Jane Morris, la joven larguirucha que obsesionó al prerrafaelita Dante Gabriel Rossetti

Jane Morris, la joven larguirucha que obsesionó al prerrafaelita Dante Gabriel Rossetti

  • Su belleza heterodoxa cautivó al pintor, que la retrató en algunas de las obras más destacadas del movimiento artístico de mediados del siglo XIX.
  • Una exposición ilustra la fijación artística y emocional de Rossetti por su musa, a la que veneró y mitificó mostrándola como una diosa inalcanzable.
  • Se exhiben también un tapiz realizado por Jane Morris y fotos y dibujos que le hizo en la vejez la artista Evelyn de Morgan.
'Estudio para 'Beatriz' (1871), uno de los dibujos de Rossetti con Jane Morris como modelo
'Estudio para 'Beatriz' (1871), uno de los dibujos de Rossetti con Jane Morris como modelo
Dante Gabriel Rossetti - © Bradford Museums and Galleries
'Estudio para 'Beatriz' (1871), uno de los dibujos de Rossetti con Jane Morris como modelo

Algo desgarbada, larguirucha y de pelo oscuro y encrespado Jane Burden (1839-1914) —conocida como Jane Morris tras casarse con el artista, escritor e intelectual William Morrisno se ajustaba a los cánones de belleza victorianos que encumbraban a la mujer angelical de tez de porcelana, pelo claro y un cuerpo con curvas.

Fue precisamente el aspecto heterodoxo, acentuado por una mirada inquisidora y profunda, lo que cautivó a Dante Gabriel Rossetti en cuanto la vio. El ilustrador, pintor y poeta inglés (una de las figuras más importantes de la Hermandad Prerrafaelita) fue el primero en sentirse absorbido por ella. De origen humilde y sin estudios, Jane acudía con su hermana a una obra de teatro cuando Rossetti y Edward Burne-Jones supieron nada más verla que tenían que retratarla. Le pidieron que posara para ellos y nació la Jane musa, la mujer que dominaría los cuadros de los más importantes pintores e ilustradores del movimiento artístico.

El prerrafaelismo rechazaba a mediados del siglo XIX el arte académico del momento (enquistado en el homenaje a la grandeza renacentista) para avanzar hacia un lenguaje que uniera el misticismo, la admiración por el arte y las leyendas medievales, los procedimientos artesanales... A esa mezcla se unía la destreza técnica del presente: el movimiento es considerado a menudo como el primero de vanguardia, un pilar en la modernización del arte.

La condena de no tenerla siempre

La exposición Rossetti's Obsession: Images of Jane Morris (La obsesión de Rossetti: imágenes de Jane Morris) —en la Galería de Arte Lady Lever de Liverpool, que alberga una de las colecciones más selectas de arte decorativo del Reino Unido— conmemora el centenario de la muerte de la musa y pone en conjunto hasta el 21 de septiembre una serie de pinturas, dibujos y fotografías que ilustran la fijación artística y también emocional que el autor gestó por ella.

Él la veneró como mujer y ella terminó casándose con Morris, del que confesó más tarde que no amaba. La relación emocional iba más allá de lo físico, el artista mitificaba a la modelo en cada obra, la mostraba como una diosa inalcanzable. Tuvieron un romance que duró, de manera discontinua, de 1865 hasta la muerte de Rossetti en 1882. Ella optó por alejarse de él varias veces: no soportaba que Rossetti fuera adicto al cloral, un medicamento con el que trataba el insomnio y que cada vez lo volvía más paranoico.

En el grupo de más de 30 piezas hay trabajos poco exhibidos, entre ellos estudios para algunas de las más famosas creaciones del prerrafaelita como Pandora (1878) y La mujer de la ventana (1870). Especialmente simbólico es el estudio final de Proserpina, que luego sería sobre el lienzo una de las pinturas más conmovedoras del artista. En la imagen, la modelo representa a la diosa grecorromana que ilustra el mito de la primavera, él utiliza el mito para hacer una amarga referencia a la condena de no tenerla siempre.

Con el pelo blanco y arrugas

Además de las excepcionales representaciones del autor, la muestra proporciona un curioso ejemplo del talento de Jane Morris como creadora. Tras casarse, disfrutó de una educación que de otra manera le hubiera sido negada, aprendió idiomas, adquirió unos modales y un vocabulario exquisitos y se adaptó con una asombrosa facilidad a los círculos intelectuales, también se reveló como una gran bordadora. La exposición descubre un tapiz de gran tamaño diseñado por William Morris y realizado con esmero por ella y Jenny, una de las hijas del matrimonio.

Las imágenes finales están dedicadas a la musa en la recta final de su vida. En fotos y dibujos de la pintora inglesa prerrafaelista Evelyn de Morgan, Jane Morris ya no es la diosa sublime, sino una mujer de carne y hueso, con el pelo gris y la cara marcada por las arrugas, pero con la misma mirada profunda que trastornó a Rossetti y la transformó en inmortal.

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