El extraño caso de Jessica Harper, la única actriz de la 'Suspiria' de 1977 que aparece en la versión de Luca Guadagnino

Protagonizó películas de culto, trabajó con Woody Allen y rodó la primera escena de sexo real en Hollywood, y desapareció. Ahora quiere contar su historia.

La actriz Jessica Harper en la actualidad y en un fotograma de 'Suspiria' (1977).

Getty Images / Cordon Press.

Cuando Luca Guadagnino se planteó hacer una nueva versión de Suspiria, el clásico que Dario Argento dirigió en 1977, asumió que la única manera de conseguir una película personal era tomarla más como inspiración que como modelo, comprobar hasta dónde era capaz de llegar partiendo del original. Sin embargo, se permitió algo que podría interpretarse como una concesión al pasado: llamó a su protagonista, Jessica Harper. Aquella veinteañera menuda, de ojos enormes y gesto dulce, fue Suzy Bannon, una bailarina atrapada en una academia dirigida por brujas.

Guadagnino quería ofrecerle un papel en la película, pero antes necesitaba saber si Harper hablaba alemán. "Por supuesto", respondió ella, que un minuto después de colgar al responsable de Call Me by Your Name llamó inmediatamente a una academia de idiomas. "Miren, acabo de mentir a un prestigioso cineasta y necesito saber si podría aprender alemán lo antes posible".

Al final su personaje, la enigmática Anke, una presencia espectral, sólo tenía que pronunciar algunas frases. También había una persona en el rodaje para ayudarle a hacerlo correctamente. La anécdota sirve sobre todo para presentar a una mujer que algunos despistados no reconocían en la alfombra roja del Festival de Venecia, junto a Dakota Johnson –la nueva Sussie Bannon 40 años más tarde– Tilda Swinton y Chloe Grace-Moretz.

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No es exagerado decir que Jessica Harper (Chicago, 1949) pudo ser una de las grandes estrellas de Hollywood. O al menos una actriz con una carrera continuada. Debutó en el cine con el musical rock El fantasma del paraíso, la versión alucinada y burlona de El fantasma de la ópera que dirigió Brian de Palma en 1974. Venía de ser una de las chicas del coro en el montaje teatral de Hair, en el que había entrado gracias a una imitación de Elvis Presley. Apenas tenía experiencia, pero en las audiciones para la película De Palma no lo dudó: era la que mejor cantaba de todas las que se presentaron. Entre las aspirantes estaba Linda Ronstadt, una de las grandes voces del rock norteamericano de todos los tiempos.

Sólo por El fantasma del paraíso y Suspiria ya quedaría justificada la etiqueta "de culto" que le ha acompañado siempre. Pero Harper también trabajó con Woody Allen en La última noche de Boris Gruschenko y Recuerdos –rechazó un papel en Annie Hall para hacer Suspiria–, protagonizó Shock Treatment, secuela de Rocky Horror Picture Show, y compartió cartel con Peter O´Toole en Mi año favorito y Steve Martin en Dinero caído del cielo. También se convirtió en la primera actriz norteamericana de cine no pornográfico en rodar una escena de sexo realista en Inserts; fue en 1975, tan sólo tres años después de que Linda Lovelace escandalizase al público de EE UU con Garganta profunda.

Jessica Harper con Woody Allen, paseando por Nueva York, en 1981.

Getty Images.

Todo esto le pasó a Jessica Harper en menos de una década. La cuestión es que a partir de 1982 perdió esta inercia laboral y se quedó a medio gas, haciendo personajes episódicos en series como Luz de luna, El ecualizador y Starman. Aún no ha sido capaz de dar una explicación lógica a por qué no pasó a competir por los papeles que conseguían otras compañeras de generación como Sissy Spacek o Sally Field. Ella lo atribuye a que no le gusta insistir. "No tengo ninguna fuerza de voluntad para tratar de de venderme a los demás", explicaba en una entrevista. "Prefiero que el público me busque, si le apetece, más que forzarles yo a que me vean".

Si hay algo evidente es que tampoco ha querido tirar de enchufes para conseguir trabajo en películas. Está casada desde 1989 con Tom Rothman, presidente de Sony Pictures con una larga trayectoria en estudios como Columbia o 20th Century Fox, y con quien tiene dos hijas, Elizabeth y Nora. Por ver la función teatral de una de ellas rechazó un papel en Yo, yo mismo e Irene, la comedia que convirtió a Jim Carrey en el actor mejor pagado en 2000.

La familia, a pesar de tratarse de una prioridad para la actriz, tampoco sirve para explicar su escasa filmografía. Quizá todo se reduzca a que además de no querer ser pesada, se trata de una mujer de múltiples y muy diversos talentos. Al margen de su carrera como actriz, o su formación como bailarina y pintora, ha compuesto siete discos y ha escrito once libros, todos pensados para los más pequeños. También ha encontrado una manera de dar salida a una de sus grandes frustraciones. "¿Es que nadie piensa en los que somos un desastre en la cocina?", fue el argumento con el que en 2011 comenzó a grabar vídeos como The Crabby Cook, "la cocinera cabreada". Enseñaba a cocer un huevo, hacerlos revueltos o preparar una sopa tal y como le gusta a su marido, es decir, de bote. Lo fundamental, asegura, es que sean recetas SMI: "sin muchos ingredientes".

A falta de películas –en lo que va de siglo sólo se puede destacar un pequeño papel en Minority Report, de Steven Spielberg–, estos clips son la mejor oportunidad de disfrutar del encanto como intérprete de Harper, que además hace gala de un gran sentido del humor y una capacidad extraordinaria para reírse de youtubers, cocineros y, sobre todo, sí misma.

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En todavía otra nueva faceta más, lo próximo para esta actriz de culto será un podcast, Winnetka, una serie de diez episodios que estrenará el 4 de febrero y con la que pretende explorar sus memorias. Hablará sobre su fallida pérdida de la virginidad, sus experiencias con las drogas en aquella norteamérica hippie o los consejos de su madre para fracasar como ama de casa, pero adelanta que su intención con esta autobiografía sonora era investigar un secreto familiar: los motivos del extraño comportamiento de su padre, un veterano de la II Guerra Mundial que triunfó en Madison Avenue al frente de una agencia publicitaria. Como si Mad Men lo contase hoy la hija de Don Draper.

La mirada de Jessica Harper conserva el mismo brillo juvenil que cuando asistió por primera vez a aquel aquelarre sangriento de la primera Suspiria. El año pasado compartió a través de su web que llevaba más de quince años tratándose una degeneración macular. Cada mes y medio recibe inyecciones en los ojos para tratar los síntomas de la enfermedad, la formación de una nube que emborrona el centro de su visión. No es suficiente para retirarla. Lo interpreta como una señal del paso del tiempo, algo que tampoco ha querido ocultar pasando por el quirófano. Una vez vio un documental espantoso sobre cómo se hacían los estiramientos de piel y se le quitó la idea. "Era demasiado gore incluso para mí", aseguró una de las primeras reinas del género. "Además de una salvajada y antifeminista, me daría miedo acabar pareciendo un piloto de avión que está volando muy deprisa".