(PDF) Juicio militar del teniente general John Whitelocke | Ezequiel Rua - Academia.edu
-0- -1- CORTE MARCIAL DEL TENIENTE GENERAL JOHN WHITELOCKE Con Introducción y Conclusiones del traductor DICIEMBRE DE 2020 Por Rua Ezequiel en base a las notas tomadas por un testigo -2- -3- Prologo Me considero una persona práctica y por demás ejemplificadora, creo que es la única forma en que se hacer las cosas. En palabras del propio Napoleón a su valet “vísteme despacio que estoy apurado”. Voy a relatar los sucesos importantes hasta 1807 para poner un contexto general de la situación política y militar. Ejemplificare armas, mecanismos y un sinfín de detalles que fui encontrando en mi investigación y que son tan necesarias para comprender en un plano más general; que, por qué y para qué. Si no estuviera tan apurado este relato sería más corto. Tengo que empezar por algún lado, no es simplemente salir de la nada con datos al aire. Creo que por el bien del lector y por el bien de quien relata, es que la línea, la voy a marcar en la guerra de independencia de las 13 colonias británicas en la costa atlántica de norte américa. Entre los años 1775 y 1783 se libró esta guerra de independencia americana contra una potencia europea. Lo interesante de esto es que Europa desde la edad media fue un polvorín con varios actores enfrentándose todo el tiempo por tierras, enmascarado claro, con la excusa religiosa, de poder y de sangre real. De entre estos países las principales rivalidades se habían marcado entre Inglaterra y Francia – Inglaterra y España – España y Portugal (que tienen y tuvieron desde siempre una relación compleja por decir algo amable), Rusia, Austria, el imperio turco, Prusia, y demás. Todos estos jugadores muy importantes en la contienda por el poder. Cuando las colonias americanas quisieron independizarse para no aportar impuestos sin representación parlamentaria en Londres, poder manejar los precios del algodón y del tabaco a su gusto sin pasar por Londres y por sobre todo desentenderse de la guerra de los 7 años. Que fue peleada en casi todo el mundo y con los mismos de siempre como protagonistas y donde los británicos salieron victoriosos (pero habían quedado al borde de la quiebra). Son estos costos los que los “americanos” no quisieron pagar. Para el fin independista, las colonias enviaron negociadores a Francia y España (sus vecinos en el norte y oeste – sur respectivamente). Ambos aceptaron encantados en cortar las riquezas del rey británico. Francia aporto muchísimo material bélico, una marina de guerra muy numerosa por esos permisos de comercio con el sueño de la futura nación. 11.000 soldados españoles, 12.000 soldados franceses, 63.000 franco-españoles en Gibraltar y 146 barcos de línea. Esto represento un gasto desorbitante para el estado Francés que al igual que Inglaterra había salido muy perjudicado económicamente después de la guerra de los 7 años, y había perdido la guerra… Por esto es que el rey Luis XVI de Francia decidió aplicar una serie de medidas que no hizo más que terminar de estrangular al tercer estado o al campesinado y pequeños propietarios. Para colmo de males fueron los veranos más cortos y los inviernos más duros sin posibilidad de cultivar… De este malestar nace la marcha del pan, la toma de la bastilla y demás sucesos que terminaran con el rey y la reina sin cabeza. Hablamos propiamente de la revolución francesa de 1789 en cuyo contexto distintas potencias le declaran la guerra a la asamblea nacional (órgano que ocupo la cabeza de estado). Los estados monárquicos totalitarios se conformaron en la primera coalición (17921797) comprendida por: Austria, Prusia, Reino de Nápoles, Reino de Cerdeña (en -4- guerra con Francia desde 1792), Reino Unido, Provincias Unidas de los Países Bajos y España. Increíblemente el estado francés pudo contener a sus atacantes. Es por esto que se conforma la segunda coalición (1798-1800) comprendida por: el Imperio austríaco, el reino unido (ya en guerra con Francia desde 1793), el Imperio ruso, Imperio otomano, Reino de Portugal, Reino de Nápoles y los Estados Papales. Nuevamente el estado Francés perdura y surge en este contexto un militar que en base a triunfos, alianzas y un golpe de estado, el golpe del 18 de brumario (11 de noviembre de 1799) se autoproclama primer cónsul o cónsul vitalicio y luego se auto coronara emperador el 18 de mayo de 1804, no hablamos de nadie más que de Napoleón Bonaparte. Napoleón no solo gana la guerra de la segunda coalición si no que se corona Rey de Italia el 18 de marzo de 1805 y crea una alianza con España. Las “potencias” vieron con mala cara a este personaje que se comparaba de igual a igual con reyes y emperadores “designados por dios” es por esto que emprenden la tercer coalición en 1805 por el Reino Unido, Austria, Rusia, Nápoles y Suecia. Bajo esta nueva guerra, Napoleón reestructura el mando militar y la composición del ejército. Crea las fuerzas de Corps, o cuerpos, que para fines prácticos son mini ejércitos independientes de otros corps. Cada uno comprendía caballería, artillería, infantería, ingenieros, etc. Lo notable de este modelo es que cada cuerpo comandado por un mariscal de campo podía vivir de los pueblos por los que pasaba, ser más flexible y rápido y por ello tomar varias vías hacia un solo destino. Este modelo fue virtualmente copiado por todas las naciones del periodo. En 1805 gana quizás su más brillante victoria en Austerlitz y pierde el mar en la batalla de Trafalgar famosa por la muerte del comandante Ingles Nelson y la destrucción de la flota combinada franco-española. El dominio de los mares era británico, el dominio de la tierra era Francés. El primer ministro del reino unido era William Pitt quien se dice que dijo que descolgaran el mapa de Europa porque no lo necesitarían por los próximos 10 años al conocer las victorias francesas en Europa. Pitt muere en 1806, lo sucedió William Wyndham Grenville. En 1806 se declara la guerra de la cuarta coalición (1806-1807) contra la Francia imperial por: el reino unido, Prusia, Rusia, Sajonia y Suecia. Inglaterra estaba en el bum de su revolución industrial (1760-1840) y necesitaba desesperadamente colocar productos y hacerse de materias primas para solventar la cantidad de manufactura que ahora industrializaba. Europa fue cerrada por Napoleón mediante el decreto de Berlín el 21 de noviembre de 1806, que resultó ser un fiasco, Como toda prohibición lo único que hizo fue incrementar el tráfico ilegal de productos y lastimar el comercio tanto propio como ajeno. Su graciosa majestad Jorge III envía un convoy a cabo verde en la actual Sudáfrica, que era un puesto Holandés (en realidad Francés), con la idea de lastimar toda fuerza francesa lejos de Europa. Este puesto cae sin muchos inconvenientes. Es en estos lugares y en esta parte de la misión, donde los comandantes de la expedición son informados que el virreinato del rio de la plata estaba por despachar un tesoro en metálico a España, y que la población estaba muy disconforme con las regulaciones comerciales de Madrid que marcaba que solo las colonias podían comerciar con la metrópoli. Recordemos que España estaba en guerra con Inglaterra desde 1804 y bajo -5- el sistema continental desde 1805. El 6 de Junio de 1806 un cuerpo expedicionario (sin ordenes) al mando del Brigadier General William Carr Beresford y el Comodoro Home Riggs Popham con 1.600 Soldados de infantería en su gran mayoría del 71° regimiento de highlander escoces y marinería cruzan el atlántico. Al ver que podían ser recibidos como salvadores y muy bien informados por algunos comerciantes locales, intentan desembarcar en ensenada pero son repelidos en el fuerte de Barragán, por lo que desembarcan en Quilmes, pierden parte de su artillería en el humedal de la costa quilmeña, pero la infantería sube a la altura sin mayor complicación y emprenden el derrotero para capturar al virrey Rafael de Sobremonte y Núñez que tenía el caudal publico consigo a estas alturas a la altura de Lujan (intentaba llegar a córdoba para presentar batalla con el ejército de las provincias). Los británicos se hacen con este dinero y es rápidamente enviado a Londres. Beresford se nombra gobernador de la ciudad y dependencias viendo un buen lugar para comerciar y abrir mercado a esta vasta zona. Por esto, decreta la apertura del puerto imponiendo un libre mercado que si bien fue bien visto por la oligarquía local, la mayoría de estos había hecho sus fortunas por el contrabando y con la legalización se terminaba el negocio. Es por esto que una parte de estos señores, se alza en armas en contra del ejército invasor logrando su rendición el 12 de agosto del mismo año. Se dice que la idea general de los pobladores era crear una nación similar a la de norte américa para poder imponer precios de sus productos sin pasar por el control burocrático y de algún modo tiránico de Madrid. Todo esto con el protectorado de Inglaterra, claro que las ideas de la corona serían un tanto distintas. Por el mismo momento Napoleón aplastaba a Prusia en la doble batalla de JenaAuerstadt en octubre de 1806. Popham quien había sido visto como un tirano por la opinión pública, medios y corona y que casi se lo somete a un juicio militar por atacar sin órdenes, de repente es recibido con honores por ingresar tremendo botín a las arcas reales. Se entiende que una fuerza de 1600 hombres no puede sostener la ciudad y deciden enviar una fuerza de varios cuerpos para imponer seguridad en esta nueva colonia. Antes de zarpar a principios de 1807 se enteran que las fuerzas se han rendido en Buenos Aires y deciden retomarla aunque entienden que las fuerzas que comprendían, serían insuficientes. En 1807 Napoleón “empata” y se queda con el campo de batalla en Eylau contra un ejército ruso-prusiano al mando de Bennigsen. Luego toma la ciudad de Danzig, en junio gana la brillante batalla de Friedland contra el mismo ejército de Bennigsen y toma la ciudad de Konigsberg. La paz vendría por pedido de la corte rusa al emperador Alexander II, la misma se firmaría en Tilsit el 25 de junio así terminando la guerra de la cuarta coalición ampliando aún más el control europeo contra Inglaterra. El único país que no acata esta orden imperial es el reino de Portugal. Es por esto que un ejército combinado franco-español al mando del general Junot ingresa en Portugal para imponer la sanción por la fuerza. Los reyes huyen con toda su corte a Brasil en barcos ingleses sin presentar batalla. Es aquí, en este contexto donde arranca el relato y el juicio tan lleno de datos que se encuentra a continuación. -6- -7- Juicio del teniente general John Whitelocke, Comandante en jefe de la expedición contra Buenos Aires Por corte marcial, realizado el Jueves 28 enero de 1808 Y días posteriores. Notas tomadas textualmente por un estudiante de Middle Temple “Este no es el caso de un oficial en su juicio por consejo de guerra por cualquier hecho particular que se alega en su contra, este es el primer juicio por consejo de guerra, instituido para investigar la conducta de un oficial general, que tiene el mando de una expedición en contra una provincia extranjera” - Fiscal. Traducción realizada por Ezequiel Rua, argentino, residente en Reino Unido. Este documento traducido no busca ningún beneficio monetario, solo el de tener conocimiento sobre la materia en cuestión y que esté al alcance de cualquier persona hispanoparlante a quien le interese. Distintas notas fueron hechas y marcadas entre paréntesis para clarificar términos, contextos y personajes. A su vez esclarece que no posee ningún permiso para su reproducción, traducción o distribución. -8- -9- Primer (1) Día A las diez en punto, varios generales y tenientes generales, convocados para formar la corte, se reunieron en el gran salón, poco después ocuparon sus puestos en el estrado según su rango, en el siguiente orden: Presidente, general sir William Meadows, K. B. (Knight of the Bath - caballero de la orden del baño) Generales, Honorable J. C. Norton, Vizconde Gerard Lake, Samuel Hulse, James Oglevie, Cornelius Cuyler Teniente general, Honorable Henry Edward Fox, Sir James Duff George Harris, Lord Cathcart Francis Dunda Alexander Ross Henry Pigot Sir George Nugent, Bart William Loftus, Richard R. Wildford, Thomas Garth, Vaughan Lloyd Miles Stavely, Y el teniente general Sir John Moore K.B. ((Knight of the Bath - caballero de la orden del baño) El juez fiscal (por falta de nombre más preciso comprendemos que es un fiscal), el honorable Richard Ryder, se sentó a la cabecera de la mesa, a la derecha del presidente. El teniente general Whitelocke estaba un poco atrás, a la izquierda del presidente, en una mesa, donde se sentaban su abogado, el ayudante de campo del rey y otros asistentes del general. A la derecha del presidente, se dispuso otra mesa, donde se sentaron a los pies, el ayudante y los generales adjuntos, que asistieron por parte de la fiscalía, y los escritores abreviados y los auxiliares administrativos a cada lado. El asunto de la corte fue iniciado por el fiscal leyendo la orden para convocar a la corte marcial y llamando los nombres de los miembros. Luego, el tribunal ordenó al fiscal que leyera los diversos cargos de la siguiente manera. Primer cargo_ Que dicho teniente general Whitelocke, habiendo recibido instrucciones del principal secretario de estado de su majestad, de proceder a la redención de la provincia de Buenos Aires, emprendió medidas mal calculadas para facilitar esa conquista; que cuando el comandante español había mostrado síntomas de disposición a tratar una rendición tal como para expresar un deseo de comunicarse con el general de división Gower, el segundo al mando, sobre el asunto de los términos, dicho teniente general whitelocke devolvió un mensaje, en el cual exigió, - 10 - entre otros artículos, la entrega de personas que ocupen cargos civiles en el gobierno de Buenos Aires, como prisioneros de guerra. Que dicho teniente general Whitelocke al hacer una demanda tan ofensiva e insólita, tendiente a exasperar a los habitantes de Buenos Aires, a producir y alentar un espíritu de resistencia a las armas de su majestad, a excluir la esperanza de un acomodo amistoso, y a aumentar las dificultades del servicio que le fue encomendado, actuó de manera impropia de su deber como oficial, perjudicial para la disciplina militar y contraria a los artículos de guerra. Segundo cargo_ que dicho teniente general Whitelocke, luego del desembarco de las tropas en ensinada (Ensenada), y durante la marcha de allí a la ciudad de Buenos Aires, no hizo los arreglos militares mejor calculados para asegurar el éxito de sus operaciones contra la ciudad; y que habiendo sabido, antes de su ataque a la ciudad de Buenos Aires, el 5 de julio de 1807, como se desprende de su despacho del 10 de julio, que el enemigo pretendía ocupar los techos planos de las casas, no obstante hizo caso omiso, en dicho ataque, dividió sus fuerzas en varias brigadas, y ordenó que se descargara el conjunto y que no se permitiera disparar bajo ningún concepto; y bajo esta orden marchar por las principales calles del pueblo, desprovisto de medios adecuados y suficientes para forzar las barricadas, por lo que las tropas quedaron innecesariamente expuestas a la destrucción, sin posibilidad de hacer oposición efectiva; tal conducta muestra una gran incapacidad profesional por parte del dicho teniente general Whitelocke, tendiente a disminuir la contingencia de las tropas en la conducción de sus oficiales, siendo despectivo al honor de las armas de su majestad, contrario a su deber como oficial, perjudicial al buen orden y disciplina militar, y contrario a los artículos de guerra. Tercer cargo_ que dicho teniente general Whitelocke no hizo, aunque estuvo en su poder, ningún intento eficaz, por sus propios esfuerzos personales o de otra manera, de cooperar o apoyar a las diferentes divisiones del ejército bajo su mando, cuando se enfrentó al enemigo en las calles de Buenos Aires, el 5 de julio de 1807, por lo que esas tropas, después de haber encontrado y superado un fuego constante y bien erigido, habiendo efectuado sus órdenes, quedaron sin apoyo de nuevas órdenes, y destacables destacamentos al mando del teniente coronel Duff, y el general de brigada Craufurd, se vieron obligados a rendirse; tal conducta por parte del teniente general Whitelocke tendiente a la derrota y deshonra de las armas de Su Majestad, a disminuir la confianza de las tropas en la habilidad y valentía de sus oficiales, siendo impropio y vergonzoso para su carácter de oficial, perjudicial para el buen orden y disciplina militar, y contrario a los artículos de guerra. Cuarto cargo_ Que dicho teniente general Whitelocke, posteriormente al ataque a Buenos Aires, y en un momento en que las tropas bajo su mando estaban en posesión de puestos en cada flanco de la ciudad y del arsenal principal, con comunicación abierta a la flota y con una fuerza efectiva de unos cinco mil hombres, entró y finalmente concluyó un tratado con el enemigo, por el cual reconoce en el despacho público del 10 de julio de 1807, que "resolvió renunciar a las ventajas que la brabería de sus tropas había obtenido, y cuyas ventajas le habían costado alrededor de dos mil quinientos hombres en muertos, heridos y prisioneros; y que por tal tratado renunció innecesaria y vergonzosamente a tales ventajas, evacuó totalmente la ciudad de Buenos Aires y consintió en entregar al enemigo la fuerte fortaleza de Monte Video (Montevideo), que había sido entregada a su cargo, y que en el período del tratado y - 11 - abandono, fue bien y suficientemente guarnecido y provisto contra el ataque, y que no estaba, en tal período, en un estado de bloqueo o sitio; tal conducta por parte del teniente general Whitelocke tendiente a deshonrar a las armas de Majestad, y siendo contrario a su deber como oficial, perjudicial al buen orden y disciplina militar, y contrario a los artículos de guerra. El juez presidente dijo — "teniente general Whitelocke, ¿es usted culpable de estos varios cargos o no es culpable?" General Whitelocke — "No culpable" Juez presidente — "¡Se desea que se retiren todas las personas que sean convocadas a declarar en esta Corte Marcial! Los contraalmirantes Murray, los generales Gower, Craufurd y otros oficiales que fueron testigos se retiraron. Abogado — Por parte del general Whitelocke, debo presentar a la Corte que solicite que se permita que el ayudante y los capitanes generales pertenecientes a la expedición acudir al Juzgado, concibiendo que le pueden ser de utilidad en su defensa. No es necesario que yo afirme que la evidencia de estos testigos será material para la acusación, y que para cumplir con la solicitud del general Whitelocke será necesario desviarse de la regla general de las Cortes Marciales, de excluir a todos los testigos en ambos lados de estar presentes. Este es un punto que debe decidir la Corte, si creen conveniente acceder a la solicitud. A continuación, se despejó el tribunal, y después de un tiempo se volvieron a abrir las puertas, el general Whitelocke, habiendo reasumido su puesto, fue informado de que su solicitud no podía ser atendida. El fiscal se levantó y se dirigió a la Corte casi de la siguiente manera. — Presidente y oficiales generales de la Corte Marcial, "Aunque se reunieron en la ocasión más importante que la historia militar de este país ha brindado, o alguna vez ha pedido una investigación, no los detendré por mucho tiempo al abrir estos cargos. El tema es demasiado doloroso para una prolijidad innecesaria, y los acontecimientos son demasiado recientes y están demasiado grabados en la memoria y los sentimientos de todos los hombres, como para requerir una declaración que tomará mucho tiempo en esta primera parte del proceso. Ya saben que la expedición confiada al mando del general Whitelocke , que fue, a juicio de quienes lo planearon, como una fuerza más que adecuada para cumplir su objeto, (la reducción de Buenos Aires) ha fracasado totalmente, fracasó con la lamentable pérdida de una gran parte del valiente ejército comprometido y fracasó no sólo en el objeto de su intención, sino que terminó en la entrega absoluta de aquellas valiosas ventajas que el valor de las tropas británicas, bajo otro comandante, había adquirido previamente en la importante posesión de monte video (Montevideo)”. "Con este desafortunado suceso se han vencido las esperanzas que se habían albergado de manera tan sobresaliente y universal —de descubrir nuevos mercados para nuestros fabricantes— de dar un campo más amplio al espíritu y apreciación de nuestros comerciantes, de abrir nuevas fuentes de tesoros y nuevas oportunidades para esfuerzo, para suplir las necesidades groseras de las naciones que emergen de la barbarie, o las demandas artificiales de lujo y refinamiento en esas regiones remotas - 12 - del globo. Por importantes que estos objetos puedan ser considerados en todo momento por este país, el estado universal de Europa y los intentos diarios que se hacen para excluirnos de nuestras relaciones habituales con el continente, han aumentado la importancia de estos objetos y se han sumado a la decepción de esas esperanzas. Esta decepción también ha sido dolorosamente amargada por la desgracia que un fracaso en tales circunstancias se han fijado en las armas británicas. Una disminución de la fama militar debe ser considerada por nosotros como una calamidad nacional, y en ningún período tan grave como este, cuando nuestro carácter militar se vuelve más esencial que nunca, no solo para nuestro honor y nuestra fama, sino para la independencia, las libertades y a la existencia de Gran Bretaña”. “Sin duda, es un gran consuelo que, sea cual sea la desgracia que haya sufrido nuestra fama militar, la conducta de las tropas no tuvo parte en el oprobio. Creo que encontraremos que cuanto más se examinen los procedimientos del 5 de julio, más será evidente que ninguna tropa ha mostrado nunca más coraje y, con la excepción de lo que pueda estar relacionado con el tema de estos cargos, [aunque debo esperar que el resultado de esta injuria pueda demostrar que esta excepción es inmerecida] que Ningún oficial mostró jamás más frialdad, conducta, determinación y devoción por su causa, ni siquiera en el curso del triunfo más victorioso, que la que mostraron los oficiales británicos durante todo este destructivo enfrentamiento. Bajo la presión de este severa y pública desgracia que ha sido agravada por el peso acumulado de todas las consideraciones a las que he aludido, la conveniencia y la necesidad de esta investigación”. “Debe ser suficientemente obvio e indispensable, que el país tiene derecho a ser informado de la verdadera causa a la que debe atribuirse este desastre sin precedentes e inesperado. Pero es el derecho del público a iniciar esta investigación, no es menos importante para el propio general Whitelocke. Los informes sobre su prejuicio, que inevitablemente han entrado en circulación y que han sobrevivido incluso a las impresiones de dolor por las fatales transacciones de Sudamérica, tal vez sean aumentados por las propensiones naturales de la mente humana a culpar a algún objeto; pero estos informes, aún tan frecuentes, han hecho que sea el deber de los ministros de su majestad iniciar esta investigación. Debo suplicar, sin embargo, que se entienda que, advirtiéndome sobre estos informes, deseo simplemente demostrar que esta corte marcial no es más esencial para la satisfacción del público, de lo que es necesario para el propio General Whitelocke. Tan lejos de desear traer estos informes en ayuda de la acusación, que si no temiera herir sus honorables sentimientos con la apariencia de una duda que no puedo albergar, le rogaría encarecidamente que borrara de su memoria cada reflexión que haya escuchado sobre estos desafortunados acontecimientos, cada sospecha, cada prejuicio que hasta ahora puede haber permitido a sus mentes entretener, y venir a esta investigación, como bien sé que lo hace, libre de toda opinión preconcebida, y preparado para juzgar los méritos de este caso, de acuerdo con la cara de las transacciones en sí, junto con la evidencia que le confiará el poder de una investigación completa. Estoy tan lejos de querer poner tales informes al servicio de esta acusación, que si no supiera que es innecesario, haría cumplir con la mayor seriedad el justo reclamo del general Whitelocke, para la protección de sus conciencias y de nuestros juramentos, contra los efectos que pudieran producir”. “Pero, caballeros, no hay informes de que estos cargos individuales estén fundamentados. Se basan en pruebas más contundentes que las charlas ociosas y los - 13 - rumores vagos, o se toman de las órdenes y los despachos del propio general Whitelocke. Alegado en su contra; que no se deriva de su propia declaración de hecho. El carácter de estos hechos ciertamente implica imputaciones de la naturaleza más grave, pero los hechos en sí se toman de su propia cuenta, de su propia conducta, tanto es así, que podría considerarme justificado para cumplir con mi deber para con el público, al presentarles las órdenes y los despachos del general Whitelocke como declaraciones de sí mismos, y sin ninguna otra evidencia, podrían ser suficientes para llamar al general Whitelocke para su defensa. Él es su propio acusador; ha proporcionado un fuerte testimonio contra sí mismo, y si ese testimonio será refutado o confirmado; si el carácter de estos cargos se verá reforzado o refutado por la evidencia que presentaré, no he tenido los medios para cerciorarme. Si un fiscal privado se hubiera presentado, como ha sucedido con más frecuencia, podría haber podido, por su propio conocimiento local y sus comunicaciones anteriores, haberle dicho qué hechos tenía el testigo en su poder para probar, y cómo estos hechos están relacionados con esos cargos. Pero no tengo esa información. Sin embargo, los propósitos de la justicia se verán igualmente favorecidos por el modo actual de proceder, aunque me temo que con el gasto de una parte mucho mayor de su tiempo y trabajo, de lo que hubiera sido necesario en el otro caso. Por su cuenta, debo, por tanto, lamentar la ausencia de esas ventajas, aunque desde un punto de vista es totalmente inmaterial; porque incluso si supiera que cada uno de los testigos que he convocado para asistirle, estuviera en posesión de hechos tendientes sólo a la justificación del general Whitelocke, lo consideraría igualmente mi deber, como sostener la situación en la que ahora tengo el honor de dirigirme a ustedes, para presentar a esos testigos para su interrogatorio, como si supiera que su testimonio confirmaría todas las censuras y faltas que se le imputan". "Por lo tanto, el único objeto de esta acusación es, como debe ser, que el asunto que tiene ante ustedes sea investigado hasta el fondo y que luego se haga justicia. Con esta visión he convocado a todos los que están esencialmente relacionados con la expedición, todos los oficiales generales y su estado mayor, y todos los oficiales, ya sea originalmente al mando de divisiones o que sucedieron en el mando; el general del estado mayor, el ayudante general, el comisario general, el almirante, los capitanes designados para supervisar las operaciones navales, los tenientes de las cañoneras, en una palabra, todo oficial cuyo rango en el ejército, o cuyo puesto, que por la peculiar naturaleza de sus funciones, o que por cualquier otra circunstancia pueda posiblemente arrojar alguna luz sobre este tema. Y si en el curso de esta investigación se constata que hay otros que no han sido convocados pero para cuya evidencia se pueda desear, no hay miembro de este tribunal que pueda desear más ansiosamente que su sentencia sea suspendida hasta que se obtenga ese testimonio adicional que yo mismo. Es con esta intención, y en esta disposición, seguiré el ejemplo de mis predecesores en ocasiones similares, reprimiendo en esta etapa del proceso cualquier observación a los cargos. Una vez que se hayan cerrado las pruebas, si puedo, aprovechare la oportunidad para dirigirme nuevamente a ustedes, pero mientras tanto los cargos no requieren, ni ofreceré un comentario o una explicación, los cargos son suficientemente precisos y expresados; hablan por sí mismos; Sólo tengo que expresar mis deseos de que pueda estar en el poder del general Whitelocke, explicarlos o refutarlos por completo”. El Presidente ordenó entonces que no se hiciera ninguna publicación de las actuaciones de la Corte, hasta que se cerrara el pleno, de lo contrario dicha - 14 - publicación debería ser considerada como un desacato a la Corte y tratada en consecuencia. Se leyó entonces la comisión militar que designaba al teniente general Whitelocke para comandar la expedición, fechada el 24 de febrero de 1807. A continuación se leyó el nombramiento del teniente general Whitelocke como gobernador civil de la provincia española de Buenos Aires, en América del Sur, al rendirse a las armas británicas. Se leyeron las instrucciones militares al teniente general Whitelocke, firmadas por su alteza real el comandante en jefe y fechadas en Horse Guards, el 7 de febrero de 1807. — Véase Apéndice (N° I). A continuación se leyeron las instrucciones adicionales, fechadas por Horse Guards, 24 de febrero de 1807 — véase Apéndice (N° II) Instrucciones para el teniente general Whitelocke, firmadas Howick, en ausencia del Sr. Windham, y fechadas el 5 de marzo de 1807, leídas — véase Apéndice (N° III) Fiscal - "Debo declarar aquí al Tribunal, que la evidencia escrita que ha sido producida y leída, y cualquier otra evidencia escrita que de aquí en adelante se presente, se leerá de copias certificadas; a lo que el General Whitelocke ha insinuado que no tiene ninguna objeción a que se consideren como pruebas. Se leyó entonces la carta pública del Teniente General Whitelocke al Secretario de Estado, Sr. Windham, fechada en Buenos Aires, el 10 de julio de 1807, y que apareció en la Gaceta. Véase Apéndice (N° IV) Fiscal - el despacho privado enviado al Sr. Windham de la misma fecha es la siguiente prueba que ofreceré. Lo llamo privado, como lo expresa la copia certificada que he recibido; pero el general Whitelocke me informa que lo he denominado incorrectamente, ya que estaba destinado tanto al público como al otro. General Whitelocke - el gobierno tenía la libertad de publicar cualquiera de los dos, y esto podría haber satisfecho mejor al público. Luego se leyó el despacho. Ver Apéndice (No. V) Fiscal - Habiendo presentado ahora todas las pruebas escritas que creo que pueden presentarse sin testimonio oral, se convierte en un asunto muy importante para la Corte considerar qué modo de procedimiento adoptará. Se presentan dos cursos de procedimiento; el primero, proceder al interrogatorio de los testigos cargo por cargo. La otra de tomar las pruebas en el orden en que naturalmente se presenta la consideración del tiempo consumido en la expedición. En el primer curso del procedimiento, el tribunal observará que habrá una necesidad de llamar al mismo testigo quizás cuatro veces diferentes, y algunas dificultades pueden encontrarse en separar las pruebas aplicables a cada cargo en particular, ya que naturalmente se ejecutará desde un cargo a otro. En este último curso, si se procede, hay dos puntos en los que se puede dividir ampliamente. El primero en comprender todas las circunstancias que transcurrieron antes del desembarco, y durante la marcha, hasta fines del 4 de julio. El otro para incluir el ataque en sí, del día 5 y todo lo que sucedió en consecuencia. La conveniencia de tomar la investigación en el último punto me ha impresionado con mucha fuerza, ya que de ese modo la Corte obtendrá una visión - 15 - clara de cuál era el estado del ejército al cierre del 4 de julio, su fuerza efectiva, en municiones, provisiones, artillería, —la información obtenida de la fuerza y posición del enemigo— sus medios y disposición para resistir, y cualquier otro punto que la Corte considere necesario investigar, hasta el momento en que se dieron las órdenes para el ataque. Estando la Corte en posesión de todos estos hechos, estará en mejores condiciones para pronunciarse, tanto sobre el plan mismo como sobre la ejecución del mismo. No tengo preferencia por ninguno de los dos planes y no puedo tener otro deseo que el de que la cuestión se presenté ante el Tribunal de la manera más clara. Creo que el general Whitelocke no tiene ninguna objeción a llevar el caso por orden de tiempo; Sentí que era mi deber presentar el asunto a la Corte, les corresponde a vosotros considerar y decidir qué plan considerarán adecuado adoptar. General Whitelocke - tal vez ahorraría tiempo en tomarlo por completo. Fiscal - En mi opinión, el plan sugerido por el general Whitelocke sería atendido con considerable dificultad, ya que la Corte tendría que llamar a varios testigos, antes de que la Corte pudiera aplicar sus mentes a la consideración de las respuestas que el primer testigo haya dado, o hasta qué punto esas respuestas influyen en el caso. De acuerdo con ese modo de proceder, sería necesario llamar a los mismos testigos una y otra vez. Quizás sería mejor ahora leer el tratado, que es una prueba material; entonces habremos completado la evidencia escrita. Debo manifestar a la Corte, que todos los documentos a los que se alude en las instrucciones del señor Windham se encuentran ante la Corte, pero, por ser voluminosos, no los he leído, por considerar que no tenían puntos materiales que se aplicaran a esta acusación. Están en posesión del general Whitelocke, y si cree que hay puntos en ellos que pueden serle útiles, puede ahora, o en cualquier momento en el futuro, tener la ayuda que puede esperar recibir de ellos. Luego se leyó el tratado definitivo entre el general Whitelocke, el contraalmirante Murray y el general Liniers — Ver Apéndice (N° VI) La corte pidió el despeje de la sala. Cuando se abrió de nuevo, el presidente informó al general Whitelocke, que la Corte había decidido dividir el caso en dos partes, una que abarcaba el período hasta el cierre del 4 de julio y la otra, desde ese momento hasta la firma del tratado definitivo. Fiscal — Pensé que hace muy poco tiempo habíamos llegado al final de la prueba escrita. Concebí por analogía, y en alusión a los procedimientos de los otros tribunales, a los que estoy más acostumbrado, que el resto de las pruebas escritas, que deberían formar parte del acta de la Corte, pero que no se referían inmediatamente a cualquiera de los cargos, pueden ingresarse como leídas. Sin embargo, me informan quienes están más familiarizados con los procedimientos de la corte marcial, que las pruebas deben ser leídas para permitir que aparezcan en las actas, y por lo tanto me temo que tendré la necesidad de preocupar a la Corte con la lectura de esos otros documentos, uno de los cuales son las instrucciones al general de brigada Craufurd, quien abandonó el país antes de la designación del general Whitelocke; estas respetan la conducta que el general Craufurd debía seguir hacia los habitantes del país en caso de una adhesión al territorio, y éstos se mencionan en las instrucciones del señor Windham al general Whitelocke, como aquellas por las que su conducta debía guiarse de manera similar. Como la expedición, desafortunadamente, fracasó y no se ganó - 16 - ninguna accesión territorial, no me pareció que esas instrucciones pudieran formar parte de la evidencia; pero, como es habitual, será necesario leerlas. Se leyeron las instrucciones del señor Windham al general de brigada Craufurd, fechadas el 30 de octubre de 1806. Carta del Sr. Windham al General Craufurd, de la misma fecha. Órdenes del consejo, fechadas el 1 de octubre de I806. — Ver Apéndice (N° VII) Órdenes del Consejo, fechadas 17 de septiembre de I8O6. — Ver Apéndice (N° VIII) Fiscal — El general Whitelocke me ha pedido que declare a la Corte, aunque no es parte de mi situación oficial, que él entendió que, a pesar de la decisión de la Corte, no se debe permitir que el ayudante y el capitán de estado mayor permanezcan en el tribunal durante el interrogatorio de otros testigos, pero, para que tenga la libertad de llamarlos con la frecuencia que sea conveniente. Ahora desea llamar la corte al capitán de estado mayor. General Whitelocke - sólo me refiero a mientras se realiza el examen (interrogatorio) respecto a la marcha, en la que estaba muy preocupado. Fiscal - al llamar al general Gower, mi objetivo es examinarlo respetando todo lo que pasó antes del desembarco. El general Whitelocke solicita la presencia del general durante el examen del general Gower sobre estos puntos. Corte— Ese punto se considera ya decidido. General Whitelocke - no debería haber molestado a la Corte, si hubiera entendido que fue rechazado hasta ese punto. El general John Leveson Gower, juramentado y examinado por el fiscal. (P – Pregunta por parte del fiscal, juez o defensoría; R – respuesta) P. ¿Fue usted el segundo al mando de la expedición contra la Provincia de Buenos Aires? R. Lo fui. Yo era el único general de división en esa expedición. P. ¿Navegó desde Inglaterra con el teniente general Whitelocke? R. Navegué desde Inglaterra con él, en la fragata Thisbe (HMS Thisbe). P. Indique a la Corte, ¿con qué fuerzas navegó desde Inglaterra? R. No tengo un retorno específico de la fuerza, consistía generalmente en el 89° regimiento, una tropa de artillería a caballo y reclutas de varios cuerpos; su número exacto no lo sé. P. ¿Esa fuerza estaba destinada a Montevideo? R. No tenía información específica sobre ese tema, pero eso entendí. P. ¿No habían llegado cuando zarpó para Buenos Aires desde Montevideo? R. Ni siquiera se había oído hablar de ellos. - 17 - P. ¿Estaba usted a la expectativa diaria de su llegada cuando zarpó de Montevideo? R. Ciertamente. El período que había transcurrido me dio todas las razones para suponer que llegarían pronto o se habían perdido el pasaje por completo. P. Explique, ¿qué pasó durante la travesía de Montevideo a Buenos Aires? R. No recuerdo nada de lo que pasó de naturaleza militar, a bordo habían sólo cuarenta soldados de artillería, no había ningún deber específico para los oficiales en su paso. Todo lo que pasó fue ese tipo de trato general que suele ocurrir entre los pasajeros. P. ¿Fue a Colonia en el viaje entre Montevideo y Buenos Aires? R. Lo hice. P. ¿Con qué propósito procedió a Colonia? R. Cuando la flota hubo recorrido una cierta distancia, el teniente general Whitelocke se complació en ordenar que yo subiera a bordo del bergantín rolla (HMS Rolla), comandado por el contralmirante Murray, a Colonia y con el propósito de supervisar el embarque de la guarnición, que había estado estacionada al mando del teniente coronel Pack. P. ¿llevo a toda la guarnición estacionada allí? R. Lo hice. P. ¿De qué fuerza estaba compuesta esa guarnición? R. Consistía en las compañías ligeras de ese ejército, tres compañías del 95° regimiento y el 40° regimiento; su número exacto no tenía forma de averiguarlo. También hubo algo de artillería; pero no tengo los números exactos. P. ¿Fueron sus órdenes las de llevarse toda la artillería movida por caballos? R. Las órdenes que recibí fueron discrecionales hasta cierto punto. Debía embarcar la fuerza lo más rápidamente posible. Si no, la flota se vería en una situación expuesta en el río, y esta no debía recibir algún daño, porque hubiera retrasado la unión de ese destacamento; y el teniente general Whitelocke me dejó a discreción dejar una pequeña fuerza en tierra, si descubría por los informes que recogí a mi llegada allí, que podrían haber sido dejados en un grado tolerable de seguridad, descubriendo por los informes que recolecte, que cualquier disminución considerable del número de tropas en Colonia correría el riesgo de perder cualquier destacamento que pudiera quedar, embarqué todo; En Colonia no se me informó que tuvieran transportes aptos para recibir caballos. P. De hecho, ¿hubo alguno? y si hubo, ¿cuántos caballos dejo en Colonia? R. No lo sé exactamente. El teniente coronel Pack, que estaba al mando allí, podrá dar esa información. P. ¿Qué día se unió a la flota después de salir de Colonia? R. El 26 de junio. P. ¿Qué día desembarco? - 18 - R. El 28. P. ¿Todo el ejército desembarco ese día? R. No lo sé, recibí órdenes de avanzar con una división a las alturas por sobre el pantano, con los regimientos 95°, 38° y 87° bajo mi mando. P. Indique qué órdenes recibió del teniente general Whitelocke durante la marcha. R. El 1 de julio recibí una orden para tomar posición en las alturas más allá de la aldea de reducción, lo que hice en consecuencia. El día 2 recibí otra orden que me ordenaba avanzar y esforzarme por descubrir un paso a través del río Chuelo (riachuelo), y si no lo encontraba, vadearlo y alojarme en el otro lado; y, si es posible, abrir una comunicación con la marina. Ese día nos encontramos con algo de la caballería enemiga. El general de brigada Craufurd, que iba adelantado, me informó que había visto un cuerpo considerable de infantería enemiga, con algo de artillería, y solicitó permiso para atacarlos. En consecuencia, hice una orden con ese propósito y él avanzó. P. ¿Las órdenes que recibió del teniente general Whitelocke fueron verbales o escritas, o ambas? R. Las órdenes no fueron escritas, excepto la que recibí de proceder a Colonia; la misma estaba en posesión de mi ayudante de campo, que luego fue hecho prisionero, y destruyó los documentos para evitar que cayeran en manos del enemigo. El juez presidente aplaza hasta el otro día a las tres. Segundo (2) Día Viernes, 29 de enero El Tribunal se reunió de conformidad luego del aplazamiento. El general de división J. Leveson Gower fue nuevamente llamado Fiscal - ¿cómo se llamaba su ayudante de campo a quien dio la orden mencionada en su prueba anterior? R. Capitán Maxwell del 63° regimiento de infantería. P. ¿Quién le trajo esa orden del teniente general Whitelocke? R. Teniente coronel Bourke, jefe de estado mayor general de las fuerzas. El general de división Gower solicitó que se agreguen los dos párrafos siguientes a su evidencia anterior, a saber. El 87° regimiento debía unirse a mí en la marcha, y se me ordenó, si me alojaba en los suburbios de la ciudad, agruparme; y si el enemigo exigía saber qué condiciones proponía el general Whitelocke, debía enviarles las condiciones que acompañaban a esa orden. P. ¿Debe entender el tribunal que los términos se especificaron en la orden? - 19 - R. Ciertamente. Tan pronto como vi a la brigada del general Lumley lista para moverse, di órdenes para hacerlo; y me adelanté para unirme al Brigadier-general Craufurd. Continuando mi marcha con las doce compañías bajo su mando, llegué al cruce de dos caminos que subían de allí al Coral de Miserere (corrales de miserere). Habiendo detenido la columna antes de que yo ocupara ese lugar, descubrimos la infantería y la caballería enemigas apostadas detrás de los gruesos recintos que estaban a ese lado de nosotros. Al descubrir que la línea que ocupaba en ese momento era un poco diagonal a la que había tomado el enemigo, pensé que perdería menos hombres con un ataque inmediato que esperando el cruce de la brigada del general Lumley. Ordené al general de brigada Craufurd que cargara las líneas con bayoneta, lo que resultó tan perfecto, que en muy pocos momentos la infantería enemiga quedó completamente derrotada y diez cañones estaban en nuestro poder. Para cuando se volvió a formar la infantería ligera y se colocó una reserva sobre los cañones capturados. La brigada del general Lumley había llegado y había ocupado una excelente posición a la derecha de la brigada del general de brigada Craufurd, y yo había decidido permanecer en esa posición hasta que se uniera al resto del ejército al mando del comandante de las fuerzas. Poco después del amanecer, a la mañana, envié una citación al comandante español, y él respondió que deseaba saber qué condiciones específicas se otorgarían. En consecuencia envié al Capitán Roche, Mayor de Brigada del General Lumley, con los términos establecidos en la primera parte de mi evidencia. Se presentó y se leyó una copia de la citación. P. ¿Los términos establecidos en la carta fueron simplemente leídos, los términos que se especificaron están en el orden que recibió del General Whitelocke el día anterior? R. Exactamente, es así como yo lo recuerdo. P. ¿Tiene alguna duda de que la rendición de los oficiales civiles se incluyó como uno de los términos que se le exigía al comandante español en la orden del general Whitelocke? R. No tengo ninguna duda sobre el tema. Ciertamente se especificó como se dijo; y cuando entregué la copia de la correspondencia al general Whitelocke, él no encontró fallas en ninguna parte de ella. Aquí se presentó un papel que supuso ser la respuesta del Comandante español y se puso en manos del testigo. P. ¿Fue esa la respuesta que recibió? R. El documento que ahora se me muestra, fue entregado como respuesta del general español. Estaba en español y no hice la traducción de inmediato, con la intención de retrasarla hasta la llegada del general Whitelocke. Fiscal — "El documento es una copia certificada del enviado al general Whitelocke". General Whitelocke— "Estoy dispuesto a admitir la autenticidad de este artículo, sujeto a la corrección del general Gower". General Gower — "No conozco lo suficiente el idioma español para hablar de manera positiva, pero creo que es una copia correcta". - 20 - El general Gower procedió luego en su narración de la siguiente manera. R. El enemigo atacó mis puestos poco después del amanecer del día 3, y continuaron en acción hasta la llegada de la división principal del ejército al mando del general Whitelocke, alrededor de las dos de la tarde, cuando cesó mi mando. P. Proceda a declarar las operaciones del ejército desde el momento de la unión del cuerpo principal, hasta la noche del 4 de julio, tan particularmente como su recuerdo le permita. R. Al no tener yo mismo el mando de ese ejército, me es imposible dar un relato exacto de las operaciones generales, o más de las órdenes que recibí del General Whitelocke, quien tenía el mando. A la llegada de la columna del general Whitelocke ordenó que el conjunto se formara mediante la prolongación de la línea anteriormente ocupada por la brigada del general de brigada Lumley y el general de brigada Craufurd. Como la presión del enemigo fue muy grande sobre nuestros puestos poco después de ese momento, ordenó a la línea que se retirara detrás de las alturas cerca del Coral de miserere (corrales de miserere), que los puestos retrocedieran y se esforzaran por atraer a un cuerpo considerable del enemigo hacia el campo abierto, que no tuvo éxito, ya que no abandonaron los edificios, y nos vimos obligados a volver a ocupar nuestra línea original; el general deseaba poner a los hombres a cubierto de las inclemencias del tiempo. El fuego del enemigo continuó sobre los puestos todo el día, pero no con la misma fuerza, igual sufrimos pérdidas considerables. P. ¿Hubo alguna más, y qué otras órdenes fueron emitidas por el general Whitelocke después de la unión del ejército? R. Las ya descritas, y también los descritos en los despachos públicos del General Whitelocke previos a la acción del 3 de julio. También hubo una orden, en la que el General se complació en aprobar la conducta de mi división en la acción del 2 de julio. P. ¿Conoce alguna citación enviada a la ciudad por el general Whitelocke el 4 de julio? R. Me informó esa mañana que tenía la intención de convocar al pueblo y que debía remitirlos a las mismas propuestas que había enviado el día 3. P. Antes de dejar Montevideo, ¿sabe si el general Whitelocke recibió información sobre el estado de la estación, si era favorable o desfavorable para una expedición contra Buenos Aires? R. No, no lo creo. P. ¿Tenía el general Whitelocke la costumbre de consultar con el segundo al mando sobre los planes y operaciones del ejército? R. En muy pocos casos. En algunos puede haber pedido mi opinión; pero no en todos. P. ¿No tuvo comunicación con el general Whitelocke en cuanto a la conveniencia de emprender la expedición contra Buenos Aires antes de partir de Montevideo? El teniente general Whitelocke se opuso aquí a la pregunta alegando que era demasiado extensa y no se refería a ningún acto específico. Afirmó que se trataba de - 21 - una cuestión general, que llevaba a conclusiones generales y, si se admitía, debía conducir a una investigación interminable. Fiscal — "Corresponde a la Corte decidir si la objeción del Honorable General está bien fundada. La naturaleza de la pregunta es determinar si la expedición se llevó a cabo en ese período del año y si el mismo ofrecía buenas perspectivas de éxito, y si el Comandante en Jefe de esa expedición había tomado las medidas adecuadas para asegurar el éxito. Debo presentar a la Corte que en estos cargos se alegan estos hechos, y que siguió medidas mal calculadas para este propósito. Es necesario que toda su conducta en esa expedición se presente ante la Corte para su investigación". A continuación, se absolvió a la Corte. Sobre la readmisión de extraños, el juez insinuó que el tribunal había invalidado la objeción del general Whitelocke, y la pregunta se volvió a plantear al testigo. R. El Teniente General Whitelocke me informó, tiempo después de su llegada a Montevideo, que cuando el General de Brigada Craufurd llegara al Río de la Plata no perdería ni un momento en el ataque a Buenos Aires y manifestó, al mismo tiempo, que una de las razones que lo indujo a esa pronta medida, fue la imposibilidad de alimentar a un cuerpo tan numeroso de hombres en la margen izquierda del Plata durante la temporada invernal. P. Por margen izquierda, ¿se refiere al lado de Montevideo o Buenos Aires? R. Al describir una situación como oficial, me refiero a que estoy mirando hacia un río o una calle. Por margen izquierda, me refiero al lado de Montevideo. P. ¿Fue eso lo que le dijo el general Whitelocke? ¿Fue la única comunicación que tuvo con él sobre ese tema? O, si no es el caso, indíquelo. R. No recuerdo ninguna otra comunicación positiva. Podría haber habido alguna conversación general en momentos en que se mencionó el tema; pero no recuerdo ninguno en particular. P. ¿Tenía usted hábitos de comunicarse de modo confidencial con el teniente general Whitelocke? R. No puedo afirmar qué grado de confianza pudo haber depositado en mí el general Whitelocke. Me empleó en muchos de los detalles previos al embarque de las tropas en Montevideo; pero todos los arreglos principales los hizo él mismo. P. Con las palabras comunicación confidencial se entendía el grado de confianza que su situación, como segundo al mando en una expedición de tanta importancia, podría darle derecho a esperar. ¿Tiene esta explicación alguna diferencia en su respuesta a la pregunta anterior? R. Concibiendo que un segundo al mando está tan bajo las órdenes del Comandante en jefe como el oficial subalterno más joven del ejército, ejecuté todas las órdenes confiadas a mi cargo lo mejor que pude, y sin concebir que descansara ningún poder conmigo, mientras estaba presente el oficial que poseía un mandato como comandante de las fuerzas, me sentí plenamente satisfecho de ser empleado en los servicios que su excelencia podría elegir. - 22 - P. ¿Se le informó en cuanto al plan general de operaciones por parte del teniente general Whitelocke? R. No había oído que se hubiera elaborado ningún plan. No conocí ninguno. P. ¿Debe entender el Tribunal por su respuesta que los planes de operación del general Whitelocke no le fueron comunicados antes de que fueran ejecutados? R. Mi respuesta se relaciona con un plan general. Ya he dicho que no conocía la existencia de ningún plan. Cualquier comunicación que se me hiciera se hizo en forma de órdenes. P. ¿Estas preguntas se relacionan con el período antes de salir de Montevideo? R. No tengo ninguna dificultad para declarar, fue durante todo el período del servicio. P. En su respuesta de ayer usted indicó que no había ningún transporte listo en Colonia. Entonces, ¿de quién era el deber de proporcionar transportes durante la expedición? R. Nunca habiendo tenido el mando principal de tropas en una expedición extranjera, no sé cuáles son las órdenes del gobierno sobre ese tema. P. ¿No sabe de quién era el deber de proporcionar transportes en esa expedición? R. No conozco ningún medio de transporte proporcionado, con la excepción de un pequeño balandro bajo los colores estadounidenses, que fuera contratado regularmente por la junta de transporte de Londres y que se hubiera empleado en el transporte de tropas y provisiones desde varios puntos de donde se había reunido ese ejército. P. Como en Colonia no había transportes para trasladar los caballos que allí se habían recogido, ¿cómo iban a ser transportados al lugar de la acción al otro lado del río? R. Nunca supe que se hubiera recolectado alguno para ese propósito. P. ¿Con qué proporción de artillería ocupó su primera posición el día 28? R. Con ninguno. P. ¿Cuándo recibió su porción de artillería y cómo fue transportada? R. Se ordenó a 2 cañones de seis y 2 de tres libras que se me unieran el 1 de julio por la mañana. Había caballos para ellos, pero de una descripción tan miserable que confié mucho más en los esfuerzos de los artilleros, los soldados y un destacamento de marineros para su transporte que en los caballos. P. ¿Sabe qué artillería trajo el general Whitelocke con el cuerpo principal cuando se unió el día 2? R. Cuando las tropas llegaron a mi posición no había artillería con ellas. Entendí que estaba en el pantano debajo de las aguas; y escuché que dos batallones bajaron para sacarlos. La cantidad de artillería no la conozco. P. ¿Sabe si los hubo y qué medidas se tomaron para recoger los caballos, después del desembarco, para transportar la artillería? - 23 - R. No lo hago; No lo creo, pero estoy seguro, ninguna medida serviría de nada, porque todos los caballos de ese país son tan salvajes que no serían aptos para el arnés. P. ¿Sabe si los caballos que quedaron en Colonia habían sido entrenados o no, para la artillería? R. Se informó que algunos eran de esa descripción; pero parecían muy malos y no estaban calculados para trabajos forzados. P. Describa la naturaleza del terreno entre Ensenada y las alturas donde tomó su puesto el día 28 R. Era un pantano, cubierto con una superficie de agua que variaba en profundidad desde dos pies (60 cms.) hacia arriba. No puedo decir cuán profundo pudo haber sido en algunos lugares, no habiendo tenido tiempo de sondearlo, pero intentando descubrí un pasaje mejor para la marcha de las tropas que el que se nos señaló como el camino habitual. Me metí en muchas situaciones de las que con dificultad me liberé del caballo en el que montaba. P. En la medida en que esté capacitado para formarse un juicio, ¿fue la profundidad del pantano tal que lo hizo impracticable para el transporte de artillería debidamente provista de caballos? R. No puedo decir en qué estado estaba el camino antes, pero el día 29 el suelo estaba tan blando cuando lo pasé, que la parte trasera de mi pequeña columna tenía mucha más dificultades que la parte delantera. Al subir hacia arriba del barranco hubo pasos tan profundos que mi propio caballo cayó tres veces, incapaz de liberarse del barro. P. ¿Sabe si el General Whitelocke había obtenido, y qué información, de las dificultades que describe antes de desembarcar en la Ensenada? R. Recuerdo haber estado presente cuando el general Whitelocke examinó a un hombre, antes del embarque en Montevideo, quien declaró que el camino estaba en mal estado en todo momento y remarco su dificultad. En particular, le preguntó sobre la posibilidad de pasar con un carro de ruedas por el pantano; y respondió que la Ensenada era el lugar de embarque común para las personas que iban al Río de la Plata, y que nunca en ningún momento era impracticable pasar por allí en carruaje. P. ¿Sabe por qué no se realizó el desembarco en alguna otra parte del río? R. No estaba empleado en reconocer el río. El teniente coronel Bourke estaba comprometido en ese servicio. P. ¿Puede explicar la razón que indujo al general Whitelocke a desembarcar en la Ensenada con preferencia a cualquier otro lugar? R. Es imposible para mí decir qué motivos pudieron haber inducido al general Whitelocke a preferir lo primero. P. ¿Sabe qué parte de las provisiones de los comisarios para avituallar al ejército se desembarcó en el momento del desembarco? R. Habiendo sido destacado antes del desembarco de todas las tropas, no tengo conocimiento alguno sobre el tema. - 24 - P. ¿Sabe si era factible comunicarse con la marina desde el pueblo de la Reducción? R. Los despachos públicos señalan que hubo comunicación en ese lugar entre el ejército y la marina. No tengo conocimiento del hecho porque estaba en la vanguardia. P. Cuando inició su marcha el 2 de julio, a consecuencia de la orden del general Whitelocke, ¿qué fuerza tenía bajo su mando en tropas y artillería? R. No puedo decirlo exactamente. Creo que la división del general Craufurd tenía menos de novecientos hombres, de los regimientos 36° y 88°. Como muchos hombres fueron incapaces de avanzar por el cansancio, los efectivos que se fueron con nosotros cuando cruzamos el riachuelo, el batallón estaba muy reducido. Y cuando llegué a la Reducción, me vi obligado a dejar ciento cincuenta allí. A la mañana siguiente, cuando di la orden de marchar, el general de brigada Lumley me informó que había muchos más totalmente incapaces de avanzar. Ordené que todos esos hombres fueran enviados a la división principal del ejército en la Reducción. Quedaba tan poca luz del día para ejecutar el pedido que había recibido, que no quise someterme al retraso que habría causado el cobro de las devoluciones regulares. La maldad de los caballos y la dificultad del paso eran tales, que con el mayor celo y esfuerzo por parte del capitán Fraser, no pudimos llevarlos hasta el Corral de miserere hasta mucho después de que la acción hubiera cesado esa noche. P. Indique, lo más cerca que pueda, el número de tropas que tenía bajo su mando en ese momento. R. Creo que la cantidad de estos dos batallones no eran más de mil hombres aptos para marchar. P. Habiendo dicho que el general Whitelocke le había informado que otro regimiento debería unirse a usted en la marcha, ¿ese regimiento se unió a usted? R. Nunca se unió a mí hasta que el cuerpo principal apareció el día 3. P. Habiendo recibido instrucciones de llevar a cabo operaciones tan importantes con la fuerza que ha descrito, ¿qué informes se le indicó que le hiciera al general Whitelocke durante la separación de la vanguardia del cuerpo principal? R. No recuerdo que existiera una orden específica sobre ese tema. Cuando marché el día 2, el teniente coronel Bourke me informó que la intención del general Whitelocke era apoyarme con todo el ejército. Esperé hasta las diez de la mañana del día siguiente y, al no saber nada de la división principal, envié a un oficial, con la 87° compañía ligera, para que tratara de encontrarlos. Lo consiguió y regresó con la división principal. P. ¿Sabe a qué distancia marchó el general Whitelocke el día 2, con el cuerpo principal del ejército, cuando encontró la línea de operación de la vanguardia? R. Sin saber dónde estaba apostada la división principal la noche del 2, no puedo decirlo. P. ¿Recibió instrucciones del general Whitelocke para mantener comunicación con el cuerpo principal del ejército, durante la separación, a través de patrullas o de cualquier otra manera? - 25 - R. Ninguna en absoluto. Consideré perentoria mi orden de hacer bien mi hospedaje en los suburbios de Buenos Aires y debía hacerlo bajo cualquier circunstancia, sin pedir ayuda al cuerpo principal del ejército. P. Habiendo dicho que el cuerpo bajo su mando, después de haber repelido un considerable cuerpo de caballería a través del Chuelo (riachuelo), y haber oído hablar de un formidable cuerpo de infantería y artillería en la tarde del día 2, no podría haber obtenido apoyo alguno del cuerpo principal bajo el mando del general Whitelocke, ¿las circunstancias de la acción habían puesto a su cuerpo en peligro inminente en ese período? R. Ciertamente no. No hubo ayuda que pudiera derivar de un cuerpo de la derecha gracias al Chuelo (riachuelo), que podría haberme servido en absoluto esa noche. P. Indique qué apariencia de hostilidad por parte del enemigo observo, o del que haya oído hablar, entre su desembarco y su puesto en el Coral (corral de miserere). R. Entre el 28 y la mañana del 2, no vi más que grupos de campesinos del país, todos montados, y mantuvieron un fuego intermitente sobre la columna, excepto cuando me acerqué a la aldea de reducción, donde vi un número tan considerable de estos hombres en un solo cuerpo, que formé la división del general Craufurd en una línea. Un rápido avance los llevó a una gran distancia, y tomé mi posición para pasar la noche, sin más dificultad que la que surgió de sus intentos de aislar centinelas y rezagados. Cuando ascendíamos por la margen derecha del Chuelo (riachuelo), en la mañana del día 2, me cruce con una considerable cantidad de caballería, quizás seiscientos, muchos de los cuales iban vestidos de uniforme y tenían apariencia de soldados regulares. Observé la margen izquierda del Chuelo (riachuelo) aparentemente alineada con cuerpos de infantería, que marcharon por su derecha frente a mí durante algún tiempo, aparentemente con un intento de defender el terreno alto sobre el paso Chico sobre el Chuelo (riachuelo), Los adelanté tan considerablemente que fueron frustrados en ese intento. P. ¿Fue el paso Chico, por el paso donde la vanguardia bajo su mando cruzó el Chuelo (riachuelo)? R. Eso creo. P. ¿Cuál era el ancho y la profundidad del río en ese paso? R. La anchura de unas treinta yardas (27.4 metros) y la profundidad tan considerable que me vi obligado a descargar la artillería y llevar la munición sobre la cabeza de los hombres, y a obligar a la infantería a llevar sus cartuchos al hombro para evitar que se mojen. P. ¿Recibió alguna información sobre los planes y movimientos del enemigo entre el período del cruce y la toma de posición en el Coral (corrales de miserere)? R. Ninguna en absoluto. Con la excepción de una, todas las casas estaban desiertas y todos los hombres estaban activamente en armas contra nosotros. P. Si hubiera recibido órdenes del general Whitelocke de informarle del descubrimiento del vado, y lo hubiera hecho, ¿cuántas horas de marcha tardaría el cuerpo principal en llegar al vado? - 26 - R. Desde la posición de Reducción concibo que la distancia al vado es muy poco mayor, si se toma en línea recta, desde el punto en que avancé. Tardé unas cuatro horas en llegar al vado, cuando llegué, vi la división del general Whitelocke a una distancia muy considerable en las alturas, aparentemente en movimiento. No puedo adivinar a qué distancia estaba entonces, pero era tan grande que no pudimos determinar positivamente, con los mejores cristales, si se había movido o en qué dirección. Se aplaza hasta el lunes, siendo el sábado el aniversario del martirio del rey Carlos. Tercer (3) día Lunes, 01 de febrero Habiéndose reunido el Tribunal de conformidad con el aplazamiento, se presentó una petición del Teniente General sir J. Dull, en la que pedía que se le perdonara su asistencia adicional como uno de los miembros del Tribunal, como consecuencia de la indisposición de un pariente cercano. En consecuencia, fue excusado de asistir al resto del juicio. El general de división John Leveson Gower volvió a ser llamado y cuestionado. P. ¿Cuándo se le informó que el 87° regimiento no se uniría a usted? R. No recibí ninguna información sobre ese tema, posterior a la entrega de esa orden por parte del teniente coronel Bourke. P. Habiendo dicho que cuando marchó el día 2, el teniente coronel Bourke le informó que era la intención del teniente general Whitelocke apoyarlo con todo el ejército, ¿cuándo usted noto por primera vez que el general Whitelocke no estaba siguiendo su línea de marcha, y que usted no recibiría el apoyo que le prometieron? R. No recibí ninguna información de que el teniente general Whitelocke no estuviera siguiendo mi línea de marcha, pero cuando crucé el Chuelo (riachuelo) con mi división, pude entonces, con mi catalejo, descubrir la división principal del ejército en las alturas. A una distancia muy considerable, tan grande, que estaba convencido de que no quedaba suficiente luz del día para permitirles unirse a mi división. P. ¿Tenía información sobre si había o no una reserva formada por el cuerpo principal del ejército, independiente de la división bajo el mando del general Whitelocke? R. No tenía ningún conocimiento sobre ese tema. P. ¿Cuál fue el rostro general del país por el que marchó? ¿Estaba abierto o cerrado, boscoso, montañoso o llano? R. Desde la posición que había tomado la noche del primero, estaba perfectamente abierta, sin siquiera una altura de ninguna especie. El terreno se elevó con una elevación muy suave desde la ribera del Chuelo (riachuelo) hacia las alturas sobre las que se asienta el pueblo de la Reducción, y que parecía extenderse en una dirección casi paralela al curso del riachuelo, durante esa parte de la marcha tuve que atravesar un número muy considerable de lugares pantanosos que hicieron el paso tedioso y difícil. Cruzado el riachuelo, los primeros dos kilómetros de marcha transcurrieron por - 27 - largos prados, cuya superficie estaba húmeda, pero transitable. Luego ascendimos algunas alturas, y desde allí hasta el corral de miserere, donde el país se cerró fuertemente con bancos gruesos y zanjas profundas. P. ¿Cuál es la distancia desde el riachuelo al poblado del corral de Miserere? R. No sé por medida, pero me ocupó tres horas de marcha. P. ¿Puede decir cuántas millas sin una medición? R. Deberían ser entre seis y siete millas (9 a 12kms aproximadamente). P. ¿Puede decirnos cuál es la distancia desde el puente sobre el riachuelo hasta el paso Chico? R. No puedo. P. ¿Puede decirnos cuántos días de víveres recibió su división cuando marchó desde la Ensenada? R. Tres días de carne y pan, y un día de alcohol, no cuando marchamos, sino cuando desembarcamos; las provisiones de un día se habían consumido durante la marcha. P. ¿Recibió alguna provisión de víveres del cuerpo principal del ejército o de la flota durante su marcha desde la Ensenada hasta los suburbios de Buenos Aires? R. Ninguno. Excepto una pequeña cantidad de bebidas espirituosas que no vale la pena mencionar, ya que no fue suficiente para el consumo de un tercio del ejército durante un día, y esto fue traído por un oficial subalterno del 36°. De lo contrario, no teníamos nada. P. ¿Obtuvo provisiones del país durante su marcha? R. El segundo día no; los días 29 y 30 dos piones (peones, recolectores de ganado) que estaban al servicio del general de brigada Lumley, capturaron algunos bueyes. El 1 de julio mis hombres no tenían nada hasta que llegamos a una posición por la noche; habiendo capturado algunas ovejas, las repartieron entre ellos. Al conducir al enemigo a través del pueblo de Reducción, obtuve una cantidad muy pequeña de pan, pero tan pequeña que apenas valía la pena dividirla. El día 2 no tuve provisiones; el resultado de mi éxito en esa noche fue la captura de algunos bueyes, y tanto pan como servir a ambas divisiones del ejército durante dos días, según me informaron; pero como llegamos tarde a nuestra posición, no se pudo servir a nadie hasta la mañana del tres. P. ¿Tenía alguna y qué información sobre la posición del cuerpo principal del ejército español en la mañana del día 2? R. Ya dije que vi un gran cuerpo de infantería en la margen izquierda del riachuelo. Si eso componía el cuerpo principal del ejército o no, no lo sé. No tenía ninguna otra información sobre el tema. P. Cuando al general Whitelocke arribo con el cuerpo principal el día 3, ¿recibió alguna información de él con respecto a una reserva? R. Me ordenó que formara el ejército en línea, y luego descubrí que el 40° regimiento, y parte del 17° de dragones ligeros desmontados, estaban ausentes con la brigada del teniente coronel Mahón. - 28 - P. ¿Le informó el general Whitelocke dónde estaban estos regimientos? R. Posteriormente, en su propio cuartel, me informó que los había dejado en el pueblo de Reducción, pero nunca entendí claramente con qué propósito. P. ¿De qué regimientos estaba compuesta la brigada del Coronel Mahón, excluidos los dragones ligeros del 17° y el 40°? R. No estoy seguro de si el 40° a pie no estaba unido a esa brigada. Había cuatro tropas desmontadas de carabineros. Tal fue el arreglo cuando tuve la última comunicación con la división principal. Podría haber sido alterado después. P. ¿Se abrió alguna comunicación con la reserva al mando del coronel Mahón, o con la armada antes de la unión del cuerpo principal con la vanguardia el día 3? R. Ninguno que yo haya escuchado. P. ¿Qué información con respecto a la fuerza enemiga u otros arreglos se obtuvo de los prisioneros tomados el día 2? R. Yo mismo obtuve muy poco; Estuve presente en muy pocos de los interrogatorios; la información que sí obtuve fue que hasta el mediodía del día 2 toda la atención del enemigo estaba dirigida a la línea marítima de Buenos Aires, es decir, a la línea del Plata y a las riberas del riachuelo que hasta esa vez se informó que tenían la intención de quitar sus armas, y reunir la mayor parte de su fuerza hacia el centro del pueblo, y defender sus calles con columnas móviles. P. ¿Quién interrogo a los prisioneros y dónde? R. Fueron examinados en las dependencias del general Whitelocke, creo que generalmente él solo. P. ¿Hubo algún interrogatorio de los prisioneros antes de la llegada del general Whitelocke el día 3? R. Hablé con varios de ellos, pero su información me pareció tan poco satisfactoria y, por su declaración, que el enemigo estaba en el acto de adoptar nuevas medidas cuando marcharon, me di muy pocas molestias al respecto. P. ¿Hubo alguna, y qué medidas se tomaron en el ínterin después de la llegada del cuerpo principal el día 3, a la noche del 4, para asegurar el éxito de las operaciones contra la ciudad el día 5? R. La pregunta es tan general que me es imposible responderla. No puedo decir qué se les ordenó hacer a otros oficiales. P. ¿Qué medidas tomó el general Whitelocke que usted sepa? R. El general Whitelocke ordenó que todos los oficiales que comandaban brigadas y regimientos debían asistir a sus habitaciones en la mañana del 4. Una vez allí, les fueron entregadas las órdenes que debían ser ejecutadas a la mañana siguiente; y se les ordenó que dieran toda la información que pudieran sobre la partición particular de la ciudad que les fue asignada en primera instancia. Se ordenó la búsqueda de todas las herramientas que se pudieron recoger, que eran aplicables para forzar puertas y ventanas. Un detalle del ataque se publicó en la carta del general - 29 - Whitelocke, pero no puedo recordar lo suficiente como para aventurarme a detallarlo de memoria. P. ¿El general Whitelocke le había comunicado el plan de ataque a alguien, que usted supiera, antes de la reunión de la mañana del día 4? R. Ciertamente. Me lo comunico a mí y tengo motivos para creer que a varios otros. P. ¿Qué día anterior al 4? R. En la tarde del 3 para mí y en la mañana del 4 para los demás. P. ¿No le habría pasado el mando del ejército si algo le hubiera sucedido al general Whitelocke? R. Ciertamente, como el oficial superior de mayor grado presente, de acuerdo con la costumbre del servicio, pero no como consecuencia de ninguna comisión o disposición activa para ese propósito. P. ¿Tuvo alguna comunicación confidencial con el general Whitelocke sobre la intención del gobierno al enviar la expedición? y ¿se le comunicaron los planes de operaciones del general whitelocke para que pudiera ayudar a llevarlo a cabo? R. El general Whitelocke se complació en mostrarme las instrucciones bajo las cuales actuó en un período temprano del viaje. Eran voluminosos, y tengo un recuerdo muy confuso de la materia contenida en ellos. Ya he dicho que nunca escuché nada parecido a un plan de operaciones en el río de la Plata. P. Estuvo alguna vez dando órdenes como segundo al mando o ¿recibió una carta de notificación que lo designara como tal? R. No tenía otra carta de notificación que la del general de división en el estado mayor. A la llegada del general Whitelocke a Montevideo, sin mencionar a las tropas su propio nombramiento como comandante en jefe, me describió como un general de división segundo al mando. En la última parte del servicio comandaba una brigada. P. ¿Puede indicar a la Corte por qué no se realizó el ataque contra Buenos Aires el día 4? R. No correctamente. P. ¿Recibió usted alguna información y qué información del General Whitelocke sobre ese punto? R. El día 4, cuando se dieron las órdenes, parecía ser el deseo general de los oficiales que iban a comandar las divisiones que tuvieran el resto del día para reconocer sus puestos; y luego creo, que el general Whitelocke había fijado definitivamente la mañana siguiente para el ataque. Ya he dicho que me informó que tenía la intención de convocar al pueblo por segunda vez y que lo haría antes de realizar el ataque. Lo hizo en la mañana del día 4. P. Habiendo dicho que el general Whitelocke se unió a la vanguardia alrededor de las dos de la mañana del 3 con el cuerpo principal, ¿puede decirnos por qué no se convocó a la ciudad esa misma noche? R. No puedo. - 30 - P. ¿En algún momento le informó el general Whitelocke por qué no se realizó el ataque el día 4? R. Ya he dicho todo lo que sabía sobre ese tema. En esta parte, uno de los miembros de la Corte propuso una pregunta, cuyo significado no se hizo público, y la Corte fue absuelta. Después de unos cuarenta minutos de deliberación, se retiró la pregunta y se reanudaron los procedimientos. Interrogado por el teniente general Whitelocke. P. ¿La información que recibió, o el conocimiento que tenía de la disposición de los habitantes, le indujo a pensar que sería seguro dejar un pequeño cuerpo de tropas en Colonia? R. Colonia estaba casi desierta por sus habitantes, por lo que no tuvo importancia. La información que tenía fue el avistamiento de cuerpos considerables con hombres armados que habían aparecido en el pueblo. P. ¿Cuál fue la disposición de los habitantes del país y qué información estuvieron, más o menos, inclinados a darnos? R. No creía en una hostilidad tan implacable hasta que la vi; salvo un contrabandista, que creo que era portugués de nacimiento, no creo que hubiera un solo hombre apegado a la causa británica en toda la América española, hasta donde llegaba mi observación. P. ¿No fueron consideradas las autoridades civiles, según la mejor información disponible, las personas que provocaron la insurrección contra el general Beresford? y ¿no se les consideraba completamente hostiles con nosotros? R. Ciertamente. Lo consideré así. Entendí que la corte de audiencia (los cabildantes) usurpó casi todo el poder y la autoridad del país. P. ¿No consideró que el tribunal de Audiencia no forma parte de las autoridades civiles a las que se alude en la citación? R. Lo hice. General Whitelocke. - Como haré uso del general Gower en el curso de mi defensa, no lo molestaré con más preguntas por el momento. Examinado por el Tribunal. P. ¿Le informó el general Whitelocke cómo proporcionaría suministros a los hombres después de que se consumieran las provisiones con las que desembarcaron? R. No tenía órdenes sobre ese tema. P. Después de la llegada del general Whitelocke a Montevideo, ¿de qué manera se empleó el intervalo y qué medidas se adoptaron para que el ejército pudiera proceder en el ataque a Buenos Aires? ¿Qué información se obtuvo con respecto al país por el que iba a pasar? ¿Qué medidas se tomaron para conseguir caballos para la caballería, para la artillería y para el transporte de provisiones? - 31 - R. El general Whitelocke llegó al río de la Plata el 9 de mayo, ese día tomó el mando de las tropas. La fuerza se dividió luego en dos divisiones; el estacionado en Colonia al mando del teniente coronel Pack del regimiento 71°, consistía en un destacamento de artillería de un oficial subalterno, algunos dragones desmontados, tres compañías del 95°, las compañías ligeras del 38°, 40°, 47° y 87°, con cuatro o cinco compañías del batallón 40°. La otra división del ejército ocupó Montevideo con sus suburbios y algunos puestos separados. El 20 de mayo, el general Whitelocke me ordenó que le comunicara al contraalmirante Stirling, entonces oficial superior de la marina en el río de la Plata, que deseaba que se hiciera un arreglo de transportes para la recepción de 10.000 hombres, en su travesía a Buenos Aires. Para el tonelaje de dieciocho piezas de artillería ligera con su proporción de municiones, carros, etc. para dos baterías de artillería pesada y, creo, provisiones para veintiún días para 10.000 hombres. Las estimaciones de peso muerto y estiba de los oficiales a la cabeza de cada rama del servicio se recopilaron y entregaron al contralmirante Stirling. Se consiguieron todos los caballos que se pudieron conseguir en la margen izquierda del Plata entre Colonia y Montevideo; pero el enemigo había impulsado ese país con tanto éxito, que quedaban muy pocos de una descripción tolerable e incluso éstos, nunca habiendo estado acostumbrados a comer forraje seco o maíz, eran casi inútiles. Se autorizaron ocho transportes para la recepción de los caballos que se adquirieron, y el general Whitelocke pidió a todos los súbditos británicos que estaban allí, ya fueran oficiales o civiles, que entregaran todos los caballos que se pudieran obtener para el servicio público. No sé qué número se adquirieron ni para qué descripción del servicio. El 24 de mayo se informó de que un cuerpo enemigo muy considerable, estimado en cuatro mil hombres, había cruzado desde Buenos Aires y se dijo que los comerciantes habían perdido todo poder para transportar las mercancías al país, por ser saqueados constantemente por estas personas. El 12 de junio, el teniente coronel Backhouse, que comandaba un puesto de avanzada en Calalines (canelones), se retiró a Montevideo, debido al número de enemigos que aparecieron en esa vecindad. Durante todo ese período, la guarnición de Montevideo se empleó en embarcar sus diversos pertrechos y en dotar a los grupos de trabajo de materiales para la defensa del lugar. Estuve presente en los cuarteles del general Whitelocke en varios períodos de ese tiempo, cuando examinó a tres o cuatro hombres que profesaban conocer el país entre la Ensenada y Buenos Aires, las cercanías de Chiles y todos los puntos donde era posible desembarcar. A la llegada del balandro de guerra Fly, el teniente coronel Bourke fue enviado río arriba para reconocer las orillas, informó a su regreso que la Ensinada de Barragón (ensenada de Barragán) parecía el lugar más ventajoso para el desembarco y el enemigo en ese momento no apareció estar celoso de él. P. ¿Se tomó algún medio para conseguir provisiones en la marcha, más allá de los tres días, como ya se mencionó? R. No que yo sepa. P. ¿Se le comunicó en órdenes, o de cualquier otra forma, el movimiento del resto del ejército, cuando se le ordenó avanzar los días 29 y 30? R. El día 29 se me ordenó que no me moviera hasta que llegara la división principal del ejército. El día 30, lo mismo. El general Whitelocke me preguntó si podía llegar al pueblo de Reducción esa noche. Le dije que me era imposible decirlo, pero lo - 32 - intentaría. Entonces me informó que permanecería en el punto desde el que iba a marchar, hasta la mañana. Cuando hube marchado unas cuatro millas (6.5 kilómetros), encontré a los batallones de la brigada del general Lumley tan exhaustos que, si hubiera avanzado más, habría dejado atrás a la mayor parte de ellos. Les ordené que permanecieran allí hasta la mañana siguiente. Informé de la circunstancia al general Whitelocke y él aprobó lo que había hecho. El general Whitelocke se reunió conmigo entre las nueve y las diez de la mañana del primero de julio con su división, y las dos divisiones marcharon juntas durante una corta distancia. Era evidente que la columna llegaría muy tarde antes de poder llegar a la Reducción, suponiendo que ese lugar estuviera a la distancia descrita por los guías. Los hombres, particularmente los de la brigada del general Lumley estaban muy agotados y el general Whitelocke, para darles una oportunidad de avanzar con mayor rapidez, ordenó que se tiraran todas las mantas del ejército, y que con el ejército así aligerado debería intentar llegar hacia el Chuelo (riachuelo), más allá de Reducción. Aplazado hasta mañana. Cuarto (4) día Martes, 2 de febrero Al reunirse el tribunal, de conformidad con el aplazamiento El general de división Gower fue nuevamente llamado y examinado por el tribunal. P. ¿Los caminos, desde la Ensenada hasta Buenos Aires, eran tan poco frecuentados, que en Montevideo no se pudo haber obtenido un conocimiento perfecto de los mismos, así como se encontraron hombres que podrían haber sido obligados a guiar al ejército? R. Me imagino que el camino de la Ensenada a Buenos Aires, por ser el primero el lugar en el que se detenían todos los grandes barcos empleados en el comercio del segundo, era bien conocido. No estaba en absoluto empleado en relación con la obtención de información sobre ese punto. Para mi propia información privada, traté de recopilar lo que pude, pero no pude encontrar ninguna persona que pudiera hablar con mucha precisión sobre el tema en Montevideo. Una vez repetida la pregunta, el teniente general sir John Moore dijo - “Todos sabemos que se pueden encontrar mil personas que conocen perfectamente la carretera de Londres a Windsor y, sin embargo, no se sentirían inclinados a señalarla a un enemigo; pero podrían obligarlos a hacerlo poniéndoles un cabestro alrededor del cuello y amenazándolos con colgarlos. Lo que quiero decir con la pregunta es, ¿no había nadie a quien pudiera obligar a guiar al ejército?” R. Hubo un solo hombre que alguna vez profesó conocer el camino; y fue llevado con el ejército. Todos los demás con los que insistí en el tema, afirmaron que siempre habían ido en pequeñas embarcaciones a Buenos Aires y nunca desembarcaron en la Ensenada de Barragán. P. ¿Hubo mucha relación entre Montevideo y Buenos Aires antes de que el primero cayera en manos de los ingleses? - 33 - R. Creo, por supuesto, que debe haber habido una comunicación, ya que Buenos Aires era la sede del gobierno y Montevideo dependía de él. Por supuesto, debe haber habido una relación entre el principal y su gobierno dependiente. El modo habitual de comunicación era por agua. No creo que la gente vaya de buena gana a Ensenada para viajar desde allí por tierra a Buenos Aires. P. La marcha del ejército los días 29, 30 de junio y 1 de julio parece haber sido en dos divisiones en la misma ruta. ¿Lo concibió así en el 2 de julio? R. Lo hice; con la excepción de una pequeña variación que debió haber ocurrido, tanto de la división principal como de la mía, comenzando su marcha por el flanco izquierdo, desde un punto a unas tres millas en la retaguardia desde donde yo había marchado. Tenía un deber específico que cumplir y no consideraba que tuviera ningún poder discrecional, y ciertamente esperaba que el ejército me siguiera. P. Con el cuerpo que compone la vanguardia, ¿tenía usted un destacamento del 17° de dragones ligeros o carabineros montados? Si no fue así, indique dónde estaban estos cuerpos y a qué columna estaban adscritos. R. Vi, el día 29, unos treinta caballos, en posesión de los dragones ligeros del 17°, que podrían considerarse aptos para el servicio. No sé qué fue del resto. De éstos tenía doce, y en dos días no había seis de estos caballos aptos para el servicio. Los únicos carabineros montados que tenía eran tres ayudantes en mis propios caballos. Los caballos de ese país que nunca comieron maíz seco, pronto se enferman. P. ¿Los caminos admitían la marcha del ejército en varias columnas paralelas y se podría haber acortado así el tiempo de marcha? R. Desde la ensenada hasta las alturas nunca pude encontrar más de un camino, aunque lo intenté en todas direcciones. De Ensenada al riachuelo cada tramo del camino era suficientemente bueno para la marcha de las tropas, desde las alturas del riachuelo parecía igualmente en forma en todas partes. No parecía haber más impedimento en un lugar que en el otro. Del riachuelo hasta Buenos Aires parecía igualmente factible en todas las direcciones y encontramos que había dos caminos hacia los suburbios. P. ¿Puede indicar la razón por la que se intentó el paso del río en el puente? R. No lo sé exactamente. Se describió que el puente era de madera, y en la dirección en la que se suponía que debía estar, había una marca muy grande, que los oficiales, que habían estado antes en Buenos Aires, y el guía que estaba conmigo, creían que era el puente en llamas. P. ¿Sabe si el puente fue reconocido o no? R. Ciertamente no por mí. No llegué hasta casi anochecer la noche anterior, y recibí órdenes de marchar a las nueve de la mañana del día siguiente. El puente desde mi puesto estaba, creo, a una distancia de cinco o seis millas (8-9.5 kilómetros), no sé si lo habían reconocido o no. P. ¿No fue posible determinar si el puente estaba o no en llamas? R. Ciertamente. Haciendo marchar a una considerable cantidad de hombres hacia él, podríamos haberlo averiguado; pero el enemigo tenía tales cuerpos de caballería - 34 - entre nosotros y él, que nada más que una fuerza considerable podría haberse acercado a él. P. ¿Si la marcha del ejército hubiera sido en varias columnas, no hubieran llegado todos al riachuelo el día 2 y lo hubieran pasado con la vanguardia? R. No conozco ninguna razón por la que no hubieran podido hacerlo. El regimiento menos capaz de marchar era el 88°, que estaba conmigo; tenían entre ellos un gran número de hombres muy jóvenes, muchos de ellos llevaban casi un año a bordo de transportes. El 36°, siendo un cuerpo de hombres más robusto, no falló tanto, pero estaba muy fatigado. Los viejos regimientos que estaban con nosotros, que habían sido acostumbrados a trabajos forzados en ese país, evidentemente estaban mucho más a la altura de la fatiga que los hombres recién desembarcados. P. ¿Cree que podría haber obtenido alguna ventaja material el hecho de que todo el ejército pasara el río y atacara al enemigo el día 2? El general Whitelocke se opuso a esta pregunta, como meramente una cuestión de opinión y no de efecto. El juez se resistió a la objeción, alegando que se refería materialmente a un acto en particular. Por tanto, se repitió la pregunta. R. Creo que se habría conquistado Buenos Aires. Si hubiera habido una fuerza para haber apoyado la impresión causada por el batallón ligero, estoy convencido de que deberíamos haber tomado el lugar. P. ¿Informó al comandante de las fuerzas el 1 de julio de la falta de provisiones y de qué manera proponía abastecer a su cuerpo? R. El 1 de julio, el teniente general Whitelocke vio personalmente a mi cuerpo y observó el estado de agotamiento del 88° regimiento. Me dijo que esperaba que capturara una cantidad suficiente de bueyes con la vanguardia, no solo para abastecerme a mí sino también a su columna. P. ¿No podrían haberse transportado provisiones para el ejército en barcos y haberse abierto una comunicación con ellos? R. El único punto, creo, entre la Ensenada y el riachuelo, donde se podían desembarcar provisiones, estaba debajo de la aldea de Reducción, según la descripción que he tenido del río, creo, los mismos avituallamientos podrían haberse acercado. No sé qué dificultad podría presentar el paso del pantano, desde el pueblo hasta la orilla. P. En las órdenes entregadas a los oficiales generales el 4 de julio, para el ataque a Buenos Aires, ¿qué puesto le fue asignado? R. El general Whitelocke me ordenó que estuviera en los Corrales de miserere antes de la hora en que comenzarían los cañonazos, y que esperara allí hasta que llegara, y luego recibiría sus órdenes. P. ¿Se dieron las órdenes o instrucciones a los oficiales generales esa mañana de forma verbal o escrita? R. Las órdenes que me dieron fueron verbales. Cada oficial general y cada oficial de campo copiaron la orden. - 35 - P. ¿Se comunicó entonces, o en cualquier otro momento, a los oficiales generales y oficiales que comandaban en el ataque, la estación del comandante de las fuerzas, en caso de que tuvieran que informarle? R. No recuerdo. Podría haber sido sin mi conocimiento. No fue comunicado en el momento de la entrega de las órdenes, por lo que recuerdo. P. ¿Expresó usted mismo, la mañana del 4, el deseo de posponer el ataque hasta el 5, para poder reconocer su puesto? R. No lo hice. P. ¿Recibió alguna y qué órdenes de recolectar caballos para la artillería en Colonia? R. Ciertamente no. La orden que recibí fue verbal. No lo recuerdo literalmente, pero la impresión que causó en mi mente, y que todavía tengo, fue que el gran objetivo al ser enviado a Colonia debía ser de acelerar la unión de esa división de tropas en el menor tiempo posible, para que no llegara el mal tiempo y los transportes resultaran dañados en su entonces expuesta situación. Pregunta del juez presidente - Como segundo al mando, ¿se le consultó sobre el modo de ataque a la ciudad de Buenos Aires? R. Si, se me consulto. En la noche del 3, el general Whitelocke envió una orden para que yo fuera a sus aposentos. Luego me preguntó si tenía alguna idea de cómo atacar la ciudad. Dije que habiendo marchado con ese propósito el día anterior, había pensado en el tema. Me preguntó si había puesto mis ideas en papel; Le dije que sí, y él deseaba verlos. No tenía el papel conmigo; pero me indicó que lo trajera, lo cual hice, y se lo entregué. P. ¿Hubo alguna variación considerable en su plan y en el adoptado por el general Whitelocke? R. Sí. Habiendo sido el mío en la marcha, antes de saber que los dragones a pie del 17° y el 40° ligero no estarían allí, yo los había incluido. P. ¿Hubo alguna otra diferencia en el plan? R. Mi primera idea fue un ataque en columnas desde un punto central. Habría habido un despliegue consecuente previo al ataque; pero como el ataque se hizo en línea, no hubo despliegue. La base de mi plan era muy similar a la del general Whitelocke, y no puedo decir que la diferencia sea muy grande. P. ¿Cuál era la distancia entre el pueblo de Reducción y su división la noche del 1 de julio? R. Entre tres y cuatro millas. P. ¿La naturaleza del país era tal que la ruta tomada por su cuerpo podría haber sido vista en el pueblo de Reducción en la mañana del día 2? R. Creo que sí. Vi a la columna principal durante la mayor parte del día, y aparentemente después de que abandonaron el pueblo de reducción. Supongo, por supuesto, que podrían habernos visto. - 36 - P. ¿Hubo una comunicación libre entre el cuerpo principal del ejército y las tropas bajo su mando en la noche del día 1? R. No hubo comunicación esa noche. Durante todo el período de la marcha fue imposible comunicarse con una seguridad tolerable. P. ¿Tenía algún guía con usted la mañana del día 2 para mostrarle el camino al paso Chico? R. Tenía un hombre conmigo que profesaba conocer el camino. El general de brigada Craufurd también capturó a un indio la noche anterior, y ambos parecían seguros de su existencia, pero no de su posición exacta. P. ¿Escuchó alguna vez de qué lado se había posicionado el general Liniers para defender el paso del puente? R. Sus baterías ciertamente estaban todas en el lado occidental. He oído decir que avanzó sobre el puente con algo de infantería, pero no creo que con un número considerable. P. Habiendo dicho que Buenos Aires habría sido tomada si el general Whitelocke hubiera seguido su línea de marcha y hubiera pasado el Vado Chico el 2 cuando usted lo hizo; exponga los fundamentos de dicha opinión. R. Esta opinión se basa en la información que luego obtuve de las personas, como dije antes, de que toda la atención del enemigo y los medios de defensa, en un período tan tardío como las doce en punto de ese día, había sido dirigido hacia la línea del riachuelo y el Río de la Plata y consecuentemente la entrada de un cuerpo de tropas al pueblo por el lado occidental, fue, por ellos, totalmente inesperada y desprotegida. P. ¿El plan de ataque ordenado el día 4 fue objetado por alguno de los principales oficiales del ejército? R. Ciertamente que no. Creo que todos confiaban en el éxito. P. Cuando el general Whitelocke se unió a usted el 3, ¿le dio alguna causa, sobre por qué no le dio ese apoyo que se le había inducido a esperar a partir del mensaje que le entregó el teniente coronel Bourke? R. Comprendí por él, que la causa de que no llegara antes al Corral de miserere fue que el guía se había perdido. P. ¿Fueron animados los oficiales, por cualquier cosa que cayera del comandante de las fuerzas, a desacreditar o dar cualquier objeción al plan de ataque, si es que tenían alguna? R. Ciertamente; y no escuché la menor desaprobación. P. ¿Expresaron su aprobación por ello? R. Estaba tan particularmente situado con el comandante de las fuerzas, que tenía muy poca comunicación personal con ninguno de ellos. Con los pocos que tenía, expresaron su aprobación. P. ¿Cuál fue la peculiar situación a la que alega? - 37 - R. no tengo ninguna dificultad para responder la pregunta. El general Whitelocke estaba extremadamente celoso de la interferencia de cualquiera de los oficiales inferiores; y me hicieron notar ese día, que se lo había expresado al comandante de ingenieros, prohibiéndole que me hablara, porque, dijo, me habían prestado más atención que a él. Por lo tanto, estaba excluido de cualquier comunicación con ellos y no me atrevería a actuar de ninguna manera sin una orden específica. P. ¿Podría indicar si recuerda alguna conversación que haya tenido lugar entre los oficiales generales, respetando las órdenes del 4 de julio, o alguna reserva hecha por el general de brigada Lumley, en presencia y audiencia del general Whitelocke? R. No hubo nada relativo a estas órdenes aprobadas, pero en presencia y audiencia del general Whitelocke. Hubo una discusión muy general sobre la hora, ya que el grado de luz, y la hora del ataque se consideró de gran importancia. Que yo recuerde, hubo una pregunta formulada por el general Lumley, si las columnas respectivas debían perseverar en llegar y mantener los puntos respectivos a los que estaban dirigidos, bajo cualquier circunstancia imprevista de pérdida o dificultad. Y fue respondido por el propio general Whitelocke, que no debían arriesgarse a perder hombres; y, si era necesario, se desviaran o se alejaran del punto. Tenían que tener cuidado de no cruzar la línea de la artillería que sería lanzada a las calles. Creo que hubo una conversación más general, pero no estoy del todo en lo cierto de quién o con qué efecto. P. ¿Se dieron órdenes para el punto de retirada, si la retirada fuera necesaria? R. Ninguna orden general que yo sepa. Comprendí que la Residencia, que se consideraba una posición fuerte y defendible, era el lugar al que podía recurrir la derecha en caso de algún accidente; y la Plaza de los Toros, si es que le ocurría al flanco izquierdo. P. ¿Explique a qué se refiere cuando dice que se entendió que los lugares que menciona debían ser los lugares para que cada división del ejército se retire, según su situación? R. Consideré que se suponía que era deseable que el ejército, para el cual no quedaban más provisiones, en todo caso, si era posible, se metiera en tal situación, para que tuvieran una posibilidad de comunicarse con la marina, en puntos como la Residencia y la Plaza de los Toros. El plan era dirigir la retirada de las columnas fuera de la ciudad hacia el oeste. Creo que esta fue la razón por la que era más deseable, si era posible, que cada ala cediera el paso a su flanco exterior, si es que cedía, que salir directamente del pueblo hacia los Corrales. P. Entonces, ¿su comprensión surgió de su propia convicción de que estos puntos eran los más apropiados para que se reunieran las divisiones, o fue de alguna conversación declarada por el general Whitelocke en la reunión de oficiales? R. De ambos. Yo mismo comprendí que eran puntos tan buenos, que si una vez conseguidos nuestras tropas no podrían ser expulsadas de ellos, y el suceso lo demostró; fueron el principal objeto de ataque; Los entendí como puntos de apoyo para cada una de las alas, a las que debían retirarse por sus flancos exteriores. P. ¿Hubo algún lugar señalado, en caso de fracaso del ataque, para que el ejército se retirara dado en las órdenes generales, o de otra manera? - 38 - R. Ninguno que yo sepa. P. ¿Qué fuerza se designó para quedar en el lado occidental de la ciudad cuando se iba a realizar el ataque general? R. Cuatro tropas de carabineros desmontados; ocho tropas del noveno de dragones desmontados; una o dos compañías del 88°; y un número muy pequeño de cada cuerpo, para cuidar de sus respectivos emplazamientos. Se da lugar al Teniente coronel Richard Bourke juramentado y cuestionado. P. ¿Era usted oficial en jefe en el estado mayor general, empleado en la expedición a Buenos Aires, al mando del teniente general Whitelocke? R. si. P. Relacione las medidas anteriores adoptadas por el General Whitelocke, y la información recibida por él desde su llegada a Montevideo, como comandante de las fuerzas, hasta la noche del 4 de julio y hasta donde tenga conocimiento, que, sin atarle al tiempo ni al método, puede describirse de acuerdo con el memorando que ahora tiene en la mano. El fiscal, puso un papel escrito en manos del testigo, para guiarlo en el punto principal de su interrogatorio, e insinuó a la Corte, que como el teniente coronel Bourke había sido herido en la cara en el asalto a Montevideo y como consecuencia de lo cual le dio un impedimento en el habla, esperaba la indulgencia de la corte. El teniente coronel Bourke procedió luego en su narrativa de la siguiente manera. R. La noche en que el general Whitelocke desembarcó en Montevideo, me lo presentó el general de brigada Sir Samuel Auchmuty, quien anteriormente estaba al mando de ese lugar. Al día siguiente asistí a la casa del gobernador y tuve una conversación con el general Whitelocke. Me dijo que había oído hablar del excelente estado de las cosas en la guarnición del general Auchmuty, pero que estaba muy decepcionado de que la caballería no estuviera tan bien provista de caballos, lo que era contrario a sus expectativas. Luego me presentó al general Gower, como segundo al mando, con quien, dijo, debería discutir los puntos de los que ya le había hablado a su excelencia. Posteriormente mantuve muchas conversaciones con el general Gower sobre la dificultad de acuartelar las tropas y del número que venía de Inglaterra. Me dijo que se esperaba al capitán Thompson, de la balandra Fly, desde el Cabo de Buena Esperanza, con el general de brigada Craufurd, que debía haber abandonado el Cabo en un día determinado de abril, y que se los esperaba en breve en el río de la Plata. Creo que al día siguiente de la llegada del capitán Thompson, el comandante de las fuerzas envió a buscarme, y dijo que como se esperaba tan pronto al general Craufurd, estaba ansioso de que yo remontara el río y examinara el lado por el cual Buenos Aires estaba situado, y que busque un lugar conveniente para el desembarco de las fuerzas que pretendía llevar consigo para el ataque contra esa ciudad. También se me instruyó que fuera a Colonia, a fin de determinar si ese sería un lugar conveniente de encuentro para los barcos, y para consultar con el coronel Pack, que comandaba allí, sobre la posibilidad de desembarcar pequeños cuerpos de tropas más hacia el oeste de Colonia, para cortar un cuerpo del enemigo que se encontraba entonces en la margen izquierda del río. El mismo día que recibí estas instrucciones del general, consulté con el contraalmirante Stirling, y recibí de él toda la información que pudo dar, respetando - 39 - la posibilidad de desembarcar en el lado opuesto del río, y consultar, en el mismo lugar con un americano, y con el coronel Dion del 38°, que había estado en Buenos Aires con el general Beresford. Yo había dicho antes, que por todo lo que había escuchado sobre el tema, la Ensenada de Barragán era el único lugar donde las tropas podían desembarcar al amparo de los barcos de guerra, sin descender, al menos, a cien millas (160 kilómetros) al este de Buenos Aires. En consecuencia, el general dirigió particularmente sus indagatorias a la situación de la Ensenada, y al estado de las carreteras entre Buenos Aires y ese lugar. Se dijo que la Ensenada era el lugar donde se desembarcaba con frecuencia las mercancías y de allí se transportaba a Buenos Aires en carruajes de ruedas, esa noche subí a bordo del balandro Fly y al día siguiente seguí río arriba con el capitán Thompson. Examinamos, al día siguiente, una extensión considerable de la costa, desde por lo menos sesenta millas (96.5 kilómetros) al este de la Ensenada, hasta seis o siete millas (9.5-11 kilómetros) al oeste de Buenos Aires. El resultado de este examen fue que creíamos que no había lugar donde desembarcar las tropas, al amparo del más pequeño de los barcos de guerra, excepto la Ensenada de Barragán. Estábamos particularmente ansiosos por averiguar si se podía efectuar un desembarco hacia el oeste de la ciudad; pero el capitán Thompson opinaba decididamente que la navegación era demasiado intrincada como para que fuera seguro conducir una flota de transportes hasta ese punto. Después de haber ido a Colonia, y haber comprobado que en ese puerto podía reunirse una gran flota. Regresé a Montevideo el 27 o 28 de mayo. Había consultado con el coronel Pack las demás instrucciones que me había dado el general. A mi regreso descubrí que el general Gower había arreglado varios asuntos con el almirante Stirling en relación con el embarque de las tropas de Montevideo, se resolvió que los transportes se abastecerían de víveres durante tres semanas con suministros para 10,000 hombres, debían ser embarcados por el comisario general, que se iban a tomar dieciocho cañones ligeros con algunas piezas pesadas y dos morteros. Todo el arreglo de la artillería se dejó en manos del comandante de artillería. Descubrí que el general había renunciado a toda idea de subir a toda la caballada. La Corte es aplazada hasta mañana. Quinto (5) Día Miércoles 3 de febrero Habiéndose reunido el tribunal por aplazamiento, Se volvió a llamar al Teniente Coronel Bourke. El fiscal sugirió la conveniencia de leer los dos primeros cargos a cada uno de los testigos, según debían jurar, a fin de llamar su atención particular sobre la materia específica contenida en ellos. Luego se leyeron los cargos y el fiscal procedió a interrogar al testigo. P. ¿Sabe si se hizo alguna carta o levantamiento (mapeado) del río de la Plata, entre Montevideo y Buenos Aires? R. Uno de los oficiales de la marina hizo un reconocimiento del río, pero no del terreno. El teniente coronel Bourke luego reanudó su narración de la siguiente manera. - 40 - R. No puedo precisar qué medidas se habían tomado para conseguir caballos. Sin embargo, al apropiarse de los transportes de otros servicios del ejército, se encontró que solo quedaban cinco embarcaciones para ser utilizadas para caballos. Al preguntarle al capitán Thompson de la Armada, el comandante de las fuerzas pareció dispuesto a pensar que la Ensenada de Barragán era el lugar más adecuado para desembarcar las tropas contra Buenos Aires. Toda la información que se recibió respecto a ese lugar, y los caminos desde allí a Buenos Aires, nos inclinó a pensar que la distancia de Ensenada a Reducción era de unas 20 millas (32kms), y de allí a Buenos Aires nueve millas (14.5kms). Que había tres caminos diferentes, el de la arena (por playa), el de la marisma (por la selva) y el de las alturas; se decía que el último era el mejor. Que para llegar a las alturas hay que atravesar algún terreno pantanoso, y por el que suelen transitar los carros y carretas del país. Una vez ganadas las alturas, la calzada era firme y buena, y había muy pocas granjas en los caminos; las tropas tampoco podían esperar encontrar refugio fuera de los suburbios de Buenos Aires. Que desde Reducción el camino superior pasaba por el puente; pero que al hacer un considerable desvío a la izquierda, podríamos encontrar un lugar para rodear y cruzar el río Chuelo (riachuelo). Toda esta información fue presentada al general Whitelocke, la mayor parte de la cual estaba contenida en una memoria escrita por una persona que acompañó a la expedición. Con respecto a los proyectos del enemigo, se entendió que tenía la intención de oponerse a nuestro desembarco en el puerto de Chelmir (se cree Retiro), o en St. Segro (se cree San Isidro), al oeste de la ciudad; y que también pretendía disputar el paso del riachuelo. Con respecto a su fuerza, los informes fueron tan variados y contradictorios que creo que no se atribuyó ningún crédito a ninguno de ellos. La fuerza que desembarcó en la Ensenada de Barragán el 26 de junio, constaba de 8522 hombres, incluidos 150 dragones montados. Estaba provisto de dieciocho piezas de artillería, 206 caballos y mulas para su transporte; también había una gran cantidad de pertrechos embarcados, y una reserva de artillería de algunas piezas pesadas, morteros y obuses, había herramientas de atrincheramiento para mil hombres; seis pontones y carromatos para diez mil hombres; pero no se habían embarcado caballos para su transporte. El embarque de las tropas y los medios para transportarlas a tierra no estaba en mi departamento; pero entendí que había provisiones para diez mil hombres por lo menos durante dos meses; y el comisario general me había solicitado un barco para transportar mulas y carros para su transporte. Debo observar, que en los 8522 se incluyeron 1580 hombres, que habían sido traídos desde Colonia los días 25 y 26 de junio. Procederé ahora a describir la marcha del ejército desde el lugar de desembarco hasta su posición el 3 de julio. La primera de las tropas desembarcó alrededor de las nueve y media de la mañana del día 28, formando el batallón ligero del general Craufurd, formado por ocho compañías del 95°, nueve compañías de infantería ligera y con algunas piezas de artillería. Yo marche con la brigada ligera, bajo el mando del general de división Gower, a unas cuatro millas (6 kilómetros) del lugar de desembarco, hacia las alturas. Antes de la puesta del sol esa noche, desembarcó toda la infantería; varios cañones de campaña, con sus municiones, carruajes, etc. y algunos caballos de personal. Todas las fuerzas, excepto el cuerpo del general Gower, estaban estacionadas en la aldea de Barragán. Esa noche, el general manifestó que tenía la intención de marchar a la mañana siguiente a las nueve en punto hacia las alturas con el grueso del ejército, y me pidió que me quedara atrás, para acelerar lo más posible el desembarco de los caballos y - 41 - tiendas que aún permanecían a bordo. Dijo también que deseaba que se enviaran a las alturas una considerable provisión de pan y licores; y nos autorizaba, si el comisario general no estaba suficientemente provisto de los medios para transportarlo, hacer que se colocaran sillas de montar sobre parte de la caballería y que las provisiones sean transportadas por ese medio. Como consecuencia de esto, creo que unos cuarenta caballos fueron entregados al comisario general. Al ponerse el sol en la tarde del 29, se desembarcó todo lo que se podía transportar. Temprano en la mañana del día 30, la artillería y las provisiones de la comisaría se dirigieron a las alturas. En la marcha, el oficial que comandaba esa parte de la artillería me dio una orden del capitán Fraser, la cual decía que debía destruir los cañones españoles, si encontraba alguna dificultad para hacerlos pasar por el pantano. Procedí a reunirme con el general en las alturas, y descubrí que el general de división Gower había marchado hacia la Reducción, teniendo bajo su mando cuatro compañías del 95° y el batallón ligero al mando del general de brigada Craufurd; los regimientos 36° y 88°, bajo el mando del general de brigada Lumley; 4 cañones de seis y 2 de tres libras, con algo de caballería montada. Encontré al general a punto de moverse con el cuerpo principal del ejército, al terreno que, según supe, había sido ocupado la noche anterior por el general Gower. Ordenó a la parte desmontada del 17° de dragones ligeros y al 40° de pie que permanecieran en las alturas, al mando del teniente coronel Mahón, para escoltar la artillería cuando esta subiera, luego avanzó con el cuerpo principal unas cinco millas (8 kilómetros), cuando el ejército estaba estacionado en tres granjas, a unas dos millas (3 kilómetros) una de la otra. El 38° en la retaguardia, el 5° y el 87° en el centro, y la brigada del coronel Mahón en el frente, la parte de la brigada del coronel Mahón que estaba con el cuerpo principal del ejército, estaba formada por la 6° guardia de dragones desmontados; 9° de dragones ligeros desmontados; y el 45° de a pie. Recibimos información de que toda la artillería había alcanzado las alturas, pero que los marineros y los caballos estaban demasiado fatigados para llevarla adelante ese día. Llegó un expreso del general Gower, que decía que se había detenido, creo, a unas siete millas (11 kilómetros) en nuestro frente. Dijo que había marchado demasiado tarde para llegar a Reducción esa misma noche; que estaba ansioso por llevar su cuerpo a ese lugar, porque había visto a algunos oficiales españoles haciendo un reconocimiento; y concibió que el pueblo podría estar ocupado por el enemigo. Indicando además, que si no tenía noticias del General, debía proceder por la mañana a la Reducción. En respuesta a esto, el general le ordenó que se detuviera dónde estaba hasta que él mismo llegara con el cuerpo principal, que esperaba llegar temprano al día siguiente. Esa noche se envió una orden al coronel Mahón, pidiéndole que avanzara lo más lejos que pudiera al día siguiente por el camino hacia la Reducción. El 1 de julio, el cuerpo principal avanzó antes del amanecer y se unió al general Gower alrededor de las 11 en punto. Después de una conversación privada entre el general Whitelocke y el general Gower, este último avanzó con su cuerpo y el cuerpo principal se detuvo durante una hora completa. No pude determinar el derrotero exacto que debía tomar el general Gower, pero alrededor de la una el cuerpo principal del ejército avanzó hacia la Reducción. Una pequeña vanguardia fue apostada para nuestra columna compuesta por cuatro compañías del cuerpo de fusileros. Marchando por la Reducción, fui hacia adelante con el cuerpo de avance; Encontré algunos de nuestros dragones en la aldea, y luego escuché que el general Gower había pasado por allí con su división. Poco después de que el general llegara a la aldea, recibimos un despacho del general Gower, en el que decía que, habiendo - 42 - pasado por Reducción con poca oposición, debería esforzarse por avanzar hasta el Riachuelo esa noche y, si era posible, enviar un pequeño cuerpo al otro lado del río. Un poco antes de la puesta del sol, el cuerpo principal del ejército llegó a la aldea, y se apostaron frente a ella, poco después de la puesta del sol, llegó otro despacho del general Gower, indicando que el terreno en su frente parecía muy pantanoso y que no había pasado sobre el Riachuelo; que creía que el puente estaba a unas cinco millas (8 kilómetros) de él. Poco después de llegar al pueblo de Reducción, llegó un oficial de la flota, a quien el general Whitelocke le dio algunas instrucciones sobre desembarcar pan y licores para el ejército al día siguiente. Dijo que su intención era detenerse al día siguiente, con el fin de permitir que el coronel Mahón y la artillería se le unieran, y que todo el ejército pudiera recibir pan y licores. También se acordó que el general Whitelocke debía proceder por la mañana con el cuerpo de avanzada, de donde debía ir con una escolta de la brigada del general Craufurd para reconocer la posición, que entendíamos estaba ocupada por el enemigo en el riachuelo. También se resolvió que se examinaran los vados sobre el río; y se imaginaba que a partir de esa partida de reconocimiento se formaría con seguridad algún proyecto de ataque. Se envió una orden por la noche para que el coronel Mahón se apresurara a avanzar al día siguiente. El 2 de julio, alrededor de las dos de la mañana, el general me llamó y a su secretario, y dijo que había cambiado de opinión y que ordenaría al general Gower que avanzara, ya que estaba ansioso por que las tropas entraran en acantonamientos, que él entendía que se podían obtener en los suburbios de Buenos Aires. Dirigió una carta al general Gower, de cuyo contenido no puedo hablar positivamente, pero a mi leal saber y entender, se ordenó al general Gower que procediera con el cuerpo bajo su mando y pasara el riachuelo en el primer vado sobre el puente que pudiera encontrar. Debía tomar posición en las alturas al oeste del pueblo, y entrar en comunicación con el Comandante español, sobre el tema de la rendición del pueblo, y creo que expresó los términos que ya habían discutido. Después de una nueva conversación con el general, en la que me manifestó nuestra extrema ignorancia del país, le insistí en la necesidad de reconocer el río, y luego se me ordenó llevar la carta al general Gower al amanecer del día siguiente. Lo hice y en consecuencia cuando el general Gower se quejó conmigo de que el 88° regimiento, entonces bajo su mando, estaba extremadamente inestable y muy fatigado, y parecía totalmente insatisfecho con la orden que había recibido, le dije que la distancia entre los dos cuerpos era muy corta, y podría ser extremadamente ventajoso comunicarse con el General sobre el tema. Me dijo que había recibido una orden perentoria de marchar y que debía obedecerla. Luego envió por el general de brigada Craufurd y un estadounidense que conocía el país, y consultó con ellos sobre la marcha propuesta. En particular, cuestionó al guía sobre el Paso-Chico, que se dijo que era el primer paso sobre el puente. Se describió como un paso muy malo y se encontraba a unas cinco o seis millas (8-9.6 kilómetros) de la división del general. Por lo que puedo recordar, el resultado de esta conferencia fue que el general no cruzaría el paso Chico, sino que se movería a lo largo de las alturas y se esforzaría por encontrar un vado más factible. El general Gower volvió a expresar su gran malestar por la marcha que se le ordenó emprender; En consecuencia, le dije que debía presentar el asunto ante el general y pensé que probablemente tendría todo el ejército para apoyarlo. Sobre este tema no puedo hablar con certeza, ya que el general no me había comunicado si tenía intención de marchar ese día o no. El general Gower estaba a punto de responder a la orden del general Whitelocke y me dio un papel para escribir las condiciones que iba a - 43 - ofrecer al comandante español. Antes de dejar el General esa mañana, me había comunicado cuáles eran esos términos y, en consecuencia, los anoté. No puedo decirlos con exactitud, excepto ese en particular para la restauración inmediata del 71° regimiento y los prisioneros tomados bajo el mando del general Beresford. Regresé con el general Whitelocke y lo encontré a mitad de camino entre las dos divisiones, preguntó si el general Gower parecía complacido con la orden recibida. Presenté la denuncia respetando el estado de las fuerzas y presenté al General la conveniencia de apoyar a la brigada de avanzada. El general propuso primero enviar un solo regimiento, pero poco tiempo después ordenó la marcha de todo el ejército; Luego me pidió que escribiera una carta al Almirante, declarando que todo el ejército estaba en movimiento y avanzando hacia el oeste de la ciudad, deseando que se tomaran los medios para desembarcar provisiones allí, y que los barcos que transportaban la artillería pesada deberían ser enviados también. Luego me pidió que dirigiera a uno de los guías (el mismo hombre que había escrito las memorias en los caminos, y que parecía ser el más inteligible) a la cabeza de la columna, para dirigirnos por la ruta más corta a un paso practicable sobre el riachuelo. Afirmó que a unas dos millas (3 kms) de distancia, en dirección suroeste, deberíamos llegar a un lugar donde el riachuelo era bastante transitable. Nos aseguró que conocía perfectamente el país y que nos conduciría. El general Whitelocke, después de alguna conversación con este hombre, me pidió que dirigiera la columna bajo su dirección. Marchamos alrededor de las diez y media en punto y avanzamos unas tres millas (5 kms) en dirección suroeste. Poco antes de las doce en punto, vi la columna al mando del general Gower a unas tres millas (5 kms) de distancia, avanzando casi en ángulo recto con nuestra línea de marcha. Le dije esto al guía, quien me dijo que en cuanto cruzáramos un arroyo llamado Río de Macial (arroyo maciel), debíamos movernos en la misma dirección; en consecuencia, cruzamos este arroyo y avanzamos casi en la dirección que había indicado el guía. Luego me mostró un árbol alto en una colina, desde el cual dijo que deberíamos, a una corta distancia, encontrar el camino. Aproximadamente a las dos y media de la tarde, cuando pasábamos por los caseríos, el general propuso hacer un alto por el día. Le expuse la información que me había dado el guía sobre la distancia del paso. También le dije que por la comunicación que tuve esa mañana con el general Gower, estaba convencido de que, a menos que se le ordenara detenerse, cruzaría el río y seguiría hasta las colinas al oeste de la ciudad. El general no había decidido entonces si se detendría o no, cuando llegó Sir Samuel Auchmuty y le planteó la pregunta, Sir Samuel decidió de inmediato detenerse, declarando que había grandes cantidades de ovejas cerca de estas casas, y que había leña en abundancia para cocinar la carne. En consecuencia, el ejército fue detenido y formado en dos líneas, con la brigada de sir Samuel Auchmuty al frente y el coronel Mahón en la retaguardia, un oficial, con algunos dragones, fue enviado de regreso a Reducción para ordenar al coronel Mahón que se detuviera allí hasta que se dieran nuevas órdenes. Un poco antes de la puesta del sol esa noche, oímos un cañoneo aparentemente cerca de Buenos Aires, cuyos campanarios estaban a la vista desde que salimos de Reducción. El 3 de julio, el ejército marchó un poco antes del amanecer y cruzó el vado señalado por el guía. Seguimos hacia otro vado, que nos dijo que era el Paso de Zamora, avanzamos media milla (1.5 kms) por delante de la línea, para buscar un paso. El agua era tan profunda que se vio obligado a nadar con su caballo. Avanzamos aproximadamente una milla río abajo y encontramos un paso seguro, que el ejército cruzó entre las nueve y las diez de la noche. Este paso era extremadamente estrecho, - 44 - y el agua estaba casi por debajo de las axilas de los hombres; el ejército terminó el cruce cerca de la una. Aproximadamente a una milla y media (2.5 kms) del paso, nos encontramos con un oficial enviado por el general Gower, quien nos dijo que se había comprometido la noche anterior y nos condujo a la división del general Gower, que estaba aproximadamente a una milla y media (2.5 kms) al frente. Descubrimos que los puestos de avanzada habían estado ocupados toda la mañana, y comprendí que justo antes les había ordenado retirarse para inducir al enemigo a intentar un ataque en la línea. Conduje al general Whitelocke a las habitaciones del general Gower, que tenía un mapa de Buenos Aires en su mesa. El general Whitelocke nos pidió que indicáramos la mejor posición para las tropas y luego, observando que, habiendo estado más tiempo en la zona, el general Gower conocía mejor la situación. El general Gower propuso que la brigada del general de brigada Auchmuty se estacionara a la izquierda y se extendiera hasta la encubierta de la Recoleta, a orillas del río de la Plata, pero como la distancia era tan grande, sólo se le ordenó colocar su brigada en esa dirección. La brigada del coronel Mahón (el testigo se confundió, en realidad habla de Craufurd, Mahon seguía e Reducción) en orden a la derecha. Como el enemigo no avanzó de la forma que el general Gower parecía esperar, se ordenó que se reanudaran los puestos de avanzada del ejército; Me dirigí a la derecha de la brigada del coronel Craufurd, para ver cómo estaban colocados los hombres; y retirándome de allí a eso de las cinco, pasé por las habitaciones del general Gower y me mostró un plan de ataque a la ciudad, que parecía haber terminado, y que estaba completamente detallado en todas sus partes, era el mismo que se repartió al día siguiente en las ordenes, con algunas modificaciones muy insignificantes. Procedí a inspeccionar los puestos de avanzada en el centro y dejé que el general Gower se dirigiera, según entendí, a los jefes con el plan. Llegué al cuartel general después del anochecer, y en el transcurso de la noche, el general Whitelocke me preguntó mi opinión sobre el plan de ataque, que iba a tener lugar al día siguiente a las doce en punto, expuse mis objeciones a una cláusula, en la que se ordenó que no se hicieran prisioneros, como concebí en una acción de ese tipo, en una ciudad abierta, sería imposible evitar una gran matanza. Le dije que pensaba que el plan saldría bien, pero me pareció que era un caso completamente nuevo, ya que no recordaba haber oído antes de una orden de ataque similar, dijo el general, dejaría fuera la orden de no hacer prisioneros, y convocaría a la ciudad a la mañana siguiente antes de atacarla. Admitió que el plan era nuevo, pero dijo que las circunstancias lo obligaron a adoptarlo. Entendí que se envió una orden a Reducción, ordenando al coronel Mahón marchar a la mañana siguiente hacia el puente sobre el riachuelo, y allí esperar órdenes. En la mañana del 4, los generales de brigada y algunos oficiales al mando de los regimientos asistieron al cuartel general, el general Gower les explicó el orden de ataque y les mostró el plan de la ciudad, poco después de eso, el ayudante general y yo fuimos enviados fuera de la habitación, y supuse que los Brigadieres iban a participar en el plan de ataque. Esta conferencia pronto se disolvió y se ordenó que el ataque tuviera lugar a las seis y media de la mañana siguiente. No recibí órdenes del teniente general Whitelocke ni del general de división Gower sobre el tema del ataque, pero fui a caballo con el propósito de tratar de reconocer los puestos por los que debían avanzar las columnas. Entonces descubrí que los puestos de avanzada estaban ocupados y que se adoptó el mismo plan para sacar al enemigo de la ciudad que se había practicado sin éxito el día anterior. No fue hasta las tres de la tarde que se reanudaron los puestos de avanzada, y tuve el tiempo justo - 45 - antes del anochecer para mostrar a los generales de brigada el camino por el cual las alas de la brigada debían marchar hacia la ciudad en este lugar. Fui asistido por uno de los guías, que me mostró la calle que conducía al pasaje noreste, en el punto de Partida, y encontré una variación considerable entre el plano y el terreno. Le informé al general Gower, que creía que las columnas podrían no ser colocadas de la manera que deseaba; Pensé también que era mi deber decirle que si la columna procedía de la manera que él había ordenado, probablemente muchos se retirarían a las calles que corrían en ángulos rectos, y luego cerrándose sobre sus columnas, posiblemente cortaría toda comunicación entre los que están dentro y los que están fuera de la ciudad. El general Gower restó importancia a esta objeción. En el transcurso del día, el comandante de ingenieros me trajo una devolución de todas las herramientas e instrumentos que había reunido para romper puertas y ventanas, y le pedí que entregara las que parecieran más efectivas al batallón ligero y al cuerpo de artillería, que entendí que debían entrar en las dos principales iglesias del pueblo. A última hora de la noche me encontré con el general Gower que regresaba del cuartel general. Me preguntó dónde pensaba que debía ubicarse el teniente general por la mañana. Dije que pensaba que era mejor que se dirigiera a la izquierda con el 38° regimiento, ya que había dos brigadas para atacar la ciudad de ese lado, y que él (el general Gower) tal vez podría estar estacionado a la derecha, ya que el centro estaba destinado al punto de falso ataque. Me informó que el general Whitelocke le había ordenado que se quedara con él y que había nombrado al centro como la estación adecuada. No recuerdo nada más de importancia que haya ocurrido este día. Creo que hubo una o dos órdenes enviadas al coronel Mahón, pero no puedo decir con qué efecto. P. Cuando fue a Colonia, ¿se le indicó que preguntara qué medidas se habían tomado para proporcionar caballos? R. No. Creo que en ese momento los caballos de Colonia estaban en muy mal estado de todos modos. P. ¿Qué cantidad de caballos encontró allí para el uso de la expedición? R. No creo que se haya proporcionado ningún caballo para el uso de la expedición, había habido un escuadrón de dragones estacionados allí durante algún tiempo antes. P. ¿Sabe cuántos caballos había en ese momento? R. No puedo afirmar con exactitud, no tuve devoluciones; pero creo que hubo alrededor de 150. P. ¿Sabe si algún caballo había sido debidamente adiestrado para el ejército? R. No puedo decirlo. P. ¿Cuántos transportes se proporcionaron para el transporte de los caballos? R. Creo que había cuatro para artillería, guardias y centinelas; tres para dragones; y dos para el personal, todos asignados por el comisario general. P. ¿Antes de salir de Montevideo, se tomaron algunas y qué medidas para recolectar pequeñas embarcaciones en el río de la Plata? R. Creo que no había embarcaciones pequeñas en el río, excepto en el puerto de Montevideo y en Buenos Aires. - 46 - P. En el estudio que ha descrito que se ha realizado en las orillas del río, con el fin de determinar el lugar más adecuado para el desembarco, ¿parecía haber alguna otra objeción al punto Quilmes, además de la que ha indicado? es decir, que las tropas no podían desembarcar allí, al amparo de los barcos de guerra. R. Fui tan cerca del punto en el cañonero Encounter como el agua me lo permitió. Creo que estaba entonces a una milla y media (2 kilómetros) de la costa, y me dijeron que se había erigido una batería en el pueblo de la Reducción, para oponerse al paso a través del pantano, en el que el general Beresford casi había perdido toda su artillería (en 1806). P. ¿Hubo alguna, y qué otra objeción a desembarcar más arriba del río, que esas dificultades agrícolas que declaró el Capitán naval? R. Supuse que la objeción era concluyente. P. ¿Hubo alguno, y cuántos botes de fondo plano acompañando al ejército, para desembarcar en lugares donde la poca profundidad del agua no admitiría los transportes, si el comandante de las fuerzas hubiera adoptado tal procedimiento? R. Antes de salir de Montevideo, había recibido una devolución del transportista de los botes de fondo plano; y por lo que puedo recordar, sólo había siete u ocho en el río, que fueron asignados a los comandantes de artillería. P. Si hubiera habido una cantidad suficiente de botes de fondo plano, ¿el desembarco sobre la ciudad habría sido adecuado en su opinión? R. Hasta donde yo entiendo el uso de botes de fondo plano, se usan con el propósito de transportar tropas desde los transportes a la orilla, siendo la dificultad para subir los transportes. P. ¿A qué altura del río parecía que podían avanzar los transportes? R. No puedo decirlo con exactitud, pero creo que no podrían avanzar con seguridad, ni siquiera tan alto como la ciudad, a menos que yo conociera el fondeadero de los barcos, en los lugares en los que iban a desembarcar. P. ¿Cuál es la distancia de Colonia al lado opuesto del río? R. Creo que entre siete y ocho leguas (34 y 38.5 kilómetros). P. Usted dijo que había órdenes de clavar los cañones (inutilizarlos con clavos en el orifico de ceba) españoles. ¿Qué número de cañones españoles tenía? R. Cinco o seis de 4 libras. P. ¿Fueron inutilizados? R. Lo fueron. P. ¿Cuál fue la pérdida de provisiones al pasar por el pantano? R. No puedo afirmar con certeza; pero creo sólo unas pocas bolsas de galletas que tiraron los caballos. - 47 - P. ¿Sabe si todas las provisiones que se desembarcaron, fueron llevadas desde las orillas del río hasta el puesto en las alturas? R. No puedo decirlo exactamente. P. ¿Cuántos guías se llevaron con el ejército desde Montevideo? ¿Y cómo se distribuyeron? R. Había dos, especialmente designados con el propósito de servir como guías, y fueron de gran utilidad en la marcha. Se adjuntó uno a cada división. P. ¿Hubo personas del país que actuaron como guías, desde la Ensenada hasta la Reducción? R. Creo que estas fueron las únicas personas. Sexto (6) día Jueves 5 de febrero Habiéndose reunido el Tribunal, de conformidad con el aplazamiento. Se volvió a llamar al teniente coronel Bourke y se le examinó de nuevo. P. ¿Todos los caballos embarcados en Montevideo desembarcaron en Ensenada? R. Creo que sí. P. ¿Qué proporción de dragones ligeros se adjuntó al cuerpo principal del ejército? R. Creo que unos cuarenta. P. ¿Cómo se dispusieron los cuarenta caballos que ha mencionado durante los posteriores movimientos del ejército? R. Creo que la mayor parte marchó con el cuerpo principal. P. ¿En qué servicio estaban empleados? R. Creo que cuando se consumieron las provisiones que llevaban, se emplearon principalmente para llevar a los enfermos que no podían caminar. P. Durante la marcha de Ensenada a Reducción, ¿se entregaron provisiones a los hombres y en qué período? R. Las provisiones se entregaron el 30 de junio. P. ¿Qué disposiciones y de qué descripción? R. Pan y carne fresca. No puedo decir en qué cantidad. P. ¿Por carne fresca se refiere a la que se requiso en el país o que desembarcaron en la Ensenada? R. Me refiero a la provista en el país; pero no puedo decir en qué cantidad. P. ¿Recibió el cuerpo de avanzada las mismas provisiones que el resto del ejército? R. No puedo decirlo. - 48 - P. Como general del estado mayor, se hizo algún cálculo previo para abastecer a las tropas sobre el movimiento de la artillería, o cualquier modo adoptado en cuanto a la forma más rápida de hacer ese abastecimiento. R. Nunca escuché de ningún cálculo o arreglo sobre este tema. Desconocía totalmente el plan de operaciones que pretendía seguir el General. P. ¿Hubo algún impedimento local al ejército durante su marcha desde las alturas sobre la Ensenada hasta la Reducción? R. Solo puedo hablar con certeza del terreno que recorrí yo mismo. Creo que no hubo impedimentos locales en cuanto a Reducción. P. ¿Había habitantes en las casas por las que pasó el ejército el día 30? R. No creo. P. ¿Se recibió alguna información de inteligencia el día 30? y si lo hay, ¿Cuál, en cuanto al estado del puente sobre el riachuelo, y los preparativos hechos por el enemigo para defender el paso sobre ese río? R. Creo que no se recibió inteligencia ese día. P. ¿Encontró a su llegada a Reducción algún número de hombres del cuerpo de avanzada que habían retrocedido, incapaces de avanzar por fatiga? R. Creo que alrededor de 150 estaban en la aldea; pero todos ellos no eran hombres fatigados. Algunos fueron abandonados por el general Gower para mantener la posesión de la aldea. P. ¿Alguno de los cuerpos avanzados, y en qué número, se había desprendido del cuerpo principal por fatiga, durante la marcha del 29, 30 de junio y el 1 de julio? R. No puedo decirlo. Si los hubo, debieron ser muy pocos; la marcha fue corta. P. ¿Los términos que el general Gower envió a la ciudad de Buenos Aires, le fueron especificados por el general Whitelocke, por escrito o en conversación? R. El general Whitelocke me las comunicó verbalmente, un poco antes de que yo partiera con una carta para el general Gower. P. Habiendo declarado que el General Gower le pidió que escribiera los términos, y que usted los escribió, ¿está seguro de que estos fueron los mismos que le dictó el General Whitelocke? R. Como había transcurrido tan poco tiempo entre que los recibí del general Whitelocke y los transcribí para el general Gower, supongo que así fue, según mi leal saber y entender. P. Habiendo declarado que en una conversación con el general Whitelocke se había opuesto al plan propuesto y había expresado su extrema ignorancia del país y la necesidad de reconocer el río, ¿qué respuesta dio el general Whitelocke a esta observación? - 49 - R. Por lo que recuerdo, expresó gran ansiedad por llevar a los hombres a acantonamientos, ya que temía que su salud se resintiera al estar expuestos a la intemperie durante un período de tiempo mayor. P. Usted ha dicho que el 1 de julio el general Whitelocke debía proceder con una escolta de la brigada del general Craufurd, y que el día 2 llamó a su secretario y a usted mismo, dijo que había cambiado de opinión y le dictó una carta al general Gower. En esta conversación, ¿el general Whitelocke dio alguna razón para alterar sus intenciones? R. No recuerdo que haya asignado ninguna razón para apartarse de nuestro modo de operación y adoptar otro. P. ¿Tenía usted entonces, o en cualquier otro momento, alguna, y qué, razón para pensar que el general Whitelocke había alterado su plan de reconocimiento del riachuelo, a partir de cualquier información que hubiera recibido, o era simplemente su ansiedad por tener a las tropas a cubierto? R. Solo puedo hablar por las razones que me dio el general. P. En la carta antes mencionada, ¿no se dijo nada sobre el envío del 87° regimiento en ayuda del general Gower? R. No recuerdo nada sobre el tema en ese momento. Cuando volví del general Gower, creo que el general Whitelocke habló de enviarle el 87° regimiento. P. En su entrevista con el general Gower, ¿le dio alguna razón para esperar que le enviaran algún regimiento en particular? R. No recuerdo que lo hice. P. Dijo que se le ordenó ir al amanecer al General Gower ¿A qué hora amanece en esa parte del año en ese país? R. Creo que alrededor de las seis en punto. P. ¿Cuál era el estado del tiempo en ese momento? R. El 2 de julio fue un día sumamente hermoso. La noche del día 3 llovió mucho. P. Ha dicho que se reunió con el General Whitelocke entre los dos cuerpos a su regreso del General Gower. ¿Sabes con qué propósito avanzó el general? R. No lo sé. P. ¿Continuó después de su encuentro o regresó? R. Regresó a la Reducción. P. ¿Sabe si regresó como consecuencia de alguna comunicación que había recibido de usted o por qué otro motivo? R. No puedo decirlo. P. Cuando se reunió con el general Whitelocke, ¿le informó que el general Gower se había quejado con usted sobre el 88° regimiento? - 50 - R. Ya dije que sí. P. ¿Qué declaración le hizo al general Whitelocke, cuando se juntaron entre el cuartel general del general Gower y el suyo? ¿Qué conversación se produjo entre él y usted? R. No puedo recordar toda la conversación. Dije que el general Gower parecía descontento con la orden. - El general Whitelocke pareció decir algo para apoyarlo, pero no pude dar con toda la conversación en detalle. P. ¿Le dijo al general Whitelocke que el general Gower le había dicho que consideraba perentoria la orden que había recibido y que no debía perder tiempo en obedecerla? R. no recuerdo que lo hiciera en ese momento. R. ¿Le informó al general Whitelocke que le había dado al general Gower razones para creer que sería apoyado por el cuerpo principal del ejército? R. No recuerdo haberle dado al general Gower ninguna razón para creerlo, estrictamente hablando. P. ¿Le informó al general Whitelocke de la conversación que tuvo con el general Gower sobre el tema del comandante de las fuerzas que dirigía a todo el ejército en su apoyo? R. Creo que lo hice. P. ¿El general Whitelocke dio alguna respuesta a esa comunicación? R. No lo recuerdo. P. ¿Su observación de los caminos, en la dirección en la que marchaba el cuerpo de avanzada, cuando los vio, le llevó a concluir que debían haber pasado el riachuelo y, en consecuencia, habían encontrado un paso? R. No tengo forma de llegar a ninguna conclusión sobre ese tema. P. ¿Ha aparecido alguna dificultad en la marcha del cuerpo principal, apuntando hacia la dirección donde se percibía el cuerpo de avanzada, de modo que se hubiera impedido un cruce con ese cuerpo? R. He dicho antes, que el guía me informó que cuando hubiéramos cruzado el vado, que estaba entonces frente a nosotros, debíamos movernos en la misma dirección que la vanguardia. Después de haber pasado ese arroyo, no vi ningún impedimento local. P. ¿El general Whitelocke hizo algún intento de comunicarse con el general Gower por patrullas o de cualquier otra manera? R. No lo creo. Nunca escuché de ninguno. P. ¿Hubo alguna razón por la que no se enviaron patrullas de caballería en el momento en que indicó que el cuerpo de avanzada estaba a la vista? R. No había ninguna razón por la que no se hubiera enviado una patrulla; pero no puedo aceptar que diga que habrían llegado al puesto del general Gower. - 51 - P. Indique qué dificultades se le presentaron a su observación en el camino, para evitar que un cuerpo de caballería se comunicara con el cuerpo avanzado en ese momento. R. Entendí por el guía que estábamos en diferentes lados del río; y me vi atravesando un pantano considerable. P. ¿Había alguna persona del país que conoció en la marcha que pudiera indicarle el camino? R. No creo que hubiera un solo habitante en el pueblo de Reducción cuando llegamos a ese lugar, el hombre que nos conducía había venido con nosotros desde Colonia. P. ¿Hubo alguna inteligencia o información recibida por el General Whitelocke ese día, sobre el estado del puente sobre el riachuelo, o sobre los preparativos hechos por el enemigo para defender el paso sobre ese río, hasta el período del 2 de julio? R. No se me informó que el general Whitelocke haya recibido información de inteligencia alguna, sino lo que le había comunicado el general Gower con respecto al puente. P. Cuando el general Whitelocke ordenó al ejército que se detuviera alrededor de las tres y media, ¿cuánto había avanzado ese día? R. Creo que unas siete millas (11 kms). P. ¿La condición del ejército hizo que la parada fuera inevitable? R. No puedo hablar con certeza sobre ese punto, yo estaba a la cabeza de la columna. P. ¿Cuál fue la duración de la marcha el día 30? R. Aproximadamente cinco millas (8 kms), y el 29 alrededor de cuatro millas (6.5 kms). P. ¿Qué respuesta recibió del general Whitelocke a la representación de lo que había dicho el guía sobre la distancia a la que el general Gower cruzaría el río? R. Creo que dijo que las tropas estaban fatigadas y que la llanura en la que estábamos entonces producía una cantidad de leña para el fuego, y que había un gran número de ovejas cerca de nosotros. P. ¿Cuántas horas de luz del día quedaban cuando el ejército se detuvo? R. Quedaron unas dos horas y media. P. ¿Los cañonazos que escuchó en el lado de Buenos Aires dieron ocasión a algún movimiento, u orden de movimiento, para dar pronto apoyo a los cuerpos avanzados? R. No recuerdo ninguna propuesta para marchar esa tarde. P. ¿El general Whitelocke le hizo alguna observación sobre el tema de ese cañoneo? R. Es muy probable que lo hiciera, pero no recuerdo qué. No creo que estuviera con el general Whitelocke en el momento en que escuché los cañonazos. P. ¿A qué hora de la noche se escuchó el cañoneo? R. Un poco antes de la puesta de sol. - 52 - P. ¿Se tomaron medidas en consecuencia? R. Creo que no se tomaron medidas en consecuencia. P. ¿A qué hora fue? R. Creo que alrededor de las cinco, pero no puedo decirlo exactamente. P. ¿A qué hora se ordenó al grueso del ejército que marchara la mañana del día 3? R. Alrededor de las seis en punto; justo al amanecer. P. ¿Le propuso el General Whitelocke algún otro plan de ataque que el ya mencionado, sobre el cual pretendía actuar en el ataque a la ciudad de Buenos Aires? R. Nunca me dijo ningún plan preciso sobre el que pretendía actuar; pero deduje de varias conversaciones, que tenía la intención de colocar su cuerpo principal en la Recoleta, y extenderse desde allí hasta el embarque, y tomar las medidas contra el pueblo que las circunstancias requirieran, otros lo oyeron decir además que sería muy cauteloso de cómo las tropas entrarían en la ciudad, ya que supimos por él que pretendía emplear artillería pesada contra ella. Nunca vi ningún plan preciso, ni nada detallado. P. Usted declaró que informó de sus observaciones locales sobre las probables consecuencias del plan de ataque al General Gower. ¿Se entendió el día 4 que el general Gower tenía los detalles inmediatos del ataque? R. El general Gower dio las órdenes sobre el tema que he oído. P. ¿Sabe si el general Gower recibió del general Whitelocke las órdenes que dio sobre el plan de ataque posterior? R. Las órdenes a las que he aludido antes se dieron en el cuartel general, en la habitación privada del general Whitelocke, y en su presencia me parecieron las mismas que me mostró el general Gower la noche anterior. P. ¿Tenía conocimiento de alguna comunicación confidencial entre el general Whitelocke y el general Gower? R. No. P. Habiendo dicho ayer que el general Whitelocke le dijo que había adoptado un plan que era novedoso, pero que las circunstancias lo obligaron a adoptarlo, ¿le dijo cuáles eran esas circunstancias? R. Creo que dijo que le preocupaba que el ejército necesitara provisiones; y también que no había encontrado al general Gower en la situación que esperaba; pero las razones dieron muy poca impresión en mi mente en ese momento. P. ¿Dijo el general Whitelocke cuál era la situación en la que esperaba encontrar la columna del general Gower? R. No sé si alguna vez dijo cuál era esa situación. P. Habiendo dicho ayer que se escribió una orden al coronel Mahón y que se envió la noche del día 3, ¿puede decir por qué medio o por qué vía se transmitió esa orden? - 53 - R. La orden fue enviada por uno de los nativos. P. ¿Asistió al mensajero alguna, y qué, escolta? R. No fue atendido por ninguna escolta, creo. P. ¿Dónde estaba el coronel Mahón cuando se envió esa orden? R. En el pueblo de la Reducción. P. ¿Cuál fue el significado de esa orden? R. He declarado lo que creí que era el significado de la misma. Debía trasladarse al día siguiente hacia el puente, sobre el riachuelo. P. ¿Sabe qué ruta se deseaba que tomara el mensajero? R. No lo sé. P. ¿Sabe si este hombre vino con el ejército desde Montevideo o si se incorporó al ejército después de su desembarco? R. Creo que vino con el ejército desde Montevideo. P. Indique el contenido de la información recibida con respecto a la fuerza del enemigo; sus medios, y su posición para resistir, entre el momento de la unión del cuerpo principal del ejército con el cuerpo avanzado el día 3 y hasta la mañana del día 4. R. Creo que examinaron a algunos prisioneros. No estuve presente, ni sé qué inteligencia dieron. P. ¿Hubo algún intento, y cuál, durante el último período mencionado, por parte del general Whitelocke, de reconocer el estado del puente sobre el riachuelo y la posición del enemigo fuera del pueblo? R. Nunca escuché que diera órdenes sobre ese tema. P. ¿Reconoció personalmente el general Whitelocke los accesos a la ciudad el 3 o 4 de julio, después de su llegada al Miserere? R. no lo vi reconocer en ningún momento. P. ¿Tenía alguno, y qué medio de saber si lo hacía o no? R. He dicho que no lo había visto, ni había oído nunca que lo hiciera. P. ¿Tiene algún recuerdo que indique más información sobre estos cargos dentro del período que finaliza el 4 de julio? R. Creo que he declarado todo dentro de mi conocimiento. Interrogado por el general Whitelocke. P. ¿No se hicieron todos los esfuerzos posibles para obtener inteligencia en el país, y fue imposible obtener otra información que la que teníamos? R. Creo que se hicieron todos los esfuerzos posibles. - 54 - P. ¿Se emplearon todos los transportes que se pudieron adquirir? Y ¿no se utilizaron todos los medios para recolectar caballos para el ejército? R. Todos los transportes de Montevideo fueron preparados para el servicio del ejército. Después de la llegada del general Craufurd hubo algunos que no fueron empleados. P. ¿Cuánto tiempo después de la llegada del general Craufurd zarpó la expedición? R. Creo que el general Craufurd llegó alrededor del 14 de junio. La mayor parte de las fuerzas se ordenó subir a Colonia el día 16, y el día 21 embarcó el propio General, estuvo todo listo unos días antes, pero el viento no era favorable. P. ¿No se usan más las mulas que los caballos para tirar de carruajes en ese país? y ¿pudimos adquirir alguna cantidad de ellos? R. Se utilizan con más frecuencia. Conseguimos algunas, y no puedo decir que pudiéramos haber conseguido más; pero debería suponer que podríamos. P. ¿Recuerda que ordené la compra de un barco cargado de mulas con destino al Cabo de Buena Esperanza? R. Lo hago. P. ¿No se volvieron pronto incapaces de trabajar los caballos que adquirimos? ¿Y no se volvieron inútiles algunos de ellos incluso el primer día? R. Creo que eran totalmente incapaces de soportar mucha fatiga. No puedo hablar con certeza del estado en el que se encontraban después de que alcanzamos las alturas. P. ¿Fue factible transportar nuestro equipaje y provisiones del campamento, sin mucha dificultad, a través del pantano? R. Creo que no fue posible. P. ¿No buscamos en la marina para conseguirlos, especialmente cuando llegamos a los suburbios de la ciudad? R. Siempre entendí que el objetivo de marchar hacia el oeste del pueblo era abrir una comunicación con la marina. P. ¿Qué suministro adicional de provisiones se esperaba en la marcha, y de qué descripción y cómo se obtuvieron? R. Conseguimos algunas ovejas y bueyes durante la marcha, pero no puedo decir qué suministro pudo haber esperado el general. P. ¿No se sabía que se iban a encontrar bueyes y ovejas al cruzar el país, y no encontramos un suministro suficiente de ambos? R. Se esperaba que lo hiciéramos, y lo hicimos en consecuencia. P. ¿Se entendió que cuando el general Beresford desembarco en Quilmes hubo una continuación del tiempo seco, e incluso entonces perdió sus armas en el pantano? y, por tanto, ¿no se suponía que a partir de la temporada en que desembarcamos se incrementaría la dificultad? - 55 - R. Había oído que el general Beresford perdió parte de su artillería, pero nunca supe cuál era el estado del tiempo en ese momento. P. ¿Su observación de Quilmes no le inclinó a pensar que era aconsejable no desembarcar allí? R. Esa y otras razones me indujeron a preferir la Ensenada. P. ¿No estábamos en la marcha cruzando continuamente pantanos y arroyos? ¿Y no fueron surcados con gran cansancio y mucha demora? R. Así fue. P. ¿Pudimos procurar información, o cualquier inteligencia correcta, en Montevideo, de manera que nos permitiera elaborar algún plan regular detallado, o cualquier otro que no sea el de establecernos en las alturas, comunicarnos con la flota y actuar de cualquier manera que pudiéramos, según las circunstancias? R. He indicado toda la información que recibí hasta donde yo sé. Con respecto a los suministros en la marcha, podría haber sido posible hacer algunos arreglos con los nativos. P. ¿Se podría haber elaborado un plan detallado para el ataque a Buenos Aires a partir de cualquier información o inteligencia recibida en Montevideo, en la que se pudiera confiar? R. Ciertamente que no. Las medidas que se pretendía seguir me parecieron las únicas que podrían haberse adoptado. P. ¿Podría usted en Montevideo, o después de que lo dejó, en la marcha, procurar información tan correcta del país que le permitiera, como capitán general, haber arreglado cualquier plan para proporcionar suministros, de detención, o cualquier otra operación necesaria? R. Nada más se podría haber hecho que hacer de la Reducción el segundo punto de partida, de donde se hubieran dispuesto medidas para cruzar el paso Chico y marchar a los suburbios de Buenos Aires y reconocer el río, pero no desde cualquier inteligencia que pudiéramos haber obtenido de la gente del país. P. ¿Cuántas personas del país recibimos durante toda la marcha, hasta que nos unimos al general Gower? ¿Qué medios tomamos para hacerlos guías, o qué otro uso hicimos de ellos? R. Creo que durante toda la marcha no recibimos ninguna información de la menor importancia. Tomamos dos prisioneros en Ensenada, que marcharon con el ejército hasta la reducción, y de allí a Buenos Aires. P. ¿Pudo el ejército haber encontrado lugares para detenerse para conseguir combustible y para otros fines, en cualquier lugar además de en las granjas? Y ¿no estaban reguladas las pausas de marcha por la situación de estas granjas? R. Creo que solo se pudo encontrar combustible en las granjas; y que de su situación dependían particularmente los movimientos del ejército. - 56 - P. ¿No expresó el general Whitelocke, en el momento en que alteró su determinación de seguir marchando, sus temores de que se avecinara la lluvia y su ansiedad de que el tiempo empeorara antes de que pudiera poner a los hombres a cubierto en las cercanías de los suburbios de la ciudad y abrir una comunicación con la flota? R. Lo dijo entonces, y con frecuencia antes. P. ¿No había llovido mucho, y no estaba lloviendo, cuando el general Whitelocke envió a buscarlo la noche del 3 de julio? R. Llovió muy fuerte en ese momento. P. ¿No me había informado el mayor de los habitantes de la Ensenada que en 24 horas llovería y que, el río se volvería intransitable? R. Recuerdo haberle oído decir eso. P. ¿No ordenó el general Whitelocke, a su regreso el día 2, al ejército que marchara inmediatamente? ¿Y no mostró ansiedad por marchar y acelerar el despiece de ganado que se preparaba para la brigada de sir Samuel Auchmuty? R. Lo hizo. P. ¿No había una lámina de agua, además de terreno pantanoso, entre las dos divisiones del ejército, en la mañana del día 2? R. Creo recordar haber visto algo por el estilo en los campos. P. ¿No se esforzó el guía en llevarlo a la derecha, como consecuencia de que usted observó que la brigada del general Gower se alejó de usted? ¿Y no fuimos conducidos a un terreno pantanoso y obligados a mantenernos a la izquierda? R. Recuerdo que nos llevó a través del pantano a la derecha, y luego nos movimos a la izquierda. P. ¿No encabezó las columnas con los guías ese día? R. Lo hice. P. ¿No dominaba nuestra tierra, en la tarde del 2, una vista amplia, particularmente hacia el riachuelo y Buenos Aires? R. Tenía una vista muy amplia, pero no puedo decir que pudiéramos ver el riachuelo desde allí. P. ¿No se habría cerrado la noche cuando pudiéramos llegar al vado? R. Creo que lo haría. P. ¿Cuánto tiempo tardó el ejército en cruzar el vado el día 3? R. Entre tres y cuatro horas. P. ¿No tuvo alguna dificultad para encontrar un lugar para pasar el río el día 3 por desconocimiento del guía? R. Hubo alguna dificultad para encontrar un lugar para pasar, debido al estado de crecida del río, pero no por la ignorancia del guía. - 57 - P. ¿No era el guía, a quien habíamos hecho prisionero esa misma mañana, el mismo hombre que nos había sacado de Reducción? R. Lo era. Examinado por el juez. P. ¿En qué momento de la marcha hubo una falta total de pan para el ejército? R. Creo que lo último del pan se entregó la tarde del 30 de junio. Antes he dicho que la entrega de provisiones no estaba en mi departamento. P. ¿Hubo algún impedimento en la forma de desembarcar una cantidad de pan y provisiones de la flota en Reducción para abastecer al ejército? R. No puedo afirmar la naturaleza del terreno entre la flota y la Reducción sin haber pasado nunca de una a otra. P. ¿No sabía que se abrió una comunicación con la flota en Reducción? R. Lo supe. P. ¿No sabía que se desembarcaron algunas provisiones de la flota en Reducción y Quilmes? R. No de mi propio conocimiento, pero he escuchado del coronel Mahón, que estaba en Reducción, que había recibido provisiones de la flota. P. ¿No se podría haber elaborado un plan de operaciones para las distintas columnas con tolerable precisión, después de que las tropas llegaron a las alturas, el 29 de julio? R. Creo que podríamos haber marchado en una sola columna, desde las alturas de Reducción. P. ¿Se tomaron algunas, y qué, medidas mientras el ejército estaba en Barragán y Reducción, para hacer que sus movimientos fueran independientes de las granjas, proporcionando provisiones a los hombres y mediante otros arreglos necesarios? R. No recuerdo ninguna orden sobre el tema. El ejército desembarco con provisiones para tres días. P. Habiendo declarado, en respuesta al General Whitelocke, la información sobre las lluvias que hicieron intransitable el río, ¿tuvo esa información antes de que él le dijera que procedería a la mañana siguiente a reconocer el río? R. Fue después de que nos detuvimos cuando se dio la información. Aplazado hasta mañana. Séptimo (7) día Viernes 5 de febrero El teniente coronel Bourke es nuevamente interrogado por la corte - 58 - P. ¿Por qué, entonces, luego de la opinión del guía respecto al clima, el cuerpo principal se detuvo el 2 de julio, antes de hacer el paso del riachuelo, habiendo al momento de detenerse sólo marchado siete millas (11 kms) ese día? R. Ya he dicho todo lo que sé sobre ese tema. P. En respuesta a una pregunta formulada ayer por el general Whitelocke, relativa a que el guía lo condujo más bien a la derecha, y habiendo fallado en el intento de obtener un cruce, lo obligó a mantenerse en la izquierda, ¿sabe qué consideración indujo al general Whitelocke, en la mañana del día 2, de la línea de marcha o del cuerpo de avanzada del día anterior, y de la línea en que el general Gower realmente marchaba el día 2 hacia el riachuelo? R. Ya he dicho todo lo que sé sobre ese tema. P. Habiendo declarado, en respuesta al General Whitelocke, que el paso del riachuelo fue realizado por la división al mando del General Gower en tres horas, ¿si el General Whitelocke hubiera recibido información, cuando se detuvo, podría haberlo llevado a concluir que requeriría el tiempo mencionado para cruzar el vado? R. No lo sé. P. Usted declaró, en respuesta al General Whitelocke, que su terreno el día 2 tenía una vista extensa, ¿hubo alguna medida tomada esa noche para asegurar el paso del río al día siguiente? R. No lo creo. Examinado por el Tribunal. ¿Hubo informes hechos por los oficiales de la retaguardia de la división, en la que el general Whitelocke estaba a la cabeza, que hizo necesario detenerse el 2 de julio? R. Nunca escuché ninguno, excepto la conversación con sir Samuel Auchmuty, que ya he dicho. P. ¿Le mencionó el general Whitelocke, en algún momento antes o después, o durante la marcha, las razones por las que alteró su línea de marcha de la del general Gower, el día 2? R. Ya expuse el contenido de la información recibida del guía, antes de que el cuerpo principal marchara desde la reducción; y, supongo, sobre esa información actuó el general Whitelocke. P. ¿El ejército, después de su desembarco y en su marcha, se encontró con dificultades que, según la información que tenía en Montevideo, podrían haberse previsto y obviado, para que permitiéramos al ejército cruzar el río el segundo día después de su llegada a Ensenada? R. No puedo decir exactamente qué expectativa se había formado; pero no me pareció que hubiera dificultades locales en la marcha que hubieran impedido que el ejército llegara al río ese día. Podría haber marchado cuatro o cinco millas más allá de Reducción. Se consideró apropiado retirar esta pregunta y respuesta. - 59 - P. ¿Podrías haber llegado hasta el riachuelo el segundo día? R. No puedo concebir ningún impedimento que haya impedido que el ejército llegara a unas pocas millas del riachuelo el segundo día, después de abandonar las alturas de Ensenada. P. ¿Ha dicho que el comandante de las fuerzas lo llamó a las dos de la mañana del 2 de julio y le dijo que había cambiado de opinión? R. Entonces estaba lloviendo y expresó su ansiedad por tener a las tropas a cubierto. P. ¿Sabe usted, como general del estado mayor, por qué la misma ansiedad no inclinó al comandante de las fuerzas a marchar él mismo con el cuerpo principal del ejército al amanecer y seguir en la misma línea de marcha con el cuerpo avanzado? ¿O puede decirnos por qué se retrasó la marcha hasta las diez? ¿Y por qué entonces procedieron en una dirección diferente? R. En respuesta a las dos primeras preguntas, no puedo exponer sus razones; y con respecto al tercero, antes dije que creo que actuó sobre la base de la información recibida del guía. P. ¿A consecuencia de esa información, detuvo o alteró la marcha del cuerpo de avanzada? R. La información que recibió fue posterior a la orden dada para la marcha del cuerpo avanzado. Después de que marchamos desde Reducción, creo que no hubo comunicación alguna entre los dos cuerpos. P. ¿Le representó al general Whitelocke que marchar en la dirección que el guía había señalado evitaría que le brindara asistencia al cuerpo de avanzada al mando del general Gower, si esa ayuda fuera necesaria? R. No hice ninguna representación de este tipo porque no pensé que hubiera sido el caso. P. Usted ha dicho que no se obtuvo información de ninguno de los habitantes, que desconocía la faz del país, la posición del enemigo o la existencia del puente. ¿Se tomó algún medio para reconocer el río, o se hizo algún intento de averiguar estos puntos? R. No creo. P. ¿Fue su información tal que lo llevó a suponer el paso del río y el alojamiento en los suburbios de Buenos Aires fueron operaciones de tan poca dificultad como para ser obtenido por el cuerpo de avanzada, sin la ayuda del cuerpo principal del ejército? R. No creo que la información pueda justificar tal conclusión P. ¿Recuerda ahora en qué período se descubrió que el puente todavía existía y si se enviaron órdenes al coronel Mahón para que siguiera esa ruta? R. No recuerdo que la existencia del puente se haya comprobado antes de la orden enviada por el coronel Mahón. P. Si el enemigo hubiera opuesto una vigorosa resistencia en el paso Chico, o hubiera atacado con una gran fuerza el cuerpo de avanzada al mando del general Gower, - 60 - ¿podría el general Whitelocke con el cuerpo principal del ejército haber dado alguna respuesta inmediata, necesaria o inmediato en apoyo a ese cuerpo? R. No creo que pudiera. P. ¿Algún oficial del estado mayor enviado por el general Whitelocke al general Gower, o algún miembro del estado mayor del ejército, excepto usted, fue a reconocer los accesos de la ciudad en la noche del 4, antes del ataque a el 5? R. No escuché de nadie más que de mí; y antes dije que no me lo ordenaron. P. Si el puente no se hubiera quemado, como se suponía, y el general Whitelocke podría haber cruzado el riachuelo en ese paso, ¿ese lugar era el mejor calculado para que el ejército pasara sobre el río? R. Creo que lo era. P. ¿No había seis pontones y sus carruajes embarcados con el ejército, y fueron desembarcados? R. Fueron embarcados, pero no desembarcados; pero no puedo decir por qué. Creo que no estaban destinados a ser utilizados entre Ensenada y Reducción. P. Entonces, ¿con qué propósito se embarcaron? R. Creo con el propósito de hacer un puente sobre el riachuelo. P. ¿A qué distancia estaba el puente de los suburbios de Buenos Aires? R. Aproximadamente dos millas y media (4 kilómetros). P. ¿Por qué no se utilizaron los pontones para cruzar el riachuelo, para lo cual fueron embarcados? R. Supongo que el general Whitelocke tenía la intención de pasar el río por el vado. P. Cuando el ejército llegó al lugar donde se detuvieron el 2, ¿vio a los regimientos llegar al lugar? R. Lo hice. P. ¿Tenía una retaguardia con problemas? R. No lo hubo. Las tropas parecían frescas. P. ¿Sabe qué precauciones se tomaron para la seguridad del ejército y qué exploradores se enviaron? R. No puedo indicar exactamente el número de hombres en los puestos avanzados. Al dar la vuelta a la izquierda, pensé que las cabezas de las columnas no estaban cubiertas de la forma en que debían estar; a consecuencia de lo cual envié un refuerzo a la izquierda, y los puestos avanzados me parecieron entonces los que la situación requería. P. ¿Se instruyó a los exploradores para atender alguna confrontación? ¿Y esa circunstancia, o alguna otra extraordinaria, fue denunciada por los exploradores? - 61 - R. No recuerdo que se hayan dado tales instrucciones; tampoco se informó de nada extraordinario esa noche. P. A su regreso del cuartel general del cuerpo de avanzada, ¿informó al general Whitelocke que el general Gower le había pedido que escribiera los términos de los cuales el general Gower le había ordenado que le informara y que debía ofrecerle al general español? R. No lo recuerdo. P. ¿Cuál fue la distancia de la marcha del cuerpo principal sobre el día 3? R. Aproximadamente a nueve millas de la ciudad (14.5 kilómetros). P. Cuando se escuchó el disparo en el día 2, ¿hubo alguna medida tomada por el general Whitelocke para informarse dónde estaba, o para determinar la situación del cuerpo de avanzada? R. No, ni he oído hablar de tales medidas. P. Si el cuerpo principal hubiera marchado temprano en la mañana del día 2, ¿no habría llegado a las afueras de Buenos Aires el mismo día? R. La distancia era de sólo dieciséis millas (25.8 kilómetros) en total, y no habría habido dificultad en marchar desde Reducción por la ruta que seguimos y llegar a los suburbios de Buenos Aires esa noche. P. ¿Fueron los guías que dirigieron las diferentes divisiones del ejército confrontados en algún momento y cuándo? para saber si coincidían en sus cuentas del país, desde las alturas de Ensenada hasta Buenos Aires, y los distintos pasos del río, para que las dos divisiones no se desvíen de la línea de marcha. R. No se hizo tal cosa. En el momento en que el cuerpo del general Gower marchó, no se sabía que el cuerpo principal iba a marchar ese día. El general de brigada Craufurd es juramentado y cuestionado. P. ¿Qué rol tuvo en la expedición contra Buenos Aires bajo al mando del teniente general Whitelocke? R. Yo comandaba la brigada ligera que formaba la vanguardia del ejército. P. Relate todo lo ocurrido desde su desembarco en Montevideo hasta la noche del 4 de julio anterior al ataque a la ciudad de Buenos Aires. El fiscal entregó un papel que puso en manos del testigo, que contenía los encabezamientos de los varios puntos sobre los que iba a hablar. R. A mi llegada a Montevideo, el teniente general Whitelocke propuso un paseo por las obras; y a nuestro regreso por el pueblo deseaba que me fijara en la peculiar construcción de las casas, sus tejados en forma de sombrero rodeados por parapetos, y otras circunstancias que, según observó, las hacían especialmente favorables para la defensa; y que ciertamente no expondría sus tropas a una contienda tan desigual como aquella en la que debían participar, si se las lleva a una ciudad tan grande como Buenos Aires; todos los habitantes de los cuales estaban preparados para su defensa, y cuyas casas fueron construidas a semejanza de las de Montevideo, en la obvia - 62 - propiedad de las intenciones del General concordaba de todo corazón. La brigada que el teniente general Whitelocke puso bajo mi mando consistía, según el arreglo original, en ocho compañías de infantería ligera, un destacamento de reclutas (alrededor de 70) del 71° y ocho compañías del 95° cuerpo de fusileros. Pero desde el día de nuestro desembarco en Ensenada, hasta la unión de las dos divisiones del ejército con Buenos Aires, cuatro compañías fueron retiradas de mi brigada y adscritas a la división del ejército al mando del Comandante en Jefe en persona. Con respecto al equipo de la brigada bajo mi mando, ciertamente fue deficiente en algunos artículos materiales. En primer lugar, no teníamos hombres-lazo (gauchos); Me refiero a personas que tienen la costumbre de atrapar ganado en ese país, cuya consecuencia fue que, aunque rodeados de abundancia de ganado, no teníamos medios para atraparlo. Otra deficiencia material, y por la cual no pude descubrir una razón suficiente, fue que los hervidores del campamento se quedaron atrás; a consecuencia de lo cual, aunque encontramos abundancia de trigo en los cortijos, que hervido hubiera sido un excelente sustituto del pan, no teníamos medios para utilizarlo. Otra circunstancia también muy importante, pero que tuvo lugar más por el arreglo posterior, que por el equipo original, fue que aunque en el desembarco de las tropas, solo tenían pan para tres días, es decir para el 28, 29 y 30 de junio no hubo más salida de pan hasta el día 3 de julio, cuando afortunadamente encontramos una cantidad considerable en una de las casas detrás del puesto que tomamos el día 2. Esto podría haberse evitado, y las tropas se hubieran salvado del sufrimiento y de la miseria, deteniéndose en Reducción, desde donde fácilmente podríamos habernos comunicado con la flota en la punta de Quilmes. También me pareció que para un destacamento que había estado tantos meses en el mar como el que estaba bajo mi mando, al menos en el primer período de operación en tierra, los hombres deberían haber recibido la ración de bebidas espirituosas a las cuales estaban acostumbrados. Estas tropas de las que hablo, zarparon bajo mi mando desde Inglaterra en marzo, y consistían en dos escuadrones del 6° dragones, los regimientos de infantería 5°, 36°, 45° y 88° además de cinco compañías de la 95° y dos compañías de artillería. Desembarcamos en Ensenada sin ver ninguna aparición de enemigo en la mañana del 28 de junio, que fue, creo, la mejor situación elegida para que las tropas hicieran un desembarco. Después de cruzar el pantano, que es de considerable extensión a lo largo de las orillas del río, mi brigada tomó posición en las alturas y otro regimiento, creo que el 38°, se formó a nuestra izquierda. El día 29 marchamos por nuestra derecha por el camino que conduce a Buenos Aires por la ruta de Reducción, frente a la cual, aproximadamente a un kilómetro y medio de distancia, tomamos nuestra posición la tarde del día 1 Julio, El día 3, mi brigada, con la excepción de las cuatro compañías que he mencionado, siempre estuve a una distancia de cuatro o cinco millas (6.5-8 kms)de la brigada del general de brigada Lumley, formada por los regimientos 36° y 88°, bajo el mando inmediato del general de división Gower, que siempre estaba en la retaguardia; con el propósito, según entendí por el general de división Gower, de conseguir leña, un artículo extremadamente escaso y que sólo se encuentra en las proximidades de algunas granjas. Durante toda nuestra marcha fuimos observados por pequeños grupos de caballería irregular (sin uniforme) armados con largos mosquetes, que intercambiaban disparos ocasionales con los fusileros; pero hasta nuestra llegada a Reducción, no ocurrió nada de oposición del enemigo, o de dificultad de cualquier tipo. El país estaba completamente abierto; y aunque la ruta se cruzaba con frecuencia con algunos arroyos y ciénagas, ninguno provocó ningún impedimento considerable - 63 - hasta después de haber pasado la Reducción. La única molestia que experimenté al dirigir la vanguardia procedía de la falta de un buen guía, los habitantes, excepto dos (un señor Duval y un criado indio perteneciente a la casa que ocupe la noche del 1, y a quien me llevé conmigo), todos habían abandonado sus hogares. A medida que nos acercábamos a Reducción, vimos cuerpos de jinetes mucho más considerables, que parecían sólo decididos a reconocer nuestra marcha. En la tarde del día 1, mi brigada tomó una posición en el extremo del terreno elevado, aproximadamente una milla y media (2.5 kilómetros) más cerca de Buenos Aires que del pueblo de Reducción, y justo en la falda de la planicie baja y pantanosa, a través del cual corría los ríos manseil (maciel) y riachuelo. También observamos, que el incendio que me informó el teniente coronel Pack en su opinión fue en dirección al puente. En la noche del 2, recibí una orden del general de división Gower [que había pasado la noche con la brigada del general de brigada Lumley, que ocupaba una posición a unos tres cuartos de milla (1 kilometro) en mi retaguardia] para estar listo para marchar a las nueve en punto. Antes de las nueve, vino a verme el general, y después de una buena conversación sobre la dirección de nuestra marcha, supe por él que, según las cuentas que había recibido, el enemigo había construido considerables baterías para la defensa de su posición en el Bajo riachuelo en el barrio del puente. Por lo tanto, estaba decidido a cambiar su posición pasando el río más arriba; pero creo que es importante afirmar que el general de división Gower en este momento ciertamente no había acordado con el comandante en jefe, ni siquiera en su propia mente, dónde íbamos a intentar el paso, si en el vado llamado Paso-Chico, lo cual hicimos, o si cruzar más arriba; o uno que se decía que estaba situado a una legua (4.8 kilómetros) más arriba. Vimos al enemigo del lado opuesto del río, y después de haber marchado unas dos o tres horas. El general Gower y yo vimos claramente la división del general Whitelocke en la marcha, y por cada consideración, tanto del razonamiento general como de las circunstancias particulares, durante todo el día me quedé impresionado con la creencia de que nos estaban siguiendo. Algún tiempo después. El general Gower me mostró una carta del comandante de las fuerzas, por la que estaba plenamente autorizado para cruzar el río y establecerse en los suburbios de Buenos Aires o en sus inmediaciones. Una ventaja que estaba clara para mí, no podía tomar posesión sin una acción. Un tiempo después supe por el general Gower su intención de pasar por el paso chico, y tampoco pregunté, ya que la dirección en la que habíamos estado marchando hasta entonces habría sido, supusimos, igualmente ventajosa. Después de haber pasado el río, vimos aproximadamente a la distancia de un disparo de cañón (entre 1 y 3 kilómetros) en nuestro frente, un cuerpo de unos 500 caballos. No intentaron nada, y por la dirección en la que se movieron después, conjeturé que cruzaron el río. Por fin llegamos a una pista que se cruzaba oblicuamente a nuestra derecha y que, según el guía, conducía al Paso Chico. El general Gower decidió tomar esa dirección y me ordenó que procediera con mi brigada lo más rápido que pudiera y que forzara el paso o que me estableciera en las orillas del río. Cuando llegamos, no se veía ningún enemigo; y cuando mi brigada había pasado, el general Gower llegó a la cabeza de la brigada del general Lumley. No puedo decir con certeza si fue simplemente para dar tiempo a que llegara la brigada del general de brigada Lumley o para tomar una posición para la noche; pero como el día estaba tan avanzado y el estado de las operaciones era tan crítico, me tomé la libertad de decirle al general Gower que era muy deseable continuar, lo cual - 64 - hice mientras tanto. Poco tiempo antes de que llegáramos a la casa del señor White, el general de división llegó a la cabeza de mi brigada, entonces el camino había dado un giro a la izquierda, y cuando llegamos a la casa del Sr. White, íbamos marchando casi en paralelo a la posición en la que más adelante descubrimos al enemigo, que estaba en nuestro flanco derecho; El terreno era tan extremadamente intrincado y estaba cubierto de profundas trincheras y vallas altas, que aunque el enemigo en ese momento estaba muy cerca de nosotros, no los habíamos descubierto. El primer indicio que tuvimos de su presencia fue una rueda tirada de un arma colocada en el Corral de miserere justo cuando el general Gower y yo, con algunos de los oficiales del estado mayor, aparecimos en la gran carretera que nos dirigía hacia el lugar donde estaba entonces la columna principal del cuerpo, y qué dicho camino conducía a la ciudad por el Corral de Miserere (patio de la ruina) donde luego se colocaron los cañones del enemigo. Tan pronto como esta arma cesó, el general Gower me dijo algo, creo que fue, "Debemos girar los flancos derecho e izquierdo". Entendí esto como una orden para atacar al enemigo e inmediatamente obedecí. Allí me pareció que el enemigo provenía de un cuerpo de infantería muy considerable, pero las compañías ligeras y la 93° avanzaban tan rápidamente, que el enemigo muy pronto cedió, dejando tras de sí doce piezas de artillería. Los perseguí como a tres cuartos de milla (1 km) más allá de la posición desde la que los había conducido, casi hasta el límite de la ciudad. Mientras formaba la brigada, que por la naturaleza del terreno y lo repentino de la acción, se había dispersado, oscureció mientras yo estaba así empleado, recibí una orden del General Gower por parte del Capitán Quires de los ingenieros, para volver al Corral, donde estaba entonces. Ciertamente, en ese momento me pareció aconsejable seguir al enemigo hasta la ciudad, y le pedí al oficial que me trajo la orden que retrocediera, pidiéndole al general que me permitiera hacerlo. Confío en que la Corte me permitirá decir aquí que, por todo lo que escuché desde entonces, estoy convencido de que si la división principal al mando del general Whitelocke hubiera estado tan cerca como pensé que podría estarlo, ciertamente deberíamos haber tomado la ciudad con facilidad, tenía serias dudas sobre si no podríamos haberlo aceptado con el cuerpo del general Gower. En respuesta al mensaje que me había enviado el capitán Quires, recibí una segunda y perentoria orden de replegarme al Corral, declarando el General al mismo tiempo que nuestros heridos (que no superaban los seis oficiales y treinta hombres) podían ser cortados por las rezagadas partidas del enemigo que se cernía sobre nosotros. Justo en el momento en que comencé a retirarme, descubrí que la brigada del general Lumley había llegado inmediatamente a mi derecha. Dejamos en posición la compañía de granaderos del 36° y tres compañías de la brigada ligera. Durante la mayor parte del 3 de julio, hubo algunos disparos entre nuestros exploradores y el enemigo; y creo que eran alrededor de las tres de la tarde cuando el general Whitelocke presentó esa parte del ejército que dirigía en persona. Temprano en la mañana del día 3, el general Gower envió a la ciudad al mayor de brigada Roche con una bandera de tregua, con una citación verbal, como me informó el general de división; y el mayor de brigada regresó como consecuencia, según entendí, de un deseo expresado por el general Liniers de que todo lo que el general de división tuviera que proponer se hiciera por escrito. En consecuencia, el brigadier mayor Roche fue devuelto con una carta que contenía una propuesta de ciertos términos, que el general de división me mostró antes de enviarla. No me pidió mi opinión sobre su contenido, ni sabía que estaba escrito a partir de instrucciones particulares del general Whitelocke; pero entendí que había - 65 - recibido instrucciones para convocar a la ciudad. La única observación que me tomé la libertad de hacer en la carta fue que, dado que el general Liniers fue acusado de romper el tratado con el general Beresford, al hacerle tales propuestas me pareció prudente, al hacerle alguna propuesta, decir algo que pudiera eliminar cualquier aprensión que pudiera albergar con respecto a la manera en que podría ser tratado por nosotros si cayera en nuestras manos. Cuando el mayor Roche se retiró, el general Gower me informó que la respuesta del general Linier expresaba su determinación de defender la ciudad. Todo esto ocurrió al mediodía antes de que llegara el general Whitelocke. Temprano en la mañana del 4, obedeciendo a las órdenes que había recibido, me dirigí al cuartel del general Whitelocke, con el propósito de recibir sus instrucciones con respecto al ataque a la ciudad, que él había decidido entonces hacer al mediodía de ese día. Después de haber leído la disposición, el general Whitelocke me llevó aparte y me dijo que sentía tanta renuencia a adoptar una medida que debía acompañarse con tanta efusión de sangre. Que había decidido enviar otra citación al general español. Me mostró una carta y ciertamente en esa ocasión me pidió mi opinión sobre la conveniencia de enviarla. Le dije que, en mi opinión, sería mejor que no lo enviara; que la determinación expresada en la respuesta a la primera convocatoria, y toda la conducta del enemigo desde entonces, me indujo a creer que la carta no produciría ningún efecto bueno, y que preferirían considerarla como una traición o una falta de competencia en nuestra parte. Ésta fue la esencia exacta de nuestra conversación, que terminó cuando el general expresó su determinación de enviar al capitán Whittingham; con la misiva. Posteriormente, la disposición fue leída y explicada sobre el plan a los oficiales de brigada que estaban en camino. No había nadie en la habitación salvo el teniente general, el general de división, los brigadieres y el coronel Pack, que estaba muy familiarizado con el pueblo. La orden, como dije antes, era que se hiciera un ataque a las 12 de ese día, y la hora en que se desarrolló la conversación que voy a relatar fue, Creo que alrededor de las diez y media. No entendí por nada de lo que pasó, que ni yo ni los otros brigadieres fuimos llamados allí para dar nuestra opinión sobre la conveniencia de la disposición, sino con el propósito de conocer los detalles de la misma. Sir Samuel Auchmuty y el coronel Pack sugirieron que un poco antes del amanecer de la mañana siguiente sería un momento mejor que el mediodía de ese día para avanzar hacia la ciudad; y luego de algunas consultas, el Comandante en Jefe decidió aplazar el ataque para la mañana del día 5. Mientras estábamos en esta sala, un señor llamado White, que había residido un tiempo considerado en Buenos Aires, nos dio alguna información, que luego encontramos perfectamente correcta, respecto a las disposiciones y arreglos defensivos que el enemigo había hecho en el pueblo desde la tarde del 2. Una parte del orden de ataque fue que las columnas debían estar provistas de herramientas e implementos para romper puertas y ventanas; pero realmente creo que fue imposible que se obedeciera esta orden en alguna medida, porque las herramientas no se pudieron adquirir en cantidad suficiente. Los disparos a los puestos adelantados (utiliza el termino pickets) continuaron durante la mayor parte del día; y durante una parte del día se hizo una disposición, bajo la idea de que al retirar a estos puestos, o permitirles retirarse ante el enemigo, él podría verse tentado a seguirlo lo suficientemente lejos como para darnos la oportunidad de enfrentarlo fuera del pueblo. Pero esto no tuvo éxito. Coloqué un pequeño grupo de infantería al frente de mi brigada para el avance del día siguiente. La primera información que recibí, en cuanto a los medios y la posición del enemigo, la encontré falsa, porque se dijo que estaban atrincherados en el río. - 66 - Aplazado hasta mañana. Octavo (8) día Sábado 6 de febrero Habiéndose reunido el Tribunal de conformidad con el aplazamiento. Se volvió a llamar al general de brigada Craufurd y procedió en su narración. Ayer manifesté que todas las casas, menos una, estaban desiertas, quiero decir, después de salir de la aldea de Barragán, en la que, cuando desembarcamos, había varios habitantes que no parecían en absoluto tímidos ante nosotros. P. ¿Qué información recibió durante la marcha? R. Recibí información, creo, del Sr. Duval, a quien encontré en su casa cerca de Barragán, y a quien traje conmigo como guía. Afirmó que cuando salió de la ciudad de Buenos Aires, unos días antes, el enemigo tenía un cuerpo y algunas baterías en las alturas de Reducción, pero que no se había hecho nada, excepto construir una batería con el propósito de comandar la carretera por la que el general Beresford había pasado el pantano el año anterior. De la conversación que tuve con el general Whitelocke el día 4 de Julio, se creía, que el enemigo había construido considerables baterías para la defensa del río en las cercanías del puente en las alturas de Barragán; pero si el paso Chico estaba defendido de manera similar, no lo pudimos saber hasta que nos acercamos. Con respecto a los grupos de reconocimiento, no supe de ninguno, excepto la vanguardia y los grupos de flanqueo de mi propia brigada, en respuesta a la pregunta de por qué no se intentó el paso del puente, solo puedo expresar mi propia opinión y la de los demás oficiales con los que conversé sobre el tema. No puedo decir cuál podría haber sido la opinión del comandante de las fuerzas, pero ciertamente nuestra opinión fue, que el paso del río, en el que toda la inteligencia estaba de acuerdo en que el enemigo tenía una posición fuerte, no habría sido juicioso, cuando con una marcha fácil parecía posible girar su flanco pasando el río más arriba. En respuesta a la pregunta de cuál era el estado del cuerpo de avanzada antes y después de la acción, con referencia al probable evento de la derrota del cuerpo, solo puedo hablar de rumores. No sé cuál puede ser la opinión del general Whitelocke, pero si la división se detuviera durante la tarde en la estación que me describió el teniente coronel Bourke, es bastante claro que esa noche no se pudo haber cooperado; y no podríamos haber obtenido ningún apoyo de él. Con respecto a las medidas que se tomaron para asegurar el éxito del ataque el día 3, ya sea con la artillería y el reconocimiento de los accesos a la ciudad, escuché que se había enviado una orden al teniente coronel Mahón, en la Reducción y con una parte considerable de la artillería retenida, para avanzar hacia el puente, al tiempo que el resto del ejército debía atacar la ciudad. Con respecto y hacer un reconocimiento de los accesos al pueblo, creo que todo fue hecho por los oficiales de estado mayor, esto en cuanto al ala derecha, en cuanto a la izquierda no puedo hablar. P. ¿El general Whitelocke dio alguna orden de realizar un reconocimiento de la ciudad? R. Que yo recuerde, en el momento en que se entregó el plan a los oficiales, se nos ordenó que nos familiarizáramos con los puntos de ataque. En cuanto a qué - 67 - conocimiento se obtuvo de los prisioneros sobre los designios del enemigo y su plan para la defensa de la ciudad, no lo recuerdo. No recibimos información de los prisioneros el día 2. Tampoco creo que nos hubieran podido dar, ya que la posición del enemigo, a causa de las operaciones del 2, fue completamente cambiada; pero el 4 de julio, el Sr. White me dijo, y a varios otros oficiales en la habitación del general Whitelocke, que fue informado por personas que habían abandonado recientemente la ciudad, que el enemigo se había atrincherado fuertemente y colocado cañones pesados en todas las calles que conducían a la gran plaza, donde había concentrado la mayor parte de su fuerza. La posición que encontramos después había sido correctamente descrita, la disposición del enemigo, y la posición que había tomado, después de que fui hecho prisionero, resultó ser exactamente como la describió el Sr. White el día 4. Ayer dije, y ahora estoy convencido, que si el principal cuerpo del ejército había estado en una situación para apoyar al cuerpo de avanzada el día 2, la ciudad se habría obtenido con facilidad. Eso pensé en ese momento, porque durante la mayor parte de la marcha del día 2, habíamos visto en el campo lo que imaginé que sería el grueso de las fuerzas enemigas en movimiento. Por nuestro movimiento, y lo que observamos de ellos, era evidente que habíamos cambiado su posición original, y que estaban empeñados en intentar cambiar su frente y tomar una nueva posición en esa dirección del pueblo; y, por lo tanto, ciertamente había razones para creer que habíamos derrotado a una división considerable de su ejército, durante este movimiento no estaban preparados para la defensa del interior de la ciudad de ese lado, me informó después un oficial español, que deberíamos haber estado en la ciudad antes que la mayor parte de su ejército. En respuesta a la pregunta, si las tropas del cuerpo de avanzada fueron seleccionadas para este propósito entre las mejores tropas, con excepción de los regimientos 36° y 88°, quienes, aunque excelentes cuerpos, llevaban ocho o nueve meses embarcados; el destacamento de la 71° infantería ligera y el cuerpo de fusileros eran de esa descripción mejor calculados para ese servicio. Los antiguos regimientos ciertamente no parecían tan aptos para formar parte del cuerpo avanzado, como el 38°, 40° y 87°, que habían estado mucho tiempo en el país. Ayer, en mi testimonio, afirmé positivamente que ni yo ni ninguno de los brigadieres fuimos consultados sobre el plan de ataque, nunca di mi opinión, nunca expresé mi opinión; nunca me pidieron mi opinión, y debí haber considerado presuntuoso de mi parte ofrecerla. P. ¿Hubo, y qué, impedimentos locales en la marcha desde las alturas sobre Barragán hasta el riachuelo para haber impedido que el ejército llegara a corta distancia de ese río al segundo día de su salida de las alturas? R. Si el ejército no hubiera abandonado las alturas de Barragán antes de que la artillería hubiera atravesado el gran pantano, y si las tropas hubieran tenido la costumbre de marchar, creo que el ejército podría haber llegado sin dificultad a la posición frente a la reducción en la segunda marcha, pero considerando todas las circunstancias que existían en ese momento, no pensé que el ejército podría haberse establecido convenientemente en la posición de Reducción antes de la tarde del día 1. De hecho, no tengo motivos para creer que el teniente coronel Mahón, con su cuerpo de artillería, pudiera haber llegado antes del 2. P. ¿Ha declarado en su evidencia que tuvo una conversación con el General Whitelocke el día 1, indique lo que recuerde de esa conversación, en la medida en que se aplique al tema de estos cargos? - 68 - R. Mientras las tropas se detenían, el general Whitelocke me llevó aparte, y el fondo de lo que me dijo fue que había pensado en mover una parte del ejército para hacer un desvío considerable hacia la parte alta del riachuelo, para cambiar la posición en la que entendía que el enemigo se había atrincherado en ese río, mientras el resto del ejército debía avanzar contra esa posición, y que el general Gower acordó con él que era una operación aconsejable. El comandante de las fuerzas me pidió mi opinión y yo le dije que, teniendo en cuenta la pequeñez del ejército que comandaba, no me parecía aconsejable realizar ninguna división del cuerpo a una distancia tan considerable entre sí. Creo que terminó la conversación diciendo, "Bueno, creo que tienes razón". P. ¿Se sabía en ese momento que había más pasos que el puente, sobre el riachuelo? R. La información que había recibido en ese momento era muy vaga. Había oído que el curso del río era tan corto que podríamos cruzarlo por completo. El día 2, esto fue contradicho por un sirviente indio del propietario de la casa en la que pasé la noche del primero, y a quien llevé conmigo como guía en el segundo. P. Usted declaró que durante la marcha, el general de división Gower le mostró una carta del general Whitelocke, en la que marcaba su deseo de que cruzara el río y se estableciera cerca de la ciudad. ¿La carta contenía o no una orden de marchar, o era simplemente una autoridad para que el general Gower actuara de acuerdo con su propia discreción? R. Por lo que recuerdo del contenido de esa carta, así como de todo lo que pasó entre el general Gower y yo ese día, creo que la carta estaba redactada de tal manera que le dejó al Mayor General actuar de acuerdo con su propio juicio; al mismo tiempo debo repetir, que no recuerdo los términos precisos de la carta. Esto, sin embargo, puedo afirmar positivamente, que su conducta fue la de un oficial que no había recibido una orden de negligencia. P. ¿Debe entender la Corte que el General Craufurd no comprende los términos de la carta, que recuerda los aspectos más destacados de la misma y que todos los puntos destacados son lo que ha declarado en su prueba? R. No estoy seguro de si la carta contenía alguna autoridad para convocar a la ciudad; Desde entonces escuché que lo hizo, solo la vi una vez, y en un momento en que mi mente estaba completamente ocupada por las operaciones en curso. Podría haber otras partes de la carta que no recuerdo; las palabras de la carta autorizaban al general Gower a establecerse en las proximidades de los suburbios de la ciudad. El general Whitelocke se negó a hacer preguntas al testigo por el momento. Cuestionado por la corte P. Habiendo dicho que no hubo ollas de campamento con la expedición, ¿se proporcionaron medios o hubo alguna posibilidad de proporcionarlos, ya sea por caballos o mulas, o de otra manera, para transportarlos? R. Cuando desembarcamos en Barragán, vi una cantidad considerable de caballos; pero si eran suficientes para transportar las ollas, o qué proporción de ellos se asignó para transportar los paquetes, no tuve oportunidad de averiguarlo. El general - 69 - Whitelocke pareció pensar que todo debería estar subordinado a la orden de ganar tiempo, temiendo las fuertes lluvias que se avecinaban. P. ¿Conoce la parte del ejército que el general Whitelocke asignó para su puesto de comandancia durante el ataque a la ciudad el 5 de julio? R. Tuve una conversación con el general Gower sobre el tema a fines de la noche del 4, a partir de la cual entendí que estaba resuelto, que debería recomendar al Comandante en Jefe que tomara su puesto, al comienzo de la acción de la mañana un poco en el frente del terreno, en el que entonces estaba estacionada la derecha de mi brigada. P. ¿El general Whitelocke había asignado alguna estación o lugar para el encuentro de las tropas, en caso de que el ataque no tuviera éxito? R. Nunca escuché de ninguno. P. ¿Alguna vez se le comunicó dónde se encontrarían el general Whitelocke y el general Gower el día del ataque en caso de necesidad? R. El General Gower me informó que debería recomendarlo al Comandante en Jefe para tomar su batallón como ya lo he descrito. Él también, en respuesta a una pregunta que le hice con respecto a su propia posición, dijo que el general Whitelocke; le había ordenado que estuviera con él; pero no recuerdo que alguna vez se me diera a conocer la estación. P. En la distribución para el ataque del día 5, ¿se asignó algún puesto para el Comandante de las fuerzas y el segundo al mando? R. Que yo recuerde, en la disposición escrita de la orden no había ninguna, no se dio tal en las órdenes generales, como consecuencia de la conversación que tuve con el general Gower, dijo, había informado al comandante de las fuerzas para estar en la casa de White, dije que pensaba que era una estación impropia. P. ¿Se dio alguna orden general en algún momento en público sobre dónde se encontraba el General ese día? R. No recuerdo que hubiera. P. ¿Qué proporción tenía ese cuerpo del ejército español al que derroto el 2 de julio con el cuerpo principal? R. Vi tan poco del ejército español, no puedo decirlo con exactitud. Supongo que podría haber dos mil hombres comprometidos. P. ¿Se había atrincherado el enemigo como se había informado, y que el general Gower lo había atacado con eficacia en la mañana del día 2 en la parte trasera de sus trincheras? ¿Podría haber abierto un paso para los hombres que llevaban la artillería? R. Ya dije, que al cruzar el paso Chico, observé, que me parecía haber visto una parte considerable del ejército enemigo, moviéndose de su anterior posición en las cercanías del puente con la intención de tomar un nuevo lugar en las alturas más arriba del río. La operación que se llevó a cabo después me pareció la única que, en estas circunstancias, podíamos hacer con propiedad. - 70 - P. ¿Expresó el general Gower algún disgusto por la carta que recibió del general Whitelocke la mañana del día 2? R. Todo lo contrario. Aplazado hasta mañana. Noveno (9) día Lunes 8 de febrero Habiéndose reunido el Tribunal, de conformidad con el aplazamiento El brigadier General Craufurd fue llamado nuevamente y examinado más a fondo. P. ¿Cuál fue el estado del tiempo durante marzo y hacia finales de julio? R. En la noche del 1, parecía como si la lluvia estuviera a punto de caer y, según mi mejor recuerdo, el coronel Pack mencionó que, por la apariencia del tiempo, así como por su recuerdo, sirvió en cuanto a lo que había pasado aproximadamente en la misma época del año anterior, lo más probable era que hubiera comenzado la temporada de lluvias. La tarde del día 2 llovió muy fuerte, pero no recuerdo el estado del tiempo después. Brigadier General, el Honorable William Lumley juramentado y cuestionado a continuación. P. ¿Fue usted el oficial superior de caballería empleado en la expedición contra Buenos Aires? R. Lo era. [Aquí se puso en las manos del testigo un papel para dirigirlo a los principales puntos a los que iba a continuar su testimonio] El general Lumley, antes de dar su testimonio, insinuó a la Corte que, en el curso de su prueba, debería estar bajo la necesidad de usar más frecuentemente el nombre del general de división Gower, que el de teniente general Whitelocke, ya que había recibido más de sus órdenes del primero, también pidió permiso para declarar ante el tribunal, que había recibido en el curso del servicio, a través del General de división, una variedad de órdenes que no se relacionaban inmediatamente con el departamento de caballería. Fiscal, No se pueden dar órdenes sobre pruebas, excepto aquellas que el Tribunal está obligado a considerar como provenientes del Teniente General Whitelocke. Por lo tanto, es importante que el tribunal considere hasta qué punto las órdenes que pueden ser reveladas en la evidencia afectan al teniente general Whitelocke. La cuestión no es qué órdenes recibió del general Gower, sino qué órdenes emitió el general Whitelocke. General Lumley, soy lo bastante soldado para saber que todas las órdenes emanan del comandante en jefe. P. Proceda a exponer las operaciones del ejército, y las órdenes emitidas por el teniente general Whitelocke, desde que asumió el mando de las fuerzas empleadas - 71 - contra Buenos Aires hasta el final de la noche del 4 de julio anterior al ataque contra Buenos Aires el 5. R. El 10 de mayo, el teniente general Whitelocke y el general de división Gower desembarcaron en Montevideo. Tan pronto como me enteré de su llegada, les presenté mis respetos. El día 11, se emitió una orden con respecto al nombramiento del general Gower para los deberes ejecutivos y las localidades de la situación, y a la mañana siguiente, el general Gower me llamó a un lado en la plaza de la casa de gobierno y me pidió información sobre los puestos sobre todo el país, y el número de tropas estacionadas en cada uno. Le di la información que deseaba, diciéndole que había estado a unas setenta millas (112 kms) del centro del país. Como consecuencia de una conversación el día 15, el Mayor General quiso que yo fuera al interior del país a comprar caballos, con la salvedad de que sería una forma más fácil que proceder de la manera habitual llamando a los cabildos (magistraturas). Le dije que cuatro dólares era el precio que daba el gobierno español, pero supuse que el precio podría haber aumentado, y pensé que podría conseguir muy buenos caballos por seis dólares cada uno. Los caballos en sí son extremadamente inteligentes, y tan buenos como cualquiera que haya visto, y pensé que la caballería podría estar tan bien montada allí como en cualquier otro lugar. Pero la falta total de alimento seco los inutilizó en muy pocos días; la forma habitual de gestionarlos es darles vuelta un cierto número de horas a campo abierto. Al no haber alimento seco, salvo una especie de hierba agria cortada, llamada "pasto", también se había cortado todo el maíz indio del país. Se hicieron todos los esfuerzos posibles para obtener la mayor cantidad de esto posible, antes de la llegada del teniente general. Habiendo dicho al general de división, deberíamos hacer todo lo posible para procurar maíz y caballos, me quedé en Montevideo hasta el 20 y el 18 o 19 el alcalde del general Gower criticó que no hubiera ido al interior. Le dije que tenía que hacer arreglos previos con la gente de Montevideo antes de continuar por el país. El día 20 partí y me dirigí a un pequeño pueblo llamado "Las Ridras" (especulo que sería las piedras), en el "camelo" (especulo que sería canelones). Durante los pocos días que estuve en el país, me comuniqué con el teniente coronel Torrens, el secretario militar, a quien concebí como la persona adecuada para continuar la correspondencia. A mí llegada “al Camelo” me encontré con los grandes ríos por los que tenía que pasar muy crecidos, incluso más de lo habitual en esa época. Las tropas ligeras del país habían retirado previamente una gran cantidad de caballos e impidieron que la gente entregara a otros. También interceptaron e impidieron que mis mensajeros completaran mis órdenes, no pude avanzar sin una dificultad considerable, y un refuerzo para ayudarme a cruzar los ríos grande y pequeño, Santa Lucía y el San José. Consecuentemente escribí al cuartel general el día 23 y recibí un refuerzo el día 24, con una advertencia de no encontrarme con ningún riesgo que me obligara a enfrentar al enemigo. Consecuentemente se me impidió cruzar los ríos que ahora sólo eran transitables por transbordadores, un medio de transporte muy escaso. Por tanto, me vi obligado a contentarme con lo que pude conseguir en el barrio de "Camelo" (canelones). Habiendo recogido más de un centenar de caballos, además de algunos pocos, me quedaba para reemplazar los que ahora estaban en "Camelo" (canelones), escribí pidiendo permiso para regresar a Montevideo porque pensé que no podría ser de más utilidad donde estaba. Regresé como consecuencia de una carta el día 29 a Montevideo, dejando instrucciones al teniente coronel Lloyd, para conseguir tantos caballos en ese vecindario como pudiera; y por la noche, presenté - 72 - mis respetos al teniente general, ya la mañana siguiente al general de división, quien me encontró una gran falta por fijar una tasa tan alta, por la cual había perdido la oportunidad de conseguir más caballos. Le aseguré que ese no era el caso; porque mientras yo elevaba mi alabanza, la gente elevaba la suya, lo cual sucedió poco después para tener la oportunidad de probarle. Entonces le propuse un plan para solicitar a los cabildos (magistrados) que recogieran caballos en la forma que siempre habían estado acostumbrados a hacer para el rey de España. El 1 de junio se dictó una orden a tal efecto, y el 4 o 5 obtuvimos unos quinientos caballos, de los cuales algunos fueron elegidos inmediatamente para completar la artillería, en primera instancia, al número que se ordenó embarcar. La caballería también se completó a 160, y aún quedaban varios más, que fueron entregados al cuidado del administrador de los terrenos del rey. Algunos otros se encargaron del 9° de dragones; y al ver después que había espacio para algunos más, se embarcaron en consecuencia. Durante este período, los dragones montados habían bajado de los puestos de avanzada al mando del coronel Lloyd y se embarcaron en el 2 y el 3. Con respecto a la comida, el general Gower me dijo que el comisario general se encargaría de ella. Tenía por orden del 18 de mayo, dar instrucciones respecto a la alimentación de la caballería, dejando previamente indicada la cantidad de maíz que creía necesario. El 3 de junio se emitió una orden general respecto al equipaje del ejército; y creo que, inmediatamente después del día del cumpleaños del rey, el general Gower visitó las tiendas de los cuerpos 9° y 17° de dragones ligeros, que estaban bajo los muros de la ciudad, e insistió en que todas estas tiendas debían ser retiradas. Le señalé que había una cantidad de nombramientos de caballería supernumerarios, que a esa distancia de Inglaterra eran sumamente valiosos. Dijo que no le importaba; que las provisiones debían limpiarse por completo, y no solo eso, sino que cada dragón debía ser aligerado. Yo, por supuesto, reñí fuertemente con él, pero el perseveró. Posteriormente tuve una conversación con los Coroneles Lloyd y Mahón, quienes me dijeron que sería la ruina y destrucción total del regimiento, como si alguno de los hombres perdiera algo, no habría manera de reemplazarlo, y si el regimiento 5° de dragones viniera de Inglaterra, vendrían sin sillas de montar o demás neceseres. Anteriormente le había expresado la misma opinión al general Gower y le había dicho que muchos de los oficiales eran personalmente responsables ante el regimiento de estas provisiones que él había ordenado destruir. A la mañana siguiente lo vi y nuevamente le reproche la orden, ya que pensé que era mi deber hacerlo. Comencé por plantearle mis objeciones y qué destrucción sería para la caballería, el desgaste común y el invierno que se avecinaba, el desenfreno de los caballos y la imposibilidad de conseguir provisiones de Inglaterra en cualquier lugar o en un tiempo razonable, urgí razones en contra de tal medida. El general de división se mostró sumamente cordial y dijo, "Entonces tenemos un problema". Le dije que de ninguna manera teníamos un problema y que yo era un soldado demasiado mayor para desobedecer una orden imperativa, pero pensé que era mi deber ofrecer una protesta formal. Me atreví a decir que era contrario a las regulaciones del Rey. El general de división respondió que no le importaban las regulaciones del rey; no podrían tener ningún efecto en ese país, y vinimos allí para establecer una nueva era. En esta parte, el fiscal objetó esta parte de la prueba por ser inadmisible. Sin embargo, el general de brigada Lumley procedió. - 73 - Los oficiales me exigieron órdenes escritas que yo no tenía. El día 5 Habiendo estado conversando el general Gower con el general Whitelocke durante algún tiempo, este último me llamó y, en la fuente de la conversación, confirmó la opinión del general Gower y ordenó que se pusiera en ejecución la orden; observando que no podía tener tal cantidad de equipaje siguiendo al ejército por el interior del país; tampoco le fue posible hacerse cargo de las tiendas. Como consecuencia de esto, encontré que la orden debía ser obedecida y, en consecuencia, solicité una orden por escrito ya que los oficiales al mando deseaban tal autoridad. Me remitió a las instrucciones escritas del 3 y en consecuencia, di órdenes a los comandantes de los dos cuerpos y, a la mañana siguiente, informé al general Gower que todos los nombramientos de dragones del 9° se cancelarían a las 11 en punto del día siguiente, y que los del 17° serían destruidos tan pronto como el coronel Lloyd pudiera desembarcar hombres suficientes para limpiar los almacenes. El 11 de junio se ordenó montar una junta para investigar qué equipaje se debía guardar, pero esta junta nunca se reunió y se ordenó embarcar maíz para tres semanas. Primero se embarcó a los oficiales de dragones y a la artillería, y se ordenó a los dragones desmontados que se llevaran todos sus caballos. Tras la llegada del general Craufurd, se organizaron las brigadas, a partir de las cuales se suspendió la brigada de caballería. Pedí permiso para enviar al Comandante en Jefe de Colonia, a quien probablemente se le permitiría embarcar algunos caballos allí; y el teniente coronel Bourke prometió que se embarcarían allí algunos caballos. El día 18, finalmente se organizaron las brigadas y no tuve más que ver con los dragones montados. Después de eso, nunca estuvieron al frente de la división con la que yo marchaba, excepto alrededor de doce como escolta o para las ordenanzas del general Gower, y uno o dos con el general Craufurd y para mí. Recibí la orden de poner el aguardiente en los toneles más pequeños que se pudieran encontrar, para su mejor transporte en tierra. El 27 de junio, los regimientos estaban listos para desembarca. El día 28 el desembarco se realizó a un kilómetro y medio del pueblo de Barragán. Se ordenó a las tropas cocinar y desembarcar con provisiones para tres días y carne de cerdo preparada. Por la noche, se me indicó que adelantara a mi brigada hasta el punto más alejado de la aldea y que me instalara en las casas tanto como el lugar lo permitiera. El terreno era bajo y pantanoso, por lo que teníamos el menor número posible de puestos de avanzada y scouts. Se nos ordenó marchar a eso de las nueve, con mi brigada al frente de la columna. Caminamos por terreno pantanoso, hasta que llegamos a un pantano muy profundo, tapo a los hombres hasta la cintura, estaba embarrado y era difícil atravesarlo. Después de caminar unas ocho o nueve millas (12-14 kms), llegamos a las alturas, donde el general Gower estaba apostado desde la noche anterior. Luego se ordenó al 36° y al 88° que procedieran con el general de división, que los esperaba en las alturas. Después de una conversación entre el general Whitelocke y el general Gower, se me ordenó continuar con esa parte de mi brigada y ponerme bajo las órdenes del general de división. Poco después de que estuviéramos en marcha, me pareció probable, al estar tan separados de la marina, que nuestra comunicación de provisiones podría cortarse, y le propuse al general de división que me permitiera regresar con los dragones del 17° y traer conmigo a cuatro o cinco piones, (gauchos, peones) que estaban adscritos a ese regimiento y, como dije, eran experimentados en la provisión de ganado. A esto consintió el general Gower. El día 3, se ordenó a las tropas que avanzaban al mando del mayor general Gower que retrocedieran y que los piquetes se retiraran, con la - 74 - esperanza de sacar a las tropas españolas de sus fortalezas y ponerlas en acción si era posible. Al recibir la orden del general Auchmuty de ocupar el terreno a mi izquierda, cuando su columna pasaba por el frente de mi brigada, algunos de los jinetes enemigos le dispararon. Antes de que terminara la noche, se nos ordenó ocupar una casa a unos tres cuartos de milla enfrente de su posición, y se nos indicó que solicitáramos galletas en una casa conocida como la casa del Sr. White. Al final de la tarde cesaron los disparos, no sucedió nada más y cada brigada sacó sus propios piquetes (exploradores, cuerpos de avanzada y puestos vigías). En la mañana del 4, las tropas estaban nuevamente en armas al amanecer, cuando el capitán Maxwell vino a verme por parte del general, con órdenes de presentarme en el cuartel general, en la casa de White lo antes posible. También se convocó a los oficiales al mando de cuerpos. Me presente en consecuencia, y después de esperar un rato a sir Samuel Auchmuty, que no había llegado, el teniente general comenzó a explicar sus intenciones con respecto al asalto a la ciudad ese día a las doce. Declarando el mal tiempo, la probabilidad de empeorar, el estado de las tropas expuestas a una temporada inclemente y con gran escasez de provisiones, le indujo a pensar en asaltar la ciudad, con preferencia a cualquier otra modalidad, habiéndose negado el general español escuchar los términos; para más detalles, nos remitió al general Gower, quien luego procedió a señalar en el mapa su plan de ataque; y tantos como pudieron se sentaron a copiarlo. Me atreví a preguntar qué se podía hacer en caso de que encontráramos una oposición mayor de la que teníamos razones para esperar, o bien si no podríamos oponernos. Me contesto que las órdenes responderían particularmente a cada cuerpo; teníamos que situarnos con la mayor antelación posible, cuidando de poseer las casas de nuestra izquierda, con preferencia a las de nuestra derecha, para no exponernos al fuego de nuestras propias armas. Finalmente Sir Samuel Auchmuty llegó y como consecuencia de su retraso, se entabló una discusión sobre si el ataque era posible hacerse a las doce en punto de ese día. Pronto se decidió que no debería tener lugar hasta la mañana siguiente. Antes de dejar el cuartel general, el general Whitelocke me pidió que enviara a buscar a mi mayor de brigada, para que pudiera volver a la ciudad con una citación, con la esperanza de salvar una efusión de sangre, que era de esperar cuando se produjera el asalto. Regresé a mi brigada, que todavía estaba en armas, y me enteré de que el tiroteo había sido enérgico contra los puestos de avanzada y los piquetes, que poco después se ordenó retirarse y ocupar el mismo terreno que el día anterior; y el Mayor Vandeleur, con el 88°, recibió la orden de ir al puesto de avanzada para relevar a las tropas ligeras, que estaban completamente exhaustas. Después de algunos arreglos adicionales, no volví a ver al general Whitelocke durante ese día. El teniente coronel Bradford, el ayudante general adjunto, poco después se acercó y me dijo que mi brigada debería ser relevada pronto, pero el relevo no llegó hasta las nueve de la noche, y creo que eran las doce antes de que llegaran. Mis soldados se sintieron completamente aliviados. Inmediatamente fui a presentar mi informe al general Gower, que estaba con el general Craufurd en la casa de White; Entonces se ordenó a la brigada que se retirara a sus antiguos acantonamientos, y yo les conseguí un poco de vino y galletas. Aplazado hasta mañana. - 75 - Décimo (10) día Martes 9 de febrero Al reunirse el Tribunal de conformidad con el aplazamiento. El general de brigada, el honorable William Lumley, fue convocado nuevamente. Tras leer su testimonio del día anterior, el general observó, "En una parte de mi testimonio he mencionado una conversación con el general de división Gower, en la que mencione que dijo que no le importaban las regulaciones del rey; ya que se trataba de una expresión muy fuerte, debo pedir la indulgencia de la Corte para declarar todo lo que pasó en esa ocasión". Fiscal - "Ciertamente, si vamos a formar parte de esta conversación, deberíamos tener la totalidad, pero no veo cómo se puede relacionar de ninguna manera con los cargos contra el general Whitelocke” El general de brigada Lumley prosiguió. "El general Gower dijo que ningún ejército era apto para marchar si llevaba tanto bagaje. Que los dragones ingleses, siempre iban demasiado cargados, y particularmente en ese país, donde tenían que actuar contra tal enemigo, y de esta manera se presenta la expresión antes aludida introducida, creo que por lo tanto es importante para mi prueba, tener esto en el acta de la Corte. Pensé que era justo para mí, y sentí que era mi deber dar un detalle de esta transacción con tanta precisión como podría, sin tener en cuenta a ninguna persona en particular. Si me hubieran hecho una pregunta directa, habría dado una respuesta breve" Fiscal - No veo cómo esta conversación pueda afectar en modo alguno al general Whitelocke, pero no puedo objetar que se reciba, si la Corte lo desea, y el general Whitelocke no se opone. Sir John Moore - "Esta es una conversación entre el general Gower y el general Lumley. No puede tener ningún efecto sobre la sentencia de esta Corte, ni tiene nada que ver con los cargos contra el general Whitelocke, y en mi opinión es indecente y es impropio permanecer en las actas de los procedimientos. Hay muchos miembros de la corte en este lado de la mesa, que, al igual que yo, desearían que se borrara. Todo lo que el general Gower dijo sobre las regulaciones del Rey, está entre el Rey y el General Gower; no entre esta Corte y el General Whitelocke" Fiscal - "No tengo ninguna objeción a que se borre esto del acta, si la corte así lo desea, y si el general Whitelocke no cree que sea importante para su caso que se mantenga" El general Whitelocke expresó su asentimiento y, en consecuencia, se ordenó eliminar parte de la evidencia. Fiscal - El general Lumley procederá a declarar las operaciones del ejército en la marcha, después de recibir la orden de proceder con el general Gower el día 29. General Lumley — Al recibir la orden, procedí con el general Gower y la brigada ligera, que ocupaba una altura a unas seis millas (9.5 kms) frente a la primera altura, donde habíamos dejado al teniente general. La 36° y la 88° ocuparon casas en el lugar, esa - 76 - noche los Piones (gauchos) que traje conmigo, capturaron ganado para la brigada, que para ese momento había consumido sus provisiones para tres días. Se trajo una cantidad muy pequeña de aguardiente, ni la mitad de un día de ración para cada hombre. El día 30, partimos de las alturas, la brigada ligera todavía estaba a dos o tres millas en nuestro frente. Marchamos como ocho millas (12.8 kms) ese día. Después de pasar un pequeño río, ocupamos tres posiciones en las granjas que allí había, aproximadamente media milla (800 mts) entre sí. Esa noche los Piones (gauchos) volvieron a procurar algunos bueyes para la brigada, pero no teníamos ni pan ni espirituosas. En la mañana del día 1, envié a los piones (gauchos) de nuevo por provisiones, pero no tuvimos tiempo de cocinarlos antes de marchar. Todos estaban sin ánimo ese día. Pasé por Reducción alrededor de las nueve, cuando apareció a la vista la columna al mando del general de brigada Sir Samuel Auchmuty. Se me ordenó tomar una posición a unas tres millas (4.8 kms) frente a las alturas del pueblo de Reducción. El general Gower me dijo ese día que tenía la intención de pasar el riachuelo por el Paso Chico, pero lo encontró imposible, el número de caballos del enemigo molestó mucho nuestra marcha, e hirió a un hombre. Por la noche conseguimos una provisión de ovejas, pero todavía estábamos sin pan ni alcohol. Un miembro de la Corte se levantó y se opuso a profundizar en este tipo de pruebas, por ser irrelevantes para los cargos contra el general Whitelocke. Fiscal, "Ciertamente debería negarme a entrar en esta minucia de la evidencia, pero debo pedir permiso para recordarle a la corte, que este no es el caso de un oficial en su juicio por corte marcial por ningún hecho en particular que se alega en su contra; si no que es el primer juicio por corte marcial que se ha establecido para investigar la conducta de un oficial general, que tiene el mando principal de una expedición contra una provincia extranjera" General Lumley - En la mañana del día 2, recibí órdenes del general Gower de estar listo para marchar, y lo hicimos antes de las nueve. Creo que para entonces ya habíamos consumido todas las provisiones. El general de división entregó en mis manos la dirección de la marcha y dijo que si le pasaba algo, debería tomar la dirección de la brigada. El objeto que se obtuvo fue el paso del riachuelo, que se decía que estaba ocupado por el enemigo con baterías enmascaradas. Se ordenó al 87° que se uniera a mí en la marcha, y el general Gower solicitó que los oficiales al mando tuvieran especial cuidado en permitir la menor cantidad de disparos posible. El día anterior, un número considerable de los cuerpos del 88° y del 33° retrocedieron extremadamente agotados, y en la mañana del 2, mi brigada también parecía extremadamente agotada, muy poco después de que comenzara la marcha, seguí la pista que suponía que era la brigada ligera. Escuché un disparo, y mi mayor de brigada me dijo que podría perder la mitad de mi brigada, pero pensé que debía seguir adelante y me dirigí hacia mi izquierda. Estuve en la oscuridad cerca de dos horas, completamente perdido. Los hombres ese día no tenían nada para comer ni beber, excepto parte del cordero que algunos de ellos podrían haber conservado de la noche anterior. Marchamos desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche. Los hombres yacieron en el suelo toda la noche y sus ropas no se secaron. El día 3 por la mañana, las tropas volvieron a estar en armas. P. Ha dicho que se ordenó a la caballería desmontada que se llevara sus pertenencias. ¿Cuáles fueron estas pertenencias? - 77 - R. Sus bridas (riendas), sillas de montar y todo lo que pertenezca a las necesidades de la caballería. P. ¿Qué cantidad de provisiones de caballería se eliminaron como consecuencia de la orden de la que ha hablado? R. Eran todos los efectos pertenecientes a los hombres que no eran aptos para el deber, o que probablemente no lo fueran, y algunos de ellos estaban fuera de servicio. Di la orden y vi que los depósitos estaban despejados. Algunas de estas pertenencias las vi arrojadas en las calles y otras fueron vendidas a los habitantes. P. ¿Había alguna razón por la que esa proporción de las pertenencias de caballería, que no se consideró conveniente embarcar con la expedición, no se hubiera dejado en los almacenes de Montevideo? R. No conozco ninguna razón. P. ¿Los regimientos que componían su brigada, que dijo haber estado confinados a bordo de transportes durante tantos meses, estaban en tan buenas condiciones para la marcha como los regimientos que llevaban más tiempo en el país? R. En mi opinión, ciertamente no, con la excepción del cuerpo de dragones ligeros del 17°. P. ¿La estación en la que se encontraba el general Whitelocke durante el ataque del 5 de julio fue notificada al general y otros oficiales al mando de las divisiones? R. No que yo recuerde o que haya oído hablar. P. ¿El lugar de retiro en caso de retirada fue señaló por el General u algún otro oficial al mando de las divisiones? R. Nunca escuché que se designara un lugar así. P. ¿Conoce la fuerza efectiva de los regimientos 36° y 88°, que componían su brigada, en la mañana de la marcha hacia la ciudad? R. Los dos regimientos no podrían haber superado los mil hombres. De los que entraron en el pueblo, el 36° fue de unos seiscientos y el 88° entre trescientos y cuatrocientos soldados. Contrainterrogado por el General Whitelocke. P. ¿No se hicieron todos los esfuerzos necesarios para aumentar y hacer efectiva la caballería durante mi estadía en Montevideo? R. Con respecto a la adquisición de caballos, ciertamente lo fue. Con respecto a la compra de maíz para ellos, también lo creo. P. ¿Su brigada tuvo más distancia para marchar que las otras brigadas, exceptuando el 2, y el cuerpo principal del ejército no marchó una distancia mayor el 1? R. Esa es una pregunta que no puedo responder, porque no sabía dónde estaba la división principal la noche del 30. Interrogado por la corte - 78 - P. ¿Vio o conoció el contenido de la carta del teniente general Whitelocke al general de división Gower, el 2 de julio? R. Nunca vi una carta de este tipo, ni conozco su contenido, excepto como ya he dicho, que el día 3 dijo que tenía autorización del Teniente General para proceder. P. ¿Los hombres de su brigada desembarcaron con mantas y abrigos, y trajeron ambos artículos con ellos a los suburbios de Buenos Aires? R. Desembarcaron con ellos, pero desde el día 1 del mes en la marcha hacia Reducción, antes de que llegáramos a ese lugar, se ordenó a los hombres que tiraran sus mantas y abrigos, más o menos cuando el general Gower me dijo que tenía la intención de cruzar el riachuelo esa noche. P. ¿Los hombres de su brigada retrocedieron o parecieron agotados durante la marcha del 29 y 30 de junio? R. Ciertamente no el 29; el 30 fue una marcha corta. P. ¿Cuál fue la fuerza de los regimientos de caballería que desembarcaron en Ensenada? R. Las ocho tropas en total ascendían a aproximadamente 550 soldados. Es imposible decirlo con exactitud, porque entonces no estaban bajo mi mando. P. Cuando se le ordenó ir al cuartel general el 4 de julio para recibir instrucciones para el ataque, ¿se consideró llamado a dar una opinión sobre el plan propuesto y expresó su aprobación al mismo? R. Ciertamente, nunca me consideré llamado de ninguna manera para dar una opinión sobre el plan de ataque, excepto, como dije antes, en cuanto al tiempo; ni tampoco expresé mi aprobación al respecto. P. ¿Cuánto tiempo estuvieron los caballos a bordo de los barcos, durante qué período fueron aprovisionados y en qué condiciones fueron desembarcados? R. La mayoría de ellos estuvieron a bordo desde el 2 y el 3 de junio hasta el día del desembarco el 28. Fueron aprovisionados durante tres semanas; pero después el capitán general me dio a entender que el suministro había sido aumentado. Con respecto al desembarco no puedo hablar, ya que ya no estaban bajo mi mando. P. ¿Cuánto tiempo estuvieron a bordo antes de que el cuerpo principal se embarcara en Montevideo? R. A esa pregunta no puedo contestarla con certeza, excepto en lo que respecta al cuerpo 17° de dragones. Embarcamos durante el día 8, parte del cual se empleó en embarcar tropas y provisiones, el último de los dragones ligeros no se embarcó hasta el día 9. P. Usted ha dicho que estaba completamente oscuro cuando se unió al cuerpo del general Craufurd el día 2, y que sus hombres estaban exhaustos cuando llegaron. ¿Estaba su brigada, en el momento de su unión en condiciones de apoyar un ataque inmediato a la ciudad, si lo hubiera hecho la brigada del general Craufurd, o hubo tiempo suficiente para ello? - 79 - R. Es imposible decir qué esfuerzos posteriores les habrían permitido hacer los espíritus de tales hombres. En ese momento estaban muy agotados. La ayuda que hubieran podido brindar habría sido ciertamente muy ineficaz, habiendo estado marchando diez o doce horas sin nada para comer. Si el ataque se habría realizado, por supuesto, debería haber sido un ataque nocturno. El teniente coronel Lloyd fue llamado, jurado y examinado. P. ¿Estuvo al mando del 17° de dragones ligeros en la expedición dirigida por el teniente general Whitelocke contra Buenos Aires? R. Nominalmente fui designado para comandar cuatro tropas, compuestas por 40 hombres cada una, montadas, con su proporción de oficiales. En Montevideo comandaba todo el regimiento. P. Indique la fuerza efectiva de ese regimiento en hombres y caballos, y los artículos de los nombramientos de caballería. R. El 1 de mayo teníamos 224 montados, el resto fueron desmontados, sumando en total alrededor de 595 soldados, en diferentes acantonamientos en Montevideo y sus alrededores. P. Indique la proporción por servicio en cuanto a equipos de caballería. R. Estaban equipados en la medida que la naturaleza del servicio lo permitía, aquellos elementos que no estaban en uso se quedaron en tiendas de Montevideo. P. ¿Se habían reservado elementos de caballería en Montevideo para todo el regimiento? R. Si, completo. P. ¿Se eliminó alguna parte de los artículos del equipo en algún momento? R. Hubo algunos que se ordenó eliminar. Aquí el general Whitelocke objetó esta prueba, alegando que los cargos estaban relacionados con el ataque a Buenos Aires, y no con ninguna transacción anterior, que esta cuestión era totalmente irrelevante para el tema que se investigaba. Fiscal— "Este es un punto que la Corte debe decidir, si en su sentencia parece que estas provisiones fueron despojadas indebidamente, será para que consideren y averigüen por orden de quién fueron eliminadas. Me parece que en los preparativos del teniente general Whitelocke en Montevideo para esa expedición, esta transacción podría haber estado bajo su dirección, esta evidencia sirve para demostrar que estas provisiones, que se proporcionaron para la expedición, se eliminaron de manera inadecuada. Ciertamente, esta es una cuestión completamente relevante para el objeto de estos cargos; y no sé cómo puede servir esta objeción, ya que la Corte ya ha decidido que todo lo relativo a los preparativos para esa expedición debería ser asunto de evidencia”. - 80 - La Corte fue absuelta por un breve período de tiempo; y una vez reanudado el asunto, se le informo al general Whitelocke que la objeción fue rechazada. Se repitió la pregunta. R. Hubo algunos artículos de nombramientos de caballería eliminados por orden del general de brigada Lumley. P. ¿Puede indicar la cantidad de artículos eliminados? R. No puedo decir exactamente. Había diez conjuntos completos; botas, etc. para los que no había hombres eficaces, y eran los que entonces no podíamos disponer, deseaba que fueran enviados a Inglaterra para el coronel del regimiento; y seleccioné algunos para ese propósito; pero por la prisa por embarcar no tuve tiempo de deshacerme de ellos, y un oficial quedó a cargo de algunos de ellos, donde yacían en la calle. El general Gower, como se me informó, deseaba que el oficial se fuera de allí, o lo pondría en arresto. Se dejaron una cantidad de mantos, espadas, carabinas, etc., no pudiendo llevarlos con nosotros. Di la orden de que fueran enviados a Inglaterra o desechados en Montevideo. P. ¿No los podrían haber dejado en los depósitos de Montevideo? R. No conozco ninguna razón por la que no los podrían haber dejado allí. Creo que fueron devueltos en consecuencia de la orden antes mencionada, ya que entendí que el general Whitelocke deseaba deshacerse de todo lo que fuera más allá de la fuerza efectiva del regimiento y que no debería quedar más equipaje en el ejército del que era suficiente para la fuerza efectiva. P. Después de salir de Montevideo, el mando de la caballería recayó sobre usted. Indique la fuerza efectiva de su regimiento en hombres y caballos, sus equipos, etc. en el desembarco de Barragán el 28 de junio. R. Se me pidió que enviara un destacamento con el avance del general de división Gower. El regimiento estaba formado por tres capitanes, nueve subalternos, ocho sargentos, ciento veintiséis soldados, ochenta y siete caballos, dos caballos murieron en el pueblo y varios se perdieron al desembarcar. El desmontado constaba de cuatro tropas, cuatrocientos sesenta y un soldados, con un oficial de campo. Cuarenta hombres, montados y desmontados, no fueron desembarcados hasta el día siguiente. De la caballería montada se ordenó desmontar a dos tropas, enviar sus sillas de montar a los barcos y ponerse bajo la dirección del Comisariado, para llevar provisiones, o enfermos o heridos, según lo requiriera la ocasión. El resto, unos treinta montados, se unieron en las alturas de Barragán, y creo que no vi más de ellos. Cuando llegué a Barragán, el general Whitelocke me ordenó que me quedara allí para una tarea particular, supervisar la obtención de provisiones para su columna que debía marchar ese día. Se ordenó que los el 17° de dragones permanecieran con el teniente coronel Mahón y al 9° continuar con el general, por lo que pasé a formar parte de la brigada del coronel Mahón. El resto de los dragones avanzó bajo las órdenes de los generales Whitelocke y Gower, excepto los treinta hombres que deje conmigo. Diez de ellos fueron enviados posteriormente con un despacho a Reducción, donde llegaron el 2 o 3. P. ¿Qué día llegó la brigada del teniente coronel Mahón a Reducción? - 81 - R. Pienso que el primero, pero no estoy seguro. Contrainterrogado por el general Whitelocke P. ¿No fue de los almacenes públicos donde el General Lumley ordenó que se retiraran las tiendas? R. Estaban en acantonamientos pertenecientes a la guarnición que sir Samuel Auchmuty dio a los dragones del 17° con el fin de mantener las pertenencias. P. ¿Se realizó alguna devolución de esas tiendas en el cuartel general o se presentó alguna solicitud de indemnización por su pérdida? R. Sí. Yo mismo di una devolución e hice tal solicitud. Aplazado hasta mañana. Décimo primer (11) Día Miércoles 10 de febrero Al reunirse el Tribunal de conformidad con el aplazamiento. Sir Samuel Auchmuty, fue juramentado y examinado. Lectura de los dos primeros cargos. Fiscal - Declare ante la Corte, en la forma más particular que pueda, las operaciones del ejército al mando del teniente general Whitelocke, en la expedición contra Buenos Aires, desde el período de la llegada del general a Montevideo, hasta el cierre del 4 de julio, previo al ataque a la ciudad, en la medida en que usted sepa. R. El general Whitelocke desembarco inesperadamente en Montevideo, la noche del 10 de mayo. A la mañana siguiente me pidió que consultara con el general Gower, en relación con los asuntos militares de la expedición. Antes de que pudiera comunicarme con el general Gower, él asumió el mando de las tropas y dio órdenes. Desde ese día hasta que el ejército se formó en brigadas, que fue unos días antes de que nos embarcáramos para Buenos Aires, no tuve ningún comando o interferencia particular con las tropas en el cuartel general, excepto dos veces cuando el ejército estaba en armas, se me pidió que tomara el mando de la infantería. Dos días después del desembarco de los generales, se me pidió que acompañara al general Gower para examinar todos los barcos en el puerto y seleccionar los que parecieran aptos para la navegación del río. Con estas excepciones, que yo recuerde, no se me consultó ni se me empleó en ningún cargo, civil o militar, con respecto a los equipos para salir al campo; pero en asuntos relacionados con los puestos avanzados del ejército, generalmente se me consultaba. Con frecuencia estaba al tanto de las conversaciones en el cuartel general, en cuanto a la viabilidad de llevar a cabo la expedición en esa avanzada estación del año, así como el lugar más aconsejable para el desembarco del ejército. Era evidente que un rellano sobre el pueblo tendría la menor dificultad, pero era dudoso que el canal admitiera nuestro acercamiento. Antes de la llegada del general, se había enviado al asistente general del estado mayor con los oficiales - 82 - navales adecuados para examinar las orillas del río, a su regreso también se envió al General del estado mayor, Teniente Coronel Bourke; y entendí por su informe que era casi impracticable desembarcar sobre la ciudad. También estuve presente en el examen de muchas personas que conocían bien el país y conocían la ciudad; y por lo que pude recoger era muy difícil, pero no impracticable, pasar el pantano entre el río y las alturas en cualquier época del año; y el General me aseguró que, sin ninguna dificultad, podría tender un puente sobre el riachuelo. De esto llegué a la conclusión de que tenía la intención de desembarcar debajo de la ciudad, pero no conocí su determinación final. Cuando llegaron las tropas al mando del general Craufurd, le insinué al general que pensaba que una carta suave, pero firme, al gobierno de Buenos Aires podría tener buenas consecuencias y me ofrecí a llevarla yo mismo. El general aprobó la idea y me pidió que hiciera un borrador de una. Posteriormente se opuso a ello, pero pensó que era aconsejable retrasar cualquier citación hasta que compareciera ante la ciudad. No estaba al tanto de los pasos que se tomaron para inducir al enemigo mediante la negociación a entregar la ciudad. El 17 de junio me embarqué para Colonia con las tropas recién llegadas del Cabo. Iba a tomar el mando allí hasta que llegara el resto de las tropas, pero no tenía instrucciones particulares con respecto a ese puesto, como tenía un largo trayecto, el general Gower llegó allí el mismo día 24 de junio; y cuando lo atendí a la mañana siguiente estaba desmantelando las obras, con la intención de desalojar el lugar, lo que se efectuó al día siguiente, y las tropas de allí zarparon para unirse al Almirante, quien fondeó esa tarde frente a la Ensenada. Se dieron órdenes para que la brigada liviana y mi brigada desembarcaran a la mañana siguiente; pero muchos de los barcos de mi brigada aún no se habían incorporado, ni era posible notificarles todas las órdenes que recibí. Como la noche fue lluviosa, el desembarco no se efectuó hasta la mañana siguiente, día 28. Las tropas desembarcaron con provisiones para tres días listas. Mi brigada estaba formada por los regimientos 5°, 38° y 87°, con alrededor de 2000 hombres. Los dos últimos acostumbrados al clima y al servicio, en orden superior, y con todo el equipo necesario para el campo, excepto que, como el resto del ejército, desembarcaron sin transporte ni cocinas de campaña. El 5° acababa de llegar con el general Craufurd, también en alto nivel y equipamiento. Una fuerte brigada de artillería debió ser asignada a mí, pero nunca sucedió, inmediatamente después de mi desembarco, la 38° y la 87° se separaron de mí, y me quedé con la 5° en una batería cerca del lugar de desembarco. No vimos al enemigo ni se opuso al desembarco. A la mañana siguiente, marché con el general y el grueso del ejército, a unas cinco millas (8 kilómetros) de la altura a través de un terreno llano, gran parte del cual estaba bajo el agua; en algunos lugares, de dos o tres pies (0.60 a 0.90 metros) de profundidad, y se cruzaban con pantanos muy profundos, por los que pasamos la mayor parte del día ahí, y las tropas quedaron muy fatigadas. La constancia (quiere decir estancia) principal, o casa de campo, donde nos detuvimos, no estaba abandonada, pero desconozco qué información obtuvo allí el general. Algunos de los cuerpos de caballería del enemigo nos reconocieron en esta posición. El 38° y el 87° habían quedado en esta posición y se unieron a nosotros. Se ordenó a la línea que marchara a las nueve de la mañana del día 30; pero como Reducción estaba a dos largas marchas de nosotros, y los hombres tenían sólo un día de provisiones en sus mochilas, después de la dureza de la marcha, y estando hasta el medio en el agua, observé al general que estaba más preocupado por la necesidad de provisiones que del enemigo; y luego, después de que él expresó alguna decepción con respecto al - 83 - comisario y señaló que debía ser comisario además de general, me tomé la libertad de decirle que si un general no se ocupaba personalmente de los suministros de sus tropas, porque a menudo quieren provisiones. Antes de la marcha de este día, se había descubierto un rebaño de ovejas y se había traído a nuestro campamento, pero era tan tarde antes de que pudieran asegurarse, que pocos de los hombres habían consumido más de un día de consumo de carne, y muchos no tanto. Lo llevaban crudo, con un bizcocho, no llegaban al consumo de un día. Mi brigada llegó al suelo seco en la casa de Roderigo (Rodrigo o Rodríguez) antes del atardecer. Me enviaron entre tres y cuatro millas (4.8-6.4 kms) al frente con los carabineros, el 9° de dragones desmontados y parte del 95°. Llegamos a nuestro terreno al anochecer. La marcha de este día y el siguiente fue en un terreno elevado con un césped fino, cruzado cada dos o tres millas (3-4.8 kms) con pantanos y arroyos, algunos de ellos muy difíciles de pasar, y todos ellos profundos para que las tropas los atravesaran, que nunca estuvieron secos durante la marcha. Muchos jinetes hicieron su aparición este día, y por la noche hubo algunos disparos contra mis piquetes (centinelas). Al día siguiente, el 1 de julio, mi división estaba en armas al amanecer, esperando a la retaguardia, que llegaba sobre las ocho, debían haberse reunido conmigo mucho antes, y marchamos de nuevo. Presioné al general para que me dejara marchar sin esperarlo, pues la marcha era larga, y pensé que ambas divisiones se moverían con más facilidad y llegarían antes a su terreno separadas que unidas. Esto el General no lo permitiría, observando que deseaba acostumbrar a las tropas a marchar con regularidad. La marcha del día anterior se había visto muy obstaculizada por frecuentes paradas. Llegamos a Reducción al anochecer. La mayoría de las tropas recibieron carne en el transcurso de la velada. Vimos a muchos de los jinetes del enemigo en el transcurso del día. Las pocas casas por las que pasamos ese día y el siguiente, así como el pueblo de Reducción, estaban abandonados. Se ordenó una avanzada que llegara al punto Quilmes para traer provisiones, ya que se había restablecido la comunicación con las embarcaciones, y se envió a los carniceros temprano en la mañana para preparar la carne para los hombres. Al regresar del reconocimiento a la mañana siguiente, vi al general y expresé mi esperanza de que al menos ese día descansaría a las tropas; que estaban casi exhaustos, y que el cuerpo de avanzada, del número que había dejado en Reducción, parecía aún más. El general respondió que dependería de una carta del general Gower, y poco después se me ordenó tomar las armas; y dejamos la carne lista para ser cortada y ser distribuida. Le volví a insinuar al general que las tropas estaban sin provisiones, y su respuesta fue, "¿No ve que va a llover?" Como las tropas no marcharon inmediatamente, todavía esperaba que llevaran algo de la carne en sus mochilas; pero según tengo entendido, se lo impidieron las órdenes del general. Se nos ordenó marchar desde nuestra derecha, por el gran camino que conducía al cuerpo de avanzada, pero antes de que nos moviéramos, me informaron que la ruta había cambiado, y marchamos desde nuestra izquierda a las diez en punto. La primera parte de la marcha fue buena, pero luego se transformó en un terreno pantanoso y bajo, que era muy difícil de atravesar, y los hombres tuvieron que vadear un largo camino a través del agua. Entre las dos y las tres en punto. Inmediatamente después de salir del pantano, el general envió a buscarme al frente y me pidió mi opinión sobre cómo proceder. Observó que el guía lo había engañado; que el vado del riachuelo estaba todavía, según él, a muchas millas de distancia; que - 84 - no había posibilidad de alcanzarlo antes del anochecer; que había conseguido ganado para las tropas; y que donde él estaba entonces había suficiente madera de ruedas para cocinar la carne. A partir de esta declaración, y sabiendo que las tropas estaban completamente exhaustas, decidí que sería mejor detenernos donde estábamos. Debo señalar aquí que eran entonces alrededor de las tres y el día cerraba a las cinco. Se distribuyó a las tropas mucha carne y medio día de pan. Las tropas estaban bastante descontentas y, a sugerencia mía, el general emitió una orden alentándolos a cumplir alegremente con su deber. Por la noche oímos los disparos del cuerpo de avanzada, y el general parecía muy inquieto por la difícil situación en la que se encontraba. Me preguntó si pensaba que el general Gower era lo suficientemente fuerte para resistir al enemigo. Le respondí que, a menos que avanzara hacia la ciudad, estaba convencido de que no había peligro, fueran cuales fueran los números que se le opusieran. Pareció más satisfecho con este comentario y dijo que tenía una opinión tan alta del general Gower que pensó que no intentaría ir a la ciudad sin él. Marchamos de nuevo una hora antes del amanecer, en la mañana del día 3, el campo por el que pasamos era bajo y a veces pantanoso; estaba lloviendo, y había estado lloviendo parte de la noche, y si hubiera llovido más, el camino se habría vuelto intransitable. Hacia el mediodía llegamos a ver un paso en el riachuelo, pero no lo pasamos. Pronto llegamos a un segundo paso, con el cual cruzamos; era estrecho, pero profundo; y en algunos lugares cerca de cinco pies (1.5 mts). Poco después, entre las dos y las tres, nos comunicamos con el general Gower, y mi brigada recibió la orden de tomar posición, con mi derecha uniéndose a la izquierda del general Lumley y extendiéndose hacia el convento de la Recoleta. Al acercarme, descubrí que la brigada del general Lumley se había retirado y las tropas ligeras del enemigo habían avanzado hacia ella. Formé mi brigada en la retaguardia de la posición y la reconocí, y cuando las tropas de mi derecha se prepararon para recuperar su posición, avancé y la ocupé. Algunos de los disparos del enemigo llegaron a la línea tanto antes como mientras avanzábamos. Estaba oscuro cuando se formó la brigada y la lluvia caía a torrentes. Los hombres fueron alojados en casas y recibieron una ración de galletas y licor. Hubo muchos disparos durante la noche en los puestos de avanzada, que traté de evitar, ya que, por los informes que me llegaron, tenía razones para creer que eran pocos los enemigos que se acercaban, si es que había alguno. A la mañana siguiente, temprano, descubrí que el enemigo había rodeado mi flanco izquierdo y estaba en un número considerable en mi retaguardia. Moví el 38° de a pie a mi izquierda y hacia atrás, y después de algunos disparos, el enemigo se retiró. Eran cerca de las diez y un soldado del cuerpo de dragones me informó que el general me esperaba en el cuartel general; a mi llegada allí, el general me informó que los principales oficiales del ejército me habían estado esperando cerca de dos horas; y tras la investigación pareció que me habían enviado el ayudante de campo del general Gower al amanecer, pero fue hecho prisionero en su camino. Encontré al general y a los oficiales en posesión de un plan de ataque, que debía llevarse a cabo a las doce en punto. Me lo explicó el teniente coronel Bourke, que tenía ante sí un plano de la ciudad. Observé que los regimientos de mi brigada desconocían en absoluto el ataque previsto y comprendí que no habría tiempo para comunicárselo y hacer los arreglos necesarios para llevarlo a cabo. También observé, habiendo conversado previamente con algunos de los oficiales principales, que el mediodía era un momento inapropiado para - 85 - marchar por las calles de una ciudad populosa, y concebiría que penetraríamos más, sin pérdidas graves, si aplazábamos el ataque hasta el amanecer de la mañana siguiente. El general mencionó esta propuesta al general Gower. Habiendo despejado la habitación de todos los oficiales, excepto el general y el teniente coronel Pack, el general Gower accedió a la conveniencia de que se aplazara. Un oficial estaba copiando la orden general para el ataque, pero el general Gower observó que había que hacer una alteración en ellos, y él me enviaría una copia correcta en una hora, la recibí en el transcurso de la tarde. Dejé el cuartel general con el comisario general adjunto, quien me señalaría las cabeceras de las calles que ocuparía mi brigada; pero recibimos la información de que el enemigo estaba saliendo de la ciudad con fuerza, y regresé a mi brigada, poco después se me ordenó que me retirara a la retaguardia, con la esperanza de incitar al enemigo a avanzar. Permanecimos en armas la mayor parte del día, y cuando la brigada volvió a ocupar su terreno, el Subdirector General del Cuartel General me señaló las distintas calles por donde debían penetrar las columnas. Luego les expliqué a los oficiales de campo las rutas de sus columnas y les di instrucciones para ubicarlas correctamente a tiempo a la mañana siguiente; y les pedí que enviaran a buscar las herramientas que se habían pedido. En ese momento ya estaba oscuro, y con frecuencia durante la noche se me informó que se había intentado obtener las herramientas sin éxito. Sin embargo, obtuve algunas de las casas que teníamos ocupadas. P. ¿Qué información, que usted sepa, recibió el general Whitelocke sobre la fuerza del enemigo, la naturaleza de sus atrincheramientos y sus medios y disposición para resistir, a su llegada a Montevideo? R. En mi comunicación con el general Whitelocke a su llegada, le hice saber que los habitantes eran tan implacables contra nosotros, que pude obtener poca información de Buenos Aires, y que no se podía depender de eso porque el general Beresford disponía de mejores medios de información de los que podíamos obtener, y que me informaron mal de que el número de tropas regulares que poseía el enemigo era reducido, y que su general no tenía ni mucho menos un mínimo de capacidad para tener una gran cuerpo de hombres en armas y un poderoso tren de artillería. No conocía sus intenciones o planes para la defensa de la ciudad, ni conocía ninguna información en particular que el general obtuvo posteriormente. P. Habiendo dicho que a la llegada del general Craufurd le propuso al general Whitelocke enviar una carta suave pero firme al comandante español, ¿ha guardado una copia de esa carta? R. No lo hice, destruí el borrador, pero supongo que el secretario del general tiene una copia. P. Usted ha dicho que fue de Montevideo a Colonia, ¿sabe si de allí trajeron todas las provisiones y los caballos, o qué quedo en esa plaza? R. No conozco por completo todo lo que se hizo en Colonia, excepto que la artillería fue destruida y arrojada al río y el lugar evacuado. P. ¿Por qué se eligió Colonia primero como lugar de encuentro y luego se abandonó? R. No lo sé. - 86 - P. ¿No habría dado la posesión de Colonia una influencia dominante en la margen izquierda del Plata, de gran importancia para las operaciones en las que cabría esperar que participara el ejército después de la rendición de Buenos Aires? R. Colonia era el único puesto fortificado en la margen izquierda del río arriba de Montevideo y, en consecuencia, siempre ha de ser importante. P. Usted declaró que se iba a incorporar a su cuerpo una fuerte brigada de artillería. ¿Puede decir por qué esto no sucedió? R. No sé si el general tuviera alguna razón especial para dejar esta brigada en la retaguardia; que no sea por la rapidez de la marcha, en obediencia a las órdenes, era difícil que pudiera unirse. P. ¿Qué artillería tenía con su brigada? R. No tenía ninguna con mi brigada. P. ¿Puede decirnos cómo sucedió que su brigada y el cuerpo principal del ejército necesitaran pan y bebidas alcohólicas tan pronto como el 29? R. La dificultad de llevar espirituosas a través del pantano lo explica suficientemente. Ya he dicho que las tropas marcharon el día 28, con provisiones para tres días, y que gran parte de la galleta debe haber sido destruida al vadear el agua los días 28 y 29. P. ¿Qué pasó con las provisiones desembarcadas en Ensenada para el ejército? R. No puedo decirlo; pero en la mañana del día 30 he dicho que había galletas. P. ¿Debe entender el Tribunal que desde la noche del 28 al 30 no se emitieron disposiciones del Comisariado? R. Ninguno, salvo que algunos de los regimientos tenían carne local, expedida por el Comisariado. P. ¿Puede indicar qué cantidad de licor se entregó al cuerpo principal del ejército durante la marcha de Ensenada a Reducción? R. Mi brigada recibió licor el 29 y el 30, pero en ningún otro momento. P. Si hubiera habido más dragones montados para recorrer el país, ¿no habría proporcionado el país un amplio suministro de provisiones para el ejército? R. Ciertamente, con la ayuda de los nativos, que son los únicos que pueden conducir el ganado. P. ¿Había alguno y cuántos lasso-men (gauchos o nativos) que acompañaban a la formación? R. Tuvimos algunos, pero no sé si acompañaron al cuerpo principal o al de avanzada. P. ¿Sabe si el General Whitelocke había dado alguna orden, o había tomado alguna medida, sobre este tema? R. El día 28 se emitió una orden que prohibía a las tropas, por cualquier motivo, tomar provisiones sin pagarlas, ya que se habían hecho arreglos con el comisario general para el suministro de tropas. - 87 - P. Ha dicho que se obtuvieron algunas provisiones de la flota en Point Quilmes. ¿Habría tenido alguna dificultad en conseguir de la flota el suministro que el ejército necesitaba de la misma manera y por los mismos medios de comunicación? R. Ciertamente podría haber sido obtenido, pero no sin dificultad, porque debía ser llevado a través de un pantano de unas dos millas (3 kms). P. ¿Sabe si se obtuvieron provisiones de la flota en el Point Quilmes para uso del ejército? R. Llegué a la conclusión de que sí, ya que se enviaron partidas allí para recibir provisiones. P. ¿Sabe si el General Whitelocke recibió algo, y qué información en Reducción, sobre la posición y la fuerza del enemigo en el riachuelo? R. No lo sé. P. Ha dicho que, al regresar de reconocer, el general le dijo que su marcha dependería de una carta del general Gower, ¿puede indicar más detalles de la conversación que tuvo con el general Whitelocke antes de su marcha en la mañana del Segundo? R. No recuerdo más de lo que ya he dicho; pero estoy seguro de que la conversación terminó con el comentario del general de que iba a llover. P. ¿Qué hora era? R. Alrededor de las nueve en punto. P. ¿Sabía antes de esta conversación que el General Whitelocke había enviado alguna carta u orden al General Gower? R. No lo sé. La Corte recordará que hubo dos conversaciones, la primera sobre la carta del general Gower; luego la orden de tomar las armas, cuando mencioné que las tropas estaban sin provisiones. P. ¿El general Whitelocke, en otra conversación que dijo que tuvo con él en esa mañana, le informó del significado de la carta que le dijo que había enviado al general Gower? R. El general nunca me dijo que envió una carta; a la conclusión que llegue fue que esperaba una. Esta pregunta y respuesta fueron retiradas. P. ¿Hizo algo el general Whitelocke, y qué, cuando mencionó el estado de agotamiento del cuerpo principal del ejército y del cuerpo de avanzada? que juzgó por el número encontrado en Reducción. R. No recuerdo ningún comentario en particular que pudiera haber hecho. P. Usted dijo que deseaba atacar con las armas; ¿Sabe si el general en el intervalo había recibido alguna carta del general Gower? R. No lo hago. - 88 - P. Entiendo por su testimonio que cuando el tambor sonó a las armas, usted le manifestó al General el estado de agotamiento del ejército y la falta de provisiones. Cuando respondió que iba a llover, ¿dijo o no algo de la información que había recibido del general Gower? R. No lo hizo. P. ¿Qué tipo de clima hacía? R. La noche del día 1 tuvimos algunas gotas de lluvia; el 2 estuvo muy nublado, con apariencia de lluvia intensa. Llovió un poco por la tarde y de nuevo alrededor de las dos de la mañana del día 3. P. Usted ha dicho que el primer orden de marcha fue por la derecha y luego se cambió a la izquierda, ¿puede explicar la razón de este cambio? R. Pregunté al General Adjunto y me informó que el guía había prometido conducir al General por un camino mejor que el paso Chico, en un vado más arriba de ese paso. P. ¿En el momento en que el ejército se detuvo el día 2, estaba usted informado de las operaciones en las que la vanguardia del ejército iba a participar ese día? R. Entendí que pretendían forzar el cruce del río donde pudieran, por el paso Chico o por encima de él. P. ¿De quién recibió esa información? R. No puedo decirlo, pero en general se entendió. P. ¿Escuchó al General Adjunto informar al General Whitelocke, en el momento en que se estaba considerando la cuestión de detenerse, que sabía que el General Gower consideraba la orden que recibió como perentoria y estaba decidido a obedecerla? R. No conozco la orden a la que se alude. P. ¿Escuchó al general del estado mayor, en el momento mencionado en la última pregunta, decir algo de lo que sabía que era la situación del general Gower? R. Por lo que yo recuerdo, no. P. Usted ha manifestado que en su opinión era aconsejable detenerse por el estado de agotamiento de las tropas y por la facilidad de procurarse provisiones en ese lugar. Si se hubiera realizado algún servicio importante, ¿habría sido la situación de las tropas tal que hubiera hecho inevitable una parada? R. No tengo ninguna duda de que el espíritu de las tropas les ayudaría a superar más dificultades; pero, a menos que sea para propósitos muy esenciales, no creo que hubieran avanzado mucho más. P. ¿Cuál fue la causa del descontento entre las tropas a las que aludió antes? R. Se originó en que no obtenían leña con la facilidad que deseaban, para cocinar sus provisiones. P. Usted ha dicho que fue convocado para asistir al cuartel general el día 4; ¿Fue esa citación el primer indicio que tuvo del plan de ataque? - 89 - R. El primer indicio que tuve del plan de ataque fue después de que llegué al cuartel general como consecuencia de esa citación. P. ¿Puede decirnos si el general Whitelocke tomó alguna medida, y qué medidas, tomó el 3 y al cierre del 4, para asegurar el éxito del ataque a la ciudad, mediante el envío de artillería o por cualquier otro medio? R. He dado como prueba todo lo que sé sobre el tema. P. ¿La posición de la Recoleta, habiendo asegurado el flanco izquierdo de su brigada, no facilitaría las operaciones del ejército, y también en la apertura de una comunicación con la flota? R. No sé hasta dónde habría sido aconsejable haber destacado un cuerpo a la Recoleta. Ciertamente, una comunicación no podría haberse mantenido abierta a menos que parte de la línea marchara más hacia la izquierda. P. ¿No se habría creído aconsejable un puesto en Recoleta para producir las ventajas expresadas en la última pregunta? R. Ciertamente lo sería, si hubiera sido apoyado. P. ¿La estación en la que se encontraba el Comandante en Jefe durante el ataque del día 5 fue notificada por órdenes, o de otra manera, a los Generales y oficiales de campo del ejército? R. No me fue notificado. P. ¿Se notificaron los puntos de retirada, si la retirada fuera necesaria, en órdenes o de otro modo, a los generales y otros oficiales de campo del ejército? R. Nunca me lo notificaron. P. ¿Tiene alguna otra información que proporcionar al Tribunal sobre el tema de los cargos que ha oído leer hasta el período del cierre del 4 de julio? R. No puedo recordar ninguna otra información. Interrogado por la defensa del teniente general Whitelocke. P. ¿No le entregó al General Whitelocke, a su llegada a Montevideo, copias de la carta que le había escrito al Secretario de Estado, dando cuenta del país y la fuerza necesaria para conquistarlo y conservarlo? R. Lo hice. P. ¿Fue entonces su opinión sobre la disposición de los habitantes y la fuerza necesaria para conquistar y conservar ese país, alterada por cualquier observación posterior? y si lo fue, ¿en qué sentido? R. Mi opinión permaneció inalterada. P. ¿No se hicieron todos los preparativos y todos los arreglos al enterarse de que el general Craufurd estaba en el río, a fin de que no se perdiera tiempo tan pronto como se unió y se embarcaron provisiones y caballos en la medida de lo posible? - 90 - R. Se hicieron los preparativos y se embarcaron los caballos. Ya he mencionado hasta qué punto se me consultó sobre estos preparativos. P. ¿Cuánto tiempo estuvo detenido el general Craufurd por vientos contrarios en el río, antes de llegar a Montevideo? R. Escuché que el Almirante Murray fue visto en el río el 30 de mayo, llegó a anclar en Montevideo el 14 de junio. P. Considerando el estado de las tropas en marcha, mojadas todo el día, en pantanos que debían atravesar, ¿le pareció necesaria la conveniencia de la leña? R. Para cocinar absolutamente necesario, para secar los hombres incluso más. P. ¿Podrían los hombres haber encontrado otros lugares de parada, donde se pudiera conseguir combustible, excepto en las granjas, y no estaban su marcha y parada, en alguna medida, reguladas por la situación de estas casas? R. Sólo se podía encontrar combustible en las granjas, y la marcha y las paradas estaban regulados por estas consideraciones. P. ¿Podríamos haber obtenido esta comodidad si el ejército hubiera marchado en columnas paralelas? R. Vi pocas o ninguna casa en nuestro flanco izquierdo, siendo la única línea en la que nuestra columna podría haber marchado. A nuestra derecha había un pantano. P. ¿Podríamos, considerando todas las circunstancias, la naturaleza del terreno y el estado de las tropas, haber marchado con mayor rapidez o haber llegado antes, sin angustiar a los hombres? R. No creo que hubiéramos podido marchar a Reducción antes sin angustiar a los hombres, aunque, tal vez, podrían haber llegado antes a su terreno en la marcha de cada día, sin agotarlos, si no nos hubiéramos detenido con tanta frecuencia en la marcha de cada día. P. ¿No había expresado repetidamente mi aprensión por la lluvia y mi ansiedad por llegar a las cercanías del pueblo y poner a los hombres a cubierto? R. El general expresó con frecuencia su temor de que empezara a llover, y no tengo ninguna duda de que también expresó su ansiedad por tener a los hombres a cubierto en las cercanías de la ciudad, aunque no lo recuerdo particularmente. P. Si su fuerza les hubiera permitido avanzar y llegar a las cercanías de la ciudad, ¿no podría el comisariado haber obtenido un suministro abundante para el ejército del ganado tomado en el país? R. No hay duda de que podría haber ganado en abundancia, con las debidas precauciones. P. Tan pronto como tomáramos Buenos Aires, ¿no podríamos haber ocupado Colonia inmediatamente? R. Ciertamente. - 91 - P. ¿Hubiera sido aconsejable haber disminuido la fuerza del ejército dejando un gran cuerpo de hombres, para mantener Colonia, mientras el ejército avanzaba contra Buenos Aires, o hubiera sido seguro dejar allí un pequeño destacamento? R. Colonia, por su situación y defensas, no requirió dejar ningún cuerpo grande en ese momento. Reexaminado por el fiscal. P. En respuesta a una pregunta del general Whitelocke, dijo que el ejército no podría llegar a Reducción antes. ¿Fueron los regimientos que componían la brigada, que usted ha dicho que estaban acostumbrados al clima y al servicio, para marchar mejor, más viejos que el 36° y el 88°, que habían estado confinados durante nueve meses a bordo de transportes y formaban el cuerpo de avanzada? R. El 38° y el 87° marcharon mejor que el 5°. Deseo que la Corte entienda que el 38°, el 40° y el 87° no habrían marchado antes a la Reducción; Quiero decir que el 38° y el 87° habrían marchado mejor que el 36° y el 88°. P. Si el cuerpo de avanzada, compuesto por el 36° y el 88°, pudo el 2 marchar desde su posición y avanzar a Reducción, cruzar el riachuelo y tomar posición en el Miserere; ¿No habría marchado la totalidad o una mayor proporción de su brigada tan lejos de Reducción, si se hubiera seguido la línea de marcha del cuerpo de avanzada y pasaran todos por el mismo vado? R. Parte de la brigada, no tengo ninguna duda, podría haber avanzado más; el conjunto ciertamente podría haber marchado más lejos. Examinado por la corte. General Sir John Moore - La pregunta que la Corte desea conocer de un funcionario de tal servicio y experiencia como Sir Samuel Auchmuty, y cuyo conocimiento de los recursos del país le permite formarse una opinión, y que hemos tratado de obtener de otros testigos, pero no hemos todavía satisfactoriamente conocer; resultando por su testimonio, que en la marcha del ejército hacia Buenos Aires, las tropas estaban todos los días muy fatigadas, mantenidas en armas durante la mayor parte del día, sin un suministro regular de provisiones, y sin embargo estuvieron cuatro días en la marcha de treinta millas (48 kms), acompañada de todos los inconvenientes de una marcha rápida y forzada sin el objetivo principal de avanzar rápidamente. En su opinión, no se habría hecho un arreglo previo que hubiera permitido al ejército que desembarcó el 28 de junio, haber avanzado por la mañana a la luz del día desde las alturas de Barragán y llegar poco después, sin mayores inconvenientes, al puesto de Reducción el 1 de julio? R. No tengo ninguna duda de que podrían haberse hecho arreglos que hubieran permitido a las tropas alcanzar las alturas por encima de Barragán el 30 de junio y la Reducción el 1 de julio; pero dudo mucho que la artillería necesaria pudiera ser rápida como las tropas. Los cañones subieron el día 2, pero tardaron tanto en atravesar el pantano entre la Ensenada y las alturas, dudo que hubieran estado listos para marchar el día 30. P. En ese caso, ¿no se pudo haber reconocido el río en el curso de ese día y haberse dispuesto a pasarlo el día 2 y avanzar hacia los suburbios de Buenos Aires? - 92 - R. No tengo ninguna duda de que se podrían haber hecho arreglos para las tropas, pero no para la artillería. El cuerpo de avanzada marchó el día 29; podría haber habido tiempo suficiente para reconocer el río el 1, y el ejército podría haber estado dispuesto a marchar desde allí a la Reducción el 2, pero no con la parte principal de la artillería. P. ¿Qué proporción de artillería llevaba consigo el cuerpo principal en la marcha hacia las alturas sobre Buenos Aires? R. Al principio no vi ninguno, luego hubo una o dos piezas con la vanguardia. P. ¿La mayor parte de la artillería perteneciente al ejército quedó atrás con el coronel Mahón en Reducción, o acompañó al ejército el día 2? R. No acompañó al ejército el día 2. P. ¿Los inconvenientes que ha manifestado en la marcha se debieron a la necesidad o a la naturaleza de los arreglos? R. Muchos inconvenientes surgieron de la naturaleza de los campos por los que pasamos; Otros inconvenientes surgieron de la falta de provisiones regulares y de las frecuentes paradas, que llevaron a los hombres a llegar tan tarde, y cuya necesidad no vi. Aplazado hasta mañana. Décimo segundo (12) día Jueves 11 de febrero El Tribunal se reunió en virtud del aplazamiento. El general de brigada Sir Samuel Auchmuty fue nuevamente llamado. P. ¿Hay alguna temporada de lluvias en particular en esa parte de América del Sur donde ha servido, o llueve durante algún período particular del año en ese clima, o llueve a intervalos cortos? R. Llueve a intervalos durante todo el año. En la temporada de invierno, entiendo que los intervalos son más cortos y la lluvia más larga. P. ¿Cuál era el estado de la ruta de Montevideo a Colonia? ¿Hubo, y qué, obstáculos para impedir que un cuerpo de caballería o infantería, o ambos, marchara de Montevideo a Colonia, y cuál habría sido la distancia de tal marcha? R. Hay muchos ríos difíciles entre los dos lugares en esa época del año. Pienso que debería haber unas 130 millas (210 kilómetros) entre ambos puntos. Un destacamento podría haber tenido tiempo de marchar, pero si hubieran caído fuertes lluvias, probablemente hubieran quedado encerrados entre los ríos. Tuve un ejemplo de esto en el general Lumley, porque si se hubiera quedado uno o dos días más, podría haber estado atrapado durante quince días. P. ¿Qué proporción de caballería estaba montada y en qué regimientos consistía la parte montada cuando el general Whitelocke tomó el mando? R. En Montevideo y sus puestos dependientes parte del regimiento de dragones 17° (unos 400 hombres) montados, en Colonia alrededor de 100 de los dragones ligeros - 93 - del 9° montados. Debo observar al tribunal, que en ese momento no había suficiente grano y, por supuesto, los caballos estaban obligados a salir a pastar. En total pudo haber cerca de 1000 caballos, pero muy pocos en estado óptimo para servicio. P. Si se hubiera hecho un movimiento en vigor desde Montevideo a Colonia en el mes de mayo o principios de junio, ¿no habría proporcionado los medios para abastecer al ejército con los mejores caballos? R. Había pocos buenos caballos en esa parte del país. Cuando el general Liniers cruzó el río para relevar Montevideo, su marcha se retrasó por falta de caballos, de lo contrario habría estado en Montevideo antes de que yo pudiera asaltarlo. P. Habiendo mencionado la frecuencia de las paradas en el transcurso de la marcha, ¿puede explicarlas? R. No puedo. Mi puesto estaba generalmente en la retaguardia. Rara vez se producían porque la retaguardia estaba a alguna distancia del cuerpo principal. Debe entenderse que las paradas eran necesarias para cruzar los tiples (riachuelos y riachos). P. Cuando el cuerpo principal se detuvo el 2 de julio, ¿habría sido posible en su situación haber brindado apoyo al cuerpo de avanzada en caso de necesidad? R. Cuando di mi opinión de que era aconsejable detenerse, estaba completamente persuadido en mi propia mente de que no podíamos apoyar al cuerpo de avanzada. P. Cuando se escuchó el disparo del día 2, ¿tomó el general Whitelocke alguna medida para averiguar de dónde procedía o para determinar la situación del cuerpo de avanzada al mando del general Gower? R. No sé si lo hizo. P. ¿Conoce la razón por la que se ordenó al coronel Mahón que se detuviera en Reducción? R. Recuerdo que el general dijo que sería aconsejable detener al coronel Mahón hasta que averiguáramos dónde estábamos nosotros mismos. P. ¿No podrían haberse unido la artillería y las tropas del coronel Mahón, que llegaron a Reducción el 2, al cuerpo principal en la noche del 4? R. Seguramente podría haber marchado desde Reducción a los suburbios de Buenos Aires en dos días; pero si las alturas sobre el puente hubieran sido evacuadas, podría haberse hecho en un día. P. ¿Se hizo algún intento de reconocer el puente después de la llegada del general Whitelocke al Miserere? R. No lo sé. P. ¿Le preguntaron o dio alguna opinión sobre el plan de ataque a la ciudad? R. No, ni nada parecido excepto en cuanto a la hora de comenzar el ataque. P. ¿La situación del enemigo y del cuerpo principal del ejército el 4 de julio hizo que el ataque a la ciudad al día siguiente por un coup de main (Francés para golpe con la - 94 - mano - es un ataque rápido que se basa en la velocidad y la sorpresa para lograr sus objetivos de un solo golpe) fuera absolutamente necesario? R. Al no ser consultado sobre el equipo del ejército, no sé cuáles eran los recursos del comandante en jefe, pero ciertamente si se hubiera hecho un movimiento hacia la izquierda, se podría haber abierto una comunicación con la marina sobre la ciudad. P. ¿Estaba el enemigo en tal fuerza fuera del pueblo que hizo necesario atacar el lugar con un coup de main? R. No que yo sepa. P. ¿Sabe si el comandante en jefe reconoció alguna vez la ciudad después de su llegada al Miserere antes del ataque? R. No lo sé. P. ¿Conoce alguna razón por la que el cuerpo principal del ejército no debió haber procedido por la misma ruta que el 2 había tomado el general Gower, al menos hasta la ruta que va a Buenos Aires y que el general de división abandonó para cruzar por el paso Chico sobre el riachuelo? R. La razón, por lo que escuché, fue que el guía se había comprometido a dirigir al ejército por una ruta más corta. P. Habiendo dicho que en su opinión el cuerpo del general Gower no tenía nada que temer de ningún ataque del enemigo, en marcha a la ciudad de Buenos Aires; ¿Cree usted que el Mayor General, luego de cruzar el riachuelo por el Paso Chico, hubiera encontrado alguna dificultad para desalojar al enemigo de haber esperado su llegada, y no se hubiera abierto un pasaje para el ejército con la derrota del enemigo? R. No conozco suficientemente del territorio entre el paso Chico y el puente, ni la extensión de los suburbios de Buenos Aires para responder precisamente a esa pregunta; pero si el territorio hubiera estado abierto, y el general de división hubiera podido avanzar hasta el puente, el cuerpo principal podría haber pasado, pero había un gran riesgo de provocar una acción general entre el cuerpo de avanzada y el enemigo. P. Si moviéndose hacia la izquierda se hubiera podido abrir una comunicación con la flota por encima de la ciudad y, en consecuencia, se hubiera podido obtener un suministro de provisiones, ¿habría existido en su opinión alguna necesidad de atacar la ciudad con un coup de main? R. Ciertamente, no podría haber habido una necesidad inmediata, si se hubiera podido obtener un suministro de municiones y provisiones. P. Si el general Whitelocke hubiera continuado por la carretera principal hacia el puente, ¿no habría podido apoyar a su cuerpo de avanzada en caso de que el general Gower hubiera iniciado una acción general? R. No conozco lo suficiente el territorio para responder a la pregunta. El capitán Fraser es jurado y examinado. P. ¿Tenía el mando de la artillería empleada en la expedición contra Buenos Aires? - 95 - R. Tuve el honor de comandar la artillería en esa expedición. P. Indique el número y calibre de la artillería embarcada en Montevideo para el uso de esa expedición. R. Para ese servicio se embarcaron 28 piezas de cañón, tres eran armas largas de 24 libras fabricadas en Inglaterra, tres cañones de bronce de 12 libras, ocho de 6 libras, cinco cañones españoles de 4 libras, dos santa helena de 3 libras; dos morteros españoles de bronce de 12 pulgadas, cinco obuses de bronce ingleses de 5 1/2 pulgadas, haciendo un total de 28 piezas. P. ¿Qué cantidad de caballos se embarcaron en Montevideo para la artillería y provisiones, incluidas armas pequeñas y municiones? R. Había 170 caballos y 36 mulas. P. ¿La totalidad o en qué proporción de la artillería desembarco en Ensenada? R. Se desembarcaron dieciséis piezas de campo en Ensenada. Cabe aclarar que, de las 28 piezas que se embarcaron para el servicio en Montevideo para Buenos Aires, se pretendía desembarcar dieciocho piezas de campaña, para formar tres brigadas de artillería en campo, teniendo el número restante concebido como artillería de reserva. De accidentes en el desembarco; caballos y otros obstáculos locales, juzgué que era por el bien del servicio que dos obuses de cinco pulgadas y media junto con los carros de municiones para los mismos, no debían ser desembarcados. También había 8 carros para municiones para piezas de campo y 8 carros para armas pequeñas; también desembarcaron municiones para el ejército en la Ensenada, se embarcaron 200 rondas por cada pieza de artillería de campo; 2.671.000 cartuchos de balas de mosquete, 20.000 cartuchos de balas de carabina, los materiales para fabricar 400.000 cartuchos de balas de mosquete, 40.000 rondas de munición de balas de rifle que era un exclusivo de 350 rondas por hombre entonces en posesión de la 95° bajo el mando del Mayor M'Cleod, y también se embarcaron 900.000 balas de mosquete con el destacamento de Colonia. P. ¿Tiene devoluciones precisas de la cantidad desembarcada? R. El 28 de junio se entregaron a su excelencia el general Whitelocke, y al ayudante general, devoluciones puntuales de la cantidad desembarcada en la Ensenada. P. ¿Qué proporción del número total de caballos y mulas embarcados para la expedición en Montevideo fueron desembarcados en Ensenada? R. Dadas las circunstancias del desembarco, me es imposible indicar en particular cuál fue el número de caballos y mulas desembarcados; diría que menos de 200. Puede ser apropiado afirmar en una explicación adicional, que las armas y los carruajes que están en la rutina común del servicio son tirados por cuatro caballos, y con hombres también en ellos, estos estaban destinados a haber sido tirado por seis caballos sin hombres en ellos y este arreglo se hizo previendo los obstáculos que pudieran presentarse. P. Indique los obstáculos que se presentaron en cuanto a la marcha por el pantano hacia las alturas, de esa parte de la expedición que tuvo el mando. - 96 - R. El desembarco del ejército y de las primeras piezas de artillería tuvo lugar poco después del amanecer el 28 de junio de 1807. Había dos tripulantes asistidos por marineros, de los cuales 200 fueron provistos de la flota para el servicio general de la artillería, se esperaban 400 marineros, pero por acuerdo con el almirante Murray uno o dos días antes del desembarco, sólo 200 fueron provistos. Estas dos piezas de campo fueron llevadas a través del pantano y avanzaron a las alturas sobre el pantano en el transcurso del día 29. 4 cañones de seis libras, que formaban el resto de la primera brigada de artillería, fueron transportados por el pantano en el transcurso del día siguiente, el resto de las diez piezas no se transportaron hasta el 30. Yo mismo hice cruzar la tarde del 29 de junio los 2 cañones de seis libras con los que me encontraba, fuimos asistidos por casi 300 soldados del 38° regimiento, sin cuyos esfuerzos no hubiéramos podido pasar las piezas de campo. P. ¿Se perdieron algunas piezas de artillería en la marcha? R. Cinco cañones españoles de cuatro libras fueron destruidos por mi orden. P. Indique las razones por las que dio esa orden. R. Después de haber atravesado el pantano el día 29, que tenía una milla y tres cuartos (3 kms) de ancho, y tan profundo en muchos lugares que los hombres con gran dificultad podían pararse, y en el que la ayuda de los caballos era casi inútil, considerando también que muchos caballos se perdieron, y muchos hombres se habrían perdido al levantarlos y reflexionando además que era esencialmente un requisito que los hombres y los caballos que debían levantarlos no estuvieran agotados por la fatiga, juzgué que era decididamente en beneficio del servicio sacrificar algunas de las piezas menos eficientes y aplicar la fuerza de hombres y caballos al resto. P. ¿Sabe si el resto cruzó el pantano o se perdió alguna pieza más? R. Todo el resto de la artillería se llevó a través del pantano y no se perdió ninguna otra pieza de artillería. P. Dijo que algunos caballos se perdieron al cruzar el pantano. ¿Puede decirnos el resto que quedó para el uso de la artillería? R. No sé qué número se perdió, estuve siempre con la primera brigada. P. ¿Qué oficial de artillería acompañó al resto de la artillería a través del pantano? R. El capitán Hawker, el siguiente de mayor rango. Las instrucciones que le di fueron muy precisas y no admitieron ningún ejercicio en su propio juicio. P. ¿Con qué división del ejército avanzó? R. Con el cuerpo de avanzada del ejército. P. ¿Qué proporción de artillería acompañó al cuerpo de avanzada? R. El 30 de junio, seis piezas de campo que luego fueron reforzadas por un oficial con cincuenta y cinco hombres de artillería y treinta caballos adicionales. De estas seis piezas, dos, por orden de su excelencia el general Whitelocke, permanecieron el 1 de julio con el cuerpo principal. - 97 - P. ¿El número de caballos fue suficiente para transportar las seis piezas de artillería y sus carruajes, o cómo se transportaron? R. Había un número tan extraordinario e inusual, tanto en hombres como en caballos, con los carruajes auxiliares y los carruajes para las municiones de armas pequeñas que eran suficientes, y más que suficientes para superar todos los obstáculos. P. ¿Puede decirnos el número total de caballos empleados? R. Más de cien caballos. P. ¿Qué número de carros para munición pequeña asistieron a los cañones de seis libras y qué número de munición para armas pequeñas? R. Había tres; dos para cartuchos de balas de mosquete y uno para el 95° regimiento (para los rifles Baker). Había alrededor de diez u once mil cartuchos en cada uno, y cada una de las dos piezas de campo tenía su carro para municiones. P. ¿Puede decirnos el número de carruajes que dejó para acompañar a las piezas de artillería restantes cuando marchó desde las alturas de Barragán? R. El número total de carros de munición de armas desembarcados fue de treinta y dos; de estos siete fueron destruidos y doce se unieron a la brigada de avanzada. P. Indique las órdenes que de vez en cuando recibió para la regulación de su conducta y para la distribución de su cuerpo, del General Whitelocke, durante la marcha de Ensenada a Buenos Aires y hasta el cierre del 4 de julio. R. Vi a Su Excelencia inmediatamente después del desembarco en Ensenada. Sus órdenes habían sido previamente emitidas para el avance inmediato de las dos piezas de campo con el cuerpo de avanzada. Vi a Su Excelencia después de que oscureciera bastante la tarde del día 28, en el pueblo de Barragán. Tuve una conversación muy seria con él acerca de la artillería que se transportaba a través del pantano, y le aseguré que yo sería responsable de que al día siguiente las piezas de campaña atravesaran el pantano, a menos que fuera totalmente impracticable. No tuve más conversación, ni volví a ver al general Whitelocke hasta que casi anocheció la noche siguiente, cuando había cruzado el pantano con las seis piezas de campo. El general Whitelocke estaba en la primera granja (estancia) sobre el pantano. Me ordenó que me dirigiera a la granja avanzada, probablemente a una milla y media (2.5 kms) más adelante, y allí me uní a las tropas en ese momento bajo el mando del teniente coronel Mahón. A la mañana siguiente vi al general Whitelocke en la granja avanzada, y me ordenó que avanzara con las cuatro piezas de campo hacia el puesto donde se encontraba el cuerpo de avanzada; ordenando además, que debería tomar para la protección de la artillería una compañía del 95°. Avancé en obediencia a esta orden y me detuve esa noche en la granja donde permanecía el cuerpo de avanzada. Antes de que se completara la disposición habitual de las armas, era de noche. Vi al general Whitelocke la mañana del 1 de julio y recibí su permiso para acompañar al cuerpo de avanzada al mando del general Gower hasta el paso del riachuelo. Después de la separación del cuerpo principal del cuerpo de avanzada, no tuve conversación ni vi al general Whitelocke hasta la tarde del día 3, en los Corrales de Miserere. En ese momento no tenía órdenes precisas de Su Excelencia; pero me ordenaron en la mañana del día 4 que avanzara con dos piezas de campo hacia la ciudad de Buenos Aires; avanzar con cautela y palpar mi camino, sin avanzar demasiado; y para informar - 98 - yo mismo de cómo estaban las cosas en los puestos de avanzada. No recibí otras órdenes del general Whitelocke durante el transcurso de ese día; todos los arreglos que habían tenido lugar en los puestos de avanzada habían sido regularmente informados por mí en el cumplimiento de dichas órdenes. P. ¿Cuáles fueron los arreglos hechos con respecto a la artillería bajo su mando inmediato, antes y como preparación al ataque del 5? R. Aquellas piezas de artillería que habían sido arrebatadas al enemigo el 2 de julio, fueron colocadas temprano en la mañana del día 3, de modo que dominaran el espacio abierto frente a los Corrales de miserere, y dominaran especialmente los caminos que conducen desde el fuerte a la gran plaza de Buenos Aires. Con respecto a las piezas de campo, dos con el cuerpo principal, y otras cuatro, en los puestos de avanzada. Además, en los Corrales había una fuerza disponible de sesenta artilleros. En el orden general del ataque se prescribió el número particular de piezas de campo y la situación de cada una; entonces se convirtió en mi único deber asegurar que estas órdenes se llevaran a cabo. P. Indique la distribución de las piezas de campo en la mañana del 2 de julio, cuando el ejército tomó diferentes rutas. R. Cuatro piezas de campo estaban con el cuerpo de avanzada; dos con el cuerpo principal, como se dijo antes. El resto, como supe desde entonces, estaba en la retaguardia. P. ¿Se embarcaron pontones con el ejército en Montevideo, y cuántos? R. Seis pontones, con un establecimiento completo en todos los aspectos, fueron embarcados por orden del general Whitelocke. Fueron construidos y embarcados bajo mi superintendencia, pero antes de navegar fueron transportados al departamento de ingenieros. P. ¿Sabe si alguna vez se desembarcaron los pontones hasta el regreso del ejército a Montevideo? R. Vi uno o dos desembarcados en la Ensenada, pero volvieron a embarcarlos. P. ¿Sabe por qué los volvieron a embarcar? R. Presumo que fue porque, por la situación local del lugar no habrían sido útiles en Ensenada. P. ¿Quiere decir por qué no debieron acompañar la marcha del ejército desde Ensenada a Buenos Aires? R. Quiero decir, que es mi opinión, como oficial militar, que la localidad les impidió estar de servicio en ese lugar. Así lo pensé en ese momento y, por lo tanto, lo presumí. P. ¿No fue el objeto de construir pontones para ayudar al ejército a cruzar ríos? R. Ciertamente ese era el objetivo principal. P. ¿Podrían entonces haber respondido a ese objeto si hubieran desembarcado para acompañar al ejército en su marcha? - 99 - R. Evidentemente no podrían haber respondido a esa intención sin haber sido desembarcados; pero tenía la idea de que serían desembarcados en algún otro punto donde serían de un servicio esencial. Puede ser explicativo decir aquí que no se embarcaron caballos para este servicio específico. P. ¿Se retrasaron considerablemente o necesariamente las operaciones del ejército en sus movimientos en algún momento por esperar la llegada de la artillería? R. Después de que la artillería atravesó el pantano, la brigada líder estaba muy lejos de necesitar ayuda del ejército, eran totalmente adecuados para superar cualquier obstáculo con sus propios recursos, y también me lo informó el Capitán Hawker quien comandaba la retaguardia, esa columna nunca fue impedida en su avance o marcha por la artillería, incluso los hombres enfermos y heridos fueron traídos por él. Debo observar, además, que en el paso del riachuelo hubo algún retraso en el transporte de armas y municiones que fue en cierto grado inevitable. Las dos piezas de campo siguieron luego la columna, en cuya cabecera, hasta ese momento, habían estado invariablemente. Los dos restantes también siguieron la columna luego de proteger dos compañías de infantería, comandadas por el teniente coronel Darroch del 36°. Estas dos compañías, con las dos piezas de campo, en la oscuridad de la noche, se extraviaron en los suburbios de Buenos Aires, y luego no estuvieron con el cuerpo de avanzada. P. ¿Había alguno, y qué parte de la artillería se enfrentó al enemigo antes de su llegada al Corral? Y ¿alguna de las operaciones del ejército anteriores a ese período dependía del apoyo que se derivaría de la artillería? R. El 1 de julio, se hicieron algunos disparos con munición de campo a un cuerpo de jinetes regulares cerca del pueblo de Reducción; y el día 2 se dispararon ráfagas de tres piezas de campo contra un cuerpo irregular de jinetes en la llanura cercana al riachuelo. Tanto por la naturaleza del país como por el enemigo con el que teníamos que lidiar, las operaciones del ejército desde la Ensenada hasta el Corral no dependerían en modo alguno del apoyo que se derive de la artillería. Interrogado por el teniente general Whitelocke. P. ¿No se mostró toda la disposición para ayudar a llevar adelante la artillería cuando la situación lo permitiera? R. Se prestó toda la atención y se brindó toda la ayuda, en el sentido más amplio de la palabra. P. ¿Fueron las dificultades que se encontraron al atravesar el pantano con artillería como las que ocurren comúnmente, o de una descripción particular e inusual? R. Eran extremadamente inusuales. Difícilmente es posible concebir un pantano más difícil de superar que este, con carruajes de ruedas. P. ¿Alguna inteligencia que hayamos recibido de su conocimiento nos llevó a suponer que deberíamos haber tenido tales dificultades? R. Ciertamente entendí por los despachos del general Beresford y por la información general, que había un pantano que corría paralelo a las orillas del Plata, pero no tenía idea de su existencia en la medida en que lo encontramos después. Las instrucciones - 100 - del general Whitelocke habían hecho preparativos muy considerables para permitir que la artillería cruzara este pantano, que consistía en puentes de madera portátiles, que sin embargo fueron de poca utilidad. Examinado por el Tribunal. P. Usted ha manifestado que el 4 de julio se le ordenó ir a la ciudad de Buenos Aires con dos cañones, tantear e informar personalmente la situación ¿se designó alguna fuerza para su apoyo, o hubo algún puesto ordenado al que recurrir en caso de un ataque enérgico del enemigo? R. Entendí en general que, por supuesto, los puestos avanzados deberían haberme apoyado como de costumbre. Fui apoyado por el 95°. Avanzamos en el curso habitual de una manera lenta y cautelosa, tanteando nuestro camino y probando la fuerza del enemigo, no hubo ninguna acción en particular; tuvimos algunos disparos dispersos, y yo regresé individualmente e informé al general Whitelocke. P. ¿Cuál era el calibre de los cañones españoles tomados por el general Craufurd el 2 de julio? y ¿hubo alguna y, si hubo, qué cantidad de munición se tomó en ese momento? R. Las armas tomadas fueron 1 de doce libras, 2 de ocho, 6 de cuatro y 1 obús de seis pulgadas y media, dos carros de municiones para piezas de campo y un carro de municiones para armas pequeñas. P. ¿Tuvo en algún momento alguna conversación con el general Whitelocke sobre el tema de mantener la comunicación con el segundo al mando, el general Gower? R. En la mañana del 1 de julio regresé del cuerpo de avanzada al mando del general Gower para informar al general Whitelocke, de quien había estado ausente veinticuatro horas. Al informar dónde había estado, el general Whitelocke no parecía muy complacido de que me ausentase durante tanto tiempo de él. También expresó su disgusto por la ausencia del Capitán Squires de los ingenieros. Observé a Su Excelencia que había avanzado con los cañones por su expresa orden en la mañana del día anterior; que estaba casi oscuro cuando llegamos a la posición que asumimos esa noche; pero si hubiéramos podido encontrar nuestro camino, habríamos regresado a su Excelencia esa noche. Añadí que no debería volver a dejar su persona sin su permiso expreso. Comprendí que estaba insatisfecho por haber estado con el general Gower. En la noche del 4 de julio, el general Whitelocke expresó de nuevo su disgusto por haberme separado de él y por parecerme demasiado apegado a la persona del general Gower y añadió una orden estricta de que no me apartara de él durante el día siguiente. Sentí que era mi deber comunicarle al general Gower que había recibido tal insinuación del general Whitelocke. El teniente coronel Mahon jurado y examinado. P. ¿Comandó el regimiento de dragones ligeros 9° en la expedición contra Buenos Aires? R. En ese momento yo era teniente coronel en el estado mayor y comandaba el 9° dragón ligero en Montevideo. P. ¿Recuerda que se emitió una orden general para reducir el equipaje del ejército? - 101 - R. Sí. P. Como consecuencia de esa orden, ¿qué parte del equipo de caballos perteneciente a su regimiento se eliminó? R. En el momento en que yo era teniente coronel de brigada y comandante de ese regimiento, se emitió una orden a tal efecto, y algunos de los equipos que no eran aptos para el servicio fueron desechados, la cantidad exacta no puedo decir. P. Al desembarcar en Ensenada, ¿qué parte del ejército tenía bajo su mando? R. Cuatro tropas de los carabineros, el 9° de dragones ligeros y los regimientos 40° y 45°, excepto sus compañías ligeras. P. ¿Comandó con esa brigada toda la marcha de Ensenada a Buenos Aires? R. No. P. ¿A qué hora se hizo la alteración en la brigada que comandaba? R. Habiendo pasado el pantano el día 28 y tomado el terreno en el que la brigada ligera había estado estacionada la noche anterior, el cuartel general del Comandante en Jefe estaba a la izquierda, con la brigada de Sir Samuel Auchmuty. En la mañana del día 29, la brigada de Sir Samuel Auchmuty avanzó, acompañada por el Comandante en Jefe, quien mencionó su intención de llevar adelante algunas tropas de mi brigada y dejarme al mando de unos pocos dragones montados y desmontados y unas cuatro compañías del 40°, esperando al Mayor Campbell, que estaba al mando de la retaguardia para la protección de los cañones y morteros. Aplazado hasta mañana. Décimo tercer (13) día Viernes 12 de febrero El Tribunal se reunió en virtud del aplazamiento El teniente coronel Mahon fue examinado nuevamente. P. Cuando se movió desde las alturas, ¿qué fuerza te tenía bajo su mando? R. Además de lo que he mencionado, el Mayor Campbell, con cuatro compañías del 40°, y los Capitanes Rowly y Johnson, con unos 200 marineros, componían el conjunto, junto con la artillería, cuatro cañones de seis libras y dos obuses, bajo el Capitán Hawker. P. ¿Se hizo alguna alteración en la fuerza que comandaba, desde que dejó las alturas hasta su llegada a Reducción? R. No. P. ¿Cuándo alcanzó la Reducción? R. La tarde del 2 de julio. P. En el intervalo entre la marcha del general Whitelocke con el cuerpo principal y el momento de llegar a Reducción, ¿recibió alguna orden y cuáles fueron? - 102 - R. Recibí una orden de un oficial del 17° de dragones, con un grupo montado a una milla (1.6 kms) de distancia y antes de mi llegada a Reducción, y esta fue la orden. Aquí el testigo presentó la orden de la siguiente manera. 2 de julio, tres y cuarto de la tarde, P.M. A pesar de las órdenes que se le han comunicado, su excelencia el general Whitelocke me ha ordenado que desea que permanezca en Reducción hasta nuevas órdenes, que obtenga provisiones de la flota y que haga una reserva tan considerable de pan y licor como pueda. (Firmado) Henry Torrens, Secretario militar. Recibí otra orden de una fecha anterior al mismo tiempo, es la siguiente. 2 de julio, diez y media, A. M. El general Whitelocke acaba de irse en dirección S. W. para cruzar el riachuelo, y usted lo seguirá mañana y llevara todas las cosas de este lugar. El almirante Murray le traerá pan y licores para tres días, del bergantín Lucy (HMS Saint Lucia). P. ¿Cómo se llamaba el oficial que trajo esta orden? R. No lo sé. Tenía unos veinte hombres con él. P. ¿Cuáles fueron las siguientes ordenes que recibió del general Whitelocke? R. Las Próximas órdenes que recibí fue a las diez y veinte de la mañana del día 5, como sigue. Cuartel general, 4 de julio, ocho horas, P.M. Su excelencia el general Whitelocke me ha indicado que le pida que marche con el destacamento bajo su mando y tome puesto en el puente sobre el riachuelo, donde esperará nuevas órdenes. (Firmado) Henry Torrens. Esta orden me la trajeron dos hombres, nativos del país. P. ¿Recibió en algún momento alguna orden del General Whitelocke con fecha anterior al 5 de julio, además de los ya mencionados? R. Ninguna. P. ¿Se abrió la comunicación con la marina en la Reducción y se obtuvieron suministros y provisiones de esta? R. Si. Recibí un suministro de provisiones, pero no recibí una cantidad suficiente para formar un depósito. Había suficiente para las raciones de los hombres bajo mi mando; no hubo más de un día de consumo, por el mal tiempo, y el oleaje, que impidió enviar más. - 103 - P. ¿Hubo otras dificultades para evitar el desembarco de provisiones en el punto Quilmes y transportarlas a Reducción, y hacer un depósito, salvo las inclemencias del tiempo? R. Había un pantano considerable, por el que debió haber sido difícil transportar las provisiones; y supe por el capitán Cobb de la Nereida, que las galletas no eran suficientes. P. ¿Quiere decir que el pantano era tan profundo, que impedía el transporte de más provisiones a través de él, si el tiempo no hubiera sido tan malo? R. No, no lo creo. Me dijeron que el transporte de provisiones era extremadamente fácil. P. ¿Bajo la inspección de qué funcionario de la Comisaría se emitieron las disposiciones en el punto Quilmes y Reducción? R. De un joven caballero perteneciente al Comisariado, cuyo nombre no recuerdo. P. ¿Las tropas bajo su mando experimentaron mucho cansancio y dificultad en la marcha desde las alturas a Reducción, o después en la marcha de allí a Buenos Aires? R. Nuestras marchas no fueron muy largas, pero sí tediosas, como consecuencia de la artillería, los marineros que las trajeron y las tropas que se vieron expuestas al clima, que era extremadamente malo, y del que surgieron muchos inconvenientes, pero, en general, estuvimos bien, pero el frecuente cruce de ríos con artillería aumentaba mucho nuestras dificultades y fatigas. P. ¿Quiere decir entonces que la artillería, excluyendo otras dificultades, fue un obstáculo considerable para la rapidez de su marcha desde Reducción? R. Ciertamente. P. ¿Se vio obligado a detenerse a menudo para permitir que la artillería se acercara? R. Con frecuencia. P. ¿Se detuvo como consecuencia de su propio juicio o como consecuencia de solicitudes de los oficiales de artillería? R. Como consecuencia de mi propio juicio, viendo la necesidad de traer la artillería con nosotros. P. Indique la fuerza efectiva bajo su mando en Reducción, incluidos los que encontró allí. R. Los desmontados y algunos montados, del regimiento 17° de dragones ligeros formando juntos unos 500 hombres. El 40° regimiento, excepto la compañía ligera, unos 700 hombres; una tropa del regimiento 9° de dragones ligeros, unos 70, desmontados; un destacamento del 45°, bajo el mando del mayor Gwyn, alrededor de 100; una compañía del 36°, con unos 70 miembros; un destacamento del 88°, unos 100; la artillería al mando de los capitanes Hawker y Dixon, unos 30 hombres; cuatro piezas de artillería de seis libras y dos obuses; con unos 200 marineros al mando de los capitanes Rowly y Johnson, de la marina real. P. ¿Qué fuerza de caballería montada acompañó su marcha desde las alturas? - 104 - R. Originalmente unos treinta, bajo el mando del Capitán Bacon, pero disminuyeron a diario, al trasladar caballos al Comisariado. P. ¿Para qué se los apropió el Comisariado? R. No lo sé. Fueron llevados por el Comisariado, para llevar mochilas, no marcharon con nuestra columna. P. ¿Dónde marcharon, en la parte delantera o trasera? R. Delante de mi columna, supongo que con el Comandante en Jefe. Algunos marcharon con nuestra columna en la retaguardia. P. Entonces, ¿cuántos marcharon antes de que usted dejara las alturas? R. Alrededor de los dieciocho. Creo que llegamos a Reducción con dieciocho montados. Partí de allí con ellos. P. ¿Cuándo le llegó el refuerzo de 20 soldados de caballería montada? R. En reducción. Hicieron en total unos treinta y ocho. P. ¿Puede decirnos por qué se dejó a la caballería montada en la retaguardia del ejército? R. Creo que con el propósito de usarlos como exploradores, mirando hacia afuera y particularmente útil para conseguir ganado y provisiones. P. ¿Había algún lasso-men (gaucho) en su división? R. No, ninguno. P. ¿Puede decirnos qué provisiones fueron provistas para su división por la caballería? R. No puedo decir la cantidad exacta, obtuvimos grandes cantidades de ganado vacuno y ovino durante nuestra estadía en Reducción. P. Durante su parada en Reducción, que parece haber durado desde la tarde del día 2 hasta la mañana del día 3, ¿hubo algún reconocimiento a través del puente sobre el riachuelo, por orden suya, en algún momento? R. En la mañana del 4 de julio, ordené al general asistente del estado mayor y al capitán Hawker de artillería, llevando con ellos veinte dragones y una compañía del 36°, que reconocieran el puente y el país adyacente, y que procuraran inteligencia del ejército, sin arriesgar ningún enfrentamiento con el enemigo que pudieran encontrar, no se acercaron al puente, estando demasiado distantes, y regresaron hacia la una, sin poder abrir una comunicación, ni obtener ninguna información relativa a el puente, o el paso del río. P. ¿Tiene alguna razón para creer que no podría haber marchado con su división del ejército al Miserere, el 3 o el 4, si hubiera recibido órdenes de hacerlo? R. Por experiencia desde entonces, creo que podría, pero en ese momento no lo creía practicable. P. ¿Qué razón tenía entonces para pensar que no era factible? - 105 - R. Por una nota que recibí alrededor de las diez y media, se informó que el puente estaba roto o destruido. P. Suponiendo que se encontrará un puente, ¿hubo algún otro impedimento en su camino, que le hubiera impedido marchar de Reducción al miserere en un día, si hubiera recibido órdenes de hacerlo? R. Creo que no hubo obstáculo, excepto el retraso ocasionado por la artillería. P. ¿Cuántas millas desde Reducción hasta el puente y desde ese hasta el Miserere? R. Aproximadamente siete millas (11 kms) hasta el puente y desde allí hasta los corrales de miserere unas seis millas (9.6 kms). P. ¿Cuál era la naturaleza del camino de Reducción al puente y de allí al Miserere? R. Entre la Reducción y el puente había varios pantanos y riachos, extremadamente pesados para la artillería y gran parte del camino del puente al Miserere también era muy pesado. P. Suponiendo que el objeto hubiera sido ayudar a las tropas en Buenos Aires, ¿cuántas horas se necesitarían para realizar una marcha forzada desde Reducción a Buenos Aires, sin la artillería? R. Creo que podríamos haberlo logrado en cuatro horas. P. Con el mismo objeto en vista, en su experiencia y conocimiento del país, y en el esfuerzo de los marineros y artilleros, ¿cuánto tiempo cree que habría tardado en llegar la totalidad o la mayor parte de la artillería de Reducción por una marcha forzada? R. No creo que pudiéramos haberlo hecho en menos de doce horas. Cuando marchamos, los marineros y la artillería hicieron todo lo posible para traer los cañones. P. Indique las horas que su destacamento marchó cada día desde las alturas hasta Reducción, y la hora a la que llegó cada noche, con la distancia de la marcha de cada día. R. marchamos desde las alturas como a las seis de la mañana; Nos detuvimos a las doce en punto durante dos horas para refrescarnos. Llegamos como a las tres y media a las alturas, donde tomamos terreno, haciendo ocho millas (12.8 kms) la extensión de la marcha del día. El día 2 marchamos para calcular que llegaríamos a un río, a unas tres millas (4.8 kms) de distancia, que debíamos pasar, y no llegamos a Reducción hasta las cinco de la tarde. Nos detuvimos el 3 y 4 en Reducción, y el 5 marchamos de nueve a once millas (14.5-17.7 kms). P. ¿Considera, por lo que vio del país entre Barragán y el riachuelo, que se hubieran obtenido provisiones, si se hubieran adoptado los medios habituales de patrulla de tropas ligeras, enviadas en avanzada? R. Creo que deberíamos haber encontrado ganado en cantidades suficientes, pero no creo que el país ofreciera ninguna otra especie de provisión. P. ¿No se podía adquirir maíz? - 106 - R. Creo que no. Ahí se cultiva en pequeñas cantidades. P. ¿De qué tipo de maíz se alimentaban los habitantes? R. Principalmente trigo, las clases inferiores utilizaban una gran cantidad de maíz. P. ¿Quiere decir que se había quitado todo el maíz? R. No apareció ninguna proporción del país cultivada con maíz. En su mayoría pasamos por tierra de pastura. Contrainterrogado por el General Whitelocke P. ¿Fueron subiendo las dificultades derivadas de los pantanos en la marcha como eran habituales, o no superaron ninguna cuenta que teníamos de esto? R. Creo que las dificultades eran muy inusuales y mucho mayores de lo que teníamos en descripción. P. ¿No era el terreno en cada orilla del río pantanoso y difícil de cruzar con artillería, y no estaban obligados los hombres a vadear el agua en la marcha de cada día? R. Sí, a ambas partes de la pregunta. P. ¿Qué profundidad tenían estos arroyos? R. Hubo algunos muy profundos. Los he visto por encima de la cintura de los hombres. P. ¿El tiempo del 1 y del 2 surtió de dificultades a las que se oponía la naturaleza de la caballería, y no podría haber marchado en cualquier otro país con su división en menos tiempo y con menos fatiga para las tropas? R. Las dificultades surgieron de que el país era tan pantanoso y de la dificultad de hacer pasar la artillería. Creo que muy pocos países podrían haber presentado tantos obstáculos. P. Dado que la dificultad de establecer un cuerpo de caballería tiene gran parte de la localidad, indique lo más cerca que pueda la cantidad de caballos entregados al regimiento 9° de dragones, cuánto tiempo estuvieron en condiciones para el servicio y sus bajas. R. El montado solo constaba de un escuadrón. Algunos caballos fueron transferidos a los dragones ligeros del 17° para que actuaran como montados. P. ¿No tuvo oportunidad, como oficial de caballería, de saber que las bajas en la caballería eran extraordinarias y, en consecuencia, disminuyó la fuerza de los dragones montados en un grado excesivo? ¿Y no facilité yo en Montevideo por todos los medios a mi alcance el montaje de la caballería? R. Ciertamente, lo considero así. Examinado por la corte P. ¿Los locales que le trajeron la orden la mañana del día 5 le informaron por qué ruta venían? - 107 - R. Me informaron que habían encontrado grandes dificultades para evitar a las tropas españolas y que con frecuencia se veían obligados a nadar los ríos con sus caballos. No señalaron la ruta por la que vinieron. P. ¿Los cañones de su división fueron tirados por caballos desde el momento en que abandonó las alturas sobre Barragán en su marcha hacia Reducción? R. Fueron tirados por caballos y mulas, que ciertamente no pudieron por sí mismos llevarlos a través de los pantanos. P. ¿Sabe en qué lugar se guardaban sus tiendas en Montevideo? R. Era una habitación, en la playa cerca del mar, entonces ocupado por nuestro intendente. Era muy grande. El teniente coronel Henry Torrens fue llamado juramentado y examinado. P. ¿Estuvo en el estado mayor del teniente general Whitelocke en la expedición contra Buenos Aires? R. Lo estaba. P. ¿Qué situación tenía en esa campaña? R. Secretario militar. P. Indique el contenido de la información recibida por el general Whitelocke antes de su salida de Montevideo, de los medios y disposición del enemigo para resistir y los planes del comandante español. R. La información que recibió el General Whitelocke fue muy deficiente, ya que nunca tuvimos comunicación directa con Buenos Aires. Oímos, en general, que los militares y los habitantes de Buenos Aires se habían resuelto a defenderla hasta el final, que habían levantado baterías en las calles principales, y que la ordenanza montada sobre ellos podía ser de unos 40 o 50 cañones pesados, Se examinó a todas las personas de las que se pudo obtener información sobre la mejor situación para el desembarco del ejército en la zona sur del río. El general del cuartel general y el capitán Thompson de la armada fueron enviados a realizar un reconocimiento y, a su regreso, se decidió que la Ensenada era la zona más práctica para el desembarco. P. ¿Se obtuvo alguna información sobre la fuerza efectiva del ejército bajo el mando del general español? R. Oímos, en general, que su ejército estaba formado por ocho mil hombres; pero esta información era vaga, ya que algunos decían ocho, otros diez y otros doce mil hombres. P. ¿Estuvo constantemente con el general Whitelocke, desde su desembarco en Ensenada hasta la evacuación de Buenos Aires? R. Generalmente sí, pero no constantemente, a veces con la vanguardia. P. ¿Durante su marcha desde Ensenada hasta su llegada al pueblo el día 3, se le encomendó la redacción o entrega de alguna orden? R. Con frecuencia. - 108 - P. Exprese, hasta donde lo admita su memoria, las órdenes que recibió R. En la noche del 20 de junio, en respuesta a un informe del general Gower, de que había alcanzado las alturas del valle de Ensenada, se me ordenó que le escribiera, para desear que estuviera preparado para avanzar, además que el Comandante en jefe se uniría a él al día siguiente con la columna principal del ejército. En la noche del 30 de junio, en respuesta a un despacho del general Gower, se me indicó que se deseaba que se detuviera en el terreno donde se informó, hasta que el comandante de las fuerzas se uniera a él al día siguiente. P. ¿Tiene una copia de esta carta? R. Todas estas órdenes fueron escritas en mi rodilla, y por supuesto no tenía los medios para hacer copias. Aproximadamente a las dos de la mañana del 2 de julio, se me indicó que el general de división Gower avanzara esa misma mañana con la columna bajo su mando, para probar el camino sobre el riachuelo en cualquier lugar que pudiera encontrar por encima del puente, tomar una posición en los suburbios occidentales de Buenos Aires, comunicarse con la armada, y aprovechar cualquier oportunidad favorable para enviar una citación al general español, refiriéndose a alguna conversación o comunicación anterior que había tenido en el tema de los términos que se otorgarán, y declarando en general, que era su intención (del General) apoyarlo. P. ¿Recuerda si había alguna expresión en la carta relacionada con el avance del general Gower hacia la ciudad? R. Que yo recuerde, no había tal expresión en la carta. P. ¿Su memoria le permite afirmar si tales expresiones estaban en la carta? R. Puedo afirmar positivamente que no había tales expresiones en él; la orden era tomar una posición en los suburbios del oeste, y nada más. P. ¿Puede decir cuáles fueron las expresiones que comunicaron la intención de apoyarlo? R. Que yo recuerde, fueron, que "Me propongo apoyarlo con la columna bajo mi mando de inmediato". P. ¿La carta pretendía que el general Gower debía marchar ese día, o había alguna expresión en la carta que dejaba las operaciones del cuerpo de avanzada al juicio o discreción del mayor general, o era la orden perentoria, como los que entrega un comandante en jefe a los oficiales bajo su mando? R. La orden fue perentoria. P. ¿Se había recibido información de la fuerza y posición del enemigo en algún momento posterior al desembarco en Ensenada, y antes de la hora a la que usted habla, la noche del primero? R. Ninguno en absoluto. P. ¿Se sabía en ese momento cuántos pasos había sobre el riachuelo además del puente? - 109 - R. No se supo exactamente. Se suponía que el paso Chico, por toda la información que habíamos recibido, era impracticable, al menos había una gran duda en cuanto a su practicabilidad. El guía nos dijo que subiendo más arriba encontraríamos el nacimiento del río; el paso de Zamora nunca se mencionó hasta que llegamos a Reducción, y él parecía tener sólo una vaga idea de él. P. ¿Los guías adscritos a las diferentes divisiones del ejército se habían enfrentado alguna vez, o los relatos que dieron del país, comparados entre sí por el general Whitelocke o por su orden? R. Antes de que saliéramos de Montevideo ninguno se enfrentó, porque a uno de los guías no le gustó tomar parte activa en la causa, al menos eso debería crear celos en los españoles e indios; por lo tanto, todas las comunicaciones que teníamos con él eran privadas, y nunca estuvo presente cuando los otros dos, que eran americanos, fueron examinados; pero sé que estos dos estaban juntos, porque subieron río arriba con el capitán de estado mayor. P. ¿A qué división del ejército estaban adscritas estas dos personas? R. Uno con el general Gower y el otro con el teniente coronel Mahon. P. ¿Sabe si los guías que estaban adscritos al cuerpo principal, bajo el mando inmediato del general Whitelocke, y los guías que estaban vinculados al general Gower, se enfrentaron alguna vez, o se compararon sus relatos, para determinar si las dos divisiones del ejército marcharon por el mismo camino? R. Nunca que yo sepa. P. El teniente general, como usted ha dicho, sin información de la fuerza o la posición del enemigo fuera de la ciudad, ¿hubo algún y qué, intentos, mediante reconocimiento o de otra manera, para determinarlo antes de la carta que usted acaba de describir? R. No recuerdo que se hayan tomado medidas para el reconocimiento, excepto en la noche del primero, se ordenaron caballos para ese propósito a la mañana siguiente, pero el reconocimiento no se llevó a cabo. P. ¿Sabe qué información recibió el Teniente General el día 1 respecto a la apariencia del cielo, o del mal tiempo, de parte de los habitantes del país? R. Comprendí que los nativos que estaban adscritos al departamento del comisario general expresaron su temor por un cambio de clima, pero yo nunca estuve presente en este examen. P. ¿Cuáles fueron las últimas órdenes, en la tarde del 1 de julio, respecto a las operaciones del ejército o el día siguiente? R. No se emitieron órdenes tan tarde en cuanto a las operaciones del día siguiente. P. ¿Le había dicho el general Whitelocke, en el primero, si tenía la intención de detener al ejército en el segundo o no? R. El general Whitelocke nunca me dijo que esa era su intención, pero yo lo consideré así. - 110 - P. Indique sus razones para formarse esa opinión. R. Mis razones para formarme esa opinión fueron que el almirante había enviado a un oficial de la flota para saber si queríamos bebidas alcohólicas o provisiones, y se ordenó al oficial que desembarcara una parte de cada uno a las diez de la mañana siguiente, que, con la intención del general de salir a reconocer, pensé que eso ocuparía la mayor parte de ese día, y no nos daría tiempo a más operaciones. P. ¿A qué hora se dio la orden de marchar al día siguiente? R. A las nueve o a las nueve y media, no puedo decirlo exactamente. P. ¿Fue esa orden el primer aviso que recibió de la intención del General de marchar ese día? R. Fue el primer indicio que recibí de su cambio de intención. P. ¿Hubo alguna expresión en la orden que se le indicó que enviara al mayor general Gower, que determinara si era la intención del general Whitelocke marchar sobre el segundo? R. No había nada en esa carta que me llevara a sacar una conclusión sobre el período del avance del general Whitelocke. P. ¿Pasó algo, en la conversación con el general Whitelocke, en ese momento, que le permitió llegar a alguna conclusión con respecto a la intención del teniente general en cuanto a las operaciones del ejército en el segundo? R. No surgió nada en la conversación que me permitiera sacar alguna conclusión sobre los movimientos del teniente general ese día. P. ¿Cuánto tiempo después de esta conversación vio al teniente general antes de que se diera la orden de marchar? R. Lo vi inmediatamente después y antes de que se diera la orden de marcha, pero estaba acalorado cuando se dio. Había ido a ver a sir Samuel Auchmuty, y cuando regresé, las tropas se estaban armando. P. Un ex testigo nos ha dicho que el general Whitelocke procedió la mañana antes de que se diera la orden de marcha. ¿A qué hora de la mañana se encontró con el general Whitelocke? R. Alrededor de las siete y media u ocho en punto. Fui un poco al frente de la fila y me encontré con el coronel Bourke, que regresaba del general Gower, habiendo entregado la carta que había escrito esa mañana. P. ¿Le dijo el general Whitelocke si tenía la intención de pasar al cuerpo de avanzada o de hacer el reconocimiento que se había decidido la noche anterior? R. El general Whitelocke no me dio a entender su intención. Cuando volví de buscar a sir Samuel Auchmuty, descubrí que se había ordenado a la columna que siguiera, pero no sabía la dirección precisa que debía tomar hasta después. P. ¿Vio al teniente coronel Bourke entregar la respuesta del general Gower al general Whitelocke? - 111 - R. Creo que primero me lo entregó a mí y yo se lo entregué al teniente general. P. ¿Qué hizo el general Whitelocke después de recibir esa carta? ¿Procedió o regresó, y qué órdenes dio? R. Había hablado aparte con el coronel Bourke y le oí decir que enviaría al regimiento 87° para apoyar al general Gower. No le oí decir nada más. Entonces fui a que Sir Samuel Auchmuty ordenara a ese cuerpo a ponerse en armas, ya que formaba parte de su brigada, y me encontré unos metros en mi camino cuando el general me llamó para ordenar que Sir Samuel Auchmuty se hiciera cargo de toda la brigada y la pusiera en armas. No pude encontrar a Sir Samuel Auchmuty y, a mi regreso, descubrí que se habían dado las órdenes que ya se habían expresado. P. ¿Qué otras órdenes se le indicó que escribiera o enviara al coronel Mahon en el transcurso del segundo, tercero y cuarto de julio? R. Cuando abandonamos el terreno de Reducción, hubo una orden al coronel Mahon, simplemente para desear que procediera y se apresurara con la artillería y los pertrechos, y se me indicó que indicara la dirección en la que nuestra columna llevó al Mayor Gwyn, quien se quedó a cargo de los enfermos y fatigados. En esta orden al coronel Mahon se le ordenó conseguir alimentos de la marina, para seguir al teniente general lo antes posible en dirección Sud oeste al detenerse la columna ese día, el capitán Whittingham se acercó a mí con un mensaje del general, para desear que escribiera al coronel Mahon, ordenándole que se detuviera hasta recibir nuevas órdenes. En la tarde del día tres escribí al coronel Mahón, para pedirle que avanzara con su destacamento a la mañana siguiente hacia el puente sobre el riachuelo, y que tomara una posición fuera del alcance del fuego enemigo, para permanecer allí hasta las cuatro de la tarde, cuando, si no se le comunicaban órdenes, debía regresar de nuevo a Reducción. P. ¿Cómo deseaba enviar esa carta? R. Conseguí un hombre, un nativo, que se comprometió a entregar la carta, pero nunca fue recibida por el Coronel Mahon. P. ¿Recibió instrucciones del general Whitelocke en cuanto al modo en que la carta de la que acaba de hablar debía ser enviada al coronel Mahon? R. El general Whitelocke me indicó que buscara una persona para que transmitiera la carta, y contraté a un nativo que tenía algún conocimiento del lugar y de los habitantes, que me trajo un hombre que se comprometió a realizar este servicio. En la tarde del día 4 escribí otra orden al coronel Mahon, suponiendo que hubiera recibido la anterior, ordenaba que se dirigiera hacia el puente temprano en la mañana del día 5 y se mantuviera fuera de tiro hasta que se le ordenara algo más. Esta carta fue escrita alrededor de las cinco de la tarde, pero estuvo detenida hasta las ocho. P. ¿Qué instrucciones recibió en cuanto a la transmisión de la orden del cuarto? R. Me ordenaron que buscara a un hombre para que se lo llevara. Conseguí que un hombre del departamento del comisario general, prometiéndole una gran recompensa. - 112 - P. No habiendo recibido nunca las órdenes de la tarde del día 3, ¿está usted perfectamente satisfecho en cuanto a su contenido? R. Perfectamente seguro y satisfecho. P. ¿Se supo en algún momento, y cuánto tiempo después de su llegada a Miserere, que el enemigo había abandonado su posición en el puente sobre el riachuelo? R. No se supo nada de su evacuación durante el día 4. P. ¿Se utilizaron patrullas o de que otra manera para obtener información sobre ese tema, y qué medios? R. No sé si se tomaron medidas para obtener esa información. P. ¿Indique el contenido de la información recibida de los prisioneros, y de cualquier otra forma, de la intención y los medios del enemigo para resistir, luego de la llegada del cuerpo principal a Miserere? R. Dos oficiales españoles que fueron hechos prisioneros en la acción del 2, manifestaron que era intención del enemigo recibirnos por columnas móviles, en caso de asalto al pueblo, y no ocupar las casas. El capitán Whittingham, que interpretó y tomó un minuto de su testimonio, puede dar mejor información sobre este tema que yo. Aplazado hasta mañana. Décimo cuarto (14) día Sábado 13 de febrero El Tribunal se reunió en virtud del aplazamiento El teniente coronel Torrens fue examinado nuevamente. P. ¿Conoce alguna información recibida del Sr. White sobre el tema de la fuerza y las intenciones del enemigo para resistir? y si lo hace, indique de qué se trató. R. No recuerdo ninguna información en particular recibida del Sr. White, excepto que él no concibió la fuerza en Buenos Aires para exceder los seis mil hombres, y creo que expresó su confiada expectativa de que el enemigo se rendiría si ganábamos una posición en cada flanco, es decir, la Plaza de los Toros (actual plaza San Martin en Retiro) y su Residencia (cercano al riachuelo). P. ¿Escuchó del Sr. White, o de cualquier otro lugar, alguna información sobre las intenciones del enemigo de ocupar los techos planos de las casas? R. Escuché, en general, que el enemigo tenía la intención de defender la ciudad de esa manera, y la primera indicación que recibí de lo contrario fue el interrogatorio de los dos oficiales españoles. Nunca escuché al Sr. White decir nada sobre el tema. P. ¿Estuvo presente con el General Whitelocke desde el momento del cruce en el Miserere hasta el cierre del 4 de julio? - 113 - R. Estuve con él en el período del cruce, pero desde ese momento no lo vi hasta las 4 de la tarde. P. Procederá a indicar las horas durante las cuales estuvo presente con el General Whitelocke, desde ese período hasta el cierre del 4 de julio, y cómo estuvo empleado. En relación con la Corte lo que pasó entre el General Whitelocke y usted sobre el tema del ataque, y los hechos relacionados con el ataque a Buenos Aires, encuentran bajo su mando las operaciones del ejército. Esta pregunta fue objetada por el Tribunal. Fiscal — Se me ha puesto en la mano un documento por el que se objeta preguntar al testigo, en general, sobre las conversaciones que tuvieron lugar entre él y el general Whitelocke. Por la situación que sostuvo, algunas de estas conversaciones pueden ser, de ninguna manera, aptas para ser reveladas; algunas conversaciones podrían haber tenido lugar con respecto a los oficiales del general Whitelocke, lo que no sería ni necesario ni apropiado declarar a la Corte. Sin duda, la pregunta que quise formular debe haber sido mal entendida, ya que sólo me refería a las conversaciones relacionadas con las operaciones del ejército. Aquellos de naturaleza estrictamente confidencial, no era de ninguna manera mi deseo o intención de participar. Habiendo hecho esto como premisa, el coronel Torrens tendrá la amabilidad de responder a la pregunta sin advertir nada de naturaleza estrictamente confidencial. Coronel Torrens - Estoy muy agradecido con la Corte por aliviarme de una situación de lo más desagradable. Ciertamente hay circunstancias que ocurrieron entre el general Whitelocke y yo de una naturaleza estrictamente confidencial, y que debería haber considerado sagradas con la interdicción que me ha permitido la Corte, confío en que podré trazar la línea. La pregunta se repitió nuevamente. R. Poco después de mí llegada al cuartel general. El teniente coronel Bourke regresó de haber visitado los puestos de avanzada la noche del día 3, y el general Whitelocke nos mencionó a ambos, en particular dirigiéndose al coronel Bourke, que tenía en la mano un papel que contenía el plan de ataque para el Día siguiente. Dijo que fue sugerido por el general Gower, y se expresó extremadamente aversivo a él, debido a su inhumanidad. Dijo que sin duda borraría la orden de no hacer prisioneros y que, antes de que el plan se llevara a cabo, volvería a enviar una citación al general Liniers. El coronel Bourke dijo que era un tipo de ataque muy novedoso y también pensó que iría acompañado del sacrificio de muchas vidas, pero agregó que, en su opinión, pensó que tendría éxito. Me limité a señalar que, dado que había vuelto a empezar a llover, era necesario que se adoptaran medidas inmediatas. Esto fue todo lo que pasó en ese momento. Poco después de que el general Craufurd llegara al cuartel general, y el general se dirigió a él prácticamente en los mismos términos que al coronel Bourke. El general Craufurd y yo revisamos el plano de la ciudad, y estábamos aplicándole el plan de ataque, cuando comenzó una dificultad, a partir de la idea de que se pretendía penetrar hacia abajo, el centro, en lugar de dejar huella en los flancos. Dijo que iría a hablar con el general Gower al respecto. Unos momentos después de la partida del general Craufurd, descubrí, sin embargo, que había cometido un error y que no había tal intención en el plan. No recuerdo ninguna otra conversación en ese momento. Estaba ocupado haciendo copias del plan de ataque para entregarlo a las diferentes - 114 - columnas, y se entendió que iba a tener lugar al día siguiente a las doce y media de la mañana. El general Gower se comprometió a llevar a los brigadieres al cuartel general a las ocho en punto, para recibir sus instrucciones finales. A la mañana siguiente, el general Whitelocke me pidió que escribiera una carta al general Liniers, carta que, creo, ha aparecido en los periódicos. El general Whitelocke escribió la carta él mismo; yo la copié. El general Whitelocke también escribió una carta circular a los brigadieres, diciendo que estaba obligado a adoptar este plan de ataque, como consecuencia de los inconvenientes locales bajo los cuales trabajaba el ejército, o algunas palabras al respecto, pidiéndoles que hicieran todo lo posible en su poder, para prevenir la efusión de sangre que podría esperarse de él. Poco después, el general Gower y los brigadieres llegaron al cuartel general y me enviaron fuera de la habitación con el resto del personal. Entendí cuando se disolvió la conferencia, que el ataque se aplazó hasta las seis de la mañana siguiente. Poco después, como a las diez de la noche, acompañé al general Whitelocke a ver el puesto, y creo que regresó en el transcurso de una hora, habiendo ido al centro, donde mantuvo una conversación con varios de los oficiales, muy probablemente el general Craufurd era uno, ya que estaba destinado allí, pero no tengo claro ese tema. No ocurrió nada en particular ese día que yo sepa, todo estaba arreglado para el ataque a la mañana siguiente, y los oficiales generales de las columnas recibieron sus órdenes. P. Desde el momento de la llegada del General Whitelocke al Miserere el día 3, ¿hizo algún reconocimiento hacia la ciudad, antes del cierre del 4 de julio? R. No que yo sepa. P. ¿Qué tan cerca estaban sus habitaciones de las del teniente general? R. Me alojé en el mismo lugar, en la casa del Sr. White. P. ¿Cuándo, se hizo tal reconocimiento, no debería usted saberlo? R. Por la situación que tuve, naturalmente debí haberlo sabido. P. ¿Qué tan pronto después de su llegada al Miserere, se estableció el cuartel general en la casa de White? R. Inmediatamente después de nuestra unión con el general Gower, escuché al general Whitelocke preguntarle cuál sería la mejor ubicación para el cuartel general, y el general Gower señaló la casa de White; pero no sé a qué hora se estableció, ya que no fui yo mismo hasta una hora después. P. Indique cuánto tiempo estuvieron juntos y en qué período, ¿el general Whitelocke estuvo ausente en el cuartel, desde el momento en que se estableció la sede en el Miserere hasta el cierre del 4 de julio? R. No recuerdo que el general Whitelocke estuviera ausente del cuartel general durante ese período, excepto durante la hora que ya he mencionado. No tengo muy claro que haya sido una hora, podría haber sido más. P. ¿Cuál era la distancia de la casa de White a la entrada del pueblo? R. Los suburbios son tan extensos que me es imposible decir cuál es la entrada del pueblo, quizás 250 yardas (230 metros) en la retaguardia de la división del general Craufurd, que estaba en los Corrales de Miserere. - 115 - P. ¿Alguna vez le informó el general Whitelocke si había elaborado algún otro plan para el ataque a la ciudad además del que figura en su testimonio? R. Nunca entendí por el general Whitelocke que había elaborado un plan preciso. Tuvo la idea incluso antes de salir de Montevideo, de avanzar hacia el noroeste de Buenos Aires, y arrojar su flanco izquierdo al río con el propósito de comunicarse con la Armada, siempre fue su intención, sin embargo, dejarse guiar por circunstancias locales. P. Solo quería saber, ¿tenía usted algún conocimiento de algún plan de ataque posterior a su llegada al Corral, o un plan de ataque en algún momento? R. Ninguno después de su llegada. P. Habiendo declarado que acompañó al general Whitelocke la única vez que abandonó el cuartel general después de su llegada al Miserere, ¿visitó el puesto de avanzada del ejército o qué tan lejos avanzó en esa dirección? R. El general Whitelocke no fue más allá de la izquierda del Corral, donde estaba la brigada central. P. ¿La estación del comandante de las fuerzas donde se encontraba el día del ataque fue notificada alguna vez a los otros oficiales del ejército que usted sepa? R. No fue notificado que yo sepa, y nunca escuché mencionarlo ese día. P. ¿Se notificó alguna vez a los oficiales del ejército el lugar de retirada, si la retirada fuera necesaria? R. No se hizo ninguna previsión para la retirada; Creo que la idea general era que nuestras operaciones se coronarían con un éxito total. P. ¿Tiene alguna otra información que proporcionar al Tribunal sobre el tema de los cargos que ha oído leer? R. La pregunta me pone en una situación incómoda, porque me resulta difícil saber qué puede estar relacionado con la conducta del general de alguna manera, pero creo que he dado a la Corte toda la información que mi recuerdo me permite en este momento. Fiscal — Es con el objetivo general de obtener toda la información que podamos del testigo que se plantea la cuestión. Cuando dice que ha dicho todo lo que sabe, es suficiente; pero si desea enmendar o agregar posteriormente, puede hacerlo. R. En términos generales, creo que he dicho todo lo que sé, pero no me gustaría asumir la responsabilidad de decir que no hubo otras circunstancias; pero no recuerdo ninguna otra en este momento. Contrainterrogado por el general Whitelocke. P. ¿Aproveché todos los medios y oportunidades para proporcionar guías e información, y la disposición del país no fue tan hostil con nosotros como para hacer muy difícil obtener información satisfactoria? - 116 - R. La disposición del país fue tan hostil que fue casi imposible conseguir información de inteligencia que fuera satisfactoria. El general Whitelocke ciertamente se valió de la ayuda de personas que estaban dispuestas a proporcionar información. P. ¿No se retrasó mucho el desembarco por el hecho de que nos vimos obligados a ir a un pequeño riacho, en lugar de desembarcar en la playa como nos llevaron los guías? R. Ciertamente, si el agua hubiera tenido suficiente calado para permitir que el ejército desembarcara con un frente extendido, el desembarco habría sido mucho más rápido. P. ¿Los guías no nos hicieron suponer que los hombres desembarcarían en la Ensenada desde la playa?, y ¿esto no se intentó? R. Se nos hizo suponer que sí, y se intentó. P. ¿La descripción del camino de Ensenada a Buenos Aires, particularmente a través del pantano que nos dieron los guías, nos había llevado a tener una concepción justa de las dificultades que luego vivimos? R. Siempre entendí por los guías que el pantano corría paralelo a las orillas del Plata, pero su descripción nunca dio una idea adecuada de las dificultades que encontrábamos. P. En el curso de sus anteriores servicios en las Indias Orientales y Occidentales, en el continente europeo y en otros lugares, ¿fue testigo alguna vez de la marcha de un ejército a través de un pantano como el que hay entre la Ensenada y las alturas de Barragán? R. No recuerdo haber marchado en ninguno de estos países por un pantano como el que va desde la bahía hasta las alturas de Barragán. Fiscal — En su respuesta a la primera pregunta formulada por el general Whitelocke, usted declaró que la disposición de los habitantes era tan hostil que hacía imposible obtener inteligencia. Si era imposible conseguir inteligencia por medios justos, ¿por qué no se recurrió a los medios habituales después del desembarco en Ensenada, forzando a personas capaces de dar información, filtrando patrullas fuertes y extensas de tropas ligeras, o fue la necesidad de eso evitado por partidas de reconocimiento fuertes y extensas? R. Era imposible ver a los campesinos que evacuaban el país en la marcha del ejército. Los únicos dos hombres que quedaban fueron apresados y nunca se formaron patrullas o grupos de reconocimiento. Examinado por el Tribunal. P. ¿Sabe hasta qué punto el Paso de Zamora, donde el grueso del ejército cruzó el riachuelo, está debajo del nacimiento de ese río? R. No lo sé. P. En el curso de su examen, ha dicho que el día 3 tuvo una conversación con el general Whitelocke y el coronel Bourke. ¿Sabe si el general Whitelocke y el coronel Bourke habían mantenido alguna conversación sobre el plan, el día 3, antes de lo que ha indicado? - 117 - R. No que yo sepa, y me inclino a pensar que esa fue la primera conversación sobre el tema, pero no puedo hablar con certeza sobre ese punto. P. En esa conversación, ¿está seguro, o sabe, quién declaró o propuso borrar por primera vez esa parte concreta del plan relativo a no hacer prisioneros? R. Que yo recuerde, fue el general Whitelocke, pero no tengo claro ese punto. P. ¿Conoce la distancia desde el puente donde se ordenó detener al Coronel Mahon hasta la parte más cercana del pueblo? R. Hasta la parte más cercana de la ciudad puede haber dos millas (3 kms) o tres y media (5.6 kms); No puedo hablar con precisión, los españoles llaman al puente, cuatro millas (6.4 kms) del centro de la ciudad. P. ¿Sabes qué tan lejos está el puente de la Residencia? R. No puedo hablar con certeza, pero debería suponer unas tres millas y media. P. Habiendo dicho que no se enviaron patrullas, ¿cómo se comprobó que las constancias en el oeste o en cualquier otra dirección estaban desiertas? R. Siempre se encontró que eran evacuados a la llegada de la vanguardia de la columna de avanzada. P. ¿Sabe cuáles fueron los inconvenientes a los que se aludió en las cartas del General Whitelocke a los Brigadieres que indujeron al General Whitelocke a adoptar el plan de ataque? R. Estos inconvenientes surgieron de las fuertes lluvias que caían entonces y de la probable falta de provisiones, una necesidad experimentada en ese momento, porque los hombres habían estado sin alcohol durante varios días. P. ¿No era posible establecer una comunicación con la marina en ese momento? R. Si hubiéramos tomado un circuito extendido hacia la izquierda, quizás nos hubiéramos comunicado con la marina, pero ciertamente no sin una acción. Debíamos haber movido nuestra posición para comunicarnos con la marina; un movimiento de fuerza considerable, para haber establecido tal comunicación; pero destinados a ir a la Plaza de los Toros no pudimos hacerlo. Pudo haber habido una comunicación desde la Recoleta con el río en la izquierda del ejército. El capitán Maxwell jurado y examinado. P. ¿Fue ayudante de campo del general de división Gower en la expedición contra Buenos Aires? R. Lo fui. P. ¿Recibió en algún momento y cuándo una carta del general Gower, informando que venía del general Whitelocke el 2 de julio? R. Recibí muchas cartas. Recuerdo una del 2 de julio. P. ¿Vio el contenido de esa carta? R. No lo hice. - 118 - P. ¿La carta de la que ahora habla y que destruyó el día 4, fue la que destruyó para evitar que cayera en manos del enemigo? R. No vi el contenido de la carta, por lo tanto no puedo hablar positivamente. El capitán Whittingham es juramentado y examinado. P. ¿Estuvo en el estado mayor del general Whitelocke en la expedición contra Buenos Aires? R. Yo era un ayudante de campo adicional del general Whitelocke. P. ¿Transmitió usted, siguiendo las instrucciones del general Whitelocke, alguna carta escrita según sus órdenes al coronel Mahon el 2 de julio? R. No, no lo hice. P. ¿No fue entonces enviado en ningún momento a la marcha de Ensenada a Buenos Aires, para transmitir alguna orden al teniente coronel Mahón? R. No. P. Después de la llegada del cuerpo principal del ejército al Miserere, ¿lo hizo en cualquier momento y cuándo? entrar a la ciudad de Buenos Aires con bandera de tregua, ¿y con qué propósito? R. En la mañana del día 4 me enviaron a la ciudad de Buenos Aires con una bandera de tregua y una carta al general Liniers. P. ¿Vio el contenido de esa carta? R. No, no lo hice. Fiscal - Ahora pongo una copia de la carta aludida en manos del testigo, que ha sido admitida por el general Whitelocke. La carta fue dirigida por el teniente general Whitelocke al general Liniers. Ver el Apéndice P. ¿Trajo una respuesta? R. Esperé media hora según mis órdenes. La respuesta no me fue entregada y regresé. P. ¿Qué tan lejos llegó a la ciudad en esa ocasión? R. Poco más de una milla (1.6 kms) de la comandancia. P. ¿Le comunicó al general Whitelocke las observaciones que había hecho sobre la fuerza y la posición del enemigo? R. No vi nada más que sus puestos de avanzada. En el momento en que estuve allí se suspendieron todas las hostilidades. P. ¿Examinó a las personas que fueron llevadas el día 2? R. Examiné a dos de ellos. P. Indique el relato que le dieron de la frontera y la disposición a resistir, y la fuerza del enemigo. - 119 - R. Dijeron que antes de salir del pueblo se había preparado la defensa principal en el lado próximo al río, y que habían escuchado que se informaba que el general Liniers se proponía ocupar las calles de Buenos Aires con columnas de tropas. Esa fue toda la información que pude aprender de ellos. P. ¿Escucho cuando dejaron la ciudad? R. Por lo que recuerdo, dejaron el pueblo el 1. P. ¿Supo de ellos, o de cualquier otra información, si el ejército había evacuado la posición que tenían en el puente? R. No lo supe. P. ¿Tenías, por tu conocimiento del idioma español, los medios para obtener información de alguno de los nativos sobre el tema al que ya me he referido, entre el período de su llegada al Miserere y el cierre del 4 de julio? y si lo hubiera hecho, indique las circunstancias. R. Los dos oficiales examinados me parecieron estar entre los más inteligentes; No recibí ninguna información excepto de estos dos oficiales. P. ¿Sabe qué información se recibió del Sr. White? R. No. P. ¿La Estación en la que se encontraba el Comandante en Jefe el día del ataque fue notificada, según su conocimiento, por orden o de otra manera, al General o a otros oficiales del ejército? R. No lo sé. P. ¿Los puntos de retirada, si la retirada fuera necesaria, fueron notificados en órdenes o de otra manera al General y otros oficiales del ejército? R. No que yo sepa. P. ¿Estaba alojado en la casa de White o dónde? R. Me alojaron en la casa de White con el general Whitelocke. P. ¿El teniente general hizo algún reconocimiento hacia la ciudad? R. No estuve presente en ninguna. P. ¿Sabe que se haya hecho alguno? R. No. P. Si se ha hecho alguna, ¿debe haber sabido de ella? R. Creo que debería. General Whitelocke - tengo muchas preguntas que hacerle al capitán Whittingham, pero las reservaré para mi defensa. Examinado por el Tribunal - 120 - P. ¿Vio al general Liniers o alguno de los principales oficiales cuando entró en la ciudad con una bandera de tregua? ¿O tuvo alguna conversación con alguno de los que vio allí? R. No vi al general Liniers; Entregué la carta a un oficial de artillería, que comandaba esa parte de los puestos de avanzada, no tuve ninguna conversación en particular con él. P. ¿Examino a los guías en Ensenada? y ¿se enfrentaron alguna vez los de las columnas del general Whitelocke y del general Gower? R. No hubo un examen particular de los guías hasta que llegamos a Reducción. No sé si alguna vez fueron confrontados. El fiscal leyó la respuesta del General Liniers a la carta del 4 del General Whitelocke (ver Apéndice, N° IX) El contraalmirante Murray fue llamado, jurado y examinado. P. ¿Quiere decir; si alguno, y qué medios se tomaron para comprobar la conveniencia de desembarcar en Ensenada, con preferencia a cualquier otro lugar? R. A mi llegada a Montevideo, encontré que el almirante Stirling había enviado al capitán Thompson río arriba en el balandro Fly, con el propósito de determinar el mejor lugar para el desembarco de tropas, y el almirante Stirling me informó que se pensaba que la Ensenada era el mejor lugar, pero el teniente coronel Bourke y el capitán Thompson, del Fly, habían sido enviados río arriba por el general Whitelocke, ya que estaba particularmente ansioso por poner en vigor sus órdenes; que se pensó que este plan era el mejor adaptado para el desembarco, y para ese momento ya estaba decidido. P. ¿Qué medios se tomaron, y con qué éxito, para aprovisionar al ejército en su desembarco y sus operaciones posteriores? R. Los transportes que vinieron conmigo desde el Cabo tenían provisiones para casi tres meses para cinco mil hombres. La mayor parte de estos transportes subieron por el río con las tropas, además de los cuales había, creo, dos barcos de abastecimiento, con una cantidad de provisiones también para el ejército. P. ¿Qué medios se tomaron con miras a la cooperación de las fuerzas marítimas y terrestres?, más particularmente, ¿cuándo estas últimas obtuvieron una posición al oeste de la ciudad? y ¿cuál fue la causa por la que tales medidas no entraron en vigor? R. Al salir de Barragán, le informé al general que siempre que viniera a la orilla del agua debía comunicarme con él, por supuesto. Al día siguiente de salir de Barragán, los cargueros fueron enviados río arriba por mi orden, para anclar tan cerca de Buenos Aires como lo permitiera la poca profundidad del río. Los otros transportes y un barco de provisiones los mantuve en tierra lo más cerca que pude entre Barragán y Buenos Aires, con el propósito de desembarcar provisiones para el ejército, en caso de que el General tuviera ocasión para ellos. El 1 de julio, al percibir al ejército en su marcha hacia la Reducción, envié a un oficial a tierra para que se comunicara con el general y le preguntara si necesitaba algo que el escuadrón pudiera suministrar. Este oficial regresó a bordo de la Nereida a la mañana siguiente y me informó que el general - 121 - deseaba mucho que yo desembarcara pan y licores para el ejército. La cantidad requerida sería dirigida por el oficial al mando de la división que estaba cerca de la costa. Se desembarcó inmediatamente una cantidad, y el oficial en ese momento observó que sería muy necesario formar un depósito de provisiones en Reducción. En consecuencia, se ordenó desembarcar una cantidad, parte de la cual se encontraba en la playa, cuando se informó al oficial que esa división debía seguir adelante, por supuesto, no había nadie que se hiciera cargo. Asimismo, se dispuso de provisiones para desembarcar en caso de necesidad, una vez que las tropas tomaran posesión de la Plaza de los Toros. Se prepararon tres días de provisiones para las tropas cuando desembarcaran en Barragán, y se me informó que habían desembarcado pan y licores para tres días. Creo que el 2 de julio, para la división comandada por el coronel Mahón, se podrían haber desembarcado más si el coronel Mahon lo hubiera deseado. Los transportes que llevaban los cañones pesados fueron ordenados hacia el oeste de la ciudad hacia el 3 de julio, a petición particular del general Whitelocke. Habiendo recibido una carta del coronel Bourke, creo que el 2 de julio, indicando que era la orden del general que me informara de su intención de marchar hacia el oeste de la ciudad y pedirme que ordenara a los buques con artillería pesada a ese lugar, ordené igualmente los cuatro cañoneros y los buques armados, al mando del capitán Thompson de la balandra Fly, al oeste de la ciudad, el 4 de julio, con los buques que tenían a bordo la artillería pesada; estando los cañoneros dispuestos a cooperar con el ejército siempre que se considere necesario; entendiendo por la carta del coronel Bourke, así como por una conversación que había tenido lugar entre el general y yo, que tenía la intención de seguir hacia el oeste de la ciudad. P. ¿Qué tan cerca podrían acercarse los transportes a la costa en el punto Quilmes? R. Creo que pudieron acercarse a una milla (1.6 kms) más o menos, ya que hay un canal al costado de las orillas, pero la profundidad del agua es muy incierta, ya que está gobernada en gran medida por el viento y cayo repentinamente un viento del nordeste y del oeste, de siete u ocho nudos (13-14.8 km/h). P. ¿Cuán pronto fue factible traer embarcaciones hacia el oeste de la ciudad, con miras a desembarcar artillería y provisiones, y qué facilidades ofrecía la boca del riachuelo para tal fin? e indique la causa por la cual no se hizo ningún intento de esa naturaleza allí ni en ningún otro punto. R. Hacia el oeste de Buenos Aires, y en Buenos Aires, el agua es tan poco profunda que no se puede permitir que los barcos permanezcan con seguridad a menos de cinco o seis millas (8-9.6 kms) del lugar de desembarco; porque incluso los bergantines cañoneros, que desplazan muy poca agua, estaban con frecuencia encallados a dos o tres millas (3.2-4.8 kms) de la costa. El riachuelo en agua baja tengo entendido que está casi seco en la costa. No quiero dejar de decir que hubo alguna dificultad para desembarcar los cañones, ya que los botes que podrían haberlos desembarcado, estaban listos con los cañones en ellos cuando se hizo la tregua; por supuesto, mientras la tregua estaba pendiente, todas las operaciones de ese tipo fueron suspendidas. P. ¿Quiere decir que las circunstancias expresadas en la respuesta a la última pregunta presentaban obstáculos insuperables para un ataque en el lado este del pueblo, por parte de las tropas conjuntamente con la Armada, en el momento en que el pueblo fue atacado en el oeste por el ejército? - 122 - R. No tengo ninguna duda de que los cañoneros podrían haber ayudado en un ataque en la parte este de la ciudad, pero no tan eficazmente como en el oeste; y como imaginé que la intención del general Whitelocke era atacar la ciudad desde el oeste, todas las cañoneras estaban allí para ese propósito. P. ¿Cuál fue el número de pequeñas embarcaciones y otras embarcaciones armadas que desplazaban poca agua, empleadas en la expedición contra Buenos Aires? R. No creo que hubiera más de cinco o seis barcos que tuvieran un calado de agua lo suficientemente cómodo como para ayudar en el ataque a la ciudad, ya que incluso uno o dos de los cañoneros que arrastraban poca agua a veces estuvieron encallados durante el ataque. P. ¿Qué número de marineros desembarcaron con el ejército los días 28 y 29? R. Aproximadamente 220 con oficiales fueron desembarcados para marchar con el ejército. P. ¿Tuvo alguna comunicación con el general Whitelocke sobre el tema del número de marineros que podría aportar la flota para ayudar en las operaciones del ejército? R. El general Whitelocke solicitó que se desembarcaran 440 marineros, cuyo número se ordenó y envió río arriba con ese propósito; pero al ver que los botes para desembarcar las tropas requerirían un mayor número de hombres para tripularlos, informé al general que la mitad del número desembarcaría con la primera división y marcharía bajo su dirección, y que él debería tener la otra mitad después. Las tropas de marina serian desembarcadas si lo consideraba necesario. Había dejado los barcos en Montevideo muy escasos de hombres, habiendo desembarcado, a pedido del general Whitelocke, los marines de la escuadra en Montevideo. Cuando las tropas desembarcaron en Ensenada, el capitán Fraser de la artillería me informó que había desembarcado los caballos y que no debería tener ocasión de que llegaran más de 220 hombres. P. Después del desembarco de las tropas, ¿el general Whitelocke le presentó alguna solicitud para el resto de los marineros? R. No. P. ¿Tiene la carta del coronel Bourke en su poder? R. Pensé que la tenía, pero por algún error lo dejé entre mis papeles en Portsmouth, pero lo enviaré a buscar si el Tribunal lo considera necesario. P. ¿Tiene algo más que declarar, o alguna información adicional que proporcionar al Tribunal sobre el tema de los dos primeros cargos, hasta el final de la tarde del 4 de julio? R. Todo lo que puedo decir es que el general Whitelocke parecía muy ansioso por poner en vigor las órdenes que había recibido, para lo cual se hicieron todos los esfuerzos posibles, que yo sepa. No puedo hablar de lo que ocurrió en la costa, ya que no volví a ver al general Whitelocke hasta el 7 de julio. Cuestionado por el general Whitelocke - 123 - P. ¿Recuerda la circunstancia de nuestro desembarco y de buscar un lugar adecuado para ese propósito? ¿No se vieron obligados los hombres a atravesar el agua, y no hubo una demora considerable en verse obligados a desembarcar en el arroyo? R. Al principio, el desembarco fue ciertamente asistido con los soldados mojados al salir de los botes, pero no había muchos en esta situación. Creo que unos cuatro o cinco botes como máximo. Sin embargo, en aproximadamente una hora se encontró un lugar adecuado para el desembarco de las tropas, lo cual era perfectamente conveniente, y durante la mayor parte del día, no sólo las tropas, sino la artillería, desembarcaron sin ninguna dificultad. Aplazada hasta mañana. Décimo quinto (15) día Lunes 15 de febrero Habiéndose reunido el Juzgado en virtud de un aplazamiento, el fiscal le indicó al Juzgado que el Teniente Coronel Torrens estaba esperando, y deseaba explicar y corregir algunos aspectos de su prueba anterior. Admitido el coronel Torrens, procedió a explicar que parte de su testimonio se refería a las órdenes dictadas por el general Whitelocke el 3 de julio. Coronel Torrens - Aproximadamente un cuarto de hora después del regreso del general Whitelocke del Corral por primera vez, yo estaba en el centro con el general Gower. Los scouts estaban comprometidos, y como consecuencia de un informe de un oficial relativo a algunos movimientos del enemigo, el general Gower ordenó a la brigada central que se pusiera en armas, y yo procedí apresuradamente al cuartel general, para informar de las circunstancias al general, y proponer la retirada de los puestos avanzados, como un incentivo para que el enemigo abandonara su fortaleza en la ciudad. El general Whitelocke accedió a esta propuesta e inmediatamente montó en su caballo y se dirigió al centro. En el transcurso de un cuarto de hora, o veinte minutos, se encontró que el movimiento no fue atendido con el éxito deseado. Por tanto, el general Whitelocke ordenó que se reanudaran los puestos y yo regresé al cuartel general. Fue con posterioridad a su regreso cuando tuvo lugar el interrogatorio de los oficiales españoles, como ya he dicho a la Corte. No recuerdo nada más ese día. Una parte de mi testimonio que me gustaría mucho explicar es, la carta que fue escrita al general Gower el 2 de julio y que fue firmada por mí, aunque dictada por el general. Por lo tanto, la cita que hice de ella, con respecto a la intención del General de apoyar la columna de avance fue incorrecta, en la medida en que se expresó en la persona del General. Debí haber dicho, "la intención del Comandante en Jefe es apoyarlo con el cuerpo bajo su mando". P. ¿Cuánto tiempo estuvo el General ausente del cuartel general en el momento de que ha estado hablando y luego hizo algún reconocimiento de la ciudad? R. Estuvo unos veinte minutos ausente y, que yo sepa, no hizo ningún reconocimiento de la ciudad. El capitán John Squires fue llamado, jurado y examinado. P. ¿Fue usted el comandante de ingenieros, en la expedición contra Buenos Aires? - 124 - R. Lo fui. P. ¿Tenía algún pontón (puente) bajo su mando, para uso del ejército? R. Había seis pontones, con sus carruajes completos, embarcados en Montevideo. Entendí que estaban en preparación para el paso del riachuelo. Parte de ellos fueron desembarcados el 28 de junio y luego reembarcados por el general de estado mayor. P. ¿Se utilizaron alguna vez durante la expedición con algún propósito? y si no fue así, ¿cuál fue el motivo? R. Eso pertenece al departamento del general; me dijo que no habría ocasión de desembarcar nada más que algunas herramientas de atrincheramiento. Quilmes fue el único lugar en el que luego pudieron desembarcar; No sé por qué no desembarcaron allí. P. ¿No habrían sido desembarcados en el punto Quilmes si se hubiera creído conveniente? R. No puedo hablar de esto por mi propio conocimiento. P. Indique la cantidad de herramientas de atrincheramiento que acompañaron al ejército, cuando se entregaron y en qué proporción. R. Se desembarcaron muy pocas herramientas de atrincheramiento, lo suficiente para llenar un pequeño carro de mano. Tras la acción del segundo encontramos dos carros del enemigo con unos pocos; estos eran todo lo que las tropas tenían consigo hasta el cierre del 4 de julio. P. ¿Tenía usted algún plano de la ciudad de Buenos Aires previo al desembarco en Ensenada? ¿Y antes de su salida de Montevideo, tuvo alguna comunicación con el general Whitelocke sobre el tema del arreglo más idóneo para el establecimiento de las tropas en las cercanías de Buenos Aires? R. Obtuve un plano de la ciudad del teniente coronel Bourke a mi llegada a Montevideo con el general Craufurd. El Comandante en Jefe nunca me hizo el honor de consultarme; Nunca me consideré consultado antes del ataque, ni en relación con ninguna de las operaciones del ejército. P. A partir de sus observaciones locales sobre los alrededores de la ciudad, la posición del país y los terrenos en sus alrededores, ¿cree usted que habría permitido que se establecieran baterías contra el lugar? R. No creo que se hubieran podido establecer con comodidad en el costado del Corral de Miserere. No se puede decir que la ciudad esté comandada desde ese lado; pero creo que el terreno en el lado norte del río hubiera sido muy favorable. P. ¿Qué relación tenía la Recoleta con el pueblo? y si ese terreno hubiera sido ocupado, ¿qué efecto habría tenido en las operaciones del ejército en la comunicación con la marina? R. La Recoleta estaba aproximadamente a una y media o dos millas (2.4-3.2 kms) de los suburbios de la ciudad, y a mi mejor juicio, habría sido una posición ventajosa haberla ocupado, debido a la conexión con la marina. - 125 - P. ¿Alguna vez pasó algo entre usted y el general Whitelocke sobre el tema de su comunicación con el general Gower? R. El primero de julio, cuando las columnas se separaron, con el consentimiento del comandante en jefe, acompañé al general Gower, y no vi al general Whitelocke hasta el tercero, cuando se expresó insatisfecho conmigo y con el capitán Fraser, porque él dijo que nos apegamos al general Gower. Luego me pidió que permaneciera cerca de él hasta el día del ataque. Hubo una larga conversación, en la que el general se expresó con calidez sobre el tema y me indicó que no mantuviera tanta comunicación en el futuro con el general Gower. P. ¿Habría sido la Recoleta, de ser ocupada, a su juicio, un punto favorable desde donde haber realizado operaciones, y haber establecido de antemano baterías contra el pueblo? R. Hubiera sido un punto favorable haber ocupado, con miras a las futuras operaciones del ejército. El general Whitelocke se negó, por el momento, a hacer preguntas al testigo. Examinado por la corte. P. ¿Puede indicar si la conversación que tuvo lugar entre usted y el general Whitelocke, sobre el tema de que no se comunicara con el general Gower, pasó antes o después de la 1 en punto del día 4? R. Las circunstancias que acabo de exponer me recuerdan que la conversación tuvo lugar alrededor de las 2 de la tarde del día 4. P. ¿Nunca le ofreció su opinión al general Whitelocke sobre la mejor forma de atacar la ciudad, aunque no le consultó sobre el tema? y si no lo hizo, ¿cuáles fueron sus razones para no hacerlo? R. Nunca ofrecí mi opinión, no debería haberme considerado justificado al hacerlo. No debería haber presumido de hacerlo a menos que me hubieran consultado. Capitán Alexander Dixon, juramentado y examinado, P. ¿Fue capitán de artillería en la expedición contra Buenos Aires? R. Lo fui. P. ¿Bajo el mando de quién marchó a las alturas y cuántas piezas de artillería había en su división del ejército? R. Bajo el teniente coronel Mahon. Desde las alturas, por encima de Barragán, solo cinco piezas; y no se nos unió nada más en la marcha de allí a Reducción. P. ¿Se retrasó la marcha de su división del ejército por la necesidad de detenerse para que llegara la artillería? R. Ciertamente, en cursos de agua; pero no en un grado considerable. El general Whitelocke declinó interrogar a este testigo por el momento. Examinado por la corte. - 126 - P. ¿La artillería fue tirada por el número habitual de caballos? R. Por caballos y marineros, con la ayuda de artilleros, y ocasionalmente por destacamentos de infantería. P. ¿Se embarcó un número adicional de caballos para acelerar los movimientos de la artillería? R. Se embarcaron seis caballos para cada arma, con su carruaje acompañante, estos eran dos más de los que se usan en Inglaterra. P. ¿Todos los caballos fueron desembarcados en la Ensenada? R. Al desembarcar los caballos, por la torpeza de las personas empleadas, más de 40 escaparon. Disminuyeron a diario y dar cuenta de ellos está totalmente fuera de mi alcance. El mayor de brigada Roache fue llamado, jurado y examinado. P. ¿Estuvo usted en el estado mayor del general de brigada Lumley en la expedición contra Buenos Aires? R. Yo era el mayor de brigada del general. P. ¿En algún momento del 3 de julio ingresó a la ciudad de Buenos Aires con bandera de tregua? Indique en qué ocasión fue y qué pasó. R. Aproximadamente a la medianoche del segundo recibí un mensaje del general Gower para que fuera a sus habitaciones. Me dijo que debía ir a la ciudad de Buenos Aires al amanecer de la mañana siguiente, con una bandera de tregua, para convocar a la ciudad a rendirse al gobierno británico. Me dio instrucciones escritas para que las llevara conmigo, y procedí a la ciudad, de acuerdo con las órdenes, con estas instrucciones. Obedeciendo las órdenes del General, salí a caballo, con un cabo de los dragones ligeros del 17°, portando una bandera de tregua y un trompetista. Le pedí permiso al General para llevarme un oficial español, para no perder tiempo en encontrar el camino más corto al pueblo; pero al pasar por los puestos de avanzada británicos, el oficial de campo al mando me recomendó que me llevara un grupo del cuerpo de fusileros, y en consecuencia me llevé un oficial y doce soldados. Continuamos con algunas dificultades, pero penetré un camino considerable en el pueblo antes de que me detuvieran. Después de un retraso considerable. El general Elio, el general español, segundo al mando, vino a verme; y al comunicarle la orden que tuve el honor de transmitir, dijo que no podía ver al general Liniers por ningún motivo; pero que si tuviera alguna comunicación que hacer del general inglés, se la comunicaría. Le dije que tenía el honor de llevar propuestas para la rendición del pueblo. Conversó en español con mucha animación y dijo que poseían suficiente fuerza y espíritu para defender la ciudad; pero como me pareció de gran importancia, si era posible, iniciar alguna negociación, traté de atraerlo a ella; pero lo único que consintió fue que yo regresara a mi general, a fin de que pudiera hacer la comunicación que él considerara apropiada por escrito, luego de esto regresé y vi al general Gower, él escribió inmediatamente una carta, que fue llevada de vuelta. El general Elio nunca me dejó entrar en los detalles de mis instrucciones, aunque me esforcé por representarle nuestra fuerza, etc. - 127 - Aquí se leyeron las instrucciones escritas del Mayor Roache; (Para lo cual ver Apéndice, N ° X) P. Indique qué tan lejos avanzó en la ciudad cuando fue con la carta del general Gower y qué pasó. R. Regresé casi al mismo lugar y no ocurrió nada en particular con el oficial español (que era un francés en el servicio español) a quien entregué la carta. Comprendí que el general Liniers no estaba en Buenos Aires en ese momento. No vi al General Elio, y la carta fue entregada a un ayudante de campo. La ciudad parecía estar en un estado de gran confusión, era una turba armada y todos borrachos. Traje la respuesta a esa carta, por la que esperé cerca de una hora y media, durante la cual le dieron muy poco respeto a la bandera de tregua, y de no ser por el cuerpo de fusileros estoy seguro de que no hubiera podido regresar. P. ¿Cuánto tiempo estuvo cuando fue a la ciudad por primera vez? R. Una hora completa, la conversación que tuve con el general Elio podría haber durado alrededor de media hora. Vi a varios oficiales con él y traté de grabar en su mente la efusión de sangre que seguiría a las hostilidades posteriores. El ayudante de campo parecía particularmente deseoso de saber cuál era la pérdida española en la acción de la noche anterior, que yo me cuidé de no disminuir; pero le dije, con la verdad, que se tomaron once cañones, y que habían perdido un número considerable de hombres en muertos y heridos. P. Dijo que el general Liniers no estaba en la ciudad, ¿puede indicar quién escribió la respuesta? R. No puedo saber quién escribió la respuesta. P. ¿Puede indicar qué tan lejos llegó a la ciudad más allá de los suburbios? R. A menos de un cuarto de milla (400 mts) del fuerte. P. ¿Cuál fue la naturaleza de las dificultades con las que dijo que se encontró en su avance? R. Disparos considerables, que no cesaban, sabía que existía la dificultad, por haber sido enviado a Montevideo de la misma manera. P. ¿Vio alguno y qué preparativos para la defensa del pueblo? R. Las casas estaban todas atrincheradas y cerradas, y toda la población armada. No vi cañones. Todas las descripciones de personas, hombres y niños, estaban armadas. Entregué la respuesta y comuniqué todo lo que había observado. Contrainterrogado por el general Whitelocke. P. Usted ha dicho que el general Elio se expresó con considerable animación. ¿Puede recordar sus expresiones y cómo se aplicaron en particular? R. La traducción literal de las palabras fue, "Poseemos la fuerza y el valor suficientes para defender la ciudad". Se llevó la mano al pecho y dijo con gran energía, "Poseemos espíritu y fuerza". - 128 - P. ¿De su trato con los habitantes, y en consecuencia de su conocimiento del idioma español, puede afirmar quiénes fueron los instigadores y actores principales en el incumplimiento del tratado celebrado con el general Beresford? R. Había oído mencionar muchos nombres, se decía que las personas en el poder eran las instigadoras. Al ser empleado en ese servicio por Sir Samuel Auchmuty, tuve la oportunidad de saber que las personas en el poder eran, muchas de ellas, las instigadoras de la rebelión contra el general Beresford. Examinado por la corte. P. ¿Recuerda si el general Whitelocke lo examinó alguna vez sobre el tema de lo que había visto cuando entró en la ciudad de Buenos Aires? R. Comprendí que todo lo que le había informado al general Gower se había comunicado al general Whitelocke; y uno o dos días después, él mismo me hizo algunas preguntas; pero no me envió a llamar especialmente con ese propósito. P. ¿Ha enviado usted todas sus instrucciones al general español cuando se expresó tan calurosamente contra la rendición de la ciudad? R. No; Afirmé, en general, nuestra gran fuerza y la disposición del Comandante en Jefe para hacer todo lo que la humanidad pudiera sugerir; y que toda propiedad privada debe ser respetada. No mencioné a los prisioneros de guerra españoles. P. ¿Se enteró del general Elio o de su ayudante de campo, si el puente fue evacuado y si toda la fuerza del ejército español estaba en la ciudad? R. No se discutió nada relativo a la evacuación del puente. Me había esforzado por convencerlos de que habíamos derrotado a todo el ejército español la noche anterior. P. ¿Ese artículo sobre la entrega de los funcionarios civiles se mencionó alguna vez al general Elio, o él se opuso particularmente? R. Por supuesto que no, me pareció mejor, en la disposición que lo encontré, no hablar del tema. Joseph Bullock, Esquire (escudero, don, denota posición social sin ser un caballero pero por encima de un señor) Comisario general, juramentado y examinado. P. ¿Estuvo al frente del comisariado empleado en la expedición contra Buenos Aires? y ¿tiene alguna devolución del monto de las provisiones embarcadas para esa expedición? R. Lo estaba. Aquí están las devoluciones. [El testigo presentó la devolución de la cantidad de víveres embarcados en Montevideo y desembarcados en la Ensenada]. P. ¿Qué número de caballos se habían proporcionado para transportar las provisiones? R. Ninguno, no se proporcionaron caballos específicamente para ese departamento. Fueron unos sesenta caballos apropiados que eran de un cuerpo de dragones, que usamos para tal fin en el desembarcadero de la ensenada. P. ¿Hubo un número mayor que los sesenta caballos de los que habla, empleados para transportar las provisiones a través del pantano? - 129 - R. Ninguno. Solo había unos veinticinco que realmente tomaron provisiones de Ensenada. Muchos de los otros se soltaron y perdieron las provisiones que llevaban, y el resto no quiso llevar ninguna a la espalda. P. ¿Se hicieron arreglos o se comunicó con el general Whitelocke para adoptar un modo de asegurar el suministro necesario de provisiones para el ejército en su marcha? R. A mi llegada a Montevideo el 15 de junio, esperé al comandante de las fuerzas, cuando me presentó al teniente coronel Bradford ayudante general adjunto, y al teniente coronel Bourke contramaestre general, y al teniente coronel Torrens secretario militar; observando que, como debería tener mucha comunicación con estos oficiales, ellos tenían la libertad de informarme de todos los detalles. Suponiendo que aludiera al servicio en general, al día siguiente o al día siguiente llamé al subcomandante general adjunto y le solicité toda la información necesaria en lo que a mi departamento se refiere, relativo a la expedición al Plata. Me insinuó que como el desembarco no estaría a más de cinco o seis millas (8-9.6 kms) del pueblo, sólo sería necesario que enviara allí a uno de los oficiales de mi departamento lo antes posible con los paisanos, para apoderarse de todo el ganado, o cualquier otra cosa en la forma de suministros que pudiera encontrarse en el lugar. Concibiendo, por tanto, que no se quería nada más de mí, no molesté al comandante de las fuerzas con ninguna aplicación directa en relación con lo que se pudiera exigir de mí. Pensé que sólo era necesario sugerir la conveniencia de desembarcar provisiones para siete días inmediatamente después del desembarco de las tropas, a fin de evitar la escasez; aunque el teniente coronel Bourke me dio motivos para esperar que las fuerzas británicas estuvieran en la ciudad de Buenos Aires en el transcurso del segundo o tercer día después del desembarco. Por lo tanto, no tenía ninguna razón para esperar que el ejército hubiera tenido que hacer una marcha tan tediosa y, por lo tanto, no pensé en hacer ningún preparativo para llevar los suministros, pero a fin de llevar las provisiones para siete días que había recomendado desembarcar en la orilla del rio, sugerí la conveniencia de llevar seis carros pequeños con mulas para ese propósito. Aprobado esto, los carros y mulas se embarcaron en consecuencia. P. ¿Cuál fue el lugar de desembarco que se le insinuó? R. El lugar del desembarco no me fue insinuado en absoluto. Sólo lo supe por las circunstancias de la llegada de la flota a Ensenada y la llegada de la gente a tierra. P. Entonces, ¿no tuvo comunicación directa con el Comandante de las fuerzas en Montevideo respecto de los suministros para el ejército antes de salir de Montevideo, en la expedición a Buenos Aires? R. De una manera general lo hice. El 19 de julio le di al Comandante de las Fuerzas Armadas una declaración general de todos los insumos que se encontraban en los polvorines de Montevideo, y en los barcos de carga, distinguiendo las cantidades que se subirían río arriba para el servicio; y solicité saber su agrado respecto al suministro que de otro modo se proporcionaría, recibí sus instrucciones de recolectar provisiones en Montevideo para un número determinado de hombres por un tiempo determinado, pero no pude haber actuado en esa orden, ni haber prestado el servicio de otra manera, hasta tener posesión de la ciudad de Buenos Aires. P. ¿Qué quiere decir con proporcionar lo necesario para el servicio? - 130 - R. Estableciendo almacenes, no tuve otra comunicación con el Comandante de las fuerzas cuando estuve en Montevideo, que la devolución que le di de los avituallamientos que iban río arriba con las tropas. P. ¿Tuvo alguna comunicación directa y personal con el general Whitelocke sobre el lugar de desembarco de las tropas y el aprovisionamiento del ejército durante la marcha a Buenos Aires? R. No, no lo había hecho hasta que desembarqué en la Ensenada, cuando se me ordenó proporcionar tres días de provisión de bizcochos y licores, y lo hicimos el día 29; y al querer saber por el propio General cómo se iban a disponer los pertrechos desembarcados, pensando, en ese momento, que estaban destinados a uso inmediato, el General expresó su sorpresa porque yo no supiera que los caballos de la caballería, con sillas de montar, habían sido apropiados para transportar provisiones con el ejército; en lo que me dirigí al contramaestre general, en relación con estos caballos y sillas de montar. A la mañana siguiente se experimentó la mayor dificultad para hacer que los caballos llevaran las sillas de montar, y mucho menos cualquier carga adicional; por lo tanto, solo se pudo transportar una pequeña cantidad de galletas, alrededor de 250 libras (113 kgs). Se intentó llevar el alcohol en dos de los carros, que había traído conmigo, pero que debieron dejarse en el suelo, debido a la podredumbre del suelo, y las mulas, en consecuencia, no podían tirar de los carros. Al ver que todo intento de transportar provisiones en cualquier cantidad era inútil, el coronel Bourke me pidió que me uniera al comandante de las fuerzas, que había marchado desde Ensenada. El coronel Bourke habiendo expresado su opinión de que el ejército se vería obligado a regresar y volver a embarcar; y sobre mi deseo de destruir el único barril de espirituosas que quedaba en el suelo, ya que los demás habían sido previamente tajados, me recomendó que lo dejara en su estado de entonces, con la idea de que alguien volvería pronto. P. ¿Qué fue de los caballos que no soportaban las sillas de montar? R. Algunos huyeron; otros vinieron con las sillas de montar, pero sin provisiones. P. ¿Qué pasó con las provisiones que los caballos no pudieron transportar? R. Parte fue reembarcada después de la marcha del ejército. P. ¿Por qué motivo le pareció probable que cualquiera volvería? R. Como consecuencia de no poder hacerse con víveres, gran parte de los víveres que se intentaba transportar, siendo destruidos por los caballos que pataleaban y se hundían en la tierra. Aplazado hasta mañana. Décimo sexto (16) día Martes 16 de febrero Habiéndose reunido la Corte a la hora habitual, se volvió a llamar al comisario general Joseph Bullock y se le leyó el testimonio que había dado ayer. A continuación, el Fiscal continuó su interrogatorio. P. ¿Se desembarcaron en Ensenada provisiones para tres días en total? - 131 - R. Sí. P. Usted afirmó que por una requisa en la ciudad de Montevideo se obtuvieron algunos carros para llevar provisiones. ¿No podrían haberse adquirido medios del mismo tipo en mayor medida, si se hubiera considerado conveniente? R. No creo que se pudiera. P. ¿Tenía alguna instrucción sobre la contratación de gauchos para acompañar al ejército? R. El comisario general adjunto, que estaba a cargo del departamento en Montevideo antes de mi llegada, tenía los arreglos para hacer el servicio del departamento que iba a la expedición; y tenía instrucciones para conseguir algunos de estos hombres lazos (gauchos), pero no pudo conseguir o inducir a más de cuatro o cinco hombres, o eso recuerdo, a que procedieran con el ejército. P. ¿No tenía hombres para hacerse cargo de los caballos que fueron asignados a su departamento, en el desembarco en Ensenada? R. Como eran los caballos de los dragones, estos se les unieron para ayudar a traer los caballos con los suministros. P. Tuvo alguna comunicación u orden del teniente general Whitelocke, luego de su arribo a las alturas y durante la marcha de allí a Buenos Aires, en materia de víveres y forrajes para el ejército, hasta la noche del 4 de julio, y si lo hizo, indique cuál fue. R. No me uní al teniente general Whitelocke en las alturas hasta el 30 de junio, cuando el ejército se preparaba para marchar hacia adelante; y no recibí ninguna orden de él en relación con los suministros de la marcha, excepto la entrega inmediata de una pequeña cantidad de galleta que se llevó a través del pantano; pero no habiendo tiempo para su entrega, como consecuencia del brusco movimiento de las tropas, se ordenó que la mayor parte de esa galleta se llevara después del ejército. Las tropas recibieron carne suficiente para los dos días previos a la marcha. P. ¿Cuáles fueron las órdenes que recibió durante toda la marcha? R. Durante toda la marcha del 4, en Quilmes, o Reducción, el general Whitelocke me dio motivos para tener la esperanza de que el ejército recibiría suministros de la marina; pero no recibí órdenes particularmente en esta ocasión. Cuando el ejército llegó cerca de Buenos Aires el 3 de julio, recibió regularmente provisiones de galletas en la medida en que los regimientos decidieran enviar ese artículo al cuartel general, donde se encontraban o se horneaban las galletas. Esto fue solo a la parte principal del ejército, las columnas al mando del general de división Gower avanzaron a lo largo de la marcha sin que se me comunicara que debía avanzar. La columna bajo el mando del coronel Mahon recibió en Reducción un suministro de pan y licores para cuatro o cinco días, y las tropas en general recibieron carne fresca en diferentes lugares, pero no siempre en toda la extensión de lo que deberían haber tenido allí. Ha sido una suficiencia de ganado adquirido. La columna al mando del general Gower también comenzó a recibir pan cerca de Buenos Aires el 2 de julio. P. Mi pregunta fue, ¿qué pedidos recibió de General Whitelocke hasta el 4 de julio? ¿Solo ha dado cuenta de los suministros? - 132 - R. No tenía órdenes reales. P. Indique qué suministros recibió el ejército, ha indicado algunos suministros que recibió el ejército, indique qué suministros tenían hasta el 4 de julio. R. Está incluido en la declaración que he dado. P. ¿A la vuelta? R. Sí. Fiscal — Quizá sea mejor leer, una orden que me ha entregado el general Whitelocke; como todo el caso debe ser examinado a fondo, creo que es correcto leerlo. Se dio en el cuartel general y se ejecuta así. "El comisario general se encargará de que uno de su departamento sea enviado adelante con cada cuerpo del ejército, y fijará sus cuarteles lo más cerca posible del oficial al mando, y se encargará de que se utilicen todos los esfuerzos posibles para obtener los suministros necesarios para las tropas”. La fecha es del 30 de junio. P. ¿De dónde se compró esa galleta? Dice que después de un tiempo encontraron suficiente galleta el 30 de junio. R. El jefe de la misma se encontró en dos casas sobre las tropas que llegaban al Miserere. Hubo panaderías y se contrató a los panaderos para hornear todo lo que pudieran obtener. P. ¿Se devolvieron las provisiones en poder de la comisaría al cierre del 4 de julio? R. No específicamente. P. Entonces, indique al Tribunal qué disposiciones estaban en su poder, como comisario general, al cierre del 4 de julio. R. Habiendo recibido las tropas en gran parte sus provisiones diariamente después del 4 de julio, durante varios días de las mismas provisiones, debo entender que la cantidad de galleta que quedó la noche del 4 podría haber sido suficiente para el abastecimiento de todo el ejército durante cuatro o cinco días. También se recibieron suministros de carne y quedó ganado en la misma proporción que la galleta. P. ¿Quiere decir entonces que hubo provisiones para el ejército en la noche del 4, tanto pan como ganado suficiente para cuatro o cinco días? R. Sí, pero no puedo hablar positivamente. P. Usted ha dicho que después de la llegada de las tropas a Miserere, hubo un suministro regular de víveres, tanto de pan como de ganado; ¿Fue eso consecuencia de algún arreglo previo, o únicamente de capturas? R. Únicamente de capturas. P. ¿Tenía algún medio de suministrar provisiones al ejército después de su llegada a miserere, si no se hubieran encontrado allí? R. No tenía ninguno. - 133 - Contrainterrogado por el general Whitelocke. P. ¿No fue la cantidad que ha indicado en el desembarco de Ensenada, de la que ha entregado en una devolución, sin contar las provisiones de tres días que llevaban los hombres desde los transportes? R. Entendí que era exclusivo de ellos. P. Su declaración indica que quedaron 170 libras (77 kgs) de galleta en el suelo en Ensenada; ¿No fue esa la galleta destruida por las patadas de los caballos, y no fue parte de ella la que se perdió en el pantano? R. Se volvió a embarcar una pequeña cantidad y el resto se perdió en el camino señalado en el pantano. P. ¿Usted y el coronel Bourke hicieron todo lo posible para llevar el pan y las bebidas espirituosas desde Ensenada? R. Indudablemente se hicieron todos los esfuerzos posibles. P. ¿No se consiguió una cantidad suficiente de ovejas antes del amanecer de la mañana del día 30 para abastecer a todo el ejército con carne para dos días? R. Tengo mis dudas de si la cantidad de ovejas abastecería a todo el ejército en esa medida. La brigada del general Lumley y la brigada del general Craufurd habían marchado desde antes de mi llegada. El teniente general Whitelocke interrumpió al testigo y observó. "Nunca hubo ninguna dificultad para obtener provisiones, reservaré esa parte para mi defensa". P. ¿No es posible que algunos marineros le hayan ayudado a transportar provisiones a través del pantano? R. No habrían sido de utilidad en la empresa. P. ¿A qué hora del día 2 de julio se hizo la entrega de galletas al cuerpo avanzado del general de división Gower? R. No puedo decirlo, no habiendo estado presente yo mismo. P. ¿Qué medios tenía entonces, para saber que se les hizo la entrega? R. Por la persona que entregó los suministros habiéndome entregado diferentes memorandos de su conocimiento de la entrega. P. ¿Asistió alguna persona del departamento del comisario general para recibir órdenes en el cuartel general, o cómo se le transmitieron las órdenes del general? R. Siempre esperaba al general en persona para recibir las órdenes que pudiera tener que dar en relación con los suministros. El testigo se retiró. El teniente coronel Bradford fue llamado, juramentado y examinado por el fiscal. P. Señor, ¿fue ayudante general adjunto en la expedición contra Buenos Aires? - 134 - R. Lo fui. P. ¿Expresaría la fuerza efectiva del ejército cuando se embarcó, o quizás sería mejor indicar la fuerza efectiva del ejército en el desembarco en Ensenada? R. 7822, excluyendo de este numero 200 marineros. P. ¿Y la fuerza efectiva de los diferentes cuerpos en los que se dividió el ejército las mañanas del 2 de julio? R. El cuerpo principal del ejército inmediatamente bajo el mando del general Whitelocke, que avanzó hacia la Reducción el 2 de julio, constaba de 3847 soldados. El cuerpo que avanzó bajo el mando del mayor general Gower el 2 de julio, ascendía a unos 2150 hombres. Era imposible obtener una devolución correcta en ese momento; No tenía ningún retorno del general Gower, pero ese era el número que tenía al mando. La fuerza que quedaba en Reducción bajo el mando del coronel Mahon, consistía en aproximadamente 1844 soldados. P. ¿Expresaría la fuerza efectiva del ejército ante Buenos Aires en la noche del 4 de julio, y la fuerza real bajo el coronel Mahon? R. Consistía en aproximadamente 6128 efectivos. Bajo el coronel Mahon 1844 incluyendo 200 marineros. P. ¿Cuál fue la fuerza que quedó en Montevideo al embarcarse el ejército en la expedición contra Buenos Aires? R. 1.354. P. ¿Eso incluye a los marines? R. Excluyendo a los marinos. P. ¿Puede decirnos cuál fue el número de marines? R. Le doy mi palabra que no puedo recordarlo. Algunos que conozco desembarcaron en Montevideo. P. ¿Se emitieron órdenes para informar a los oficiales generales y a los oficiales que comandaban divisiones el 5 de julio de la estación del comandante de las fuerzas durante el ataque de ese día? R. No que yo sepa. P. ¿Se emitieron órdenes para designar los lugares de retirada, en caso de que fuera necesario, en el ataque a la ciudad el 5 de julio? R. No hubo órdenes emitidas a través de mí. P. ¿Cuál fue el monto de las bajas devueltas del desembarco del ejército en Ensenada, excluidas las ocurridas en el ataque del General de División Gower el día 2? R. Las devoluciones que recibí incluyen las devoluciones de muertos y heridos ese día, y en el enfrentamiento de los puestos adelantados al día siguiente; pero no tengo un retorno claro de las bajas que ocurrieron en ese momento. No teníamos ningún enfermo que yo sepa. Tengo un retorno general, y eso asciende a 50 soldados; los oficiales no están incluidos en ese número, sino simplemente la tropa; esto es hasta el - 135 - 4. se incluyen en las bajas. Hay tres desaparecidos, que P. ¿Estuvo con el cuerpo principal del ejército durante la marcha de Reducción a Buenos Aires? R. Lo estaba. P. Pero aún no ha declarado las bajas de los oficiales. R. Un capitán, cinco subalternos y cinco sargentos. P. ¿Sabe qué razones hubo para la detención del cuerpo principal bajo el mando inmediato del teniente general Whitelocke alrededor de las dos de la tarde del 2 de julio? R. No lo sé. P. ¿Le pareció que las tropas estaban tan exhaustas por la fatiga como para hacer inevitable la interrupción por ese motivo? R. No. El teniente general Whitelocke no hizo preguntas al testigo. El teniente coronel Davie fue llamado, juramentado y examinado por el fiscal. P. ¿Era usted oficial al mando del 5° regimiento el 2 de julio? R. Sí. P. ¿Ese regimiento formó parte del cuerpo principal al mando del teniente general Whitelocke, en la marcha de Reducción a Buenos Aires? R. Sí. P. ¿Su regimiento estaba tan exhausto por la fatiga el 2 de julio, que hizo necesario un alto en el momento en que se ordenó al cuerpo principal que se detuviera ese día? R. Sí. Era tan tarde antes de que ocupáramos el terreno; Salimos del pueblo de Reducción muy tarde por la mañana. P. ¿Creo que se detuvo entre las dos y las tres del día? R. Sí, lo hicimos, en el paso del río. P. ¿Qué hora fue cuando el ejército tomó su posición esa noche? R. Puede que sean las tres o las cuatro de la noche. P. La pregunta que hice fue, ¿estaban tan agotados por la fatiga que no podían continuar? R. Sí, podrían haber avanzado más. No pensé que fuera tanto por la fatiga como; la tardanza del día. P. ¿Es posible que hayan avanzado más? R. Creo que podrían. - 136 - Examinado por el Tribunal. P. ¿Se mostró algún descontento entre el regimiento bajo su mando ese día? R. Ninguno. P. ¿A qué hora partió el cuerpo principal desde Reducción esa mañana? R. Aproximadamente a las once. P. ¿El regimiento bajo su mando había comido algo antes de marchar? R. Supongo que lo habían hecho; se les dieron instrucciones y se les suministró carne la noche anterior. P. Esa no es una respuesta a la pregunta. R. Tenían algo de comida; les sirvieron carne la noche anterior. P. ¿Sabía si su regimiento cocinó su carne la mañana del día 2? R. No teníamos medios para cocinar con regularidad, cocinamos lo mejor que podíamos. El testigo se retiró. El teniente coronel Nugent fue llamado, juramentado y examinado por el fiscal. P. ¿Comandó el 38° regimiento el 2 de julio pasado? R. Sí. P. ¿Ese regimiento formó parte del cuerpo principal del ejército bajo el mando del general Whitelocke ese día? R. Sí. P. ¿Estaba su regimiento tan exhausto por la fatiga que hizo necesario un alto cuando se ordenó que la división del ejército bajo el mando del general Whitelocke se detuviera ese día? R. No, ciertamente no. Interrogado por el teniente general Whitelocke. P. ¿Envió, por orden mía, o fue con un grupo de búsqueda de comida antes del amanecer de la mañana del 30 de junio, y cuántas ovejas trajo para el uso del ejército? R. Salí con una partida y traje un gran rebaño de ovejas, creo que más de lo que había visto antes juntos. No sé cuántos, pero creo que eran unas 4000 cabezas. Era una manada más grande que la que había visto antes. —El testigo se retiró. El mayor Nicholls fue llamado, juramentado y fue examinado por el fiscal. P. ¿Era usted mayor del 45° regimiento el 2 de julio pasado? R. Lo fui. - 137 - P. ¿Ese regimiento formó parte del cuerpo principal del ejército bajo el mando inmediato del teniente general Whitelocke ese día? R. Si. P. ¿Estaba tan exhausto ese regimiento por la fatiga que hizo necesario un alto en el momento en que se ordenó que esa división del ejército se detuviera ese día? R. No, de ninguna manera. 100 hombres del 45° regimiento se quedaron atrás en la reducción esa mañana, entre ellos estaban los hombres más débiles, de modo que estábamos en situación de haber hecho una marcha muy larga. P. ¿Puede hablar con precisión de la hora en que se produjo la interrupción? si puede, dígalo. R. Creo que entre las tres y las tres y media cuando se detuvieron para pasar la noche. Examinado por el Tribunal. P. ¿Se mostraron signos de descontento del 45° durante ese día? R. No, ni en ninguna otra ocasión durante el servicio. Fiscal - Las preguntas que he hecho a los comandantes de los regimientos que componían el cuerpo principal bajo el teniente general Whitelocke, también debería haberlas hecho a los oficiales del 87° regimiento, que también formaba parte de él; pero tengo entendido que no están aquí y, por tanto, no podemos tener la oportunidad de hacerles las mismas preguntas. El teniente coronel Nugent fue llamado, juramentado y examinado por el Tribunal. P. ¿El regimiento bajo su mando mostró algún síntoma de descontento el 2 de julio? R. No, todo lo contrario. El general de división J. Leveson Gower fue llamado nuevamente y examinado por el fiscal. El fiscal - Habiendo escuchado ya los cargos primero y segundo, tenga la bondad de atender al tercero y cuarto. Los cargos tercero y cuarto fueron leídos al general de división Gower. P. El general de división Gower continuará su narrativa del período en que se interrumpió; es decir, desde el cierre del 4 de julio hasta la firma del tratado. R. Me reuní con el teniente general Whitelocke, según su orden, poco después de las seis de la mañana del día 5, en el Corral de Miserere. A la hora señalada, le oí ordenar al capitán Fraser que comenzara el cañoneo; Permanecí sin que me dieran ninguna orden en particular hasta que estuvo casi oscuro. Durante ese período, escuché al teniente general Whitelocke dar órdenes a sus propio estado mayor en relación con algunas de las divisiones de las tropas; pero no habiendo sido especialmente dirigidas a mí estas órdenes, no puedo decir exactamente cuáles fueron. Hacia el mediodía, le oí indicar al capitán Whittingham que se dirigiera a la izquierda y se comunicara con algunas de las divisiones del ejército. - 138 - Después de un lapso de tiempo, el capitán Whittingham regresó, y lo escuché decir, como parte del informe, que sir Samuel Auchmuty deseaba que se le enviara un destacamento de artillería. Recibí las instrucciones del general Whitelocke para proporcionar a ese grupo cuando estuvieran listos, algunos de los cañones que habían sido capturadas en la acción del 2, y los artilleros sólo tenían sus espadas. Luego marcharon bajo el mando del sargento Hamilton del 17° regimiento de dragones, que había acompañado al capitán Whittingham a la plaza de toros, por la noche el teniente general Whitelocke ordenó que todos los oficiales de estado mayor reunidos en el lugar donde yo estaba, debían ir con él a sus aposentos, así lo hicimos; y permanecimos allí hasta el amanecer de la mañana siguiente. Algún tiempo después, escuché al general Whitelocke ordenar al capitán Whittingham que se dirigiera a la derecha y tratara de abrir una comunicación tanto con las columnas de ataque de la derecha como con las tropas que habían quedado sobre el riachuelo. El teniente general Whitelocke y los oficiales que estaban con él, poco después subieron al Corral de miserere. En algún momento de la mañana, llegó el sargento Hamilton del 17° regimiento con una carta que le vi entregar al general Whitelocke, se la dio al capitán Squire y le ordenó que la leyera, y en segundo lugar a mí con la misma orden. Estaba en español y, que yo recuerde, firmado por el general Liniers, no domino perfectamente el idioma español, pero creo que lo entiendo lo suficiente como para poder afirmar que contenía en general una descripción del efecto producido por el ataque del día anterior, y al mismo se agregó una propuesta para el cese de hostilidades, y para el inicio de un tratado, en el que proponía entregar todos los prisioneros de guerra en su poder, si las tropas británicas evacuaban el río de la Plata. Debo decir que esto es puramente de recuerdo, ya que solo vi la carta una vez en ese período, y creo que contenía más. Poco después, el general Whitelocke me informó que tenía la intención de considerar esa carta, diciendo que se comunicaría con el almirante sobre el tema, y se complació en preguntarme si pensaba que esa era una respuesta adecuada. Respondí que no, porque me pareció que era un reconocimiento tácito, que él mismo estaba dispuesto a firmar el tratado si el Almirante lo estaba. Supuse que no tomaría tal medida hasta que hubiera investigado personalmente los hechos y, mediante su propia observación, hubiera comprobado plenamente qué otros medios de ataque quedaban en su poder. Luego dijo, que al menos sería deseable ganar un poco de tiempo, le respondí, que se podría obtener mediante una propuesta de cese de hostilidades por una hora o dos, para recoger a los heridos que fueron dispersados, o para cualquier otro causa de esa descripción que no podría afectar materialmente las operaciones generales. Me indicó que hiciera un bosquejo de una carta a tal efecto, lo cual hice de inmediato y se la entregué. Dijo que, de hecho, las declaraciones no fueron proporcionadas cuando lo leyó, y lo rechazó por completo, luego ordenó al teniente coronel Bourke, el jefe del estado mayor, que escribiera una respuesta, cuando eso estuvo hecho, él también lo desaprobó y volvió a pedir el original, que le entregué, y ordenó al teniente coronel Torrens que hiciera alguna alteración. Fue copiado por él, y creo que enviado a la ciudad por el capitán Browne, ayudante de campo del general Whitelocke. El teniente general Whitelocke ordenó entonces al coronel Bourke que permaneciera al mando de las tropas que se encontraban en las inmediaciones del Corral, con algunas órdenes también para las del coronel Mahon, siempre que llegaran, y se dirigió inmediatamente con todos los demás oficiales a la - 139 - Plaza de Toros. Cuando llegué a la Plaza de Toros, me ordenó que fuera a inspeccionar la artillería general que había sido capturada, y que me fijara en los lugares que creía más deseables para las baterías, para su consideración futura. Estuve bastante tiempo ocupado en ese deber, y volví con él, diciéndole que concebía el mejor lugar para una batería de cañones, si no superaba las seis piezas, era el edificio circular que había sido ocupado para las corridas de toros. La batería de morteros se iba a colocar con su ángulo izquierdo cubierto por el mismo edificio, me preguntó, si yo pensaba que había muchas probabilidades de éxito en un segundo ataque. Dije que sólo había dos medios, y no pensé que ninguno de los dos tuviera éxito, el de asalto se había intentado con sólo un éxito parcial; el segundo por bombardeo, incluso si los medios a nuestro alcance en toda su extensión, producirían, en mi opinión; muy poco efecto sobre una ciudad de un tamaño tan inmenso como Buenos Aires, cuyos edificios eran efectivamente incombustibles. Que había desembarcado un solo cañón británico de veinticuatro libras y que una gran proporción de los cañones capturados tenían pinchos (se clava un clavo en el lugar de la mecha para inutilizarlo) o no eran aptos para el servicio. De los pocos que estaban en forma, el número de cualquier calibre considerable era muy pequeño; que habiendo visto el efecto insignificante que producían los cañones de veinticuatro libras sobre las casas de Montevideo, estaba convencido de que cañones de menor calibre producirían poco o nada contra casas construidas con material similar, y de manera similar a las de Montevideo. Por otra parte, lo expresé como mi opinión, a partir de la estimación aproximada que había podido formar de la pérdida, que el número de tropas que quedaban, incluso si el general español estuviera dispuesto a entregar Buenos Aires sin más lucha, de ninguna manera teníamos un número adecuado, o casi, para controlar tal masa de habitantes armados, y para los puntos que fueran absolutamente necesarios para el apoyo del ejército británico. Poco después, el teniente general Whitelocke me informó que había resuelto enviarme a la ciudad para reunirme con el general Liniers, para comunicarme con él sobre el tema de su carta. Asistí al teniente general Whitelocke algún tiempo después para recibir sus órdenes, y él me dio una variedad de órdenes verbales relativas a los puntos que debía discutir con el general Liniers. Solicité una orden detallada por escrito sobre el tema, pero no me la dio. Creo que eran las tres cuando entré con bandera de tregua al pueblo. P. El general de división Gower declarará lo más fielmente posible las órdenes que recibió. R. Creo que en la actualidad aparecerán de manera muy distinta. Allí conocí al general Liniers y a algunos de sus principales oficiales. Pregunté al teniente general Whitelocke cuando me entregó las órdenes, si debía acatar absolutamente los puntos que él había mencionado, o si, sin perderlos de vista, podría proponer otras tres o cuatro condiciones, que si el enemigo aumentaba en sus demandas, podría, sin alejarme de sus órdenes originales, tener algo que conceder por cualquier concesión que pudieran hacer de su parte. Los términos que había propuesto, y de los que dijo que no retrocedería en un grado considerable, y a los cuales; Debo prestar especial atención, si la posesión de la ciudad de Montevideo en soberanía durante el período de cuatro meses, y que un distrito comprendido dentro de una línea trazada desde San Carlos por el oeste hasta Pando por el este, debe considerarse como tierra neutral; que los españoles entregaran a todos los prisioneros - 140 - de guerra en su posesión; que no se debe intentar impedir la introducción de suministros a Montevideo durante ese período de cuatro meses; que las tropas británicas debían embarcarse en cualquier punto que eligieran dentro de diez días, con todos sus cañones y provisiones, y los que hubieran tomado del enemigo para poder llevarlos consigo; que durante el mencionado período de cuatro meses, el comercio de los comerciantes británicos en el Río de la Plata iba a ser perfectamente libre en todos sus rincones. La proposición adicional que tenía la intención de hacer y que presenté al teniente general Whitelocke, y que él aprobó, fue la toma en soberanía de una parte considerable de la margen izquierda del Río de la Plata, y ese país y el Río de la Plata deberían ser considerado neutral durante el resto de la guerra. Conversé con el general Liniers sobre cada uno de estos temas por separado, y en uno o dos más que propuso, pero de los que se apartó. Descubriendo que no había ninguna probabilidad de que estuviera de acuerdo con la proposición adicional, me retiré después de algún tiempo también de eso, y continué por completo en esos puntos, en relación con los cuales había recibido sus instrucciones especiales. A última hora de la tarde volví a la Plaza de Toros, habiendo tomado notas sobre cada uno de los temas en discusión y sobre dos temas adicionales que había propuesto el general Liniers, y que, como no tenía que militar contra nada en las órdenes anteriores, me incliné a someterme al teniente general Whitelocke. Para que pudiera entenderlos claramente, de las notas que tenía, extraje un papel en forma de artículos que entregué al teniente general Whitelocke. Al día siguiente, entre las once y las doce, cuando el almirante Murray había llegado a tierra. El teniente general Whitelocke me informó que su intención era aceptar un tratado basado en las proposiciones preliminares que le había entregado la noche anterior. Al día siguiente, el teniente general Whitelocke me ordenó preparar un tratado que luego me entregó, con las proposiciones que yo había repetido originalmente, así lo hice, y contesté que en esencia era lo mismo. Creo que a la mañana siguiente, día 9, el general Liniers comenzó a entregar las porciones de prisioneros que pudieron moverse, y que estaban en Buenos Aires. Al mismo tiempo recibí las órdenes del general Whitelocke de comunicarme y cooperar con el capitán Bayntun de la armada, en el re-embarque de las tropas desde la Plaza de Toros. En ese servicio continué empleando hasta la noche del 12, cuando se completó. P. Quizás sería mejor si el general Gower declarara, dentro de su conocimiento, qué órdenes se dieron para la evacuación de Montevideo. R. Puedo afirmar que estuve con la última división de tropas que se embarcó desde Montevideo a las órdenes del general Whitelocke. P. ¿Estuvo con el General Whitelocke durante todo el día del 5? R. Con la excepción de un período de aproximadamente media hora, durante el cual el teniente general Whitelocke estuvo ausente, después de haber ordenado a los oficiales de estado mayor, en mi presencia, que permanecieran donde estaban. P. ¿En qué período del día fue eso? R. No tengo una nota específica sobre el tema. Pasaba del mediodía. Recuerdo el hecho, pero no tengo una nota específica. - 141 - P. ¿Permaneció con el general Whitelocke durante todo el día, como consecuencia de las órdenes que recibió de él ese día, o como consecuencia de órdenes anteriores? R. Como consecuencia de la orden que había recibido la noche anterior de encontrarme con él esa mañana y recibir sus órdenes; en consecuencia, permanecí donde estaba hasta que recibí tales órdenes. P. ¿Tuvo alguna comunicación con el teniente general Whitelocke en el transcurso del día 5, sobre el tema de él y el suyo? R. Tuve. P. Indique por favor. R. Poco después de llegar, dijo que pensaba que era un buen lugar para quedarse hasta que recogiera sus informes, y me preguntó si lo creía. Dije que desde su situación central me parecía en primera instancia tan bueno como cualquier otro. P. ¿Tuvo alguna otra conversación en el transcurso de ese día sobre el mismo tema? R. Ninguno que yo recuerde. Tuve muy poca comunicación con el teniente general Whitelocke el 5 de julio. P. Describa el lugar en el que permaneció desde el amanecer hasta el anochecer, y su distancia desde la entrada de la ciudad, y su distancia calculada desde los varios puntos de ataque. R. Estaba casi en el lugar desde donde se movió la brigada ligera, cerca de la entrada de las dos calles principales de la ciudad de Buenos Aires. Su distancia exacta desde los puntos de ataque, sólo puedo mostrar una referencia en el mapa, nunca la medí. P. Indique los nombres de los oficiales que permanecieron con el teniente general Whitelocke durante el 5 de julio. R. Capitanes Brown, Forster, Whittingham y el ayudantes de campo del general Whitelocke Douglas; El secretario militar teniente coronel Torrens; El general adjunto del cuartel general teniente coronel Bourke; El ayudante general adjunto teniente coronel Bradford; El ayudante general adjunto capitán Blake, capitán Fraser al mando de la artillería; El capitán Squire al mando de los ingenieros, el teniente Costley adjunto a mí como mayor de brigada y yo mismo. No recuerdo más. P. Indique el número y la descripción de las tropas que quedaron como reserva después del comienzo del ataque. R. Después del comienzo del ataque, consideré a toda la caballería desmontada y una compañía del 88° regimiento como reserva. P. ¿Cuál fue el número y la descripción? R. No sé el número; No tengo retorno. P. En la situación en la que usted permaneció, ¿tenía el Teniente General Whitelocke una habilidad para comunicarse con las diferentes divisiones del ejército involucradas en el ataque? - 142 - R. En cuanto a la distancia, debo suponer, a partir de su situación central, que estaba mejor calculado para ese propósito. En cuanto a las instalaciones, todos los lugares eran iguales, desde la inmensa cantidad de hombres montados y armados que estaban cerca de las tropas en todas las situaciones de ese país. Suspendido. Décimo séptimo (17) Día Jueves 18 de febrero Habiéndose reunido el Tribunal conforme al aplazamiento, los extraños fueron excluidos hasta las diez y media, cuando se abrieron las puertas, y el Teniente General Whitelocke con sus asistentes, y los oficiales del Tribunal, habiendo ocupado sus respectivos puestos, entonces el presidente del juzgado, Sir William Meadows, se dirigió a la Corte de la siguiente manera. Como consecuencia de la indisposición de uno de nuestros miembros más distinguidos (el general Lord Lake) y con la esperanza de su pronta recuperación, la Corte se levanta hasta el próximo lunes a las diez en punto. Suspendido. Décimo octavo (18) Día Lunes 22 de febrero Habiéndose reunido el Tribunal en virtud de un aplazamiento, como consecuencia de la muerte del General Lord Lake, se modificó la disposición en la que los miembros se habían sentado antes. Joseph Bullock, Esquire (escudero) y comisario general, asistió a su propio deseo, para explicar y corregir algunas partes de su evidencia anterior. Dijo que habiendo manifestado antes que sólo había pan y carne, quiso explicar a la Corte que también había harina y grano, además de una determinada cantidad de pan, suficiente para el abastecimiento de todo el ejército para cuatro o cinco días, existiendo molinos y hornos capaces de molerlo y hornearlo para el consumo diario. En otra parte de su testimonio respecto a las órdenes que había recibido del General sobre la marcha, quiso decir, las órdenes previas a la marcha, cuando el ejército se detuvo en sus diferentes lugares de detención; el general le dio órdenes de recolectar ganado y se condujo una cantidad en consecuencia. Entonces se llamó al general de división Gower y, una vez que se leyó su testimonio del día anterior, se le examinó más a fondo. P. ¿El lugar en el que tomó su puesto el general Whitelocke en la mañana del 5 de julio fue el terreno ocupado la noche anterior por la brigada ligera? ¿O fue en una línea por donde pasó esa brigada, antes de iniciar el ataque? R. Fue inmediatamente en la parte trasera de las casas en las que la brigada ligera estaba acantonada la noche anterior, y en el terreno abierto más cercano, que estaba un poco elevado sobre esas casas. - 143 - P. ¿Escuchó todo el informe del capitán Whittingham cuando entregó la solicitud de Sir Samuel Auchmuty de un refuerzo de artillería? R. No estoy seguro de si lo hice o actué. A esta distancia de tiempo, y sin haberlo anotado, no puedo expresarlo en su totalidad. P. ¿A qué hora recibió el informe el general Whitelocke? R. Creo que alrededor de las dos. P. ¿Escuchó lo suficiente del informe como para permitirle afirmar si la solicitud de Sir Samuel Auchmuty se limitaba a obtener un refuerzo de artilleros o si se extendía a otros puntos? R. No lo hice. He dicho todo lo que sé positivamente sobre ese tema. P. ¿Detallaba el informe las operaciones en las que había estado involucrado Sir Samuel Auchmuty, e indicaba la situación en la que se encontraba su cuerpo en el momento en que el capitán Whittingham lo dejó? R. Creo que no dio ningún detalle, pero describió el estado existente de ese cuerpo en ese momento. P. ¿Es lo que ha dicho todo lo que puede recordar del informe del capitán Whittingham sobre este tema? R. Si, lo es. P. ¿El capitán Whittingham especificó el propósito para el que necesitaba este refuerzo? R. No sé si lo hizo o no. P. ¿Con qué escolta procedió el Capitán Whittingham a la Plaza de Toros, y cuáles fueron las dificultades que experimentó para ir o regresar de allí? R. Tenía algunos dragones. El número no lo sé; no habiendo estado con él, no puedo decir qué ocurrió en el cumplimiento de este deber. P. ¿Tenía el general Whitelocke algo, y qué información de las diferentes columnas del ejército, antes de que dejara el Corral y regresara a sus cuarteles la noche del día 5? R. Le escuché dar órdenes relativas a la caballería desmontada que estaba en el frente, que llevaba su ayudante de campo, por lo tanto supongo que tenía comunicación con ellos. Excepto ese y el descrito por el Capitán Whittingham, no conozco otro en ese período. P. Explique qué regimientos quiere decir cuando habla de la caballería desmontada. ¿Formaban parte de la reserva o de las columnas originales que participaron en el ataque? R. Desmontaron cuatro tropas de los carabineros y una parte de los 9 dragones ligeros, estos fueron los que dije antes al considerarlos parte de la reserva. P. ¿Debe entender la Corte entonces que el General Whitelocke no había recibido información respecto a ninguna de estas columnas de su ejército, involucradas en el - 144 - ataque, antes de dejar el Corral y regresar a sus cuarteles la noche del 5, con la excepción de Sir Samuel Auchmuty y el Capitán Whittingham? R. No conocía más que lo que he dicho. P. ¿La caballería desmontada se había enfrentado el día 5? R. La proporción de ellos que ocuparon el terreno sobre el que relevaron los piquetes de infantería, lo fueron más o menos durante todo el día. P. ¿Recuerda el nombre del ayudante de campo que llevaba esta orden que acaba de mencionar? R. Capitán Foster. P. ¿Hubo alguno, y qué intentos hizo el General Whitelocke para obtener información de las diferentes columnas de su ejército comprometidos en el ataque? y ¿hubo alguno, y qué intentos hizo para ponerse en comunicación con alguna de estas columnas? R. No conozco otro intento que el que he descrito. El general Whitelocke permaneció casi inmóvil todo el día, excepto ese intervalo de media hora del que he hablado antes y durante el cual no sé adónde fue. P. ¿Hubo alguno, y qué intentos hechos por el General Whitelocke personalmente o de otra manera, para cooperar y apoyar a las diferentes columnas de su ejército, comprometidos con el enemigo el día 5? R. Ya he dicho todo lo que sé sobre ese tema. Fiscal – Solicito al Tribunal a que solicite al General Gower que dé una respuesta directa a la última pregunta. R. Solo puedo detallar lo que ya he dicho. No conozco otras órdenes que se hayan dado sobre ese tema. Fiscal - para que podamos entender claramente cómo se encuentran las pruebas con respecto a la conducta del general Whitelocke ese día, me gustaría que la pregunta se repitiera y se respondiera nuevamente. No estoy seguro de que nada de lo que ha dicho el general Gower demuestre algún esfuerzo personal por parte del general Whitelocke; El general Gower no ha dado una respuesta directa a eso. Simplemente le pregunto qué vio o escuchó sobre el tema. Luego se repitió la pregunta y se dio la misma respuesta. P. ¿A qué hora dejó el general Whitelocke las columnas con el propósito de regresar a sus cuarteles, la noche del día 5? R. Debería pensar que entre las cinco y las seis en punto. Estuvo oscuro casi inmediatamente después. P. ¿Lo hizo o no ignorando lo que les había ocurrido a las diferentes divisiones del ejército que se habían enfrentado con el enemigo durante ese día, con la excepción de la que estaba bajo el mando de Sir Samuel Auchmuty? - 145 - R. Creo que no conocía el resultado del ataque de las columnas de la derecha, que incluyen la brigada del general Craufurd y el 5° regimiento. De todos los demás, tengo motivos para pensar que recibió información de Sir Samuel Auchmuty. P. ¿Exprese su razón para pensar que había recibido tal inteligencia? R. Porque había escuchado el evento de las columnas de la izquierda del Capitán Whittingham. P. Indique dónde estaba el cuartel general esa noche, y tan minuciosamente como pueda, la distancia desde la entrada del pueblo y la distancia calculada de los diferentes puntos de ataque. R. La distancia desde la casa que entonces se llamaba “la casa de White” a las primeras casas en la ciudad, no puedo decir exactamente desde la calle cercana a ella, donde se colocaron los cañones del enemigo, cuando la brigada ligera cargó el 2, estaba tan cerca a las primeras casas del pueblo, que el disparo de racimo de los cañones alcanzó blancos muy cerca de la casa de White. La distancia de los puntos de ataque, siendo toda la profundidad de la ciudad, no la puedo afirmar. P. Indique si el enemigo realizó algún ataque durante el día o la noche del día 5, sobre las tropas estacionadas cerca de la persona del General Whitelocke, y las precauciones tomadas para la seguridad del cuartel general durante la noche. R. Pequeños grupos del enemigo se estaban forzando a salir de la ciudad durante todo el día 5. Los guardias del 6° de dragones y el 9° de dragones ligeros estuvieron seriamente en acción durante la mayor parte del día, y el cuerpo anterior perdió a su primer y segundo oficiales superiores. La casa del Sr. White estaba ocupada como hospital y como cuartel general, una compañía del 88° había estado allí todo el día para proteger a los heridos, según mi mejor recuerdo. El scout de un subalterno que quedó, podría haber sido movido hacia abajo para unirse a ellos, No sé si fue así o no. Escuché al general Whitelocke ordenar que uno de los miembros del personal, un subalterno presente, durante la noche, caminara constantemente sobre el techo plano de la casa para avisarle de cualquier suceso extraordinario; No recuerdo ninguna otra precaución particular. P. ¿Estaba la reserva compuesta por 272 guardias del 6° regimiento de dragones ligeros; 43 del 9° de dragones ligeros; 30 montados del 17° de dragones ligeros y 83 desmontados, adscritos al comisario general; una compañía de 60 del 88° regimiento; con un destacamento de 180 dejado a cargo de las mochilas del regimiento? R. Sí; eran cuerpos que yo consideraba pertenecientes a la brigada. P. ¿El objetivo de aquellos grupos, que de vez en cuando se escapaban del pueblo, era atacar la reserva cercana al general Whitelocke o escapar? R. Hubo una gran distinción. Había una fuerza considerable en acción, y su caballería estaba tratando de escapar. P. ¿Las tropas pertenecientes a la reserva, que usted declara haber estado comprometidas en la ciudad ese día, estaban comprometidas en resistir cualquier ataque del enemigo sobre ellas, o como consecuencia de que estas tropas intentaron abrirse paso en la ciudad? - 146 - R. Ciertamente, en el primer caso, el enemigo atacó a las tropas que entonces estaban paradas; finalmente oí que el general Whitelocke enviaba una orden a los carabineros para que cargaran algunos cañones; Creo que la causa de esa orden fue un informe que le hizo el capitán Foster, su propio ayudante de campo. P. Indique el período en el que se llevó a cabo ese ataque, y qué fuerza y todas las circunstancias relacionadas con él que usted sepa. R. La hora, no recuerdo. Estaba a cierta distancia del general Whitelocke, cuando vi al capitán Foster venir de los carabineros y le comunicó algo que no escuché, al general Whitelocke, inmediatamente después, me ordenó que fuera y ordenara a los carabineros que cargaran a los cañones. No conozco otras circunstancias relacionadas con él. La fuerza del enemigo estaba tan oculta por edificios y recintos que no puedo dar una opinión al respecto. Me pareció que estaba formado por todos los habitantes varones de esa parte de la ciudad, junto con sus esclavos. P. ¿Vio o escucho de algún otro ataque realizado por el enemigo, excepto lo que dijo que paso durante el 5? R. Eran pequeños grupos del enemigo que constantemente se abrían paso fuera de la ciudad, lo que mantenía a los pequeños destacamentos de cuerpos casi constantemente disparando más o menos. No conozco a ningún otro. P. ¿El objeto de estas pequeñas partidas forzando su salida de la ciudad, parecía tener el propósito de atacar la reserva, o de escapar? R. Para escapar. P. ¿Cómo estaba armada la caballería desmontada y qué formaba parte de la reserva? R. La 6° guardia de dragones y el 9° de dragones ligeros tenían carabinas del modelo antiguo. El 17° de dragones ligeros tenían algo del nuevo modelo, pero después de que se embarcaron se cambiaron por armas de infantería, que creo, fueron en su totalidad o en parte, armas españolas capturadas. P. Indique qué sucedió esa noche en el cuartel general y qué resoluciones se decidieron para el día siguiente. R. Escuché al general Whitelocke expresarse particularmente ansioso por comunicarse con la columna derecha de ataque y con la fuerza al mando del teniente coronel Mahon; y que debería, lo más temprano posible por la mañana, emplear al capitán Whittingham en ese servicio. P. ¿Cómo se empleó al general Whitelocke durante ese período? ¿Comió, bebió o se acostó? Está llamado a declarar todo lo que pasó. R. Poco después del anochecer, todos los oficiales presentes cenaron. A primera hora, no recuerdo qué, todos, excepto el oficial que fue colocado en el techo de la casa, se acostaron en varias partes del piso para dormir. Se levantaban a la hora, durante la noche, para ver si había alegría o cansancio a su lado. Creo que algún tiempo antes de que amaneciera, todos estaban caminando, listos para recibir las órdenes del general. P. Por el número total de oficiales, ¿incluye al propio general Whitelocke? - 147 - R. Creo que puedo. Creo que se levantó una o dos veces por la noche; pero como pasó en la oscuridad, no es fácil para mí y no es un asunto fácil de expresar correctamente. P. ¿Cómo se dispuso de las tropas de la reserva durante la noche? R. Que yo recuerde, todos, excepto los carabineros, permanecieron en la misma posición que habían ocupado durante el día; los carabineros se adelantaron un poco a lo que ocupaban por la mañana. P. Indique la hora a la que el general Whitelocke abandonó el cuartel general en la mañana del día 6. R. Que yo recuerde, casi inmediatamente después del amanecer. P. ¿A qué hora ordenó al Capitán Whittingham que intentara abrir una comunicación con la columna derecha de ataque y con las tropas que dejaron al otro lado del riachuelo? R. Creo inmediatamente después del amanecer. P. Con la excepción de los hombres de artillería enviados como consecuencia del informe presentado por el capitán Whittingham a Sir Samuel Auchmuty, ¿fue este el primer intento del general Whitelocke de comunicarse con las otras columnas del ejército, que, en la mañana del 5 y por sus órdenes había penetrado en el pueblo para atacar al enemigo? R. Sí, lo fue. P. ¿Fue este el primer intento desde el amanecer del día 5 de comunicarse con el cuerpo al mando del coronel Mahon? R. Ciertamente. P. ¿Con qué fuerza, como su escolta, procedió el capitán Whittingham a realizar este servicio? R. Algunos dragones montados y una pequeña parte del regimiento 88°. P. Indique la hora en que el sargento Hamilton, del 17° de dragones ligeros, trajo una carta del comandante español al general Whitelocke, y por qué medio el sargento llegó a poseer esa carta. R. Entre las 11 y las 12 horas. Tenía entendido que la carta había sido enviada con una bandera de tregua a la Plaza de los toros, y que desde allí fue enviada por Sir Samuel Auchmuty. Aquí se produjo y leyó una copia de la carta, como sigue. Señor, Con el mismo sentimiento de humanidad que os ha guiado profesamente, os ruego que os deje decir que, por los sucesos de la última noche, conozco plenamente vuestra fuerza. He tomado ochenta oficiales, mil hombres, y he matado a muchos más. Para ahorrar, por tanto, cualquier otra efusión de sangre, tengo que ofrecer a Vuestra Excelencia, que vuelva a embarcar con el resto de su ejército, dejando Montevideo en nuestro poder, y devolveremos a - 148 - todos los prisioneros ahora tomados y los que estaban antes detenidos. Si estas propuestas no son aceptadas, no puedo responder por la seguridad de los presos, tanto la gente está indignada contra los ingleses. Aprovecho para mencionar que tres de mis Aid-de-camps han sido heridos, lo envío con un oficial inglés. (Firmado) Elio. Buenos Aires, 5 en punto. P. ¿Fue esta carta la primera información que recibió el general Whitelocke sobre las consecuencias del ataque de las columnas el día anterior? R. Dije que había un informe de Sir Samuel Auchmuty la noche anterior, que creo que incluía todas las columnas del ala izquierda. Yo mismo no tenía conocimiento, hasta la llegada de esa carta, de lo que le había sucedido al ala derecha, ni sé que el general Whitelocke tuviera conocimiento alguno. P. ¿A qué hora del día 6 fue enviada esta carta del general Whitelocke por su ayudante de campo, el capitán Browne, proponiendo al general español un cese de hostilidades? R. Alrededor de las 12 en punto. Aquí se introdujo y leyó la carta. Señor, Cuartel general, a las 12 horas. Tengo que acusar recibo de su carta, y usted me hace justicia al creer mis sentimientos en la causa de la humanidad. Por la magnitud de la acción y el estado de los heridos, propondría una tregua de veinticuatro horas, las líneas que permanezcan como están ahora. En cuanto a la rendición, como está ahora el ejército, está fuera de toda duda, habiendo tomado tantos prisioneros. Debo lamentar que su ayudante de campo haya sido herido; pero son bajas inevitables; y tengo que comentarle a cambio, que mi ayudante de campo le han disparado durante todo el camino. (Firmado) Whitelocke. P. Ha dicho que, tras el regreso del Capitán Browne, el General Whitelocke, dejando al Teniente Coronel Bradford al mando de la columna, se dirigió con usted y los demás oficiales a la Plaza de los toros, por lo tanto, no fue hasta que el General Whitelocke había propuesto un cese de hostilidades que busco personalmente unirse a las - 149 - operaciones de las tropas bajo su mando, ¿quién había marchado al amanecer de la mañana anterior para el ataque del enemigo en los bajos de Buenos Aires? R. No hizo ningún intento personalmente hasta el período en que se envió la carta; pero las hostilidades no cesaron en absoluto durante un tiempo considerable después. P. ¿A qué hora llegó el General Whitelocke a la Plaza de los Toros? ¿Con qué escolta fue? ¿Y se encontró con alguna dificultad en su camino hacia allí? R. Aproximadamente, o un poco antes, a la una, creo que dos cañones de seis libras, con su complemento de artillería, fueron enviados para cubrirlos, y una parte del 9° regimiento de dragones desmontados. Hubo algunos disparos desde atrás de las casas durante la marcha, pero no fue de consecuencia. No recuerdo ninguna otra dificultad. P. Habiendo manifestado como argumento contra nuevas hostilidades, que en el caso de que Buenos Aires se rindiera el día 8, las tropas restantes debían ser incapaces de controlar tal masa de habitantes y de retener los puntos necesarios para ser ocupados, indique si en su opinión, las consecuencias naturales e inmediatas de la rendición no habrían sido el desarme de los habitantes y el establecimiento de una policía militar, tan eficiente y vigorosa como para haber impedido la insurrección de un pueblo desarmado; ¿Y si el trato liberal y amable prescrito en las instrucciones de su majestad habría vinculado todas las órdenes de hombres al gobierno británico? Teniente general Sir J. Moore: "No creo que esta sea una pregunta adecuada. Es una cuestión de opinión y no puede afectar el juicio de la Corte de una forma u otra". Fiscal - "Como el general Gower ya ha dado una opinión sobre este tema, y como en lo sucesivo puedo tener la oportunidad de hacer comentarios sobre las opiniones de varios de los testigos, pensé que sería deseable tener las razones del general Gower para la opinión que ha dado, de la que en la actualidad estoy totalmente en desacuerdo”. Luego se repitió la pregunta. R. Desde la inmensa extensión de Buenos Aires, creo que hubiera sido imposible evitar el encubrimiento de la mayor parte de las armas que estaban en manos de los habitantes. Creo que el efecto de una policía militar habría sido trinar, ya que estoy seguro de que no se podría haber obtenido ninguna información realmente buena que pudiera haber dado mucho efecto a las medidas de esa policía. Estoy seguro de que ninguna conducta, por cautelosa, justa o humana que haya sido, hubiera provocado que los habitantes de ese país renunciaran al poder de atacar a los soldados británicos. Pareciera que siempre están dispuestos a hacerlo; y me confirma esto en la opinión unánime que todos los españoles con los que hablé que habían dado tanto al general Beresford como a sir Samuel Auchmuty en sus respectivos mandatos; y que es un hecho comprobado que el pueblo de Buenos Aires había preparado minas bajo el cuartel del 71° regimiento, y que no se había mostrado ningún apego ni buena voluntad por parte del pueblo del otro lado del río para el gobierno de Sir Samuel Auchmuty, aunque la gente de ambas estaciones expresó, en los términos más enérgicos posibles, cuánto estaban en deuda con los generales Beresford y Auchmuty por su moderación y justicia en sus respectivos mandatos. - 150 - P. Habiendo dicho que la estación que ocupó el general Whitelocke en la mañana del día 5 tenía el propósito de recibir informes, explique a qué se refería en esa declaración. R. Los que supuse serían enviados por cada uno de los oficiales al mando de las distintas columnas. P. ¿Se refiere a las columnas que participaron en el ataque? R. Si. P. Entonces, ¿cómo pudo el general Whitelocke recibir estos informes en el Miserere, o en cualquier otra estación, cuando no se habían dado órdenes o avisos a los generales u oficiales que comandaban las brigadas en la estación donde se encontraba el general Whitelocke durante el día 5? R. Pensé que era la costumbre general del servicio que todos los oficiales a los que se les hubiera confiado una rama de servicio particular debían informar el resultado, y pensé que era probable que lo hicieran. P. Habiendo dicho eso, en respuesta a que el General Whitelocke le dijo que el lugar donde estaba era un buen lugar para quedarse hasta que recogiera sus informes, y preguntándole si pensaba eso; dijo que desde su situación central, en primera instancia, era tan buena como cualquier otra, ¿qué quieres decir con la expresión, en primera instancia? R. Que si estos informes no nos llegaban en un intervalo de tiempo tal como creí necesario que transcurriera cuando los oficiales pudieran enviarlos, entonces, si me hubieran ordenado, los oficiales de estado mayor, o personalmente, trataría de abrir una comunicación con los cuerpos. P. Por la situación en la que se encontraba el general Whitelocke, ¿pudo percibir cuán pronto recibieron fuego las diferentes columnas? R. Ciertamente que no. Las casas los taparon y fue imposible de ver. P. ¿Qué tan pronto comenzó el fuego del enemigo después de que las tropas marcharon de sus puestos? R. Muy pronto. Casi inmediatamente. P. ¿Fue el disparo de cañón, de mosquetería o de ambos? R. De ambos. P. ¿Fue violento el fuego? R. No al principio; pero lo fue después. P. ¿Cuánto tiempo continuó? R. A intervalos hasta el anochecer. P. ¿Qué tan pronto y cuándo percibió que se cortó toda comunicación entre las columnas comprometidas en el ataque y la reserva? - 151 - R. Durante todo el día se había impedido a las pequeñas partidas comunicarse con cualquiera de los puntos debido al número de personas en armas en todas las direcciones, pero no tengo ninguna razón para suponer que una partida adecuada podría haber abierto una comunicación en cualquier lugar que se hubiera intentado. P. ¿Hizo el general Whitelocke algún intento de este tipo o le consultó sobre la conveniencia de hacerlo ese día? R. Ningún otro intento que el que he descrito que yo sepa. No recuerdo que me haya hablado sobre el tema hasta poco antes de enviar al capitán Whittingham. Por lo que puedo recordar, tanto en ese período como cuando los hombres de artillería fueron enviados por la noche, expresé mi deseo de que me permitieran ir; y agregué que, incluso si se trataba de una dificultad para comunicarse con las columnas de la derecha, o con el coronel Mahon por tierra, pensé que posiblemente podría hacerlo subiéndome a bordo de un barco de guerra; en la Plaza de los toros, y efectuarlo por agua. P. ¿Qué respuesta dio el general Whitelocke a esa propuesta? R. Por lo que puedo recordar, debería enviar al Capitán Whittingham, y luego decidiría qué hacer. P. ¿Tuvo alguna otra comunicación con el General Whitelocke en el transcurso de ese día que la que ha indicado? R. Es posible que haya hablado con él de vez en cuando, pero sobre temas tan poco importantes que no puedo enunciar ninguno a esta distancia de tiempo. P. ¿Debe entender la Corte entonces que el general Whitelocke no lo consultó a usted, como su segundo al mando, en ninguna ocasión ese día? R. Ciertamente, no más allá de los puntos que ya he indicado. No sé lo que pueda significar la aceptación de la palabra consultar, pero en la forma de consulta no se mencionó nada relacionado con el servicio, ciertamente nada; pero permítanme decirles que han transcurrido siete meses y no pensé que se investigaría el tema. El fiscal recapituló las últimas tres o cuatro preguntas y respuestas, y luego procedió a decir: P. El general de división Gower declaró que las tropas marcharon al amanecer para atacar al enemigo en la ciudad; que el fuego del enemigo se inició inmediatamente después; que se cortó toda comunicación entre el general Whitelocke y las columnas comprometidas en el ataque; que no se recibió información sobre la derrota o la victoria de las tropas; ¿Mantuvo, o no, como segundo al mando, alguna comunicación con el general Whitelocke, o recibió alguna orden de él, aparte de las que ya ha declarado, habiendo sido expresamente dirigido por el general Whitelocke el día anterior a esperar sus órdenes?, ¿no se ha recibido ninguna información, excepto el informe del capitán Whittingham, alrededor de las tres? R. Ninguno que yo pueda recordar. Aquí el testigo estaba a punto de relatar la causa por la que las comunicaciones no eran más frecuentes entre él y el general Whitelocke, cuando el fiscal intervino y dijo que había sentido que era su deber plantear estas preguntas al general Gower; y - 152 - aunque pudiera diferir de opinión con él sobre la base de sus razones por las que no debían continuar las hostilidades, aprovechó esta oportunidad para afirmar claramente que con estas preguntas no pretendía hacer ninguna reflexión sobre la conducta del general Gower. Lo que buscaba simplemente se relacionaba con los cargos contra el general Whitelocke, ni vio cómo el general Whitelocke estaba implicado en absoluto. P. ¿El general Whitelocke le consultó alguna vez sobre el tema de intentar abrir cualquier comunicación con las diferentes divisiones del ejército involucradas en el ataque? R. No. Pospuesto hasta el próximo día. Décimo noveno (19) día Martes 23 de febrero Habiéndose reunido el Tribunal en virtud del aplazamiento, el fiscal dijo que, al considerarlo, creía necesario formular una pregunta al general Gower, que en ese momento no parecía ser material, a saber, las circunstancias que causaron tan poca comunicación entre el general Whitelocke y el general Gower surgieron de cualquier cosa que el general Whitelocke hubiera dicho o hecho. Aquí el general Whitelocke puso un papel en la mano del fiscal, que leyó como sigue "El general Whitelocke no se opondría a que el fiscal hiciera preguntas sobre temas relacionados con las operaciones militares del ejército bajo su mando; pero el general Whitelocke alega a la Corte que, aunque hasta ahora se ha abstenido cuidadosamente de oponerse a cualquier pregunta relacionada con los acuerdos militares sin embargo, cuando se busca profundizar en temas de carácter privado, se confía a la sabiduría y liberalidad de la Corte para determinar si son admisibles.” Fiscal – “Después de lo que ya he dicho, no es necesario que profundice en la observación en respuesta a esta objeción, al plantear esta pregunta ahora es más ventajoso para el general Whitelocke de lo que podría serlo en el futuro; porque tendrá la oportunidad, en su contrainterrogatorio, de hacer las preguntas o de las animadversiones que considere oportunas. La práctica de los consejos de guerra y cualquier otro tribunal de justicia, según mi experiencia, donde una cuestión importante puede surgir en cualquier etapa del proceso, es la práctica habitual entregarla al juez, que nunca tendrá la menor dificultad para ponerlo. Por lo tanto, en la etapa futura del examen, podría hacer que esta pregunta pase a la Corte, cuando no pueda haber objeciones. En mi opinión, es una pregunta importante que la Corte debe haber respondido; y si debería resultar en la respuesta que las circunstancias no están relacionadas con el General Whitelocke, entonces el Tribunal puede impedir que el testigo profundice en las circunstancias, pero si está relacionado con algo que el General Whitelocke haya dicho o hecho en el curso de su servicio militar en esta expedición, considero de suma importancia que la totalidad de la transacción, o todo lo que se relacione con su conducta en esa ocasión, debe estar ante la Corte." - 153 - Teniente general Sir John Moore - "No me opongo al momento de plantear la pregunta; mi objeción va a plantear la cuestión en absoluto." Aquí se ordenó que se despejara el Tribunal, y después de unos veinte minutos de deliberación. La objeción del general Whitelocke fue descartada y la pregunta se planteó de la siguiente manera. P. Habiendo declarado que hubo circunstancias que causaron tan poca comunicación entre el General Whitelocke y usted durante el 5 de julio, ¿surgieron o no estas circunstancias de algo que el General Whitelocke dijo o hizo? R. Surgieron de lo que había dicho el general Whitelocke. P. Explique entonces cuáles fueron esas cosas que dijo el general Whitelocke que causaron tan poca comunicación entre él y usted, el segundo al mando. R. Habiéndome consultado sobre un punto específico, sobre el cual mi opinión difería de la suya cuando lo exigió, dijo que estaba echando agua fría sobre todo lo que hacía; pero que me pondría a prueba con una pregunta, que era, ¿si todos sus actos, como oficial, en ese país no eran buenos? Respondí que la inferioridad de mi situación me impedía presumir de opinar sobre un teniente general que ostentaba un cargo de comandante en jefe. Luego dijo que me consideraba su enemigo declarado y que me reemplazaría de la situación que tenía como oficial de estado mayor en ese ejército. Después de una reprimenda tan severa, no me creí en libertad para proponer nada, o actuar de cualquier manera que no fuera en obediencia a los mandatos que debía recibir. P. ¿Cuándo tuvo lugar esta conversación? R. El 4 de julio. P. ¿Aproximadamente a qué hora? R. Fue en el período en el que me habló en relación con la convocatoria de la ciudad. Fue en respuesta a una pregunta sobre ese tema. No recuerdo la hora. P. ¿Tiene, o no tiene, algo más que agregar en respuesta a esta pregunta? R. Hubo otra parte de la conversación que consideré privada. Respetaba la opinión de un ministro de este país como a mí misma, que no creo necesario recordarla. Contrainterrogado por el general Whitelocke. P. ¿No recuerda que su mayor de brigada, el teniente Cortly, fue enviado para esforzarse a unirse al flanco derecho, y no pudo abrirse camino antes de que el Capitán Whittingham fuera enviado a la izquierda? R. No lo recuerdo. P. ¿No se ordenó a los carabineros y a los dragones ligeros del 9° que avanzaran hacia las nueve y se esforzaran por efectuar una comunicación con la columna central? Y ¿dónde estaban los carabineros y los dragones ligeros del 9° al momento de recibir esa orden? R. No sé si se dio tal orden. - 154 - P. Aparece en la evidencia un poco de confusión en cuanto a los diferentes puestos de la reserva. Indique, pues, la estación de los diferentes destacamentos y regimientos que componían la reserva, en la mañana del día 3; e indique qué alteración de su posición se produjo en el transcurso del día. R. A los carabineros se les ordenó, que yo recuerde, que ocuparan el terreno de los piquetes de la brigada ligera cuando partieran. Las cuatro tropas del 9° de dragones ligeros desmontados, recibieron la orden de posarse a la derecha de los carabineros. Las otras cuatro tropas del 9° se colocaron en el terreno ligero cerca del Corral. Una compañía del 88° regimiento permaneció para cubrir el hospital en el cuartel general; el destacamento del 17° fue adjunto al comisario general y permaneció allí también, ya que era el depósito de provisiones. Los pequeños destacamentos de cuerpo que quedaron para custodiar los parques (munición), permanecieron en los puestos donde los habían dejado sus comandantes, cerca de sus respectivos puestos. La artillería permaneció cerca de Corrales. No sabía dónde estaban los dragones montados, su número era muy pequeño. No conozco otras órdenes, excepto la orden de cargar las armas, que he descrito antes. La retirada que los carabineros se vieron obligados a realizar como consecuencia de la presión del fuego enemigo, finalmente les dejó algo por delante de la posición desde la que se habían movido en obediencia a esa orden. Aquí se leyó la orden del ataque. (Ver apéndice, No XI) P. ¿No estuvo una gran parte del 9° de dragones ligeros con los carabineros en el ataque al que ha aludido? R. Sí; como estaban de antemano. P. ¿No había cesado todos los disparos en la ciudad antes de que terminara la noche? ¿Y no fueron vistos los fusileros en lo alto de la iglesia en el centro del pueblo un poco antes del final del día? R. Todos los disparos habían cesado en ese momento y escuché un informe hecho al general Whitelocke de que los fusileros fueron vistos en esa posición. P. Indique la distancia del cuartel general al suelo en el que estuvo durante el día; y ¿no estaba la comandancia situada de modo que permitieran con facilidad la comunicación o actuaran según lo requiriera la ocasión? R. Entre 400 y 500 yardas (365 metros – 457 metros), y no vi ningún grado de dificultad, durante el día, para comunicarme o actuar desde el cuartel general. P. ¿Era posible, considerando la naturaleza de los alrededores de la ciudad, intentar moverse después del anochecer? ¿O era posible enviar a algún oficial para obtener información, o abrir alguna comunicación durante la noche? R. Todo el entorno se dividió en cuadrados, cuyas caras eran 140 yardas (128 metros). La multiplicidad de caminos, habiendo un camino a cada plaza, sin duda habría convertido en una mera cuestión de accidente que un oficial llegara a cualquier punto dado al que se le ordenó de noche. P. ¿No permaneció el cuartel general constantemente en la casa de White desde el 3? Y ¿no estaba la reserva estacionada en el frente de él, lo que indica que es el cuartel general? - 155 - R. Sí. P. ¿No había una abertura más considerable en la parte delantera de nuestro cuartel que en cualquier otra parte de ese vecindario? R. Inmediatamente enfrente del cuartel, había una plaza que, aunque delimitada, no estaba cultivada ni vallada. También estaba abierto todo el Corral, hasta la entrada a la calle. Me tomo la libertad de agregar lo que concibo como los alrededores de la ciudad, todo Buenos Aires se dispuso en calles en ángulo recto; y por su aumento de habitantes, se delimitó una porción considerable de terreno para edificar, lo cual fue la causa del número de plazas que rodeaban en gran medida al pueblo, y que yo consideraba como sus alrededores. Interrogado por la corte. P. Habiendo sido informado el general Whitelocke que el enemigo tenía la intención de defender la ciudad con barricadas en las calles y ocupando los techos de las casas, ¿sabe qué indujo al general Whitelocke a ordenar a las tropas que marcharan con las armas descargadas? R. No lo hago. P. ¿Sabe cuántas herramientas se asignaron a las tropas para forzar la apertura de las casas y derribar las barricadas en las calles? R. No lo hago. Creo que fueron distribuidos por el capitán del estado mayor, teniente coronel Bourke. P. En el momento en que el Capitán Whittingham trajo el mensaje de Sir Samuel Auchmuty, ¿se estaba considerando entre el General Whitelocke y usted si alguno de ustedes debería ir al puesto de Sir Samuel Auchmuty y juzgar en el lugar si sería aconsejable brindar más ayuda a ese cuerpo? R. No que yo pueda recordar. P. ¿Alguno, y qué herido, fue llevado a la casa de White en la noche, o en la mañana del 5, durante el tiempo que estuvo allí el general Whitelocke? R. Varios de los carabineros, y algunos de los del 9° de dragones ligeros, con algunos artilleros. Interrogado por Lord Cathcart P. ¿Hubo alguno, y en qué período del 5 de julio, en el que la posición del general Whitelocke podría haberse cambiado a una más ventajosa? R. Creo que podría ser, pasada la mitad del día, porque yendo a la Plaza de los Toros, aunque hubiera aumentado la distancia de la columna ligera, y del coronel Mahón, hubiera brindado la posibilidad de comunicarse por agua. P. ¿Habiendo dado su opinión de que el bombardeo del pueblo no tendría ningún efecto, exponga sus razones para tal suposición y si surgió de un experimento realizado con un cañón de 24 libras en las casas de Montevideo? - 156 - R. Creo que no dije que no tendría ningún efecto. Creo que dije, ningún efecto considerable. Al resto de la pregunta, de un experimento hecho en Montevideo, le digo que sí, en gran medida. P: ¿Sabía usted, en la mañana del 6 de julio, que el almirante había embarcado la artillería pesada lista para desembarcar y que los cañoneros estaban listos para cubrir tal desembarco? R. Después de mi llegada a la Plaza de los Toros, vi los cañoneros acercándose a la orilla. No conozco ninguna otra artillería lista para desembarcar, excepto la de 24 libras que vi en la playa. Fue desembarcado al amparo del terreno elevado de la Plaza de los Toros, por lo que no quiso ayuda ni cobertura de las cañoneras. P. ¿En qué período del día 4, se comunicó al general Whitelocke que el general Craufurd y el teniente coronel Duff se habían rendido al enemigo? R. Creo que se afirmó en la carta del general Liniers. No sentí que el hecho fuera confirmado hasta que lo escuché del general Auchmuty, y él había obtenido su información del Capitán Carrol del 88°, quien había salido con una bandera de tregua a tal efecto. P. Habiendo sido informado, y encontrando veraz la información, que los techos planos estaban ocupados, para gran disgusto de las tropas, ¿por qué no se intentó, al inicio del ataque, prender fuego a las casas, o alguna vez se sugirió? R. Creo que sería imposible prender fuego a casas construidas como estas. P. ¿Conocía el general Whitelocke la situación del cuerpo del coronel Mahon en el momento en que acordó abrir un tratado con el general español? R. No estoy seguro; Creo que lo estaba. P. ¿Cuál fue la distancia desde la Plaza de los Toros hasta la orilla del agua, donde desembarco el cañón de 24 libras? ¿Y no tenías entonces una comunicación desde la Plaza de los Toros con la costa? R. Aproximadamente 300 yardas (275 metros). La comunicación allí fue principalmente abierta. P. ¿Dónde estaba el grueso del ejército, y cómo se encontraba, en la tarde del día 6, y a qué distancia de la Plaza de los toros? R. No tuve oportunidad de observar en ese momento, estando en el fuerte con bandera de tregua. P. ¿Sabe si había en el país algún ejército español que pudiera haber acudido en unos días en ayuda de Buenos Aires? R. Tengo entendido que toda la población de esa vecindad que no participó en la defensa de la ciudad se estaba reuniendo para ayudarlos. P. ¿No podrían haber sido reocupadas por las tropas británicas las carreteras que conducen desde el interior a Buenos Aires para evitar que se lleven provisiones a la ciudad? - 157 - R. Era imposible, con el número de tropas británicas presentes ante Buenos Aires, desde la extensión de la ciudad, prevenir o interceptar cualquier suministro que quisieran hacer. P. ¿Cuántas carreteras principales hay, que usted sepa, que van del campo a la ciudad? R. El número es muy considerable. A cierta distancia de los cuadrados antes descritos, hay cuatro o cinco que yo conozco. Desde un punto en la parte trasera de la casa del señor White, entre ese y el riachuelo, después de que cesan las plazas, no puedo decir con tanta precisión cuántos hay en el barrio de la Recoleta. P. ¿No era la posición del ejército el día 6, con la artillería destinada a ser desembarcada por el almirante Murray, tal que hubiera podido resistir todos los esfuerzos de las fuerzas españolas? R. No sé qué artillería había ordenado desembarcar el almirante Murray. No creo que el día 6 el enemigo pudiera haber causado alguna impresión de importancia en las fuerzas británicas. P. ¿Debe entender la Corte que usted conoció la situación del cuerpo del Coronel Mahon cuando fue enviado por primera vez a tratar con el enemigo? R. No recuerdo exactamente si el capitán Whittingham había regresado en ese momento o no. Creo que sí, y que había informado que el coronel Mahón marchaba hacia la Plaza de los Toros. Es llamado el general de brigada Sir Samuel Auchmuty. Leídos los cargos tercero y cuarto, se le indicó que procediera con su relato, desde la mañana del 5 de julio hasta el cierre de las transacciones en Buenos Aires. Sir Samuel Auchmuty - Antes de la hora señalada para el ataque, visité las diferentes divisiones de mi brigada y las encontré apostadas según las instrucciones de la noche anterior por parte del general de estado mayor. Luego tomé mi puesto en el ala derecha del 87°, el regimiento central de mi brigada. Ordenado el destacamento del 38° regimiento, único cuerpo que no se disolvió a la señal del cañoneo desde el centro, avanzamos sin oposición entre 1 y 2 millas (1600 a 3200 metros). Había dos calles entre el ala izquierda y el regimiento 87°, y la Plaza de los Toros. En consecuencia, esperaba dejar ese puesto considerablemente a mi izquierda. El día no había aclarado lo suficiente para ver ningún objeto a la distancia, ni nos habían disparado un tiro hasta que de repente fuimos asaltados por una descarga de racimo (estilo de munición de cañón) de uno o dos cañones, creo que eran dos, en nuestro frente aunque el fuego era extremadamente destructivo, particularmente para los granaderos, la columna seguía avanzando y cuando un fuerte fuego de mosquetería se abrió sobre nosotros desde un edificio, que luego descubrí que era la plaza de los Toros, y que contenía alrededor de mil hombres, la columna permaneció durante algún tiempo expuesto a este fuego, todavía deseoso de avanzar. La retaguardia de la columna comenzó a disparar, lo que hizo más peligrosa la situación de los que estaban al frente. Finalmente, comenzamos a parar y retroceder. En ese momento, el teniente coronel Butler, con los demás oficiales, todos los cuales se comportaron con la mayor galantería, se esforzaron por detener a los hombres e inducirlos a seguirme en un intento de entrar en un jardín a la derecha de la calle, cosa que consiguieron, y penetramos en la siguiente calle paralela a la derecha de la que - 158 - estábamos. Al avanzar por esta calle nos encontramos con un profundo curso de agua que atraviesa el centro de la misma, que afortunadamente nos resguardaba del nutrido fuego de la Plaza de los Toros. Esta calle nos condujo al río, donde ocupamos una casona, y recogimos los restos de mi columna, así como la columna de la izquierda de la derecha, que también había sido conducida al frente de la Plaza de los Toros, y que había sufrido tanto, si no más severamente, que mi derecha, y se había comportado con igual gallardía, habiéndose visto obligado a seguir el mismo camino y a unirse a nosotros. Durante este servicio, los regimientos mataron a numerosos enemigos y tomaron alrededor de un centenar de prisioneros, con tres piezas de campo. Vi los colores del 5° regimiento plantados en la torre de Santa Catalina (en la manzana delimitada por las actuales calles San Martín, Viamonte, Reconquista y la Avenida Córdoba), dejándome seguro a mi derecha, envié destacamentos a mi retaguardia para despejar las casas en las alturas desde donde disparaba el enemigo, y que parecían en mi puesto. Durante este servicio escuché disparos a mi izquierda, lo que me convenció de que se acercaba el 38° regimiento; y poco después, las alturas de mi retaguardia fueron evacuadas por el enemigo. Ahora era posible una comunicación con el 38° regimiento. Encontré ese cuerpo galante y altamente disciplinado, al mando del mayor Nugent, muy avanzado en el ataque sobre la plaza de Toros. Cuando me uní a ellos, él (Nugent) estaba en posesión de la mayor parte de la artillería del enemigo, y de todos sus almacenes y edificios, excepto la propio plaza de toros, que aún mantenía un fuego muy intenso; pero el mayor Nugent había traído un cañón de doce libras, que estaba protegido por el ángulo de una casa, para acercarse a él. Un destacamento de la 87° la invirtió en el otro lado. Al ver que el lugar debía rendirse inmediatamente, y deseoso de que el comandante Nugent tuviera el honor de terminar lo que tan juiciosamente había comenzado, y ansioso por examinar el puesto que ocupaba el día 5, abandoné la torre inmediatamente después, y hacia las nueve se rindieron, por lo que volví y ordené al 87° que lo hiciera. Después de hacer algunos arreglos apresurados, avancé por las calles hasta el convento de Santa Catalina, y me uní al ala derecha del 6°, El ala izquierda de ese cuerpo avanzó hacia el 36°. Poco después de mi llegada, un oficial vino a verme de parte del general de brigada Lumley, informándome de que el enemigo estaba cerca de él; que el ala izquierda del 88° y él creía que el ala derecha, fueron hechos prisioneros, y deseaba recibir las órdenes que yo pudiera dar. Le recomendé, si no tenía órdenes en contrario de su superior, que permaneciera en su puesto todo el tiempo que pudiera con seguridad; pero, si estaba en apuros, retroceder hasta el 5°, a quien yo daría órdenes de ponerse bajo su mando. Entonces le informé al comandante del 5°, que debía regresar a los Toros, para poner ese lugar en estado de defensa, y si el General Lumley se unía a él con el 36°, para informar al General que deseaba que los dos regimientos, si el enemigo lo presionaba con fuerza y estaba en peligro de ser rodeado, que se reuniera conmigo en la Plaza de los toros, retrasando al enemigo el mayor tiempo posible, para que tuviera tiempo de hacer los arreglos necesarios para su seguridad. Encontré algunas dificultades para regresar a los Toros, habían grupos de enemigos dispersos en las calles y disparando desde las casas. A primera hora de la mañana, el general Lumley se unió a mí con el 5° y el 36°, habiendo encontrado mucha oposición del enemigo, al retirarse de los puestos que ocupaban y que se consideraban insostenibles. Durante todo este tiempo ignoré el puesto o las intenciones del general, ni pude aventurarme con seguridad, ya que no tenía caballería, para separar un pequeño grupo para informarle, si hubiera conocido su puesto. Por fin, alrededor de las cuatro, el capitán - 159 - Whittingham vino a verme desde el cuartel general, me informó de que el general en jefe y el general Gower estaban en el terreno que ocupaban antes; que el General desconocía la situación de cualquiera de las columnas y lo había enviado a procurar la información que pudiera. Después de comentarle los sucesos del día hasta donde yo estaba familiarizado con ellos, le pedí que asegurara al General que no estaba bajo ningún peligro por la seguridad del puesto; que había abierto una comunicación con la marina, pero que necesitaba un oficial de artillería y algunos hombres de ese cuerpo. Le recomendé, si los acontecimientos de la derecha del pueblo lo permitían, que se uniera a mí y convirtiera mi puesto en su puesto de mando. Temprano en la noche recibí un segundo mensaje del general, indicándome que defendiera el puesto durante la noche, asegurándome que se comunicaría conmigo a la mañana siguiente e informándome que había enviado a dieciséis artilleros para que se unieran a mí, pero que no había ningún oficial adjunto a estos hombres. A la mañana siguiente se recibió en los puestos exteriores una carta del general Liniers, dirigida al comandante de las fuerzas, y un mensaje de ese general, informándome de que debían abstenerse las hostilidades hasta las doce, esperando la respuesta del general. Eso siempre que cesaran estas hostilidades en los diferentes puestos. En respuesta, le informé que debía enviar esta carta con una bandera al general Whitelocke y me abstendría de disparar contra la ciudad, siempre que no me molestaran; pero que no tenía autoridad sobre las otras partes del ejército. Hacia el mediodía el general Whitelocke y el general Gower llegaron a la plaza de los Toros, cuando el general tuvo el agrado de mostrarme la comunicación del general Liniers, y de manera confidencial pedio mi opinión sobre la aceptación de los términos propuestos. Cuando reflexioné sobre la desagradable situación en la que se encontraba el ejército; que toda la infantería ligera y los fusileros eran prisioneros; que más de la mitad de las tropas originalmente comprometidas, ahora estaban muertas, heridas o prisioneras, sin contar los del 45°, que fueron encerrados por el enemigo; que el resto estaba fatigado, sin confianza y expuesto a la estación más inclemente del año sin mantas, abrigos, ni mudas que eran de lo más necesario y que en tal época debían producir grandes enfermedades; cuando reflexioné sobre el estado disperso de las tropas, y la probabilidad de que el destacamento del coronel Mahon, la única parte del ejército desapegada o sin fatiga, o las tropas dejadas en el Miserere, por el general, pudieran ser atacadas enérgicamente por toda la fuerza del enemigo, cuando advertí sobre la dificultad de conseguir provisiones en la zona o de la flota, ya que ninguno de los barcos podía acercarse a menos de siete millas (11 kms) de la costa, y el río en esa temporada era muy tumultuoso y con frecuencia no navegable; cuando consideré la pérdida que inevitablemente debíamos sufrir si se reanudaban las hostilidades, de un pueblo eufórico con su brillante éxito; la dificultad de quemar o destruir la ciudad con nuestra artillería (porque las casas eran todas de ladrillo, con techos en terrazas, no se empleaba madera en su construcción, y los ladrillos eran tan blandos, que los disparo penetraban sin sacudirlas absorbiendo el impacto; cuando le advertí de la dificultad de hacer una retirada y de que debíamos dejar cuatro mil de nuestras mejores tropas en su poder, y al peligro que debe suceder incluso a la toma del lugar, pues nuestro número habría sido totalmente incapaz de conservarlo; cuando volví a la situación en la que quedaba Montevideo, con una guarnición desigual para mantenerla, sin avisar nada a los habitantes; sin esperanzas de refuerzo [pues se suponía que las tropas que se esperaban de Inglaterra se hubieran llevado a las Indias Occidentales] cuando sopesé todas estas circunstancias, y me convencí de que Montevideo sólo podría - 160 - mantenerse suponiendo que el ejército hubiera efectuado su retirada; sus provisiones de los barcos, o del campo, sin duda habrían sido escasas, pero más particularmente cuando recordé la declaración de los ministros de Su Majestad y sus instrucciones al general Whitelocke, de que la posesión del país no podía ser un objeto, a menos que pudiera ser mantenida por una fuerza que sé por experiencia era muy insuficiente. A tal efecto, no dudé en decir, que si no se lograban mejores condiciones y si se daba un plazo de seis meses para la evacuación de Montevideo, con facilidad para que los comerciantes dispusieran de sus mercancías, era mi opinión que debía adherirse. El general llamó inmediatamente al general Gower y le informó de que yo tenía la misma opinión con ambos, por lo que el general Gower me observó que se había opuesto a que se devolviera cualquier respuesta hasta que se examinara la Plaza de los Toros, pero al ver que su empuje no aseguraba ni facilitaba mucho la captura del lugar, pensó que sería prudente entablar negociaciones. Luego enviaron al general Gower a la ciudad y regreso por la noche, dijo que se insistió positivamente en un período de dos meses para la evacuación de Montevideo, y él creía que no sería rescindido. El general decidió entonces aceptar los términos y se firmó un tratado, una copia del cual vi por primera vez a mi regreso a Inglaterra. Interrogado por el fiscal. P. ¿Conoce el número de herramientas de atrincheramiento que tenía su columna la mañana del 3 de julio? R. No lo sé. P. ¿Puede indicar qué número de artillería y artilleros estaban adscritos a su columna la mañana del día 5 y cómo se emplearon los soldados de ese cuerpo? R. No tenía artillería ni artilleros conmigo, ni sé cómo se empleó el cuerpo más allá de los cañonazos en las calles como señal para avanzar. P. Ha dicho que recibió dos mensajes del General Whitelocke en el transcurso del día 5; ¿Quién transmitió estos mensajes? R. Los mensajes fueron entregados en una nota del secretario general y transmitidos por un maestre de los dragones, si mal no recuerdo. P. Como ha dicho que el Capitán Whittingham acudió a usted alrededor de las cuatro, cuando recibió como respuesta que el General Whitelocke consideró oportuno cumplir con su recomendación de hacer de la Plaza de los toros su cuartel general, si así lo hubiera creído conveniente. ¿Habría llegado o no a la plaza de los Toros poco después de las seis del día 5? R. Realmente creo que podría. P. ¿Sabes con qué escolta llegó el maestre del cuerpo de dragones a la plaza de los Toros? R. Tenía dieciséis artilleros con él. No sé qué otro escolta, ni si tenía alguno. P. ¿Cómo podría el cuerpo del Coronel Mahón, con las tropas del Corral, ser atacado por toda la fuerza del enemigo si las tropas británicas ocupaban la Plaza de los toros y la Residencia? - 161 - R. No escuché los disparos ni el ataque del 88° regimiento, que estaba cerca de mí en la retaguardia de la brigada del general Craufurd, los cuales estaban más cerca de mí que las tropas al mando del coronel Mahon. Los regimientos que tenía conmigo en la plaza de los Toros estaban dispersas y casi destruidas, no reconté más de mil doscientos esa noche, fuerza insuficiente para destacar una fuerza en la residencia, que entendí cerrada. P. ¿De dónde sacó su información sobre el flanco derecho y su ocupación de la Residencia, o que la Residencia fue cerrada en el transcurso del día 6? R. No puedo recordar cuándo o cómo me enteré. Aplazado hasta mañana. Vigésimo (20) día Miércoles 24 de febrero Habiéndose reunido el Tribunal de conformidad con el aplazamiento, se llamó al general de brigada Sir Samuel Auchmuty y se le examinó de nuevo. Sir Samuel Auchmuty - "Antes de continuar, pido la indulgencia del tribunal para que me permita agregar esa parte de mi testimonio de ayer, donde dije que recomendé al teniente general, que me acompañe en la plaza de los toros, y hacer de ese puesto su cuartel general, las palabras fueron como a continuación; y no para darse prisa, ya que mi puesto estaba seguro, sino para esperar y conocer los acontecimientos de la noche y la situación del ala derecha”. Fiscal — Añádase esto a las pruebas anteriores de Sir Samuel Auchmuty. Luego se leyó la orden del ataque (como se anunció ayer). P. ¿Se cumplieron estas órdenes, en lo que se refiere al cuerpo bajo su mando? R. Fueron cumplidos, en la medida en que las circunstancias lo permitieran. P. ¿Las tropas procedieron con las armas descargadas? R. Fueron descargadas a medida que avanzábamos. P. Ha dicho que en su informe al general Whitelocke, a través del capitán Whittingham, deseaba que le enviaran un oficial de artillería y algunos hombres, y que se enviaron dieciséis hombres, pero ningún oficial. ¿Sabe por qué el general no envió un oficial con estos hombres? R. No recuerdo que se haya dado ninguna razón. P. Usted dijo que entre las razones que lo indujeron a negociar en los términos propuestos por el general Liniers, una fue que las tropas estaban fatigadas y sin confianza. Explique lo que quiso decir con el término, sin confianza. R. La Corte puede concebir más fácilmente de lo que puedo expresar, lo que quise decir con las palabras falta de confianza. Las tropas ciertamente no tenían ninguna confianza en el momento de que hablo, muchos de ellos hablaban en términos muy impropios, pero de los que no podíamos darnos cuenta. Por falta de confianza, me refiero a la falta de confianza en su general. - 162 - P. ¿Tenía conocimiento de esta falta de confianza de las tropas en su general expresada de la manera que ha descrito, una parte considerable en la decisión de aprobar el abandono de aquellas ventajas que las tropas habían ganado en Buenos Aires, y también de la renuncia al fuerte puesto de Montevideo? R. Ciertamente contribuyó en parte a inducirme a recomendar el abandono de Montevideo. En cuanto a las ventajas obtenidas en Buenos Aires, habiéndolas comprado tan caro, no puedo considerarlas como tales. P. Si, en lugar de esa falta de confianza, el día 6 hubiera encontrado a las tropas llenas de confianza en su general, y teniendo motivos para pensar que estaban bien ubicadas, se hubiera considerado justificado recomendar el abandono de Montevideo, en las circunstancias en las que entonces lo pusieron? R. Debería haber dudado mucho, pero sigo pensando que debería. P. Si las instrucciones del teniente general Whitelocke fueran no abandonar Montevideo salvo en caso de necesidad, ¿cree que ha llegado el caso de necesidad, desde el punto de vista militar, para justificar el abandono de Montevideo el 6 de julio? R. Si las órdenes del general Whitelocke fueran, no abandonar Montevideo, salvo en caso de necesidad, creo que, desde el punto de vista militar, la necesidad había llegado, si no se podían obtener mejores condiciones. P. ¿Cree usted entonces que las fuerzas británicas en Buenos Aires, el día 6, junto con la guarnición dejada en Montevideo, no fueron, desde un punto de vista militar, suficientes para retener la posesión de Montevideo? R. Un número mucho menor de hombres podría haber retenido Montevideo, si hubieran estado entonces en guarnición allí. P. ¿Opina usted que la guarnición no pudo haber recibido provisiones, ni del país, ni por medio de la marina? R. Soy de la más decidida opinión de que el país se les habría cerrado y, en consecuencia, deberían haber sido abastecidos por el transporte marítimo, no veo por qué el transporte marítimo no pudo haber encontrado los medios para suministrar provisiones a la guarnición. P. ¿Cómo, entonces, podría haber encontrado la marina los medios para suministrar provisiones a la guarnición? R. No sé qué recursos tenía el transporte marítimo y sé, por experiencia, que habría sido difícil conseguir provisiones de Brasil y probablemente del Cabo. Conseguí algo de ambos inmediatamente después de tomar Montevideo, pero eso fue porque había abierto el puerto a todos los neutrales con provisiones, y supongo que podríamos haber comprado provisiones para 12 meses. También tenía motivos para esperar un suministro de América del Norte. P. ¿Tiene alguna razón para creer que habría sido impracticable haber provisto provisiones a la guarnición a través de nuestros medios de transporte? - 163 - R. Tengo razones para creer que podría haber surgido alguna dificultad e incertidumbre; pero reconozco honesta y sinceramente que creo que la guarnición podría haber sido abastecida. P. ¿Entonces, si hubiera tropas más que suficientes para guarnecer Montevideo, y esa guarnición podría haber sido abastecida de provisiones, explique su significado, que había llegado la necesidad, desde el punto de vista militar, de abandonar Montevideo? R. Esa guarnición estaba entonces ante Buenos Aires, y la dificultad, el peligro y la desgracia de retirarse ante un ejército victorioso y volver a embarcarse es lo que se entiende por necesidad. P. ¿Las fuerzas británicas que permanecieron fuera de la ciudad, el 6 de julio, eran suficientes para combatir y derrotar a cualquier fuerza que el general español pudiera haber traído contra ellas fuera de la ciudad? R. Si el encuentro hubiera sido de una manera justa y en campo abierto, ciertamente, cuando se unieron todos los cuerpos, debieron haber sido suficientes. P. ¿Fue la fuerza británica, tras el cruce del Coronel Mahón, desde un punto de vista militar, capaz de mantener la posesión de la Plaza de los Toros? R. Ciertamente lo fue. P. ¿No habría sido el encuentro de las tropas españolas y británicas justamente en el campo, la consecuencia necesaria para evitar cualquier intento del general español de interrumpir cualquier movimiento que el general Whitelocke pudiera hacer con el propósito de retirarse? R. Ciertamente no habría sido la consecuencia necesaria. P. ¿No habría sido la Reducción un punto de retirada favorable para el ejército, haciendo del riachuelo la línea de defensa y del punto Quilmes el lugar de reembarco? R. Si el ejército se hubiera visto obligado a retirarse, supongo que el punto Quilmes, debajo del pueblo, o las Courchas (Las Conchas es el antiguo nombre del río Reconquista y del pueblo y puerto situados en su desembocadura en el Río de la Plata, actualmente conocido como Tigre) arriba del pueblo, habrían sido el lugar adecuado para el reembarco. P. ¿No habría sido la consecuencia de la adopción de cualquiera de estos lugares, o que el ejército podría haber sido embarcado sin pérdidas materiales, o que podría haber tenido lugar una acción general? R. Creo que habría habido una pérdida muy importante y no creo que se hubiera llevado a cabo una acción general. P. Explique los fundamentos de esa opinión. R. El enemigo debe haber tenido el poder de hostigar la retirada sin arriesgar una acción general, solo atacando la retaguardia. Los barcos estaban a siete millas de la costa (11 kms), y el tribunal me permitirá observar, y ellos conocen bien la diferencia entre un cuerpo de quinientos hombres, sanos en todos sus puntos, bien alimentados y bien equipados, llenos de espíritu y de perfecta confianza y una fuerza de cuatrocientos o quinientos hombres en el estado que antes describí como el nuestro. - 164 - P. ¿Qué tan cerca pudieron haber llegado los barcos, particularmente las cañoneras y los barcos, al punto de Quilmes? R. No puedo decirlo con precisión. Las cañoneras, creo, podrían haber llegado cerca de la orilla. Las naves navegaban río abajo a cierta distancia. P. ¿No podría haberse establecido una retaguardia con las cañoneras? Lord Cathcart - Esto es cuestión de opinión. El curso habitual de los consejos de guerra y de todos los demás tribunales de justicia no es entrar en cuestiones de opinión, sino limitarse a cuestiones de hecho. Tengo la autoridad más respetable para observar que este tribunal debe examinar los hechos y aplicar esos hechos a su propio juicio. Fiscal - Al principio de estos procedimientos, el tribunal llegó a un acuerdo unánime de que admitirían pruebas sobre cuestiones de opinión, así como sobre cuestiones de hecho. Estoy sumamente ansioso por obtener la opinión de un oficial de tan alto rango y experiencia como el testigo; y ahora que no voy a examinar estos puntos, la Corte tendrá que borrar necesariamente de sus actuaciones todas las opiniones de los varios funcionarios que ya han sido interrogados. Tras esto, la Corte fue despejada durante aproximadamente media hora. Cuando fuimos readmitidos y se reanudaron los procedimientos, la cuestión había sido anulada y el testigo fue nuevamente interrogado. P. ¿Incluyó, en el dictamen que dio en el tratado, alguna expresión de aprobación sobre la conducta que había producido el estado de circunstancias existente el 6 de julio? Esta pregunta fue objetada por el general Whitelocke. Fiscal – Por este documento puesto en mi mano, parece que la objeción del general Whitelocke equivale simplemente a una observación. ¿La pregunta se aplica a una opinión sobre el plan de ataque, o en general a la conducta del Comandante en Jefe? Si es lo primero, el general Whitelocke no se opone; pero, de ser éste último, deberá solicitar permiso a la Corte para hacerlo. Cuando planteé la pregunta, quise aplicarla en general a la conducta del general durante toda la expedición y, en consecuencia, incluido el plan de ataque. Enunciaré los motivos particulares por los que planteo esta pregunta. Es porque tengo razones para entender que la Corte concibe que las opiniones de los oficiales que se basan en el rango y la experiencia, y en el conocimiento local, pueden brindar una ayuda esencial para formar su juicio sobre la totalidad de este caso. Sobre esta base ya he formulado preguntas a los demás oficiales empleados en esta expedición, y sobre esta base ahora repito la pregunta. El general Whitelocke presentó un documento, que fue leído por el fiscal. Manifestó sus objeciones a esta cuestión, basándose no sólo en que es contra la ley y contra la justicia, sino que sienta un precedente sumamente perjudicial. En los tribunales de justicia no era costumbre tomar preguntas de opinión, excepto sobre temas de ciencia, ya que, por ejemplo un hombre herido, un profesional puede ser llamado a declarar la causa probable de dicha herida, o su opinión sobre su existencia; pero nunca se habían conocido cuestiones de opinión sobre la conducta general de ningún hombre, excepto en el caso de Lord George Sackville, donde se admitieron sugerencias de opinión, en las circunstancias muy peculiares del caso. Un testigo debe declarar simplemente lo que vio y lo que paso dentro de su propio conocimiento; pero - 165 - incumbía a la Corte deducir las inferencias necesarias y formar sus conclusiones. Confió en que se le permitiría probar que las opiniones, ya dadas, estaban fundadas en prejuicios, porque había suficientes testigos que basarían su juicio o sus conclusiones en el éxito o el fracaso de cualquier línea de conducta. Diferentes hombres pueden razonar de manera diferente incluso sobre los mismos hechos, por lo que las meras opiniones no deben admitirse como prueba de estos hechos. Por lo tanto, protesto solemnemente contra este modo de examen y confió en que la Corte conservará su dignidad y coherencia. Pidió a la Corte que considerara un poco el caso de Lord Keppel, en el que pidió que se remitiera al interrogatorio de Lord Mulgrave, quien se negó a responder a la Corte sobre cuestiones de opinión. Aquí el general Whitelocke presentó al fiscal; un volumen que contenía el juicio de Lord Keppel, y señaló el examen al que había aludido, y que el fiscal leyó. De esto se desprende que Lord Mulgrave fue severamente reprendido por el Tribunal por negarse a responder la pregunta que le habían hecho. Teniente general Sir John Moore - Me parece que esto se reduce a una declaración muy simple. En Montevideo, el general Whitelocke le preguntó a Sir Samuel Auchmuty su opinión y la dio. Ahora queremos saber el hecho en el que se basó esa opinión. Es un hecho, no una cuestión de opinión. Fiscal - No estoy alterado en mi juicio por nada de lo que le he estado leyendo al Tribunal. Quiero decir, más decididamente, con la aprobación del tribunal, para dar seguimiento a esta cuestión, así como a otras. General Whitelocke - Como se explicó, ya no me opongo a que se siga la pregunta; pero me opongo a que el señor fiscal pregunte hipotéticamente los fundamentos generales de una opinión. Fiscal - La pregunta en debate no es hipotética. Se le repitió la pregunta al testigo. R. Ciertamente que no. P. ¿Fue, o no fue, su opinión, que la fuerza que salió de Montevideo para emprender la expedición contra Buenos Aires, si se hubiera llevado a cabo de otra manera, habría tenido éxito? Fiscal - No pretendo ocultar ahora que se trata de una cuestión de opinión, sino de hechos. Estoy dispuesto a responder a cualquier objeción, ya que solicito la opinión de un oficial que ocupó un alto cargo y que ha estado en el lugar, con el fin de obtener la información necesaria e importante que pueda ayudar a la Corte en su juicio sobre el hecho. General Thomas Garth - ciertamente objeto esta cuestión, y aún sobre la base de que se trata de una cuestión de opinión, que la Corte no está obligada a abordar. Aquí se despejó de nuevo el Tribunal y, tras una deliberación de unos veinte minutos, se volvió a llamar al testigo y se repitió la pregunta. R. Ciertamente. En mi opinión, la fuerza fue suficiente para la reducción de Buenos Aires. - 166 - Contrainterrogado por el general Whitelocke P. Teniendo en cuenta todas las circunstancias y la forma del ataque, ¿no era la estación elegida por mí y el general Gower una apropiada, o dónde, en tal caso, habría permanecido durante el ataque? R. El puesto era sin duda, hasta donde puedo juzgar, apropiado al comienzo del ataque. P. ¿Debería haber pensado que era prudente, seguro o adecuado permitir que los hombres avanzaran con las armas cargadas? y ¿se consideró restringido para cargar las armas cuando llegó a su puesto, si en ese momento fuera necesario cargar las armas? R. Ciertamente, con una parte principal de un ejército, preferiría marchar a través de una ciudad con las armas descargadas (esto es así porque las armas de ese periodo eran de avancarga) y no me consideré restringido para cargar cuando fuera necesario. P. ¿Qué número de habitantes había en Montevideo? R. La población de Montevideo se estimó en 20.000 habitantes; pero ciertamente no contenía tal número cuando yo goberné. Pienso que la población podría haber sido de unos 12 o 14000. P. Si Montevideo hubiera estado en manos de una guarnición que debía ser abastecida desde el mar con incertidumbre y dificultad, ¿no deberían haber sido expulsados todos los habitantes originales? R. Sin duda. P. ¿Algún punto sostenido por mí, que debió haber exasperado a los habitantes, habría sido de alguna ventaja, o habría facilitado en lo sucesivo las opiniones de este país sobre la América española, o no habría tenido una tendencia contraria? R. No habría sido de ninguna ventaja en el presente, ni habría facilitado las vistas de este país, a menos que este país hubiera decidido conquistar la América española por la fuerza. P. ¿No le hubiera dicho al gobierno, antes de mi llegada a Montevideo, que, en su opinión, requeriría una fuerza de 15.000 hombres, y su experiencia de la disposición de los habitantes, o cualquier otra circunstancia, le hubiera llevado a alterar esa opinión? R. Le dije al gobierno que para conquistar y mantener ese país se requeriría una fuerza de 15.000 hombres. Desde entonces no he tenido ningún motivo para modificar esa opinión. P. ¿Teníamos algún medio probable de recuperar a los prisioneros que nos quitaron a nosotros o al 17° regimiento y a otros prisioneros tomados del regimiento del general Beresford, de acuerdo con los términos de la renuncia al río de la pIata? R. No conozco ningún otro medio de recuperar a los prisioneros tomados bajo el mando del general Beresford, y dudo mucho que se pudieran adoptar otras medidas para recuperar a los que participaron en el ataque. - 167 - Re-examinado por el fiscal P. ¿Cuál fue el número de prisioneros que tomó la brigada bajo su mando? R. Aproximadamente 700. P. En respuesta a una pregunta formulada por el general Whitelocke, si la estación ocupada por él y el general Gower era adecuada durante el ataque, usted afirmó que la estación era adecuada al comienzo del ataque. ¿Era, en su opinión, una posición adecuada para que el General Whitelocke, Comandante en Jefe, permaneciera estacionario, desde el amanecer hasta la puesta del sol, durante ese día y en tales circunstancias, como las que pasaron dentro de su conocimiento durante el 5? R. No soy lo suficientemente dueño de la disposición de las fuerzas en ese momento, de la situación del país, o de los planes e intenciones del comandante de las fuerzas, como para responder a esa pregunta con decisión. Interrogado por la corte P. ¿Qué número de artillería se quitó al enemigo y de qué calibres? R. Treinta y dos piezas de artillería, la mayoría eran de campo, y los calibres responden a 6 y 12 libras; muchas de estas eran nuestras propias armas, que le habían quitado al general Beresford. P. ¿En qué estado estaban las armas? ¿Fueron clavados? y ¿qué cantidad de munición? R. Todas las armas tenían púas; Sin embargo, logré despejar los agujeros de fogón de algunos de ellos, había abundancia de municiones. P. ¿Los 700 prisioneros tomados por usted eran de una descripción que habría inducido a los españoles a intercambiar voluntariamente con un número igual de prisioneros británicos? R. Eran de la mejor descripción de sus tropas; pero estoy convencido de que no los habrían liberado mediante un intercambio de un número igual de nuestros hombres. P. ¿No habría respondido la posesión de Montevideo, con suficientes embarcaciones para dominar la entrada del río de la Plata, para facilitar otras visiones de este país que la conquista de la América del Sur española? R. Si por otros puntos de vista se entienden puntos de vista de facilitación, creo que no. El teniente coronel Nugent jurado y examinado. P. ¿Tenía el mando del regimiento 38° el 3 de julio? R. Si. P. ¿Ese regimiento formaba parte de la brigada al mando de Sir Samuel Auchmuty? R. Si. - 168 - P. Indique las operaciones de ese regimiento desde el período en que marchó por señal en la mañana del día 5, hasta la toma de la Plaza de los Toros, y formando un empalme con el cuerpo de Sir Samuel Auchmuty. R. Salí con el regimiento de sus acantonamientos a las cinco de la mañana del día 5, hacia el lugar que me designó Sir Samuel Auchmuty, en un camino que conduce a la iglesia de Recoleta, con la retaguardia libre de la línea para ser ocupado por la columna izquierda del regimiento 87°. Al comienzo de los cañonazos, a las seis y media, avanzamos y en unos veinte minutos llegamos a una calle que conduce a la plaza de los Toros, y en cuya cabecera había una casona, ocupada por un destacamento del enemigo, que mantuvo un fuerte fuego sobre la columna mientras se acercaba. La puerta, sin embargo, la abrimos en poco tiempo, y las tropas que estaban dentro fueron neutralizadas a punta de bayoneta. Teniendo el enemigo una artillería numerosa fuera de la plaza de los toros, nos esforzamos por apoderarnos de ella, pero el fuego destructivo en todas direcciones lo hizo impracticable y perdimos a varios hombres en el intento. Juzgué si era conveniente tomar posesión de otra casona que miraba al río, y que estaba situada al borde del acantilado, y que en ese momento estaba ocupada por el enemigo, para silenciar sus cañones, al poder girar su flanco derecho. En consecuencia, se destacaron dos compañías para tal fin, y habiéndose adueñado de la casa, salieron por una puerta trasera y cargaron contra el enemigo en el fuerte y cuartel del Retiro, en cuya asta de bandera enarbolamos nuestros colores, y de donde se retiró el enemigo, clavando todos sus cañones menos uno de 12 libras, que de inmediato giramos hacia la Plaza. Los buenos efectos de esto pronto se observaron, ya que después de unas pocas rondas se vio al enemigo en desbandada salir corriendo, tratando de escapar hacia la ciudad. Continuamos con el cañoneo durante algún tiempo, el enemigo mostró un pañuelo blanco en el edificio, y alrededor de las nueve y media el resto de la tropa entro, alrededor de unos 400 hombres se rindieron a discreción. En el transcurso de media hora después se nos unió el general Auchmuty, quien, durante el cañoneo, ordenó al 87° desde su posición, relevar a una compañía del 38°, que yo había puesto a cargo de los prisioneros entonces en la Plaza y envió a esa compañía a unirse a su regimiento, que fue portado en diferentes lugares, en el Retiro, y al final de las calles que conducen al pueblo. Durante el día el General Lumley, con el 5° y el 36°, se unió a nosotros en nuestro puesto. El honorable mayor King fue llamado y examinado. P. ¿Comandó el ala izquierda del 5° regimiento el 5 de julio? R. sí. P. Indique las operaciones de esa ala, de la que estuvo al mando, durante el ataque a la ciudad, hasta que se reunió con Sir Samuel Auchmuty. R. Habiendo recibido previamente mis órdenes en la tarde del 4 de Sir Samuel Auchmuty, formé el ala izquierda del 5° regimiento, frente a la avenida señalada por él, y al comienzo del cañoneo en el centro de las columnas avancé, y al llegar a la entrada de una calle, ordené a la primera fila de la sección principal que fuera a la carga (paso redoblado con las bayonetas en punta). Avanzamos a paso rápido por la calle. El enemigo, en nuestro avance, abandonó cuatro piezas de cañón, con las que aparentemente se habían retirado por la izquierda. Pronto se supo que habían clavado - 169 - las armas y disparado a los caballos antes de su abandono. La columna llegó al río sin oposición; Luego miré a mí alrededor para observar qué casas era apropiado tomar posesión de acuerdo con el plan de ataque. Me retiré de la columna unos cincuenta pasos para ese propósito, pero el fuego comenzó. Entonces pensé que era necesario cargar, luego irrumpí en una casa, en la parte superior de la cual tomamos posesión, y mostramos los colores del 5° regimiento. Luego guie a la tropa para tomar posesión de diferentes casas y de una iglesia cercana. En ese momento se inició un fuego muy abrasador en la Plaza de los toros, que dominaba la casa donde yo me había apostado. Entre las nueve y las diez de la noche cesaron los disparos desde la plaza y en ella se izaron los colores británicos. Habiendo permanecido hasta cerca de las 12 en punto, algunos de los hombres señalaron los colores franceses en una casa a la derecha, expresando su deseo de tomarlos, y como no había recibido órdenes durante ese período, dejé un sargento y doce hombres para proteger a los prisioneros, muchos de los cuales me fueron traídos por grupos independientes, así como para proteger a los heridos. Luego avancé hacia la derecha, pero recibí un fuego tan fuerte que pensé que era necesario romper una puerta a la izquierda, donde estaba el patio al que había llevado a los heridos. Luego procedí a intentar llegar a la casa donde se ondeaba la bandera francesa. Al avanzar sufrimos tal pérdida, que me pareció necesario retirarme a la casa que antes había abierto. Aplazado hasta mañana. Vigésimo primer (21) día Jueves 25 de febrero Habiéndose reunido el Tribunal, de conformidad con el aplazamiento, se volvió a llamar al Honorable Mayor King, el fiscal leyó su testimonio del día anterior y reanudó su narración. Al regresar al patio de esta casa, envié a un oficial con los heridos al lugar donde había dejado al cirujano. También envié con él una solicitud de refuerzo del coronel Davie, y se unieron algunos hombres más. Al mismo tiempo, recibí un mensaje del general de brigada Lumley, que decía; que cubrí su derecha. Los hombres aun expresando gran ardor para atacar la casa que ostentaba la bandera francesa, avancé, pero encontrando los medios ofensivos y defensivos del enemigo tan superiores a los míos, que, a pesar de mi suposición, por las circunstancias de la bandera, que estaba ocupado por algún oficial importante para el enemigo, me vi obligado de nuevo a retirarme al patio del que me había posesionado. El enemigo tenía dos piezas de cañón en el extremo superior de la calle, que el fuego de nuestra mosquetería les impedía trabajar. Los techos de las casas estaban completamente ocupados por el enemigo, y estaba en su poder destruir a nuestros hombres con muy poco peligro para ellos, ya que solo ocasionalmente sucedía que podíamos disparar con efecto cuando sus cabezas se veían sobre los parapetos. Sumado a esto, la dificultad de irrumpir en las casas fue tremenda. Cualquier intento de entrar en la casa antes mencionada resultó del todo ineficaz, y como el enemigo podía aislarme con un número superior, permanecí en el patio hasta que expulsamos a los heridos. Entonces me retiré a una calle donde encontré un destacamento del 36°, y poco después al Capitán Ridge del 5° que me - 170 - informó que un cuerpo del enemigo avanzaba desde el extremo superior de la calle. Formé a mis hombres con la intención de avanzar para cargar, pero al acercarme observé a un oficial con un pañuelo blanco en su mano. Por lo tanto, ordené a mis hombres que se detuvieran, permaneciendo listos en la carga, extendiendo mí frente al otro lado de la calle. Para entonces el enemigo estaba muy cerca, avancé hacia el oficial, que también se había detenido, y de quien entendí que se había rendido y a su grupo como prisioneros de guerra, les pedí que depongan las armas y que hagan cumplir esta orden. Agarró dos o tres de sus esclusas y las arrojó al suelo, sin dejar de observar que el enemigo se acumulaba en número y amenazaba a mi grupo con sus espadas en flor. Justo en ese momento se me presentó uno de ellos, cuando uno de los del 5° se adelantó e hizo una estocada con la bayoneta al oficial con el que yo hablaba, quien evadió la herida apartándose a un lado. Viendo ahora que no deponían las armas, juzgué que era mejor exigir su espada, que me entregó instantáneamente. Pero el oficial que portaba los colores, en ese momento, me informó que el enemigo había intentado apoderarse de ellos, di la orden de cargar, y el enemigo dio media vuelta y se escapó, dejando unos pocos muertos detrás de ellos. Después de esto no ocurrió nada más de importancia. Procedimos, según mis órdenes, a abrir las casas, y mientras estaba en este servicio recibí una orden del general Lumley de retirarme a la Plaza de los Toros, y unirme con el ala derecha del 5°. La orden fue obedecida de inmediato, y a eso de las tres entré en la plaza de los toros. P. ¿Qué número de herramientas de trinchera u otros instrumentos adecuados con el propósito de forzar casas, tenía su tropa? R. No puedo recordar exactamente, pero teníamos algunos. P. ¿Qué tipo de herramientas eran? R. Que yo recuerde, algunos de ellos fueron las herramientas de los clavillos del regimiento, una palanca y un azadón o dos que encontramos en los suburbios de Buenos Aires. El teniente coronel Davie jurado y examinado. P. ¿Estuvo al mando del 5° regimiento el 5 de julio? R. Lo hice. P. Indique las operaciones del ala bajo su mando, desde el período de la marcha hasta el ataque, y el momento de su cruce con el general de brigada Sir Samuel Auchmuty, en la plaza de los Toros. R. La columna de la derecha, bajo mi mando, avanzó a las seis y media de la mañana del día 5, por la calle que nos había señalado la noche anterior Sir Samuel Auchmuty, llegamos a las orillas del río a las siete y media sin la menor oposición. Inmediatamente icé los colores del rey en los techos de las casas de la plaza cercana al río, o en los diferentes ángulos de las calles que se cruzan, poco después, en conjunto con dos compañías del ala izquierda, tomé posesión de la iglesia de Santa Catalina, desde la torre de la misma pude observar, hacia las nueve, izar la bandera blanca en la Plaza de los Toros. El capitán Brook, asistente del cuartel general, se unió a mí en ese momento y me informó de la captura del Retiro. Seguí por la playa para recibir órdenes de Sir Samuel Auchmuty, quien llegó a la iglesia alrededor de las 11 en punto, y después de hacer sus observaciones sobre la torre, me dio órdenes de retener la - 171 - posición que ocupaba entonces o, si era presionado demasiado por el enemigo, debía retirarme a su posición en el flanco de plaza de los toros. Hacia la una recibí un mensaje del general Lumley, por parte de un sargento del 36°, para pedirme que avanzara para apoyarlo por la derecha, inmediatamente procedí con tres compañías, y al unirme a él encontré que el 36° había recibido órdenes de retirarse. Luego se unieron dos compañías del ala izquierda, al mando del honorable mayor King, y nos retiramos por la playa en la parte trasera del 36°, y llegamos a los Toros alrededor de las dos y media de la tarde. El general de brigada, el honorable William Lumley, volvió a ser llamado y examinado. P. ¿Dirigió usted el ala derecha del 36° regimiento, que formó parte de la brigada bajo su mando, que estaba compuesta por los regimientos 36° y 88°, el día del ataque a la ciudad de Buenos Aires? R. Si. P. Indique las operaciones del ala derecha, que dirigió, desde el comienzo del ataque, hasta el período de unión con el cuerpo de Sir Samuel Auchmuty, y lo que tenga conocimiento de las operaciones de las otras alas de la brigada. R. Hacia las seis de la mañana del día 5, se formaron los dos regimientos que componían mi brigada, habiendo dejado sus mochilas y grandes abrigos en sus acantonamientos, bajo una buena guardia, como indicaban las órdenes anteriores que habíamos recibido. El 88° estaba en dos columnas, con las cabezas de cada uno hacia el camino, por el cual debían avanzar, y el 36° estaba en una columna, listo para moverme en la dirección en la que tenía la intención de llevarlos yo mismo, hasta que pudiera averiguar los dos caminos paralelos más cercanos a aquellos por los que debía marchar el 88°, habiendo dado órdenes al coronel Duff y al mayor Vandeleur, ordenando a las dos columnas del 88° antes mencionadas que avanzaran lentamente, pero no avanzaran más allá de sus puestos de avanzada hasta que la señal de los cañonazos no comenzara. Debíamos avanzar rápidamente y penetrar lo más lejos posible hacia el río, o apostarse lo más adelantado posible, tomando posesión de cualquier iglesia o casa grande o casas que luego pudieran ser capaces de fortalecer y mantener acompañado por el ayudante general adjunto en la expedición del general Craufurd, el teniente coronel Stewart y el capitán Watson de la artillería, que había servido en la captura de Montevideo, pero ahora estaba en el establishment del cabo, ambos de los cuales, en ese momento, desempleados, se habían ofrecido voluntariamente conmigo al desembarcar, y a cuya asistencia entusiasta y activa, junto con la del mayor de brigada Roche, me sentí siempre muy agradecido, procedí en dirección oblicua con la 36°. Hasta que volví a tomar la calle que me pareció que conducía directamente a la ciudad, poco después separé el ala izquierda de la 36°, bajo el mando del capitán Cross, aún más a la izquierda, para moverme en dirección paralela a el ala derecha, le ordene al capitán tome el primer camino que le permitiera hacerlo, y con las mismas órdenes que yo había dado anteriormente al teniente coronel Duff y al mayor Vandeleur. Se dispararon los cañones como señal cuando empezaba a amanecer. Ahora sólo puedo hablar de los movimientos de la derecha al mando del teniente coronel Bourne, en los que me había colocado la necesidad de averiguar la dirección de las calles. Entonces procedí tan rápido como nos permitió el estado sumamente - 172 - roto de las calles, y poco después de nuestra entrada a la calle un fuego de mosquetería comenzó a caer sobre nosotros en varias direcciones. Sin embargo, logramos presionar nuestro camino hasta el último cruce de calles conectado con el río. Los picos que habían sido entregados a las columnas resultaron inútiles para romper las puertas y ventanas, que son por toda esta ciudad sorprendentemente fuerte y pesadas; pero, gracias a los esfuerzos unidos de los soldados, finalmente forzamos una entrada a unas pocas casas paralelas y cercanas al río. Una de estas casas era enorme y alta, y estaba situada entre la última calle y la playa, y en esta ordené que los colores del 36° se plantaran como señal y aliento a las otras columnas de la brigada, y también a esas otras partidas del ejército que pudieran observar. La calle transversal, en la parte trasera de mi posición, estaba ahora enfilada por dos cañones de esa parte de la plaza inmediatamente debajo del fuerte, como también por tres cañones en el propio fuerte. El fuego de algunos de estos cañones se dirigía generalmente con gran precisión y efecto contra la casa grande antes mencionada, y un fuego constante y pesado de mosquetería se derramaba sobre nosotros, sin que apenas pudiéramos descubrir las direcciones de dónde provenía, por lo que los parapetos ocultaron completamente a los asaltantes. Estuvimos así situados durante algún tiempo, hasta que por fin seis hombres del 88° y algunos granaderos del 36°, que se habían abierto paso por los tejados de algunas casas y se interpusieron entre nosotros, en esa posición se vieron obligados a retirarse, volvieron, e informaron que casi la totalidad del 88° fue hecho prisionero. Esta inteligencia fue confirmada poco después por el coronel Eglio (habla del coronel Francisco Javier Elío y Olóndriz), un oficial español, quien vino a mí con una bandera de tregua, y afirmó que más de 1000 de nuestros hombres ya eran prisioneros, y me propuso que me rindiera. Esto lo rechacé perentoriamente, y casi inmediatamente después se me informó que dos cañones avanzaban por la playa, sin duda, con el propósito de llevarlos al frente. Mi ansiedad era ahora muy grande por averiguar la situación de sir Samuel Auchmuty, a quien esperaba que estuviera a mi izquierda, y el capitán Watson se ofreció a esforzarse por encontrarlo y comunicarme su situación. Para entonces, toda oposición al enemigo había cesado por parte del 88°, y el fuego de artillería y mosquetería se dirigió contra el 36°. También se intentó llevar dos cañones a la misma calle por la que había marchado y al final de la cual me encontraba ahora. Aunque a cierta distancia de mí, esta medida habría enfilado completamente mi posición en la retaguardia, como se pretendía que hicieran los cañones en la playa al frente. Aproximadamente en este período ordené subir el ala izquierda del 36°, y casi al mismo tiempo el Mayor King del 5°, por suerte, apareció con el ala izquierda de su regimiento en mi retaguardia, en el otro extremo de la calle. Justo en el mismo momento en que el enemigo se había reunido en gran número y arrastraba los dos cañones antes mencionados; pero la valiente resistencia que opuso a éstos, le permitió apoderarse de los cañones por un corto tiempo. Creo, en efecto, que, incluso, si la necesidad de autodefensa nos hubiera impulsado a disparar antes de este período, la contienda habría sido muy desigual desde el principio, no solo por su numerosa artillería, sino por la lluvia de fusilería que caía desde todas las direcciones. Envié al teniente coronel Davie del 5°, para recomendar el avance en apoyo del ala izquierda de su regimiento. Dos oficiales españoles habían vuelto a proponer la rendición, pero como sus modales eran groseros y descorteses, les recomendé que se retiraran sin demora. El coronel Eglio apareció de nuevo poco después y avanzó hacia mí, con la autorización del general Liniers, para exigir nuestra - 173 - rendición incondicional en un cuarto de hora, y yo fui nuevamente perentorio en mi negativa. En el momento de estas discusiones, aparentemente se había producido un cese total de los disparos en todas las demás partes de la ciudad, de cuya circunstancia llegué a la conclusión de que las tropas al mando del general Craufurd habían sido tomadas prisioneras o se habían visto obligadas a retirarse. Numerosos enemigos, durante esta conferencia con los oficiales españoles, parecían estar ebrios de licor o de su éxito, o tal vez con ambos, y con frecuencia se apresuraban hacia adelante con el propósito de hacer prisioneros o de confundir a nuestros hombres, pero su temeridad a menudo les resultó fatal. Los cañones también habían salido de la playa y fueron cubiertos por unos 700 enemigos. El valiente teniente coronel Bourne, al ser informado de esto, me dijo que cualquiera que fuera nuestra línea de operación, estos cañones debían tener consecuencias muy graves para nosotros. De esto yo mismo estaba demasiado convencido, y obtuvo mi permiso para salir a la cabeza de algunos granaderos, con algunos pequeños destacamentos de las compañías de batallón; el número en total no pasó de cincuenta hombres. Con estos condujo al enemigo que tenía delante hasta las murallas del fuerte, clavó los cañones y luego buscó refugio, en una casa baja y un jardín, del furioso fuego del enemigo, que se derramó sobre él desde el fuerte. Para entonces, había recibido información de que el general Auchmuty estaba en posesión de la plaza de los Toros y me recomendaba regresar por la playa para reunirme con él en las alturas del Retiro. Escribí una respuesta en el reverso de la nota del General con estas palabras: - "Todavía estoy en posesión de mi puesto, ¿no puede sir Samuel Auchmuty apoyarme?" Esta nota, sin embargo, nunca le llegó. Para ese momento eran las dos en punto; habíamos participado en esta competencia desigual durante más de seis horas; nuestros números se redujeron mucho, los hombres y los oficiales cayeron rápidamente; excluido, en primera instancia, por nuestras instrucciones de avanzar contra el fuerte; todas nuestras municiones se gastaron, y yo sabía bien que, durante no mucho tiempo, iba a estar completamente rodeado y dominado por números superiores. En estas circunstancias, consideré más propicio para el bien del servicio, en lugar de una resistencia más prolongada, y ciertamente infructuosa, retroceder y reforzar a Sir Samuel Auchmuty con los restos del 36° y 88°, que estaban conmigo. En consecuencia, regresé por la playa, aunque todavía expuesto al intenso fuego de racimo y bola redonda del fuerte (2 tipos de proyectil de cañón de la época), y con alguna pérdida adicional cumplí mi propósito; entre las dos y las tres en punto me incorporé y me puse, con los dos regimientos antes mencionados, bajo el mando de sir Samuel Auchmuty. La conducta de estas tropas, conmigo, fue sobre todo elogio, y creo que es mi deber para con ellos aquí declarar que, como debe haber sido visible para cada individuo, al principio de la contienda, no podíamos tener perspectivas de éxito. No se oía ni un murmullo, ni siquiera la apariencia de un deseo de retirarse. El comportamiento tanto de los oficiales como de los hombres demostró ese grado de determinación fría e intrépida, esa perseverancia paciente y constante y la pronta obediencia a las órdenes que es la verdadera prueba de la verdadera valentía y disciplina. El resto de este día lo dediqué a hacer todos los esfuerzos posibles para fortalecer el puesto que entonces ocupamos. P. Después de estar separado del ala izquierda por la mañana, ¿cuándo volvió a unirse? - 174 - R. No estoy exactamente seguro, pero creo que alrededor de las 12 en punto. P. ¿A qué hora del día pareció que no había perspectivas de éxito? R. Puedo responder decididamente a las diez en punto. P. Habiendo llegado con sus columnas al río, ¿qué razón tenía para pensar, en ese momento, que todas las posibilidades de éxito habían terminado? R. El enemigo fue, desde el principio, visible y enormemente superior a nosotros en número; estaban protegidos de nuestro fuego y nosotros expuestos al de ellos; también estaban en posesión de una numerosa artillería, y no teníamos un solo arma entre nosotros. Interrogado por la corte P. ¿Puede indicar, o aproximar, la distancia entre la casa de White y la Recoleta? R. Es imposible hablar con precisión, ya que nunca estuve en la Recoleta; pero me pareció, a la vista, unas dos millas de distancia (3.2 kms). P. ¿Puede decir la distancia entre la casa de White y el riachuelo y la naturaleza del país? ¿Es arboleado, abierto o cerrado? R. Desde el punto más cercano del riachuelo no puedo decirlo; desde el paso de Chico, por donde cruzamos, supongo que son unas cuatro millas (6.4 kms). El país estuvo muy cerrado desde el primer ascenso a las alturas. P. ¿No es posible que el radio entre la casa de White y el riachuelo haya estado tan ocupado por la tropa británica y tan dividida que lo volvió lo suficientemente intransitable como para impedir el suministro de provisiones por esa vía? R. Ciertamente debería concebir que ese podría ser el caso. P. Habiendo dicho que el enemigo era muy superior en número, ¿quiere decir superior sólo a su propia brigada o al ejército entero? R. Solo puedo hablar con certeza respecto a mi propia brigada, estábamos muy separados del resto del ejército. Solo puedo hablar por el número de enemigos que vi en las calles, en los muros del fuerte y en los techos de las casas. P. ¿De qué descripción eran las tropas que se oponían a su brigada? ¿Fueron tropas regulares o la población armada del pueblo? R. Eran de todo tipo, desde el español original hasta el esclavo negro; algunos iban vestidos de uniforme, otros no. P. ¿Se le consultó sobre el tratado? R. El día ocho del mes fui llamado por el Comandante en Jefe para ser consultado sobre ciertos puntos relacionados con el tratado. Con respecto al tratado en sí, no me imaginé consultado. P. ¿Cuál fue el estado de las tropas tras el fracaso del 5 de julio? ¿Era tal que les permitiera emprender nuevas operaciones contra Buenos Aires? - 175 - R. Las tropas estaban entonces ciertamente mal vestidas y sin sus mantas ni abrigos. Aunque estaban cubiertos por encima, todavía estaban expuestos al aire nocturno, que era más severo de lo habitual. Mi brigada, en ese momento, había estado cuatro días sin carne, y había recibido solo una porción muy pequeña de galleta antes y durante estos días. Pero, indudablemente, una buena comida o dos, que entonces teníamos la perspectiva de obtener, las habría igualado a cualquiera en las que no hubiera probabilidad de una marcha larga o donde no era probable que aumentaran las dificultades. P. ¿Concibió usted, o no, que entonces estaban a la altura de cualquier otra operación contra la ciudad? R. Para cualquier deber de esa noche, no digo que fueran iguales; pero posteriormente concebimos que lo eran. P. ¿Concibe que la fuerza enviada contra Buenos Aires fue suficiente para su reducción si se hubiera manejado adecuadamente? R. Ciertamente lo concibo como totalmente suficiente. El teniente coronel Thomas Bourne jurado y examinado. P. ¿Comandó el ala derecha del 36° regimiento la mañana del ataque a Buenos Aires? R. Sí. P. Indique lo que pasó desde el momento en que fue separado del general de brigada Lumley hasta que se reunió con él, en la Plaza de los Toros. R. Ordené a una de las partes que cargara contra esas armas ya mencionadas, habiendo informado al general Lumley de que debían ser tomadas. Esta partida no procedió de inmediato, debido a que el capitán y subalterno de los granaderos resultaron heridos por una descarga de uno de estos cañones. No recuerdo si fue por órdenes del general Lumley, pero fui a la cabeza de los granaderos, con algunos hombres de otros destacamentos, y tomé el más grande de los cañones, que yo mismo clavé. Esto estaba muy cerca de la ciudadela, muy cerca del enemigo. Inmediatamente después de esto, cuando su propia gente estaba fuera del camino, comenzaron un fuerte fuego de mosquetería y racimo sobre nosotros. Esto me indujo a llevar a mis hombres al amparo de la parte trasera de algunas casas, donde el disparo de la ciudadela no podía alcanzarnos y habiendo permanecido en esa situación algún tiempo, se me ordenó que retirara mi grupo y siguiera el 36°, lo que pude hacer procediendo desde la posición que ocupaba entonces a lo largo de la playa. Luego me reuní con Sir Samuel Auchmuty en la Plaza de los Toros. Esto fue todo lo que pasó. El general Whitelocke se negó a hacerle preguntas a este testigo. Interrogado por la corte P. ¿Se había alimentado el 36° el 4 de julio? R. El día 4 tuvimos muchas escaramuzas con el enemigo en los suburbios de Buenos Aires, y no fuimos relevados tan pronto como esperábamos; a consecuencia de lo cual no llegamos a nuestro destacamento hasta las once o las doce de la noche. La carne estaba lista para los hombres en sus habitaciones, pero teniendo que encender el - 176 - fuego y cocinarla, me informaron que eran cerca de las dos de la mañana antes de que tuvieran algo de comer; después de lo cual se les sirvió la cantidad habitual de vino. P. ¿Qué provisiones tenían el día 5? R. Que yo recuerde, cuando nos reunimos con el General Auchmuty en la Plaza de los toros, los hombres consiguieron algo. P. Indique las bajas del 36° el día 5. R. Por lo que pude saber por primera vez, hubo dos oficiales y veinticuatro soldados rasos muertos. Después descubrí que había nueve oficiales muertos, tres heridos y sesenta soldados. Posteriormente se comprobó que había muchos más. P. ¿Cuál crees que era la fuerza del enemigo que protegía los cañones que cargo y cuál era la fuerza del destacamento con el que lo tomo? R. No puedo hablar positivamente, pero podría haber trescientos o cuatrocientos enemigos; mi grupo ascendía a cincuenta hombres, más o menos, no creo que tuviera más. El teniente coronel Alexander Duff jurado y examinado. P. ¿Comandaba el ala derecha del 88° regimiento la mañana del ataque? R. Si. P. Indique las operaciones del ala bajo su mando ese día. R. Creo que es necesario decirle a la Corte que en la mañana del día 5 me concebí tan débil que no pensé que pudiera llegar a mi puesto. El regimiento bajo mi mando podría, en efecto, llamarse un mero destacamento, por lo que envié al cuartel general para solicitar que dos o tres de las compañías que estaban allí fueran enviadas para fortalecerme. Fueron enviados en consecuencia, pero, para mi asombro total, justo cuando me estaba moviendo, descubrí que estas compañías no tenían pedernales (piedra que se usa para generar chispa lo que le da ignición al arma de chispa de la época). Al observar esto, interrogué al Mayor Ironmonger, que tenía el mando de estas compañías, y le ordené que me diera alguna razón para que se presentaran de esta manera. Me insinuó que el general Gower le había ordenado que sacara los pedernales. Inmediatamente le ordené que comprara piedras de otras compañías que pudieran ahorrarlas; pero, lamento decirlo, no pudieron proporcionarse a todos, y el mayor Vandeleur, que comandaba el ala izquierda del regimiento, me informó que dos hombres cayeron en las calles en el acto de poner sus pedernales (se envolvían en cuero y se apretaban con un tornillo). Avanzamos al ataque; pero puede ser necesario que afirme que tenía una opinión tan mala al respecto en mi propia mente, que dejé mis colores en el cuartel general para que no fueran tomados. De acuerdo con el espíritu de la orden de asalto que había recibido, avancé mi batallón en dos alas, cada una de las cuales constaba de unos doscientos veinticinco soldados. Le ordené al Mayor Vandeleur que condujera su ala al lugar donde el General Lumley me ordenó que penetrara, tan cerca del avance principal del enemigo como fuera posible. Después de darle estas órdenes, conduje mi propia ala a una iglesia que el general Lumley me había ordenado que tomara posesión. No encontré oposición ni sostuve ningún fuego hasta que entré por la - 177 - puerta de entrada de la iglesia, cuando el enemigo inició un tremendo fuego de fusilería desde la casa opuesta. Habiendo perdido casi treinta hombres en esta puerta, y encontrando la impracticabilidad de romper la puerta de la iglesia con los instrumentos que me fueron entregados, consideré prudente salir de esta situación y adentrarme más en la ciudad, con la esperanza de ganar una posición más ventajosa. Al salir de esta puerta, fuimos asaltados por un fuego continuo; pero avanzamos por la calle hasta que concluí que estábamos cerca de la ciudadela. Descubrir que había perdido a tantos hombres en las calles; mis cuatro oficiales granaderos heridos; Muerto el mayor, el ayudante y el ayudante de cirujano, y habiendo perdido, en muertos y heridos, de ochenta a cien soldados de mi pequeña columna, apure mi izquierda y tomé posesión de tres casas. En los techos de dos de estas casas formé a mis hombres conforme al espíritu de las órdenes que había recibido. Mantuve esta posición unas 4 horas , descubrí que seguía perdiendo un número considerable de mis hombres, dos oficiales más resultaron heridos, el enemigo me disparó desde todas las direcciones y no escuché fuego a mi izquierda, lo que me hizo concluir que la izquierda debió haberse retirado, y yo no podía tener ninguna posibilidad de recibir su apoyo, reuní a los oficiales y, tomando su opinión sobre el tema, consideré muy prudente aceptar los términos de rendición del enemigo con la condición de que deberíamos ser tratados como deberíamos ser. Al ser llevado prisionero a la ciudadela, me regocijé al descubrir que había adoptado una medida que salvó la vida de los hombres que me quedaban, ya que luego descubrí que estaba rodeado por todos lados por al menos tres o cuatro mil habitantes, tropas, y gente armada. Al entrar en la ciudadela descubrí que el mayor Vandeleur también se había visto obligado a rendirse media hora antes que yo, por lo que recuerdo; pero del conjunto de este pequeño destacamento, porque apenas puedo llamarlo regimiento, perdí alrededor de 220 soldados y diecisiete oficiales entre muertos y heridos. P. ¿A qué hora, según recuerde, se rindió? R. Aproximadamente diez minutos antes de las doce en punto. P. Desde el período de su marcha hasta el ataque y hasta el momento de la rendición, ¿recibió o no recibió alguna orden del general Whitelocke o se comunicó de alguna manera con él? R. No lo hice; y en mi mente habría sido casi imposible que un oficial se hubiera comunicado conmigo, ya que estaba encerrado en todos los sentidos. Creo que cualquier oficial debe haber muerto en el intento. Sir John Moore — A ese ritmo, ningún oficial podría recibir órdenes durante ninguna acción. P. Si hubiera tenido los medios para informar de su situación al general Whitelocke antes de su rendición, ¿debería haber sabido, por las órdenes que había recibido, dónde lo habían encontrado ese día? R. No; pero concibo que debería haberle enviado al Miserere, según mi propia idea. Interrogado por el teniente general Whitelocke. P. ¿No debería haber informado, como es natural, al cuartel general, si no hubiera podido informar a su general de brigada? - 178 - R. Ciertamente. Examinado por el Tribunal. P. ¿Qué se había hecho con los pedernales que se sacaron en el cuartel general? ¿No fueron metidos en las bolsas, y no tenían los hombres también pedernal de repuesto? R. Si hubieran obedecido mis órdenes, deberían haber tenido pedernales de repuesto. No puedo decir qué se hizo con estos pedernales. P. Indique cuándo se sacaron los pedernales y sabe si el general Whitelocke tenía conocimiento de ello. R. El mayor Ironmonger me dijo que cuando la compañía estaba a punto de marchar desde el cuartel general. El general Gower le ordenó que sacara los pedernales de las dos compañías la mañana del asalto; pero no puedo decir que lo haya hecho el general Whitelocke. Preferiría pensar que no. P. Usted dijo que habría informado, por supuesto, al cuartel general, si no estuviera capacitado para informar a su propio general de brigada. ¿Cree entonces que cuando un ejército entra en acción, el Comandante en Jefe siempre se encuentra en la retaguardia o en el cuartel general? R. Mi razón para reportarme al cuartel general debe haber sido porque dejé una compañía asignada allí; de lo que llegué a la conclusión de que allí se encontraba el teniente general. El mayor Richard Vandeleur jurado y examinado. P. ¿Comandaba el ala izquierda del 88° regimiento el día del ataque? R. Sí, lo hice, P. Indique las operaciones de esa ala desde el período de su separación de la derecha hasta el momento en que se vio obligado a rendirse. R. eso de las cinco de la mañana del día 5, el teniente coronel Duff me pidió que trasladara las tres compañías, que luego formaron la mitad del regimiento, a la casa del general Lumley, que estaba a unos cien metros de distancia del regimiento informar de mi llegada y que la columna estuviera en armas; orden que ejecuté poco después, cuando se me unió otra tropa. Aproximadamente media hora después, el general Lumley me pidió que me adelantara hasta el puesto de avanzada y que esperara allí hasta que dispararan los cañones de señales. Le pregunté si tenía alguna orden en particular que darme, me preguntó si había leído el detalle ya dado, que era que debía penetrar por la calle hasta la orilla del agua, o al menos hasta donde pudiera, y alojarme allí con la mejor ventaja, pero sobre todo no permitir disparos. Le pedí que me diera alguna información relativa al modo de defensa del enemigo, o la oposición que probablemente encontraría. Él respondió que no sabía más que yo, pero que era particularmente necesario que, si fuera posible, lograra llegar al final de la calle. Aplazada hasta mañana. - 179 - Vigésimo segundo (22) día Viernes 26 de febrero El Tribunal se reunió de conformidad con el aplazamiento. El general Cornelius Cuyler, uno de los miembros de la corte, fue excusado de seguir asistiendo por indisposición. El fiscal informó a la Corte que el general de brigada Lumley estaba presente y esperaba su permiso para corregir un error en su declaración del día anterior. En consecuencia, se admitió al general de brigada Lumley y procedió a declarar lo siguiente. En mi testimonio de ayer, cometí un error del que entonces no era consciente; pero ruego que me permitan observar, de ninguna manera es mi deseo hacer que la situación de mi brigada parezca más angustiosa de lo que realmente fue. En mi respuesta a una pregunta de la Corte, manifesté que mi brigada había estado casi cuatro días sin comer. En lo que se refiere al 88° regimiento, creo que esta afirmación era perfectamente correcta. También sé que hasta las ocho o las nueve de la noche del 4, el 36° no comió carne ese día, ni los dos días anteriores, ya que habían estado detenidos en los puestos de avanzada mucho más allá de la hora prevista. Algún tiempo después, el 38° había sido enviado desde allí a sus acantonamientos; No sabía lo que ahora creo que había sido el caso, que el regimiento había cocinado provisiones durante la noche. A mi llegada al Retiro, ya no comandaba ninguna brigada en particular, ya que sir Samuel Auchmuty me ordenó especialmente que asumiera la superintendencia de los puestos de avanzada, asistido por el oficial de turno, deber de tan grave importancia que requería mi mayor esfuerzo y vigilancia. Después de ese tiempo, el propio Sir Samuel Auchmuty dio instrucciones para el aprovisionamiento de las tropas. El mayor Vandeleur llamado y examinado más a fondo. Fiscal - Continúe en su narración desde donde dejo ayer. R. A la llegada de la columna al puesto de avanzada, la dividí en secciones con siete filas al frente, siendo el máximo espacio que podían ocupar. Ordené al capitán Cheswell que tomara el mando de la retaguardia y actuara de acuerdo con las circunstancias. Aproximadamente a las seis y media de la mañana, uno de nuestros dragones se acercó a mí con órdenes del general Lumley de avanzar por la calle directamente en nuestro frente. Ordené a la columna que avanzara y, al avanzar un poco por la calle, vi dos de las vedettes enemigas. Cuando me acerqué, se retiraron calle abajo, de vez en cuando mirando hacia arriba, como si hablaran con la gente en las ventanas y techos de las casas; a mi llegada a un tercio de la calle, se abrió fuego sobre mí desde ambas estaciones. Inmediatamente ordené a la columna que avanzara el doble de rápido, lo que fue ejecutado perentoriamente, y los hombres respondieron con vítores. A medida que avanzábamos por las calles, seguíamos siendo asaltados desde las casas por ambos lados con fusiles, granadas de mano, piedras, mampostería, ladrillos y todo tipo de combustibles. Cuando llegamos a la plaza mayor, encontramos un parapeto arrojado directamente al otro lado, compuesto por bolsas de pieles - 180 - rellenas de tierra. Subimos por este parapeto y descendimos por el otro lado a una zanja de unos seis pies de profundidad (1.8 mts) y doce pies de ancho (3.6 mts), igualmente cortada por completo al otro lado de la calle, de allí saqué a los hombres lo más rápido posible, ya que las cuatro casas de las esquinas estaban ocupadas por el enemigo, y estaba flanqueada por cañones en la plaza mayor. Al salir de esta zanja, encontré que la calle terminaba en un suave descenso hasta el río, y corrí frente a la cara occidental de la ciudadela, de donde el enemigo instantáneamente inició fuego sostenido contra mí. Con la ayuda de algunos hombres, traté de forzar mi entrada a las casas de la esquina derecha en la parte inferior, y con el extremo de sus cerrojos lograron con dificultad romper la puerta, que al abrirse nos dejó en una pequeña plaza. , que constaba de cuatro pequeñas viviendas de una habitación cada una. También ordené que la casa del lado opuesto se abriera; y como estaba excesivamente amenazado por el fuego, ordené a los hombres que se abrigaran lo mejor que pudieran, y les di el ánimo de que pronto nos apoyarían. Traté de conseguir hombres en el techo de la primera casa a la derecha de la calle que ocupaba. Había un parapeto construido alrededor de la parte superior, pero pronto descubrí que era totalmente impracticable ocupar la posición de otro lado; el parapeto fue poseído por el enemigo, y todo hombre que intentó ganar el techo fue derribado. Algunos de nuestros hombres se habían apoderado de la casa de enfrente a la izquierda de la calle, pero al ser más alta que la que ocupaba, quedó expuesta al fuego de la ciudadela, que pronto los obligó a retirarse. Entonces el enemigo desplego una pieza de campo desde la gran plaza hasta la zanja, y algunos de nuestros hombres, que estaban allí escondidos, dispararon contra ellos, abandonaron inmediatamente el arma, pero regresaron y la dispararon. Nuestros hombres devolvieron el fuego y se retiraron nuevamente, el capitán Cheswell, que estaba en la zanja, me informó que habían dejado tres muertos. Para entonces ya había ocupado algunas casas a la derecha, pero el enemigo invadió completamente dos de ellas y me vi obligado a reunir a todos los heridos y otros hombres en un solo lugar. Mantuvimos nuestra posición hasta aproximadamente las once y cuarto, cuando pensé que era mejor consultar con los oficiales sobre lo que debía hacerse. No hubo aparición de ninguna de nuestras propias fuerzas; no se oyeron disparos, salvo los que estaban dirigidos contra nosotros, teníamos pocos hombres y una retirada parecía totalmente impracticable; se acumulaban los heridos, oficiales y soldados, y pensé que, rodeado por estas circunstancias, sería una violación contra la humanidad soportar más tiempo. Por lo tanto, acordamos entablar un parley con el enemigo, ordené que levantaran un pañuelo blanco. Un oficial español saltó inmediatamente desde detrás del parapeto del techo de una casa, y el capitán Carrol le interpretó que estábamos dispuestos a rendirnos en términos. Inmediatamente preguntó qué términos, a lo que respondí, que solo necesitábamos cuartel para atender a los heridos. Inmediatamente se puso la mano sobre el pecho y respondió que eran españoles y que siempre trataban a sus prisioneros con humanidad. Estuvimos de acuerdo en estos términos y entregué mi espada, sobre la cual un inmenso número de enemigos apareció en los techos de las casas donde se habían escondido. Estos recibieron las armas de nuestros hombres, después de lo cual los oficiales fueron conducidos a la ciudadela y los hombres a prisiones separadas. El general de brigada Craufurd volvió a ser llamado y examinado. - 181 - P. Continúe su narración desde el período en el que se interrumpió al final del 4 de julio hasta el momento de su rendición. R. La disposición escrita que recibí del ataque al pueblo me indicaba que mi brigada debía entrar por la derecha y moverse hacia el centro en dos columnas. La columna de la izquierda estaría formada por cinco compañías del batallón ligero y cuatro del 95°, lo que equivale a unos 600 soldados; la columna de la derecha consistirá en cuatro compañías de cada una, formando alrededor de 540 soldados, la columna de la izquierda para recibir órdenes del teniente coronel Pack, la derecha de mí. Se nos ordenó penetrar, si era posible, hasta el río, y allí ocupar cualquiera de los lugares altos lo más cerca posible del centro de la ciudad. Formada la brigada a primera hora de la mañana, en los dos caminos que se habían señalado para que entren las dos columnas, en el momento en que se disparó el cañón de señal, comencé a avanzar con la columna bajo mi mando; suponiendo que el enemigo, como se había informado el día 4, hubiera concentrado sus fuerzas principales en una posición formando un cuadrado, teniendo en su interior la plaza del mercado, y en el lado oriental el fuerte. Cuando entramos en la ciudad a nuestra derecha de esta posición, la columna izquierda de mi brigada, al mando del teniente coronel Pack, era por supuesto la más cercana a la cara sur del enemigo, y entró en acción primero. Yo con la columna de la derecha atravesé todo el pueblo y llegué a la playa sin encontrar ningún obstáculo, ni ver nada más que pequeños grupos rezagados del enemigo. Cuando llegué a la playa, vi el bastión sureste del fuerte a una distancia de unos 400 metros; y siendo de opinión, que al quedarme donde estaba entonces, no debí haber seguido el objeto de la disposición, decidí avanzar sobre el fuerte, pues sabía que el 45° estaba ordenado por la disposición escrita de entrar al pueblo por las dos calles directamente a mi derecha. Ese regimiento no fue puesto a mis órdenes; la disposición no decía que fuera a ir a la residencia, ni me habían informado que el coronel Guard hubiera recibido órdenes al respecto. Supuse, por tanto, que el 45°, en el momento en que me había propuesto avanzar por la playa hacia el fuerte, estaba en ese momento cerca de mi derecha. Envié al mayor de brigada Campbell, a ordenar al coronel Guard que avanzara en la misma dirección que el 45° regimiento, por la calle más cercana y paralela a la playa. No había ido muy lejos cuando vi al teniente coronel Pack, que ya había hecho un intento muy vigoroso pero infructuoso de penetrar a través de la posición principal del enemigo; y por lo que había visto el coronel Pack, y por su conocimiento general del pueblo, se sintió inducido a recomendarme que fuera a la Residencia, que está en el extremo sur del pueblo. Eran entonces entre las siete y las ocho de la mañana; y aunque tenía la mayor confianza posible en el coronel Pack como oficial, no pensé que hubiera tenido justificación para retirarme a esa hora temprana a la residencia, aunque en ese momento ciertamente podría haberlo hecho sin ninguna dificultad o pérdida. Esta conversación transcurrió cerca del convento de Santo Domingo, como me aseguró el coronel Pack; y le observé que era uno de los puestos que estaba destinado a ocupar. En ese momento se nos unió el teniente coronel Guard con la compañía de granaderos del 45°, decidí inmediatamente tomar posesión de este puesto y ocuparlo con la esperanza de que el éxito de algún otro ataque me permitiera avanzar aún más. En esto me confirmó la opinión de ese valiente pero desafortunado oficial, el Mayor Trotter; pero poco pensé, cuando actué así según mi mejor criterio y según mis órdenes, que me habrían abandonado sin hacer ningún esfuerzo por comunicarse conmigo. Me - 182 - habían ordenado que tomara ciertos puestos y que esperara más órdenes, y este puesto era uno de ellos. Inmediatamente después de que tomamos posesión del edificio, que estaba muy cerca de la posición principal del enemigo, se dirigió un fuego considerable desde las casas circundantes contra todas aquellas partes desde las cuales podíamos molestar al enemigo, y el techo no era plano. En consecuencia, era mucho menos desventajoso que los edificios de la ciudad en general. Hasta las doce no tenía ninguna razón para suponer que algún desastre considerable hubiera ocurrido en cualquier parte de nuestro ejército, hasta que poco después un oficial español con bandera de tregua se acercó al convento, me jacté de que las otras columnas se habían establecido tan cerca de la posición del enemigo como yo; que el general Liniers había juzgado conveniente capitular, y que con el propósito de comunicar tal intención al Comandante en Jefe a través de mí, había enviado a este oficial. Sin embargo, cuando entró en el patio del convento, me informó que el 88° regimiento y algunos otros cuerpos que no especificó, habían sido hechos prisioneros; que todos nuestros ataques habían fracasado y que el general Liniers le encargó que me mandara a rendirme. Me negué perentoriamente a esto, y el oficial se fue sin protestar ni seguir conversando. Esta circunstancia, junto con el hecho de haber estado cuatro horas en este puesto, sin que nadie se acercara a pedir información o ayuda, me hizo pensar que la situación no era aconsejable para permanecer. Por tanto, decidí aprovechar el primer momento favorable para librarme de él; concebí que el mejor momento sería cuando el enemigo se acercara en gran número en las calles y nosotros, mezclándonos con ellos, pudiéramos hacer menos efectivo el fuego de las casas circundantes, que ahora estaban completamente ocupadas. Entre las doce y la una, una columna considerable salió a la calle del lado oeste del convento, aparentemente con el propósito de apoderarse de un cañón de tres libras, que la estrechez de la entrada nos había impedido traer. Inmediatamente ordené todo el cuerpo de rifles de las diferentes estaciones del edificio, y también ordené que se quitaran los colores del 71°, que habíamos encontrado en nuestra primera entrada al convento, y que habíamos exhibido en la parte superior del mismo (el regimiento highlander 71° había sido capturado integro en 1806 durante la denominada primera invasión inglesa). Mientras me disponía así a evacuar el puesto, el enemigo estuvo a punto de apoderarse del cañón, pero fue atacado con tanto vigor y valentía por la compañía de granaderos del 45°, encabezada por el coronel Guard y un pequeño grupo de infantería ligera con el Mayor Trotter, que se vieron obligados a ceder. Pero el fuego de las casas cercanas al convento fue tan feroz, que unos cuarenta hombres del 45° fueron muertos o heridos en el transcurso de dos o tres minutos, también murió el Mayor Trotter, y al ver la imposibilidad de hacer nada, ordené a los restantes que se retiraran al convento, que continuamos defendiendo hasta las tres y media. Después del intento de evacuación, que acabo de describir, estaba plenamente convencido de que no podíamos salir con ningún esfuerzo, y poco después cesaron los disparos en todas partes del pueblo, y como ninguna de nuestras tropas se acercó a nosotros, Por supuesto, llegué a la conclusión de que el ataque había fracasado en general. Aproximadamente a las tres y media, reuní a los oficiales de campo: el coronel Pack, el coronel Guard y el mayor Macleod, que comandaba el destacamento del cuerpo de artillería. Les dije que, en mi opinión, la retirada era absolutamente imposible; que estaba completamente en el poder del enemigo aniquilar al resto de la brigada, ya que estaba entonces en el mismo corazón de la ciudad con sólo seiscientos hombres. Me - 183 - pareció claro que todo el resto del ejército se había visto obligado a retirarse, y en estas circunstancias, después de esperar ocho horas en el puesto que me habían ordenado ocupar, a la espera de otras órdenes que me habían hecho creer debía recibir, no pensé que el sacrificio del resto de los hombres, pudiera conducir al honor de las armas de Su Majestad, o resultar de alguna manera ventajoso. Agregué que, aunque pudiera considerarme justificado actuar en base a mi propia opinión únicamente, no debería hacer nada con el fin de poner fin a la acción, a menos que tuviera el consentimiento y la aprobación total de todos los oficiales de campo que había nombrado, siendo ellos las únicas personas en el convento actuando como tales. Después de una deliberación madura, el teniente coronel Pack y el coronel Guard dieron su opinión positiva e inequívocamente, de acuerdo con la mía, de que la situación era tal que me justificaba plenamente, y aconsejaron que yo levantara una bandera de tregua poniendo fin a la acción en los mejores términos que pueda obtener. No se consultó al teniente coronel Holland, que estaba en el estado mayor del ejército y estuvo presente en esta conversación; siendo mi cuñado, motivos de delicadeza me impidieron pedir su opinión. Cuando le pregunté eso al Mayor Macleod del 95, pareció dudar; y como concluí de esto, que él pensaba que podíamos escaparnos, le dije: "Mayor Macleod, ¿cree que podemos salir de este lugar? Aunque no lo creo, en este momento me ubicaré con usted a la cabeza de la columna, y seremos los primeros en liderarla". El Mayor no aceptó esta propuesta, pero estuvo de acuerdo con los demás oficiales y en consecuencia, extendimos una bandera de tregua al enemigo, quien por su parte, en el transcurso del día, se acercó varias veces con banderas de tregua, pero simplemente con el propósito de atraernos y luego disparar contra nosotros. Nuestra gente después de esto, naturalmente, disparo contra sus banderas de tregua, de modo que pasó un tiempo considerable después de que mostramos la nuestra que se dieron cuenta de nosotros. Por fin se acercó un oficial, con quien tuve una conversación en presencia del coronel Pack, y creo que del coronel Guard; y al ver que no se podían obtener otros términos, pensé que era mejor entregar al resto de mi brigada como prisioneros de guerra. Creo que el número que se rindió fue de unos seiscientos soldados. Mi división al entrar en la ciudad estaba formada por quinientos cuarenta; El coronel Guard trajo consigo unos cien, y el número de la división del coronel Pack que se me unió fue de unos setenta. No puedo precisar el número de muertos y heridos, pero de estos últimos dejamos alrededor de cien en el suelo del convento tan gravemente heridos, que no pudieron ser sacados. En la tarde del día 6, el general Gower vino a la casa del general Liniers, donde yo estaba cenando con el general español. Entonces no tuve oportunidad de decirle una palabra que no fuera escuchada por todos en la mesa, pero luego fui con él y el general Liniers al departamento de este último, y antes de que entraran en el asunto, pensé que era mi deber llevar aparte al general de división y decirle que, por lo que había observado, estaba convencido de que si el ejército volvía a atacar el pueblo de la misma manera que lo había hecho el día 5, serían completamente derrotados. No pasó nada más entre nosotros hasta algunas horas después de que me mandó llamar a la habitación del general Liniers. El papel que detallaba los artículos de la convención estaba sobre la mesa y se emplearon personas para copiarlo. El general de división me dijo que el general Liniers estaba recibiendo frecuentes informes de grandes crueldades cometidas por nuestros soldados, que mantenían a su pueblo en - 184 - un estado de gran irritación y que podían producir graves consecuencias para los prisioneros en su poder. A esto respondí que creía, y ahora lo creo, que mientras esa irritación se mantuviera por tales informes, había motivos para entender que los prisioneros no estaban a salvo. El general Gower escribió una orden sobre ese tema y me preguntó si acompañaría al general Elio a la Residencia con el fin de entregar esta orden al oficial que estaba allí al mando, lo cual hice en consecuencia. La irritación de la gente fue muy grande, y tan evidente, que un día, mientras caminaba por las calles con un oficial, uno de ellos me presentó un mosquete aunque el oficial estaba a mi lado. Sin embargo, estoy convencido de que los oficiales españoles tenían suficiente poder sobre estas personas para mantenerlas sometidas si se eliminaba la causa de esa irritación. P. Dijo que llego a la playa sin ningún obstáculo. ¿Cree que la cooperación de la Armada en ese momento habría sido de considerable utilidad para asegurar el éxito del ataque? R. Si los cañoneros hubieran estado en un número muy considerable y hubieran podido acercarse lo suficiente para disparar con efecto, su cooperación sin duda habría sido muy grande. P. ¿Alguna cañonera se acercó a la ciudad después de que lo hicieran prisionero? y si lo hicieron, ¿qué efecto tuvo sobre la ciudad? R. Dos o tres cañoneras dispararon contra la ciudad en la mañana del día 6, algunos de los disparos alcanzaron la casa del general Liniers donde yo estaba, pero el fuego no fue lo suficientemente considerable como para producir un efecto material. P. ¿Se requirió alguna vez la cooperación de la flota, o entró en el plan de ataque? R. No sé si fue requerido, pero ciertamente no entró en el plan de ataque que me fue comunicado. P. ¿Debería haber adoptado la medida que tomó si hubiera sabido que la Residencia era el objeto específico del ataque de los del 45°? R. Debería haber pensado que era mi deber ocupar el puesto que ocupaba; pero como al avanzar por la ciudad estaba claro que la Residencia estaba totalmente fuera de la posición del enemigo, debí haber asumido la responsabilidad de haber impedido que el 45° llegara allí. P. ¿Tenía otras armas (cañones) que no fueran el de tres libras que mencionó como adjunto a su columna? R. Adjunto a mi columna no tenía ninguno; con el coronel Pack había un cañón de tres libras. P. ¿Las operaciones de las tropas bajo su mando no habrían sido asistidas en gran medida por la artillería? R. No creo que las piezas de campo introducidas en la ciudad de la manera en que avanzamos hubieran ocasionado una gran diferencia en el resultado de nuestro ataque. Sin embargo, soy de la opinión de que bombardear la ciudad en diferentes puntos habría supuesto una diferencia material. - 185 - P. Por lo que vio de la fuerza y los medios del enemigo el día 5, ¿cree que la necesidad de rendirse se habría evitado si hubiera recibido el apoyo de la reserva al mando del general Whitelocke o del coronel Mahon?, del cual, desde su conocimiento de esos cuerpos, ¿alguno de ellos habría podido darle apoyo? R. La reserva central constaba, según tengo entendido, de unos cien hombres. Si una parte de esta reserva hubiera dado la vuelta al pueblo hasta la Residencia, como estoy convencido de que podría haberlo hecho sin dificultad, y hubiera avanzado desde allí con el 43°, que parecía no haber estado en acción, no tengo la menor duda habrían facilitado aún más las operaciones. P. ¿A qué hora del día le parecieron decisivas las ventajas obtenidas por el enemigo hasta el punto de evitar la posibilidad de que se le libere de la situación en la que se encontraba, aunque sea asistido por la cooperación de esa parte de las tropas británicas que no habían estado en acción? R. En mi opinión, la fuerza antes mencionada, aunque suficiente para haberme liberado, podría haber encontrado una dificultad considerable para hacerlo después de que todas las demás tropas hubieran sido tomadas u obligadas a evacuar la ciudad. Aproximadamente a las dos y media, en mi opinión, la fuerza podría no haber sido suficiente por sí sola; pero si además de esto, el cuerpo del coronel Mahón, que según entendí constaba de unos mil hombres, también hubiera podido ser formado, lo más probable es que nos hubieran permitido escaparnos del convento. P. ¿Tenía algún aviso durante el día 5, cuáles eran los puestos de retirada si la retirada fuera necesaria? ¿O dónde se encontraría el general Whitelocke durante ese día? R. Nunca se me mencionó ningún punto sobre el cual, en caso de falla, me retirara; Tampoco recibí ninguna información sobre la situación en la que se encontraría el Comandante en jefe, más allá de lo que ya he dicho que me fue comunicado en una conversación por el General Gower en la tarde del día 5, desde la mañana del 5, no vi a ningún oficial de estado mayor excepto a los de mi propia brigada. P. ¿Le comunicó el general Gower que el general Whitelocke había decidido permanecer estacionario en el cuartel general durante todo el día 5? R. El general Gower me dijo, como ya he dicho, que aconsejaba al comandante en jefe que tomara su puesto por la mañana en el lugar donde, según entendí, permaneció todo el día, en el Corral; pero ciertamente no entendí que era su intención permanecer allí todo el día sin ningún esfuerzo. El general Whitelocke se negó a hacer preguntas al testigo. Interrogado por la corte. P. Cuando llegó a la Residencia en la tarde del día 6, para hacer averiguaciones sobre los informes mencionados por el general Liniers, ¿encontró algún fundamento para estos informes? R. El mayor Nicholls del 45° me aseguró que, en lo que respecta a su regimiento, no podía haber ningún fundamento para ellos. Sé con certeza que por una división de mi propia brigada se encontraron algunas mujeres y niños asesinados en una casa, pero mi firme convicción es que los asesinatos fueron cometidos por un bandido sin ley que - 186 - formaba parte de la fuerza enemiga, y le dije el general hispano por lo que en ese momento me mencionó estos informes. El Tribunal perdonará esta aparente inconsistencia cuando dije que habíamos dado motivos para irritarlos; pero me refiero a la consecuencia; de nosotros estando en la ciudad causó estos informes. P. ¿Debe el Tribunal entender que usted no tenía autoridad sobre ninguna otra brigada que la suya, que se le ordenó penetrar por la ciudad y tomar posición; que habiendo hecho eso, se instaló, y buscó más órdenes de algún oficial superior que estaba encargado de la superintendencia de todo el ataque? R. Ciertamente; e incluso mi autoridad en mi propia brigada parecía en cierto grado limitada de manera poco usual, en la medida en que mi propia situación personal estaba señalada en órdenes generales, que también expresaban que la columna izquierda de mi brigada debía recibir sus órdenes del Coronel Pack; y habiendo penetrado por la ciudad, ciertamente me sentí obligado en cierto grado a esperar órdenes. También me pareció muy extraño que el 45° no recibiera sus órdenes de mí, siendo yo el único brigadier del ala izquierda del ejército. P. Según su conocimiento del país y los medios y la fuerza del enemigo, ¿cree que la fuerza británica enviada contra Buenos Aires fue o no fue suficiente para lograr su objetivo? R. Soy de la opinión de que la fuerza era suficiente para tomar la ciudad de Buenos Aires, y que si después de ese evento se hubiera encontrado factible conciliar a los habitantes, deberíamos haberla retenido con un grado razonable de seguridad. P. ¿Se mencionó el 45° en el plan original colocado a la derecha de su brigada? R. Todo lo que se dijo en la disposición original del 45° fue, "el 45° debe avanzar por el ala izquierda y dos calles más allá de la brigada ligera". P. ¿Cuándo entendió que fue enviado a la Residencia por órdenes verbales? R. Fue después de que el jefe de mi columna llegara a la playa. P. ¿El plan de ataque que le dio el general Gower fue o no diferente del que se explicó en el cuartel general el día 4? R. En la mañana del día 4 recibí dos disposiciones escritas, la última de las cuales fue puesta en práctica, y en algunos detalles era diferente de la primera. La hora del ataque no fue la misma, y la orden de penetrar en la ciudad fue más perentoria. P. ¿Puede decirnos cuál fue el objetivo que obtuvo al penetrar por las calles hasta la playa, cuando podrían haber llegado sin dificultad a ese punto dando la vuelta al pueblo? R. Concluyo que el objetivo debe haber sido entablar contacto con la parte principal de la fuerza enemiga, con la que al marchar alrededor de la ciudad no deberíamos haber entrado en contacto. Ruego a la Corte que entienda que solo doy una opinión sobre la idoneidad de las medidas. Solo puedo adivinar las intenciones o puntos de vista del Comandante en Jefe. Aplazada hasta mañana. Vigésimo tercer (23) día - 187 - Sábado 27 de febrero Habiéndose reunido el Tribunal de conformidad con el aplazamiento, se volvió a llamar y examinar al general de brigada Craufurd. Se le repitió una cita día anterior. P. ¿El plan de ataque que le dio el general Gower, fue o no diferente al explicado en el cuartel general el día 4? R. Tengo ambas órdenes en mi mano y las leeré si el Tribunal lo desea. Mientras estaba en el cuartel general en la mañana del 4, recibí dos disposiciones para el ataque. No sé cuál de los dos me fue dado por el general Gower, pero lo que recibí en último lugar, y sobre el que se actuó, difiere en algo del primero, el primero que recibí fue en una carta oficial del secretario militar coronel Torrens; la segunda la recibí oficialmente en el cuartel general, y creo que estaba escrita a mano por el general Gower. La primera orden contenía algunos detalles con respecto a mi brigada que se omitieron en la última; pero que, sin contradecir el tenor del primero, por supuesto consideré que debía observar ambas. P. ¿Las primeras ordenes fueron circulares? R. La orden la recibí en una carta oficial del general Whitelocke; y la circunstancia de que yo tuviera esa carta en el bolsillo cuando fui hecho prisionero fue, y tengo razones para creer, de servicio material; habiendo tomado los oficiales españoles una opinión antes de que yo la presentara, las órdenes del general Whitelocke habían sido no dar cuartel. Al mostrar esta carta al general Liniers y al general Balbiani (general César Balbiani), pareció convencerlos de que el general Whitelocke estaba ansioso por evitar derrames innecesarios de sangre y, en particular, por prevenir cualquier acto de violencia contra personas que no portaban armas. P. Cuando llegó a la playa y habría asaltado el fuerte y la ciudadela, ¿tenía los medios adecuados para la tarea o tenía alguna duda de que su logro era el principal y último objeto de ataque? R. Al no tener órdenes, ciertamente no pensé que se esperaba de mí que entrara en el fuerte; pero si hubiera visto alguna posibilidad de hacerlo, debería haber pensado que era mi deber. El objeto de ataque definitivo que concebí sería la toma del conjunto de la ciudad. P. ¿Es su opinión que la rendición de la ciudad habría sido la consecuencia natural de que se tomaran el fuerte y la ciudadela? R. Eso debe haber dependido de las circunstancias. El fuerte es pequeño y estaba completamente controlado. Si alguna pequeña columna hubiera atacado con ventajas y hubiera arrojado al enemigo a un estado de confusión, podría haber sido tomado; pero de lo contrario, creo que es muy probable que la columna hubiera encontrado la misma suerte que yo en el convento de santo domingo, quiero decir, si no hubiera sido apoyado. P. ¿Cree que se podría haber obtenido alguna ventaja si se ordenaba que las tropas cargaran las armas al comienzo del ataque? R. En mi opinión habría sido mejor si estuvieran cargadas. - 188 - P. ¿Conoce usted lo suficiente los alrededores de Buenos Aires para formarse una opinión sobre si la fuerza bajo el mando del general Whitelocke, cuando estaba completa, podría haber estado dispuesta de tal modo que cortara todos los suministros de la ciudad? R. No estoy suficientemente familiarizado con los alrededores de ningún reconocimiento real que me permita hablar positivamente sobre ese punto; pero me inclino a pensar que, considerando la incapacidad del enemigo, dada la naturaleza de sus tropas para enfrentarnos en campo abierto, creo que podríamos haber tomado con seguridad posiciones tales que hubieran dificultado que la ciudad tuviera las provisiones necesarias del país; pero si las tropas enemigas hubieran sido de una descripción diferente, habría sido imposible. P. A partir de sus observaciones, ¿cree que se pudo haber establecido una comunicación con la flota, y una situación elegida, a partir de la cual se pudo haber probado el efecto de las baterías? R. Si el ejército hubiera tomado una posición en el lado norte de la ciudad abrazando el lado de los toros, podríamos habernos comunicado con la flota y haber probado con ventaja los efectos de los cañones y bombardeado la ciudad. P. ¿El puesto de las tropas españolas en los techos de las casas el día 5 fue lo que les habría podido proteger de los disparos, proyectiles de racimo y carronadas de carácter pesado? R. Ciertamente creo que un cañoneo desde las alturas, con baterías pesadas en los toros, debe haber tenido un efecto considerable en preparar el camino para un asalto. Las casas no son capaces de resistir los proyectiles ni los disparos, aunque se utiliza tan poca madera en su construcción que no es fácil quemarlas. El fuerte en sí no tenía parapeto, y varias de las casas principales, desde cuyas cimas el enemigo disparaba con efecto contra nuestras tropas que se acercaban al fuerte, estaban enteramente abiertas al fuego de los cañoneros y de otros barcos como la profundidad del agua permitiría acercarse a la ciudad. P. ¿Es usted consciente o no de alguna presión de las circunstancias que hicieron inevitablemente necesario proceder a la acción en la mañana del día 5? R. Soy de la opinión de que era aconsejable cambiar de posición y atacar las alturas de los Toros; pero ciertamente no conocía ninguna circunstancia que hiciera necesario asaltar la ciudad ese día. P. ¿Tenía, o no tenía, algún tipo de insinuación o conocimiento del plan o disposición que el Comandante en jefe tenía en contemplación de qué hacer cuando las diversas columnas llegaran a sus respectivos destinos el 5 de julio? R. No. Esperaba que llegara algún oficial superior para hacer una nueva disposición. Y aquí deseo hacer alguna alteración en mi testimonio de ayer, cuando comente una conversación con el mayor Macleod. Deseo corregir esa parte de mi declaración donde dije que el Mayor Macleod no aceptó la propuesta de liderar conmigo la brigada. Deseo agregar que, aunque hice la propuesta en repetidas ocasiones, no dio el menor indicio de que pensaba que debía hacerse el intento. Parecía bastante reacio a asumir la responsabilidad de dar una opinión, que le agradezco que debería pedirle que repita oficialmente, pero por todo lo que pasó entre él y yo en presencia del teniente coronel - 189 - Pack, el teniente Guard y el teniente coronel Holland, ellos y yo estábamos convencidos de que su opinión coincidía con la nuestra. Después del intento de efectuar una retirada del convento, ordené a los fusileros que retomaran sus puestos, aunque sé que una publicación infame afirma que no les permití retomar sus puestos. También he dicho en otra parte de mi pruebas que el arma no sirvió de nada; pero permítanme agregar, al afirmar que no sirvió de nada, que el oficial que estaba al mando y los artilleros se comportaron con el mayor espíritu y valentía, e hicieron todos los esfuerzos posibles para hacerlo efectivo. El teniente coronel Pack fue llamado y examinado. P. ¿Comandó el ala izquierda de la brigada ligera en el ataque de la mañana del 5 de julio? R. Así lo hice. P. Indique las operaciones de esa ala desde el momento en que se separó del general Craufurd hasta el momento de su unión con él en Buenos Aires. R. Me dirigí a la ciudad de Buenos Aires por la carretera señalada en las órdenes. La primera circunstancia notable que atrajo mi atención fue el extraordinario silencio del pueblo, solo interrumpido por unos pocos disparos al azar disparados desde la distancia a la columna cuando pasábamos, algunos hombres inteligentes de la avanzada oyeron el sonido de voces en varias de las casas mientras pasábamos, y la prudencia me hubiera dictado la necesidad de que los examináramos por separado a medida que avanzábamos, pero pensando que tal operación iba en contra de las órdenes que había recibido, lo juzgué mi deber de seguir adelante. Así lo hice, y sin oposición, salvo por un disparo de una ventana que conducía a la gran plaza, por cuyo fondo pasé, hasta que pude ver el Río de la Plata. Detuve la cabeza de la columna para permitir que se juntara, escuche disparos a mi izquierda, y no vi nada del enemigo en mi frente, ni ningún puesto que ocupar allí, consulte con el teniente coronel Cadogan, quien estuvo de acuerdo conmigo sobre la conveniencia de tomar terrenos a la izquierda y comenzar un ataque, suponiendo que el enemigo debía estar allí. Las lámparas que acababan de apagarse parecían dispuestas a ayudar a los sitiados en caso de un ataque nocturno, y todas las circunstancias parecían unirse para ayudar a preparar la resistencia prevista. La fuerza de entonces de mi columna, por lo que puedo afirmar, era de unos seiscientos soldados. Le ordené al teniente coronel Cadogan que liderara la mitad trasera de la división por adelantado en una calle paralela a mí. Ciertamente estaba bajo el temor de que no estuviéramos provistos de los medios para vencer las defensas del lugar, y pronto me convencí de que había entrado en una competencia, quizás la más desigual que jamás se haya librado, porque me había acercado diligentemente a la iglesia franciscana cuando perdí, por el fuego casi invisible del enemigo [y que ciertamente era para nosotros inexpugnable] al oficial, y casi a la totalidad de los hombres que componían la primera división, y que eran voluntarios de distintas compañías; el oficial y casi la mitad de los hombres de la siguiente compañía, y así sucesivamente en proporción a los demás que componían mi división. Al ver que era impracticable penetrar hasta los objetivos del ataque, que yo concebí como la plaza y el fuerte, o ganar una posición ventajosa en ese vecindario, pensé que era correcto desistir y pregunté por el éxito de la división que había enviado paralelo a - 190 - mi izquierda. Con esta intención retiré los restos de mis hombres al cruce de calle por donde habíamos avanzado, y que en gran medida nos protegía del fuego al que nos habíamos visto expuestos. Apenas había efectuado este movimiento cuando me enteré de la falla de la otra columna, porque al salir a la calle encontré a los hombres retirándose, y poco después vi al propio teniente coronel Cadogan. Estaba excesivamente agitado y me aseguró enfáticamente que él y todos sus hombres habían cumplido con su deber, pero que realmente no poseían los medios para lograrlo. Todos los hombres y caballos que acompañaban al arma de su columna murieron o resultaron heridos, y se perdió el arma. Creí en la declaración del teniente coronel Cadogan, y ordene a sus hombres que formaran en línea con los míos, fui yo mismo a reconocer el fondo del edificio que forma la plaza en la que se encuentra el colegio de los jesuitas, pero me resultó imposible conseguir una entrada allí. A mi regreso a la posición en donde deje al teniente coronel Cadogan, le indiqué mi intención de ir a la Residencia. Para entonces, algunos de los hombres habían forzado la apertura en dos casas, pero pensé que no tendría más importancia que dar refugio a los heridos. El coronel Cadogan, sin embargo, rechazó la idea de ceder el terreno que habíamos ganado con tantas pérdidas, ya que se esperaba que el general Craufurd se levantara momentáneamente y, por lo tanto, le permití permanecer en la posición en la que estaban las tropas y alcanzarme luego para unirnos al General Craufurd. Me encontré con el coronel Guard con una división del 45°, y por él supe que la Residencia ya estaba en nuestro poder. Casi inmediatamente después, el jefe de la columna del general Craufurd apareció en lo alto de una calle estrecha que conduce a la parte trasera, de la iglesia de Santo Domingo. A menudo le había mencionado al general Craufurd las ventajas de un puesto por encima de la Residencia. Después de relatarle las desgracias de ese día, le manifesté la impracticabilidad de llegar alguna vez a las defensas del enemigo, y le insistí enérgicamente sobre la conveniencia de ocupar la Residencia. Vaciló y vi una evidente desgana de su parte y del mayor Trotter a retirarse. Me preguntó si el edificio de la parte de atrás, en el que estábamos, no era la iglesia de Santo Domingo; Respondí que sí, pero que no me parecía una posición ventajosa para atacar. Él comentó que estaba estrictamente en conformidad con sus órdenes para hacerlo, y yo asentí de mala gana. Al entrar en la iglesia, lo cual no pudimos hacer con el cañón de tres libras que el general Craufurd había traído, se encontró que algunas partes cubrían las casas más de lo que, confieso, pensé. Los colores del 71° también se encontraron allí, y me alegré mucho de haber entrado en la iglesia, satisfecho de que, aunque podría haber actuado en contra del general Craufurd, como un oficial había actuado correctamente. En estas circunstancias se le permitió al coronel Cadogan ocupar el cargo que habíamos conseguido, y el resto de estos hombres cerca del convento fueron traídos. Era mi intención ir con el coronel Cadogan, pero el general Craufurd insistió en que fuera a donde estaba el cirujano, como consecuencia fui herido. Todo estaba, en ese momento, perfectamente tranquilo y descansamos en la confiada esperanza de que pronto se presentaría una oportunidad favorable para renovar la acción, o para avanzar a la iglesia franciscana, que estaba un poco más adelante en nuestro frente, y era un muy deseable objeto a obtener. Entre las once y las doce, por lo que recuerdo, se informó, con otras circunstancias favorables, que los colores del fuerte habían sido bajados, y creo que nadie dudó de que la bandera de tregua que apareció poco después fue una rendición en lugar de - 191 - una convocatoria a nuestras tropas. Aprovechando una bandera de tregua, el enemigo había avanzado sus parapetos hacia nosotros, y después de que el general Craufurd había despedido la bandera de tregua, se esforzaron por seguir adelante contra nuestra arma. De esto no me di cuenta, hasta que el bullicio del Coronel Guard saliendo y volviendo atrajo mi atención, cuando me enteré de la grave pérdida que habíamos sufrido, el general Craufurd entró inmediatamente después; sus ojos parecían estar abiertos a la situación en la que nos encontrábamos y a dudar de que las cosas fueran tan favorables como esperábamos; y yo estaba tan satisfecho entonces que él hubiera pensado en retirarse, que ordené a un oficial (creo que el mayor Macleod) que se encargara de que nuestros colores fueran confiados a un hombre de confianza. Uno de ellos había sido colocado en lo alto del convento, y la dirección que he mencionado fue la causa de su desmontaje. En ese momento, el general Craufurd pareció dudar de la conveniencia de retirarse. Me preguntó si podría acompañarlo, y aun así me dijo que tenía algunas dudas de que se le justificara evacuar su puesto. La cosa me pareció un punto demasiado delicado para presionarlo; y la esperanza de recibir órdenes, y el sentido del deber, según me pareció, llevó al general Craufurd a posponer la retirada hasta ese momento, que, como conjeturo, era entre las dos y las tres de la tarde. Entonces se convirtió en una cuestión de consideración comunicarse con el enemigo, él parecía considerar impracticable una retirada, y ciertamente pensé que debía acompañarse de una pérdida muy grave. Poco tiempo después reunió a los oficiales de campo y dio su opinión decididamente al efecto que he mencionado. Al hacerlo directamente a mí mismo, le dije que en ese caso pensaba que surgía una pregunta sobre qué efecto podría tener nuestra conducta en las operaciones generales del ejército; y si no nos pusieron en una situación tan crítica como para hacer necesario el sacrificio de nosotros mismos. Ni el general Craufurd ni los demás presentes parecían pensar que existía tal necesidad; y allí asentí al juicio del general Craufurd, un oficial a quien, aunque desafortunado, siempre debo respetar y admirar. Y aunque creo que me lo debo a él y a mí mismo decir claramente que al dar ese asentimiento debe considerarse que ha sancionado lo que tuvo lugar después; No creo que, por muy convencido que estuviera de la conveniencia de tal medida, la hubiera adoptado, a menos que concibiera que tenía la sanción de aquellos con quienes actuaba. El general Craufurd parecía perfectamente dispuesto a sacrificar su propia vida, pero pensó que estaba llamado a intervenir para salvar las vidas de sus subordinados. Cuando tuvo lugar esta discusión, ciertamente pensé, si nos viéramos obligados a rendirnos, deberíamos haber tenido mejores términos; y cuando finalmente el general Craufurd salió a recibir al oficial español, yo no estaba presente, ni conocía las circunstancias que lo llevaron en ese momento a hacer el compromiso que hizo. Al mismo tiempo que menciono esto, no pretendo insinuar que entonces yo hubiera retirado o hubiera podido retirar con propiedad la sanción que le había dado. P. ¿Perteneció a la expedición del general Beresford? R. Si. P. Mientras estuvo en Buenos Aires con el general Beresford, ¿tenía los medios para obtener un conocimiento local de la ciudad y sus alrededores? R. Lo tenía precisamente del pueblo mismo y, en general, de los alrededores. - 192 - P. ¿Era usted el oficial superior con mayor seniority en la expedición al mando del general Whitelocke, que había estado con la expedición al mando del general Beresford? R. Si. P. Siendo el oficial superior que había pertenecido a la anterior expedición contra Buenos Aires, ¿estuvo en algún momento, y cuando, fue consultado por el general Whitelocke sobre el plan de operaciones previsto contra esa ciudad? R. El general Whitelocke me hablo dos veces sobre el tema, una vez en el cuartel general la noche del 3 de julio. Las órdenes y los arreglos para el ataque de la mañana siguiente se habían emitido y al verme, el general Whitelocke me hizo señas y me preguntó "¿qué piensa de esto?" O algo en ese sentido, a lo que respondí, que toda la confianza era para ser colocada en las tropas, pero que estaba ansioso por saber los medios para llevar a cabo el ataque que se decidió. Algo en ese momento atrajo la atención del general, quien interrumpió abruptamente la conversación. Entonces me pareció que el general Whitelocke era un hombre que intentaba actuar en contra de lo que era su propio juicio, y me incliné más a esta opinión, habiendo visto un periódico que mencionaba que el ataque pretendido no habría sido recurrido en otras circunstancias. Muy poco después me retiré a mis aposentos, pero con indicaciones para asistir a la mañana siguiente en el cuartel general a las nueve o diez, con los demás oficiales para recibir órdenes. El general Craufurd me había resignado mucho el cuidado de su brigada, y en preparar la disposición de la misma, y al no tener reloj, la hora pasó inadvertidamente y yo no estaba presente cuando se reunieron los oficiales al mando. Sin embargo, los oficiales generales estaban allí cuando llegué, y en el momento en que el general Whitelocke me vio me llamó. En ese momento no se había proporcionado nada a las brigadas que, en mi opinión, hubieran enviado el ataque previsto; y yo más decididamente que la noche; mencione mis temores de que no teníamos los medios para triunfar. Le comenté que desde las torres de Buenos Aires el enemigo percibiría claramente cada movimiento que hiciéramos, y le sugerí la conveniencia, si se determinaba tal ataque, que sería mejor intentarlo antes del amanecer, cuando quizás podría habernos proporcionado mejores medios. A esto, el general Whitelocke pareció asentir de inmediato, y me llevó a una habitación donde estaban los otros oficiales generales, y les mencionó lo correcto de lo que había dicho. Fue aprobado por los oficiales generales, pero como pensé fue recibido con tanta frialdad por el segundo al mando, que impidió mucha discusión sobre los méritos de los arreglos, y la conferencia se interrumpió con órdenes para que el ataque tuviera lugar en la mañana siguiente. P. ¿Debe entender el tribunal que el general Whitelocke no le consultó en absoluto sobre el plan de operaciones hasta después de que se formó el plan y se emitieron las órdenes para su ejecución? R. Tengo que decirle a la corte que saque sus propias conclusiones, habiendo expresado los hechos. P. Habiendo declarado que en su conversación con el general Whitelocke mencionó su ansiedad por ver los medios para llevar a cabo el ataque que se decidió, y habiendo sugerido en la conversación posterior la conveniencia de que el ataque debería - 193 - realizarse antes del amanecer, ¿Comunicó o no una clara desaprobación del plan de ataque decidido? R. No recuerdo que haya pasado más de lo que he dicho. P. Habiendo dicho que recomendó que si se iba a realizar un ataque de este tipo, la conveniencia de intentarlo antes del amanecer, transmitió su opinión de que si el ataque se realizaba después del amanecer no tendría éxito. R. Ciertamente, nunca tuve la intención de transmitir la más mínima aprobación del ataque que se pretendía. Al general Craufurd abrí mi mente y desaproveché el plan, ya que en mi opinión estaría acompañado de una pérdida tan terrible. P. En su relato, usted dijo que siempre estaba preocupado por no tener los medios. ¿En qué particular las tropas bajo su mando estaban desprovistas de medios? R. Concibo en muchos, en artillería, en escaleras y petardos, y mejores instrumentos para romper casas que los que yo entendía que se proporcionaron. P. Habiendo manifestado en su relato que la puerta del convento de Santo Domingo fue quebrada por el cañón de 3 libras que estaba con usted, ¿opina usted que si se hubiera ordenado más artillería para acompañar las columnas, hubieran tenido una mejor posibilidad de éxito? R. Ciertamente, la artillería y las escaleras eran particularmente deseables en un ataque de este tipo. P. Por lo que vio de la fuerza y los medios del enemigo el día 5, ¿cree que la necesidad de su rendición se habría evitado si hubiera recibido el apoyo de la reserva bajo el mando inmediato del general Whitelocke, o de la fuerza bajo el mando del teniente coronel Mahón, compuesta por mil seiscientos hombres y doscientos marineros, que, por su conocimiento de la fuerza de estos cuerpos, cualquiera de ellos podría proporcionarle? R. Ciertamente, una simple comunicación de órdenes hubiera evitado la catástrofe, o si hubiera actuado el 45° regimiento como cuerpo de apoyo para transmitir las órdenes. P. ¿Puede afirmar, a partir de su conocimiento local de los alrededores de la ciudad, si el ejército bajo el mando del general Whitelocke, cuando estaba completo, podría haberse dispuesto de tal modo que cortara todos los suministros por tierra a la ciudad? R. Sí, creo que podría. P. ¿A partir de su conocimiento local del pueblo, cree que se podría haber establecido una comunicación con la flota en una situación tan elegida que desde allí podrían haberse probado los efectos de las baterías? R. Sí. P. ¿Exprese su opinión sobre cuál debería haber sido esa situación? R. La Plaza de los Toros concibo como la mejor posición de mando, y cualquier ataque que hubiera hecho al pueblo solo habría sido con el fin de llevar a ese lugar, todos los - 194 - demás debieron haber sido simplemente como una distracción, ya que la posesión de ellos no podía responder a un final. P. ¿Según su conocimiento de la ciudad, la situación de las tropas españolas el día 5 las protegió de los cañonazos de racimo u otra munición de carácter pesado dirigidas contra la ciudad por mar o tierra? R. No concibo que la Marina pudiera haber entrado en acción hasta que se tomó la Plaza de los toros. Ese lugar ciertamente impidió que gran parte del fuego de los barcos surtiera efecto sobre las tropas españolas cuando estaban apostadas, desde el lado de tierra podrían haberse erigido baterías de gran calibre, aunque el terreno no es generalmente favorable para ello. P. Suponiendo que la Plaza de los Toros hubiera estado en nuestra posesión, ¿habría sido factible, a partir de su conocimiento de la ciudad, haber tenido una cooperación eficaz de la Armada en el ataque? R. Ciertamente, no puedo concebir la posibilidad de que la ciudad de Buenos Aires aguante una hora con las baterías erigidas en la plaza de los toros y un ataque bien combinado de la Armada. Contra examinado por el general Whitelocke. P. ¿No me había valido antes del 3 de julio en varias conversaciones de la información que me brindo usted y su conocimiento local del país y sus habitantes? R. En la marcha de Ensenada, el general Whitelocke me preguntó una o dos veces sobre la derrota, el respeto al Riachuelo y otros puntos relacionados con la marcha, pero sobre los cuales en general no pude dar ninguna información, no habiendo estado en esa parte del país antes. P. ¿Lo vi antes de que se uniera a la expedición desde Colonia? R. Nunca, creo. P. ¿Había oído hablar del plan de ataque antes de unirse al cuerpo principal el 3 de julio? R. nunca; No supe ni siquiera el punto de desembarque excepto por el informe. P. ¿En ese momento indicó alguna otra deficiencia de los implementos para forzar puertas, etc. y no ordené de inmediato que se realizara una búsqueda de dichos implementos? R. No recuerdo; pero entendí que los implementos que mencioné estaban a bordo del barco, y tengo razones para saber que el general Whitelocke ordenó tal registro. P. ¿Hubo alguna desaprobación del plan, o alguna opinión desfavorable para su éxito, expresada en la reunión del 4 de julio? R. No recuerdo que, aunque se hicieron algunas observaciones, creo yo mismo, que fueron interrumpidas en la forma que he mencionado. Si no abrí mi mente y expresé mi desaprobación del ataque planeado, fue porque pensé que el Comandante en Jefe tenía la mejor información posible de Sir Samuel Auchmuty, quien había vivido durante tres semanas en estrecha intimidad con el General Beresford antes de la - 195 - llegada del general Whitelocke, y estoy impresionado con la convicción de que el general Whitelocke originalmente tenía la intención de actuar con un plan muy diferente, pero había sido inducido a adoptar el que he mencionado por motivos de alguna imperiosa necesidad que no supe cuáles eran. Aplazado hasta mañana. Vigésimo cuarto (24) día Lunes 29 de febrero La Corte se reunió en conformidad con el aplazamiento, el fiscal dio a entender que había recibido un mensaje del general de brigada Craufurd relativo a parte de su prueba en un día anterior, que ahora deseaba enmendar y que, si la Corte y El general Whitelocke asentían, podría hacer esta declaración, en opinión del fiscal, sin exigir la asistencia personal del general Craufurd. El Tribunal y el general Whitelocke aceptaron en consecuencia, y el fiscal declaró que la enmienda en la prueba del general Craufurd se relacionaba con su respuesta a una pregunta sobre el uso de artillería en el ataque a la ciudad. Él había respondido negativamente, pero ahora deseaba haber agregado a esa respuesta que pensaba que podrían ser útiles para romper puertas. En consecuencia, esta enmienda se incorporó al acta del tribunal. El teniente coronel Pack fue llamado y examinado más a fondo. Sobre la última pregunta del día anterior que se leyó. El coronel Pack hizo la siguiente observación "No creo que la respuesta haya sido concluida del todo. Creo que es apropiado para el general Whitelocke decir que, sea cual sea la parte de culpa que se me pueda atribuir en esa ocasión, estoy dispuesto a tomar el peso de sus hombros. Lo que sea que haya dicho Fue dictado por los propios hechos, y me arrojo a la sentencia de la Corte, sin querer decir una palabra de más o de menos”. General Whitelocke - La pregunta era muy simple y solo requería una respuesta sencilla. No quiero que el fiscal ni nadie más expliquen la cuestión. Coronel Pack —Creí que no tenía oportunidad de manifestar mis objeciones al plan en cuestión, y al no preguntarme mi opinión, debí haber considerado una presunción por mi parte haberla ofrecido. Pero, después de doce meses de la más ansiosa reflexión sobre el tema, y con todas las opiniones del general Beresford al respecto en mi cabeza, yo mismo no lo habría sentido justificado, si hubiera expresado alguna aprobación directa del plan de ataque entonces decidido. P. ¿Cuál habría sido la consecuencia probable para los prisioneros ingleses en una reanudación del ataque a la ciudad, ya sea por bombardeo o de otra manera? R. Creo que un bombardeo de la ciudad de Buenos Aires, ciertamente debió haber puesto en peligro la vida de los prisioneros de manera muy fuerte, pero no pensé, como dije inmediatamente antes, cuando el general Whitelocke me hizo una pregunta similar que las vidas de los prisioneros estaba en peligro por parte de los habitantes, no pensé que los habitantes los matarían. - 196 - P. Mire la carta que se presenta ahora e indique si es una copia de una carta escrita por usted sobre el tema de los prisioneros. Se leyó la carta; Plaza de los Toros, 8 de julio de 1807, Tengo la firme opinión de que un bombardeo sobre la ciudad se enmendaría con consecuencias fatales para los prisioneros británicos. (Firmado) D. PACK, Teniente coronel 71° reg. Al general Whitelocke. R. General Whitelocke, la mañana que llegué a la Plaza de los Toros me preguntó mi opinión sobre el tema de la acción anterior mencionada, y si tenía alguna objeción a dar esa opinión por escrito. Respondí que no, ciertamente no; pero en el momento de escribirlo, vi que la declaración de otras opiniones estaría muy amenazada por el estado exasperado de las acciones de los habitantes, si se produjera alguna reanudación del ataque. Sin embargo, pensé, que me lo debía personalmente a mí mismo, para informar al general Whitelocke, que mi opinión aludía únicamente al bombardeo. Esa carta que escribí para el general Whitelocke; no a él. P. ¿Esta carta fue escrita por deseo del General Whitelocke, y en qué momento? R. Ciertamente fue escrito a petición suya. Fue después del canje de prisioneros, al día siguiente de la firma del tratado. Examinado por el Tribunal. P. ¿Hay algo tan particularmente malo en el clima de Buenos Aires en ese período del año, cuando usted estuvo, que haga muy inconveniente para las tropas quedarse en el terreno? R. Expresé la mayor aprensión del estado del tiempo, y ciertamente si hubiera dado mi opinión antes de que el ejército se embarcara, habría sido esperar hasta una oportunidad más favorable. No hay nada en el clima de Buenos Aires en ningún momento tan malo como para impedir que las tropas se queden en el campo, pero hay períodos particulares en los que cae un diluvio, y ese período se acercaba. P. ¿Qué tan pronto empezó a llover en Buenos Aires en julio pasado? R. Creo que llovió muy fuerte en la noche del 2 y en la mañana del 3; pero no se prolongó tanto como suele ocurrir en ese período del año. P. Si se hubiera conservado la posesión de Colonia, ¿no se habría obtenido una cantidad suficiente de ganado para abastecer al ejército durante un tiempo determinado? R. Sí. El fiscal presentó una carta del general Whitelocke al general Liniers, acusando recibo de esta carta con la propuesta de un cese de hostilidades para tratar en términos e informándole que envió al general de división Gower para ese propósito, el tratado - 197 - definitivo, producido en prueba del primer día, también se ordenó que se ingresara en el acta como se lee aquí. El teniente coronel Cadogan jurado y examinado. P. ¿Comandaba una división del ala izquierda de la brigada ligera el día del ataque a Buenos Aires? R. Sí, lo hice. P. Describa las operaciones del avance bajo su mando desde el período de separación del Coronel Pack, durante el resto del día del ataque. R. Me dirigí hacia el lado oeste del edificio llamado Colegio de los Jesuitas, sin una pérdida considerable de hombres; cuando al traer el cañón de tres libras de mi columna, para forzar una entrada por la puerta principal, el enemigo apareció repentinamente en gran número en todas las ventanas, en los techos de las casas y en los barracones del lado opuesto de la calle, y también a ese lado de la calle con algún cañón. De repente, toda la compañía principal de mi columna, y todos los hombres y caballos, murieron o quedaron heridos, nos resultó del todo imposible salir de esa situación; fue claramente imposible penetrar más en la calle. Por lo tanto, me vi obligado necesariamente a retroceder y arrojarme con unos 140 hombres a una casa a unos 140 metros del Colegio de los Jesuitas. El resto de la columna se dispersó en varias casas contiguas, y los que no lograron entrar resultaron muertos o heridos. Después de haber mantenido alguna conferencia con el teniente coronel Pack, respecto a mi permanencia en tan mal puesto, pensé que era mi deber destacar un oficial con diez hombres para comunicarse con el general Craufurd, respetando el puesto que ocupaba y las consecuencias que pudieran derivarse si continuábamos allí por más tiempo. Desde entonces supe que todos los hombres de este destacamento murieron o resultaron heridos al abrir esta comunicación, y que el oficial escapó con gran dificultad. Defendí este puesto durante casi tres horas con la pérdida de un sargento y catorce hombres todos ellos muertos, cinco oficiales y 82 hombres heridos. Poco después apareció un oficial del enemigo con una bandera de tregua, que ciertamente pensé que no tenía otro objeto que una oferta para que nos rindiéramos a las tropas que se oponían inmediatamente a nosotros, y al consultar con los oficiales, juzgué oportuno dar un parley. Se ordenó necesariamente que se suspendieran los disparos desde lo alto de mi puesto, y el enemigo aprovechándose de esta circunstancia, se agolpó en número alrededor del puesto, al ver que tan pocos de mis hombres quedaban con vida y el abrumador número del enemigo. Yo, con el consentimiento de mis oficiales, me rendí, y con ellos fui conducido al fuerte, y los hombres restantes fueron llevados a diferentes prisiones. P. ¿Puede indicar la fuerza original de su división? R. No puedo decirlo con certeza, pero creo que teníamos 250 hombres. P. ¿Ese número incluye la artillería? R. No. P. ¿Qué número de artillería tenía? - 198 - R. Creo que teníamos un sargento y cuatro hombres, además de tres conductores de artilleros. P. Indique con tanta precisión como pueda recordar, el número que permanecía vivo de su división en el momento de su rendición. R. Solo puedo responder por el puesto que ocupaba, había unos 40 hombres capaces de marchar. P. ¿A qué hora se rindió? R. Según lo que recuerdo y entiendo, alrededor de las once. El teniente coronel Guard jurado y examinado. P. ¿Estuvo al mando del 45° regimiento el 5 de julio? R. Si. P. Describa las operaciones de ese cuerpo desde el período en que comenzó su marcha por la mañana hasta el momento en que entregó el mando del mismo al mayor Nicholls, e indique las operaciones de esa división desde el momento de su marcha desde la Residencia, hasta su cruce con el general de brigada Craufurd. R. Habiendo ocupado previamente las vías por las que íbamos a entrar al pueblo, avancé al amanecer de la mañana del 5 de julio, con el 45° en dos columnas formadas cada una por cuatro compañías, teniendo el mando del ala derecha yo mismo y el resto bajo el mando del mayor Nicholls. Avanzamos unos tres cuartos de milla (1.2 kms), cuando las columnas se juntaron como consecuencia de la unión de dos caminos, y me vi obligado, de conformidad con mis órdenes, a hacer un considerable desvío a mi derecha, por lo que no llegué a la Residencia, puesto que me ordenaron ocupar, hasta tres minutos después de que el ala izquierda al mando del Mayor Nicholls, a quien encontré en el acto de romper las puertas de ese edificio. Mi pérdida al llegar a ese puesto fue trepidante, con solo tres hombres muertos. Percibí algunas casas en las cercanías, y más cerca de las orillas del río y consideré conveniente poseerme de ellas, por lo que avancé con mi ala, y seleccionando tres de ellas dejé una compañía en cada una y regresé a la Residencia con los granaderos. Un disparo considerable a mi izquierda me instó a pedir al mayor Nicholls que hiciera los arreglos necesarios para la ocupación de la Residencia, y que llevara a la compañía de granaderos, reconociera la disposición de la brigada del general de brigada Craufurd y regresara inmediatamente. Pasé entonces por la calle por la que había entrado al pueblo, y doblando a la derecha me encontré con una que conducía directamente hacia la gran plaza. Avancé unos treinta o cuarenta metros, cuando llegué a una casa muy grande que pensé que sería ventajoso tomar posesión y ocuparla con un pequeño destacamento. Por lo tanto, procedí a romper la puerta, pero encontrando la tarea muy difícil, envié a mi ayudante con algunos archivos a la Residencia con el fin de obtener la ayuda de los implementos que sabía estaban allí. Apenas había regresado cuando se me unió un piquete del regimiento que me había fallado por la mañana y había entrado en la ciudad con el batallón ligero, y el oficial que lo mandaba me trajo una orden del general Craufurd para cargar por la calle con la compañía de granaderos apoyada por el piquete. Lo hice en consecuencia, y no encontré inmediatamente ninguna oposición, excepto dos descargas de un pesado cañón que estaba colocada al final de la calle; A medida que avanzábamos hacia el - 199 - centro de la ciudad, encontré los techos de las casas abarrotadas por el enemigo, que abrió sobre nosotros fuego de fusil al pasar, cuando pase media milla, encontré que los hombres estaban con el último aliento y con gran dificultad para avanzar, ocasionada por el aumento del fuego, detuve a mis hombres en una calle a mi derecha, y al ver al coronel Pack con parte del batallón ligero acercándose hacia la iglesia de Santo Domingo, crucé la calle para consultarlo, ya que a partir de sus conocimientos locales debía poder informarme sobre mi situación y la posibilidad de un mayor avance en la ciudad. Me dijo que ciertamente sería imposible para mí llegar a la plaza sin la pérdida de la mayor parte de mi destacamento, por lo que regresé y encontré al general Craufurd con varias compañías de infantería ligera y fusileros junto con una pieza de campo en la misma calle. Permanecí bajo las órdenes del general Craufurd durante el resto de ese día. P. ¿De quién y a qué hora recibió las órdenes para tomar posesión de la residencia? R. El día 4 del General Gower, tan bien como puedo recordar, de quien recibí mi instrucción. P. ¿Se incluyeron estas órdenes en el plan de ataque original, o se comunicaron a los oficiales que encabezaban la columna a su izquierda, cuyas operaciones, naturalmente, debieron estar relacionadas con las suyas? R. No se incluyeron en las instrucciones generales, me las dieron verbalmente. No tengo conocimiento de ninguna comunicación que se haya hecho a ningún oficial que comandara las columnas a mi izquierda. P. ¿A qué hora llego a la Residencia? R. Alrededor de las siete en punto. P. Describa la posición y la fuerza de la Residencia. R. Me pareció un edificio muy fuerte, pero como no entré, no puedo dar una descripción precisa. P. ¿Qué tan pronto marchó con los granaderos después de su llegada para formar un cruce con el general de brigada Craufurd? R. Inmediatamente a mi regreso de tomar las tres casas antes mencionadas. No tenía ninguna intención de unirme al general Craufurd hasta que recibiera su orden a tal efecto. P. ¿Había recibido alguna orden del general Whitelocke o a través de él sobre las operaciones futuras del regimiento bajo su mando después de haber tomado posesión de la Residencia? R. No recibí ninguna orden. Pensé que íbamos a mantener ese puesto. Contra interrogado por el general Whitelocke P. ¿Recuerda que le pedí su opinión, después de su liberación el día 8, sobre la veracidad de las declaraciones sobre los presos y el peligro al que podrían haber estado expuestos por la exasperación de las mentes de los habitantes del pueblo si este hubiera sido bombardeado? - 200 - R. El general Whitelocke pidió mi opinión, y yo la di, que los prisioneros habrían estado en un estado muy peligroso si la ciudad hubiera sido bombardeada. P. ¿Es esta una copia de un documento firmado por usted en esa ocasión? R. Tengo el original en mi bolsillo. Se mostró y leyó la carta, para lo cual ver Apéndice N° XII. El teniente coronel Nicholls jurado y examinado. P. ¿Comandó el ala izquierda del 45° regimiento el día del ataque? R. Si. P. Describa el funcionamiento de esa ala desde que se separó de la derecha hasta que llegó a la Residencia, y todo lo que pasó hasta que evacuo ese puesto. R. Las alas del regimiento se unieron a la llegada de ambos a la Residencia y permanecimos en las operaciones hasta la mitad del día siguiente, el 6, mi carta pública al general Whitelocke dará cuenta. Tengo una copia de esa carta que, sin embargo, no contiene la conclusión de las operaciones. Aquí se leyó el informe para el cual ver Apéndice N ° XIII. P. ¿Este informe fue el que envió el capitán Whittingham, que se comunicó con el general Whitelocke alrededor de las dos del día 6? R. Es una copia de ese informe. El capitán Whittingham se ofreció a dejarme los granaderos del 40°, pero me negué, ya que pensé que era más importante que regresara a salvo al general Whitelocke con la información que había podido recopilar sobre la situación en nuestra plaza. Aproximadamente media hora después de su partida, el enemigo se recuperó y pareció amenazar con un segundo ataque; pero al descargar su propio cañón sobre ellos, se retiraron. Alrededor de las cuatro de la tarde, el general Gower envió dos líneas para informarme que las hostilidades se habían suspendido hasta nuevas órdenes, y alrededor de las siete llegó el general Craufurd con una notificación similar. Deseé haber tenido alguna conversación privada con el general Craufurd sobre nuestra situación, pero el general pensó que el coronel Eglio (Elio), el oficial español, que lo acompañaba, lo habría considerado impropio. Por lo tanto, permanecí toda la noche completamente ignorante del desafortunado giro de las cosas. A la mañana siguiente, al ser privados de los medios que hasta entonces habían poseído los hombres para subsistir, el mayor Folley y yo pensamos conveniente hacer una demanda al general Liniers de la cantidad de provisiones que necesitábamos, asignando como razón de esta demanda en una nota que envié al general Liniers, si era posible, si enviaba hombres para solicitar provisiones de las casas vecinas, para que no pudieran producirse disputas entre las tropas, y declarando mi número como la mitad más de lo que tenía, a saber 6OO en lugar de 400. Recibí una respuesta de que debían enviarse provisiones; sin embargo, no llegó ninguno, salvo una ración muy pequeña que se entregó a los enfermos y heridos de ambos ejércitos, hasta las siete de la tarde, cuando llegó una considerable provisión de pan al mando del capitán Baker del 9° de dragones ligeros. En el transcurso del día, alrededor de las tres, recibí una carta del teniente coronel Torrens, en la que me pedía - 201 - que me detuviera en todo el terreno que pudiera ocupar entonces, hasta recibir nuevas órdenes. También tenía alguna comunicación, dirigiéndome a prevenir las irregularidades que, según se decía, habían cometido nuestros hombres cerca de la Residencia, una de ellas contenida en esa carta; uno del teniente coronel Torrens; uno del general de división Gower y dos del general de brigada Craufurd. Teniendo solo un par de guardias afuera, pensé que era necesario contradecir las afirmaciones hechas en estas cartas; de hecho, un oficial español me confesó voluntariamente esa noche que los informes eran infundados. En día estuvimos ocupados en completar nuestras bolsas de cartuchos, lo cual tuve los medios para hacer con los cartuchos que recogí. En la mañana del día 8, recibí un mensaje verbal del general de brigada Craufurd para evacuar la Residencia y unirme al cuerpo principal en el Retiro; como esto no concordaba con la orden del día anterior, le envié una nota solicitando una orden por escrito a tal efecto, así como también preguntando qué debía hacer con mis prisioneros y cañón. El general Craufurd me devolvió una respuesta que fue satisfactoria; y como consecuencia de lo cual liberé a los prisioneros y me uní al ejército con cuatro cañones hacia las doce. P. Describa la posición y la fuerza de la Residencia. R. Ocupa un cuadrado o espacio de unas 150 yardas (137 mts) en un sentido y unas 110 (100 mts) en el otro. Esta plaza contenía una o dos iglesias y pasillos muy grandes, y algunos pabellones muy finos en el hospital, que es una institución de caridad. Un frente de toda el área era un patio o una plaza abierta; la mitad del frente al oeste presenta un alto muro a la calle; la otra mitad de sólo diez pies (3 mts) de altura. Delante y detrás tenía entradas, el techo de la Residencia no está comandado por ningún edificio contiguo. P. ¿Era factible a consecuencia de tener posesión de la Residencia abrir una comunicación con la ribera del Plata? R. Perfectamente. Limita con el río y no hay edificios intermedios. P. ¿A qué distancia está la Residencia de la orilla del río a su altura común? R. Aproximadamente 250 o 300 yardas (228 – 274 metros) P. ¿Qué número de prisioneros fueron hechos por el 45° en la Residencia y en las casas colindantes? R. Teníamos 43 tomados en armas, 150 enfermos y heridos, a quienes encontramos en el hospital al tomar posesión, sin contar unos 20 cirujanos españoles que los atendían. P. ¿La artillería, tanto en hombres como en cañones, no habría sido de un servicio importante para el regimiento bajo su mando, tanto para obtener la posesión de la Residencia como para mantener ese puesto? R. Ciertamente habría sido de la mayor ventaja; y podría, en tal caso, haber desalojado a algunos de los milicianos que presionaron tan fuertemente al general Craufurd. P. ¿A qué distancia estaba la posición en la que estuvo acuartelado la noche del 4 de la brigada ligera? R. Algo más de 300 yardas (274 metros). - 202 - P. ¿Cuánto tiempo estuvo marchando desde ese puesto a la Residencia? R. Aproximadamente tres cuartos de hora. Los caminos estaban en mal estado y avancé lentamente. Llegué a eso de las siete. P. ¿A qué hora llegó el Capitán Whittingham a la Residencia al día siguiente? R. Aproximadamente a la una. P. Habiendo llegado a la Residencia a las siete de la mañana del día 5, ¿permaneció o no permaneció allí sin recibir ninguna orden o comunicación con el Comandante en Jefe hasta la una del día siguiente? R. Lo hice. P. ¿Un refuerzo de la reserva al mando del teniente general Whitelocke, o del cuerpo bajo las órdenes del coronel Mahon, le habría proporcionado los medios para cooperar con las diferentes columnas del ejército englobadas en el ataque de la ciudad? R. Me habría permitido comunicarme con el general Craufurd, lo cual, en tales circunstancias de imperiosa necesidad, incluso habría intentado sin ninguna ayuda, si hubiera visto alguna probabilidad de éxito. P. ¿Conoce algún obstáculo que la fuerza del enemigo en ese barrio hubiera puesto en el camino de un refuerzo que llegara a la Residencia, si se hubieran dado órdenes en ese sentido? R. No conozco ninguno. P. Indique con la mayor precisión que pueda recordar, la distancia desde los acantonamientos de la brigada ligera en la noche del 4, la cual afirma que estuvo a 300 yardas (275 mts) del suyo, de la Residencia. R. Aproximadamente una milla y tres cuartos (2 kms). Cuestionado por la Corte. P. Dice en su carta que la humanidad había inducido a algunos de sus soldados a hacer prisioneros. ¿Pensó alguna vez en brindar una disculpa por haber hecho prisioneros? R. De ninguna manera, todo lo contrario. P. Dijo que llego al Retiro sobre la una. ¿A qué hora salió de la Residencia y por qué ruta marchó hacia el Retiro? R. Salí de la Residencia creo que a las diez, y marché, por el pueblo. La demora se debió a la necesidad de arrastrar la artillería por la ciudad a mano. P. Si hubiera sabido dónde encontrar al Comandante de las fuerzas, ¿no habría logrado comunicarse con él, el día 3? R. No por la mañana; No podría haberme desprendido de una fuerza suficiente para hacerlo, pero por la noche debería haberlo intentado, si hubiera sabido que el coronel Mahon estaba tan cerca de mí. Interrogado por el general Whitelocke. - 203 - P. ¿Sabía dónde se encontraba el Comandante en Jefe el día 6, por las órdenes que recibió? R. No estaba especificado en las órdenes, pero debería haber enviado cualquier informe que tuviera que hacer a la casa del Sr. White, de donde supuse que lo habrían enviado algunos de los oficiales del personal. El contraalmirante Murray volvió a ser llamado y examinado más a fondo. P. ¿Tiene la carta mencionada en la primera parte de su testimonio que recibió del teniente coronel Bourke, el contramaestre general? R. Por algún error, la carta original se perdió, pero obtuve una copia del Capitán Thompson del balandro Fly. Aquí se produjo y leyó la carta, (para lo cual ver Apéndice N° XIV) Fue como consecuencia de esta carta que di las órdenes necesarias al Capitán Thompson. P. ¿Se le propuso o no algún plan para un ataque combinado contra la ciudad? R. Nunca se me propuso ningún plan regular para un ataque combinado contra la ciudad por parte del general Whitelocke. Una vez me comentó que tenía la intención de atacarlo desde el oeste y que necesitaría toda la ayuda que pudiéramos brindarle allí. P. ¿Se le consultó alguna vez o tenía conocimiento del plan de ataque que tuvo lugar? R. No. P. ¿Cree que un ataque combinado contra la ciudad podría haber sido factible o conveniente? R. Creo que sí. P. Si se hubiera propuesto tal ataque, ¿qué ayuda hubiera estado en su poder para prestar desde los barcos, los botes de la flota y los cañoneros? R. Creo que los cañoneros y los barcos armados que tuvieran poco calado habrían sido de un servicio esencial en el ataque y en la cooperación con el ejército. P. Indique qué se analizó desde la llegada de la flota a Buenos Aires hasta la firma del tratado. R. El 4 de julio, las cañoneras llegaron cerca de la ciudad de Buenos Aires, pero no lo suficientemente cerca para actuar. Se ordenó a los botes que hicieran sondeos durante el día y la noche para determinar la profundidad del agua, el capitán Thompson me informó que él mismo había sondeado y que el canal era muy intrincado y los sondeos muy irregulares. Pero él había observado cuando estaba a la altura de la ciudad, y en la situación en que debían colocarse los barcos para actuar contra ella desde dos a tres metros de agua, y a la eslora de la barca de nuevo a dos metros. No se pudo depender de los buques de más calado para actuar. El día 5 tuvimos grandes dificultades para conseguir poner las cañoneras y las goletas armadas en una estación sobre la ciudad. También me informó que se le había permitido desembarcar espirituosas y provisiones en esa parte del ejército comandada por sir Samuel Auchmuty, y que también había - 204 - desembarcado balas de mosquete. La situación de esa parte del ejército al mando de Sir Samuel Auchmuty al entrar en la ciudad era tal que le había impedido en ese momento hacer uso de las cañoneras, para que no disparáramos contra nuestra propia gente; pero a la mañana siguiente, cuatro de los cañoneros fueron colocados en una situación que le pareció probable que fuera eficaz, y continuaron disparando hasta que se hizo una tregua. Los barcos se mantuvieron allí durante el tiempo que se firmó el tratado y, creo, hasta que se firmaron los preliminares. El día 5 recibí una carta del teniente general Whitelocke solicitando verme. Aplazado hasta mañana. Vigésimo quinto (25) día Martes 1 de marzo Habiéndose reunido con el Tribunal de conformidad con el aplazamiento, se volvió a llamar al almirante Murray y se le examinó de nuevo. P. Presente la carta del general Whitelocke, que se indica en la última parte de su testimonio de ayer. Aquí se presentó y se leyó la carta, para lo cual ver Apéndice N° XIV. Almirante Murray - Como consecuencia de esta carta, estaba a punto de dejar el cañonero Staunch, a bordo del cual estaba entonces, con el propósito de ir a tierra, cuando el capitán Thompson del Fly, vino de la orilla y me informó que se había visto obligado a tener una guardia del cuartel general para protegerlo hasta su bote, cuya guardia había regresado, siendo entonces casi de noche, y como se vieron tantos caballos del enemigo en el lugar de desembarco, no sería seguro para mí bajar a tierra esa noche, ya que no había ningún guardia en la playa. Por lo tanto, regresé a la Nereida y a la mañana siguiente fui a ver al General. Lo encontré en la plaza de los Toros, en lo alto de una de las casas, en compañía del general Gower, Auchmuty y Lumley. El general me informó de la situación del ejército y las desgracias que le habían caído, que había recibido los preliminares de un tratado del general español Liniers, por el cual se ganaba el gran punto de recuperar a todos los prisioneros tomados en el sud américa desde la guerra, que era un objeto importante, y sin el cual, según sus instrucciones, nada de lo que pudiera hacer estaría completo; que no se podían conseguir mejores condiciones, pero si el negocio continuaba, él debería esperar toda mi ayuda. Hasta que le aseguré que debería haberlo hecho. Continuó observando que no tendría sentido seguir adelante, ya que la América española nunca podría ser conquistada por los ingleses, no teníamos un amigo en el país, como lo había demostrado la costumbre de todas las clases. Le dije al general que antes de que se acordaran estos términos, pensé que sería mejor que consultara con los oficiales generales al respecto. Me dijo que ya tenía sus opiniones, que eran similares a la suya, a saber, que los términos debían firmarse, ya que no se podía responder a ningún propósito al continuar. Me aseguró, desde la autoridad, que si se reanudaban las hostilidades, todos los prisioneros, es decir, la brigada del general Craufurd, serían ejecutados. Le dije al general que él debía saber más de la situación del ejército y de lo que estaba en su poder que yo, pero que no podía aceptar estos términos sin consultar con el oficial superior que estaba al mando - 205 - de mí mismo, entonces en Buenos Aires. Habiendo sido nombrado el almirante Stirling al mando de la línea de barcos de guerra en Montevideo, el capitán Bayntun fue el siguiente oficial superior conmigo en Buenos Aires, y estaba conmigo en la azotea de la misma casa. En consecuencia, inmediatamente me comuniqué con él sobre el tema, le conté lo sucedido y le pedí su opinión sobre la necesidad de firmar esos términos. Me dijo que pensaba que no podía hacer otra cosa que firmarlos, porque el general debía ser el mejor juez de lo que podía hacer el ejército; que si no los firmaba, por supuesto, debía asumir toda la responsabilidad sobre las consecuencias que puedan ocurrir después. Luego, el general Gower me explicó con más detalle los términos propuestos; estaban escritas en español, sobre piel de asno. Al preguntarle si no se podían conseguir mejores condiciones, dijo que se había esforzado por obtener mejores condiciones, pero los españoles no quisieron saberlo, y que con gran dificultad les había convencido para que nos dejaran ocupar Montevideo por dos meses en lugar de uno, que se había propuesto en un principio. En estas circunstancias, y creyendo que por disposición de los habitantes, no deberíamos poder mantener ese país con la fuerza entonces en él, firmé el tratado. P. ¿Puede indicar el número de cañoneras y otros barcos de calado suficiente que podrían llevar cañones de cualquier descripción para cooperar en el ataque a la ciudad, si se hubiera considerado aconsejable actuar sobre algún plan para un ataque combinado? R. Cuatro cañoneras estaban en Buenos Aires, y se podrían haber empleado dos goletas que transportaban unos cañones de 24 libras españoles. En Barragán se pudieron haber subido ocho cañoneras más, y una goleta que portaba dos del mismo calibre y dos carronadas. No recuerdo cuál era el calibre de los demás, pero creo que eran de seis u ocho libras. P. ¿No es posible que los botes y lanchones de guerra estuvieran equipados con cañones y empleados en el mismo servicio? R. Ciertamente podrían haber sido útiles cuando hacía buen tiempo, pero los cambios de esa estación del año fueron tan repentinos, y un mar muy pesado como consecuencia de los frecuentes vendavales, hizo que su actuación fuera muy precaria. Incluso las cañoneras, que son mucho más grandes que las lanchas de desembarco, habrían sido inundadas por el vendaval del día 2, si hubieran estado allí arriba en lugar de estar bajo el punto Quilmes, donde el agua era mucho más suave; porque nunca, en ningún río, vi un mar como el que sucedía frecuentemente mientras estuve allí, cuando el viento soplaba fuerte y subía la marea. Creo que el general Whitelocke no tenía, sin embargo, la idea más lejana de alguna ayuda de la Armada en el ataque a Buenos Aires después de desembarcar en Ensenada, excepto la de ser provisto de provisiones, y si las tropas lo necesitaran, desembarcar la artillería pesada hacia el oeste de la ciudad; porque sin duda alguna, creo, no se le ocurrió a nadie que Buenos Aires habría sido tomada por el ejército, sin dificultad. Contrainterrogado por el general Whitelocke. - 206 - P. ¿No se dejaron en Montevideo los transportes de demasiado calado de agua para ser llevados, y no se sacaron las tropas de allí y se duplicaron en los otros transportes por ese motivo? R. Quedaron dos o tres en Montevideo y, por supuesto, las tropas fueron retiradas. El Bellona era uno, aunque era un barco de artillería, y había traído mucha munición y algunos soldados del Cabo; el Capitán era otro barco dejado por desplazar tanta agua; otro pequeño transporte también se dejó atrás por tener fugas. Estos son todos los que recuerdo actualmente. P. ¿Entendió que mi razón para no arreglar ningún plan específico era que no tenía cierta información y que, por lo tanto, tenía la intención de tomar una posición hacia el oeste de la ciudad y comunicarme con usted en futuras operaciones? R. Ciertamente entendí por el General, que debería ver mejor su camino cuando llegara al lugar, y que su intención era atacar desde el oeste de la ciudad; pero no entendí de él que esperaba alguna ayuda de la Armada, más de lo que he dicho antes, porque el General sabía que los barcos no podían ser levantados y pidió en Barragán, que enviara a los transportes hacia el pueblo, para hacer parecer al enemigo que pretendía atacarlo en otro lugar; pero, como dije antes, no entendí que el general Whitelocke esperaba ayuda de barcos armados en el ataque al lugar, sino simplemente para cubrir la costa o provisiones terrestres. En cuanto al desembarco de las tropas, en primera instancia, expresó con frecuencia que solo quería que yo desembarcara su ejército, y él respondería por el resto. P. ¿No comprende que por el lado occidental se refería a los Toros? R. Lo hago. P. ¿Podrían haberse acercado tanto las goletas como para haber hecho uso de las carronadas contra el pueblo? R. Creo que, durante una parte de la marea alta, podrían hacerlo, pero no habrían podido permanecer allí toda la marea; con el viento de la orilla, no habrían podido volver. Examinado por el Tribunal. P. ¿Cuál fue la naturaleza de las carronadas? R. No estoy seguro. Unos cañones de 9 libras, en general, creo que los de 12 libras fueron los más grandes. P. ¿No podrían haber proporcionado desde los barcos instrumentos que hubieran sido de utilidad material para forzar las barricadas y las puertas de la ciudad, y se le solicitó en algún momento, para proporcionar tales instrumentos? R. Ciertamente que podría. Los barcos podrían haber proporcionado garras de hierro si hubieran sido necesarios, pero no me habían presentado ninguna solicitud para ese propósito, ni sabía que los buscaban. P. ¿A qué distancia estaban los barcos de guerra de Buenos Aires el 4 y la mañana del 5 de julio? - 207 - R. Las balandras de guerra nunca estaban a menos de cinco o seis millas (9 - 11.1 kms), y yacían en agua a dieciséis brazas (29 metros). Los bergantines de armas estaban sobre la ciudad, y creo que algunos estaban a una milla y media (2.7 kms), otros a dos millas (3.7 kms) o más de la ciudad; cuando digo pueblo, quiero decir para que me entiendan, la orilla sobre el pueblo. El día 5 estaban más cerca, y en la noche del día 5 o mañana del día 6 se colocaron cuatro cañoneras muy cerca del pueblo, entre la plaza de los Toros y la Ciudadela, a quemarropa de la Ciudadela. También dos goletas estaban cayendo en el momento en que se hizo la tregua, lo que habría sido útil para dispersar al enemigo de la iglesia. Fiscal - Creo que debería decirle al tribunal que el almirante Murray, en el curso de su testimonio, habló de los informes que recibió de los capitanes Thompson y Bayntun de la marina; Debo, estrictamente, llamar a estos oficiales para confirmar lo que ha dicho el almirante Murray. En este momento, me parece que los hechos expuestos no requieren continuación, y creo que todas las evidencias materiales han sido suficientemente probadas. Sin embargo, no pretendo ni deseo privar al teniente general Whitelocke de ninguna ventaja que pueda derivar del testimonio de estos testigos, y si lo desea, por supuesto, los llamaré. General Whitelocke - Estoy tan satisfecho con lo que ha dicho el almirante Murray, que no tengo ningún deseo de ocupar el tiempo de la corte visitando a estos caballeros. El capitán Davenport jurado y examinado. P. ¿Es usted el oficial superior superviviente del 6° regimiento guardia de dragones, empleados en la expedición a Buenos Aires? R. Lo soy. P. Indique las órdenes que recibió el 5 de julio y las operaciones de su cuerpo en cumplimiento de estas órdenes, desde el momento en que abandonó sus acantonamientos esa mañana hasta el final del día. R. Solo puedo indicar las operaciones, porque no recibí órdenes. El coronel Kington recibió las órdenes y nunca las escuché de él. El 5 de julio, los guardias del 6° de dragones, al mando del teniente coronel Kington, abandonaron sus acantonamientos alrededor de las 6 de la mañana, cuando el coronel Kington se retrasó en su camino y no llegamos a la Entrada de la ciudad hasta las 7 en punto, encontramos a dos tropas del 9° dragón ligero a cargo de dos piezas de campo. El teniente coronel Kington tomó el mando del conjunto de las tropas montadas y entró en la ciudad. Una de las piezas de campo avanzó al frente de la columna, la otra se dejó inmóvil en la retaguardia con 30 de los guardias del sexto dragón y un oficial; avanzamos hasta la segunda casilla sin ningún disparo del enemigo; hasta que llegamos allí, el silencio de la ciudad me golpeó con la mayor fuerza, pero desde ese punto avanzamos bajo un fuego regularmente creciente de dos cañones en la ciudadela, que nos disparo todo el tiempo. El teniente coronel Bradford, el ayudante general dio órdenes al coronel Kington, cuyo significado no conozco. Cuando llegamos a la cuarta plaza, el fuego del enemigo se volvió más pesado y destructivo de lo que había sido hasta entonces, y cuando los guardias del 6° dragón intentaron avanzar más allá de eso fueron muertos el coronel Kington y el capitán Burrell. El mayor Pigot del 9° de dragones ligeros se acercó entonces a la cabeza de la - 208 - columna y le resultó imposible avanzar; el cuerpo se retiraba por la derecha, suponiendo que las calles terminaran en ángulo recto, y la fuerte razón de la retirada era que el enemigo estaba oculto y no podíamos entrar en las casas. Ordene que el cañón de delante se llevara a la parte trasera, nos retiramos en filas al amparo de las casas, más allá de la primera plaza desde la entrada de la calle. Aquí encontramos el cañón que habíamos dejado en la retaguardia, y nos encontramos con algunas tropas del 9° Dragón Ligero al mando del Teniente Coronel Witherington, y que no habíamos visto al entrar al pueblo. En este período, el aid de camp del general Whitelocke capitán Foster llegó a la columna, a quien le comunicamos nuestras transacciones, inmediatamente reinició nuestro avance de nuevo a una plaza que me señaló, y para tomar una posición en las casas; hecho esto, estando la casa que ocupaba en una situación muy imponente, reconocí desde arriba, y fue desde allí que vi por primera vez la bandera británica ondeando en la Plaza de los Toros, en el puesto que supuse que era el de la Residencia, el coronel Bradford llegó a mi puesto y me dijo que lo consideraba sostenible, y después de reconocer cada parte del mismo, hizo el siguiente arreglo, Un piquete de 80 hombres en el extremo de la plaza, y las dos piezas de campo; frente a las dos únicas entradas a la plaza; Por la noche, el capitán Foster estuvo conmigo; Al observar una iglesia muy grande, a unas 50 yardas (47 metros) de nosotros, dominando por completo nuestra posición, me pidió que tomara posesión de ella. En consecuencia, envié un oficial y 30 hombres del noveno dragón ligero con el coronel Witherington para saber si debía ocupar la iglesia. El coronel Witherington envió de regreso a los hombres y ordenó a un grupo de su propio regimiento que tomara posesión de él, lo que se hizo en consecuencia, permanecimos dos días en esta situación y los rezagados del enemigo nos disparaban constantemente. P. ¿A qué hora comenzó su retiro? R. Alrededor de las 10 en punto. P. ¿Cuánto tiempo después de eso vio al Capitán Foster? R. Inmediatamente después de nuestra llegada a la segunda plaza, más allá del extremo de la ciudad. P. ¿Qué tan pronto tomó posesión de las casas? R. Con la menor pérdida de tiempo posible, en aproximadamente un cuarto de hora. P. ¿Cuándo tomó el comandante Pigot el mando de los guardias del sexto dragón, de los que usted dijo que se puso a la cabeza, cuando cayeron el coronel Kington y el capitán Burrel? R. Tan pronto como nos reunimos con las tropas del 9° de dragones bajo el mando del coronel Witherington. El general Whitelocke se negó a hacerle preguntas a este testigo. Examinado por la corte. P. ¿Cómo estaban armados los carabineros? - 209 - R. Tenían carabinas y bayonetas, municiones entre treinta y cuarenta balas por hombre, en sus bolsas. El capitán Fraser fue llamado y examinado más a fondo. P. Indique las órdenes que recibió con respecto a la eliminación de la artillería el 5 de julio y lo que hizo como consecuencia de estas órdenes; indicando también en su respuesta el número de armas que tenía bajo su mando y su calibre. R. La devolución que ya he cedido incluía las armas tomadas el día 2 que se colocaron en posición. Además de las armas mencionadas en las órdenes, había dos cañones de 6 libras; pero ese día no se recibieron más órdenes respecto a la artillería. P. ¿Dónde se colocaron estas dos armas y cuál era su posición? R. Se colocaron cerca de los cañones que fueron tomados el día 2, en el Corral de Miserere, que es un pequeño espacio abierto. Su posición estaba en la línea opuesta a la ruta que conducía a la ciudad. P. ¿Qué tan pronto vio al general Whitelocke en la mañana del día 5? R. Inmediatamente después de regresar de disparar la señal para avanzar al ataque. Probablemente alrededor de las 7 en punto, o un poco más tarde. P. Usted declaró, en una respuesta anterior, que había recibido una orden estricta del general Whitelocke de no dejar su lado al día siguiente. ¿Cumplió esa orden? R. No me aparté del bando de Su Excelencia, excepto en dos ocasiones, cuando según sus órdenes, me enviaron adelante para examinar e informarle sobre los colores españoles en el fuerte. P. ¿En qué período del día recibió estas órdenes y cuánto tiempo estuvo ausente para ejecutarlas? R. Recibí la primer orden entre las 2 y las 3 de la tarde, y en ese momento no estuve ausente ni media hora. Recibí la segunda orden probablemente un poco después de las 3, y estuve ausente media hora. P. ¿Dónde se reunió por primera vez con el general Whitelocke esa mañana? R. Me uní al general Whitelocke en el Corral, donde las piezas de artillería ya estaban colocadas. P. Habiendo manifestado que permaneció al lado del General Whitelocke por su mandato expreso, durante todo el día, excepto una hora; Indique lo más correctamente que pueda dónde estuvo el general Whitelocke durante ese día, comenzando desde el lugar donde se reunió con él por primera vez. R. El general Whitelocke estuvo en el Corral durante todo el día, excepto por un breve intervalo, cuando supe que su excelencia se había retirado a la casa de White. Eran alrededor de las dos en punto. P. ¿Qué tamaño tiene el Corral? - 210 - R. Se entiende que hay unas 500 yardas (450 mts) en un sentido y 500 en el otro. El Corral es un término aplicado a una cuarta parte de Buenos Aires, y es un espacio abierto incierto. P. Indique cómo estuvo empleado el General Whitelocke durante todo ese día; ¿estaba montando o caminando? R. Su Excelencia iba al principio a caballo, luego desmontó y continuó generalmente desmontado durante el resto del día, y generalmente se encontraba a menos de 30 yardas (27 mts) de la casa que había sido el cuartel general del segundo al mando. P. ¿Está el Corral en tal eminencia que desde él se puedan ver las calles de Buenos Aires y la marcha de las columnas? R. La entrada inmediata de Buenos Aires está a una distancia de unos 350 yardas (320 mts). Al final del Corral hay una loma, por lo que no se puede ver el interior del pueblo, debido a la intersección de las calles, y parte de los suburbios, por encima de 150 yardas (137 mts). También está atravesado por setos altos y huertos. P. Entonces, ¿debe entenderse que ni las calles principales ni las columnas pudieron ser vistas por el general Whitelocke ese día? R. Ciertamente no se pudieron ver. P. Entonces, como el general Whitelocke no se movió del Corral en todo el día, y no pudo ver nada de las operaciones del ejército, y usted estuvo a su lado durante todo el tiempo, con las excepciones que usted ha indicado; ¿Cómo estaba empleado, a excepción del breve intervalo que estuvo en la casa de White? R. En la primera parte del día, Su Excelencia envió al centro a algunos oficiales de su staff para traer información de lo que estaba sucediendo. Hacia la mitad del día se abrió comunicación con la brigada de la izquierda; el oficial que abrió esa comunicación regresó entre la 1 y las 2 de la tarde con un mensaje de Sir Samuel Auchmuty, solicitando el envío de un pequeño grupo de artilleros a la Plaza de los Toros. P. ¿Qué tan pronto, después de que se reuniera con él por la mañana, le dio alguna orden y cuáles fueron esas órdenes? R. Creo que muy poco después de que me uní a él, envió a algunos de su staff al centro, con órdenes, en general, de traerle información de lo que estaba pasando. P. ¿Se dieron las órdenes a su staff al mismo tiempo o en diferentes momentos? R. A intervalos repetidos. P. Además de las órdenes a su personal, diga qué otras órdenes le oyó dar durante la mañana del día 5. R. Supongo que la comunicación con la izquierda se abrió mediante las órdenes emitidas. No tengo ninguna duda de que el oficial obedeció la orden emitida por el general Whitelocke. En la primera parte del día, a mi regreso para reunirme con él una parte del 9° de dragones ligeros desmontados se formaron inmediatamente en la retaguardia de la artillería, colocados en posición; estos dragones fueron posteriormente movidos a la izquierda. Su excelencia ordenaba ocasionalmente a los - 211 - dragones que rondaban su persona, perseguir a unos jinetes fugitivos que escapaban de Buenos Aires. P. ¿Cuál fue la causa de ese cambio de posición en los dragones? R. Estos dragones se formaron a unos 30 pasos en la parte trasera de la artillería, con miras, según tengo entendido, para protegerla. Se me ocurrió que no estaban apostados ventajosamente para ese propósito, y al observar esto a Su Excelencia, recibí sus instrucciones para que el oficial que manejaba a los dragones se pusiera en línea con las piezas de artillería. P. ¿Hubo en algún momento, en cualquier parte de ese día, una alarma de ataque a cualquier parte de la reserva? R. No recuerdo ninguna alarma en particular en el transcurso de ese día. Pensé que era probable que la gran población fugitiva del pueblo se echara atrás, siendo el centro atacado en todos los puntos, pero no recuerdo ninguna alarma particular; nada más que algunos disparos dispersos, como era de esperar. P. Habiendo declarado que no escuchó ninguna alarma de ataque, ¿debe el tribunal entender que no hubo tal alarma como para inducir al general Whitelocke a dar órdenes sobre el tema? R. Hablando de la reserva, estacionada en el Corral, ciertamente no hubo ninguna alarma, excepto como he dicho antes. Las tropas que avanzaban, estrictamente hablando, no estaban en el ataque, eran simplemente para tomar posición. P. ¿Hubo o no hubo tal alarma que lo llevó a dar una opinión al general Whitelocke sobre el tema? R. No hubo alarma; pero me parecía probable que pudiera haberlas, y frecuentemente expresaba mi opinión de que la gran masa de los fugitivos se esforzaría por escapar de Buenos Aires por el centro; que los cañones colocados en posición, en ese caso, serían inmediatamente puestos en acción, y por lo tanto pedí repetidamente a Su Excelencia que despejara delante de las baterías, para que el frente de ellas pudiera estar abierto. P. ¿Es ese el único consejo y opinión que dio sobre el tema? R. Fue el único consejo u opinión que di sobre ese tema en particular. P. Indique cualquier otra orden que recuerde que el General Whitelocke haya dado ese día. R. Creo que hacia el comienzo de la tarde, el Teniente Coronel Bradford fue enviado con algunas órdenes al centro, cuyo significado desconozco. P. Ha dicho que el general Whitelocke permaneció en la misma posición todo el día, le he preguntado repetidamente. ¿Cómo se empleó durante todo ese día extraordinario? R. Con la excepción de estas órdenes en particular, he dicho que Su Excelencia caminaba hacia atrás y hacia adelante, ocasionalmente emitiendo sus órdenes y esperando ansiosamente el resultado del asalto. P. ¿A qué hora dejó el Corral y acompañó al general Whitelocke al cuartel general? - 212 - R. Salí del Corral alrededor de las cuatro y media y acompañé al general a la casa de White. P. ¿A qué distancia está la casa de White del Corral de Miserere? R. Desde el lugar inmediato donde habíamos estado parados a unas 600 yardas (550 metros). P. ¿Está la casa de White colocada de tal manera que tenga una vista más distinguida de la ciudad que el corral? R. El suelo sobre el que se encuentra la casa de White, está casi al mismo nivel; se puede ver en él las cimas de los edificios altos, pero no las calles. P. En el momento en que dejó el corral con el general Whitelocke, ¿había recibido alguna información y qué información había recibido, si la brigada ligera al mando del general Craufurd y el regimiento 45° al mando del teniente Guard habían sido derrotados, aislados o triunfado en sus respectivos objetivos? R. No se recibió ni se había recibido información en el transcurso de ese día. La primera información recibida fue en la mañana del día siguiente. P. Después de su llegada a la casa de White, ¿permaneció con el general Whitelocke? R. Me quedé con él, casi sin excepción, hasta su llegada a la plaza de los Toros al día siguiente a la 1 de la tarde. Q. Indique qué pasó después de que llegaron a la casa de White, las órdenes que le escuchó dar, cómo estaba empleado cuando se separó por la noche y todo lo que pasó durante ese tiempo. R. A nuestra llegada a la casa de White, se dieron algunas órdenes para la protección y seguridad de la casa, más de lo habitual. P. Indique cuáles fueron estas órdenes. R. Creo que se refería a que algunos miembros del personal deberían, con algunos hombres, estar apostados en el patio y en el techo durante la noche. No hubo otras órdenes que pueda recordar. No recuerdo a qué hora me separé de él, pero me acosté a dormir y dormí en una habitación contigua. Pasó una conversación relacionada con el flanco derecho abierto, y entendí que a la mañana siguiente debía abrirse una comunicación. P. ¿Puede deducir de cualquier comunicación que haya tenido con el general Whitelocke, por qué no se hizo ningún intento de abrir esa comunicación durante el día 5? R. No puedo decir por ninguna conversación que mantuve con el general Whitelocke ese día, por qué no se abrió una comunicación. P. ¿Hubo alguna razón asignada en el curso de la conversación, por qué esa comunicación podría abrirse más fácilmente en la mañana del día 6 que en el día 5? R. No se dio ninguna razón. No creo que haya una. - 213 - P. Habiendo afirmado que escuchó al general Whitelocke no dar más órdenes que las relacionadas con la seguridad de la casa, y una conversación sobre la apertura de una comunicación con el flanco derecho el día 6, esto es todo lo que puede recordar de la manera en el que el general Whitelocke estuvo empleado durante las 3 o 4 horas que, según usted, transcurrieron entre su llegada a la casa de White y su separación por la noche. R. Podría haber tenido lugar alguna conversación sobre los acontecimientos o el éxito de la mañana, pero como se habló sobre todo de la comunicación con el flanco derecho, causó la mayor impresión en mi mente; estas son todas las circunstancias que recuerdo. Aplazado hasta mañana. Vigésimo sexto (26) día Jueves 3 de marzo El Tribunal se reunió, de conformidad con el aplazamiento, se volvió a llamar al capitán Fraser y se le examinó de nuevo. P. Diga lo que pasó durante la noche y la mañana siguiente, hasta que el teniente general Whitelocke se dirigió a la plaza de los toros. R. Creo que una o dos veces durante la noche, el general Whitelocke entró en la habitación donde yo estaba, pero no recuerdo que haya hablado de nada en particular hasta el amanecer del día 6 por la mañana. En ese momento me dirigí al parque de artillería del Corral de Miserere, y estuve allí algún tiempo ocupado en hacer los arreglos necesarios, creo que su excelencia llegó poco después y desmontó, caminó hacia adelante y hacia atrás por el mismo punto que había hecho el día anterior. Entendí que un oficial y una partida habían ido a abrir una comunicación con el flanco derecho, y que se vería algo de conversación con respecto a los hechos del día anterior. Creo también que entonces el general Whitelocke insinuó su intención de ir a la Plaza de los toros. Su Excelencia me pidió que tuviera listo el cañón de seis libras y el parque de artillería para acompañarlo a la plaza de los toros. Creo, pero no estoy seguro, que esta conversación tuvo lugar antes de la llegada de un sargento ordenado de la plaza de los toros, y que era portador de una comunicación del general Liniers, que según entendí había sido enviada al general Whitelocke en la plaza de los toros, y desde allí fue reenviado por orden de Sir Samuel Auchmuty. El general Whitelocke, al abrir esta carta, me la mostró y me pidió que se la tradujera. Al mirarlo y comprenderlo en parte, le respondí a su excelencia que no estaba suficientemente familiarizado con el idioma español. El general Whitelocke luego se lo mostró al capitán Squires de los ingenieros, quien lo leyó y se lo explicó al general. No había otra persona en el general en ese instante, el general de división Gower estaba a unos treinta metros de distancia y más cerca que cualquier otro oficial. El general Whitelocke le mostró la carta al general Gower y yo me retiré a cierta distancia, ya que no quería aparecer para escuchar la conversación que se produjo entre los dos generales. Creo que se escribió una respuesta a esta comunicación del general Liniers. El general Whitelocke volvió a insinuar su intención de ir a la plaza de los toros; y después de alguna demora la columna, compuesta por los dragones del 9°, algunos dragones montados del 17°, algunos pocos hombres de infantería, de qué cuerpo no - 214 - recuerdo, marchó desde el corral de Miserere, hacia las 12 en punto, y llegó a la plaza de los toros, creo, a la una, pero la hora no estoy muy seguro. P. ¿Examinó las armas en la plaza de los toros? y si lo hizo, indique la cantidad de armas aptas para el servicio, o que podrían haberse hecho así. R. Inmediatamente después de mi llegada a la plaza de los toros, fui a reconocer y examinar qué situaciones se adaptaban al levantamiento de baterías contra la ciudad de Buenos Aires. Yo mismo no examiné las armas, pero fueron examinadas y me informaron. Había 11 piezas de artillería de 36 a 38 libras, que estuvieron inmediatamente en servicio. Aparte de los cañones capturados en el Retiro, había además en el corral de Miserere tres piezas que estaban inmediatamente en servicio. Cañones con púas, que podrían haberse puesto en servicio había 10, además de 12 piezas de artillería embarcada desde Montevideo, y que supongo que pudieron haber sido desembarcadas en unas pocas horas, haciendo un total de 56 piezas de artillería de 36 a 8 libras, que considero que los calibres más bajo no eran elegibles para los fines requeridos. Puede ser explicativo señalar que, habiendo examinado el arsenal español, informé al general Whitelocke de que poseía todos los medios para la construcción y el servicio de las baterías que pudieran formarse con las anteriores y que fueran adecuadas para el propósito. Entonces no se tuvo en cuenta exactamente la munición de artillería; pero luego, por la tarde, se tomó tal cuenta; y yo creía entonces, y creo ahora, con confianza que había no menos de 600 barriles de pólvora, que contenían 90 libras (40.8 kilogramos) cada barril. P. ¿Quién le hizo ese informe? R. El informe del calibre de las armas con púas y sin púas me lo hizo un cabo. Posteriormente los examiné yo mismo y encontré que su informe era correcto. P. ¿Cuál fue su opinión, como oficial de artillería, de las facilidades que la posesión de la plaza de los toros, brindaba para el establecimiento de baterías y otras operaciones militares contra el pueblo? R. Yo concebí y expresé mi opinión de que la posesión de la plaza de los toros ofrecía todas las facilidades para el establecimiento de baterías contra el pueblo, siendo esto señalado por el Capitán Squires y yo mismo. P. ¿Fue usted en algún momento, y cuándo, consultado por el General Whitelocke sobre ese tema? R. Inmediatamente después de nuestra llegada a la plaza de los toros, a la una de la tarde del día 6; y luego de reconocer las riberas del Plata, de donde se veía clara y distintamente el fuerte; y luego de ir de allí al anfiteatro de la plaza de los toros, desde cuya cima se me ordenó especialmente que llegara hasta el General Whitelocke, luego al Retiro. Me preguntó de manera general sobre el poder que teníamos para erigir baterías contra la ciudadela. Le respondí que yo correría al arsenal, a una distancia de unas 300 yardas (275 metros), y después de ver los recursos en municiones y provisiones, le daría a su excelencia una respuesta decidida, así lo hice, y le di a su excelencia la siguiente respuesta: “Hay una abundancia de municiones y provisiones, y me comprometo a su excelencia que entre 20 y 30 piezas de artillería tocarán la ciudad mañana por la mañana”. Se iniciaron algunas objeciones, que algunos de los cañones más pesados tenían - 215 - clavos; a lo que respondí, que yo sería responsable de que se desclavarían. Se observó que ellos incendiarían la ciudad, respondí, para que se hiciera el experimento; y que, en todo caso, el enemigo debía ser desalojado de ese barrio de la ciudad. P. ¿A qué barrio de la ciudad se refería? R. Ese barrio que quedaría inmediatamente expuesto al fuego de la plaza de los toros. P. Indique, con la mayor precisión posible, la distancia entre la plaza de los toros y el fuerte. R. En línea recta alrededor de 1650 yardas (1500 metros). P. ¿Sería o no factible destruir alguna de las travesías entre la línea de fuego de la plaza de los toros y el fuerte? R. Con miras a la destrucción del fuerte, podría haber sido factible erigir baterías en el terreno bajo de la playa del Plata frente al fuerte; pero el fuerte era una obra despreciable que, de haber sido maltratada en una brecha, debía de haber caído en unas pocas horas. El capitán Squires volvió a llamar y examinó más a fondo. P. ¿Pasó del Corral de miserere a la plaza de los toros con el Teniente General Whitelocke el día 6? R. Si. P. ¿Cuál fue su opinión, como oficial de ingenieros, de las facilidades que la posesión de la plaza de los toros brindó para el establecimiento de baterías y otras operaciones militares contra Buenos Aires? R. Me pareció una posición muy favorable para el establecimiento de baterías; y poseíamos amplios medios, como consecuencia de la captura del arsenal del enemigo, para establecer estas baterías. P. ¿Hubiera sido o no, a su juicio, practicable, con los medios de que disponía, cañonear y bombardear el pueblo con efecto desde la plaza de los toros? R. Creo que las baterías hubieran sido eficaces. El teniente coronel Torrens volvió a ser llamado y se lo examinó más a fondo. P. ¿Estuvo con el general Whitelocke el 5 de julio? R. Parte del día estuve ausente repetidamente de él. P. Indique qué órdenes recibió del general Whitelocke ese día en general, en la medida en que su memoria pueda servir; no solo en lo que respecta a las órdenes con respecto a usted, sino también a las órdenes que recibió para comunicar a otros. R. Habiendo sido informado, alrededor de las nueve de la mañana, que un cuerpo de la caballería enemiga se había formado en nuestra retaguardia, el capitán Whittingham y yo fuimos a reconocerlos con 16 dragones montados del 17°, y unos 30 desmontados del 9°. Cuando avancé un poco, descubrí que esta fuerza era más considerable de lo que había imaginado al principio; y envié al capitán Blake, ayudante - 216 - de cuartel general, a informar que pensaba que era mi deber atacarlos. Estuvimos ausentes en este deber unas tres horas; y habiendo dispersado este cuerpo, que constaba de unos 300 caballos, regresamos al Corral. El general Whitelocke, hacia las tres de la tarde, me pidió que escribiera al teniente coronel Witherington, que estaba al mando del centro, expresándole su sorpresa de que los hombres saquearan las casas abandonadas y ordenándole que hiciera todo lo posible para evitar tales irregularidades. El general me pidió entonces que escribiera al brigadier sir Samuel Auchmuty. Ordenándole que mantuviera su posición y permaneciera a la defensiva hasta que él mismo llegara a la mañana siguiente. El capitán Whittingham y yo, con algunos otros oficiales del estado mayor, estábamos caminando por el Corral poco después de las dos, cuando el general Whitelocke se acercó y dijo que no le gustaba dar órdenes a nadie, pero que se sentiría obligado a hacerlo a cualquier oficial que fuera a la izquierda y trajera información sobre la situación de Sir Samuel Auchmuty. El capitán Whittingham ofreció inmediatamente sus servicios y deseaba seleccionar lo que consideraba una escolta suficiente. Llevó 10 o 12 dragones y unos 30 o 40 de infantería. No puedo hablar con precisión del número; y, con estos entendí que se dirigió a la Recoleta, como un punto marcado, y luego tanteó su camino hacia la plaza de los toros, donde encontró a Sir Samuel Auchmuty, se encontró con varias personas armadas en su camino, quienes le dispararon repetidamente; pero habiendo limpiado los setos con su infantería, no encontró dificultad en seguir avanzando. Le pareció tan imprescindible llevar un informe al comandante de las fuerzas sin pérdidas de tiempo, que dejó la infantería, en la plaza de los toros, y volvió al galope con los dragones. Informó del éxito de Sir Samuel Auchmuty al haber tomado 30 piezas de cañón y 600 prisioneros, con el arsenal lleno de provisiones y municiones y haber abierto una comunicación con el Capitán Thompson de la Armada, quien comandaba los cañoneros. El general de brigada recomendó que el comandante en jefe trasladara el cuartel general a la plaza de los toros esa noche. Por lo que yo recuerdo, éste era el informe completo del capitán Whittingham. P. ¿Le dijo el Capitán Whittingham al General Whitelocke cuánto tiempo había tardado en ir y regresar de la plaza de toros, y a qué hora hizo este informe? R. Hizo su informe aproximadamente un cuarto antes de las cuatro en punto. No estuve presente ni lo escuché informar de la transacción. Se le ordenó que fuera a eso de las dos. Debería haber dicho que sir Samuel Auchmuty había expresado una gran falta de artilleros, y se le envió un destacamento de unos 30 media hora después de que el capitán Whittingham hiciera su informe. No se dieron otras órdenes que yo sepa. P. Cuando el capitán Whittingham hizo su informe, ¿dio el general Whitelocke alguno, y qué razón para no cumplir con el deseo de sir Samuel Auchmuty de volver a la plaza de toros esa noche? R. Comprendí que el general Whitelocke no abandonaría el centro hasta que recibiera un informe del flanco derecho, en particular del general de brigada Craufurd. P. Con excepción de esta orden dada al Capitán Whittingham alrededor de las dos en punto de ese día, ¿sabe de algún otro intento realizado por el General personalmente, o de otra manera, para cooperar y apoyar a las columnas del ejército? - 217 - R. Cuando regresé de la persecución de la caballería que he relatado, escuché que los carabineros y los dragones ligeros del 9° habían sido empujados sobre una de las calles del centro y habían sido rechazados con pérdidas. Aproximadamente a la una y media en punto, el mayor de brigada Costly fue enviado con algunos dragones a tantear el camino hacia su derecha, pero regresó a los pocos minutos e informó que era impracticable. Yo no conozco ningún otro intento de cooperación. P. ¿Conoce el monto de la fuerza que compuso la reserva ese día? Por reserva me refiero a la parte del ejército que no formó ninguna de las columnas comprometidas en el ataque, ni al cuerpo al mando del coronel Mahón. R. Había alrededor de 1050 u 1100 hombres de las tropas a las que alude; pero incluyo en esa cifra cerca de 100 hombres adscritos al comisario, y unos 180 dejados por los diferentes regimientos encargados de las mochilas. P. ¿Dejó el Corral con el general Whitelocke la noche del día 5? R. Cuando se hizo casi de noche, dejé el Corral con el general Whitelocke y el resto del personal. P. Cuando dijo que no escuchó al General Whitelocke dar otras órdenes, ¿quiso incluir lo que pasó en la casa del Sr. White? R. No. Escuché al general Whitelocke, algún tiempo después de nuestra llegada a la casa del Sr. White, dar órdenes a sus ayudantes de campo, de vigilar en la parte superior de la casa y relevarse cada hora o cada dos horas. Esa fue la única orden que le oí dar esa noche. El teniente general podría haber dado muchas órdenes sin mi conocimiento. Frecuentemente estaba ausente. P. ¿Conoce, o no conoce, alguna razón que impidió al Teniente General Whitelocke brindar apoyo o cooperación a las diferentes columnas involucradas de su ejército personalmente o de otra manera durante el 5? R. Al no haber tenido ninguna conversación directa o indirecta sobre el tema del ataque ese día, no estoy familiarizado con ninguno de los motivos por los que pudo haber sido impulsado. Tenía entendido que el teniente general esperaba los informes de las diferentes columnas antes de decidirse por cualquier cooperación. Contrainterrogado por el general Whitelocke. P. ¿Recuerda que me informaron que tres de nuestros colores flameaban en diferentes partes de la ciudad? ¿Y que nuestros hombres fueron vistos en lo alto del edificio, donde flameaban los colores? R. Recuerdo el informe que hizo el capitán Foster, y recuerdo haber visto los colores yo mismo desde una situación avanzada. P. ¿Recuerda que recibí información en el transcurso del día 5, y en qué momento, los colores del fuerte habían sido bajados? R. Aproximadamente a la una, alguien informó que los colores españoles en el fuerte habían desaparecido; pero me adelanté y me di cuenta con mi catalejo de que sólo estaba colgando del mástil, el viento ese día era notablemente tranquilo. - 218 - P. ¿Tenías alguna razón para suponer, por lo que escucho, o por cualquier cosa que sucediera el día 5, que alguno de los oficiales generales u oficiales al mando de las brigadas tenía alguna duda sobre el éxito del ataque, o alguna sospecha de su fracaso? R. No escuché, ni antes ni durante el ataque, ninguna aprensión expresada en cuanto a su fracaso, al menos por ninguno de los oficiales que nos rodeaban. P. ¿Había algún otro oficial de artillería, excepto el capitán Fraser, que usted supiera, en el Corral cuando los artilleros fueron enviados a Sir Samuel Auchmuty? R. Ningún otro oficial de artillería se encontraba en el Corral en ese momento. P. ¿Aproximadamente a qué hora hizo ese informe el capitán Foster? R. No atendí el informe del capitán Foster, pero vi los colores yo mismo alrededor de la una y media. P. ¿No se cortó toda la comunicación entre la reserva y las columnas atacantes antes de que se hiciera ese informe? Y ¿podría haberse abierto alguna comunicación sin una fuerza armada de la reserva? R. Creí que toda comunicación se había cortado antes de que se hiciera ese informe; y no creo que se hubiera podido mantener sin una fuerza armada. Re-examinado por el fiscal. P. Ha dicho que no se abrigaba ninguna aprensión sobre el éxito del plan, ¿se consultó a los oficiales generales sobre el mismo? R. Nunca estuve presente en ninguna consulta con los oficiales generales sobre el plan, con la excepción del general Gower, a quien escuché hablar con el general sobre el tema del plan. P. Usted ha dicho que ninguno de los comandantes expresó aprensiones durante el ataque. ¿No había informado el capitán Whittingham del fracaso total del ataque realizado por la brigada del general de brigada Lumley? R. El capitán Whittingham informó que la brigada del general Lumley se había replegado sobre los toros, con la excepción del 88°, que había sido hecho prisionero. Examinado por el Tribunal. P. ¿Escribió o envió alguna orden al Coronel Mahon siguiendo las instrucciones del General Whitelocke el 5 de julio? R. Ninguno en absoluto. P. ¿Se recibió información del Coronel Mahon antes o durante el ataque, en cuanto a dónde se encontraba con la columna bajo su mando? ¿O se sabía dónde estaba durante el 5 de julio? R. No se recibió información del Coronel Mahon durante el día 5; pero se suponía que estaba destinado al este del puente, de conformidad con las órdenes que había recibido la noche anterior. - 219 - P. En el transcurso del 5 de julio. ¿Se propuso al General, o el General propuso ponerse al frente de la reserva para forzar un paso, y penetrar en apoyo de varios cuerpos, que por sus órdenes había avanzado al ataque del pueblo? R. En el transcurso de ese día, nunca supe de ninguna propuesta de este tipo que se le hiciera al general Whitelocke ni el hiciera. P. ¿El general mismo se adelantó alguna vez a observar, como consecuencia de los informes que usted afirmó haberle hecho durante el día 5? R. No siguió adelante para observar como consecuencia de tales informes en ningún período, mientras yo estuve en el Centro de Mando. P. ¿Fue la impresión del general y de los oficiales cerca de él, en la noche del día 5, cuando se retiró a la casa de White, que el ataque del ejército había tenido éxito? R. El general Whitelocke expresó gran preocupación por la derecha. La impresión de completo éxito no estaba, creo, en la mente de ninguna de las personas presentes, ya que habíamos oído hablar de la captura del 88°; pero se abrigaban grandes esperanzas de haber tomado una posición favorable en el flanco izquierdo del enemigo, por haber visto ondear nuestros colores. P. ¿Sabe si se ha intentado averiguar si el coronel Mahon recibió la orden del 4 o si llegó al lugar donde se le ordenó? R. No tengo conocimiento de que se haya realizado ningún intento de ese tipo ese día. El mayor de brigada Costley recibió órdenes en un momento de ese día de proceder a la derecha, pero no estoy familiarizado con las órdenes precisas que recibió. P. ¿Sabe, o no sabe, si el puente que cruza el riachuelo estaba en posesión del enemigo durante el tiempo en que el cuartel general del ejército se encontraba en la casa de White? R. No sabía que el puente que cruzaba el riachuelo estaba en posesión del enemigo, pero supongo que no podría haberse quedado allí, ya que su retirada podría quedar cortada del pueblo. P. ¿Se podría determinar si los colores a los que dijo ondeaban, provenían del convento de Santo Domingo o de la Residencia? R. Se suponía que los colores que vi estaban en la Residencia, ya que estaban cerca del río. El teniente coronel Mahon volvió a ser llamado y examinado más a fondo. P. ¿Dónde recibió la orden con fecha del 4 de julio? R. En reducción. P. Indique lo que hizo como consecuencia de esa orden. R. Marché lo más rápido que pude, y alcanzando el puente sobre el riachuelo, y encontrándolo en pie, tomé una posición allí hacia el anochecer del día 5, dejando la retaguardia en el lado opuesto del río rio de Buenos Aires, y bajo el mando del Mayor Gwyn, del 45°. - 220 - P. ¿A qué hora marchó desde Reducción? R. Alrededor de las 11 en punto. P. ¿Se encontró con algún obstáculo del enemigo en su marcha desde Reducción hasta el puente? R. Ninguno en absoluto. P. Después de esta orden, que recibió 20 minutos después de las 10 de la mañana del día 5, ¿recibió alguna orden del general Whitelocke en el transcurso de ese día? R. Ninguno. P. Esa orden indicaba que debía ocupar el puesto a cierta distancia del puente. ¿Qué motivo le llevó a seguir adelante? R. Al llegar, tal como lo había concebido, a una distancia prudencial del río y del puente, envié al mayor de brigada Stewart hacia adelante; y encontrando el puente de pie e indefenso, juzgué que era apropiado avanzar con la columna, dejando la retaguardia al otro lado. P. ¿Tenía alguna razón, en el transcurso del 5, en su marcha hacia el puente, para saber que las fuerzas británicas estaban atacando la ciudad de Buenos Aires? R. Sí. Escuché que el fuego comenzaba alrededor de las seis y media de la mañana. Podía oír claramente, ya que el viento soplaba bastante desde allí hacia mí. P. ¿Las tropas bajo su mando, en las que incluye a los marineros, que ascienden a 1.800, estaban en situación de cooperar en el ataque, si habría recibido órdenes de hacerlo? R. Lo eran, con la excepción de unos pocos inválidos. P. ¿En qué situación pasó el cuerpo bajo su mando la noche del día 5? R. La parte que no estaba de servicio, como piquetes u otros guardias, estaba en acantonamientos en casas muy grandes y buenas, en el pueblo de Barracca (Barracas), con excepción de la retaguardia. P. ¿A qué distancia estaba Barracas del Corral de Miserere? R. No puedo indicar la distancia correctamente en línea recta. Se nos ordenó acercarnos a él de manera circular. El pueblo de Barracas está cerca del puente. P. ¿Qué órdenes recibió del teniente general Whitelocke el día 6 y qué recibió como consecuencia de estas órdenes? R. Aproximadamente a las 11 en punto del día 5, el capitán Whittingham llegó con una compañía del 88° y me trajo órdenes de marchar a una casa que había sido el cuartel general del Miserere. El capitán Whittingham dejó a un prisionero español para mostrarme un camino tortuoso a la casa del Sr. White, sin acercarme demasiado a la ciudad. P. ¿Cuánto tiempo permaneció allí y cuándo marchó hacia la plaza de los toros? - 221 - R. Marché hacia el Miserere, al que no llegué hasta el atardecer del día 6; Allí me quedé el día 7, y a la una del día 8 marché a la plaza de los toros según órdenes; No llegué hasta el atardecer. P. ¿Las tropas bajo su mando, compuestas por 1600 hombres y 200 marineros con artillería, alguna vez se enfrentaron al enemigo durante la expedición contra Buenos Aires? R. El cuerpo de la columna no, la retaguardia tuvo algunas escaramuzas en el transcurso de la marcha. P. ¿A qué distancia estaba su puesto en Barracas de la Residencia? R. Supongo que alrededor de una milla y media (2400 metros); no más. P. ¿Si hubiera conocido la situación del regimiento 43°, podría haber cooperado con ellos la noche del 5? R. Creo que podría. El Capitán Foster jurado y examinado. P. ¿Fue ayudante de campo del teniente general Whitelocke en la expedición contra Buenos Aires? R. Si. P. ¿Estuvo con el general Whitelocke el 5 de julio? R. Lo estaba, excepto durante el tiempo que estuve ejecutando sus órdenes. P. Indique qué órdenes recibió del general Whitelocke ese día, qué hizo como consecuencia de estas órdenes y cuánto tiempo estuvo ausente del general Whitelocke en cumplimiento de sus órdenes. R. El primer pedido que recibí del general Whitelocke fue la mañana del día 5. Hubo algunos disparos a la izquierda, y el general me indicó que viera de qué se trataba. Fui a la izquierda y descubrí que eran nuestros propios centinelas disparando contra individuos del enemigo que escapaban de la ciudad. Un suboficial me informó que el enemigo estaba reuniendo fuerzas más a nuestra izquierda, en nuestra retaguardia. Procedí a reconocer su posición y encontré que eran alrededor de doscientos jinetes, pero no formados en ningún orden regular, estaban en este momento a un cuarto de milla (400 mts) de distancia. Regresé al general Whitelocke e informé de esta circunstancia. Poco tiempo después, el general Whitelocke me ordenó que fuera a la ciudad de Buenos Aires y tratara de averiguar las posiciones de las columnas atacantes. Esto fue antes de las 10 en punto, creo. Fui al centro del pueblo y me dirigí hacia donde oí disparos. Avancé alrededor de una milla (1.6 kms) cuando me encontré con un destacamento de los guardias del 6° de dragones y parte del 9° de dragones ligeros, que se retiraban por una de las calles centrales con cierta confusión, hablé con algunos oficiales, particularmente con el capitán Davenport de los guardias del 6° de dragones, y supe por él que ese cuerpo había sido uno de los primeros en atacar y había fallado. P. ¿Le informó al General Whitelocke la situación de los guardias del 6° de dragones y del 9° de dragones ligeros? - 222 - R. Lo hice algún tiempo después. Previamente les señalé a los oficiales un lugar en el que concebí una situación defendible, en el que inmediatamente colocaron a sus hombres. Teniendo una plaza al frente por la cual el enemigo debía pasar para atacarlos. El enemigo estaba en el otro extremo de la misma, disparando ocasionalmente racimos y bolas sólidas, pero muy ineficazmente. Luego reconocí desde los techos de aquellas casas que estaban en las situaciones más dominantes, y observé los colores británicos ondeando a una milla (1.6 kms) de distancia a la izquierda. También vi los colores del Rey de algún regimiento sobre un gran edificio a mi derecha, a algo más de una milla de distancia, con una posición intermedia que tomé por una iglesia, de la cual pude distinguir claramente el cuerpo de fusileros con dos o tres hombres de infantería ligera. Hubo algunos disparos de mosquetería muy fuertes entre la posición este y el lugar desde el que reconocí. No observé tropas en absoluto. Habiendo hecho estas observaciones, volví con el general Whitelocke y le informé de estas circunstancias. Eran alrededor de las 11 en punto. Poco después, el general Whitelocke me ordenó por segunda vez que entrara en la ciudad, para observar si las posiciones habían cambiado y la posibilidad de comunicarme con ellos. Regresé a la posición en la que había dejado a los guardias del sexto dragón y al noveno dragón ligero, y los encontré como se indicó anteriormente. Entonces traté de penetrar a la derecha, y también a la izquierda, sintiéndome de cualquier manera con algunos hombres; Encontré impracticable comunicarme con cualquiera de nuestras tropas en ambos lados, debido a las posiciones intermedias del enemigo. Por lo tanto, regresé al general Whitelocke e hice mi informe, en consecuencia me ordenaron varias veces durante el día, y hasta que oscureció por la noche, informar de cualquier circunstancia que pudiera surgir dentro de mi observación, pero no ocurrió nada en particular, y me reuní con el general después del anochecer, en una casa establecida como cuartel general, llamada casa de White, desde cuya parte superior se me pidió que mirara, lo que hice durante dos o tres horas. P. En el informe que presentó al general Whitelocke a las once y media de la mañana, ¿describió la situación de la casa desde la que hizo sus observaciones? R. Lo hice; y comunique al General que era la posición en la que había dejado los dragones del 6° y del 9°. P. Indique con la mayor precisión posible la distancia entre esa casa y el Corral. R. Por lo que puedo juzgar, dentro de una milla (1.6 kms); Puede que no sea exactamente correcto. P. ¿Hizo o no el teniente general Whitelocke algún intento entonces, o en cualquier otro momento durante el transcurso del día 5, para determinar personalmente la posición de las columnas atacantes? R. Durante el tiempo que estuve con el general Whitelocke, ciertamente no lo hizo. P. ¿Tiene alguna razón para saber por qué el teniente general no hizo tal intento? R. No. - 223 - P. A excepción de las órdenes que recibió, y las órdenes dadas al Capitán Whittingham alrededor de las 2 de la tarde para dirigirse a la plaza de los toros, ¿conoce algún intento realizado por el Teniente General Whitelocke durante ese día para comunicarse con las columnas atacantes? R. No. P. ¿Tenía o no tenía alguna razón para pensar, a partir de la observación que hizo, que se podría haber abierto una comunicación con una u otra de las columnas atacantes si se hubiera enviado una fuerza adecuada para ese propósito? R. No tuve oportunidad de conocer con precisión la fuerza que tenía el enemigo en las calles intermedias y los techos de las casas, pero por el número que constantemente seguía disparando cada vez que un soldado mostraba su cabeza, hice el intento yo mismo y lo encontré impracticable. Aplazada hasta mañana. Vigésimo séptimo (27) día Viernes 4 de marzo Habiéndose reunido el tribunal de conformidad con el aplazamiento, se volvió a llamar al capitán Foster y se le examinó de nuevo. P. ¿Qué escolta tenía cuando ingreso al pueblo en cumplimiento de sus órdenes? R. Cuando intenté ir hacia la derecha o hacia la izquierda, no tenía más de seis hombres conmigo en ningún momento. P. ¿Puede juzgar por su fracaso al intentar penetrar con una escolta de seis hombres, si no hubiera tenido éxito si hubiera tenido quinientos o seiscientos? R. No pensé que hubiera sido factible sin una gran fuerza, podría haberse hecho en los alrededores, pero a través de la ciudad debería haberlo supuesto muy difícil. P. ¿Tiene algún motivo para saber que una escolta adecuada no pudo haber abierto una comunicación con el flanco derecho o izquierdo en ningún período del 5? R. En el momento en que hice mi segundo informe, comprendí en el cuartel general que el Mayor Costley había hecho el intento y había fracasado por completo. No puedo decir la fuerza que tenía con él. P. Suponiendo que el Mayor Costley tuviera sólo dos o tres dragones con él, ¿debería haber considerado que era una escolta adecuada para ese propósito? R. Debería haber considerado que un dragón, o yo mismo yendo solo, sería suficiente para obedecer la orden; pero, en mi opinión, debe haber habido dificultades en ambos casos. P. Ha dicho que usted mismo ha intentado realizar un reconocimiento con seis hombres y no ha podido continuar. Si el mayor Costley fuera con dos o tres dragones, ¿habría pensado usted que era escolta adecuada con miras a abrir una comunicación con cualquiera de las columnas atacantes? - 224 - R. Si se considera necesario, lo explicaré. Las situaciones fueron muy diferentes. El mayor Costley estaba en el cuartel general en los alrededores de la ciudad. Yo estaba en medio del pueblo, por lo tanto la dificultad era mayor. El enemigo se escondía en los setos y en todas direcciones, podría haberse comunicado bordeando la ciudad; Me vi obligado a atravesar la ciudad, pero en cualquier caso debería haber considerado insuficientes algunos dragones. Contrainterrogado por el general Whitelocke. P. ¿Cuánto tiempo ha estado en el servicio? R. veinticuatro años. P: ¿No era usted teniente coronel del regimiento 24° cuando estuvo en Egipto? R. Si. P. ¿Y no sirvió también en campaña activa en las Indias Occidentales? R. Serví casi siete años en las Indias Occidentales, tanto durante la guerra como de otro modo, al mando de una compañía ligera. P. ¿Cuál fue el objetivo de hacer avanzar a los dragones ligeros del 9° y a los carabineros a la ciudad? R. Los dragones ligeros y carabineros se habían colocado como reserva. Supongo que el objetivo de adelantarlos era tomar una posición central, el general Whitelocke no me comunicó su idea, ni yo sabía que estaban adelantados hasta que los encontré regresando por el pueblo. P. ¿No le había mencionado mi idea desde entonces? R. Puede ser en alguna conversación desde entonces, pero nunca en ese momento o antes. P. Después del fracaso de los dragones ligeros y carabineros, ¿cree que cualquier fuerza que tuviera en reserva, en referencia al caso de la artillería y los dragones, podría haber atravesado el centro de la ciudad y unirse al general Craufurd? R. No requería pasar por el centro del pueblo. La posición del general Craufurd estaba algo a la derecha; los dragones del 6° y 9° eran perfectamente eficientes en la situación en la que se encontraban, aunque antes habían sido rechazados. No creo que hubieran podido penetrar por el pueblo, pero en circunstancias de gran dificultad, hasta la posición del general Craufurd. P. ¿Ingreso en la ciudad el 6 o 7 de julio en cumplimiento de mis órdenes? R. Lo hice, tanto el 6 como el 7. P. ¿Qué informe me hizo de las observaciones que había hecho sobre el estado y la disposición de los habitantes y el control que tenía sobre ellos el general Liniers? R. En la tarde del día 7, un oficial español llegó con una bandera de tregua a la plaza de los toros alrededor de las dos y media, cuando estaba conversando con el general Whitelocke, y trajo una carta del general Liniers diciendo que la fuerza británica dentro de la ciudad hizo fuego y de hecho disparó a dos españoles, y se quejó de esta - 225 - conducta como una ruptura de la tregua, que, de persistir, no podría responder por las vidas de los prisioneros. Se me ordenó regresar con el oficial español, llevando conmigo una escolta y una bandera de tregua, con la garantía al general Liniers de que la circunstancia eran desconocidas en el cuartel general y que debió surgir por algún error. Al llegar a la gran plaza que conduce al fuerte, la encontré ocupada por tres o cuatro mil de la chusma armada, que de la manera más insultante se negó a reconocer la bandera de tregua, ni a dejarme pasar. Al mismo tiempo, insultaron a la escolta y a mí mismo, escupiéndonos y disparando sobre nuestras cabezas, por así decirlo, para intimidarnos. Así estuvimos detenidos casi media hora, cuando dos oficiales españoles montados con algunos dragones, vinieron y me condujeron hasta la barrera del fuerte, que al abrirse la chusma se abrió paso ante mí aunque con cierta dificultad. Me llevaron a la habitación donde estaba el general Liniers. Las avenidas estaban llenas por la chusma que llamaba a la signora Pack, es decir, al coronel Pack. El general Liniers estaba en ese momento hablando con algunos de la chusma que se habían abierto paso hacia la habitación, donde había varios oficiales británicos, y en ese momento agarró por el cuello a uno de los más turbulentos de la chusma y lo amenazo. Entregué al general Liniers las órdenes que había recibido del general Whitelocke, que aparentemente explicó a la turba que había irrumpido en la habitación y que parecía en cierta medida tranquilizada por ella. En ese momento había dos o tres sacerdotes parados alrededor de la silla del coronel Pack, supuse que con el propósito de protegerlo, el contingente había estado cenando y la tela aún no se había quitado. Pedí una escolta española, que ahora se había vuelto absolutamente necesaria con la mía, y la obtuve. Al reingresar al patio entrando a la gran plaza, encontré que la violencia de la turba aparentemente había aumentado mucho, nos insultaron de la misma manera, y estuve detenido más de una hora, durante la cual pensé que deberíamos haber caído en sacrificio a su rabia, y no sin los mayores esfuerzos de la escolta española, se nos permitió seguir adelante. Estaba oscuro antes de llegar al cuartel, cuando hice este informe casi con las mismas palabras que ahora he repetido. P. ¿Se firmó el tratado en ese momento? R. El tratado definitivo no llegó al cuartel general hasta pasadas las ocho de la noche y no había sido firmado a esa hora. P. ¿Cuánto tiempo pasó desde que regresó de Buenos Aires al cuartel general, antes de que se firmara el tratado definitivo? R. No hice mi informe hasta el anochecer, y entonces no se había firmado el tratado definitivo. P. ¿Se firmó el tratado definitivo esa noche o no? R. No puedo hablar con certeza, pero creo que lo fue. P. Después de su regreso de la ciudad, ¿llegó algún oficial español al cuartel general esa noche? R. No lo sé. Había llegado el coronel Pack, pero no recuerdo ningún otro. - 226 - P. Usted ha dicho que en la tarde del día 3 se encontró con los carabineros y los dragones ligeros del 9° que se retiraban. ¿Sabes qué proporción de los dragones se dedicaban a ese servicio? R. Creo que un escuadrón. Después de hacer mi primer informe en el cuartel general, encontré a todo ese regimiento en esa posición. Examinado por el Tribunal. P. ¿Observó cuando entró en la ciudad en la tarde del día 5 si los colores británicos habían sido quitados del Convento de Santo Domingo? y si es así, ¿informó de esa circunstancia al teniente general Whitelocke? R. No vi colores en el convento de Santo Domingo. Los únicos colores que vi, fueron los colores del Rey de un regimiento que estaba en la residencia, y continuaron flameando todo el tiempo que pude ver esa noche. P. Su respuesta anterior fue que vio a nuestros hombres en lo alto de los edificios del centro. R. Lo hice. Vi fusileros actuando en el campanario. P. ¿Los vio por la noche? R. No lo hice. Una densa bruma provenía del río que dificultaba la visión. P. ¿Sabe si el disparo de los cañones contra los dragones desmontados fue desde el fuerte? R. No hubo disparos de cañón contra los dragones cuando estaba con ellos. El enemigo había sacado una pieza de campo, pero el fuego fue muy ineficaz. P. ¿Opina o no que el teniente general Whitelocke tenía los medios en su poder para abrir una comunicación con el general de brigada Craufurd en el transcurso del día 3, si se hubiera esforzado por ello? No va a aplicar su respuesta a ningún intento que pueda hacerse a través del pueblo, sino de cualquier otra forma. R. No estoy seguro que el general Whitelocke conociera la posición del general Craufurd. Sin toda la fuerza del general Whitelocke habría sido difícil, y aunque creo que podría haber penetrado en la posición con toda su fuerza, debió haber sido atendido con gran dificultad y pérdida. Sin embargo, esto es mera cuestión de opinión. Cuestionado por la defensa del general Whitelocke con permiso del Tribunal. P. Cuando informó de la casa desde la que tenía una vista de la ciudad, ¿expresó el teniente general Whitelocke alguna inclinación por ir a ese lugar? R. Al presentar mi informe al general Whitelocke, él no expresó ninguna inclinación a ir allí. Mi reconocimiento no se limitó a una sola casa, sino que se refirió a muchas. P. Por el fiscal - ¿Tenía algún medio de saber si había enemigos en alguna fuerza entre el cuartel general y la Residencia en las afueras de la ciudad? R. No tenía forma de saber qué fuerza tenía el enemigo más allá del fuego disperso que se mantuvo durante toda la mañana. - 227 - P. ¿Cómo puede decir entonces que una cooperación con el general de brigada Craufurd hubiera sido difícil al marchar por las faldas del pueblo hasta la Residencia? R. Se intentaron en algunas partes de la ciudad y el enemigo estaba preparado en todos los lugares. Ya he dicho que podría haberse hecho con dificultad; el enemigo estaba tan bien preparado en todos los puntos en los techos de las casas tanto a derecha como izquierda. P. ¿Recibió usted o alguno de los ayudantes de campo del general Whitelocke alguna orden de penetrar en todos los riesgos de la columna al mando del general de brigada Craufurd, o alguna de las otras columnas de la derecha? R. No conozco órdenes a tal efecto. El capitán Whittingham fue llamado y examinado más a fondo. El fiscal insinuó a la Corte, que como el testigo no pudo asistir ayer por indisposición, habría interrogado al Coronel Torrens sobre el fondo del informe que hizo el Capitán Whittingham en su presencia; pero no había podido enunciar el todo con precisión. Por lo tanto, pensó que le ahorraría tiempo al tribunal al leer ahora esa parte de las pruebas del coronel Torrens; y si hubiera alguna omisión. El capitán Whittingham tendría la oportunidad de enmendarlo y corregirlo. A continuación se leyeron las actas de las pruebas del coronel Torrens. Capitán Whittingham, no tengo nada que agregar. Salimos del corral a las dos y media. Llegué a la Residencia a las cuatro y regresé directamente. P. ¿Tuvo alguna conversación con el teniente general Whitelocke a su regreso, sobre el tema de su visita a la plaza de los toros esa noche? R. Le comuniqué que Sir Samuel Auchmuty deseaba que fuera a la plaza de los toros, pero no tuve más conversación con el teniente general Whitelocke sobre el tema. P. ¿Le dio alguna opinión al general Whitelocke en cuanto a que sea factible o seguro? R. No lo hice. Como había regresado solo con los dragones, pensé que no había duda al respecto. P. Indique las órdenes que recibió para abrir una comunicación con el flanco derecho, y lo que hizo en consecuencia de esas órdenes, la fuerza de la escolta que llevó consigo, el tiempo que le tomó realizar ese servicio y las dificultades de cualquier tipo con el que se encontró. R. En la mañana del día 6, poco después del amanecer, alrededor de las seis y media, salí de la casa del Sr. White, con 10 dragones y 50 soldados de infantería. Mis órdenes eran encontrar al coronel Mahon y pedirle que avanzara hasta el Miserere sin pérdida de tiempo. Entonces debía pasar a la residencia, y luego a cualquier puesto que ocupara el ejército. Llegué a los puestos de avanzada del coronel Mahon y me llevaron a su cuartel general cerca del puente, donde le comuniqué las órdenes del general Whitelocke; y dejando con él a los 30 de infantería que me habían acompañado, recibí 100 del regimiento 40°. Hacia la una llegué a la Residencia, donde encontré siete compañías del 47°, al mando de los Mayores Tolly y Nicholls, allí me enteré, que en la mañana del día 5 se había - 228 - visto una bandera inglesa ondeando en dirección norte aproximadamente a la distancia de 1800 yardas (1640 metros); que el coronel Guard había avanzado en esa dirección, con los granaderos del 45°, y no había regresado y que la bandera había sido izada entre las tres y las cuatro de la tarde del mismo día. Mientras estaba en la Residencia, el enemigo trató de llevar cañones contra el Convento, pero el Mayor Nicholls cargó contra ellos y tomó dos obuses. Los Mayores Tolly y Nicholls, habiendo dado su opinión, considerando todas las circunstancias, que sería en vano que intentara penetrar en busca del general Craufurd, comencé a las cuatro en punto mi retirada y a las seis y media llegué a el Miserere, que encontré ocupado por la brigada del coronel Mahon. Le repetí al coronel Mahon la fuerza de la Residencia, y el hábil señorío en que ese puesto había sido ocupado por los Mayores Tolly y Nicholls; las provisiones que habían encontrado en el convento y las casas adyacentes; la facilidad con la que se puede abrir una comunicación con la marina; los dos cañones y obuses que se habían tomado; la necesidad que habían expresado de un oficial de artillería; las ventajas que obtendrían de su ayuda, y también de un refuerzo. El coronel Mahon respondió de inmediato, que a la mañana siguiente, a la luz del día, enviaría un refuerzo de 300 hombres y un oficial de artillería. P. ¿Ofreció o no, a los mayores Tolly y Nicholls en la Residencia, la infantería que habías llevado consigo, e intento retirarse con los 10 dragones, la única parte restante de su escolta? R. Lo hice. P. ¿En el momento en que hizo este reconocimiento habían cesado todas las operaciones contra la ciudad de ataque de las columnas? R. No puedo responder positivamente a esa pregunta. Salí del Miserere a la luz del día y no me fue posible saberlo. P. Describa al Tribunal con qué obstáculos del enemigo o de otra manera al realizar este servicio; y su línea de marcha tanto en la ida como en la vuelta a la Residencia; la distancia desde la casa del Sr. White hasta el puente; de allí a la Residencia, y de la Residencia al cuartel general. R. Generalmente las casas estaban ocupadas por hombres armados, y en el camino había algunos grupos sueltos de jinetes; pero no se nos opuso ningún obstáculo de importancia. Empleé a la infantería por los flancos, y los dragones fueron suficientes para despejar los caminos. Desde la casa del Sr. White hasta el puente había entre cinco y seis millas (8 - 9.5 kms); del puente a la Residencia algo más de dos millas (3.2 kms), y de la Residencia a la casa del Sr. White, unas cuatro millas (6.4 kms). P. De las observaciones que hizo en la realización de este servicio, ¿es o no su opinión de que se pudo haber abierto una comunicación con la Residencia desde el cuartel general el día 5? R. Creo que podría haberse abierto; porque en el momento en que fui la fuerza enemiga era más despreciable que después de la rendición de la brigada ligera. - 229 - P. ¿Hizo el teniente general Whitelocke algún intento, personalmente o de otro modo, de cooperar y apoyar las diferentes columnas involucradas en el ataque del 5 de julio, con la excepción de las dos órdenes a las que se han aplicado sus pruebas? R. Entendí que al Mayor Costley se le había ordenado que marchara a la derecha. P. ¿Es ese el único intento que conoce? R. Lo es. El capitán Foster fue enviado al centro; pero, excepto entonces, no sé de ningún otro intento después de la retirada de los guardias del sexto de dragones y del noveno de dragones ligeros. P. Si el Mayor Costley hubiera sido enviado al centro, con solo dos o tres dragones, ¿debería haber pensado que era una escolta adecuada para abrir cualquier comunicación con las columnas atacantes? R. Creo que no. Era imposible que los dragones actuaran en ese lugar cerrado, sin tener alguna infantería que actuara como flanqueadores. Interrogado por el teniente general Whitelocke. P. ¿Cuándo recibió la orden de ir a la derecha, la noche del día 5? R. Recibí mis órdenes la noche del día 5. Entre las doce y la una de la noche, el general Whitelocke se acercó a mí y me pidió que me hiciera particularmente dueño de las distancias y rumbos de la ruta que debía tomar a la mañana siguiente. También deseaba que enviara a buscar a una persona inteligente (se entiende por alguien que dominaba el idioma inglés) que estaba entonces en la casa y le interrogara minuciosamente sobre el tema. P. ¿Qué razón le dio el Mayor Nicholls para no permitirle dejar a sus 100 hombres, después de haber expresado su deseo de un refuerzo? R. El mayor Nicholls sentía tanta confianza en su posición que no estaba muy ansioso por recibir un refuerzo y dijo que sería de mayor importancia asegurar mi regreso al cuartel con mi informe. Examinado por el Tribunal. P. ¿Regresó de la Residencia por una ruta diferente a la que marchó desde el puente? R. lo hice; se acercaba la noche y mi partida era mucho más fuerte; por tanto, volví por un camino más corto y cercano a la ciudad. P. Cuando el General Whitelocke le pidió que se familiarizara con los rumbos y distancias de la ruta que iba a realizar la mañana del día 6, ¿le comunicó él mismo alguna información sobre el tema? R. La persona que llamé fue examinada ante el teniente general Whitelocke y conocía perfectamente el país. P. ¿Sabía usted de alguna dificultad mayor para avanzar hacia el flanco derecho que la que encontró al ir hacia la izquierda el 5? R. Había más hombres montados a la derecha, pero la oposición que ofrecían no era digna de mención. - 230 - El teniente coronel Bourke llamado y examinado más a fondo. P. ¿Estuvo con el teniente general Whitelocke durante el 5 de julio? R. Lo estaba. P. Declarará ante la Corte cualquier circunstancia militar exhibida con los cargos relacionados contra el General Whitelocke, que ocurrieron desde la mañana del día 5 hasta la conclusión del tratado, incluyendo en esa declaración, todas las operaciones del ejército, los medios utilizados, y los esfuerzos personales del comandante en Jefe para cooperar y apoyar a las diferentes columnas en el ataque a la ciudad, las órdenes dadas para tal fin, los movimientos y la estación de la reserva u otras divisiones del ejército, no inmediatamente comprometido en el ataque. R. Poco después del disparo del cañón de señal de ataque, en la mañana del día 5, le comuniqué al comandante de las fuerzas que las diferentes columnas se habían marchado todas y que los carabineros y el 9° de dragones ligeros estaban apostados en dos calles asignadas a ellos en órdenes generales y dije, que poco después de eso, percibí los botes cañoneros, como suponía, para cubrir el 38° regimiento. Alrededor de las diez de la mañana, vi a los carabineros y a los dragones ligeros del 9°, que regresaban del fallido intento que habían hecho en la calle central; se detuvieron a unas 500 yardas (457 mts) frente al punto desde el que habían comenzado originalmente, y creo que el número total estacionado en ese lugar era de unos seiscientos. Había unos ciento cincuenta más de los dragones ligeros del 9° apostados en el Corral de Miserere, donde se encontraba el propio comandante de las fuerzas. Aproximadamente a las dos y media en punto, estando yo presente cuando el comandante de las fuerzas envió al capitán Whittingham a la izquierda. No recuerdo ninguna otra circunstancia ocurrida ese día, que podría dar en respuesta a esta pregunta. Pienso que a la una o las dos de la mañana del día 6, el general me pidió que escribiera algunas órdenes, que él dictó y que le fueron entregadas al capitán Whittingham, quien salió al amanecer de esa mañana. Hacia las diez de la mañana del mismo día, el General se trasladó a la plaza de los toros, con una pequeña escolta de dragones desmontados, y creo que con dos cañones de seis libras y unos pocos de caballería montada. No ocurrió nada en particular en esta marcha. Entendí por una conversación que tuve con el General antes de la marcha, que su intención era mantenerse a la izquierda en la plaza de los toros y acercar todas sus fuerzas restantes hacia ese punto. No recuerdo ningún hecho militar en particular en la plaza de los toros, durante los cuatro días que estuve allí. Navegué hacia Inglaterra el 10 de julio. Quizás debí haber observado que en la mañana del día 8 establecí la línea de demarcación de los puestos de avanzada de los dos ejércitos, con un oficial de estado mayor enviado por los españoles para tal fin. P. ¿Conoce algún esfuerzo personal realizado por el General Whitelocke, durante el día 5, o de cualquier otro intento, además de los que ha descrito, de cooperar y apoyar a las diferentes columnas de su ejército, quién por sus órdenes habían entrado en la ciudad ese día? R. No conozco ningún esfuerzo realizado por el general Whitelocke en su propia persona. Creo que envió al mayor de brigada del general Gower con un mensaje a la - 231 - derecha, y percibí que enviaba con frecuencia al capitán Foster a la ciudad de Buenos Aires; pero tampoco estuve presente cuando les dio las órdenes. P. ¿Sabe por qué el teniente general Whitelocke no utilizó esfuerzos o medios personales distintos de los que ha descrito para los fines indicados en la última pregunta? R. No lo hago. P. Si se hubieran adoptado los medios adecuados para unir el cuerpo al mando del coronel Mahon con los que estaban en el cuartel general, ¿no habría estado en el poder del general Whitelocke abrirse paso a la fuerza en la ciudad y unirse a las fuerzas británicas? ¿O no hubiera estado en su poder abrirse paso con estos cuerpos hasta la Residencia, la mañana del día 6? ¿Y no habría sido tal esfuerzo de su parte el mejor medio de ayudar a las columnas atacantes y de haber restaurado la fortuna del día? R. Creo que si se hubieran adoptado los medios adecuados, no habría habido gran dificultad en unir el cuerpo al mando del coronel Mahon, con los del cuartel general el día 4, o temprano en la mañana del 5. El efecto que podría haber producido un ataque de ese cuerpo es más de lo que puedo presumir, sin haber visto nunca las defensas del enemigo. Creo que no habría habido ninguna dificultad en la mañana del día 6, incluso con una fuerza mucho menor, para comunicarse con la Residencia. P. ¿No habría brindado mejores posibilidades de éxito al ataque el haber llevado al cuerpo del Coronel Mahon a una posición en la que pudiera haber cooperado con una u otra de las columnas atacantes? R. Ciertamente lo haría. P. ¿Se le consultó alguna vez sobre el tratado? R. Me mostraron la primera carta enviada por el general Liniers la mañana del 6 de julio, el comandante de las fuerzas me preguntó mi opinión al respecto en presencia del general Gower, y le dije que pensaba que debería rechazar la citación. Le repetí la situación del resto de la fuerza de la izquierda. El general Gower observó que él tenía la misma opinión y que una respuesta a ese efecto iba a ser enviada, cuya respuesta, con algunas modificaciones insignificantes, fue enviada. El general Whitelocke no volvió a consultarme sobre el tema del tratado. P. ¿Le dio alguna opinión al general Whitelocke sobre ese tema? R. Nada más que lo que he manifestado, hasta posteriormente a su regreso a Montevideo. Contrainterrogado por el general Whitelocke. P. ¿No hubo tropas del enemigo montadas en nuestro flanco y retaguardia durante todo el 5 de julio? R. Los hubo, en cantidades considerables. P. ¿Qué fuerza tenía en el Corral con la artillería el día 5, para la protección de los cañones y de los enfermos y heridos? - 232 - R. Excepto de los 600 que he dicho que estaban en las calles del centro, eran unos 320, en los que incluyo 83 dragones desmontados, adscritos al Comisario general. P. ¿Cómo estaban armados los hombres adjuntos al comisario general? R. Creo que solo con carabinas. P. ¿Escuchó antes o el 5 de julio alguna duda expresada por alguno de los oficiales sobre el éxito del ataque y cuál fue el destino de la brigada del general Craufurd al final del ataque? R. Nunca escuché ninguna duda expresada sobre el éxito del ataque, y recuerdo que un poco antes de la puesta del sol en la tarde del día 5, el General expresó cierta ansiedad a sus oficiales generales en cuanto al destino de la brigada del General Craufurd. Me dijo que dependía mucho de la habilidad del general Craufurd, y que esperaba saber pronto que estaba bien posicionado. P. ¿Ha examinado especialmente el terreno que ocupamos en la plaza de los toros? Indique qué mando tenía sobre la ciudad de Buenos Aires. R. Examiné ese terreno con mucho cuidado. La plaza de los toros estaba situada al lado de un barranco y gran parte del pueblo quedaba al otro lado. El lado de la Plaza era el más empinado de los dos, y desde esa circunstancia dominaba la distancia de unas quinientas o seiscientas yardas (450-550 mts) hacia el lado opuesto, y una distancia de ochocientas yardas (730 mts) hacia el otro lado. No poseía ninguna otra ventaja. P. Por su conocimiento del terreno en los alrededores de Buenos Aires, ¿podría haber ocupado el terreno de tal manera, incluso con toda la fuerza, como para cortar el suministro de la ciudad antes del 5 de julio? R. Yo concebiría por la gran extensión que sería necesario vigilar, probablemente no menos de cinco millas; desde allí hay al menos treinta caminos dentro de esa distancia, que conducen desde el campo a la ciudad; dado que la guarnición de la ciudad estaba en el menor cálculo, más del doble del número de asaltantes, y de la circunstancia de que el enemigo tenía un gran cuerpo de caballería regular constantemente acosando la retaguardia, tal bloqueo difícilmente podría tener éxito. También es necesario señalar que, en la época del año en que nos presentamos ante Buenos Aires, todos los pueblos de esa provincia están generalmente llenos de grano; siendo costumbre traerlo del campo antes de que empiecen las lluvias y se rompan los caminos. También nos habían informado antes de salir de Montevideo, que el enemigo estaba estableciendo almacenes de provisiones en el pueblo. Reexaminado por el Fiscal. P. ¿Se mencionó a las tropas montadas en la respuesta a la primera pregunta del general Whitelocke, y a las trescientas que el teniente coronel Torrens y el capitán Whittingham dispersaron el día 5, todas con la misma descripción? R. Creo que todos lo fueron. P. ¿Es o no es su opinión, que hubiera sido posible golpear y bombardear la ciudad con efecto, mediante un ataque combinado por mar y tierra, el 5 de julio o después? - 233 - R. Creo que hubiera sido factible destruir un número de casas, pero no para incendiar la ciudad. Examinado por el Tribunal P. ¿Estuvo cerca del teniente general Whitelocke el 5 de julio y conoció las órdenes del ataque a Buenos Aires ese día? R. Estuve cerca del general Whitelocke todo ese día, pero solo un breve tiempo conversando con él. Estaba familiarizado con las órdenes. P. ¿Las órdenes para las columnas eran que penetraran hasta el río y el fuerte, y allí ocuparan los edificios más cercanos y esperaran nuevas órdenes? R. Las órdenes no expresaban que debían esperar más órdenes; pero debe haber sido así entendido. P. ¿Notó pronto que la comunicación entre el general Whitelocke y esos cuerpos fue interceptada por grupos del enemigo? R. en menos de media hora después de la marcha de las tropas. P. ¿Le pareció importante en algún momento de ese día, que el general Whitelocke se hubiera puesto a la cabeza del estado mayor y las tropas restantes, y en todo caso arriesgado a formar una unión con el ejército, para poder determinar el efecto del ataque, concurrir en sus esfuerzos y compartir su esfuerzo? R. A las ocho de la mañana, cuando descubrí que el fuego continuaba muy fuerte en la ciudad, y que no recibíamos información de los brigadieres al mando, pensé que era necesario comunicarme con ellos, y esa necesidad aumentó a medida que avanzaba el día; y si se hubiera podido obtener, no fue de otra manera que colocándose el General al frente de sus tropas, lo que en mi opinión debería haberse intentado. P. ¿Sabe si tal necesidad golpeó alguna vez al teniente general o si se le señaló? R. No puedo decir si alguna vez lo golpeó o no, pero no le fue señalado en mi presencia. P. Estuvo cerca de la persona del General Whitelocke, ¿puede entonces declarar en su opinión la causa que lo indujo a permanecer inmóvil en la retaguardia, para forzar su camino hacia su ejército y compartir su destino? R. Aunque nunca estuve lejos del General durante ese día durante un tiempo considerable, tuve tan poca conversación o comunicación con él, que no puedo intentar asignar ningún fundamento a su conducta. Cerca de las tres de la tarde, el presidente se levantó y se dirigió a la Corte de la siguiente manera: "Son ahora las tres, y la Corte ha terminado; pero como mañana está designado para el entierro de los restos de nuestro difunto miembro distinguido y lamentado, Lord Lake, y como una señal de respeto al memorial de ese ilustre y gran carácter, que fue colaborador de nosotros, y que, como lo expresa el poeta, “unió los modales más amables con el corazón más valiente", debo proponer, que la Corte sí se reúna en - 234 - duelo. Satisfecho de que no habrá Una voz disidente a esta proposición, la Corte se aplaza hasta mañana a las diez en punto" Vigésimo octavo (28) día Sábado 5 de marzo Reunido el Juzgado por aplazamiento, en duelo militar, según las resoluciones del día anterior, el secretario leyó una carta del Fiscal, manifestando que se encontraba confinado en su cama por una indisposición súbita y severa, y lamentando la necesidad que tenía de solicitar a la Corte que pospusiera el proceso de ese día. En consecuencia, el Tribunal fue aplazado hasta el lunes por la mañana. Vigésimo noveno (29) día Lunes 7 de marzo El Tribunal se reunió de conformidad con el aplazamiento. Se llamó de nuevo al teniente coronel Bourke y se le examinó de nuevo. Fiscal - Tengo entendido por el coronel Bourke, que desea corregir parte de su evidencia del día anterior. Coronel Bourke - En esa parte de mi interrogatorio, cuando me preguntaron si se habían adoptado las medidas adecuadas para unificar la fuerza bajo el mando del coronel Mahon y si el general había entrado a la fuerza en la ciudad. ¿Habrían sido tales esfuerzos de su parte, el mejor medio de ayudar a las columnas adjuntas y restaurar las fortunas del día? He respondido que no podía presumir de decir qué efecto podría haber tenido un ataque de esos cuerpos, sin haber visto nunca las defensas del enemigo. Le ruego que me dé permiso para decir que, como luego comprendí la pregunta, era que si el objetivo del teniente general Whitelocke hubiera sido simplemente abrir una comunicación. Ahora deseo agregar que, en mi opinión, una comunicación podría haberse abierto en cualquier momento el día 3, con cualquiera de los tropas; y tengo que decir, además, en respuesta, que por medio de las fuerzas unidas del coronel Mahon y el recibimiento en el Corral, se podría haber efectuado una comunicación con las tropas británicas en la ciudad, y que una cooperación de esa fuerza habría proporcionado el mejor medio de éxito. P. Si el general Whitelocke, cuando estuvo en la casa de White, hubiera concentrado sus fuerzas, ¿no habría podido ocupar los caminos entre el riachuelo y la Recoleta para cortar el suministro de provisiones que se llevaban a Buenos Aires en esa dirección? R. Creo que la distancia entre la parte más cercana del riachuelo y el convento de la recoleta era de al menos siete millas (11 kilómetros); y no concibo que con toda su fuerza de 7500 hombres hubiera sido posible haber guardado tan de cerca; tampoco creo que hubiera sido posible haber dividido las carreteras de manera tan eficaz como para interceptar suministros. - 235 - El teniente coronel Bradford llamado y examinado más a fondo. P. ¿Estuvo con el teniente general Whitelocke durante el 5 de julio? R. sí. P. Declare ante la Corte cualquier circunstancia material relacionada con los cargos contra el Teniente General Whitelocke, ocurridos desde la mañana del día 5 hasta la celebración del tratado; incluyendo en dicha declaración todas las operaciones del ejército, los medios utilizados y los esfuerzos personales del Comandante en Jefe para cooperar y apoyar a las diferentes columnas involucradas en el ataque a la ciudad; las órdenes dadas a tal efecto, y el movimiento y la posición de la reserva u otras divisiones del ejército que no participaron inmediatamente en el ataque. R. La mañana del día 5 acompañé al general Whitelocke al Corral. Las tropas habían avanzado de acuerdo con las órdenes, inmediatamente sobre el cañoneo, alrededor de las seis y media, y al comienzo de las cuales el general Whitelocke me indicó que fuera a la derecha, para ver si las tropas querían alguna ayuda para dirigirlas en las calles. Los dos regimientos de la derecha eran los dragones del 6° y el 45°. El 45° había abandonado el Corral y avanzaba hacia el pueblo; los dragones del 6° se equivocaron en su camino, les indiqué la dirección que debían tomar, después de lo cual regresé con el general Whitelocke e hice mi informe. Luego me indicó que ordenara a los guardias del sexto y noveno de dragones que avanzaran. Le informé que la calle estaba tan mal que el cañón no podía seguir el ritmo de la columna; Por lo tanto, deseaba que se dejara el arma con una escolta adecuada y que la columna avanzara sin ella, por lo que regresé y di estas órdenes, y también ordené que el teniente coronel Witherington avanzara con su cuerpo y se alojara lo más lejos posible en el pueblo. En la noche del 5 se envió un destacamento de artillería a la plaza de los toros. El general Whitelocke fue al cuartel general al atardecer y me ordenó que me hiciera cargo de los puestos en el centro de la reserva. Cuando el general Whitelocke abandonó el Corral a las 12 en punto del día 6, me ordenó que mantuviera ese puesto el tiempo que fuera necesario para esperar un cruce con las fuerzas de la derecha, al mando del coronel Mahon. Hacia las seis de la tarde llegó al Corral la división del coronel Mahón; y como consecuencia del informe traído por el capitán Whittingham desde la Residencia, se ordenó que se mantuviera un refuerzo de 150 hombres y un oficial de artillería en preparación para marchar a la luz del día por la mañana hacia ese puesto. Cuando ese destacamento estaba a punto de marchar se recibió una carta de la plaza de los toros, que contenía una propuesta de cese de hostilidades, y no hubo más movimiento. Hacia la una me reuní con el general Whitelocke. No recuerdo ninguna otra circunstancia. P. ¿Sabe de algún esfuerzo personal realizado por el general Whitelocke el día 5, o de cualquier otro intento realizado por él de alguna otra manera para colaborar con las diferentes columnas, que por sus órdenes habían avanzado hasta la ciudad de Buenos Aires ese día? R. No. P. ¿Sabe por qué el general Whitelocke no hizo ningún esfuerzo personal, o cualquier otro intento que los que ha descrito para los fines mencionados en la última pregunta? - 236 - R. No conozco ninguna razón, excepto que podría haber sido su confianza en que las tropas de antemano pudieran establecerse. P. ¿No se había entendido clara y generalmente, que cuando la columna marchó el día 5, que después de haber ganado las diferentes posiciones que les indicaban en las órdenes, debían estar allí para esperar nuevas órdenes? R. La orden no la di yo, por lo tanto, no lo sé. P. Si se hubieran adoptado los medios adecuados para unir el cuerpo al mando del Coronel Mahon con el del cuartel general, ¿no habría estado en el poder del general Whitelocke forzar su camino hacia la ciudad y unirse a cualquiera de las fuerzas británicas o lo haría? ¿No había podido forzar su camino con estos cuerpos hasta la Residencia la mañana del día 6? ¿Y no habrían sido tales esfuerzos de su parte el mejor medio para ayudar a las columnas atacantes y restaurar la suerte del día? R. Si. P. ¿Se le consultó alguna vez sobre el tratado? R. En ese momento estuve ausente en el Corral. P. ¿Qué número de presos se hicieron en el Corral? R. Aproximadamente 200. P. ¿tiene un recuento de la fuerza efectiva del ejército después del 5? R. Lo tengo, 5441 de soldados, fue el número efectivo total después del ataque. P. ¿Puede indicar toda la fuerza efectiva de la reserva en el Corral el día 5, distinguiéndola por regimientos? R. La fuerza en el Corral y los puestos de avanzada conectados con el Corral ascendieron a unos 1050 hombres; antes de las bajas en los carabineros y dragones ligeros del 9° alrededor de 1100. Esta fuerza se componía de la siguiente manera, avanzaron hacia la ciudad 600 hombres; en el Corral quedaron 180, incluidos 30 dragones montados con los carabineros; 83 de los dragones ligeros desmontados del 17° armado con pequeñas carabinas. En el hospital 60 del 88° y destacamentos de diferentes compañías cuidaron los pertrechos, que ascendían a 180. P. ¿Cuál fue el número total de prisioneros entregados el día 7? R. El número entregado fue de unos 1000, incluidos los capturados en el Corral; y como el tratado especificaba que todos los prisioneros debían ser entregados, creo que este debe haber sido el número total. P. ¿Cuánto tiempo después de que las diferentes columnas entraron en la ciudad por orden del general Whitelocke, percibió que todas las comunicaciones entre ellas y el Comandante en jefe fueron interceptadas por grupos del enemigo? R. No sé si fue interceptado en absoluto. Partidas del enemigo estaban en todas las casas, pero no sé si la comunicación estaba cortada en absoluto. Un cuerpo de tropas suficiente podría haberse comunicado en cualquier momento; pero no creo que hubiera sido aconsejable hacerlo por las calles centrales, luego del rechazo de los guardias del sexto y noveno de dragones, quienes fueron expuestos a un fuego muy - 237 - destructivo del enemigo, y sufrieron grandes pérdidas. Tengo entendido que fue posible comunicarse por la Residencia, y desde ese puesto con las demás tropas del pueblo y las de la iglesia de Santo Domingo. P. ¿Le pareció o no le pareció importante y en qué momento del día en que el general y su estado mayor deberían, a todo riesgo, unirse a su ejército, para que pudiera conocer el efecto de esos ataque que se había realizado, y han concurrido en sus esfuerzos posteriores? R. Creo que dejando hasta las 11 o las 12 en punto para recibir los informes, después hubiera sido recomendable hacerlo. P. ¿Sabe, o no, si tal necesidad golpeó alguna vez al general o si se le señaló? R. No lo sé. P. Como estuvo cerca de la persona del General Whitelocke durante el día 5, ¿puede indicar la causa que lo indujo a permanecer inmóvil en la retaguardia, separado de su ejército, en lugar de forzar su camino para unirse y dirigir sus operaciones, y compartir en su destino? R. Es imposible para mí decir por qué motivo fue impulsado. No me he formado ninguna opinión sobre el tema. Examinado por el Tribunal. P. ¿Los dragones del 6° y del 9° actuaron como infantería desde su desembarco en Ensenada hasta que se firmó el tratado? R. Lo hicieron. P. Describa sus armas. R. Eran las viejas carabinas británicas, creo. P. ¿El general Whitelocke utilizó algunos, y qué, esfuerzos para suministrarles mosquetes y munición para mosquetes durante ese período, o anteriormente en Montevideo? R. Hasta la llegada del general Craufurd no teníamos armas de repuesto. No conozco ningún esfuerzo para suplirlos. Ahora recuerdo que el noveno dragón tenía mosquetes. P. ¿Sabía usted, como ayudante general, dónde estaba el coronel Mahon con su cuerpo la mañana del 3 de julio? R. No envié la orden al coronel Mahon, pero entendí que se había enviado una orden en la tarde del día 4 para marchar desde Reducción y tomar posición en el puente; pero no sabía que se había recibido la orden hasta su llegada la mañana del día 6. P. Cuando el general Whitelocke salió del Corral para dirigirse a la plaza de los toros, ¿apareció el enemigo con alguna fuerza sobre el Corral? R. No recuerdo haber visto al enemigo en absoluto en el Corral ese día. Algunos rezagados atacaron los puestos en la retaguardia algún tiempo después de la partida del general. - 238 - P. ¿El enemigo hizo algún otro intento durante el tiempo que estuvo al mando? R. El único ataque fue por la retaguardia, como dije antes, y fueron rechazados de inmediato. Se llamó al capitán Browne, ayudante de campo del general Whitelocke. Fiscal. Ahora he llamado a todos los oficiales que estaban inmediatamente sobre la persona del teniente general Whitelocke; y aunque no estoy al tanto de que el Capitán Browne pueda dar a la Corte más información, he deseado que todos los miembros del personal del Teniente General Whitelocke estuvieran aquí listos para responder cualquier pregunta que se considere necesario hacer, por lo que pensé que era correcto, llame al Capitán Browne para responder a cualquier pregunta que el Tribunal considere apropiado plantearle, o si el propio General Whitelocke desea examinarlo. El capitán Browne, al no ser interrogado por ninguna parte, se retiró. Fiscal - Con respecto al cuarto cargo, el Tribunal debió haber considerado indispensable la prueba de un testigo; Me refiero al teniente coronel Browne, que mandaba en Montevideo al momento de la firma del tratado. Pero entendiendo por parte del general Whitelocke que está dispuesto a admitir cualquier hecho que el coronel Browne pueda ser llamado a probar, y que ese oficial tiene algún asunto importante que lo obligó a salir de la ciudad, he creído apropiado prescindir de su asistencia. El tacto que pretendía haber demostrado al llamar al coronel Browne era que Montevideo estaba bien y adecuadamente guarnecido y provisto contra ataques, y que no estaba en estado de bloqueo o asedio en el período de la firma de ese tratado. Luego se ordenó ingresar y leer la siguiente minuta: "El teniente general Whitelocke admite que, en el período del tratado, el fuerte de Montevideo estaba bien y suficientemente guarnecido y provisto contra ataques, y no se encontraba en ese período en estado de bloqueo o sitiado". Fiscal - "Ahora debo informar al Tribunal que aquí concluyo mi prueba, y el Tribunal decidirá cuándo entrará en su defensa el teniente general Whitelocke". Después de una breve pausa, el presidente se dirigió a la corte. "Como el general Whitelocke requiere hasta el lunes próximo para prepararse para su Defensa, la Corte se levanta hasta ese día a las diez en punto". Trigésimo (30) día Lunes 14 de marzo La defensa Al reunirse el Tribunal de conformidad con el aplazamiento, y habiendo tomado su lugar el General Whitelocke, comenzó a leer su Defensa de la siguiente manera. Sir William Meadows y los oficiales generales de esta Corte, La satisfacción que siento al haberme permitido finalmente reclamar la atención y la indulgencia de la Corte, es - 239 - proporcional a la ansiosa impaciencia con la que he esperado esta oportunidad de explicar mi conducta en América del Sur y las causas que llevaron al resultado que constituye el tema de la presente investigación. La decepción de las esperanzas que había albergado sobre el éxito de una expedición, sobre la que se habían formado tales expectativas, en todos los puntos de vista, militares, políticos y comerciales, me había preparado para enfrentar un sentimiento fuerte y general que correspondía con el mío propio; el asistente natural y casi necesario de la desilusión y la desgracia pública. Me había preparado también para escuchar los clamores de los decepcionados y las críticas sobre mi conducta de aquellos cuyos deseos e intereses los llevaban a juzgarme únicamente por los hechos, sin ningún medio adecuado de información; pero sintiéndome consciente de que me había esforzado celosamente por cumplir con mi deber, y que en los últimos sacrificios que las circunstancias adversas me habían inducido a hacer, había desatendido todas las consideraciones interesadas y me había movido solo por motivos públicos, confieso que fue con sorpresa así como mortificación, cuando descubrí, a mi regreso, que las opiniones que se habían propagado con tanta diligencia en cuanto a mi conducta en América del Sur, habían sido, en cierta medida, acogidas en los sectores más altos; que las calumnias más perjudiciales para mi carácter habían sido objeto de discusión oficial; y que ningún individuo se había ofrecido a presentarse como mi acusador, se adoptaron procedimientos [novedosos en nuestra jurisprudencia militar, por más sancionados que sean por otros tribunales], con el propósito, como debería parecer, de reunir pruebas para convertir esas calumnias en cuestiones de cargo. Mientras estuve ausente, mi conducta y la de los demás habían sido prejuzgadas, y habían sido objeto de una discusión intemperante y prematura en los periódicos diarios, y yo lo había hecho sin juicio, ni siquiera investigación; he sido objeto de indignación y desprecio públicos, por haberme deshonrado a mí mismo, a mi profesión y al carácter militar de mi país. Sin embargo, tan pronto como se supo que el gobierno había decidido que se llevara a cabo una investigación sobre mi conducta, los editores de los periódicos públicos, movidos por un sentido de propiedad decente y justicia común, se abstuvieron de hacer más comentarios. Pero un oficial subalterno, que sirvió en la expedición, consideró conveniente, con pleno conocimiento de que estaba bajo arresto y, por lo tanto, para todos los propósitos de la ley y la justicia en mi juicio, publicar una difamación sobre la conducta de mí y de otros, por el propósito expreso de procurarse un beneficio para sí mismo a expensas de una flagrante violación de todos los principios de honor o sentimiento, y de las leyes del país, esforzándose por mantener y excitar los más fuertes prejuicios del público contra mí, y un sostenido oficial de otro regimiento no se ha avergonzado de patrocinar este libelo y distribuirlo con la mayor diligencia. Irritado como estaba necesariamente por estos ataques poco varoniles, y al escuchar las tergiversaciones en las que se basaban, y ansioso como debía estar por retener la buena opinión de mi país, sentía que, considerando mi propio carácter y situación, el respeto debido al ilustre personaje al frente del ejército, y a mi soberano, y en un caso como este, [donde el público está tan profundamente preocupado], más aún, quizás, el respeto debido a esta honorable Corte, imperativamente llamado a esperar en silencio la oportunidad que se me ofrecía de explicar a mi soberano y al país mi conducta en el mando que me había sido confiado. - 240 - Por lo tanto, me abstuve de responder a cualquiera de las calumnias que se han propagado en mi contra, o de sancionar cualquier publicación o párrafo sobre el tema, y me retiré hasta el acercamiento de este juicio en el interior del país, negándome a mí mismo y a pesar de la gratificación de asociarme con muchos valiosos amigos que han estado ansiosos por mostrarse superiores a los prejuicios suscitados por el clamor popular y por llamarme su atención desde mi regreso. Menciono esto así deliberadamente para evitar cualquier sospecha posible de que yo podría sancionar, o tener conocimiento de una reivindicación que ha sido publicada por alguna persona completamente desconocida para mí. Estoy más ansioso por hacer esto, ya que la publicación aludió que contenía restricciones sobre la conducta de otros, y confío, por lo tanto, en que la Corte me excusará por haber dedicado algunos momentos de su tiempo a este tema. El conocimiento de que mis motivos y conducta debían ser sometidos y juzgados por un tribunal compuesto únicamente por personas competentes, por su rango en el servicio, sus hábitos, su experiencia y talentos, para formar una estimación justa de todas las peculiaridades circunstancias que constituyen el tema de la presente investigación, me apoyaron durante un angustioso período de suspenso y procrastinación, consideré mi juicio como una apelación al clamor popular, [pues no puedo sino llamarlo como se me aplicó antes del juicio o la investigación] a mentes honradas y cándidas, despojadas de todos esos sentimientos y prejuicios que influyen y dirigen el rumbo de la opinión pública, y confieso que me había halagado a mí mismo de haber encontrado, en este sentido, un protector incluso en mi fiscal, que, considerando su anómalo, y [espero poder decir sin ofender] sus deberes casi incompatibles, él, en el carácter de consejero y asistente de la Corte, se habría despojado de todos los sentimientos relacionados con prejuicio público, y que, actuando en calidad de fiscal, hubiera permitido que mi juicio comenzara con el comentario extraordinario que tanto sorprendió, creo, a todos los que lo escucharon; sin comentario, que, en la situación que él llena, y considerando la última característica que debe sostener después de que se completen los procedimientos y comience su deliberación, de un asesor, sobre los puntos en los que puede requerir su ayuda, no creo que pueda ser considerada justificable en cualquier período de dicho juicio, o después de cualquier prueba, por fuerte que sea, que pudiera haberse presentado. En efecto, el fiscal manifestó que debía seguir el ejemplo de sus antecesores en ocasiones similares, absteniéndose en esa etapa del procedimiento de cualquier observación detallada sobre los cargos. El único caso de importancia, creo, en el que un juez-abogado (fiscal) se ha encontrado en una situación similar a la actual, fue en el juicio del difunto Lord Sackville, en cuya ocasión el difunto Sir Charles Morgan, entonces Sr. Gould, no realizó ningún discurso a la Corte sobre la apertura de la acusación, y en su respuesta evitó con gran esmero ofrecer una sola observación que pudiera, de la manera más distante, ser considerada un discurso a las pasiones de la Corte, aunque las circunstancias que dieron origen a ese juicio había suscitado más sentimiento popular que cualquier otro que hubiera ocurrido antes, tanto que posiblemente dejara para siempre un tema de disputa histórica, si la sentencia incluso de la Corte no fue, en alguna medida, influenciada por esa sensación. Pongo en la liberalidad y franqueza del honorable fiscal, si no tengo algún pequeño derecho a quejarme, y a lamentarme, que no haya seguido el ejemplo de su predecesor y se haya abstenido de hacer declaraciones al público [por tal motivo un - 241 - discurso no podía ser destinado a la Corte] que las esperanzas [como le complació decir] se habían entretenido justa y generalmente, así como en general, de descubrir nuevos mercados para nuestras manufacturas y de dar un amplio alcance al espíritu de empresa mercantil y abriendo nuevas fuentes de tesoros; aunque toda la información sobre el estado de América del Sur y el espíritu hostil e implacable de sus habitantes hacia nosotros, ha demostrado que esas esperanzas eran completamente falaces; que se había abstenido de pedir en auxilio de esos cargos los intentos diarios de excluir nuestro comercio del continente europeo; e incluso la actual crisis del mundo, o el agravamiento del infortunio público por el peso acumulado de todas estas consideraciones, o las circunstancias de los informes a mi perjuicio que han sobrevivido a las primeras impresiones del dolor público, como prueba de que no han originado en el impulso natural de la mente humana para encontrar un objeto al que culpar. Bien puedan sobrevivir y continuar, en un tribunal de justicia, estos temas pudieran ser aplicados con tan estudiada fuerza de expresión, por una persona cuyo rango, posición en la vida y carácter público en esta Corte, no podría sino estimular el ya demasiado exasperado estado de la mente pública sobre la transacción ahora en cuestión. Estoy convencido de que cuando el Tribunal advierta la manera en que me han perseguido y, puedo decir, condenado por clamor público, sin juicio ni investigación, me perdonarán haber hecho este comentario; y me permitirá también exponer un motivo de denuncia más grave, aunque no más erróneo, que no puedo dejar de pensar que tengo derecho a formular sobre la forma en que se ha llevado a cabo el procesamiento en mi contra y la naturaleza de las pruebas que se han producido. Una desgracia, que naturalmente despierta un fuerte sentimiento público, puede imponer al gobierno el deber de ordenar que se investiguen las causas de esa desgracia; Tal investigación es, como ha dicho justamente el fiscal, tan necesaria para mi vindicación como para la satisfacción pública; si he sido desafortunado, pero no culpable, es el único medio por el cual podría esperar detener la marea de perjudicar; y si he sido culpable, es necesario con el fin de determinar el grado de mi delito y de presentar al público materiales auténticos sobre los cuales pueda formarse un juicio judicial sobre mi conducta. Ha fracasado una gran e importante expedición; las razones de su fracaso deben buscarse en las medidas de la persona responsable ante el público de su éxito, y no podría haber surgido ninguna dificultad [de hecho surgieron algunas] en la selección de los eventos particulares y las partes que parecían haber llevado a este fracaso como motivo de acusación contra mí mismo, y por el que debía rendir cuentas. No me quejé porque no sentí que tenía derecho a hacerlo en tal caso, si se hicieran adiciones a los detalles así seleccionados después de mi primera recepción de los cargos, que con una franca liberalidad me habían sido entregados tan pronto como se enmarcó, con el fin de permitirme prepararme mejor para mi defensa; pero tenía la esperanza cuando leí los cargos finalmente resueltos, que contenían tales especificaciones y con tales epítetos que no podían sino despertar sentimientos de mortificación, que difícilmente podrían aumentar, incluso con una sentencia de este Tribunal, haber visto todo lo que estaba acusado contra mí; y poco esperaba o imaginaba que me llamarían para recordar y defender cada acto, cada orden, cada expresión y casi cada pensamiento, no sólo de mí mismo, sino de los demás; cada detalle, por mínimo que sea, y si tenía un derecho, o debería haber sido puesto bajo mi conocimiento como comandante, o no; en suma, como ha reconocido y expresado - 242 - el Fiscal, no sólo la causa que impidió la reducción de la provincia de Buenos Aires, sino toda mi conducta en la expedición; Una investigación completa, y como verdaderamente afirmó, por primera vez, y espero por el bien de la justicia, por última vez, instituida en un tribunal militar. Menos aún podría suponer que la protección de la Corte hubiera sido necesaria para impedir que un Fiscal, educado en costumbres jurídicas, me persiga hasta en mis momentos privados, y exija a mi secretario que declare todas las conversaciones que, en la confianza de nuestra situación relativa, habían transcurrido entre nosotros; y, sin embargo, es sólo en este punto, y a través de la intervención de la Corte, que el Fiscal se ha detenido en su investigación. Suplico a la Corte con calma y franqueza que revise las pruebas y que separe [una tarea nada fácil] lo que me es aplicable a mí, de lo que se aplica solo a otros, pero más particularmente que separe las pruebas u opiniones sobre nuestras operaciones, fundado sobre la experiencia adquirida por la desgracia, y no sobre cualquier cosa que se me oyera o pudiera ser previamente conocida antes de que tuvieran lugar las operaciones, y sobre la cual yo solo podría haber actuado, y solo por la cual se me juzgará; advertir, en definitiva, a toda la prueba en la que se aplique el resultado y el conocimiento posterior, en lugar de la información previa, como el intermedio por el que se pretende probar la pertinencia de la medida adoptada. No se diga que esto surgió de la naturaleza de la acusación, porque si así fue, nada puede evidenciar con mayor fuerza la injusticia de tal proceder; la Corte pierde el beneficio de su asistencia letrada, en el tema en que es más útil, y los testigos su dirección y control; el acusado no tiene protección contra ella; un celo natural de cualquier interposición que pueda tener la apariencia más distante de excluir cualquier investigación, por remota que sea su aplicación, impide la posibilidad de su interferencia. Espero que no me acusen de haber interpuesto objeciones capciosas o estridentes; Me he esforzado concienzudamente por evitarlo. La Corte en narrativas elaboradas, sobre bases tan extensas, que comprenden cada acto y palabra, difícilmente puede interferir; naturalmente, son obstinados para interrumpir al Fiscal, o interferir con el curso del procedimiento, o el modo en que se ha preparado [después de una consideración madura, debe presumirse] para presentar las pruebas, más particularmente porque él es la persona a quien buscan consejos. El testigo, a menos que posea conocimientos legales y militares, no puede distinguir entre lo que tiene justificación para declarar y lo que no constituye prueba en contra del acusado. Es de suponer que había adoptado este curso tras una consideración completa. No podía esperar, por una objeción interpuesta apresuradamente y declarada, alterar una opinión formada tras una larga deliberación, y por lo tanto, de hecho, pierdo el beneficio de la protección a la que debería haber tenido derecho y que debería haber tenido, si el abogado no hubiera sido también mi fiscal. La consecuencia necesaria [y contra la cual no tengo protección] es que cada ocurrencia, cada irregularidad, cada conversación de otros se adelanta, y contribuye a hacer un agregado sumamente perjudicial para mí, no meramente en referencia a la prolongación de la investigación, [en sí mismo no es un mal insignificante] pero también en la impresión producida, incluso en aquellos más capaces de discriminar lo que es aplicable de lo que no lo es. Puedo preguntar con confianza a todos los miembros de la Corte, si es posible que pueda despojarse por completo de las impresiones generales que surgen de tal curso de pruebas incontroladas, y si la consecuencia necesaria de tal modo de proceder no es dar un color y tez desfavorable a todos los errores que pueda haber cometido yo - 243 - mismo, si no tiene una tendencia inevitable, incluso con las mentes más fuertes, a cargarme con todos los errores que pueden haber sido cometidos por otros, así como por mí mismo, desde la primera hora en mi desembarco, hasta mi salida del continente de América del Sur. Soy muy consciente de que esa impresión operará en el juicio final del tribunal; sólo puede producir en mentes elevadas y honorables, una vigilancia celosa para evitar que tal sentimiento influya en la consideración de los méritos reales de mi caso, pero aunque no se producirán efectos indebidos en las mentes de la Corte, tal curso de procedimiento debe Producir una fuerte impresión en el público, ya demasiado exasperado contra mí. Pero además de esta consideración, les pregunto a aquellos honorables miembros que han comandado o acompañado en altos puestos en importantes expediciones y operaciones militares, si cualquier expedición o largo tren de operaciones militares, por muy exitoso que sea, ¿podría resistir la prueba de tal investigación así realizada? Lo expongo a la franqueza y la liberalidad de cada individuo de esta Corte que ha sido así situado, y pregunto si, al mirar hacia atrás con el beneficio de la experiencia posterior de localidades y circunstancias, no puede descubrir una variedad de casos en los que habría seguido un rumbo diferente, con respecto a muchos detalles y operaciones interiores y accesorios. No se suponga ni por un momento que afirmo esto como una depreciación del talento de aquellos a quienes hago este llamamiento, o como comparando el mío con el de ellos, su alta estimación pública y militar, derivada del mérito reconocido así como del éxito, debe repeler inmediatamente tal sospecha. Solo pido el beneficio que me sea aplicable, al mostrar las dificultades y la injusticia en todos los puntos de vista de tal curso de procedimiento, y estoy satisfecho de que cuando la Corte en su deliberación final, y el público en períodos futuros, apliquen estas observaciones sobre la conducta de la acusación, y el modo en que se han presentado las pruebas, y la naturaleza de una gran proporción de ellas, se verá y se sentirá, que no me quejo de esto sin causa abundante. Creo también, que cuando la Corte considera que desde la importancia del tema, por la peculiaridad del juicio, y más aún por el rango profesional y la experiencia de los integrantes, este caso será citado en la historia y jurisprudencia militar como antecedente, ellos se unirán a mí en lamentar que el curso de los procedimientos ha puesto en sus actas, tanta evidencia de la descripción a la que he aludido. Ruego encarecidamente la atención de la Corte a estas observaciones generales, y que las tengan en cuenta como aplicables y auxiliares a muchas de las observaciones que tendré que hacer sobre las pruebas en detalle, y estoy seguro de que cuando la peculiar situación en la que me encuentro aquí se considera, creerán la Corte y el fiscal, que es con extrema desgana y bajo un fuerte sentido de la importancia de esta parte del caso para mí y para quienes puedan venir después de mí, que me he permitido hacer un solo comentario sobre este tema. Pasaré ahora al tema de su consulta: Están llamados a investigar las causas de la desilusión de las esperanzas públicas, a determinar si se encuentran en un uso torpe e imprevisto de los medios puestos en mis manos para lograr el objeto de la vista, o en las falsas expectativas que, por diversas causas, se había planteado sobre este tema, y en las opiniones falsas mantenidas y actuadas en relación con él. Que se habían suscitado falsas expectativas - 244 - y se habían albergado opiniones falsas, le probaré al Tribunal a partir de las pruebas que se han presentado, y de lo que presentaré, y mediante un argumento, tan concluyente como para forzar la no condena. Información falsa, derivada de diversos motivos de interés, había sido entregada al gobierno de este país, mi situación me ha brindado amplios medios de conocimiento; que se ha puesto en práctica, y se deducirá de mis instrucciones. Para una explicación completa sobre este tema, que es mi deber dar a la Corte, debo solicitar su atención paciente y seria; o si ejercité una sana discreción en las medidas que adopté. Es en el grado más alto necesario para mi defensa, pues a menos que la situación en la que me encontraba realmente con referencia a la posibilidad de obtener alguna ventaja comercial, a menos que la situación política de ese país, la disposición de los habitantes hacia nosotros, sus opiniones en relación con nosotros, ya sea en cuanto a lo que ha pasado o el curso futuro, se entienden completamente, no se puede formar un juicio correcto sobre la propiedad de mi conducta, o si he ejercido una sana discreción en las medidas que adopté o no. Entraré en esta explicación antes de proceder a considerar los cargos o los hechos que los precedieron o dieron lugar a ellos; y estoy más particularmente ansioso por grabar esta parte del tema en sus mentes, debido a la falacia y la consiguiente decepción de las esperanzas abrigadas en relación con nuestro intercambio con América del Sur. Han dado lugar a la mayor parte del sentimiento inesperado que ha sido excitado por aquellos cuyas esperanzas han sido así comprobados. Un comercio libre y desenfrenado con América del Sur había sido buscado y considerado ansiosamente durante mucho tiempo, como la apertura de uno de los campos más amplios para la especulación mercantil. Muchas circunstancias se combinaron para producir esta impresión, no sólo en la mente del público, sino también en la mente de muchos grandes y eminentes estadistas, cuyas opiniones han merecido justamente el mayor respeto. Se sabía que nuestros productos eran buscados con avidez, y adquiridos a cualquier riesgo, a través necesariamente de la restricción impuesta por España, sólo en una medida limitada, se sabía que esas restricciones eran objeto de denuncia en la mayor parte de las colonias españolas. También se sabía que el pueblo estaba dividido en facciones, y que estas diversas causas habían hecho que una gran proporción de los habitantes estuviera lista para la revuelta; y que un gran número de personas esperaban ansiosamente separarse de su madre patria como único medio de aprovechar las ventajas naturales de su situación local. Por tanto, fue naturalmente concluido que las personas se consideraban oprimidas más que protegidas, excluidas por las restricciones basadas en una política estrecha y egoísta de muchas ventajas comerciales, y estas cambiarían gustosamente su gobierno; y que si alguna vez estuviéramos establecidos en un puesto militar en el país, las causas anteriores facilitarían la apertura de un amplio intercambio con los habitantes y nuevos canales de comercio. Se suponía que el carácter de este país por la liberalidad y la buena conducta hacia los que estaban bajo nuestro dominio, nos aseguraba los buenos deseos de la mayor parte, y la cooperación de una gran proporción al menos de la comunidad. Las esperanzas y expectativas del público se elevaron al más alto nivel, y no existía ninguna sospecha de que fuera posible para la mayor parte de la población de América del Sur, albergar cualquier otro sentimiento que no fuera un justo sentimiento de apego a nuestro gobierno, y menos aún que éste. Era posible que existiera contra nosotros una antipatía tan arraigada que pudiera justificar la afirmación [cuya verdad ha sido probada para demostrar] que no teníamos, cuando - 245 - llegué a Sudamérica, entre los habitantes, un solo amigo en todo el país. Si la opinión del ilustre estadista, ya no más, que con tanta frecuencia había dirigido sus pensamientos hacia América del Sur, lo había llevado a contemplar la conveniencia de establecer puestos militares allí, o cooperar solo con aquellos que gustosamente hubieran seguido el ejemplo de América del Norte, y se valieron de nuestra ayuda para establecer su independencia, no tengo forma de saberlo; pero la experiencia ha demostrado que cualquier otro curso de procedimiento que el mencionado en último lugar, incluso si el más exitoso, y casi en proporción al éxito, debe haber tenido el efecto de colocarnos a una distancia mayor que nunca de nuestros objetivos últimos, los de la amistad, relaciones y comercio con el país. Sin embargo, un ataque, acompañado de un éxito temporal y una desgracia final, nos había enseñado a estimar con más precisión la dificultad de obtener un establecimiento en el país; pero el engaño sobre el tema de los sentimientos de la gente hacia nosotros, todavía prevalecía. Varios motivos y circunstancias contribuyeron a promover y mantener este engaño; los intereses mercantiles no se sintieron dispuestos a renunciar a las esperanzas y expectativas que durante tanto tiempo abrigaban y que habían sido elevadas al más alto nivel por los intentos que se habían hecho para afianzarse en América del Sur, aunque evidentemente probadas por la reconquista de Buenos Aires. De haber sido prematuro, quienes lo habían dirigido no quisieron creer o admitir, que toda la población del país era originalmente hostil con nosotros, y menos aún que se habían vuelto hostiles a todo lo ocurrido en la toma de Buenos Aires, o durante el período de nuestra posesión de la misma. La primera admisión habría condenado el ataque original como mal juzgado desde el punto de vista de la política, y la última habría implicado la conducta de quienes tomaron y por poco tiempo mantuvieron la posesión de Buenos Aires. Montevideo había estado representada por personas que habían estado en el Plata, para ser guarnecidas por unos pocos cientos de hombres, dos tercios de los cuales estaban dispuestos a unirse a nosotros, y personas dedicadas al comercio, más particularmente los balleneros del Mar del Sur, quienes estaban ansioso por establecer los medios para tener una salida de los artículos de este país; Diariamente se rodeaban ministros con representaciones del estado del país, que por la aparente veracidad y la supuesta autenticidad de las fuentes de donde derivaban, era casi imposible dudar. El muy hábil oficial que adquirió tanta distinción en la toma de Montevideo, salió bajo esas impresiones; Navegué bajo las mismas impresiones; mis instrucciones, a las que debo llamar la atención de la Corte, se basaron en la información que he detallado. Se supone en mis instrucciones que después de tomar mi primer objetivo, podría separarme con seguridad de una parte de la fuerza bajo mi mando y retener sólo unos ocho mil, que se suponía que debía en cualquier caso, además de las tropas que yo podría reunir en el país, ser suficiente para conquistar y mantener la posesión del país; pues tales habían sido las tergiversaciones al gobierno sobre este tema, que se suponía que una fuerza considerable de esta descripción podría establecerse con seguridad. Se me ordenó, como habrá observado el Tribunal, que tomara precauciones en cuanto al reclutamiento de esta fuerza local y, en particular, que me ocupara de que un tercio de cada rango de oficiales fuera británico, y que seleccionara la descripción y las clases de las cuales iba a ser formado, pero sujeto a estas precauciones, se concibió y así expresé en mis instrucciones, que se podría obtener mucha ayuda de esta fuente para asegurar las posesiones de Su Majestad en ese lugar, y evitar al mismo tiempo la necesidad de una demanda a las - 246 - fuerzas regulares de este país, [Utilizo las mismas palabras de las instrucciones] tal como la Corte habrá visto fue la impresión en este país sobre mi nombramiento al mando. - ¿Cuál era la situación real del país a mi llegada? Naturalmente, recurrí al oficial muy capaz y experimentado que estaba al mando en Montevideo y que se había dedicado diligentemente a adquirir toda la información posible sobre este tema. Descubrí que en el curso de sus operaciones contra Montevideo y después de su captura, tenía todas las razones para creer que la gente, sin excepción, era enemiga de nosotros; que antes de la rendición de Montevideo no podía confiar en ninguna información que recibiera, y que luego de su captura, un silencio hosco invadió todos los rangos. Pero también encontró motivos para creer que, por muy hostiles que fueran para nosotros, lo eran aún más para el gobierno actual, pues al llegar a Montevideo los informes, que luego resultaron falsos, de la abolición del Tribunal de Audienza (Las Audiencias Provinciales son los máximos órganos judiciales de las provincias de España), la anulación de la autoridad del Rey, y no enarbolando los colores españoles; los que antes parecían hostiles e inveterados, ahora lo presionaron para que avanzara un cuerpo a Buenos Aires y le aseguraron que si reconocía su independencia y les prometía la protección del gobierno inglés, el lugar se sometería. La fuga del general Beresford y el coronel Pack demostró que estos informes eran falsos; pero se comprobó que el virrey había sido hecho prisionero por su propia gente y que la ciudad era presa del desorden y el tumulto. La esperanza de que este desorden pudiera ayudar a nuestras opiniones, indujo a sir Samuel Auchmuty a escribir a quienes poseían la autoridad suprema en Buenos Aires. Su carta fue contestada por el general Liniers, el Andienza (audiencia, Audiencia y Cancillería Real de Buenos Aires) y el Cabildo, - El general Liniers concluye su carta con estas palabras: “Sólo tengo que señalar, además, que la determinación del pueblo, como ha sido representada por sus magistrados, es irrevocable; está resuelto a defenderse hasta el último extremo, y dispuesto a que su defensa sea memorable. Sus excelencias, por lo tanto, evitarán hacer más ofertas, porque tengan la seguridad de que no se devolverá ninguna respuesta y que nada más que la fuerza puede decidir nuestro destino.” Contesto la Audienza – “el ofrecimiento que ahora nos hacen sus excelencias, de nuestras leyes, religión y propiedad, bajo la protección del gobierno inglés, es conforme a la conducta del mayor general Beresford; es una ofensa contra el alto honor de nuestra nación, y lo entendemos como tal; Los españoles solo valoran sus propiedades y sus vidas para poder emplearlas al servicio de su rey. El pueblo de Buenos Aires, es el más fiel a su soberano de todos los que reconocen su dominio, se sienten felices de estar bajo él y están ansiosos por sacrificarlo todo en prueba de su lealtad. - 247 - Las numerosas tropas que tenemos aquí, están preparadas y dispuestas a hacer la defensa más enérgica, y las prematuras propuestas con las que vuestras excelencias se han esforzado por debilitar su amor por su rey, no han producido otro efecto que el de la indignación, que impresiona a todos con energía para resistir cualquier intento de destruir su felicidad.” Contesto el Cabildo, "Estamos dispuestos a derramar la última gota de nuestra sangre para demostrar al mundo que somos buenos súbditos y verdaderos españoles, y que somos mantos de humanidad, incluso hacia aquellos que, frente al Cabo Santa María (La Batalla del Cabo Santa María del 5 de octubre de 1804), la violó de la manera que fue presenciada por todo el universo. " No citaría la respuesta de un general, o de organismos públicos a tal carta como prueba de sus sentimientos, si todas las relaciones y eventos posteriores no hubieran demostrado que, en enemistad hacia nosotros, ellos también expresaron verdaderamente los sentimientos de los escritores, y la disposición del país que fueron unánimes en sus determinaciones, y lo demostraron en su conducta hacia nosotros. Sir Samuel Auchmuty descubrió que había dos partidos en la ciudad. El partido en el poder que eran en su mayoría nativos de España, en las oficinas principales de la iglesia y el estado, y dedicados al gobierno español, y en consecuencia la corte observará que el fundamento del rechazo de la Audiencia a las propuestas de Sir Samuel Auchmuty fue una decidida lealtad, un sentimiento al que apenas se alude en las cartas del general Liniers o del Cabildo. Su política había sido inflamar las mentes de la clase inferior contra los ingleses, con toda clase de exageraciones y falsedades, y llevarlos a actos atroces que pudieran excluir la posibilidad de cualquier comunicación con nosotros. Desde una conciencia en una situación similar, no respirarían más que venganza, no esperaban piedad y se desesperaron y decidieron. El segundo grupo estaba formado por nativos del país, con algunos españoles asentados en él. La disposición de la madre patria los había hecho más ansiosos por sacudirse el yugo español, y aunque por su ignorancia, su falta de moral y la barbarie de su disposición, eran totalmente incapaces de gobernarse a sí mismos, pretendían seguir los pasos de los norteamericanos, y erigir un estado independiente. Si les prometiéramos la independencia, se rebelarían insistentemente contra el gobierno y se unirían a nosotros con la gran masa de habitantes. Pero aunque nada menos que la independencia los satisfaría perfectamente, preferirían nuestro gobierno o bien a su actual anarquía, al yugo español, siempre que prometiéramos no entregar el país a España en paz; pero hasta que se haga tal promesa, debemos esperar encontrarlos enemigos abiertos o secretos. Tal fue la información que recibí de Sir Samuel Auchmuty, que he detallado en las mismas palabras con las que poco antes de mi llegada se la comunicó al Gobierno aquí, y que utilizo, porque no podía tan francamente, tan a la fuerza, o decirlo tan concisamente en otro idioma. Cada día producía sucesos que tendían a confirmar la veracidad y exactitud de este relato. No pudimos obtener inteligencia de la que pudiéramos depender en lo más mínimo, no pudimos procurar guías ni cuentas precisas del país para nuestras operaciones futuras. La fuerza nos consiguió todo lo - 248 - que poseíamos; buena voluntad nada; y de no ser por algunas circunstancias accidentales que pusieron en nuestro camino a dos o tres personas que tenían algún conocimiento leve del país, hubiéramos estado totalmente desprovistos de cualquier información. La evidencia que se ha dado [segundo cargo] ha demostrado cuán escasas eran nuestras fuentes de información. Me he adentrado bastante en estos puntos preliminares; pero como sin un conocimiento exacto sobre este tema, no se puede hacer una estimación justa, ni de las dificultades que tuve que encontrar, ni de las circunstancias y motivos que finalmente guiaron mi decisión; Me siento satisfecho de que la Corte perdonará mi violación de su tiempo y atención. Para mí, todo en la vida está en juego sobre el tema de esta investigación. He sido objeto de ataques virulentos y observaciones destempladas, y soy muy consciente de que los clamores que han suscitado y mantenido vivos los interesados y decepcionados pueden haber producido una considerable improcedencia en las mentes de algunos sobre quienes los prejuicios y la protesta popular deberían no operar. Si estos ataques y clamores hubieran continuado sólo para los interesados y decepcionados, los habría despreciado como hijos de pasiones mezquinas y egoístas; porque conozco las fuentes de las que provienen muchos de ellos y las causas que los han producido. Los aventureros necesitados, ya sea especulando por su propia cuenta o como agentes de otros que habían considerado nuestra relación con América del Sur como una fuente de riqueza ilimitada, encontraron nuevamente derrotadas sus esperanzas optimistas. Muchos de los que habían buscado la situación y los empleos en los territorios recién adquiridos vieron el fin de todas sus esperanzas y perspectivas. Todas estas descripciones, y que eran numerosas, consideraban a la persona que había renunciado a América del Sur como un enemigo personal, como el destructor de todas sus esperanzas y perspectivas, y pocos tenían la información o los medios necesarios para saber si surgía su decepción, de la falacia de sus propias esperanzas y especulaciones, incluso en el caso del éxito de la expedición, o del fracaso mismo; menos aún se inclinaban a someterse a sacrificios personales por cualquier objeto de interés público. Deseo excluir de estas observaciones a muchos mercenarios e individuos respetables que fueron impulsados por sentimientos muy diferentes, y que hacia mí mismo han seguido una línea de conducta muy diferente que no puedo, y sería indigno de la situación y el rango que he ocupado en la vida si podría ser indiferente a la opinión pública. Soy muy consciente de que se ha producido una irritación muy general sobre este tema, y sé que este sentimiento se ha incrementado, si no se ha efectuado en gran medida, por una estimación falsa del valor de lo que podría haberse ganado, y de lo que se ha perdido. Hasta ahora, por motivos de deber, me he abstenido de discutir este punto general del tema, por mucho que haya tendido a disipar el sentimiento que se ha excitado; y, por tanto, confío en que la Corte perdonará la ansiedad que he sentido al entrar en él particularmente ahora. Ahora procederé a los cargos. La Corte verá la aplicación de estas observaciones preliminares y, confío, sentirá su importancia en la consideración futura de este caso. Estoy sumamente ansioso por no molestar a la Corte con detalles irrelevantes o sin importancia, más particularmente porque la extensión con la que ya me he visto obligado a comentar puntos preliminares, y en la que debo observar las partes - 249 - realmente importantes del caso, debe necesariamente inducir el deseo de no ocupar el tiempo de la Corte en consideraciones inferiores. Al considerar estos detalles, me siento bajo una dificultad que me impone la manera en que algunos de estos puntos han sido enunciados, y aparentemente presionados con entusiasmo, cuando objeté y luego serán olvidados. No obstante, en breve me esforzaré por observar aquellos que no parecen haber sido completamente abandonados en el orden de tiempo en el que ocurren, ya que ese curso permitirá a la Corte seguir el tema con un detalle de conexión y en este sentido. Primero me ocuparé de esa parte del tema que se refiere a la época del año elegida y los preparativos hechos antes de salir de Montevideo. Si al advertir a alguno de los sujetos, ocupo el tiempo de la Corte en puntos en los que ya están satisfechos, confío en que se atribuirá a la trayectoria seguida en la acusación, y a la imposibilidad de que yo pueda constatar si alguna impresión ha sido hecha por ellos o no. Con franqueza diré a la Corte los motivos que llevaron a cada determinación, y los muchos casos a una elección entre dificultades opuestas, sin sostener que en todos los casos la elección que hice, incluso desde el punto de vista del tema que se me presentó en ese momento, fue lo mejor, porque sería el colmo de la presunción en mí hacerlo, y menos aún que la experiencia, la consideración y los acontecimientos posteriores no hayan probado, que en muchos casos podría haber adoptado mejores medidas. Pero confío en que al Tribunal le parecerá, por los detalles que estoy a punto de dar y las pruebas a las que me referiré en apoyo de mi declaración, que he sido impulsado por un deseo celoso de cumplir con mi deber, y lejos de perseguir obstinadamente mis propias opiniones preconcebidas, en todos los casos me he valido del conocimiento local de otros, infelizmente para mí en algunos casos, como pensaba que las circunstancias me obligaban a hacerlo, incluso en contra de mi propio juicio. Esperaba encontrar a mi llegada a una gran proporción de habitantes dispuestos a apoyar nuestras opiniones; información precisa para la organización de operaciones futuras que surjan de relaciones amistosas con ellos, y el cuerpo de caballería formado, o al menos los medios para formarlo. Encontré un país completamente hostil, en el que no podíamos por conciliación o interés procurar un amigo, ni para ayudarnos ni para aconsejarnos, ni para darnos la más mínima información; si caballos, pero sin medios adecuados para alimentarlos; y que, por tanto, aunque bien adaptados para los habitantes armados que los sacan cuando están cansados y se llevan a otros, no podían usarse por nosotros hasta que el tiempo y la posesión hubieran madurado un nuevo sistema, y formar un cuerpo efectivo de caballería. Ninguna circunstancia estuvo de acuerdo con la información que había recibido, o por la cual se me ordenó actuar según mis instrucciones. Las mismas causas operaban tanto para disminuir los recursos que los que me enviaban y se consideraban disponibles como para aumentar los obstáculos que debían ser superados por los medios a mi alcance. Inmediatamente comencé a hacer los esfuerzos más activos para contrarrestar el efecto de estas decepciones; ordené los pasos que debía tomar el general Lumley para aumentar nuestra caballería; y los esfuerzos más incansables realizados a un costo inusual por el comisario adjunto, que había residido algún tiempo en el país, para adquirir grano, particularmente para alimentar y mejorar la condición efectiva de la caballería; ordené que se construyeran puestos, y cualquier otra preparación que se me ocurriera o me sugiriera la experiencia de otros; y no se ha dicho, ni se ha intentado probar, que yo descuidé alguna sugerencia al respecto o que no di todas las facilidades y aliento a los diferentes departamentos relacionados con - 250 - nuestros preparativos. Los oficiales de caballería y artillería en cuanto a sus departamentos han demostrado lo contrario, y apenas puedo pensar que la prueba del comisario general, que había estado sólo unos días en el país y no poseía conocimientos locales para compensar, porque la falta de experiencia previa en servicios activos resultaría en un fracaso en el celebrado, al cual, sin embargo, me referiré más particularmente a continuación. El primer tema de consideración fue la estación del año; en plena consideración decidí finalmente atacar Buenos Aires, antes de la temporada de lluvias invernales, a la que fui inducido por muchos motivos. Sabía que, a la llegada del general Craufurd, habría reunido toda la fuerza que podía esperar y todos los transportes que podía esperar conseguir para su transporte. Las dificultades a las que he aludido no eran tales que pudieran obviarse o atenuarse en modo alguno; La demora, por lo tanto, no aumentaría nuestros medios de ataque, mientras que los esfuerzos del enemigo aumentarían día a día, y más particularmente cuando supieran del acceso de nuestra fuerza por estas tropas al mando del general Craufurd. Por tanto, me pareció a mí y a aquellos a quienes consulté que era muy aconsejable hacer todos los preparativos necesarios antes de la llegada del general Craufurd, y comenzar nuestras operaciones tan pronto como él se uniera; para no perder tiempo y llegar a Buenos Aires antes de que comenzaran las lluvias, caballos, provisiones y tropas se embarcaron, como ha aparecido en la evidencia, en el momento en que supimos de su llegada al Río de la Plata, lamentablemente con vientos contrarios. Las lluvias se temían todos los días, pero aun esperando lograr nuestro objetivo principal, y al mismo tiempo poner a cubierto a las tropas, lo que solo se podía hacer en Buenos Aires, porque en Montevideo o bien debimos haber echado a los habitantes, o erigir cuarteles para tal fin. Antes de salir de Montevideo, debo advertir las circunstancias que han sido probadas, en cuanto a los equipos de la caballería. Sobre este tema, debo remitir al Tribunal a las órdenes dictadas para la reducción del equipaje, de fecha 3 y 11 de junio. Cuando la Corte considera nuestros limitados medios de transporte para los caballos a través del río, y la ineficacia de los que podríamos transportar, la reducción del equipaje no puede considerarse un asunto de gran importancia. Solicito a la Corte que compare las pruebas que se han presentado sobre el tema de esos equipos con las órdenes. Parece que ordené a los oficiales, y al general Lumley en particular, que se comunicaran con mi segundo al mando sobre los detalles del ejército, en particular en relación con la caballería. Surgió una disputa en un período en el que la unanimidad era más esencial entre mi segundo al mando y el general Lumley, al que se me remitió. No tenía conocimiento de lo que había pasado anteriormente, ni puede afectarme el lenguaje utilizado con referencia a las regulaciones del Rey. Ordené que las órdenes anteriores se llevaran a cabo, pero ¿soy responsable penalmente del modo de llevarlas a cabo? Yo ignoraba por completo cualquier cosa que se aprobara, excepto en lo que se refería a las órdenes generales de reducción de equipaje, por lo que ciertamente sentí cierta ansiedad, y estoy satisfecho de que el Tribunal verá que la receptación o la falta de atención, si existiera Cualquiera con el que se ejecutó la orden, o cualquier dureza en la manera de hacerlo, no podría acusarme, incluso si hubiera afectado nuestros preparativos para cruzar el río, lo cual es una prueba clara de que no lo hizo, porque llevábamos equipos completos por toda la caballería desmontada del país. De hecho, ni siquiera recuerdo haber escuchado el detalle que se ha dado en el tribunal sobre este tema. Que no preste atención a la caballería ha sido completamente refutado por el general Lumley, - 251 - quien expresó que ofrecí todas las facilidades y alenté todos los esfuerzos sobre ese tema, a continuación, y de hecho la parte más importante del tema, en relación con los detalles preparatorios, es la relativa a la gestión de un suministro de provisiones sobre las que el Comisario general parece no haberse considerado suficientemente consultado por mí y, en algunos casos, engañado por el intendente general, que estaba especialmente dirigido a asesorarlo y ayudarlo, y descubrí que había estado en el departamento del comisario general en Inglaterra, y no en servicio activo, y con su llegada tardía con el general Craufurd podría no tener conocimiento local; y los preparativos en cuanto a la calidad de las provisiones que debían llevar los avituallamientos y los transportes y los gauchos los había hecho el comisario adjunto, que residía desde hacía mucho tiempo en el país. El Comisario ha manifestado que proporcionó y transportó seis carros ligeros y mulas, que, según se ha demostrado, se utilizan más para tiro en ese país que los caballos, que fue, como creo que mostraré a la Corte, el único preparativo adicional que, con referencia a nuestros medios de transporte y los objetos a la vista, podrían ser necesarios además de los realizados antes de la llegada del señor Bullock, y como tendré ocasión de llamar al teniente coronel Bourke en mi defensa, debo ciertamente, hacer una injusticia contra él, hacer algunas preguntas sobre parte de la prueba del señor Bullock, que ha excitado mi asombro tanto como debió haberlo hecho la Corte, a saber, la distancia del lugar de nuestro desembarco de Buenos Aires, y la suposición del reembarque del ejército. Con el fin de aplicar los hechos probados a nuestra situación y a mi conducta, en breve expondré a la Corte la impresión bajo la cual actué y el motivo por el cual no se hicieron más arreglos preparatorios, y en breve advertiré lo que se ha demostrado han tenido lugar en esta parte del caso. Se ha comprobado que mi intención original era tomar una posición al poniente del pueblo, es decir, en las alturas de la recoleta, con mi izquierda al Plata, y así comunicarme con la flota, y desembarcar provisiones y pertrechos, y si nuestra inteligencia en cuanto al lugar de desembarco, el pantano y el camino a Buenos Aires, hubiera resultado correcto, las provisiones desembarcadas probablemente hubieran sido suficientes hasta que hubiéramos llegado a ese punto. Pero también estaba seguro de un punto de comunicación con la flota en la marcha en Quilmes y Reducción, porque aunque Quilmes no era un lugar elegible para desembarcar, con el enemigo en posesión de las alturas con artillería, era obvio que tan pronto como estuviéramos en posesión de Reducción podríamos comunicarnos con la flota y conseguir provisiones en varios caminos a lo largo de la marcha, incluso si era imposible para los caballos y la artillería, lo que, al ser examinado por uno de los oficiales del estado mayor, de hecho resultó ser. En consecuencia, no había hecho ningún arreglo especial en cuanto a la marcha, sino procurando todos los gauchos que pudimos conseguir y tomando los carros ligeros proporcionados por el comisario. Los arreglos en relación con el abastecimiento del ejército, independientemente de la flota, no lo pudimos hacer hasta que llegáramos a ese lado del Plata, pero se sabía que no podíamos tener dificultad en conseguir abundancia de ganado. De acuerdo con esta idea, la flota debía buscarnos en Quilmes, y si pasábamos, ir hacia el oeste del pueblo; el almirante Murray desembarcó en consecuencia un oficial para que se reuniera conmigo en Quilmes el día 1, quien cumplió las órdenes de suministro de provisiones el día 2; pero además de esto, ordené como precaución adicional que se llevaran sillas de montar, a fin de que nuestros medios de transporte para los caballos estuvieran libres, para que yo pudiera - 252 - Transferir una parte de los dragones montados al Comisariado, en caso de que fuera necesario para la marcha sobre nuestro desembarco, en cuanto a la facilidad de la que también nos habían informado mal. Encontré que el pantano presentaba un obstáculo tan serio, que convertía en una obra de considerable trabajo, dificultad y tiempo el reunir el ejército con artillería en las alturas de Barragán. Los hombres también perdieron gran parte de su galleta, que se estropeó al cruzar el pantano desde su profundidad, y me vi obligado a desembarcar inmediatamente las provisiones para tres días, además de los tres días que llevaban los hombres ya cocidos, que había ordenado estar preparados, en caso de que se quisiera con las monturas, para que los dragones cargaran a sus caballos para escoltar al comisario hasta que se agotaran las provisiones y pudieran volver a montar. Antes había ordenado que los diferentes regimientos proporcionaran pequeños toneles para transportar bebidas espirituosas. La Corte ha escuchado el pantano descrito por oficiales que han servido en otros países. Se ha comprobado que cinco de los cañones, a pesar de todos los esfuerzos, quedaron en él; que no se podían traer los carros de combate del comisario con las espirituosas por el pantano, y que en el intento todos los toneles menos uno fueron tajados, y que casi todas las provisiones y muchos de los caballos, se perdieron en el intento de pasarlo. Cuando la Corte advirtió de la inteligencia que había recibido sobre el desembarco, y el pantano y el camino a Buenos Aires, las razones que tenía del uso que se hacía de Ensenada, como puerto de embarque, para suponer que esa información era correcta, y las pruebas que, tras una larga investigación, se han entregado en partes separadas; Sobre el tema de estos preparativos, no puedo menos que reprochar que se me impute culpa alguna sobre estos puntos, en la medida en que se aplican a los preparativos, y no debo hacer justicia al teniente coronel Bourke, ni al capitán Fraser de la artillería, o los empleados en superar los obstáculos que se opusieron a nuestro avance por el pantano, si no digo que la demora en llegar a las alturas no se les puede imputar, porque puedo, con verdad decir, que más celo o recurso fue nunca mostrado, o ejecución infatigable utilizada en una ocasión similar. Es con cierta desgana que entro tanto en el tema, o advierto sobre este obstáculo del pantano, o los que ocurrieron después sobre la marcha de una descripción similar; pero no debe suponerse que, ni entonces ni ahora, los consideraba obstáculos de importancia real en la gran escala de nuestras operaciones. Deseo que se entienda que no los he visto de esa manera en ese momento, y que no los veo de esa manera ahora. Me siento inevitablemente atraído a entrar en estos detalles y a dar la impresión de otorgar importancia a asuntos de muy insignificante momento comparativo, a aquellos que usted está llamado a considerar, por la conducta de la acusación, y las consecuencias que se han dado a arreglos inferiores, por el modo en que ha sido prensado y el tiempo que han ocupado; Los utilizo sólo con el propósito de probar que el país, con referencia a algunas de esas localidades, es diferente de todos los demás en los que nuestros ejércitos han servido antes; y que, por lo tanto, con respecto a diversas circunstancias relacionadas con nuestros movimientos y detalles inferiores, no se aplican las reglas aplicables a otros países. Hasta qué punto fue necesario, apropiado o requerido en un caso de esta descripción, entrar en una historia de todos esos detalles, no me corresponde a mí juzgar, estoy obligado a enfrentar todas las acusaciones y rechazar cada imputación que se intenta lanzar sobre mí; y confío en la franqueza de la Corte por disculparme por haber ocupado su tiempo en esas partes del caso. - 253 - A pesar de todo el esfuerzo que se pudo hacer, la artillería que avanzó con el cuerpo principal no alcanzó las alturas hasta el día 29, y todo el ejército y la artillería restante [que no quedó en los pantanos] no llegaron a las alturas hasta la noche del 30. Como consecuencia de todas estas pérdidas de provisiones, era muy consciente de que los hombres tendrían que sufrir muchas privaciones, y sabía muy bien que en todos esos casos, los que sufren, consideran cada dificultad que deben enfrentar, y todas las dificultades que soportan, como prueba de la negligencia de los superiores, y eso a la falta de confianza en el General, a cuyo fracaso en los arreglos se imputan todas estas privaciones y dificultades [como todo cuerpo, después de tales sucesos, es fértil en expedientes que los habría obviado) es la consecuencia inevitable. Sólo desde este punto de vista, podrían tener alguna importancia en este caso. Estoy consciente de que produjeron un efecto grande y muy perjudicial, y ese efecto se vio incrementado por el posterior fracaso de nuestro ataque y la operación de estas causas para guiar las opiniones de otros a la conclusión que condujo al resultado final. Tengo motivos, más que todos los demás, para deplorar esta lamentable circunstancia. Por lo tanto, en la medida en que son explicativos sobre este punto, tengo que agradecer al fiscal por haber presentado el tema, pues confío en que la Corte estará satisfecha de que no se me pueda imputar ninguna culpa o negligencia por este motivo. Di órdenes, con respecto al departamento de la comisaría, que se leerán y, en parte, se descubrió antes de dejar las alturas, que no habría ninguna dificultad en conseguir un suministro abundante de ganado vacuno y ovino, y la Corte ha tenido noticias de Coronel Nugent, que como consecuencia de mi solicitud, que enviaría un grupo de búsqueda de comida, se ofreció voluntariamente a ese deber y trajo unas cuatro mil ovejas en la mañana del día 30, tras lo cual el comisario expresó deliberadamente sus dudas en cuanto a si estas fueran un suministro suficiente para un ejército de 8000 durante dos días. Pero el comisario mismo declara después que había una gran cantidad de ganado y ovejas adquiridas en las granjas y por grupos de forrajeo. Sabíamos también que la marcha hasta el punto en que pudiéramos comunicarnos de nuevo con la flota sólo podía durar dos días, y no teníamos motivos para albergar aprensión alguna en este punto. Antes de dejar este tema debo advertir sobre la queja, casi puedo llamarla, de uno de los oficiales generales sobre el tema de las calderas de los campamentos, los gauchos y la falta de alcohol. Sobre el primero, solo tengo que recordar a la Corte que la observación del general de brigada Craufurd habría sido aplicable a las viejas teteras del campamento, pero era bastante inaplicable a las que ahora están en uso, que no pueden ser llevadas por los hombres, solo teníamos un pequeño carro ligero con el ejército, porque los traídos por el comisario, aunque construidos livianos para ese propósito, no podían atravesar el pantano, y como los hombres llevaban provisiones preparadas para tres días, y el comisario debía haber tenido tres días más, e íbamos a comunicarnos con la flota, y esperábamos llegar a Buenos Aires antes de que se gastaran las provisiones que llevaban los hombres, y sabíamos que podíamos conseguir abundancia de carne y calderos de campamento, por lo tanto, con nuestros limitados medios de transporte, habría sido, en mi opinión, una incumbencia inadecuada. La queja de la falta de gauchos habría sido bastante singular, como proveniente del cuerpo del ejército, teniendo las cosechas y las compañías de infantería ligera, si hubiéramos dependido del ganado, que, de hecho, no lo hicimos, para el cuerpo principal. Como ha escuchado la Corte, no encontró falta de ovejas, y el - 254 - Coronel Mahón también afirma que su división no encontró dificultad en conseguir ganado, en grandes cantidades, "ovejas y bueyes más de los que requerían para el matadero", son sus expresiones, aunque como apareció en su testimonio, no había gauchos, y sobre el tema de las bebidas espirituosas, había dado orden de que se les proporcionaran pequeños toneles para su transporte, y el comisario ha demostrado la impracticabilidad de traerlos. Que los hombres sufrieron privaciones, y estaban sujetos a considerables molestias por el clima y por vadear los arroyos, y por la fatiga y la falta de ánimo, y que, debido a un largo confinamiento a bordo del barco, no estaban en las mejores condiciones para enfrentar estas circunstancias. Lo sé bien; pero, cuando todas estas circunstancias son consideradas completamente, no puedo acusarme de haber estado falto de atención a sus circunstancias, o de cualquier falla en el esfuerzo para tratar de remediarlas. Me referiré ahora a la marcha, para explicar la cual debo aprovechar nuevamente el recuerdo de la Corte en cuanto a la naturaleza del país y los obstáculos que se presentaron; las facilidades que ofreció para dar a las tropas alojamiento tanto de provisiones como de combustible, el primero que se hizo necesario por las pérdidas de provisiones. He estado describiendo esto último tanto para cocinar como para secar a los hombres que, en la marcha de cada día, debían atravesar aguas profundas, un objeto de atención para las tropas recién desembarcadas después de un viaje de nueve meses, y la naturaleza de la resistencia que el enemigo podría oponerse a nosotros. Estas y otras consideraciones combinadas, que expondré, me indujeron a adecuar la forma de dividir el ejército de la manera que se ha detallado. Si adopté el mejor modo de proceder o, en caso contrario, si se me puede atribuir tal grado de culpabilidad sobre este tema, que haya justificado que sea objeto de pruebas elaboradas, corresponderá a la Corte. Se producen haciendas o granjas, a intervalos cortos, desde Barragán hasta Buenos Aires a lo largo del borde de las alturas sobre el pantano; pero estas granjas no se extienden por el campo hacia el sudoeste, como para habernos permitido marchar en más de una columna sin perder las ventajas que antes he detallado, de provisiones y combustible. En estas casas, en general, se encontraban ovejas, también combustible para secar a los hombres y cocinar los víveres. El país está abierto y ningún enemigo pareció interrumpir nuestro avance, porque los jinetes dispersos que nos siguieron y nos rodearon no eran objeto de atención, por lo tanto, no podía surgir ningún peligro de la división del ejército en tres cuerpos, y moviéndose sucesivamente, y regulando nuestras marchas y paradas, como se ha demostrado que era el caso, por la situación de estas granjas, aseguré a los hombres el uso de combustible y tanta cobertura como el país ofrecía en las paradas nocturnas. Esto sin impedir en lo más mínimo nuestra marcha o, más bien, llegada y cruces en Reducción, en cuyo lugar, se ha demostrado, tenía la intención de traer la división de retaguardia, y renovar nuestra provisión de la flota, y arreglar nuestros pontones, si fuese necesario, y otras tiendas que queramos. Brindaba además la ventaja de utilizar las divisiones avanzadas con el propósito de reconocer el país, mientras se acercaba la división de retaguardia, y sin perder tiempo, para lo cual gran parte del batallón ligero y cuerpo de fusileros se adelantaba con el avance y que éste fue uno de los principales objetivos del envío del avance, se verá más claramente en los informes que me dio el general Gower sobre la marcha de cada día, que leeré más adelante; de uno de los últimos de los cuales se verá, que si la distancia y las circunstancias lo hubieran permitido, habría seguido adelante y ocupado, o pasado el río, según las circunstancias, en la tarde del día 1. Que no podría - 255 - surgir ninguna dificultad para llegar a Reducción desde Barragán en dos días, uno de los puntos investigados, es obvio, ya que tanto el cuerpo principal bajo mi mando como la división al mando del coronel Mahón marcharon de Barragán a Reducción en dos días, mi división el 30 y el primero, el Coronel Mahon los días 1 y 2. Si hubiera sido posible, por tanto, haber reunido el ejército en las alturas en el transcurso del día 28, habríamos llegado a Reducción el 30. Se han aportado muchas pruebas en cuanto a la marcha, el tiempo que ocupa cada día, el estado de agotamiento de las tropas y las paradas frecuentes, y como un oficial muy capaz y experimentado de alto mando, Sir Samuel Auchmuty, mencionó esta última circunstancia en respuesta a algunas preguntas de la Corte, "como una de las causas de demora y fatiga, si no hubiera sido explicado por otras pruebas, me habría sentido obligado a llamar a testigos sobre estos puntos”. Pero después del testimonio del coronel Mahon, sobre la que llamo particularmente la atención de la Corte, no la considero necesaria. Tenía cuatro cañones de seis libras y un obús, pero para contrarrestar el efecto de la proporción de artillería con su división más grande que la otra, tenía 200 marineros para asistirlos; y los oficiales de artillería quedaron tan satisfechos con la asistencia prestada a los cañones, que informaron al capitán Fraser, que no concuerda con el detalle dado por el coronel Mahon, que no ocasionaron impedimento a la marcha. Pero en esto el Teniente Coronel Mahon no se puede equivocar, su testimonio no es el de la opinión, pues en respuesta a las preguntas del fiscal, detalla el número de horas y millas de cada día, el 1 marchó ocho millas en cerca de 9 horas y media, incluida una parada para descansar a los hombres a la mitad del día; el día 2 marchó antes del amanecer y no llegó a Reducción hasta pasadas las cinco, de nueve a once millas; y el día que salió de Reducción alrededor de las diez y cuarto u once en punto, no cruzó el puente hasta que oscureció, cerca de las cinco, la distancia de unas siete millas y declarando, que habla por experiencia, y que fue la única persona que marchó por esa ruta, dice, que no pudo haber marchado de Reducción al Corral con la artillería en un día. En particular, declara la inevitable necesidad de paradas continuas desde los arroyos y las orillas pantanosas, y el consiguiente retraso de la artillería, aunque demuestra que todos los esfuerzos fueron hechos por los marineros, y luego a alguna pregunta formulada por mí, prueba, qué después de que los detalles anteriores eran casi innecesarios, que estos retrasos fueron ocasionados por la naturaleza del país, y que concibió que pocos países hubieran presentado tantos obstáculos. Se recordará que sir Samuel Auchmuty estaba en la retaguardia de mi columna, y que yo estaba en el frente con los cañones y, por tanto, como el coronel Mahon, continuamente me veía obligado a detenerme mientras los cañones cruzaban estos obstáculos. Después de un detalle tan minucioso y particular dado por un oficial al mando de una división, y por lo tanto no un observador casual, pero prestando atención a estos puntos, consideraría una pérdida de tiempo si hiciera alguna observación adicional, o pidiera más pruebas sobre ese tema. La Corte recordará que se probó que había sido mi intención detener el cuerpo principal en Reducción para traer la brigada del coronel Mahon. El cuerpo de avanzada, como se verá en uno de los informes del general Gower, debía haber seguido adelante para reconocer el río el día 1; y si hubiera resultado factible, haber ocupado el puente lo más hacia él posible; pero se verá que a la llegada del general Gower más allá de Reducción, la aldea que dejó para ser ocupada por el cuerpo principal, encontró el río y el puente a una distancia mayor de lo que se nos había informado [habiéndose dicho que eran sólo cinco millas (8 kms) de Reducción] y, en - 256 - consecuencia, se detuvo allí. Como consecuencia de esto, decidí, como ha aparecido en la evidencia, ir hacia la mañana del día 2, con parte de la brigada del general Craufurd, para reconocer el río y el puente, que se informó que había sido quemado; mientras la armada desembarcaba provisiones para las tropas y también los pontones, si nuestro reconocimiento demostraba que eran necesarios a tal efecto, se habían dado órdenes tal como han aparecido en las pruebas. También se ha comprobado que se acercaba, o más bien llegaba, la época lluviosa del año. No la llamaré la temporada de lluvias, ya que las lluvias, aunque frecuentes y fuertes, no son tan incesantes como en los países donde se llaman así. Estaba preocupado por la salud de las tropas que habían estado expuestos durante demasiado tiempo, y más ansioso por llegar a las cercanías de Buenos Aires, donde sólo yo podía ponerlos a cubierto. Un habitante anciano y experimentado, uno de los únicos tres que tomamos en nuestra marcha, según ha escuchado el tribunal expresó su opinión el día 1 antes de que llegáramos a Reducción, que venían lluvias que hubieran crecido el río y posiblemente no tendríamos otra opción que la de un ataque directo en el puente o en las proximidades del mismo, donde el enemigo habría tenido una ventaja decisiva debido a la naturaleza del terreno y a la numerosa artillería; y en la imprudencia de que la Corte ha escuchado que ha probado, todos los oficiales del ejército estuvieron de acuerdo. Se ha probado que una fuerte lluvia comenzó en la noche. Por lo tanto, temeroso de las consecuencias de cualquier retraso, incluso de un día, en Reducción, aunque para objetos importantes, decidí moverme a la izquierda y girar la cabecera al río o cruzar algún vado por encima del puente; y temprano en la mañana envié al teniente coronel Bourke con órdenes para el general Gower que han sido detalladas de memoria por el general Gower, el coronel Bourke y el coronel Torrens, el último de los cuales, por su muy preciso recuerdo de los mismos términos en que la orden fue escrita por él mismo, no tengo ninguna duda, se considerará que da el relato más exacto de ellos, si algo cambia en la forma en que fueron redactados. Se leyó la respuesta del general Gower, en la que afirmaba que debía marchar a las nueve a la izquierda, con la intención de ocupar el terreno elevado de ese lado del riachuelo; y que lo hizo a consecuencia de no haber podido encontrar un paso practicable por debajo de la cabecera del río. La Corte verá que toda duda que pueda surgir en cuanto a la naturaleza de las órdenes llevadas por el coronel Bourke con respecto a nuestra ruta, se elimina con esta respuesta, que debe tomarse como una impresión de la comprensión que el general Gower tenía de ellas en ese momento. Afirma que mantendría el terreno elevado de este lado del riachuelo, hasta que encontrara un vado practicable o volviera la cabecera del río; y detalla sus razones para preferir esta línea de marcha, y más decididamente declara que ni siquiera probaría el Paso Chico, y esta determinación fue adoptada luego de consultar con el guía en presencia, según escuchó la Corte, del coronel Bourke. Inmediatamente después de recibir la carta, puse en movimiento el cuerpo principal del ejército; y probaré, que como consecuencia de la carta y la información comunicada por el coronel Bourke, le dije al guía, que estaba con el coronel Bourke, que encabezara la columna de marcha, y que no nos llevara al Paso Chico, pero al siguiente vado practicable que hay encima. Una inspección del mapa y la evidencia que presentaré probarán completamente que si el general Gower no hubiera sido inducido por alguna causa a alterar su ruta, como se expresa en su carta, deberíamos habernos acercado más juntos en el transcurso del día. - 257 - También recordará la Corte, que de conformidad con esta carta, el orden de marcha fue inmediatamente alterado, y en lugar de movernos por la derecha como lo habíamos hecho antes, cuando seguimos a la vanguardia, lo hicimos por la izquierda. Llamaré al coronel Bourke, quien encabezó la columna de marcha ese día, para probar que tan fuerte era su impresión que las columnas se acercarían más y no se separarían unas de otras; que cuando vio al general Gower marchar en una dirección nuestra, se lo mencionó al guía, quien le aseguró que debíamos seguir en la misma dirección tan pronto como cruzáramos el Arrogan de Missiel (arroyo maciel, hoy día entubado); y tan poco supuso entonces que las dos divisiones se separarían, que se quedó satisfecho con esta respuesta y ni siquiera me repitió la circunstancia, sino que hizo, como ha dicho en su prueba anterior, un intento infructuoso de moverse en un rumbo algo más a la derecha, que se consideró impracticable, y nos vimos obligados a cruzar el arroyo maciel en el punto al que nos conducía el guía. Se ha demostrado que el general Gower, en una parte particular de la marcha, giró a la derecha, y creo que al leer la carta anterior, mirar el mapa y escuchar la evidencia del coronel Bourke sobre este tema, será imposible imputarme la separación de la división del ejército. Se ha preguntado si se tomó alguna medida para reconocer el río sobre el puente o el Paso Chico. Ciertamente no había dado ninguna orden en particular para informar ese día, ni había dado ningún paso en particular para reconocer el río, ni podía concebirlo necesario; entiendo que es el deber de un oficial al mando de una división avanzada en tales circunstancias informar, y en consecuencia, recibí, como he dicho, informes regulares del general Gower el 28, 29 y 30 de junio, y dos informes el 1 de julio, aunque nos reunimos en algunos períodos de cada uno de esos días, incluso informó de sucesos particulares en el día, y envió bocetos de su posición. También había actuado durante toda la marcha como división de reconocimiento del resto del ejército, y se le dotó de tropas adaptadas a ese fin. El río y los pasos estaban a una distancia demasiado grande para justificar el envío de cualquier cuerpo pequeño, y la espera, resultado de tal reconocimiento, habría retrasado nuestra marcha, y el objetivo principal, el de cruzar el río antes de que la lluvia lo hiciera impracticable. Habiendo abandonado por los motivos antes expuestos el primer plan de aproximación al puente, me encontraba en esta marcha del 2, en la misma situación que los días anteriores, con la única diferencia de que ambas divisiones estaban haciendo un movimiento de flanco por a nuestra izquierda, pero el efecto fue el mismo, porque el avance fue como antes, entre el río y yo, aproximadamente a la misma distancia que los días anteriores, distancia que, como he demostrado, se habría reducido si el general Gower hubiera seguido la ruta mencionada en su carta, y por lo tanto todavía actuaba como el cuerpo de reconocimiento del resto. Y es obvio que si el general Gower hubiera seguido la ruta mencionada en su carta, una prolongación de la marcha de cada división en la línea por la que partimos por primera vez, debe habernos traído en el transcurso del día, o al menos antes de la noche, una comunicación entre nosotros, como lo habíamos estado los días anteriores, y en realidad no nos habíamos unido. Debería haber estado al alcance de apoyar a su división, como había manifestado que era mi intención hacer en mi carta al general Gower, quien, en uno de los días anteriores, se detuvo e informó que los oficiales españoles estaban reconociendo en su frente como indicativo de la posible presencia del enemigo, no habría seguido el mismo rumbo cuando nos acercábamos al pueblo, o al menos si hubiera avanzado según la latitud que le daban sus órdenes, y aprovechando el pánico del enemigo ante nosotros al acercarnos con tanta fuerza - 258 - hacia el pueblo, después de cruzar el río, había ocupado los arrabales del pueblo sin resistencia, habría informado de la circunstancia. Sobre la suposición y la posibilidad del efecto del pánico que surge de nuestro cruce repentino del río y de llegar inesperadamente a la ciudad, y la aprensión de nuestra entrada inmediata, induciendo al enemigo el deseo de rendirse, había autorizado a el general Gower para convocar a la ciudad antes de mi llegada con el cuerpo principal, pero que tenía la intención de autorizarlo a separarse del cuerpo principal es bastante imposible, por la naturaleza de la orden, que era sentir su camino a través del río, es decir. Reconocer como lo había hecho en la marcha de los días anteriores por el grueso del cuerpo, y de hecho, usando un término, que implica más cautela en lugar de menos que en días anteriores, el de tantear su camino, y concluir afirmando que yo lo apoyaría, lo cual es completamente incompatible con la idea de separarse; y el tribunal encontrará al referirse a la evidencia del general Gower y el coronel Torrens, que en estos dos detalles, de tantear su camino a través del río y apoyar, ambos están de acuerdo, incluso en cuanto a los términos y al espíritu de la orden. Si lo he probado, espero que la Corte no lo condene por estas observaciones, que nunca tuve la intención de que se llevara a cabo tal separación, y creo que debe quedar igualmente claro en la carta que me envió el general Gower, que nunca contemplé la posibilidad, creo que el Tribunal habrá tenido buenas razones para creer que se estaba produciendo una separación de este tipo y que no me agradó mucho, a partir de las pruebas que ha proporcionado el propio general Gower. Permítanme preguntarle a la Corte ¿a quién se le imputará esta separación del ejército? ¿Se me va a acusar de no tomar precauciones contra esta desviación de marcha del General Gower? Por el contrario, ¿no era deber del general Gower, si alguna circunstancia lo inducía a alterar su ruta, informarme y detenerse hasta que hiciera tal informe y recibiera mis órdenes? o en todo caso, ¿no debía informar de la alteración de su ruta y sus razones para hacerlo? También recordará el Tribunal, que la alteración de recorrido que hiciera el General Gower, no se produjo por desconocimiento por su parte de la situación del cuerpo principal. Porque aunque no pudimos distinguir el avance del arroyo maciel, el general Gower y otros prueban que no solo vio el cuerpo principal en la marcha, sino que nos vio a nosotros cuando llegó al vado del riachuelo. Marché, como supuse, hacia el mismo vado, no al riachuelo, que estaba expresamente excluido. Que estaba a mi derecha, mientras nos movíamos hacia el flanco en mi frente como antes. Tan pronto como llegamos al río, señalamos hacia Buenos Aires, en la misma posición relativa allí, como en los días anteriores; y es imposible que hubiera perdido el cuerpo principal, ya que estaba entre el río y yo, a menos que se hubiera desviado de la ruta indicada en su carta y se hubiera desviado hacia la derecha. Me resulta sumamente doloroso haberme visto obligado a entrar en este detalle y hacer estas observaciones. No es mi deseo o inclinación, y ciertamente no ha sido mi práctica, culpar a otros por el propósito de defenderme; pero se me acusa de una responsabilidad demasiado pesada, como para permitirme abstenerme de declarar lo que es necesario para mi defensa, aunque al hacerlo, desafortunadamente puedo cuestionar la conducta de otros. Continuaré con el resto de la marcha de ese día. Cruzamos el Arroyo Maciel y subimos las alturas del otro lado, y fue allí donde descubrimos por primera vez que habíamos perdido todo rastro del General Gower, aunque nuestra vista desde ese terreno era muy amplia. Eran las tres y media, según algunos testigos, acercándose en esa época - 259 - del año, al final de la tarde. Estábamos todavía a más de seis millas del río (9.6 kms), y el campo de visión que nos ofrecía el suelo, dentro del cual no vimos rastro del general Gower, hizo evidente que cualquier intento de averiguar su posición en un país en el que no podíamos movernos o enviar un grupo después de la velada cerrada porque debía ser infructuoso. Por lo tanto, sólo quedaba considerar qué era lo mejor que podía hacerse, volviendo a la división principal, que difícilmente podíamos esperar llegar, y mucho menos pasar el río esa noche; es dudoso que, con algún esfuerzo, hubiéramos podido acercarnos siquiera; Esa noche estábamos en la vecindad de algunas granjas, con leña para secar a los hombres y cocinar sus víveres, y un suministro de ganado, y en un campo de visión muy extenso, solo una casa a la vista en nuestra línea de marcha en la distancia de aproximadamente una milla (1.6 kms). La mayor distancia que pudimos haber recorrido entonces, podría habernos llevado al terreno pantanoso en las proximidades del río sin poder asegurar ningún alojamiento a las tropas. Era obvio que cualquiera que pudiera ser la situación del general Gower, no podía esperar averiguarlo esa noche. Mientras consideraba el curso más adecuado a seguir, como se ha demostrado a la Corte, se me unió sir Samuel Auchmuty desde la retaguardia, cuya opinión decidió de inmediato la mía, que me detuviera esa noche. Había ordenado al coronel Mahón que siguiera el grueso del cuerpo principal, pero los sucesos del día y la incertidumbre de nuestra ruta al día siguiente, me hicieron pensar que era más aconsejable ordenarle que se detuviera en Reducción, hasta que hubiera comprobado la situación del avance y el mejor lugar para cruzar el río. Así, he expuesto completa y francamente todas las circunstancias relacionadas con la desafortunada separación del ejército el día 2, que siempre debo considerar como el origen de todas mis desgracias. Se ha preguntado si no habría llegado todo el ejército a los suburbios de Buenos Aires el día 2, procedente de Reducción, y algunos oficiales han dado su opinión de que sí, pero cuando la Corte advirtió las circunstancias de la marcha de La división del general Gower, que fue completamente forzada, y en la que quedaron los cañones, la última parte de la marcha, cerca del río que por la forma en que se había empujado la marcha, el batallón ligero y cuerpo de fusileros estaban completamente agotados, que la brigada del general Lumley lo estaba aún más; y que no llegaron a los suburbios hasta que oscureció, y el cuerpo del general Gower se movió desde un frente tres millas (4.8 kms) antes de Reducción; Confío en que, incluso ahora, parecerá muy dudoso que se haya podido llevar a todo el ejército el día 2 a los suburbios de Buenos Aires. De qué manera se logró, de qué manera lo logró un cuerpo, ha visto la Corte; y he expuesto completamente por qué no lo intentó el cuerpo principal. Confío en la franqueza de los honorables miembros de la Corte sobre este tema, satisfecho de que en este, así como en cualquier otro caso, formarán su juicio sobre la información que poseo, y las impresiones que podría tener justa y naturalmente en el momento de las circunstancias existentes, y no juzgarme por el evento o las consecuencias que siguieron. Ahora procederé al plan y preparación del ataque. Al reunirme con el general Gower el día 3, lo encontré no en la posición a la que se le había ordenado que procediera, es decir, los suburbios del oeste, para comunicarse con el transporte que siempre había sido mi objetivo, sino en el lado opuesto al Plata, cargo que asumió inmediatamente después de la acción del 2; como lo encontré tan apostado, y había estado en posesión del terreno el día anterior, era natural que le preguntara si tenía alguna idea sobre el ataque a la ciudad; y se me presentó el plan - 260 - finalmente adoptado, una circunstancia que no se probó en ninguna pregunta mía, porque ciertamente no me habría permitido aludir a que el general Gower tuviera tal participación, pero que surgen de preguntas del tribunal al General Gower, y detalles de los otros testigos. Llegué al Corral de Miserere, como a las tres de la tarde, y cuando me propusieron este plan, pasé el resto de la tarde considerándolo y examinando a algunas personas supuestamente capaces de darnos información correcta sobre el estado de la ciudad, y finalmente decidí adoptarlo, con la intención de que se llevara a cabo a la mañana siguiente. La Corte ha escuchado algunas de las razones del General que operaron en mi mente para inducirme a adoptarlo en la segunda carta que fue leída al comienzo de la prueba para la acusación, y a la cual pido permiso para referirme a la Corte y pedirles su atención, ya que no puedo dejar de pensar que el empalme de él, o al menos extractos de él con el otro, habría obviado muchas de las observaciones que se han hecho sobre esta transacción; pero conviene ahora detallar más particularmente los motivos que me indujeron a adoptar el plan en lugar de perseguir mi intención original de poner mi izquierda en el Plata, desembarcar la artillería, provisiones, pertrechos, y atacar la ciudad desde ese lado. Parecía haber tres formas de atacar la ciudad, cortando sus suministros; bombardeo y asalto. La primera, a pesar de las opiniones que se habían dado sobre ese tema, no lo consideré factible en ese momento, ni lo hago ahora, y creo que las razones muy distintas y poderosas dadas por el coronel Bourke sobre ese tema, deben haber satisfecho a la Corte sobre ese punto; pero independientemente de las circunstancias señaladas por el coronel Bourke, es obvio que habría ocupado más tiempo, habría sido atendido con una mayor exposición de las tropas a la intemperie, creado mayores dificultades con respecto al suministro de provisiones y comprometido en una situación tan hostil, se debe notar la superioridad numérica del enemigo, en ese tipo de fuerza irregular, que aunque no pudo encontrarnos en el campo, hubiera mantenido a las tropas alejadas de su número y perseverancia, de las que teníamos abundantes pruebas, constantemente molestándonos, todas las cuales eran objeciones muy poderosas en esa época del año. Cuando se consideran todas estas circunstancias, difícilmente se dirá que fui culpable incluso de un error de juicio al dejar a un lado todos los pensamientos sobre ese modo de ataque. El siguiente fue ciertamente el curso más natural y obvio a seguir, y fue por lo tanto al que siempre se han dirigido mis puntos de vista, pero también está abierto a muchas objeciones; el desembarco de los cañones pesados y los pertrechos, y el montaje de las baterías, y la dificultad del clima que ha sido descrito por el almirante Murray, la interrupción ocasional de la comunicación con la flota y la exposición continua de los hombres en esa época del año, además de lo cual la naturaleza de la ciudad y la construcción de los edificios, fueron tales que obviaron muchos de los efectos más poderosos y rápidos de tal modo de ataque. Todos los que han dado pruebas coinciden en la opinión de que habría sido muy difícil, si no imposible, quemar la ciudad, al menos ningún gran efecto de ese tipo, que es generalmente la consecuencia más eficaz de un bombardeo, habría resultado de él; el efecto incluso de nuestros cañones más pesados [veinticuatro libras], que se habían probado en Montevideo, sobre las casas, había demostrado que incluso las baterías no tendrían el mismo efecto que en otras ciudades y, por lo tanto, podrían ser lentas en su funcionamiento y la vecindad del pueblo no ofrecía una posición de mando, pues la plaza de los toros y la - 261 - Residencia, aunque elegibles como puestos para atacar, no eran posiciones de mando desde las cuales el centro del cuerpo de la ciudad pudiera ser molestado; y además de todas estas razones, ese modo de ataque, si tiene éxito, debe ir acompañado de gran destrucción tanto de la propiedad como de la vida de los habitantes, y por tanto objetable, ya que tiende a incrementar la hostilidad de los habitantes hacia nosotros, lo que fue la más importante de todas las consideraciones a las que tuve que atender con referencia a la letra o al espíritu de mis instrucciones, los objetivos a la vista no sólo del gobierno de este país, sino del país mismo; ya que era obvio que a menos que esa hostilidad pudiera atenuarse en algún grado, ninguna fuerza de la que este país pudiera prescindir para un objeto tan distante, podría procurar, o al menos mantener una base que pudiera ser valiosa en un punto político o comercial de ver. A la última modalidad, la del asalto, no apareció entonces, ni he escuchado declarada o aportada en prueba, objeción alguna que no sea la de la posibilidad de su fracaso, pues en sus efectos, si tuvo éxito, no parece difícil demostrar que era mucho mejor que el segundo. Suponiendo que, por el bien del argumento, tuviera éxito, era obviamente preferible en lo que respecta a las tropas; porque aunque pudiera ser acompañado de alguna pérdida, en el momento en que tuviera éxito, proporcionaría los medios de un alojamiento cómodo y evitaría todas las pérdidas y la disminución de la fuerza efectiva del ejército por enfermedad, fatiga y operaciones prolongadas en esa temporada del año. Sabía que los habitantes ayudarían en alguna medida a la defensa, y por la naturaleza de la construcción de las plazas de las casas y sus techos, sabía que serían ocupadas; pero de toda la información que obtuve de los que estaban inmediatamente en el ejército y de los prisioneros, dos oficiales españoles examinados, como ha oído el Tribunal, en la mañana del día 4, me llevó a suponer que las tropas españolas actuarían en las calles, como había sido determinada por Liniers, en columnas móviles, y detrás de los cruces y defensas que pudieron erigir en las proximidades del fuerte y la gran plaza en el centro de la ciudad. Un ataque, por tanto, que nos pusiera en contacto de inmediato con las tropas españolas sería necesariamente el menos molesto de todos los demás para los habitantes. La toma del lugar habría sido en ese caso consecuencia de la derrota y masacre sólo de los soldados con los que habría sido la contienda. En el otro, habría surgido de las prolongadas penurias y la destrucción de la propiedad y la vida de los habitantes. Debe admitirse que en un asalto con cualquier tropa, por muy disciplinada que sea, se causaría algún daño a los habitantes; pero no puede sostenerse que en un ejército bien regulado tales heridas podrían tener una proporción, la más distante, de las que se producirían por el bombardeo. Por lo tanto, con referencia al ejército o al pueblo, sigo pensando que tenía preferencia por el otro plan, presumiendo, como dije antes, de su éxito, sobre lo cual haré, por tanto, algunas observaciones, considerándolo, como lo harán en adelante los honorables miembros de la Corte, con referencia a las justas probabilidades en el momento en que fue adoptado, y no según el lamentable resultado. El primer punto a considerar, en ese punto de vista fue la resistencia probable, y luego el modo de ataque mejor adaptado para superar esa resistencia. Ya he dicho antes que se entendía que los techos de las casas serían ocupados, y por la conocida hostilidad de los habitantes, se suponía que muchos de ellos tomarían parte en la defensa, y que su puesto estaría en los techos de las casas, mientras que las tropas - 262 - españolas ofrecieron resistencia en las calles y defendieron el fuerte y las defensas que hubieran preparado en las calles de la ciudad. Por tanto, buscamos una vigorosa resistencia; pero preguntaré a la Corte y a cada miembro individual de ella, si de alguna experiencia en los tiempos modernos, de cualquier cosa que nos haya sido transmitida en la historia militar, desde que el sistema moderno de guerra y el uso de armas de fuego ha prevalecido, o incluso a partir de cualquier información que hubiéramos recibido, u observación que hubiéramos hecho, en cuanto a la hostilidad de los habitantes, si algo más que el resultado real podría habernos llevado a formarnos una estimación justa de la resistencia realizada. Se podrían mencionar miles de casos en los que una cierta proporción de una población joven y activa ha aumentado la fuerza de un ejército defensor; pero la población en general siempre ha obstaculizado, en lugar de ayudar, los esfuerzos del ejército defensor; no se puede producir, me atrevería a decir, en lo que no es exagerado decir que todo habitante masculino, libre o esclavo, luchó con una resolución y perseverancia, que no podía esperarse, ni siquiera por el entusiasmo de religión y prejuicio nacional, o la hostilidad más empedernida e implacable. Estoy dispuesto a confesar, que no había contemplado la posibilidad de tal resistencia conducida por toda la población, ni creo que fuera supuesta o prevista por otros. No recurriré a ninguna de las observaciones del lugar común, por más contundente que sea su aplicación sobre las opiniones formadas después del resultado, pero cualesquiera que sean los matices de diferencia de opinión que pudiera haber entre los oficiales generales o los que comandaban en el ataque, o aquellos inmediatamente sobre mí, y a quién se le dieron los detalles el día anterior en cuanto al plan, en comparación con otros modos de ataque, creo que puedo asumir, por lo que pasó el día 4, y la evidencia que se ha dado, que nadie contempló la resistencia que encontramos, o las consecuencias que siguieron, o de hecho el fracaso del ataque, si los oficiales generales que asistieron se consideraron consultados o no, y si, bajo las circunstancias en las que fueron convocados, y mis observaciones en cuanto a sentirme obligado a adoptarlo, por circunstancias en contra de mi pensamiento. Y la discusión que tuvo lugar después, en la alteración del ataque, y las preguntas del general Lumley sobre el tema del plan, y la explicación del general Gower en la mesa, de los detalles, refiriéndose al mapa, como se describe en la evidencia; No me corresponde a mí determinar si debían o estaban en libertad de haber manifestado cualquier sentimiento fuerte que pudieran tener sobre el tema, pero creo que está claro que cualquier oficial general que hubiera contemplado tal resultado, ya sea en público o en privado me habría enviado su opinión. No me lo dieron, ni directa ni indirectamente; porque el Tribunal verá, tras un examen exacto incluso de las pruebas del coronel Pack, que no pude reunir; incluso por lo dicho entre él y yo, que pensaba desfavorablemente el plan, pues sus objeciones se limitaban a la falta de algunos implementos para abrir las casas, por lo que ordené que se hicieran todos los registros posibles. Habiendo expuesto así plenamente la naturaleza de la expectativa que probablemente podría tener en el momento de la resistencia esperada, paso ahora al modo de ataque. El objetivo era atravesar la ciudad lo más rápidamente posible para entrar en contacto con los soldados españoles, considerando a los habitantes menos un objeto de atención. El plan abarcaba sus defensas centrales, las columnas no debían perseverar a pesar de todos los obstáculos en su particular línea de ataque, sino divergir hacia los flancos - 263 - para ganar posiciones, o más bien las casas contiguas al río, para ocupar dos líneas de posición de flanco, tan cerca de las principales defensas del enemigo como las tropas pudieran establecerse, esto es obvio por las órdenes mismas; la distribución de las tropas, que se dividieron para ocupar todas las calles centrales menos tres, y la respuesta dada a la pregunta del general Lumley en la reunión de todos los oficiales. En particular, solicito la atención de la Corte sobre esto, porque se verá que las consecuencias más fatales, si no la totalidad de la desgracia; El resultado de ese día, surgió de un descuido de sus órdenes por parte de las columnas, en las que la estricta atención a ellos era lo más importante. Los hombres debían entrar con las armas descargadas y proceder lo más rápidamente posible, y no disparar por ningún motivo, y esto se declara claramente en uno de los cargos como un delito; Apenas sé si es necesario defenderme en este punto. Es un punto, como militar general, sobre el cual pueden existir y existen diferencias de opiniones. La Corte ha visto que los testigos han tenido diferentes opiniones; pero uno de los testigos, sir Samuel Auchmuty, que dio su opinión a favor de entrar en la ciudad con las armas descargadas, ha manifestado tacto, no en apoyo de esa opinión, si no en confirmar la corrección de la misma, a saber, que el peligro del jefe de su columna se incrementó con el disparo de su propia columna desde la retaguardia. Las razones de la orden en esta instancia fueron, que el fuego no podía ser de utilidad contra las personas en los techos de las casas, quienes se encontraban detrás de parapetos y completamente ocultas, excepto en el momento del disparo, y el objeto principal, por lo tanto, las tropas debían continuar lo más rápido posible, hasta que, las columnas tropezaran con el enemigo, y no correr el peligro de que los hombres se demoraran ni se atrasaran en utilizar su fuego, que es difícil de prevenir, o de cualquier daño que surja de las columnas que se cruzan antes de que haya luz suficiente para distinguirse entre sí. Por lo tanto, no puedo culparme a mí mismo por esta orden, y no debería haberlo hecho en absoluto si no se hubiera mencionado tan claramente en el cargo. He expuesto los motivos que me llevaron a adoptar el plan de ataque, al cual, después de las pruebas que se han dado, ahora se me permite agregar que, en este caso, confío que fue justo y efectivamente operó en mi mente, lo de ser aprobado por un oficial cuya opinión no podía dejar de tener peso. El siguiente punto al que me referiré es el de las órdenes dadas sobre el tema de la situación en la que me encontraría con el propósito de recibir informes, y si eso fue comunicado a los generales y oficiales al mando. Y las direcciones, que después de ocupar la línea de ataque, si ganaban su misión, debían esperar nuevas órdenes. Al explicar esto, debo observar además, que no se asignó ninguna situación particular en órdenes mías y del segundo al mando, que el cuartel general no había cambiado y que la reserva estaba en las órdenes colocadas a unas 500 o 600 yardas (450-540 mts) al frente del cuartel general sobre un espacio abierto, que debe ser atravesado por cualquier persona que vaya al cuartel general, y que el punto natural al que se enviarían todos los informes, ya que no se me indicó en las órdenes de estar con ninguna de las columnas de ataque. Confío en que no se me considerará capaz de desempeñar un papel tan indigno como el de exonerarme echando la culpa a los demás; He actuado sobre un principio muy diferente desde mi regreso. Independientemente de lo que haya sentido o pensado en cuanto a la ejecución de cualquier parte del ataque, me he negado firmemente a escuchar cualquier sugerencia de defenderme involucrando a otros, pero en los casos en los que estoy obligado a - 264 - rendir cuentas de mi conducta, pero no puedo hacerlo sino declarando aquello que tiende a culpar a los demás. Confío en que no se me acusará de desviarme de la línea de conducta que he adoptado, al indicar el motivo que me operó para actuar de una manera particular, o que ocasionó que descuidara algunos detalles que, estrictamente, podrían ser mi deber haber atendido. Con referencia a estos detalles, puedo decir con veracidad, que habiendo adoptado el plan de otro, no debí haberlo considerado justo o apropiado para con él, después de haberlo aprobado con muy poca alteración, para lo cual no es mi intención aludir, no permitirle tomar parte principal de lo que él había sugerido y que, al presentarlo con tanto detalle, por supuesto, había considerado erróneamente. En consecuencia, la Corte ha escuchado que cuando los oficiales se reunieron, expuse en pocas palabras mis motivos para adoptar el plan de asalto, y los remití al General Gower para obtener más detalles, y que los oficiales en consecuencia rodearon su mesa sobre la cual había colocado el mapa, y hasta mucho después de mi llegada a Inglaterra siempre había entendido que la razón del general Gower para aconsejarme que me quedara en el centro en lugar de tomar la izquierda con Sir S. Auchmuty, y darle la derecha, de acuerdo con mi intención original , [y lo que podría haber probado, si, después de la evidencia de Sir S. Auchmuty y otros en cuanto a la conveniencia de tomar una posición central, fuera necesario] fue, que podría recibir los informes de los generales, que siempre he entendido y concebido con nuestra posición les había sido explicada en el mapa del 4; sobre este tema parece haber habido un fatal malentendido. Ciertamente esperaba estos informes, con la plena convicción de que habían sido ordenados y señalado el lugar al que iban a ser enviados. Otro punto que me queda por advertir hasta la tarde del día 1, el de no haber reconocido el pueblo; Sobre esto, sólo puedo afirmar con franqueza y justicia que la naturaleza del ataque no me pareció que lo hiciera necesario, ya que no se iba a conseguir ningún objetivo ni se modificaba ni los detalles ni la ejecución del plan, que podría surgir de cualquier reconocimiento que pudiera haber hecho. El único lugar abierto desde el que se podía ver algo era el lugar donde yo estaba; el ataque se basó en un plano de la ciudad y la información de quienes la conocían. Ninguna situación ni a la derecha ni a la izquierda, ni en ninguna dirección, de hecho, no sólo en cualquier parte de nuestra línea, sino a cualquier distancia de cualquiera de nuestros flancos, podía permitirnos ver más lejos que las casas inmediatamente enfrente con los jardines y huertos. Esto lo pude ver, y hasta donde se percibía alguna extensión de vista, el Corral era el único lugar en el que la vista no estaba delimitada por las plazas, ni de casas, ni de fuertes setos, que interceptaban una vista cualquiera. No había posiciones que reconocer, ningún terreno que examinar con vistas a la disposición de nuestra propia fuerza, o atacar la del enemigo. No pude encontrar ningún punto al que pudiera haber ido con alguna fuerza para haber reconocido cualquier parte de la línea de ataque, o podría haber visto más de lo que podría haberse averiguado de un ejército estacionado a lo largo de la nueva carretera alrededor de Londres, para ocupar las calles paralelas al río Támesis, a cuya descripción familiar me refiero, simplemente porque con esta única diferencia, que el país de Buenos Aires era más llano, y cruzado por vallas altas y pedregosas, que interceptaban totalmente la vista, proporcionaría la mejor descripción a nuestra situación. He expuesto ahora en detalle todos los motivos que me llevaron a adoptar este plan, y creo que he comentado todos los puntos que debo observar hasta la tarde del día 4, y procederé en el orden de eventos hasta el día del ataque. - 265 - Al comentar los hechos de este día, que el fiscal tiene en una pregunta a uno de los testigos, [un período singular e inusual para la introducción de una frase que implica un comentario tan fuerte] llamado extraordinario, debo solicitar encarecidamente al Tribunal con precisión examinar las pruebas aplicadas a la situación en la que realmente me encontraba en ese momento y en la que podría, en todas las circunstancias, y de hecho supuse que estaban las columnas atacantes; y también lo que se basa en el desafortunado resultado, y cuál debería haber sido mi conducta si hubiera sabido o sospechado la situación de algunas de las columnas atacantes. En la mañana del día 5 me dirigí al centro, al terreno ocupado por la artillería, y los ataques se iniciaron como escuchó el tribunal antes o sobre el amanecer. Naturalmente, esperé algún tiempo esperando recibir informes; Antes de las nueve, ordené a los carabineros y a parte de los dragones ligeros desmontados del 9°, unos 500 hombres, que procedieran con dos cañones desde su posición avanzada en la ciudad por las calles centrales, esperando que este movimiento produjera una desviación a favor de las columnas atacantes, y permitirles abrir una comunicación desde uno u otro de los centros atacados. Antes de su regreso, había enviado al capitán Forster, uno de mis ayudantes de campo, para que se esforzara por conseguir inteligencia; mi personal se empleó en varias direcciones, tratando de averiguar cuál era el resultado de los ataques, y al regreso de los carabineros, alrededor de las diez y media, después de su rechazo, y de que tomaran una posición en la ciudad antes de la primera posición que habían ocupado, envié repetidamente al capitán Forster, un oficial de largo servicio y experiencia, a la ciudad con instrucciones para tratar de averiguar la situación de los ataques y abrir una comunicación con ambos flancos, esperando ansiosa y momentáneamente en el entretanto, algunos relatos de algunas de esas columnas, pero ciertamente nunca abrigaron la menor aprensión de lo que realmente había ocurrido en dos puntos del ataque, o del peligro que amenazaba a otro. No es mi intención entrar en comentarios detallados sobre todos los ataques, pero debo solicitar la atención muy seria y particular de la Corte a algunas observaciones sobre los más importantes, y también debo recordarles algunas observaciones generales sobre la naturaleza y el plan del ataque, y las órdenes para el mismo, con la explicación dada por el General Gower, en respuesta a las preguntas del General Lumley. Solicito ansiosamente la atención de la Corte a esta parte del caso, no solo porque es la más importante de hecho, casi la única parte realmente importante del caso para su consideración desde el punto de vista militar, sino también porque afecta más profundamente mi carácter de oficial, y de la insinuación implícita y distante en la acusación, transmitida bajo las palabras y del esfuerzo personal que tantas veces se ha repetido y a veces con especial énfasis en el curso del juicio, afecta aún más, si es posible, mi carácter personal y conducta. Solicito también la atención particular de la Corte al mismo, porque creo que dejaré claro que el cargo me prefirió por no colaborar o apoyar a las distintas divisiones involucradas, y las consecuencias señaladas en el cargo de su entrega por La falta de tal ayuda y apoyo, se basa completamente en una concepción errónea de la naturaleza del caso, y del plan de ataque, y de las situaciones relativas de mí como comandante en jefe y los oficiales que dirigieron las diferentes columnas, que el tercer cargo se basa completamente en una falsa suposición de lo que no tenía existencia, y no es aplicable a la naturaleza, el fin que se queda corto al no señalar las únicas circunstancias en las que tal acusación, con referencia a la naturaleza de la agresión a la ciudad, y objeto de ella, podría ser fundada; esta visión del caso, que me siento satisfecho, mostraré a la Corte como la - 266 - única justa y adecuada, se desprende del curso del examen, nunca se le ha ocurrido al fiscal; Ciertamente, no se le ocurrió cuando se prefirieron los cargos en mi contra, o se habrían formulado de manera diferente; y creo que la Corte verá que no se le ha ocurrido desde entonces; para explicar este modo de considerar el caso, debo llamar la atención de la Corte sobre la naturaleza y disposición del plan. El plan, como habrá visto la Corte, era rechazar el centro y, por lo tanto, las instrucciones no eran perseverar a pesar de los obstáculos, sino perseguir el objetivo principal, el de llegar a las cercanías del río, con tanta antelación como sea posible; las columnas del ala izquierda, por lo tanto, en caso de encontrar obstáculos para tomar las siguientes calles practicables a la izquierda de aquellas en las que se encontraron con obstáculos, y las columnas del ala derecha, las calles de la derecha, el efecto de lo cual necesariamente era evitar atacar el centro y las principales defensas, si presentaban obstáculos formidables para nuestro avance, y establecer una línea de puestos en las casas o edificios de mando cerca del río en los flancos de las principales defensas del enemigo, que Las estaciones, si se hubieran cumplido las órdenes, habrían ocupado la ciudad en cada flanco de las defensas del enemigo, acercándose o estando más lejos del centro en la medida en que cualquier obstáculo en las calles pudiera hacer necesario divergir hacia los flancos, y sus ataques debían necesariamente haberse comunicado y apoyado entre sí. La Corte observará, refiriéndose a las órdenes, que cuatro regimientos de la izquierda, bajo el mando de Sir S. Auchmuty y el General Lumley, a saber, el 87°, 5°, 36° y 88° se dividieron en alas, constituyendo así ocho columnas de ataque diferentes, excluyendo la 38° que iba a atacar a los Toros por la retaguardia, y la brigada al mando del general Craufurd, y la 45° al mando del coronel Guard, fueron divididas, como ha oído la Corte, en cinco columnas de ataque, y si la Corte se referirá al plano del pueblo, encontrarán, que con excepción de las dos calles a la derecha e izquierda del centro de la plaza de Buenos Aires, que fueron rechazadas, todas las calles fueron ocupadas por nuestras columnas. Las órdenes establecen claramente que cada división debe ir, si es posible [término que se explicó, como se ha dicho en la respuesta a la pregunta del general Lumley], directamente calle abajo, hasta llegar a la última plaza de casas cerca del río de la Plata del que iban a poseer, y en cuyas cimas se formaban. El Tribunal recordará que los lados de las plazas de las casas (manzanas) son de 140 yardas (128 metros), por lo que es obvio que si los edificios y las casas hubieran sido ocupadas de acuerdo con las órdenes, las diferentes divisiones no solo habrían estado al alcance de la comunicación y el apoyo, pero en realidad en contacto entre sí, está perfectamente claro, por lo tanto, que debían mirar el uno al otro en busca de cooperación y apoyo. Permítanme ahora considerar la suposición, o más bien la asunción en el tercer cargo, de que las diferentes divisiones involucradas en el ataque debían mirar hacia el centro o la reserva en busca de cooperación y apoyo; porque sobre esta suposición, la acusación y casi todas las pruebas se basan. Si esta suposición no está justificada ni por las órdenes ni por las circunstancias, el tercer cargo se declara como lo he sugerido antes en una concepción errónea completa del caso. Para conocer este punto, solicito, la atención de la Corte a la distribución de la fuerza bajo mi mando, y la fuerza comparativa y posición relativa de las diferentes divisiones tanto de ataque como en el centro y en la reserva, existían 14 divisiones de ataque, el 38° regimiento completo, los otros formados por alas de regimientos que incluían (con la excepción de una compañía del 88° dejado en el cuartel general para custodiar el hospital y los - 267 - prisioneros) toda la infantería del ejército. En el centro avanzado hacia el pueblo, estaban los carabineros y parte de los dragones ligeros del 9° formada por unos 600 hombres, 250 carabineros armados con las viejas carabinas conmigo en el Corral, constituido por la reserva, y con la artillería, 150 de los dragones ligeros desmontados del 9° y aproximadamente 30 de los dragones ligeros montados del 17°. ¿Era posible con esta fuerza haber cooperado o apoyado todos los ataques? ¿Podría haberse dividido para haber apoyado con algún efecto cada ala? ¿Podría, de hecho, si se dividiera, o incluso si se uniera, haber cooperado eficazmente o apoyado por cualquier ataque a través de la ciudad, el ataque realizado por los carabineros y los dragones ligeros del 9° desde el centro? ¿Es posible que alguno de los oficiales al mando de las divisiones del ataque, haya mirado las órdenes y viendo la distribución de la fuerza, haber mirado todos al centro o reserva en busca de apoyo? ¿No era obvio que se movió y actuó durante todo el ataque en comunicación inmediata con otros, y que el objetivo era formar una línea de estaciones conectadas en las casas y edificios cercanos al rio de la plata, comunicándose y apoyándose mutuamente? Pasaré ahora a aplicar las observaciones a las divisiones que se rindieron, y cuya entrega por falta de ayuda y apoyo se me imputa como delito, con lo que la justicia deberá determinar en lo sucesivo. El Tribunal lo encontrará probado por las pruebas del teniente coronel Duff y del mayor Vandeleur, que ellos con las respectivas alas del 88° se volvieron a la derecha en lugar de a la izquierda, como se había ordenado particularmente, y por extraño que parezca, también verán en la evidencia de los tenientes coronel Pack y Cadogan y el general de brigada Craufurd, que cada una de sus divisiones giró hacia la izquierda en lugar de hacia la derecha, y no es poco sorprendente que no fue hasta que se desviaron tanto que encontraron la formidable oposición que se ha descrito, o sufrieron alguna pérdida grave, y es obvio que en esta desviación de la intención y el espíritu de las órdenes, como se explicó en presencia de los oficiales, en respuesta a la pregunta del general Lumley, que el cuerpo del teniente coronel Duff y el mayor Vandeleur, y también el del coronel Cadogan, perdieron el poder y el apoyo de las columnas en su flanco y se enredaron en los obstáculos que deseaban evitar, finalmente se vieron obligados a rendirse. También es necesario que la Corte observe, que aquellos cuerpos de la izquierda que no hicieron tal desvío, preservaron su conexión entre sí, y finalmente encontrando los obstáculos tan formidables y la resistencia mucho mayor de lo previsto, se retiraron al flanco izquierdo y tomó el puesto en los Toros. Con respecto al 88° parece difícil encontrar alguna razón para esta desviación, no se declara ningún objeto expreso, pero los Coroneles Pack y Cadogan afirman que, al no encontrar oposición mientras avanzaban hasta que llegaron a la vista del río, se volvieron para buscar al enemigo. Esta es la expresión de uno de ellos, avanzando directamente hacia la gran plaza, a la que nunca se pretendió que se acercaran; y en este intento sufrieron esta terrible pérdida que se ha dicho; pero incluso entonces, aunque deben haberse considerado a sí mismos como si hubieran encontrado un obstáculo contra el cual era imposible esperar poder perseverar con alguna posibilidad de éxito; en lugar de moverse hacia la derecha, según la respuesta públicamente dada al general Lumley, perseveraron y cayeron en sacrificio. Habiendo aplicado estas observaciones en general al coronel Cadogan, así como al coronel Pack y al general Craufurd, creo que es justo señalar que el coronel Cadogan, en primera instancia, y el coronel Pack después, deben ser considerados - 268 - como actuando bajo órdenes superiores, y en la resolución perseverante y la valentía con la que el coronel Cadogan resistió hasta que se vio obligado a rendirse por un número abrumador, debe evitar para siempre que las desgracias de ese día produzcan algún recuerdo en lo que a él respecta, pero que debe ser gratificante para un soldado. También expresa el general Craufurd, que al llegar a la ribera del Plata y abrir el baluarte del fuerte, giró a la izquierda en lugar de a la derecha, y cuando lo hizo, en lugar de ocupar edificios y los techos de las casas a lo largo de la línea del río, que lo habría conectado con la Residencia y le habría permitido en cualquier momento comunicarse o retirarse, más particularmente si las divisiones al mando de los Coroneles, Cadogan y Pack, también habían ocupado edificios en la misma línea, no arroja sólo su propia división, pero la del coronel Guard y parte de la del coronel Pack en un edificio, y quedan por esperar apoyo. Permítanme ahora pedirle a la Corte que examine las pruebas y vea por qué motivo se vio obligado a seguir este camino. ¿Se originó en la letra o en el espíritu de las órdenes? Por el contrario, ¿no fue una desviación directa de ambos? Al llegar a la ribera del Plata, se desplaza hacia la izquierda, une el destacamento de la otra división con la suya, y arroja todo en un solo edificio, en lugar de mantener las divisiones separadas, y según las órdenes, ocupando los techos de las casas o edificios cercanos al Plata. También debo solicitar a la Corte que observe, que este edificio fue ocupado deliberadamente, no bajo el fuego del enemigo, y como una protección inmediata a las tropas, como fue el caso en uno o dos otros casos, pero fue tomado como una posesión para mantener. Parte del 45°, según ha escuchado el Tribunal, fue a la Residencia, aunque el coronel Guard regresó con una fuerte compañía, por lo que se puede considerar con justicia que traía una columna para una de las calles, y si se hubiera cumplido la orden, de retirarse de los obstáculos las divisiones del coronel Pack y Cadogan, al retirarse del centro, se habrían acercado más hacia la Residencia, empujando también a la del general Craufurd hacia la derecha, y colocando a los varios cuerpos en posiciones relativas que necesariamente debieron producir el efecto previsto por el plan y las órdenes de su comunicación, cooperación y apoyo mutuo, lo que habría asegurado en cualquier momento un retiro en la Residencia. En lugar de seguir, a este respecto, el espíritu de las órdenes al pie de la letra, y menos aún la explicación de las mismas por parte del general Gower, el general de brigada Craufurd se arroja en un puesto cercano a las defensas del enemigo esperando, como dice, soporte. ¿En qué parte de las órdenes se encuentra que se iba a dar tal apoyo? ¿De qué parte de ellos se presume que fue prometido, o era de esperar, o podría darse? Admito que si supiera que estaba en peligro, sobre lo cual observaré más adelante, que cualquiera que pudiera haber sido el plan original, o si ese peligro se había originado en un error de órdenes o no, admito plenamente que habría sido mi deber de haberme movido con todos los hombres que pudiera reunir para su apoyo, pero la verdadera pregunta es si era mi deber haber sabido que lo había hecho, contrariamente a las órdenes, o si las circunstancias lo obligaron a actuar y tomar tal puesto. Cuando menciono tan brevemente esas desviaciones de las órdenes, ruego que el Tribunal no suponga que insista en que el general Craufurd no tenía justificación para desviarse de las órdenes. La resistencia ofrecida en ese flanco puede haber hecho impracticable llevarlos a la ejecución, y podría ejercer una gran discreción militar al ocupar un puesto tan cerca del centro de defensa del enemigo con el propósito de - 269 - atraer la atención de una parte de la fuerza del enemigo, pero no debería, cuando ocupó este lugar, haber averiguado inmediatamente cuáles eran sus medios para mantenerlo o retirarse de él, y cuando descubrió, como por supuesto debe hacerlo, que no era sostenible por ningún período de tiempo, y que la entrada era demasiado estrecha para admitir forzar una retirada, si el enemigo lo recogía y lo rodeaba, como para haberme informado de esta inevitable desviación de las órdenes y de su peligrosa situación; O no debería entonces, si no pudo hacer tal comunicación, aunque es obvio que durante algunas horas después de entrar en ella pudo hacerlo por medio, incluso del destacamento del coronel Guard, que tan galante y juiciosamente se había movido después de haber ocupado sus propios puestos para apoyar a la otra división, en ese flanco, habría abierto una comunicación mucho más fácilmente conmigo que yo con él; y si hubiera descubierto que tal comunicación no podía abrirse y no tuviera los medios para informarme de su situación, ¿no debería haber obtenido los medios para retirarse? Como ha observado el Tribunal, me he abstenido de hacer una sola observación sobre la viabilidad de mantener el puesto, como afirmó el general Craufurd, que probablemente será objeto de otra investigación por el mismo motivo. No he intentado entrar en ningún examen de esa parte del caso, mis observaciones surgen de las pruebas aportadas por el propio General Craufurd y de la aplicación de esas pruebas a las órdenes, y ruego encarecidamente a la atención de la Corte estas observaciones, por constituir el punto real para su deliberación con referencia a los grandes rasgos del tercer cargo; porque, sin embargo, una falsa confianza en cuanto al éxito de los ataques, o una expectativa momentánea de recibir informes, puede haberme llevado a permitir que transcurriera un tiempo muy precioso antes de tomar medidas para comunicarme con los flancos [porque sin ninguna otra parte podría haber, como mostraré a continuación, comunicado] al constatar que no llegaron informes, no se me puede imputar como delito, que yo no apoye personalmente ni de otra manera a las diferentes divisiones involucradas en el ataque, y por lo tanto les permití rendirse, a menos que pueda demostrarse que había prometido apoyo y no lo he brindado; que el plan se basó en él, y descuidé cumplir con cualquier parte del plan; o que yo sabía que lo quería y omití, ya sea personalmente o de otra manera, pagarlo; o que necesariamente debí haberlo sabido y no haber realizado el esfuerzo adecuado para darlo o enviarlo. Regresaré ahora al centro y le pediré a la Corte que publique el número y la descripción de la fuerza que tenía conmigo, como prueba completa de que el plan no se formó, no podría hacerlo ninguna persona que conociera los detalles del ejército, y la fuerza del cuerpo que lo componía, se suponía que se basaba en cualquier principio de cooperación o apoyo del centro. El centro estaba ocupado por las tropas menos efectivas del ejército, y la fuerza que quedaba allí difícilmente podría considerarse más que igual para garantizar la seguridad de los cañones, el hospital y los prisioneros, y para oponer resistencia a cualquier intento del enemigo a forzar su salida del centro de la ciudad, como consecuencia de los ataques de flanco, que, como ha dicho el capitán Fraser, sería el efecto probable de esos ataques. Considere esto desde otro punto de vista. Si la flor del ejército, penetrando en líneas paralelas, en calles a sólo 140 yardas (128 mts) una de la otra, y por lo tanto mutuamente al alcance de apoyarse, no pudiera mantener este terreno, ni causar la impresión que se esperaba de todo el conjunto de esta fuerza desechable del centro, y con los 150 hombres en el Corral, y unos 550 o 600 avanzaron en el centro de la ciudad, aunque yo hubiera - 270 - considerado este último como desechable, porque es imposible calcular los varios destacamentos dispersos que se extendían a lo largo toda la línea a intervalos distantes, y ni siquiera a la vista, o devuelta al ayudante general ese día como desechable, entonces, está claro, que las columnas de ataque tendrían menos dificultades para comunicarse e informarme que yo debería tener en enviarles. Estos cuerpos eran más fuertes, particularmente el del general Craufurd, que estaba formado por las mejores tropas del ejército. También habían pasado y conocían el terreno, y el general Craufurd tenía con él a un oficial experimentado, que conocía bien toda la ciudad. El general Gower afirma, y ciertamente consideré que todos los brigadistas sabían dónde estaba destinado y que debían informarme. En todo caso, el general Craufurd está probado, por sus propias pruebas, que sabía dónde estaba yo, y tras tan extraordinaria desviación del plan de ataque, y ocupando un puesto que no era sostenible, lo que impedía una retirada; ¿No debería haberme comunicado inmediatamente su situación y pedirme apoyo u órdenes? Si luego me negara o descuidara enviarlo, si no me hubiera puesto instantáneamente a la cabeza de todos los hombres que pudiera reunir, a expensas de cualquier sacrificio, brindarle apoyo, el general de brigada habría sido justificado al acusarme deliberadamente de abandonarlo; pero a menos que haya malinterpretado por completo el plan de ataque, el objeto y el espíritu, e incluso la letra de las órdenes y nuestras situaciones relativas, habría sido más decoroso y más prudente en un testigo, en la situación de prestar testimonio, exculparse a sí mismo, en lo que él y algunos otros han estado, y por lo tanto abierto a alguna pequeña sospecha de sesgo de opinión, porque no acusaré ni sospecharé que ningún oficial sea capaz de tergiversar ningún hecho, de haber evitado dar, en comienzo de su testimonio, prueba tan fuerte del sentimiento personal sobre el tema y que contiene una acusación tan injuriosa, y, como confío, demostraré a la Corte tan infundada. Me enorgullece sentir y saber que no me lo he merecido; porque sea lo que sea que me haya visto obligado ahora por el intento de acusar mi carácter, a declarar en mi defensa, y lo que sea que haya sentido sobre este tema, inmediatamente después de la transacción, me he abstenido con la mayor cautela, sobre principios tanto de honor como de sentimiento, de intentar exculparme a expensas de otros, aunque soy muy consciente de que, al hacerlo, no habría tenido ninguna dificultad al menos en desviar gran parte del clamor popular que se ha dirigido contra mí, un sentimiento que siempre he desdeñado para entretener o actuar. Volviendo, sin embargo, de la digresión que espero que la Corte perdone y atribuya a los sentimientos que no pudieron sino emocionarse con la ocasión. La Corte ha escuchado que luego de los intentos fallidos de los dragones ligeros del 9° y los carabineros, y luego del Capitán Foster, ya sea para abrir una comunicación, o para conocer la situación de las columnas atacantes, se llevó un informe al centro sobre la una de la mañana. Que los colores del fuerte fueron marcados, y el coronel Torrens fue enviado para averiguar el hecho, y mientras él estaba ausente, fui a la casa del Sr. White [la ausencia aludida por el general Gower], con plena convicción, como pude probar si fuera necesario, que el pueblo se había rendido. Menciono esta circunstancia y pido permiso para llamar la atención de la Corte sobre la prueba del General Craufurd y el Coronel Pack sobre ese tema, quienes afirman ambos, que cuando les llegó la primera bandera de tregua sobre el período en que estaban satisfechos de que fue una bandera para la rendición del pueblo, con el propósito de mostrar la impresión general que se tenía en ese momento sobre el éxito del - 271 - atentado, y tanto más contundente para probar los sentimientos abrigados sobre el tema en ese momento, que todas las pruebas que se ha dado ahora después del resultado o que ahora se podría dar. Llamo el recuerdo de la Corte a esta declaración, ya que confirma completamente la evidencia que se ha dado sobre esa cabeza cuando regresamos al cuartel general, y para probar más allá de toda duda que era el sentimiento general en ese momento. Si el general Craufurd, que se había sentido obligado a arrojarse al convento de Santo Domingo, y el coronel Pack, que había sufrido tan severamente en su acercamiento a las defensas centrales de la ciudad, y no había podido impresionarlos, entretenía esa idea, y pensaba que la posesión de puestos tan cerca del centro de la ciudad, y los otros ataques habían producido tal impresión en el enemigo, ¿no puedo yo, a mayor distancia, sin sospecha de desastre alguno, y no consciente de la naturaleza desesperada de la resistencia, se permitiría, con franqueza común, haber albergado la misma impresión, y se puede decir con nuestro ejército, de cuyos esfuerzos todo podría esperarse, y no contemplando la posibilidad de tal defensa, fui accionado por una confidencia ciega y enamorada? ¿Es el primer caso en nuestra historia militar en el que se ha subestimado la resistencia de un enemigo y se han sobrevalorado los esfuerzos de nuestras tropas? Solo necesito mencionar el ataque de Lord Nelson de Tenerife, y de los cañoneros frente a Boulogne, que selecciono como prueba de que incluso el talento trascendente, la intuición, la previsión y la consumada providencia del mayor comandante registrado en nuestra historia, no siempre fueron capaz de evitar las consecuencias de un error de cálculo a este respecto. Solo pido la franca y generosa concesión de la Corte sobre este tema, y que, al interpretar mi conducta ese día, me den el beneficio del motivo que podría obrar justamente en mi mente. Inmediatamente después del regreso del coronel Torrens propuse abrir una comunicación con los flancos y envié al mayor Crosby a la derecha, e inmediatamente después al capitán Whittingham a la izquierda. El mayor Crosby se vio obligado a regresar, y envié al capitán Whittingham con un grupo que se suponía que le permitiría averiguar la situación de las columnas en ese flanco. Es posible que me pregunten por qué no envié otro destacamento a la derecha. Expresaré con franqueza la razón, que fue que no tenía ningún otro oficial a mi alrededor que entendiera el idioma español, las partidas de la derecha eran más numerosas que las de la izquierda, y no me gustaba retirar los carabineros y el noveno del centro. Y con la escasa partida en el Corral temía dejar los cañones no suficientemente protegidos, pero más que todas estas consideraciones, que sin duda habrían dado paso de inmediato a cualquier sospecha del peligro de la derecha, me movió una confianza que la derecha estaba a salvo, y una ansiedad mucho más fuerte por conocer la situación de la izquierda. Creo que puedo convencer a la Corte de que esas impresiones, en cuanto a la situación comparativa de la derecha y la izquierda, eran en ese momento tales, que no pude sino formarme a partir de las circunstancias, rogando a la Corte que tenga en cuenta la confianza que aún mantenía. En cuanto al éxito del ataque, o, en todo caso, la ausencia de toda sospecha de que hubiera ocurrido un percance grave, la Corte recordará que lo habíamos distinguido, y tan tarde como pudiera hacerse cualquier observación. Como se ha dicho, el tiempo es denso y brumoso; que dos edificios que fueron cañoneados de la derecha estaban en nuestro poder, y como no pudimos distinguir las casas intermedias, y sabíamos que la fuerza de ese lado se había dividido en cinco columnas, naturalmente concluí que el intervalo estaba ocupado por algunas de las columnas, y que necesariamente estaban en condiciones de comunicarse, - 272 - cooperar y apoyarse entre sí, y consideré, que resultó ser la Iglesia de Santo Domingo, como la parte más cercana de la línea ocupada por nuestras tropas hacia el centro, y a partir de eso, como se ha comprobado, vimos disparar a nuestros hombres siempre que pudimos distinguir objetos en el pueblo de la izquierda, donde también había edificios altos entre el fuerte y el pueblo, aunque ocho columnas debajo de la 38° habían avanzado en esa dirección. Por tanto, si hubiera sospechado algún fallo grave, habría mirado inevitablemente a la izquierda como el lugar donde había ocurrido, y como era, por ser el punto de comunicación con la nave, el flanco más importante, yo no dudaría en confesar, y creo que, después de lo que he dicho, la Corte sentirá que hubiera sido el curso natural a seguir, que si la impaciencia por no escuchar ninguna inteligencia, o el no poder formar ninguna comunicación, me había inducido a dejar el puesto antes de que llegaran los informes, o si se me había ocurrido a mí o a otros, que había que hacer un gran esfuerzo, y la fuerza que teníamos era reunirnos, y yo debía ponerme en cabeza de él para esforzarme por restaurar las fortunas del día, debería, inevitablemente, haber tomado las direcciones equivocadas y haber ido a la izquierda en lugar de a la derecha, con plena convicción, de asegurar las dos banderas, y sabiendo que el número de las plazas de las casas de ese lado eran menos que en el otro lado de la ciudad, que el ataque había tenido éxito por la derecha y que habíamos ocupado la línea en el flanco izquierdo del enemigo, pero habíamos fallado en los demás. El regreso del Capitán Whittingham demostró que la izquierda estaba bien posicionada, aunque los ataques habían fracasado, y que Sir S. Auchmuty me recomendó que fuera a la izquierda, pero no hasta que yo estuviera satisfecho con la derecha. Aquella noche era demasiado tarde para intentar cualquier comunicación con la izquierda, por lo que resolví no avanzar hacia la izquierda hasta haber averiguado la situación de la derecha y haber subido a la columna del coronel Mahón, y que, como ha sido probado a la Corte , fue el objeto de atención en la mañana, y que aunque parecía, en respuesta a la pregunta del fiscal, que sí me permití comer y que nos tumbamos a descansar, aunque no se supondrá que mi sueño fue muy profundo, también debe recordarse que parecía que estaba ocupado en el medio de esa noche examinando al guía y estableciendo los rumbos y distancias para el reconocimiento del capitán Whittingham a la mañana siguiente. No debería aludir a una circunstancia tan insignificante, sino con el propósito de repeler la insinuación que no podía sino ser transmitida por la manera directa en que se formuló la pregunta. También debo solicitar a la Corte que recuerde, que ha sido probado, que al retirarnos a la casa del Sr. White, aunque naturalmente ansiosos por el desarrollo, ningún oficial tuvo sospecha alguna sobre de que hubiera ocurrido algún desastre, pero que nos retiramos con la plena confianza de que si los hechos eran como a la izquierda todo estaba seguro. Tantos temas importantes de discusión ocurrieron, como hasta el día de hoy, que debo, antes de dejarlo, recapitular brevemente los argumentos, que con gran deferencia presento a la Corte sobre este cargo, el de no cooperar o apoyar el ataque, mientras que algunos de ellos tuvieron éxito. Confío haber satisfecho a la Corte, el plan no se basó en el apoyo al centro y que el oficial al mando no tenía justificación para esperarlo; pero que, por la naturaleza de la disposición, necesariamente cooperarían y se apoyarían mutuamente, y en consecuencia, con la excepción del 88°, así se entendió y actuó desde la izquierda, si he tenido éxito en esto, está claro que no me iba a mover del centro. Sé que algún punto quería apoyo, para al haber estimado el peligro de la brigada del general de brigada Craufurd, debí haber previsto que él y los que estaban con él se desviarían totalmente del plan de - 273 - ataque, que ocuparía un puesto insostenible y del cual no pudo retirarse; que sabiendo que no podía retirarse de él, se dejaría rodear para que le cortaran la retirada, y que habiendo ocupado un solo puesto, y que con su propia división y destacamentos de otros dos, en lugar de una línea de puestos apoyándose mutuamente, no enviaría a informarme de su situación, sino que presumiría de mi cooperación o apoyo, que no era coherente con el plan ni con la disposición de nuestra fuerza, y finalmente, que una resistencia, de la que los habitantes de una ciudad abierta no darían ningún ejemplo contra tan formidable cuerpo de tropas disciplinadas. Se ha preguntado dónde estaba la brigada del coronel Mahon y por qué no se unió al resto del ejército, y aunque no se ha preguntado por qué no se realizó el ataque antes, se han planteado preguntas de similar tendencia en cuanto al efecto que habría sido producido, si hubiera participado en el ataque. Se ha preguntado así, por qué no se hizo ningún otro esfuerzo para abrir una comunicación, ni por el centro ni por los flancos. También se ha preguntado por qué no se enviaron más órdenes a los cuerpos en la ciudad y, finalmente, por qué no reuní personalmente mi fuerza y me puse a la cabeza y me comuniqué con los ataques. Responderé con franqueza a todas sus preguntas y, aunque al hacerlo, no puedo librarme de alguna culpa, creo que la Corte sentirá que mi defensa, cualquiera que sea, es de una descripción que no puede decirse que deshonre a nadie. A mí o mi profesión, mi país o las armas de su majestad; que no justifica la acusación ni el odio que se me ha arrojado. Al igual que otros, que han estado antes en una situación difícil en circunstancias novedosas, en contra de mi propio juicio, he adoptado un plan de ataque que ha fracasado. Lamentablemente, subestimé la resistencia del enemigo y estimé demasiado nuestros medios de ataque. Una falsa confianza, como ha demostrado el suceso, no sólo regía los preparativos del ataque, sino que operaba en la producción de todos los hechos de ese día. Cada preparación, cada ocurrencia de ese día se originó en la suposición del éxito final del plan. Actuaba bajo esa impresión, y los cargos se basan en el resultado. Estaba escribiendo para informes de éxito que podría enviar órdenes para aprovecharlo, y mis acciones, que se basaron en la convicción de que no existía la posibilidad de un fracaso, son escrutadas como si hubiera sabido del peligro de los demás, y había fallado en cumplir con mi deber al sacarlos. Admito que, de haber previsto la desesperada resistencia del enemigo, no habría hecho tal ataque, o al menos, hasta que llegó el coronel Mahon, me habría valido de todas las fuerzas a mi alcance. Se ha preguntado por qué no me aproveché de su brigada para sacar el derecho. Las respuestas son dos; Nunca sospeché que esperaba esa ayuda, y si lo hizo. El coronel Mahon no cruzó el puente hasta que anocheció. Yo estaba, confiando en el éxito, esperando informes, mientras los generales, por algún malentendido, afirman que estaban esperando órdenes. El general Gower, quien les explicó los detalles del mapa y de quién era el plan, afirma que tenían órdenes de informar y que su recomendación para que me quedara en el Corral se basaba en la dirección de informarme allí. Pero independientemente de esto, la Corte considerará, bajo todas las circunstancias. El general Craufurd, que sin duda sabía dónde estaba yo, no debería haber informado de su situación, lo que podría haber hecho durante tres horas después de ocuparla. Respecto a la facilidad de comunicación, creo que se admitirá tras el intento de los carabineros, que no pudo haber sido encontrado después de la mitad del día, o incluso antes, por el centro del pueblo. Podría haber abierto una comunicación con el cuerpo - 274 - de flanco y posiblemente con el cuerpo de la Residencia, si hubiera aplicado una parte considerable de los carabineros y el noveno para ese propósito; y no cabe duda de que debería haberlo hecho si hubiera sospechado la necesidad. Pero he demostrado que las circunstancias me llevaron a concluir que la derecha había tenido más éxito que la izquierda. Sobre el tema de la confianza que se tiene en el éxito del ataque, creo que el tribunal se sentirá satisfecho de que, cualesquiera que sean los matices de las diferencias de opinión en cuanto al plan en ese momento, pues desaprovecho el juicio formado ahora, que no existían diferencias de opinión en cuanto a su éxito, ni aprensión de su fracaso. Esto ha sido probado por varios funcionarios del estado mayor, quienes tenían más probabilidades que todos los demás de haber escuchado tal opinión si hubiera existido. Se ha demostrado que aunque cualquier segundo al mando estuvo conmigo todo el día, y una de mis razones para retenerlo fue que el plan había sido considerado y arreglado por él mismo, y ni él ni ninguna otra persona se sintió el peligro o sospechaba de la desgracia que sucedió, pero era como yo, esperando a cada momento saber que nuestras columnas estaban en posesión de la ciudad. Por lo tanto, no se propuso ni sugirió ninguna medida, y regresamos al cuartel con una confianza justa en la seguridad de la derecha. ¿No es una prueba de hechos más fuerte que la evidencia de la impresión que existía entonces? Para concluir la acusación, es posible que haya cometido un error al adoptar un plan que ha fracasado, puede que debido a una confianza demasiado grande en él, haya descuidado todas las precauciones necesarias, y que debería haber tomado si hubiera previsto la resistencia opuesta para nosotros, bajo esta impresión puedo haber dejado pasar un tiempo valioso en la noche del día 5, con la expectativa de recibir informes de nuestras columnas y actuando solo sobre la impresión del momento, y que solo sentí al igual que otros en cuanto al éxito final del ataque, no tomé medidas ni realicé esfuerzos, que fueron requeridos por eventos de los que no tenía conocimiento. Por tanto, confío en que la Corte verá que cualquier delito, cualquiera que sea, consiste únicamente en no haber previsto estos hechos, en un error de juicio, en subestimar a mis enemigos, y dos en valorar altamente mis propias fuerzas; y que el cargo no es aplicable a la naturaleza del caso, las circunstancias o la situación en la que me encontré. A la sentencia de la Corte sobre este tema, me someto alegremente; Satisfecho de que un error de juicio no será, después de las numerosas instancias en que otros han fallado, quienes hicieron estimaciones falsas de los medios comparativos de resistencia y ataque, será considerado por la Corte como meritorio de lo que ya he sufrido en este proceso. Sobre el tema del cuarto y último cargo, ahora debo traspasar la atención de la Corte. Debería haberme quedado satisfecho de que la evidencia del Almirante Murray, el General Gower, Sir Samuel Auchmuty y otros oficiales sobre ese tema, me absolvería en la sincera opinión de la Corte de haber actuado, en esta medida, en contra de la política, como así como la necesidad de su ejecución. Gran parte de la calumnia pública ha sido lanzada contra mí por mi conducta sobre este punto, pero, sin embargo, puede haber sido justificada, la dejaré a la justicia e imparcialidad de este honorable Tribunal, cuando les haya expuesto los motivos de que me llevó a este acto de descortesía, según se ha considerado, para absolverme o condenarme. Llamo el recuerdo de la Corte al Estado de América del Sur, y la disposición de los habitantes hacia nosotros, y también podría llamar su atención sobre mis instrucciones, como - 275 - Gobernador civil y Comandante de las Fuerzas, y las instrucciones que se me comunicaron a mi llegada a América del Sur. Pero antes de aplicar estas observaciones al asunto en cuestión, es necesario advertir sobre la situación de las Fuerzas Británicas que permanecieron en Buenos Aires en la mañana del día 6. Actué o no con sana discreción al respecto, es mi deber exponer ante la Corte todas las circunstancias que me llevaron a la conclusión definitiva de este tratado, cuya base fue la entrega de la fortaleza de Montevideo; Espero que la Corte me haga justicia al pensar que desestimé todas las consideraciones personales al seguir la línea de conducta que me pareció más favorable al interés y al honor de las armas de Su Majestad. La circunstancia de que no hayamos causado ninguna impresión especial en el enemigo, en el ataque. Las mejores tropas de todo el ejército, que incluía una gran parte de ese ejército, fueron tomadas prisioneras. La experiencia nos había demostrado que teníamos la mayor resistencia a encontrar si intentábamos otro ataque después de que el primero había fallado; y el éxito había aumentado la determinación del enemigo de oponerse a nosotros en todas direcciones; y aumentó su confianza, mientras que por otro lado la defensa había disminuido la nuestra. La siguiente consideración fue la posibilidad de renovar el ataque, nuestras fuerzas estaban reducidas, agotadas, desprovistas de los medios de ataque aunque si tenían la disposición, no será necesario que entre en una descripción del pueblo, la naturaleza de los edificios y la dificultad de causarles alguna impresión mediante bombardeos; los experimentos nos enseñaron a llegar a esa conclusión. Si la fuerza que teníamos y número originales no hubiera tenido éxito en el asalto, seguramente era dudoso que el ejército restante e invicto conmigo hubiera tenido éxito en una repetición de un modo de ataque similar. Bajo todas estas consideraciones, me sentí satisfecho de que la reanudación del ataque sería descortés y no habría respondido a ningún propósito muy beneficioso; por el contrario, me impulsó un motivo mucho más fuerte de lo que he dicho. Se me había informado que el estado exasperado de los habitantes, a partir de una representación de que los soldados británicos habían practicado crueldades en la ciudad, los llevaría a masacrar a los prisioneros en su poder. La seguridad de esas valientes tropas que consideraba un objeto de gran importancia y si hubiera desatendido su situación y los hubiera dejado a su suerte, mediante la reanudación de un ataque que habría fracasado probablemente, debería haber sido expulsado de la sociedad como el más sin principios de los hombres. No fue un tema de consideración por mucho tiempo, el ataque fue rechazado. La siguiente consideración fue nuestra renuncia a la posición que teníamos en América del Sur (Uruguay), como único medio de recuperar estas tropas. Sobre este tema se presentaron muchas consideraciones importantes. Primero, la situación del país y la naturaleza de nuestras instrucciones. De la información recibida por el Gobierno se suponía que el país sería conquistado y mantenido en sujeción por 8000 efectivos, que eran considerados como una gran fuerza. Pero la información recibida por el Gobierno sobre este tema debe haber sido fundada en la ignorancia del verdadero estado del país, descubrí, a mi llegada, que la resistencia que deberíamos tener que enfrentar excedía con creces todos los cálculos; ni un solo amigo teníamos en el país, al contrario, cada habitante estaba decidido a ejercer su fuerza individual. Sobre este tema me baso en la experiencia de Sir S. Auchmuty, quien afirmó que se necesitaría el doble de tropas que he mencionado para conquistar y mantener la posesión del país. Bajo estas desventajas, desde un punto de vista militar, deberíamos advertir la inmensa extensión de país que hay que mantener, y el constante suministro de tropas - 276 - de Europa que sería necesario mantener a tal efecto. Los habitantes, cada vez más exasperados, cualquier intento de mantener un pie en el país iría acompañado de la destrucción total de toda la fuerza que quedaba en el país. Para intentar conservar Montevideo debimos haber sacado a catorce mil habitantes; una medida absolutamente imposible en su ejecución y una desviación del espíritu de mis instrucciones. La Corte percibirá que las instrucciones que recibí fueron, de la manera más contundente, para evitar cualquier opresión de los habitantes, que nos expondría a las consecuencias de su odio. Me sentí, por lo tanto, satisfecho de que se tratara de consideraciones de suficiente peso, tanto desde el punto de vista militar como político, para inducirme a abandonar una posición que sólo se mantendría deshaciéndome de los habitantes de una manera repugnante a la humanidad y el derecho de gentes. Por otro lado, estaba ansioso por la preservación de la vida de nuestras valientes tropas en la ciudad, y no tenía otro medio o esperanza de conseguir su liberación que accediendo a dejar el Plata. Fue por todas estas consideraciones que fui impulsado; y por las opiniones concurrentes del almirante y de los oficiales generales del ejército, accedí a ceder estas ventajas y concertar este tratado con el general español. Que era intención del enemigo destruir a los prisioneros, si se hubiera intentado reanudar el ataque, las pruebas aportadas por varios oficiales sobre el tema, permitían concluir con mayor probabilidad que esto sería consecuencia de tal medida. Y estoy bien seguro de que, a partir de esa información, el Tribunal pensará que al ejercer tal discreción no fui impulsado por ninguna opinión privada, sino que los remito a las pruebas de Sir Samuel Auchmuty y el General Gower, quienes opinaron que, desde el punto de vista militar, había llegado la necesidad de abandonar Montevideo. Creo necesario señalar también, como motivo de aliciente a esta medida, que ningún objeto de valor podría haberse obtenido ocupando un puesto militar en ese país, en circunstancias como estábamos, y las esperanzas de quienes calculaban sobre especulaciones mercantiles habían probado ser falacias. El fiscal luego sostuvo que como la fortaleza no estaba confiada a su cargo personal, no podía ser responsable de la de otro; pero como comandante en jefe del ejército y gobernador civil, estaba investido de esa discreción, a la que como representante de su soberano tenía derecho, para administrar y dirigir las medidas que concibiera mejor calculadas para el bien del servicio en el que estaba empleado. La Corte recordaría que el fiscal parecía considerar como sujeto de imputación, que la fortaleza no estaba, cuando fue entregada, en estado de bloqueo. Solo tuvo que decir que no podía hacer referencia al cuarto cargo como consideración militar. Por fin he llegado a la conclusión de esta larga defensa, y ahora tengo que disculparme por traspasar tanto la atención de la Corte. El país mira a su discreción y juicio en la decisión de la cuestión importante, si he sido justificado en mi conducta como oficial al escuchar los brazos de Su Majestad. Miré este juicio, y lo he mirado con larga y dolorosa ansiedad para repeler las calumnias que tan laboriosamente se han lanzado contra mí para confundir esas publicaciones maliciosas que han circulado laboriosamente en mi perjuicio, cuyos autores, porque yo he tenido la desgracia de haber respondido a unos finales privados y siniestros, cargado de sus calumnias. Pero espero y confío en la justa investigación que mi conducta ha sido objeto de este Honorable Tribunal, y la Defensa que he vuelto a establecer si los cargos que se me imputan, disipará los sentimientos públicos de aborrecimiento que han despertado estos motores y aclarará mi carácter de aquellas imputaciones de mala conducta que se me han lanzado sin la oportunidad de reivindicar mi reputación de sus inicuos - 277 - efectos. Ahora sólo tengo que reclamar la indulgencia de la Corte, pidiendo su atención a los documentos que tendré ocasión de presentarles en el curso de mi defensa. Este detalle fue tan extenso que, durante su lectura, el general Whitelocke fue relevado alternativamente por el general de brigada Meade, el señor Lewis y el señor Sewell, quienes, como amigos y parientes del general, estaban autorizados a ayudar en el recital; El Sr. Harrison, abogado del general Whitelocke, no pudo hacerlo por la costumbre general de la Corte. Habiendo terminado, el general Whitelocke puso en manos del Fiscal varios documentos escritos a los que había aludido en la defensa y que deseaba aportar como prueba. El Juez Abogado General (fiscal) observó que, si bien estos documentos no eran estrictamente probatorios y no debían ser recibidos estrictamente, no tenía la menor objeción, si la Corte agitaba los suyos, a su recepción. No habiendo pasado objeciones por parte de la Corte, se leyeron, el primero fue un despacho privado de Sir Samuel Auchmuty al honorable William Windham, fechado en Montevideo, 17 de febrero de 1807, en el que se dieron las circunstancias que motivaron la toma del lugar detallado con considerable extensión; describir las costumbres y modales de los habitantes, su modo de hacer la guerra; y luego de detallar las grandes pérdidas sufridas por las tropas bajo su mando en el ataque, el General da su opinión de que las tropas entonces en el país no estaban a la altura de la tarea de retener, cualquier posición en esa parte del mundo; y que por la disposición de los habitantes y otras causas, una fuerza de no menos de 15.000 hombres podría conquistar o mantener ese país por un período de tiempo considerable. El siguiente documento era también una carta de Sir Samuel Auchmuty al Sr. Windham, fechada el 6 de marzo de 1807, casi sobre el mismo tema, pero con cierta extensión al representar el estado hostil de los habitantes de Buenos Aires y sus intentos de averiguar su disposición hacia las fuerzas británicas, la siguiente era una carta fechada el 26 de febrero de 1807, de Sir S. Auchmuty al comandante español, quejándose de la violación de un pacto solemne por las fuerzas españolas hacia los británicos, etc. La siguiente fue una carta de la Audiencia, en la que declinaba, en términos perentorios, la injerencia del gobierno británico en el de Buenos Aires, y también una carta fechada en Buenos Aires, el 2 de marzo de 1807, firmada por uno de los principales miembros del gobierno español, y dirigido a Sir Samuel Auchmuty, sobre el mismo tema que el de la Audiencia. Luego de estas cartas se leyeron un gran número de órdenes, emitidas por el Comandante de las fuerzas al ejército a su llegada a Montevideo, a los comandantes de las divisiones en el orden de sus operaciones preparatorias de su embarque para Ensenada. Las fechas eran: 8, 21, 25 de mayo, este último para la recogida de caballos para la expedición, y la orden del 31 de mayo relativo a la disposición del equipaje superfluo de la caballería. A las tres de la tarde, el Tribunal levantó la sesión hasta mañana. Trigésimo primer (31) día Martes 15 de marzo - 278 - Habiéndose reunido el Tribunal de conformidad con el aplazamiento, el teniente general Whitelocke procedió en su defensa. Las órdenes generales emitidas por el general Whitelocke con respecto al departamento del comisario general, el suministro de provisiones, etc. y luego se leyó la restricción a las fuerzas de tomar ganado u otras provisiones de los habitantes por medios indebidos y sin pagar una justa indemnización. La siguiente prueba escrita fue la orden del 2 de julio, emitida en la marcha por sugerencia de Sir Samuel Auchmuty, y a la que se alude particularmente en su testimonio, alentando a los hombres a cumplir con su deber con alegría y comportarse como soldados británicos, y apelando a ellos mismos sobre la dificultad de conseguir bebidas espirituosas en ese momento, y exhortando a los oficiales a animar a sus hombres a cumplir con esta orden. El teniente coronel Bourke fue llamado y examinado. P. ¿Conoce la letra del general Gower? R. Creo que sí. [Aquí se pusieron en manos del testigo varias cartas y papeles] P. ¿Son estos escritos suyos? R. Sí, creo que lo son. [Aquí se leyeron seis informes del mayor general Gower al teniente general Whitelocke] P. ¿Estaba usted presente, cuando el general de división Gower examinó a los guías, antes de la carta del 2? e indique el resultado de ese examen. R. Yo estuve presente en ese examen y el resultado fue que los guías, habiendo expresado una gran incertidumbre en cuanto al estado del Paso Chico, el General parecía decidido a no proceder de esa manera, sino a esforzarse por encontrar algún punto más practicable, más arriba. P. ¿La carta se escribió después del examen? R. Lo fue. P. ¿Me informó a su regreso del General Gower, el significado del examen de los guías del General Gower? R. Lo hice. P ¿Se habría producido alguna separación del cuerpo de avanzada del cuerpo principal del ejército, si el general Gower se las hubiera ingeniado para marchar por la ruta señalada en su carta? y exponga en su opinión, ¿cuál hubiera sido la situación relativa del avance y las principales divisiones, si hubieran continuado en la misma línea de marcha ese día? R. Si el general Gower hubiera continuado en la misma línea de marcha, no creo que hubiera podido producirse ninguna separación, porque, apenas el cuerpo principal cruzó el río Maciel, sólo tendría que cruzar estas alturas que no superaran las dos o tres millas de ancho (3.2-4.8 kms); y si el cuerpo del general Gower se hubiera - 279 - mantenido a lo largo de esas alturas, el cuerpo principal lo habría seguido a corta distancia en su retaguardia. P. ¿Su respuesta se aplica al terreno elevado mencionado en la carta? R. Lo hace; se aplica al terreno elevado sobre el riachuelo. P. ¿No habrían cruzado en ese caso el cuerpo de avance y la división principal del ejército por el mismo vado? R. Habrían estado en la misma línea de marcha; y si la ruta de marcha hubiera sido la misma; deberían haber cruzado por el mismo vado. P. ¿No me informó la circunstancia de ver al General Gower moverse en una dirección de nosotros, antes de que yo cruzara el Río Maciel? R. No lo hice; Creí haber visto al teniente coronel Torrens señalándolo. P. ¿Incluso entonces suponía que se produciría alguna separación? R. No lo hice, porque al mencionar la circunstancia al guía, me informó que cuando hubiéramos cruzado el río Maciel, debíamos movernos también en la misma dirección. P. Por su conocimiento del país en el que íbamos a actuar y del enemigo al que nos opusimos, ¿pensó que habría sido conveniente aumentar la caballería a expensas de la infantería? R. Teniendo en cuenta el servicio en el que nos iban a emplear y el tipo de caballería que podríamos haber conseguido, no creo que hubiera sido, de ninguna manera, conveniente. P. ¿Le di alguna vez alguna orden para informar al señor Bullock, el comisario general, que el desembarco se realizaría a cinco o seis millas (8-9.6 kms) de Buenos Aires? ¿Y alguna vez le informo a ese efecto? R. Nunca recibí órdenes de informar al Sr. Bullock del lugar de desembarco, ni de hacer ningún arreglo con él en relación con la expedición contra Buenos Aires, excepto el transporte de mapas y cartas. Ciertamente, nunca le dije al Sr. Bullock que el desembarco se realizaría dentro de las cinco o seis millas (8-9.6 kms) de Buenos Aires, recuerdo haberle dicho al Sr. Bullock que tendría lugar dentro de las cuatro o cinco millas (6.4-8 kms) de una aldea a la que le recomendé que fuera. Le recomendé que destaque a algunos gauchos para apoderarse de cualquier ganado que allí pudiera encontrarse; Aparte de esto, no recuerdo haber tenido ninguna comunicación con el señor Bullock en relación con la expedición contra Buenos Aires anterior al desembarco. P. ¿Le informó alguna vez al Sr. Bullock que las tropas británicas estarían en posesión de Buenos Aires tres días después de su desembarco? R. En lo mejor de mi creencia, no lo hice. P. ¿Alguna vez dijo, en su opinión, que el ejército volvería a embarcar inmediatamente después del desembarco? R. Indudablemente que no. - 280 - P. Siendo mi intención de desembarcar provisiones para tres días, y tomar provisiones para tres días más de la marina en el puesto de la Reducción, ¿imaginaba que cualquier otro arreglo previo, con el comisario general era necesario para el éxito de la expedición además a los que ya se expidieron en Montevideo, y a la orden posterior de embarcar mulas y carretas? R. No pensé que fuera necesario ningún otro arreglo para llevar a cabo esta intención. P. ¿No hubo gauchos con la división avanzada del ejército, y no tuvieron éxito en conseguir ganado? e indique sus conocimientos sobre ese tema. R. En la mañana del 1 de julio, cuando el grueso del ejército se unió al cuerpo de avanzada, vi una manada de bueyes, que entendí que habían sido apresados por los gauchos adscritos a esa división. P. ¿De quién entendió eso? R. No puedo decir exactamente; pero vi a los bueyes. P. ¿Alguna vez escuchó que el ejército sufrió algún inconveniente real por falta de provisiones? R. No lo hice. P. El momento en que recibí la carta del General Liniers no parece haber sido tratado de manera justa. ¿A qué hora de la mañana del día 6 fue enviado por mí al Corral como consecuencia de recibir una carta del general Liniers? R. Aproximadamente a las siete y media en punto. Fiscal - "No tengo ninguna pregunta que hacerle a este testigo, pero hay una que la Corte desea que tenga respuesta". P. ¿Entendió por la carta del general Gower, y comprendió en el momento en que se la entregó al general Whitelocke, que el general Gower no intentaría cruzar el río por el vado Chico? R. Comprendí en ese momento, por la conversación que pasó entre el general Gower y los guías, que no pretendía pasar por el paso Chico; y, a mi leal saber y entender, informé de esa circunstancia, y casi toda la conversación, al general Whitelocke. P. ¿Fue a consecuencia de un informe del general Gower que el cuerpo principal del ejército consideró necesario alterar la dirección de su marcha el 2 de julio? R. No puedo decir si fue a consecuencia de ese informe que la ruta fue tan alterada. P. ¿Qué ventaja obtuvo el cuerpo principal al desviarse de la ruta del cuerpo avanzado? R. Acortó considerablemente la distancia, moviéndose con miras a pasar el río más arriba desde el paso Chico; al menos, tal era la expectativa que se formó a partir del relato del guía. P. ¿Entiende por la comunicación que tuvo con el general Gower la mañana del 2 de julio que su intención era no intentar cruzar el río por el paso Chico? - 281 - R. Por la comunicación con los guías, ciertamente lo hice; pero no recuerdo haberle oído decirlo expresamente. P. ¿Le dijo que esa era su opinión al general Whitelocke? R. Creo que lo hice. P. ¿Consideró que no era la intención del general Gower pasar por el paso Chico, en todo caso, incluso si después se le informara que era factible? R. De ninguna manera pensé que su razón para no marchar por el paso Chico se debiera a las aprensiones expresadas por el guía de que pudiera resultar impracticable. Fiscal - "El general Whitelocke presenta una carta de Sir Adam Williamson, a la que, aunque de ninguna manera es prueba legal, no hago objeciones si el tribunal considera conveniente permitirlo". Se leyó una carta de Sir Adam Williamson al Sr. Dundas, fechada en la Casa de Gobierno de Jamaica, el 2 de marzo de 1794, en la que se advertía la correcta disposición hecha por el general Whitelocke, entonces teniente coronel, de sus tropas en el ataque a Porte-ou-Prince; su avance a la cabeza de sus hombres, y capturando dos cañones, y expulsando al enemigo de sus obras. También se produjo otra carta en el mismo sentido, dando testimonio de la buena conducta y valentía del general Whitelocke en esa ocasión. Otras dos cartas del mayor general Spencer al general Whitelocke, en 1794, sobre un tema similar y expresando la aprobación y agradecimiento de su majestad por la conducta del general. Fiscal. Debo declarar a la Corte, que estas cartas, estrictamente hablando, no son una prueba legal; pero por la manera en que he conducido este proceso, no pretendo objetarlos. El General White fue llamado, jurado y examinado. P. ¿Cuánto tiempo hace que conoce al general Whitelocke? R. Más de 30 años. P. ¿Cuándo y en qué ocasión comenzó su amistad? R. El difunto lord Grey me ordenó que bajara con un refuerzo de Martinica, de la cual yo tenía el mando, a la isla de Santo Domingo, cuando conocí al general Whitelocke. P. ¿Cuál fue la primera operación militar en la que participé bajo su mando? R. Contra Porte-ou-Prince. P. Exprese su opinión sobre mi conducta y carácter como oficial, mientras estaba bajo su mando. R. Cuando tuve el mando en Porte-ou-Prince, el general Whitelocke fue empleado como general de estado mayor del ejército, sin sueldo ni emolumento, en cuya capacidad actuó condicionalmente, para liderar una de las columnas principales contra esa fortaleza, lo que hizo con la mayor galantería. - 282 - General Whitelocke. Aquí cierro mi defensa, y me quedo perfectamente satisfecho de que esta Corte está por encima de los prejuicios que han circulado en mi contra; y sea cual sea el juicio de esta honorable Corte, sé que estará guiado por la imparcialidad. Me someteré con alegría y confiaré mi honor y mi carácter en sus manos. Fiscal - Presidente y Oficiales Generales de esta Corte, A la declaración sin precedentes del general Whitelocke en su defensa, tengo poca respuesta que dar, no estoy deseando debilitar ninguna parte de ella. Tampoco me presiona ningún sentimiento de ansiedad por ninguna de las observaciones que tengo que ofrecer, ni ninguna dificultad para presentarles el tema. Todavía está fresco en su recuerdo; y cualesquiera que sean las dificultades que de otro modo pueda experimentar, estos cargos, sean los que sean, no son tocados por ninguna prueba por parte de la defensa. Pero antes de llegar a hacer cualquier observación sobre ellos, debo tomar nota de algunas animadversiones muy incondicionales en la apertura de la defensa del general Whitelocke, en la que se queja de mi conducta en esta acusación, y por lo que soy llamado, netamente en mi propia reivindicación, pero por parte de la Corte, quienes están obligados en el deber, no sólo a hacer valer su propia dignidad, sino por parte del ejército y de todo oficial que en lo sucesivo pueda ser llamado a responder en circunstancias similares. Al abrir estos cargos, expuse los motivos que indujeron a los ministros de su majestad a iniciar este proceso. La conducción de la acusación recayó sobre mí, que desconozco por completo las operaciones militares; y en lugar de esforzarme por inflamar cualquier prejuicio popular contra el general Whitelocke, como se me ha atribuido, por el contrario, debo pedir permiso para decir que me desvié innecesariamente para desear que la Corte no se desvíe por cualquier informe, pero mire las pruebas, y sólo las pruebas, y dejo que el Tribunal juzgue hasta qué punto mi conducta ha justificado tales animadversiones. El siguiente punto del que se queja es la manera de conducir la acusación, al llamar la prueba en forma narrativa, por la cual dice que se admitieron muchas pruebas ilegales, la Corte sentirá lo necesario que fue que todos los testigos debían ser llamados a declarar, todos conocían las transacciones, a fin de que la Corte estuviera más capacitada para formarse su juicio. Si se ha infiltrado alguna prueba ilegal, no fue por falta de la mayor precaución de mi parte; tampoco tengo conocimiento, salvo en un caso, de que hubo admitidos que, en sentido estricto, pueden ser llamados ilegales. Me refiero a la conversación entre el teniente coronel Duff y el mayor Ironmonger; y tenía la intención de llamar al Mayor Ironmonger, pero como la conversación no se refería a ninguna parte de esos cargos, el Tribunal lo consideró innecesario. Excepto en este caso, estoy seguro de que no hubo una cuestión que el Tribunal no haya determinado estrictamente legal. El general Whitelocke dice entonces que, como consecuencia de mi realización de este proceso, se le ha privado de mi asistencia. No sé cómo puede entender eso. No conozco ninguna ayuda que pudiera haberle prestado y que él no tuvo todas las oportunidades de aprovechar todas las preguntas que me hicieron y me encargué de plasmarlas en forma legal; y el hábil consejo que ha tenido profesionalmente y, por lo demás, debe haber prestado cualquier ayuda que yo pudiera ofrecer innecesariamente. Luego se queja de que los cargos fueron alterados, es bien sabido que los cargos en estos casos no se hacen públicos hasta que se firma la orden del Rey para la celebración de la Corte Marcial; y cuando envié originalmente una copia de los cargos al general Whitelocke, antes de que se emitiera la orden, expresé claramente que era posible y probable que se hicieran algunas modificaciones. - 283 - Llego ahora a un punto que me obliga a aludir a circunstancias a las que no me referí en el curso de este procedimiento. El general Whitelocke ha declarado que el modo de examen se adoptó con el fin de recopilar pruebas para formar esta investigación en asuntos de cargos más graves, de ser así, no merezco más tiempo para sostener esta situación. Al principio no sabía a qué aludía esto; pero ahora le diré a la Corte cuáles fueron las circunstancias. Sucedió que cuando entré en este negocio encontré entre las acusaciones una de mala conducta ante el enemigo; Me refiero a una acusación de cobardía; Luego declaré, como lo he hecho desde entonces ante el Tribunal, que los despachos del general Whitelocke fueron abundantemente suficientes para justificar estos cargos que han sido investigados; pero en ese momento me tomé la libertad de declarar que no podía pensar en semejante acusación, a menos que hubiera pruebas que la apoyaran plenamente. Sentí que, por mucho que los otros cargos lo deshonraran como oficial, no podían hacerlo como hombre, sino como tal y un cargo como este, que debe degradarlo en la sociedad, ya sea probado o no, nunca se olvidará y debe dañarlo para siempre, pensé que no debería presentarse sin la certeza de la convicción. En estas circunstancias lo sometí a la consideración de todos los miembros del Consejo de Su Majestad; pero como podría parecer incorrecto, si hubiera motivos justos para tal acusación, no presentarla, decidí a regañadientes ver a algunos de los oficiales del estado mayor del general Whitelocke, con miras a averiguar este punto; no, como ha dicho, para reunir pruebas para convertir los clamores populares en hechos. No necesito informar al Tribunal que el resultado de estas investigaciones fue que no me pareció un motivo por el cual pudiera haberle dicho al Tribunal que existía un fundamento para este cargo. Por lo tanto, dejo al Tribunal que diga cuál fue la causa de la denuncia contra mí sobre este tema. No es un sentimiento personal hacia mí mismo, sino una consideración por los sentimientos de los demás, lo que me ha inducido a hacer estas observaciones. También hay otro punto que es necesario que observe. El general Whitelocke se queja de la dura conducta que ha recibido de mí y de que incluso lo he perseguido hasta sus momentos más privados, pidiéndole a su secretario que revele todas las conversaciones que habían tenido lugar entre ellos. La única respuesta que daré a esta acusación es la más directa e inequívoca negación del hecho; y ahora leeré del acta lo que pasó en esa ocasión, y del cual la Corte sacará sus propias conclusiones. Aquí el Fiscal leyó del acta parte de la prueba del Teniente Coronel Torrens, donde fue interrogado con respecto a la conversación que había mantenido con el General. Lamento enormemente que haya sucedido que, como consecuencia de no tener ningún conocimiento previo de operaciones militares, me vea en la necesidad de entrar en un detalle tan amplio de las circunstancias y hechos relacionados con estos cargos; pero tengo la satisfacción de saber que todos ustedes son dueños del caso y pueden corregir cualquier defecto y suplir cualquier deficiencia mía. Ahora puedo pasar a la primera parte de la acusación, a saber, la entrega de los funcionarios civiles como prisioneros de guerra, que no es así; relacionarse con cualquier operación militar; y sobre esto debo observar, que en todos los tratados que alguna vez se han hecho, no se encuentra un solo caso, ni el General Whitelocke ha presentado un solo caso para justificarse en esta medida. Esta acusación imputa al general Whitelocke, que en lugar de proclamar y mantener unos términos de capitulación tan preferibles al gobierno español, que podrían inducir entonces a no - 284 - oponerse al ejército británico, hizo por el contrario lo que tendía a herir el sentimiento de todos los habitantes, pidiéndoles que entreguen a sus magistrados a la discreción del conquistador. Las mismas personas a las que los habitantes miraban como sus protectores, para ser entregados a la disciplina militar, aunque sus instrucciones eran conciliarlos y vincularlos al gobierno británico. En su despacho privado, el general Whitelocke ha expuesto sus razones para abandonar el bombardeo de la ciudad y arriesgar ese plan desafortunado que formó la segunda carga contra él, si el bombardeo de la ciudad fue correcto o incorrecto, no es ahora la cuestión; dice que abandonó el bombardeo porque irritaba a la gente; seguramente la demanda que hizo para la entrega de los funcionarios civiles, era más probable que excitara la irritación y la rabia de la gente. Corresponderá a la Corte decir si creen que fue correcto que Colonia, el único bastión fuerte, fuera abandonada y desmantelada, aunque pudo haber sido mantenida por una fuerza muy pequeña. Pero esto no fue de tanta importancia, si lo comparamos con los puntos a los que se aplican los dos siguientes cargos, no tomaré inútilmente su tiempo, sino que me ajustaré a las circunstancias de la marcha, que consideraré desde el momento en que el ejército llegó a la Reducción, hasta su llegada al Corral. Parece que el cuerpo de avanzada, avanzó el día 2 y derrotó al enemigo, que el cuerpo principal marchó el día 2 y, después de marchar sólo siete millas (11 kms), se detuvo, aunque parecía que las tropas podían seguir avanzando, que se escuchó un cañoneo, y no se tomaron medios para averiguar la causa o de dónde procedía, y nunca se volvió a oír, que la retaguardia al mando del teniente coronel Mahon llegó a Reducción, que allí se abrió una comunicación con la marina y que no recibió más órdenes hasta el día 6, que se suministró suficiente artillería, y que no hubo demoras considerables por ese motivo; que los hombres, que componían el cuerpo principal, eran más capaces de marchar que el avance, que si hubieran avanzado al pueblo el día 2, por el testimonio positivo del general Gower y del general Craufurd, habría sido capturado por la manera de la entrada de las tropas por el poniente de la villa, que por el enemigo fue inesperado y desprotegido. Parece que las tropas que componían el avance estaban agotadas y, sin embargo, se les ordenó marchar hacia el riachuelo. La Corte considerará qué precauciones se tomaron para apoyar ese cuerpo, en primer lugar, los guías no fueron confrontados. El coronel Bourke fue enviado al general Gower con una orden de continuar, y a su regreso se encontró con el general Whitelocke ante el cuerpo principal, y no se dio ninguna orden para la marcha. El coronel Torrens trajo una orden para que el 87° avanzara y se uniera al cuerpo de avanzada, y mientras estaba ausente, se dio otra orden para que todos avanzaran. La Corte recordará que durante este período, los cuerpos de avanzada estuvieron a tres millas (4.8 kms) al frente de Reducción, y no se tomaron entonces precauciones para apoyarlos; y considerará si fue apropiado aprovechar la oportunidad de exponer tal fuerza al enemigo, sin tomar todos los medios para apoyarla. La Corte percibirá que luego de una marcha de sólo siete millas (11 kms), el cuerpo principal se detuvo y no se mantuvo comunicación durante el resto de la marcha; y que el general Gower, por órdenes positivas del general Whitelocke, envió una citación a la ciudad. Paso ahora a los otros hechos que se aplican al plan. No me atreveré a ofrecer una sola observación sobre la idoneidad de ese plan; pero dejará a la Corte decidir sobre sus méritos y deméritos. Parece que el general Whitelocke recibió información del Sr. - 285 - White sobre los medios de defensa del enemigo, información que resultó correcta; que el plan se resolvió sin que se hubiera realizado ningún reconocimiento; que el general Whitelocke no había ordenado ni insinuado de ningún otro modo la posición que iba a ocupar; que no se fijó lugar para retirarse en caso de falla; que no consultó la naturaleza y situación de la ciudad antes de que se emitieran las órdenes de ataque, aunque uno de sus oficiales superiores conocía perfectamente la ciudad y sus alrededores y podría haber sido consultado; que los cañoneros podrían haber ayudado en el ataque y abrir fuego contra la ciudad; que se efectuó una comunicación con la Marina desde la Recoleta; que en el Corral había provisiones suficientes para cuatro o cinco días; pero se envió un único mensajero al coronel Mahon para que esperara en el puente nuevas órdenes; que nunca se hizo ningún reconocimiento del puente; y que como consecuencia de esta separación, el ejército perdió la asistencia de 1.800 hombres. Con respecto a la última parte del tercer cargo, parece que la Plaza de los Toros fue tomada por Sir Samuel Auchmuty a las nueve, con prisioneros y una cantidad de municiones; que el general Lumley no tenía ninguna posibilidad de éxito a las diez y, al no tener comunicación con el general, se vio obligado a retirarse y reunirse con sir Samuel Auchmuty; que la 88° y la brigada ligera al mando del general Craufurd y el coronel Pack se vieron obligadas a rendirse por falta de nuevas órdenes; que la 38° y las otras partes de la brigada ligera también se vieron obligadas a rendirse por la misma causa. El general Whitelocke en su defensa, imputa las desgracias de estas brigadas a que no obedecieron sus órdenes, pero debo llamar a la memoria de la Corte la situación de esas brigadas. La Corte recordará que se les ordenó ocupar las casas de la izquierda donde no había enemigo con quien enfrentarse; que no se habían tomado medios para comunicarles nuevas órdenes, de las que, según la propia descripción del general Whitelocke, dependían todas las operaciones posteriores. Que estos oficiales se quedaran sin apoyo después de la galantería que habían desplegado, es una circunstancia que siempre debemos lamentar. El siguiente punto que ha tomado nota el general Whitelocke en su defensa, es una acusación contra esa columna que se rindió, pero parece que la posesión de la iglesia de Santo Domingo, fue el movimiento más juicioso que se pudo haber hecho, con respecto a la otra columna al mando del teniente coronel Guard, que llegó a la Residencia hacia las siete de la mañana, parece que se pudo haber abierto una comunicación con el río, y que no hubo impedimento material para una comunicación con la reserva, y sin embargo no se intentó ninguna comunicación hasta la una del día siguiente. Llego ahora a un punto en el que era fundamentalmente necesario que el general Whitelocke se justificara. No pretendo afirmar que un comandante en jefe deba exponer su vida al peligro en todas las ocasiones, porque eso sería una interpretación absurda de su deber; pero debo sostener que hay ocasiones, y corresponde al Tribunal juzgar si ésta fue una de ellas en que el esfuerzo personal del Comandante en Jefe no sólo se requiere, sino que se convierte en parte indispensable de su deber. Eso sería poco delicado por mi parte aludir a alguno de los miembros de esta Corte, cuyos esfuerzos personales han sido tan efectivos para el bienestar del país; pero se lo advertiré a un noble comandante, un miembro tardío de esta Corte, que con esfuerzo personal venció todos los obstáculos y ha asegurado en su memoria un renombre - 286 - eterno. Pero en el presente caso parece que el general Whitelocke, durante todo el día 5, permaneció inmóvil en el Corral, desde las seis de la mañana hasta el anochecer, con la excepción de media hora cuando se retiró a la casa de White; una situación desde la que no se veían más que los techos de las casas. Que los cañones y disparos de mosquete comenzaron poco después de la marcha de las tropas, con más o menos violencia; que se cortó toda comunicación entre las columnas; que le informaron a las once, que los fusileros se distinguían en lo alto de una iglesia; que la bandera del rey ondeaba en otra parte de la ciudad, y en todas estas circunstancias, no se intentó sostener las diferentes columnas del ejército. Parecía que podría haber cambiado de puesto con ventaja durante el día, pero el general Whitelocke no parecía haber intentado ningún esfuerzo personal. El siguiente punto al que me refiero es sobre el último cargo. El general Whitelocke ha mencionado que el tratado se firmó en cumplimiento de una instrucción civil y no militar. Por lo tanto, es una cuestión para la Corte, si no es en conjunto una autoridad de carácter militar, que le confiere la facultad de actuar como gobernador civil y como Comandante en Jefe, hasta que se conozca mejor el placer de Su Majestad. El general Whitelocke sostiene además que no es responsable de la rendición de Montevideo sobre la base de que no estaba personalmente presente en esa fortaleza cuando fue entregada. El Tribunal considerará cuáles son las pruebas sobre las que se basa este cargo; y me siento llamado a contradecir la opinión de un oficial muy valiente y experimentado sobre ese tema, Sir Samuel Auchmuty. El fiscal leyó esa parte de la evidencia de Sir Samuel Auchmuty sobre este punto. La Corte sabe que en este momento el ejército se encontraba dentro del arrabal de Buenos Aires; y no puedo concebir por qué las tropas deberían estar sin cobertura, donde podrían ocupar los edificios adyacentes. También se dice que la tropa estaba fatigada, pero recordará la Corte, que en la Plaza de los toros había gran parte de ella; que las tropas, que formaban la reserva al mando del general Whitelocke, y las de la Residencia no habían sido empleadas; que la brigada del coronel Mahón había marchado sólo una pequeña distancia entre el 2 y el 5, y que las tropas comprometidas no tenían confianza. El general Whitelocke ha afirmado que la falta de confianza era atribuible a lo ocurrido el 6 de julio; pero cualquiera que sea la razón atribuida, corresponde a la Corte decidir sobre el hecho. Se desprende del testimonio del Capitán Squires y del Capitán Fraser, que en la Plaza de los Toros no sólo se tomaron treinta piezas de cañón y seiscientos barriles de pólvora; que el capitán Fraser se comprometió a tener treinta piezas de artillería listas para la mañana siguiente, para disparar a la ciudad; y también que la artillería pudo haber sido desembarcada y además encontrará que el general Craufurd estuvo de acuerdo en su opinión, que no se podría haber elegido un lugar más apropiado para erigir baterías contra la ciudad; el Tribunal juzgará si el general Whitelocke estaba justificado al renunciar a todas estas ventajas. El abandono de Montevideo no puede ser defendido, salvo por motivos de absoluta necesidad, que hubieran podido surgir circunstancias que obligaran a tal abandono, pero esas circunstancias quedan aún por probarse. Otra parte de la defensa que ha establecido, y que no puedo pasar por alto sin observación, es el gran énfasis que ha puesto sobre la seguridad de los prisioneros y la - 287 - hostilidad del enemigo hacia ellos. No voy a cuestionar ahora si ese fue el motivo real, pero estoy dispuesto a admitir que él pensaba que sí; pero esto debe someterse a la Corte, que debe distinguir si proporciona o no un precedente, más malicioso en su tendencia a casos futuros, y qué tentación presentaría al enemigo para resistir perseverantemente. Le doy todo el crédito al general Whitelocke por los motivos de humanidad; pero si una vez se ha de admitir un abandono de las leyes que hasta ahora han guiado las operaciones de los ejércitos, los principios de esas leyes se subvierten y la seguridad de los futuros prisioneros puede verse en peligro o destruida. Si en lugar de someterse al general Liniers se le hubiera dado a entender, que si se tocaba un cabello de la cabeza de los prisioneros, el general español, su ejército y los habitantes, debían responder con sus vidas, y él debía ser tratado, no como un general, sino como el líder de unos bandidos; Una respuesta como ésta habría asegurado la seguridad de los prisioneros y evitado la desagradable capitulación. Confío en que haya una sola opinión sobre este tema, y siento que es mi deber protestar contra esta nueva doctrina de las leyes de la humanidad. Si el tribunal opina que el general Whitelocke no tiene la culpa de las operaciones de esta ley, entonces usted deberá considerar que el valiente ejército, tan merecedor de un mejor destino, se vio obligado a comprar su seguridad con un sacrificio tan deplorable de su honor. El general Whitelocke leyó a la Corte un documento explicativo de sus observaciones sobre la conducta del fiscal; y en el que aseguró a la Corte que no pretendía arrojar sobre él reflexiones indebidas. Hacia las dos de la tarde, finalmente clausurada la acusación y la defensa, y excluidos los extraños, el Juzgado se reunió hasta cerca de las tres, cuando se suspendió la sesión hasta el día siguiente. La Corte permaneció sentada durante algunas horas al día siguiente, cuando se entiende que llegó a su determinación final sobre el informe que se hará a Su Majestad a través del fiscal. La decisión final se dará a conocer en la Gaceta. - 288 - Apéndice Índex de los documentos legales presentados a la corte N° I: Copia de instrucciones militares al teniente general Whitelocke. Horse Guards, 7 de febrero. 1807. Señor. Su majestad se ha complacido graciosamente en nombrarlo al mando de sus fuerzas empleadas en la reducción de los asentamientos españoles en Buenos Aires, debo desear que esté complacido de proceder con la menor demora posible a su destino, y utilizar sus mejores esfuerzos para llevar a efecto las instrucciones que le proporcionen los ministros de su majestad. La fuerza que su majestad se ha complacido en poner bajo su mando inmediato, consiste en lo siguiente, a saber. Tropa El 1° batallón del 89° regimiento se embarcó en Portsmouth y le acompañará a su destino - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 753 1 batallón – regimiento 38° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 811 1 batallón – regimiento 47° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 685 1 batallón – regimiento 40° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 1000 1 batallón – regimiento 89° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 801 1 destacamento – regimiento 54° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 109 8 compañías – regimiento 95° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 230 Regimiento de dragones ligeros 17° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 628 Regimiento de dragones ligeros 9° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 532 1 Destacamento – regimiento 20° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -191 1 destacamento – regimiento 21° - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 140 5974 Se supone que toda la fuerza anterior está en este momento en el río de la Plata. El personal que Su Majestad ha tenido el agrado de nombrar para esta fuerza, está compuesto por los oficiales mencionados a continuación, a saber. El mayor general L. Gower, que partirá en el mismo convoy que usted. General de brigada Achland, que partirá en el mismo convoy que usted. Sir Samuel Auchmuty, ahora con la fuerza en el Rio de la Plata. General de brigada Lumley, ahora con la fuerza en el Rio de la Plata. 1er ayudante general adjunto - teniente coronel de brigada Bradford. 1er general adjunto de cuartel general - teniente coronel de brigada Bourke. 2do ayudante adjunto general - capitán Blake del 15° de a pie. 2do asistente general de cuartel general - capitán Patrick del 57° de a pie. 1 delegado jefe de sueldos general - Sr. Badcock. 1 delegado jefe de sueldo general, comisario de cuentas - Sr. Bisset. 1 delegado jefe de sueldo general, comisario de provisiones y provisiones - Sr. Conch. - 289 - Personal hospitalario 1 inspector de hospitales - Dr. Gordon. 1 adjunto de hospitales - G. R. Redmond. 1 médico de las fuerzas - Dr. C. Tice. 2 cirujanos para las fuerzas - J. Kidd y T. Bury 1 boticario a las fuerzas - T. C. Price. 1 proveedor adjunto - William James. 4 compañeros de hospital: John Dove, J. Paterson, J. White y J. Luby. Su personal consta, como de costumbre, de un secretario militar y dos aids-ducamp. Transmitirá los informes mensuales de las tropas bajo su mando al secretario de guerra y al ayudante general para mi información. Y se adherirá estrictamente a las normas de Su Majestad en cuanto a sueldos, vestimenta y nombramientos de las tropas. Y su especial atención debe dirigirse necesariamente a su disciplina, y a la economía interior de los diferentes cuerpos, que es tan esencial no solo para la comodidad del soldado sino para la preservación de su salud, bajo cada cambio de clima al que se enfrenta puede estar expuesto. En el rubro de sueldo, tengo que dirigir su atención a las instrucciones del jefe de sueldo general a su adjunto, respetando los paros habituales que se deducen del sueldo de los varios oficiales de Estado Mayor, y a los que está obligado a dar la mayor puntualidad y atención. En todos los temas relacionados con su mando, le complacerá comunicarse conmigo; y me comunicará periódicamente todas las transacciones militares en las que pueda estar involucrado, informándome de todas las vacantes que se produzcan en las tropas bajo su mando. Y como Su Majestad no ha visto apropiado conferirle la facultad de nombrar comisiones, le complacerá recomendarme a los oficiales que le parezcan más merecedores de ascenso, indicando las razones especiales por las que tales recomendaciones no son habituales en el canal de antigüedad. Como todos los regimientos bajo su mando cuentan con segundos batallones adscritos a ellos y que permanecen en este país, es necesario que le informe que el primer batallón bajo sus órdenes está compuesto exclusivamente por los oficiales superiores de sus respectivas filas; las vacantes que puedan producirse allí, por ascenso o baja, deberán ser suplidas inevitablemente por oficiales de los segundos batallones, a quienes inmediatamente se les ordenará que se incorporen a tales vacantes que se me comuniquen. Se le otorgarán los poderes habituales de los consejos de guerra generales, bajo las restricciones que se considere oportuno determinar. Sobre este tema, debo observar que, como han surgido grandes inconvenientes para el servicio por parte de los oficiales que comandaban en varias estaciones extranjeras, habiendo permitido que los prisioneros regresaran a Europa antes de que se presentaran al rey los procedimientos y la opinión de la corte marcial, Tengo que desear que, en todos los casos en que cualquier persona pueda ser juzgada por una corte marcial, y donde sus poderes no sean suficientes para permitirle - 290 - decidir finalmente sobre los procedimientos, la opinión y la sentencia del tribunal, No permita que el prisionero regrese a Europa, hasta que las órdenes de Su Majestad le hayan sido debidamente comunicadas a través del canal adecuado para tal fin. Si tiene ocasión de recomendar a algún caballero para un alférez, le complacerá comunicar su dirección, a fin de que, si su majestad se complace en confirmar la recomendación, se le indique que se una al cuerpo inmediatamente después de su nombramiento. En todos los casos en los que puedan surgir dudas, y cualquier oferta de oportunidad, por la que desee obtener instrucciones adicionales y más especiales, siempre me encontrará listo para atender y hacer efectivas sus representaciones. Soy, señor, suyo. Para el teniente general Whitelocke, comandante en jefe. N° II: Copia de instrucciones adicionales al teniente general whitelocke. Horse Guards, 24 de febrero 1807. Como es probable que, por las instrucciones que le han dado los ministros de su majestad, le resulte conveniente levantar una fuerza colonial, debo desear que las mismas se lleven a cabo sobre los mismos principios que se observan en el establecimiento del cuerpo colonial en la otra de las posesiones de su majestad, a saber el regimiento consistirá en un establecimiento lo más alto posible, que no exceda de 1000 hombres; cuanto mayor sea el establecimiento y la eficacia, más económico para el público. Los oficiales deben estar compuestos por un tercio de cada rango británico, el coronel también debe ser británico. En la nominación de estos oficiales británicos, por supuesto, se regirá por una atención a los méritos de los que están bajo su mando, observando, sin embargo, que sus nombramientos sólo pueden ser provisionales, hasta que se conozca y cumpla su voluntad debidamente comunicado a usted. Debo observar aquí que, como se han encontrado grandes inconvenientes por parte de los oficiales generales que se han encargado [sin duda de una opinión equivocada en beneficio del servicio] de nombrar oficiales para servir en un rango superior al que tienen con derecho a la comisión de su majestad, y en particular al grado de general de brigada, debo desear que, en los casos posibles, sea necesario que usted designe a un oficial con grado de coronel al mando de una brigada, que a dicho oficial no se le debe permitir bajo ningún concepto asumir un rango superior al que le confiere la comisión de su majestad, ni percibir emolumentos superiores a los que dicha comisión le otorga. - 291 - También tengo que desear que, en los casos en los que pueda encontrar necesario permitir que un oficial regrese a Europa con el fin de obtener el consentimiento de Su Majestad para la disposición de su comisión, se encargue de familiarizarlo con él, que no se podrá pagar ningún dinero por la compra de dicha comisión hasta después de que yo haya obtenido debidamente la aprobación de Su Majestad, cuando el precio regulado le será pagado por su sucesor, en la forma señalada por el reglamento de Su Majestad; y tendrá derecho a recibir su subsistencia hasta el día en que Su Majestad tenga el agrado de recibir su dimisión. Además, tengo que comunicarle que en el caso de una unión con usted del cuerpo bajo el mando del general de brigada Craufurd, cuya fuerza y personal se menciona en el margen. Por supuesto, el personal dejará de actuar en su respectiva situación de personal, hasta que ese cuerpo vuelva a ser empleado en un servicio separado; el bastón nombrado en sus instrucciones, es el que Su Majestad ha designado especialmente para toda la fuerza bajo su mando. Sobre el tema de las cortes marciales, tengo que informarle que tantos oficiales generales por los mejores motivos se han encargado de conmutar las penas de la pena capital por transporte por un período de años, o de por vida, cuando se determina, que tal poder no es delegado por Su Majestad, y por lo tanto que todo el proceso puede resultar nugatorio, por lo tanto, debo llamar su atención particular sobre los poderes que le otorga la orden de Su Majestad sobre este tema, para evitar que caiga inadvertidamente en la irregularidad antes mencionada. Frederick, comandante en jefe. N° III: Instrucciones secretas del Secretario de Estado al Teniente General Whitelocke, firmado Howick, en ausencia del Sr. Windham. (Copia) (Secreto) Calle Downing, 5 de marzo de 1807. SeñorHabiéndose considerado aconsejable que un oficial de alto rango, así como con talentos y juicio aprobados, sea enviado para tomar el mando de las fuerzas de Su Majestad que están empleadas en este momento, o que probablemente pronto serán empleadas en la provincia sureña de América del sur, debo informarle que Su Majestad se ha complacido gentilmente en elegirlo para ese propósito, y debe repararse inmediatamente en un barco ya provisto para su transporte al sur del Río de la Plata; para tomar dicho comando. Las fuerzas que probablemente encontrará a su llegada son las enviadas desde el Cabo bajo el mando del teniente coronel Backhouse, y las que partieron de - 292 - este país bajo el mando del general de brigada Sir Samuel Auchmuty, compuesto por el cuerpo nombrado en el margen, y asciende a un total de 5338 hombres. Pero a estos probablemente se agregará, ya sea para el momento de su llegada o poco después, la fuerza bajo el mando del general de brigada Craufurd, que consiste en el cuerpo nombrado de la misma manera en el margen y que asciende a 4212 hombres. Regimiento N° 9 de dragones - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 632 Regimiento N° 17 de dragones - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 628 Regimiento N° 20 de dragones (destacamento) - - - - - - - - - - - - - -191 Regimiento N° 21 de dragones - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 140 Artillería real - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -117 Regimiento N° 38 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 811 Regimiento N° 40 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -1000 Regimiento N° 47 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 685 Regimiento N° 54 de infantería (destacamento) - - - - - - - - - - - - - -108 Regimiento N° 87 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 801 Regimiento N° 95 de infantería (3 compañías) - - - - - - - - - - - - - - - 230 5350 + Regimiento N° 6 de guardias dragones - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 299 Artillería real - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 248 Regimiento N° 5 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -896 Regimiento N° 36 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -822 Regimiento N° 45 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -850 Regimiento N° 88 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -798 Regimiento N° 95 de infantería (5 compañías) - - - - - - - - - - - - - - - -304 4212 Para que pueda juzgar con mayor certeza la confianza que se debe depositar en la probable unión de esta última fuerza, así como en la del 9° regimiento de dragones mencionado anteriormente, y cuyo destino puede haber sido cambiado por el barco enviado por el Almirante Murray, le incluyo un relato de toda la información recibida y de todas las órdenes emitidas relacionadas con este tema; por lo que resultará, que apenas cabe duda ahora de la llegada del Fly antes de que el general Craufurd haya dejado el Cabo, y que en consecuencia, junto con el almirante Murray, habrá dirigido su curso hacia el Plata. Como es posible que esto no haya sucedido, se deben prever ambos casos, ya sea de la unión del monto bajo el General Craufurd, o de haber perseguido su destino original. En el primero de estos casos, como su fuerza se concibe será más que suficiente para cualquier propósito que pueda tener a la vista, se desprenderá en el momento más temprano en el que juzgue que es seguro hacerlo, del 89° y cualquier otro regimiento del que crea que este de sobra, - 293 - después de sus primeras operaciones, para avanzar en un convoy adecuado al Cabo y de allí a la India. Con la fuerza antes señalada se procederá a ejecutar el servicio que se le encomienda, por la reducción de la provincia de Buenos Aires, bajo la autoridad de Su Majestad. En el otro caso, mucho menos probable, de que el ejército al mando del general Craufurd haya seguido su curso original, probablemente al final se considerará apropiado, después de esperar tanto tiempo como al almirante, y usted habrá parecido aconsejable, destacar un barco alrededor del Cabo de Hornos para transmitir sus órdenes al general Craufurd, cuyas órdenes pueden indicarle que lleve adelante su empresa como se ha planeado actualmente, o que renuncie por completo a dicha empresa; Se deja total discreción a usted y al oficial al mando naval a ese respecto, con la única excepción de que no debe extender los límites de su operación más allá del punto al que ahora están confinados, y que en todos los casos en que la cooperación de cualquier parte de las fuerzas navales de Su Majestad puede ser necesaria, no se tomará ningún paso ni se dará orden al general Craufurd, sino de acuerdo con el oficial al mando naval, tanto en el Plata como con el general Craufurd. En todo lo que se haga, ya sea con respecto a las instrucciones al general Craufurd, si hubiera seguido su destino original sin tocar Buenos Aires, o de la aplicación de la fuerza que encontrará inmediatamente en el lugar, lo considerará como objeto de su empresa, no la molestia o angustia del enemigo, sino la ocupación de estaciones particulares de partes del territorio, ya que una vez fueron sometidas a las armas de Su Majestad no podrían recuperarse fácilmente y, además, no requerirían para la preservación de un cuerpo de tropas más considerables de las que se puede concebir que este país estaría dispuesto a prescindir, y cuyo número ciertamente no debería exceder al ahora puesto bajo su mando. Se presume que con una fuerza mucho menor de la que eventualmente se reunirá, suponiendo que el general de brigada Craufurd se una a usted, y que, independientemente de la fuerza que ahora lleve consigo, ascendería a más de 9000 hombres, la posesión podría obtenerse sin dificultad de toda la provincia de Buenos Aires, pero aún queda por considerar qué número sería suficiente para retenerlo contra los intentos que el enemigo pudiera hacer por recuperarlo, y las fuerzas que pudiera reunir para tal fin. En cualquier parte que se establezca la autoridad de Su Majestad, se debe tener el mayor cuidado y los más fervientes esfuerzos para conciliar la buena voluntad de los habitantes, absteniéndose de todo lo que pueda chocar sus opiniones o prejuicios religiosos, respetando sus personas y bienes, eliminando las restricciones e imposiciones de las que más se quejan, y haciéndoles sentir en general la influencia benéfica del gobierno de Su Majestad en comparación con aquel bajo el que antes se encontraban. Con respecto a la reglamentación comercial, tendrá por regla general, las órdenes dictadas por Su Majestad en consejo [se adjuntan copias de las cuales] para regular el comercio de Buenos - 294 - Aires, y que extenderá hasta donde las circunstancias lo admitan a otras lugares o territorios que puedan entrar en posesión de Su Majestad. En el caso de estas normativas, que afecten en cualquier grado al gobierno y constitución del país, el principio a observar debe ser abstenerse en la medida de lo posible de todo aquello que pueda vulnerar los derechos y privilegios, e incluso usos establecidos de cualquier clase de habitantes, y no introducir en el gobierno ningún otro cambio que el que necesariamente deba surgir de la sustitución de la autoridad de Su Majestad por la del Rey de España. Puede ser necesario cambiar de individuos y, al hacerlo, se debe dar preferencia en la mayor medida posible a los habitantes nativos sobre los nacidos en la Vieja España. Todos aquellos que fueron fundamentalmente instrumentales en la promoción o ejecución de la insurrección contra el general Beresford deben ser removidos con cuidado y enviados a Europa o colocados en alguna situación en la que sus maquinaciones ya no sean peligrosas. El caso del general Beresford y su ejército debe, desde otro punto de vista, convertirse en el objeto de su atención, y parece ciertamente ser uno que apela igualmente al honor nacional, a los sentimientos que mueven la mente de Su Majestad en todo lo que se refiere al bienestar de sus tropas, y de la justicia debida por el país a todos los que emplea a su servicio. No puede estar claro en este momento hasta qué punto se ha violado la capitulación hecha por estas tropas, ni cuál, en consecuencia, es la exigencia precisa que él mismo hizo en su favor, sino la que les corresponda, ya sea en virtud de cualquier compromiso especial o de uso general establecido entre las naciones con respecto a los prisioneros de guerra debe ser aplicado al máximo, ni debe dejarse sin empleo ningún medio que la fuerza de las armas pueda poner a su disposición, hasta que se haga justicia completa obtenida en su nombre. El servicio confiado a su cuidado, por muy exitoso que sea en otros aspectos, debe ser considerado incompleto, quedando cualquier duda sobre la restauración de estas tropas en el momento oportuno o sobre su protección mientras tanto contra toda especie de violencia y malos tratos. Aunque Su Majestad se ha complacido en ordenar que la fuerza adicional mencionada en el margen * se envíe inmediatamente, con miras a las operaciones que se consideren aconsejables, pero sin dicha ayuda, y en el posible caso de que el general Craufurd no se una a usted, es posible que no pueda emprender; sin embargo, no es el placer de Su Majestad que toda la fuerza que pueda, incluso eventualmente, reunirse bajo su mando, permanezca, sino sólo lo que sea necesario para asegurar esas posiciones o territorios, de los cuales, tras el resultado final de sus operaciones, habrá podido obtener la posesión. * 1 tropa de caballos para artillería con arneses y pertrechos - - - - 130 Regimiento N° 89 de infantería - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 1000 Reclutas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 500 1630 - 295 - No se supone que el número necesario para este propósito pueda en ningún caso exceder los 8000 hombres, además de las tropas que pueda reunir en el país. Más, por lo tanto, que estos, excepto en circunstancias muy especiales, como se espera que usted explique completa y satisfactoriamente al gobierno de Su Majestad, no se considerará autorizado a retener. Si las circunstancias fueran tales que limitaran sus operaciones a la ocupación de Montevideo o Maldonado, o de algún otro punto de la costa, que por la facilidad de su defensa y la protección que pueda brindar a los buques mercantes u otras naves, lo crea conveniente a retener, se presume que una fuerza mucho menor que la nombrada, es decir, 8000 hombres, será sobradamente suficiente; y en ese caso, como en todos los demás, enviará el excedente que quede, con las primeras mercancías y la oportunidad adecuada a Inglaterra. Si la reducción de Montevideo, como se mencionó anteriormente, forma parte de su plan de operaciones, y si tiene éxito en el intento, no se considerará obligado por estas instrucciones de forma permanente a mantener la posesión de esa fortaleza, pero puede retirar la guarnición y destruir las obras, si ese curso parece ser el más aconsejable. En todo lo que se relacione con la administración de los ingresos de cualquier provincia o distrito del que usted esté en posesión, tomará como guía las instrucciones sobre ese tema al general de brigada Craufurd, una copia de las cuales se adjunta a la presente. En el mismo papel encontrará instrucciones sobre otro punto de gran delicadeza e importancia, a saber, el lenguaje que se utilizará para responder a las consultas de los habitantes sobre su futura situación de paz. No se les puede dar ninguna otra garantía, como verá en el documento referido, sino que Su Majestad no entregará sino con gran desgana las posesiones a las que tanto valora, y en ningún caso consentiría en tal entrega, velando por la seguridad de aquellos que, por el apego demostrado a Su Majestad, podrían temer haberse vuelto desagradables ante el disgusto de su anterior gobierno. Se supone más arriba, que se podría hacer un agregado a las fuerzas de Su Majestad, por tropas levantadas en el país; se debe tener mucho cuidado, por supuesto, en la selección de las personas o clases adecuadas para tal fin, y en la determinación de la base sobre la que se colocarán y la cantidad a la que deben llevarse; pero sujeto a estas precauciones, se cree que mucha ayuda puede derivarse de esta fuerza para asegurar las posesiones de Su Majestad en ese lugar, y para evitar al mismo tiempo la necesidad de una demanda demasiado grande sobre las fuerzas regulares de este país. Apenas es necesario señalar que en esta como en cualquier otra ocasión, se debe tener la más estricta consideración a la economía, tanto en la adopción de cualquier medida originalmente, como en la disposición de los detalles para llevarla a cabo; y, por lo tanto, se espera que notifique la adopción de cualquier paso sobre este tema, - 296 - para entrar en un detalle particular del gasto en el que incurrirá, y de las razones que le han inducido a pensar que un gasto en esa medida era necesario para la consecución del objeto. Se ha supuesto anteriormente que, ya sea en el caso de un cruce con el general Craufurd o de otro modo, sin duda podría tenerse en cuenta que retendrá la posesión en mayor o menor medida de algunas partes de la costa sur. Pero quedan por prever dos casos que, por improbables que sean, no deben pasarse por alto por completo; uno, a saber, el de su hallazgo a su llegada, que los lugares ocupados hasta ahora por las tropas de Su Majestad ya no están en su poder; el otro, el de que se hace necesario en cualquier período posterior abandonar lo que había estado antes poseído y retirar el toda la fuerza británica de ese país. En cualquiera de estos casos, no parece que quede nada, salvo considerar el modo por el cual tanto usted como el general Craufurd, con todas las tropas que tengan con ustedes, podrían regresar mejor a Inglaterra. Pero al disponer los medios para ese propósito, así como al decidir la medida en sí, debe tenerse en cuenta el estado probable del armamento bajo el mando del general Craufurd en ese momento, considerado con miras a la salud de las tropas, a los suministros y permaneciendo todavía a bordo de los barcos, y con las consiguientes dificultades que pudieran surgir en cualquier nueva y repentina extensión del viaje. Estas consideraciones no solo requerirán que cualquier orden que pueda enviar al general Craufurd, en el caso de que se separe de usted, sea, hasta cierto punto, discrecional, sino que también puede influir en la determinación de la línea de conducta que puede pensar que es correcto observar en concierne con el oficial naval al mando. Tenga cuidado de aprovechar todas las oportunidades que tenga para transmitir al gobierno de Su Majestad la inteligencia de sus procedimientos; la falta de información regular y constante ya se ha encontrado como una gran fuente de vergüenza, con respecto al servicio particular del que ahora está a punto de tomar la dirección. Tengo el honor de serlo, etc. (Firmado) Howick, en ausencia del señor Windham N° IV: Copia de la carta del general Whitelocke al Sr. Windham, del 10 de julio de 1807, y publicada en una Gaceta Extraordinaria, el domingo 13 de septiembre. Buenos Aires, 10 de julio 1807 Señor, Tengo el honor de informarle, para la información de Su Majestad, que al unirse en Montevideo, el 15 de junio, el cuerpo al mando del general de brigada Craufurd, ni el contraalmirante Murray ni yo perdimos un solo momento en hacer todos los arreglos necesarios para el ataque de Buenos Aires. Después de muchas demoras, ocasionadas por vientos feroces, se efectuó, sin oposición, un desembarco el día 28 del mismo mes, en la Ensenada de Barragán, pequeña - 297 - bahía a unas treinta millas al este del pueblo. El cuerpo empleado en esta expedición fueron tres brigadas de artillería ligera, al mando del capitán Fraser; el 5°, 38° y 87° regimientos de infantería, bajo el mando del general de brigada Sir Samuel Auchmuty; los Dragones Ligeros del 17°, 36° y 88° regimientos, bajo el mando del general de brigada el honorable William Lumley, ocho compañías del 95° regimiento, y nueve compañías de infantería ligera, bajo el mando del general de brigada Craufurd, cuatro tropas del 6° Guardia de Dragones, el 9° Dragones ligeros. Regimientos 40° y 45° de infantería, al mando del coronel el Honorable T. Mahon, desmontados todos los dragones, excepto cuatro tropas del 17°, al mando del teniente coronel Lloyd. Después de algunas fatigantes marchas a través de un país muy atravesado por pantanos y profundos riachuelos fangosos, el ejército llegó a Reducción, una aldea a unas nueve millas de distancia del puente sobre el río riachuelo; en la orilla opuesta de la cual el enemigo había construido baterías y establecido una formidable línea de defensa. Resolví, por tanto, cambiar esta posición, marchando en dos columnas desde mi izquierda, y cruzando el río más arriba, donde se representaba vadeable, para unir mis fuerzas en los suburbios de Buenos Aires. Envié instrucciones al mismo tiempo al coronel Mahon, que estaba trayendo la mayor parte de la artillería bajo la protección del 17° Regimiento de Dragones Ligeros y el 40° Regimiento, para que esperara nuevas órdenes en Reducción. El mayor general Leveson Gower, que tenía el mando de la columna derecha, cruzó el río en un lugar llamado Paso Chico y, al caer con un cuerpo con energía, lo atacó y derrotó con valentía, por los detalles de cuya acción, le ruego que refiera usted al informe adjunto. Debido a la ignorancia de mi guía. No fue hasta el día siguiente que me uní al grueso del ejército, cuando formé mi línea, colocando a la izquierda la brigada del general de brigada Sir Samuel Auchmuty, extendiéndola hacia el Convento de la Recoleta, distante aproximadamente dos millas. Los regimientos 36° y 88° a su derecha y la brigada del general de brigada Craufurd ocupa las avenidas centrales y principales de la ciudad, distantes unas tres millas de la Gran Plaza y Fuerte; y el 6° Guardia de Dragones, el 9° de Dragones Ligeros y el 45° regimiento a su derecha y se extienden hacia la Residencia. Así, la ciudad estaba casi invadida, y esta disposición del ejército y las circunstancias de la ciudad y los suburbios que se dividen en cuadrados de ciento cuarenta yardas a cada lado, junto con el conocimiento de que el enemigo tenía la intención de ocupar los techos planos de las casas, dio lugar al siguiente plan de ataque. Se ordenó al general de brigada Sir Samuel Auchmuty que separara al 88° regimiento para que se adueñara de la Plaza de los Toros, y del terreno fuerte adyacente, y allí tomaran puestos los regimientos 84°, 5°, 36° y 88°, cada uno dividido en alas; y cada ala ordenó penetrar a la calle directamente en su frente. Se ordenó al batallón ligero dividido en alas, y cada una seguida por un ala del 95° regimiento y un tres libras, que avanzara por las dos calles a la derecha de la central, y el 45° regimiento por las dos contiguas; y después de - 298 - despejar las calles del enemigo, este último regimiento tomaría puesto en la Residencia. Se ordenaron dos cañones de seis libras a lo largo de la calle central, cubiertos por los Carabineros y tres tropas del Noveno Dragón Ligero, el resto de los cuales fue apostado como reserva en el centro. Se ordenó a cada división que avanzara por la calle directamente en su frente, hasta llegar a la última plaza de casas junto al río de la Plata; del cual se iba a poseer, formándose sobre los tejados planos, y allí esperar nuevas órdenes. El 95º regimiento iba a ocupar dos de las situaciones más dominantes, desde las cuales podía molestar al enemigo. Se ordenó a dos cabos, con herramientas, que marcharan a la cabeza de cada columna, con el propósito de romper las puertas; todo se descargó y no se permitiría disparar hasta que las columnas hubieran llegado a su punto final y se hubieran formado; un cañoneo en la calle central fue la señal para que todos se adelantaran. De conformidad con esta disposición, a las seis y media de la mañana el 5° y el 38° regimiento avanzando hacia su izquierda, y el 87° recto hacia su frente, se acercaron al fuerte puesto del Retiro y Plaza de los Toros. Incursión que después de un ataque de lo más vigoroso y enérgico, en el que estos regimientos sufrieron mucho de munición de racimo y fusilería, su valiente comandante, el general de brigada Sir Samuel Auchmuty, se apoderó del puesto, tomando 32 piezas de cañón, una inmensa cantidad de municiones y 600 prisioneros. El 5° regimiento reunido con poca oposición, se dirigió al río y tomó posesión de la iglesia y el convento de Santa Catalina. Los regimientos 36° y 88°, bajo el mando del general de brigada Lumley, moviéndose en el orden señalado, pronto se enfrentaron a un intenso y continuo fuego de fusilería desde los techos y ventanas de las casas; cuyas puertas estaban barricadas de una manera tan fuerte que era casi imposible forzarlas. Las calles estaban cruzadas por profundas zanjas, en cuyo interior estaban plantados cañones que arrojaban lluvias de munición de racimo sobre las columnas que avanzaban. Sin embargo, desafiando esta oposición, el 36° regimiento, encabezado por el valiente general, llegó a su destino final; pero el 88°, que estaba más cerca del fuerte y de las principales defensas del enemigo, quedó tan debilitado por su fuego que fue totalmente dominado y tomado. Así expuesto el flanco del 36°, este regimiento, junto con el 5°, se retiraron al puesto de Sir Samuel Auchmuty en la Plaza de los Toros; sin embargo, no antes de que el teniente coronel Burne y la compañía de granaderos del 36° regimiento tuvieran la oportunidad de distinguirse, cargando alrededor de 800 enemigos y tomando y clavando dos cañones. Los carabineros avanzaban por las calles centrales, encontrándose con un fuego muy superior, las cuatro tropas de los Carabineros, encabezadas por el Teniente Coronel Kington, avanzaron para tomar la batería opuesta a ellos, pero este valiente oficial resultó herido lamentablemente, así como el Capitán Burrell, siguiente al mando, y el fuego tanto de la batería como de las casas resultando muy destructivo, se retiraron a corta distancia, pero continuaron ocupando una posición frente a las principales defensas enemigas, y considerablemente por delante de lo que habían tomado por la mañana. - 299 - La división izquierda de la brigada del general de brigada Craufurd, comandada por el teniente coronel Pack, pasó casi al río, y girando a la izquierda se acercó a la Gran Plaza, con la intención de adueñarse del Colegio de los Jesuitas, situación que dominaba la línea principal de defensa del enemigo. Pero por la naturaleza destructiva de su fuego, esto resultó impracticable; y después de sufrir una gran pérdida, una parte de la división se arrojó a una casa que luego no se consideró sostenible, se vio obligado a rendirse poco después, mientras que la parte restante, después de soportar un terrible fuego con la mayor intrepidez, el teniente coronel Pack, su comandante, herido, se retiró a la división de la derecha comandada por el propio general de brigada Craufurd. Habiendo pasado esta división hasta el Río de la Plata, giró también a la izquierda para acercarse a la Gran Plaza y Fuerte, desde el bastión noreste del que estaba distante unas cuatrocientas yardas, cuando el general de brigada Craufurd supo el destino de su izquierda. La división, consideró muy aconsejable tomar posesión del convento de Santo Domingo, cerca del cual se encontraba entonces, con la intención de seguir hacia la iglesia franciscana, que estaba aún más cerca del fuerte, si el ataque o el éxito de cualquier otra de nuestras columnas debería liberarlo en alguna medida de la multitud de enemigos que lo rodeaban. El 45° regimiento, más alejado del centro enemigo, había ganado la Residencia sin mucha oposición, y el teniente coronel Guard, al tenerla en posesión de sus compañías de batallón, descendió con la compañía de granaderos hacia el centro de la ciudad y se unió al general de brigada Craufurd. El enemigo, que ahora rodeaba el convento por todos lados, trato de apoderarse de un tres libras que yacía en la calle, el teniente coronel con su compañía y unos pocos de infantería ligera al mando del mayor Trotter, los cargaron con gran ánimo. En un instante, la mayor parte de su compañía y el Mayor Trotter, (un oficial de gran mérito) murieron, pero el arma se salvó. El general de brigada se vio obligado a limitarse a la defensa del convento, desde el cual los fusileros disparaban bien dirigidos contra los enemigos que se acercaban al puesto; pero la cantidad de balas redondas, de racimo y fusilería a que fueron expuestos, finalmente los obligó a abandonar la parte superior del edificio, y al enemigo en cantidad de seis mil y trayendo cañones para forzar las puertas de madera que enfrentaban el fuerte, y como el general de brigada no tenía comunicación con ninguna otra columna y, a juzgar por el cese de los disparos, los siguientes no habían tenido éxito, y se rindió a las cuatro de la tarde. El resultado de la acción de este día me había dejado en posesión de los Toros, un fuerte puesto a la derecha del enemigo, y la Residencia, otro fuerte puesto a su izquierda, mientras ocupaba una posición avanzada frente a su centro; pero esas ventajas habían costado unos dos mil quinientos hombres en muertos, heridos y prisioneros. La naturaleza del fuego al que estuvieron expuestas las tropas fue extremamente violenta. Disparos de racimo en las esquinas de todas las calles, fusiles, granadas de mano, ladrillos y piedras, desde los techos de - 300 - todas las casas, cada cabeza de familia con sus negros defendía su morada, cada una de las cuales era en sí misma una fortaleza, y no es, quizás, demasiado decir, que toda la población masculina de Buenos Aires se empleó en su defensa. Esta era la situación del ejército en la mañana del sexto día, cuando el general Liniers me dirigió una carta ofreciéndome entregar a todos sus prisioneros tomados en el último asunto, junto con el 71° regimiento, y otros, tomados con el general de brigada Beresford, si desistía de cualquier otro ataque a la ciudad, y retiraba las fuerzas de Su Majestad del río de la Plata Insinuando, al mismo tiempo, del estado exasperado de la población, no podía responder por la seguridad de los prisioneros, si persistía en las medidas ofensivas. Influenciado por esta consideración (que sabía, por mejor autoridad, que estaba fundada de hecho), y reflejando la poca ventaja que sería la posesión de un país, cuyos habitantes eran tan absolutamente hostiles, resolví renunciar a la ventaja que la valentía de las tropas había obtenido, y se adhirió al Tratado anexo, que confío contará con la aprobación de Su Majestad. No tengo nada más que agregar, salvo mencionar, en términos de los más altos elogios, la conducta del contraalmirante Murray, cuya cordial cooperación nunca ha faltado, cuando el ejército pudo beneficiarse de sus esfuerzos. El capitán Rowley, de la Royal Navy, al mando de los marineros en tierra. El capitán Bayntun del barco de Su Majestad África, que supervisó el desembarco, y el capitán Thompson, del Fly, que tenía la dirección de las cañoneras y me había prestado un gran servicio al reconocer el río, y todos tienen derecho a mi mejor agradecimiento. Como su carácter ya es tan alto, es casi innecesario afirmar que desde mi segundo al mando, el general de división Leveson Gower, he experimentado todas las ayudas celosas y útiles; también debo agradecer al general de brigada Sir Samuel Auchmuty y Lumley, y al coronel Mahon y al general de brigada Craufurd, al mando de las brigadas. No puedo hacer notar suficientemente los esfuerzos poco comunes del capitán Fraser, al mando de la artillería real, cuya fertilidad, celo y animación, en todos los casos, alejaron dificultades. El capitán Squires, de los ingenieros reales, también tiene derecho a mi mejor agradecimiento; Tampoco debo omitir la conducta galante del mayor Nicholls, del 45° regimiento, quien, en la mañana del sexto día, presionado por el enemigo cerca de la Residencia, cargó contra ellos con gran ánimo y tomó dos obuses y muchos prisioneros. El teniente coronel Bradford, ayudante general adjunto, también tiene un gran derecho a mi aprobación como oficial galante y prometedor. Los oficiales de mi estado mayor, el teniente coronel Torrens, secretario militar, y los capitanes Brown, Foster, Douglas y Whittingham, Aides-du-Camp, también deben ser mencionados por mí en términos de justa consideración; el conocimiento que este último posee de la lengua española me ha sido de gran utilidad. - 301 - Este despacho le será entregado por el teniente coronel Bourke, subdirector general, quien me ha brindado la ayuda que podría solicitar un oficial de su talento militar y apego al servicio; a lo que le ruego que le remita para más detalles sobre las operaciones militares en esta parte del mundo. Tengo el honor de serlo, etc. J. Whitelocke, Teniente. Gen. El Hon. Wm. Windham. N° V: Despacho privado General Whitelocke, al Sr. Windham Buenos Aires, 10 de julio, 1807 Señor, Tengo el honor de informarles que inmediatamente después de mi llegada a Montevideo, el 10 de mayo, comencé a hacer todos los preparativos posibles para el ataque a este lugar, como el primer y más eficaz paso hacia la reducción de la provincia. Para ello se pusieron balandras de guerra y otras embarcaciones ligeras para que reconocieran la margen sur del río, a fin de fijar el punto preciso de desembarque. Se encontró que el agua era demasiado poco profunda para permitir un desembarco al amparo de los barcos de guerra en cualquier lugar al oeste de la ciudad de Buenos Aires, ni más cerca al este que la Ensenada de Barragán. Por lo tanto, se fijó esta bahía como punto de desembarque, y todos los arreglos que se pudieron hacer previamente se llevaron adelante con la expedición, mientras esperaba ansiosamente la llegada del cuerpo del general de brigada Craufurd y la flota con la que había zarpado desde Inglaterra. El 27 de mayo arribaron a la desembocadura del río el contraalmirante Murray y el general de brigada Craufurd, pero debido al predominio de vientos contrarios, la expedición no llegó a Montevideo hasta el 14 de junio. Decidí de inmediato no esperar la llegada del convoy de Inglaterra, ya que por la voz general de los habitantes y de los oficiales que habían pasado por la provincia, los meses de julio y agosto se presentaban como los más desfavorables para las operaciones militares, a causa de las lluvias continuas y frío que prevalecen en esa temporada. Habiendo fijado a Colonia como el lugar de reunión desde donde partiría la expedición, envié las tropas hacia arriba en pequeñas divisiones, debido a la intrincada navegación; dejando en Montevideo el 47° regimiento, los destacamentos de dragones ligeros de los regimientos 20° y 21°, dos compañías del 36° regimiento y un cuerpo de milicias, formado por los comerciantes británicos, componiendo en total una guarnición de unos 1300 hombres, bajo el mando del coronel Browne del 40° regimiento; y después de mucho retraso, causado por los vientos contrarios, el contraalmirante Murray y yo llegamos frente al punto de desembarco el 28 ultimo. Por la mañana la flota se detuvo en la bahía, y antes de la noche todo el ejército, según el margen*, fue desembarcado, sin oposición, en la costa enemiga. La mayor parte del día siguiente se dedicó al desembarco de artillería, - 302 - caballos y provisiones, inmediatamente después del desembarco de la brigada del general de brigada Craufurd y de los regimientos 38° y 87°, destaqué al general de división Gower, con esta fuerza, y dos cañones de tres libras, para ocupar las alturas en mi frente, a unas cinco millas de distancia; a la mañana siguiente procedí a unirme a él con el resto del ejército, 4 cañones de seis libras y 2 cañones de tres libras, el resto de la artillería sin desembarcar. * Tres brigadas de artillería, 5°, 38° y 87°, General de Brigada Sir Samuel Auchmuty; 17° dragones, 36° y 88° Brigadier-General Lumley; 95°, batallón ligero, general de brigada Craufurd; Cuatro tropas 6° guardias de dragones, 9° dragones ligeros, 40° y 54°, coronel Mahon. Al día siguiente ordené al general de división Gower que precediera mi marcha con su cuerpo avanzado, sustituyendo los regimientos 36° y 88°, bajo el mando del general de brigada Lumley, por los regimientos 38° y 87°; y dejé al coronel Mahón, con cuatro tropas del 17° de dragones ligeros y del 40° regimiento, para proteger los cañones cuando llegaran y cubrir la retaguardia del ejército; siendo principalmente inducido a dividir mi fuerza en estas divisiones con el propósito de obtener más fácilmente cobertura y combustible. El 1 de julio, el cuerpo de avanzada expulsó a un pequeño grupo enemigo de la aldea de Reducción y tomó un puesto a unas dos millas más allá. Mientras yo ocupaba el pueblo con el cuerpo principal. Me encontraba ahora a unas nueve millas del puente sobre el río riachuelo, en la orilla opuesta de la cual entendí que el enemigo había construido baterías y tenía la intención de resistir. Decidí por tanto, en lugar de forzar el puente, desviar la línea de defensa del enemigo, marchando desde nuestra izquierda y cruzando el río, en dos columnas, más arriba, donde se representaba vadeable, y continuando marchando hasta que debí llegar completamente hacia el oeste y el norte de la ciudad apreté mi izquierda sobre el río de la Plata, y abrí comunicación con la flota. En el segundo día, a las nueve en punto, el general de división L Gower marchó su cuerpo, que ahora debe considerarse como la columna de la derecha, y yo mismo marché a las diez, con la intención de unir nuestras fuerzas esa noche en los suburbios de la ciudad. Habiendo cruzado el río el general de división L. Gower, su brigada adelantada cayó dentro de un cuerpo considerable del enemigo, al mando del mismo general Liniers, al que atacó con gran vivacidad, lo derrocó por completo, tomando diez piezas de cañón y algunos prisioneros. El general de división se detuvo en el terreno del que había expulsado al enemigo, esperando mi llegada y enviando al mismo tiempo una citación al general Liniers, que fue rechazada en esta ocasión, así como al día siguiente, cuando envié una citación de mi parte a él mismo. Debido a la ignorancia de mi guía, que me condujo por un desvío considerable, no llegué al General de División hasta el día siguiente, cuando formé mi línea a - 303 - las órdenes de Sir Samuel Auchmuty, a la izquierda del Brigadier General Lumley, extendiéndola hacia el convento de la Recoleta, distante unas dos millas; y otro al mando del coronel Guard, a la derecha hacia la Residencia; mientras que la brigada del general de brigada Craufurd ocupaba las avenidas central y principal del pueblo, distante unas tres millas de la Gran Plaza y el fuerte de Buenos Aires. De acuerdo con mi diseño original, tenía la intención de marchar a la mañana siguiente por mi izquierda hacia el convento de Recoleta, que es en un terreno elevado inmediatamente sobre el río, podría haberme comunicado con la flota y desembarcar armas pesadas para un enérgico ataque de sin embargo, si el general Liniers se negaba obstinadamente a entregar la ciudad, después de consultarlo con el general de división Gower, me presentó otro plan de ataque que, como prometía una expedición más expedita, en la medida en que evitaba la necesidad de marchar a la izquierda, y la demora en el desembarco de cañones pesados y la construcción de baterías pesadas, una demora que yo más temía, a causa de las lluvias que, aparentemente, habían comenzado, y los hombres expuestos, en gran medida, a la severidad del tiempo, por la imposibilidad de transportar el equipaje de campamento. Consentí, por estas razones, cambiar mi plan, y adoptar lo que parecía generalmente aprobado por los oficiales generales bajo mi mando. Además, la medida del bombardeo, o cualquier otra medida que pudiera ocasionar una pérdida indiscriminada de vidas, arruinar la ciudad e irritar a la gente, me pareció, al reflexionar, contraria tanto a la letra como al espíritu de mis instrucciones. Esperaba también, con este plan, poder desalojar a los que se oponían al avance de los brazos de Su Majestad, y llevándolos al fondo del pueblo, hacer una serie de prisioneros, que podrían caer en nuestras manos, y procurar el regreso del 71° regimiento y las demás tropas capturadas con el general de brigada Beresford; mientras que los pacíficos habitantes y los mejor dispuestos hacia nosotros, permaneciendo en silencio en sus casas, podrían escapar del peligro del ataque. La naturaleza de este ataque se puede explicar mejor adjuntando el orden general. El resultado fue exitoso en los puntos principales, ya que obtuve posesión de la Plaza de los Toros, un fuerte en el flanco enemigo, 32 piezas de artillería y un gran depósito de municiones y provisiones; así como la Residencia, o el fuerte a la izquierda del enemigo y los cuatro cañones que lo defendían. Pero estas conquistas fueron compradas con la pérdida de 2.500 hombres, muertos, heridos y prisioneros, y, entre estos últimos, el general de brigada Craufurd y otros oficiales de rango. La conducta tanto de los oficiales como de los hombres en esta acción había sido galante en el más alto grado, y la gravedad de la pérdida ocasionada únicamente por la severidad de la defensa. El enemigo había cavado zanjas en las calles principales y colocado cañones dentro de ellas; ocupó los techos planos de todas las casas en situaciones de mando, y desde allí y las ventanas vertió un fuego destructivo de fusilería, granadas de mano, ollas de fuego, etc. sobre las columnas mientras - 304 - avanzaban; habiendo tenido igualmente la precaución de barricar las puertas de manera tan fuerte que hiciera muy difícil forzarlas, aunque las tropas habían sido provistas de instrumentos para tal fin. Cada cabeza de familia, con sus negros, defendía su vivienda; y quizás no sea exagerado decir que en su defensa se empleó a toda la población de Buenos Aires, que probablemente la misma población en el campo no habría resistido el ataque de dos regimientos británicos. La mañana siguiente al ataque recibí una carta del general Liniers, ofreciendo entregar a todos los prisioneros tomados en el último asunto, así como a los tomados con el general de brigada Beresford, si consentía en abandonar el ataque y retirar las fuerzas de Su Majestad de la provincia. Sobre esto tuvo lugar una correspondencia (No. IV.), Que, concluida, en el tratado que tengo el honor de transmitir. Mis razones para acceder a esta negociación fueron brevemente las siguientes: había perdido en el ataque anterior 2.500 hombres; y aunque había ganado un puesto fuerte en el flanco derecho del enemigo, desde el cual me comuniqué con la flota, y desde el cual podría ser posible disparar cañones pesados sobre la ciudad y molestarla, sin embargo, las principales defensas enemigas estaban demasiado lejos de este punto, y demasiado cubierto por casas para permitirme esperar que podría en un momento dado destruirlas, solo con cañones, incluso si la naturaleza de mis instrucciones no hubiera militado en contra de tal medida. El general Liniers también me había informado en su carta, que no podría responder por la vida de sus prisioneros si el ataque persistía; y por todo lo que he escuchado desde entonces de los propios oficiales, tengo razones para creer que habrían sido sacrificados ante la furia de una chusma exasperada. Por tanto, no quedaba nada por hacer a la ofensiva, salvo otro ataque a la ciudad, realizado de manera similar al anterior; el evento debe haber sido dudoso, ya que mi fuerza, cuando se reunió, no llegó a los 5000 hombres, y si tuviera éxito, mi pérdida probablemente habría hecho que esa fuerza fuera insuficiente para mantener el lugar cuando se tomara. Si se consideraba infructuoso intentar otro ataque, aún quedaban dos modos de retirada, ya sea por tratado o volviendo a embarcarse frente al enemigo. Sin duda, esta última medida habría supuesto una pérdida adicional; y los heridos y prisioneros en el último asunto, así como el regimiento 71°, en total 4000 hombres, perdidos para siempre de la Gran Bretaña. A cambio de lo cual debería haber poseído sólo un mando nominal en Montevideo, puesto que nunca se puede considerar de ventaja alguna, mientras la capital de la provincia y el gran centro comercial seguían en manos del enemigo. Decidí, por tanto, adherirme a este tratado, mediante el cual podré sacar casi todo mi ejército y recuperar el 71° regimiento, un punto que mis instrucciones me han enseñado a considerar como de primera importancia, y evacuaré una provincia que la fuerza sobre la que estaba autorizado a calcular nunca podría mantener y que, por las muy hostiles disposiciones de sus habitantes, en verdad no valía la pena mantenerla. - 305 - Me desharé del ejército en la forma señalada en mis instrucciones, cuyos detalles les detallaré desde Montevideo por otro hombre de guerra que zarpará de allí con duplicados de estos despachos. Confiando en que la conducta que he seguido en esta difícil situación pueda contar con la aprobación de Su Majestad, Tengo el honor, etc. (Firmado) J. Whitelocke, Teniente. Gen. Esto le será entregado por el Teniente Coronel Bourke, a quien, así como a Sir Samuel Auchmuty, le remito para más detalles. N° VI: El Tratado Definitivo entre los Generales en Jefe de Su Majestad Británica y de Su Majestad Católica. I. II. III. IV. V. VI. VII. Habrá a partir de este momento un cese de hostilidades en ambos lados del Río de la Plata. Las tropas de Su Majestad Británica retendrán por un período de dos meses la fortaleza de Montevideo y, como país neutral, se considerará una línea trazada desde San Carlos por el oeste hasta Partido por el este; y no habrá, en ninguna parte de esa línea, hostilidades cometidas por ningún lado, entendiéndose la neutralidad, solo que los individuos de ambas naciones puedan vivir libremente bajo sus respectivas leyes, juzgando los súbditos españoles por las suyas, y los ingleses por los de su nación. Habrá en ambos lados una restitución mutua de prisioneros, incluidos no sólo los que han sido tomados desde la llegada de las tropas al mando del Teniente General Whitelocke, sino también los súbditos de Su Majestad Británica capturados en América del Sur desde el comienzo de la guerra. Que para el pronto despacho de las naves y tropas de Su Majestad Británica, no se pondrá impedimento en el camino de los suministros de provisiones que se soliciten para Montevideo. Se da un plazo de diez días a partir de este momento para que las tropas de Su Majestad Británica re-embarquen para pasar al lado norte del río de la plata, con las armas que efectivamente estén en su poder, provisiones y equipajes, en los puntos más convenientes que se pueden seleccionar, y durante este tiempo se les pueden vender provisiones. Que el tiempo de entrega de la plaza y fortaleza de Montevideo, se producirá al cabo de los dos meses fijados en el artículo segundo; La entrega se hará en los términos en que se encontró, con la artillería que tenía cuando fue tomada. Se entregarán tres oficiales de rango para y hasta el cumplimiento de los artículos anteriores por ambas partes; entendiendo bien que los oficiales de Su Majestad Británica que han estado en libertad condicional, no pueden servir contra América del Sur hasta su llegada a Europa. - 306 - Dado en el Fuerte de Buenos Aires, el día 7 de julio de 1807, firma dos de un tenor. (Firmas) JOHN WHITELOCKE. GEORGE MURRAY. SANFIAGO LINIERS. CESAR BALBIANI. BERNARDO VELASC0S. N° VII: Órdenes en consejo En el Palacio de la Reina, 1 de octubre de 1806, Presente, la más excelente Majestad en el Consejo. Considerando que ha sido manifestado a Su Majestad, que siempre y por encima de los deberes reales, y los deberes consulados o municipales, pagaderos sobre diversos artículos exportados desde la ciudad, pueblo y fortaleza de Buenos Aires y sus dependencias, incluso allí en todos los Territorios pertenecientes o que formen parte del gobierno de los mismos, se gravó y pagó un impuesto de dos reales por cada piel de buey, y de un real por cada piel de caballo, exportado, y pagado durante el tiempo en que dicha ciudad, pueblo y fortaleza de Buenos Aires, y sus dependencias estaban bajo el gobierno español, y donde como comandante de las fuerzas de Su Majestad, a quien dicha ciudad, pueblo y fortaleza se han rendido, ha creído oportuno hasta que se conozca el placer de Su Majestad, reducir el dicho derecho adicional a un real por cada piel de buey, y para hacer una reducción proporcional del derecho pagadero por cada piel de caballo exportada, Su Majestad se complace en ordenar y declarar que dichos derechos reducidos, y ningún otro, hasta el mayor significado del placer de Su Majestad, se seguirá pagando por cada piel de buey y de caballo exportado como se ha dicho, en barcos británicos propiedad de los súbditos de Su Majestad y navegados de acuerdo con la ley; o en naves de buena fe pertenecientes a cualquiera de los súbditos o habitantes nativos de dicha ciudad, pueblo y territorios, habiendo dichos habitantes nativos residiendo pacíficamente dentro de los mismos, y bajo la obediencia del gobierno de Su Majestad allí, y el Muy Honorable, los Señores Comisionados del Tesoro de Su Majestad y los Lores Comisionados del Almirantazgo deberán dar aquí las instrucciones necesarias en cuanto a ellos correspondan respectivamente. (Firmado) W. FAWKENER. N° VIII: Órdenes en consejo En el Palacio de la Reina, 17 de septiembre de 1806, Presente, la más excelente Majestad en el Consejo. Considerando que la ciudad capital, pueblo y fortalezas de Buenos Aires y sus dependencias han sido conquistadas por las fuerzas de Su Majestad, y el territorio y fortalezas de las mismas son entregados a Su Majestad, y los - 307 - mismos están ahora en posesión de Su Majestad, Su Majestad, por tanto, se complace en ordenar y declarar, y por la presente se ordena y declara que todos sus súbditos amados pueden comerciar lícitamente desde y hacia dicha capital, villa y fortaleza de Buenos Aires y sus dependencias, incluyendo en ella todos y cada uno de los territorios pertenecientes o que formen parte del gobierno de los mismos, en barcos británicos propiedad de súbditos de Su Majestad y navegados conforme a la ley; o en naves de buena fe pertenecientes a cualquiera de los súbditos o habitantes nativos de dicha ciudad, pueblo o territorios dichos habitantes nativos residan pacíficamente dentro de la misma y bajo la obediencia del gobierno de Su Majestad allí; y que dicho comercio estará sujeto a los deberes, reglas, regulaciones, condiciones, restricciones, sanciones y por las características a las que el comercio hacia y desde las colonias, plantaciones e islas de Su Majestad en las Indias Occidentales y América del Sur es, o será sujeto a la ley, salvo que se especifique más adelante. Y Su Majestad se complace además en ordenar y declarar, y por la presente se ordena y declara, que todas las mercancías son del crecimiento, producción o manufactura de dicha ciudad capital, pueblo y fortaleza de Buenos Aires, y sus dependencias, incluyendo en él todos y cada uno de los territorios pertenecientes o que formen parte del gobierno del mismo, o que hayan sido exportados habitualmente desde el mismo, serán importados a cualquiera de los puertos del reino unido en barcos británicos propiedad de súbditos de Su Majestad, y navegado de acuerdo con la ley; o en barcos de buena fe que pertenezcan a cualquiera de los súbditos o habitantes nativos de dicha ciudad, pueblo o territorios, siendo dichos habitantes nativos residentes jerárquicamente dentro de los mismos, y rendir allí la obediencia del gobierno de Su Majestad, y que tales bienes serán sujeto a los mismos deberes, reglas, reglamentos, condiciones, sanciones y confiscaciones a que están sujetos los artículos similares, provenientes de las colonias, plantaciones o islas de Su Majestad en las Indias Occidentales o Sudamérica. Y considerando que se ha recibido información de que el comandante de las fuerzas de Su Majestad a quien dicha ciudad, pueblo y fortaleza se ha rendido, ha reducido los aranceles de importación a la misma, de aproximadamente un treinta y cuatro y medio por ciento, ad valorem, a diez por ciento, ad valorem, y dos y medio por ciento, para el consulado o derechos municipales, haciendo en total, doce y medio por ciento, sobre los artículos importados en dicho lugar y sus dependencias, en barcos británicos, propiedad de súbditos de Su Majestad y navegados conforme a la ley; o en naves de buena fe pertenecientes a cualquiera de los súbditos o habitantes nativos de dicha ciudad, pueblo o territorios, siendo dichos habitantes nativos residentes pacíficos dentro de los mismos y bajo la obediencia del gobierno de Su Majestad allí; Su Majestad, por lo tanto, se complace en ordenar y declarar que dichos derechos reducidos continuarán aplicándose, y ningún otro, sobre todos los artículos importados, con la excepción de la ropa de cama alemana, que seguirá estando sujeta a los mismos derechos que se pagaron sobre el mismo antes de la conquista de dicho - 308 - lugar por las fuerzas de Su Majestad, hasta que el placer de Su Majestad se signifique más. Y se ordena además, que no será lícito que ningún esclavo sea desembarcado o importado o introducido en dicha ciudad, pueblo y fortaleza de Buenos Aires y sus dependencias, incluyendo en ella todos y cada uno de los territorios pertenecientes que forman parte del gobierno de los mismos, bajo pena de que todos los esclavos desembarquen, importen o traigan, junto con los buques que los traigan, o de los cuales se desembarcarán, sus cargamentos serán confiscados a Su Majestad, sus herederos y sucesores, siempre que esta prohibición no se extienda a los varios casos de esclavos empleados de buena fe en la navegación de los barcos que comercian hacia o desde dicho lugar, o de esclavos empleados de buena fe como esclavos domésticos, y entrando en dicho lugar con sus amos, o de esclavos de cualquier forma empleados en el servicio naval o militar de Su Majestad; y el Muy Honorable los Lores Comisionados de la Hacienda de Su Majestad, y los Lores Comisionados del Almirantazgo, darán en ellos las instrucciones necesarias que les correspondan respectivamente. (Firma) W. FAWKENER. N° IX: Copia de una carta del general Elio. 3 de julio, 1807 Señor, Por orden del general español D. Santiago de Liniers, respondo a la carta que traiga su bandera de tregua respecto a la rendición de esta capital, diciendo que nada relativo a la deposición de las armas será atendido. Que el General español cuenta con un número suficiente de valientes tropas, comandadas por valientes jefes, llenas de ganas de morir en defensa de su patria, y que este es el momento de mostrar su patriotismo. Me quedo, etc. (Firma) Coronel Elio N° X: Instrucciones escritas del Mayor Roach. Mayor Roach, procederá con una bandera de tregua inmediatamente después del amanecer hacia Buenos Aires. Preguntará por el comandante militar y convocará, para evitar el derramamiento de sangre, que la ciudad se rinda. Si es necesario, aunque deseo evitar cualquier declaración definitiva, los únicos términos que se otorgarán son que todos los oficiales y soldados militares y civiles serán prisioneros de guerra; que todos los ingleses en poder de los españoles serán entregados con suficientes rehenes para que se les conceda el libre ejercicio de la religión católica romana; que se respetará toda la propiedad privada, siempre que el propietario haga un juramento de fidelidad al gobierno británico y no viole la observancia del mismo. (Firmado) J. L. GOWER, General de División. - 309 - N° XI: Órdenes Generales del Ataque a la Ciudad de Buenos Aires en la mañana del 5 de julio. El 38° regimiento de Sir Samuel Auchmuty, para desprenderse y poseerse de la plaza de los Toros, y el terreno fuerte adyacente, y luego tomar el puesto. Los regimientos 5°, 36°, 87° y 88° se dividirán en alas, y cada ala se adentrará en la calle directamente en su frente. Los batallones ligeros se dividieron en alas, cada una seguida por un ala del 95° regimiento, y un tres libras para avanzar por las dos calles a la derecha de la central, y el 45° regimiento por las dos contiguas; y después de despejar las calles del enemigo, tomar puesto en la Residencia. Dos de seis libras cubiertos por los carabineros y tres tropas del noveno de dragones ligeros, para avanzar por la calle central, el resto de carabineros y dragones como reserva en el centro. Cada división debe avanzar por la calle directamente en su frente, hasta llegar a la última plaza de casas junto al río de la Plata; del cual se va a poseer, formándose sobre los tejados planos, y allí esperar nuevas órdenes. El 95° regimiento para ocupar dos de las situaciones más dominantes desde las que puede molestar al enemigo. Dos cabos, con herramientas, para marchar a la cabeza de cada columna, con el propósito de romper las puertas. Se descargarán todas las armas y no se permitirá disparar hasta que las columnas alcancen su punto y forma finales. Un cañonazo en el centro para ser la señal para que el conjunto avance. N° XII: Copia de una carta del Teniente Coronel Guard al teniente general Whitelocke Buenos Aires, 8 de julio de 1807 Señor, Para responder a sus preguntas con respecto a la ciudad de Buenos Aires, es mi opinión, por lo que he visto y escuchado, que si la ciudad hubiera sido bombardeada, tan pocos eran los habitantes bajo el control de sus oficiales, que los prisioneros habrían estado en el peligro más inminente. Soy, señor, etc. N° XIII: Informe elaborado por el mayor Nicholls, del 45° regimiento, sobre las operaciones de la parte del cuerpo bajo su mando, desde la mañana del 5 hasta mediados del 6 de julio. De acuerdo con las órdenes que habían procedido al disparar el cañón de señal, tome la calle que me indicaron, ocupé la residencia antes de que arribara el teniente coronel Guard, quien al descubrirlo manifestó su intención de comunicarse con el general de brigada Craufurd, y yo esperé hasta su regreso. Mientras tanto, me adueñé de todas las casas y las liberé de todos los enemigos que las habían ocupado. Entonces lo juzgué consistente con mis órdenes de apoyar la columna de la derecha, y procedí con ese propósito con la esperanza de que se nos uniera alguna otra columna. Ayer se izó una - 310 - bandera unión jack a distancia, pero para mi gran mortificación fue nuevamente retirada hacia la 1 P.M. Por la mañana el enemigo nos presionó mucho, pero se retiró ante nuestra columna, y tomamos dos cañones de bronce; El Capitán Whittingham llegó este día con la compañía de granaderos del 40° y entregará este informe a Su Excelencia. El enemigo descargó un cañón contra nosotros, contra el cual cargamos en una columna de secciones y sufrimos pocas pérdidas; habiéndolos dispersado, aseguramos sus tambores y regresamos a la Residencia, uno de los cañones fue clavado. Los hombres se comportaron como grifos, dirigidos con un estilo muy galante por el Mayor Tolly. Creemos que es nuestro deber conservar este puesto durante el placer de Su Excelencia. Tenemos provisiones para dos días, y solo queremos nuestro oficial de artillería y algunos hombres para el cañón, con lo que podemos dominar por completo la calle vacía. Confío en que Su Excelencia perdonará este detalle. El enemigo ha perdido en este lugar de 50 a 100, y nuestros hombres, por motivos de humanidad, hicieron algunos prisioneros. (Firmado) W. Nicholls – mayor del 45° regimiento N° XIV: Carta del general Whitelocke al contralmirante Murray, Plaza de los toros 6 de julio. Estimado Almirante, Llegué aquí hace aproximadamente una hora, para averiguar qué más se puede hacer con la valentía y el esfuerzo del ejército bajo mi mando. Hemos sufrido mucho en todos los sentidos desde que tuve el placer de verle, que pocas veces, bajo ninguna circunstancia, ha sido igualado. De una cosa podemos estar seguros, y es que Hispanoamérica nunca podrá ser inglesa, ya que la inventiva de todas las clases de habitantes es increíble. Venga a mí sin pérdida de tiempo. Le enviaré al general de división Gower, como consecuencia de una carta que recibí. Soy, señor, etc. (Firmado) John Whitelocke – comandante en jefe Los cuatro cañoneros han estado funcionando con gran efecto, y si el negocio continúa, la asistencia naval contribuirá en gran medida al cumplimiento de nuestro plan. - 311 - - 312 - General WHITELOCKE. Circular del Comandante en Jefe del Ejército, 21 de marzo de 1808. En un consejo de guerra, de los cuales el general, el honorable, Sir William Meadows, K.B. fue presidente, en virtud de la orden especial de Su Majestad, con fecha del 25 de enero de 1908, en el hospital real de Chelsea, el 28 del mismo mes, y continuó por aplazamiento hasta el 18 de marzo siguiente, Se juzgó a el teniente general Whitelocke. Sentencia. “Habiendo considerado debidamente el consejo de guerra las pruebas aportadas en apoyo de los cargos contra el prisionero, el teniente general Whitelocke, su defensa, y las pruebas que ha aducido, opina que es culpable de todos los cargos mencionados, con la excepción de la parte del segundo cargo que se refiere a la orden de descarga de las columnas y de que no debe permitirse ningún disparo por ningún motivo”. El tribunal está ansioso por que se entienda claramente, que no censura en absoluto las precauciones tomadas para evitar disparos innecesarios durante el avance de las tropas a los puntos de ataque propuestos, y por lo tanto absuelve al teniente general Whitelocke de esa parte de dicho cargo. “El tribunal decide que dicho teniente general Whitelocke sea destituido y declarado totalmente incapaz e indigno de servir a Su Majestad en cualquier capacidad militar”. El rey se ha complacido en confirmar la frase anterior, y Su Alteza Real el comandante en jefe ha recibido la orden de Su Majestad de dirigir, que se leerá a la cabeza de cada regimiento a su servicio y se insertará en todos los libros de orden del regimiento con miras a que se convierta en un recuerdo perdurable de las fatales consecuencias a las que se exponen los oficiales que, en el desempeño de los importantes deberes que se les confían, carecen de ese celo, juicio y esfuerzo personal, que su Soberano y su país, tienen derecho a esperar de los oficiales encargados de altos mandos. De Su Majestad, quien siempre se ha interesado en el bienestar, el honor y la reputación de sus tropas, el reciente fracaso de América del Sur ha resultado ser un tema del más sincero pesar; pero ha sido un gran consuelo para él, Su Majestad ha ordenado que se informe al ejército, que después de la más minuciosa investigación, Su Majestad encuentra amplio motivo de satisfacción en la intrepidez y buena conducta de sus tropas, empleadas recientemente en ese servicio, y particularmente por aquellas divisiones del ejército, que se enfrentaron personalmente con el enemigo en la ciudad de Buenos Aires, el 5 de julio de 1807; y Su Majestad no tiene ninguna duda de que si los esfuerzos de sus tropas en América del Sur hubieran sido dirigidos por la misma habilidad y energía, que han distinguido tan eminentemente a sus comandantes en otras partes del mundo, el resultado de la campaña habría resultado igualmente glorioso para ellos mismos y beneficiosos para su país. Por orden de Su Alteza Real, el comandante en jefe HARRY CALVERT - General de División y Adj. Gen. de las fuerzas. - 313 - Como vimos Whitelocke fue encontrado culpable de 3 de los 4 cargos o algo parecido... Dado de baja deshonrosamente y termino sus días en su para nada pobre residencia en las afueras de Londres. Su segundo al mando si bien no estuvo implicado se lo encontró poderosamente afectado en la opinión de la comandancia y no volvió a tener un rol efectivo aunque se lo ascendió a teniente general unos años después. (Corte marcial sobre el general Whitelocke - Chelsea College, 28 de enero de 1808) Muchos plantearon la dudosa cuestión de no fusilar o ahorcar al teniente general, atribuido a una cierta línea azul o un parentesco (extra matrimonial) con el rey. Idea que sus descendientes niegan rotundamente mostrando incluso pruebas en contra de estas habladurías. En publicaciones y gacetas de opinión, también se especuló en por que no se quitó la vida como el honor le hubiera llevado a hacer, no encontrándose una razón o justificación razonable para una opinión, ni otra, incluso en los estándares de la época. (Caricaturas sobre Whitelocke, a la izquierda el fantasma de Byng a la derecha el deshonor y el suicidio) - 314 - Es muy interesante como estos actos fueron pronto olvidados en la corte real, y se entiende porque. Muchas veces es aludido como una cuestión casi sin importancia en un teatro gigantesco sobre los 10 años de guerras napoleónicas. Cosa que es un buen consuelo y entendible desde la visión que, particulares casos carecen de importancia o sobrepasan el mismo para dos personas distintas. Es más ampliado cuando de propaganda política se habla. (Ataque al pueblo de Buenos Aires) Las invasiones Inglesas al rio de la plata fueron el punta pie inicial y piedra fundamental para que las naciones de Argentina, Uruguay, Chile, Perú… obtuvieran la independencia, esto no es un acto de opinión sino un hecho factico que no reclama duda. (Ataque al pueblo de Buenos Aires) En España en el momento se le dio, o se intentó darle el lugar que se creía merecer. Pero ellos mismos empleados en una guerra de independencia/civil (para ese entonces) en contra de las fuerzas Francesas, y finalizado esto una guerra de represión contra sus ex colonias… no fue nada fácil expresar el gusto de su soberano por la victoria contra las fuerzas inglesas. Es así que en Europa el hecho transcurrió sin pena ni gloria. - 315 - (Rendición de Whitelocke) En una cuenta muy pocas veces utilizada, caemos en que técnicamente Buenos Aires y dependencias formaron una colonia Española, británica y francesa durante distintos periodos de tiempo. Siendo la más interesante la fugaz colonia (solo en papeles) del imperio Francés de Napoleón. El historiador Argentino Felipe Pigna lo recuerda en la anécdota del enviado del emperador, Claude Étienne Bernard, Marqués de Sassenay. Esto es porque en 1808 Napoleón toma como rehenes en un lujoso castillo en el sur de Francia (en Bayone) a los reyes: rey Carlos IV “el cazador” y príncipe Fernando, luego coronado Fernando VII “el deseado”. Los invita a abdicar en nombre del emperador Francés y él en su lugar corona a su hermano José. Algo que siempre me gusto de los viejos manuales de escuela era lo visual. Claro, hoy día en este 2020 donde dejo marcada mis impresiones al respecto, basta con abrir YouTube o cualquier plataforma para ver incansables horas de documentales al respecto. No obstante, como yo lo veo, es que son materiales adicionales, donde la fuente principal es y debe ser el papel. Es por esta razón que a continuación dejare a disposición todo el material que yo considero relevante sobre los ejércitos británicos de 1800. Más allá de tener un fin personal, creo firmemente que es una ayuda para los exploradores y arqueólogos, antropólogos y entusiastas de la historia que descubrirán y vivirán la historia mediante objetos que tan bien se han preservado en la tierra costera y pantanosa de Buenos Aires, aún por descubrirse. - 316 - (Mapa de la invasión de 1807 de la universidad del ejército Argentino) Cuerpo de infantería de elite Voy a comenzar por describir los regimientos empleados. No desde la visión romántica como lo haría la ilustre Mariquita Sánchez de Thompson en su descripción del 71° highlander. Si no en su postura y tradición militar. Lo que va a demostrar y notar que eran por demás las mejores tropas con las que contaba su graciosa majestad británica. No solo eso, sus comandantes, y mismos regimientos son hoy día recordados por ser la elite de la elite y se adjudican haber derrotado a Napoleón mismo. El 95° regimiento (The Prince Consort's Own), que incluso tiene una serie de novelas muy interesantes del autor Bernard Cornwell llamadas Sharpe, que cuenta con una versión televisiva también llamada Sharpe protagonizada por Sean Bean. Esta serie es muy representativa del cuerpo aunque mágicamente o intencionalmente no cuentan la parte donde caen prisioneros en Buenos Aires. (Espada sable (replica) de oficial del 95° regimiento) - 317 - (Oficial del regimiento 95°) Este regimiento contó con un arma revolucionaria para la época. Hablo del rifle largo Ezekiel Baker (que tenía como novedad un cañón estriado). Empleado como primer arma de francotirador inglés (del francés franc-tireur). Cuenta una leyenda del regimiento que el cabo Irlandés Thomas Plunket (quien se dice mato a más de 20 españoles en Buenos Aires) en la retirada del general Moore de Coruña en 1809, más precisamente en la batalla de Cacabelos, Plunket corrió hacia adelante unos 90 metros (100 yardas), se tumbó en posición supina en la nieve y disparó al general de brigada francés Auguste-Marie-François Colbert con su rifle Baker. Antes de regresar a sus propias líneas, recargó y derribó al ayudante de campo de Colbert, Latour-Maubourg, que se había apresurado en ayudar al general caído, lo que demostró que el primer disparo no había sido una casualidad. (Soldado del 95° en posición Supina de disparo) - 318 - (Rifle Baker) El 95° se utilizó como escaramuceó, es decir, tropas adelantadas a la línea y con total independencia de movimientos, lo que les permitía hostigar a las líneas enemigas, desmoralizarlas y en el mejor de los casos, desbandarlas. La otra tarea fundamental del regimiento era atacar a las tropas enemigas que como ellos mismos su intención era la de hostigar con armas de precisión. Como ser los Jäger prusianos o los Voltigeur franceses. Los regimientos de a pie o, como los llamamos hoy día, de infantería: Entre ellos podemos notar al regimiento N°5 (Northumberland), este fue constituido en 1675 aunque el regimiento figuraba como una de las tres unidades "inglesas" de la Brigada Holandesa Anglo-Escocesa, una formación mercenaria cuyos orígenes se remontan a 1586. Parte de esta tropa desembarco en Montevideo y peleo además en la guerra peninsular y muchísimos más teatros de operaciones, después de algunas fusiones fue constituido como parte de la primer división de la COMONWEALTH en 1951 y fue desactivado en 1954 como parte de la desmovilización de las fuerzas en Corea después de la guerra. (Soldado del 5° en 1742) El regimiento N°36 (Herefordshire) que tiene un prontuario muy interesante también. Entro en servicio temprano con la Guerra de Sucesión Española; siguió con el Levantamiento jacobita; Guerra de la oreja de Jenkins; Guerra de sucesión austriaco; Guerra de los Siete Años; India; Guerras napoleónicas 1800–1808; Guerra Peninsular; hasta su Fusión el 1 de julio de 1881 cuando entraron en vigor las Reformas de - 319 - Childers y los Regimientos de Infantería 29 y 36 se convirtieron en el 1º y 2º Batallones del Regimiento de Worcestershire, y los regimientos de milicias se convirtieron en el 3º y 4º Batallones. El regimiento fusionado heredó las tradiciones y los honores de batalla de los 29 y 36 de infantería. En 1970, el Regimiento de Worcestershire se fusionó con el Sherwood Foresters (Regimiento de Nottinghamshire y Derbyshire) para formar el Regimiento de Worcestershire y Sherwood Foresters. En otra fusión en 2007, el Regimiento de Worcestershire y Sherwood se convirtió en parte de un nuevo gran regimiento, el Regimiento de Mercia. (Oficial del 36° aproximadamente año 1800) Regimiento 38 (Staffordshire), Este cuerpo de infantería se remite a su formación en el año 1694, por lo que la información será la que es relevante para el periodo que nos compete. En 1796 el regimiento se reunió en las Indias Occidentales y en mayo de 1796 participó en la captura de Santa Lucía y en la captura de Trinidad en 1797. Después de participar en la captura del Cabo de Buena Esperanza en enero de 1806, se embarcó hacia Sud América, donde luchó en la captura de Montevideo en enero de 1807 y en el ataque a Buenos Aires en julio de 1807 durante las invasiones británicas del Río de la Plata. El 1er batallón se embarcó para la Península en junio de 1808 y entró en acción en la - 320 - batalla de Roliça en agosto de 1808, la batalla de Vimeiro más tarde en agosto de 1808 y la retirada a La Coruña bajo el mando del teniente general Sir John Moore en junio de 1809. La historia de este regimiento también sigue hasta el presente siendo hoy día en el Regimiento de Mercia. (Trompeta, tambor y soldados del 38°) Regimiento 40 (The 2nd Somersetshire), El regimiento fue levantado como Royal Annapolis en Nueva Escocia por el general Richard Philipps como el Regimiento de Pie de Richard Philipps en agosto de 1717 de compañías independientes estacionadas en América del Norte y las Indias Occidentales. Al ser un regimiento americano se desempeñaron en conflictos “zonales” como La guerra del padre Rale, la guerra del rey Jorge, la guerra del padre Le Loutre, la guerra franco-india, la revolución americana… En junio de 1763, el regimiento salió de La Habana a Annapolis Royal, donde sirvió hasta 1767, cuando fue transferido a Irlanda. Esta sería la primera vez en sus 48 años de historia que el regimiento británico serviría en suelo británico. En enero de 1794 el regimiento se embarcó para Barbados para servir en las guerras revolucionarias francesas y participó en la captura de Martinica en marzo de 1794 y el ataque a Guadalupe en abril de 1794, participó en un ataque a las tropas francesas en San Vicente en septiembre de 1795. Se trasladó a Saint-Domingue en julio de 1797 antes de regresar a casa en diciembre de 1798. El regimiento también participó en la invasión anglo-rusa de Holanda en agosto de 1799 y luchó en la batalla de Bergen en septiembre de 1799 y en la batalla de Alkmaar en octubre de 1799 antes de regresar a casa en noviembre de 1799. El regimiento luchó en la Batalla de Abukir y la Batalla de Alejandría en marzo de 1801 y luego regresó a Inglaterra en octubre de 1801. El regimiento formó parte de la fuerza reunida para las invasiones del Río de la Plata en septiembre de 1806 y participó en el ataque a Montevideo en enero de 1807 antes de regresar a Inglaterra en diciembre de 1807. En julio de 1808, el regimiento se embarcó - 321 - hacia Portugal, como parte del ejército de Sir Arthur Wellesley (Lord Wellington), para servir en la Guerra Peninsular. Luchó en la batalla de Roliça en agosto de 1808, la batalla de Vimeiro más tarde ese mes y la batalla de Talavera en julio de 1809. El regimiento también participó en la Batalla de Bussaco en septiembre de 1810 y luego retrocedió a las Líneas de Torres Vedras en octubre de 1810. Posteriormente, el regimiento participó en el Sitio de Ciudad Rodrigo en enero de 1812, el Sitio de Badajoz en marzo de 1812 y la Batalla de Salamanca en julio de 1812, así como la Batalla de Vitoria en junio de 1813. Luego persiguió al ejército francés en Francia y luchó en la batalla de los Pirineos en julio de 1813, la batalla de Nivelle en noviembre de 1813 y la batalla de Orthez en febrero de 1814 antes de participar también en la batalla de Toulouse en abril de 1814. El regimiento regresó a casa en junio de 1814. En octubre de 1814, el regimiento fue enviado a Nueva Orleans para servir en la Guerra de 1812, pero no se desplazó por el final de ese conflicto en marzo de 1815. En mayo de 1815, el regimiento se apresuró a unirse al ejército de Wellington justo antes de que comenzara la batalla de Waterloo. Inicialmente colocados en reserva, más tarde en el día fueron trasladados al centro de su línea a una posición cerca de La Haye Sainte. Se mantuvieron firmes todo el día y ayudaron a rechazar el último ataque masivo de infantería de Napoleón, perdiendo finalmente 170 muertos o heridos, incluido su comandante en jefe, el mayor Arthur Rowley Heyland. El regimiento luego formó parte del Ejército de Ocupación hasta su regreso a Inglaterra en abril de 1817. Este regimiento se amalgamo varias veces luego de la época victoriana y en 2007, forma el Regimiento del Duque de Lancaster (King, Lancashire y Border). (Tropa del 40° regimiento mediados de 1815) Regimiento 45 (Nottinghamshire) (Sherwood Foresters), si recuerda al personaje ficticio de Robín Hood es porque son del mismo lugar. Formado en 1741, El regimiento vio acción durante la Guerra del Padre Le Loutre, la Guerra Franco-India y la Guerra Revolucionaria Estadounidense. En la primavera de 1807 el regimiento se embarcó en la desastrosa invasión británica del Río de la Plata. Entró en acción en la Segunda Batalla de Buenos Aires en julio de 1807 pero, ante la derrota, la disciplina se - 322 - derrumbó y once hombres del regimiento desaparecieron por completo. Sin embargo, otra unidad del regimiento cargó con éxito contra el enemigo, tomando dos obuses y muchos prisioneros. Luego de la rendición pasaron a la Guerra Peninsular, la Primera Guerra Anglo-Birmana y las Guerras Xhosa. Bajo las Reformas de Childers, se fusionó con el 95° Regimiento de Pie (Derbyshire) para formar el Sherwood Foresters (Regimiento de Nottinghamshire y Derbyshire) en 1881. Después de varias amalgamaciones finalmente se fusiona para conformar hoy día el regimiento de Mercia. (Oficial del 45° con ropa de verano y de invierno usando las famosas Grey Coat) Regimiento 47 (Lancashire) creado en Escocia en 1741. Sirvió en América del Norte durante la Guerra de los Siete Años y la Guerra Revolucionaria Estadounidense, también luchó durante las Guerras Napoleónicas, En 1806, el 1er batallón fue enviado a guarnecer el antiguo asentamiento holandés del Cabo de Buena Esperanza, luego se unió a la expedición del Río de la Plata de 1807 al mando de Sir Samuel Auchmuty, luchando en Montevideo en febrero y Buenos Aires en julio. El batallón fue enviado a la India en 1808 y al año siguiente sus compañías de flanco participaron en una expedición al Golfo Pérsico y la Guerra de Crimea. Bajo las Reformas Childers se fusionó con el 81° Regimiento de Infantería (Loyal Lincoln Volunteers) para formar el Regimiento Loyal (North Lancashire) en 1881. También se fusiono algunas veces más con sus componentes destacándose en la primera y segunda guerra mundial, hoy en día cuentan con el nombre del Regimiento del Duque de Lancaster (King, Lancashire y Border). - 323 - (Los “coliflores” como era nombrado el 47°) Regimiento escoces 71° (highlander) Si bien este cuerpo para 1807 estaba casi en su totalidad apresado en distintos puestos del país, algunos componentes se dice que estuvieron presentes, mediante escapes, en Montevideo. Si bien la leyenda dice que una docena se volvieron “criollos” muchos otros volvieron a combatir. El 73° Regimiento de Infantería era un regimiento de las Tierras Altas del ejército británico, conformado en 1777. El regimiento fue redesignado como el 71° (Highland) Regimiento de a pie (MacLeod's Highlanders) en 1786. Su color es el tartán MacLeod, también conocido como el tartán MacLeod of Harris, es una variación del tartán Black Watch. El tartán fue adoptado por el general de división John Mackenzie, Lord MacLeod en el levantamiento del 73° Regimiento en 1777. El 1er batallón se embarcó hacia el Cabo de Buena Esperanza en agosto de 1805 y participó en la batalla de Blaauwberg en enero de 1806. El batallón navegó luego hacia América del Sur y participó en la desastrosa expedición contra Buenos Aires bajo el mando de Sir Home Popham. El batallón fue hecho prisionero y los colores del Regimiento de Colores fueron capturados. El teniente general Sir John Floyd presentó nuevos colores al regimiento en abril de 1808. Bajo las Reformas Childers se fusionó con el 74° Regimiento de Infantería (Highland) para convertirse en el 1° Batallón de Infantería Ligera de las Tierras Altas en 1881. Luego de varias fusiones hoy forma parte del Regimiento Real de Escocia, 2° Batallón del nuevo regimiento. Su museo histórico se encuentra en la ciudad de Glasgow en Escocia, visita muy recomendada. - 324 - (Cabo del 71° y oficial del 71°) Regimiento 87° (Royal Irish Fusiliers), El regimiento fue conformado por el general Sir John Doyle como el 87° Regimiento de infantería (The Prince of Wales's Irish), en respuesta a la amenaza planteada por la Revolución Francesa, el 18 de septiembre de 1793. El regimiento lleva el nombre de George, Prince of Gales, quien más tarde se convirtió en el rey Jorge IV. El regimiento fue enviado a unirse al ejército del duque de York en los Países Bajos en el verano de 1794 como parte de la fallida defensa de ese país contra los republicanos franceses durante la Campaña de Flandes. El regimiento rechazó una unidad de tropas francesas durante una escaramuza en Aalst en Bélgica en julio de 1794, pero posteriormente fue capturado por el ejército francés en Bergen op Zoom en los Países Bajos en 1795. El regimiento fue reformado y embarcado hacia las Indias Occidentales en octubre de 1796 y ayudó a llevar a cabo un ataque fallido contra Puerto Rico en abril de 1797. Se trasladó a Santa Lucía más tarde ese mismo año, a Martinica en diciembre de 1799 y a Dominica en abril de 1800. Luego se trasladó a Barbados en abril de 1801, a Curazao en agosto de 1801 y a Antigua en abril de 1803. Después de trasladarse a Saint Kitts en junio de 1803, se embarcó de regreso a casa en julio de 1804. El 1er Batallón zarpó hacia Sudamérica en septiembre de 1806 y tomó participación en la desastrosa expedición al mando de Whitelocke, entró en acción en la batalla de Montevideo en febrero de 1807 y en el fallido ataque a Buenos Aires en julio de 1807. La compañía ligera del regimiento fue capturada por las tropas españolas durante el ataque, aunque posteriormente fueron liberadas. El regimiento es conocido hoy día como el Regimiento Real Irlandés (27° Inniskilling). - 325 - (Soldado del 87° Irlandés) Regimiento 88 (Connaught Rangers), (The Devil's Own), El regimiento fue organizado en Connaught por John Thomas de Burgh, 13° Conde de Clanricard como el 88° Regimiento de Infantería (Connaught Rangers), en respuesta a la amenaza planteada por la Revolución Francesa, el 25 de septiembre de 1793. El regimiento fue enviado a unirse al ejército del duque de York en los Países Bajos en el verano de 1794 como parte de la fallida defensa de ese país contra los republicanos franceses durante la Campaña de Flandes. El regimiento se embarcó para las Indias Occidentales en el otoño de 1795 y, después de un viaje difícil, dos compañías participaron en la captura de Granada y el asedio de Santa Lucía antes de regresar a Inglaterra en el verano de 1796. El regimiento se embarcó luego para la India en enero de 1799 y llegó a Bombay en junio de 1800. El regimiento zarpó de la India hacia Egipto en diciembre de 1800 para servir en la Campaña Egipcia, llegando a El Cairo el día en que las tropas francesas se rindieron. Regresó a Inglaterra en mayo de 1803. El 1er Batallón zarpó de Falmouth hacia el Cabo de Buena Esperanza en noviembre de 1806. El batallón zarpó hacia Sudamérica en abril de 1807 y participó en la desastrosa expedición al mando de Whitelocke, vio acción en el fallido ataque a Buenos Aires en julio de 1807. Se ordenó a las compañías que retiraran los pedernales de sus mosquetes antes de que entraran en acción, lo que los dejó indefensos. Después de una larga lucha, el batallón se rindió. El capitán William Parker-Carroll permaneció en el Río de la Plata y fue bien tratado por las tropas españolas. El resto del batallón, una vez liberado, se embarcó hacia casa y llegó a Portsmouth en noviembre de 1807. Debido a importantes recortes de defensa y al establecimiento del Estado Libre de Irlanda en 1922, se decidió que los seis antiguos regimientos de Irlanda del Sur serían disueltos, incluidos los Connaught Rangers. El 12 de junio, se colocaron cinco colores del regimiento en una ceremonia en St George's Hall, en el castillo de Windsor, en presencia de Su Majestad el Rey Jorge V. Los seis regimientos fueron luego disueltos el 31 de julio de 1922. Con el estallido simultáneo del conflicto de la Guerra Civil Irlandesa, algunos miles de sus ex militares y oficiales contribuyeron a expandir el recién formado Ejército Nacional del gobierno del Estado Libre. Trajeron una considerable experiencia de combate con ellos - 326 - contribuyendo significativamente al éxito de la causa del Estado Libre, y en mayo de 1923 comprendía el 50% de sus 53.000 soldados y el 20% de sus oficiales. (Soldado del 88° con los pertrechos completos) No es mi intención describir las hazañas de los regimientos destacados en Buenos Aires pero ciertamente es increíble, y existe material como para hacer un ensayo o un libro por sí mismos. Con solo nombrar estos regimientos creo que basta para enmarcar el poderío militar de estas tropas en contraparte de las tropas “americanas” con escaso o nulo entrenamiento militar, con malos e inexpertos oficiales en el mejor de los casos. Lo que no lo convierte en una ofensa, todo lo contrario. Con esta descripción quiero poner en valor las tropas levadas en Buenos Aires y sus dependencias que frente al mejor ejercito de su época prevalecieron en dos ocasiones. Caballería: 6° regimiento de caballería liviana, El 6° (Inniskilling) de Dragones era un regimiento de caballería en el ejército británico, formado en 1689 como el regimiento de dragones de Sir Albert Cunningham. Una de las batallas más notables del regimiento fue la Batalla del Boyne en julio de 1690. Se convirtió en el 6° (Inniskilling) Regimiento de Dragones en 1751. No se guardan muchos registros sobre la participación de este cuerpo en la batalla por Buenos Aires no obstante está muy bien documentada su - 327 - participación. El regimiento también luchó con distinción en la Carga de la Brigada de la Unión en la Batalla de Waterloo y nuevamente como parte de la exitosa Carga de la Brigada Pesada contra números superiores en la Batalla de Balaclava durante la Guerra de Crimea. La Primera Guerra Mundial hizo sonar la sentencia de muerte para la caballería montada cuando se hizo evidente que la tecnología había avanzado con mayor poder destructivo y había hecho que la caballería a caballo fuera redundante en el campo de batalla moderno. El ejército británico reorganizó y redujo su cuerpo de caballería al disolver o fusionar muchos de sus famosos regimientos de caballería. Los Inniskilling fueron uno de los afectados. Estuvo en servicio durante dos siglos, incluida la Primera Guerra Mundial, antes de fusionarse con los Guardias de Dragones 5° (de la Princesa Charlotte de Gales) para formar los Dragones 5°/6° en 1922. En agosto de 1992, como consecuencia de los recortes de defensa, el regimiento se fusionó con el 4°/7° Royal Dragoon Guards para formar los Royal Dragoon Guards. (Oficial del 6° de caballería en 1800) 9° regimiento de caballería liviana, Los lanceros reales del 9° de la Reina era un regimiento de caballería del ejército británico, levantado por primera vez en 1715. El regimiento participó en la desastrosa expedición al Río de la Plata en octubre de 1806, incluida la ocupación de Montevideo en febrero de 1807 y batalla de Buenos Aires en 1807 durante la Guerra Anglo-Española. Estuvo en servicio durante tres siglos, incluidas la Primera y la Segunda Guerra Mundial. El regimiento sobrevivió a la reducción inmediata de fuerzas de la posguerra, pero se fusionó con el 12° Royal Lancers para formar el 9°/12° Royal Lancers en 1960. - 328 - (Lancero desmontado del 9° y oficial - 1820) 17° regimiento de lanceros (Duke of Cambridge's Own), era un regimiento de caballería del ejército británico, formado en 1759. En 1806, el regimiento participó en las desastrosas expediciones a la América del Sur controlada por los españoles, entonces aliada de Francia durante las Guerras Napoleónicas. Sir Home Riggs Popham había orquestado una expedición contra América del Sur sin la autorización del gobierno británico. Esta invasión fracasó, pero se lanzó una segunda invasión. El regimiento era parte de esta segunda fuerza, bajo el mando de Sir Samuel Auchmuty. La fuerza británica sitió y capturó Montevideo. En 1807, el regimiento era parte de la fuerza, ahora bajo el mando de John Whitelocke, que trató de capturar Buenos Aires, pero fracasó abismalmente. La fuerza británica (incluido el regimiento) se vio obligada a rendirse y no regresó a casa hasta enero de 1808. El regimiento se destaca por su participación en la Carga de la Brigada Ligera durante la Guerra de Crimea. El regimiento se fusionó con el 21° Lancers para formar el 17°/21° Lancers en 1922. (Carga del 17°) - 329 - Armada: Soldado de marina (es complicado) (Marinero) Comúnmente era el lugar más complicado para conseguir personal, malas pagas, muchas penurias, una dureza muy grande por parte de la oficialidad. Por lo que los marinos eran reclutados casi siempre a la fuerza en distintos puntos del planeta. Los destacados en el atlántico tanto norte como sur comúnmente eran levados en Irlanda, sur de Inglaterra, los estados unidos, caribe, etc. Este personal era entrenado muy rigurosamente para poder pelear con armas de asalto como ser pistolas, sables, cuchillas, palos, etc. Además del necesario uso de la navegación, claro está. La marinería fue la columna vertebral del dominio británico por sobre el mar en el 1800. Infante de Marina y oficiales. En un escalafón social más alto, se encontraba la oficialidad. Estos son los que más fama supieron albergar en la historia. Claro está, por la singularidad que las islas británicas… son islas. La infantería de marina se empezó a utilizar como una necesidad de manejar armas pesadas y de tener una tropa entrenada que con fuego de mosquetería y de franco tiradores pudieran “limpiar” las cubiertas enemigas y así abordar. En la época, se estilaba a capturar barcos y tripulaciones. Tratando de matar lo menos posible (aunque suene a una locura) por causas obviamente materiales. Sin contar que los capitanes y oficiales en lo general se quedaban con una marte en especias de los cargamentos militares o comerciales retenidos al enemigo. (Espada de combate de marinero ingles cerca del 1800) - 330 - (1-Capitán, 2-Cirujano, 3-infante de marina, 4-oficial de la marina real) Además del sin fin de barcos de gran calado que estuvieron en el teatro de operaciones pero que no tomaron acción alguna por las características principales del rio de la plata (poco profundo en toda su extensión, bancos de arena, dobles y triples bajantes, fuertes vientos de direcciones no sostenidas… en fin! Una pesadilla para cualquier barco con las características del 1800 y de gran calado) Si tomaron acción distintas embarcaciones, muy interesantes todas, sobre todo en las funciones de transporte. Unas pocas lanchas cañoneras fueron las que realmente entraron en combate. Estos botes de poco calado causaron mucho malestar y podrían haber sido un gran problema para la defensa de la ciudad. Artillería: Abran leído de las balas de cañón de distintos calibres. Tanto redondas como de metralla, o de racimo. Ejemplificare a continuación el armamento empleado en la campaña. - 331 - El modelo más utilizado fue el de 3 libras por su maniobralidad y su “bajo” peso. Aunque el de 6 libras también se empleó. Estos cañones, usados en ambos lados, fueron altamente efectivos pero no como su uso principal que era atacar líneas enemigas compactas, o destrozar construcciones. Si no en arrasar calles con mayormente balas de racimo, lo que podría considerarse cientos de balas de mosquete disparadas todas juntas desde un cañón. Los cañones de esta época son de alma lisa por lo que su trayectoria es inestable, son de avancarga lo que significa que se deben cargar por la boca del mismo, usan un disparador de temperatura a modo de mecha con un pequeño orificio en la ceba de la pólvora para tal fin. Es por eso que se utiliza el término picar, tapar, pinchar, etc. Simplemente se colocaba un clavo en dicho orificio y el cañón quedaba inutilizable. (Mortero Español de 12 pulgadas) - 332 - (Cañón largo de 12 pulgadas Ingles) Pertrechos: Los británicos llegaron a las costas del rio de la plata con inventos muy prácticos para la campaña. Entre ellos el más interesante para mi es el enlatado. Los tupperware de la época. Esto les permitía administrar mejor el espacio en las mochilas. Las cocinas de campaña no eran para nada lujosas pero si muy eficaces. Las raciones eran en lo general hervidas, muy calóricas, dependiendo principalmente de carnes y pan. (Cocina de ejercito ingles 1800) - 333 - Las tiendas de campaña que quedaron en Montevideo también tienen sus características, los catres y demás aditamentos empleados son de una tecnología muy sorprendente para la época. Como dije anteriormente solo se les permitió acampar en Montevideo, en Buenos Aires las tropas mayormente se refugiaron en las noches en las casas que encontraron en el camino. Notas: Un caso singular es el caso de las peripecias del Coronel Pack, tan nombrado durante el juicio al general Whitelocke, así como el general Beresford que su historia es una de las más apasionantes a mí entender. Beresford Lideró una de las dos brigadas (compuesta de tres regimientos) que formó parte del ejército con que el general Baird efectuó la Conquista del Cabo de Buena Esperanza en enero de 1806, hasta entonces colonia holandesa (Holanda estaba bajo la influencia Francesa). Cuando el comodoro Home Popham le propuso al general Baird asociarse para la captura del Virreinato del Río de la Plata, Baird rechazó la propuesta; pero cambió de idea cuando se informó de que se trataba de capturar un gran botín de plata acumulado en la ciudad de Buenos Aires. Entonces pactó un reparto del botín y le dio un contingente formado por el Regimiento N°71 Highlanders, al mando del teniente coronel Denis Pack y otras tropas, todo bajo el mando del coronel Beresford. Para asegurarse una mayor participación y control sobre la operación, nombró en secreto general a Beresford, para que fuera superior de Popham. La expedición quiso desembarcar en Ensenada de Barragán pero fue repelido en el fuerte, volvió a embarcar y finalmente desembarcó en Quilmes el 25 de junio de 1806 y tomó desprevenido al virrey Rafael de Sobremonte, que esperaba un ataque sobre Montevideo. Venció la débil resistencia que se le opuso y ocupó Buenos Aires. Oficialmente se tituló gobernador de Buenos Aires. Publicó un edicto en el que anunciaba que las propiedades serían respetadas, que las autoridades permanecerían en sus cargos, pero que debían jurar al nuevo rey, Jorge III. Hizo lo que pudo para ganarse la confianza de sus gobernados, ya que su fuerza era demasiado pequeña. Pero si logró que los militares prisioneros juraran no tomar más las armas contra los ingleses; y que las autoridades —con la excepción de la Audiencia— juraran al rey Jorge. La oposición comenzó a organizarse en torno al ex alcalde Martín de Álzaga. Beresford ordenó el secuestro de todas las armas en poder de particulares, pero muchas pudieron ser escondidas. Álzaga organizó un ejército de casi tres mil hombres, a los que envió a adiestrarse en el campamento de Perdriel. Alquiló las casas que daban a la - 334 - plaza mayor, y desde allí cavó túneles para minar el Fuerte, además de instalar cantones para hacer frente a los invasores. Toda esta organización fue pagada del bolsillo del alcalde. Beresford pidió desesperadamente refuerzos a Londres. Mientras tanto, decidió atacar el campamento enemigo, con una columna al mando de la cual estaba él mismo. En la batalla de Perdriel dispersó a las fuerzas de Juan Martín de Pueyrredón y Cornelio Zelaya, pero el ejército enemigo quedó intacto. Beresford montó una red de espionaje, en la cual participaron colaboracionistas criollos, pero el sistema montado por Álzaga solo fue descubierto cuando ya la reconquista era inminente. El marino Santiago de Liniers había pasado a Montevideo, donde el gobernador Pascual Ruiz Huidobro le entregó un fuerte contingente para intentar la reconquista de la ciudad. Eran las fuerzas que Sobremonte había enviado a fines del año anterior a Montevideo. Liniers volvió a la costa bonaerense el 3 de agosto, en medio de un temporal que le permitió pasar sin ser visto entre las fuerzas británicas. Siguió aprovechando la tormenta para acercarse hasta el centro de Buenos Aires, mientras los británicos no podían moverse por los intransitables caminos. Desde Córdoba, avanzaba también el virrey Sobremonte, pero no llegaría a tiempo para actuar, Liniers se negó a esperarlo. Beresford recibió en el Fuerte al capitán Hilarión de la Quintana, que le entregó una intimación para que se rindiera en quince minutos Y le informó que el ejército “patriota” estaba en las afueras de la ciudad. El gobernador invasor respondió que resistiría, por lo que Liniers se lanzó de inmediato al ataque, reforzado por los voluntarios de Álzaga. Las tropas inglesas fueron superadas rápidamente, y Beresford ordenó replegarse al Fuerte. Cuando su ayudante fue muerto a un metro de él, fue rápidamente rodeado, y finalmente se rindió. Se le permitió abandonar el Fuerte con las banderas desplegadas y rendirse a Liniers en medio de la Plaza Mayor, que desde entonces se llamó Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo) Era el 12 de agosto de 1806. Beresford fue puesto en prisión. Se había rendido sin condiciones, pero convenció a Liniers de que sería ejecutado por haberse rendido de esa manera. Se lamentó tanto de su suerte, que el caballeresco Liniers se apiadó de él (también hay rumores de que una señorita habría intercedido) y firmó una capitulación, antedatada, la misma contenía condiciones ventajosas para él. A cambio, fue obligado a jurar que no tomaría las armas contra los españoles otra vez, cosa que cumplió. El Cabildo protestó, pero Liniers explicó que era sólo una garantía para Beresford. Pero Beresford empezó a reclamar el cumplimiento de la fingida capitulación, amenazando con represalias de parte del gobierno inglés. No fue atendido, y mientras sus hombres eran enviados a las provincias del interior como prisioneros, Beresford y Pack fueron llevados a Luján. Al llegar la noticia de la captura de Montevideo por la Segunda Invasión inglesa, Sobremonte fue reemplazado por Liniers como virrey; este ordenó trasladar a Beresford y Pack a Catamarca. Pero cuando iban en camino, el oficial que los conducía fue interceptado por Manuel Aniceto Padilla y Saturnino Rodríguez Peña, que lo convencieron de que tenían orden de Liniers de llevarlos a Buenos Aires. Los prisioneros fueron entregados, estos fueron conducidos hasta Tigre y embarcados en un bote a vela. El mismo fue interceptado por un buque inglés, y finalmente trasladados a Montevideo. - 335 - Allí Beresford, convivio con Sir S. Auchmuty y a su llegada asesoró al general John Whitelocke para la segunda invasión a Buenos Aires, pero se negó a participar en ella y partió hacia Londres. Iba camino a Londres resignado a prisión y a un juicio, cuando fue puesto al mando de las fuerzas de una flota que se cruzó con él, y con la que ocupó las islas portuguesas de Madeira el 24 de diciembre de 1807, con lo que los ingleses esperaban evitar que el imperio de Napoleón Bonaparte se extendiera fuera de Europa continental. Escribió una serie de informes oficiales sobre su actuación en Buenos Aires, y a pesar de que había actuado sin permiso del gobierno, fue premiado por su éxito. Cuando Gran Bretaña se alió a España contra Napoleón, fue puesto al mando de una división en La Coruña, y en 1809 organizó el ejército portugués. Fue reconocido como mariscal en el ejército portugués, y combatió junto al duque de Wellington. En 1812, dirigió un ejército anglo-español contra los franceses, y obtuvo la victoria de Albuera, batalla en la que también se destacó el entonces teniente coronel José de San Martín, militar argentino considerado el libertador de Argentina, Chile y Perú. Por esta victoria fue nombrado duque de Elvas en España y conde de Troncoso en Portugal. Wellington lo nombró su sucesor en caso de que él muriera. Otro caso interesante es el del mismísimo Wellesley, más conocido por su título como primer conde de Wellington, atravesado por Francisco de Miranda y el personaje de la primera invasión Popham. Estos personajes y Mr. Pitt, juntos planeaban un tercer desembarco en Buenos Aires y lo ponían a Wellesley como jefe de la expedición, cuando se dan las noticias de que España, se había unido con Portugal y el reinado británico para combatir al imperio Francés. Imposibilitado de atacar a un aliado o a sus colonias, ordenan a Wellesley que se dirija a la península y un enojadísimo Miranda se dirige a la gran Colombia a hacerse cargo del ejército “patriota”. Esta historia seguramente se relatara en profundidad en un siguiente libro. Como dato final, no se sabe nada del lugar de reposo de los muertos de las invasiones. Hasta lo que se sabe, no hay registros de que se hizo con los cadáveres, ropajes, pertrechos, etc. Desde Berisso, pasando por Hudson, Quilmes y hasta en el corazón mismo de la ciudad de buenos aires se deberían encontrar muertos, amputaciones, pertrechos, armas, etc. Provenientes de las invasiones. Algún día alguien los encontrará y podremos cerrar de una vez por todas estas historias. - 336 - Fuentes: El historiador web, desventuras de un enviado de napoleón a Buenos Aires y demás artículos. Libro, Cobbett’s political register, from January to June 1808. Libro, Trial of Lieutenant General John Whitelocke, Commander in Chief of the Expedition against Buenos Ayres: By Court-martial, Held in Chelsea College, on Thursday, the 28th January, 1808, and Succeeding Days. Distintos artículos de Wikipedia. Demás información acumulada. Agradecimientos: A mi madre que me hacía leer cada noche y así forjo mi amor por la lectura, A mi padre que alimento siempre mi ansia de saber, A mis hermanos que con su apoyo moral me han dado la confianza para hacer, A Lolo Bianco que soporta mi amistad y con su talento armo la portada de este libro, A mi mecenas y secuestradora que me permite hacer esta clase de investigaciones, A mis amigos que han apoyado mis locuras desde siempre, A mis profesores y maestros de las escuelas públicas donde me forme, A la patria donde orgullosamente nací y a la que recuerdo con tanto amor. - 337 -