Jacqueline Roque: la última musa de Picasso

Jacqueline Roque (1927-1986) es conocida por ser la última esposa de Pablo Picasso, la última mujer con quien el pintor malagueño viviría el resto de sus días hasta su muerte. Nacida en París, su biografía es digna de consideración: de bien pequeña su padre la abandonó y a sus 18 años falleció su madre. Un año después contrajo matrimonio con André Hutin y de esta relación nació su hija Catherine. Sin embargo, en 1952 se divorciarían y la joven parisina decidió volver a Francia para trabajar en el taller de cerámica de Vallauris, donde conocería a Picasso. Dos años más tarde establecería una relación formal con el artista: por aquel entonces ella tenía 27 y él 72. Se casaron en mayo de 1964 y en 1973 moriría Picasso. 

En estos años de amor apasionado, la figura de Jacqueline sirvió como modelo y fuente de inspiración para gran parte de las obras de su última época. Os exponemos un breve recorrido biográfico sobre su vida en pareja y los frutos artísticos que surgieron de este idilio amoroso.

Vida en pareja 

Como ya hemos mencionado antes, ambos se conocieron en el taller de cerámica Madoura, en Vallauris, donde ella se mantenía económicamente con un trabajo temporal en la tienda, y poco después empezó a servirle como modelo para sus obras. No fue hasta su separación definitiva con Françoise Gilot que Picasso comenzó a salir con Jacqueline, y en 1954 decidieron vivir juntos en pareja. 

Al principio ella y su hija Catherine vivían en la vila Le Ziquet, pero una vez juntos se trasladarían a diferentes viviendas alrededor del sur de Francia, como el pequeño palacio de Canes La Californie, el castillo de Vauvenargues o el Notre-Dame-de-Vie, donde se instalaron definitivamente en 1961, el mismo año que su boda. Allí vivirían una vida tranquila y relajada hasta la muerte del pintor, en 1973. 

Jacqueline Roque en el arte picassiano

Como apuntó en uno de sus libros, para la periodista y crítica de arte Hélene Parmelin la última musa de Picasso “tiene el don de convertirse en pintura a un nivel inimaginable”, y es que el pintor malagueño supo captar esa esencia tranquila y profunda en más de doscientos retratos. En esta última etapa de su vida, Picasso repasó algunas técnicas y estilos de sus etapas anteriores y revisitó algunos grandes artistas como El Greco, Manet, Velázquez o Delacroix, siendo Jacqueline una especie de base para estas creaciones. La veremos sentada, de pie, solo el busto o todo el cuerpo, convirtiéndose así en su principal modelo para sus investigaciones sobre nuevas formas artísticas. 

Su primera exposición como modelo para Picasso se exhibió en 1954, poco después de vivir en pareja, en La Maison de la pensée française. En ella destacaron los lienzos al óleo Jacqueline con flores y Jacqueline con las manos cruzadas, que se distinguían por un fuerte y luminoso cromatismo. Pero también hizo algunas obras anteriores, como por ejemplo la litografía Retrato de Madame Z, que hacía un especial guiño a su antiguo hogar Le Ziquet. A medida que pasaron los años, Jacqueline ocuparía un puesto más trascendental en su paleta, llegando a convertirse en el paradigma de modelo femenino de su última etapa. 

Después de Picasso

Al morir Picasso en 1973, Jacqueline decidió dedicar su vida a mantener el legado de su difunto marido, exhibiendo obras de su propia colección en diferentes exposiciones y siendo una de las principales benefactoras del Museo Picasso de Barcelona. Más allá del conflicto de intereses entre los miembros familiares por el testamento que dejó el artista, la última musa de Picasso sufrió una depresión por la muerte de su marido que acabó con su vida en 1986.