Jerry Hall: "Pensaba que Mick Jagger maduraría algún día... Fui muy optimista"

La exmodelo es hoy una mujer de 58 años que no piensa volver a casarse jamás.
© Marcin Tyszka

“Yo siempre he dicho que sí a todo”

"Cuando era una adolescente me pasaba las tardes del sábado con mis hermanas en el rodeo. Una de ellas había sido campeona montando toros y era cheerleader de cowboys”, dice Jerry Hall (Gonzales, Texas, 1956) con la cabeza ladeada y esa larga melena rubia tan característica que parece una caricatura cayéndole sobre el hombro. Tiene cincuenta y ocho años y han pasado casi cinco décadas desde que esta modelo, actriz y leyenda viviente soñase con abandonar el suburbio de Texas en el que se crió en el seno de una familia numerosa (eran cinco chicas) , rodeada de rudos ganaderos.

Mientras fuma al sol, tranquilamente, calzada con unas discretas bailarinas y vestida con unos pantalones vaqueros en el porche de una casita victoriana del Este de Londres lo primero que llama la atención en esta mujer que fue la representante máxima del glamour del Nueva York de Studio 54 no son esas piernas larguísimas (mide un metro ochenta y tres centímetros) ni sus enormes ojos azules (los lleva ocultos detrás de unas gafas Wayfarer de Ray Ban) . Lo primero que llama la atención son unas manos gigantescas y unas uñas grandes y largas que parecen haber sujetado miles de cigarrillos. Hay algo inquietante e indomable en la forma de estar en el mundo de esta maniquí que se convirtió en musa de Helmut Newton en los años setenta, cuando aún no había alcanzado la mayoría de edad, y que ** fue pareja de Mick Jagger durante 21 años.**

Jerry Hall es extraordinariamente amable y escucha con muchísima atención, cualidades que caracterizan a cualquier seductor que se precie. Cuando se le sugiere una idea o se le hace una pregunta repite con una voz grave y lenta las dos últimas palabras mientras asiente, como si comprendiese perfectamente. Pero cuando responde, de vez en cuando y sin motivo aparente se ríe de una forma desconcertante, para después quedarse mirando fijamente a su interlocutor o al vacío.

“A mí siempre me ha gustado escribir poesía. Me encantan Emily Dickinson, Sylvia Plath o Allan Poe. Hablando de poesía he conseguido conectar con muchos artistas”, me dice para intentar explicarme cómo una mujer que frecuentaba honky tonks —esas salas de fiestas donde acuden los estadounidenses del sur a bailar música country— llegó a convertirse en musa del ya mencionado Helmut Newton, que la fotografió vestida de dominátrix; del ilustrador Antonio López, que la dibujó como una señorita de Aviñón pop; del pintor Lucian Freud, que la pintó desnuda y embarazada; del escultor Ed Ruschka, que inmortalizó su perfil; de Andy Warhol, que le dedicó una serie de seis retratos multicolores y de Jagger, quien compuso para ella Miss you. ** “Yo siempre he dicho que sí a todo”. Y entonces suelta una de esas risotadas que descolocan.**

A lo primero que dijo sí Hall fue a la idea de marcharse a Europa con dieciséis años, una mochila y un puñado de dólares. “Mi padre y mi madre tenían una granja en el campo e iban por ahí con una camioneta vendiendo hortalizas que cultivaban, hasta que a él lo llamaron a filas en la Segunda Guerra Mundial, al lado del general Patton. Estuvo en todas sus batallas y fue un sargento muy condecorado, pero regresó de la contienda psicológicamente muy dañado”. Se dio al juego y apostó la granja en una partida. La perdió. “Mi tío nos construyó una chocita con una habitación donde dormíamos todos juntos”.

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Fueron años duros, hasta que su padre empezó a trabajar en una compañía química y a llevar mercancías por todo Estados Unidos en un camión. Su madre logró un puesto como archivera en una biblioteca. “Entonces nos mudamos a una casa de ladrillo rosa con tres dormitorios que a mí me parecía maravillosa”. Jerry Hall y su hermana gemela decidieron un fin de semana abandonar los rodeos para acudir a una feria de moda en Dallas. Allí consiguió su primer trabajo posando. Después se graduó y consiguió una beca para ir a pasar el verano a París con sus compañeros de clase de francés. El viaje se canceló. “Mi madre me había hecho aquellos vestidos maravillosos para pasear por Francia...”. Así que decidió ir. Y no se plantó en la ciudad de las luces, sino que lo hizo en Saint Tropez, por consejo de su madre —y de su agencia de modelos—. Allí comenzó todo.

La ubicaron en un apartamento con Grace Jones y un modelo gay masculino y ambos empezaron a pasearla por la escena nocturna de la Costa Azul francesa. “Íbamos mucho a un club que se llamaba Set, donde me presentaron a Antonio López, que me preguntó si me podía dibujar”. Segundo sí. “Antonio me presentó a Helmut, que me hizo mis primeras fotos. Me vistió de cuero con látigos y yo empecé a llorar. Yo quería estar en Vogue y aquello me parecía pornografía. Me explicó que se trataba de arte”. Tercer sí.

—¿Cómo se describiría a sí misma en aquel tiempo?
—Todas mis hermanas se habían ido de casa y nuestro padre era bastante violento. Cualquier cosa me valía para no regresar a Texas. Así que era muy entusiasta y muy entregada. Feliz y enérgica.

— Y, ¿por qué cree que tuvo tanto éxito?
—No sé qué pasaba. Simplemente conectaba con la gente. Grace Jones me presentó a Andy Warhol. Salvador Dalí me pidió que apareciese desnuda en una de sus películas y le tuve que decir que no porque mi madre me había hecho prometerle que no iba a hacer desnudos. Francine Crescent [directora de Vogue] siempre me llamaba y me contrataba para todo. A los 19 años empecé a trabajar con Grace Coddington.

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Y luego está aquella sesión de fotos para la portada de un disco de Roxy Music en la que aparecía caracterizada como una sirena y que hizo que Brian Ferry se enamorase de ella y la convirtiese en su prometida. De ahí nace el episodio en el que Hall conoce a Mick Jagger en una cena informal en Manhattan, en el año 1977, y abandona a Ferry en una de las traiciones (de Hall a Ferry y de Jagger a su esposa de entonces, Bianca) más conocidas de la historia del rock. Fue otro de los síes que cambiarían su vida. Jagger y ella se mudaron juntos a la Gran Manzana y allí se convirtieron en la it couple de Studio 54 y de Club 21, las discotecas donde todo podía pasar. Fotografiados hasta la extenuación con espectaculares looks en los que no faltaban las boas de pieles suntuosas, la brillantina y los tacones de vértigo, acudían a fiestas que convocaban desde Andy Warhol hasta Woody Allen.

—Ha sido usted una persona muy juerguista, o esa es la reputación que tiene. ¿Cree que habría llegado tan lejos si no hubiese salido tanto?
—Yo no me definiría como una persona juerguista. No me drogo, me voy a la cama muy pronto y solo bebo ocasionalmente. Cuando vivía con Mick en Nueva York es cierto que salíamos casi todas las noches. Y vale, sí, iba de gira con los Rolling Stones y es verdad que había un montón de fiestas que se celebraban después de los conciertos.

De aquella época también quedan cientos de testimonios gráficos y un vídeo memorable en el que Jerry Hall sube al escenario con otras coristas para cantar junto a Sus Satánicas Majestades. La canción, por supuesto, Honky tonk women. “Lo que sí diría es que siempre me ha gustado mucho bailar y ver gente, a mis amigos. Pero eso fue hace muchísimo tiempo, antes de casarme y tener hijos”.

En el jardín de la casita victoriana donde tiene lugar la sesión de fotos, Jerry Hall se fuma otro cigarrillo mientras mira hacia un sol inusualmente brillante. Ni con la cabeza llena de rulos, ni enfundada en un albornoz blanco pierde un ápice de sofisticación. Vive en una de las zonas residenciales más caras de Londres, en un manor del siglo XVII que Mick Jagger compró en los años noventa, y adora la primavera en Inglaterra. “Los inviernos son durísimos aquí. Es necesario escapar de esta ciudad de vez en cuando. Acabo de estar de vacaciones en el Caribe”. Con sus hijos y también con Mick, de quien lleva divorciada desde 1999, pero con quien asegura tener una relación fantástica.

—¿Cómo una persona con su energía y sus intereses escogió una ciudad como Londres para vivir?
—Mick insistió en que los niños fuesen educados aquí, porque él es inglés y cree que la educación británica es la mejor. Así que en realidad seguí sus deseos.

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—¿Está contenta con esa decisión?
—Me hubiese gustado que hubiesen podido disfrutar de los inviernos soleados de Texas y que hubiesen crecido rodeados de caballos, como yo. Pero estoy contenta porque mis cuatro hijos son increíbles, inteligentes, han sido buenos estudiantes, no se han metido en problemas, y quién sabe lo que habría podido pasar... Nueva York es una ciudad muy sucia y Los Ángeles muy peligrosa, hay muchas tentaciones. Creo que he tenido muchísima suerte.

Es cierto que Jerry Hall es muy familiar y habla de sus hijos con un orgullo evidente. Su hijo James (1985) va a hacer una serie para la HBO con Martin Scorsese, me cuenta. Se titula Rock and Roll y en ella el chico interpreta a una estrella del rock de los años setenta. “Estudió arte dramático, así que es una oportunidad increíble”. Gabriel, el pequeño, que tiene 18 años, hace hoy su examen para entrar en la universidad. Y Lizzy (1984) y Georgia May (1992) han seguido sus pasos y son modelos. ¿El consejo que les ha dado? “Sed puntuales y muy amables con todo el mundo. Así se consigue todo en la vida”. Si tuviese que escoger su fiesta más memorable, Jerry Hall se quedaría con una en la que estaban todos sus hijos. “Era mi cumpleaños y lo celebramos en la Serpentine Gallery [una de las salas de exposiciones más solicitadas de Londres]. Bailamos toda la noche y cuando amaneció caminamos por Hyde Park”.

Antes de que llegase la vida londinense, Hall y Jagger estuvieron casi siete años de gira. “Siempre viajando, siempre haciendo las maletas, cambiando de lugar constantemente”. Hall recuerda estar permanentemente cansada. “Yo también tenía mi trabajo como modelo, así que iba a las sesiones y luego volvía a reunirme con él. Era un tipo de vida agotador y por eso decidimos asentarnos y tener hijos. Estábamos muy felices con el plan”. Contrajeron matrimonio según un rito hindú en Bali en 1990.

—Cuando decidió crear una familia con Mick Jagger, ¿tenía miedo de lo que pudiese pasar? Al fin y al cabo él era músico, y ya se sabe que los músicos son complicados...
—Nosotros nos amábamos y nos llevábamos muy bien, pero sí fue difícil para mí estar en esa posición humillante en la que a tu hombre le persiguen cientos de mujeres. Siempre estaba rodeado de tías haciendo esto y lo otro. Era tan popular... Le perseguían y era bastante duro para mí.

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—¿Cómo fue capaz de superar esa situación, de sobrellevarla?
—Pensaba una y otra vez que él algún día crecería y maduraría. Era muy optimista.

—¿Y se cansó de ser optimista?
—Bueno, sí. Llevábamos mucho tiempo juntos y él tuvo un hijo con otra. Eso fue demasiado.
Y ahí viene de nuevo uno de esos accesos de risa desconcertantes.

Que Mick Jagger tuviera un hijo con la modelo brasileña Luciana Giménez se convirtió en un escándalo a nivel planetario porque el Rolling Stone se negaba a reconocer su paternidad hasta que unas pruebas de ADN no le dejaron más opción. Pero antes de Giménez hubo otras muchas, entre ellas Carla Bruni, a quien Hall siempre ha descargado de toda responsabilidad en el fin de su matrimonio. Después de su divorcio, la tejana dijo que había conseguido sacar a su marido de las drogas pero no de su adicción a las mujeres. Mick Jagger, por su parte, declaró no creer en la monogamia: “En otras sociedades no es una obligación y la gente sigue siendo humana”.

—Con todas estas circunstancias extraordinarias, ¿cómo ha conseguido educar bien a sus hijos?
—Siempre hemos tenido tutores que han venido a casa y que se han ocupado de ayudarles con sus tareas. Siempre hemos comido todos juntos. Sin televisión, sin ordenador. Siempre les hemos tratado como adultos y han tenido conversaciones con gente mayor, con nuestros amigos del mundo del arte, de la música, del teatro. Han tenido influencias creativas, pero también han aprendido cómo ser amables, hospitalarios y correctos.

—Pero hay que tener en cuenta que su padre era uno de los Rolling Stone, usted una supermodelo, que a veces iban de gira con los niños...
—Es importante pasar mucho tiempo con ellos, ver quiénes son sus amigos, tener la casa abierta para ellos. Es bueno crear un lugar seguro para que socialicen. Y también por supuesto darles cariño: abrazarles y decirles que deben hacer aquello que aman.

—¿La relación con sus hijas modelos le supone un conflicto? Usted era la estrella y entonces llegaron ellas, más jóvenes y tan bellas como usted.
—No, no. Estoy muy orgullosa de ellas. De hecho guardo todas las portadas en las que han aparecido. Las tengo en el salón de casa y me riñen: “¡Mamá, no pongas eso ahí!”. Heredaron algunos buenos genes míos y de Mick, pero tienen éxito y talento por derecho propio. Y además son muy cuidadosas con el dinero. Están ganando muchísimo y lo están invirtiendo en casas, lo están ahorrando...

—¿Usted les enseñó eso?
—Sí. Y Mick también. Él es bastante sensible con el dinero.

La palabra “sensible” podría tener una doble lectura aquí. En una ocasión Hall definió públicamente a su marido como un tacaño porque siempre le pedía que se hiciese cargo de los gastos de la casa y de la educación de los niños.

En la era D.J. (Después de Jagger) la modelo, que había aparecido en varias películas y siempre había coqueteado con el cine, decidió que ya había llegado el momento de intentarlo a lo grande en el mundo de la interpretación. Así fue como se atrevió a tomarle el relevo a Kathleen Turner como Señora Robinson en la adaptación para Broadway de El graduado. Las críticas fueron desiguales, aunque no terribles. “Nunca tienes la sensación de que sea una depredadora, una lasciva o una zorra... Simplemente es una mujer muy glamurosa intentado pescar a un hombre más joven ”, dijeron en The Guardian. Ese papel de mujer cougar volvió a interpretarlo en un reality show en 2005, en el que diez concursantes jóvenes tenían que intentar seducirla. Más recientemente, concursó en la versión británica de Mira Quién Baila. Este año ha intervenido con dos pequeños papeles en dos películas.

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—Si pudiese escoger cualquier papel, ¿cuál elegiría?
—Cualquiera de Tennessee Williams.

—¿Cómo es que se prestó a hacer reality shows?
—Pues no sé, yo simplemente digo sí a las cosas. Siempre he sido así.

En el sótano de la casa victoriana, Jerry Hall reposa completamente vestida de blanco sobre un sofá inmaculado con un gato persa entre sus brazos. Paradójicamente, desde que sus hijas son modelos, ella también ha vuelto a trabajar como maniquí. En 2011 protagonizó para H&M una campaña junto a su hija Georgia May Jagger. El año pasado, British Airways la contrató como imagen para su ruta Londres-Austin. ¿Quién mejor que ella para ensalzar las bondades de un vuelo directo a Texas? “Lo bueno que está pasando en el mundo de la moda es que están llamando a mujeres más mayores. Me da la impresión de que es así porque mi generación puede permitirse comprar cosas caras, ropa buena... Vivimos más, así que hay un mercado ahí”.

Jerry Hall no parece tener miedo al paso del tiempo, aunque le enerva que el público piense que las mujeres no pueden ser bellas a diferentes edades. “Que tengamos algunas arrugas no significa que seamos inservibles”. De hecho, detesta la cirugía estética. “Algunas mujeres se ponen grasa del trasero en los labios. Así que tienes el trasero en...”. Se señala los labios en un gesto cómico que vuelve a desatar su risa. “Someterte a una anestesia, abrir tu piel y que se exponga a infecciones... Todas esas cosas son peligrosas. Siento compasión por esas mujeres que se miran al espejo y no saben lo que ven. ¡El bótox es veneno! Consigue que los músculos se paralicen. Y además te hace parecer mala y loca. Yo me tiño el pelo. Me compro una botella que cuesta diez libras y lo hago yo misma. Y pienso, mira, bien, me cuesta diez pavos y lo hago yo. Así que no estoy en contra del artificio. Estoy en contra de tener una pinta ridícula”.

Hall, como su ex marido, también tiene ahora una percepción poco convencional del compromiso. Tres de sus hijos ya no viven con ella. “Una vez a la semana voy a verles a sus casas y una vez a la semana vienen conmigo”. Últimamente, se ha publicado que tiene una relación estable con Armand Leroi, un biólogo y divulgador de cincuenta años. Le pregunto por él. “Tengo citas. No estoy en una relación seria. Nada parece durar mucho. Amo vivir en mi casa sola y me encanta ser esa matriarca que recibe a sus hijos”.

—¿Se casaría de nuevo?
—No encuentro ninguna razón para casarme de nuevo, la verdad. Soy independiente económicamente y tengo muchísimos amigos, además de a mis hijos. He estado comprometida 21 años, no quiero tener ese tipo de vínculo nunca más. Me gusta tener compañía, me gusta estar con gente inteligente con la que conversar o ir a cenar, tengo una vida sexual activa. Pero no quiero volver a hacer eso de atarme a alguien. Creo que es indigno a una cierta edad.

—¿Indigno por qué? ¿Porque la obliga a ser sumisa?
—Creo que casarse es algo que hacen los jóvenes para tener hijos, pero no creo que la gente mayor tenga necesidad de hacerlo.

—¿Alguna vez le ha molestado que la traten como esposa de?
— No. Yo era muy joven cuando empecé a trabajar y tenía una espléndida carrera. Un año estuve en la portada de Vogue seis veces. Nunca sentí que no fuese nadie, pero es cierto que el hecho de que Mick fuese tan, tan famoso llevó todo un nivel superior. Sobre todo la relación con la prensa. Es muy duro porque se inventaban historias. Fue difícil para los niños leer sobre sus padres. Así que creo que incluso en eso, los críos lo han hecho todo muy bien.

—Si le pregunto qué busca en un hombre, ¿tiene sentido?
—Sí. Me gusta la inteligencia, la buena conversación, el talento, la creatividad.. . El tema físico no es importante. Prefiero ser yo la atractiva.

—No creo que eso sea muy difícil para usted
—Se está poniendo cada vez más complicado...

Reportaje originalmente publicado en el número 83 de Vanity Fair.