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La imprenta como herramienta de difusión

Gracias a la imprenta de tipos movibles los talleres produjeron por miles los folletos y libros de Lutero.

08 DE OCTUBRE DE 2017 · 09:30

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A Lutero le favoreció un avance tecnológico que hizo posible la proliferación de sus propuestas por toda Europa, inclusive en la muy católica España: la reproducción masiva de lo que escribía. Gracias a la imprenta de tipos movibles los talleres produjeron por miles los folletos y libros de Lutero.

Los posicionamientos de Pedro Valdo, Marsilio de Padua, Guillermo de Ockham, John Wycliffe y Jan Huss no trascendieron mucho en su época, entre otras cuestiones, por carecer de medios que difundiesen ampliamente la crítica que cada uno hizo de la institución del papado y el llamado para regresar a las pautas del cristianismo neotestamentario. En contraste, Lutero tuvo en la imprenta la herramienta que hizo llegar sus escritos a ciudades y lugares recónditos. Es certera la observación de Elizabeth Eisenstein: “Al contrario de lo acaecido con Wyclif y los waldenses, el luteranismo fue desde su origen el producto del libro impreso. Por primera vez en la historia de los hombres un vasto público de lectores ha podido juzgar las ideas revolucionarias gracias a un modo de comunicación que se dirigía a la masa, que utilizaba las lenguas vernáculas y que recurría tanto al arte del periodista como al del caricaturista”.1

El invento de la imprenta de tipo movibles, obra de Johannes Gutenberg, revolucionó la forma en que se transmitían las ideas e incentivó el crecimiento en el número de personas lectoras, o que se enteraban del contenido de una obra mediante la lectura pública en voz alta. Entre la década de 1450, cuando inicia la producción de Gutenberg, y 1500 “habían salido de las prensas europeas unos veintisiete mil títulos, tres de cada cuatro en latín. El medio era el mensaje en el sentido de que los impresores demandaban originales comerciables; hasta el mismo Lutero aprendió a escribir por encargo […] No fue el Renacimiento sino la imprenta lo que cambió el mundo”.2

El monje agustino vio en la imprenta un medio invaluable para extender sus traducciones y escritos. La tenía por “un regalo divino, el más grande, el último don de Dios”.3 El instrumento tecnológico es considerado un aliado por Lutero, y lo usa eficazmente en la producción promedio de un libro cada 15 días. Incluso antes que iniciara en mayo de 1521 la traducción del Nuevo Testamento, entre 1517 (en octubre de 1517 cuando redacta las 95 tesis contra las indulgencias) y 1520 (cuando pública tres de sus principales escritos: Discurso a la nobleza de la nación alemana, La libertad del cristiano, y La cautividad babilónica de la Iglesia); se venden más de 300 mil ejemplares de treinta obras de Lutero.4

Para sopesar la dimensión de Lutero como escritor y el lugar que tuvo en el mercado editorial de la época es necesario tener en cuenta que más de la tercera parte de los libros comercializados en Alemania entre 1518 y 1525 fueron escritos por Lutero. El opúsculo Sobre las indulgencias y la gracia (1518), en el que defendió las 95 tesis de las críticas de sus adversarios, tuvo 22 reimpresiones en dos años. Fue tal la demanda del Discurso a la nobleza de la nación alemana (1520) que los ejemplares se agotaron en una semana. Otro escrito de 1520, La libertad del cristiano, alcanzó 18 ediciones en cinco años. Su Manual de oraciones, de 1522, alcanzó por los menos 25 reimpresiones en 1545.5

En 1517 Wittenberg solamente contaba con un pequeño taller de imprenta. Como resultado de la fecunda pluma de Lutero y la demanda de sus escritos, en la ciudad proliferaron las imprentas hasta el punto de llegar a formar parte de los seis o siete primeros centros tipográficos de Alemania.6 En unos años creció vertiginosamente el público lector, el que leyó no solamente las obras de Lutero, sino también las de otros autores con distintos puntos de vista.

Lutero fue un escritor compulsivo, imbuido por la idea de prestar un servicio a favor de la verdad mediante su pluma. La edición crítica en alemán y latín de lo que produjo está conformada por 68 volúmenes de sus escritos publicados, 17 de cartas, 12 de documentos relacionados con traducción de la Biblia y 6 volúmenes de las Charlas de sobremesa. La edición estadounidense de las obras de Lutero consta de 56 libros.7

La inmensa mayoría de quienes en vida de Lutero se enteraron de sus propuestas y razones para romper con el papado y la Iglesia católica, lo hicieron por medio de papeles impresos, la red más eficaz de la época, el YouTube de entonces. Recién lo ha escrito Iñaki Ezkerra: “La Reforma protestante estaba condenada desde su inicio a ser literariamente fecunda porque surgió ligada a la palabra escrita. No hay un paso en ella que no se dé con un documento, un texto, un libro por medio. Nace y crece a golpe de lectura, traducción y publicación en los caracteres impresos diseñados por Gutenberg”.8

 

 

TRADUCTOR DE LA BIBLIA

Para Lutero fue más importante traducir la Biblia a la lengua del pueblo que la redacción de su vasta obra escrita. Consideró tarea imprescindible poner los escritos bíblicos en manos de la gente para que por ella misma descubriera sus enseñanzas y dejara de ser presa de engaños y manipulaciones doctrinales. Al traducir la Biblia, hacerla asequible a más y más personas, Lutero provocó que la solitaria labor se transformara en apropiación colectiva cuyos alcances le granjearon simpatías y apoyos para enfrentar al sistema católico romano.

Precedieron a la de Lutero traducciones de porciones bíblicas a lenguas germánicas como la realizada en el siglo IV por el visigodo Úlfilas, quien usó tanto el texto griego de la Septuaginta como el texto latino.9 Una traducción de partes de la Biblia en dialecto antiguo alemán proviene de tiempos de Carlomagno (742-814), basada en la Vulgata, la que a su vez fue una traducción de la Septuaginta al latín realizada por San Jerónimo a fines del siglo IV.10 Se ha conservado una traducción del Evangelio de San Mateo proveniente del siglo VIII; “en el siglo IX se encuentra una traducción muy mecánica de las armonías evangélicas del sirio Tatiano (siglo II d. C.)”; la anterior estimuló “la narración poética de la vida de Jesús en Heliand hacia [el año] 830 (6 mil versos alterados), que se escribió en sajón antiguo”.11

La reproducción bíblica se transformó radicalmente con la edición de Johannes Gutenberg, quien produjo en 1454 la Biblia latina (con el texto de la Vulgata), de la que se imprimieron 180 ejemplares.12 Después de la impresa por Gutenberg y hasta 1500 fueron publicadas “94 ediciones completas de la Vulgata latina, 22 directamente dependientes de la Biblia de Gutenberg; y hasta la grandiosa traducción de Lutero salieron al mercado 18 ediciones diferentes en alemán (14 en alto alemán y 4 en bajo alemán). […] Ningún otro país europeo produjo tantas Biblias en lengua vernácula durante la era de los incunables como Alemania”.13 Un libro incunable, procede del latín incunabulae, en la cuna, es todo el que haya sido impreso a partir de la década de 1450 y hasta 1500.

En la gesta dada por Lutero para que la Biblia fuese leída por el pueblo alemán en su propio idioma, uno de los resultados fue democratizar el conocimiento mediante la lectura de quienes sabían hacerlo, estimular a hombres y mujeres analfabetas para que dejaran esa condición, fortalecer los centros escolares a través de instruir a la infancia para que aprendiera a leer. La gente comenzó a leer por sí misma y descubrió nuevos horizontes y opciones de vida. Sin embargo, a contracorriente de lo esperado por Lutero, emergieron otras formas de interpretar los escritos bíblicos y florecieron diversidad de hermenéuticas.

En 1522 se publicó el Nuevo Testamento traducido del griego al sajón/alemán por Lutero. Doce años después, en 1534, el teólogo vio el resultado de su tarea traductora al ser publicada la Biblia. De acuerdo con Gilmont, “la Biblia alemana de Lutero conoció más de 400 [ediciones], totales o parciales antes de su fallecimiento en 1546”.14 Al ser cuestionado Bertolt Brecht sobre cuál consideraba el libro alemán de mayor importancia, sin vacilar contestó que la Biblia de Lutero.15

El 17 y 18 de abril de 1521 compareció Lutero en la Dieta de Worms, frente al emperador Carlos V, los príncipes electores Federico de Sajonia, Joaquín de Brandeburgo, Luis de Rhin y los arzobispos Alberto de Maguncia, Reinhart de Tréveris y Hermann de Colonia. Además abarrotaban la sala del acto mil quinientas personas, el calor era sofocante.16

El primer día solicitó tiempo para responder las preguntas del fiscal Juan von Ecken, quien representaba al nuncio papal, Girolamo Aleandro. El segundo día, después de que se le volvió a preguntar si ratificaba lo escrito en sus libros contra el papa y la doctrina católica romana, o bien haciendo acto de contrición se retractaba. Martín Lutero hizo un alegato sobre las características de las obras por él escritas. Después las autoridades hicieron pausa para deliberar y al regresar a la sala se le solicitó al monje bajo juicio que respondiera claramente si se retractaba de los errores contenidos en sus libros. Lutero entonces afirmó: “Mientras no me convenzan con testimonios de las Escrituras o con razones evidentes, persuadido como estoy por los escritos que yo he aducido y teniendo la conciencia prisionera de la palabra de Dios, no puedo ni quiero retractarme de nada, pues no es prudente ni está en mi mano obrar contra mi conciencia. Dios me ayude. Amén”.17

El emperador Carlos V dejó clara su posición ante el desafío de Martín Lutero, consideró que era clara su herejía. Las palabras del monarca denotaban deseos de exterminio:

Estoy resuelto a atenerme a todo lo que se haya hecho en el concilio de Constanza. Este hermano aislado, con seguridad se equivoca al levantarse contra el pensamiento de toda la Cristiandad, porque si no fuera así, la Cristiandad hubiera estado en el error desde hace más de mil años.

Estoy dispuesto a apoyar esto con mis reinos y con mis posesiones, con mis amigos, con mi cuerpo y con mi sangre, con mi vida y con mi alma. Sería una deshonra para nosotros y para vosotros, miembros de la noble nación alemana, si hoy, por nuestra negligencia permitiéramos que la menor sospecha de herejía o descrédito de la religión se deslizara en el corazón de los hombres.

Hemos oído ayer, aquí, el discurso de Lutero. Os declaro que me arrepiento de haber tardado tanto en adoptar medidas contra él. No deseo volver a oírlo nunca.18

Al emprender el viaje de regreso de Worms a Wittenberg, Lutero fue secuestrado por enviados de Federico el Sabio, quien calculó que su protegido difícilmente sobreviviría una vez que se venciera el plazo del salvoconducto dado por Carlos V. En el momento no se supo sobre la autoría del secuestro, y se divulgaron toda clase de rumores. Lutero fue llevado al castillo de Wartburgo, en el que permaneció del 4 de mayo de 1521 al 6 de marzo de 1522.19 Buena parte de los meses en cautiverio los aprovecharía para traducir del griego al sajón/alemán el Nuevo Testamento

A los veinte años Lutero tuvo acceso por primera vez a una Biblia completa en la biblioteca de la Universidad de Erfurt e inició su lectura. Dos años después, en 1505, al ingresar al monasterio de los agustinos, inquirió sobre un ejemplar de la Biblia, “le trajeron una Vulgata encuadernada en cuero rojo y comenzó a leerla, y luego otra vez y otra. El mentor de Lutero, Juan de Staupitz, se mostró impresionado por su conocimiento abarcador y extremadamente preciso de la Biblia, y el joven monje estaba convencido, igual que su profesor de Erfurt, Jodocus Trutfetter, de que a la Biblia le correspondía una primacía incondicional sobre la tradición de la iglesia”.20 Fue consuetudinario estudioso de las Escrituras, “durante muchos años leyó la Biblia entera dos veces al año”.21

El conocimiento bíblico de Lutero se alimentó de la edición del Nuevo Testamento en griego que publicó Erasmo de Róterdam en 1516.22 Usó del erudito neerlandés la segunda reimpresión del material neotestamentario, de 1519.23 En marzo de 1522 abandonó la reclusión en el Castillo de Wartburgo y viajó a Wittenberg, donde con la ayuda de Felipe Melanchthon revisó lo traducido. Ya en pleno proceso de revisión, escribió a su amigo Spalatino en busca de ayuda para que le sugiriera correcciones:

No solamente el evangelio de Juan, sino todo el Nuevo Testamento, lo traduje en mi Patmos; ahora Felipe y yo hemos empezado a limarlo. Y será, si Dios quiere, una obra digna. También necesitaremos de tu colabo#ración en el empleo ajustado de algunos vocablos; está, pues, apercibido; pero no nos suministres palabras castrenses o cortesanas, sino sencillas, pues la sencillez quiere brillar en este libro. Para principiar, mira si puedes comunicarnos, de la corte o de donde sea, los nombres, los colores y ojalá los aspectos de las piedras preciosas del Apocalipsis.24

Sus afanes y deseo por ver completada la obra y, sobre todo, que pudiese circular ampliamente fueron recompensados “después de ser impresa durante cinco meses en el taller de Melchior Lotter el Joven, en Wittenberg, Das Neue Testament Deutzsch se publicó en la editorial de Lucas Cranach y Chistian Döring para la Feria de Otoño de Leipzig (29 de septiembre a 6 de octubre de 1522) en tamaño folio y con una tirada de unos 3 mil ejemplares”.25

La primera edición fue conocida por el nombre del mes en que salió publicada. Su costo equivalía al salario de dos meses de un maestro de escuela o el precio de un ternero, comenta Füssel. Circuló sin que se identificara al traductor, impresor o fecha de publicación (datos que se conocerían después) porque al “hereje” Lutero le estaba prohibida cualquier publicación.26 A la edición septembrina le siguió la de diciembre, que incorporaba centenares de correcciones en vocablos y sintaxis. El auge en la demanda de la obra hizo que al año siguiente impresores de Augsburgo, Basilea, Grimma y Leipzig produjeran en conjunto doce reimpresiones del Nuevo Testamento traducido por Lutero, sin que necesariamente él hubiese autorizado el trabajo. Por otra parte, en 1523-1524 “aparecieron 14 ediciones autorizadas y 66 reimpresiones”.27

Mientras estaba bajo impresión la primera edición del Nuevo Testamento, Martín Lutero inició la traducción del Antiguo Testamento, sirviéndose para la tarea del texto en hebreo y el de la Vulgata. Doce años de arduo trabajo concluyeron en 1534, cuando se publicó toda la Biblia traducida por Lutero.

Por una parte la traducción del Nuevo Testamento realizada por Lutero fue profusamente leída, recibió múltiples elogios y sirvió de inspiración para que otros trasladaran a distintas lenguas europeas los documentos neotestamentarios; pero por otra parte la versión de Lutero fue severamente criticada y él acusado de distorsionar y acomodar a sus intereses las enseñanzas del Evangelio. Por ejemplo, el duque Jorge de Sajonia (1471-1539) “no bien salió a la luz pública la traducción del Nuevo Testamento al alemán hecha por Lutero […] se apresuró a prohibir en sus dominios, mediante decreto fechado en 1522, su compra o venta”.28

La prohibición del duque Jorge le dio la oportunidad a Lutero para mofarse de la medida y el personaje, ya que circulaba en los dominios de aquél el Nuevo Testamento que se pretendía prohibir pero con el nombre de otro traductor, el de Jerónimo Emser. Lutero evidenció a Emser, “pues se ha apropiado de mi nuevo testamento al pie de la letra, ha prescindido de mi prólogo, de mis notas y de mi nombre, ha puesto en su lugar su nombre, sus prólogo y sus glosas, y, bajo su firma, está vendiendo este nuevo testamento que es mío”.29 En cuanto al prohibicionismo de Jorge, escribió: “¡Cuánto me ha dolido, mis queridos hijos, que su príncipe territorial, en un prefacio cruel, haya condenado y prohibido la lectura del nuevo testamento de Lutero y al mismo tiempo haya preceptuado que se lea el del ‘sudita’, que, a fin de cuentas es el mismo de Lutero”.30 Concluía sobre la paradoja de vedar su traducción, cuando simultáneamente estaba en manos de la gente y por recomendación del príncipe: “Me ha hecho reír la enorme sagacidad que supone que se haya calumniado, maldito y condenado mi nuevo testamento por la sencilla razón de haber aparecido con mi firma, al mismo tiempo que se ordena su lectura por llevar el nombre de otro”.

En una carta del 12 de septiembre de 1530 a su amigo Wenceslao Link, Lutero aprovecha otro cautiverio para responder los señalamientos de haber deformado el sentido de algunos pasajes del Nuevo Testamento. Redactó la epístola en el castillo de Koburg, donde se hallaba resguardado “para su seguridad y contra su voluntad, mientras sus teólogos y los católicos presididos por Carlos V trataban de llegar a un acuerdo en la dieta de Augsburgo”.31 La misiva es recibida e inmediatamente hecha imprimir por Link, con una breve explicación de él mismo, entre otras cuestiones menciona que:

Mucho se ha hablado a últimas fechas sobre la traducción del Antiguo y Nuevo Testamento: los enemigos de la verdad, en concreto, pretenden ha#cer ver que el texto ha sido alterado e incluso falseado en muchos pasajes; ello ha causado temor a los muchos cristianos sencillos que no conocen el hebreo y el griego. Espero que esta misiva contrarreste al menos en parte la blasfemia de los impíos y haga desparecer los escrúpulos de las personas piadosas. Hasta puede suceder que esto suscite otros escritos sobre la misma cuestión.32

En la misiva, después del acostumbrado saludo, Martín Lutero va directo a defender su traducción de Romanos 3:28, la cual “los papistas recriminan aceradamente”. En la cita mencionada, la Vulgata decía: “arbitramur hominem iustificari ex fide sine operibus”, traducido por Lutero de la siguiente manera: “sostenemos que el hombre es justificado sin obras de la ley, sólo por la fe”.33

Afirma que su traducción es un esfuerzo por “ofrecer un alemán limpio y claro”.34 Más adelante confiesa que sabía muy bien la inexistencia de la palabra “sólo” en Romanos 3:28 en los textos latino y griego, lo cual “no me lo tenían que haber enseñado los papistas”. Enfatiza, “sin embargo estos cabezas de borrico las están mirando como mira una vaca a un pórtico nuevo. No se dan cuenta de que, no obstante, la intención del texto las contiene, y que es preciso ponerlas si se quiere traducir claramente y de forma que resulte eficaz. He intentado hablar en alemán, no en griego o latín, ya que mi empresa es la de alemanizar”. Abunda en la razón que le llevó a incluir la cuestionada palabra:

En todas estas expresiones, aunque el griego y el latín no lo hagan, el alemán recurre a la palabra “sólo” para que el “no” o “nada” resulten más completos y claros. Porque incluso aunque yo diga “el campesino trae trigo y no dinero”, es evidente que el “no traer dinero” no resulta tan claro y completo como cuando digo: “el campesino trae sólo trigo y no dinero”; el “sólo” se encuentra aquí apoyando a la negación, para que el conjunto tenga claridad y sea alemán del todo.35

Lutero, además de poner a disposición de la comunidad lectora el Nuevo testamento, primero, y, a partir de 1534, toda la Biblia en un lenguaje asequible y cotidiano, también estaba desechando la traducción literal para tomar partido por la “traducción según el sentido del texto [o] ad sensum”.36 Las mejores traducciones no son las que se hacen palabra por palabra, sino idea por idea. Esta ha sido la “manera privilegiada por los más grandes traductores como el orador Marco Tulio Cicerón, por ejemplo, en su De optimo genere oratorum, Quinto Horacio Flaco en su céle#bre Ars poética más conocida como Carta a los Pisones, San Jeróni#mo en la célebre Carta 57 a Pamaquio, el humanista valenciano Juan Luis Vives en el capítulo XII de su libro De ratione dicendi y otros como el también biblista agustino fray Luis de León en su traducción del Cantar de los cantares”.37

Las premisas que Lutero expuso en la carta como necesarias para realizar un buen trabajo conforman “uno de los documentos más importantes para la historia occidental de la teoría de la traduc#ción”, y al defender que “para tradu#cir, no basta saber bien ambas lenguas implicadas en el proceso, hay que conocer el tema o asunto que trata el texto”, estaba sentando escuela en las características deseables en un buen traductor.38 Sin duda al cumplir él mismo con el perfil que describió, es que su traducción de la Biblia pudo ser comprendida por un público amplio. La lengua de origen y la de destino tienen que conjuntarse para producir un texto fiel a la primera y pertinente a la segunda. En palabras de Lutero: “No hay que solicitar a estas letras latinas cómo hay que hablar en alemán, que es lo que hacen esos borricos: a quienes hay que interrogar es a la madre en la casa, a los niños en las calles, al hombre corriente en el mercado, y deducir su forma de hablar fijándose en su boca. Después de haber hecho esto es cuando se puede traducir: será la única manera de que comprendan y de que se den cuenta de que se está hablando con ellos en alemán”.39

La trascendencia cultural e histórica de la traducción de Lutero le da un cariz particular a la nación germana. Le sirve para fortalecer su identidad, para anteponer su idioma al dominante latín priorizado por la Iglesia católica. La Biblia de Lutero representa la democratización del conocimiento religioso, que desde este terreno se extiende a otros ámbitos, como el político. De ahí que se haga necesario aquilatar la afirmación de Johann Wolfgang von Goethe: “Los alemanes sólo se convirtieron en un pueblo con Lutero”.

En el tiempo de fijar las 95 tesis Lutero tenía claro lo que no deseaba se enseñara y practicara en la Iglesia, y buscaba que se regresara a la sencillez del Evangelio. Más allá de esto carecía de un programa para el cambio y creación de una nueva institucionalidad. En el camino de su disputa con Roma se fueron abriendo horizontes inesperados, los que le llevaron a la ruptura teniendo detrás de sí apoyos y simpatías que posibilitaron que no solamente sobreviviera a las maniobras de los papas que confrontó (León X, Adriano VI, Clemente VII y Paulo III), sino que fuera el artífice para desencadenar cambios y la construcción de un abanico religioso y cultural conocido como protestantismo.

Carlos V tenía diecinueve años cuando fue elegido emperador. No tenía suficiente experiencia para enfrentar una crisis como la representada por el reto de Lutero al régimen de Cristiandad. Años después, cuando adquirió mayor conocimiento del entorno religioso y socio político e intentó someter al teólogo alemán, el entramado que había hecho posible por siglos controlar las disidencias religiosas estaba resquebrajado y fue imposible revertir el movimiento desatado por Lutero.

Martín Lutero no fue revolucionario a priori, fueron los cambios que provocó los que le infundieron de manera creciente un carácter revolucionario a la lid que emprendió. Su genio fue haberse mantenido firme cuando la simbiosis poder eclesiástico/poder imperial se le vino encima. Se aferró con denuedo a lo que leyó una y otra vez en la Carta a los Romanos, “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (8:31).

 

NOTAS

1# Teófanes Egido (editor), Lutero, obras, Salamanca, Ediciones Sígueme, 1977, p. 15.

2# Patrick Collinson, La Reforma, Barcelona, Editorial Debate, 2004, p. 56.

3# Teófanes Egido, op. cit., 1977, p. 11.

4# Ibid., p. 15.

5# Idem.

6# Jean-François Gilmont, “Reformas protestantes y lectura”, en Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, Historia de la lectura en el mundo occidental, Madrid, Taurus, 1998, p. 334.

7# Timothy F. Lull, “Luther’s writings”, Donald K. McKim (editor), op. cit., p. 39.

8# http://www.laverdad.es/ababol/primer-best-seller-20170703003805-ntvo.html

9# Ibid., p. 10. “La Biblia griega o Septuaginta (LXX) es una colección de escritos, la mayoría de ellos traducidos del hebreo y algunos compuestos originalmente en griego, que engloba obras de distintos géneros literarios y cuyas traducciones o composición se produjo a lo largo de cuatro siglos, desde el III a. C. hasta el 1 d.C.”; Natalio Fernández Marcos y María Victoria Spottorno Díaz-Caro (coordinadores), La Biblia griega Septuaginta I, El Pentateuco, Salamanca, Ediciones Sígueme, 2008, p. 11.

10# Eric W. Gritsch, “Luther as Bible translator”, Donald K. McKim (editor), op. cit., p. 62.

11# Stephan Füssel, El libro de los libros. La Biblia de Lutero de 1534: una introducción histórico-cultural, Colonia, Alemania, Tashen, 2003, p. 10.

12# Ibid., p. 14.

13# Ibid., pp. 15 y 26.

14# Jean-François Gilmont, op. cit., p. 334.

15# Stephan Füssel, op. cit., p. 7.

16# César Vidal, El caso Lutero, Madrid, Editorial EDAF, 2008, pp. 171-172.

17# Patrick Collinson, op. cit., p. 80.

18# César Vidal, op. cit., p. 176.

19# Eric W. Gritsch, op. cit., p. 63.

20# Thomas Kaufmann, Martín Lutero. Vida, mundo y palabra, Madrid, Editorial Trotta, 2017, p. 64.

21# Idem.

22# Randall Zachman, “Learning to Read Scripture for Ourselves. The Guidence of Erasmus, Luther and Calvin”, Jennifer Powell McNutt y David Lauber (editores), The People’s Book. The Reformation and the Bible, Downers Grove, Illinois, InterVarsity Press, 2017, p. P. 59

23# Stephan Füssel, op. cit., p. 37.

24# Herón Pérez Martínez, “Misiva de Martín Lutero sobre el arte de traducir”, Relaciones Estudios de Historia y Sociedad, número 38, primavera 2014, El Colegio de Michoacán, p. 155. Jorge Spalatino (1484-1545), humanista germano, estudio en las universidades de Erfurt y Wittenberg. En 1508 fue ordenado sacerdote y al año siguiente es nombrado tutor de los hijos del príncipe elector Federico el Sabio, de quien fue bibliotecario y secretario. En 1511 coincide con Lutero en la Universidad de Wittenberg y comienza a estudiar la Biblia con él. Spalatino aconsejó a Federico el Sabio para que protegiera a Lutero cuando surgió el diferendo con autoridades de la Iglesia católica romana. Acompañó a Federico en1518 a la Dieta de Augsburgo y en 1521 a la Dieta de Worms. En 1525 contrajo matrimonio. A la muerte de Federico (5 de mayo 1525), Spalatino desarrolló una función clave con el sucesor (Juan de Sajonia) para fortalecer el movimiento de Reforma. Datos tomados de F. L. Cross y E. A. Livingstone (editores), The Oxford Dictionary of the Christian Church, tercera edición, Oxford-New York, Oxford University Press, 1997, p. 1527.

25# Stephan Füssel, pp. 39-40.

26# Eric W. Gritsch, op. cit., p. 63.

27# Stephan Füssel, p. 40.

28# Herón Pérez Martínez, op. cit., p. 156.

29# Martín Lutero, “Misiva sobre el arte de traducir”, en Teófanes Egido, op. cit., p. 309.

30# Idem.

31# Teófanes Egido, op. cit., p. 306.

32# Herón Pérez Martínez, op. cit., p. 154 y Teófanes Egido, op. cit., p. 307.

33# Dos versiones de biblias protestantes traducen al español así Romanos 3:28: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Reina-Valera, revisión 1960); “Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige” (Nueva Versión Internacional). Por su parte la Biblia Traducción Interconfesional, realizada conjuntamente por biblistas católicos y protestantes y publicada en 2008, dice: “Sostengo, en efecto, que Dios restablece en su amistad al ser humano mediante la fe y no por la observancia de la ley”.

34# Martín Lutero, “Misiva sobre el arte de traducir”, en Teófanes Egido, op. cit., p. 310.

35# Ibid., p. 311.

36# Herón Pérez Martínez, op. cit., p. 153.

37# Herón Pérez Martínez, op. cit., pp. 153-154.

38# Ibid., pp. 153 y 159.

39# Martín Lutero, “Misiva sobre el arte de traducir”, en Teófanes Egido, op. cit., p. 311.

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