Howard Hawks o la escritura invisible | Cultura | EL PAÍS
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Howard Hawks o la escritura invisible

«Trato de contar mis historias exactamente como vosotros las veríais, de la forma más simple, colocando la cámara a la altura de los ojos.»Howard Hawks.

El 26 de enero de 1977, a los 81 años de edad, en su residencia de Palm Springs y como consecuencia de una caída, fallecía Howard Hawks, el más grande director del cine americano. La noticia no acaparó tantas portadas y páginas como la muerte de Chaplin. Sin embargo, la pérdida para el cine no es menos importante. Podría decirse que Hawks era un cineasta maldito... Pues hay muchas formas de serlo: como Dreyer, cuyas películas, aun gozando del máximo prestigio crítico, constituyeron rotundos fracasos comerciales, o como Hawks quien a pesar de haber divertido a todo tipo de públicos durante más de cincuenta años, nunca fue valorado en su justa medida. Los historiadores o bien le ignoran olímpicamente -Lewis Jacobs-, o se limitan a citarle de pasada -Richard Griffith, Román Gubern, etcétera-. Los entusiastas militantes de la politique des auteurs le ensalzaron desde las páginas de Cahiers du Cinema, y sentaron las bases para posteriores estudios hawkasianos. Se le situó en el Olimpo, su justo lugar, junto a Griffilth, Keaton, Sternberg, Stroheim, Murnau, Renoir.... Pero el mal ya estaba hecho. Para un espectador actual, Hawks nunca será tan serio o tan artista como un Bergman, un Fellini o un Resnais. Sin embargo no sólo es tan serio, o más, que ellos, sino, además, mucho más inteligente o intelectual, como se prefiera.

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Filmografía

Howard Winchester Hawks había nacido el 30 de mayo de 1896 en Goshen (Indiana). Estudió en Pasadena y Nueva York y realizó los más diversos oficios, al verse obligado a suspender sus estudios, hasta llegar a ser piloto de carreras, profesión en que le sorprendió la primera guerra mundial, durante la cual combatió como aviador en Europa. En 1922 comenzó a trabajar como atrezzista en los estudios de la Paramount, y posteriormente en los de la Metro como ayudante de montaje. Tras trabajar en algunas películas como ayudante de dirección, comienza a escribir ar gumentos y guiones, llegando en poco tiempo a ser jefe del departamento de guiones de la Paramount. Fue William Fox, presidente de la Fox Film Corporation, quien le dará la oportunidad de dirigir, en 1925.

Hawks dirigió ocho filmes mudos, de los cuales el que mayor éxito obtuvo fue Una novia en cada puerto (1928). En 1932, Scarface, su cuarto filme sonoro muestra a Hawks con un dominio y una maestría únicos en el cine de la época. La película, con una audacia visual y sonora fuera de serie y con un estupendo guión de Ben Hetch y el propio Hawks pintaba sin concesiones la figura de Capone. Era el nacimiento del cine de gangsters, del cine negro Scarface abría un camino y sería imitada hasta la saciedad.

Cuarenta películas

Howard Hawks dirigió cuarenta películas. Participó en un número de ellas hoy incalculable como productor, guionista, argumentista, supervisor, co-director o, simplemente, como consejero. Colaboró con los más grandes guionistas de la historia del cine: Ben Hecht, Charles Mae Arthur, Jules Furthman, Charles Lederer, Dudley Nichols, Howard W. Koch, John Huston, Billy Wilder, Charles Brackett, I. A. L. Diamond, Borden Chase, Nunnally Johnson, Leigh Brackett... Fue el único director de cine con qui en William Faulkner aceptó trabajar. Faulkner escribió para él cinco guiones y le ayudó en muchos más. Inventó el cine de gangsters con Scarface, llevó a su máxima perfección el cine negro con The Big Sleep, el western, con Río rojo, y la comedia con La fiera de mi niña. Dio su oportunidad a John Huston como guionista de El sargento York. Descubrió a Lauren Bacall y creó la inmortal pareja Bogart-Bacall en To have and have not, basada en una historia de su amigo Hemingway. Fue venerado por los mejores cineastas modernos: Truffaut, Rivette, Bogdanovich... Godard no dudó en calificarlo como «el más grande artista américano».

Ningún cineasta como Hawks resume las virtudes del cine americano. Gracias a sus éxitos gozó de la absoluta confianza de los estudios y realizó su obra en una casi completa libertad, participando en todos los guiones de sus filmes y eligiendo él mismo sus argumentos. Hawks manejó con maestría todos los géneros: gangsters, westerns, comedia, musical, aventuras, guerra, etcétera. Y en su obra figuran una quincena indiscutible de obras maestras. Los temas de su obra han sido citados múltiples veces: la amistad, la pareja, el trabajo en común, el peligro, el hombre corriente enfrentado a una situación excepcional, etcétera...

Mucho se ha hablado del estilo de Hawks. No han faltado los habituales ciegos que: no han dudado en objetar que no lo tiene. Hawks busca una comunicación directa con el espectador. No quiere que éste vea, sino que viva. Cineasta de la acción por excelencia, sus películas son en sí mismas auténticas aventuras. Todo lo que entorpezca la acción es desechado por inútil. Hawks es el anti-gratuito. Sus planos son sencillos, no fáciles. Sus movimientos de cámara, necesarios. Hawks es el narrador puro. Su cine es el menos, literario que pueda imaginarse. Hawks es un racionalista y un moralista. Sus comedias no son amables ni fáciles. Sus finales no son tranquilizadores. Hawks es, por el contrario, cruel y despiadado. Tierno cuando quiere. Sus comedias son aventuradas y excéntricas. En su afán de ir hasta el fondo, Hawks entra en el reino de lo absurdo. Pocos se han defendido en él con más elegancia e inteligencia. Sus diálogos son perfectos y cortantes, medidos. El hombre enfrentado a todo tipo de adversidades es el leit-motiv de una obra mucho más personal de lo que pueda creerse. Una obra marcada por el signo de la pureza y la vitalidad.

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