Monarquía

Carlos V, la vida íntima del emperador

El monarca más poderoso del siglo XVI forjó su carácter durante su infancia y juventud en Flandes y a través de su trato con algunas mujeres de excepción, como Isabel de Portugal.

El emperador en Mühlberg

El emperador en Mühlberg

Este retrato ecuestre de Carlos V lo muestra con su armadura y portando una lanza en la batalla de Mühlberg, en 1548. Óleo por Tiziano. Museo del Prado, Madrid.

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El 24 de febrero del año 1500, festividad del apóstol san Matías, vio la luz en la ciudad belga de Gante Carlos, primogénito del archiduque Felipe de Habsburgo y de la princesa Juana de Castilla.

El águila imperial

El águila imperial

El águila imperial.

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El capricho de la muerte, que eliminó a varios candidatos que le precedían en la sucesión a distintos tronos, lo convirtió, con 16 años cumplidos, en amo y señor de un vasto imperio, que abarcaba extensos territorios en Europa, América y África.

Sin duda, la personalidad de Carlos quedó marcada por las circunstancias de su infancia. Cuando tenía seis años, Felipe el Hermoso y Juana de Castilla lo dejaron en Flandes después de que la muerte de Isabel la Católica los obligara a trasladarse a España para asumir el trono de Castilla. Tras el fallecimiento imprevisto de su padre Felipe a los pocos meses de llegar a España, Carlos apenas pudo tener trato con su madre, que pasó largos años recluida en el palacio de Tordesillas. Los incuestionables problemas mentales de la reina la incapacitaron para el ejercicio del poder y determinaron una vida de aislamiento, lejos de toda responsabilidad y también de su heredero.

La catedral de Gante

La catedral de Gante

La catedral de Gante

El futuro Carlos V fue bautizado el 7 de marzo de 1500 en la iglesia de San Juan de Gante, hoy catedral de San Bavón. El cortejo reunió a los líderes de los 52 gremios de la ciudad y a una infinidad de nobles flamencos. 

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Carlos solo volvió a ver a su madre en 1517, cuando viajó a España a tomar posesión de los reinos hispánicos, tras la muerte de su abuelo Fernando el Católico. Él y su hermana mayor Leonor, su favorita, visitaron a su madre en Tordesillas. Esta a duras penas pudo reconocer a sus vástagos, que para ella eran unos extraños. Con una afectuosa sonrisa se limitó a preguntarles: «¿Sois de verdad mis hijos?». El nuevo rey pudo constatar el desinterés de su madre por los asuntos políticos y quedó confiado en que de ella no vendría ningún desafío a su gobierno, pese a que legalmente cabía considerarla como la soberana legítima. Carlos haría escasas y breves visitas a su madre, hasta que la reina falleció en 1555. 

La familia de Carlos V

La familia de Carlos V

La familia de Carlos V

Este retrato de Bernhard Strigel muestra al emperador Maximiliano I de Austria con sus hijos y nietos, entre ellos el futuro Carlos V, en el centro. Real Academia de San Fernando, Madrid.

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Un joven retraído

Fue la tía de Carlos, Margarita de Austria, quien asumió las responsabilidades maternas durante su infancia y adolescencia. Él le manifestó siempre un gran afecto, como recogían las cariñosas despedidas de sus cartas, en las que la llamaba siempre «Ma bonne tante», «mi querida tía». También contó con la proximidad de sus hermanas Leonor, Isabel y María (la pequeña, Catalina, permaneció en España junto a su madre). La figura paterna quedó encarnada por su preceptor, el señor de Chièvres, que sería su consejero político durante largo tiempo. En 1516, Alonso Manrique de Lara, obispo de Badajoz, que unos años antes se había instalado en la corte flamenca, destacaba la subordinación de Carlos a sus consejeros: «Su Alteza es de tal modo conducido que no es capaz de hacer o decir otra cosa más que lo que se le dicta. Atiende tanto a sus consejeros que muestra un gran acatamiento de ellos [...]. Querríamos que actuase y hablase por sí mismo».

Cronología

Destino imperial

1500

El 24 de febrero nace en Gante Carlos, hijo de Felipe de Habsburgo y Juana de Castilla, archiduques de Austria.

1516

A la muerte de su abuelo Fernando el Católico, Carlos se convierte en rey de Castilla y Aragón junto a su madre Juana.

1519

Carlos V es elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. En 1530 es coronado en Bolonia.

1526

Se celebra con gran pompa en Sevilla la boda de Carlos con Isabel de Portugal. Pasan la luna de miel en Granada.

1555-1556

Mediante varios actos de abdicación, Carlos V renuncia a sus reinos a favor de su hijo Felipe y su hermano Fernando.

Medalla con la efigie de Carlos V

Medalla con la efigie de Carlos V

Medalla con la efigie de Carlos V, por Leone Leoni. Museo Arqueológico Nacional, Madrid.

Durante años, Carlos fue un joven más bien retraído y melancólico. El embajador veneciano Gasparo Contarini escribió que a los 25 años hablaba poco y «muestra una mayor tendencia a experimentar tristeza que alegría; y por ello su natural es melancólico». Quizá se debía a un defecto físico en la mandíbula inferior que le impedía expresarse con total claridad, según consignaba el mismo embajador: «Al hablar, el emperador se traga las palabras, sobre todo hacia el final de la frase, y muchas veces no se hace entender». 

Sin embargo, la educación flamenca también aportó a Carlos estímulos para desarrollar las cualidades que distinguían a los soberanos del Renacimiento. En la tradición cortesana flamenco-borgoñona se cultivaba un ideal caballeresco con el que Carlos se identificó plenamente, hasta el punto de que se le ha considerado el último caballero de Europa y un gozne entre el medievo y la modernidad.

 

La madre del emperador

La madre del emperador

La madre del emperador

Carlos era fruto del matrimonio entre Juana de Castilla y el archiduque Felipe de Habsburgo. En la imagen, retrato de la reina de Castilla en su juventud. Museo Histórico, Trieste.

BPK / Scala, Firenze

Así, desde la infancia, Carlos de Gante se vio atraído por la acción, las armas, la vida castrense y el deseo de luchar contra la amenaza de la media luna –los turcos y piratas berberiscos– en las fronteras de la Cristiandad. De él decía Contarini en 1525: «Tiene gran afición de combatir» y «gran deseo de hacer la empresa contra los infieles». Su ardor guerrero se intensificó al ver, con pesar
y dolor, cómo sus enemigos se multiplicaban a causa del surgimiento del protestantismo. Carlos consumió su vida para evitar la división de la Cristiandad, aunque su deseo ferviente de mantener una Europa católica unida quedó frustrado, lo que lo llevó a tomar una decisión tan trascendental como la de abdicar y retirarse del mundo, en 1555, a un recóndito monasterio extremeño. 

Emperador adolescente

Emperador adolescente

Emperador adolescente

El retrato bajo estas líneas muestra al futuro emperador cuando tenía 15 años. Óleo por Bernard van Orley. Museo de Capodimonte, Nápoles.

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Otro embajador de la Serenísima República de Venecia, Francesco Corner, mantenía que Carlos, a sus 21 años, «no era demasiado mujeriego y en general se cree que hasta ahora no ha practicado el sexo». Tiempo después, su colega Contarini transmitía la misma imagen impecable en otro informe en el que presentaba a Carlos, a sus 25 años, «desprovisto de todo vicio y nada inclinado a los placeres [alle voluttà] a los que los jóvenes suelen entregarse». 

Parece claro que ambos testigos se equivocaban o bien querían dar una imagen falsamente favorable del emperador. Otros diplomáticos, mejor informados sobre su vida privada, coincidieron en resaltar su carácter promiscuo, el de un hombre que no hacía distingos a la hora de elegir a sus conquistas, mientras fuesen jóvenes y hermosas. Federico Badoaro, también diplomático veneciano, escribiría: «Por donde quiera que ha estado, le han visto consagrarse a los placeres venéreos de una manera inmoderada, con mujeres de alta como de baja condición». El cronista Alonso de Santa Cruz reconocía igualmente la fuerte atracción del joven Carlos por las bellas muchachas y la fogosidad erótica que manifestó en su juventud: «En el vicio de la carne fue a su mocedad mozo».

La imperial Toledo

La imperial Toledo

La imperial Toledo

La ciudad del Tajo acogió en varias ocasiones la corte de Carlos V. Allí falleció Isabel de Portugal, el 1 de mayo de 1539, por las complicaciones de un parto. Entonces el emperador se retiró un tiempo al monasterio de Santa María la Sisla, en los alrededores de Toledo.

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Entre 1522 y 1523, el bisoño emperador ya había engendrado varias hijas naturales. Santa Cruz le atribuía la paternidad de dos criaturas: «Tuvo en Flandes una hija bastarda y en Castilla otra». En realidad fueron tres las niñas engendradas antes de casarse en 1526. La primera fue Margarita, concebida con Johanna Maria van der Gheynst, criada al servicio de Carlos en los Países Bajos; bautizada con el nombre de pila de su querida tía, sería conocida como Margarita de Parma. La segunda fue Tadea de Austria, consecuencia del trato carnal con Orsolina della Penna, la «Bella de Perugia», una viuda noble a la que conoció en la corte flamenca. La tercera, Juana de Austria, llegó tras los efímeros encuentros con Catalina de Rebolledo, una dama de la reina Juana.

 

Isabel de Portugal

Isabel de Portugal

Isabel de Portugal

Por encargo de Carlos V, Tiziano realizó este retrato de la emperatriz Isabel en 1548, nueve años después de su muerte, basándose en un retrato preexistente. Museo del Prado, Madrid.

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Matrimonio afortunado

Esta fase de promiscuidad sexual terminó en 1526, con su boda con Isabel de Portugal, su prima carnal, pues sus madres eran hermanas. El matrimonio, celebrado en Sevilla en 1526, fue venturoso desde el inicio. Pese a que –como en todos los enlaces concertados en la época y más aún en los principescos– el amor no estuviese en su fundamento y primaran otros muchos motivos de carácter político, estratégico o dinástico, ese sentimiento apareció desde el momento en que los dos cónyuges se encontraron. Así se lo comunicaba un embajador a la tía Margarita, siempre atenta a los asuntos de la familia: «Yo estuve presente la primera vez que el emperador se acercó a Isabel y nunca había visto dos recién casados más contentos el uno con el otro que ellos». El mismo Carlos confiaba a su hermano Fernando su felicidad: «Ahora he entrado en el estado de casado, que me complace plenamente».

La casa del rey, en Bruselas

La casa del rey, en Bruselas

La casa del rey, en Bruselas

Este edificio civil fue reconstruido por orden de Carlos V, por lo que se denominó Casa del Rey. Tras sufrir múltiples peripecias, a finales del siglo XIX fue reconstruido en estilo neogótico.

Carlos fue un monarca nómada que rigió su imperio desde la silla de montar de su caballo o desde la cubierta de la nave que le trasladaba allá donde su presencia lo requiriese. Esta forma de gobernar sus vastos y dispersos dominios dio protagonismo a doña Isabel en la administración plena de los reinos hispánicos. La soberana ejerció la regencia en varias ocasiones, como lugarteniente general, y supo demostrar una gran competencia en la tarea. Había que obedecer sus órdenes como las del mismo emperador.

«Nunca había visto dos recién casados más contentos el uno con el otro que ellos», manifestó un embajador a Margarita de Austria tras la boda de su sobrino con Isabel de Portugal

Marido ejemplar

Las forzosas separaciones cargaban a la emperatriz con una formidable responsabilidad institucional, al tiempo que en lo afectivo la sumían en una especie de viudedad temporal. Isabel se inquietaba por la salud de su esposo y temía los riesgos que pudiera correr, como se observa en la intensa correspondencia mantenida entre ambos. Una muestra del fuerte lazo que les unía es la despedida contenida en una de esas cartas de Carlos a Isabel, en la que emplea palabras que evocan la poesía amorosa del Renacimiento: «Beso esta hoja de papel con la misma ternura y calor con que besaría vuestros labios si estuviera con vos».

El palacio del rey en Granada

El palacio del rey en Granada

El palacio del rey en Granada

Después de pasar en Granada su luna de miel con Isabel de Portugal, Carlos V hizo construir en el recinto del palacio de la Alhambra un espectacular palacio del que destaca su patio circular interior.

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Este afecto era bien conocido en la corte. «Siendo casado tuvo muy gran amor a la emperatriz su mujer», apuntaba el cronista imperial Alonso de Santa Cruz. Parece que Carlos se mantuvo fiel a su esposa durante su matrimonio. Él mismo, consciente de su fama de donjuán, escribió a su hermano Fernando en 1531, revelándole su continencia: «No me he dejado llevar por el gusto por las mujeres jóvenes», y concluía con un justificativo «no soy tan mal marido».

Los anhelados reencuentros entre los esposos solían ir seguidos del consecuente embarazo. Muy pronto la emperatriz alumbró al sucesor que aseguraba la continuidad dinástica, Felipe (1527), así como a dos hijas, María (1528) y Juana (1535). Hubo otros seis embarazos que se saldaron con abortos o con el fallecimiento prematuro de la criatura. Fue precisamente el mal parto de un infante, en 1539, lo que llevó a la reina a la muerte. La pérdida de la esposa amada, compañera en tantas facetas de la vida del hombre y del emperador, sumió a Carlos en un profundo estado de melancolía –como se llamaba en la época a lo que hoy calificaríamos de depresión– y a un largo proceso de duelo.

Juana de Austria

Juana de Austria

Juana de Austria

Hija de Carlos V e Isabel de Portugal, Juana de Austria se casó con el heredero de la Corona portuguesa, Juan Manuel. Retrato por Sofonisba Anguissola.Colección privada.

Tras la muerte de su esposa, Carlos V no se volvió a casar, pero ello no impidió que volviera a las andanzas venéreas de su juventud. A esta última etapa corresponde su idilio con la joven Barbara Blomberg, hija de un burgués de Ratisbona. En 1547, año del triunfo de Carlos V sobre los protestantes en la batalla de Mühlberg, nació Jeromín, más tarde Juan de Austria, el héroe de Lepanto.

En 1548, el embajador veneciano Alvise Mocenigo resaltaba aún las inclinaciones amorosas del emperador: «Siempre ha sido dado, por su naturaleza, a los placeres de la carne, pero jamás se le ha podido reprochar ninguna violencia, ni acción contraria a la honestidad». Pero para entonces el paso de los años había ya templado sus bríos eróticos y el embajador observaba: «Actualmente puede decirse, con toda verdad, que el emperador es de una castidad ejemplar».

Cansado del peso del poder

Cansado del peso del poder

Cansado del peso del poder

El emperador Carlos, ya en su madurez, ataviado con armadura. Copia contemporánea de un retrato obra de Tiziano. Galería de Retratos del palacio de Ambras, Innsbruck.

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El retiro y la muerte

El médico imperial, Luis Lobera de Ávila, avisaba en sus escritos del pernicioso efecto que para el mal de la gota tenía «el mucho uso del coito». Aquel padecer fue el que más mortificó al emperador a lo largo de su existencia, como dejó remarcado en sus Memorias. Más que por gozar de los placeres de Venus, la dolorosa cristalización del ácido úrico se debió al desmedido apetito del soberano y a la ingesta de carne de todo tipo, así como de vino y cerveza. «A la mesa [...] ha hecho siempre excesos», indicó el embajador Badoaro.

Carlos V y a su amante Barbara Blomberg

Carlos V y a su amante Barbara Blomberg

Grabado que muestra a Carlos V y a su amante Barbara Blomberg, madre de don Juan de Austria.

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El jurista Bartolomé Sastrow atestigua que, durante sus travesías por Alemania en la década de 1540, al emperador le servían en cada comida seis platos que aceptaba o rechazaba a su antojo, conservando siempre «lechón asado, la cabeza del ternero y platos similares». Por la mañana gustaba de tomar cerveza fría. A consecuencia de esta dieta sufrió dolorosos ataques de gota desde los 27 años. El consiguiente deterioro físico lo llevaría a abdicar del trono con tan solo 56 años para retirarse en el monasterio extremeño de Yuste, donde moriría dos años más tarde.

Jarra de Carlos V

Jarra de Carlos V

Jarra de Carlos V

Jarra de marfil y plata del emperador, con decoración mitológica. Museo Lázaro Galdiano, Madrid.

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En 1556, Carlos realizó su última travesía con sus hermanas Leonor y María después de la abdicación de todos sus dominios en Bruselas, en la que ambas estuvieron presentes. El destino quiso que los tres hermanos más cercanos –pues se habían criado juntos en la corte de su tía Margarita– muriesen en Castilla, en el mismo año, 1558. Juntos reposan en el panteón de San Lorenzo de El Escorial y juntos permanecen arrodillados frente al altar mayor de la basílica, en el cenotafio de bronce fundido por Pompeo Leoni. Una complicidad, unión y fidelidad que se mantuvieron hasta la muerte. 

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Semblanza del emperador

Retrato de Carlos V

Retrato de Carlos V

Retrato de Carlos V por Christoph Amberger. 1532. Museos Estatales, Berlín.

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Alonso de Santa Cruz dejó esta descripción de la fisonomía del emperador: «Fue el emperador Don Carlos de mediano cuerpo, de ojos grandes y hermosos, las narices aguileñas, los cabellos rojos y muy llanos, la barba ancha y redonda y
bien proporcionada, la garganta recia, ancho de espaldas, los brazos gruesos y recios, las manos medianas y ásperas, las piernas proporcionadas. 

«Su mayor fealdad era la boca, porque tenía la dentadura tan desproporcionada con la de arriba, que los dientes no se encontraban nunca, de lo cual se seguían dos daños: el uno tener el habla en gran manera dura, y lo otro tener en el comer mucho trabajo; por no encontrarse los dientes no podía mascar lo que comía, ni bien digerir».

Consejos de abstinencia

El príncipe Felipe

El príncipe Felipe

El príncipe Felipe en un retrato de juventud obra de Antonio Moro. Museo de Bellas Artes, Bilbao.

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En vísperas de la boda de su hijo, el príncipe Felipe, de 16 años, con su prima María Manuela de Portugal, Carlos V le dio algunos consejos sobre cómo debía conducirse con su futura esposa en el lecho conyugal.

«Hijo, placiendoa Dios, presto os casaréis, y plega a Él que os favorezca para que viváis en ese estado [...] y que os dé los hijos que Él sabe serán menester [...] habéis mucho de guardar cuando estuviéredes cabe vuestra mujer. Y porque eso es algo dificultoso, el remedio es apartaros della lo más que fuere posible, y así os ruego y encargo mucho que, luego que habréis consumado el matrimonio, con cualquier achaque os apartéis, y que no tornéis tan presto ni tan a menudo a verla, y cuando tornáredes, sea por poco tiempo».

Homenaje a un rey nómada

Homenaje a un rey nómada

Este artículo pertenece al número 234 de la revista Historia National Geographic.