligado por estas instrucciones de forma permanente a mantener la posesión
de esa fortaleza, pero puede retirar la guarnición y destruir las obras, si ese
curso parece ser el más aconsejable.
En todo lo que se relacione con la administración de los ingresos de cualquier
provincia o distrito del que usted esté en posesión, tomará como guía las
instrucciones sobre ese tema al general de brigada Craufurd, una copia de las
cuales se adjunta a la presente.
En el mismo papel encontrará instrucciones sobre otro punto de gran
delicadeza e importancia, a saber, el lenguaje que se utilizará para responder a
las consultas de los habitantes sobre su futura situación de paz.
No se les puede dar ninguna otra garantía, como verá en el documento
referido, sino que Su Majestad no entregará sino con gran desgana las
posesiones a las que tanto valora, y en ningún caso consentiría en tal entrega,
velando por la seguridad de aquellos que, por el apego demostrado a Su
Majestad, podrían temer haberse vuelto desagradables ante el disgusto de su
anterior gobierno.
Se supone más arriba, que se podría hacer un agregado a las fuerzas de Su
Majestad, por tropas levantadas en el país; se debe tener mucho cuidado, por
supuesto, en la selección de las personas o clases adecuadas para tal fin, y en la
determinación de la base sobre la que se colocarán y la cantidad a la que deben
llevarse; pero sujeto a estas precauciones, se cree que mucha ayuda puede
derivarse de esta fuerza para asegurar las posesiones de Su Majestad en ese
lugar, y para evitar al mismo tiempo la necesidad de una demanda demasiado
grande sobre las fuerzas regulares de este país. Apenas es necesario señalar
que en esta como en cualquier otra ocasión, se debe tener la más estricta
consideración a la economía, tanto en la adopción de cualquier medida
originalmente, como en la disposición de los detalles para llevarla a cabo; y, por
lo tanto, se espera que notifique la adopción de cualquier paso sobre este tema,
- 296 -
para entrar en un detalle particular del gasto en el que incurrirá, y de las
razones que le han inducido a pensar que un gasto en esa medida era necesario
para la consecución del objeto.
Se ha supuesto anteriormente que, ya sea en el caso de un cruce con el general
Craufurd o de otro modo, sin duda podría tenerse en cuenta que retendrá la
posesión en mayor o menor medida de algunas partes de la costa sur.
Pero quedan por prever dos casos que, por improbables que sean, no deben
pasarse por alto por completo; uno, a saber, el de su hallazgo a su llegada, que
los lugares ocupados hasta ahora por las tropas de Su Majestad ya no están en
su poder; el otro, el de que se hace necesario en cualquier período posterior
abandonar lo que había estado antes poseído y retirar el toda la fuerza
británica de ese país. En cualquiera de estos casos, no parece que quede nada,
salvo considerar el modo por el cual tanto usted como el general Craufurd, con
todas las tropas que tengan con ustedes, podrían regresar mejor a Inglaterra.
Pero al disponer los medios para ese propósito, así como al decidir la medida en
sí, debe tenerse en cuenta el estado probable del armamento bajo el mando del
general Craufurd en ese momento, considerado con miras a la salud de las
tropas, a los suministros y permaneciendo todavía a bordo de los barcos, y con
las consiguientes dificultades que pudieran surgir en cualquier nueva y
repentina extensión del viaje.
Estas consideraciones no solo requerirán que cualquier orden que pueda enviar
al general Craufurd, en el caso de que se separe de usted, sea, hasta cierto
punto, discrecional, sino que también puede influir en la determinación de la
línea de conducta que puede pensar que es correcto observar en concierne con
el oficial naval al mando.
Tenga cuidado de aprovechar todas las oportunidades que tenga para
transmitir al gobierno de Su Majestad la inteligencia de sus procedimientos; la
falta de información regular y constante ya se ha encontrado como una gran
fuente de vergüenza, con respecto al servicio particular del que ahora está a
punto de tomar la dirección.
Tengo el honor de serlo, etc.
(Firmado) Howick, en ausencia del señor Windham
N° IV:
Copia de la carta del general Whitelocke al Sr. Windham, del 10 de julio de 1807, y
publicada en una Gaceta Extraordinaria, el domingo 13 de septiembre.
Buenos Aires, 10 de julio 1807
Señor,
Tengo el honor de informarle, para la información de Su Majestad, que al unirse
en Montevideo, el 15 de junio, el cuerpo al mando del general de brigada
Craufurd, ni el contraalmirante Murray ni yo perdimos un solo momento en
hacer todos los arreglos necesarios para el ataque de Buenos Aires. Después de
muchas demoras, ocasionadas por vientos feroces, se efectuó, sin oposición, un
desembarco el día 28 del mismo mes, en la Ensenada de Barragán, pequeña
- 297 -
bahía a unas treinta millas al este del pueblo. El cuerpo empleado en esta
expedición fueron tres brigadas de artillería ligera, al mando del capitán Fraser;
el 5°, 38° y 87° regimientos de infantería, bajo el mando del general de brigada
Sir Samuel Auchmuty; los Dragones Ligeros del 17°, 36° y 88° regimientos, bajo
el mando del general de brigada el honorable William Lumley, ocho compañías
del 95° regimiento, y nueve compañías de infantería ligera, bajo el mando del
general de brigada Craufurd, cuatro tropas del 6° Guardia de Dragones, el 9°
Dragones ligeros. Regimientos 40° y 45° de infantería, al mando del coronel el
Honorable T. Mahon, desmontados todos los dragones, excepto cuatro tropas
del 17°, al mando del teniente coronel Lloyd.
Después de algunas fatigantes marchas a través de un país muy atravesado por
pantanos y profundos riachuelos fangosos, el ejército llegó a Reducción, una
aldea a unas nueve millas de distancia del puente sobre el río riachuelo; en la
orilla opuesta de la cual el enemigo había construido baterías y establecido una
formidable línea de defensa. Resolví, por tanto, cambiar esta posición,
marchando en dos columnas desde mi izquierda, y cruzando el río más arriba,
donde se representaba vadeable, para unir mis fuerzas en los suburbios de
Buenos Aires. Envié instrucciones al mismo tiempo al coronel Mahon, que
estaba trayendo la mayor parte de la artillería bajo la protección del 17°
Regimiento de Dragones Ligeros y el 40° Regimiento, para que esperara nuevas
órdenes en Reducción.
El mayor general Leveson Gower, que tenía el mando de la columna derecha,
cruzó el río en un lugar llamado Paso Chico y, al caer con un cuerpo con energía,
lo atacó y derrotó con valentía, por los detalles de cuya acción, le ruego que
refiera usted al informe adjunto. Debido a la ignorancia de mi guía. No fue
hasta el día siguiente que me uní al grueso del ejército, cuando formé mi línea,
colocando a la izquierda la brigada del general de brigada Sir Samuel
Auchmuty, extendiéndola hacia el Convento de la Recoleta, distante
aproximadamente dos millas. Los regimientos 36° y 88° a su derecha y la
brigada del general de brigada Craufurd ocupa las avenidas centrales y
principales de la ciudad, distantes unas tres millas de la Gran Plaza y Fuerte; y
el 6° Guardia de Dragones, el 9° de Dragones Ligeros y el 45° regimiento a su
derecha y se extienden hacia la Residencia. Así, la ciudad estaba casi invadida, y
esta disposición del ejército y las circunstancias de la ciudad y los suburbios que
se dividen en cuadrados de ciento cuarenta yardas a cada lado, junto con el
conocimiento de que el enemigo tenía la intención de ocupar los techos planos
de las casas, dio lugar al siguiente plan de ataque.
Se ordenó al general de brigada Sir Samuel Auchmuty que separara al 88°
regimiento para que se adueñara de la Plaza de los Toros, y del terreno fuerte
adyacente, y allí tomaran puestos los regimientos 84°, 5°, 36° y 88°, cada uno
dividido en alas; y cada ala ordenó penetrar a la calle directamente en su
frente. Se ordenó al batallón ligero dividido en alas, y cada una seguida por un
ala del 95° regimiento y un tres libras, que avanzara por las dos calles a la
derecha de la central, y el 45° regimiento por las dos contiguas; y después de
- 298 -
despejar las calles del enemigo, este último regimiento tomaría puesto en la
Residencia. Se ordenaron dos cañones de seis libras a lo largo de la calle
central, cubiertos por los Carabineros y tres tropas del Noveno Dragón Ligero, el
resto de los cuales fue apostado como reserva en el centro. Se ordenó a cada
división que avanzara por la calle directamente en su frente, hasta llegar a la
última plaza de casas junto al río de la Plata; del cual se iba a poseer,
formándose sobre los tejados planos, y allí esperar nuevas órdenes. El 95º
regimiento iba a ocupar dos de las situaciones más dominantes, desde las
cuales podía molestar al enemigo. Se ordenó a dos cabos, con herramientas,
que marcharan a la cabeza de cada columna, con el propósito de romper las
puertas; todo se descargó y no se permitiría disparar hasta que las columnas
hubieran llegado a su punto final y se hubieran formado; un cañoneo en la calle
central fue la señal para que todos se adelantaran.
De conformidad con esta disposición, a las seis y media de la mañana el 5° y el
38° regimiento avanzando hacia su izquierda, y el 87° recto hacia su frente, se
acercaron al fuerte puesto del Retiro y Plaza de los Toros. Incursión que después
de un ataque de lo más vigoroso y enérgico, en el que estos regimientos
sufrieron mucho de munición de racimo y fusilería, su valiente comandante, el
general de brigada Sir Samuel Auchmuty, se apoderó del puesto, tomando 32
piezas de cañón, una inmensa cantidad de municiones y 600 prisioneros. El 5°
regimiento reunido con poca oposición, se dirigió al río y tomó posesión de la
iglesia y el convento de Santa Catalina. Los regimientos 36° y 88°, bajo el
mando del general de brigada Lumley, moviéndose en el orden señalado,
pronto se enfrentaron a un intenso y continuo fuego de fusilería desde los
techos y ventanas de las casas; cuyas puertas estaban barricadas de una
manera tan fuerte que era casi imposible forzarlas. Las calles estaban cruzadas
por profundas zanjas, en cuyo interior estaban plantados cañones que
arrojaban lluvias de munición de racimo sobre las columnas que avanzaban. Sin
embargo, desafiando esta oposición, el 36° regimiento, encabezado por el
valiente general, llegó a su destino final; pero el 88°, que estaba más cerca del
fuerte y de las principales defensas del enemigo, quedó tan debilitado por su
fuego que fue totalmente dominado y tomado. Así expuesto el flanco del 36°,
este regimiento, junto con el 5°, se retiraron al puesto de Sir Samuel Auchmuty
en la Plaza de los Toros; sin embargo, no antes de que el teniente coronel Burne
y la compañía de granaderos del 36° regimiento tuvieran la oportunidad de
distinguirse, cargando alrededor de 800 enemigos y tomando y clavando dos
cañones. Los carabineros avanzaban por las calles centrales, encontrándose con
un fuego muy superior, las cuatro tropas de los Carabineros, encabezadas por el
Teniente Coronel Kington, avanzaron para tomar la batería opuesta a ellos,
pero este valiente oficial resultó herido lamentablemente, así como el Capitán
Burrell, siguiente al mando, y el fuego tanto de la batería como de las casas
resultando muy destructivo, se retiraron a corta distancia, pero continuaron
ocupando una posición frente a las principales defensas enemigas, y
considerablemente por delante de lo que habían tomado por la mañana.
- 299 -
La división izquierda de la brigada del general de brigada Craufurd, comandada
por el teniente coronel Pack, pasó casi al río, y girando a la izquierda se acercó
a la Gran Plaza, con la intención de adueñarse del Colegio de los Jesuitas,
situación que dominaba la línea principal de defensa del enemigo. Pero por la
naturaleza destructiva de su fuego, esto resultó impracticable; y después de
sufrir una gran pérdida, una parte de la división se arrojó a una casa que luego
no se consideró sostenible, se vio obligado a rendirse poco después, mientras
que la parte restante, después de soportar un terrible fuego con la mayor
intrepidez, el teniente coronel Pack, su comandante, herido, se retiró a la
división de la derecha comandada por el propio general de brigada Craufurd.
Habiendo pasado esta división hasta el Río de la Plata, giró también a la
izquierda para acercarse a la Gran Plaza y Fuerte, desde el bastión noreste del
que estaba distante unas cuatrocientas yardas, cuando el general de brigada
Craufurd supo el destino de su izquierda. La división, consideró muy aconsejable
tomar posesión del convento de Santo Domingo, cerca del cual se encontraba
entonces, con la intención de seguir hacia la iglesia franciscana, que estaba aún
más cerca del fuerte, si el ataque o el éxito de cualquier otra de nuestras
columnas debería liberarlo en alguna medida de la multitud de enemigos que lo
rodeaban. El 45° regimiento, más alejado del centro enemigo, había ganado la
Residencia sin mucha oposición, y el teniente coronel Guard, al tenerla en
posesión de sus compañías de batallón, descendió con la compañía de
granaderos hacia el centro de la ciudad y se unió al general de brigada
Craufurd.
El enemigo, que ahora rodeaba el convento por todos lados, trato de
apoderarse de un tres libras que yacía en la calle, el teniente coronel con su
compañía y unos pocos de infantería ligera al mando del mayor Trotter, los
cargaron con gran ánimo. En un instante, la mayor parte de su compañía y el
Mayor Trotter, (un oficial de gran mérito) murieron, pero el arma se salvó. El
general de brigada se vio obligado a limitarse a la defensa del convento, desde
el cual los fusileros disparaban bien dirigidos contra los enemigos que se
acercaban al puesto; pero la cantidad de balas redondas, de racimo y fusilería
a que fueron expuestos, finalmente los obligó a abandonar la parte superior del
edificio, y al enemigo en cantidad de seis mil y trayendo cañones para forzar las
puertas de madera que enfrentaban el fuerte, y como el general de brigada no
tenía comunicación con ninguna otra columna y, a juzgar por el cese de los
disparos, los siguientes no habían tenido éxito, y se rindió a las cuatro de la
tarde.
El resultado de la acción de este día me había dejado en posesión de los Toros,
un fuerte puesto a la derecha del enemigo, y la Residencia, otro fuerte puesto a
su izquierda, mientras ocupaba una posición avanzada frente a su centro; pero
esas ventajas habían costado unos dos mil quinientos hombres en muertos,
heridos y prisioneros. La naturaleza del fuego al que estuvieron expuestas las
tropas fue extremamente violenta. Disparos de racimo en las esquinas de todas
las calles, fusiles, granadas de mano, ladrillos y piedras, desde los techos de
- 300 -
todas las casas, cada cabeza de familia con sus negros defendía su morada,
cada una de las cuales era en sí misma una fortaleza, y no es, quizás,
demasiado decir, que toda la población masculina de Buenos Aires se empleó
en su defensa.
Esta era la situación del ejército en la mañana del sexto día, cuando el general
Liniers me dirigió una carta ofreciéndome entregar a todos sus prisioneros
tomados en el último asunto, junto con el 71° regimiento, y otros, tomados con
el general de brigada Beresford, si desistía de cualquier otro ataque a la ciudad,
y retiraba las fuerzas de Su Majestad del río de la Plata Insinuando, al mismo
tiempo, del estado exasperado de la población, no podía responder por la
seguridad de los prisioneros, si persistía en las medidas ofensivas. Influenciado
por esta consideración (que sabía, por mejor autoridad, que estaba fundada de
hecho), y reflejando la poca ventaja que sería la posesión de un país, cuyos
habitantes eran tan absolutamente hostiles, resolví renunciar a la ventaja que
la valentía de las tropas había obtenido, y se adhirió al Tratado anexo, que
confío contará con la aprobación de Su Majestad.
No tengo nada más que agregar, salvo mencionar, en términos de los más altos
elogios, la conducta del contraalmirante Murray, cuya cordial cooperación
nunca ha faltado, cuando el ejército pudo beneficiarse de sus esfuerzos. El
capitán Rowley, de la Royal Navy, al mando de los marineros en tierra. El
capitán Bayntun del barco de Su Majestad África, que supervisó el desembarco,
y el capitán Thompson, del Fly, que tenía la dirección de las cañoneras y me
había prestado un gran servicio al reconocer el río, y todos tienen derecho a mi
mejor agradecimiento.
Como su carácter ya es tan alto, es casi innecesario afirmar que desde mi
segundo al mando, el general de división Leveson Gower, he experimentado
todas las ayudas celosas y útiles; también debo agradecer al general de brigada
Sir Samuel Auchmuty y Lumley, y al coronel Mahon y al general de brigada
Craufurd, al mando de las brigadas. No puedo hacer notar suficientemente los
esfuerzos poco comunes del capitán Fraser, al mando de la artillería real, cuya
fertilidad, celo y animación, en todos los casos, alejaron dificultades. El capitán
Squires, de los ingenieros reales, también tiene derecho a mi mejor
agradecimiento; Tampoco debo omitir la conducta galante del mayor Nicholls,
del 45° regimiento, quien, en la mañana del sexto día, presionado por el
enemigo cerca de la Residencia, cargó contra ellos con gran ánimo y tomó dos
obuses y muchos prisioneros. El teniente coronel Bradford, ayudante general
adjunto, también tiene un gran derecho a mi aprobación como oficial galante y
prometedor.
Los oficiales de mi estado mayor, el teniente coronel Torrens, secretario militar,
y los capitanes Brown, Foster, Douglas y Whittingham, Aides-du-Camp, también
deben ser mencionados por mí en términos de justa consideración; el
conocimiento que este último posee de la lengua española me ha sido de gran
utilidad.
- 301 -
Este despacho le será entregado por el teniente coronel Bourke, subdirector
general, quien me ha brindado la ayuda que podría solicitar un oficial de su
talento militar y apego al servicio; a lo que le ruego que le remita para más
detalles sobre las operaciones militares en esta parte del mundo.
Tengo el honor de serlo, etc.
J. Whitelocke, Teniente. Gen.
El Hon. Wm. Windham.
N° V:
Despacho privado General Whitelocke, al Sr. Windham
Buenos Aires, 10 de julio, 1807
Señor,
Tengo el honor de informarles que inmediatamente después de mi llegada a
Montevideo, el 10 de mayo, comencé a hacer todos los preparativos posibles
para el ataque a este lugar, como el primer y más eficaz paso hacia la reducción
de la provincia. Para ello se pusieron balandras de guerra y otras
embarcaciones ligeras para que reconocieran la margen sur del río, a fin de fijar
el punto preciso de desembarque. Se encontró que el agua era demasiado poco
profunda para permitir un desembarco al amparo de los barcos de guerra en
cualquier lugar al oeste de la ciudad de Buenos Aires, ni más cerca al este que la
Ensenada de Barragán. Por lo tanto, se fijó esta bahía como punto de
desembarque, y todos los arreglos que se pudieron hacer previamente se
llevaron adelante con la expedición, mientras esperaba ansiosamente la llegada
del cuerpo del general de brigada Craufurd y la flota con la que había zarpado
desde Inglaterra.
El 27 de mayo arribaron a la desembocadura del río el contraalmirante Murray
y el general de brigada Craufurd, pero debido al predominio de vientos
contrarios, la expedición no llegó a Montevideo hasta el 14 de junio. Decidí de
inmediato no esperar la llegada del convoy de Inglaterra, ya que por la voz
general de los habitantes y de los oficiales que habían pasado por la provincia,
los meses de julio y agosto se presentaban como los más desfavorables para las
operaciones militares, a causa de las lluvias continuas y frío que prevalecen en
esa temporada. Habiendo fijado a Colonia como el lugar de reunión desde
donde partiría la expedición, envié las tropas hacia arriba en pequeñas
divisiones, debido a la intrincada navegación; dejando en Montevideo el 47°
regimiento, los destacamentos de dragones ligeros de los regimientos 20° y 21°,
dos compañías del 36° regimiento y un cuerpo de milicias, formado por los
comerciantes británicos, componiendo en total una guarnición de unos 1300
hombres, bajo el mando del coronel Browne del 40° regimiento; y después de
mucho retraso, causado por los vientos contrarios, el contraalmirante Murray y
yo llegamos frente al punto de desembarco el 28 ultimo.
Por la mañana la flota se detuvo en la bahía, y antes de la noche todo el
ejército, según el margen*, fue desembarcado, sin oposición, en la costa
enemiga. La mayor parte del día siguiente se dedicó al desembarco de artillería,
- 302 -
caballos y provisiones, inmediatamente después del desembarco de la brigada
del general de brigada Craufurd y de los regimientos 38° y 87°, destaqué al
general de división Gower, con esta fuerza, y dos cañones de tres libras, para
ocupar las alturas en mi frente, a unas cinco millas de distancia; a la mañana
siguiente procedí a unirme a él con el resto del ejército, 4 cañones de seis libras
y 2 cañones de tres libras, el resto de la artillería sin desembarcar.
* Tres brigadas de artillería, 5°, 38° y 87°, General de Brigada Sir Samuel
Auchmuty;
17° dragones, 36° y 88° Brigadier-General Lumley;
95°, batallón ligero, general de brigada Craufurd;
Cuatro tropas 6° guardias de dragones, 9° dragones ligeros, 40° y 54°, coronel
Mahon.
Al día siguiente ordené al general de división Gower que precediera mi marcha
con su cuerpo avanzado, sustituyendo los regimientos 36° y 88°, bajo el mando
del general de brigada Lumley, por los regimientos 38° y 87°; y dejé al coronel
Mahón, con cuatro tropas del 17° de dragones ligeros y del 40° regimiento,
para proteger los cañones cuando llegaran y cubrir la retaguardia del ejército;
siendo principalmente inducido a dividir mi fuerza en estas divisiones con el
propósito de obtener más fácilmente cobertura y combustible. El 1 de julio, el
cuerpo de avanzada expulsó a un pequeño grupo enemigo de la aldea de
Reducción y tomó un puesto a unas dos millas más allá.
Mientras yo ocupaba el pueblo con el cuerpo principal. Me encontraba ahora a
unas nueve millas del puente sobre el río riachuelo, en la orilla opuesta de la
cual entendí que el enemigo había construido baterías y tenía la intención de
resistir. Decidí por tanto, en lugar de forzar el puente, desviar la línea de
defensa del enemigo, marchando desde nuestra izquierda y cruzando el río, en
dos columnas, más arriba, donde se representaba vadeable, y continuando
marchando hasta que debí llegar completamente hacia el oeste y el norte de la
ciudad apreté mi izquierda sobre el río de la Plata, y abrí comunicación con la
flota.
En el segundo día, a las nueve en punto, el general de división L Gower marchó
su cuerpo, que ahora debe considerarse como la columna de la derecha, y yo
mismo marché a las diez, con la intención de unir nuestras fuerzas esa noche en
los suburbios de la ciudad. Habiendo cruzado el río el general de división L.
Gower, su brigada adelantada cayó dentro de un cuerpo considerable del
enemigo, al mando del mismo general Liniers, al que atacó con gran vivacidad,
lo derrocó por completo, tomando diez piezas de cañón y algunos prisioneros.
El general de división se detuvo en el terreno del que había expulsado al
enemigo, esperando mi llegada y enviando al mismo tiempo una citación al
general Liniers, que fue rechazada en esta ocasión, así como al día siguiente,
cuando envié una citación de mi parte a él mismo.
Debido a la ignorancia de mi guía, que me condujo por un desvío considerable,
no llegué al General de División hasta el día siguiente, cuando formé mi línea a
- 303 -
las órdenes de Sir Samuel Auchmuty, a la izquierda del Brigadier General
Lumley, extendiéndola hacia el convento de la Recoleta, distante unas dos
millas; y otro al mando del coronel Guard, a la derecha hacia la Residencia;
mientras que la brigada del general de brigada Craufurd ocupaba las avenidas
central y principal del pueblo, distante unas tres millas de la Gran Plaza y el
fuerte de Buenos Aires. De acuerdo con mi diseño original, tenía la intención de
marchar a la mañana siguiente por mi izquierda hacia el convento de Recoleta,
que es en un terreno elevado inmediatamente sobre el río, podría haberme
comunicado con la flota y desembarcar armas pesadas para un enérgico
ataque de sin embargo, si el general Liniers se negaba obstinadamente a
entregar la ciudad, después de consultarlo con el general de división Gower, me
presentó otro plan de ataque que, como prometía una expedición más
expedita, en la medida en que evitaba la necesidad de marchar a la izquierda, y
la demora en el desembarco de cañones pesados y la construcción de baterías
pesadas, una demora que yo más temía, a causa de las lluvias que,
aparentemente, habían comenzado, y los hombres expuestos, en gran medida,
a la severidad del tiempo, por la imposibilidad de transportar el equipaje de
campamento.
Consentí, por estas razones, cambiar mi plan, y adoptar lo que parecía
generalmente aprobado por los oficiales generales bajo mi mando. Además, la
medida del bombardeo, o cualquier otra medida que pudiera ocasionar una
pérdida indiscriminada de vidas, arruinar la ciudad e irritar a la gente, me
pareció, al reflexionar, contraria tanto a la letra como al espíritu de mis
instrucciones. Esperaba también, con este plan, poder desalojar a los que se
oponían al avance de los brazos de Su Majestad, y llevándolos al fondo del
pueblo, hacer una serie de prisioneros, que podrían caer en nuestras manos, y
procurar el regreso del 71° regimiento y las demás tropas capturadas con el
general de brigada Beresford; mientras que los pacíficos habitantes y los mejor
dispuestos hacia nosotros, permaneciendo en silencio en sus casas, podrían
escapar del peligro del ataque.
La naturaleza de este ataque se puede explicar mejor adjuntando el orden
general. El resultado fue exitoso en los puntos principales, ya que obtuve
posesión de la Plaza de los Toros, un fuerte en el flanco enemigo, 32 piezas de
artillería y un gran depósito de municiones y provisiones; así como la
Residencia, o el fuerte a la izquierda del enemigo y los cuatro cañones que lo
defendían. Pero estas conquistas fueron compradas con la pérdida de 2.500
hombres, muertos, heridos y prisioneros, y, entre estos últimos, el general de
brigada Craufurd y otros oficiales de rango. La conducta tanto de los oficiales
como de los hombres en esta acción había sido galante en el más alto grado, y
la gravedad de la pérdida ocasionada únicamente por la severidad de la
defensa. El enemigo había cavado zanjas en las calles principales y colocado
cañones dentro de ellas; ocupó los techos planos de todas las casas en
situaciones de mando, y desde allí y las ventanas vertió un fuego destructivo de
fusilería, granadas de mano, ollas de fuego, etc. sobre las columnas mientras
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avanzaban; habiendo tenido igualmente la precaución de barricar las puertas
de manera tan fuerte que hiciera muy difícil forzarlas, aunque las tropas habían
sido provistas de instrumentos para tal fin. Cada cabeza de familia, con sus
negros, defendía su vivienda; y quizás no sea exagerado decir que en su defensa
se empleó a toda la población de Buenos Aires, que probablemente la misma
población en el campo no habría resistido el ataque de dos regimientos
británicos.
La mañana siguiente al ataque recibí una carta del general Liniers, ofreciendo
entregar a todos los prisioneros tomados en el último asunto, así como a los
tomados con el general de brigada Beresford, si consentía en abandonar el
ataque y retirar las fuerzas de Su Majestad de la provincia. Sobre esto tuvo
lugar una correspondencia (No. IV.), Que, concluida, en el tratado que tengo el
honor de transmitir.
Mis razones para acceder a esta negociación fueron brevemente las siguientes:
había perdido en el ataque anterior 2.500 hombres; y aunque había ganado un
puesto fuerte en el flanco derecho del enemigo, desde el cual me comuniqué
con la flota, y desde el cual podría ser posible disparar cañones pesados sobre
la ciudad y molestarla, sin embargo, las principales defensas enemigas estaban
demasiado lejos de este punto, y demasiado cubierto por casas para permitirme
esperar que podría en un momento dado destruirlas, solo con cañones, incluso
si la naturaleza de mis instrucciones no hubiera militado en contra de tal
medida. El general Liniers también me había informado en su carta, que no
podría responder por la vida de sus prisioneros si el ataque persistía; y por todo
lo que he escuchado desde entonces de los propios oficiales, tengo razones para
creer que habrían sido sacrificados ante la furia de una chusma exasperada. Por
tanto, no quedaba nada por hacer a la ofensiva, salvo otro ataque a la ciudad,
realizado de manera similar al anterior; el evento debe haber sido dudoso, ya
que mi fuerza, cuando se reunió, no llegó a los 5000 hombres, y si tuviera éxito,
mi pérdida probablemente habría hecho que esa fuerza fuera insuficiente para
mantener el lugar cuando se tomara. Si se consideraba infructuoso intentar
otro ataque, aún quedaban dos modos de retirada, ya sea por tratado o
volviendo a embarcarse frente al enemigo. Sin duda, esta última medida habría
supuesto una pérdida adicional; y los heridos y prisioneros en el último asunto,
así como el regimiento 71°, en total 4000 hombres, perdidos para siempre de la
Gran Bretaña. A cambio de lo cual debería haber poseído sólo un mando
nominal en Montevideo, puesto que nunca se puede considerar de ventaja
alguna, mientras la capital de la provincia y el gran centro comercial seguían en
manos del enemigo.
Decidí, por tanto, adherirme a este tratado, mediante el cual podré sacar casi
todo mi ejército y recuperar el 71° regimiento, un punto que mis instrucciones
me han enseñado a considerar como de primera importancia, y evacuaré una
provincia que la fuerza sobre la que estaba autorizado a calcular nunca podría
mantener y que, por las muy hostiles disposiciones de sus habitantes, en verdad
no valía la pena mantenerla.
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Me desharé del ejército en la forma señalada en mis instrucciones, cuyos
detalles les detallaré desde Montevideo por otro hombre de guerra que zarpará
de allí con duplicados de estos despachos. Confiando en que la conducta que he
seguido en esta difícil situación pueda contar con la aprobación de Su
Majestad,
Tengo el honor, etc.
(Firmado) J. Whitelocke, Teniente. Gen.
Esto le será entregado por el Teniente Coronel Bourke, a quien, así como a Sir
Samuel Auchmuty, le remito para más detalles.
N° VI:
El Tratado Definitivo entre los Generales en Jefe de Su Majestad Británica y de Su
Majestad Católica.
I.
II.
III.
IV.
V.
VI.
VII.
Habrá a partir de este momento un cese de hostilidades en ambos lados
del Río de la Plata.
Las tropas de Su Majestad Británica retendrán por un período de dos
meses la fortaleza de Montevideo y, como país neutral, se considerará una
línea trazada desde San Carlos por el oeste hasta Partido por el este; y no
habrá, en ninguna parte de esa línea, hostilidades cometidas por ningún
lado, entendiéndose la neutralidad, solo que los individuos de ambas
naciones puedan vivir libremente bajo sus respectivas leyes, juzgando los
súbditos españoles por las suyas, y los ingleses por los de su nación.
Habrá en ambos lados una restitución mutua de prisioneros, incluidos no
sólo los que han sido tomados desde la llegada de las tropas al mando del
Teniente General Whitelocke, sino también los súbditos de Su Majestad
Británica capturados en América del Sur desde el comienzo de la guerra.
Que para el pronto despacho de las naves y tropas de Su Majestad
Británica, no se pondrá impedimento en el camino de los suministros de
provisiones que se soliciten para Montevideo.
Se da un plazo de diez días a partir de este momento para que las tropas
de Su Majestad Británica re-embarquen para pasar al lado norte del río de
la plata, con las armas que efectivamente estén en su poder, provisiones y
equipajes, en los puntos más convenientes que se pueden seleccionar, y
durante este tiempo se les pueden vender provisiones.
Que el tiempo de entrega de la plaza y fortaleza de Montevideo, se
producirá al cabo de los dos meses fijados en el artículo segundo; La
entrega se hará en los términos en que se encontró, con la artillería que
tenía cuando fue tomada.
Se entregarán tres oficiales de rango para y hasta el cumplimiento de los
artículos anteriores por ambas partes; entendiendo bien que los oficiales
de Su Majestad Británica que han estado en libertad condicional, no
pueden servir contra América del Sur hasta su llegada a Europa.
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Dado en el Fuerte de Buenos Aires, el día 7 de julio de 1807, firma dos de un tenor.
(Firmas)
JOHN WHITELOCKE.
GEORGE MURRAY.
SANFIAGO LINIERS.
CESAR BALBIANI.
BERNARDO VELASC0S.
N° VII:
Órdenes en consejo
En el Palacio de la Reina, 1 de octubre de 1806,
Presente, la más excelente Majestad en el Consejo.
Considerando que ha sido manifestado a Su Majestad, que siempre y por
encima de los deberes reales, y los deberes consulados o municipales,
pagaderos sobre diversos artículos exportados desde la ciudad, pueblo y
fortaleza de Buenos Aires y sus dependencias, incluso allí en todos los
Territorios pertenecientes o que formen parte del gobierno de los mismos, se
gravó y pagó un impuesto de dos reales por cada piel de buey, y de un real por
cada piel de caballo, exportado, y pagado durante el tiempo en que dicha
ciudad, pueblo y fortaleza de Buenos Aires, y sus dependencias estaban bajo el
gobierno español, y donde como comandante de las fuerzas de Su Majestad, a
quien dicha ciudad, pueblo y fortaleza se han rendido, ha creído oportuno hasta
que se conozca el placer de Su Majestad, reducir el dicho derecho adicional a un
real por cada piel de buey, y para hacer una reducción proporcional del derecho
pagadero por cada piel de caballo exportada, Su Majestad se complace en
ordenar y declarar que dichos derechos reducidos, y ningún otro, hasta el
mayor significado del placer de Su Majestad, se seguirá pagando por cada piel
de buey y de caballo exportado como se ha dicho, en barcos británicos
propiedad de los súbditos de Su Majestad y navegados de acuerdo con la ley; o
en naves de buena fe pertenecientes a cualquiera de los súbditos o habitantes
nativos de dicha ciudad, pueblo y territorios, habiendo dichos habitantes
nativos residiendo pacíficamente dentro de los mismos, y bajo la obediencia del
gobierno de Su Majestad allí, y el Muy Honorable, los Señores Comisionados del
Tesoro de Su Majestad y los Lores Comisionados del Almirantazgo deberán dar
aquí las instrucciones necesarias en cuanto a ellos correspondan
respectivamente.
(Firmado) W. FAWKENER.
N° VIII:
Órdenes en consejo
En el Palacio de la Reina, 17 de septiembre de 1806,
Presente, la más excelente Majestad en el Consejo.
Considerando que la ciudad capital, pueblo y fortalezas de Buenos Aires y sus
dependencias han sido conquistadas por las fuerzas de Su Majestad, y el
territorio y fortalezas de las mismas son entregados a Su Majestad, y los
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mismos están ahora en posesión de Su Majestad, Su Majestad, por tanto, se
complace en ordenar y declarar, y por la presente se ordena y declara que todos
sus súbditos amados pueden comerciar lícitamente desde y hacia dicha capital,
villa y fortaleza de Buenos Aires y sus dependencias, incluyendo en ella todos y
cada uno de los territorios pertenecientes o que formen parte del gobierno de
los mismos, en barcos británicos propiedad de súbditos de Su Majestad y
navegados conforme a la ley; o en naves de buena fe pertenecientes a
cualquiera de los súbditos o habitantes nativos de dicha ciudad, pueblo o
territorios dichos habitantes nativos residan pacíficamente dentro de la misma
y bajo la obediencia del gobierno de Su Majestad allí; y que dicho comercio
estará sujeto a los deberes, reglas, regulaciones, condiciones, restricciones,
sanciones y por las características a las que el comercio hacia y desde las
colonias, plantaciones e islas de Su Majestad en las Indias Occidentales y
América del Sur es, o será sujeto a la ley, salvo que se especifique más adelante.
Y Su Majestad se complace además en ordenar y declarar, y por la presente se
ordena y declara, que todas las mercancías son del crecimiento, producción o
manufactura de dicha ciudad capital, pueblo y fortaleza de Buenos Aires, y sus
dependencias, incluyendo en él todos y cada uno de los territorios
pertenecientes o que formen parte del gobierno del mismo, o que hayan sido
exportados habitualmente desde el mismo, serán importados a cualquiera de
los puertos del reino unido en barcos británicos propiedad de súbditos de Su
Majestad, y navegado de acuerdo con la ley; o en barcos de buena fe que
pertenezcan a cualquiera de los súbditos o habitantes nativos de dicha ciudad,
pueblo o territorios, siendo dichos habitantes nativos residentes
jerárquicamente dentro de los mismos, y rendir allí la obediencia del gobierno
de Su Majestad, y que tales bienes serán sujeto a los mismos deberes, reglas,
reglamentos, condiciones, sanciones y confiscaciones a que están sujetos los
artículos similares, provenientes de las colonias, plantaciones o islas de Su
Majestad en las Indias Occidentales o Sudamérica.
Y considerando que se ha recibido información de que el comandante de las
fuerzas de Su Majestad a quien dicha ciudad, pueblo y fortaleza se ha rendido,
ha reducido los aranceles de importación a la misma, de aproximadamente un
treinta y cuatro y medio por ciento, ad valorem, a diez por ciento, ad valorem, y
dos y medio por ciento, para el consulado o derechos municipales, haciendo en
total, doce y medio por ciento, sobre los artículos importados en dicho lugar y
sus dependencias, en barcos británicos, propiedad de súbditos de Su Majestad y
navegados conforme a la ley; o en naves de buena fe pertenecientes a
cualquiera de los súbditos o habitantes nativos de dicha ciudad, pueblo o
territorios, siendo dichos habitantes nativos residentes pacíficos dentro de los
mismos y bajo la obediencia del gobierno de Su Majestad allí; Su Majestad, por
lo tanto, se complace en ordenar y declarar que dichos derechos reducidos
continuarán aplicándose, y ningún otro, sobre todos los artículos importados,
con la excepción de la ropa de cama alemana, que seguirá estando sujeta a los
mismos derechos que se pagaron sobre el mismo antes de la conquista de dicho
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lugar por las fuerzas de Su Majestad, hasta que el placer de Su Majestad se
signifique más. Y se ordena además, que no será lícito que ningún esclavo sea
desembarcado o importado o introducido en dicha ciudad, pueblo y fortaleza de
Buenos Aires y sus dependencias, incluyendo en ella todos y cada uno de los
territorios pertenecientes que forman parte del gobierno de los mismos, bajo
pena de que todos los esclavos desembarquen, importen o traigan, junto con
los buques que los traigan, o de los cuales se desembarcarán, sus cargamentos
serán confiscados a Su Majestad, sus herederos y sucesores, siempre que esta
prohibición no se extienda a los varios casos de esclavos empleados de buena fe
en la navegación de los barcos que comercian hacia o desde dicho lugar, o de
esclavos empleados de buena fe como esclavos domésticos, y entrando en
dicho lugar con sus amos, o de esclavos de cualquier forma empleados en el
servicio naval o militar de Su Majestad; y el Muy Honorable los Lores
Comisionados de la Hacienda de Su Majestad, y los Lores Comisionados del
Almirantazgo, darán en ellos las instrucciones necesarias que les correspondan
respectivamente.
(Firma) W. FAWKENER.
N° IX:
Copia de una carta del general Elio.
3 de julio, 1807
Señor,
Por orden del general español D. Santiago de Liniers, respondo a la carta que
traiga su bandera de tregua respecto a la rendición de esta capital, diciendo
que nada relativo a la deposición de las armas será atendido. Que el General
español cuenta con un número suficiente de valientes tropas, comandadas por
valientes jefes, llenas de ganas de morir en defensa de su patria, y que este es el
momento de mostrar su patriotismo.
Me quedo, etc.
(Firma) Coronel Elio
N° X:
Instrucciones escritas del Mayor Roach.
Mayor Roach, procederá con una bandera de tregua inmediatamente después del
amanecer hacia Buenos Aires. Preguntará por el comandante militar y convocará, para
evitar el derramamiento de sangre, que la ciudad se rinda. Si es necesario, aunque
deseo evitar cualquier declaración definitiva, los únicos términos que se otorgarán son
que todos los oficiales y soldados militares y civiles serán prisioneros de guerra; que
todos los ingleses en poder de los españoles serán entregados con suficientes rehenes
para que se les conceda el libre ejercicio de la religión católica romana; que se
respetará toda la propiedad privada, siempre que el propietario haga un juramento de
fidelidad al gobierno británico y no viole la observancia del mismo.
(Firmado) J. L. GOWER, General de División.
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N° XI:
Órdenes Generales del Ataque a la Ciudad de Buenos Aires en la mañana del 5 de julio.
El 38° regimiento de Sir Samuel Auchmuty, para desprenderse y poseerse de la plaza
de los Toros, y el terreno fuerte adyacente, y luego tomar el puesto.
Los regimientos 5°, 36°, 87° y 88° se dividirán en alas, y cada ala se adentrará en la
calle directamente en su frente.
Los batallones ligeros se dividieron en alas, cada una seguida por un ala del 95°
regimiento, y un tres libras para avanzar por las dos calles a la derecha de la central, y
el 45° regimiento por las dos contiguas; y después de despejar las calles del enemigo,
tomar puesto en la Residencia.
Dos de seis libras cubiertos por los carabineros y tres tropas del noveno de dragones
ligeros, para avanzar por la calle central, el resto de carabineros y dragones como
reserva en el centro.
Cada división debe avanzar por la calle directamente en su frente, hasta llegar a la
última plaza de casas junto al río de la Plata; del cual se va a poseer, formándose sobre
los tejados planos, y allí esperar nuevas órdenes.
El 95° regimiento para ocupar dos de las situaciones más dominantes desde las que
puede molestar al enemigo.
Dos cabos, con herramientas, para marchar a la cabeza de cada columna, con el
propósito de romper las puertas.
Se descargarán todas las armas y no se permitirá disparar hasta que las columnas
alcancen su punto y forma finales.
Un cañonazo en el centro para ser la señal para que el conjunto avance.
N° XII:
Copia de una carta del Teniente Coronel Guard al teniente general Whitelocke
Buenos Aires, 8 de julio de 1807
Señor,
Para responder a sus preguntas con respecto a la ciudad de Buenos Aires, es mi
opinión, por lo que he visto y escuchado, que si la ciudad hubiera sido
bombardeada, tan pocos eran los habitantes bajo el control de sus oficiales,
que los prisioneros habrían estado en el peligro más inminente.
Soy, señor, etc.
N° XIII:
Informe elaborado por el mayor Nicholls, del 45° regimiento, sobre las operaciones de
la parte del cuerpo bajo su mando, desde la mañana del 5 hasta mediados del 6 de
julio.
De acuerdo con las órdenes que habían procedido al disparar el cañón de señal, tome
la calle que me indicaron, ocupé la residencia antes de que arribara el teniente coronel
Guard, quien al descubrirlo manifestó su intención de comunicarse con el general de
brigada Craufurd, y yo esperé hasta su regreso. Mientras tanto, me adueñé de todas
las casas y las liberé de todos los enemigos que las habían ocupado. Entonces lo juzgué
consistente con mis órdenes de apoyar la columna de la derecha, y procedí con ese
propósito con la esperanza de que se nos uniera alguna otra columna. Ayer se izó una
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bandera unión jack a distancia, pero para mi gran mortificación fue nuevamente
retirada hacia la 1 P.M. Por la mañana el enemigo nos presionó mucho, pero se retiró
ante nuestra columna, y tomamos dos cañones de bronce; El Capitán Whittingham
llegó este día con la compañía de granaderos del 40° y entregará este informe a Su
Excelencia. El enemigo descargó un cañón contra nosotros, contra el cual cargamos en
una columna de secciones y sufrimos pocas pérdidas; habiéndolos dispersado,
aseguramos sus tambores y regresamos a la Residencia, uno de los cañones fue
clavado. Los hombres se comportaron como grifos, dirigidos con un estilo muy galante
por el Mayor Tolly. Creemos que es nuestro deber conservar este puesto durante el
placer de Su Excelencia. Tenemos provisiones para dos días, y solo queremos nuestro
oficial de artillería y algunos hombres para el cañón, con lo que podemos dominar por
completo la calle vacía. Confío en que Su Excelencia perdonará este detalle. El
enemigo ha perdido en este lugar de 50 a 100, y nuestros hombres, por motivos de
humanidad, hicieron algunos prisioneros.
(Firmado) W. Nicholls – mayor del 45° regimiento
N° XIV:
Carta del general Whitelocke al contralmirante Murray,
Plaza de los toros 6 de julio.
Estimado Almirante,
Llegué aquí hace aproximadamente una hora, para averiguar qué más se puede
hacer con la valentía y el esfuerzo del ejército bajo mi mando. Hemos sufrido
mucho en todos los sentidos desde que tuve el placer de verle, que pocas veces,
bajo ninguna circunstancia, ha sido igualado. De una cosa podemos estar
seguros, y es que Hispanoamérica nunca podrá ser inglesa, ya que la inventiva
de todas las clases de habitantes es increíble. Venga a mí sin pérdida de tiempo.
Le enviaré al general de división Gower, como consecuencia de una carta que
recibí.
Soy, señor, etc.
(Firmado) John Whitelocke – comandante en jefe
Los cuatro cañoneros han estado funcionando con gran efecto, y si el negocio
continúa, la asistencia naval contribuirá en gran medida al cumplimiento de
nuestro plan.
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General WHITELOCKE.
Circular del Comandante en Jefe del Ejército, 21 de marzo de 1808.
En un consejo de guerra, de los cuales el general, el honorable, Sir William Meadows,
K.B. fue presidente, en virtud de la orden especial de Su Majestad, con fecha del 25 de
enero de 1908, en el hospital real de Chelsea, el 28 del mismo mes, y continuó por
aplazamiento hasta el 18 de marzo siguiente, Se juzgó a el teniente general
Whitelocke.
Sentencia.
“Habiendo considerado debidamente el consejo de guerra las pruebas aportadas en
apoyo de los cargos contra el prisionero, el teniente general Whitelocke, su defensa, y
las pruebas que ha aducido, opina que es culpable de todos los cargos mencionados,
con la excepción de la parte del segundo cargo que se refiere a la orden de descarga
de las columnas y de que no debe permitirse ningún disparo por ningún motivo”.
El tribunal está ansioso por que se entienda claramente, que no censura en absoluto
las precauciones tomadas para evitar disparos innecesarios durante el avance de las
tropas a los puntos de ataque propuestos, y por lo tanto absuelve al teniente general
Whitelocke de esa parte de dicho cargo.
“El tribunal decide que dicho teniente general Whitelocke sea destituido y declarado
totalmente incapaz e indigno de servir a Su Majestad en cualquier capacidad militar”.
El rey se ha complacido en confirmar la frase anterior, y Su Alteza Real el comandante
en jefe ha recibido la orden de Su Majestad de dirigir, que se leerá a la cabeza de cada
regimiento a su servicio y se insertará en todos los libros de orden del regimiento con
miras a que se convierta en un recuerdo perdurable de las fatales consecuencias a las
que se exponen los oficiales que, en el desempeño de los importantes deberes que se
les confían, carecen de ese celo, juicio y esfuerzo personal, que su Soberano y su país,
tienen derecho a esperar de los oficiales encargados de altos mandos.
De Su Majestad, quien siempre se ha interesado en el bienestar, el honor y la
reputación de sus tropas, el reciente fracaso de América del Sur ha resultado ser un
tema del más sincero pesar; pero ha sido un gran consuelo para él, Su Majestad ha
ordenado que se informe al ejército, que después de la más minuciosa investigación,
Su Majestad encuentra amplio motivo de satisfacción en la intrepidez y buena
conducta de sus tropas, empleadas recientemente en ese servicio, y particularmente
por aquellas divisiones del ejército, que se enfrentaron personalmente con el enemigo
en la ciudad de Buenos Aires, el 5 de julio de 1807; y Su Majestad no tiene ninguna
duda de que si los esfuerzos de sus tropas en América del Sur hubieran sido dirigidos
por la misma habilidad y energía, que han distinguido tan eminentemente a sus
comandantes en otras partes del mundo, el resultado de la campaña habría resultado
igualmente glorioso para ellos mismos y beneficiosos para su país.
Por orden de Su Alteza Real, el comandante en jefe
HARRY CALVERT - General de División y Adj. Gen. de las fuerzas.
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Como vimos Whitelocke fue encontrado culpable de 3 de los 4 cargos o algo
parecido... Dado de baja deshonrosamente y termino sus días en su para nada pobre
residencia en las afueras de Londres. Su segundo al mando si bien no estuvo implicado
se lo encontró poderosamente afectado en la opinión de la comandancia y no volvió a
tener un rol efectivo aunque se lo ascendió a teniente general unos años después.
(Corte marcial sobre el general Whitelocke - Chelsea College, 28 de enero de 1808)
Muchos plantearon la dudosa cuestión de no fusilar o ahorcar al teniente general,
atribuido a una cierta línea azul o un parentesco (extra matrimonial) con el rey. Idea
que sus descendientes niegan rotundamente mostrando incluso pruebas en contra de
estas habladurías. En publicaciones y gacetas de opinión, también se especuló en por
que no se quitó la vida como el honor le hubiera llevado a hacer, no encontrándose
una razón o justificación razonable para una opinión, ni otra, incluso en los estándares
de la época.
(Caricaturas sobre Whitelocke, a la izquierda el fantasma de Byng a la derecha el
deshonor y el suicidio)
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Es muy interesante como estos actos fueron pronto olvidados en la corte real, y se
entiende porque. Muchas veces es aludido como una cuestión casi sin importancia en
un teatro gigantesco sobre los 10 años de guerras napoleónicas. Cosa que es un buen
consuelo y entendible desde la visión que, particulares casos carecen de importancia o
sobrepasan el mismo para dos personas distintas. Es más ampliado cuando de
propaganda política se habla.
(Ataque al pueblo de Buenos Aires)
Las invasiones Inglesas al rio de la plata fueron el punta pie inicial y piedra
fundamental para que las naciones de Argentina, Uruguay, Chile, Perú… obtuvieran la
independencia, esto no es un acto de opinión sino un hecho factico que no reclama
duda.
(Ataque al pueblo de Buenos Aires)
En España en el momento se le dio, o se intentó darle el lugar que se creía merecer.
Pero ellos mismos empleados en una guerra de independencia/civil (para ese
entonces) en contra de las fuerzas Francesas, y finalizado esto una guerra de represión
contra sus ex colonias… no fue nada fácil expresar el gusto de su soberano por la
victoria contra las fuerzas inglesas. Es así que en Europa el hecho transcurrió sin pena
ni gloria.
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(Rendición de Whitelocke)
En una cuenta muy pocas veces utilizada, caemos en que técnicamente Buenos Aires y
dependencias formaron una colonia Española, británica y francesa durante distintos
periodos de tiempo.
Siendo la más interesante la fugaz colonia (solo en papeles) del imperio Francés de
Napoleón. El historiador Argentino Felipe Pigna lo recuerda en la anécdota del
enviado del emperador, Claude Étienne Bernard, Marqués de Sassenay.
Esto es porque en 1808 Napoleón toma como rehenes en un lujoso castillo en el sur de
Francia (en Bayone) a los reyes: rey Carlos IV “el cazador” y príncipe Fernando, luego
coronado Fernando VII “el deseado”. Los invita a abdicar en nombre del emperador
Francés y él en su lugar corona a su hermano José.
Algo que siempre me gusto de los viejos manuales de escuela era lo visual. Claro, hoy
día en este 2020 donde dejo marcada mis impresiones al respecto, basta con abrir
YouTube o cualquier plataforma para ver incansables horas de documentales al
respecto. No obstante, como yo lo veo, es que son materiales adicionales, donde la
fuente principal es y debe ser el papel.
Es por esta razón que a continuación dejare a disposición todo el material que yo
considero relevante sobre los ejércitos británicos de 1800. Más allá de tener un fin
personal, creo firmemente que es una ayuda para los exploradores y arqueólogos,
antropólogos y entusiastas de la historia que descubrirán y vivirán la historia mediante
objetos que tan bien se han preservado en la tierra costera y pantanosa de Buenos
Aires, aún por descubrirse.
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(Mapa de la invasión de 1807 de la universidad del ejército Argentino)
Cuerpo de infantería de elite
Voy a comenzar por describir los regimientos empleados. No desde la visión romántica
como lo haría la ilustre Mariquita Sánchez de Thompson en su descripción del 71°
highlander. Si no en su postura y tradición militar. Lo que va a demostrar y notar que
eran por demás las mejores tropas con las que contaba su graciosa majestad británica.
No solo eso, sus comandantes, y mismos regimientos son hoy día recordados por ser la
elite de la elite y se adjudican haber derrotado a Napoleón mismo.
El 95° regimiento (The Prince Consort's Own), que incluso tiene una serie de novelas
muy interesantes del autor Bernard Cornwell llamadas Sharpe, que cuenta con una
versión televisiva también llamada Sharpe protagonizada por Sean Bean. Esta serie es
muy representativa del cuerpo aunque mágicamente o intencionalmente no cuentan
la parte donde caen prisioneros en Buenos Aires.
(Espada sable (replica) de oficial del 95° regimiento)
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(Oficial del regimiento 95°)
Este regimiento contó con un arma revolucionaria para la época. Hablo del rifle largo
Ezekiel Baker (que tenía como novedad un cañón estriado). Empleado como primer
arma de francotirador inglés (del francés franc-tireur). Cuenta una leyenda del
regimiento que el cabo Irlandés Thomas Plunket (quien se dice mato a más de 20
españoles en Buenos Aires) en la retirada del general Moore de Coruña en 1809, más
precisamente en la batalla de Cacabelos, Plunket corrió hacia adelante unos 90 metros
(100 yardas), se tumbó en posición supina en la nieve y disparó al general de brigada
francés Auguste-Marie-François Colbert con su rifle Baker. Antes de regresar a sus
propias líneas, recargó y derribó al ayudante de campo de Colbert, Latour-Maubourg,
que se había apresurado en ayudar al general caído, lo que demostró que el primer
disparo no había sido una casualidad.
(Soldado del 95° en posición Supina de disparo)
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(Rifle Baker)
El 95° se utilizó como escaramuceó, es decir, tropas adelantadas a la línea y con total
independencia de movimientos, lo que les permitía hostigar a las líneas enemigas,
desmoralizarlas y en el mejor de los casos, desbandarlas. La otra tarea fundamental
del regimiento era atacar a las tropas enemigas que como ellos mismos su intención
era la de hostigar con armas de precisión. Como ser los Jäger prusianos o los Voltigeur
franceses.
Los regimientos de a pie o, como los llamamos hoy día, de infantería:
Entre ellos podemos notar al regimiento N°5 (Northumberland), este fue constituido
en 1675 aunque el regimiento figuraba como una de las tres unidades "inglesas" de la
Brigada Holandesa Anglo-Escocesa, una formación mercenaria cuyos orígenes se
remontan a 1586.
Parte de esta tropa desembarco en Montevideo y peleo además en la guerra
peninsular y muchísimos más teatros de operaciones, después de algunas fusiones fue
constituido como parte de la primer división de la COMONWEALTH en 1951 y fue
desactivado en 1954 como parte de la desmovilización de las fuerzas en Corea
después de la guerra.
(Soldado del 5° en 1742)
El regimiento N°36 (Herefordshire) que tiene un prontuario muy interesante también.
Entro en servicio temprano con la Guerra de Sucesión Española; siguió con el
Levantamiento jacobita; Guerra de la oreja de Jenkins; Guerra de sucesión austriaco;
Guerra de los Siete Años; India; Guerras napoleónicas 1800–1808; Guerra Peninsular;
hasta su Fusión el 1 de julio de 1881 cuando entraron en vigor las Reformas de
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Childers y los Regimientos de Infantería 29 y 36 se convirtieron en el 1º y 2º Batallones
del Regimiento de Worcestershire, y los regimientos de milicias se convirtieron en el
3º y 4º Batallones. El regimiento fusionado heredó las tradiciones y los honores de
batalla de los 29 y 36 de infantería.
En 1970, el Regimiento de Worcestershire se fusionó con el Sherwood Foresters
(Regimiento de Nottinghamshire y Derbyshire) para formar el Regimiento de
Worcestershire y Sherwood Foresters. En otra fusión en 2007, el Regimiento de
Worcestershire y Sherwood se convirtió en parte de un nuevo gran regimiento, el
Regimiento de Mercia.
(Oficial del 36° aproximadamente año 1800)
Regimiento 38 (Staffordshire), Este cuerpo de infantería se remite a su formación en el
año 1694, por lo que la información será la que es relevante para el periodo que nos
compete. En 1796 el regimiento se reunió en las Indias Occidentales y en mayo de
1796 participó en la captura de Santa Lucía y en la captura de Trinidad en 1797.
Después de participar en la captura del Cabo de Buena Esperanza en enero de 1806, se
embarcó hacia Sud América, donde luchó en la captura de Montevideo en enero de
1807 y en el ataque a Buenos Aires en julio de 1807 durante las invasiones británicas
del Río de la Plata.
El 1er batallón se embarcó para la Península en junio de 1808 y entró en acción en la
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batalla de Roliça en agosto de 1808, la batalla de Vimeiro más tarde en agosto de 1808
y la retirada a La Coruña bajo el mando del teniente general Sir John Moore en junio
de 1809. La historia de este regimiento también sigue hasta el presente siendo hoy día
en el Regimiento de Mercia.
(Trompeta, tambor y soldados del 38°)
Regimiento 40 (The 2nd Somersetshire), El regimiento fue levantado como Royal
Annapolis en Nueva Escocia por el general Richard Philipps como el Regimiento de Pie
de Richard Philipps en agosto de 1717 de compañías independientes estacionadas en
América del Norte y las Indias Occidentales. Al ser un regimiento americano se
desempeñaron en conflictos “zonales” como La guerra del padre Rale, la guerra del rey
Jorge, la guerra del padre Le Loutre, la guerra franco-india, la revolución americana…
En junio de 1763, el regimiento salió de La Habana a Annapolis Royal, donde sirvió
hasta 1767, cuando fue transferido a Irlanda. Esta sería la primera vez en sus 48 años
de historia que el regimiento británico serviría en suelo británico. En enero de 1794 el
regimiento se embarcó para Barbados para servir en las guerras revolucionarias
francesas y participó en la captura de Martinica en marzo de 1794 y el ataque a
Guadalupe en abril de 1794, participó en un ataque a las tropas francesas en San
Vicente en septiembre de 1795. Se trasladó a Saint-Domingue en julio de 1797 antes
de regresar a casa en diciembre de 1798. El regimiento también participó en la
invasión anglo-rusa de Holanda en agosto de 1799 y luchó en la batalla de Bergen en
septiembre de 1799 y en la batalla de Alkmaar en octubre de 1799 antes de regresar a
casa en noviembre de 1799. El regimiento luchó en la Batalla de Abukir y la Batalla de
Alejandría en marzo de 1801 y luego regresó a Inglaterra en octubre de 1801. El
regimiento formó parte de la fuerza reunida para las invasiones del Río de la Plata en
septiembre de 1806 y participó en el ataque a Montevideo en enero de 1807 antes de
regresar a Inglaterra en diciembre de 1807. En julio de 1808, el regimiento se embarcó
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hacia Portugal, como parte del ejército de Sir Arthur Wellesley (Lord Wellington), para
servir en la Guerra Peninsular. Luchó en la batalla de Roliça en agosto de 1808, la
batalla de Vimeiro más tarde ese mes y la batalla de Talavera en julio de 1809. El
regimiento también participó en la Batalla de Bussaco en septiembre de 1810 y luego
retrocedió a las Líneas de Torres Vedras en octubre de 1810. Posteriormente, el
regimiento participó en el Sitio de Ciudad Rodrigo en enero de 1812, el Sitio de
Badajoz en marzo de 1812 y la Batalla de Salamanca en julio de 1812, así como la
Batalla de Vitoria en junio de 1813. Luego persiguió al ejército francés en Francia y
luchó en la batalla de los Pirineos en julio de 1813, la batalla de Nivelle en noviembre
de 1813 y la batalla de Orthez en febrero de 1814 antes de participar también en la
batalla de Toulouse en abril de 1814. El regimiento regresó a casa en junio de 1814. En
octubre de 1814, el regimiento fue enviado a Nueva Orleans para servir en la Guerra
de 1812, pero no se desplazó por el final de ese conflicto en marzo de 1815. En mayo
de 1815, el regimiento se apresuró a unirse al ejército de Wellington justo antes de
que comenzara la batalla de Waterloo. Inicialmente colocados en reserva, más tarde
en el día fueron trasladados al centro de su línea a una posición cerca de La Haye
Sainte. Se mantuvieron firmes todo el día y ayudaron a rechazar el último ataque
masivo de infantería de Napoleón, perdiendo finalmente 170 muertos o heridos,
incluido su comandante en jefe, el mayor Arthur Rowley Heyland. El regimiento luego
formó parte del Ejército de Ocupación hasta su regreso a Inglaterra en abril de 1817.
Este regimiento se amalgamo varias veces luego de la época victoriana y en 2007,
forma el Regimiento del Duque de Lancaster (King, Lancashire y Border).
(Tropa del 40° regimiento mediados de 1815)
Regimiento 45 (Nottinghamshire) (Sherwood Foresters), si recuerda al personaje
ficticio de Robín Hood es porque son del mismo lugar. Formado en 1741, El regimiento
vio acción durante la Guerra del Padre Le Loutre, la Guerra Franco-India y la Guerra
Revolucionaria Estadounidense. En la primavera de 1807 el regimiento se embarcó en
la desastrosa invasión británica del Río de la Plata. Entró en acción en la Segunda
Batalla de Buenos Aires en julio de 1807 pero, ante la derrota, la disciplina se
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derrumbó y once hombres del regimiento desaparecieron por completo. Sin embargo,
otra unidad del regimiento cargó con éxito contra el enemigo, tomando dos obuses y
muchos prisioneros. Luego de la rendición pasaron a la Guerra Peninsular, la Primera
Guerra Anglo-Birmana y las Guerras Xhosa. Bajo las Reformas de Childers, se fusionó
con el 95° Regimiento de Pie (Derbyshire) para formar el Sherwood Foresters
(Regimiento de Nottinghamshire y Derbyshire) en 1881. Después de varias
amalgamaciones finalmente se fusiona para conformar hoy día el regimiento de
Mercia.
(Oficial del 45° con ropa de verano y de invierno usando las famosas Grey Coat)
Regimiento 47 (Lancashire) creado en Escocia en 1741. Sirvió en América del Norte
durante la Guerra de los Siete Años y la Guerra Revolucionaria Estadounidense,
también luchó durante las Guerras Napoleónicas, En 1806, el 1er batallón fue enviado
a guarnecer el antiguo asentamiento holandés del Cabo de Buena Esperanza, luego se
unió a la expedición del Río de la Plata de 1807 al mando de Sir Samuel Auchmuty,
luchando en Montevideo en febrero y Buenos Aires en julio. El batallón fue enviado a
la India en 1808 y al año siguiente sus compañías de flanco participaron en una
expedición al Golfo Pérsico y la Guerra de Crimea. Bajo las Reformas Childers se
fusionó con el 81° Regimiento de Infantería (Loyal Lincoln Volunteers) para formar el
Regimiento Loyal (North Lancashire) en 1881. También se fusiono algunas veces más
con sus componentes destacándose en la primera y segunda guerra mundial, hoy en
día cuentan con el nombre del Regimiento del Duque de Lancaster (King, Lancashire y
Border).
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(Los “coliflores” como era nombrado el 47°)
Regimiento escoces 71° (highlander) Si bien este cuerpo para 1807 estaba casi en su
totalidad apresado en distintos puestos del país, algunos componentes se dice que
estuvieron presentes, mediante escapes, en Montevideo. Si bien la leyenda dice que
una docena se volvieron “criollos” muchos otros volvieron a combatir.
El 73° Regimiento de Infantería era un regimiento de las Tierras Altas del ejército
británico, conformado en 1777. El regimiento fue redesignado como el 71° (Highland)
Regimiento de a pie (MacLeod's Highlanders) en 1786. Su color es el tartán MacLeod,
también conocido como el tartán MacLeod of Harris, es una variación del tartán Black
Watch. El tartán fue adoptado por el general de división John Mackenzie, Lord
MacLeod en el levantamiento del 73° Regimiento en 1777.
El 1er batallón se embarcó hacia el Cabo de Buena Esperanza en agosto de 1805 y
participó en la batalla de Blaauwberg en enero de 1806. El batallón navegó luego hacia
América del Sur y participó en la desastrosa expedición contra Buenos Aires bajo el
mando de Sir Home Popham. El batallón fue hecho prisionero y los colores del
Regimiento de Colores fueron capturados. El teniente general Sir John Floyd presentó
nuevos colores al regimiento en abril de 1808.
Bajo las Reformas Childers se fusionó con el 74° Regimiento de Infantería (Highland)
para convertirse en el 1° Batallón de Infantería Ligera de las Tierras Altas en 1881.
Luego de varias fusiones hoy forma parte del Regimiento Real de Escocia, 2° Batallón
del nuevo regimiento.
Su museo histórico se encuentra en la ciudad de Glasgow en Escocia, visita muy
recomendada.
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(Cabo del 71° y oficial del 71°)
Regimiento 87° (Royal Irish Fusiliers), El regimiento fue conformado por el general Sir
John Doyle como el 87° Regimiento de infantería (The Prince of Wales's Irish), en
respuesta a la amenaza planteada por la Revolución Francesa, el 18 de septiembre de
1793. El regimiento lleva el nombre de George, Prince of Gales, quien más tarde se
convirtió en el rey Jorge IV. El regimiento fue enviado a unirse al ejército del duque de
York en los Países Bajos en el verano de 1794 como parte de la fallida defensa de ese
país contra los republicanos franceses durante la Campaña de Flandes. El regimiento
rechazó una unidad de tropas francesas durante una escaramuza en Aalst en Bélgica
en julio de 1794, pero posteriormente fue capturado por el ejército francés en Bergen
op Zoom en los Países Bajos en 1795.
El regimiento fue reformado y embarcado hacia las Indias Occidentales en octubre de
1796 y ayudó a llevar a cabo un ataque fallido contra Puerto Rico en abril de 1797. Se
trasladó a Santa Lucía más tarde ese mismo año, a Martinica en diciembre de 1799 y a
Dominica en abril de 1800. Luego se trasladó a Barbados en abril de 1801, a Curazao
en agosto de 1801 y a Antigua en abril de 1803. Después de trasladarse a Saint Kitts en
junio de 1803, se embarcó de regreso a casa en julio de 1804. El 1er Batallón zarpó
hacia Sudamérica en septiembre de 1806 y tomó participación en la desastrosa
expedición al mando de Whitelocke, entró en acción en la batalla de Montevideo en
febrero de 1807 y en el fallido ataque a Buenos Aires en julio de 1807. La compañía
ligera del regimiento fue capturada por las tropas españolas durante el ataque,
aunque posteriormente fueron liberadas. El regimiento es conocido hoy día como el
Regimiento Real Irlandés (27° Inniskilling).
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(Soldado del 87° Irlandés)
Regimiento 88 (Connaught Rangers), (The Devil's Own), El regimiento fue organizado
en Connaught por John Thomas de Burgh, 13° Conde de Clanricard como el 88°
Regimiento de Infantería (Connaught Rangers), en respuesta a la amenaza planteada
por la Revolución Francesa, el 25 de septiembre de 1793. El regimiento fue enviado a
unirse al ejército del duque de York en los Países Bajos en el verano de 1794 como
parte de la fallida defensa de ese país contra los republicanos franceses durante la
Campaña de Flandes. El regimiento se embarcó para las Indias Occidentales en el
otoño de 1795 y, después de un viaje difícil, dos compañías participaron en la captura
de Granada y el asedio de Santa Lucía antes de regresar a Inglaterra en el verano de
1796. El regimiento se embarcó luego para la India en enero de 1799 y llegó a Bombay
en junio de 1800. El regimiento zarpó de la India hacia Egipto en diciembre de 1800
para servir en la Campaña Egipcia, llegando a El Cairo el día en que las tropas francesas
se rindieron. Regresó a Inglaterra en mayo de 1803. El 1er Batallón zarpó de Falmouth
hacia el Cabo de Buena Esperanza en noviembre de 1806. El batallón zarpó hacia
Sudamérica en abril de 1807 y participó en la desastrosa expedición al mando de
Whitelocke, vio acción en el fallido ataque a Buenos Aires en julio de 1807. Se ordenó
a las compañías que retiraran los pedernales de sus mosquetes antes de que entraran
en acción, lo que los dejó indefensos. Después de una larga lucha, el batallón se rindió.
El capitán William Parker-Carroll permaneció en el Río de la Plata y fue bien tratado
por las tropas españolas. El resto del batallón, una vez liberado, se embarcó hacia casa
y llegó a Portsmouth en noviembre de 1807. Debido a importantes recortes de
defensa y al establecimiento del Estado Libre de Irlanda en 1922, se decidió que los
seis antiguos regimientos de Irlanda del Sur serían disueltos, incluidos los Connaught
Rangers. El 12 de junio, se colocaron cinco colores del regimiento en una ceremonia
en St George's Hall, en el castillo de Windsor, en presencia de Su Majestad el Rey Jorge
V. Los seis regimientos fueron luego disueltos el 31 de julio de 1922. Con el estallido
simultáneo del conflicto de la Guerra Civil Irlandesa, algunos miles de sus ex militares y
oficiales contribuyeron a expandir el recién formado Ejército Nacional del gobierno del
Estado Libre. Trajeron una considerable experiencia de combate con ellos
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contribuyendo significativamente al éxito de la causa del Estado Libre, y en mayo de
1923 comprendía el 50% de sus 53.000 soldados y el 20% de sus oficiales.
(Soldado del 88° con los pertrechos completos)
No es mi intención describir las hazañas de los regimientos destacados en Buenos
Aires pero ciertamente es increíble, y existe material como para hacer un ensayo o un
libro por sí mismos. Con solo nombrar estos regimientos creo que basta para enmarcar
el poderío militar de estas tropas en contraparte de las tropas “americanas” con
escaso o nulo entrenamiento militar, con malos e inexpertos oficiales en el mejor de
los casos. Lo que no lo convierte en una ofensa, todo lo contrario. Con esta descripción
quiero poner en valor las tropas levadas en Buenos Aires y sus dependencias que
frente al mejor ejercito de su época prevalecieron en dos ocasiones.
Caballería:
6° regimiento de caballería liviana, El 6° (Inniskilling) de Dragones era un regimiento
de caballería en el ejército británico, formado en 1689 como el regimiento de
dragones de Sir Albert Cunningham. Una de las batallas más notables del regimiento
fue la Batalla del Boyne en julio de 1690. Se convirtió en el 6° (Inniskilling) Regimiento
de Dragones en 1751. No se guardan muchos registros sobre la participación de este
cuerpo en la batalla por Buenos Aires no obstante está muy bien documentada su
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participación. El regimiento también luchó con distinción en la Carga de la Brigada de
la Unión en la Batalla de Waterloo y nuevamente como parte de la exitosa Carga de la
Brigada Pesada contra números superiores en la Batalla de Balaclava durante la
Guerra de Crimea. La Primera Guerra Mundial hizo sonar la sentencia de muerte para
la caballería montada cuando se hizo evidente que la tecnología había avanzado con
mayor poder destructivo y había hecho que la caballería a caballo fuera redundante en
el campo de batalla moderno. El ejército británico reorganizó y redujo su cuerpo de
caballería al disolver o fusionar muchos de sus famosos regimientos de caballería. Los
Inniskilling fueron uno de los afectados. Estuvo en servicio durante dos siglos, incluida
la Primera Guerra Mundial, antes de fusionarse con los Guardias de Dragones 5° (de la
Princesa Charlotte de Gales) para formar los Dragones 5°/6° en 1922. En agosto de
1992, como consecuencia de los recortes de defensa, el regimiento se fusionó con el
4°/7° Royal Dragoon Guards para formar los Royal Dragoon Guards.
(Oficial del 6° de caballería en 1800)
9° regimiento de caballería liviana, Los lanceros reales del 9° de la Reina era un
regimiento de caballería del ejército británico, levantado por primera vez en 1715. El
regimiento participó en la desastrosa expedición al Río de la Plata en octubre de 1806,
incluida la ocupación de Montevideo en febrero de 1807 y batalla de Buenos Aires en
1807 durante la Guerra Anglo-Española. Estuvo en servicio durante tres siglos,
incluidas la Primera y la Segunda Guerra Mundial. El regimiento sobrevivió a la
reducción inmediata de fuerzas de la posguerra, pero se fusionó con el 12° Royal
Lancers para formar el 9°/12° Royal Lancers en 1960.
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(Lancero desmontado del 9° y oficial - 1820)
17° regimiento de lanceros (Duke of Cambridge's Own), era un regimiento de
caballería del ejército británico, formado en 1759. En 1806, el regimiento participó en
las desastrosas expediciones a la América del Sur controlada por los españoles,
entonces aliada de Francia durante las Guerras Napoleónicas. Sir Home Riggs Popham
había orquestado una expedición contra América del Sur sin la autorización del
gobierno británico. Esta invasión fracasó, pero se lanzó una segunda invasión. El
regimiento era parte de esta segunda fuerza, bajo el mando de Sir Samuel Auchmuty.
La fuerza británica sitió y capturó Montevideo. En 1807, el regimiento era parte de la
fuerza, ahora bajo el mando de John Whitelocke, que trató de capturar Buenos Aires,
pero fracasó abismalmente. La fuerza británica (incluido el regimiento) se vio obligada
a rendirse y no regresó a casa hasta enero de 1808. El regimiento se destaca por su
participación en la Carga de la Brigada Ligera durante la Guerra de Crimea. El
regimiento se fusionó con el 21° Lancers para formar el 17°/21° Lancers en 1922.
(Carga del 17°)
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Armada:
Soldado de marina (es complicado)
(Marinero)
Comúnmente era el lugar más complicado para conseguir personal, malas pagas,
muchas penurias, una dureza muy grande por parte de la oficialidad. Por lo que los
marinos eran reclutados casi siempre a la fuerza en distintos puntos del planeta. Los
destacados en el atlántico tanto norte como sur comúnmente eran levados en Irlanda,
sur de Inglaterra, los estados unidos, caribe, etc. Este personal era entrenado muy
rigurosamente para poder pelear con armas de asalto como ser pistolas, sables,
cuchillas, palos, etc. Además del necesario uso de la navegación, claro está. La
marinería fue la columna vertebral del dominio británico por sobre el mar en el 1800.
Infante de Marina y oficiales. En un escalafón social más alto, se encontraba la
oficialidad. Estos son los que más fama supieron albergar en la historia. Claro está, por
la singularidad que las islas británicas… son islas. La infantería de marina se empezó a
utilizar como una necesidad de manejar armas pesadas y de tener una tropa
entrenada que con fuego de mosquetería y de franco tiradores pudieran “limpiar” las
cubiertas enemigas y así abordar. En la época, se estilaba a capturar barcos y
tripulaciones. Tratando de matar lo menos posible (aunque suene a una locura) por
causas obviamente materiales. Sin contar que los capitanes y oficiales en lo general se
quedaban con una marte en especias de los cargamentos militares o comerciales
retenidos al enemigo.
(Espada de combate de marinero ingles cerca del 1800)
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(1-Capitán, 2-Cirujano, 3-infante de marina, 4-oficial de la marina real)
Además del sin fin de barcos de gran calado que estuvieron en el teatro de
operaciones pero que no tomaron acción alguna por las características principales del
rio de la plata (poco profundo en toda su extensión, bancos de arena, dobles y triples
bajantes, fuertes vientos de direcciones no sostenidas… en fin! Una pesadilla para
cualquier barco con las características del 1800 y de gran calado) Si tomaron acción
distintas embarcaciones, muy interesantes todas, sobre todo en las funciones de
transporte. Unas pocas lanchas cañoneras fueron las que realmente entraron en
combate. Estos botes de poco calado causaron mucho malestar y podrían haber sido
un gran problema para la defensa de la ciudad.
Artillería:
Abran leído de las balas de cañón de distintos calibres. Tanto redondas como de
metralla, o de racimo. Ejemplificare a continuación el armamento empleado en la
campaña.
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El modelo más utilizado fue el de 3 libras por su maniobralidad y su “bajo” peso.
Aunque el de 6 libras también se empleó. Estos cañones, usados en ambos lados,
fueron altamente efectivos pero no como su uso principal que era atacar líneas
enemigas compactas, o destrozar construcciones. Si no en arrasar calles con
mayormente balas de racimo, lo que podría considerarse cientos de balas de
mosquete disparadas todas juntas desde un cañón. Los cañones de esta época son de
alma lisa por lo que su trayectoria es inestable, son de avancarga lo que significa que
se deben cargar por la boca del mismo, usan un disparador de temperatura a modo de
mecha con un pequeño orificio en la ceba de la pólvora para tal fin. Es por eso que se
utiliza el término picar, tapar, pinchar, etc. Simplemente se colocaba un clavo en dicho
orificio y el cañón quedaba inutilizable.
(Mortero Español de 12 pulgadas)
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(Cañón largo de 12 pulgadas Ingles)
Pertrechos:
Los británicos llegaron a las costas del rio de la plata con inventos muy prácticos para
la campaña. Entre ellos el más interesante para mi es el enlatado. Los tupperware de
la época.
Esto les permitía administrar mejor el espacio en las mochilas. Las cocinas de campaña
no eran para nada lujosas pero si muy eficaces. Las raciones eran en lo general
hervidas, muy calóricas, dependiendo principalmente de carnes y pan.
(Cocina de ejercito ingles 1800)
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Las tiendas de campaña que quedaron en Montevideo también tienen sus
características, los catres y demás aditamentos empleados son de una tecnología muy
sorprendente para la época. Como dije anteriormente solo se les permitió acampar en
Montevideo, en Buenos Aires las tropas mayormente se refugiaron en las noches en
las casas que encontraron en el camino.
Notas:
Un caso singular es el caso de las peripecias del Coronel Pack, tan nombrado durante
el juicio al general Whitelocke, así como el general Beresford que su historia es una de
las más apasionantes a mí entender.
Beresford Lideró una de las dos brigadas (compuesta de tres regimientos) que formó
parte del ejército con que el general Baird efectuó la Conquista del Cabo de Buena
Esperanza en enero de 1806, hasta entonces colonia holandesa (Holanda estaba bajo
la influencia Francesa). Cuando el comodoro Home Popham le propuso al general
Baird asociarse para la captura del Virreinato del Río de la Plata, Baird rechazó la
propuesta; pero cambió de idea cuando se informó de que se trataba de capturar un
gran botín de plata acumulado en la ciudad de Buenos Aires. Entonces pactó un
reparto del botín y le dio un contingente formado por el Regimiento N°71 Highlanders,
al mando del teniente coronel Denis Pack y otras tropas, todo bajo el mando del
coronel Beresford. Para asegurarse una mayor participación y control sobre la
operación, nombró en secreto general a Beresford, para que fuera superior de
Popham. La expedición quiso desembarcar en Ensenada de Barragán pero fue repelido
en el fuerte, volvió a embarcar y finalmente desembarcó en Quilmes el 25 de junio de
1806 y tomó desprevenido al virrey Rafael de Sobremonte, que esperaba un ataque
sobre Montevideo. Venció la débil resistencia que se le opuso y ocupó Buenos Aires.
Oficialmente se tituló gobernador de Buenos Aires. Publicó un edicto en el que
anunciaba que las propiedades serían respetadas, que las autoridades permanecerían
en sus cargos, pero que debían jurar al nuevo rey, Jorge III. Hizo lo que pudo para
ganarse la confianza de sus gobernados, ya que su fuerza era demasiado pequeña.
Pero si logró que los militares prisioneros juraran no tomar más las armas contra los
ingleses; y que las autoridades —con la excepción de la Audiencia— juraran al rey
Jorge.
La oposición comenzó a organizarse en torno al ex alcalde Martín de Álzaga. Beresford
ordenó el secuestro de todas las armas en poder de particulares, pero muchas
pudieron ser escondidas. Álzaga organizó un ejército de casi tres mil hombres, a los
que envió a adiestrarse en el campamento de Perdriel. Alquiló las casas que daban a la
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plaza mayor, y desde allí cavó túneles para minar el Fuerte, además de instalar
cantones para hacer frente a los invasores. Toda esta organización fue pagada del
bolsillo del alcalde. Beresford pidió desesperadamente refuerzos a Londres. Mientras
tanto, decidió atacar el campamento enemigo, con una columna al mando de la cual
estaba él mismo. En la batalla de Perdriel dispersó a las fuerzas de Juan Martín de
Pueyrredón y Cornelio Zelaya, pero el ejército enemigo quedó intacto. Beresford
montó una red de espionaje, en la cual participaron colaboracionistas criollos, pero el
sistema montado por Álzaga solo fue descubierto cuando ya la reconquista era
inminente.
El marino Santiago de Liniers había pasado a Montevideo, donde el gobernador
Pascual Ruiz Huidobro le entregó un fuerte contingente para intentar la reconquista de
la ciudad. Eran las fuerzas que Sobremonte había enviado a fines del año anterior a
Montevideo.
Liniers volvió a la costa bonaerense el 3 de agosto, en medio de un temporal que le
permitió pasar sin ser visto entre las fuerzas británicas. Siguió aprovechando la
tormenta para acercarse hasta el centro de Buenos Aires, mientras los británicos no
podían moverse por los intransitables caminos. Desde Córdoba, avanzaba también el
virrey Sobremonte, pero no llegaría a tiempo para actuar, Liniers se negó a esperarlo.
Beresford recibió en el Fuerte al capitán Hilarión de la Quintana, que le entregó una
intimación para que se rindiera en quince minutos Y le informó que el ejército
“patriota” estaba en las afueras de la ciudad. El gobernador invasor respondió que
resistiría, por lo que Liniers se lanzó de inmediato al ataque, reforzado por los
voluntarios de Álzaga.
Las tropas inglesas fueron superadas rápidamente, y Beresford ordenó replegarse al
Fuerte. Cuando su ayudante fue muerto a un metro de él, fue rápidamente rodeado, y
finalmente se rindió. Se le permitió abandonar el Fuerte con las banderas desplegadas
y rendirse a Liniers en medio de la Plaza Mayor, que desde entonces se llamó Plaza de
la Victoria (hoy Plaza de Mayo) Era el 12 de agosto de 1806.
Beresford fue puesto en prisión. Se había rendido sin condiciones, pero convenció a
Liniers de que sería ejecutado por haberse rendido de esa manera. Se lamentó tanto
de su suerte, que el caballeresco Liniers se apiadó de él (también hay rumores de que
una señorita habría intercedido) y firmó una capitulación, antedatada, la misma
contenía condiciones ventajosas para él. A cambio, fue obligado a jurar que no tomaría
las armas contra los españoles otra vez, cosa que cumplió. El Cabildo protestó, pero
Liniers explicó que era sólo una garantía para Beresford.
Pero Beresford empezó a reclamar el cumplimiento de la fingida capitulación,
amenazando con represalias de parte del gobierno inglés. No fue atendido, y mientras
sus hombres eran enviados a las provincias del interior como prisioneros, Beresford y
Pack fueron llevados a Luján.
Al llegar la noticia de la captura de Montevideo por la Segunda Invasión inglesa,
Sobremonte fue reemplazado por Liniers como virrey; este ordenó trasladar a
Beresford y Pack a Catamarca. Pero cuando iban en camino, el oficial que los conducía
fue interceptado por Manuel Aniceto Padilla y Saturnino Rodríguez Peña, que lo
convencieron de que tenían orden de Liniers de llevarlos a Buenos Aires.
Los prisioneros fueron entregados, estos fueron conducidos hasta Tigre y embarcados
en un bote a vela. El mismo fue interceptado por un buque inglés, y finalmente
trasladados a Montevideo.
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Allí Beresford, convivio con Sir S. Auchmuty y a su llegada asesoró al general John
Whitelocke para la segunda invasión a Buenos Aires, pero se negó a participar en ella y
partió hacia Londres.
Iba camino a Londres resignado a prisión y a un juicio, cuando fue puesto al mando de
las fuerzas de una flota que se cruzó con él, y con la que ocupó las islas portuguesas de
Madeira el 24 de diciembre de 1807, con lo que los ingleses esperaban evitar que el
imperio de Napoleón Bonaparte se extendiera fuera de Europa continental.
Escribió una serie de informes oficiales sobre su actuación en Buenos Aires, y a pesar
de que había actuado sin permiso del gobierno, fue premiado por su éxito.
Cuando Gran Bretaña se alió a España contra Napoleón, fue puesto al mando de una
división en La Coruña, y en 1809 organizó el ejército portugués. Fue reconocido como
mariscal en el ejército portugués, y combatió junto al duque de Wellington.
En 1812, dirigió un ejército anglo-español contra los franceses, y obtuvo la victoria de
Albuera, batalla en la que también se destacó el entonces teniente coronel José de San
Martín, militar argentino considerado el libertador de Argentina, Chile y Perú. Por esta
victoria fue nombrado duque de Elvas en España y conde de Troncoso en Portugal.
Wellington lo nombró su sucesor en caso de que él muriera.
Otro caso interesante es el del mismísimo Wellesley, más conocido por su título como
primer conde de Wellington, atravesado por Francisco de Miranda y el personaje de la
primera invasión Popham. Estos personajes y Mr. Pitt, juntos planeaban un tercer
desembarco en Buenos Aires y lo ponían a Wellesley como jefe de la expedición,
cuando se dan las noticias de que España, se había unido con Portugal y el reinado
británico para combatir al imperio Francés. Imposibilitado de atacar a un aliado o a sus
colonias, ordenan a Wellesley que se dirija a la península y un enojadísimo Miranda se
dirige a la gran Colombia a hacerse cargo del ejército “patriota”. Esta historia
seguramente se relatara en profundidad en un siguiente libro.
Como dato final, no se sabe nada del lugar de reposo de los muertos de las invasiones.
Hasta lo que se sabe, no hay registros de que se hizo con los cadáveres, ropajes,
pertrechos, etc. Desde Berisso, pasando por Hudson, Quilmes y hasta en el corazón
mismo de la ciudad de buenos aires se deberían encontrar muertos, amputaciones,
pertrechos, armas, etc. Provenientes de las invasiones. Algún día alguien los
encontrará y podremos cerrar de una vez por todas estas historias.
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Fuentes:
El historiador web, desventuras de un enviado de napoleón a Buenos Aires y demás
artículos.
Libro, Cobbett’s political register, from January to June 1808.
Libro, Trial of Lieutenant General John Whitelocke, Commander in Chief of the
Expedition against Buenos Ayres: By Court-martial, Held in Chelsea College, on
Thursday, the 28th January, 1808, and Succeeding Days.
Distintos artículos de Wikipedia.
Demás información acumulada.
Agradecimientos:
A mi madre que me hacía leer cada noche y así forjo mi amor por la lectura,
A mi padre que alimento siempre mi ansia de saber,
A mis hermanos que con su apoyo moral me han dado la confianza para hacer,
A Lolo Bianco que soporta mi amistad y con su talento armo la portada de este libro,
A mi mecenas y secuestradora que me permite hacer esta clase de investigaciones,
A mis amigos que han apoyado mis locuras desde siempre,
A mis profesores y maestros de las escuelas públicas donde me forme,
A la patria donde orgullosamente nací y a la que recuerdo con tanto amor.
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