Los humanos

Gracias a los adelantos técnicos puedo ver en casa hasta 180 películas, la mayoría no estrenadas, en la sala de proyección virtual de la Academia de Hollywood. No crean que este gran privilegio es gratis, las cuotas de la Academy son altas y cada año, cuando las pago, me pregunto cuántos cineastas pueden permitirse ese lujo. Como es de prever, si no pagas, no puedes votar, que es algo que seguramente no tendrá el mismo significado para un cineasta de Ghana o Haití que para uno de Noruega.

Poco se habla en todas estas pomposas entregas de premios de la precariedad de actores y directores, de sus fracasos y sus miserias. El brillo de los trajes prestados, el desfile de modelos y flashes y periodistas con alcachofa preguntando quién es el diseñador del vestido que luce la actriz de turno ocultan un mundo tan o más precario que el de muchas profesiones menos vistosas, no se dejen engañar.

Una de las cosas que no puedo evitar preguntarme al ver cualquier película es el origen social de los protagonistas. En las películas de los países del Este y en las coreanas  siempre está claro quién y cómo gana el sustento en una familia. En las nórdicas, los personajes nunca tienen problemas económicos.

En las españolas, ese tema lo tocamos por encima, con grandes excepciones como la última y formidable película de Neus Ballús, que tiene a tres fontaneros como protagonistas: Seis días corrientes, para mí una de las mejores películas de este año.

En las películas americanas, los personajes hablan de tener problemas económicos, pero los ves con grandes coches llegando a casas con jardín y piscina. O yendo al supermercado y llenando el carrito hasta arriba después de comer en un restaurante donde han pagado 50 dólares por un filete. Por eso, The humans, el primer filme de Stephen Karam como director, me ha sorprendido tanto.

Hacía tiempo que no veía una cinta norteamericana donde sintieras que los protagonistas realmente sufren problemas económicos reales: la lucha por pagar la hipoteca o el alquiler, los prohibitivos precios de cuidar a un familiar dependiente, el lastre de pagar el crédito para ir a la universidad, la falta de pensiones propiamente dichas que hacen que mucha gente se vea en la calle tras años de servicios prestados… El edificio en el que transcurre The humans es decrépito hasta decir basta, lleno de grietas, de sonidos intempestivos, de mugre, de cucarachas. Es una película dura, áspera, nada complaciente, con un extraño halo como de fin de una era: la era del mal llamado 'sueño americano'.

No sé si es una película que llegará alguna vez a los cines de Europa o languidecerá en algún rincón de alguna oscura plataforma, pero si tienen oportunidad de verla no dejen de hacerlo. Es humana y tiene escala humana. Y eso, hoy, es mucho.