Biografia de Johan van Oldenbarnevelt

Johan van Oldenbarnevelt

(Amersfoort, 1547 - La Haya, 1619) Pol�tico holand�s. Fue uno de los principales l�deres de la resistencia nacional frente a la dominaci�n espa�ola de los Pa�ses Bajos, desde que en 1568 se declarara la rebeli�n de las provincias de Holanda y Zelanda. Como gran pensionario de Holanda, consolid� la hegemon�a de esta provincia sobre el resto de los Pa�ses Bajos y negoci� con Espa�a la Tregua de los Doce A�os (1609), que estableci� la autonom�a de hecho de las Provincias Unidas.

Curs� estudios de derecho en las universidades de Lovaina y Bourges, complet�ndolos en la de Heidelberg (donde entr� por primera vez en contacto con el protestantismo) y, posiblemente, en la de Padua. A su regreso a los Pa�ses Bajos, fue elegido miembro del consejo de Holanda, la corte de apelaci�n provincial sita en La Haya. En 1572 las provincias de Holanda y Zelanda consiguieron sustraerse de la autoridad espa�ola y el consejo traslad� su sede a Utrecht.


Johan van Oldenbarnevelt

Oldenbarnevelt, sin embargo, permaneci� en La Haya para organizar el movimiento de liberaci�n nacional y particip� en las campa�as militares contra las tropas espa�olas que asediaban las ciudades de Haarlem y Leiden. En 1576 fue nombrado pensionario (consejero) de Rotterdam y, como tal, entr� a formar parte del parlamento provincial de Holanda. Una vez que el resto de las siete provincias se uni� a la insurrecci�n antiespa�ola, Oldenbarnevelt particip� activamente en la coordinaci�n de las acciones conjuntas en las reuniones de los Estados Generales de los Pa�ses Bajos.

En 1578, las victorias del ej�rcito espa�ol, dirigido por Alejandro Farnesio, amenazaron con la derrota total de las provincias rebeldes, forzando a �stas a la negociaci�n. Oldenbarnevelt particip� en las conversaciones con Espa�a, que concluyeron en enero de 1579 con el establecimiento de la Uni�n de Utrecht, marco constitucional de la federaci�n de las Provincias Unidas hasta 1795.

Las maniobras pol�ticas de Oldenbarnevelt y sus negociaciones con la monarqu�a hisp�nica pusieron de manifiesto su intenci�n de obtener el reconocimiento de la hegemon�a de Holanda sobre el resto de las provincias de la Uni�n, en virtud del protagonismo de esta provincia desde el inicio del movimiento independentista. Las negociaciones le aproximaron asimismo al pr�ncipe Guillermo de Orange el Taciturno, cuyo liderazgo militar como estat�der apoy� incondicionalmente, a pesar de que las provincias desconfiaban de sus tendencias autoritarias.

En 1584 Guillermo fue asesinado y Oldenbarnevelt pas� a apoyar a su hijo, el pr�ncipe Mauricio de Nassau-Orange, nuevo estat�der de Holanda. Dos a�os despu�s, Oldenbarnevelt fue elevado a gran pensionario de Holanda, lo que significaba el poder hegem�nico sobre la provincia y, de hecho, sobre toda la Uni�n. Durante esta �poca fue el principal colaborador de Mauricio de Nassau, con el cometido de poner a disposici�n del movimiento independentista los recursos econ�micos y financieros de la provincia, que representaban la mayor riqueza de la federaci�n. Entre sus diversas medidas, destaca la fundaci�n de la Compa��a Holandesa de las Indias Orientales.

A pesar de que su autoridad como gran pensionario se limitaba, en teor�a, a la provincia de Holanda, Oldenbarnevelt actu� durante los a�os siguientes como representante de la Uni�n de Utrecht ante las potencias europeas. Uno de sus principales �xitos fue el establecimiento en 1596 de una Triple Alianza con Francia e Inglaterra contra la hegemon�a espa�ola. Asimismo, dirigi� las largas y dif�ciles conversaciones con Espa�a que, en 1609, dieron lugar a la Tregua de los Doce A�os, que equivali� al reconocimiento por parte de Felipe III de la independencia de las Provincias Unidas, aun manteniendo su pertenencia nominal al imperio espa�ol.

De esta forma, Oldenbarvenelt abandon� la antigua pretensi�n de expulsar a los espa�oles del conjunto de los Pa�ses Bajos, ya que las ricas provincias de Brabante y Flandes continuaron bajo el dominio de Madrid. Las siete provincias septentrionales se convirtieron en una federaci�n aut�noma, cuya hegemon�a interior ocup� desde entonces Holanda, una provincia perif�rica que, hasta el inicio de la guerra de independencia, hab�a permanecido en segundo plano.

Lejos de sellar la paz en los Pa�ses Bajos, la Tregua de los Doce A�os supuso el inicio de una nueva fase de conflictos, esta vez en el interior de la Uni�n. La consolidaci�n de la supremac�a de Holanda, donde el partido republicano era muy fuerte, amenazaba la posici�n de los pr�ncipes de Orange, que buscaban crear un r�gimen mon�rquico con el calvinismo como elemento aglutinante. En 1609, Mauricio de Nassau retir� su apoyo a Oldenbarnevelt y al partido republicano holand�s.

El tel�n de fondo de este conflicto entre el particularismo y el autoritarismo mon�rquico fueron las luchas religiosas que manten�an dividida a la poblaci�n de las Provincias Unidas y a su clase dirigente. El �xito del levantamiento de los Pa�ses Bajos se debi�, en buena medida, al hecho de que el calvinismo se implantara de forma progresiva entre amplias capas de la poblaci�n y ocupara los c�rculos de poder de las provincias, haciendo imposible la reconciliaci�n con la cat�lica monarqu�a espa�ola. Tanto Oldenbarnevelt como la clase dirigente holandesa eran calvinistas, pero pertenec�an en su mayor�a a la corriente arminianista que, en los m�rgenes del calvinismo, abogaba por una iglesia abierta y tolerante, alejada de la teocracia que Calvino hab�a puesto en marcha en Ginebra.

El partido arminianista holand�s pretend�a impedir que el calvinismo rigorista, al que se adher�an el resto de las provincias, estableciera una teocracia sobre el conjunto de la federaci�n, poniendo bajo su f�rula a los poderes civiles. La cuesti�n religiosa no fue, pues, sino una expresi�n particularmente virulenta del conflicto de fondo, que enfrentaba a los partidarios del mantenimiento de la autonom�a y el particularismo de las provincias y a los defensores de la creaci�n de una monarqu�a con base religiosa.

Las ciudades con voto en el parlamento de Holanda, excepto Amsterdam, apoyaron el arminianismo, enfrent�ndose a la tendencia rigorista o "contraprotestante" asumida por las dem�s provincias. Oldenbarnevelt contaba con el apoyo de la burgues�a holandesa y del partido republicano de la provincia, pero se enfrentaba al poder del clero calvinista y de Mauricio de Nassau, quien en julio de 1617 se aline� abiertamente con los contraprotestantes.

Oldenbarnevelt trat� de evitar la radicalizaci�n del conflicto prohibiendo la predicaci�n a los pastores rigoristas y deponiendo y expulsando a aqu�llos que se negaban a acatar la prohibici�n. Pero, en agosto de 1617, los Estados Generales de las Provincias Unidas convocaron un s�nodo interprovincial a fin de establecer una iglesia nacional seg�n el modelo de Ginebra. El parlamento holand�s boicote� la convocatoria del s�nodo haciendo uso de su derecho al veto y, el 4 de agosto, en una reuni�n de emergencia, decret� la formaci�n de un ej�rcito provincial desvinculado de la Uni�n y separado del mando del estat�der. Aunque esta resoluci�n no contraven�a los fueros de Holanda, Mauricio de Nassau la consider� una violaci�n flagrante de los estatutos de la Uni�n de Utrecht.

Durante el a�o siguiente, la situaci�n se mantuvo en una calma tensa, mientras Mauricio preparaba su intervenci�n en Holanda. �sta se produjo finalmente, por sorpresa, el 29 de agosto de 1618. Las tropas del estat�der no encontraron apenas resistencia y apresaron sin dificultad a Oldenbarnevelt y a sus principales colaboradores.

El arresto de Oldenbarnevelt bajo la acusaci�n de traici�n plante� la dif�cil cuesti�n de a qu� jurisdicci�n correspond�a su procesamiento. Oldenbarnevelt aleg� que, habiendo actuado como miembro del gobierno provincial de Holanda, s�lo a un tribunal holand�s correspond�a juzgarle. Sus oponentes quer�an hacerle responsable ante la Uni�n de Utrecht, pero carec�an de un tribunal federal. Finalmente, en febrero de 1619, optaron por convocar un tribunal especial, compuesto por veinticuatro miembros, la mayor�a de ellos enemigos personales del acusado. Tras un a�o de c�rcel y terribles interrogatorios, en los que no se le permiti� contar con un defensor, fue hallado culpable de subversi�n y condenado a muerte. Fue decapitado en La Haya el 13 de mayo de 1619.

C�mo citar este art�culo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].