Joaqu�n Villalobos - De la insurreci�n a la guerra (1982)

Joaqu�n Villalobos

 

De la insurreci�n a la guerra

 

 


Fecha: 1982.
Fuente: Entrevista de Marta Harnecker.  Originalmente publicado en revista Punto Final Internacional, de M�xico, diciembre de 1982.  Luego aparecio en Marta Harnecker, Pueblos en armas, M�xico. Universidad Aut�noma de Guerrero, 1983; Ediciones Era, 1984; y Nicaragua, Editorial Nueva Nicaragua, 1985. Tomado en esta ocasi�n de Marta Harnecker, Pueblos en armas, www.rebelion.org, 20 agosto 2009, pags. 89-117.
Esta edici�n: Marxists Internet Archive, diciembre de 2010.  Al citar o reproducir el documento, favor de citar a  www.rebelion.org como la fuente original de la versi�n digital.


 

 

Pronto se cumplir�n dos a�os de guerra en El Salvador. La ofensiva revolucionaria de tipo insurreccional del 10 de enero de 1981 no fue sino su comienzo. El enemigo desconcertado no se mueve de sus cuarteles, pero sigue la campa�a de terror en las ciudades. Las fuerzas insurgentes aprovechan estos meses para retirarse al campo y crear, en ese pa�s con topograf�a adversa, densamente poblado y cruzado de carreteras, lo que para muchos era una quimera: sus zonas de retaguardia y su ej�rcito guerrillero.

Esta experiencia hist�rica destruye una vez m�s el determinismo geogr�fico. No son las monta�as selv�ticas sino las masas explotadas decididas a luchar por un destino mejor, conducidas por una vanguardia l�cida y flexible: el FMLN, las que han hecho posible el avance ascendente de las fuerzas guerrilleras. Estas, seg�n lo han requerido las circunstancias, han sabido pasar de la lucha insurreccional a la guerra popular, de la defensa de posiciones a la guerra de movimientos.

A lo largo de �sta entrevista al joven pero experimentado jefe guerrillero y m�ximo comandante del Ej�rcito Revolucionario del Pueblo, ERP, Joaqu�n Villalobos, encontramos el m�s exhaustivo an�lisis y balance de la guerra hecho hasta la fecha.

 

 

1) LA OFENSIVA DE ENERO DE 1981, �UN ERROR?

�La estrategia que orient� la ofensiva militar lanzada por el FMLN en enero de 1981 ten�a por objetivo principal �seg�n entiendo� atacar, o al menos asediar a las fuerzas militares enemigas en sus cuarteles. De hecho no hizo sino repetir la experiencia nicarag�ense de septiembre del 78, que es analizada cr�ticamente por el comandante Joaqu�n Cuadra en una entrevista que le hicimos un a�o despu�s del triunfo de la revoluci�n sandinista. El actual jefe del Estado Mayor del Ej�rcito Popular Sandinista sostiene que �el gran error� que entonces se cometi� fue atacar �al enemigo donde estaba m�s fortificado �, usando como arma principal el sitio. Reconoce que �sta t�ctica fija al enemigo, pero �en un terreno donde �l domina � y que esa forma �no permite resolver en favor de las fuerzas revolucionarias la situaci�n. � �Podr�as decirme por qu� se elige esta estrategia? �Influy� en esa elecci�n el haber esperado sublevaciones militares y levantamientos populares que no se produjeron, al menos en la intensidad y extensi�n esperada?

Joaqu�n Villalobos: �Con relaci�n a esto yo creo que quiz� lo m�s importante es no restringir lo que fue la ofensiva de enero del 81 al problema meramente militar y al problema de la t�ctica empleada, sino referirla a la situaci�n misma del movimiento revolucionario salvadore�o y a lo que hab�a sido el desarrollo del movimiento de masas, que gener� obviamente expectativas alrededor de posibilidades insurreccionales. Eso es lo que explica el por qu� se utiliza esa t�ctica.

El objetivo en un primer momento no era aniquilar al ej�rcito, sino sublevar a las masas y, sobre la base de la sublevaci�n de las masas, pasar a la aplicaci�n de diferentes t�cticas que iban desde el asedio prolongado a guarniciones con el apoyo de las masas, hasta la aplicaci�n de medidas que obligaran al ej�rcito a moverse y as� atacarlo en movimiento. Para San Salvador, por ejemplo, nuestros planteamientos no eran ocupar las guarniciones militares sino hostigarlas, en tanto otras unidades lograban sublevaciones en los barrios populares. Una vez logrado esto �bamos a intentar que el ej�rcito se moviera a recuperar los barrios y en esos movimientos pretend�amos golpearlo.

Para ese momento no se puede decir que cont�ramos con mucho desarrollo en nuestra capacidad t�ctica para atacar al enemigo en movimiento, e incluso en sus posiciones; lo fundamental para nosotros era la sublevaci�n de las masas y de esto se derivar�a el problema militar. Y obviamente esto estaba tambi�n combinado con la posibilidad de levantamiento de algunos sectores del ej�rcito. La explicaci�n de por qu� no logramos todos nuestros objetivos se encuentra en el desgaste que hab�a sufrido la lucha de masas en los �ltimos meses debido al terror impuesto en las ciudades y en el proceso de resoluci�n que empiezan a tener las contradicciones hasta entonces existentes al interior del ej�rcito y de las diferentes fuerzas pol�ticas de la junta.

Se puede decir que ellos ya hab�an logrado un alto grado de homogeneidad en torno al proyecto democracia cristiana-ej�rcito y reformas-represi�n, y que es el momento de mayor nivel de consolidaci�n. Pero s�lo ahora se puede decir que eso estaba entonces en esas condiciones. En aquel momento, despu�s de vivir un per�odo con uno de los m�s fuertes movimientos de lucha de masas producidos en Am�rica Latina, era muy dif�cil tener �sta �ptica.

Cabe entonces hacerse �sta pregunta: �quiere decir que en el caso de El Salvador era imposible una insurrecci�n? Yo creo que no. Lo que pasa es que perdimos el momento propicio. O sea, hubo otros momentos de mas auge del movimiento revolucionario, de graves contradicciones en el campo enemigo, que eran a todas luces coyunturas en las cuales pudimos haber aspirado a cambiar la correlaci�n de fuerzas a nuestro favor y a tomar el poder.

��Cu�les ser�an esos momentos?

Joaqu�n Villalobos: �Yo dir�a marzo-abril-mayo de 1980... Si se analiza un poco, en ese momento hab�a incluso sectores de la burgues�a susceptibles de establecer alianzas con nosotros y ten�an peso pol�tico. Todav�a ellos estaban, digamos, en el proyecto reformista y ten�an algunas posibilidades de actuar. En el ej�rcito, para decirlo de manera concreta, Mena Sandoval y los militares que se incorporaron el 10 de enero y los que honestamente creyeron en el golpe del 15 de octubre, estaban en su mejor momento al interior del ej�rcito, hab�a mejores posibilidades de conspirar dentro de los cuarteles, hab�a una situaci�n dentro del ej�rcito de grandes expectativas en torno al movimiento revolucionario de masas, respeto, e incluso deseos de participar. Ellos hab�an buscado entablar conversaciones con la Coordinadora Revolucionaria de Masas.

Con el tiempo, todo eso va sufriendo un debilitamiento y la derecha va recomponiendo la situaci�n al interior del ej�rcito y va desplazando a esta gente. Por otro lado, las condiciones internacionales nos eran bastante favorables, era menos dificultoso obligar a Estados Unidos a buscar un arreglo negociado con el movimiento revolucionario. Posteriormente esto ha requerido mas esfuerzos, aunque yo creo que los norteamericanos van camino de entender que ellos tienen que llegar a una soluci�n negociada. Pero en aquel momento eso era m�s posible.

Y por otro lado, estaba el movimiento de masas. Sobre todo hablamos de marzo-abril del 80. El asesinato de monse�or Romero exaspera a las masas, todo el mundo espera en ese momento un alzamiento, el movimiento revolucionario ten�a en ese entonces capacidad de paralizar el pa�s sin necesidad de recurrir a la acci�n militar; bastaba hacer uso de la disciplina. El 90% de los organismos gremiales a nivel de la clase obrera, de los empleados, se guiaba por las instrucciones del movimiento revolucionario. Exist�a una conducci�n revolucionaria estructurada a nivel de capas medias, a nivel del movimiento obrero, magisterial y un poderoso movimiento de masas en el campo. La prueba fueron los paros que se realizaron en marzo y junio, que fueron de una fuerza impresionante: se paraliz� totalmente el pa�s.

�Pero entiendo que en el �ltimo paro nacional de agosto no hubo la respuesta esperada...

Joaqu�n Villalobos: �En ese caso no se puede decir que el problema estuviera en que las masas no nos apoyaban. Simplemente, ya el enemigo empezaba a imponer el terror sistem�tico y masivo y el movimiento revolucionario no ten�a una suficiente presencia militar que permitiera la expresi�n insurreccional de las masas.

Entonces el movimiento revolucionario de las masas va siendo sometido cada vez m�s a un desgaste mayor, sobre todo en las ciudades. El enemigo comienza a realizar en el campo operativo que son la base de lo que fueron despu�s las grandes maniobras para despoblar las zonas de control del FMLN. Sufrimos ciertamente un desgaste. Por otro lado, en nuestra incapacidad para responder a la coyuntura de marzo influy� de una manera significativa el hecho de que estuvi�ramos atrasados en la tarea de la unidad al no contar con una unidad en torno a una estrategia pol�tica, el que no hubi�ramos pasado dentro del movimiento revolucionario de los niveles embrionarios de unidad a una unidad con contenido m�s pol�tico y de l�nea. Esto provoc� la ausencia de una estrategia insurreccional y una estrategia pol�tico-militar m�s acertada.

Si la fuerza militar o la cantidad de hombres armados que pose�a y utiliza el FMLN el 10 de enero de 1981 los posee en marzo, abril y mayo del 80, y los utiliza como los utiliz� independientemente del problema t�ctico, yo creo que hubiera habido una insurrecci�n. Y hubiera habido posiblemente un desmoronamiento del enemigo. Ahora, el 10 de enero eso ya no era posible debido al nivel de terror alcanzado por el aparato represivo.

Ya las masas exig�an de la vanguardia un mayor nivel de presencia y calidad militar para poder pasar a expresarse en una lucha de caracter�sticas m�s definitivas.

�D�fame aclarar una cosa: �t� estas pensando siempre que la sublevaci�n de las masas va a acompa�arse de una sublevaci�n en los cuarteles, o t� piensas que aun sin sublevaci�n en los cuarteles pod�a tener �xito la insurrecci�n?

Joaqu�n Villalobos: �Ese es un elemento que hubiera contribuido enormemente a la sublevaci�n de las masas.

Hay un ejemplo que es bien importante, que es el de Santa Ana. Dentro de la ofensiva del 10 de enero, Santa Ana es quiz�s el lugar que adquiri� caracter�sticas m�s insurreccionales de todo el pa�s. Y ello porque las masas, al ver derrotada la guarnici�n del ej�rcito a partir de la sublevaci�n de unos militares que estaban en su interior, sintieron que aquello era una lucha de caracter�sticas decisivas. La desarticulaci�n del ej�rcito es un elemento que sin duda motoriza la insurrecci�n de las masas. O sea, en Santa Ana, a diferencia del resto del pa�s, hay centenares de gentes que se alzan en las colonias de la periferia, hay barricadas, hay la m�s importante participaci�n de las masas de todo el pa�s, la lucha da un balance de cuatrocientos muertos civiles. Y eso ocurre donde el aparato armado del FMLN es inferior al del resto del pa�s. O sea que la sublevaci�n del cuartel, de una parte de los militares, es un elemento que incide enormemente en el estado de �nimo de las masas.

Ahora, nuestros planes no hac�an depender todo de este factor. Lo consider�bamos s�lo como un elemento coadyuvante.

�Ahora dime, aunque no hubiera habido sublevaci�n de cuarteles, �t� crees que con la sola sublevaci�n de las masas ustedes habr�an logrado hacer caer al gobierno?

Joaqu�n Villalobos: �Yo creo que s�, que la fuerza del movimiento de masas era de tal envergadura que, combinada con un poder armado m�nimo, o sea con una proporci�n mucho menor de hombres-armas, y con una capacidad militar bastante m�s inferior que la actual, hubi�ramos podido provocar la insurrecci�n de las masas y pasar al asedio de las guarniciones, el asedio de �stas por ocupaci�n del terreno sobre la base de las masas sublevadas. Ahora, las t�cticas con las cuales despu�s hubi�ramos ido nosotros derrotando al ej�rcito, debilit�ndolo mediante el sostenimiento de la insurrecci�n, el asedio y el imponerle movimiento, eso ya era...

��El asedio a los cuarteles estaba entonces pensado con las masas?

Joaqu�n Villalobos: �O sea, yo te citaba el ejemplo de San Salvador, donde nosotros nos planteamos un nivel importante de hostigamiento a la fuerza a�rea, cercar la fuerza a�rea y atacarla, pero donde las acciones estaban dirigidas a ocupar los barrios de Mejicanos, Cuscatancingo, las colonias que est�n m�s al norte de San Salvador y casi toda la periferia. Esa era la parte principal del plan.

��Pero acaso el enemigo no era capaz de tir�rseles encima?

Joaqu�n Villalobos: �S�, sab�amos que el ej�rcito iba a salir. 

��Y c�mo iban a hacer frente a la llegada del ej�rcito a los barrios?

Joaqu�n Villalobos: �Sobre la base de cercarlo cuando intentara penetrar a las zonas ocupando nosotros posiciones importantes. Por ejemplo, en Mejicanos nos plante�bamos que la ruta de aproximaci�n �bamos a tratar de mantenerla nosotros. O sea, yo creo que lo m�s importante no era un problema de t�ctica militar. Hubi�ramos tenido �xito si hubi�ramos logrado la sublevaci�n de las masas; pero para eso, en ese momento, dada la situaci�n de desgaste de las masas que te mencionaba, necesit�bamos un aparato armado mas fuerte y desarrollado que el que hubi�ramos requerido en mayo del 80.

Para abril-mayo del 80 no cont�bamos con la log�stica necesaria y no ten�amos el aparato armado necesario. Y cuando digo que no lo ten�amos no me refiero al problema que no existiera, sino a que no exist�a un grado de unidad en el movimiento revolucionario que permitiera generar las condiciones capaces de gestarlo de una manera m�s r�pida.

Ninguna organizaci�n por si sola era capaz de dar esa batalla. Ahora, si se unificaban los aparatos armados de todas las organizaciones, lo mas seguro es que hubiera sido posible dar una respuesta. Y se hubiera requerido de un m�nimo de log�stica, en todo caso, much�simo menor que la que se utiliz�, si se suman los niveles alcanzados por todas las organizaciones el 10 de enero.

Y dec�a que en el per�odo marzo-abril del 80 con mil hombres armados nosotros hubi�ramos podido insurreccionar a las masas y quebrar al ej�rcito.

�O sea que seg�n lo que t� me estas diciendo lo que yo llamo la desconcentraci�n de fuerzas, o sea, el plantearse el asedio de muchos cuarteles era correcto dentro del planteamiento general...

Joaqu�n Villalobos: �Aunque no de manera absoluta, dentro de la idea de la sublevaci�n de las masas, s�. Fue el debilitamiento del movimiento de las masas el que nos impuso otro esquema, y nos oblig� a la creaci�n de un ej�rcito y al uso de planteamientos militares m�s acabados. O sea, la victoria revolucionaria no ten�a necesariamente que ser hija del perfeccionamiento de la t�ctica militar; hubo per�odos en que era posible lograrla sobre la base de una estrategia militar menos acabada.

Yo dir�a que en Nicaragua el papel que jugaron las masas hizo que no se necesitara el desarrollo a profundidad de un ej�rcito popular. Hubo evidentemente la necesidad de desarrollar un aparato militar, pero no en las mismas proporciones que nosotros. Claro, en El Salvador ya nos toc� pelear con una victoria revolucionaria en Nicaragua y eso incide tambi�n en la pol�tica del imperialismo, surgen nuevos elementos que vienen a imponernos otras condiciones. Por todo lo que te he dicho no creo que se pueda juzgar lo del 10 de enero a partir del problema de la t�ctica que se utiliz� en el combate. Yo creo que probablemente hubiera habido muchos mejores resultados si se pone un mayor empe�o en la lucha en las v�as de comunicaci�n, y ese es un se�alamiento que hay que hacer, pero el se�alamiento fundamental no es ese. Lo que ocurri� es que ya se nos hab�a pasado el momento pol�tico apto para la insurrecci�n.

Hubo momentos en la capital durante el per�odo enero-febrero-marzo de 1980, en los cuales el ej�rcito, con toda la fuerza que ten�a, no era capaz de controlar el movimiento de masas; y las masas estaban desarmadas.

��No era capaz, o no se hab�a decidido a emplear el terror?

Joaqu�n Villalobos: �Yo dir�a que no era capaz de darle un golpe fulminante. La extensi�n y calidad del movimiento era demasiado fuerte como para acabarlo de un s�lo golpe. En calidad, el movimiento de masas ten�a en su seno s�lidas estructuras clandestinas y semiclandestinas y en extensi�n abarcaba todos los empleados del estado y los obreros de las industrias estrat�gicas cubriendo casi el 90% quiz� de los sectores productivos, adem�s de un movimiento campesino solidamente enraizado en doce de los catorce departamentos del pa�s, cubriendo mas del 90% del territorio.

El enemigo necesit� m�s de un a�o para desgastar ese movimiento y colocarlo en un punto en el que logr� agotarle sus posibilidades insurreccionales, por lo menos en las ciudades; lo que no pudo agotar el ej�rcito fue la reserva de masas que el movimiento revolucionario ten�a, y su capacidad de renovar las formas de participaci�n para hacer sobrevivir ese movimiento en dif�ciles condiciones, y dar el salto hacia la creaci�n de un poderoso ej�rcito revolucionario.

En el per�odo que va de enero hasta finales del a�o, el movimiento revolucionario va desarrollando su ej�rcito; pasa de las masas desarmadas a las masas armadas y de ah� a la creaci�n de un ej�rcito que ser� en adelante su principal instrumento de acci�n.

 

2) COMO A PESAR DE LA ADVERSIDAD SE FORMA UN EJ�RCITO POPULAR

�Hay quienes han sostenido que en El Salvador no existen condiciones para la guerra de guerrillas en el campo y menos para la gestaci�n de un ej�rcito en el sentido de fuerzas permanentes no ligadas a un territorio espec�fico, dadas las caracter�sticas geogr�ficas del terreno: un pa�s peque�o, sin grandes monta�as, que impide la presencia de zonas de retaguardia dentro del pa�s; terreno adem�s densamente poblado y con v�as m�ltiples de comunicaci�n entre uno y otro punto del pa�s. Estos analistas han sostenido que la lucha armada que se puede dar en el pa�s es s�lo una lucha de tipo miliciano, �ntimamente ligada a la estrategia insurreccional. Creo que la mejor respuesta a estas opiniones es la pr�ctica concreta de ustedes en los �ltimos meses pero, de todos modos, me interesa que me des t� opini�n sobre este planteamiento.

Joaqu�n Villalobos: �La problem�tica que se plantea en esta pregunta es real. Y es uno de los grandes problemas que tuvo que resolver el movimiento revolucionario salvadore�o para dar saltos en el terreno militar. O sea, la inexistencia de zonas de retaguardia, que tuvieran alguna inexpugnabilidad, algunas condiciones m�nimas, pues, para poder formar columnas guerrilleras donde la misma topograf�a las pudiera proteger. Eso no existe en El Salvador. Por otro lado, la multiplicidad de v�as de comunicaci�n...

�Respecto a la topograf�a... la idea que uno se hace cuando ustedes hablan de El Salvador es que es un territorio llano, pero resulta que uno ve los documentales salvadore�os y ve monta�as...

Joaqu�n Villalobos: �El pa�s es monta�oso. Es un pa�s de volcanes. Pero para verlo en lo concreto, pongamos un ejemplo, un volc�n de los muchos que hay en el pa�s est� sembrado de caf�, tiene una cantidad de v�as de comunicaci�n que son necesarias para la salida de la cosecha de caf�. El problema de las otras zonas monta�osas donde habitan campesinos pobres, que son zonas de tierras malas como el caso de Moraz�n, Chalatenango y el norte de San Vicente, es que tienen una densidad de poblaci�n bien alta y tambi�n tienen m�ltiples v�as de comunicaci�n, gran cantidad de cantones, caser�os, poblaciones, todos sus terrenos est�n cultivados y no hay, digamos, una vegetaci�n que pudiera permitir el encubrimiento de las unidades guerrilleras del movimiento revolucionario.

Ni la vegetaci�n, ni el aislamiento necesario para una primera etapa de formaci�n. Cuando el movimiento revolucionario salvadore�o empieza a formar sus bases en el campo, deb�a emplear m�todos tan clandestinos como en las ciudades. Hab�a que encerrarse en los ranchos de los campesinos y darles instrucci�n militar, y hacerla a las dos, tres de la ma�ana, tomando las mismas medidas de seguridad que se tomaban en las ciudades. En general, se trata de una conformaci�n suburbana, pudi�ramos decir. Ahora, eso tuvo desventajas en un principio, pero tambi�n tuvo ventajas, porque hemos nacido y nos hemos desarrollado con una comunicaci�n constante con las masas campesinas. Nunca hemos estado aislados de las masas. Hay ciertamente, como resultado del terror enemigo, un descenso de la participaci�n abierta de las masas en las ciudades, pero, si bien esto desmejor� las posibilidades insurreccionales, no impidi� la creaci�n de un ej�rcito que sin la participaci�n de las masas bajo nuevas formas jam�s habr�a sido posible.

Esta es la respuesta que se puede dar a esa pregunta. El movimiento revolucionario salvadore�o encontr� la soluci�n a las desventajas topogr�ficas, a las debilidades que representaba la gran densidad de poblaci�n, en el gran grado de organizaci�n del movimiento popular, en la incorporaci�n masiva de la poblaci�n a las tareas revolucionarias, en la creaci�n de nuevas formas de participaci�n, lo que constituy� una fuerte base para la creaci�n del ej�rcito guerrillero. Decir que no pod�amos aspirar a una lucha m�s que de tipo miliciano y ligada a una estrategia insurreccional, ser�a caer en un determinismo con relaci�n una parte de los factores que entran en juego en la construcci�n de una estrategia revolucionaria. El movimiento revolucionario salvadore�o encontr� la soluci�n a estos problemas en el enorme apoyo de masas y en el alto grado de organizaci�n que ten�a entre los campesinos. Eso es lo que nos ha permitido crear una retaguardia como la que tenemos.

Hoy, a casi dos a�os de la ofensiva de enero del 81, que es la que realmente permite consolidar la retaguardia, el ej�rcito empieza a abandonar la mayor parte de sus posiciones menores que est�n insertas en nuestras zonas de control. Ya pasamos a ser nosotros due�os no s�lo de las alturas que dominaban las zonas, los cantones y los caser�os y algunas v�as de comunicaci�n principales y de los poblados y tambi�n a dominar posiciones militares estrat�gicas. Y eso implica para nosotros m�s desarrollo, m�s posibilidades de maniobras, m�s estabilidad de nuestros frentes; esto nos da una serie de condiciones para que nuestros planes, nuestras ofensivas tengan una envergadura y una importancia estrat�gica en el terreno militar mucho mayor en los pr�ximos meses.

�Ahora, �esas zonas se pueden denominar ya zonas liberadas?.

Joaqu�n Villalobos: �Esta es una pregunta algo dif�cil. El hecho mismo de que todas las organizaciones hayan sido cuidadosas en el uso de ese concepto est� ligado, en alguna medida, al problema de que no hemos contado en nuestras fronteras con un pa�s que nos posibilitara ser autosuficientes en esas zonas. O sea, ciertamente ah� nosotros tenemos el control de la zona: control militar, influencia pol�tica generalizada en la poblaci�n, pero no somos auto suficientes totalmente; se han organizado formas de poder popular de m�nimas condiciones de autosubsistencia, pero no podemos ser del todo autosuficientes.

��No hay cultivo minifundista con el que la poblaci�n pueda mantenerse?

Joaqu�n Villalobos: �S� existe y es la base de su mantenimiento; lo que sucede es que la estrechez que tiene el terreno es tal que cualquier incursi�n del ej�rcito, aunque no pueda quitarnos el terreno, s� puede quebrar nuestros proyectos de abastecimiento, por ejemplo, si nos dispersa o nos saca el ganado que hemos llevado hacia esas zonas. O si nos quema determinados cultivos. Esto es m�s problem�tico en unas zonas que en otras. El enemigo no es capaz de aniquilarnos, de ocuparnos posiciones, de recuperarnos armas, pero s� logra tener la posibilidad de mantenernos en una situaci�n de alguna inestabilidad al estar en capacidad de cortar los abastecimientos.

�Es una especie de amplio sitio...

Joaqu�n Villalobos: �Ese quiz� sea un t�rmino muy defensivo.

Hay que partir de que las zonas de control provocan un problema fundamental al ej�rcito y no a nosotros. Y �ste, como medida de defensa, trata de mantener cercadas nuestras zonas para impedir no s�lo la llegada de abastecimientos, sino tambi�n para evitar su crecimiento. Entonces, �cu�l es la virtud de lo que est� pasando en este momento con la campa�a de octubre? Que precisamente hay un proceso en el que la situaci�n se va revirtiendo y el FMLN extiende las zonas de control con la ocupaci�n de los pueblos y ellos extienden cada vez m�s su cerco, siendo �ste cada vez m�s d�bil y vulnerable.

Ahora, si bien el aumento de poblaci�n representa para nosotros algunas dificultades, el hecho de que ahora vivan cuarenta mil personas m�s en esas zonas bajo nuestro control tambi�n representa posibilidades de crecimiento. Por otra parte, �hasta d�nde el ej�rcito va a ser capaz de mantenerse en esa situaci�n, porque nosotros vamos a seguir ocupando poblaciones? �Cu�ntas va a poder mantener cercadas?, �Qu� zonas, cu�ntas v�as de comunicaci�n va a poder controlar? El ej�rcito podr�a incluso recuperar una o varias poblaciones de las que ha perdido, pero, �era capaz de sostenerlas en su poder? A nosotros no nos interesa tanto por ahora el terreno como golpear a fondo al ej�rcito.

O sea que el esquema aguanta un rato, pero hay un momento en que se va a romper en la medida en que aumenten las zonas controladas por nosotros. El problema de los abastecimientos se empezar� a resolver y entonces s� posiblemente empezar�a a cobrar vigencia el concepto de zona liberada. Pero tambi�n ese concepto de zona liberada ser�a temporal, porque si colocamos el ej�rcito enemigo en esa situaci�n, si empieza a perder esas extensiones de terreno, su quiebre estrat�gico se producir� a no muy largo plazo.

-T� ya me dec�as entonces que lo que hizo necesario crear el ej�rcito popular fue justamente �sta situaci�n que se dio con el fracaso insurreccional de enero del 81...

Joaqu�n Villalobos: �Las condiciones nos impusieron tener que pasar a construir un ej�rcito. Cerrada la alternativa insurreccional se nos impone la necesidad de lograr un mayor desgaste y mayor resquebrajamiento del ej�rcito en el campo meramente militar, lo que nos obliga a afinar nuestras estructuras militares.

-�Cu�les son, seg�n t� experiencia, las condiciones m�nimas que se requieren para empezar a formar un ej�rcito?

Joaqu�n Villalobos: �Lo fundamental es poder tener una retaguardia y fue precisamente lo que el 10 de enero se logr�. Esta ofensiva puso al ej�rcito a la defensiva concentr�ndolo en sus �reas estrat�gicas. Eso nos dio unos meses de tranquilidad y nos permiti� crear los siete frentes estrat�gicos, las siete concentraciones de fuerzas y la existencia de esa retaguardia que nos dio la posibilidad de preparar gente... Incluso las mismas ofensivas del enemigo se convirtieron en escuela de preparaci�n combativa. Todos esos meses, los meses en que resistimos en esas posiciones nos obligaron a aprender. No s�lo cont�bamos con el terreno para preparar a los hombres, sino que tambi�n nos vimos obligados a resolver el problema del aprendizaje t�ctico militar en lo concreto, enfrent�ndonos con el enemigo.

No fue una escuela en la que gradu�bamos gente y luego la llev�bamos a un teatro de operaciones, sino que est�bamos con la retaguardia y el teatro de operaciones all� entremezclados, porque a veces el enemigo nos sacaba de determinadas zonas y luego volv�amos a retomar el control del terreno. Esto implica tambi�n que la gente aprendiera al trabajo de ingenier�a para protegerse de los bombardeos de la artiller�a, de la aviaci�n, sobre la base de que eso estaba a la orden del d�a y suced�a de manera cotidiana. O sea, lo que hizo que en Moraz�n, en Chalatenango, en Guazapa se formaran buenos contingentes militares fue el hecho de que durante muchos meses en esas zonas se tuvo que combatir casi a diario contra el esfuerzo enemigo por aniquilarnos.

Otra cosa que ayudo a la formaci�n de nuestro ej�rcito fue que para la ofensiva del 10 de enero el movimiento revolucionario se propuso armarse y cumplir con planes log�sticos. Estos planes, hechos con una mentalidad insurreccional, part�an b�sicamente de dos cosas: por un lado, tener gente dispuesta a armarse, y eso el movimiento revolucionario ten�a de sobra, aun con el debilitamiento previo que hab�a sufrido en las ciudades. Y, por otro lado, contar con recursos financieros; esto tambi�n lo ten�amos como producto de las recuperaciones de todo el per�odo anterior. Pero no s�lo fue la existencia de un fondo de guerra y la de gente dispuesta a armarse lo que nos permiti� hacerlo, sino sobre todo la capacidad militar de ejecutar operaciones de abastecimiento en un terreno muy dif�cil, capacidad que implicaba planes, cuadros y estructuras que fueran capaces de cumplir sus prop�sitos aprovechando todas las posibilidades.

Si nosotros no hubi�ramos resuelto para el 10 de enero esa log�stica, dif�cilmente habr�amos podido crear la retaguardia. Precisamente, el ej�rcito comienza a lanzar en el transcurso de 1980 operaciones contra lo que hoy son las zonas de control y la resistencia que pudimos hacer en ese momento fue much�simo menor que la que logramos hacer despu�s del 10 de enero, cuando ya nos encontramos armados. Eso, sumado al hecho de haber logrado conquistar la retaguardia, nos da la posibilidad de hacer una resistencia efectiva y pasar a la creaci�n de nuestro ej�rcito.

La otra cuesti�n importante es que logramos niveles m�nimos de abastecimiento combinando las peque�as recuperaciones que hacemos en el per�odo que va de enero a julio-agosto del 81, ejecutando operaciones log�sticas capaces de mantener el abastecimiento en munici�n para poder resistir al ej�rcito; precisamente �ste tiende los cercos, busca la ofensiva, busca el choque con nosotros para agotar nuestro potencial log�stico pues sab�a que si nosotros agot�bamos las municiones iba a tener mayores posibilidades de aniquilarnos. Nuestra capacidad de recuperaci�n log�stica desconcierta al enemigo. Cuando consideraba que un frente hab�a sido ya desgastado, algunas semanas despu�s �ste recomenzaba a actuar y, a veces, con un nivel de operaciones mucho mayor de lo que �l pensaba que era posible ejecutar.

�Ahora, t� dices que hab�a mucho menos armas que hombres dispuestos a tomarlas en la ofensiva de enero del 81. Pero, dime, �la disposici�n a tomar las armas para una insurrecci�n no es diferente a la de tomar las armas para formar un ej�rcito popular que implica desplazarse del terreno donde se vive, etc�tera?

Joaqu�n Villalobos: �Obviamente eso es as�. Para poder convertir a la masa armada en un ej�rcito tuvo que darse un salto en la disciplina, se tuvo que lograr una mentalidad m�s estrat�gica en lo pol�tico y militar en los combatientes, una visi�n de mayor alcance de lo que es la guerra revolucionaria. Ahora, el hecho de que el movimiento revolucionario fuera capaz de defender esas zonas de retaguardia le permiti� ir modificando el comportamiento de sus efectivos militares, educ�ndolos en un sentido diferente y comenzar, en base a las mismas necesidades que ten�a de operar en otras zonas, a trasladarse a otros centros de operaciones, a buscar golpear al enemigo en otras situaciones, por supuesto que con deficiencias en un principio, pero �stas fueron resolvi�ndose en el mismo camino.

El 28 de marzo tiene la enorme virtud de empujar el movimiento revolucionario a actuar sobre los centros urbanos porque el enemigo, a ra�z de las elecciones, nos impone una batalla en las ciudades y eso obviamente va a incidir en un cambio fundamental de la mentalidad. Lo otro que obliga al movimiento revolucionario a moverse es la necesidad de comunicar sus propios frentes para mejorar la cooperaci�n. Eso va creando ya una disciplina en los combatientes en cuanto a que su participaci�n no est� ligada al problema de la defensa de un terreno, de una posici�n, que es uno de los problemas que m�s nos cost� superar en una primera etapa. La defensa del terreno es algo que est� ligado m�s a una lucha miliciana que a otra cosa. Pasar de eso a convertir a los combatientes en soldados de un ej�rcito revolucionario cost� muchos meses; cost� salir incluso de la etapa en la que est�bamos a la defensiva frente a las acciones que preparaba el ej�rcito para pasar a otra etapa en que fu�ramos nosotros los que determin�ramos cu�ndo se iba combatir.

 

3) LA DEFENSA DE POSICIONES UNA T�CTICA NECESARIA

�Partiendo de la base de que la verdadera guerra revolucionaria en El Salvador comenz� en enero de 1981 �lo que no quiere decir que en esta fecha se haya comenzado la lucha armada, ya que �sta sin duda exist�a hac�a varios a�os, pero s�lo en el sentido de acciones armadas dispersas, sin un plan global de ataque al enemigo�, �podr�as se�alarme cu�les son los principales per�odos por los que ha pasado esta guerra hasta la fecha y qu� balance haces de cada uno de ellos?

Joaqu�n Villalobos: �En primer lugar, yo dir�a mas bien que la guerra como fen�meno militar de importancia estrat�gica comienza ciertamente a partir de enero, pero que la guerra revolucionaria propiamente tal tiene presencia en los �ltimos diez a�os, a partir de que fue en el per�odo anterior a enero donde se producen dos fen�menos importantes: por un lado, el desarrollo de cuadros que ser�an los futuros cuadros de conducci�n del ej�rcito revolucionario, los que en un momento pudieron haber conducido a una insurrecci�n y m�s adelante son los que logran conducir a un ej�rcito revolucionario. Por otro lado, la capacidad que tiene ese aparato armado de organizar un poderoso movimiento revolucionario de masas que lleva al enfrentamiento militar con el enemigo.

Es importante en este punto el per�odo de la autodefensa de las masas, m�todo que es empleado por todo el movimiento revolucionario. Los n�cleos de combatientes, de milicianos, se insertaban en las manifestaciones, en los actos de masas; ocupaban f�bricas, instituciones del estado, iglesias. Esa fue una de las expresiones m�s importantes que tuvo el movimiento de masas en ese per�odo en El Salvador: la presencia militar, la presencia armada en su seno.

En el mismo entierro de monse�or Romero el papel que juegan los milicianos y combatientes es muy importante y hoy muchos de ellos son cuadros de direcci�n del ej�rcito revolucionario, aunque tambi�n hay toda una generaci�n nueva de cuadros producto de los �ltimos dos a�os de guerra.

Otro elemento tambi�n importante es que la lucha armada nos permiti� la acumulaci�n de recursos y capacidades b�sicas para poder desarrollar la siguiente etapa de la guerra revolucionaria. Yo dir�a que el 10 de enero es la expresi�n mas alta de esa acumulaci�n militar de fuerzas y tiene una enorme importancia desde el punto de vista pol�tico; hay quienes han dicho que esa fue la carta de presentaci�n del movimiento revolucionario salvadore�o a nivel internacional. En el plano pol�tico interno sirvi� incluso a las mismas masas en el sentido de que conocieran cual era el potencial militar del movimiento revolucionario; les dio confianza, vieron que eso pod�a apuntar hacia una nueva acumulaci�n de fuerzas en un momento en que ya el movimiento revolucionario estaba perdiendo su principal instrumento de presencia que era la lucha abierta de las masas como resultado del terror enemigo.

Despu�s de la ofensiva de enero del 81, hay un per�odo que juega un papel de gran importancia y que es al que nos hemos estado refiriendo en la otra pregunta acerca del desarrollo del movimiento revolucionario, sobre todo en el campo militar. Porque a corto plazo, luego de enero, no pod�amos lanzar una contraofensiva con objetivos insurreccionales. Era obvio que lo que necesit�bamos en ese momento, fundamentalmente, era el desarrollo de nuestra fuerza militar. Los seis meses subsiguientes a enero fueron un per�odo de resistencia, de consolidaci�n de la retaguardia, de desarrollo de nuestras fuerzas y de avance hacia una etapa cualitativamente de m�s calidad en el terreno militar, que tiene su primera expresi�n en la campa�a de julio y agosto.

�Ahora, durante esa etapa, �cu�les fueron las orientaciones que se dieron desde el punto de vista militar?

Joaqu�n Villalobos: �Plan militar en el sentido ofensivo no hab�a, porque todas nuestras posibilidades no pod�an ir mas all� de aprovechar las ofensivas del enemigo para desgastarlo. Y lo logramos. El ej�rcito reconoce, para el mes de julio de 1981, trescientas bajas entre muertos y heridos; aproximadamente cuatrocientos muertos en todo ese per�odo, incluidos cuarenta oficiales. Esto refleja los costos elevad�simos que para el ej�rcito tuvieron esos seis meses de insistencia en desalojarnos de nuestras posiciones, de intentar el aniquilamiento de nuestras fuerzas. El �nico golpe de gran envergadura y el m�s importante que nos ha dado en toda la historia de la guerra fue el 17 de enero del 81, cuando una columna de nuestras fuerzas es cercada en el occidente del pa�s y m�s de cien combatientes, incluidos sus principales jefes, murieron combatiendo heroicamente hasta la �ltima bala en el cant�n Cutumay Camones, en Santa Ana.

��En plena ofensiva...?

Joaqu�n Villalobos: �S�, digamos en la fase que la ofensiva empieza a decrecer, en Santa Ana. Despu�s de eso el ej�rcito lo que logra es hallar armas embutidas, desarticular las estructuras urbanas, pero las bajas que �l nos causa en sus ofensivas no pasan de ocho o nueve combatientes, milicianos y fundamentalmente colaboradores y poblaci�n civil. Lo que el movimiento revolucionario aplica en este per�odo como t�ctica fundamental, la defensa de posiciones, no dej� de provocar un cierto desconcierto.

Ahora, �fue la defensa de posiciones en nuestro caso un error? Yo dir�a que eso debe ser revisado a la luz de las mismas caracter�sticas del terreno en que tenemos que luchar. �Por qu� raz�n? Porque es un terreno muy estrecho, y no hay, obviamente, mucho donde moverse. �Qu� papel juega la defensa de posiciones en el desgaste del ej�rcito? Obligarlo a tener que asaltar trincheras... O sea, las tres mil bajas del ej�rcito son producto de la defensa de posiciones. En el caso de Moraz�n, la ofensiva de marzo del 81 por intentar capturar la Radio Venceremos, �qu� le dej� al ej�rcito? Decenas de muertos y centenares de heridos. El ej�rcito empe�� millones de balas, miles de bombas de avi�n, y no obtuvo el m�s m�nimo resultado en veintid�s d�as de combate intentando asaltar las posiciones que el FMLN controlaba. Finalmente debimos movernos, pero ya era otra situaci�n. �Qu� hubiera sucedido si nosotros empleamos en ese per�odo fundamentalmente una t�ctica de movimiento? Lo m�s seguro es que una t�ctica de movimiento le hubiera dado a ellos posibilidades de aniquilamiento. �Porqu� raz�n? Entre otras porque nosotros ten�amos que movernos con masas.

��Por qu� necesariamente ten�an que moverse con masas?

Joaqu�n Villalobos: �Porque de ellas depend�amos. O sea, nosotros en esa retaguardia sin las masas no hubi�ramos tenido la mayor posibilidad, ni de contar con reservas humanas ni de contar con abastecimientos. El mismo terreno nos impone el tener que depender de esa masa para poder sobrevivir. Nosotros deb�amos protegerla y considerarla en cualquier idea de maniobra militar. El enemigo siempre ha considerado a la masa como objetivo militar y eso afectaba directamente a nuestras fuerzas. Entonces �qu� suced�a? Que nosotros ten�amos por fuerza que elevarle los costos al enemigo cada metro que avanzaba, de tal manera que, cuando nosotros nos ve�amos obligados a desplazarnos, el ej�rcito ya no era capaz de poder maniobrar contra nuestra fuerza, porque eso lo ten�a que hacer despu�s de muchos d�as de combate. Cuando se da la ofensiva de marzo en Moraz�n, el ej�rcito empe�a veintid�s d�as en campa�a; se mantiene veintid�s d�as en ofensiva, y el FMLN resiste, mantiene las posiciones... ahora, desde el punto de vista pol�tico, en aquellos momentos esto es tambi�n una recuperaci�n. �Por qu� raz�n? Porque tuvo efectos pol�ticos el que el ej�rcito pasara m�s de veinte d�as en campa�a, y no obtuviera resultados concretos. Ahora, nosotros no ten�amos en ese momento capacidad para golpearlo a fondo. O sea, la resistencia se convierte en la principal expresi�n de desarrollo y de fuerza militar por parte del FMLN y deriva en la imposibilidad del ej�rcito enemigo de restablecer el control en nuestra zona; y eso provoca un enorme desgaste pol�tico y militar para �l. La defensa obligada de posiciones se convierte as� en un gran acierto y en la principal t�ctica en ese per�odo.

El mismo Garc�a dec�a que nosotros est�bamos perdidos, porque una guerra de posiciones requiere de una enorme log�stica, pero el movimiento revolucionario logra resolver esto ejecutando operaciones log�sticas por un lado y, fundamentalmente, porque frente a la necesidad de hacer una defensa de posiciones, logra hacer uso adecuado del parque, logra educar a sus combatientes en una serie de normas... Al principio no lo logr�bamos, hab�a obviamente problemas, pero en la medida en que se va resistiendo, el mismo combatiente sabe que termina �sta ofensiva y le puede venir otra y que tiene que contar con lo que tiene de municiones para una, dos o tres posibles ofensivas del ej�rcito.

�Antes de pasar a la campa�a de julio y agosto. T� me has hablado m�s bien de los aspectos positivos de �sta etapa, digamos de defensa de posiciones. �Hay algunos elementos autocr�ticos que valga la pena se�alar?

Joaqu�n Villalobos: �S�, yo creo que hay dos elementos importantes que se�alar. Uno, el problema de que esa ligaz�n del movimiento revolucionario con las masas, si bien tiene en el contexto global un efecto positivo y le permite sobrevivir, tambi�n tiene un efecto negativo: la dispersi�n del poder armado del movimiento revolucionario que incide en el retraso de la creaci�n de sus fuerzas operacionales estrat�gicas. O sea, la dispersi�n de ese poder de fuego lo liga m�s �lo que se se�alaba en una de las preguntas que me hac�as� a un fen�meno m�s miliciano, que a lo que en ese momento era necesario, que era la creaci�n de un ej�rcito guerrillero.

El terreno deb�a de ser escogido por nosotros como el mejor para la creaci�n de ese ej�rcito, para defenderlo y para poder provocar el desgaste del enemigo, no pod�amos supeditarnos �nicamente a la necesidad de la defensa de las masas. Pero esto no siempre se hizo as�. La misma pr�ctica, la misma realidad, la misma vida, fue demostrando que eso era un error y oblig� a todo el mundo a tener que pasar a aplicar un planteamiento de concentraci�n del poder militar, que abarc� las armas y los cuadros.

Otra cosa importante que se�alar es que, si bien fue acertado el concepto de la defensa de posiciones, ya que era una necesidad del movimiento revolucionario, eso debilit� la que debi� ser una t�ctica permanente del movimiento revolucionario: la lucha en las v�as de comunicaci�n. Las condiciones nos imponen un esquema y no se implementa una t�ctica de ataque al enemigo en movimiento que permitiera, por lo menos, aprender a combatir en las v�as de comunicaci�n. En ese momento, la lucha en las v�as de comunicaci�n es concebida como acciones de hostigamiento, de contenci�n y no como la t�ctica fundamental para alcanzar el aniquilamiento de unidades enemigas. Ahora, a pesar de estos juicios cr�ticos con respecto a ese per�odo, s� conviene insistir en que ese fue un planteamiento acertado en el contexto de lo que eran las condiciones objetivas de El Salvador, a partir de las necesidades de las masas y las condiciones mismas del terreno en el que nos tocaba combatir.

El movimiento revolucionario en ese momento necesitaba conservar y consolidar su retaguardia. Aplicar una t�ctica de movimiento en ese momento hubiera sido err�neo. Nuestras fuerzas no ten�an todav�a capacidad para realizar una maniobra y el terreno, por su estrechez, no se prestaba para pasar constantemente de una zona a otra. Salir de nuestras zonas implicaba caer en otros teatros de operaciones del enemigo, en un momento en que el ej�rcito contaba con condiciones para poder mantener campa�as de hasta treinta o cuarenta d�as de duraci�n. Adem�s, nosotros carg�bamos con la responsabilidad, no s�lo de nuestro ej�rcito naciente en ese momento, sino tambi�n con la responsabilidad de proteger a esa masa, ligada en muchos casos por lazos familiares a nuestros combatientes y, adem�s, era ella, la masa, que nos prove�a de abastecimientos y en la que resid�an las reservas humanas para poder continuar formando nuevos combatientes. �stas consideraciones explican por qu� era necesario entonces hacer esa defensa de posiciones.

Hay dos puntos del territorio sobre los cuales el FMLN tuvo control y luego lo perdi�: el cerro de Conchagua y el frente de Caba�as. En el caso de Conchagua fueron las caracter�sticas del terreno, la falta de trabajo pol�tico en la poblaci�n y la proximidad del puerto de La Uni�n, lo que impidi� conservar esa posici�n. En el caso de Caba�as, este punto se pierde por la inexistencia de una base social que nos apoyara. Ambos frentes quedan reducidos a peque�as unidades con alguna movilidad. Es la defensa de posiciones lo que permite convertir a Moraz�n y a Chalatenango en lo que son, lo que permite que Guazapa sobreviva, a treinta kil�metros de la capital. Sin la defensa de posiciones, lo m�s seguro es que el enemigo hubiera podido ocuparnos determinadas posiciones, oblig�ndonos a caer en otros terrenos m�s desventajosos, m�s dif�ciles, y hubiera sido bastante problem�tico que pudieran sobrevivir las siete concentraciones estrat�gicas del FMLN. En el caso de San Agust�n, que es una zona llana con algunas alturas cercanas, a pesar de que el terreno no es el mejor, no es el m�s optimo, el enorme apoyo de masas con que se cuenta en ese punto es lo que posibilita que ese frente sobreviva como un fen�meno excepcional. Si Guazapa, a escasos kil�metros de la capital, es una demostraci�n de las particularidades de la guerra en El Salvador, el fen�meno de San Agust�n es otro fen�meno importante. Se trata de un terreno llano, lleno de cultivos de algod�n, donde no hay mayor posibilidad de cobertura y, a pesar de esas condiciones, a una hora y unos cuantos minutos de una carretera estrat�gica, subsiste otro frente y logra sobrevivir por el apoyo de masas con que cuenta.

Sintetizando entonces, la defensa de posiciones jug� un papel fundamental en esa etapa de la guerra.

 

4) FRACASO ENEMIGO PARA OCUPAR RADIO VENCEREMOS

Seis meses despu�s de la ofensiva de enero, exactamente para el mes de julio y principios de agosto, el movimiento revolucionario logra, en base a la experiencia militar que ha acumulado en toda la etapa de resistencia, dar los primeros saltos de calidad y tomar las primeras iniciativas en el terreno militar. Sale as� de la etapa en la cual todo estaba definido a partir de lo que hac�a el ej�rcito, de las ofensivas que montaba. Logra, adem�s, ocupar por primera vez una posici�n militar enemiga rendir sus fuerzas, hacer prisioneros, capturar armas, realizar una emboscada importante, y, posterior a esto, logra resistir con bastante efectividad toda la respuesta que el ej�rcito lanza contra el punto donde fundamentalmente se despleg� �sta campa�a, que fue precisamente en el mismo departamento de Moraz�n, en la poblaci�n de Perqu�n. Perqu�n es una altura estrat�gica en el departamento; su importancia es militar, no es pol�tica. Quien domina esa posici�n domina pr�cticamente todo el norte del departamento, y eso permite al FMLN unir la comunicaci�n entre las posiciones m�s importantes en esa zona de control. Lo que el ej�rcito buscaba era mantenerlas cortadas.

��Podr�as explicarme en qu� consisti� �sta campa�a? �Qu� objetivos pretend�a alcanzar?

Joaqu�n Villalobos: �Por primera vez nos propusimos lograr el aniquilamiento de fuerzas vivas del enemigo. Hasta ese momento hab�amos logrado mantener un nivel de desgaste, un nivel de hostigamiento, y en �sta campa�a nos propon�amos lograr una acci�n en la cual recuper�ramos armas, hici�ramos prisioneros.. Y eso se consigui�. Se consigui� con la combinaci�n, por un lado, de una operaci�n principal planteada en el departamento de Moraz�n con la toma de la poblaci�n de Perqu�n, y emboscadas de aniquilamiento en las rutas de aproximaci�n.

��Toma de poblaci�n, no del cuartel

Joaqu�n Villalobos: �S�, de la poblaci�n y asedio al cuartel para lograr su rendici�n. Se logr� tomar la poblaci�n y result� efectiva una emboscada de aniquilamiento al primer refuerzo que env�a el ej�rcito proveniente de La Guacamaya, que es tradicionalmente la posici�n estrat�gica del movimiento revolucionario dentro de la zona de control, que hab�a sido ocupada por el ej�rcito despu�s de la campa�a de marzo y abril. En la campa�a de julio y agosto el ej�rcito tiene obligadamente que desplazar esa fuerza, sacarla de la zona de control, nuestras fuerzas la emboscan, le recuperan armamento, y ocupan de nuevo la posici�n. Despu�s de esto viene la acci�n combinada de sabotaje a la energ�a, y de hostigamiento en las carreteras en todo el resto del pa�s, a lo que se agrega la realizaci�n de operaciones de importancia en la capital, como la operaci�n de sabotaje que lleva a cabo un compa�ero, sargento de la Polic�a Nacional, al interior del Cuartel Central de la Polic�a, que destruye veh�culos blindados y parte del edificio.

��Qu� balance haces t� de esta campa�a?

Joaqu�n Villalobos: �Bueno, yo creo que quiz� tiene un valor m�s importante hacer un balance m�s general de esta y otras campa�as, porque los errores que se cometieron van a aparecer como una constante y quiz� sea mejor enfocarlos de manera global.

Posterior a esta campa�a fue posible ir manteniendo, de alguna manera, iniciativas de alguna importancia. Y en lo que va de agosto a diciembre, se aprovecha la experiencia y se forman nuevas fuerzas, hasta llegar a diciembre, en donde el ej�rcito, nuevamente retado por la existencia de la Radio Venceremos en Moraz�n, lanza uno de los operativos m�s grandes que haya lanzado hasta ese per�odo, pero con cambios importantes en la t�ctica, tratando de lograr un avance en profundidad en nuestra zona de control que le permitiera llegar r�pidamente al lugar donde estaba la radio. Peque�as unidades desembarcaron fundamentalmente por el norte del departamento, zona donde nosotros ten�amos escasa defensa. En la etapa inicial del operativo tuvieron �xito, en cuanto desordenaron la defensa del frente y obligaron a realizar movimientos no muy coordinados.

Se podr�a decir que ellos lanzaron ese operativo habiendo realizado un balance y un buen an�lisis de nuestra t�ctica de defensa de posiciones, tratando de romper el esquema que era aplicado por nosotros. Le dan alta movilidad a sus unidades, meten dos armas de apoyo por cada escuadra para darle capacidad de asaltar posiciones, de ir desalojando las trincheras nuestras, y act�an con grandes concentraciones de fuerzas en la periferia, ocupando las posibles zonas de repliegue nuestro. Nos logran ocupar un transmisor de la radio en una emboscada. Ellos dijeron que hab�an ocupado toda la radio, que incluso hab�an tomado prisioneros hasta a los locutores. Eso era falso e hicieron el rid�culo. Y la prueba fue que a los veinte d�as la radio funcionaba de nuevo.

El que la radio dejara de funcionar lleg� a constituir para el ej�rcito un gran �xito, pero de duraci�n muy ef�mera. Logr� adem�s dejar nuevamente fuerzas en La Guacamaya, recuperando la posici�n que hab�a perdido en julio y agosto. Oblig� a la concentraci�n de fuerza militar del FMLN a desplazarse y estar en constante movimiento al tratar de cercarla. Fue un momento dif�cil, pero se pudo maniobrar y las masas organizadas maniobraron junto con la fuerza militar. El ej�rcito, al ver caer en el vac�o su golpe, realiza una de las mayores masacres de poblaci�n civil, asesinando a m�s de mil personas en El Mozote y otros cantones, y para ello utiliza las tropas del Batall�n Atlacatl, entrenadas por asesores norteamericanos. Pero luego, cuando el ej�rcito entra en agotamiento, nuestras fuerzas toman nuevamente la iniciativa. Esto es ya a finales de diciembre aproximadamente... Cercan la poblaci�n de La Guacamaya y luego logran aniquilar la posici�n enemiga, incluso muere ah� un teniente de los que hab�an quedado a cargo de la posici�n. Se recupera La Guacamaya y la radio sale al aire. Esto constituye una gran victoria, a diferencia de lo de julio y agosto; no s�lo se toma la iniciativa, sino que significa la derrota total de la ofensiva enemiga. Fracasa uno de los operativos mas grandes que hab�a lanzado contra la zona. O sea que �se es otro momento importante, es el momento en el cual nosotros pasamos a tomar una iniciativa ya en el terreno de las mismas ofensivas que el enemigo nos ejecuta.

��cu�nta gente hab�a en el cuartel?

Joaqu�n Villalobos: �Hab�a como sesenta soldados en la posici�n de La Guacamaya y otros m�s desplazados en El Mozote y Arambala, si mal no recuerdo, se recuperaron como veinticinco armas, muri� el teniente, y buena parte de esa fuerza. El resto logr� evadir el cerco. En julio y agosto se da un primer salto, pero ellos siguen manteniendo la iniciativa. Ya de diciembre a marzo, se abre una disputa permanente de que el ej�rcito este realizando ofensivas y el movimiento revolucionario se mantiene golpeando.

�No se limita a la defensa.

Joaqu�n Villalobos: �Ya no se limita s�lo a la defensa. El enemigo reduce la fuerza y el tiempo de las ofensivas y cada vez mas los acontecimientos van siendo determinados por lo que hace el FMLN y no por las iniciativas del enemigo.

 

5) NUEVA T�CTICA FRENTE A LAS ELECCIONES DE MARZO DEL 82

La etapa siguiente va de diciembre a marzo, y consiste en realizar dichas presiones sobre las �reas urbanas, acompa�adas de golpes de aniquilamiento constantes a posiciones menores del enemigo en Moraz�n y Chalatenango, con lo que se logra una importante recuperaci�n de armas. El accionar del FMLN en este per�odo est� determinado por el contexto pol�tico de la campa�a electoral. Habr�a sido un gran error que el movimiento revolucionario hubiera visto superficialmente el planteamiento electoral del enemigo, o no lo hubiera tomado en cuenta, ya que eso defin�a, en alguna medida, cual iba a ser el comportamiento de las masas, el comportamiento del resto de las masas, el comportamiento del resto de fuerzas pol�ticas internas, y otro aspecto importante, el comportamiento de casi todas las fuerzas internacionales que tienen alg�n peso interno en El Salvador.

Estos factores determinan tambi�n los planteamientos militares que hab�a que adoptar. El proceso de actividad militar que va de diciembre a marzo est� caracterizado precisamente por el contenido pol�tico de las acciones, por la necesidad de presionar sobre las �reas urbanas, por acciones espectaculares, como fue la del aeropuerto, que buscaban desmoralizar al ej�rcito y elevar el nivel combativo de las masas. En ese per�odo se realizan incursiones a la capital, a Santa Ana, Usulut�n, San Vicente, San Miguel, pr�cticamente a todas las principales ciudades del pa�s. El ataque a la base a�rea de Ilopango se realiz� el 27 de enero de 1982 mediante una operaci�n comando que logr� destruir el 70% de los medios a�reos del ej�rcito salvadore�o. Esta acci�n conmueve al ej�rcito y provoca la aceleraci�n de la ayuda norteamericana en medios y recursos econ�micos para que este pueda reponerse del golpe.

Dentro de ese marco de presiones sobre �reas urbanas es que se llega a la ofensiva militar de marzo del FMLN. Alrededor de este tema hay todav�a un debate largo por hacerse. Yo lo valoro globalmente como un acierto pol�tico y militar. Ahora, entrar a los detalles, determinar si los logros parciales fueron mayores o menores de lo que pudieran haber sido, ya es otra cosa. En torno a eso s� es posible discutir, para determinar si el movimiento revolucionario fue capaz en ese momento de imprimirle a aquella coyuntura toda la fuerza que era capaz de mover y la que el momento requer�a, o si por razones de su t�ctica militar o de su insuficiente empe�o pol�tico esto no se dio. Aqu� juegan tambi�n incluso los problemas mismos de la unidad: c�mo elabor� el plan, qui�nes sosten�an una tesis, qui�nes sosten�an otra. Todos esos elementos vienen a conjugarse. Todas las fuerzas no ten�amos una misma valoraci�n pol�tica de esa coyuntura.

Dejemos por ahora de lado estos problemas y hablemos de las acciones del 28 de marzo. Para que esta fecha se convirtiera en el inicio de una debacle al interior del enemigo se necesitaba una acci�n de contenido estrat�gico del movimiento revolucionario y un empe�o audaz de su fuerza. No un empe�o del 10 o el 15%, sino un empe�o del cien por ciento de sus fuerzas. Sin llegar a convertir aquello en una batalla final para nosotros, hab�a que dar una batalla estrat�gica que por lo menos debilitara el resultado electoral.

Efectivamente, el ej�rcito mueve por v�a a�rea dos compa��as a la posici�n de San Fernando, que est� inmediata al occidente de Perqu�n, aproximadamente a unos diez kil�metros y adem�s ordena evacuar el cuartelito de Perqu�n para proceder luego a intentar recapturar la posici�n. Una parte de la fuerza del cuartelito logra fugarse, otros caen prisioneros y la poblaci�n es ocupada por nuestras fuerzas.

��En qu� consisti�, en lo fundamental, el plan de marzo?

Joaqu�n Villalobos: �Fundamentalmente �ste consist�a en tratar de obtener una victoria militar en un punto del pa�s, que fuera capaz de desencadenar un movimiento insurreccional en ese punto y, si era posible, de ah� derivar a otros puntos. Esto pod�a llevar a dos resultados: primero, que el movimiento revolucionario lograra rescatar para s� al factor masas urbanas y poder as� continuar avanzando con una l�nea insurreccional como un elemento acelerador de la guerra; segundo, que se presentara una coyuntura de descomposici�n, de deterioro del enemigo, que pudiera derivar en una ofensiva de caracter�sticas finales, aunque seg�n nuestros c�lculos eso era lo m�s improbable. Lo importante era tratar de dinamizar el movimiento de masas urbano mediante una acci�n victoriosa cuyo dise�o fundamental deb�a ser militar. O sea, no partir de que las masas se alzaran desde el primer momento, como era el esquema del 10 de enero, sino partir de acciones militares que, por su acierto y precisi�n, lograran darle un fuerte empuje a las masas. Y si esto no resultaba, nuestro plan era tratar de complicar al m�ximo el desarrollo de las elecciones y esto se logr� bastante bien. Sus resultados se fueron haciendo sentir con el paso de los d�as.

��Con qu� criterio se eligi� el punto d�nde se iba a concentrar el esfuerzo pol�tico-militar?

Joaqu�n Villalobos: �Yo creo que el punto elegido explica precisamente el plan. En el oriente del pa�s podr�an haberse escogido otros puntos, pero se escoge Usulut�n por las siguientes razones: primero, la debilidad de la guarnici�n del ej�rcito, de trescientos o cuatrocientos efectivos que pod�an llegar a rendirse sobre la base de mantenerlos asediados durante varios d�as. En segundo lugar, el frente que all� exist�a ten�a la posibilidad de ejercer presi�n sobre la ciudad, pod�a envolver a la ciudad, controlar sus v�as de comunicaci�n. En tercer lugar, es el lugar de oriente donde las masas del interior de la ciudad tienen el mas alto nivel de politizaci�n, la mayor tradici�n hist�rica de lucha, por lo tanto era m�s factible que participaran en acciones insureccionales. En cuarto lugar, en ese punto era posible concentrar una buena cantidad de fuerzas por parte del FMLN y era posible que el resto de frentes le prestaran una cooperaci�n militar importante controlando las v�as de comunicaci�n. Y, por �ltimo, en ese frente estaban sus fuerzas con m�s experiencia en el combate urbano, por las constantes incursiones que hab�an realizado anteriormente a las ciudades.

Ahora, el objetivo militar fundamental de una primera etapa no era lograr la insurrecci�n en Usulut�n, sino garantizar el aislamiento del oriente del pa�s, y de esa ciudad espec�ficamente, para hacer posible un asedio prolongado al cuartel, que comenzara basado en nuestras fuerzas militares para luego fortalecerse con una creciente participaci�n de las masas, generaliz�ndose de esta manera los combates en esa ciudad.

Part�amos de la apreciaci�n de que un quiebre estrat�gico en una de las guarniciones m�s importantes del ej�rcito provocar�a su debilitamiento general.

��O sea que el plan depend�a en gran medida de la capacidad que se tuviera para no dejar pasar los refuerzos?

Joaqu�n Villalobos: �Efectivamente, sin eso el plan estaba perdido y de eso est�bamos claros, pues. Ahora, �qu� ocurri�? La primera meta del plan se logr�, participaron centenares de gentes en las acciones de Usulut�n, mantuvimos la ciudad ocupada por espacio de m�s de una semana; mantuvimos posiciones a escasos metros del cuartel del ej�rcito y provocamos una desestabilizaci�n de todo el oriente del pa�s que impidi� las elecciones pr�cticamente en cuatro departamentos: Usulut�n, San Miguel, Moraz�n y La Uni�n.

680. Ahora, no se logr� realizar nuestro objetivo fundamental que era ocupar el cuartel de Usulut�n mediante un asedio prolongado, por d�as. Despu�s de las elecciones el ej�rcito logra recuperar la ciudad. Si los refuerzos no hubieran llegado, en cuatro o cinco d�as m�s de asedio, nosotros habr�amos rendido al cuartel, produciendo un importante cambio en la correlaci�n de fuerzas en el oriente del pa�s. Ya ten�amos ocupadas las tres cuartas partes de la ciudad. Est�bamos combatiendo a cien metros del cuartel y ya hab�amos empezado a hacer disparos de artiller�a contra sus posiciones principales. M�s de quinientas gentes hab�an comenzado a incorporarse a la lucha.

��Por qu� falla esa parte del plan?

Joaqu�n Villalobos: �Porque los refuerzos del enemigo logran llegar a la ciudad y cambia la correlaci�n de fuerzas. En primer lugar, las rutas estrat�gicas de aproximaci�n quedaron libres y le permitieron al enemigo desplazar fuerzas importantes al oriente del pa�s. Y en segundo lugar, las fuerzas nuestras que est�n en Usulut�n ponen un empe�o mucho mayor en reducir al enemigo interno que en controlar a los refuerzos. Se puso un cuidado mayor en el plan de asedio y se hizo un dise�o insuficiente del plan de combate en las rutas inmediatas de aproximaci�n del enemigo: la mayor cantidad de fuerza, los mej ores hombres y mandos fueron destinados al asedio, concentrando all� mayor poder de fuego. Por otra parte, las fuerzas destinadas a las rutas de aproximaci�n no s�lo eran menores, sino que tambi�n estaban distribuidas en forma dispersa, lo que hac�a dif�cil dar un fuerte golpe al enemigo para obligarlo a detenerse o bien lograr aniquilarle fuerzas.

Estos errores o debilidades del FMLN eran conocidos por el ej�rcito enemigo y por eso, para derrotarnos en Usulut�n, �ste no se empe�a solamente en penetrar, en forma inmediata, con sus fuerzas, sino que la parte fundamental de su maniobra es un despliegue estrat�gico de cerco a toda la ciudad. Nosotros deber�amos haber realizado esa operaci�n y, sin embargo, permitimos al enemigo hacerlo porque nuestras fuerzas estaban, en su mayor parte, concentradas en el interior de la ciudad.

��El plan de marzo no contemplaba acciones en la capital?

Joaqu�n Villalobos: �Por supuesto. Sab�amos que all� el enemigo iba a concentrar sus fuerzas para dar la imagen de un pa�s que es capaz de realizar elecciones. Por eso nosotros planificamos que las elecciones se dieran en un contexto de combates urbanos. Pretend�amos entrar a San Salvador el 27 por la noche, para tratar de permanecer combatiendo en la ciudad durante el d�a de las elecciones, 28 de marzo, el mayor tiempo que nos fuera posible. No sab�amos si �bamos a lograrlo. Obviamente, el ej�rcito ocupa la ciudad de San Salvador, destina all� a sus fuerzas especiales, coloca fuertes l�neas de defensa para impedir que nuestras fuerzas penetren. Sin embargo, nosotros logramos romper el cerco defensivo del ej�rcito pasando al interior de la ciudad y combatimos all� durante aproximadamente ocho horas, en unos puntos m�s, en otros puntos menos, y nos retiramos sin tener mayores dificultades. Pero no pudimos mantenernos all� durante todo el proceso.

Las acciones del 28 de marzo dejan el proyecto electoral en crisis, aunque en lo inmediato el gobierno, que controla los medios de comunicaci�n, logra dar una imagen diferente, porque de hecho hubo elecciones en varios departamentos del pa�s y eso le sirve, pol�ticamente, especialmente para los primeros momentos de su propaganda internacional.

Ahora, con el triunfo de la Alianza Republicana Nacionalista, ARENA, el partido de la derecha, y el aparente �xito de las elecciones, el ej�rcito cay� en apreciaciones subjetivas que lo condujeron a errores que despu�s va a pagar muy caro. El ej�rcito, considerando que el movimiento guerrillero hab�a salido debilitado de la coyuntura electoral, pone m�s �nfasis en sus conflictos internos y, por otra parte, no se imagina jam�s el significativo avance que dar� el FMLN en la campa�a de junio. Por todas estas razones nosotros no consideramos como una derrota la batalla de marzo. Simplemente, no alcanzamos las metas estrat�gicas a las que aspir�bamos, pero ello ocurri� no tanto porque nuestra evaluaci�n de la coyuntura hubiera sido incorrecta, sino porque cometimos importantes errores t�cticos en la implementaci�n de los planes.

Por otra parte, luego de estas acciones del 28, y en parte producto de ellas, que constituyen toda una asimilaci�n importante de experiencias para el movimiento revolucionario, el enemigo entra en un proceso de contradicciones pol�ticas muy serias, entra en el per�odo m�s grave de contradicciones de toda la historia del proceso.

 

6) LA CAMPA�A DE JUNIO: COMIENZO DE LA DERROTA DEL EJ�RCITO

Despu�s de que el enemigo nos considera derrotados al retomar Usulut�n, viene la respuesta nuestra de junio: etapa en que se produce un giro estrat�gico determinante.

Ah� comienza la derrota del ej�rcito salvadore�o y un proceso incontenible hacia la victoria del movimiento revolucionario. Empezamos a demo strar ante el mundo que podemos ganar la guerra. Terminado el proceso electoral ya nuestra respuesta al enemigo no est� sobredeterminada por la necesidad de dar una respuesta pol�tica a una coyuntura determinada que subordinara nuestro accionar militar a esa finalidad pol�tica. Nuestro problema fundamental pasa a ser entonces: �c�mo quebrar militarmente al ej�rcito?

Se nos impone, de hecho, a pasar a la mayor�a de edad en lo militar. La t�ctica a emplear para vencer al ej�rcito pasa a ser el problema principal; es necesario lograr una mayor eficacia en el terreno militar: pasar de la defensa de posiciones a la guerra de movimiento, pasar de la dispersi�n a la concentraci�n de fuerzas.

Se hace un balance de las experiencias anteriores. Se utiliza un criterio m�s militar en la elaboraci�n de los planes. Su reserva absoluta pasa a ser ahora un requisito fundamental. En los planes insurreccionales anteriores, su discusi�n a diversos niveles, su mismo contenido de masas y la necesaria propaganda previa que ello exig�a pon�an en alerta al enemigo. Ahora el factor sorpresa pasa a ser un requisito indispensable. Se elimina el debate pormenorizado de los planes militares y sobre todo de su base pol�tica. Cada fuerza debe empe�arse en lograr los mejores resultados para ella, porque esto redundara en un avance para el movimiento revolucionario en general.

Otro elemento fundamental para hacer m�s efectivas nuestras operaciones es la necesidad de concentrar nuestras fuerzas y de poner especial acento en el ataque al enemigo en movimiento.

La campa�a Comandante Gonzalo �que toma su nombre de uno de los cuadros m�s importantes que cae en Usulut�n, el segundo mando de todo el operativo subjefe del Frente Sur y fundador de las fuerzas del Frente Suroriental� consist�a en cerrar una posici�n enemiga para obligar al ej�rcito a desplazarse y atacar a los refuerzos en movimiento.

��Podr�as explicarme c�mo se llevo a cabo concretamente este plan?

Joaqu�n Villalobos: �Cercamos Perqu�n, una de las posiciones m�s importantes desde el punto de vista del terreno, en el departamento de Moraz�n. Era una posici�n menor, ten�a alrededor de cincuenta efectivos militares, un cuartelito peque�o. Ahora, el objetivo nuestro no era esta posici�n, sino el ataque a los refuerzos que supon�amos que el ej�rcito enviar�a, ya que ese es el punto m�s importante en el norte del pa�s, y es de gran utilidad para su comunicaci�n con Honduras.

En este momento, nuestro planteamiento es diferente de los anteriores �y es aqu� donde se expresa con mayor claridad el salto de calidad en la t�ctica�; ya no nos importa mantener Perqu�n o no mantenerlo. Obviamente, mantenemos el control de la poblaci�n, pero para avanzar en nuestra idea principal ponemos el acento en cercar al refuerzo enemigo, a los doscientos cincuenta soldados que est�n acantonados, en ese momento, en San Fernando.

Esto provoca un nuevo movimiento del ej�rcito, el desplazamiento de tres compa��as desde Torola, al suroccidente de San Fernando. Esta era la oportunidad que nosotros busc�bamos. El enemigo cae en la trampa. Desde que elaboramos el plan, nosotros sab�amos que una emboscada cl�sica muy dif�cilmente nos iba a salir, porque ya el ej�rcito conoc�a nuestro comportamiento, sab�a que le ganamos emboscadas de hostigamiento, sab�a que le pon�amos contenciones, etc�tera, y obviamente sus planes eran ocupar las alturas, o sea dominar las posiciones estrat�gicas, para poder avanzar por las rutas de aproximaci�n sin sufrir problemas.

Pero tambi�n nosotros nos hab�amos preparado para eso, para ejecutar maniobras que nos permitieran atacar al enemigo en movimiento, cerc�ndolo sobre la marcha. En el fondo, el principio de la emboscada se manten�a. El problema fundamental era lograr aniquilar una unidad importante del ej�rcito en movimiento. Esa era nuestra concepci�n. �C�mo iba a ser posible lograrlo? Esto iba a estar determinado por el terreno y por el comportamiento que el enemigo adoptara.

Cuando decimos que maniobramos, nos referimos a la construcci�n de la emboscada sobre la marcha misma, o sea, un concepto m�s din�mico, m�s realmente de guerra de movimiento. Y precisamente es lo que m�s resultado nos ha dado, porque el ej�rcito no se mueve ya tradicionalmente; adem�s, lo corto de los tramos donde tiene desplazarse le permiten moverse a pie, flanquear, o sea, no avanzar s�lo por la carretera, sino buscar otras rutas de aproximaci�n al objetivo, tomar las alturas pr�ximas, etc�tera.

Toda esa serie de elementos tienen que ser considerados por nuestras fuerzas. Entonces, �qu� es lo que nosotros tenemos que hacer? Bueno, ir trabajando sobre la marcha para hacerle un envolvimiento a la fuerza que se va desplazando, coloc�ndola en una situaci�n desventajosa, hasta que finalmente caiga en una emboscada. �Qu� fue realmente lo que pas� en el desplazamiento que hizo el ej�rcito con tres compa��as desde Torola, para tratar de salvar a los doscientos cincuenta soldados que estaban cercados en San Fernando? El ej�rcito avanz� a pie, en primer lugar, y no avanz� s�lo por la avenida de aproximaci�n principal; al detectarnos, hizo un movimiento de flanqueo por una quebrada, en un punto bajo del terreno. Y nuestras fuerzas fueron capaces de detectarlo, cercarlo, y aniquilarlo en esa posici�n. Cuando se est� en una situaci�n de ese tipo es peligros�simo ocupar una posici�n baja del terreno.

Ahora, ese fue el resultado de toda la dificultad que estaban teniendo en el intento de avanzar hacia su objetivo por diferentes rutas. No pod�an avanzar por la carretera principal, que es la que viene de Gotera... todos esos elementos coadyuvaron al plan, pero hace m�s compleja la acci�n de aniquilamiento. Los resultados de �sta acci�n fueron cuarenta y tres prisioneros, m�s de ochenta muertos, m�s de ciento setenta fusiles capturados, doce armas de apoyo que incluyan piezas de artiller�a ligera y miles de cartuchos.

Y en la fase final obtuvimos una importante victoria pol�tica y militar. Derribamos el helic�ptero en que viajaba el viceministro de Defensa, en el momento en que este intentaba llegar a San Fernando para levantar la moral de las fuerzas que all� estaban cercadas. Varios d�as despu�s, unidades del FMLN hacen prisionero al viceministro, que intentaba escapar hacia Honduras.

Esta grave derrota lleva al ej�rcito a decidir emplear una enorme cantidad de efectivos en una contraofensiva. Concentra m�s de seis mil hombres en Moraz�n, pero no obtiene otro resultado que el desgaste de sus fuerzas y la derrota del Batall�n Belloso, entrenado en Estados Unidos. Para hacer frente a esta contraofensiva se utiliza una nueva modalidad de actuar que se aplica en todos los frentes: el sabotaje generalizado al transporte de todo tipo, en las v�as de comunicaci�n. Decidimos no permitir la circulaci�n de veh�culos por la carretera, y empezamos a paralizar el transporte, y eso constituye un enorme golpe a la econom�a que, conjugado con el desgaste que est� sufriendo el ej�rcito en Moraz�n, lo obliga a retirarse de la zona. El ej�rcito tiene que aceptar el golpe sin habernos hecho nada. Debe retirarse sin cumplir su prop�sito de rescatar al viceministro de Defensa que hab�a tomado prisionero cuando derribamos el helic�ptero en que viajaba. Los hondure�os se quedan sin poder hacer mucho y con una fuerte denuncia en su contra.

 

7) UN SALTO DE CALIDAD

El nuevo planteamiento militar que se utiliza en la parte final de la campa�a, ya casi por julio, el sabotaje en las v�as de comunicaci�n, sabotaje a todo tipo de transporte: comercial, nacional, combustible, etc�tera, ya en su forma mas acabada aparece tambi�n como una forma de atacar al enemigo en movimiento. El ej�rcito se ve obligado a moverse para despejar los caminos; entonces, por nuestra parte, se generalizan las emboscadas de hostigamiento, que en esta campa�a todav�a no cobran una gran dimensi�n, pero en la siguiente campa�a, en la que estamos actualmente, en la de octubre, si aparecen como una modalidad fundamental. El sabotaje al transporte va a adquirir en el futuro una connotaci�n estrat�gica: el cierre, el bloqueo constante de las v�as de comunicaci�n y las emboscadas de hostigamiento sobre los desplazamientos del enemigo, que sale a patrullar las carreteras, tratando de mantener limpias las v�as de comunicaci�n para posibilitar el transporte de mercanc�as e insumos necesarios para el cultivo del algod�n, caf� y otros productos, se convertir�n en una parte fundamental de nuestros planes. El ej�rcito empieza a sufrir golpes en su intento por abrir las v�as. Esta nueva modalidad, que obliga al ej�rcito a moverse, y nos permite atacarlo en el momento en que tiene m�s desprotegidas sus defensas, se convierte en una ley para el movimiento revolucionario, se convierte en un salto de calidad. El ej�rcito se ve obligado a tener que ceder terreno, pero esto ser�a entrar ya a hablar de las principales manifestaciones que tiene la campa�a de octubre.

��Adoptan medidas de hecho o hac�an una campa�a propagand�stica previa anunciando que esas v�as no pod�an ser transitadas?

Joaqu�n Villalobos: �Se hac�a una labor de difusi�n de la medida como una forma de demostrar fuerza por parte del movimiento revolucionario. Era una disposici�n que deb�a ser acatada por todo el mundo. Esto tiene en s� una implicaci�n pol�tica: el hecho de demostrar que el ej�rcito no es capaz de controlar el territorio y que el movimiento revolucionario tiene un peso efectivo en el dominio de la situaci�n. Tambi�n la medida trata de evitar que vaya a salir perjudicada gente de la poblaci�n que, por necesidad, tiene que moverse.

��Los civiles respetaron esta medida o hubo gente que sali� con sus camiones por la ruta?

Joaqu�n Villalobos: �No, la medida fue respetada. O sea, fue una prueba de la fuerza que hab�amos logrado acumular en todo ese per�odo. Y una prueba efectiva.

��Los �nicos que se movieron fueron los militares?

Joaqu�n Villalobos: �Se movieron los militares y bueno, en los primeros d�as se movi� uno que otro veh�culo comercial, pero como la capacidad nuestra de actuar sobre las carreteras es real, no es ficticia, bastaron unos cuantos golpes para lograr la paralizaci�n efectiva. O sea, no hubo necesidad incluso de hacer una gran cantidad de sabotajes para que aquello fuera tomado en cuenta. Podemos considerar que las dos carreteras principales del pa�s, la Panamericana y la Litoral, en lo que era avanzar de San Salvador hacia el oriente y el norte del pa�s, fueron paralizadas en un 75%, y hacia el occidente fue disminuido su trafico por algunas acciones, aunque su efecto fue mucho menor. Esta es una zona donde el movimiento revolucionario no cuenta con tanta fuerza como para ejercer presi�n sobre las carreteras, pero hacia el oriente y hacia el norte, hacia Chalatenango, hubo pr�cticamente una paralizaci�n del transporte. Ya en la siguiente campa�a todo esto aparece con mucho mayor fuerza. El mismo enemigo consider� esto como una prueba de fuerza.

�Despu�s de la campa�a de junio, �qu� ocurre?

Joaqu�n Villalobos: �La campa�a Comandante Gonzalo tiene continuidad en las operaciones que se desarrollan en agosto; o sea, pr�cticamente es un plan ininterrumpido cuya intensidad disminuye, por supuesto, pero que dura tres meses: junio, julio y agosto. Luego hay una interrupci�n durante septiembre y los primeros diez d�as de octubre, cuando comienza nuestra siguiente campa�a. Hasta en esto se ve una manifestaci�n de avance del movimiento revolucionario: ahora logra tomar iniciativas y pasar a la ofensiva de manera mucho m�s r�pida que en las etapas anteriores.

Las operaciones de agosto tienen una importancia bien grande porque van a ser el cierre de la capacidad del ej�rcito de moverse. Ese es el papel que juega la emboscada en la ruta hacia Ciudad Barrios, la ocupaci�n de la poblaci�n de Yamabal, la ocupaci�n de la poblaci�n de la hacienda San Carlos en el volc�n Cacahuatique que, en conj unto, suman la p�rdida de m�s de una compa��a por parte del ej�rcito, entre prisioneros, muertos, heridos y armas capturadas.

�Entiendo que la emboscada en Ciudad Barrios fue una emboscada cl�sica. � C�mo pudieron hacerla si el enemigo ya estaba advertido de los m�todos que ustedes usaban?

Joaqu�n Villalobos: �Eso ocurre el 7 de agosto. El ej�rcito esta vez no toma las precauciones necesarias para avanzar por las v�as de comunicaci�n, se mueve en camiones y por la ruta principal que conduce a dicha unidad ocupada por el FMLN esa ma�ana. Para garantizar la emboscada disponemos nuestras fuerzas a ocho kil�metros del objetivo y tratamos de dar la impresi�n de que se trata de un hostigamiento a la ciudad para favorecer el movimiento enemigo. De esta manera los hicimos caer en una emboscada cl�sica donde hacemos uso de minas, fusiler�a contra los camiones en movimiento, logrando el aniquilamiento pr�cticamente total de ese refuerzo. Esto provoca una crisis de los movimientos del ej�rcito, que va incluso a tener una incidencia bien grande en el siguiente plan militar; el ej�rcito pierde movilidad y esto debilitar� sus posiciones menores. La otra importancia de esta parte del plan es la ocupaci�n total de una ciudad de m�s de veinte mil habitantes, Ciudad Barrios, cosa que no se hab�a logrado con anterioridad.

��Antes de entrar en la etapa actual de la guerra, podr�as hacer un balance de los principales logros de la campa�a de junio?

Joaqu�n Villalobos: �Las acciones de la campa�a de junio culminaron con la captura del viceministro de Defensa, la desarticulaci�n de dos compa��as del ej�rcito, la recuperaci�n de casi doscientas armas en un s�lo frente, en Moraz�n, la retirada forzada de doscientos cincuenta soldados que estaban cercados a territorio hondure�o, la participaci�n de casi seis mil efectivos de tropas salvadore�as y tres mil hondure�os en un operativo contra un s�lo frente sin obtener el m�s m�nimo resultado: no lograron sacarnos de nuestras posiciones y dejaron al ej�rcito con m�s de quinientas bajas y decenas de prisioneros. Y, lo fundamental, logramos demostrar lo que pretend�amos: que podemos ganar la guerra, y ganarla militarmente. Ese fue el planteamiento con el que se concibi� la campa�a de junio.

Ahora, esto fue posible debido a un salto en la t�ctica empleada. El movimiento revolucionario logra pasar de la defensa de posiciones a la guerra de movimientos, el control de las v�as de comunicaci�n aparece ahora como el elemento fundamental de su t�ctica militar.

Esto rompe todos los esquemas del ej�rcito, y ocurre en un momento en que �ste empieza a debilitarse. Por otro lado, este cambio de t�ctica implica para el movimiento revolucionario la apertura de una v�a permanente de abastecimiento log�stico, a trav�s de la recuperaci�n de armas.

Al analizar los resultados estad�sticos de la guerra, desde enero del 81 hasta esta fecha en que se ha recuperado un aproximado de mil armas de guerra, el mayor porcentaje de esas armas se concentra de junio a octubre. Solamente en la campa�a de junio-julio-agosto, en Moraz�n, recuperamos m�s de trescientas armas de guerra. Desde el punto de vista militar, derrotar a un ej�rcito es capturarle armas y hacerle prisioneros, porque hacerle s�lo bajas es desgastarlo, ya que �ste puede mantenerse en pie y conservar sus unidades estructurales aunque sufra un desgaste cuantioso.

Por otro lado, el movimiento revolucionario, en las acciones de hostigamiento, en el intento de ocupar posiciones, sufr�a m�s bajas que en una t�ctica de movimiento.

�Sufr�a bajas y gastaba mucho parque...

Joaqu�n Villalobos: �S�, gastaba grandes cantidades de municiones. Obviamente, el hostigamiento puede tener un alto valor pol�tico y militar en determinadas coyunturas, pero, evidentemente, no deja ning�n resultado log�stico.

En esta campa�a el movimiento revolucionario sale con m�s log�stica que con la que entra a las acciones militares, y con much�simas menos bajas que las que ha sufrido en cualquier combate anterior. Y eso es un cambio fundamental. Incluso las bajas nuestras, que son mucho menores que antes, no las sufrimos fundamentalmente por efecto del combate directo contra el enemigo, porque en la mayor parte de los combates nosotros ten�amos posiciones ventajosas, sino porque hemos tenido que hacer maniobras y las maniobras no permiten hacer el trabajo de ingenier�a, adquiriendo as� mayor efectividad las piezas de artiller�a del enemigo, los medios a�reos, los helic�pteros, los aviones... Esos son los que nos hacen las bajas. Si nosotros podemos hacer fortificaciones logramos disminuir ese porcentaje de bajas. Pero no siempre es posible hacerlo cuando se est� maniobrando, cuando se est� en contra del tiempo.

Estos son los principales resultados de esta campa�a; otro resultado positivo es que se logra modificar los t�rminos de la discusi�n militar dentro del FMLN, se cambia la forma en la que se elaboran los planes, se hacen planes m�s pr�cticos, con menos debate pol�tico. Los frutos de todo esto ya se est�n viendo en la campa�a de octubre.

 

8) HACIA EL COLAPSO MORAL DEL EJ�RCITO

��Qu� se propone la actual campa�a iniciada en octubre?

Joaqu�n Villalobos: �En la anterior campa�a nos propusimos probar que pod�amos ganar la guerra, ahora pretendemos ir empujando al ej�rcito a un punto de colapso moral. Para ganar a un ej�rcito no es necesario aniquilarle todos sus hombres ni quitarle todas sus armas, sino lograr su colapso moral.

�C�mo lograr esto? En el caso nuestro, sobre la base de profundizar las tres l�neas de la campa�a anterior; primero, acciones de aniquilamiento estrat�gico en los puntos del territorio donde esto sea posible; segundo, desestabilizaci�n nacional del pa�s mediante el sabotaje, fundamentalmente al transporte en las v�as de comunicaci�n, a la empresa el�ctrica, al sistema de comunicaciones telef�nicas y al combustible; tercero, emboscadas de hostigamiento y acciones de aniquilamiento menor. Profundizando esas l�neas, haciendo un mejor uso de das las fuerzas y aprovechando la alta moral combativa y el gran esfuerzo por desarrollarse que est�n haciendo todos nuestros frentes, avanzamos a provocar un colapso moral del ej�rcito enemigo. Esto ya comenz� a tener resultados: las acciones de aniquilamiento estrat�gico se producen en dos frentes: en Chalatenango y en Moraz�n.

En segundo lugar, la acci�n de desestabilizaci�n se inicia con el mismo plan y ya como parte de una idea ofensiva. El 10 de octubre, comienzan las acciones en Chalatenango, el 12 en Moraz�n, y el 14 comienza el plan nacional y de sabotaje.

En tercer lugar, las emboscadas de hostigamiento constante en las carreteras y los aniquilamientos menores se multiplican desde el principio. Despu�s de las dos operaciones grandes, a los pocos d�as se sucede la operaci�n de San Vicente, una emboscada en la que se recuperan diez armas, y en Caba�as se rinde una posici�n menor donde se recuperan catorce armas. Llevamos ya treinta y ocho d�as a la ofensiva sin que se haya producido una baja sensible en la calidad y cantidad de las operaciones y se han producido ya tres golpes importantes al ej�rcito: el de El J�caro-Las Vueltas en Chalatenango, y los de Perqu�n y Corinto en Moraz�n, con la p�rdida de tres compa��as.

Hasta ahora, en un mes, hemos hecho doscientos diez prisioneros, m�s de doscientos muertos, trescientos cuarenta y tres heridos y se han capturado cuatrocientos veintid�s fusiles y veinticinco armas de apoyo que incluyen dos morteros pesados calibre 120 mil�metros, y m�s de cien mil cartuchos de diferente calibre; ha sido derribado un helic�ptero, se han destruido una tanqueta y m�s de doce camiones militares; se han producido importantes acciones en Guazapa, donde tambi�n hemos capturado armas y municiones a escasos kil�metros de la capital. Las emboscadas en las carreteras estrat�gicas son numerosas y los golpes de aniquilamiento a posiciones menores son constantes. La captura de armas y prisioneros es ya una permanente para el movimiento revolucionario. El oriente del pa�s est� pr�cticamente paralizado econ�micamente casi desde el inicio de la campa�a; no hay transporte, no hay energ�a el�ctrica, hay una gran escasez de combustible, porque han sido destruidos m�s de una docena de camiones cisterna que intentaban llevar combustible al oriente; el agua est� racionada, el ferrocarril est� paralizado por la destrucci�n de puentes y locomotoras. Todo esto amenaza la cosecha de algod�n y caf�.

En la zona central hay cuatro departamentos m�s afectados por el corte de energ�a: San Vicente, Caba�as, Cuscatl�n y Chalatenango. La carretera troncal del norte se encuentra tambi�n interrumpida por el constante sabotaje.

En la capital los sabotajes son continuados y han provocado la disminuci�n del servicio de transporte urbano, la energ�a de la capital est� a menos del 50% y, a veces, es interrumpida totalmente. Todos los tendidos estrat�gicos de energ�a han sido saboteados. Miles de l�neas telef�nicas de la capital est�n fuera de servicio por el sabotaje.

En el occidente del pa�s hemos logrado la paralizaci�n parcial del transporte con la destrucci�n de furgones, autobuses y camiones cargados de caf�, la energ�a el�ctrica comienza a escasear tambi�n en el occidente. El transporte comercial desde Guatemala est� interrumpido como efecto del sabotaje.

El sostenimiento prolongado de esta situaci�n y la continuaci�n de nuestros golpes militares van a colocar al ej�rcito en dif�cil situaci�n.

Estamos muy lejos de que se paralice nuestra actividad militar. El uso escalonado de nuestra fuerza y el debilitamiento general del enemigo ha permitido el refresco de nuestras tropas, garantizando la continuidad. Esto es uno de los saltos m�s importantes de la campa�a �H�roes y M�rtires de Octubre de 1970 y 80�.

Esto pr�cticamente es un avance muy grande, le plantea al ej�rcito una situaci�n dif�cil en cuanto a su movilidad y dispersi�n. Este definitivamente se da cuenta de que no puede controlar el territorio nacional, que tiene que ceder terreno y que tiene que empe�ar sus fuerzas en cuidar sus �reas estrat�gicas. No le queda ninguna otra posibilidad. Es m�s, en el contexto mismo de la campa�a se ejecutan operaciones que le demuestran al ej�rcito que debe resguardar sus centros estrat�gicos; una de �stas es el ataque a la refiner�a de petr�leo en la zona supuestamente m�s segura para el enemigo: la zona occidental, su retaguardia profunda, donde el movimiento revolucionario, como resultado del terror, se hab�a visto forzado a disminuir su actividad.

La refiner�a fue atacada por varios cohetes RPG-2 de fabricaci�n china, produci�ndosele �da�os considerables�, seg�n reconoci� el propio gobierno, oblig�ndola a bajar su nivel de producci�n y de distribuci�n de combustible al resto del pa�s.

Este ataque, la acci�n sobre las carreteras y el sabotaje en la capital, obligan al ej�rcito a desplegar sus fuerzas. Las unidades �lites son enviadas a controlar las v�as de comunicaci�n, mientras el ej�rcito va sucesivamente perdiendo posiciones que se encuentran en las zonas de retaguardia. A estas alturas le han sido ocupadas militarmente al ej�rcito seis poblaciones en Moraz�n y tres en Chalatenango y las poblaciones no ocupadas militarmente, pero que ellos han abandonado son muchas m�s; llegan a sumar diecinueve. Esto deja ya al movimiento revolucionario con una gran cantidad de terreno que constituye una de sus principales conquistas.

El otro elemento que se da, aparte del terreno conquistado, es la desmoralizaci�n del ej�rcito. Esto se refleja en dos cosas: por un lado, hay m�s prisioneros que muertos y heridos por parte del ej�rcito. Las tropas tienen una tendencia ya bastante alta a rendirse, prefieren no combatir para salvar su vida, lo cual abona la idea de buscar un colapso moral. Otra prueba de su desmoralizaci�n es que no quieren moverse. El no moverse no s�lo es el resultado de un planteamiento militar defensivo, sino que tambi�n refleja desmoralizaci�n, miedo a que las tropas puedan ser desarticuladas o aniquiladas. Otro elemento que refleja tambi�n una crisis moral dentro del ej�rcito es que comienza a hablar de manera m�s permanente de operativos que no existen, o bien, de operativos que no tienen ning�n valor militar, porque se trata de acciones que hacen sobre la poblaci�n civil como una pol�tica contra gente que podr�a llegar a incorporarse a nuestras fuerzas. Pero ya eso tiene un efecto limitado, porque nuestras unidades van avanzando cada vez m�s, y ellos van cediendo un terreno que tiene una gran importancia estrat�gica para nosotros.

Es s�lo despu�s de treinta d�as del comienzo de la ofensiva del FMLN, y como resultado de los efectos negativos por la p�rdida de terreno, que el ej�rcito concentra fuerzas y lanza una contraofensiva sobre las posiciones nuestras en Chalatenango, teniendo la cooperaci�n de fuerzas del ej�rcito hondure�o.

Los costos de esta contraofensiva van a ser muy altos, no s�lo desde el punto de vista del desgaste que est� sufriendo el ej�rcito en Chalatenango, sino porque nuestra actividad ofensiva no ha disminuido ni va a disminuir; los golpes han continuado y el ej�rcito va a tener que salir de Chalatenango sin �xito militar alguno. Al parecer, el principal prop�sito de su ofensiva es recapturar algunas de las poblaciones perdidas para moralizar a sus fuerzas. A nosotros, m�s que conservar terreno, nos interesa golpear al ej�rcito; pero, de cualquier forma, el ej�rcito va a perder terreno en esta campa�a nuestra, porque ya no es capaz de conservarlo, y continuar manteniendo posiciones en muchos de esos lugares, es seguir ofreci�ndonos objetivos militares.

��Podr�as decirme en qu� consisti� concretamente el plan de octubre en Moraz�n?

Joaqu�n Villalobos: �A esta fecha el plan de octubre no ha terminado. Nuestro plan concreto buscaba poner al ej�rcito ante la alternativa: o nos ced�a terreno porque decid�a no moverse y nos manten�amos ocupando posiciones y extendiendo nuestra zona de control, o se mov�a y entonces nuestro plan era lograr el aniquilamiento de unidades mayores.

�Qu� camino elige el ej�rcito? En principio cede terreno, abandona un territorio que para nosotros se convierte en la posibilidad de m�s �reas de maniobra, de soluci�n del problema del abastecimiento. Ahora, en el proceso de ocupaci�n de las seis poblaciones y con los resultados de la emboscada en la ruta Corinto-Sociedad, el 8 de noviembre en Moraz�n, hemos aniquilado y capturado las armas de dos compa��as y hemos desarticulado y puesto fuera de combate otras dos. Pr�cticamente hemos acabado un batall�n enemigo en un mes. Antes ellos pod�an mantener un amplio cerco sobre nuestras zonas de control para impedir la llegada de los abastecimientos con el objetivo de debilitar nuestra base social. Ahora todo eso empieza a desaparecer al extenderse nuestro teatro de operaciones y zonas de control.

La campa�a de octubre en Moraz�n comienza con el cerco a m�s de cien hombres del ej�rcito en una posici�n importante y con tres poblaciones ocupadas pr�cticamente al mismo tiempo. Se tomaron las poblaciones de Torola y San Fernando en las primeras horas de combate y se cerc� las posiciones del ej�rcito en Perqu�n, terminando por ocupar la poblaci�n y rindiendo a la mayor parte de las fuerzas que all� se encontraban, incluido el capit�n que estaba al mando de la compa��a.

Esto le presentaba al ej�rcito una situaci�n que te�ricamente obligaba a hacer un desplazamiento estrat�gico. No lo hizo; entonces buscamos otros objetivos: la ocupaci�n de la poblaci�n de Joateca y la ocupaci�n de la poblaci�n de Carolina, al norte de San Miguel. Esto aumenta la cantidad de terreno a nuestra disposici�n; ya pr�cticamente la zona norte del departamento que comunica con Honduras va quedando en manos nuestras. El 18 de noviembre, en la ruta Corinto-Sociedad, nuestras fuerzas aniquilan otra compa��a enemiga que se dirig�a a reforzar Corinto. Son capturadas casi cien armas, veh�culos militares y caen sesenta y dos prisioneros, incluidos dos oficiales; posteriormente nuestras fuerzas ocupan la poblaci�n de Corinto.

Es muy significativo que ahora el ej�rcito argumente que las posiciones perdidas no tienen importancia, despu�s de haber hecho grandes operativos para mantenerlas, en los dos a�os anteriores de guerra; operativos en los que invirti� miles de hombres, millones de d�lares, perdi� cantidad de soldados, muertos o heridos en esos combates, hizo fortificaciones, gast� millones de balas, de proyectiles de ca��n, bombas de avi�n, etc�tera.

Decir que esa zona que est� pegada a Honduras no tiene importancia estrat�gica es absurdo. Hay toda una franja controlada por el FMLN al norte de Moraz�n y de Chalatenango que dificulta la comunicaci�n con el ej�rcito hondure�o. La posici�n m�s cercana a la frontera que tiene el ej�rcito salvadore�o en Moraz�n en este momento queda treinta o treinta y cinco kil�metros de ella. Esto implica un debilitamiento, incluso de los planes de intervenci�n de los militares hondure�os.

 

9) IMPORTANCIA ESTRAT�GICA DE RADIO VENCEREMOS

��Me gustar�a que volvieras a precisar, porque de alguna manera ya que fue tratado, �c�mo es posible que el enemigo no haya logrado destruir Radio Venceremos? �Cu�l es el papel que ella desempe�a en la guerra y cu�les son las l�neas principales de su pol�tica informativa?

Joaqu�n Villalobos: �La Radio Venceremos nace pr�cticamente con la ofensiva de enero de 1981 y, despu�s de �sta, pasa a ser el objetivo fundamental del ej�rcito al terminar �ste la recomposici�n de sus fronteras. Los operativos que lanza en marzo-abril, precisamente, pretenden capturar la radio. Yo creo que aqu� es donde se ve con mayor claridad c�mo la defensa de posiciones se convirti� en una victoria pol�tico-militar, porque la defensa de posiciones surg�a de la ligaz�n con las masas, surg�a de la estrechez del terreno, pero tambi�n surgi� de la necesidad de defender un instrumento pol�tico estrat�gico como era la radio.

Por eso tambi�n hicimos defensa de posiciones, pero aqu� en Moraz�n hab�a una raz�n m�s para hacerla. La radio nos oblig� a fijarnos en el terreno, a tratar de desgastar al enemigo, a impedir que llegara, o a tratar de que por lo menos cuando ya pudiera llegar estuviera tan agotado que tuviera que irse de la zona o lo pudi�ramos desalojar posteriormente. Parec�a una locura militar que un movimiento irregular, una guerrilla, hiciera defensa de posiciones, pero lo que estaba haciendo era proteger ese instrumento pol�tico y, adem�s, estaba creando una situaci�n pol�tica al demostrar que el ej�rcito se tomaba veinte d�as en ocupar un peque�o espacio de terreno. Posteriormente, a partir de julio-ago sto hasta finales del a�o, la Radio Venceremos sigue siendo el objetivo fundamental. En diciembre, en otro gran operativo, el ej�rcito logra capturar una de las partes del equipo de transmisi�n.

Pero como la radio ten�a para nosotros tal importancia estrat�gica, tambi�n se hab�an redoblado las medidas para garantizar su mantenimiento en el aire, y se hab�a considerado la posibilidad de que en un movimiento, en un desplazamiento, pudi�ramos perder parte de sus equipos y ya ten�amos los equipos de reserva en otros puntos. Y precisamente eso garantiza que la radio pueda nuevamente salir al aire de manera casi inmediata, a los veinte d�as de la acci�n del ej�rcito.

Ahora, desde que el movimiento revolucionario empieza a tomar iniciativas, ya la radio comienza a dejar de ser objeto principal para el enemigo y lo que hace contra ella es interferirla. Adopta otra forma de lucha porque se convence de que definitivamente la batalla contra ella la va a ganar solamente si gana la guerra, porque si no gana la guerra la radio va a seguir en el aire hasta la victoria. Y �por qu�? Porque ya la iniciativa del movimiento revolucionario la coloca frente a otros problemas que son las acciones ofensivas. En este momento la radio est� protegida, no s�lo por las fuerzas que est�n all� para defenderla, sino tambi�n porque las acciones militares ofensivas que ha asumido el movimiento revolucionario son su mejor anillo defensivo.

Incluso se van multiplicando las posibilidades de generar otras radios en otros frentes; se va dando hasta la posibilidad de transmitir en frecuencia modulada directamente a la capital; �se es uno de los logros posteriores a la campa�a de junio, y es casi un lujo, la gente nos puede escuchar en un radio com�n todas las noches. Esta es fundamentalmente la forma en la que la Radio Venceremos ha logrado en una primera etapa sobrevivir, y en otra, desarrollarse e irse convirtiendo cada vez m�s en un instrumento pol�tico y propagand�stico del movimiento revolucionario de orden estrat�gico.

En este momento libra una batalla contra la interferencia, transmitiendo el programa en dos frecuencias simult�neas: la onda corta tres veces al d�a y una vez al d�a en FM para San Salvador. Ahora, en relaci�n al papel que ha desempe�ado en la guerra, es importante se�alar que uno de los instrumentos m�s importantes que ha utilizado el ej�rcito, despu�s de enero, ha sido el cerco informativo nacional e internacional. Y obviamente, ten�a todas las condiciones para lograrlo, porque si el movimiento revolucionario estaba en una etapa de resistencia, de desarrollo, de acumulaci�n para pasar a otro momento, esos seis meses iban a significar alguna pasividad. Y lo que hiciera a la defensiva, los logros que tuviera, o las acciones ofensivas que desarrollara no iban a tener el mismo efecto si no eran propagandizados.

El papel de la Radio Venceremos ha sido precisamente el de romper el cerco informativo, el permitir que haya otra informaci�n. Posteriormente, pasar a ser un instrumento que expresa la complejidad del proceso salvadore�o, que instruye a las masas, que entra en la batalla diplom�tica, que entra en el debate con el ej�rcito, que prueba que estamos ganando la guerra...

Es un instrumento din�mico y un vocero oficial, en el cual el FMLN deja sentadas posiciones frente a la comunidad internacional. Las agencias de prensa toman su palabra como la palabra oficial del movimiento revolucionario salvadore�o y por ello su dimensi�n empieza a ser mucho mayor, al jugar tambi�n un papel en la batalla de car�cter diplom�tico, en la batalla contra la intervenci�n.

Si Radio Venceremos naci� para agitar una posible insurrecci�n el 10 de enero; si fue el instrumento que nos permiti� hacer saber que desgast�bamos al ej�rcito en nuestros frentes mientras hac�amos resistencia de enero a junio del 81; si fue el instrumento que nos permiti� probar que est�bamos tomando la iniciativa en la campa�a de julio y ago sto en Perqu�n, Moraz�n; si fue el instrumento que nos permiti� probar que mientras viviera est�bamos avanzando y �ramos invencibles cuando se lanz� la ofensiva contra ella en diciembre; si fue un instrumento para agitar a las masas y orientarlas en el contexto de la campa�a electoral del 28 de marzo; si ha sido el instrumento que nos ha permitido hablar de nuestra disposici�n a una soluci�n pol�tica, a una mediaci�n, al di�logo, a la b�squeda de la paz; si ha acompa�ado el giro estrat�gico en la guerra en la campa�a Comandante Gonzalo en junio al probar que pod�amos ganar la guerra, ahora es el instrumento que prueba que estamos quebrando al ej�rcito.

La radio llega al ej�rcito. El ej�rcito es uno de nuestros mejores oyentes. Nos lo han dicho los soldados prisioneros, lo sabemos por nuestros trabajos de inteligencia en el ej�rcito. �Por qu�? Porque hay una pol�tica de desinformaci�n al interior del mismo. Los oficiales creen m�s en lo que dice la Radio Venceremos que en los que dice Garc�a y les instruye el alto mando. �Por qu�? Porque �sta no inventa un prisionero... Su pol�tica informativa ha sido de apego total a la verdad. O sea, no decir nada que no sea sacado de la realidad. Y esto, �qu� nos ha valido? Un gran prestigio frente a las masas e incluso frente a nuestros propios adversarios.

Para el caso, al interior del ej�rcito, cuando se da la campa�a de junio en la que cae capturado Castillo, hab�a una gran cantidad de oficiales que no cre�an que hab�a prisioneros, que no lo sab�an porque nadie se los informaba. Y, �qu� sucede? Viene la radio y da nombres, ubicaci�n y pruebas concretas. Eso lleva a que ellos usen sus v�as de informaci�n para que investiguen donde est�n las compa��as pertenecientes a la Tercera Brigada de Infanter�a, que fueron enviadas como refuerzo, qu� fin tuvieron las de Usulut�n, donde est�n esos soldados. Empiezan a comprobar que estamos diciendo exactamente la verdad.

Esa fue una pol�tica que se sostuvo desde el momento que nace la radio. Las masas adquieren confianza en nosotros. Derrotamos la pol�tica informativa del ej�rcito, y evitamos tambi�n caer en el error de falsear datos por obtener una mala espectacularidad.

 

10) PAPEL FUNDAMENTAL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACI�N MILITARES.

�Entiendo que uno de los problemas de la ofensiva de enero fue que no hab�a posibilidad de comunicarse entre los distintos frentes, que hab�a problemas tambi�n de la comunicaci�n con el mando, etc�tera. �C�mo lograron resolver ustedes el problema de comunicaciones militares y qu� papel desempe�an �stas en la posibilidad de llevar adelante el proceso de la ofensiva militar que ustedes han realizado?

Joaqu�n Villalobos: �Nosotros le vemos una enorme prioridad a las comunicaciones. La multiplicidad de v�as de comunicaci�n de nuestro pa�s, la densidad de su poblaci�n, nos impon�an cosas como la p�rdida del factor sorpresa en el combate; la necesidad de reelaborar los planes sobre la marcha y esto era solamente posible con el desarrollo de medios de comunicaci�n militares.

Al convertirnos en un ej�rcito necesitamos recurrir a estos medios, los m�s avanzados y los m�s adaptados al terreno que nos fuera posible, para poder realizar lo que llam�bamos una maniobra.

Por ejemplo, si nosotros �bamos a entrar a una guerra de movimiento y si el ej�rcito cuenta con m�ltiples v�as de aproximaci�n, tiene que utilizar alguna, pero nosotros no podemos estar en todas. Entonces, la �nica forma de lograr conocer su ubicaci�n es contar con medios de comunicaci�n que nos permitieran saber en que direcci�n principal avanzaba, para poder ejecutar una operaci�n de aniquilamiento que seleccion�bamos sobre la marcha misma. Y �c�mo actuar contra el tiempo sin usar la radiocomunicaci�n? Ah� los correos no pod�an ser usados. Si nosotros tuvi�ramos ah� en un espacio donde tuviera pocas v�as de comunicaci�n y las probabilidades de movimiento de este fueran reducidas, no habr�a tantos problemas. Las opciones del enemigo ser�an pocas y las nuestras tambi�n. Pero frente a las condiciones nuestras necesit�bamos obviamente resolver el problema de la radiocomunicaci�n. Precisamente, los asesores norteamericanos lo primero que le refuerzan al ej�rcito salvadore�o son sus radios de comunicaci�n; se los multiplican y aumentan en una cantidad enorme, precisamente porque saben que ellos iban a tener que enfrentarse al desarrollo de la capacidad de maniobra del movimiento revolucionario y que tambi�n iban a tener que tomar decisiones sobre la marcha.

Los equipos de comunicaci�n se convierten en un problema fundamental. Precisamente la batalla de Torola-San Fernando en junio no hubiera sido posible si no contamos con radiocomunicaciones, porque fueron observaciones adelantadas las que nos permitieron saber que el enemigo estaba llegando a un punto y que se iba a comenzar a desplazar y, entonces, nosotros nos adelantamos y logramos hacer antes que �l los movimientos para poder ocupar las posiciones que nos permitieron llevar a cabo el aniquilamiento.

�Y �desde cu�ndo ustedes cuentan con un sistema m�nimo...?

Joaqu�n Villalobos: Posteriormente al 10 de enero de 1981.

 

11) LA POL�TICA FRENTE A LOS PRISIONEROS

�T� me dec�as que uno de los elementos positivos de las �ltimas dos campa�as es que se ha hecho bastantes prisioneros... �Esto se debe a un cambio de pol�tica del FMLN?, porque yo tengo la impresi�n de que al comienzo el movimiento revolucionario salvadore�o buscaba m�s bien aniquilar al enemigo; que su objetivo fundamental no era hacer prisioneros...

Joaqu�n Villalobos: �El movimiento revolucionario salvadore�o sufri� influencia de determinados factores que explican que se presentaran manifestaciones en el sentido que t� dices en algunas de las fuerzas del FMLN. Pero yo creo que no habr�a que considerarlo como un hecho aislado de las mismas condiciones, sin tratar de ver cu�l es su punto de partida. Hay que recordar el efervescente pasado de masas del movimiento revolucionario salvadore�o y c�mo, dentro de lo que fue un �nimo insurreccional, aparece l�gicamente la necesidad del golpe al esbirro, del ajusticiamiento al traidor. Esto influye obviamente en la estructuraci�n inicial del ej�rcito revolucionario y provoca que haya diferencias dentro del FMLN con respecto a la necesidad de hacer prisioneros, lo que, seg�n nuestro parecer, iba a dejar beneficios en todos los terrenos, no s�lo en el orden militar, sino tambi�n en el orden humano, en el orden pol�tico, en el orden social. Desde el punto de vista militar, hacerle prisioneros es profundizar la desmoralizaci�n del ej�rcito.

��Ustedes tuvieron que luchar contra tendencias espont�neas de la poblaci�n para poder lograr este objetivo?

Joaqu�n Villalobos: �Efectivamente, as� fue. Por ejemplo, nosotros nos enfrentamos a situaciones de este tipo en el per�odo posterior a la ofensiva de octubre de 1980, en Moraz�n. Cuando nuestra fuerza logra recomponerse, lo primero que hace es empezar a ajusticiar paramilitares. Por una orden de la direcci�n se dice que esos ajusticiamientos deben cesar, que no se debe tocar a los paramilitares, que era necesario llamarles para hacerles planteamientos que les permitieran darse cuenta de que estaban equivocados, utilizando as� la v�a pol�tica para derrotarlos. Y, �de qu� part�a nuestra pol�tica hacia ellos? Del problema de que el 90% de los paramilitares pertenecen a familias campesinas. Aunque algunos de ellos pueden ser considerados un poco como fen�menos lumpen dentro de los campesinos, gente con deformaciones mentales, etc�tera, la masa generalizada que en este caso compon�a la Organizaci�n Democr�tica Nacionalista, ORDEN, la organizaci�n paramilitar del ej�rcito, son campesinos que por ignorancia, por presiones o creyendo realmente que est�n en lo correcto, est�n metidos ah�.

Lo mismo sucede con el ej�rcito. Ahora, la masa presionaba por la ejecuci�n, pero si nos hubi�semos dejado influenciar por el fanatismo, por una serie de sentimientos subjetivos de la masa, habr�a sido incorrecto. No pod�amos nosotros, de ninguna manera, empe�arnos en una pol�tica de eliminaci�n, de exterminio de �sta gente, simplemente porque estaban armados contra nosotros, o porque delataban a la gente. Ten�amos que adoptar con ellos otras formas de lucha, que inclu�an la lucha con mensajes, la lucha pol�tica, hasta la de darles tratamiento pol�tico cuando tuvi�ramos posibilidad de hacerlos prisioneros. Para poder derrotar al enemigo estrat�gico de esas mismas masas que es el ej�rcito como estructura, dominado por el alto mando fascista, es necesario tener incluso una pol�tica dirigida a rescatar parte de ese ej�rcito.

Esta guerra que dura dos a�os, en la cual hay un enfrentamiento de una envergadura bastante grande, puede provocar deformaciones en nuestros mismos combatientes. Y, �qu� nos permite la pol�tica de prisioneros? Nos permite que nuestros combatientes aprendan a respetar al vencido, que tengan un gesto humano. Que en la guerra y en la victoria no act�en con la prepotencia de un vencedor, incapaz de comprender los problemas que a veces han llevado a los militares a tomar las armas contra nosotros, lo que puede haber ocurrido por ignorancia, por error, etc�tera.

�Ahora, concretamente, �qu� resultados ha tenido en la pr�ctica esta pol�tica frente a los prisioneros?

Joaqu�n Villalobos: �En la pr�ctica el principal resultado es que se han incorporado a nuestras propias filas entre el diez y el doce por ciento de los prisioneros que hemos capturado. El tratamiento pol�tico y el tratamiento humano que se les dio fue tal que tomaron la decisi�n de pasarse a las filas nuestras a seguir luchando. Esto prueba que era errado pensar que era una soluci�n matarlos o adoptar medidas fuertes contra ellos, descartando la sensibilidad que estos hombres pod�an tener por un proyecto revolucionario.

Por otro lado, los prisioneros han sido puestos en libertad, sin ninguna condici�n. Al �nico que no hemos soltado es al viceministro de Defensa; el resto, o han sido entregados a la Cruz Roja Internacional, o han sido puestos en libertad inmediatamente despu�s de los combates. Este hecho lleva a que estos soldados cambien la imagen del movimiento revolucionario, se llevan una imagen que el enemigo no deja ver: logran comprender que este es la m�s alta expresi�n del humanismo incluso en el combate. Los combatientes curan al uniformado que ven herido, le dan alimento, lo tratan como compa�ero, y, poco a poco, esto va rompiendo todos los esquemas que ese soldado ten�a, se va dando cuenta que es tan del pueblo como ellos mismos. Esto tambi�n nos reporta beneficios pol�ticos; los que se van, llevan as� un mensaje al resto del ej�rcito. Y cunde el convencimiento de que rendirse no es un acto de humillaci�n, que es una forma de salvar la vida, es cierto, pero que tambi�n es una forma de no continuar peleando por algo que para ellos no tiene ning�n sentido. No tiene ning�n sentido morir por defender los intereses de unos cuantos oficiales. Eso lo van entendiendo mas y m�s.

Este es un aspecto de nuestra batalla contra los sectores m�s reaccionarios del ej�rcito y se la estamos ganando. Incluso el mismo general Garc�a, en una declaraci�n period�stica, dijo una vez que el no pod�a aceptar la devoluci�n de los prisioneros oficialmente porque esto implicaba que se iban a seguir rindiendo. Pero pasaron unas cuantas semanas y este mismo general estaba aceptando oficialmente que la Cruz Roja Internacional recibiera a los primeros prisioneros. Y a las pocas semanas, otra vez, recibiendo otra entrega. Y ya se est�n preparando para nuevas entregas de prisioneros. El alto mando se ha visto forzado a tomar esta actitud porque los prisioneros se convierten en una presi�n al interior de las fuerzas armadas con relaci�n a su devoluci�n. Esta pol�tica se va convirtiendo tambi�n en una forma de llevar un mensaje a los sectores que tengan alguna sensibilidad, de que es posible entenderse con respecto al problema de la guerra y buscar otras formas de soluci�n al conflicto.

 

12) RAZONES DE LA DISCONTINUIDAD EN LA OFENSIVA.

�Una �ltima pregunta. Despu�s de lo que nos has narrado, no cabe duda de que se ha dado un gran salto adelante en la guerra revolucionaria en El Salvador, y que, cada vez, es mas corto el tiempo que media entre una y otra campa�a; sin embargo, hay quienes piensan que existe una cierta lentitud de parte de ustedes para pasar a nuevas ofensivas. �Qu� podr�as decirme al respecto?

Joaqu�n Villalobos: �La ausencia de continuidad no est� determinada por una voluntad conservadora, sino que est� determinada por las caracter�sticas mismas que ha asumido la guerra. Ese vac�o que aparece entre las distintas etapas se ha debido a un agotamiento real de nuestras fuerzas. Y esto cobra mayor importancia cuando se pasa a la etapa de formaci�n de nuestro ej�rcito. Aqu� el agotamiento f�sico, el agotamiento de los abastecimientos, el agotamiento de las reservas log�sticas es algo real. El mismo enemigo pas� de campa�as de veinte d�as a campa�as de ocho d�as, y luego a campa�as de cuatro d�as o cinco d�as.

�Por qu�? Porque cada vez los factores de agotamiento van incidiendo mas sobre �l, porque su comportamiento es el de un ej�rcito, y, por lo tanto, el factor desgaste pesa enormemente sobre �l. Ha habido momentos en los que f�sicamente nosotros ten�amos que parar. Hay quienes han sostenido la necesidad de mantener una continuidad de car�cter cuantitativo, o sea, de estar actuando siempre. Nosotros pensamos que es preferible, en un determinado momento, parar, hacer una revisi�n global y buscar un nuevo objetivo estrat�gico, utilizando en el cien por ciento de nuestras fuerzas con el fin de lograr un cambio significativo, un viraje en la situaci�n. Da mejores resultados ejecutar un conjunto de acciones en un mismo per�odo que la mera suma cuantitativa de operaciones que no est�n unidas por una idea de maniobra.

El 10 de enero tiene esa virtud. Nosotros pudimos haber utilizado todo nuestro potencial armado, acumulado para el 10 de enero, de otra manera, m�s espaciada, contin�a, con operaciones sucesivas. Eso hubiera sido un grav�simo error. No hubi�ramos parado al enemigo. Ahora, haberlo parado, haberlo tensionado en un mismo momento, �qu� signific�? Signific� el acuartelamiento del ej�rcito, el paro de las ofensivas y la posibilidad nuestra de ganar un tiempo para asegurarnos en determinados territorios. Ahora, �eso trajo un per�odo de relativa estabilidad? S� lo trajo, pero fue para beneficio nuestro. Esto mismo va a aparecer en otras etapas.

Hemos logrado una acumulaci�n estrat�gica que se expresa en un momento culminante, pero que, por las caracter�sticas de la situaci�n, por la disminuci�n del potencial insurreccional, sobre todo de las masas urbanas, no pod�a mantenerse en un espiral ascendente, como ocurri� en Nicaragua en los �ltimos seis u ocho meses de la guerra, donde yo dir�a que a veces las mismas masas se adelantaban a las acciones militares. O sea, el frente sandinista tomaba la determinaci�n de tomarse un barrio de hoy para ma�ana, y en el transcurso de las horas que pasaban en ese lapso las masas tomaban ese barrio y las unidades militares llegaban a asegurarlo. Ese es otro potenciamiento, es otra situaci�n. Nosotros no. Nosotros tenemos que partir de las propias fuerzas, de la exploraci�n del terreno, de que las armas tengan amunicionamiento, de que el plan este acabado. Todos esos factores inciden para poder realizar las operaciones. Las formas de participaci�n de la masa son diferentes a las de una insurrecci�n y, por lo tanto, nuestro ej�rcito tiene a veces caracter�sticas casi regulares.

�Ahora, el hecho de que ya con esta nueva t�ctica de atacar al enemigo en movimiento est�n logrando resolver los problemas log�sticos, �no permite acelerar el ritmo de las campa�as?

Joaqu�n Villalobos: �Despu�s de la campa�a de junio, algunos nos preguntaban por qu� parar. Hay que tener en cuenta que con el cerco a las zonas hecho por el ej�rcito, en el que hab�a, entre hondure�os y salvadore�os, mas de ocho mil hombres, se nos acab� la comida. �C�mo �bamos a continuar as� las operaciones militares? Obviamente, ten�an que pasar unas cuantas semanas para que nosotros pudi�ramos continuarlas. Pero el ej�rcito �en qu� situaci�n queda despu�s de haber hecho los operativos? El an�lisis no debe hacerse s�lo a partir de la situaci�n en que est� el movimiento revolucionario, sino tambi�n debe tenerse en cuenta el debilitamiento que sufre el ej�rcito. El problema es qui�n se recompone m�s r�pido, s� ellos o nosotros.

Y precisamente, lo que se empieza a derivar de esta situaci�n es que ya los tiempos de recomposici�n de las fuerzas del FMLN son m�s r�pidos que los del ej�rcito. Por eso hablamos de que la campa�a de octubre puede significar, si obtiene sus resultados �ptimos, el fin de la capacidad ofensiva del ej�rcito salvadore�o. Puede mantenerse actuando, hostigar nuestras posiciones, pero sin lograr ya ning�n resultado militar. Y esto �qu� significa? Que obviamente nosotros vamos a resolver por una doble v�a: por una generalizaci�n del apoyo de las masas al ej�rcito revolucionario y porque la extensi�n del terreno nos da mayores posibilidades. El aniquilamiento de unidades del ej�rcito nos deja las armas, nos deja municiones, nos deja log�stica, y las armas nos potencian masas para incorporar. O sea, aparecen otros factores. Y esto �qu� implica? Ya implica un espiral ascendente en el que continuidad de las operaciones ser� constante y ya no se producir�n vac�os.

Ahora, �cu�l ser� la forma en que las masas participaran en la fase final de la guerra? Sobre esto es dif�cil hacer un pronostico.

Primero hay que repetir que las masas nunca han estado ausentes del proceso revolucionario, que sin �stas jam�s habr�amos logrado crear el poderoso ej�rcito popular con el que contamos en estos momentos. Ahora, si las masas se van a manifestar en ese momento en forma insurreccional o en forma de una huelga general, o a trav�s de una incorporaci�n masiva al ej�rcito revolucionario, eso est� por verse.

Lo que s� sabemos es que la guerra popular avanza a pasos agigantados, que la lucha misma consolida cada vez mas la unidad de nuestras fuerzas, y esto nos permite propinarle golpes cada vez m�s contundentes al enemigo.

Los revolucionarios salvadore�os tenemos conciencia de la dimensi�n que nuestra lucha tiene frente al futuro de Am�rica Latina, y tambi�n tenemos claridad de nuestra responsabilidad para con la libertad y la paz del continente.

Los niveles de guerra y de victoria que hemos alcanzado, a pesar de que luchamos contra una dictadura que recibe un vasto apoyo del imperialismo norteamericano, s�lo han sido posibles gracias al hero�smo de nuestro pueblo y a la capacidad y abnegaci�n de los jefes combatientes de las fuerzas del FMLN, que han respondido a cada momento de la guerra con la m�stica y la sabidur�a necesaria para hacer valer los ideales por los que ofrendaron su vida las generaciones de los h�roes y m�rtires que nos precedieron en la lucha por la libertad de nuestra patria.

Con todo esto, si el imperialismo se empecina en impedir que nuestro pueblo construya su propio destino, estamos seguros que sufrir�n una derrota aun m�s dura que Vietnam, ya que nada ni nadie puede detener la conquista de nuestra libertad. Nuestro pueblo y su vanguardia tienen la decisi�n de vencer y VENCEREMOS.