El episodio más oscuro del 'Tarzán' que enamoró a Tita Cervera

La hija de Lana Turner acusó a Lex Barker de haber abusado de ella cuando sólo tenía diez años.

Lex Barker en 1960.

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Carmen Cervera ha contado varias veces cómo le conoció. Era un 23 de diciembre y ella y su madre volaban hacia Zurich. A pocos metros de sus asientos se encontraba una estrella de Hollywood y no una cualquiera, el mismísimo Tarzán. Su madre la animó: "iVenga! Si quieres conocerle, pídele un autógrafo". Ella se lanzó, azoradísima, y se inventó que era para su hermana pequeña. "Te firmo un autógrafo si me das tu dirección" le contestó él. Lo hizo, por supuesto.

Al llegar a Suiza les dijo a sus amigas que se iba a casar con Lex Barker. Ellas pensaron que era el jet lag. No lo era, un año después estaban casados.

Barker no era sólo un actor guapo y famoso, también pertenecía a la aristocracia norteamericana. Descendía de Roger Williams, fundador del estado de Rhode Island y uno de los pioneros que abogaron por la separación de religión y estado, lo que le valió las iras de la iglesia, pero le convirtió en una referencia para los Padres Fundadores y por ende para el pueblo americano. No eran malas credenciales. En la mansión familiar nunca faltaron las comodidades y él fue el hijo soñado por cualquiera: a su físico privilegiado –medía casi dos metros– se sumaba una inteligencia despierta, era un deportista destacado, tocaba el oboe en la banda del colegio y sus buenos resultados escolares le llevaron a la prestigiosa universidad de Princeton, una de las joyas de la Ivy League, con tres presidentes de los Estados Unidos entre su alumnado.

Pero para disgusto de sus padres, Lex tenía menos interés en la política que su antepasado y a la hora de escoger una especialidad se decantó por el arte dramático, algo que en los años 30, con los ecos de los escándalos de las estrellas de Hollywood ocupando a diario las portadas de los periódicos, suponía una gran decepción. Los cazatalentos de 20th Century Fox, el más voraz de los estudios, no tardaron en reparar en aquel muchacho de porte espectacular y trataron de echarle el lazo, pero era menor de edad y necesitaba una autorización paterna. No la tuvo.

La fractura fue definitiva. Su familia le desheredó y le cerró las puertas de la la lujosa mansión. Lex cambió las comodidades de su vida acomodada por el trabajo en una fábrica y combinó sus estudios con pequeñas producciones en Broadway hasta que la Segunda Guerra Mundial se interpuso en su camino. Como miles de norteamericanos se alistó y puso rumbo a Italia, a Sicilia, de donde volvió herido y con el grado de comandante.

Lex Barker en una imagen promocional de Tarzán.

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Tras recuperarse, volvió a recibir la llamada de Hollywood y su rostro comenzó a hacerse popular gracias a pequeños papeles en los que no le resultaba difícil destacar. Y entonces llegó su gran oportunidad: Tarzán. El icónico Johnny Weismuller comenzaba a dar síntomas de fátiga y su físico ya no se correspondía con lo que demandaba el personaje. Tras dieciseis títulos tocaba decir adiós y había que buscar un recambio. Baker parecía la opción perfecta, era alto y musculoso y aportaba un elemento que estaba presente en la historia original de Edgar Rice Burroughs, pero la etapa de Weismuller había dejado de lado: el porte aristocrático. A pesar de haberse criado entre las bestias, Lord Greystoke no dejaba de ser John Clayton III, el hijo de una pareja de nobles escoceses.

Barker era un actor tan mediocre como Weismuller, después de todo el papel no requería mucho más que saltar de liana en liana y responder con infinitivos, pero era mucho más guapo y elegante y al público no le costó demasiado asumir la transición. Por si acaso y para hacerla más llevadera, el taparrabos del hijo de la jungla se hizo más pequeño.

Tras cinco películas fue sustituido por Gordon Scott, otro guapo sin demasiado talento, y Barker se trasladó al extranjero donde tenía una buena imagen gracias a Tarzán. Los espectadores americanos se habían cansado, esa fue más o menos la versión oficial. La realidad fue bien distinta. Al menos la realidad que cuenta Cheryl Crane, la hija de Lana Tuner, que convivió con el actor desde los 10 a los trece años. Según su autobiografía publicada en 1988 'Una tragedia en Hollywood. Mi vida con Lana Turner, mi madre', escrita 15 años después de la muerte de Baker.

Según cuenta en el libro, sólo tenía 10 años cuando el actor la encerró en una sauna y le preguntó si alguna vez había visto a un hombre desnudo. “Bueno, ahora yo soy tu padre y me toca explicarte cómo son los hombres", añadió mientras se masturbaba ante ella. "Este será nuestro secreto".

Poco tiempo después empezó a visitar su habitación por las noches para contarle, decía, "lo que un padre debe explicarle a su hija". “Cuando yo tenía tu edad, también tuve mucha suerte. Una mujer mayor me enseñó sobre el sexo como hoy voy a enseñarte a ti. Estoy muy agradecido, espero que alguien haga algo así por mi hija".

Aquella noche, según su testimonio en sus memorias, la violó por primera vez. Ella esperaba que después de terminar la asesinaría, pero se limitó a cerrar su bata y salir de la habitación, no sin antes explicarle que las chicas que contaban lo que ellos acababan de hacer terminaban en el reformatorio y si iba allí jamás volvería a ver a sus padres ni a su perrito ni a su pequeño pez naranja.

Cuando su cuidadora llegó por la mañana vio la sábana ensangrentada y creyó que le había llegado el periodo por primera vez.

Fue la primera de muchas noches.

Lana Turner y Cheryl Crane y Lex Barker y su hija Lex Barker, Lana Turner, Cheryl Crane y Lynn Thurlow Barker en 1953.

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Cada día Cheryl se preguntaba si su madre habría pasado por aquello en su infancia, si todas las niñas lo hacían e incluso si su progenitora sabía lo que pasaba en aquel cuarto o si por el contrario lo ignoraba y la enviaría a un centro de menores si se enteraba. Tenía muchas preguntas pero nadie a quien formulárselas.

Para encontrar respuesta observaba a su madre. Ya la había visto enamorada y sabía cómo funcionaba: primero viviría sólo para él, le colmaría de atenciones, le ayudaría en el trabajo y le daría su dinero. Turner estaba en esa fase y su hija cada noche los veía besarse y recorrer la casa semidesnudos, siempre parecían dispuestos a hacer el amor.

Pero aquello no disminuía las visitas de Lex.

Pidió un pestillo en la puerta alegando unas sombras que había creído ver en el jardín, pero su madre se negó, a pesar de que ella dormía con un revolver en su mesita de noche. Poco tiempo después Lana y Lex se casaron y ella sugirió a su hija que cambiase su nombre por Cheryl Crane. Por supuesto dijo que no.

A pesar de la boda, la prensa amarilla no tardó en airear los romances de Lex con compañeras de reparto, Sex Barker, como le llamaban en los mentideros de Hollywood, hacía honor a su apodo.

Cheryl creyó que su madre no tardaría en entrar en la siguiente fase, librarse de su amante, pero en contra de lo previsto, Turner se quedó embarazada. Su sangre y la de Lex eran incompatibles y sufrió un aborto. Cuando aquella noche Cheryl y Lex volvieron a casa tras dejar a Lana en el hospital abusó de ella con una violencia inusitada. La golpeó y le llamó puta.

Aquella noche decidió que se lo contaría a su abuela, ningún centro de menores podía ser peor que las noches con Lex.

– Lex ha estado entrando en mi habitación por la noche.
–¿Qué? Preguntó. Oh dios mío, ¿te ha tocado? Debes decírselo a tu madre.

Ella misma marcó su número. "Lana, quiero que vengas aquí de inmediato. Es sobre la niña. No, no puedo contártelo por teléfono. Y no traigas a Lex.”

Cuando Lana entró en la casa no podía imaginarse que lo que escucharía sería más dramático que el guión de cualquiera de sus películas. Así lo relata Cheryl:

–Dime cariño, ¿qué pasa?
–Es Lex.
–¿Qué pasa con Lex?
–Entra cada noche en mi habitación y me hace cosas.
–Espero que esté diciendo la verdad, señorita, porque la llevaré a ver a un médico por la mañana. Ahora cuéntame cuántas veces ha pasado.

Cheryl empezó a relatar las fechas y los abusos. Los detalles eran tan íntimos que Turner no tardó en darse cuenta de que aquello no podía ser una invención infantil.

Al llegar a casa sacó el revolver que guardaba en su mesita de noche, contempló a Lex que dormía desnudo mientras la luz de la televisión iluminaba su rostro aristocrático y le colocó el cañón en la sien. Pero se detuvo. ¿Merecía la pena arruinar su vida y la de su hija?, aquello podía significar el fin de su carrera y había luchado demasiado por llegar a donde estaba.

Bajó el arma y se sentó en el salón a esperar un nuevo día. Cuando Lex bajó a desayunar y la vio vestida y con el arma sobre la mesa supo inmediatamente lo que había pasado.

“Escucha”, le dijo. "Quiero que estés fuera de aquí en 20 minutos y sabes por qué. Cheryl me lo ha contado todo. 20 minutos o llamo a la policía." Lex lo negó todo, pero abandonó la casa. Conocía a Lana lo suficiente como para saber que no iba de farol.

A la mañana siguiente llevó a Cheryl a una clínica, cuando el doctor le dio los resultados de la exploración se echó a llorar. Había sido tan brutalmente atacada y tan repetidamente que habría necesitado cirugía.

A pesar de la gravedad de los hechos no dieron parte a la policía. Tenían miedo al escándalo. "El abuso de menores probablemente estaba tan extendido en los años cincuenta como lo está hoy, pero la gente estaba incluso menos dispuesta a denunciarlo en ese entonces", escribe Crane en su autobiografía.

Tres días después los periódicos anunciaron su separación. La policía nunca supo lo que había pasado, pero Hollywood sí y le cerró discretamente sus puertas.

Barker se mudó a Europa, donde su popularidad como Tarzán le permitió consolidar una carrera tan anodina como lucrativa a base de adaptaciones literarias e incluso llegó a trabajar con Fellini en La dolce vita.

Apenas un año después volvió a casarse con la actriz suiza Irene Labhart de quien enviudó cinco añoos después. En 1965 conocería a su última mujer, la por entonces miss española Carmen Cervera, veinte años más joven que él y con la que permaneció casado hasta que el 11 de mayo de 1973, apenas tres días después de su 54 cumpleaños, murió de un ataque al corazón mientras caminaba por Nueva York.

Para Turner y su hija no fue el único escándalo de sus vidas, pero en la siguiente ocasión si apretarían el gatillo.

Tita Cervera y Lex Barker en 1964.

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