Cuando el cineasta Fernando León le propuso a Joaquín Sabina hacer un documental, el artista andaluz no se lo pensó, dio el sí inmediatamente; se conocen desde hace años, son grandes amigos e incluso cómplices en aquellas interminables y famosas juergas que Sabina organizaba en España o en el extranjero.
El trabajo final duró 15 años y se llama Sintiéndolo mucho, se estrena hoy y en este los admiradores de Sabina podrán conocer su total intimidad. “Grábame cagando”, le pidió el cantante y poeta andaluz. No lo grabó así, pero lo hizo saliendo de la ducha con el culo al aire.
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León de Aranoa fue la sombra de Sabina durante 15 años, lo acompañó por todos lados y fue testigo, entre muchas cosas, de sus juergas al final de sus conciertos en América Latina. No podía faltar México, donde a Joaquín se le ve disfrutando en el Tenampa de la Plaza de Garibaldi, cantando, fumando y bebiendo, como no podía ser de otra manera.
Son dos horas en las que se ve mucho y se habla poco, todo aderezado con la música (sin voz) del español Leiva, amigo de Sabina, y uno de los que le animó a hacer la gira que el andaluz hará por España, Estados Unidos y América Latina el próximo año.
“Leiva me animó a volver a cantar, me ayudó con lo de la gira”, reconoció Sabina, a quien la pandemia le cambió la vida. Le puso triste y le metió miedo.
“La pandemia me puso muy triste, pensé en que ya no iba a ser posible hacer lo que más me gusta: reunirme con amigos, fumando y bebiendo durante horas. El documental me ha puesto las pilas y estoy en un estado de euforia que creo no lo merezco. Pasé por secas y esta ha sido la más larga de mi vida”, admitió.
Y es que la pandemia también le quitó a Sabina las ganas de cantar, de leer y de escribir.
En Sintiéndolo mucho se puede ver al Sabina juerguista, que a sus 73 años sabe que las borracheras tienen los días contados y que, de la misma manera que sus discos favoritos de Dylan son los primeros, asume que no va a volver a componer los temas que sus seguidores corean en los conciertos.
“No creo que vaya a mejorar canciones como ‘Contigo’, ‘Y sin embargo’ o ‘Yo me bajo en Atocha’. No lo creo”, señala y acepta que durante años su imagen en la opinión pública fue de un “borrachín, putero y noctámbulo”.
En un momento surge también el Sabina “cachondo” (bromista). Y antes que se lo pregunten aclara que el platillo con un polvo blanco que se ve en su camerino no es lo que muchos pensarían, sino sal para que la boca no se quede seca. “Lo del sexo, drogas y rock and roll duró hasta los 50 años”, jura. “No está mal, ¿eh?”.
Por supuesto que en el documental no faltan las escenas de Sabina en su departamento madrileño, en la Plaza de Tirso de Molina, que es desde hace años el centro de operaciones de sus famosas reuniones con otros músicos y escritores.
Hay imágenes impagables, como las de su vuelta a casa, Rota (Cádiz), donde es hijo pródigo o verle vomitar por los nervios como a un novato antes de salir a un concierto.
Lo cierto es que a sus 73 años nadie le detiene, con documental y anuncio de gira Joaquín Sabina ha vuelto con la fuerza que tenía previo a la pandemia. De política ya habla poco, aun así lamentó “la deriva de la izquierda latinoamericana”.
“Esta deriva me rompe el corazón, justamente por haber sido tan de izquierdas. Pero ahora ya no lo soy tanto, porque tengo ojos, oídos y cabeza para ver las cosas que están pasando. Y es muy triste”.
Reconoció que ha estado “mucho tiempo enfadado” con el siglo XXI. “Todo lo que pasaba: Trump, Putin, eran cosas feas, incluso el lenguaje de la gente a través de redes sociales que lo degrada mucho. Todas las revoluciones del siglo XX fracasaron estrepitosamente, la única que avanza en el siglo XXI es el feminismo y los LGBT. El fracaso del comunismo en el siglo XX ha sido feroz”.
“Aunque el otro día pensando me di cuenta de que era demasiado pesimista: también hay cosas buenas, como la vacuna del covid que ha llegado pronto y bien. También le ha ganado Lula a Bolsonaro, que no está mal, y ha aparecido un héroe extraordinario, que es Zelenski. Poco más”, finalizó Sabina
DAG
