Mario García, el padre adoptivo con acondroplasia de un hijo de 1’80: «El camino ha sido duro pero ha merecido la pena»

Mario García, el padre adoptivo con acondroplasia de un hijo de 1’80: «El camino ha sido duro pero ha merecido la pena»

Esta familia es el vivo ejemplo de una historia de superación, trabajo y esfuerzo que quiere romper con ciertos estereotipos que rodean a la discapacidad

El error que cometen las familias que consultan en el grupo de WhatsApp los deberes que tienen sus hijos, les preparan la mochila o deciden por ellos

Mario, Flor y Carlos posan para ABC durante la entrevista ISABEL PERMUY
Ana I. Martínez

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Las lágrimas recorren el rostro de Flor Rivas (37 años) al recordar cómo en 2017 salió de Nicaragua tras pedir un préstamo en busca de una vida mejor. Tuvo que dejar a su hijo Carlos, que por entonces tenía 6 años, al cuidado de unos amigos. Lo que jamás imaginó es que aquí, en España, llegaría a formar una familia extraordinaria en todos los sentidos. Eso sí, a base de mucho esfuerzo y sacrificio.

«Vengo de una familia pobre y mi padre siempre me enseñó que jamás había que discriminar a las personas o reírse de ellas», recuerda Flor. «Hasta la persona más perfecta, físicamente hablando -continúa en su entrevista con ABC-, tiene defectos. Por eso, yo siempre he visto a Mario como uno más».

Mario García (36 años) tiene una discapacidad: acondroplasia. «Mido 1,50 metros y mi hijo, un adolescente nacido en Nicaragua, mulato, 1,80 metros». Hace sólo unos días acudieron a los Juzgados de Familia de Madrid a que se les reconociera como padre e hijo. «Nos tiene que llegar la sentencia pero ya está todo hecho», explica Mario, orgulloso de poner punto y final al proceso de adopción. «La jueza nos preguntó si éramos conscientes de todo lo que implica… Llevo encargándome de él desde 2018», recuerda. «Ha sido un camino duro, con altibajos y momentos de desesperación y de desesperanza. Pero el proceso ha merecido la pena».

Frente a la adversidad

Mario desprende vitalidad. Y es que siempre ha tenido una cosa muy clara: su discapacidad (él es el único de su familia con acondroplasia) no ha querido que se convierta jamás en un impedimento en su vida. Por eso, llevan funcionando como una familia desde que se conocieron en 2018. «Por entonces, Flor trabajaba de interna en una casa y era muy difícil vernos. Pero me transmitió valores que, en mi opinión, son fundamentales: esfuerzo, sacrificio y trabajo duro», rememora el joven. «A veces, nos miran cuando vamos por la calle y yo siempre me pregunto qué es lo que nos ven», relata ella.

Juntos han construido un hogar. Desde el principio, él aceptó a su hijo, al que sólo conocía por videollamadas. Al año siguiente de conocerse, se hicieron pareja de hecho y en 2020, poco antes de que la pandemia estallara, Flor viajó a Nicaragua para traer a Carlos. «Ambos teníamos claro que si queríamos estar juntos, él tenía que estar con nosotros», relata Mario.

El Covid hizo que Flor tuviera que estar más tiempo del previsto en Nicaragua, pero el 2 de agosto de 2020 aterrizó en España junto a su pequeño, un día muy importante en la vida de esta familia porque fue cuando, al fin, Óscar y Carlos se desvirtualizaron. «Para mí, siempre ha sido mi padre», asegura el joven.

«Yo soy madre soltera y en Nicaragua, los padrastros y las madrastras no son nada buenos», explica Flor, que sonríe feliz porque esa realidad no es la suya. «Por eso, yo siempre fui muy clara con Mario: 'si me quieres a mí, quieres a mi hijo', le dije, porque una es madre para toda la vida».

Adolescencia

Carlos asegura sentirse muy a gusto en España. Tiene muchos amigos y, como cualquier adolescente, su cerebro está en pleno proceso de maduración, con todo lo que ello supone en la relación de padres e hijos. «Ha repetido dos veces», recuerdan sus progenitores, debido a la diferencia académica entre España y Nicaragua. «El colegio siempre me ha resultado difícil -relata el joven- Al principio, no me enteraba de nada… Además, mi colegio es bilingüe, con ciertas asignaturas en inglés cuando yo jamás había estudiado el idioma en mi país. No entendía la mayoría de las cosas», recuerda. Por eso, está terminando 2º ESO tras haber repetido tanto este como el anterior curso también.

Carlos, a punto de hacer deberes, cuenta siempre con la ayuda de su padre ISABEL PERMUY

«Los resultados académicos no han sido los esperados», reconoce Mario, «y han sido años frustrantes». Aún así, esta familia no se rinde y el objetivo del curso que viene ya está marcado: Carlos empezará un módulo de estética y peluquería, su gran pasión. «Sabe que le apoyamos y tiene muchas cosas buenas. Lo suyo, quizás, no sea estar sentado en una mesa con un libro delante. Pero sabe que tiene que esforzarse. Al final, cada uno de nosotros va encontrando su camino poco a poco», reflexiona su padre.

Conscientes de que son una familia «peculiar», Mario y Flor viven su vida «con la mayor naturalidad posible», asegura él. De hecho, para Carlos, incluso para sus amigos, no hay nada de peculiar en ellos. «Mis amigos siempre han destacado de mi padre lo buena persona que es», subraya el adolescente.

«Estamos muy orgullosos de lo que hemos creado», continúa Mario, «que ha sido posible gracias a nuestro esfuerzo y dedicación. No lo hemos tenido fácil pero nadie nos ha regalado nada», insiste, aportando su ejemplo para romper con ciertos estereotipos o prejuicios que, aún, persisten en la sociedad frente a la discapacidad.

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