esto es, separación absoluta de una España imperial, sino la independencia eventual para el caso de que España cayera definitivamente en poder de la Francia de Napoleón, posibilidad bien razonable.
-Es usted aún soltero -observó la madre, a lo cual las jovencitas volvieron con sus risitas, pero esta vez muy turbadas. -¡Ni en la cuadra
imperial he visto muchachas tan hermosas!
Hans Christian Andersen
Por otra parte, el mundo no merece conocerla; de otro modo, me habría puesto herraduras de oro como al caballo, allí en la cuadra
imperial.
Hans Christian Andersen
Ya sólo faltaba que Juan adivinase la tercera vez; si lo conseguía, se casaría con la bella muchacha, y a la muerte del anciano Rey heredaría el trono
imperial; pero si fallaba, perdería la vida, y el brujo se comería sus hermosos ojos azules.
Hans Christian Andersen
Sufriendo su más grave atentado con la expansión de los aztecas, quienes gracias a las reformas ideológicas que Tlacaelel le imprimió a la Toltecáyotl; quien le quitó el sentido espiritual y la convirtió en una doctrina místico-guerrera, con un profundo sentido material y de carácter imperial.
Á las nueve de la noche del dia catorce de diciembre de mil ochociento diez, en la imperial villa de Potosí y cuartel general del ejército auxiliar á las provincias del Perú, en el mismo instante que recibió el Sr.
Hecho en Londres, en cuatro ejemplares, 26 de abril de 1915. (L.S. Edward Grey), (L.S.) Imperial, (L.S.) Benckendorff, (L.S.) Paul Cambon.
García de Paredes bebía, reía y charlaba como los demás, o quizás más que ninguno; y tan elocuente había estado en favor de la causa
imperial, que los soldados del César lo habían abrazado, lo habían vitoreado, le habían improvisado himnos.
Pedro Antonio de Alarcón
La abrió el mozo, y el Soberano salió a recibirlo, en bata de noche y zapatillas bordadas. Llevaba en la cabeza la corona de oro, en una mano, el cetro, y en la otra, el globo
imperial.
Hans Christian Andersen
Se siente batir de alas; el cóndor está herido... Las zarpas afiladas del águila imperial se incrustan en sus carnes... Hay una voz glorial: ¡son usos de la guerra vencer o ser vencido!
En una de las callejas más oscuras y tortuosas de la ciudad
imperial, empotrada y casi escondida entre la alta torre morisca de una antigua parroquia mozárabe y los sombríos y blasonados muros de una casa solariega, tenía hace muchos años su habitación raquítica, tenebrosa y miserable como su dueño, un judío llamado Daniel Leví.
Gustavo Adolfo Bécquer
Y es que en el caso presente los destellos del rango imperial ceden bajo el certero encanto de este nombre: Eugenia de Montijo, tan fino, tan castizo, tan reverberante que parece una daga de Toledo.